No sé muy bien qué es el teatro para niños y, para ser sincero, no suscribo la idea de que se deba escribir un teatro específicamente para ellos. Lo que interesa a los niños en el teatro es lo que les permite salir del mundo infantil en el que a veces se les quiere encerrar con la ilusoria intención de protegerlos. Por el contrario, el teatro se dirige principalmente a los adultos que han sabido conservar un alma de niño: esa capacidad de soñar, emocionarse y maravillarse.
Es evidente que algunas obras, que no fueron escritas específicamente para niños, son más propensas a adaptarse y gustarles que otras. Pero son los propios niños quienes deben decidirlo, con la ayuda de sus animadores o profesores. Y sus elecciones, afortunadamente, a veces nos sorprenden. Además, cuando hablamos de teatro para niños, ¿a qué edad nos referimos? Los preadolescentes y adolescentes, que en última instancia no son más que jóvenes adultos, no necesariamente tienen los mismos gustos y preocupaciones que los niños más pequeños.
No sé si he escrito teatro para niños. En cualquier caso, si lo he hecho, no ha sido deliberadamente, para dirigirme a este público en particular. Sin embargo, observo que algunas de mis obras son más a menudo representadas por niños o adolescentes que otras. Mis comedias de sketches, en particular, porque no requieren un esfuerzo de memoria y concentración prolongado, y porque generalmente se basan en un humor absurdo al que los niños, en su gran sabiduría, son muy sensibles.
A veces también, de manera más sorprendente, obras que presentan personajes muy adultos, incluso ancianos, que están lejos de ser héroes o modelos. A los niños también les gusta imitar a los adultos, burlarse de sus defectos y ridiculeces, que por supuesto no les pasan desapercibidos. Así que dejemos a nuestros hijos en el teatro el placer de reírse con nosotros, y aún mejor, el de reírse de nosotros.