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Muertos de la Risa

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Hasta 25 personajes (hombres o mujeres)

Comedia de sketches. Humor negro…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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GUION COMPLETO DE LA OBRA

MUERTOS DE LA RISA

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Los tres golpes

1 – Pésame (mucho) 

2 – Dead line

3 – Salida Nula

4 – Interrogatorio

5 – The end

6 – Juicio express

7 – Florilegio

8 – Champán

9 – Oración funesta

10 – Consulta

11 – Doble Incógnita

12 – Muerto de la Risa

13 – Fuera

14 – Túnel

Por fin


Los tres golpes

Dos personajes entreabren la cortina del teatro para mirar entre bastidores, más o menos discretamente, a los espectadores ya instalados en el patio de butacas en espera del comienzo del espectáculo.

Uno -¿Quién es esa vieja de la primera fila con audífono?

Dos – La de los derechos…

Uno – ¿La de los derechos?

Dos – Sí, la sobrineta del autor, a la que hemos tenido que pedir autorización para representarlo. Y te aseguro que los herederos son a veces más moscas cojoneras que el propio autor cuando vivía.

Uno (con un suspiro) – Para qué montamos autores muertos si hay que pagar a los herederos.

Dos – Bueno, éste, 10 años más y ya estará libre de derechos.

Uno – Esperemos al menos que le guste la función.

Dos – Ese trigo no está todavía vendido. Ten en cuenta que ella asistió al nacimiento de la obra en 1927 y por consiguiente tiene sus puntos de vista propios.

Uno – ¿Para qué ha venido entonces?

Dos – Para contar la entrada y verificar que no la vamos a engañar en su 10%. Y pensar que la hemos tenido que invitar para hacerle la pelota.

Uno – Por ahora tiene los ojos cerrados, ¿se concentra o duerme?

Dos – A lo mejor está muerta

Uno – No, está roncando.

Dos – A lo mejor convendría despertarla. Vamos a dar los tres golpes de aviso.

Uno – Voy a pedir que los den algo más fuertes que de costumbre.

Oscuro. Se oyen los tres golpes.

1 – Pésame (mucho)

Un hombre se recoge delante de una tumba. Otro llega.

Dos – Disculpe, busco la tumba de Velázquez…

Uno – ¿ Diego Velázquez ? ¿ Está enterrado aquí ?

Dos – Perdón… Quería decir, Consuelo, claro… Ando un poco despistado…

Uno – Consuelo…

Dos – Consuelo Velázquez… Ya sabe… (Cantando) : Bésame, bésame mucho…

Uno – Ah, sí… La cantante… Pues, no sé…

El otro empieza a irse, pero luego se detiene, echando un vistazo a la tumba que el primero está mirando.

Dos – ¿ La conocía…?

Uno – Era mi amante…

Dos – Ah… Lo siento.

Uno – No vale la pena, sabe… Era una puta…

Dos – Vamos, no diga eso…

Los dos quedan silenciosos un momento, recogiéndose delante de la tumba.

Dos – Por eso habrá venido después de la ceremonia y no antes… Para no encontrarse con el marido…

Uno – Sí…

Dos – ¿ No la habrá matado usted, verdad ?

Uno – No, no, qué va… La atropelló un tranvía… Justo cuando salía de mi casa… para recoger mi mechero que me había dejado en el coche… Y al cruzar de nuevo la calle para volver… Habían inaugurado la línea el día de antes. Pero se le olvidó…

Dos – Ese es el problema con los nuevos tranvías eléctricos. Son ecológicos, claro, pero como no hay motor, no se les oye llegar…

El primero saca un cigarillo y se lo pone en la boca.

Uno – ¿ Tiene fuego…? Como ya no tengo mechero…

Dos – Claro, como no…

Uno – ¿No estará prohibido, verdad ?

Dos (dándole fuego) – Los cementerios, son los únicos lugares donde todavía tienes derecho a fumar.

El primero enciende su cigarillo.

Uno – Así es como su marido se enteró de que era cornudo… Ella le decía que iba a ver a su abuela al asilo. La vieja no se acordaba nunca de nada. Era cómodo. Pero como el tranvía le pasó por encima enfrente de mi casa… El marido tuvo que sospechar algo…

Dos – Ya ve… Enterarse al mismo tiempo de que eres viudo y eras cornudo…

Uno – Desde entonces, voy andando…

Dos – ¿ Cómo dice…?

Uno – Enterró a su mujer con mis llaves ! Para vengarse, supongo…

Dos – ¿ Sus llaves ?

Uno – ¡ Las de mi coche ! Que le había dado a ella para que me fuera a buscar el mechero…

Dos – Claro…

Uno – Fui a la presentación del cuerpo, y las vi que le salían un poco del bolsillo… Pero como había tanta gente… No pude hacer nada… Y ahora…

Dos – ¿ Y no las tenía duplicadas…?

Uno – Sí… Pero el otro juego lo tiene mi mujer…

Dos – Pues le dice a su mujer que ha perdido las suyas, y ya está.

Uno – Nos separamos… (Enseñando la tumba) Esa puta le acababa de contar que la engañaba con ella… Así que… ¡como para pedirle las llaves… !

Dos – Claro…

Uno – Pronto se hará de noche… ¿ No tendría una pala por casualidad ?

Dos – ¿ Lo dice en serio ?

Un – Así que no tiene pala… ¿ Y lleva coche ?

Dos – ¿ Quiere que le deje en alguna parte ?

Uno – Muy amable. ¿ Hacia dónde va ?

Dos – Hacia el hospital. Vivo justo enfrente. Soy médico.

Uno – Qué raro, ahí vivía también ella. Y su marido era cirujano…

Dos – Sí… Soy su marido…

Uno – Claro. Ahora lo entiendo… he tenido mis dudas al ver el mechero…

El primero saca el mechero de su bolsillo.

Dos – Disculpe… Se lo devuelvo, por supuesto… No sabía de quién era… Y también me sorprendió encontrarlo en su mano cuando me la devolvieron. Como no fuma… Bueno, no fumaba…

El otro coge el mechero.

Uno – Gracias. (Echando un vistazo al mechero) Fíjese. Ni un rasguño…

Dos – Mi mujer, en cambio…

Uno – Lo quiero mas que a la niña de mis ojos… (Poniendo el mechero en el bolsillo) Ella me lo regaló…

Dos – En cuanto a sus llaves… Le juro que no sabía nada, lo siento… No se me ocurrió hurgarle en los bolsillos…

Uno – Le creo, no se preocupe… ¿Para qué me mentiría ahora…?

Se disponen a irse.

Uno – Pero yo creía que usted estaba buscando la tumba de Velázquez… Por eso no desconfié… ¿ Era una trampa…?

Dos – De ningún modo… Pero comprenderá que durante esa interminable ceremonia no tuve tiempo de recogerme en la tumba de Consuelo…

Uno – ¿ Su mujer no se llamaba Carmen ?

Dos – Sí… Sí, sí… Ahora me refiero a Consuelo Velázquez… Bésame mucho… ¿ No recuerda ?

Uno – Ah, sí…

Dos – Es mi cantante favorita… Como sabía que estaba enterrada aqui… Me dije que volvería más tarde para visitarla tranquilamente… No importa, lo haré otro día… (Después de un momento) Siempre me pregunté qué podían hacer con los muertos cuando los cementerios están llenos…

Uno – Se les olvida, supongo… Aparte de algunas celebridades…

Dos – Eso debe de ser la immortalidad. Una perpetua concesión…

Se alejan.

Uno – Es verdad que es un lugar un muy agradable…

Dos – Ella quería ser enterrada aquí…

Uno – Le habrá costado un huevo ¿ No ? Es muy cursi…

Dos – ¡Y que lo diga!… Ese era su lado esnob…

Salen.

Dos – Tiene razón, era una puta…

Uno – Vamos, no diga eso…

Oscuro.

 2 – Dead line

Un hombre sentado frente a una mujer instalada delante de un ordenador.

Ella (mirando la pantalla) – Pues… según los datos que me ha dado, tendría que ocurrir el… 27 de diciembre de 2041.

El – ¿ A qué hora ?

Ella (con una sonrisa) – Bueno, nuestro programa todavía no ha llegado a ese grado de precisión. Digamos por la noche.

El – Ah…

Ella – ¿Algún problema? Si no me equivoco, usted tendrá 76 años y 3 meses… No será muy mayor, claro, pero… teniendo en cuenta su higiene de vida, y su alojamiento insalubre… Se lo aseguro… No podía esperar nada mejor…

El – Sí, lo entiendo, por supuesto, pero es que… El 27 de diciembre… Cae justo en medio de las fiestas, entre Nochebuena y Año Nuevo… No me viene bien. Mi mujer y yo, llevamos una tienda de chocolate. Realizamos la mitad de nuestro volumen de ventas durante esta última semana del año…

Gesto de ella para significar que lo siente, pero que no puede hacer nada.

El – ¿ Y si yo dejara de fumar…?

Ella – Bueno, en ese caso… Vamos a ver… (Golpeteando en su teclada) No fumador… ¿ Así que definitivamente no piensa cambiar de casa…?

El – Vivimos con mi madre. Justo encima de la tienda. Y no pagamos nada.

Ella – Bien… Lo que nos daría… El 29 de febrero de 2044… Es un año bisiesto…

El – Mmmm…

Ella – Usted ganaría casi tres años.

El – No sé si vale la pena…

Ella – Usted verá…

El – ¿ Y si dejara también el coñac…?

Ella – Tampoco tiene uno que dejar de vivir sólo para morir un poco más tarde…

El – Claro… ¿ Y mi mujer…?

Ella – Bueno, eso, la verdad, no tiene mucha incidencia. Más bien sería bueno para el corazón… y para la próstata. El sexo… Sin exceso, claro…

El – No, quiero decir… Mi mujer… ¿ Para cuándo…?

Ella – Ah, sí… perdón… Pero, no… Lo siento… Estas previsiones son únicamente individuales, y tienen que permanecer estrictamente confidenciales…

El – Lo entiendo, pero… ¿ Antes o después de mí…?

Ella – Aunque lo supiera, no se lo podría decir… No insista, por favor…

El – Mmmm… (Pensativo) Ella no fuma…

Ella – Bueno, eso no significa nada… Además, hay que tener en cuenta el tabaquismo pasivo…

El – Mi esposa me obliga a salir al balcón para fumar…

Ella – Podría tener un accidente de coche… Digo, sin usted a bordo…

El – No tiene el carné…

Ella – A lo mejor, quién sabe, puede ser atropellada cruzando la calle… Sin hablar de los accidentes domésticos… No se imagina usted los horrores que pueden acontecer en una cocina… O en una casa en general. Todavía más si es muy antigua y muy mal cuidada como la suya. Un escape de gas… Una caída por las escaleras…

El (pensativo) – Un secador cayendo accidentalmente en la bañera…

Ella – ¿ Pero por qué le preocupa tanto que su esposa muera antes que usted ? (Cómplice) ¿ Quiere evitarle la pena de sobrevivirle…?

El – No, no es eso… Es… por lo del panteón…

Ella – ¿Sí…?

El – Desde que mi padre falleció, no queda más que un sitio libre en este panteón…

Ella – ¿ Y…?

El – Pues… Yo, la verdad, es que me llevaba muy mal con mi padre… Así que no querría… Usted me entiende… De modo que si mi mujer iba a marcharse primero, lo arreglaría todo… Le dejo el último sitio libre en el panteón, y yo, me puedo instalar adonde sea. Un poco más lejos de mi padre… Sin armar follón…

Ella – Claro…

El – ¿ Y si me pongo a hacer deporte…?

Ella – Si no se trata de un deporte demasiado violento… ¿ En cual pensaba ?

El – Yo que sé… ¿ Algo de pesca…?

Ella – Un barco siempre se puede hundir…

El – Puedo pescar en la playa…

Ella – Preveen un maremoto en la costa en 2040…

El suspira, y parece resignarse.

El – Bueno, pues… Tendré que conformarme con el 27 de diciembre del 41…

Se levanta para marcharse.

El – Se me olvidó preguntarle… ¿ De qué muero, exactamente…? ¿ Cáncer de pulmón ?

Ella – Ah, es verdad… Espere un momento…

Ella lo averigua en su ordenador.

Ella – Ya le había avisado de que su alojamiento es insalubre…

El no entiende.

Ella – El balcón… Se desploma… Creo que, decididamente, usted debería dejar de fumar…

Oscuro.

 3 – Salida Nula

Una mujer de luto llega por un lado, con cara de circunstancias, y una corona fúnebre en la mano. Saca un pañuelo de su bolso y enjuga una lágrima. Se oye el sonido de su móvil. Ella contesta con voz muy afectada.

Mujer 1 – ¿ Sí…? Ah, eres tú… Sí, sí, ahora mismo estoy en el tanatorio. La verdad es que no lo había visto desde hace años, pero en fin… A pesar de todo, es muy emocionante. Quería verlo por última vez… Para despedirle…

Otra mujer, de luto tambien, llega por el otro lado.

Mujer 1 – Tengo que dejarte, lo siento. Mi hermana acaba de llegar. Te llamaré más tarde ¿ de acuerdo ? Gracias por haber llamado…

Las dos mujeres se abrazan, sin cariño.

Mujer 2 – Menos mal que me has avisado… Yo ni siquiera recibí la esquela de defunción. (Señalando el otro lado) ¿ Está ahí…?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – ¿ Le has visto ?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – Hace lo menos diez años… Habrá cambiado, ¿ no ?

Mujer 1 – Claro… Está muerto.

Mujer 2 – Sí… La verdad es que no estoy muy segura de querer entrar ahí. Para verle así… Yo nunca ví a un muerto. Quizás debería quedarme con la imagen de la última vez que lo vi. Lleno de vida…

Mujer 1 – Vamos. Hazlo por él. Estoy segura de que le habría hecho mucha ilusión verte una última vez.

Mujer 2 – Bueno…

Se dirige sin entusiasmo hacia el lado de la cámara mortuoria y desaparece.

Su hermana se queda sola y enjuga otra lágrima.

Mujer 1 – Dios mío…

La otra vuelve, un tanto perturbada.

Mujer 1 – ¿ Ya…?

Mujer 2 – ¿ Me dijiste que estaba ahí, verdad, por esa puerta a la derecha?

Mujer 1 – Sí… ¿ Por qué ?

Mujer 2 – Si no es él…

Mujer 1 – No le has visto desde hace diez años. Por fuerza tiene que haber cambiado.

Mujer 2 – ¿ Hasta cambiar de sexo…? Es una mujer la que está en el ataúd.

Mujer 1 – ¿ Seguro…?

Mujer 2 – Una mujer que, encima, no se le parece en nada… ¿ No te diste cuenta ?

Mujer 1 – Mira… Estaba tan conmocionada esta mañana… Se me cayeron las lentillas de contacto en el lavabo. Debe de ser la puerta a la derecha. Hay dos capillas ardientes… Voy a ver.

Mujer 2 – Mejor voy yo, ¿ no ?

Desaparece otra vez, dejando su hermana todavía más perturbada. Pero la otra vuelve en seguida.

Mujer 1 – ¿ Y bien ?

Mujer 2 – Tampoco es él.

Mujer 1 – ¿ Estás segura ?

Mujer 2 – A menos que nos haya ocultado toda su vida que era negro… Enséñame la esquela… A lo mejor, te equivocaste de dirección. Tanatorios, hay muchos…

Mujer 1 – Dios mío… Me impresionó tanto saber que había muerto. Y ahora, ni siquiera vamos a poder asistir a su entierro…

Sale una esquela de su bolso y se la da a su hermana.

Mujer 2 (echando un vistazo a la esquela) – Pues, no… Aquí está… No lo entiendo… La dirección es correcta… (Leyendo) Comunican con profundo dolor el fallecimiento de… ¡ Pero no es su nombre !

Mujer 1 – No es posible ! Dame eso…

Coge la esquela de las manos de su hermana, y la mira frunciendo el ceño para compensar la ausencia de sus lentillas.

Mujer 1 – ¡ Joder ! Es el apellido de los vecinos… Ocurre al menos una vez por semana…

Mujer 2 – ¿ El qué ?

Mujer – ¡ Que el cartero se equivoque ! Bueno, Martínez, Ramírez… Se parece mucho, ¿ no ? Yo tampoco me di cuenta…

Mujer 2 (consternada) – Así que no ha muerto…

Mujer 1 – Lo siento, de verdad… (Tenso silencio) ¿ Y qué hago yo ahora con la corona?

Mujer 2 – No esperes que el florista te devuelva el dinero…

Mujer 1 – ¡Imagínate si se pusieran a reembolsar las coronas después de los entierros…!

Mujer 2 – Pues déjala aquí… Para honrar la memoria del difunto de tus vecinos…

Mujer 1 – Sí… Aunque no parece que se preocupen mucho por él. Ni siquiera han venido a despedirle…

Mujer 2 – No tendría que sorprenderte. Tú tienes la esquela de defunción…

Mujer 1 – Dios mío, es verdad. ¿Cómo voy a anunciarles eso ahora…?

Mujer 2 – Sí… Creo que ya vas a necesitar toda la delicadeza de la que seas capaz…

Mujer 1 – Por lo menos, él no ha muerto… Pero bueno… (Suspirando) Con lo que me costó decirle adios…

Mujer 2 – Pues así, esta hecho. Por si acaso…

Se van.

Mujer 2 – ¿ Irás a verlo ?

Mujer 1 – ¿ A quién ?

Mujer 2 – ¡ A él !

Mujer 1 – ¿ Para qué ?

Mujer 2 – No sé. Como tenías tanto interés en despedirte de él. Así podrías hacerlo mientras está vivo.

Oscuro.

 4 – Interrogatorio

El primero (o la primera) va y viene por detrás del segundo (o la segunda), sentado en una silla.

Uno – Acabarás por hablar, sabes. He doblegado a más resistentes que tú, te lo aseguro…

Dos (como si recitara una lección) – Soy inocente, se lo juro.

Uno – Claro, como siempre. Lo que dicen todos. Bueno, otra vez : nombre, apellido, fecha de nacimiento, profesión…

Dos (aburrido) – Pedro Sinsilla, 33, enfermero…

Uno – ¿Y dónde estabas, Sinsilla el miércoles por la noche, a eso de las doce?

Dos – En la cama. Durmiendo.

Uno – ¿ Solo ?

Dos – No, con mi novia.

