Foto de familia

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

2 hombres y 2 mujeres

Dos hermanos y dos hermanas que apenas si se ven, se reencuentran por última vez en la casa familiar de vacaciones con el objeto del traspaso de la herencia, después de la defunción de su madre. Pero las cuentas que tienen que ajustar no son solamente financieras…


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Foto de Familia

Una comedia de Jean-Pierre Martínez

Personajes : Pierre – Josiane – Jeff – Frédérique

Por la mañana

El cuarto de estar de una casa de vacaciones, amueblado de manera sencilla. Al fondo, una pequeña chimenea en la que no arde ningún fuego. Pierre, con aspecto intelectual de izquierdas, llega desde la cocina con una cacerola de agua caliente, la cual pone sobre la mesa, al lado de un tarro familiar de Nescafé. Pierre explora todos los compartimientos de un mueble bar. En uno de ellos, encuentra una taza y la pone sobre la mesa. Regresa para abrir los cajones en busca de una pequeña cuchara. Pierre se sienta, se sirve un café y comienza a comer los “Pepitos” que quedan dentro de un paquete. Se escucha una melodía de portátil proveniente del exterior de la escena. Pierre bebe a sorbitos su café y acaba los bizcochos al tiempo que lee la “Vie Financière”. Los titulares del periódico permiten situar el momento de la acción: “Bug de l’An 2000 : les marchés inquiets à l’aube du nouveau millénaire…”.

Pierre (leyendo) – Efecto 2000 : los mercados preocupados a la víspera de un nuevo milenario…

Llega Jeff, en pijama de rayas, con aire de dormido.

Jeff (bostezando) – ¿Ya vestido?

Pierre(sin dejar de leer su revista) – Me horroriza vagabundear en pijama. Hay agua caliente y Nes…

Ante la mirada asombrada de Pierre, Jeff saca una taza y una pequeña cuchara del mueble, abriendo directamente un compartimiento y un cajón. Se sienta y se sirve un café. Toma con anhelo el paquete de bizcochos, pero al comprobar que está vacío, aparece en su rostro una expresión de decepción.

Jeff – ¿No hay más Pepitos?

Pierre, que devoró probablemente todo el paquete, no parece tener remordimientos.

Pierre – ¡Claro, no ves!

Jeff parece enfadado pero no dice nada y Pierre sigue hablando, ignorando la reacción de su hermano.

Pierre – Me recuerdas a mamá… Cuando le preguntábamos: « ¿Es que no hay más chocolate? », ella nos respondía: « evidentemente, después de que os lo habéis comido ».

Jeff prefiere no responder. Pierre pasa a otra cosa.

Pierre (suspirando) – No pegué ojo en toda la noche. Con esta tormenta…

Jeff – ¿Qué tormenta?

Pierre (incrédulo) – ¡No me digas que no oíste nada! Cualquiera diría que eran cañonazos…

Ausencia de reacción de Jeff, cuyo comportamiento Pierre observa con una mirada de etnólogo.

Pierre – ¿Sigues siendo algo sonámbulo, tú, no?

Jeff se pone a dar vueltas al café de manera mecánica.

Pierre – Me acuerdo, una vez, que te habíamos despertado a las once de la tarde haciéndote creer que no habías oído el despertador. Te dejamos tomar tu desayuno… Mamá te cogió en la calle. Te ibas a la escuela en pijama. Era un domingo de agosto…

Jeff comienza a beber a sorbitos su café, sin responder.

Pierre (volviendo al presente) – ¡Acababa de dormirme de nuevo, cuando me despertó el camión de la basura! Pasa siempre a la misma hora… A las cinco de la madrugada. Cuando teníamos veinte años, no nos despertaba, de eso estoy seguro. Volvíamos a la misma hora que el camión de la basura…

Jeff – Mmm…

Pierre (asombrado) – ¿Entonces, tú dormiste bien?

Jeff – Estaba reventado. Son muchos kilómetros para un único conductor. ¿Por qué nunca sacaste el permiso?

Pierre – Lo intenté sacar, pero no aprobé.

Jeff – ¡Una sola vez! Habrías podido insistir un poco…

Pierre – No soporto los fracasos. No me gusta conducir, eso es todo. Y luego cuando veo a todos esos gilipollas en la carretera… ¿Viste ayer? ¡Hasta tú estuviste a punto de ponerte nervioso! Coge a cualquier tipo, pulcro, caballero, perfectamente equilibrado, le pones un volante entre las manos, y al cabo de diez minutos insulta a todo el mundo y está dispuesto a pelearse con cualquiera. ¿Cómo explicas esto?

Desconcertado por la falta de reacción de su hermano, ocupado en darle vueltas a su café, Pierre se levanta y examina todo a su alrededor.

Pierre – Nada ha cambiado. Hace por lo menos quince años que no había venido aquí. ¿Y tú?

Jeff – Dos años, con Catherine y los niños. Pero nunca en invierno.

Pierre se acerca a la chimenea, exhalando en sus manos para recalentarlas.

Pierre – Comprendo por qué…

Se para delante de la chimenea, encima de la cual hay una caja grande de cerillas, una lámpara a acetileno y una foto de escuela en blanco y negro coloreada de los dos hermanos en delantal azul y las dos hermanas en delantal rosa.

Pierre – ¿Crees que funciona…?

Jeff – Veníamos siempre en agosto… Nadie nunca la utilizó para hacer fuego.

Pierre – Eso no quiere decir que no funcione…

Pierre busca algo con la mirada.

Pierre – Ya tenemos las cerillas. Falta sólo la madera…

Jeff hace un gesto de abandono. Pierre comienza a dar vueltas por la pieza, inspeccionando todo como para comprobar el estado del inmueble.

Pierre – ¿Cuándo firmamos en el notario?

Jeff – A las tres. Si el comprador no cambia de opinión.

Pierre se frota de nuevo las manos para recalentarlas.

Pierre – Si él la visitó en verano, no es imposible…

Echa de paso una mirada por la ventana.

Pierre – ¿Sabes quién es, ese tipo?

Jeff – ¿Qué tipo?

Pierre – ¡El comprador!

Jeff – Hablé sólo una vez por teléfono con él. Es un parisino. Un fisioterapeuta, creo…

Pierre – ¿Es simpático?

Jeff – ¿Qué cambia esto?

Pierre – Nada… (Pausa) ¿Frédérique y Josiane vienen juntas?

Jeff – Josiane tomó el tren nocturno. Ella debería llegar esta mañana. Frédérique acaba de llamarme desde el aeropuerto. Eso es lo que me despertó…

Pierre – ¿Hará la ida y la vuelta en el mismo día?

Jeff – No lo sé.

Jeff bebe a sorbitos su café. Pierre, de nuevo delante de la chimenea después de haber dado vueltas por la pieza, coge el retrato de los cuatro niños.

Pierre – No me acordaba ya de esta foto. ¿Cómo llegó hasta aquí?

Jeff – Fue mamá quien la trajo, creo. La última vez que ella vino aquí con papá. Antes de que él se fuera de nuevo a la Amazonia…

Pierre examina de cerca la foto con una sonrisa mitad irónica mitad amarga.

Pierre – Qué raro, ¿viste? Es un blanco y negro coloreado con lápiz. En nuestra época, se hacía a menudo. Lo de la foto en color todavía debía ser experimental.

Jeff – Era en el siglo pasado…

Pierre – Me siento como una vieja película coloreada… Es raro ver de nuevo esta foto… ¿Todo se ha cumplido, no?

Jeff – ¿El qué?

Pierre – ¡En la foto! Ya se ve lo que cada uno de nosotros iba a ser… Frédérique con su sonrisa artificial. Josiane con su mirada irónica. Tú, diríamos que a ti todo te importa un pepino, y yo parezco un perro apaleado.

Jeff continúa bebiendo su café sin responder.

Pierre – ¿Te acuerdas del momento en el que fue tomada?

Jeff – No.

Pierre – Yo no mucho, tampoco. Es gracioso, no tengo casi ninguna memoria de mi infancia. Por otra parte, tampoco tengo muchas fotos de cuando yo era niño para ayudarme a recordar.

Jeff – En esa época, no tomábamos tantas fotos como ahora.

Pierre – Es verdad, es irritante esta manía que hoy se tiene de fotografiarlo todo. ¿Sabías que Jérôme filmó el parto de Frédérique con la videocámara? No sé si ellos pasan el video a menudo, los sábados por la tarde… Habrían debido filmar también el momento del acoplamiento y montar todo como si fuera un documental. Sí, tipo “La Vida de los Animales”… Adoro los reportajes sobre animales. Los comentarios tienen siempre un tono tranquilizador. Edificante. Del estilo « a pesar de todo, la naturaleza lo hace todo correctamente, no hay nada que inventar », « los grandes se comen a los pequeños, pero solo es para que no haya demasiados », « los más débiles son condenados, esto es triste, pero es para preservar la pureza de la raza ». (Observa de nuevo la foto) En todo caso, a mí me habría gustado mucho saber a qué me parecía cuando era bebé. Creo que esta foto es una de las más antiguas que vi de mí. Ya debía tener por lo menos cinco años… (Irónico) No es imposible que mis padres me adoptaran a esta edad y ellos nunca se atrevieran a decírmelo. Ya vi esto en una teleserie. En ese caso, vosotros no seríais verdaderamente mis hermanos y hermanas…

Pausa.

Jeff – Me parece que un fotógrafo vino a la escuela.

Pierre – Nos reunirían para la foto. Recuerdas, las clases no eran todavía mixtas. Hasta en el recreo, el espacio estaba dividido en dos por una frontera imaginaria. Los chicos de un lado en blusa azul, las chicas del otro, de rosa. Con absoluta prohibición de atravesar la línea de demarcación. Salvando el caso de tener que ir a los aseos, los cuales se encontraban del lado de las chicas. A mí me gustaba una muchachita a quien podía ver sólo pasando cuando iba a mear. A menudo tenía ganas de mear. Pero nunca le dije nada. Me pregunto qué fue de ella. Ni siquiera sé su nombre…

Jeff – ¿Hace cuánto tiempo que no has visto a Josiane y a Frédérique?

Pierre posa el retrato.

Pierre – Desde el entierro de mamá… Se me hace raro de decir esto. No logro comprender por qué tuvo que morir… No es que esto me ponga particularmente triste, vaya… Pero se me hace raro lo de ser huérfano.

Jeff – Papá no murió…

Pierre – No se sabe nada sobre eso. No lo hemos vuelto a ver desde hace años. Ni siquiera vino al entierro de su mujer. ¿Crees que si los caníbales se lo hubieran comido, nos hubieran enviado una esquela de defunción?

Jeff – ¿Todavía hay caníbales, en Amazonia?

Pierre – Hay pirañas… Al parecer un banco de pirañas puede comerse a una vaca en cinco minutos. La dejan solo en los huesos. Entonces papá, te imaginas… La verdad es que nunca estuvo realmente con nosotros, ¿no? Así que cuando muera casi no se notará. Será solo un trámite mas. Sabes, es como la gente que se casa después de treinta años de vida común, para « oficializar la cosa ». Cuando él muera será para oficializar su desaparición… Tengo un amigo que gastó quince años de su vida en psicoanalistas tratando de recuperar el diálogo con su padre. ¿Quince años, te das cuenta?

Jeff – ¿Y qué tal le resultó?

Pierre – Desgraciadamente, al cabo de los quince años, su padre había muerto…

Jeff – Oh, no hay que exagerar… No somos mártires, tampoco. Tuvimos padres por lo menos…

Pierre – Sí… Sí, siempre se encuentra a alguien más desgraciado, estate seguro. Pero es curioso, nunca me consoló verdaderamente esta especie de filosofía. Es igual que decirle a una persona con una sola pierna: « no se queje, podría ser un lisiado sin piernas ». (Pausa) ¿Sabes lo que me confesó el tío Alberto, hace unos años?

Jeff – ¿Qué?

Pierre – Que había sido él quien había escogido mi nombre. Mamá acababa de dar la luz. Papá debía estar demasiado ocupado, como de costumbre. Entonces fue el tío Alberto a darme de alta en el ayuntamiento. Al parecer, le habían dado carta blanca para el nombre. Después todo, era sólo un detalle.

Jeff – Era otra época…

Pierre – Hasta en aquella época, había padres que se desplazaban hasta el ayuntamiento para darle un nombre a su niño.

