7 – Desaparición
Una pareja sentada en el sofá. No dicen nada y parecen aburrirse. El se pone a buscar algo, sin encontrarlo.
El – ¿Has visto el mando de la tele? Ha desaparecido…
Ella le mira sorprendida.
Ella – Pero… ¡si ya no tenemos televisión!
El – ¡Ah, sí, por supuesto…!
Silencio.
El – ¿Qué harías tú si algún día llegara a desaparecer?
Ella le mira otra vez, desconcertada.
Ella – Quieres decir… ¿cómo el telemando?
El – Como el telemando… ¡Si desapareciera! Definitivamente…
Ella – ¿No te sientes bien?
El – Sí, sí, me siento muy bien. Es sólo una hipótesis.
Ella – ¿No tienes una hipótesis más divertida?
El – Soy más viejo que tú… Lógicamente, me iré antes.
Ella – Sólo tenemos tres años de diferencia…
El – ¡Las mujeres viven más tiempo que los hombres! Además, puedo tener un accidente. Un ataque al corazón. Un cáncer.
Ella – ¡Yo también!
El – Sí, pero soy yo quien preguntó primero.
Ella – Pues… no sé. Ya veremos. Me queda tiempo para pensarlo, ¿no?
El – Más vale prevenir que curar…
Ella le mira desconcertada.
El – Sea lo que sea, más vale que lo sepas. Prefiero ser incinerado.
Ella – ¿A qué me dices esto ahora?
El – Pues… no te lo voy a decir después, ¿verdad? (Un tiempo) Es mi obsesión, esto. Ser enterrado vivo. ¿Y tú?
Ella – No debe ocurrir a menudo.
El – Basta que ocurra una vez, ¿no?
Ella – Y ser quemado vivo, ¿no te asusta?
El le mira con inquietud.
El – Nunca se me había ocurrido… (Un tiempo) ¿Crees que habrá una vida después de la muerte?
Ella – No sé si realmente es algo que desear…
El – Por lo que es por el dinero, no tendrías porqué preocuparte, lo sabes…
Ella – ¿Por si acaso hubiera una vida después de la muerte?
El – ¡Por si fuera a desaparecer!
Ella – ¡Ah, sí…! Pues… no estaba preocupada.
Silencio.
El – Si quisieras volverte a casar, claro, lo entendería muy bien…
Ella – Gracias.
El – Bueno, por lo tanto, tampoco es una obligación casarte con él…
Ella – ¿El?
El – ¡El tipo ese! Con quien vivirías si llegara yo a desaparecer. Más vale conservar tu independencia.
Ella – ¿Mi independencia?
El – Es raro… No consigo imaginarte viviendo con otro…
Ella (ofendida) – ¿Crees que nadie querría vivir conmigo?
El – Sí, sí. Por eso. A decir verdad… creo que tendría celos.
Ella – ¿Cuando hayas muerto tendrás celos?
El – Sí…
Ella – ¿Y si desapareciera antes?
El (de mala fe) – Pues nunca lo había pensado. (Un tiempo) Si me volviera yo a casar, ¿te enfadarías?
Ella – No estaría aquí para verlo.
El – Sí, pero… ¿tendrías celos…?
Ella le mira, sospechosa, pero no contesta.
El – ¿Con quién me imaginarías?
Ella – Quieres que te presente una amiga mía, por si acaso. ¿Es eso?
El – Pues… para lo niños, están los padrinos y las madrinas… Para los diputados, igual, están los suplentes. Si uno muere o dimite, hay en seguida un sustituto. Todo está previsto…
Ella – Sí… y para los coches, hay las ruedas de recambio… (Sospechosa) ¿No me estarás diciendo que ya me has encontrado una sustituta…?
El – Pues no es tan fácil, fíjate.
Silencio.
El – Lo bueno de la bigamia es que en caso de defunción uno es viudo sólo a medias.
Ella le mira atónita.
Ella – Sí…