Uno – Y, naturalmente, vas a decirme que ella también estaba durmiendo…

Dos – Pues sí. A las doce… Trabajamos los dos. Tenemos que madrugar mucho.

Uno – Por lo menos, podrías tener un poco más de imaginación.

Dos – No tengo nada más que decirle.

Uno – Ya… Pues de todas formas vas a decírmelo.

Dos – ¿ Decirle qué ? ¿ Que no tengo nada que decir ? Si acabo de decirle…

Uno – No te pases conmigo. No estás seguro de ganar.

Dos (levantándose) – Eso está claro…

Uno – ¡Siéntate, Sinsilla !

El otro está muerto de risa.

Uno – ¿ Quieres que te inculpe también por desacato a la policía ?

El otro vuelve a sentarse suspirando.

Uno – Muy bien… Entonces… ¿ Qué estaba diciendo…? Ah, sí… ¿ Que dónde estabas el martes por la noche ?

Dos – ¿ No habías dicho el miércoles ?

Uno – Bueno, martes, miércoles, qué más da… ¿ Dónde estabas ?

Dos – La verdad es que no recuerdo.

Uno – ¿ Cómo que no recuerdas ? Acabas de decirme que estabas en la cama, follando a tu novia.

Dos – No, eso era el miércoles…

Uno – ¡ Cabrón ! ¿Vas a hablar, o no ?

Da un golpe violento con la mano en la mesa que se desploma. En seguida hace una mueca de dolor y se coger la mano con la otra.

Uno – ¡Hostia puta!

Dos – Pero ¿qué coño…?

Un – ¿A ti qué te importa…? ¡Joder…!

Dos – ¿ Duele mucho…?

Uno – Me he destrozado la mano…

Dos – A ver… Soy enfermero, ¿ no te acuerdas ?

El otro se deja examinar.

Dos – Está bien. No hay fractura.

Uno – ¿ Por qué me duele tanto, entonces ?

Dos – ¡Qué bestia eres ! Has roto la mesa. Hasta has llegado a darme miedo. Casi he llegado a creer que me ibas a dar una chuleta de verdad…

Uno – Perdón… No me di cuenta…

Dos (suspirando) – ¡Qué coñazo estos entretenamientos! Además, estoy harto de hacer de acusado.

Uno – Pues la próxima vez harás de policía. Ya verás si de verdad es más divertido…

Dos – Vale… ¿ Descansamos un rato ?

Uno – De acuerdo.

Saca un paquete de cigarrillos, y le ofrece uno a su colega.

Dos – Gracias, dejé el tabaco la semana pasada.

El otro se dispone a encender su cigarrillo.

Dos- Oye… no quiero parecer demasiado estricto respecto al reglamento, pero sabes que ahora está prohibido,…

Uno – ¿ Cómo ?

Dos – Esto es un lugar público ¿o no?

Uno – Joder… ¿ Por qué escogí este curro de mierda…? Así que ahora, un policía ni siquiera tiene el derecho de ofrecer un cigarillo a un acusado durante un interrogatorio ?

Dos – Podría demandarte…

El otro vuelve a meter el cigarrillo en el paquete.

Uno – Bueno, pues seguimos, entonces…

Dos – ¿ Tú haces de acusado ?

Uno – Vale.

Se sienta en la silla, y el otro empieza a ir y venir por detrás de él durante un rato. El primero se impacienta.

Uno – Bueno… ¿ Y qué ? Me estoy durmiendo…

Dos – ¡ Espera un poco, joder ! Me estoy concentrando…

Sigue concentrándose un rato, antes de atacar.

Dos – ¡ Vamos, maricón ! ¿ Dónde estabas el miércoles por la noche a eso de las doce ? Acabarás por decirmelo, así que más vale que me lo digas en seguida… y ganaremos tiempo…

Un – Pues, el miércoles a las doce, estaba atracando el super de mi barrio.

Se ríe.

Dos – Joder… Eso no vale… No tienes que decírmelo tan pronto…

Uno (mirando su reloj) – Mira, ya son las ocho… Se acabó, ¿ no…?

Dos – Bueno… Además, tengo que volver temprano a casa… Mi novia me lleva al teatro esta noche.

Uno – No me digas…

Dos – A ver si no es tan aburido como la última vez. Me tuvo que despertar en el descanso…

Se disponen a irse.

Uno – ¿ Y el miércoles por la noche a eso de las doce, que hacías en realidad ?

Dos – Estaba en la cama, fíjate. Como te he dicho.

Uno – ¿ Con tu novia ?

Dos – No, con la tuya, tonto.

Se van.

Uno – ¿ De verdad…?

Oscuro.

5 – The end

Un hombre mirando fijamente hacia la sala.

Otro llega. Parece que busca por dónde ir.

Dos – Perdona. La tumba de Jim Morrison, ¿ sabes dónde se encuentra…?

Uno (saliendo de sus pensamientos) – Ni idea.

El otro mira a su alrededor.

Dos – La última vez que estuve aquí fue para el funeral, pero estaba tan colocado… No recuerdo nada… (Mirando también hacia la sala) ¿ Lo conocías ?

Uno – ¿ A Morrison ?

Dos – A ése… al que están enterrando ahora… Mucha gente… ¿ Era famoso ?

Uno – Un filósofo… que también escribía obras de teatro.

Dos (comentando con ironía una oración fúnebre que no se oye) – Era un sabio pensador, un profesor generoso, un amigo fiel… Bla bla bla… No me extrañaría que escribiera libros aburridos, manoseara a sus alumnos, y debiera dinero a todo quisque…

El otro le mira con curiosidad.

Dos – Los cabrones también mueren ¿no? Y encima, casi siempre más viejos que los demás. Pero al final también la palman. Pero ¿dónde los entierran? Mira todos esos epitafios. A mi querido esposo… A nuestro amado padre… A nuestro adorado jefe… Y a los tíos que engañaban a su mujer, que pegaban a sus hijos y esplotaban a sus empleados ¿dónde los entierran? No me explico de dónde viene esa extraña costumbre de santificar a los cabrones cuando han muerto.

Uno – Supongo que será por la gratitud de los que dejan atrás por habérselo quitado de encima.

Dos – En todo caso, aunque sólo fuera por eso, valdría la pena asistir a sus propios funerales. Para poder oír a los que no te tragaban estando vivo proclamar hasta qué punto eras un tipo formidable…

El otro le mira con interés.

Dos – ¡Joder… y ahora el minuto de silencio! No nos habrán ahorrado nada.

Silencio.

Dos – Una obra de teatro escrita por un filósofo debe de ser un coñazo ¿ no ?

El otro parece un poco ofuscado.

Dos – Perdón… ¿ Quizá era un amigo… o un pariente ?

Uno – Yo tampoco quería perderme mi entierro… (Presentándose, tendiendo la mano) Jean-Paul…

Dos (apretando la mano que el otro le tiende) – Jim…

Uno – No te habría reconocido. Por entonces tenías el pelo largo ¿ no…?

Dos – Sí… Y tú bizqueabas un poco.

Un – Sólo de un ojo. (Suspirando con filosofía) Pero ya no somos más que esencia, ¿ verdad…?

Jim saca un cigarillo.

Dos – Ya podemos fumar sin miedo al cáncer… Come on, baby, light my fire.

Jean-Paul enciende el cigarillo.

Uno – Lo siento, pero no conozco mucho su discografía…

Dos – Yo tampoco leí tus libros… El existencialismo, ¿ no era eso ?

Uno – Sí…

Dos (irónico) – Ser o no ser…

Jean-Paul parece preguntarse si Jim le esta tomando el pelo o no.

Uno – Esa es de otro dramaturgo, pero bueno… ¿ Estás seguro de que enterraron a Morrison en el cementerio de Montparnasse ?

Dos – ¿ No ?

Uno – Yo diría más bién en el de Père Lachaise….

Dos – Joder, no me acuerdo de nada. Estaría colocadísimo…

Oscuro.

6 – Juicio express

Dos sillas y una mesa. Un hombre en mono de color naranja (como los de los presos en Guantanamo) entra y se pone a esperar. Llega una mujer en toga de abogada, muy excitada, con el móvil pegado al oído. Saluda con un gesto a su cliente y empieza a instalarse, mientras termina su conversación.

Abogada (al teléfono, mientras se sienta a la mesa y saca unos documentos de su cartera) – Mire, veinte años, no está mal. Con otro juez… y otra abogada, habría podido ser mucho más. Bueno, un poco más… No, créame, viente años está muy bién. En diez años, la condicional. Diez años pasan como un suspiro, se lo aseguro. Me casé hace diez años, y me parece que fue ayer. Bueno, perdón, pero tengo que dejarle, estoy ahora mismo con otro cliente, y… Sí, es inocente de verdad, ya lo sé. Pero bueno. ¿ Qué le vamos a hacer ? No se puede ganar siempre. Le vuelvo a llamar más tarde, ¿de acuerdo ? Chao, chao… (Guarda su móvil) ¡ Qué coñazo de hombre…!

Con una sonrisa comercial, se vuelve hacia el hombre.

Abogada Siéntese Señor… (Echa un vistazo a sus documentos) Martínez.

Hombre – Sánchez…

Abogada – Empezamos bien… Siéntese, Señor Sánchez, por favor (Tachando en el documento) No se puede imaginar… los documentos judiciales están llenos de errores de mecanografía. Sin contar las faltas de ortografía… Es para pensar que todos esos jueces son analfabetos. (Suspira) Y luego nos sorprendemos de que haya tantos inocentes en la cárcel… (Sonriendo de nuevo) Pero no se preocupe, vamos a sacarle de aquí ¿verdad? Bueno, de qué se le acusa, exactamente…? (Hojea sus documentos) Vamos a ver… Uiiii… Fíjese… Como una auténtica novela, ¿ no ? Tiene más páginas que El Quijote. Ya me preguntaba yo por qué mi cartera pesaba tanto… Pero ellos no se dan cuenta, no. Si yo tuviera que leerme todo esto… Bueno, resumiendo : Usted partió a su esposa en dos con una hacha, ¿ No es cierto ?

Hombre – No…

Abogada – ¡Perfecto! Es exactamente la respuesta que esperaba. Se trata de un accidente doméstico, claro…

Hombre – No…

Abogada – ¡Usted es inocente! Aún más sencillo. Estoy segura de que vamos a trabajar bien juntos, Señor Ramírez. Negarlo todo y no perder el tiempo con los detalles. Es la estrategia de defensa que recomiendo a todos mis clientes. Bueno, no siempre funciona, pero créame, es mucho más rápido que leer todos esos aburridos documentos. Las circunstancias atenuantes, la infancia desgraciada, el instante de locura, todo el rollo… Muy complicado. Para un resultado más bien incierto. Muy bien, lo vamos a hacer así. ¿ Usted conoce el juego del ni sí ni no ?

Hombre – Sí…

Abogada (bromista) – ¡Ah, ya se la pegué! Pero mi juego es todavia más sencillo: usted tiene que contestar no a todas la preguntas. ¿ Listo ?

Hombre (prudente) – Mmmm…

Abogada – ¿ Partió usted a su mujer en dos ?

Hombre – No…

Abogada – ¿ Tiene usted una hacha ?

Hombre – No…

Avocate – ¿ Se vistió alguna vez de mujer ?

El móvil de la abogada suena.

Abogada – Un momento, por favor… (Contesta) ¿Sí…? ¡Ah, sí, mi amor! ¿Cómo estás ? Pues no, tengo que ir a la peluquería a las cinco, y me quedan media docena de clientes por atender. ¿Te podrías ocupar del champán? Creo que no voy a tener tiempo… Ah, antes de que se me olvide, he invitado también al juez con su mujer, y al procurador con su amante… Así que serán tres cubiertos más… No tres, la amante del procurador es la mujer del juez. Muy bien, gracias… Eres un amor. Mil besos. Yo también… Hasta luego…

Guarda su móvil.

Abogada – Bueno… ¿Dónde nos habíamos quedado, Señor Hernández…?

Hombre – Sánchez…

Abogada – Claro. Hernández es el apellido de mi criada. O Fernández, no recuerdo. Bueno, es igual, verdad… Así que usted no mató a su mujer, y se acabó. Créame, así nos evitamos muchas complicaciones… Y al contestar no a todas las preguntas, usted está seguro de no contradecirse. ¿Tiene usted otra cosa que contarme, Señor Gómez ?

Hombre – Bueno… Sí…

Abogada (bromista) – Ah, otra vez cayó en la trampa… La buena respuesta era no. Bueno, tengo que dejarle, Señor González. Me quedan muchos inocentes como usted que salvar hoy antes de poder ir a la peluquería… Nos vemos mañana en el tribunal ¿de acuerdo? Y de nuevo, no se preocupe. Estoy convencida de su inocencia (Con segunda intención) Además, recibo al juez a cenar esta noche… Intentaré hablarle en su favor cuando esté un poco borracho. (Para sí misma) Pero antes de que empiece a ponerse cachondo como la última vez… Vamos, hasta luego, Señor Márquez…

La abogada sale, tan excitada como había entrado. El hombre se queda ahí, perplejo. Luego se da la vuelta. Se puede leer en su espalda en el mono una inscripción como « Servicio de Reparaciones ».

Hombre – Bueno, Manolo, ¿qué coño estás haciendo con la escalera? No nos vamos a pasar todo el día aquí para cambiar una bombilla, ¿no?

Oscuro.

7 – Florilegio

Dos mujeres miran dos tumbas que imaginamos. La primera echa un vistazo hacia la segunda.

Un – ¡Enhorabuena! Eso sí que es una tumba bien florida… De verdad que es magnífica.

Dos – Gracias… Pero es mucho trabajo, sabes… Aunque cuando se ve el resultado, se olvida todo lo demás…

Un – Claro.

Dos – ¿Y las tuyas, se las compraste al florista de al lado?

Un – Qué va… yo misma las cultivo. Y escúchame bien… ¡sin abonos químicos, faltaría más!

Dos – Lo que yo te diga… Las flores biológicas, no hay nada mejor.

Un – Confieso que pensé en incinerar al mío, pero bueno, la incineración. No resulta muy ecológico, ¿ verdad ?

Dos – Por supuesto… Y el suyo, ¿murió hace tiempo…?

Un – Hará viente años el 24 diciembre…

Dos – ¡Dios mío! ¿ El 24 de diciembre ?

Un – Pues sí… La nochebuena… Ya te puedes imaginar lo animada que estaba para celebrarla…

Dos – ¿Un hueso de pavo que se le atragantó..?

Un – No… Le atropelló un coche… Un borracho que ni siquiera tenía el carné.

Dos – A ellos habría que matarlos…

Un – Por lo menos, murió en el acto. No sufrió. ¿Y el tuyo?

Dos – Cinco años exactamente. Es su cumpleaños…

Un – Deja un gran vacío, ¿verdad?

Dos – Sí… Tengo otro, pero bueno. No es igual…

Un – Claro.

Dos – ¿ Y tú, tienes otro ?

Un – No. Ni siquiera tuve ganas. Sabía que no podía ser sustituido… Tengo un gato. Pero un gato… no es igual.

Dos – A pesar de todo… hay que seguir viviendo. ¿Tienes hijos?

Un – Tres. Pero bueno… Tampoco es igual, ¿ verdad ? No hay sustitución posible.

Dos – Sobre todo cuando crecen. Y se marchan de casa.

Un – Ellos, de no haber muerto prematuramente, nunca nos habrían abandonado.

Dos – Claro… Pero no viven tanto tiempo como nosostras, lo sabemos. Tendríamos que estar preparadas…

Un – Si… Y a pesar de todo, cuando ocurre, es un trauma. ¿ Como encontraste el tuyo ?

Dos – Por internet.

Un – Ah, sí… En mi caso, hace veinte años… todo ese rollo aún no existía… Recogí el de la vecina. Ya no lo quería…

Dos – Es horrible… Hay mujeres así… Escogen uno, y luego se dan cuenta de que no es exactamente lo que habían imaginado… Así que prefieren abandonarle… Afortunadamente, estabas allí para recogerle… Estoy segura de que fue muy feliz contigo el tiempo que vivió…

Un – ¿ Tienes una foto ?

Dos – Mira, ahí hay una, en su sepultura.

Un – Ah, sí, no la había visto… Dios mío, qué mono era… Con esas orejas. Son tan grandes que casi le tapan los ojos…

Dos – Si lo hubieras visto con unos años menos. Con más pelo. ¿ Y el tuyo ?

Un (enseñándole una foto) – Mira…

Dos – Ah, sí… Con el pelo rizado… Muy cariñoso, ¿ verdad ?

Un – Un amor…

Suspiran.

Un – Bueno, ya me tengo que ir. Creo que nos estan esperando para cerrar las puertas.

Dos – ¿ Vienes muy a menudo ?

Un – En cuanto puedo. Pero se me hace lejos… ¿ Y tú ?

Dos – Yo, afortunadamente, vivo justo enfrente. La verdad es que de la ventana de mi cocina, puedo verlo…

Un – Qué suerte… Así que nos volveremos a ver…

Dos – Si Dios quiere.

Empiezan a irse.

Un – ¿ Y el tuyo, de que murió ?

Dos – Una larga enfermedad, como dicen cuando no saben. Al final, sufría tanto… Tuve que llevarlo a que le pusieran la inyección.

Un – Vamos, piensa que donde están ahora, ya no sufren más.

Dos – ¿ Crees que hay un paraíso para ellos también ?

Un – Vete a saber… Puesto que ya hay cementerios…

Oscuro.

8 – Champán

Una mujer toma una copa de champán. Alguien llama a la puerta.

Dos (desde fuera) – ¡ Policía !

La mujer abre la puerta.

Un – Entre, por favor. Le estaba esperando.

La segunda mujer entra.

Un – ¿ Ha venido sola ?

Dos – Es que estamos cortos de efectivos por ahora… Mi colega tenia algo que arreglar…

Un – ¿ Nada grave, espero ?

Dos – No… Un accidente en un circo. Un tigre que mordió a su domador.

Un – ¿ Ha muerto ?

Dos – ¿ Quién ? ¿ El tigre ? Lo decía de broma… Sin embargo, la fiera le había cogido la nalga, y no quería dejarla. Tuvimos que anestesiarle…

Un – ¿ A quién ? ¿ Al domador ? Lo decía de broma…

Se rien las dos.