Jeff – Es cierto que en la familia siempre hubo un problema con los nombres. ¡Qué voy a decir yo! Durante diez años todo el mundo creyó que me llamaba Christophe. Hasta el día que mamá se dio cuenta, al pedirle una partida de nacimiento al ayuntamiento, de que papá no me había declarado bajo ese nombre.

Pierre – Por lo menos, él te dio un nombre. Él, hasta te dio su nombre…

Jeff – No estoy seguro de haber ganado al cambio… Jesús, no es un nombre fácil de llevar.

Pierre – En España, es muy corriente…

Jeff – En Francia, menos. ¡Jesús! Y decir que él hasta no nos hizo bautizar…

Pierre – No te quejes, hay muchos Judíos que se llaman Judas.

Jeff – ¿Ah, sí?

Pierre – Lo mismo que alemanes que se llaman Adolf, si quieres…

Jeff – De todos modos, me llamaron siempre Jeff. No sé por qué… Todo el mundo cree que es por Jean-François. (Pausa) ¿Vienes a casa por Navidad?

Pierre – ¿Para qué? ¿Para aplaudir los discursos antisemitas y homófobos de mi querido cuñado?

Jeff – Es pura provocación…

Pierre – Escucha, entre Jérôme que defiende las ideas del Frente Nacional a la vez que vota en blanco y Frédérique que vota por el Frente Nacional condenando sus ideas… Juntos, son las dos mitades de un elector de extrema-derecha.

Jeff – Para, el padrino de su hija es judío…

Pierre – ¡Oh, esto es la gran coartada! No somos racistas, ya que tengo amigos judíos. Muy gracioso, además, teniendo en cuenta que son judíos. Ellos viajan, como nosotros, en Mercedes. Van a esquiar a Austria y llaman a su hija Ingrid. ¡Hay gilipollas entre los Judíos también, cómo no! Hasta los hay en la Frente Nacional. Quiero decir, judíos. Judíos gilipollas. O gilipollas judíos, si prefieres.

Jeff (divertido) – Estás en forma, esta mañana.

Pierre esboza también una sonrisa, visiblemente satisfecho de su diatriba, y se sirve de nuevo un café. Le gusta hablar, aunque todavía más escucharse hablar.

Pierre – Si, ¿pero hay límites, no te parece ?

Jeff – Claro, a veces haría mejor en callarse.

Pierre – ¿Entonces por qué no le dijiste nada, la última vez?

Jeff – Tú tampoco dijiste nada…

Pierre – Pero yo me fui…

Jeff (se levanta) – Irse, eso no siempre la solución…

Jeff se aleja hacia el pasillo. Pierre lo mira mientras se va, lleno de estupor. Luego, se pone a leer de nuevo la “Vie Financière”. Su teléfono móvil suena.

Pierre – ¿Sí? (Sonriendo) Sí… Sí, bueno… No, no había mucho tráfico… No, ellas llegan esta mañana… (Falsamente indiferente) Entonces, ya tienes los resultados del labo? (Decepcionado) ¿Esta tarde? No, te vuelvo a llamar… No, no estoy intranquilo, pero cuando uno nunca se ha hecho la prueba…

La puerta de entrada se abre. La cara de Pierre se cuaja. Josiane llega tirando de una maleta de ruedas, una sonrisa cristalizada en los labios. Ella lleva un uniforme extravagante, una especie poncho mexicano.

Pierre(turbado) – Discúlpame, tengo que dejarte. Josiane acaba de llegar… Sí, sí, se lo diré cuando llegue el momento… Yo también… Un abrazo…

Josiane (con fuerza) – ¿Vosotros cuando llegasteis?

Pierre se levanta y le da un beso, fríamente.

Pierre – Anoche. Tarde…

Josiane aparca su maleta en una esquina y echa un vistazo a la pieza.

Josiane – ¡Vaya, esta chabola!

Pierre la contempla, esperando un comentario que no llega.

Josiane – ¿Nos vamos a helar, no? No comprendo por qué nuestros padres nunca mandaron instalar la calefacción…

Pierre – Tal vez porque venían sólo en agosto…

Josiane – ¿Tu hermano está por ahí?

Pierre – ¿Es también el tuyo, no? Está en su habitación…

Josiane – Es cierto que no es muy madrugador…

Pierre – ¿Por qué deseas que él se levante temprano? Firmamos esta tarde…

Josiane – ¿Entonces? ¿Qué vas a hacer tú con todo el dinero?

Pierre – No sé…

Josiane avisa la “Vie Financière” sobre la mesa.

Josiane – ¿Lees la “Vida Financiera”, ahora?

Pierre – Hago operaciones de Bolsa por Internet.

Josiane – La Bolsa… ¿No es muy arriesgado?

Pierre – Como el amor… Si no quieres que te caiga un niño a las espaldas, hace falta saber retirarse a tiempo.

Josiane – ¿Y sacas mucho dinero con eso…?

Pierre Depende, pero si…

Josiane – Hará falta entonces que me des consejos. Para colocar mi herencia…

Pierre (irónico) – Oh, no es muy complicado, ¿sabes? Con un poco de sentido común… Poco antes de Navidad, como hoy, compras acciones de una fabricante de juguetes. Luego, antes del día de la Madre las revendes y compras acciones Moulinex.

Josiane – ¿Moulinex? ¿No está en quiebra?

Pierre – Por culpa de las feministas. Ahora, los niños no se atreven a regalar ni un pasapurés o una plancha para el día de la Madre…

Josiane (en tono de confidencia) – A propósito, ¿estás al tanto?

Pierre – ¿Al tanto de qué?

Josiane – ¡De lo de Jesús! Va a declararse en quiebra…

Pierre (exasperado) – ¿No puedes llamarle Jeff, como todo el mundo? ¿Es él quién te lo dijo?

Josiane – Su mujer. Pobre chico… No sé lo que va a hacer ahora.

Pierre – Solo tienes que preguntarle.

Josiane – ¿A Catherine?

Pierre – ¡No, a él! ¡A tu hermano Jeff!

Josiane – ¡No nació para ser jefe, esto se veía venir!

Pierre – ¿Oh, sí? ¿Por qué?

Josiane – ¡No ves a qué hora se levanta! Yo, de todas formas, no pegué ojo en toda la noche. ¡Había tanta gente en este tren! Lo peor fue que me cayó encima toda una tribu de portugueses con un montón de chiquillos. Había uno que tenía las paperas, y que berreó toda la noche. El resto de la familia no paraba de comer sandía y chorizo para pasar el tiempo, hasta el día siguiente por la mañana…

Pierre opta por la ironía.

Pierre – ¿No te lo propusieron?

Josiane – ¡Sí! ¡Pero no lo quise! El compartimiento estaba infectado. Me daba náuseas…

Pierre – Te recuerdo que nosotros somos de origen español. Tu apellido de soltera, es Fernández…

Josiane – Bueno, voy a ir a tomar el fresco un poco. Tengo la impresión de oler todavía el chorizo.

Ella sale. Pierre cierra su revista y sale llevándose la cacerola con destino a la cocina. Jeff llega, vestido. Él lleva un traje bastante estricto pero sin llegar a ser elegante, tipo directivo de pequeña empresa que hizo un esfuerzo en vestirse para una cita importante. Al cabo de un instante, Josiane vuelve, enfundada en un grueso jersey, “Le Chasseur Français” bajo el brazo. Jeff y Josiane se besan fríamente.

Jeff (asombrado) – El Cazador Francés… ¿Te vas de caza?

Josiane responde sin molestarse.

Josiane – Dirás más bien a la caza. Es por los anuncios por palabras…

Jeff – ¿Los anuncios por palabras?

Josiane – ¡Los anuncios de matrimonio!

Jeff está a la vez sorprendido y molesto.

Jeff – ¿Y entonces?

Josiane – Oh sabes, es lo mismo que para los coches.

Jeff – ¿Ah?

Josiane – Hay que hacer ensayos comparativos…

Jeff – ¿Y encontraste el modelo que querías?

Josiane – No todavía. Desgraciadamente, a mi edad, debo limitarme al mercado de la ocasión. ¿Y tú?

Jeff – ¿Yo qué?

Josiane – ¿Y tu mujer cómo esta?

Jeff – Va.

Josiane – ¿Y los niños?

Jeff (fríamente) – Puedes decir mis niños. Ellos llevan mi nombre ahora…

Josiane – Oh, no es lo mismo a pesar de todo. Tus niños también son un poco de ocasión…

Silencio de Jeff, que visiblemente se retiene para no explotar.

Josiane – ¿Y el negocio?

Jeff – Bien…

Josiane (riendo) – ¿Para ti, siempre todo va bien, no?

Jeff (un poco enervado) – No dije que fuera maravilloso. Dije que iba…

Josiane – ¿Y Pierre?

Jeff – ¿Qué?, ¿Pierre?

Josiane – ¡Su trabajo! Ví uno de sus seriales en la tele otro día. Es mi hijo quien me dijo que lo mirase. ¡Qué jilipollez!

Jeff – Es para jóvenes… En todo caso, pagan bien.

Josiane – Es lo que importa. Yo tendría que haber hecho eso, en lugar de pasar mi CAP a los cincuenta años para tratar de alfabetizar a esos pequeños salvajes…

Ella se concentra en la lectura de los anuncios por palabras. Pausa. Pierre vuelve con agua caliente. Pierre, Jeff y Josiane se sirven café.

Josiane (con una sonrisa en los labios) – Oh este Nescafé, ¡es infame, verdaderamente!

Los otros dos, que no necesitaban este género de estímulos para ingerir el brebaje, la miran con aire reprobador. Pero Josiane continúa hablando.

Josiane – Afortunadamente, el tarro está casi vacío. Debe hacer años que está ahí. Un gran tarro familiar así. (Como si hiciera un cálculo mental) A razón de una cucharada por taza un mes al año en verano…

Pierre rechaza definitivamente su taza. La puerta se abre. Entra Frédérique, fular Hermès, joyas de oro y saco Vuitton, aspecto muy chic.

Frédérique – Buenos días.

Pierre (sin levantarse) – Hola.

Josiane y Jeff se levantan para abrazar a su hermana.

Jeff – ¿Tuviste un buen viaje?

Pierre – Hay apenas una hora de vuelo. No es un viaje muy agotador…

Frédérique – Siempre tan amable…

Josiane (con el tarro de Nescafé en la mano) – ¿Quieres un café?

Frédérique – Gracias, almorcé en el avión.

Josiane – Hiciste bien.

Jeff – Queda una habitación para ti. Pero habrá, tal vez, que cambiar las sábanas.

Frédérique – No merece la pena, me voy de nuevo esta tarde…

Josiane – ¿Ah, sí? Es una lástima. Hacer tantos kilómetros para tan poco…

Pierre – Oh, hacerlos por alrededor de 200.000 cada uno…

Los otros lo miran con aire inquisitivo.

Pierre – ¿Frédérique vino como nosotros por el tema de la venta, no? Ella no hace dos mil kilómetros en un día para pasar unas horas en familia, a orillas del mar, en diciembre…

Frédérique – ¿Es que no vienes para esto, tú?

Pierre – Sí… Es lo que acabo de decir. Venimos todos para lo mismo.

Josiane – 200.000 francos cada uno… (Presa de una duda, a Jeff) ¿Estás seguro que se vende lo suficientemente cara, esta choza?

Jeff – Ya hacía un año que estaba en venta. Incluso a ese precio, los compradores no se mataron por ella. Si ese terapeuta no me llamó hace un mes…

Josiane (en tono de reproche) – Habría que haber hecho tal vez un poco de publicidad. No sé, yo. Poner unos anuncios…

Jeff – Nadie te impedía hacerlo. Mira, en “El Cazador Francés”, por ejemplo…

Josiane – Sí, ¡pero como eres tú quien se ocupaba de eso!

Jeff – ¿Quién decidió que fuera yo el que se ocupara? No tengo mejor cosa que hacer. Y no estaba aquí para ocuparme de esto.

Josiane (dejando de escucharle) – ¡Oh, esta casa! Finalmente, esta tarde nos la quitaremos de en medio. (Josiane toma de nuevo un trago de su café) ¡Frío es todavía más infame! (Mirando a los otros con un aire afable) ¿Queréis mas café?

Pierre se levanta.

Jeff – Voy a ver si encuentro periódicos.

Pierre – Te acompaño. Aprovecharemos para tomar un verdadero café.

Josiane – ¿Me traes el “Nouvel Obs”? Sale hoy.

Mirada asombrada de Pierre hacia su hermana.

Pierre – ¿Lees el “Nouvel Observateur”, ahora? No te habrás dado cuenta que es un periódico de Izquierdas?

