10 – Consulta
Un hombre entra en una sala de consulta. El médico está sentado a la mesa ocupado en rellenar papeles.
Médico (sin alzar los ojos) – Siéntese, por favor.
Paciente – Gracias.
El paciente se sienta. El médico termina de rellenar un papel y dirige a su enésimo cliente una mirada cansada que pretende, a pesar de todo, ser atenta.
Médico – Dígame, ¿qué le trae por aquí?
Paciente – Pues… No sé cómo decírselo, pero creo que he atrapado la Muerte.
Médico – Ah bueno, ya se sabe. En fin, en este momento, es lo que hay. Se trata de un virus que anda por ahí. Pero créame, eso se pasa. Es lo de siempre. La nariz como un grifo… Un picor intenso en la garganta… Un como cansancio…
Paciente – No, no, doctor, todo va muy bien… No estoy enfermo… Lo que quiero decir es que… Realmente he atrapado a la muerte.
El médico parece un poco fuera de órbita.
Médico – Sí (Echando mano de los buenos reflejos de toda la vida que siempre le han sacado con bien de estas situaciones cotidianas) Bueno, le voy a recetar un pequeño tratamiento preventivo, caso que… (Saca una receta que empieza a rellenar como un autómata) Un cocktail de vitaminas para despertar ese sistema inmunitario un poco adormecido por el frío, un jarabe para aliviar la garganta, aspirina para el dolor de cabeza… (Dirige la receta hacia el paciente) Con esto, pasará el invierno sin más problemas…
Pero el paciente no recoge la receta.
Patciente – Ya sabía yo que no iba a ser tan fácil
Médico – Se trata de un tratamiento corriente cien por cien. Como los que prescribo 30 veces al día mínimum.
Paciente – Doctor, he atrapado a la Muerte, está encerrada en el Seat Ibiza que está aparcado en mi garaje en Albacete.
El médico sale poco a poco de su estupor, creyendo casi reconocer al típico paciente gracioso capaz de romper la rutina de una jornada tan anodina como las demás.
Médico – Sí… Cuénteme usted eso…
Paciente – Bien, ayer por la tarde decidí poner fin a mis días.
Médico – Mmmm.
Paciente – Las armas de fuego no son mi estilo en absoluto. El gas, creo que es peligroso para los vecinos. Hay que pensar también en los que quedan.
Médico – Cierto.
Paciente – Por consiguiente, me he dirigido al garaje. He taponado bien la puerta con toallas mojadas tal como he visto hacer a menudo en las teleseries. Y después, he arrancado mi Seat Ibiza, con mucho esfuerzo por otra parte. Echa humo como un tractor y hace casi el mismo ruido. Es el convertidor. Tendría que cambiarlo, pero bueno, para mi propósito era más bien una ventaja. Entonces me he sentado al volante. He encendido la radio y he dejado calentar el motor. Resumiendo, empezaba a adormecerme tranquilamente para el que debía ser mi último sueño, cuando la he visto en el retrovisor, sentada tras de mí…
Médico – ¿ A quién ?
Paciente – ¡ A la muerte !
Médico – Claro, por supuesto.
Paciente – Bueno, no debería haberme sorprendido hasta ese punto puesto que la muerte, yo estaba haciendo todo lo necesario para encontrarla. ¿ Pero sabe lo que me ha asombrado ?
Médico – No.
Paciente – Pues que ella se parecía muchísimo a la imagen que tenemos de ella.
Médico – Es decir…
Paciente – Bien… Gran capa negra, guadaña, ¡ toda la panoplia completa, vamos ! Se dice que todo eso, bueno, no es más que una imagen, un cliché. Nadie la ha visto nunca. La muerte tal vez existe, de acuerdo, pero nadie la ha visto nunca, es como Dios. Quizás nos la encontremos un día allá arriba pero nadie ha vuelto nunca con fotos para que sepamos exactamente a qué se parece. Por consiguiente sospechamos que aunque exista no sea exactamente un venerable anciano de cabellos largos y barba blanca, alguien que se pareciera vagamente a papá Noël…
Médico – No, desde luego.
Paciente – Pues bien, eso es lo que me ha jodido vivas las neuronas, ya está dicho. Verla así, exactamente como la había imaginado.
Médico – Sí, claro. Eso ha debido ser un choque.
Paciente – Sea como fuere, créame, ello me ha despertado. No sé que me ha pasado, que he parado el motor en seco, he bajado del coche como un loco dando un portazo. Y en ese momento he tenido, por suerte, el gran reflejo.
Médico – ¿ Ah, sí ?
Paciente – Todavía tenía la llave del Seat Ibiza en la mano. Me he apoyado acto seguido sobre él para cerrar con llave las puertas, es lo único que funciona en este coche pero al menos, eso todavía funciona. Era uno de los primeros modelos equipados con cierre automático de la época, incluso dudé en tomar esta opción ya que no soy demasiado manitas, pero ya sabe usted cómo son las cosas. Era el único modelo disponible de inmediato en el taller. Era esto o esperar la entrega del pedido durante meses…
Médico – Sí, ya sé lo que es eso, acabo de cambiar mi Mercedes y he tenido que cargar con un encendedor de puros cuando ya hace 5 años que he dejado de fumar. ¿ Y sabe usted cuanto cuesta la opción encendedor de puros en una máquina como ésa ? Casi el precio de un Seat Ibiza de ocasión. Bueno, ¿ y qué pasó ?