Dos – Está abajo, en el coche celular… Me refiero al tigre. Espero que no se desperte demasiado pronto… (Después de un momento) Bueno… ¿ Dónde es ?

Un – Aqui al lado, en la habitación.

Dos – Entonces, si no le molesta, voy a echar un vistazo…

La policía desaparece un momento por el lado de la habitación.

Dos (desde fuera) – Ah, sí…

Vuelve en seguida.

Dos – Y… si me permite la indiscreción, ¿cómo hizo usted eso ? Porque viéndola así, tan… delgadita.

Un – Con un cuchillo de sierra.

Dos – Un cuchillo de sierra…

Un – Un cuchillo eléctrico. De pilas. Para cortar el pan… o el jamón.

Dos (impresionada) – Y pensaba… trasladar los trozos. ¿ Ponerlos en una bolsa de basura, quizás ?

Un – No les habría llamado a ustedes…

Dos – Claro.

Un – ¿Un poco de champán?

Dos – Es decir que… ¿ Bueno, por qué no ?

Ella le sirve una copa.

Un – Gracias. Bueno, pues… Salud…

Beben.

Un – ¿ No me pone las esposas ?

Dos – ¿ Cuántos esposos tenía usted ?

Un – Sólo uno.

Dos – Entonces, no hay ningún riesgo de que reincida en seguida, ¿ verdad ?

Las dos sonríen y beben de nuevo.

Dos – Está bien fresquito, eh… Perdón, pero una última pregunta. Sólo por saber… ¿ Por qué dos trozos solamente ? ¿ Se agotaron las pilas…?

Un – Mi marido no conseguía escoger entre su amante y yo. Por lo tanto, opté por una partición equitativa.

Dos – Los hombres, todos son iguales…

Un – ¿ Está usted casada ?

Dos – Viuda.

Un – Perdón… Lo siento…

Dos – No, por favor… No vale la pena, se lo aseguro…

Un – No me diga que usted también…

Dos – Qué va… No hubiera podido entrar en la policía… Ya no son tan estrictos como antes, pero si ya tienes algún antecedente, claro, lo tienen en cuenta… No, mi marido murió estúpidamente… Por culpa de la cerveza… Al salir de un bar…

Un – Tenía un problema con la bebida…

Dos – ¡ Ni tan siquiera ! Estúpidamente, he dicho… Le atropelló un camión de San Miguel.

Un – Qué pena… Como digo yo : uno tiene que aprovechar las cosas buenas de la vida cuando todavía puede… ¿ Un poco más de champán ?

Dos (tendiendo su copa) – ¿Entiende usted ahora por qué no le pongo las esposas…?

La primera llena otra vez la copa de la segunda.

Dos – ¿ Usted la conocía ?

Un – ¿ A quién ?

Dos – A la amante de su marido…

Un – Personalmente, no. Solo sé que es policía.

Dos – Una colega, entonces… Bueno, hay guarras en todas partes. Y créame, todavía más en la policía…

Un – ¿ Le puedo hacer una pregunta ?

Dos – Cómo no…

Un – ¿ Usted cree en el azar ?

Dos – Bueno, en este oficio…

Un – Entonces, créame, usted no esta aquí por casualidad.

Dos – ¿ Francisco ?

Un – Es mi marido, sí. Bueno, era…

Dos – ¡ Si me habia dicho que era viudo, se lo juro !

Un – Eso prueba que todo el mundo puede equivocarse…

Dos – Dios mío. Ni siquiera le había reconocido al verlo así. En dos trozos… Así que usted me tiene que odiar, por supuesto…

Un – Le mintió a usted, también, ¿ no es cierto…?

Dos – El muy cabrón… Si usted me permite… ¿ Y ahora qué ?

Un – Pues como le he dicho. Compartimos. ¿ Tiene usted una parte preferida ?

Dos – Es que… No va ser tan sencillo… Tengo que escribir un informe. Y me va a costar hacer pasar esto por un accidente doméstico…

Un – ¿ Un suicidio ?

Dos – ¿ Un tipo que se hace harakiri con un cuchillo de sierra con pilas…?

Un – Entonces no hay más remedio que hacer desaparecer el cuerpo.

Dos – ¿ Alguna idea ?

Un – ¿ El tigre…? Tendrá hambre ¿no…? Si quería comerse a su domador…

Dos – Es un tigre muy viejo… Sólo le quedan dos o tres dientes… Por eso escogió la parte más blanda…

Un – Voy a comprar más pilas…

Oscuro.

9 – Oración funesta

Un hombre (o una mujer) se recoge ante un ataúd abierto. Otro (u otra) llega. Un jarrón con flores sobre un velador.

Dos – Hola, buenos días… (Vacilante) ¿ Me reconoces…?

El otro no parece reconocerle.

Dos – Rafael…

Uno – Ah, sí, por supesto… Hace tanto tiempo…

Dos – Vine en cuanto me enteré.

Uno – Sí. Yo también…

Dos – No le había vuelto a ver desde el colegio. No sé si le hubiera reconocido. Ha cambiado, ¿ verdad ?

Uno – Sí. Está muerto…

Dos – Fue un profesor inolvidable, ¿ verdad ?

Uno – Han pasado más de treinta años, y todavía le recordamos.

Dos – Hay profesores así, que te marcan con su impronta de por vida.

Uno – Es cierto…

Dos – No estoy seguro que, sin él, todavía me acordara de memoria de mis declinaciones alemanas.

Uno – Era un excelente pedagogo…

Dos – Mmm… Algo severo quizás…

Uno – Adolfo…

Dos – El Fürher, como le llamabamos.

Uno – Lo decíamos en broma…

Dos – Los chicos son crueles, a veces… Era sólo para divertirse un poco…

Uno – Seguro que él no nos daba muchas ocasiones para reirse…

Dos – ¿ Te acuerdas de cuando casi te rompió un dedo con su regla porque te habia sorprendido metiéndotelo en la nariz ?

Uno – Y que lo digas… (Enseñandole su mano) Mira, todavía se puede ver la cicatriz… Y tú, cuando dejó colgado en el perchero durante toda la hora de clase porque habías confundido el dativo con el genitivo…

Dos – Mira, me ha quedado una marca roja alrededor del cuello…

Uno – Es lo que tu decías : hay profesores que te marcan con su impronta de por vida…

Dos – Verle así tendido aquí dentro, con su bigotito… Treinta años después…

Uno – Sí… Yo tampoco, me lo habría perdido por nada del mundo… Ahora vivo en París. ¿ Y tú ?

Dos – En Los Angeles.

Un – Así que tú tampoco tendrás muchas oportunidades de sacar provecho de tu perfecto conocimientos de las declinaciones alemanas…

Suspiros.

Uno – Bueno… Todo eso era hace mucho tiempo.

Dos – Sí. Era otra época…

Uno – Tampoco vamos a cabrearle, ya que no está aquí para defenderse.

Dos – Tienes razón… Que en paz descanse.

Permanecen un momento en silencio, mirando fijamente hacia el interior del ataúd, con recogimiento.

Uno – ¿ No tenía los ojos cerrados cuando hemos llegado…?

Do – No sé… Sí, es posible… Me parece que sí…

Uno – Tengo la sensación de que nos está mirando…

Dos – Con la misma mirada aviesa de antes…

Uno – Y si no estuviera realmente muerto…

El otro coge el jarrón, le quita las flores, y asesta un golpe en el cráneo del muerto. Luego repone las flores en el jarrón y el jarrón en el velador.

Dos – Bien. Ahora sí que está muerto.

Uno – Que descanse en paz (Después de un momento) No creo que tengamos problemas ¿no?

Deux – No podíamos arriesgarnos a que fuera incinerado vivo.

Un – Tienes razón. Es el último favor que podíamos hacerle…

Se disponen a irse.

Dos – No le gustaban mucho los judios, si no recuerdo mal

Un – Quieres decir que era totalmente antisemita…

Se van.

Uno – Y por otra parte… ¿has vuelto a ver otra gente del colegio ?

Oscuro.

10 – Consulta

Un hombre entra en una sala de consulta. El médico está sentado a la mesa ocupado en rellenar papeles.

Médico (sin alzar los ojos) – Siéntese, por favor.

Paciente – Gracias.
El paciente se sienta. El médico termina de rellenar un papel y dirige a su enésimo cliente una mirada cansada que pretende, a pesar de todo, ser atenta.
Médico – Dígame, ¿qué le trae por aquí?

Paciente – Pues… No sé cómo decírselo, pero creo que he atrapado la Muerte.

Médico – Ah bueno, ya se sabe. En fin, en este momento, es lo que hay. Se trata de un virus que anda por ahí. Pero créame, eso se pasa. Es lo de siempre. La nariz como un grifo… Un picor intenso en la garganta… Un como cansancio…

Paciente – No, no, doctor, todo va muy bien… No estoy enfermo… Lo que quiero decir es que… Realmente he atrapado a la muerte.

El médico parece un poco fuera de órbita.

Médico – Sí (Echando mano de los buenos reflejos de toda la vida que siempre le han sacado con bien de estas situaciones cotidianas) Bueno, le voy a recetar un pequeño tratamiento preventivo, caso que… (Saca una receta que empieza a rellenar como un autómata) Un cocktail de vitaminas para despertar ese sistema inmunitario un poco adormecido por el frío, un jarabe para aliviar la garganta, aspirina para el dolor de cabeza… (Dirige la receta hacia el paciente) Con esto, pasará el invierno sin más problemas…

Pero el paciente no recoge la receta.

Patciente – Ya sabía yo que no iba a ser tan fácil

Médico – Se trata de un tratamiento corriente cien por cien. Como los que prescribo 30 veces al día mínimum.

Paciente – Doctor, he atrapado a la Muerte, está encerrada en el Seat Ibiza que está aparcado en mi garaje en Albacete.
El médico sale poco a poco de su estupor, creyendo casi reconocer al típico paciente gracioso capaz de romper la rutina de una jornada tan anodina como las demás.
Médico – Sí… Cuénteme usted eso…
Paciente – Bien, ayer por la tarde decidí poner fin a mis días.

Médico – Mmmm.
Paciente – Las armas de fuego no son mi estilo en absoluto. El gas, creo que es peligroso para los vecinos. Hay que pensar también en los que quedan.
Médico – Cierto.

Paciente – Por consiguiente, me he dirigido al garaje. He taponado bien la puerta con toallas mojadas tal como he visto hacer a menudo en las teleseries. Y después, he arrancado mi Seat Ibiza, con mucho esfuerzo por otra parte. Echa humo como un tractor y hace casi el mismo ruido. Es el convertidor. Tendría que cambiarlo, pero bueno, para mi propósito era más bien una ventaja. Entonces me he sentado al volante. He encendido la radio y he dejado calentar el motor. Resumiendo, empezaba a adormecerme tranquilamente para el que debía ser mi último sueño, cuando la he visto en el retrovisor, sentada tras de mí…

Médico – ¿ A quién ?

Paciente – ¡ A la muerte !

Médico – Claro, por supuesto.

Paciente – Bueno, no debería haberme sorprendido hasta ese punto puesto que la muerte, yo estaba haciendo todo lo necesario para encontrarla. ¿ Pero sabe lo que me ha asombrado ?

Médico – No.

Paciente – Pues que ella se parecía muchísimo a la imagen que tenemos de ella.

Médico – Es decir…

Paciente – Bien… Gran capa negra, guadaña, ¡ toda la panoplia completa, vamos ! Se dice que todo eso, bueno, no es más que una imagen, un cliché. Nadie la ha visto nunca. La muerte tal vez existe, de acuerdo, pero nadie la ha visto nunca, es como Dios. Quizás nos la encontremos un día allá arriba pero nadie ha vuelto nunca con fotos para que sepamos exactamente a qué se parece. Por consiguiente sospechamos que aunque exista no sea exactamente un venerable anciano de cabellos largos y barba blanca, alguien que se pareciera vagamente a papá Noël…

Médico – No, desde luego.

Paciente – Pues bien, eso es lo que me ha jodido vivas las neuronas, ya está dicho. Verla así, exactamente como la había imaginado.

Médico – Sí, claro. Eso ha debido ser un choque.

Paciente – Sea como fuere, créame, ello me ha despertado. No sé que me ha pasado, que he parado el motor en seco, he bajado del coche como un loco dando un portazo. Y en ese momento he tenido, por suerte, el gran reflejo.

Médico – ¿ Ah, sí ?

Paciente – Todavía tenía la llave del Seat Ibiza en la mano. Me he apoyado acto seguido sobre él para cerrar con llave las puertas, es lo único que funciona en este coche pero al menos, eso todavía funciona. Era uno de los primeros modelos equipados con cierre automático de la época, incluso dudé en tomar esta opción ya que no soy demasiado manitas, pero ya sabe usted cómo son las cosas. Era el único modelo disponible de inmediato en el taller. Era esto o esperar la entrega del pedido durante meses…

Médico – Sí, ya sé lo que es eso, acabo de cambiar mi Mercedes y he tenido que cargar con un encendedor de puros cuando ya hace 5 años que he dejado de fumar. ¿ Y sabe usted cuanto cuesta la opción encendedor de puros en una máquina como ésa ? Casi el precio de un Seat Ibiza de ocasión. Bueno, ¿ y qué pasó ?

Paciente – Que me había salvado. Ella estaba encerrada en mi coche, ante mis ojos, digo. La veía clarísimamente aplastar su especie de burka completamente negro contra el cristal para intentar salir. Pero no, estaba bien atrapada en el cepo. ¿ Se da usted cuenta ? En mi Seat Ibiza.

Médico (volviendo a su recetario) – Así pues, ¿ no va a querer el jarabe ?

Paciente – ¿ Pero es que no comprende lo que le digo ? ¡ He atrapado a la muerte !

Médico – Sí, sí. Puedo recomendarle a un colega, ¿ qué le parece ? Espere, debo tener la dirección por ahí, en mi agenda.

Busca sin encontrar nada, por lo que descuelga el teléfono.

Médico – Sí, Dolores, ¿ Puede darme el número de teléfono del doctor Martinez ? El psiquiatra (Garrapatea algo en un papel) Gracias, Dolores (Cuelga y alarga el papel al paciente). Ya está, va a verlo de mi parte y le explica lo que le pasa, ¿ de acuerdo ? Estoy seguro de que le interesará muchísimo.

Paciente – Gracias ¿ Y qué hago con mi Seat Ibiza ?

Médico – ¿ Dígame ?

Paciente – Bueno, voy a necesitarlo ahora. Ahora que he decidido no suicidarme con monóxido de carbono, me explico. ¿ Qué hago ? Si abro la portezuela, va a aprovechar para largarse, la muerte. Y se va a poner a segar en seco.

Médico – ¿ Segar ?

Paciente – ¡ La muerte, con su guadaña!

Médico – Ah, claro, por supuesto.

Paciente – Es una responsabilidad, desde luego. Ahora que me acuerdo, ¿ usted lo ha visto ? Ayer en los informativos, ningún deceso de celebridad alguna al final de sus días, se anunció. Ningún temblor de tierra en cualquier país subdesarrollado, ni ún mal accidente de transporte escolar. Lo cual es evidente, ya que la muerte está encerrada en mi coche.

Médico (sin que se sepa si bromea o habla en serio) – Por otra parte, si ella se queda allí mucho tiempo, ya comprenderá usted las implicaciones : Será una verdadera catástrofe para los medios de comunicación, las ONG, las pompas fúnebres, el sistema de pensiones, los impuestos sobre la herencia patrimonial…
Paciente (contrariado) – Creo que no se lo está tomando en serio…

Médico – No se tome a mal lo que yo le diga, no estoy poniendo en cuestión la veracidad de los que me acaba de contar, sólo que ¿ está usted seguro de que no había nadie más en el asiento de atrás ? No sé, su mujer por ejemplo.

Paciente – Mi mujer no lleva burka y por otra parte, nos hemos divorciado el año pasado. Eso me ha hecho polvo, lo reconozco. Es una de las razones por las que quería suicidarme.

Médico – Eso es, ya lo ve, usted mismo lo está diciendo. Comenzaba a estar usted mareado. la falta de oxígeno puede provocar alucinaciones En el momento de la muerte, usted ha pensado en su mujer, seguro, en los buenos momentos que habéis pasado juntos y ella se le ha aparecido de esta guisa…

Paciente – ¿ Con un burka y una guadaña ?

El médico hace un gesto de perplejidad, el paciente parece esforzarse por reflexionar

Paciente – Pensándolo bien, el burka. Bien pudiera ser una especie de pañuelo negro que ella se ponía alrededor del cuello. Y la guadaña, ya no estoy seguro del todo. A lo mejor pudo ser una escoba. Las brujas también tienen escobas y se ponen un pañuelo negro.

Médico – Si.

Paciente – Entonces cómo se explica usted que esta mañana cuando volví al garaje después de una noche bien dormida, estuviera todavía allí, detrás de la luna trasera de mi Seat Ibiza ? Incluso ha intentado decirme algo.

Médico – ¿ Ah, si ?

Paciente – Como no le oía, me ha garabateado algo en lenguaje cabalístico en un papel, algo que paercía portugués y me lo ha colocado contra el parabrisas.

Médico – ¿ Portuges ?

Paciente – Eso también me ha sorprendido.

Médico – ¿ Qué es lo que le ha puesto en ese papel ?

Paciente – Bueno, yo no sé nada, no entiendo el portugués Tendría que preguntarle a mi asistenta, justamente es portuguesa. Pero es raro, esta mañana no ha venido como de costumbre. No. se lo juro, doctor, he atrapado a la muerte.

Meédico – Mmm… Voy al menos a prescribirle un laxantito mientras tanto. Le hará relajarse.

Paciente – ¿ Usted cree ?

El médico asiente y empieza a garrapatear algo en una receta.

Oscuro.

11 – Doble Incógnita

Un hombre de pie, frente al público, mira una tumba imaginaria. Otro llega.

Dos – Disculpe… ¿ Es ésta la tumba del autor desconocido ?

Uno – Pues no… Esta es la del soldado desconocido.

Dos – ¿ Está usted seguro ?

Uno – Creo que sí… Pero bueno… A veces es fácil despistarse. Como no hay ninguna inscripción… (Saca una hoja de su bolsillo) Me han dado un plano, a la entrada… (Se pone las gafas e intenta leer el papel) A ver…. W28… Si, eso es. El soldado desconocido. Entre el genio ignorado y el alcohólico anónimo. Mire, el autor desconocido esta justo detrás : X29…

Uno – Me pregunto si era tan buena la idea ponerlos todos en el mismo cementerio…

Uno (mirando otra vez el plano) – Sí, eso es… Y el agente secreto, está en X27…

Los dos se recogen un momento en silencio, cada uno delante de su tumba.