Josiane – Es por los anuncios…

Pierre la mira sin comprender, pero no insiste.

Jeff (a Frédérique) – ¿Quieres que te traiga algo?

Frédérique – Cogí “Madame Figaro” en el avión.

Pierre – Vete a saber porque, en los aviones, incluso cuando se trata de revistas femeninas, solo puedes leer revistas de derechas…

Pierre y Jeff salen.

Frédérique – No tiene arreglo.

Josiane – ¿Jeff?

Frédérique – ¡No, Pierre!

Josiane – Oh, hay que tomarlo como es. Nunca hizo nada como los demás. ¿No te acuerdas? De niño, ya había aprendido a tricotar. Hasta me hizo una bufanda… (Frédérique da muestras de no acordarse de eso) ¿No lo encuentras raro? Nunca lo vimos con una chica…

Frédérique – Él no tenía ganas tal vez de presentarnos…

Josiane cambia de tema.

Josiane – ¿Y, cómo están tus niños?

Frédérique – Bien… Carlota parece que le gusta estar en su nueva escuela. Espero que esto vaya a funcionar esta vez, porque cuesta una fortuna…

Josiane – Ah, bueno.

Frédérique – Ahora, ya sabes, si no estás dispuesta a pagar…

Josiane – ¿Cuánto?

Frédérique – 5000.

Josiane – ¿Al año?

Frédérique – Al mes…

Josiane – ¡5.000 pavos al mes! ¡Bien dices entonces! ¡Casi es lo que gano yo siendo profe en el instituto!

Frédérique – ¿Sé que es caro, pero qué quieres? Para tener algo bueno, hay que pagarlo.

Josiane – La facultad es gratuita.

Frédérique – Para ir a la facultad, hace falta el bachillerato. Pero el bac no era lo suyo. Al cabo de tres años, lo comprendimos. Con ella, hace falta que todo sea concreto. Y luego francamente, para encontrarse en la universidad con todo que va allí. Ahora todo el mundo va a la facultad… ¡No hay ninguna selección!

Pausa.

Josiane – ¿Y Maximilien?

Frédérique – Él está en prácticas por tres meses. Por su escuela de comercio.

Josiane – ¡Ah, bien! ¿Y dónde?

Frédérique – En Mac Donald… (Pausa) En Miami.

Josiane – ¡En Miami!

Frédérique – Sí, él escogió la sección internacional.

Josiane – ¡Eso, también debe costarle una fortuna!

Frédérique – Bien lo sabes. Sobre todo teniendo en cuenta que la prácticas no son remuneradas. Con el billete y el hospedaje, la cosa andará por 60.000. En fin, la escuela se ocupa de todo. Ellos tienen una red de colocación muy eficaz. Ahora, para obtener unas prácticas… Sin contactos…

Josiane – ¿Pero qué hace allí? ¿Se ocupa del marketing?

Frédérique – No, él está en la venta.

Josiane – ¿En la venta?

Frédérique – Sí, hablando claro, sirve a los clientes. La filosofía americana, en estos asuntos, es que hay que comenzar desde la base. Para comprender bien cómo pasa todo.

Josiane (intrigada) – ¿Quieres decir que pagas 60.000 francos para que tu hijo sirva hamburguesas en Mac Do durante tres meses?

Frédérique – ¡En Florida! Sabes, allí, las plazas son caras. Ellos no cogen a cualquiera. Y luego así, él perfeccionará su inglés. Es su punto débil. (Pausa) ¿Y Bruno, que hace?

Josiane – Estudia filosofía en la facultad. Tiene muy buenas notas…

Frédérique – La filosofía, en nuestros días… ¿Eso lleva a alguna parte?

Josiane – Por lo menos los estudios son gratuitos…

Frédérique – ¿Qué quiere hacer después?

Josiane – Quiere ser profesor. Este verano, le van a contratar como almacenero en Auchan. No es muy apasionante, pero con esto gana un poco de dinero para gastos menudos. Y luego así, él sabe lo que le espera si no aprueba las pruebas para ser profesor. Encontró una amiguita… Estoy contenta que salga. Esto siempre no fue fácil para él. Con mi divorcio…

Frédérique – A veces, vale más un buen divorcio que un mal matrimonio…

Josiane – A pesar de todo, cuando son pequeños, esto les marca. Por más que se diga, un niño necesita a su madre y a su padre.

Frédérique – ¡Pero vosotros no dejabais de tener broncas con Gérard! Fui a vuestra casa tres veces en diez años. Y tres veces tuve derecho a una riña conyugal. Supongo que no era en mi honor. Esto no me incitó a volver mucho. Lo que no logro comprender, es cómo un tipo que era psicoanalista podía tomarse tan mal eso de educar a su chiquillo. Nunca estabais de acuerdo en nada, sobre todo en lo de la educación de Bruno, y discutíais delante de él.

Josiane – Conoces el proverbio. En casa del herrero cuchillos de palo. Por otra parte, en cuanto a la educación de los niños, Freud decía: « Haga lo que se haga, de todos modos estará mal ».

Frédérique – Sin embargo, nos hemos sentido siempre un poco responsables… (Echa una mirada a la pieza) No me puedo creer que la casa vaya a ser vendida. Tenemos aquí buenos recuerdos a pesar de todo… Es raro. Cada año, nos amontonábamos en tres habitaciones sin cuarto de baño, con padres embrutecidos por el trabajo que no sacaban ni una palabra, y un mes al año, vivíamos en una casa confortable, con padres casi normales…

Josiane – Miami Playa… Qué nombre para una casa que ni siquiera está verdaderamente a orillas del mar…

Frédérique – Eso debía traerle recuerdos de España… ¿Por qué no regresó allí nunca, de hecho?

Josiane – Esto… Hará falta preguntarle… Si lo vemos de nuevo un día… Al principio, creo que era a causa de los papeles. Él tenía miedo que no se le dejara volver a Francia. Después, él debió pensar que estaba demasiado lejos…

Frédérique – Vaya… Es seguramente por esto por lo que él prefirió instalarse en Manaos… Pensé en comprar esta casa. Pero Jérôme no estaba de acuerdo. De todos modos, no era el momento…

Josiane – Oh, hasta en este precio, no estoy segura que habría sido una buena compra?

Pausa.

Frédérique – No comprendo por qué Pierre me trata así. Yo no le hice nada. Esto también me da pena. ¿Nos entendíamos bien antes, no?

Josiane – ¿Antes de qué?

Frédérique (descorazonada) – No sé… Antes.

Josiane, que no quiere escuchar más, echa a su vez una mirada a la pieza.

Josiane – Habrá que ordenar un poco la casa antes de irse. ¡Qué cantidad de polvo!

Oscuro.

Al mediodía

Los cuatro regresan del exterior y se quitan los abrigos.

Josiane – Bueno, gracias por tu invitación, Jeff. ¿Entonces? ¿Qué os pareció el restaurante?

Frédérique – La decoración no estaba mal…

Josiane – Ah, sí. Muy típico todo. ¡Incluso el propietario tenía una pinta muy típica! Y además no comimos mal. Por el precio…

Jeff – Claro, no se trataba de un restaurante gastronómico. Pero en el barrio no hay gran cosa.

Josiane – Seguro que el pescado no era de la última marea… Es increíble que sirvan pescado congelado, cuando estamos a solo unos kilómetros del mar.

Pierre (irritado) – Escucha, la próxima vez, eres tú quién nos invita, ¿de acuerdo? Y escogerás el restaurante que quieras.

Josiane – Espero que no caigamos enfermos, por lo menos. Con los congelados, nunca se sabe. A veces, se rompe la cadena del frío… Voy a ver si tengo un Alkaseltzer. No me encuentro muy bien…

Pierre – Eso es, ve.

Frédérique – Creo que yo tengo.

Josiane y Frédérique se van hacia las habitaciones.

Pierre – Ella no tiene arreglo. Parece que en cada familia, el miembro mayor siempre es el más frágil, psicológicamente…

Jeff – Ella siempre fue así. No va a cambiar a su edad.

Pierre – ¿De hecho, qué edad tiene? (Jeff no responde) ¿Bueno, qué hacemos esta tarde? (Bromeando) ¿Vamos a la disco?

Jeff – Soy un hombre casado. Pero vete tú, si quieres.

Pierre – Ahora, seguramente todo está cerrado. Te acuerdas, pasábamos todas nuestras noches en la disco durante las vacaciones. Creía que era la mejor forma para ligar. Ya que todo el mundo iba ahí para eso. Esto parecía lógico, estadísticamente hablando. Sin embargo, nunca hice una conquista en la disco. En la lavandería, en el metro, en el dentista, sí. En la disco nunca… Las chicas no deben encontrar eso demasiado romántico. Para pasárselo bien una noche con un desconocido, si acaso. Pero no para encontrar al hombre de su vida. El género de tíos que van a ligar a la disco, no debe inspirarles confianza. Por otra parte, no conozco ninguna pareja casada que se haya encontrado en una disco. ¿La conoces, tú?

Jeff – Sí… Encontré a Catherine en una disco.

Pierre(cogido por sorpresa) – Bueno, lo mejor sería que fuera a echar una siesta…

Jeff – No hace falta que generalices siempre, ese es tu problema. Para ti, tu vida no es estadística. Las estadísticas, son las vidas de los otros.

Pierre (asombrado) – ¿Sabes qué fuerte es lo que acabas de decir?

Jeff (irritado) – No, no lo sé, claro está. Cuando me sale algo sensato, es por casualidad. No lo hago expresamente. Por fortuna, tú estás ahí para hacérmelo ver.

Pierre – Discúlpame…

Jeff – Tienes otro problema, Pierre. Tienes algo de tendencia a tomar a la gente por gilipollas.

Jeff se levanta para ir a tomar una revista y Pierre lo imita. Josiane y Frédérique regresan también con revistas.

Jeff (a Josiane) – ¿Estás mejor?

Josiane – Lo vomité todo.

Pierre (consternado) – Estás mejor, entonces…

Josiane – No del todo. Todavía tengo la impresión de que tengo atravesada una rebanada de atún en el estómago…

Frédérique – Tal vez sea una alergia. Son muy corrientes las alergias al atún fresco.

Pierre – Sí, debe ser eso. Era demasiado fresco, el pescado.

Jeff lee “Le Point”. Pierre la “Vie Financière”, Frédérique “Madame Figaro”. Josiane acaba el “Le Chasseur Français” antes de atacar la “Nouvel Obs”. Pierre levanta la cabeza de su revista y mira, sorprendido, lo que lee Josiane.

Pierre – ¿Buscas un marido?

Josiane (riéndose) – Oh, sabes, no estoy segura de poderlo encontrar. A mi edad…

Pierre(irónico) – En todo caso, entre una revista para cazadores de derechas y una revista para intelectuales de izquierdas, lo copas todo… Deberías también hacerte un sitio en Internet, así cubrirías el planeta entero.

Josiane realmente interesada, levanta los ojos de su periódico.

Josiane – ¿Tú crees?

Pierre no puede creer que su hermana le tome en serio.

Pierre – Sí, pones tu retrato, con un mensaje pegadizo. Hasta podrías retocar un poco la foto. Ahora, se puede hacer trucos extraordinarios con lo digital…

Josiane – Tal vez tienes razón. Haría falta que me pusiera al día con lo multimedia… Pero no sé si sabría. ¿Tú te manejas bien?

Antes de que Pierre pueda responder, un móvil suena. Josiane se precipita sobre el suyo.

Josiane (gesticulando) – Debe ser el mío… Acaban de ofrecerme uno por Navidad. Hay que vivir de acuerdo con los tiempos… (Poco acostumbrada a este tipo de aparatos, apreta violentamente en las teclas) Mierda, cómo funciona esto, ya… (Con una falsa amabilidad) ¿Diga? sí… Sí, me es… Sí, buenos días… Sí… Sí, la cincuentena… (Ella se da cuenta que los otros la oyen a su pesar) Finalmente, más cerca de cincuenta que de sesenta… Sí, me fijé en su anuncio por casualidad en el “Cazador francés” y… Eh, no, no cazo. Debí hojearlo en la peluquera… Divorciada, eso es… ¿Y usted? (Cambiando el semblante de cuajo) Oh… ¿Y ella murió de qué? (Riéndose) Si no es indiscreto, por supuesto… Oh… Cuánto debió sufrir… Yo digo que en estos casos, se debería poner una inyección… (Los otros la miran desconcertados) Sí, esto debió dejarle un vacío… No, yo no tengo animales… Solamente un hijo… (Riéndose) ¡Pero hace sus necesidades también, sabe! ¿Le gustan los niños? ¿No, creo que para eso es un poco tarde, ¿verdad? A nuestra edad, no sería normal, seguramente…

Josiane se aleja hacia las habitaciones para estar más tranquila. Se deja de escuchar la conversación.

