13 – Fuera
Ella y él están sentados confortablemente. Él lee y ella hace punto, o al revés.
Ella – Sienta bien eso de poder estar por fin un poco tranquilos.
Él – Sí.
Ella – Con todo ese jaleo de fuera.
Él – Sí.
Ella – Se está mucho mejor en casa.
Él – Sí.
Ella – Ya ni siquiera me acuerdo de cuando fue…
Él – ¿El qué?
Ella – La última vez que salí yo por ahí.
Él – Ah, sí, salir.
Ella – ¿Y tú?
Él – ¿Yo?
Ella – ¿Cuándo fue?
Él – ¿La última vez que saliste?
Ella – La última vez que saliste tú.
Él – Ah, yo. salir… No sé… Eso debió de ser… Para sacar al perro.
Ella – ¿El perro? El perro está muerto.
Él – No me digas.
Ella – Ya hace años.
Él – Así decía yo… Se me hace que este perro no mea muy a menudo.
Ella – ¿Y?
Él – ¿Y qué?
Ella – Que cuándo saliste por última vez ¿Te acuerdas?
Él – ¿Yo? Ah, sí, Salir… Eso debió de ser… Para tirar la basura.
Ella – ¿La basura?
Él – ¿Porque no?
Ella – Tenemos tragabasuras.
Él – Ah, si, ya me decía yo… Este cubo no se llena nunca. Y el perro, dondé lo hemos enterrado?
Ella – En el jardín.
Él – Supongo que habré tenido que salir para enterrar al perro. El jardín está fuera, ¿no?
Ella – Va, déjalo.
Él – Sí…
Ella – ¿Sabes qué?
Él – ¿Qué de qué?
Ella – Te va a parecer raro pero no estoy segura de haber salido nunca en realidad. El perro se meaba en el césped. Antes de que lo enterráramos debajo, naturalmente.
Él – Mmmm… Yo tampoco. No, desde luego, que yo me acuerde. Porque me acordaría, ¿no?
Ella – Probable.
Él – De todas formas, ¿qué podríamos ir a hacer fuera?
Ella – Con lo tranquilito que se está aquí.
Suena un timbre. Los dos parecen muy sorprendidos
Ella – ¿Qué es?
Él – El timbre
Ella – A saber qué podrá ser…
Él – Voy a ver
Se va y vuelve en un momento.
Ella – ¿Y?
Él – El cartero
Ella – ¿Y qué ha dicho?
Él – Nada, ya se había ido. Pero dejó una carta.
Ella – Los carteros, es lo que suelen hacer. No me gustan las cartas, siempre tengo miedo de que sea una mala noticia. ¿Es una mala noticia?
Mira la carta.
Él – Es una partida de…
Ella – ¿De?
Él – De defunción
Ella – Ay, ¿sí?
Abre la carta.
Él – Señor y señora Domingez.
Ella – ¿Los dos?
Él – Aparentemente sí
Ella – ¿Los conocemos?
Él – Como que me suenan.
Se para un momento a pensar, luego saca su cartera y de ella su canet.
Él – Te vas a reír, pero el señor Domingez soy yo
Ella – Entonces yo soy la señora Domingez?
Él – Probable.
Ella – ¿Estamos casados?
Él mira de nuevo a la carta.
Él – Solo dicen que estamos muertos.
Ella – Habría que escribirles para hacerles ver que es un error.
Él – Sí.
Ella – Pero para eso habría que salir.
Él – No sé si me animaré.
Ella – Con lo bien que se está en casa.
Él – ¿Crees que será un error?
Ella hace señas como de no saber.
Vuelven ambos a sus respectivas tareas.
Oscuro.