Uno – ¿ Era un pariente suyo ?

Dos – Este o cualquier otro. Vaya a saber… Yo nací de padre desconocido…

Uno – Espere un momento… (Mirando de nuevo el plano) El padre desconocido… No, decididamente, no entiendo nada. Por lo menos, si hubieran puesto un índice alfabético. Esta tabla de doble entrada con cifras y letras, es ridículo… Parece a una batalla naval ! A5, agua… C10, tocado… B12, hundido…

Dos – ¿ Y usted ?

Uno – ¿ El soldado desconocido ? Era mi madre…

Dos – Mmm… Y usted ha recogido la antorcha…

Un – Mire… La carrera militar, en casa, es una tradición antigua. Somos soldados de madre a hijos. Además, ya tengo mi sitio reservado en el panteón familiar.

Dos – ¿ Porque hay panteones también ?

Uno – ¡Sí, sí, por supuesto! Toda mi familia está enterrada aquí. Un largo linaje de militares muy discretos. Sabe: la Gran Muda, como dicen los franceses…

Dos – ¿Por ser muy limpios… o por mudar a menudo?

Uno – Por ser muy callados.

Dos – Claro…

Silencio.

Uno – ¿Así que usted investiga su paternidad?

Dos – Sí.

Uno – ¿Y qué le pediría a su padre si consiguiera encontrarle algún día, en este mundo o en otro?

Dos – No sé… ¿Sus papeles?

Uno – Claro..

Dos – ¿Y usted?

Uno – La autorización para registrale. Para comprobar que no lleva armas.

Dos (suspirando) – Es muy difícil vivir sin saber de dónde procedemos…

Uno – Es exactamente lo que les vengo repitiendo a mis hombres en el cuartel. Cuando uno no sabe de dónde viene, no puede saber dónde está. Para hacer bien la guerra, primero se necesita un buen mapa. Y saber leerlo… ¿Por qué cree usted que durante siglos, no quisieron contratar mujeres en el ejercito? ¡Porque son totalmente incapaces de leer un mapa!

Dos – Mmm…

Uno – Y usted ¿Qué hace en la vida?

Dos – ¿Yo…? Teatro…

Uno – Ah, sí, el… El teatro.

Dos – Actor.

Uno – Sí. ¿Y es usted muy famoso?

Uno – Totalmente desconocido…

Dos – Perfecto. Siga así (A punto de irse) Pues… Encantado de no haber le conocido…

Uno – Yo tampoco.

El primero se va. El segundo se queda solo.

Uno – Bueno… ¿ Y ahora qué…?

Oscuro.

12 – Muerto de la Risa

Un (o una) policía observa a un médico forense mientrás está examinando a un cadáver.

Policía – ¿Cuánto tiempo lleva muerto, doctor?

Médico – Todavía esta tibio. Yo diría dos o tres horas, como máximo.

Policía – La mujer de la limpieza ha sido la que ha encontrado el cuerpo, desplomado en su asiento.

Médico – Mmm…

Policía – ¿Ya tiene usted alguna idea de la causa de la muerte?

Médico – Los análisis tienen que confirmarlo, pero creo no equivocarme, comisario, afirmándole que este hombre se murió de la risa…

Policía – Es más bien inhabitual, en efecto.

Médico – Una risa profunda. Muy violenta. Los cigomáticos no lo aguantaron. No hace falta que se lo dibuje…

Policía – ¿Alguna idea de lo que pudo provocar esa carcajada fatal?

Médico – Usted ha dicho que lo han encontrado en su sillón. ¿Estaba en casa viendo la tele…?

Policía – No.

Médico – ¿En el cine?

Policía – En el teatro.

Médico – Aún más sorprendente. Habitualmente, cuando se encuentra a algún espectador desplomado en su asiento al final de una representación, está más bien durmiendo…

Policía – ¿Y está usted seguro de que este hombre no esta simplemente durmiendo, muy profundamente, como consecuencia de un aburrimiento igualmente profundo, como los que se pueden padecer en los teatros…?

Médico – ¿Confundir un coma teatral con una estado de muerte clínica? Usted me está tomando por un principiante, comisario. En vez de eso ¿por qué no me dice qué clase de obra fue a ver este pobre hombre?

Policía – Eso todavía está por investigar. Mis hombres están interrogando al director del teatro y examinando la Guia del Ocio para comprobar sus declaraciones… Pero ya hemos cursado una orden de detención contra el presunto autor de la obra por homicidio involuntario.

Médico – ¿Involuntario?

Policía – Es que pretende haber escrito una tragedia… Pero bueno, yo tampoco soy un principiante. Sé como hacer hablar a un sospechoso…

Médico – Tiene razón, comisario. No se puede dejar en libertad a semejantes individuos. Si uno ya no puede ir al teatro sin temer morirse de la risa…

Policía – Parece que todavía esta agitado con algunos sobresaltos. ¿Está usted realmente seguro de que está muerto?

Médico – Será por los nervios. Créame, comisario, este hombre está muerto y bien muerto.

Policía – ¿Usted cree que ha podido verse morir?

Médico – ¿Por qué ? ¿Quiere interrogarle?

El Policía parece algo sorprendido.

Médico – Lo decía en broma, no se preocupe… En mi oficio, si uno no se puede reir de vez en cuando… Más vale desdramatizar, se lo aseguro. Mire, el domingo pasado, tuve que hacerle la autopsia a un pobrecito que había muerto de aburrimiento…

Comisario – ¿En un teatro también?

Médico – Peor… En casa de su suegra. Fíjese… Uno puede evitar ir al teatro el domingo, pero a comer en casa de su suegra…

Comisario – No me diga… ¿Y usted piensa que en este caso, la autopsia podrá revelar otros detalles interesantes?

Médico – Por lo pronto, le puedo decir que este desgraciado no tuvo su última cena en casa de su suegra. A menos que sea china…

El otro parece no entender.

Médico – Encontré rollitos de primavera en su estómago.

Comisario – ¿Rollitos de primavera?

Médico – No hay la menor duda acerca de esto. Y luego se tomó un pato lacado con arroz cantonés.

Comisario – ¿Y de postre?

Médico – Sin postre. Pero eso no tendría que sorprenderle, comisario. Los postres, en los restaurantes chinos… No valen nada, ¿ verdad ?

Comisario – ¿Y usted piensa que el hecho de que comió en un restaurante chino podría tener alguna relación con su fallecimiento ?

Médico – Ninguna.

Comisario – Bueno…

El comisario se dispone a marcharse.

Comisasrio – Muerto de la risa… ¿Cómo voy a anunciar eso a su familia…?

Médico – Usted tampoco tiene un oficio fácil, comisario… Venga a cenar a mi casa, alguna noche… Me quedan dos botellas de Burdeos que están para morirse. Uno tiene que relajarse un poco de vez en cuando, ¿ verdad ?

Comisario – Muy amable, Doctor… Lo hablaré con mi esposa. (Echando un vistazo hacia el cadáver) Se lo aseguro, parece que todavía esté sacudido por la risa…

Médico – Son los nervios, ya le digo…

Oscuro.

 13 – Fuera

Ella y él están sentados confortablemente. Él lee y ella hace punto, o al revés.

Ella – Sienta bien eso de poder estar por fin un poco tranquilos.

Él – Sí.

Ella – Con todo ese jaleo de fuera.

Él – Sí.

Ella – Se está mucho mejor en casa.

Él – Sí.

Ella – Ya ni siquiera me acuerdo de cuando fue…

Él – ¿El qué?

Ella – La última vez que salí yo por ahí.

Él – Ah, sí, salir.

Ella – ¿Y tú?

Él – ¿Yo?

Ella – ¿Cuándo fue?

Él – ¿La última vez que saliste?

Ella – La última vez que saliste tú.

Él – Ah, yo. salir… No sé… Eso debió de ser… Para sacar al perro.

Ella – ¿El perro? El perro está muerto.

Él – No me digas.

Ella – Ya hace años.

Él – Así decía yo… Se me hace que este perro no mea muy a menudo.

Ella – ¿Y?

Él – ¿Y qué?

Ella – Que cuándo saliste por última vez ¿Te acuerdas?

Él – ¿Yo? Ah, sí, Salir… Eso debió de ser… Para tirar la basura.

Ella – ¿La basura?

Él – ¿Porque no?

Ella – Tenemos tragabasuras.

Él – Ah, si, ya me decía yo… Este cubo no se llena nunca. Y el perro, dondé lo hemos enterrado?

Ella – En el jardín.

Él – Supongo que habré tenido que salir para enterrar al perro. El jardín está fuera, ¿no?

Ella – Va, déjalo.

Él – Sí…

Ella – ¿Sabes qué?

Él – ¿Qué de qué?

Ella – Te va a parecer raro pero no estoy segura de haber salido nunca en realidad. El perro se meaba en el césped. Antes de que lo enterráramos debajo, naturalmente.

Él – Mmmm… Yo tampoco. No, desde luego, que yo me acuerde. Porque me acordaría, ¿no?

Ella – Probable.

Él – De todas formas, ¿qué podríamos ir a hacer fuera?

Ella – Con lo tranquilito que se está aquí.

Suena un timbre. Los dos parecen muy sorprendidos

Ella – ¿Qué es?

Él – El timbre

Ella – A saber qué podrá ser…

Él – Voy a ver

Se va y vuelve en un momento.

Ella – ¿Y?

Él – El cartero

Ella – ¿Y qué ha dicho?

Él – Nada, ya se había ido. Pero dejó una carta.

Ella – Los carteros, es lo que suelen hacer. No me gustan las cartas, siempre tengo miedo de que sea una mala noticia. ¿Es una mala noticia?

Mira la carta.

Él – Es una partida de…

Ella – ¿De?

Él – De defunción

Ella – Ay, ¿sí?

Abre la carta.

Él – Señor y señora Domingez.

Ella – ¿Los dos?

Él – Aparentemente sí

Ella – ¿Los conocemos?

Él – Como que me suenan.

Se para un momento a pensar, luego saca su cartera y de ella su canet.

Él – Te vas a reír, pero el señor Domingez soy yo

Ella – Entonces yo soy la señora Domingez?

Él – Probable.

Ella – ¿Estamos casados?

Él mira de nuevo a la carta.

Él – Solo dicen que estamos muertos.

Ella – Habría que escribirles para hacerles ver que es un error.

Él – Sí.

Ella – Pero para eso habría que salir.

Él – No sé si me animaré.

Ella – Con lo bien que se está en casa.

Él – ¿Crees que será un error?

Ella hace señas como de no saber.

Vuelven ambos a sus respectivas tareas.

Oscuro.

14 – Túnel

Dos hombres (o mujeres) de pié, uno al lado del otro, mirando al frente.

Uno – Pues ya está, se acabó.

Dos – Parece que sí…

Uno – ¿Crees que hay algo después ?

Dos – Vete a saber…

Uno – Francamente, no estoy muy convencido.

Dos – Ya veremos…

Uno – No estábamos tan mal aquí. No era el paraíso, pero bueno… No era el infierno tampoco.

Dos – Como dicen : A lo mejor, sabemos de dónde venimos, pero no dónde vamos a terminar.

Uno – Ya está, creo que veo algo.

Dos – Yo también…

Uno – Parece un túnel.

Dos – Con una luz deslumbrante al final.

Uno – Hasta ahora se parece mucho a lo que nos han contado.

Dos – A ver si es buena señal.

Uno – Es muy estrecho. Nunca vamos a poder pasar los dos…

Dos – Ve tú primero.

Uno – ¿Yo..? ¿Y por qué?

Dos – Sea lo que sea, no podemos quedarnos aquí…

Uno – Sí… Creo que pronto nos van a expulsar…

Dos – Bueno, yo voy…

Uno – Ya me contarás…

Dos – Espera un momento, estoy atascado… Ya está, veo la salida…

Uno – ¿Y qué…?

Dos – No me vas a creer …

Uno – ¿Qué ves?

Dos – Parece una habitación de hospital…

Uno – Entonces, ¿no estaríamos muertos de verdad ?

Dos – Peor…

Uno – ¿Cómo que peor?

Dos – No es realmente un hospital…

Uno – ¿Y entonces qué es?

Dos – Veo a un tío con una sonrisa estúpida que me está mirando mientras intento salir… Joder, ¡estamos en una maternidad!

Un – Por favor, no… No iremos a empezar todo de nuevo…

Dos – Dios mío… Es para llorar…

Llantos de un bebé al nacer.

Obscuro.

Por fin

Dos mujeres están sentadas, una a cada lado de la mesa, cada una con un texto anillado.

1 (Con aire afligido) – Hemos hecho bien al no invitar al autor, ¿verdad? Todavía queda mucho por hacer.

2 (Con mirada de inteligencia) – Oh la lá.

1 – Su primera obra era muy buena, sin embargo… Muy divertida. No lo entiendo.
2 – Escribir la segunda es siempre más difícil. Lo sabe todo el mundo.

1 – Mmm…

La primera empieza a hojear el texto y lee para sí con expresión siniestra. La segunda lee también pero de través, mirando a la otra por encima del hombro e intentando pasar las páginas a la vez que ella. La primera se interrumpe para ponerla de testigo 

1 – Mire, vamos por la página 3 y no se ha reído ni una sola vez.
La segunda asiente con expresión abrumada.
2 (Con una sonrisa comercial) – ¿Le apetece un café?

La otra ni siquiera se molesta en decir que no y sigue leyendo y pasando páginas. De repente se detiene en una réplica y empieza a desternillarse de risa

1 – Esto si que es bueno, ¡graciosísimo!

Sigue riendo aún más fuerte bajo la mirada de la segunda que no sabe por qué página va, y que trata de averiguarlo más o menos discretamente acechando el texto que tiene enfrente.

1 (Viendo que la otra sigue sin troncharse) – ¿No lo encuentra gracioso usted?
Con gran alivio, la segunda acaba de encontrar la réplica en cuestión.

2 – Sí, claro que sí… (Esforzándose por reír pero con la risita falsa que no acaba de arrancar) Es muy bueno verdaderamente. Aquí es donde se ve y se nota el pulso de su primera obra.

La priemra vuelve a ponerse seria y de nuevo vuelve a pasar páginas a medida que avanza en la lectura

Dos (Enardeciéndose) -Ah, esto tampoco está nada mal. 

Se escacha de risa con toda sinceridad, sin tapujos, como que no puede parar de reír. Hasta que se da cuenta del aire consternado con que la mira la otra. 

1 – ¿Lo encuentra usted gracioso?

2 – Bueno, es verdad que no resulta muy elegante, pero…

1 – Ah, bueno, porque ya empezaba a preocuparme un poquitín… Personalmente no soporto esa clase de humor

2 – Hay que reconocer que resulta un tanto pesado Nos había acostumbrado a otro tipo de humor, algo más… Eso seguro.

Las dos mujeres siguen pasando páginas conforme a su ritmo de lectura. De repente se paran las dos en la misma y empiezan a sacudirse bajo el impulso de una risa pesada que crece en intensidad. Durante un buen rato ambas ríen juntas hasta las lágrimas. Poco a poco, La primera se empieza a calmar, seguida de la otra. 

1 – No, confieso que es realmente bueno… (Retoma su aire siniestro) Por lo menos nos ha hecho reír porque… (Con aire de preocupación) ¿Cree usted que esto va a hacer reír a un público de verdad?

2 – No es seguro.

1 – Mmm…

2 – A lo mejor resulta un tanto desfasado.

1 – No, haría falta algo todavía más impertinente pero un poco más como si dijéramos…

2 – Políticamente correcto

1 – Mmm…

La primera parece reflexionar en profundidad mientras la otra la observa poniendo cierta distancia, dudando si intervenir

1 – Se me ha ocurrido algo…

2 – Si…

1 – ¿No sería más gracioso para la gente si el prota fuera un negro?

2 – Un negro…

1 – ¿Sabe cómo son por ejemplo los dominicanos?

2 – Claro, mi compadre es dominicano

1 – Este descuido, esta animalidad (Tronchándose viva) Este acento para partirse… Es gracioso el acento antillano. Eso puede hacer reír al gran público. Y con la crisis, la gente tiene ganas de reír, por Dios!

2 – Claro. De pasar un buen rato y no darle más vueltas a la cabeza

1 – Yo digo que un dominicano o nada. ¿Le pega eso al autor?

2 – No hay problema, es cosa mía. ¿Sigue sin querer el café?

1 – Creo que por fin tenemos algo.

2 – Que cambia completamente el punto de vista de la obra.

1 – Estoy segura de que vamos a montar el chiringuito. Qué pasa, a veces tampoco es para tanto. Sólo falta encontrarle…

2 – Cuestión de oficio, como diría uno que yo me sé.

1 – ¿Se acuerda de su primera obra?

2 – Aquella donde cuenta la muerte de su padre.

1 – Si yo no hubiera insistido en que ocurriera en la edad de las cavernas…

2 – Y en que el protagonista fuera andaluz.

1 – Ay, sí, ya me quería yo acordar. Es verdad que el acento andaluz.

2 – Siempre resulta muy divertido.

1 – Vale…

Cierra el texto anillado y mira su reloj.

1 – Oh la lá… Tengo que irme, tengo cita con un latoso (palizas) que no hay manera de librarme de él. ¿Cómo ha llamado a eso, por cierto?

La otra mira el título de cubierta.

1 (leyendo incrédula) – Crónica de una vida laboriosa.

2 – Estaba segura de que no le iba a gustar a usted, pero he preferido no decir nada para no influirla. También a mí me parece un título muy inadecuado.

1 – Crónicas de una vida laboriosa… Y por qué no directamente crónicas laboriosas?

2 – Sí, es más corto.

1 – Bromeaba.

2 – Claro.

1 – No, hace falta algo con más gancho.

2 – Un título que invite a venir a la función.

Parece reflexionar profundamente

1 – ¿Por qué no Strip Poker? Es un  título con gancho, da ganas de venir al teatro. Bueno, depende depende de la distribución, claro…

2 – Sí, la verdad es que tiene gancho, pero…

1 – ¿Que…?

2 – Es el título que usted le dio a su primera obra

1 – ¿Qué obra?