Pierre – Pobre chiquillo. ¿Os dais cuenta? ¡A la edad de diez años, su madre tendría casi setenta!

Frédérique – Eso es un razonamiento de tío. Los hombres, a ellos no les preocupa dejar a su mujer de cincuenta años para ir a repoblar el planeta.

Pierre (provocador) – Para los hombres, no es del todo igual…

Frédérique (vehemente) – ¿Oh sí? ¿Y en qué? Os recuerdo que las mujeres viven más tiempo. Lo lógico sería que ellas pudieran hacer niños más tarde.

Pierre – La diferencia es que, en general, los hombres de cincuenta años hacen niños con mujeres jóvenes. Esto es la media. Josiane, al contrario, debe pegar más bien con los de la tercera edad, ¿no?

Frédérique – ¿Qué sabéis vosotros sobre eso?

Jeff, preocupado, intenta dar a entender a Pierre que más valdría cambiar de tema.

Pierre – No creo que haya muchos tíos de veinte años que pongan anuncios en el “Cazador francés”…

Frédérique parece afectada por esta conversación que le toca personalmente.

Frédérique – ¡Vosotros los tíos son todos iguales!

Frédérique sale.

Pierre – ¡Yo no sabía que era tan feminista! ¿Que le pasa ? ¿A mí qué más me da si Josiane quiere tirarse a jovencitos?

Jeff – Creo que el problema, son más bien los hombres de cincuenta años que engañan a sus mujeres con chicas más jóvenes. Más vale evitar el tema…

Pierre, desconcertado, trata de comprender. Josiane y Frédérique vuelven.

Josiane – ¿A qué hora tenemos cita?

Jeff – La agencia dijo a las 15 horas.

Josiane – 800.000 francos… Finalmente, no va a ser una fortuna… Sobre todo si divididos por cuatro…

Pierre – Oh, no te preocupes. Uno de nosotros todavía puede morir antes de esta tarde.

Josiane (cogiéndose la cabeza) – Ese podría ser yo. No me siento realmente muy bien. (Tratando de reírse) ¿No me habréis envenenado, al menos, no? (Josiane se coloca delante del retrato de los cuatro niños que hay sobre la chimenea) ¿Qué vamos a hacer con esta foto? No vamos a dejarla aquí cuando la casa esté vendida. ¿Quién va a llevársela?

Frédérique – Podríamos hacer copias…

Josiane – ¡Piensa que el negativo desapareció hace tiempo!

Pierre(irónico) – Solo habría que cortarla en cuatro partes. Cada uno se irá con su foto. (A Josiane) Podrías escanearla y ponerla en tu propio sitio de internet para intentar atraer viejos perversos.

Josiane – Sería una pena recortarla. Una foto así de hermosa.

Pierre – Sí, tienes razón. Sobre una chimenea es muy decorativa…

Josiane – Sólo tenemos que echarlo a suertes. Mira, hay una caja de cerillas allí.

Los demás parecen extrañados. Josiane coge la caja de cerillas que hay sobre el borde de la chimenea al lado de la foto. Toma cuatro cerillas, corta tres y se vuelve con las cuatro cerillas que sobresalen de su mano.

Josiane (excitada) – Aquella que tenga el final rojo gana… Jeff, comienzas.

Jeff accede sin entusiasmo. Tira de una cerilla que no tiene el extremo en rojo.

Josiane – ¡Te toca a ti Frédérique!

Frédérique obedece, con esperanzas de ganar y al mismo tiempo con un sentimiento vago de desconcierto. Pierre observa la escena consternado. Frédérique también tira de una cerilla sin extremo rojo. Una vaga decepción aparece en su cara.

Josiane (cada vez más excitada) – Ahora, Pierre, la cosa está entre tú y yo.

Pierre se levanta con pereza.

Pierre – ¿No hay una historia así en la Biblia? ¿Unos gánsteres que se juegan el Santo Sudario a los dados?

Frédérique (irónica) – No sabía que leyeras la Biblia…

Pierre – Es de la cultura general.

Pierre tira de la cerilla con final rojo. Una decepción infantil aparece en la cara de Josiane, mala perdedora.

Josiane – ¡Vaya! ¡Nunca tengo suerte en los juegos!

Pierre saca un cigarrillo y ostensiblemente, lo enciende con su cerilla. Exhala una bocanada de satisfacción. Josiane lo mira.

Josiane – ¿Ahora fumas?

Pierre – Sí… Sí, de esto hace una buena veintena de años. ¿No te habías dado cuenta?

Josiane – Leí en una revista, el otro día, que cada cigarrillo acorta la vida en diez minutos. ¿Cuántos cigarrillos fumas al día?

Pierre – Según mis cálculos, ya debería haber muerto hace seis meses. No lo comprendo.

Josiane – ¿Y tú, Frédérique? ¿No fumas?

Frédérique – De vez en cuando. Light.

Pierre – Frédérique, incluso si fumaras porros, serían light.

Josiane – ¡Oh, sabes, los light son tan nocivos como los otros! Tal vez, más.

Pierre – No recuerdo quién comparaba la vida con una botella de absenta, o algo así. Cada uno recibe una al nacer. Algunos beben una pequeña gota cada día para hacer la digestión, otros toman lo todo de un solo trago y se cogen una buena borrachera.

Frédérique (con ironía) – ¿No es esa la historia de La Fontaine, de La Cigarra y La Hormiga?

Pierre – Los grandes temas son universales… Evidentemente, podemos también ser sucesivamente cigarras y hormigas. En los años 70, tú también vestías hippie, ¿no te acuerdas? Tenías un amiguito con los cabellos largos que tocaba la guitarra. ¿Cómo se llamaba? ¡Oh sí, Paul! Él era maestro de escuela. ¿Te acuerdas? Eras tal vez hasta un poco de izquierdas en esta época. Si se terciaba, fumabas porros de marihuana sin filtros…

Frédérique – Todas los porros llevaban filtros.

Pierre – Era para ver si te acordabas de eso… Eh sí, Paul cantó un verano y al invierno siguiente te casaste con el anestesista.

Frédérique – Se llama Jérôme.

Pierre – Carpentier, sí. Frédérique Carpentier suena mejor que Frédérique Fernandez…

Frédérique – ¿Querías que yo me quedara con mi apellido de soltera? Que no reivindico mis orígenes españoles, ¿es eso lo que quieres decir?

Pierre – Como quieras. Habrías podido hacer saber a tus niños que eran vagamente primos de su asistenta portuguesa. Ellos piensan que son de una raza especial, las asistentas.

Frédérique – ¡Deliras!

Pierre (riéndose) – ¿Te das cuenta de lo que te libraste? Papá se quedó a gusto llamando a Jeff Jesús. Habría podido llamarte Mercedes. Quiero decir, habría sido tan estúpido, lo de llevar el mismo nombre que el coche de tu marido…

Josiane se siente cada vez peor, pero en el fuego de la disputa nadie repara en ella.

Josiane – Oh, me da vueltas… Tengo la cabeza como una sandía…

Pierre – ¡Ah sí! Cambiaste mucho desde los años 70. Me acuerdo de aquel año del referéndum de Gaulle en 69, habías tenido una bronca con papá porque votaba sí. Decías que era un plebiscito. Habías debido aprender esta palabra en el instituto el día de antes. Esto me había impresionado. Que te atrevieras a tratar a Gaulle de dictador delante de papá. Te había admirado por esto…

Frédérique – No podemos quedar toda la vida como adolescentes. Por otra parte, no podemos decir que tú te hayas hecho un marginal. En esa época leías “Rock&Folk”. Ahora lees la “Vida Financiera”…

Pierre – Pero no voto por el Frente Nacional…

Frédérique – ¡Bueno! ¡Una vez! Era un voto de protesta…

Pierre – Podías protestar votando a la Liga Comunista Revolucionaria o a Los Testigos de Jehová. ¿Por qué justamente al Frente Nacional? Si no compartes en absoluto sus ideas…

Frédérique – No tengo por qué justificarme.

Jeff – Bueno, bien, tenemos que ir para allá…

Pierre – ¡Es dentro de una hora!

Jeff – Si es para pasar la hora teniendo una bronca…

Josiane (con voz débil) – Él tiene razón. ¡Para una vez que nos reunimos, podrías hacer un esfuerzo, Pierre!

Pierre – ¡Ah no! Estoy cansado de tener que hacer esfuerzos, precisamente. ¡Y menos cuando nos reunimos! ¿Y qué es lo que nos reúne? Hemos venido para buscar nuestro cheque. Dentro de la una hora lo tendremos. Cada uno se irá de nuevo por su lado y no volveremos a vernos nunca más, seguramente. ¡Hay que terminar con esta hipocresía!

Jeff – No sirve de nada tener una bronca.

Pierre – Escucha, Jeff. Eres muy amable ¡Pero vuelve a pisar en la tierra! ¿Sabes lo qué dicen de ti, a tu espalda, tus queridas hermanas? Que eres un caballero, sí, pero que has llevado el negocio de papa a la ruina porque no logras levantarte por la mañana.

A Jeff se le cuaja el rostro.

Frédérique (levantándose) – ¡Nunca dije esto!

Pierre – Es verdad. Igual que en política, tampoco en esto tienes el coraje de admitir tus opiniones. Josiane, por lo menos, tiene el mérito de decir aquello en lo que piensa.

Josiane – Sería mejor, tal vez, ir a tomar el aire…

Frédérique – Espera, ¿quién eres tú, para darle lecciones a todo el mundo?

Pierre – No soy tal vez gran cosa, sino lo que soy, no me contenté con decir sí delante de señor alcalde para obtener…

Frédérique – ¿Qué quieres decir exactamente?

Pierre – Te consideras superior a nosotros porque tienes el césped inglés, la chimenea rústica y vigas de madera vistas. Pero excepto en el hecho de tener una vida de nuevo rico completamente amargada, ¿qué hiciste para tener todo esto? ¡Casarte con un anestesista y hacerle dos niños mal educados! La vida, no es una anestesia general.

Frédérique – ¿Y tú, qué hiciste de extraordinario en tu vida? Te consideras un escritor porque tradujiste tres novelas rosa. Y un guionista porque escribiste unos sitcoms estúpidos.

Pierre – Son tus niños quienes los miran, esos sitcoms estúpidos. Y esas novelas rosa, si no tuvieras vergüenza de comprarlas, las leerías tú también. Por otra parte, no las necesitas. Tu vida entera es Harlequin. Pero ¿te das cuenta?, en la Serie Blanca, la historia se detiene cuando la joven enfermera se casa con el médico rico. Nada sobre la estimulante vida de las mujeres dedicadas al hogar. Igual que Madame Bovary…

Frédérique – Estate seguro de que tú… De que tú no vas a casarte pronto… Siempre viviste como un egoísta. Me pregunto qué género de mujer querría algo de ti. Acabarás solterón…

Pierre – Prefiero acabar solterón que viejo gilipollas.

Frédérique – ¿Para que escoger, si puedes ser los dos…?

Josiane está a punto de desmayarse, pero nadie la observa.

Josiane – Espero que no vaya a encontrarme mal… Tengo los oídos que me zumban…

Pierre – Ves, lo que no soporto, en ti, no es que tu nivel de vida esté sobredimensionado con relación a tu coeficiente intelectual, es que todavía encuentras el medio de creer que el salario mínimo de miseria de los árabes que recogen tus cubos de la basura, perjudica tu presupuesto para las vacaciones. Tus vacaciones en el Club Med, con unas excursiones organizadas fuera del club para ir a observar las costumbres de los autóctonos. Sin bajar del coche todo terreno, como en un zoo.

Frédérique y Pierre se desafían con la mirada. De pronto, Josiane se desmorona. Los otros tres otros, sorprendidos, se vuelven finalmente hacia ella y se precipitan a su cabecera.

Frédérique – ¿Josiane? ¿Cómo va?

Frédérique da bofetadas cada vez más fuertes sobre las mejillas de su hermana para reanimarla. Josiane reacciona, pero queda más o menos inconsciente.

Pierre – Más valdría llevarla al hospital.

Oscuro.

Por la tarde

Los cuatro regresan. Frédérique lleva del brazo a Josiane.

