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1. Jean-Pierre, para empezar, me gustaría que nos hablaras de tus primeros recuerdos relacionados con la escritura, y si estas vivencias fueron o no decisivas para trazar tu profesión.
Primero, Julio, me permitirás notar algo muy significativo: nunca nos hemos encontrado todavía tú y yo. Ni hemos hablado junto por teléfono. Yo solo te conozco a través de tus obras teatrales. Y tú a mí a través de mis propios escritos. Así que desde el principio, la escritura queda muy al centro de nuestro encuentro. Un encuentro literario. Para contestar tu pregunta, creo que he de decirte que me sentí escritor antes de escribir. Antes de saber si era capaz de escribir algo. Y antes de saber que podía escribir. Eso es lo que recuerdo. Así como unas primeras líneas de una novela que de niño nunca continué y un teatro de títeres que construí en una caja de cartón (el escenario, claro). Quería ser escritor. Me costó unos cuarenta años atreverme a serlo. Todavía no sé si me lo otorgo…
2. Llegas al teatro a través de la escritura para cine –corrígeme si me equivoco-. ¿En qué medida lo cinematográfico ha influido en tu estilo?
Te corrijo, Julio, ya que me lo has autorizado: Llegué a la escritura para el teatro a través de la escritura para la televisión. Y llegué a la escritura para la televisión gracias a la traducción (del inglés al francés) de novelas sentimentales… Como te decía, fue poco a poco que acepté escribir algo que no fuera puramente comercial. En primer lugar por razones económicas (uno tiene que ganarse la vida) pero también por culpa de una educación judeo-cristiana: Sólo me autorizaba escribir si, haciendo esto, me podía ganar la vida. Además, ganarme la vida escribiendo obras comerciales me permitía no hacer otra cosa todavía más aburrida. Escribiendo obras comerciales aprendí técnicas de escritura que me ayudaron a escribir obras más personales. Para contestar más precisamente a tu pregunta, queda muy claro que hay algo en común entre la escritura audiovisual (sea para la tele o el cine) y la escritura teatral, como principalmente la necesidad de pensar en términos de situaciones y de imágenes. Con la diferencia, a mi parecer, que en el teatro, vista la necesaria economía de medios, has de focalizar los personajes. Y el subtexto. Lo que más importa en el teatro es lo que no se dice…
3. Al terminar de leer alguna de tus obras, como es el caso de Strip-Póker, he tenido la tentación de dibujar tus personajes, llevar a la caricatura lo que en cierta forma queda esbozado en la pieza. ¿Hasta qué punto confías en la creación de tus propios personajes? ¿Existe una deliberada intención de ambigüedad?
Mira, Julio, aquí tocas a una contradicción fundamental de la comedia: para que podamos reírnos de los personajes de comedia (como los de Molière) y de las desgracias que les acontecen, tienen que ser caricaturables y en consecuencia detestables. Por otro lado, para que el público se pueda identificar con estos personajes, han de permanecer humanos, es decir: ambiguos, complejos y frágiles. El espectador tiene que amar y detestar a esos personajes, que en cierta manera nos representan a todos. No estoy muy lejos de pensar que ocurre lo mismo en relación a los personajes de tragedia, pero al revés: el espectador los detesta amándolos… Así que, en consecuencia, la intención de ambigüedad es deliberada. No sólo en los personajes (¿Quién es, de verdad?), sino incluso en lo que se refiere a las situaciones (¿Que pasó, realmente?). Además, para un autor, sería muy aburrido ir a ver sus obras representadas si hubiera sólo una lectura posible. A mí me gusta que me sorprenda una escenografía, por ejemplo…
4. Háblame del humor, de su necesidad, de los mecanismos que lo desencadenan y si es deliberado que el humor ocupe en tus obras un lugar central.
Se dice que el humor es la cortesía de la desesperación. Yo solo me otorgo el humor…
5. ¿Te sitúas dentro de una corriente de renovación del absurdo?
Sería tener muy poco sentido del humor y mucha pretensión contestarte que sí… En serio (tratándose de humor), mi propósito no es renovar a nada (sino a mí mismo quizás, que ya sería mucho). Sólo intento expresar un universo personal. Hacer reír a los demás. Y sobre todo reírme de mi mismo…
6. ¿Te has sentido horrorizado alguna vez después de ver una puesta en escena de una de tus obras?
Si. La primera. Después me acostumbré…
7. ¿Cuál es tu opinión sobre determinadas formas teatrales postdramáticas en las que el texto queda en un segundo término (tal y como ocurría en las apuestas escénicas de los 60 y 70).
Como autor, pero todavía más como espectador, pienso que nunca el texto debe ser un pretexto. Dar a entender una interpretación clara de una obra ambigua ya es mucho ¿No?
8. ¿Qué lecturas son las que te enganchan?
“La carne es triste, y leí todos los libros” dijo Mallarme… Yo no leí todos los libros, claro. Pero leí muchos. Y cuando empecé a escribir, dejé de leer, sino el periódico (y últimamente una obra no publicada de un tal Julio Fernández que se titula La Muerte es Breve). Leer ya no me engancha, sino que me paraliza. No te sabría explicar por qué…
9. Cuéntame cómo es París.
¿A parte de que es la ciudad más bonita del mundo después de Vigo? Pues en París hay muchos teatros. Pero muy pocas comedias buenas. Lamento que sea así. Que el humor se confunda con el ridículo. Volviendo al absurdo, el año pasado, una de mis obras, “Photo de Famille”, fue leída en el Teatro de La Huchette, donde se estrenaron medio siglo atrás las obras de Ionesco, y donde están todavía representadas cada día. Fue muy emocionante para mí. Tienes razón, Julio: ¡Tú y yo tenemos que renovar el absurdo!
10. ¿Qué escribes ahora?
Ahora, te estoy escribiendo, Julio. Y tus preguntas me han enseñado unas cosas sobre mí mismo que no sabía todavía… Así que te lo agradezco.