Paciente – Que me había salvado. Ella estaba encerrada en mi coche, ante mis ojos, digo. La veía clarísimamente aplastar su especie de burka completamente negro contra el cristal para intentar salir. Pero no, estaba bien atrapada en el cepo. ¿ Se da usted cuenta ? En mi Seat Ibiza.
Médico (volviendo a su recetario) – Así pues, ¿ no va a querer el jarabe ?
Paciente – ¿ Pero es que no comprende lo que le digo ? ¡ He atrapado a la muerte !
Médico – Sí, sí. Puedo recomendarle a un colega, ¿ qué le parece ? Espere, debo tener la dirección por ahí, en mi agenda.
Busca sin encontrar nada, por lo que descuelga el teléfono.
Médico – Sí, Dolores, ¿ Puede darme el número de teléfono del doctor Martinez ? El psiquiatra (Garrapatea algo en un papel) Gracias, Dolores (Cuelga y alarga el papel al paciente). Ya está, va a verlo de mi parte y le explica lo que le pasa, ¿ de acuerdo ? Estoy seguro de que le interesará muchísimo.
Paciente – Gracias ¿ Y qué hago con mi Seat Ibiza ?
Médico – ¿ Dígame ?
Paciente – Bueno, voy a necesitarlo ahora. Ahora que he decidido no suicidarme con monóxido de carbono, me explico. ¿ Qué hago ? Si abro la portezuela, va a aprovechar para largarse, la muerte. Y se va a poner a segar en seco.
Médico – ¿ Segar ?
Paciente – ¡ La muerte, con su guadaña!
Médico – Ah, claro, por supuesto.
Paciente – Es una responsabilidad, desde luego. Ahora que me acuerdo, ¿ usted lo ha visto ? Ayer en los informativos, ningún deceso de celebridad alguna al final de sus días, se anunció. Ningún temblor de tierra en cualquier país subdesarrollado, ni ún mal accidente de transporte escolar. Lo cual es evidente, ya que la muerte está encerrada en mi coche.
Médico (sin que se sepa si bromea o habla en serio) – Por otra parte, si ella se queda allí mucho tiempo, ya comprenderá usted las implicaciones : Será una verdadera catástrofe para los medios de comunicación, las ONG, las pompas fúnebres, el sistema de pensiones, los impuestos sobre la herencia patrimonial…
Paciente (contrariado) – Creo que no se lo está tomando en serio…
Médico – No se tome a mal lo que yo le diga, no estoy poniendo en cuestión la veracidad de los que me acaba de contar, sólo que ¿ está usted seguro de que no había nadie más en el asiento de atrás ? No sé, su mujer por ejemplo.
Paciente – Mi mujer no lleva burka y por otra parte, nos hemos divorciado el año pasado. Eso me ha hecho polvo, lo reconozco. Es una de las razones por las que quería suicidarme.
Médico – Eso es, ya lo ve, usted mismo lo está diciendo. Comenzaba a estar usted mareado. la falta de oxígeno puede provocar alucinaciones En el momento de la muerte, usted ha pensado en su mujer, seguro, en los buenos momentos que habéis pasado juntos y ella se le ha aparecido de esta guisa…
Paciente – ¿ Con un burka y una guadaña ?
El médico hace un gesto de perplejidad, el paciente parece esforzarse por reflexionar
Paciente – Pensándolo bien, el burka. Bien pudiera ser una especie de pañuelo negro que ella se ponía alrededor del cuello. Y la guadaña, ya no estoy seguro del todo. A lo mejor pudo ser una escoba. Las brujas también tienen escobas y se ponen un pañuelo negro.
Médico – Si.
Paciente – Entonces cómo se explica usted que esta mañana cuando volví al garaje después de una noche bien dormida, estuviera todavía allí, detrás de la luna trasera de mi Seat Ibiza ? Incluso ha intentado decirme algo.
Médico – ¿ Ah, si ?
Paciente – Como no le oía, me ha garabateado algo en lenguaje cabalístico en un papel, algo que paercía portugués y me lo ha colocado contra el parabrisas.
Médico – ¿ Portuges ?
Paciente – Eso también me ha sorprendido.
Médico – ¿ Qué es lo que le ha puesto en ese papel ?
Paciente – Bueno, yo no sé nada, no entiendo el portugués Tendría que preguntarle a mi asistenta, justamente es portuguesa. Pero es raro, esta mañana no ha venido como de costumbre. No. se lo juro, doctor, he atrapado a la muerte.
Meédico – Mmm… Voy al menos a prescribirle un laxantito mientras tanto. Le hará relajarse.
Paciente – ¿ Usted cree ?
El médico asiente y empieza a garrapatear algo en una receta.
Oscuro.