Josiane – Oh, ya estoy mejor, gracias.

Jeff – ¿Deberías ir a tumbarte un poco, no?

Josiane – Es preciso que vaya yo también al notario. Ya vamos con retraso, ¿no? Ustedes necesitan mi firma.

Jeff – Llamé a la agencia para retrasar la cita. Puedes ir a descansar.

Josiane – Bueno…

Josiane se dirige hacia la habitación, acompañada por Frédérique.

Pierre – ¿Crees que ha sido la bronca que tuvimos hace un rato lo que la puso en este estado? Yo no sabía que ella era tan sensible…

Jeff – No lo creo… Qué extraño, también yo comí del atún, y no tuve ningún problema de digestión… Frédérique tiene razón, quizá se trate de una alergia.

Pierre – Creo que si ella fuera alérgica al atún, a su edad, ya se habría dado cuenta de ello. No es la primera vez en su vida que come atún. Si fuera, en todo caso, un bisté de panda al aceite de eucalipto… Pero se trataba de una rebanada de atún con salsa provenzal…

Jeff – ¿Qué dijo el médico?

Pierre – No sé. Fue Frédérique la que entró con ella.

Frédérique regresa.

Jeff – ¿Entonces? ¿Se trata de una alergia?

Frédérique – No…

Pierre – ¿Una intoxicación alimenticia?

Frédérique – No tiene nada para ver con lo que comió…

Los dos otros comienzan a estar algo intrigados.

Jeff – Me hubiera sorprendido…

Pierre (irónico) – ¿Entonces, qué es? ¿Los primeros síntomas de la menopausia?

Frédérique – Josiane tiene las paperas… El médico le dio antibióticos…

Jeff (asombrado) – ¿Las paperas? ¿No es una enfermedad infantil?

Pierre (bromeando) – Entonces… En vista de su edad mental…

Ante la mirada reprobadora de los dos otros, Pierre trata de desdramatizar.

Pierre – Bueno, de acuerdo… No se va a morir.

Frédérique – No, pero Jérôme dice que cuando se cogen enfermedades infantiles a la edad adulta, puede haber complicaciones.

Jeff – ¿Qué tipo de complicaciones?

Frédérique – Malformaciones del feto para las mujeres embarazadas en el caso de la rubéola…

Pierre(risueño) – Si es solo eso… En el caso de Josiane…

Frédérique – Y en el caso de los hombres, una infección de los testículos que conlleva a veces una esterilización definitiva.

Pierre se pone rígido y digiere la información. Silencio.

Pierre (a Jeff) – ¿Tuviste las paperas, cuándo eras pequeño?

Jeff – Sí… ¿Y tú?

Pierre – No sé…

Josiane vuelve. Pierre hace un movimiento hacia atrás.

Josiane – No logro dormir, entonces…

Jeff – Vamos muy bien de tiempo. Dije que estaríamos allí hacia las diecisiete horas.

El móvil de Josiane suena. Ella responde, hablando siempre mucho, con la misma amabilidad afectada que cuando la primera llamada telefónica.

Josiane – ¿Diga? Sí… Sí, soy yo… Sí, buenos días… (Variando de tono, algo más natural) Oh, discúlpame, Pascual, no había reconocido tu voz. ¿Cómo te va? ¿Tu mujer?… Un accidente de auto… Oh, lo siento… Estoy verdaderamente afligida… Oh, sí, de acuerdo… ¿Y qué tiempo tenía?… Ah sí es pronto para un final… ¿Y dices que murió de verdad? Claro, sí, si ellos te le dijeron… Escucha, el seguro te va a indemnizar… En Foro Coches… ¿Cuántos kilómetros dices que tenía en el contador? Oh, a pesar de todo… ¿Y tu mujer, ella no tiene nada? Bueno, ¿eso es lo principal, verdad? ¿Quién tuvo la culpa? Espero que tú no… ¡Oh, pero si no está permitido pararse en el arcén para responder al teléfono! Habría que saber qué piden ellos… ¿El viernes? Sí… Sí, de acuerdo, Pascual… Hasta la vista. (Ella vuelve a colgar) Era mi dentista. (Los otros la miran) Digo que es mi dentista porque es dentista. Hacemos teatro juntos…

Un momento de estupor.

Jeff – ¿Haces teatro con tu dentista?

Josiane – Sí. Bueno, aficionado… Él lleva el montaje de « Las Mujeres Sabias « .

Frédérique – ¿Tu dentista monta mujeres sabias?

Josiane – Claro que sí.

Pierre – Un dentista que hace teatro… Yo creía que eso era genéticamente imposible. Debe de ser un mutante.

Frédérique – ¿Estás segura que es dentista?

Pierre – Él no diría eso para jactarse, a pesar de todo… En fin, si él monta sólo a las mujeres sabias, no tienes por qué preocuparte…

Josiane – Me preocupo por mis dientes… Él me cementó todo esto, pero no sé cuánto tiempo me va a tener… Qué quieres… Tenemos todos en la familia los dientes podridos.

Pierre – Una tara más que heredamos de nuestros padres.

Frédérique – Con tu herencia, podrás pagarte los implantes. Como yo…

Josiane – ¿Mamarios?

Frédérique – ¡Dentarios!

Josiane – Oh… Por otra parte, no sé si esto merece la pena… A partir de la sesenta, sabes, nos instalamos en lo provisional. Cuando se trata de rehacer algo, es lo mismo que para los coches. Nos decimos, bueno, no merece la pena cambiar una pieza porque quizá otra más esencial vaya a fallar en breve…

Pierre – Es gracioso, yo no conocía tu pasión por los automóviles…

Jeff (mirando su reloj) – Bueno, tenemos que ir ya para allá. ¿Josiane, estás segura que puedes ir?

Josiane (levantándose, llena de energía) – ¡Claro que sí! ¡No estoy todavía muerta! No antes de haber tenido en la manos mi herencia…

Jeff – ¿Tienes el libro de familia de nuestros padres? El notario quería una fotocopia…

Josiane hurga en su bolsillo, saca el documento y lo exhibe.

Josiane – ¡Aquí está!

Pierre(intrigado) – ¿Puedo verlo?

Josiane parece dudar.

Josiane – ¿Por qué?

Los otros la miran, intrigados también por su reticencia.

Pierre – No sé, nunca lo ví… No estoy seguro de saber cuál era el tercer nombre de mi abuela paterna…

Josiane le tiende el libro de familia, y Pierre lo hojea, mientras los otros se preparan para irse.

Pierre (divertido) – Escuchad, apuesto que no sabéis a qué hora nací. No os acordáis ni de la fecha de mi aniversario…

Los otros ignoran la ironía de Pierre. Él continúa hojeando el libro de familia y su sonrisa queda rota, de repente.

Pierre (leyendo) – Hay una quinta hija…

Pierre, que no bromea más, se vuelve hacia los otros, también sorprendidos.

Pierre – ¿Vosotros sabíais que habíamos sido cinco?

Josiane (después de una pausa) – Sí…

Frédérique – Creo que sí… No estaba segura…

Jeff, algo confuso, hurga en sus bolsillos.

Jeff – ¿Qué haría yo con mis llaves…?

Pierre – ¿Ese es todo el efecto que te hace conocer que tuviste una pequeña hermana y que ella murió…?

Jeff deja de buscar sus llaves de coche, dándose cuenta de la gravedad de esta información. Frédérique se asoma para ver el libro de familia por encima del hombro de Pierre.

Frédérique (leyendo) – Emilie. Fallecida… (Cuenta de memoria) Ella tenía quince días…

Pierre (con lágrimas en los ojos) – Quince días… Es mucho… (A Josiane) ¿Entonces tú, lo sabías? ¿Por qué nunca nos dijiste nada?

Josiane (conmovida también) – Mamá nunca hablaba de eso… ¿Qué habría cambiado?

Silencio denso.

Oscuro.

Por la noche

Entran los cuatro. Se quitan sus abrigos en silencio.

Josiane (con una alegría artificial) – Bueno, bien, ¿tomamos una copa, no?

Se respira un denso ambiente.

Josiane – Vi una botella de espumoso, por aquí. No vamos a dejársela. Debe de estar un poco tibio, pero finalmente…

Ella saca una botella de la vitrina, y luego cuatro copas.

Frédérique – Creo que voy a abstenerme. El espumoso no me sienta muy bien…

Josiane (abriendo la botella) – ¡Venga, vas a brindar con nosotros!

Josiane echa el vino espumoso en las copas. Frédérique no le dice que no. Josiane distribuye las copas.

Pierre (irónico) – ¿Por qué brindamos exactamente?

Jeff – Por la venta.

Josiane – ¡Por nuestros cheques! (Brindan, y beben en silencio) Era amable, el fisio… (À Jeff) ¿Está casado?

Jeff – No creo…

Frédérique – ¿Tenía un aire un poco afeminado, no?

Josiane – Sea lo que sea me hubiera gustado que me diera un buen masaje… Aunque me hubiera dado pena pegarle las paperas. Dicen que a veces cuando afecta a los hombres puede provocar impotencia… ¿No es cierto, Frédérique?

Pierre (irritado) – Sí, bueno, basta ya.

Frédérique – En todo caso, no era muy mayor. Es raro comprar una casa de campo a esta edad… (Conmovida) Esto hace todavía más raro el pensar que esta casa está vendida. Que no volveremos más…

Jeff – Sí. Era muy agradable, el verano…

Pierre – Hacía ya mucho tiempo que no veníamos, ¿no?

Frédérique – En todo caso, hace mucho tiempo que no veníamos juntos…

Josiane – Catorce años. La última vez que nos encontramos aquí cuatro fue hace catorce años. (Los tres otros quedan intrigados por esta precisión) Habíamos celebrado la fiesta de cumpleaños de Bruno. Él todavía me vuelve a hablar de eso, cuando mira las fotos. Fue una hermosa fiesta… Fue un año antes de mi divorcio… En esa época, a mí también me habría gustado vernos más a menudo. (Los otros callan, molestos, mientras Josiane mantiene su sonrisa). ¿Vuelves esta tarde, Frédérique?

Frédérique – Sí, es lo que tenia previsto… En fin, no estoy obligada. Tengo una vuelta abierta…

Jeff – Puedes quedarte con nosotros hasta mañana. Te dejaremos en el aeropuerto de paso.

Pierre (irónico) – Bueno, si de verdad tienes prisa, vete… Todo el mundo sabe que estás muy ocupada…

Jeff (con autoridad) – Pierre…

Pierre hace un gesto para advertir de que no va seguir con la pelea.

Frédérique – Bueno, de acuerdo.

Josiane – ¡Entonces pasamos la noche juntos! En familia…

Silencio.

Pierre – ¿Queréis que vayamos a un restaurante? Os invito. A costa de mi cheque…

Frédérique – Qué generosidad…

Pierre hace un esfuerzo para no responder a la provocación.

Pierre – Bueno, en ningún caso en el restaurante de al mediodía… Es verdad que era bastante asqueroso… Qué idea la de abrir un restaurante en semejante lugar…

Josiane – Es más guay comer aquí, ¿no? Será la última vez.

Jeff – ¿Comer qué?

Josiane – Vamos a buscar algo. Vaciaremos las vitrinas.

Jeff hurga en las vitrinas y por suerte encuentra algo.

Jeff (como si fuera un camarero de un gran restaurante) – Espaguetis de diez años de edad acompañados por una pequeña salsa en caja limita caducada.

Josiane – Oh, nosotros también estamos a punto de sobrepasar la fecha de caducidad.

Frédérique desaparece en la cocina con las provisiones. Josiane le pisa los talones. Pierre y Jeff quedan solos.

Pierre – Estoy al tanto de lo de la empresa… ¿Qué vas a hacer?

Jeff – No sé. Hay todavía muchas cosas que hay que ajustar. (Silencio) Entonces, también tú piensas eso…. ¿Que hundí la empresa porque no nací para ser patrón?

Pierre – Creo que esa empresa sólo podía funcionar con alguien que aceptara consagrarse a eso quince horas al día. Como papá. Pero cuando papá, era otra época. No tenías ganas de seguir, lo encuentro normal. Ninguno de nosotros lo habría hecho.

Jeff – No habría debido aceptar tomar el relevo.

Pierre – Hacía falta una cabeza de turco…

Pausa.

Jeff – Tal vez abra un restaurante…

Pierre – ¿Un restaurante? Pero si no sabes cocinar espaguetis…

Jeff – Nada de restaurantes gastronómicos. Yo pensaba más bien en una pizzería. Para hacer pizzas, no se necesita saber cocinar. Y además, contrataré personal, evidentemente.

