Él está aquí, no muy despierto. Ella llega, llena de energía.
Ella (hacia la sala) – ¿Has visto? ¡Han vuelto!
Él – ¿Quiénes?
Ella – ¡Los espectadores!
Él la mira con cara de cansancio.
Él – Sí…
Ella – ¡Hoy me siento llena de energía! Dormí muy bien esta noche.
Él – Me alegro…
Ella – Hay días así… Me levanté con el pie derecho.
Él – Mmm…
Ella – ¡Tengo tanta hambre! ¿Y tú?
Él – No…
Ella – Siento como si hubiera tomado anfetaminas. Debe ser la primavera. ¿Tú no te sientes así?
Él – No lo sé… Nunca tomé anfetaminas…
Ella – Un rayo de sol y ¡zas! Veo la vida de color de rosa.
Él – Tienes suerte.
Ella – Debería haber nacido en un lugar donde haga buen tiempo todo el año.
Él – ¿Existe eso?
Ella – En los trópicos.
Él – Hay una temporada de lluvias.
Ella – ¡Ah, sí!
Él – Dura seis meses.
Ella – ¡Tanto tiempo!
Él (señalando a los espectadores) – ¿Por qué crees que todos van a la Costa Brava en agosto? En los trópicos, hace buen tiempo en invierno. En verano, hace mal tiempo.
Ella – Al menos, hace buen tiempo la mitad del año, y sabes cuándo. Es más organizado que aquí. Allá, no te preguntas todas las mañanas si debes llevar el paraguas o no. Y cuando lo llevas, sabes que es para seis meses.
Él – En la Antártida es igual. El año se divide en dos. Es de día en verano y de noche en invierno.
Ella – Siempre tienes la opción de hibernar, como los osos polares.
Él – Sí… Pero ahora, con el deshielo… Te acuestas a finales de octubre y despiertas el 1 de abril flotando en un iceberg frente a las Islas Canarias…
Ella suspira.
Ella – ¿Y un país donde haya 365 días de verano, con el invierno repartido en las 365 noches, no existe? Nos da igual que haga buen tiempo de noche. Estamos durmiendo.
Él – No existe.
Ella – Debería haber nacido en otro planeta.
Él – A veces me pregunto si no es el caso…
Un momento. Observan el horizonte.
Ella – Parece que se está nublando, ¿no?
Él – ¿Tú crees…?
Ella – Mira esas nubes grandes allí. El viento las está trayendo hacia nosotros.
Él – Vivimos en un clima templado… En términos meteorológicos, eso significa que lo peor siempre es posible. E incluso probable a corto plazo.
Ella – El clima… ¿Lo has oído? Ya no hablan en grados Celsius o Fahrenheit, sino en temperatura sentida… ¿Sentida por quién? ¿Por los frioleros como yo o por aquellos que nunca tienen frío? ¿Por las que olvidaron ponerse un suéter o por los que llevan su ropa térmica…? Me gustaría saber qué termómetro mide eso, la temperatura sentida…
Él – Es como el estado de ánimo de los españoles… Dicen que perdimos dos puntos esta semana.
Ella – Eso me deprime.
Él – Ahí viene la lluvia.
Ella – Prefiero no verlo… Voy a llamar a mi madre para saber si hace buen tiempo en Londres.