8 – El mundo del deporte
Ella lee una revista femenina. El se aburre y, después de un momento, abre un periódico de deportes. Ella lo nota, con sorpresa.
Ella – ¿Compras la prensa deportiva ahora?
El – ¿Y porque no iba a comprar la prensa deportiva?
Ella – Y… ¿piensas leerla?
El – Voy a echar un vistazo… Para saber…
Ella – ¿Saber qué?
El – No sé. Todos los tíos leen esto en el metro. Quería saber lo tan apasionante que hay en esto.
Ella – ¿Y lo has encontrado?
El – No…
Ella parece desconcertada.
Ella – ¿Te interesa el deporte?
El – Muy poco…
Ella – Pues… no es tan raro que no te interese leer la prensa deportiva…
El cierra su periódico.
El – Bueno… Interesarse por el deporte es una cosa. De ahí a sentir cada mañana el imperioso deseo de saber si el Barcelona ganó al Bratislava 3 – 2 o si fue un empate… Ni siquiera sé dónde queda Bratislava…
Ella – ¿No es la capital de Eslovaquia…?
El – ¿Cómo sabes eso?
Ella – O de Eslovenia…
El – ¿Eslovenia? ¿Seguro que tienen un equipo de fútbol? ¿No es muy grande, no…?
Ella – Bueno, tampoco es El Vaticano.
El – ¿El Vaticano tiene equipo de fútbol?
Ella hace una mueca para decir que no lo sabe. El vuelve a leer su periódico deportivo.
Ella – ¿Y a qué te preocupa tanto, de repente, saber por qué los hombres leen la prensa deportiva?
El – Será que necesito comprobar mi virilidad…
Ella – Pues… ¡Por poco!
El – Muchas gracias…
Ella (para tranquilizarle) – Vamos. Uno puede ser hombre sin leer un periódico deportivo.
El – ¿Tú crees?
Ella lo piensa.
Ella – No sé… ¿Quieres que te suscriba a una revista de coches?
El la mira, preguntándose si le está tomando el pelo o no. Ella vuelve a leer su revista femenina.
El – ¿Y tú?
Ella – ¿Yo qué?
El (hablando de la revista) – ¿Qué encuentras tan interesante en esas tonterías?
Ella le mira.
Ella – Las lees también…
El – Bueno… Solo en plan de broma.
Ella – Pues yo no leo la prensa deportiva. Ni en plan de broma…
El (perturbado) – ¿Me encuentras afeminado, es eso?
Ella – ¡Qué va, pero no! Además, todos los hombres leen las revistas femeninas de sus mujeres. Es muy conocido. ¿Por qué te crees que hay tanta publicidad para coches en esas revistas?
El (pensándolo) – Es cierto que no hay mucha publicidad de lavadoras en los periódicos deportivos.
Ella – Aunque el fútbol ensucia mucho… Basta con ver el número de futbolistas que salen en los anuncios de detergentes.
Ella intenta volver a leer su revista, pero nota que él sigue preocupado.
Ella – ¿Todavía queda algo que te preocupe?
El – No… Solo pensaba en la diferencia entre los hombres y las mujeres…
Ella – Sí…
El – Mira la ropa, por ejemplo… El pantalón ya no es el atributo exclusivo del hombre, mientras que la falda sigue estando reservada a la mujer.
Ella le mira incrédula.
El – Con los colores igual. Podéis llevar tanto gris como rosa. Nosotros solo tenemos derecho al gris. O al marrón… Os quejáis de que no nos gusta ir de tiendas… Pero, ¿os dais cuenta de la tristeza de una tienda de zapatos masculinos?
Ella (preocupada) – ¿Querríais poneros una mini-falda con tacones de aguja?
El – ¡No! ¡Es una simple constatación! Tuvimos que compartir el mejor de nuestros atributos masculinos y ¿qué hemos recibido en compensación? (Abre con rabia su periódico deportivo) ¡Al menos nos queda la prensa deportiva!