Pierre (intrigado) – ¿Ya tienes alguna idea?

Jeff – Sí… El restaurante es el mismo en el que comimos al mediodía. El propietario quiere venderlo… Os llevé allí por este motivo. Para tener vuestra opinión. (Pierre, estupefacto, no responde) ¿Entonces?

Pierre – ¿Por qué ahí?

Jeff – ¿Por qué no? Catherine y yo, no soportamos la región de Paris. Y luego para los niños estará muy bien. Hay una vivienda encima. Respiraremos el aire del campo. Ahora que la empresa va a cerrarse… Me hace falta reciclarme. ¿Qué piensas?

Pierre (molesto) – Bien… ¿No está muy bien situado, no?

Jeff – Está al lado de la estación.

Pierre – Hay sólo dos trenes al día.

Jeff – Hay una terraza.

Pierre – Sí. Aprisionada entre la vía férrea y la carretera nacional. Es una pena tener una terraza justo ahí cuando la gente que viene al campo no lo hace para comer al borde de la carretera. Y luego la terraza, es solamente para cuando hace buen tiempo. En verano, puede ser. ¿Pero el resto del año, no hay mucha gente, no? No había gente a montones, a mediodía… ¿Por qué crees que el propietario vende?

Jeff – Con raciocinios así, nunca haríamos nada… Hace falta atraer a la gente y convencerles, eso sí. Pero no hay ninguna pizzería en la región. Estoy seguro que esto puede funcionar. No por estar a orillas del mar se tiene ganas de comer pescado cada día.

Pierre – Pizzas tampoco… ¿Ya gestionaste algo de este asunto del restaurante?

Jeff – Firmé el precontrato de compraventa… Me enteré de que el restaurante estaba en venta cuando vine aquí para ocuparme de la casa. Había que actuar rápido. Nos hemos decidido…

Pierre – Entonces ahora qué quieres que yo te diga nada. ¿Si querías pedirme mi opinión, por qué no la hiciste antes?

Jeff – Porque estaba seguro de que lo criticarías. Evidentemente, tú, sabes siempre todo. Todo lo consigues.

Pierre – Deja. Hace más de un año que no escribo nada o en cualquier caso nada que haya vendido. No es mi estilo el compadecerme, eso es todo. Pero los fracasos, los conozco bastante, créeme. Y no solamente en el terreno profesional. (Se da cuenta de que Jeff está molesto) Discúlpame, Jeff. Cuando me pides mi opinión, te la doy. Pero no soy un especialista en la restauración, tampoco. Puedo equivocarme. Espero equivocarme… (La tensión baja) ¿Entonces tú también piensas como Frédérique, que soy un egoísta y un presuntuoso?

Jeff – Creo que deberías de tratar de ser un poco más indulgente… De comprender a los demás…

Pierre – Lo sé. No habría debido hablar así a Frédérique, hace un rato.

Jeff – Fuiste siempre el picapica de la familia… Pero tienes razón. No es bueno tampoco aceptar todo sin rechistar.

Pierre – Habría querido tan solo que estuviéramos más próximos unos de otros. Algo más solidarios.

Jeff – Nunca fuimos muy solidarios, sabes… Es que no te acuerdas bien… De niños, nos hacíamos las peores putadas. Una vez, hasta nos perseguiste en el jardín con un martillo… (Pausa) Quise preguntártelo siempre. ¿Si me hubieras pillado ese día, me hubieras destrozado verdaderamente el cráneo?

Pierre finge reflexionar.

Pierre – No creo. Pero estaba tan contento de haberte metido el canguelo. Era el más pequeño. Disfrutaba cuando alguien tenía miedo de mí. Después, Frédérique me dijo que estaba loco. Parecía tan convencida que durante mucho tiempo me pregunté si no lo estaba verdaderamente. A veces, todavía me le pregunto… Tienes razón, nunca nos entendimos muy bien, los cuatro. Es el mito del “tiempo pasado siempre fue mejor” Finalmente nada ha cambiado…

Jeff – Lo que cambió es que entonces, estábamos obligados a soportarnos. Después de la venta de la casa, nada no nos obliga a hacerlo. Ahora va a hacer falta que nos entendamos. Si queremos que nuestros niños tengan tíos y tías.

Pierre – Nuestros niños… ¿Pero qué nos queda en común?

Jeff – Nada. Nada que se pueda dividir en cuatro.

Pierre – ¿Te da pena que se haya vendido la casa?

Jeff – De todos modos, es demasiado tarde.

Pierre – ¿Ya lo era antes de que firmáramos, no? No me veía pasando mis vacaciones de verano aquí con Jérôme, llorando sobre el agujero de la Seguridad Social y sobre los impuestos que estrangulan las profesiones liberales en Francia… Me asombra que no haya visto la relación entre las dos cosas: si la Seguridad Social está en déficit es porque los dentistas y otros médicos ganan demasiado, ¿no?

De repente la luz se apaga.

Jeff – Mierda, un corte eléctrico.

Pierre – Hay cerillas sobre la chimenea.

Jeff – Es el agua lo que haría falta…

Pierre – ¿Qué?

Jeff – Pásame la botella de agua que está sobre la mesa.

Pierre le pasa la botella, sin comprender. Jeff rellena el depósito de la lámpara a carburo puesta sobre la chimenea, rompe una cerilla y enciende la lámpara. Una luz débil alumbra la pieza.

Pierre – ¿Qué es lo qué…?

Jeff – ¿Te acuerdas, no?

Pierre – No…

Jeff – Había llovido todo el día. Es más bien raro aquí en agosto. Papá había decidido llevarnos a buscar caracoles. Él nos arrastró por todas las tiendas del barrio hasta encontrar esta máquina.

Pierre – Oh sí, la lámpara a carburo…

Jeff – Pero había dos o tres linternas en la casa. Me pregunto por qué le hacía falta una lámpara de carburo para ir a caracoles. Eso debía traerle a la memoria su juventud.

Pierre – ¿Cómo funciona?

Jeff – El carburo es una clase de carbón. El agua cae desde arriba gota a gota y esto hace que se suelte un gas que arde.

Pierre – No me acordaba de esto.

Jeff – Finalmente, no viniste con nosotros. Papá nos despertó a las cuatro. Pero esa mañana fuiste tú quien no consiguió salir de la cama… (Pausa) Fuimos los dos. Fue raro. Él hablaba en voz baja, como si tuviera miedo que los caracoles huyeran al oírnos llegar. Volvimos con un lleno cubo… A la mañana siguiente, había por todas partes de la casa. Nos habíamos olvidado de poner una tapadera sobre el cubo. Como quien no quiere la cosa, un caracol puede andar muy lejos, en una noche… (Pausa) Creo que papá sufrió una decepción al ver que no venías con nosotros…

La luz vuelve.

Pierre – Esto no era para largo.

Jeff apaga la lámpara. Silencio. Pierre, apesadumbrado, cambia de tema.

Pierre – Y tu familia, ¿qué tal?

Jeff – Catherine comenzó una formación de auxiliar de contabilidad. Así, ella podrá llevar las cuentas en el restaurante. Creo que no estoy hecho para eso…

Pierre – ¿Y tus niños? Hace ya mucho tiempo que no los veo…

Jeff – Están bien.

Pierre – Es gracioso. No digo esto para agradarte, pero nunca vi a unos niños tan educados.

Jeff – Es porque a menudo no los ves…

Pierre (sonriente) – Eres tú quien tiene razón. Deberíamos poder escoger a los niños. Y los niños a sus padres…

Jeff (divertido) – ¿Sabes que es muy gilipollas, lo qué acabas de decir?

Pierre – Lo sé. Es porque no tengo niños. Me da miedo, por otra parte, lo de tener uno. Sobre todo un chico. Y todavía más si se me parece… No estoy seguro que sabría verdaderamente decirle el por qué la vida merece ser vivida. Finalmente, soy como papá. No sabría decirle esto a mi hijo…

Jeff – Tal vez fuera una chica…

Pierre se levanta, preocupado.

Pierre – Discúlpame, tengo que atender una llamada telefónica.

Pierre saca su teléfono móvil y sale. Como Jeff se dirige hacia las habitaciones, Pierre se queda en la pieza.

Pierre – Soy yo… Sí, sé pero no era el momento de anunciarles esto. Incluso tuve una bronca con mi hermana… Oh, como de costumbre, pero saqué todo lo que tenía dentro. No habría debido hacerlo, pero me quedé a gusto… (Variando de tono, con falsa tranquilidad) ¿Entonces, llamaste al laboratorio?… ¡Negativo! (Suspirando, aliviado) Uahh, ¡estoy más calmado, después de todo! Reconozco que tenía una pequeña aprehensión. Incluso cuando uno no toma riesgos, a los cincuenta años, estadísticamente, un soltero como yo… A pesar de la vida monacal que yo llevaba antes de encontrarte… (De nuevo inquieto) A propósito, cuando estés en casa, ¿podrías mirar, en mi cartilla sanitaria que está en el cajón de abajo de mi oficina, si ya tuve las paperas?

Jeff vuelve y reinstala cómodamente en una butaca. Pierre, molesto, se aleja hacia las habitaciones para acabar su conversación telefónica. Frédérique llega de la cocina, con una esponja a la mano.

Pierre (alejándose) – No, te lo explicaré… No, no es urgente pero…

Pierre desaparece hacia las habitaciones. Frédérique seca la mesa. Ella mira a Jeff sentado impasiblemente mientras ella limpia.

Frédérique (bromeando) – ¿Qué tal, bien, descansando?

Jeff – Sí, muy bien. (Buscando las palabras más adecuadas) Sabes, no hay que tener demasiado en cuenta a Pierre…

Frédérique (herida) – Esta vez, él sobrepasó los límites. Nadie nunca me había hablado así. ¿Crees que puedo aceptar sin más lo qué me dijo hace un rato?

Jeff – A menudo, él también soporta bastantes cosas sin decir nada… Y para ser franco, no es el único… (Frédérique lo mira, un poco asombrada) Escucha, Frédérique, a mí no me gustó el número que nos hizo Jérôme, con sus bromas tan groseras, la tarde del entierro de mamá. Habríamos podido aprovechar la ocasión para reencontrarnos como familia. No era una comida entre machos que disfrutan haciendo chistes. Era tu obligación recordarle… (Pausa, aguantando la ira) Habría debido estar en su sitio, y la próxima vez lo estará o si no le daré un puñetazo en la boca.

Frédérique está sorprendida de este acceso inhabitual de autoridad por parte de Jeff.

Frédérique (turbada) – Discúlpame… Lo sé, fue odioso. Se lo dije después, te lo aseguro…

Jeff – Después, era demasiado tarde…

Frédérique – De todos modos, no se repetirá…

Jeff – Estate segura, Frédérique. No enterramos dos veces a los padres… (Levantándose) Hay citas en la vida que uno no puede fallar. Perdimos demasiadas ocasiones para reencontrarnos como familia…

Frédérique (tratando de volver a la carga) – Pero él, ¿no crees que podría ser un poco más tolerante?

Jeff – Por una vez, soy yo quien haga un chiste. La tolerancia, hay casas para ella… Mi casa, por Navidad, si venís, no quiero que sea el burdel.

Frédérique – De acuerdo…

Jeff – Voy a poner un mantel.

Pierre vuelve de su habitación. Josiane llega con un aparato de fotos.

Josiane – ¿Y si hacemos una última foto de los cuatro, aquí? ¡Tengo un disparador automático!

A los otros no parece gustarles la idea, pero Josiane ya puso el aparato sobre la mesa después de haber ajustado el disparador. Los cuatro se colocan delante de la chimenea, en la misma posición y con el mismo aire que tienen en el retrato de escuela. El flash se desencadena. Ellos se separan. Josiane arregla su aparato.

Josiane – Mandaré hacer cuatro ejemplares y los haré enmarcar… Esto será el regalo de Navidad. Bueno, voy a poner a cocer los espaguetis.

Jeff y Frédérique se levantan también.

Jeff – Voy a abrir la botella.

Frédérique – Pongo la mesa.

Pierre (bromeando) – No veo en qué podría ayudar…

Frédérique – Puedes ayudarme a poner la mesa…

Jeff y Josiane desaparecen en la cocina. Frédérique y Pierre ponen la mesa en silencio, luego se sientan. Pierre tiene aspecto de estar contento. Él silba.