2 – En la que narra la muerte de su padre

1 – Ah…

De nuevo pensando.

1 – ¿Strip Poker dos?

La otra encuentra dificultad para aparentar entusiasmo

Une – Non… Il faudrait un truc plus… Un prénom, peut-être… Comme le héros est Martiniquais… Aimé, par exemple ?

1 – No, hombre… Haría falta algo más… Un nombre quizás… Como el prota es dominicano… Amado-Domingo, por ejemplo?

2 – ¿Por qué no?

1 – Es el apellido de un actor con el que tuve la desgracia de acostarme despues de haberle prometido hacer de él una vedette. Si yo le doy el papel principal, sería una forma de deshacerme de él, es un golpe bajo por demás.

2 – Ah…

1 – Ahora Amado-Domingo… Hay que reconocer que es un nombrecito de coña. ¿Cómo se llama su marido de usted?

2 – Amado-Domingo.

1 – Bueno, ya lo veremos, ¿verdad? A lo mejor, nos quedamos con Crónicas Laboriosas. Y con esto respetamos la voluntad del autor.

2 – E incluso las últimas voluntades.

1 – Ah, sí, ¿Por qué?

2 – ¿Pero no está usted enterada? La autora se ha suicidado esta noche.

1 – No me digas…

2 – Creo que nunca se repuso de la muerte de su padre.

1 – Por consiguiente, es su última obra.

2 – Tiene todas las probabilidades

1 – Creo que vamos a hecer negocio. Un autor muerto vende mejor que uno vivito y coleando.

2 – La desgracia de unos…

Comienzan a irse.

1 – Espero que los herederos no sean demasiado rompepelotas.

2 – Es una vieja, creo.

1 – Dicen que el pelo sigue creciendo después de muertos. ¿Lo sabía usted?

2 – No…

Oscuridad.

Paris – Novembre 2011

© La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-33-8

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Bar Manolo

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Posibles repartos :

Para 7 : 1H/6M, 2H/5M, 3H/4M, 4H/3M, 5H/2M, 6H/1M,

Para 8 : 1H/7M, 2H/6M, 3H/5M, 4H/4M, 5H/3M, 6H/2M,

Para 9 : 1H/8M, 2H/7M, 3H/6M, 4H/5M, 5H4M, 6H/3M, 7H/2M,

Para 10 : 1H/9M, 2H/8M, 3H/7M, 4H/6M, 5H/5M, 6H/4M, 7H/3F

Como consecuencia a un accidente de carretera implicando un coche fúnebre, la llegada en un bar de un ataúd conteniendo un billete de lotería es el argumento de una comedia muy divertida. Con Bar Manolo, Jean-Pierre Martinez firma una comedia con un ritmo rápido y presenta una pintoresca galería de retratos. Combinando hábilmente los procesos cómicos tradicionales y temas inesperados, el autor ofrece al público una pieza sabrosa a degustar sin moderación. Cita en frente del cementerio para un espectáculo… ¡mortal!


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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Bar Manolo teatro comedia descargar guion texto gratis

El Bar Manolo es popular por estar ubicado justo frente al cementerio. Manolo, el dueño del lugar, es un aficionado a los crucigramas y la bebida, lo acompaña Conchi quien se encarga de la limpieza, la comida y de tomarse algunos traguitos mientras éste no se da cuenta. Variedad de personajes llegan al establecimiento donde tienen lugar los amores prohibidos, vicios, complicidades, locuras… “Un bar es como un confesionario”. Si la barra y las paredes hablaran, contarían historias que nadie se imagina pero que suceden en algunos bares y por qué no sucederían en el Bar Manolo. Gente entra y sale del Bar Manolo, algunos por primera vez como Silvia y Leticia, madre e hija con un hombre en común. Otros algunas veces como Carlos, un profesor de filosofía con la vida enredada. Y otros siempre, como Paco y Luisa, los empleados de la funeraria, ellos conocen hasta el más mínimo detalle de las muertes y de sus clientes. Un día las cosas se descontrolan por la muerte de un conocido y un accidente que incluye un ataúd, una vieja a la que le falla la memoria y un ticket de lotería. Alguien se ganó el premio mayor, ¿pero quién? Eso es lo que todos tratan de descubrir, sin darse cuenta de que sus historias se entrelazan todas en el Bar Manolo.


GUION COMPLETO DE LA OBRA

BAR MANOLO

Una comedia de Jean–Pierre Martinez

Manolo: el dueño crucigramero

Conchi: la cocinera soltera

Paco: el enterrador filósofo

Luis: el enterrador materialista

Silvia: la heredera sobreexcitada

Leticia: la adolescente preñada

Carlos: el profesor agobiado

Jesús: el fontanero afortunado

Blanca: la vieja amnésica

En el centro, la barra. Por encima, un gran cartel diciendo “Bar Manolo”. En las paredes unos carteles de fútbol. A un lado, un billar automático. Al otro, dos mesas. Detrás de la barra, Manolo, el dueño, haciendo un crucigrama en un periódico. En el bar, Conchi, la camarera, barriendo el suelo.

Manolo (levantando la cabeza) – Siempre está en obras…

Conchi se interrumpe para pensarlo.

Conchi (inspirada) – ¿Las carreteras…? Siempre están en obras. (Enseñando por la ventana) Mira…

Manolo la mira, impresionado, cuenta las letras con sus dedos, y vuelve a su crucigrama. Pero en seguida se desilusiona.

Manolo – ¡Mierda! Empieza con una A

Entra Carlos, con su cartera en la mano, y perdido en sus pensamientos.

Carlos – Hola. (Se aproxima a la barra) Un café solo…

Manolo le sirve su café, y toma una botella de la estantería.

Manolo – ¿Un poco de coñac, para celebrarlo?

Carlos (sorprendido) – ¿Celebrar qué?

Manolo – Pues… el café.

Carlos – Gracias, no… Doy una clase dentro de un cuarto de hora…

Tentador, la botella en la mano.

Manolo – Vamos… ¡No te van a hacer soplar!

Carlos – Bueno…

Manolo le sirve una copa de coñac, y aprovecha la ocasión para servirse una copa también.

Manolo – Vamos, para brindar con el…

Carlos echa un vistazo a El País, que saca de su cartera.

Manolo se toma su copa de un trago.

Manolo (apreciativo) – Ah…

Su sonrisa de satisfacción desaparece en seguida.

Manolo – Este coñac está aguado, ¿no?

Carlos prueba su copa y pone mala cara de lo fuerte que es.

Carlos – Es que no se acuerda del sabor del agua…

Manolo mira el nivel en la botella.

Manolo – ¡Qué raro! Ayer estaba casi llena…

Coge un bolígrafo y traza una línea para marcar el nivel en la botella antes de ponerla de nuevo en la estantería.

Conchi acaba de barrer, y se va a la cocina.

Carlos esta tomando su copa cuando se ahoga viendo llegar a Silvia, de negro, y su hija Leticia. Carlos y Leticia se echan una mirada de sorpresa. Silvia no se percata. Carlos intenta esconderse detrás de su periódico, mientras Leticia y su madre van a sentarse.

Silvia (examinando la sala) – ¿Qué sucio, no?

Leticia – Es popular…

Silvia – Lo que digo: es sucio… Por suerte, no hay nadie… Enfrente del cementerio…

Silvia echa un vistazo hacia el dueño, que se aproxima para saber lo que desean.

Silvia – (de manera que Manolo no entienda) ¿Has visto lo borracho que está tan temprano?

Manolo – Buenos días… ¿Qué desean?

Silvia – Un té con… (Con asco) Un té… Sin nada.

Leticia – Un granizado de limón.

El dueño se va. Silvia observa los carteles de fútbol.

Silvia – El fútbol, lo verán en la tele, tomando sus cervezas… Por no haber, ni siquiera hay un futbolín aquí dentro…

Leticia saca un paquete de cigarrillos y está por encender uno.

Silvia (con sorpresa) – ¿Fumas?

Leticia – Sí… Hace cinco años. ¿No lo habías notado?

Silvia – Leí en una revista, el otro día en la peluquería, que cada cigarrillo te quita diez minutos de vida. (Después de un momento) ¿Cuántos cigarrillos fumas tú?

Leticia – Según lo que he calculado, tendría que haber muerto hace seis meses ya. No lo entiendo.

Manolo lleva las bebidas.

Silvia (con un suspiro) – Así que, al final, no era una apendicitis…

Leticia – ¡Una apendicitis! ¡Con más de setenta y cinco años! ¡Confundir una cirrosis con una enfermedad infantil! No era el campeón del diagnóstico el medico ése…

Silvia – ¡Si era un residente! Están tan mal pagados… Bueno, de todas formas, era incurable… (Después de un momento) No me puedo creer que tu abuelo ya no esté.

Leticia – Antes de ser mi abuelo, era tu padre, ¿verdad…?

Silvia – Siempre tuve problemas para entenderme con él…

Leticia – Pues ahora ya no lo vas a arreglar…

Silvia – Una amiga mía hizo psicoanálisis durante quince años para intentar volver a hablar con su padre. ¡Quince años! ¡Fíjate!

Leticia – ¿Y…?

Silvia – Pues… que al cabo de los quince años, su padre estaba muerto, claro…

Sin que su madre lo note, Leticia intercambia con Carlos unas miradas inquietas.

Leticia – ¿Y la abuela?

Silvia – Ni siquiera se acuerda de que estaba casada… ¿Para qué decirle ahora que es viuda…?

Manolo hojea su periódico.

Manolo (leyendo) – El suicidio es la primera causa de muerte entre los adolescentes… Mira, cuando uno tiene diecisiete, ¿de qué va morir?, ¿de viejo?

Leticia – ¿Tú sabías que había contratado ese seguro de exequias?

Silvia – No…

Leticia – Es muy raro, ¿no?, escoger de antemano tu ataúd, como si fuera un vestido…

Silvia – Al menos, es cómodo para los demás. No tienen nada que hacer…

Leticia (con ironía) – Y nada que pagar…

Silvia saca de su bolso un espejo y se mira.

Silvia (espantada) – ¡Uy! ¡Ni yo misma me reconocería si me viese por la calle! Voy a arreglarme un poco, si no, van a creer que es a mí a la que hay que enterrar…

Silvia, yendo hacia el lavabo, se topa con Carlos, aunque éste haga lo posible para pasar inadvertido, escondiéndose detrás de un libro de Kant. Silvia duda un segundo antes de dirigirse a él con una gran sonrisa.

Silvia – ¿Carlos? ¡Soy Silvia! ¿No te acuerdas? Fuimos juntos al colegio…

Carlos (con entusiasma fingido) – ¡Silvia…!

Silvia – ¡Hombre! ¿Qué es de tu vida?

Carlos – Pues, sigo en el colegio…

Silvia – ¿Maestro?

Carlos – Primero alumno, después conserje, ahora profesor. Era la única solución para que no me echasen… ¿Y tú?

Silvia – Yo… Pues… Me casé… Y luego me divorcié…

Manolo (sentencioso) – Bueno… Más vale estar bien divorciado que mal casado… ¿No es verdad?

Silvia le echa una mirada asesina.

Silvia (a Carlos) – ¿Sigues escribiendo teatro…?

Leticia parece sorprendida.

Carlos – No… Ya no…

Silvia parece decepcionada. Carlos rectifica.

Carlos – Ahora escribo sobre todo novelas…

Silvia – ¿Novelista? ¡Genial! Tendrás que dedicarme una de tus obras.

Carlos (confuso) – Bueno…

Silvia – ¿Y aparte de eso? ¿Estás casado? ¿Tienes niños?

Carlos – No, sigo soltero…

Silvia – Y pensar que ahora mi hija tiene la misma edad que tus alumnos… ¡Cómo pasa el tiempo…! (Señalándole a Leticia) ¡Mira, aquí está!

Carlos echa una mirada confusa a Leticia.

Carlos – ¿Leticia? ¡Si está en mi clase…! No sabía que era tu hija…

Silvia – Lleva el apellido de su padre… Lo único que le dejó cuando se marchó… ¿Y tú? Eres su profesor de gimnasia, ¿verdad? Habla mucho de ti, ¿sabes…?

Carlos – Pues… no. De filosofía…

Silvia – ¡Claro! Tienes más bien la estatura de un profesor de filosofía… Dime, parece que mi hija no se lleva bien con Kant, ¿no? ¿Crees que por fin va sacar el bachillerato? Porque hace tres años ya… Siempre tuvo un espíritu poco abstracto. Además, la filosofía… ¿no lleva a ninguna parte, verdad?

Carlos – Pues…

Silvia – Mira. Si folla otra vez… Digo, si falla otra vez, la meto en una escuela de comercio, una de esas escuelas superiores en que puedes ingresar sin el bachillerato. Ya encontré una. Es cara, pero buena… Cuando quieres algo bueno, hay que pagarlo, ¿verdad? Además, francamente, el bachillerato… Si es para acabar en la universidad con el resto del rebaño. Ahora todos van a la universidad. Ya no hay ninguna selección…

Leticia (agobiada) – Mamá…

Silvia (suspirando) – Es muy difícil para una mujer sola educar a una niña… ¿Sabes lo que decía Freud sobre la educación de los niños?: «Haz lo que quieras, de todas formas estará mal…». Bueno, disculpa, tengo prisa. Tengo que enterrar a alguien…

Silvia prosigue su camino hacia el lavabo.

Leticia (enfadada) – No sabía que conocías a mi madre.

Carlos – Pues yo tampoco…

Leticia (preocupada) – Tengo que verte esta noche… ¿Voy a tu casa?

Carlos Mira, Leticia, no creo que sea una buena idea. Eso no nos va llevar a ninguna parte…

Leticia – ¿Eso?

Carlos – En una semana, si Dios quiere, sacarás el bachillerato.

Leticia – ¿Dios?

Carlos – El año que viene, irás a la universidad… o a una de esas escuelas superiores de comercio. Y yo continuaré en el colegio, como cada año.

Leticia (alzando la voz) – ¿El bachillerato? Ahora, te iría bien que aprobara, ¿verdad?… Así en septiembre podrás encontrar otra más jovencita a quien dar clases particulares…

Carlos, sintiéndose muy mal por que hable tan fuerte, contesta en voz baja.

Carlos – Pero… ¡Podría ser tu padre!

Leticia (irónica) – ¿Lo dices por haber conocido tan bien a mi madre hace años?

Carlos – Lo digo porque tengo cuarenta…

Leticia – Pues podría denunciarte por corrupción de menores…

Carlos – Tienes veintidós…

Leticia – Bueno… Por acoso sexual, entonces.

Carlos (con indiferencia fingida) – Haz lo que quieras. A lo mejor, me harías un favor echándome de la docencia.

Leticia (levantándose, con desprecio) – ¡Maricón!

Silvia sale del lavabo. Leticia y Carlos se callan.

Silvia (a Carlos, encantadora) – ¿Por qué no vienes a casa alguna noche? Cena de solteros… (A su oreja, sugerente) A ver si conseguimos reanimar el fuego…

Carlos, molesto, contesta con una sonrisa crispada.

Silvia – ¿Vienes, Leticia? (A Carlos) – Tampoco me la agotes, ¿eh? Sigue siendo una niña.

Silvia y Leticia se van. Carlos se queda, trastornado pero aliviado. Manolo no se ha perdido nada de la conversación, pero hace como si no hubiese escuchado.

Carlos – Los riesgos del oficio… ¿Puedo contar con tu discreción? Si esto sale de aquí, me echan del colegio… directamente a la cárcel.

Manolo (sentencioso) – Un bar es como un confesionario. Puedes considerarme tu confesor.

De repente, Leticia vuelve como una furia, y pone algo en la mano de Carlos.

Leticia – Toma, es el primer examen que apruebo gracias a ti. Te dejo el diploma de recuerdo…

Leticia se va. Carlos mira la cosa incrédulo. Es una prueba de embarazo.

Manolo (con una sonrisa) – Cuando hay dos rayas, es que son gemelos…

Carlos se va, muy preocupado. Manolo suspira, antes de volver a su crucigrama. Conchi llega desde la cocina con una revista. Aprovechando la distracción de Manolo, se sirve una copa de coñac, la bebe de un trago, y echa el contenido de un vaso de agua en la botella con la ayuda de un embudo. Vuelve a poner la botella en su sitio cuando Manolo le echa una mirada sospechosa. Conchi abre su revista y se pone a leer con una sonrisa inocente. Manolo observa la portada de la revista.

Manolo – ¿Lees revistas de caza ahora?

Conchi – Leo los anuncios…

Mirada de sorpresa de Manolo.

Manolo – ¿Buscas un buen fusil de segunda mano?

Conchi – ¡Los anuncios matrimoniales!

Manolo – ¿Y qué?

Conchi – Pues, como con los coches… Tienes que hacer un estudio comparativo antes de decidirte…

Manolo – ¿Y has encontrado el modelo que buscas?

Conchi – Todavía no. Desgraciadamente, pasados los cincuenta, tienes que limitarte al mercado de ocasión…

Se oye el tono de un teléfono (una música de boda). Conchi saca su móvil.

Conchi (muy contenta) – Será el mío… Me regalé uno para mi cumpleaños…

Intenta coger la llamada, pero, como no esta acostumbrada al aparato, no lo consigue.

Conchi – ¡Joder!, ¿cómo funciona esa mierda…?

Manolo la mira desconcertado. Conchi consigue por fin hablar con su interlocutor.

Conchi (con amabilidad afectada y en voz muy alta) – Dígame… Sí, sí, soy yo… Sí, buenos días… Sí… Sí, cuarenta…

Se da cuenta de que Manolo la está escuchando.

Conchi – Bueno, digamos que más cerca de cuarenta que de cincuenta… Di con su anuncio por casualidad en esta revista de caza y… Bueno, yo no, cazo muy poco… La habré hojeado en la peluquería… Pues no, mi peluquera tampoco caza. ¿Por qué? Divorciada, eso… ¿Y usted? (Su sonrisa desaparece) ¡Ay…! ¿Y de qué murió? Si no es indiscreto, claro… ¡Ay…! Tuvo que sufrir mucho, ¿no? Digo yo que para esos casos lo mejor es la eutanasia, ¿verdad?

Manolo la mira, estupefacto.

