Cuarentena

4 – Cuarentena

Ella está sentada en el sofá. El llega.

El – ¡Otra vez! Acabo de recibir una llamada de un amigo del colegio que me invita a celebrar su cuarenta cumpleaños. ¿Increíble, no?

Ella – Si teníais 20 en la misma época, no es tan raro que 20 años después, tengáis 40 más o menos al mismo tiempo.

El – Lo que es raro es que no tenía noticias de toda esta gente desde hace años… Y ahora el teléfono no para de sonar.

Ella – ¿Vas a ir?

El – Me asusta un poco. Hace tanto tiempo. Habrán cambiado, ¿no?

Ella – ¿Quieres decir físicamente?

El – Físicamente, moralmente… Espero que no estén demasiado decrépitos.

Ella (haciendo melindres) – ¿Y yo? ¿Estás seguro de que no estoy demasiado decrépita?

El – Contigo es diferente. Poco a poco, tuve tiempo de acostumbrarme. Pero esta gente, así de repente… Va ser como una nueva versión de “El Regreso de los Muertos Vivientes”… Es raro, ¿no? Esta necesidad de juntarse a la llegada de la cuarentena.

Ella – Se llama un cumpleaños, ¿no ?

El – Dicen que los animales se aproximan a los hombres al sentir llegar la muerte. Será algo por el estilo. Una manera de instinto gregario. (Un tiempo) ¿Qué le voy regalar a este también?

Ella – ¿Un ataúd?

El – Es caro, ¿no?

Ella – Lo decía de broma… ¿Y tú?

El – Yo también.

Ella – No, quiero decir: Y tú, ¿piensas hacer algo para tus 40?

El – ¿Qué quieres que haga? ¿Conoces un remedio para evitarlo? En todo caso, por favor, no me prepares una fiesta sorpresa. Si no veo a toda esta gente desde hace 20 años, seguro que es por algo.

Silencio.

El – ¿Cuantos años tienes tú exactamente?

Ella le echa una mirada enfadada, sin contestar.

Ella – Tendremos que invitar a los vecinos a cenar algún día.

El – ¿Por qué?

Ella – ¡Por nada!

El – Ellos nunca nos han invitado.

Ella – Si todo el mundo pensara así…

El – Porque seamos vecinos no tenemos que ser amigos.

Ella – ¡Nuestros amigos viven todos a quinientos kilómetros de aquí! Esta bien tener amigos al lado, ¿no?

El – Si. Es muy cómodo… Limita los gastos de transporte. O sea, la polución. Así que, se puede decir que es ecológico simpatizar con los vecinos.

Silencio.

El – Y él, ¿qué hace exactamente?

Ella – No sé. Cada mañana lo veo salir de casa con un maletín. No sé dónde va. La próxima vez le preguntaré, si quieres…

El – ¿Y ella?

Ella – Son muy discretos…

El – Va a ser muy divertida esta cena. Si queremos respetar su discreción.

Ella – Siempre podrás hablar de ti.

El – Tienen niños, ¿no?

Ella – Cada mañana veo tres salir de su casa para ir a la escuela. Supongo que son suyos.

El – ¡Ah, sí…! Uno pequeño, uno mediano y uno grande… (Preocupado)¿Tendremos que invitarles también?

Ella – ¡No! Les diremos que es una recepción estrictamente reservada a los adultos…

El – ¿Me hablabas de los vecinos de enfrente, verdad?

Ella – ¡De los de al lado! Los vecinos de enfrente se han mudado hace seis meses, después de su divorcio. ¿No has visto el cartel de « Se Vende »?

El – No.

Ella – Además, no tenían niños.

El – ¿De verdad?

Silencio.

Ella – ¿No será el cumple la semana de la limpieza acaso?

El – Es muy posible. (Con un suspiro) La limpieza es el cimiento de la pareja… ¿Sabías que en francés « menaje » quiere decir a la vez limpieza y matrimonio? Y un « menaje a tres », un triángulo…

Ella – Tres puede ser también una pareja con un niño…

El – Cada uno con sus fantasmas.

Silencio.

Ella – ¿Entonces?

El – ¿De verdad crees que es el momento de tener un niño?

Ella – No es cuestión de dinero, lo sabes muy bien… Además, no somos tan pobres…

El – ¡Lo seremos, con una retahíla de chavales! Mira lo que pasa en África con la natalidad galopante… Leí un libro hace años: «El África Negra Ha Empezado Mal». Pues hoy todavía peor… Ahora nadie piensa que África pueda ir a ningún sitio… Excepto con la deriva continental… Cuantos más niños tiene la gente, más pobre es…

Ella – ¿No crees que es al revés?

El – Si los pobres no hicieran niños, después de una generación la pobreza habría desaparecido… Mira los chinos, por ejemplo. No tienen derecho más que a un niño. Pues ya están mejor…

Ella – Podemos empezar por uno…

El – ¿Cuándo tendríamos tiempo para cuidarlo? Ni siquiera tenemos tiempo para hacer la limpieza.

Ella – Contrataremos una asistenta.

El – ¿Dónde lo pondríamos, al bebé?

Ella – Podrías instalar tu despacho en el sótano.

El – Empieza muy bien… ¿Y tú? ¿Piensas dejar tu trabajo?

Ella – Contrataremos una nodriza.

El – ¿Además de la asistenta? Ya no es un triángulo, es una pequeña empresa! No estoy seguro de tener espíritu de empresa…

Silencio.

El – No podremos salir más de noche..

Ella – Contrataremos una canguro.

El – Nunca me había dado cuenta hasta qué punto la natalidad tenía un efecto tan directo sobre el empleo.

Ella – Y sobre el consumo…

El – Pañales, leche maternizada, juguetes, curas médicas…

Ella – Nuevo coche…

El – Tienes razón. Este niño es capaz de sacar al país de la crisis…