Frédérique – Pareces alegre, al fin… ¿Es la venta de la casa o la perspectiva de no vernos de nuevo nunca más lo que tanto te llena de regocijo?

Pierre – Con respecto a las paperas, tienen que darme noticias, pero acabo de saber que no soy seropositivo… (Frédérique se queda un poco sorprendida) Encontré alguien. Hicimos la prueba…

Frédérique (fríamente) – Felicidades… Pero ten cuidado. La vida de pareja, es el principio del aburguesamiento. ¿No es esto lo qué pensabas no hace mucho tiempo?

Pierre – Discúlpame por lo de hace un rato. Pero tenía que sacarlo. Debe ser por culpa de la crisis de la cincuentena. Sabes, yo tampoco no he llegado a ser lo que había soñado con ser.

Frédérique – Lo habrás intentado, por lo menos…

Pierre – Sí. Sí, lo intenté. Pero no lo conseguí… ¿Sabes lo qué te reprocho, en el fondo?

Frédérique – ¿Oh, todavía te quedan cosas que reprocharme?

Pierre – Hace treinta años, estábamos por lo menos de acuerdo sobre un punto, y es que no queríamos vivir como nuestros padres. Pero queriendo hacer exactamente lo contrario, creo que te equivocaste también.

Frédérique, reteniendo sus lágrimas, mira la chimenea.

Frédérique – Tengo frío.

Pierre – Es una lástima que no haya leña…

Frédérique – La chimenea nunca funcionó. Sería una pena manchar todo ahora…

Silencio denso.

Pierre – ¿Sabías que la empresa estaba en liquidación?

Frédérique – ¿Qué empresa?

Pierre – ¡La empresa de papá! En fin, de Jeff…

Frédérique – No…

Pierre – Josiane me lo dijo esta mañana. Lo habrías sabido, de todos modos.

Frédérique – Yo ya sospechaba que acabara así.

Pierre – Al final, quizá, es lo mejor que podía suceder.

Frédérique – Está seguro que no nació realmente para dirigir un negocio…

Pierre – Sobre todo los negocios de familia.

Frédérique – Con el dinero de la casa, podrá tal vez iniciar de nuevo algo propio.

Pierre – Sí…

Silencio.

Frédérique – Jérôme y yo, vamos a divorciarnos…

Pierre (sorprendido) – ¿Ah, sí? ¿Por qué?

Frédérique – Oh… Su asistenta también se llama Frédérique. Digamos que él tiende a confundirnos… En la clínica, él la toma por su mujer, aunque más joven. Y en la casa, él me toma por su criada…

Pierre (no sabiendo demasiado qué decir) – Estoy afligido…

Frédérique (divertida) – No me digas que te rompe el corazón el hecho de no tener que ver más a Jérôme…

Pierre – Romperme el corazón, no. Eso sería exagerado…

Frédérique – Yo también creo que es para mejor. Los niños son grandes. Yo mismo voy a poder vivir por mí misma.

Pierre – ¡Oh, vivir por uno mismo! Desconfía, no es tan simple como parece. ¡Es un futuro ex solterón quien te lo dice!

Frédérique – Sabes, la vida en pareja, tampoco es siempre rosa. Es una futura ex ama de casa quien te lo dice… Pero yo no querría desanimarte. Espero solamente que tú, por lo menos, no dejes a tu mujer para una más joven dentro de diez años.

Pierre (divertido) – ¿Mi mujer? De todos modos, dentro de diez años tendré casi sesenta. Además, por lo que concierne a esto, no corro ningún riesgo. Salté una etapa. Me voy directamente con alguien más joven…

Frédérique (intrigada) – ¿Qué edad?

Pierre – Veintiocho…

Frédérique – Eres un asalta cunas…

Pierre – Las asalto siempre a la misma edad. Soy yo quien envejece…

Frédérique – Eso no me impedirá venir a tu matrimonio. Si me invitas…

Pierre – El matrimonio, no será seguramente muy pronto. Pero en mi firma de los papeles de pareja de hecho, tal vez…

Pausa. Se miran. Frédérique, dubitativa, cree comprenderle.

Pierre – Tú eres la primera de la familia a quien anuncio esto…

Frédérique (muy conmovida) – ¿Por qué yo?

Pierre – Quizá no te deteste tanto como parece. Y luego me acuerdo que fui el primero a quien anunciaste tu matrimonio. O mejor dicho cuando Jérôme te pidió en matrimonio. Esperabas mi bendición para decir sí. Oh, yo sabía que tú me lo preguntabas para complacerme… Sin embargo, estaba contento que me concedieras esa especie de confianza. (Pausa, con una sonrisa) ¡Como un gilipollas, te dije que podías casarte con él! Si hubiera sabido… Hay que decir que él era más simpático por entonces.

Frédérique – Sí…

Pierre – Él tenía los cabellos largos… Es más, tenía pelo… Es una locura, la propensión que tienen las cosas para degenerar. Para mí, al principio, vosotros erais la imagen de la familia ideal.

Frédérique – Sabes, la familia ideal, no estoy segura de que eso exista…

Josiane vuelve con un plato de espaguetis. Jeff la sigue con unos trozos de madera en los brazos.

Jeff – Había una vieja silla en la cocina, completamente comida por la carcoma. Vamos a poder hacer un poco de fuego.

Pierre – Hay viejos “Harlequin”, allí, para encender.

Josiane – Por otra parte, propongo que se quemen todos los muebles. ¡Para lo que valen! ¡La mudanza se hará mucho más rápidamente!

Jeff enciende el fuego. Miran las llamas, pensativos.

Pierre – Esto me recuerda una imagen que había en mi libro de historia, cuando estaba en primaria. No sé por qué, esto me marcó. Representaba a Bernard Palissy, un ceramista del Renacimiento, a punto de romper sus muebles, para no dejar morir su horno de leña y poder cocer sus esmaltes. Fue presentado como un acto heroico. El artista sin dinero que sacrifica todo por su arte. Es gracioso. No tengo casi ninguna memoria de mi infancia. ¿Por qué me acuerdo de esto?

Frédérique – Me acuerdo de una canción: ¡los libros al fuego, la maestra en medio! Es el primer eslogan subversivo que aprendí, cuando niña. Creía que esto pasaría verdaderamente así al final de mi primer año de escuela. Pero no… Hemos vuelto a nuestra casa, y nos hemos aburrido como una ostra durante todo el verano.

Pierre – Y a ti, Josiane, esto te hace recordar algo…

Josiane (dispuesta a quemar los libros) – Yo tenía un profe de francés cuando estaba en el instituto. Un tipo sin edad. No muy viejo pero completamente apagado. Supe que en el 68, había quemado todos los libros de su biblioteca, en público. Una clase de auto de fe, en una bocanada de entusiasmo revolucionario. Después de eso no lo pude ver del mismo modo. Le observaba siempre. Me preguntaba qué quedaba de aquel grano de locura.

Pausa.

Pierre – ¿Jeff?

Jeff (sonriente) – Yo encendí el fuego. ¿Esto no es suficiente para vosotros?

Ellos todavía miran el fuego en silencio. Josiane toma un pedazo de silla para ponerlo en la chimenea. Ella se para, intrigada, examina el trozo de madera y lo sopesa.

Josiane – Es raro. Es muy ligero… Parece estar totalmente carcomido en su interior… (Los otros, todavía en su ensueño, no le prestan atención) Leí algo sobre las termitas, en el “Cazador francés”. Es terrible. No las vemos. Se comen todo en silencio, poco a poco, durante años. Todo lo que es de madera. Hasta el armazón… Y un buen día, el tejado de la casa se cae, sin avisar.

Los otros se miran, sin saber si hay que reírse o inquietarse. Miran el techo. Jeff toma el trozo de madera y lo examina.

Frédérique – ¿Entonces?

Jeff (dubitativo) – Son tal vez sólo gusanos. Pero no sé. Termitas, nunca las ví… ¿A qué se parecen?

Pierre (a Josiane) – ¿No había una foto, en el artículo?

Josiane – No lo recuerdo. Viven en comunidad, como las hormigas o las abejas.

Pierre – Pero no hacen miel…

Josiane examina la silla en la cual es sentada.

Josiane – Está también atacada.

Los otros lanzan una mirada inquieta hacia su silla, como si ellos tuvieran miedo de repente que ella se derrumba bajo su peso.

Pierre – Tal vez habría que echar una ojeada a la estructura, en el desván.

Jeff (levantándose) – No sé si hay una escalera.

Pierre se levanta también y sale con Jeff. Josiane y Frédérique los miran irse, inquietas.

Frédérique – Joder ¡Será un follón!

Josiane – Será una jodienda si se cae el tejado en nuestra cabeza durante noche. Afortunadamente acabamos de firmar.

Frédérique – ¡Espera! Si es verdaderamente así, no podemos hacer como si no lo supiéramos.

Josiane – No lo sabíamos cuando firmamos…

Frédérique – ¡Sería una estafa! ¡Y luego no podemos asumir una responsabilidad semejante! Imagina que los nuevos propietarios mueren sepultados bajo los escombros. Ellos quizá tienen niños…

Josiane – Oh, esto es esto su problema. Cuando se compra una casa, hay que verificar la estructura. A menos de que prendamos fuego a la casa antes de irnos. El seguro pagará. Incendios, hay cada día…

Frédérique – ¿Al día siguiente de la venta de la casa? Lo encontrarán raro. Habrá una investigación. Una estafa al seguro puede costar caro.

Jeff y Pierre vuelven.

Josiane – ¿Entonces?

Jeff – Difícil de decir. No vemos gran cosa. Estoy seguro de que la estructura está un poco carcomida, pero también es cierto que ya es vieja. Habría que hacer examinar esto por un especialista.

Frédérique – ¿Sería mejor, a pesar de todo, no? Podríamos tener problemas…

Pierre – Podría parecer un error. Pero estoy seguro de que el comprador podría denunciarnos. Si él se da cuenta que se le vendió una chabola minada por las termitas. Sólo rehacer la estructura del tejado, esto le costaría la mitad del precio de la casa.

Josiane – Y en nuestro caso, si es nuestra obligación volver a pagar un armazón, no merecerá la pena vender esta chabola.

Pierre (suspirando) – Algo me decía que todo era demasiado simple.

Frédérique – ¿Mientras tanto que hacemos?

Jeff – Veremos mañana, pero más valdría suspender la venta esperando un peritaje. Estaríamos más tranquilos. Si es para reencontrarse dentro de un año con un proceso sobre los brazos.

Frédérique – Por daños y perjuicios.

Josiane – ¡Vaya herencia! Me preguntaba de donde venía todo este polvo…

Frédérique (levantándose) – Creo que lo mejor es ir a acostarse.

Josiane (inquieta) – ¿Creéis que es prudente dormir aquí? ¿No haríamos mejor en ir a un hotel?

Pierre – Estadísticamente, tendría que ser el diablo el que derribara esta chabola sobre nuestra boca justamente esta noche. Después de no haber venido juntos desde hace catorce años.

Ellos están a punto de salir con destino a las habitaciones.

Jeff (bromeando) – Tratemos, de cualquier modo, de no estornudar demasiado fuerte.

Se ríen.

Oscuro.

El día siguiente por la mañana

Frédérique, sentada sola en el cuarto de estar, fuma un cigarrillo mientras acaba su café. Está ya vestida y maquillada. Josiane llega en camisón y no parece muy despierta. Ella trata de desatascar sus orejas con su dedo meñique.

Josiane – No trago a los portugueses…. Estoy segura de que fue este niño el que me pegó las paperas…

Frédérique – ¿Quién?

Josiane – ¡En el tren! Y luego los espaguetis me dieron tanta sed… Espero que la salsa no estuviera caducada después de tanto tiempo. (Sirviéndose un vaso de agua, y mirando a su hermana) Oh, tú también tienes mal aspecto…

Frédérique – Dormí mal, eso es todo…

Josiane – ¿No es por culpa de tu disputa con Pierre ayer al mediodía? Ya le conoces, él dice siempre en voz alta lo que los demás decimos en voz baja…

Frédérique la mira, pero prefiere no contestar. Josiane se sirve una taza de café.

Josiane – Yo tampoco dormí bien. A causa de esas termitas. Soñé que ellas nos comían a nosotros durante la noche. Comenzando por los sesos.

Mirada perpleja de Frédérique. Josiane moja los labios en su café y se muestra compungida, cogiéndose el estómago.

Josiane – Esto me da náuseas, este café… (Pausa) Creo que voy a ir a vomitar…

Josiane sale y se cruza con Pierre que llega.