Conchi – Sí. Seguro que su muerte le dejó un gran vacío… No, yo no tengo animales… Sólo un hijo de 17… Pero ensucia mucho también, no crea… ¿A usted le gustan los niños? No, lo digo por el mío, que para nosotros dos es un poco tarde, ¿no cree? Podría salir subnormal…

Conchi se da cuenta de que Manolo la está escuchando.

Conchi – Mire, estoy trabajando ahora, pero si puede pasar por aquí… El Bar Manolo, ¿le va? Frente al cementerio… Eso es. (Sugerente) Pues, hasta luego, entonces…

Conchi cuelga y deja su móvil en la barra. Manolo, suspicaz, está comprobando la raya que marcó en la etiqueta de la botella de coñac.

Conchi – No hemos visto a Pepe esta mañana. Qué raro, ¿no?

Manolo – No ha venido a echar su primitiva… Debe estar enfermo.

Conchi – Hace tanto tiempo que apuesta a su número de la seguridad social… Imagínate que saliese justo cuando no lo hubiese echado…

Manolo señala la página de su periódico a Conchi.

Manolo – ¡Hablando de la primitiva…! ¡Mira…!

Conchi – ¿Qué?

Manolo – ¡El pleno! El ganador selló su boleto aquí.

Conchi – No me digas…

Manolo – ¡Lo dice el periódico! ¡75 millones!

Conchi – ¿De pesetas?

Manolo – ¡De euros! Imagínate lo que puede hacer uno con 75 millones de euros…

Aparentemente, Conchi no puede imaginarlo.

Manolo – ¡Seguro que lo conocemos…!

Conchi – A lo mejor es soltero…

Manolo – ¿Quién sabe…? A veces, los ganadores prefieren permanecer en el anonimato…

Manolo se sirve una copa de coñac.

Conchi – Como los alcohólicos…

Manolo se bebe su coñac, antes de tocarse la barriga.

Manolo – No sé qué tendrá este coñac, no me sienta bien. Me duele la barriga.

Conchi – ¡Qué va! Es el estrés. Ya verás, cuando te jubiles ya no tendrás dolor de barriga.

Manolo – Claro… Y cuando me muera no tendré dolor en ningún sitio…

Traza otra raya en la etiqueta de la botella.

Conchi – Bueno, yo me voy a comprar.

Conchi sale. Su móvil, olvidado en la barra, suena.

Manolo (suspirando) – Se ha dejado el teléfono… ¡Joder…!

Después de una o dos tentativas infructuosas, consigue coger la llamada.

Manolo (poco amable) – ¡Dígame! No, no soy Conchi, soy Manolo… ¿De parte de quién? ¿Jesús? ¿Qué anuncio? ¿La revista de caza…? ¡Ah!, no, bueno, sí… Espere un momento. Este móvil no es mío, y… (Mirando el teléfono) ¡Coño! Ha colgado…

Manolo vuelve a dejar el teléfono en la barra.

Entran dos empleados de funeraria, con trajes negros y gafas de sol.

Manolo – ¡Anda! Aquí vienen los Blues Brothers. ¿Cómo anda el negocio?

Paco – La gente ya ni respeta las tradiciones. Hasta los funerales llevan retraso. Por lo menos, nos da tiempo para tomar algo. (Echa un vistazo por la ventana.) Aunque tengo que echar un ojo al coche fúnebre.

Luis – ¡Faltaría más que nos lo robaran mientras tenemos un cliente dentro!

Paco – Bueno, Manolo, ¿estás dormido o qué?

Manolo – No me digas que tu cliente tiene prisa… ¿Qué os pongo?

Paco – Pues lo de siempre. (Con una segunda intención) Equipo que gana no se cambia, ¿verdad?

Manolo le sirve una copa, pero no contesta.

Paco (insistiendo, con ironía) – ¿Viste el partido ayer?

Manolo – Bueno, el segundo no valía…

Paco (escandalizado) – ¿Cómo que no valía?

Manolo – Fuera de juego.

Paco – ¿Fuera de juego?

Conchi vuelve con la compra.

Manolo (a Conchi) – ¿A que el segundo era fuera de juego?

Conchi – Ahora que hasta los árbitros se han convertido en hombres–anuncio…

Los empleados de la funeraria la miran sin entender.

Conchi – ¿Qué llevaba en la camiseta el árbitro ése?

Paco – Pues… « Rasca y Gana »…

Conchi – Ya ves…

Paco se encoge de hombros.

Luis – ¿ No era « Stop Accidente », lo de la campaña de Tráfico ?

Paco y Luis se toman sus copas.

Luis – ¿Sabes? Nosotros sí que hemos estado a punto de tener un accidente. Se me había olvidado cerrar bien el portón trasero del coche. Y al pasar por unas obras, viniendo hacia aquí, a poco perdemos el ataúd en la autopista…

Manolo (la cara iluminada) – ¡Autopista! ¡Empieza por una A!

Manolo vuelve con precipitación a su crucigrama, bajo la mirada estupefacta de los demás.

Manolo (decepcionado) – Joder… Tiene demasiadas letras…

Conchi sale hacia la cocina con su compra.

Paco intenta atraer la atención de Manolo hacia su copa vacía.

Paco (mirando los pies de Manolo) – Muy bonitos tus calcetines… ¿Los hacen también para hombres?

Encogiéndose de hombros, Manolo llena otra vez los vasos de los empleados de la funeraria.

Luis – Hop, hop, hop… Vale, vale, vale… Ya hay bastantes muertos en las carreteras…

Paco – Bueno, a nuestros clientes ya no les puede pasar nada grave… (Toma su copa) Aunque… fíjate, el mes pasado incineramos a la señora López…

Manolo – ¿Qué López?

Paco – La que su marido tenía una tienda de bromas… Murió de un infarto…

Manolo – ¡Ah!, sí…

Paco – Pues el marido no ha estado viudo mucho tiempo…

Manolo – ¿Ya se ha vuelto a casar?

Paco – Cáncer de páncreas… Lo enterramos la semana pasada.

Luis (a Manolo) – Ya ves. Era más joven que tú.

Manolo – No existe la justicia…

Luis (suspirando) – Así es la vida…

Paco – Sea lo que sea, el marido se olvidó de avisarnos antes de la incineración de que su mujer llevaba un marcapasos. Resulta que en medio de la ceremonia, ¡bum!, la pila de litio explota con el calor… La puerta del horno salió disparada contra la pared.

Luis – Suerte que no había nadie delante.

Paco – No te cuento cómo se puso la familia. Sin hablar de la señora López, claro. Bueno, al final nadie resultó herido, afortunadamente… Pero nos va costar un huevo.

Luis – Un aparato de ésos es bastante más caro que un horno para pizzas…

Manolo – Pues no me imaginaba que su oficio fuera tan peligroso…

Los dos empleados toman sus copas.

Manolo – Me extraña no haber visto a Pepe…

Paco – ¿Pepe? ¡Si acabo de verle en un coche de lujo…!

Manolo (estupefacto) – ¿Será él al que le ha tocado el gordo?

Paco – Pues, en cierto modo sí… Ha muerto. ¡Es el que va en nuestro coche fúnebre!

Manolo – No me digas…

Luis – Cirrosis.

Manolo – ¿Pepe? Pobrecito… Si le vi hace tres días. Cuando vino a echar su primitiva, como siempre… Y mira que le podría haber tocado: soy yo quien selló el boleto con el premio de esta semana.

Conchi sale de la cocina.

Conchi – ¿Y si era él…?

Manolo – ¿El qué?

Conchi – ¡El ganador! No ha aparecido… Tendría un buen motivo para no aparecer…

Manolo – Es muy fácil de saber: siempre jugaba su número de la Seguridad Social…

Busca en el periódico el resultado de la primitiva.

Manolo – 1, 25, 12, 37, 39 y 16, y el número complementario el 9…

Conchi – Vale. ¿Y cuál era el número de la Seguridad Social de Pepe?

Los demás hacen gesto de no saber.

Manolo – ¡La suerte que tendría, el muy cabrón! 75 millones de euros…

Paco – No sé si ya ha llegado el euro allí adonde va…

Manolo – Lo digo por sus herederos. Que si no… no les va a dejar mucho.

Conchi – Aparte de un montón de botellas vacías…

Luis – ¿Que harías tú, Manolo, si te tocara la primitiva?

Manolo – Os pagaría una ronda… Pero no juego.

Conchi – Si me tocara el gordo, haría un viaje a la luna.

Los demás la miran, pasmados.

Conchi – Venía en el periódico: ahora los millonarios pueden pagarse un viaje en cohete.

Luis – Me recuerda lo que le decía mi madre a mi padre, que era comunista: «Cuando pongan a los gilipollas en órbita, entonces sí que harás muchas revoluciones».

Paco – Vamos, Manolo, una copita para celebrarlo.

Manolo – ¿Celebrar qué?

Paco hace un gesto para significar que no importa. Manolo llena los vasos otra vez. Entra Blanca, con un pañuelo cubriéndole la cabeza. Sin decir nada, coloca unas figuras pequeñas en la barra. Los demás la miran, sin saber cómo reaccionar. Blanca pone un papelito en la barra. Conchi se inclina para leerlo.

Manolo – ¿Qué pone?

Conchi – Que si compramos cuatro, el quinto es gratis…

Paco (considerando las estatuas) – ¿Qué coño es esto?

Luis – ¿No son los siete enanitos?

Conchi – ¡Pero si sólo son cinco!

Manolo – Son muy pequeños para ser enanos, ¿no?

Luis (lleno de compasión) – Bueno… Si compramos dos cada uno…

Manolo – ¿Qué coño vamos a hacer con dos enanos cada uno?

Conchi – Sí. Además, sólo son cinco…

Manolo (en voz alta, a Blanca) – No, gracias, ya tenemos todo lo que necesitamos.

Conchi – ¿Para qué gritas? Si es sorda…

Blanca recoge sus estatuas, enfadada.

Manolo – No estoy gritando. Ar-ti-cu-lo. Para que pueda leer en mis labios…

Blanca se va. Antes de salir, se da la vuelta.

Blanca – ¡Enanos!

Sale. Los demás se quedan parados.

Paco – Por lo menos, no es muda…

Manolo – Mira. Casi nos apiadamos.

Conchi (pensativa) – Me recuerda una historia…

Manolo – Blancanieves…

Conchi – No, un libro que acabo de leer.

Saca un libro, tipo novela rosa, y lo pone en la barra.

Conchi – Se titula «Una mujer es una mujer».

Manolo – ¡No me digas…!

Conchi – Pasa en Florida. Es la historia de una joven millonaria americana, sordomuda, que se enamora de un seminarista francés de misión en Miami… La pobrecita está fatal porque no sabe cómo confesarle su amor…

Manolo – Porque es seminarista…

Conchi – Sí… Y además porque ella es muda. Por su lado, él también está enamorado de ella, pero no sabe cómo hacerle entender…

Luis – Porque es tímido…

Conchi – Bueno, sí… Y además porque ella es sorda.

Manolo – ¿No podía ella leer los labios?

Conchi – Sí… El problema es que él sólo habla en francés, y ella, pues, sólo sabe leer los labios en inglés, porque es americana…

Paco (un poco perdido) – Claro…

Conchi – Para darle una sorpresa, él aprende en secreto el lenguaje de signos…

Manolo – Y el inglés…

Conchi – El día de San Valentín, la invita a cenar en un restaurante de lujo para declararle su amor.

Paco (apasionado) – ¿Y qué?

Conchi – Pues, de la emoción, ella recobra la voz y el oído.

Manolo – O sea, que él se había jodido a aprender el lenguaje de signos para nada…

Conchi – ¡No! Porque después los dos deciden abrir una escuela para sordomudos…

Luis (preocupado) – ¿Pero se casan?

Conchi – Claro.

Manolo – Pero si es seminarista…

Conchi – Al final, él se hace protestante para poder casarse con ella…

Silencio, durante el que todos reflexionan sobre esta emocionante historia.

Conchi – Bueno, pues yo tengo que volver a mi cocina…

Conchi sale. Los empleados toman sus copas. Manolo vuelve a su periódico.

Manolo (leyendo) – El tabaco mata también a los no fumadores… ¿Para qué dejar de fumar, entonces…?

Paco – Hablando de eso, ¿sabes lo que me ha preguntado mi hija, esta mañana, mientras la llevaba a la escuela en el coche fúnebre?

Manolo – ¿Llevas a tu hija a la escuela en ese coche?

Paco – ¿Y qué? Es un vehiculo de trabajo. Como si llevase la de “La Casa del Congelado”… (Enfadándose) Bueno, ¿sabes lo que me ha preguntado?

Manolo – No.

Paco – ¿Adónde va uno cuando ha muerto…?

Manolo – ¿Y qué le has contestado?

Paco – ¿Tú qué crees?

Manolo – No sé.

Paco – Pues eso. Le he contestado que no lo sé.

Manolo – ¿Y qué?

Paco – Pues que me ha dicho: “pero, papá, ¡cuando uno ha muerto, va al cementerio!”.

Manolo le mira, desconcertado.

Manolo – Claro, con el oficio que tienes, le ha sorprendido que no lo sepas.

Paco – ¿Dónde va uno cuando ha muerto…? Si ni siquiera sabemos adónde vamos cuando vivimos…

Manolo llena de nuevo los vasos, y nota que la botella esta vacía al servir a Paco.

Manolo – Ya no queda. Con todo lo que os sopláis. Bueno, bajo a por más.

Mientras Manolo baja al sótano, Paco echa un vistazo al periódico.

Luis (leyendo) – Violada por su suegro el día de su boda, se tira al tren en el que iba a salir en luna de miel y provoca un terrible descarrilamiento…

Paco – No será mañana cuando nos veamos en el paro…

Conchi vuelve a limpiar la barra.

Manolo – ¡Dios mío!

Manolo vuelve del sótano.

Manolo – ¡Son las Cataratas del Niágara lo que hay aquí abajo!

Luis – ¿En el sótano…?

Manolo – Ha debido reventar una cañería… Voy a cortar el agua.

Manolo se dirige al contador.

Conchi – Sí, ¿pero qué hago yo ahora? Sin agua…

Conchi vuelve a su cocina.

Paco – ¿Y nosotros? Sin vino…

Manolo – Bueno, voy a llamar al fontanero… Me queda coñac…

Manolo sirve coñac a los empleados de la funeraria. Luis lo prueba primero.

Luis – Sabe a agua…

Manolo mira en las páginas amarillas.

Luis echa una mirada al periódico.

Manolo (leyendo en el listín de teléfonos) – Da Silva, Dos Santos, Da Costa…

Luis (leyendo en el periódico) – Los españoles hacen el amor cada tres días… (Pensativo) Joder…

Manolo marca el número.

Conchi sale otra vez de su cocina.

Conchi – ¿Y qué? ¿Viene ese fontanero o no?

Manolo (llamando) – No contesta…

Conchi – Bueno, voy a aprovechar para ir a la panadería…

Luis – ¿Sabías que los españoles follan cada tres días?

Conchi (irónica) – ¿Y las españolas?

Luis (mirando en el periódico) – Pues, no lo pone.

Manolo – ¡Coño! Voy a llamarle al móvil…

Conchi – ¡Cada tres días…! En sueños, quizás…

Conchi sale a por el pan.

Manolo marca el nuevo número.

Luis – Es un promedio…

Paco – La última vez que tú lo hiciste fue el siglo pasado… ¿Te imaginas lo que tienen que hacer otros para mantener el promedio?

Manolo – Ah, por fin… ¿Oiga? Le oigo muy mal… ¿Está en el coche, verdad? Bueno, es sólo un minuto. Es para un reventón, en el sótano… Sí, en el Bar Manolo… Frente al cementerio. ¡El cementerio…! ¿Me oye…? ¡No, enfrente! ¡Enfrente! ¿Oiga…?

En este momento, se oye el ruido de un coche frenando, y luego estrellándose. Los empleados miran hacia afuera.

Paco – ¡Dios mío!

Manolo (colgando) – ¡Coño! Ya no contesta…

Luis – Pues es el primer ataúd que veo volar…

Los empleados salen precipitadamente. Manolo va a echar un vistazo por la ventana.

Manolo – ¡Uyyy!… Pobre Pepe… Menos mal que está muerto…

Jesús entra, en mono, dando el brazo a Blanca. La vieja ya no lleva el pañuelo en la cabeza y Manolo no la reconoce.

Blanca – ¿Le tocó el permiso de conducir en la lotería o qué? A poco me mata…

Jesús – ¡Pero si se me ha echado encima! (A Manolo) Lo ha visto todo, ¿verdad? Ha cruzado la calle como una loca…

Blanca – No sabe conducir… y ahora me trata de loca.

Manolo (a Blanca) – Siéntese un momento…

Jesús (a Manolo) – Podría darle algo un poquito fuerte, para reanimarla…

Manolo le sirve a Blanca una copa de coñac. La vieja se lo bebe de un trago.

Blanca – ¡Sabe a agua, este coñac!

Manolo llena de nuevo la copa. Ella lo bebe de un trago otra vez.

Blanca – Todavía me siento muy débil…

Manolo – Ya basta.

Jesús – Pero no tiene nada. Ni siquiera la he tocado. Mi furgoneta, al revés…

Blanca – Casi me mata, y él se preocupa de su chatarra…

Jesús – Pues antes de ser chatarra, era una furgoneta nueva. (A Manolo) ¿Y para el parte del accidente, qué? ¿Sabe dónde están los de la funeraria?

Pero Manolo se preocupa de la vieja.

Manolo – ¿Cómo está la abuelita?

Blanca (picada) – No soy su abuelita…

Manolo (a Jesús) – Tenemos que avisar a la familia, que vengan a recogerla. (A Blanca) ¿Quiere que llamemos a sus hijos?

Blanca (mirándole) – ¿Hijos? No sé si tengo…

Manolo – ¿No sabe?

Blanca – Pues, si tengo, no sé qué hice con ellos.

Manolo – ¿Pero cuál es su apellido?

Blanca – ¿Y a usted qué le importa? ¿Es de la policía?

Manolo – ¿Está casada?

Blanca – ¿Casada? Claro, iba a ver a mi marido al cementerio cuando este cabrón me atropelló con su furgoneta.

Manolo – Y su marido, ¿dónde está?

Blanca – ¿Mi marido? ¡Pues muerto!

Manolo – ¿En el accidente?

Blanca – ¿Qué accidente…?

