Ella y él sentados en el sofá.
Ella – ¿Ves? El cerezo está en flor.
El – Ya es otro año…
Silencio.
Ella – Somos felices, ¿no?
El – Sí… (Después de un momento) Nos aburrimos, ¿no?
Ella – ¿Juntos?
El – ¿Qué te parece?
Ella lo piensa.
Ella – Podríamos cambiar el sofá…
El – ¿Qué haríamos con el viejo?
Ella – Ir de vacaciones…
El – ¿Para ir a dónde?
Ella – ¿Invitar a los vecinos?
El – ¿Para celebrar qué?
Ella – ¡La floración del cerezo!
El – Dicen que los japoneses hacen esto en primavera. Invitan a amigos a admirar su cerezo, beborroteando té, sin decir nada…
Ella – Mejor no tardar. Los primeros pétalos ya se caen.
El – Como mis cabellos.
Ella – ¿Tus cabellos?
El – Empieza por uno y luego te vuelves calvo sin darte cuenta… (Después de un momento) ¿A quién podríamos invitar?
Ella – A amigos.
El – La gente nunca está disponible…
Ella – Si les avisas de antemano.
El – Les invitas a tomar una copa y sacan sus agendas. En vez de tomar una copa discutimos una posible fecha. A la semana siguiente te llaman para decirte que al final no pueden y fijar otra fecha… A mí cuando me da la gana de tomar algo es enseguida. Dentro de dos o tres semanas, a lo mejor ya no tengo sed ¡No hay más improvisación!
Ella – Quizás justamente porque la gente tiene miedo de aburrirse.
El – ¡Ya verás! No estarán dispuestos. Te van a proponer una fecha. Mientras tanto, los pétalos del cerezo estarán por el suelo.
Ella – Un tapiz de pétalos es muy bonito también.
El – Hoy hace buen tiempo. ¿Qué tiempo hará dentro de un mes? Además de hacer coincidir las agendas, tendrías que consultar el servicio meteorológico. Invitar amigos se vuelve más complicado todavía que prever un eclipse. No… en vez de tratar de divertirme con tanta gente dentro de un mes, prefiero todavía estar seguro de aburrirme en seguida contigo.
Ella – Gracias…
El – Hace poco, mi mejor amigo me deja un mensaje. Hacía seis meses que no tenía noticias suyas. Lo llamo en seguida y le propongo tomar una copa. Me contesta que no está disponible, que me llamará para fijar una fecha. Todavía espero a que me llame. Ni siquiera sé porqué me llamó…
Ella – Quizás estaba un poco deprimido…
El – No sé si después de su llamada se sintió mejor. Dentro de seis meses, me llamará otra vez y será lo mismo. Eso es lo que llamamos amigos ahora. ¿Internet igual, no? Nos dicen que es «amigable». No hablas con tu vecino de al lado, pero con esto vas a charlar con los chinos en esperanto. ¿Conoces a muchos chinos tú?
Ella – De pequeña, con mi vecino de enfrente, tratábamos de comunicarnos en Morse, de noche, con linternas de mano. Tampoco funcionaba muy bien…
El – La gente está siempre agobiada. ¿Qué tendrán que hacer tan interesante para no tener nunca un momento para tomar una copa con su mejor amigo de improviso? Yo trato de permanecer disponible. Pero nunca está nadie libre. Entonces me aburro… ¿No te aburres tú?
Ella – Contigo, jamás…
Silencio.
El – ¿Y si a pesar de todo la tomamos igual, esa copita?
Ella – ¿Los dos?
El – ¿Estarías disponible?
Ella – ¿Cuándo?
El – ¡Ahora mismo!
Ella – ¿Por qué no?
El – Voy a buscar los vasos.
Ella – Y yo los cacahuetes.
Llaman a la puerta.
El – ¿Esperamos a alguien?
Ella – No… ¿Quién podrá ser a esta hora? Vamos a cenar…
El hace un gesto de que tampoco lo sabe.
El – La gente es tan mal educada. No puede uno estar tranquilo cinco minutos, ni siquiera durante el fin de semana.
Ella – Voy a ver quién es…
El – No estoy para nadie.
Ella – ¿Y si es un amigo?
El lo piensa.
El – Le dices que nuestro cerezo de Japón está floreciendo… Y que vuelva cuando haya cerezas.