Pierre – ¡Uahh! No tienes un aspecto muy lozano.

Frédérique – Gracias. Josiane acaba de decirme lo mismo.

Pierre se sirve un café.

Pierre – Lo decía por mí, también… Pasados los cincuenta años, cuando Cenicienta se acuesta después de medianoche… A la mañana siguiente, tiene la cabeza como una calabaza…

Frédérique – ¿Te tomas por Cenicienta?

Pierre – Vosotras, las mujeres, siempre podéis maquillaros antes de salir a la calle.

Frédérique – Estoy ya maquillada…

Pierre remueve su café.

Pierre – Discúlpame. Es la proximidad con la Navidad. Esto me deprime. Necesito ser desagradable con todo el mundo, no sé por qué… En fin, sé más o menos por qué…

Silencio.

Frédérique – Un día, papá me llamó a parte en su coche antes de ir a trabajar. Debía tener cinco o seis años. Él me anunció que Papá Noel no existía. Así. No le había pedido nada. Al principio, estaba más bien orgullosa. Esto hacía de mí una persona mayor. Pero no tardé en comprender lo que quería darme de entender con ello…

Pierre – Cada vez que él quería recordarnos lo ingenuos que éramos, nos meneaba con tono irónico: ¡Crees en Papá Noel!

Frédérique – Para vengarme, cuando tuve oportunidad, le revelé a la hija de la maestra de escuela que Papá Noel no existía. A la mañana siguiente, su madre me pegó dos bofetadas… ¡No sólo el Papá Noel no existía, sino que hacía falta que la noticia la guardara para mí!

Pierre – ¿Acaso debemos siempre perdonar a los padres bajo el pretexto de que ellos también tuvieron tal vez una infancia desgraciada?

Frédérique – Creí que cuando me hiciera madre, me haría más indulgente con la mía. Y luego no fue así. Justamente eso me permitió dar una medida de toda la extensión de la afección que ellos no supieron darnos.

Josiane vuelve, vestida, con una bolsa de basura en la mano.

Josiane – ¿Jeff todavía no está listo? Indudablemente, es siempre el último en levantarse… Bueno, voy a tirar el resto de los espaguetis, si no esto va a apestar. Con esta salsa, ya no me sentía muy bien cuando la comí… (Pausa) Y luego vomité en la bolsa de la basura, para no atascar el lavabo…

Estupefacción de los otros dos. Josiane sale con la bolsa de basura. Jeff llega al mismo tiempo. Como en la víspera, él anda con aire de dormido. Pero está vestido y listo para irse. Se sirve un café.

Frédérique – Es el momento de decir adiós a esta casa… Es la última vez en que tomamos el desayuno juntos. Así como cuando éramos pequeños… (Silencio denso) Nada nos impide volver a vernos a pesar de todo…

Pierre – Sí… (Con amargura) ¿Pero acaso vernos nos sienta bien de verdad?

Josiane vuelve rápidamente.

Josiane – ¡Nos robaron el cubo de la basura!

Pierre (irónico) – ¿Había algo de valor, en el interior?

Jeff, intrigado, sale para ver.

Josiane – ¡Es increíble! Daros cuenta, ahora hasta roban los cubos de la basura. ¡Y además, estamos en el campo!

Pausa. Jeff vuelve.

Jeff – No nos lo robaron, ardió. Como es de plástico, no queda nada de él. Hemos tenido suerte de que no haya entrado el fuego en la casa…

Jeff se gira hacia Josiane con mirada suspicaz.

Jeff – ¿No pondrías las cenizas de la chimenea en el cubo de la basura anoche?

Frédérique y Pierre también se vuelven hacia Josiane.

Josiane – Yo creía que no había más brasas…

Jeff – Tendrías que haberte dado cuenta de que había brasas encendidas bajo la ceniza.

Pierre – ¿No llamamos a la policía entonces?

Josiane – Es increíble que se incendien así los cubos de la basura. Es peligroso.

Los otros se intercambian de soslayo una mirada, acostumbrados a la mala fe de Josiane.

Pierre – Más valdría enterrar todo eso en el jardín, de una vez por todas. Con las emanaciones de la salsa boloñesa, el devuelto de Josiane y las ascuas… Esto podría desencadenar una reacción química imprevisible…

Jeff – Hay una pala en la caseta de aperos (Ellos lo miran) O.k., voy allá…

Josiane está concentrada en sus pensamientos.

Josiane – Él tenía un nombre raro, este fisio…

Pierre – William.

Josiane – Eso es, William… Qué bien le pega el nombre… Un nombre tan estúpido… Aunque, por otra parte, para comprar esta casa en ruinas hay que ser un poco estúpido… Le habría dejado a gusto mi número de teléfono, pero… Es verdad que él parecía un poco…

Pierre – ¿Un poco qué?

Josiane – ¿No viste que era maricón?

Frédérique, con disgusto, observa la reacción de Pierre, que se decide a hablar.

Pierre – Tengo algo que deciros… Mas vale que os lo diga ahora.

Josiane le escucha. Frédérique sonríe para animarle.

Pierre – El fisio que compró la casa, William… Es mi amigo…

Frédérique, que ignoraba este aspecto de la cuestión, está tan sorprendida como Josiane. Más aun cuando ella se esperaba otro tipo de confidencia.

Frédérique (de nuevo algo picada) – Vaya, decidiste asombrarnos…

Josiane (estupefacta) – ¿El fisio sodomita, era un hombre de paja?

Frédérique – ¿Por qué hiciste esto? Habríamos podido arreglarnos si hubieras querido conservar esta casa…

Pierre – Me temía que fuera complicado…

Frédérique (irónica) – Claro que así parece mucho más simple.

Josiane – Y además, a este precio… ¿Es una buena compra, no?

Pierre – La casa permaneció a la venta durante más de un año. Nadie la quería… (Mutismo de los otros, perturbados cada uno a su modo por esta revelación) Esperad, os recuerdo que acabamos de comprar una casa posiblemente devorada por las termitas…

Josiane (comprendiendo cada vez menos) – ¿Vosotros? ¿La adquirís juntos?

Frédérique acude en socorro a Pierre.

Frédérique – Es su amigo… No vamos a hacerte un dibujo…

Josiane comprende finalmente.

Josiane (con alegría) – ¡Oh de acuerdo! También yo me preguntaba…

Frédérique (irónico) – Sí, la intuición femenina…

Pierre – Vosotros estaréis siempre en vuestra casa en esta casa…

Jeff vuelve entonces del jardín.

Jeff – ¡Es increíble!

Frédérique – Bien puedes decirlo…

Pero Jeff habla de otra cosa.

Jeff – ¡Mirad lo qué acabo de encontrar cavando en el jardín para enterrar la basura!

Él exhibe un hueso.

Josiane – ¿Qué es eso?

Pierre – Se parece mucho a un fémur…

Frédérique – ¿Quieres decir un hueso humano?

Pierre (a Jeff) – Y estaba todo el esqueleto con…

Jeff – No continué cavando. No sé lo que metisteis en esa bolsa de basura, porque no olía a rosas. Metí todo en el agujero y luego rápidamente lo tapé.

Josiane – Podríamos llamar a la policía, pero… ¿Os dais cuenta? ¡Un cadáver enterrado en nuestro jardín! Podríamos tener problemas…

Frédérique parece algo apesadumbrada.

Frédérique – ¿Si es verdaderamente un muerto, quien podría ser?

Pausa.

Pierre – Tal vez sea papá…

Los otros le miran de manera expresiva, creyendo que Pierre habla en bromas. Pero Pierre no está de bromas.

Pierre – La última vez que mamá vino aquí, estaba con él. Y después, no lo vimos de nuevo nunca más. ¿Qué es lo que nos dice que regresó verdaderamente a Amazonia después?

Josiane (a Pierre) – Oh… Afortunadamente que fue tu amigo homo quien compró esta chabola. ¡Por lo menos, todo queda en familia!

Jeff (descolocado) – ¿Quién es homo?

Josiane – ¡Pierre!

Frédérique (nada segura) – Simpatizantes mutuos, en todo caso…

Jeff digiere esta información. Pierre se queda impasible, no quiere desmentirlo, o no oyó esta última réplica, absorto en la contemplación del presunto fémur.

Frédérique – Bueno, no vamos a precipitarnos, tampoco. ¿Y si fuera simplemente un hueso de vaca?

Pierre – A pesar de todo, esto se parece mucho a un fémur…

Frédérique – ¿Tú sabes algo de fémures?

Pierre – Mi amigo es fisio… Soy yo quien revisaba sus exámenes…

Jeff – ¿Y además, por qué enterrar una vaca en nuestro jardín?

Josiane – Donde se deduce que el vecino es un serial killer, y entierra a sus víctimas en nuestro jardín, para que nadie sospeche…

Pierre – Si volvemos a pasar las vacaciones aquí, yo preferiría, en cualquier caso, que mamá hubiera asesinado a papá… Es menos arriesgado que un vecino psicópata…

Frédérique – Bueno, ahora no vamos a resolver eso… Propongo que nos larguemos de aquí. Nos llevamos el hueso a París y ya veremos.

Para pensar en otra cosa, se ponen en movimiento para terminar con últimos preparativos de la salida. Cada uno va a por su equipaje. Josiane vuelve con una bolsa grande además de la maleta con la que había llegando.

Pierre – ¿Solo tenías una maleta, cuando llegaste, no?

Josiane – ¡Me llevo unos recuerdos! Así las termitas no los devorarán…

Jeff (a Pierre) – ¿Cerraste el contador?

Pierre – Sí… Voy a comprobarlo. (Pierre desaparece un instante) Está bien, podemos irnos.

Los cuatro hermanos y hermanas están a punto de dejar la casa, con los equipajes en la mano.

Jeff (echando un último vistazo) – ¿No olvidamos nada?

Pierre – El fémur… Se lo mostraré a William…

Jeff – ¿Quién es William?

Frédérique – Te explicaremos más tarde…

Josiane – Pensar que habíamos venido aquí para rematar las cuestiones de la sucesión… Tengo la impresión de que no hemos terminado con todo esto.

Jeff, Frédérique y Josiane salen. Pierre es el último. Con su pequeña bolsa de mano, regresa para coger el retrato de familia y lo mira un instante, con una sonrisa amarga.

Pierre – Los recuerdos… No ocupan mucho sitio, pero son pesados de llevar.

Lo llaman desde la parte exterior.

Frédérique (off) – ¿Pierre?

Jeff (off) – ¿Vienes?

Josiane (off) – ¿Qué haces?

Pierre vuelve a poner el retrato a su sitio.

Pierre – ¡A bueno, ya voy! (Coge el hueso que hay sobre la mesa) ¡Había olvidado el fémur de papá! Ahora, la familia está al fin reunida… (Mirando el hueso) En fin, es el principio…

Pierre sale.

Oscuro. Fin.

El autor

Jean-Pierre Martinez es autor teatral y guionista francés de origen español. Nacido en 1955 en Auvers-sur-Oise, sube al escenario primero como baterista en diversos grupos de rock, antes de hacerse semiólogo para la publicidad. Luego trabaja como guionista para la televisión, y vuelve al teatro como autor. Ha escrito mas de 60 guiones para distintas series de la televisión francesa, y 50 comedias para el teatro (13 y Martes, Strip Póker, Bar Manolo, Ella y El, Muertos de la Risa, Breves del Tiempo Perdido, El Joker…). Actualmente es uno de los autores contemporáneos mas representados en Francia, y varias de sus obras han sido ya traducidas en español y en ingles. Es licenciado en literatura española e inglesa (Sorbonne), en lingüística (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales), en economía (Institut d’Études Politiques de Paris), en escritura de guiones (Conservatoire Européen d’Ecriture Audiovisuelle). Jean-Pierre Martinez ha escogido ofrecer todos los textos de sus obras para descargar gratuitamente en su web : comediatheque.net

Otras obras del autor

13 y Martes

Bar Manolo

Breves del Tiempo Perdido

Crisis y Castigo

El Joker

Ella y El, Monólogo Interactivo

EuroStar

Foto de Familia

Muertos de la Risa

Por Debajo de la Mesa

Pronóstico Reservado

Strip Poker

Un Ataúd para Dos

Zona de Turbulencias

Este texto está protegido por las leyes

relativas al derecho de propiedad intelectual.

Toda copia es susceptible de una condena,

hasta de 300 000 euros y 3 años de prisión.

París – Noviembre de 2011

© La Comédi@thèque – ISBN 978-2-37705-059-8

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