Jesús (perdiendo la paciencia) – Bueno. Ya que nadie está herido, no hace falta que yo me quede aquí…

Manolo – Espera un momento. Me la traes aquí después de atropellarla, no te vas a ir así como si tal cosa. O, si no, te la llevas. Ya tengo un reventón en el sótano…

Jesús – Muy bien. ¿Qué hacemos entonces?

Manolo (a Blanca) – ¿Qué pone en la tumba de su marido?

Blanca – Pues… “Descanse en paz”, si mal no recuerdo.

Manolo – No, el apellido: ¿qué apellido pone?

Blanca indica que no lo sabe.

Manolo – Está en estado de shock… Espera un poco, ya verás cómo se va acordar… (A Blanca) Concéntrese… ¿Por qué letra empieza su apellido?

Blanca – ¿Y el suyo? ¿Empieza por una c, con cuatro letras?

Manolo (perdiendo la paciencia) – Empieza a joderme la vieja esta.

Jesús – Parece un poco despistada, ¿no? A lo mejor se ha escapado de un manicomio…

Blanca hace muecas como si estuviese loca.

Jesús – A menos que esté borracha…

Manolo – ¿Borracha?

Jesús – Con todo el coñac que le has servido…

Manolo – ¡Anda! Ahora va ser culpa mía. (Suspicaz) Aunque, habitualmente, no es a las victimas a las que hacen soplar… ¿Quieres que llame a la policía?

Jesús (conciliador) – Bueno, no es necesario molestar a la policía. Dejamos a la anciana descansar un ratito. Y yo voy a ver si puedo arrancar la furgoneta. Si no, tendré que llamar a la grúa…

Jesús sale. Los empleados de la funeraria vuelven con el ataúd sobre los hombros.

Manolo – ¿Pero qué coño es esto?

Paco – ¡Es Pepe! Pobrecito, no podíamos dejarlo así en medio de la calle…

Blanca se vuelve hacia el ataúd.

Blanca – ¿Pepe…?

Los empleados ponen el ataúd encima de la barra. Paco coge el móvil olvidado por Conchi.

Paco – ¿Me permites llamar a la oficina?

Manolo – Bueno… Es el móvil de Conchi.

Paco marca el número.

Paco – ¡Joder! No contestan. Se habrán ido a comer…

Deja el teléfono en la barra.

Paco – Pues tenemos que arreglar esto en alguna parte. La tapa esta rota. Tenemos que cambiarla.

Manolo – ¿Aquí?

Paco – Así no haría falta aplazar la ceremonia. La familia ha ido a la floristería… Es cosa de un cuarto de hora, como máximo… Es sólo ir a recoger una tapa nueva y volver. Estoy seguro de que le hubiera hecho muy feliz pasar un último rato con vosotros aquí… ¿Dónde podemos dejarlo para que no moleste…?

Manolo (reticente) – El sótano ya esta inundado. Así que, aparte de la cocina…

Tomándolo como una proposición, los empleados se llevan el ataúd hacia la cocina, bajo la mirada espantada de Manolo.

Blanca – ¿No sería mi marido, no?

Manolo entra hacia la cocina, preocupado. Blanca les sigue también, pero se detiene cuando suena el móvil de Conchi. Blanca coge el teléfono y contesta.

Blanca – ¿Sí…? ¿Que si me puede llamar Conchi? Si le gusta… Bueno, más bien viuda… Precisamente iba a enterrar a mi marido… está en la cocina. ¿Mi edad…? Más cerca de ochenta que de veinte… ¿Que no tiene nada contra los viejos…? (La sonrisa de Blanca desaparece) Ha colgado. ¡Será maleducado…!

Blanca continúa hacia la cocina con el móvil en la mano. Los otros vuelven sin el ataúd. Silvia y Leticia llegan, enloquecidas.

Silvia – ¿Pero qué pasó con papá?

Paco – Pues hubo… un pequeño accidente de circulación.

Leticia – Pensaba que había muerto de cirrosis…

Paco – Puedo explicárselo. Todo se va a arreglar…

Los empleados de la funeraria hacen un aparte con Silvia y le dan explicaciones en voz baja. Carlos vuelve, buscando a Leticia.

Carlos – ¿Hablaste con tu madre…?

Leticia – Está intentando enterrar a su padre. No sé si es el mejor momento para anunciarle que su hija está embarazada…

Manolo – Los unos se van, los otros llegan. ¡El gran ciclo de la vida…!

Carlos – Tú sí que deberías haber sido profesor de filosofía

Carlos se vuelve hacia Leticia.

Carlos – No entiendo… ¿Cómo ocurrió?

Leticia – ¿No tienes ni la menor idea?

Carlos – Perdona, yo…

Leticia mira con desprecio a Carlos, totalmente despistado.

Leticia – No te preocupes, era una broma.

Carlos – ¿Una broma?

Leticia – ¡La prueba de embarazo! La he hecho, pero es negativa…

Carlos saca la prueba de su bolsillo y la mira. Manolo se aproxima, y confirma.

Manolo – Ah, sí, ¿ves…? (Explicándole a Carlos) Aquí tendría que haber una…

Carlos le mira, enfadado.

Leticia – Es hora de que madures un poco, Carlos…

Silvia y Leticia se van.

Carlos – Creo que voy a tomar otra copita…

Manolo le sirve. Carlos bebe su copa de un trago.

Carlos – Sabe a agua, este coñac…

Carlos se dirige hacia el lavabo y se cruza con Blanca, que sale de la cocina. Manolo le echa una mirada sospechosa.

Blanca (para ella misma) – ¿No tenía yo un teléfono en la mano…?

Jesús vuelve.

Jesús (enfadado) – Nunca vamos a poder firmar el parte del accidente. ¿Dónde se habrán metido los de la funeraria…? Es que tengo una caldera que instalar…

Manolo – ¿Tú eres fontanero?

Jesús – Pues, sí…

Manolo – ¿Cómo te llamas?

Jesús – Jesús…

Manolo – ¡Entonces eres el que estaba esperando! (Señalándole la dirección) Está aquí abajo…

Jesús (sin entusiasmo) – ¿De qué se trata?

Manolo – Se ha jodido algún tubo. Un verdadero reventón…

El fontanero se aproxima para mirar, dejando su manojo de llaves en la barra.

Jesús – ¡Dios mío!

Manolo (preocupado) – ¿Pero vas a poder hacer algo, verdad? No sé, hacer un torniquete de urgencia o algo…

Jesús – Pues no soy un hombre–rana. Soy fontanero…

Manolo – Bueno, ¿y qué hago yo?

Jesús – Siempre puedes llamar a los bomberos… O esperar a que se evapore.

Manolo – Es que ya no tenemos agua.

Jesús (irónico) – ¡Pero si tienes una piscina en el sótano…! (Viendo que Manolo no lo encuentra divertido) Bueno, por lo menos voy a cortar el agua abajo.

Manolo – ¿Por qué estas cosas me pasan siempre a mí?

Jesús (arreglando algo en el sótano) – No es que te pasen siempre a ti, sino que cuando les pasan a los demás, te importa un pepino…

Carlos sale del lavabo.

Carlos – Hay un cadáver en la mesa de la cocina…

Manolo (preocupado por otra cosa) – No te preocupes, es sólo para echar una mano…

El fontanero vuelve a subir.

Manolo – ¿Ya está?

Jesús – Sí. Llámame cuando no quede agua en el sótano, para que haga la reparación.

Manolo – Bueno, ¿qué te debo?

Jesús – 100 euros.

Manolo (escandalizado) – ¡100 euros por 5 minutos de trabajo!

Jesús – Es precio fijo. ¿Quieres ver la lista de precios?

Manolo – Me hubiera gustado verla antes…

Manolo coge unos billetes de su caja y se los da al fontanero.

Manolo – Y pensar que un médico te cobra cinco veces menos por una visita a domicilio…

Jesús (cogiendo los billetes) – Pues la próxima vez llama al médico. ¿Se puede comer algo? Ya que estoy aquí…

Manolo – La cocinera no estáSolo tenemos carne fría en la cocina…

Jesús no insiste.

Jesús (yéndose) – Bueno, pues tengo que irme. Dejo aquí la tarjeta para el atestado del accidente.

Sale el fontanero, que se cruza con Conchi, quien vuelve con varias barras de pan.

Conchi – ¿Ya han arreglado la fuga?

Manolo – Por lo menos tenemos agua.

Conchi – ¡Menos mal…! Es que voy con retraso, con todo esto.

Conchi desaparece en la cocina. En seguida, se le oye gritar.

Manolo – ¡Ay!, se me olvidó avisarle lo de Pepe…

Blanca (intrigada) – ¿Pepe…?

Manolo va a la cocina. Vuelve sosteniendo a Conchi por el brazo.

Manolo – Dijo un cuarto de hora, ya no tardará mucho. Siéntate un rato…

Manolo ve las llaves olvidadas por el fontanero en la barra.

Manolo (mostrando júbilo) – ¡Se ha olvidado las llaves, el muy cabrón!

Conchi (despistada) – ¿Quién?

Manolo – ¡El fontanero ése! Pues a ver si llama a un cerrajero tan ladrón como él, el maricón.

Conchi (pensativa) – ¿Qué habrá hecho con eso…?

Manolo – ¡Si acabo de decirte que se las ha olvidado en la barra, el muy cabrón!

Conchi – No, digo Pepe. ¿Dónde habrá dejado el boleto ganador…?

Manolo (pensativo) – Fíjate… ¡El pleno…!

Conchi – A lo mejor, todavía lo tiene en el bolsillo…

Los dos miran hacia la cocina. Blanca también. Silencio. El fontanero vuelve, con cara preocupada.

Jesús – No sé qué he hecho con las llaves. ¿No las habrán visto, por casualidad?

Manolo (sonriendo con satisfacción) – Pues… ¿Qué llaves eran?

Jesús – Bueno… Las llaves del coche, de casa, de la oficina…

Manolo – ¿Quieres que te llame a un cerrajero?

Jesús – A lo mejor las encontramos, ¿no…?

Manolo da la vuelta y coge las llaves.

Manolo (enseñando la llaves) – ¿No serán éstas, por casualidad?

Jesús (aliviado) – ¡Sí!

Manolo finge dejar caer accidentalmente las llaves en el sótano lleno de agua.

Manolo – ¡Dios mío! Se me han escapado. ¡Han caído en el sótano!

Cara desilusionada del fontanero.

Manolo – Madre mía… Pues todavía hay más de un metro de agua ahí abajo. Tendremos que esperar a que se evapore…

Jesús – A lo mejor puedo arreglar eso. Tengo una bomba en la furgoneta.

Manolo – ¡No me digas! Pues ahora, por lo menos, sabes dónde están las llaves…

El fontanero se dirige hacia la puerta para ir a buscar la bomba.

Manolo – Está incluido en el precio, claro…

El fontanero acepta con un gesto y sale. En seguida, Manolo, con una sonrisa, enseña las llaves que, en realidad, ha guardado.

Blanca va a mirar hacia la cocina. Manolo lo nota.

Manolo (sospechoso) – ¿Busca algo?

Blanca – Déme una de ésas de rasca y gana…

Manolo espera el dinero antes de darle la tarjeta.

Manolo – Un euro.

Blanca hace como si buscara el dinero en su bolsillo. Luego se dirige hacia Carlos. Él sigue impasible, pero ella se anima.

Blanca – ¡Será posible! ¿Te acuerdas?

Carlos (inquieto) – No…

Blanca (traviesa) – ¡Cómo que no!

Carlos – Bueno, quizás…

Blanca – ¿Qué haces aquí, hombre?

Carlos – Pues, nada…

Blanca – Es increíble. Todavía pareces más joven…

Carlos – Gracias…

Blanca – ¿Y tu hermana?

Carlos – ¿Mi hermana…? Pues, no tengo…

Blanca – ¡Claro…! Yo tampoco. Por lo que recuerdo. Tenía un marido, pero tuvo un accidente. Afortunadamente, ya estaba muerto…

Manolo empieza a perder la paciencia, con la tarjeta en la mano.

Manolo – Bueno… ¿Lo compra o no?

Blanca (a Carlos) – ¿Me podrías ayudar con un euro? No sé qué he hecho con mi monedero.

Carlos pone una moneda en la barra. Manolo la coge y da el rasca y gana a Blanca.

Blanca – ¡Bueno, pues gracias, Ignacio!

Carlos – De nada.

Blanca se aparta, rascando su tarjeta.

Carlos – ¿Ignacio?

Conchi busca algo en la barra.

Manolo – ¿Tú también has perdido algo?

Conchi – El móvil…

Manolo – Estaba aquí en la barra hace cinco minutos…

Conchi – ¿Dónde se habrá metido…?

Manolo busca también. Blanca aprovecha la ocasión para dirigirse hacia la cocina.

Manolo (a Conchi) – A propósito, alguien ha llamado preguntando por ti hace un rato… En el móvil ése…

Conchi (preocupada) – ¿Y has contestado?

Manolo – Pues, sí…

Conchi – ¿Y qué…?

Manolo – Era un tal… Javier… o José…

Conchi – ¿Jesús?

Manolo – ¡Eso!

Conchi – ¿Y qué ha dicho?

Manolo – Pues… Le ha sorprendido un poco que descolgase yo, claro, y… Pues dijo que al final no podría estar en la cita ésa…

Conchi, enfadada, vuelve a leer su novela sentimental.

Manolo (suspirando) – Lo que es hacer un favor a la gente…

Silvia y Leticia vuelven, con una corona fúnebre con la inscripción: “Muerto por la Patria”. Carlos hace señas a Leticia, quien le ignora.

Silvia – Es increíble… Hasta los muertos tienen accidentes… Seguro que estaba hablando por teléfono…

Leticia – ¿Quién?

Silvia – ¡El fontanero ése!

Vuelven a sentarse. Leticia echa una mirada a la corona.

Leticia – “Muerto por la Patria”… Parece un poco exagerado, ¿no…?

Silvia – Sólo quedaba ésta… Mejor que nada… (Suspirando) Sea como sea, te lo aseguro, cuando me muera quiero que me entierren con el móvil…

Leticia – ¿Por qué?

Silvia – ¡Por si no he muerto de verdad! Es mi obsesión, que me entierren viva. ¿Tú no?

Leticia – No debe ocurrir muy a menudo…

Silvia – ¡Y a mí qué me importa! Si me toca a mí…

Silvia nota la presencia de Carlos, que sigue haciendo señas a Leticia para que le llame por teléfono.

Silvia – Dime, Carlos, tú que eres filósofo: ¿habrá una vida antes de la muerte?

Carlos – Querrás decir “después”…

Silvia – Aparte del caso de que te entierren viva…

Carlos – Bueno, no sé si realmente es algo deseable… Como dice la heroína de mi última novela: “Aunque uno sea sordo y mudo de vivo, una vez muerto quizás sea peor…”.

Esta última sentencia llama la atención de Conchi.

Conchi – ¡Pero si eso sale igual en “Una mujer es una mujer”! ¡Es lo que dice Michael a Samantha cuando ella esta a punto de tirarse por el acantilado! ¡Tú tienes que ser Barbara Shetland!

Estupefacción de Silvia y Leticia.

Carlos – Bueno, a veces, sí… Pero… preferiría que eso siga siendo confidencial…

Conchi – Me he tragado tu novela en una noche. Como todas las otras, la verdad… Precisamente, estaba releyéndola, por si me hubiera perdido algo… ¿Me la dedicas?

Carlos – ¡Cómo no…!

Conchi – ¡Gracias! Si hubiese sabido que Barbara Shetland era un hombre… ¿Eres un hombre, verdad?

Carlos – Sólo trato de aportar a las mujeres la parte de romance que les falta en su vida cotidiana…

Manolo echa un vistazo a la portada, más bien caliente, del libro.

Manolo – No me digas…

Carlos – Primero intenté escribir tragedias, pero… desafortunadamente, el teatro no forma parte de la nueva economía. Ni siquiera formaba parte de la antigua…

Manolo está mirando todavía la portada.

Carlos (a Manolo) – Quieres que te dedique también un ejemplar…

Manolo – Visto el efecto sobre tus lectoras, empieza a tentarme. En fin, como dices, “Una mujer es una mujer”…

Carlos intenta salir discretamente.

Carlos – Bueno… La compañía es muy grata, pero tengo que ir a clase…

Leticia – Hasta luego… Barbara…

Carlos sale. Manolo vuelve a su crucigrama. Blanca regresa discretamente de la cocina.

Manolo (pensativo) – Siempre está en obras… Empieza por A…

Blanca – ¡Actriz!

Manolo (enfadado) – ¡No le he preguntado nada, a usted!

Blanca – Siempre está en obras… Actriz. Está siempre en obras. Y pasados los cincuenta, todavía más… Empieza por A.

Manolo continúa en su periódico. Silvia y Leticia descubren a Blanca.

Manolo – ¡Siete letras!

Blanca – Como los siete enanitos…

Manolo – ¡O como los siete números de la primitiva!

Manolo continúa en su crucigrama.

Silvia (aproximándose a Blanca) – ¡Mamá! ¿Pero qué haces aquí?

Blanca – ¡Pues vengo al funeral! (A Manolo) ¿Quién es esta loca?

Manolo (a Silvia) – ¿Así que es su madre? Enhorabuena… Ya no sabíamos qué hacer con ella… (En voz baja) Está un poco ida, ¿verdad?

Silvia – Digamos que su memoria es selectiva… Conoce muy bien el número de seguridad social de su marido…

Blanca – 1 25 12 37 039 016 y el número clave el 9…

Silvia – Aunque, habitualmente, no se acuerda de que tiene un marido… Bueno, ahora ya no importa tanto: está muerto…

Manolo mira en el periódico el sorteo de la primitiva.

Manolo (a Blanca) – ¿Cuál dice que era el número de seguridad social de su marido?

Blanca – 1 25 12 37 039 016.

ManoloY el complementario el 9… (Manolo enseña el número del sorteo) ¡Ganó! ¡Joder! ¡Es él el que acertó el pleno!

Silvia mira a Manolo inquieta, empezando a preguntarse si no ha acabado en un manicomio.

Manolo (incrédulo) – ¡Pepe…! ¡Ese cabrón…!

Los de la funeraria vuelven con la tapa nueva del ataúd.

Paco – Aquí estamos. Vamos a arreglar esto en seguida.

Manolo llama discretamente a Paco.

Manolo¿Podemos hablar un momento antes de cerrar la caja…?

Manolo toma a Paco y a Luis aparte y les habla en voz baja.

