Despierto
Poco a poco se hace la luz. Una pareja duerme bajo la sábana. De pronto, se oye el martilleo del palo sobre la tablas, seguido de los tres golpes. Él se incorpora sobresaltado y se cae de la cama. Vestido con un pijama a rayas (como si fuera un preso de un campo de concentración) abre desmesuradamente los ojos y se frota las costillas haciendo muecas, antes de echar una mirada a su alrededor. No parece reconocer nada. Se paraliza al darse cuenta de que los espectadores le miran. Sacudiendo la cabeza como si estuviera en un mal sueño regresa a la cama y cae de bruces encima de Ella, que también en pijama rayado había comenzado a despertarse mientras se giraba. Juntos dan un grito de espanto al descubrirse el uno al otro.
Ella y Él – ¡Oh!
Ella cubre con sus manos su pecho en un gesto de pudor.
Ella – ¿Qué hace aquí?
Él – ¿Y usted?
Ella no puede responder, se incorpora en su lado de la cama y hace más o menos los mismos movimientos que él anteriormente.
Ella – ¿Pero dónde estamos?
Él – Ni idea…
Ella (volviéndose hacia él) – ¿A pesar de todo sabe usted cómo se llama?
Él (hace gestos de negación) – ¿Y usted?
Ella se encoge de hombros.
Ella (en todo maternal) – Si estamos en un campo de verano, dentro del pijama, encontrará seguramente un nombre, cosido por su madre en una pequeña etiqueta.
A Él le parece esto una idea extraña.
Ella – Mire, haga el favor…
Se acerca a Él para mirar detrás del cuello de pijama. Él se aparta hacia atrás, pero acaba por dejarse hacer.
Ella (triunfante) – ¡Ah sí, hay algo escrito! (Trata de descifrarlo, sin éxito) ¡No logro leerlo! Quíteselo para ver…
Él de nuevo se aparta, pero finalmente acepta quitarse la chaqueta del pijama. En lo sucesivo Él estará desnudo de cintura para arriba. Manifiesta una cierta molestia. A menos que simplemente tenga frío. Ella estudia la etiqueta y lee.
Ella – Adán…
Él – ¿Adán?
Él se frota las costillas.
Ella – ¿Está herido?
Él – No es nada. Debí romperme una costilla al caer de la cama. (Pausa) ¿Y usted?
Ella – Pues, muy bien…
Él – No, quiero decir, que a lo mejor, usted tiene también su nombre en una etiqueta cosida en alguna parte. Mire a ver…
Se acerca a ella a paso decidido. Ella lo para mediante un gesto firme.
Ella – ¡Lo veremos más tarde!
Él se resigna.
Él (escéptico) – Un campo de verano… ¿Usted cree? No hay nadie…
Ella – Quizá somos los primeros…
Él – O los últimos…
De nuevo se dan la vuelta, cada uno hacia un lado, y se encuentran cara a cara.
Él – ¿Nos vimos ya en alguna parte?
Ella (irónica) – En sus sueños, posiblemente… (Agresiva) Entonces, ¿verdaderamente no ve ningún medio de escapar de aquí?
Él – Eh… Oh… no estamos casados, ¿no? ¿Por qué voy a ser yo quien la saque de aquí?
Ella – Discúlpeme…
Él suspira, no sabe qué hacer.
Él (suspirando) – Bueno… ¿Qué hacemos?
Ella (dubitativa) – ¿Estamos obligados a hacer algo?
Él (decidido) – Me horroriza quedarme inactivo. ¡Me vuelvo a acostar!
Él se vuelve a acostar.
Ella – Bueno…
Él – ¿Y si se tratara de una pesadilla…? Vamos a despertar, y todo irá mejor…
Ella – O peor…
Hacen intención de volver a acostarse, se sienten un poco molestos de tener que compartir la misma cama.
Él – ¿Usted prefiere algún lado en concreto?
Ella – No…
Él – Estupendo… Pues voy a repetir el mismo, entonces.
Se estira en el mismo lado que al principio.
Ella (irónica) – ¿Las pequeñas costumbres ya?
Ella se acuesta en el otro lado, pero no tiene aspecto de tener ganas de dormir.
Él – ¿Puedo apagar…?
Ella – Habría leído un poco, pero ni siquiera tenemos el texto de la obra…
Él – Apago, entonces. (Busca cómo apagar) No veo interruptor…
La luz baja progresivamente. Él se vuelve hacia Ella.
Él – Muy bien, pues… Uno de estos días, entonces…
Ella – Eso es… Uno de estos días…
Oscuro.
Ella – ¿Programo el despertador?
Él – ¿Mañana no es domingo?
Ella – No hay despertador, de todos modos…