Entrada de los artistas
La oscuridad se hace, como si el espectáculo fuera a comenzar. Pero nada ocurre durante un tiempo bastante largo para instalar un cierto malestar en el público. La luz vuelve en un rincón de la sala donde un espectador y una espectadora, que parecen no conocerse, están sentados juntos. El hombre consulta nerviosamente la “Guía del Ocio” y echa un vistazo a su reloj. La mujer toma palomitas de un gran cucurucho y las come compulsivamente de una manera poco discreta.
El – Perdón… ¿Sabes lo que pasa?
Ella (con un gesto de ignorancia) – Pues… esperamos a los cómicos…
El – Hasta ahora solo los espectadores maleducados llegaban con retraso al teatro. Si los actores hacen igual…
Silencio.
Ella (preocupada) – ¿Me permites echar un vistazo a tu guía? En caso de que la actuación se anule…
El le da su Guía del Ocio. Ella no sabe cómo cogerla con su cucurucho de palomitas entre las manos.
Ella (dándole su cucurucho de palomitas) – ¿Quieres?
El duda un momento antes de aceptar, para liberarle las manos. Ella hojea la guía, sin encontrar lo que está buscando. El come palomitas con una mueca de disgusto.
Ella (renunciando) – No encuentro nada en esta guía…
El – Y a mí no me gustan las palomitas…
Ella le devuelve su guía y recoge su cucurucho.
Ella – ¡Qué le vamos a hacer…! Ya es tarde para el cine… Tendremos que esperar…
El – A ver si por lo menos vale la pena…
Ella (preocupada) – ¿Las críticas son malas?
El (mirando hacia el público) – No hay mucha gente en la sala…
Ella – Mira, las críticas, no significan mucho… A veces, en el teatro, se ven cosas… ensalzadas por la prensa especializada… duran siglos… Nadie se atreve a decir que se aburre por miedo a pasar por un idiota. Y después les dicen: la prueba de que es una obra profunda es que no habéis entendido nada…
El – Con la comedia ya no es tan fácil. Si la gente no se ríe durante la representación no les van a decir después: es una comedia muy divertida, pero solo para los críticos.
Ella – ¿Eres crítico?
El (sorprendido) – ¿ Tú no?
Ella – Actriz…
El – ¡Ah, sí… Por supuesto…!
Ella – Menos los cómicos y los críticos, nadie va al teatro ahora, ¿no? De cada dos espectadores por lo menos uno es un actor. Acabaremos por no saber dónde está el escenario…
El – ¿Conoces la obra?
Ella – No… pero una amiga mía actúa en ella. Vengo a verla… para hacerle un favor.
El – ¿Es una actriz famosa?
Ella – Hace más bien teatro…
El – Entonces… (Sospechoso) ¿Y tú eres verdaderamente actriz?
Ella (preocupada) – ¿ Encuentras que no actúo bien?
El – ¡Sí, sí… Actúas muy bien!
Ella – Actriz de noche y… guarda de museo de día.
El – Vista la modernidad del repertorio, no es tan diferente…
Silencio.
Ella – No tengo más palomitas…
El (en un suspiro) – Quizás hayamos muerto de hambre antes del comienzo del espectáculo…
Ella – Sí… Parece que nos han olvidado…
El – Dentro de unos años, una asistenta encontrará nuestros dos esqueletos cogidos de la mano.
Ella – ¿Cogidos de la mano…?
El – Al ver llegar el fin, a lo mejor nos abandonamos en un gesto de ternura. Somos como dos náufragos en una isla desierta, ¿no? No tenemos dónde escoger…
Ella – ¿Crees que van a devolvernos el dinero?
El (sorprendido) – ¿Has pagado la entrada?
Ella – No…
El – ¿Así que…?
Se levantan para salir.
El – A lo mejor podemos volver otra día…
Ella – Si la obra está todavía en cartelera…
El – Iremos a ver otra.
Ella – ¿Es una invitación?
El (sacando un cartón) – Para dos.
Ella – Espero que esta vez comiencen en punto… ¿Qué es?
El (leyendo el cartón) – “Ella y él”…
Ella – Parece aburrido, ¿no?
El – Perdona, voy a volver a conectar el móvil…
Ella – ¡Ah, sí…! Había olvidado apagar el mío…
Se van. Oscuridad en la sala.