Paco – Pues… Es un poco delicado…

Luis – Es que no estamos autorizados a hurgar en los bolsillos de nuestros clientes…

Manolo – Por lo menos, podéis tratarlo con la familia. Hablamos del pleno, aquí…

Silvia (inquieta) – ¿Pero qué pasa ahora…?

Paco – Es un poco delicado…

Leticia – Creo que ahora, ya, lo que se dice delicadeza…

En voz baja, Paco expone la situación a Silvia.

Silvia – No, no hemos encontrado nada…

Paco prosigue sus explicaciones.

Leticia – ¡Dios mío!

Silvia (excitada) – ¿El gordo?

Paco – Unos 75 millones… No cuesta nada echar un vistazo mientras está en la mesa de la cocina.

Luis – Después será más complicado…

Silvia y Leticia aceptan. Los empleados se dirigen hacia la cocina. Silvia y Leticia les esperan, muy ilusionadas…

Leticia – ¿Sabías que jugaba a la primitiva…?

Silvia – Pues no… ¡Fíjate! Si de verdad ha ganado una vez muerto, ¡qué suerte…!, digo, ¡que pena!

Los empleados vuelven con el ataúd sobre los hombros.

Silvia (muy excitada) – ¿Qué…?

Leticia le echa una mirada de reprobación, señalándole el ataúd.

Silvia (con cara de circunstancia) – ¿Pues qué…?

Colocan el ataúd sobre la barra, con mucha ceremonia.

Silvia (desilusionada) – ¿Han buscado por todas partes?

Como lo haría un ilusionista, Paco saca un boleto de su bolsillo.

Silvia (cogiendo el boleto, loca de alegría) – ¿El gordo? ¡75 millones de euros! ¡Más de 10 mil millones de pesetas! (A Manolo) Nunca he jugado a la primitiva. ¿Sabe qué hay que hacer para cobrar el dinero?

Manolo – 10 mil millones de pesetas… Tendrá que ir a la sede. Yo no tengo tanto dinero en caja… ¿Puedo verlo? Soy yo quien se lo sellé a Pepe…

Silvia le muestra el boleto con mucha precaución, como si se tratase del santo Sacramento.

Silvia – ¡Querido papá! Y pensar que casi rehusamos la herencia…

Manolo mira el boleto, y su sonrisa desaparece.

Manolo – ¡Me cago en la hostia!

Silvia (inquieta) – ¿Qué?

Manolo – No es un boleto de primitiva…

Silvia – ¿Cómo?

Manolo – Es una tarjeta de rasca y gana…

Leticia – ¿Y qué…?

Manolo rasca la tarjeta. Todos esperan el resultado.

Manolo (entusiasta) – ¡Han ganado…!

Silvia continúa esperando.

Silvia – ¿Cuánto?

Manolo (mirando de nuevo) – Un euro. Al menos podéis comprar otro.

Silvia – Pues dame otro.

Manolo le da otra tarjeta. Silvia rasca como una loca.

Silvia – Nada…

Silvia queda hundida.

Silvia – Era demasiado… No podía ser…

Leticia – Ya sabía yo que él no era un ganador…

Silencio.

Manolo – ¿Pero, entonces, dónde está el boleto de la primitiva? ¡Si yo mismo lo sellé!

Conchi – ¿Crees que alguien podría haberle robado?

Manolo – Robar a un cadáver… ¿Quién podría hacer algo semejante?

Las miradas, sospechosas, se dirigen primero a los empleados de la funeraria, quienes niegan, y después hacia Blanca, quien no dice nada y pone cara de inocente. Manolo se aproxima a Blanca.

Manolo – ¿Qué tiene en la mano…? (Manolo intenta hacerle abrir la mano) Que no quiere soltarlo, la muy cabrona…

Manolo consigue arrancarle el billete.

Silvia – ¿Y qué?

Manolo mira el billete.

Manolo – ¡Esta vez sí que es un boleto de primitiva! (Su sonrisa desaparece) ¡Hijo de puta!

Silvia – ¿Qué pasa esta vez? Soy yo quien se va morir, de un infarto…

Manolo – No es su número de seguridad social…

Silvia – ¿Y qué?

Manolo – ¡Que él solía apostar a su número de seguridad social! El que salió ayer…

Leticia – ¿Y?

Manolo – Pues, que su padre no es el ganador…

Silvia está a punto de desvanecerse…

Leticia – Creo que ya es hora de terminar…

Conchi – ¿Y a qué número había apostado entonces?

Manolo (mirando el boleto) – Parece un número de teléfono…

Conchi coge el boleto y lo mira.

Conchi – ¡Claro!, ¡si es el mío! Lo habrá visto en la revista de caza ésa donde puse el anuncio… (A Manolo) A propósito, todavía no he encontrado el móvil (A Manolo) ¿Lo has visto…?

Manolo – Es que no he tenido tiempo de buscarlo. Con todo esto… (Señalando el teléfono fijo en la barra). Llama a tu número, a ver dónde está…

Conchi, mirando el boleto de la primitiva, marca el número. Se oye un timbre en el interior del ataúd. Todos miran hacia el ataúd.

Manolo – ¿Quién habrá puesto el móvil ahí dentro…?

Conchi cuelga el teléfono y el timbre se detiene.

Conchi – ¿Y ahora, cómo voy a recuperar mi móvil? Es que estoy esperando unas llamadas muy importantes…

El teléfono vuelve a sonar dentro del ataúd. Todos miran a Conchi.

Conchi – ¡Ah, no, esta vez no soy yo!

Manolo – El número está en el anuncio… No va parar de sonar allí abajo…

Paco (contrariado) – De haber sabido que iba a haber tanto vaivén, le hubiera puesto puerta a este ataúd. ¿Estáis seguros de que no os habéis olvidado nada más ahí dentro?

El teléfono para de sonar… y luego vuelve a sonar.

Silvia – Bueno, hay que hacer algo, ¿no?

Luis – La incineración… es más limpio. Y nunca hay reclamaciones…

Paco, de mala gana, quita de nuevo la tapa del ataúd. Un brazo asoma de éste y le tiende el teléfono. Paco lo coge como si nada.

Paco – Gracias.

Paco le da el teléfono a Conchi.

Conchi (con amabilidad) – ¿Dígame…?

Conchi se da cuenta de que todo el mundo le está escuchando, y se aparta un poco para continuar su conversación. Luis vuelve a colocar en su sitio la tapa del ataúd.

Manolo (pensativo) – Pero si Pepe no es el ganador, ¿quién será?

De repente, el fontanero vuelve a entrar en el bar, enseñando un boleto de primitiva.

Jesús (histérico) – ¡Soy yo! Acaban de dar otra vez la combinación ganadora en la radio, ¡es la mía! ¡Soy yo!

Manolo (hundido) – Supongo que ahora tendré que buscar a otro fontanero para bombear el agua del sótano…

Conchi, interesada, termina su conversación telefónica y se aproxima al fontanero.

Conchi (encantadora) – Afortunado en el juego, desgraciado en amores… ¿Cómo te llamas?

Jesús – Jesús.

Conchi – ¡Jesús! ¡Pues si eres el que estaba esperando…!

El teléfono de Conchi vuelve a sonar. Conchi contesta de mala gana.

Conchi – Basta ya. La caza ha terminado…

Conchi tira el móvil al sótano lleno de agua.

Jesús – ¡Anda, Manolo! ¡Vamos a celebrarlo! ¡Invito! ¡Champán para todos!

Regocijo general. Manolo sirve el champán encima del ataúd, que está en la barra. El teléfono fijo del bar suena. Manolo contesta.

Manolo – Bar Manolo, dígame…

Todos empiezan a brindar, haciendo mucho ruido. Manolo intenta hablar a los de la funeraria, alzando la voz.

Manolo – ¡Del cementerio…! El enterrador… (Manolo señala con un gesto el ataúd). Pues… quieren saber si es para hoy o para mañana…

Paco – Bueno… dile que se venga a tomar una copa con nosotros…

El fontanero nota por fin el ataúd sobre la barra.

Jesús – ¿Y esto qué es…?

Manolo – Esto… Es Pepe… (Manolo parece pensar en algo y hurga en sus bolsillos, mirando al fontanero) A propósito… ¿qué hecho yo con tus llaves…?

Manolo mira hacia el ataúd. Paco le mira, inquieto…

Paco – ¡No me digas…!

Manolo – Bueno… ¿Otra copita?

Manolo le sirve.

Luis – Pepe… Pobrecito… Nunca tuvo suerte.

Luis golpea tres veces encima del ataúd.

Luis – Ahora está en la caja, y ya no puede brindar con nosotros…

La tapa del ataúd se levanta. Sale el busto de Pepe –que puede ser representado por el actor que representaba a Carlos, con una peluca blanca y bigote falso–).

Pepe – ¡Descanse en paz, decían!

Todos miran estupefactos a Pepe, que alarga un vaso.

Pepe – Bueno, pues ¡una última copita! Como no haya un Bar Manolo allí arriba…

Fin.

Paris – Novembre 2011 © La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-35-2

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Strip Poker (en español)

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

2 hombres / 2 mujeres

Una pareja invita a sus nuevos vecinos para conocerse, pero la cena se convierte en una verdadera pesadilla…Una comedia a la manera de Woody Allen…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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Strip Poker Strip Miami

TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Strip Póker

Una comedia de Jean-Pierre Martínez

Personajes : Pedro – María – Ignacio – Rosa

ACTO 1

En su salón María, una rubia sexy y arregladita, prepara una mesa de fiesta para cuatro. Se oye el sonido de su móvil. Contesta.

María (amable) – ¿Dígame…? (Irritada) Pues no, lo siento, no soy Pedro. Soy María, su mujer… El móvil al que está llamando es el mío… ¿Puedo dejarle un mensaje…? Muy bien… No, no se preocupe…

María vuelve a preparar la mesa con una alegría desbordante. Se oye otra vez el sonido de su móvil.

María (todavía más irritada) – ¡Dígame! (De nuevo amable) Ah, Javier… ¿Qué tal?… Sí, sí, muy bien… ¿Pero no te dije que había dejado de fumar…? Pues desde ayer, por la noche… No, no te preocupes, no estoy embarazada… Pero fíjate, que había alcanzado los dos paquetes al día… Con lo que cuesta el tabaco hoy en día, he calculado que dentro de un año y pico habré ahorrado lo suficiente para regalarme un safari a Kenia. Si no aguanto más de una semana, por lo menos tendré bastante para comprarme una tarjeta de autobús. Sea lo que sea, con los diez euros que tengo ya ahorrados, me regalé un tarro gigante de Nocilla… (Suspiro) No pensaba que iba a ser tan difícil… Pero vamos… Ahora, incluso en el cementerio está prohibido fumar… ¿Pedro? Pues bien… Por lo menos hasta que se presente una mejor oportunidad… No, hablaba de su trabajo… Bueno, Javier, lo siento, pero tengo que despedirme, mi cerdo a la manzana se está resecando. Te volveré a llamar ¿De acuerdo? Ciao, ciao…

María huele el aire y echa una mirada inquieta hacia los espectadores.

María – ¿Huele a gas, no…?

María corre a la cocina para ver cómo va el cerdo. Pedro entra silbando, un abrigo en las espaldas y un periódico en la mano. Se quita el abrigo, y se sienta en el sofá hojeando el periódico. En la portada se puede leer: “¿El Móvil Cancerígeno?”. Mientras María regresa, él deja el periódico de prisa y se pone cara de preocupación.

María (con alegría) – ¡Hola!

Pedro – Hola…

María (viendo su cara) – ¿Pero qué te pasa? ¿No te sientes bien…?

Pedro – Acaban de despedirme…

María – ¡Despedirte! ¿Pero porqué?

Pedro – Deslocalización…

María – ¡Dios mío…! Lo siento…

Pedro se deja caer en el sofá.

Pedro (patético) – ¿No vas a dejarme, verdad?

María viene a sentarse junto a él, y le coge en sus brazos.

María – ¿Pero qué dices? Yo trabajo. Mira, acabo de dejar el tabaco. Con el dinero que vamos a ahorrar ya casi podías pasar a media jornada… Además, si hay que apretarse el cinturón, nos lo apretaremos… (Pone una mano en la barriga) Voy a dejar también el Nocilla…

Pedro – No quiero ser una carga para ti, ¿sabes…? Preferiría acabar con la vida…

María – Pedro, no digas tonterías… ¡Te recuerdo que estamos casados! ¡Para lo bueno y para lo malo! Guardaremos lo bueno para el final, y ya está… Pero es una locura, que os deslocalicen así, sin avisar previamente.

Pedro – Fíjate, ahora… Con la mundialización…

María – Bueno, sin embargo… Si deslocalizan el Museo del Prado… ¿dónde van a meterlo? Es enorme ese edificio…

Pedro – En China… Van a numerar cada piedra, cargarlo todo en un buque, y reconstruir el edificio en una zona industrial en los suburbios de Cantón. Ya han empezado a desmontar un ala…

María – ¡No!

Pedro – Sí… A menos que unos piratas desvíen el barco, y que todo acabe en Somalia.

María – ¡No!

Pedro – Sí…

María – ¿Y los cuadros…?

Pedro – Igual.

María – ¿Velázquez, Goya, Picasso…?

Pedro – ¿Picasso…?

María – Ah, sí… Afortunadamente, los de Picasso ya están todos en Francia… ¿Y qué van a poner en El Retiro en lugar de El Prado?

Pedro – Pues… un barrio chino… Es decir, un centro comercial chino. En forma de pagoda… Al que vendrán todos los productos que ya no fabricamos en España: Lavadoras, secadores, vibradores…

María – Así que para ver Las Meninas, ahora, tendremos que ir a Cantón. Y los turistas igual. No va ser bueno para la Economía, claro…

Pedro – Fíjate… Y acabo de leer en el periódico que los vietnamitas consideran comprar Benidorm y Salou…

María (desolada) – Pero no es posible…

Pedro intenta conservar un poco más su cara trágica, y luego se pone a reír.

Pedro – ¡Claro que no es posible! ¿De verdad, te has creído semejantes tonterías?

María, a la vez furiosa y aliviada, le pega con los cojines del sofá.

María – No tendrías que bromear con esas cosas…

Pedro – Tienes razón, no es el momento de perder el trabajo. El sueldo no está mal… y me deja mucho tiempo para escribir… A propósito, tengo una buena noticia. ¡La Editorial Confidencial está de acuerdo para publicar mi novela!

María (con entusiasmo fingido) – ¿Editorial Confidencial? ¡Genial!

Pedro – Bueno… A cargo del autor… Tengo que vender al menos 4000 para cubrir los gastos de impresión… ¿4000 ejemplares no es tanto, verdad?

María – Claro… Entre tus padres y los míos… Si cada uno compra 1000…

Pedro parece muy contento.

Pedro – Bueno ¿Comemos? Esta noche, hay Strip Póker…

María (sorprendida pero tentada) – ¿Quieres que hagamos un strip póker los dos?

Pedro – Strip Póker, ¡el reality-show de la tele!, ¿no te acuerdas?

María – No…

Pedro – Invitan parejas. Cada vez que uno de los dos considera prudente no contestar a la pregunta que el otro le ha hecho tiene que quitarse una prenda de vestir.

María (suspirando) – No entiendo cómo puedes mirar tonterías así…

Pedro – Por favor… ¡Esta noche es la final!

María – Quizás, pero no va ser posible…

Pedro – ¿La tele está rota?

María – No… Pero no vas a poder mirarla…

Pedro – ¿Me estás castigando sin tele…?

De pronto, Pedro se da cuenta de que la mesa está puesta para cuatro.

Pedro – ¿No me digas que has invitado a tus padres?

María – Los vecinos.

Pedro – ¿Los vecinos? Si se mudaron el mes pasado…

María -¡Los nuevos vecinos!

Pedro – ¿Los nuevos? ¡Pero no les conocemos!

María – Pues por eso. Me encontré con ella al bajar la basura… Me dije que sería la ocasión de conocerse.

Pedro – ¿Y para qué?

María – Para nada… Siempre está bien conocer a tus vecinos… Por si acaso… Para hacerse un favor…

Pedro – ¿Un favor…? ¿Cómo qué?

María – Yo que sé… Regar a las plantas cuando estamos de vacaciones…

Pedro – Tu gato se comió el domingo pasado la única planta que tenía en mi despacho mientras estábamos visitando a tus padres.

María -¡Pues ya ves! Si alguien le hubiera dado de comer al gato no se habría comido tu planta… A propósito, hace tiempo que no lo he visto, el gato…

Pedro suspira.

Pedro (inquieto) – ¿Tienen hijos, verdad?

María – Tres, por lo que sé…

Pedro – ¿No me digas que has invitado a los niños también?

María – Con suerte les gustará más quedarse en casa. (Irónica) Para no perderse la final de Strip Póker…

Pedro – No seas pesada…

María – Además, la casa está justamente al lado…

Pedro – ¿No me estarás hablando de los vecinos de en frente?

María – ¡Los de en frente se suicidaron hace seis meses! ¿No te acuerdas, todos aquellos bomberos, en medio de la noche, los faros giratorios, las sirenas?

Pedro – No…

María – Pues a mí me desvela. Todavía tengo pesadillas… Habían abierto el gas… A poco, todo el barrio vuela…

Pedro – Fíjate… Hay gente que nunca piensan en los demás… ¿Y por qué se suicidaron así, en pareja?

María – Quién sabe… Quizás no había nada en la tele… Si les hubiéramos invitado esa noche…

Pedro – ¡No me digas que invitaste a los vecinos a cenar sólo para no sentirte culpable en caso de que decidieran suicidarse precisamente esta noche…!

Ella no contesta.

María – A propósito, es raro, recibí varias llamadas para ti, hoy, en mi móvil…

Pedro – Ah sí, disculpa, no sé qué hice con el mío… Por eso dejé tu número en mi contestador… En caso de que un productor intente contactarme… ¿Te dije que pensaba adaptar mi novela para el teatro?

María -¿El número de mi móvil? ¿No hubiera sido más fácil que te compraras un nuevo directamente?

Pedro – Bueno… Me dije que uno podía vivir perfectamente sin móvil, por fin. ¿No?

María – Pues sí… Uno que tenga una mujer para hacer de telefonista…

Pedro – Mira, tú intentas dejar el tabaco, yo voy a intentar dejar el móvil. A ver quién aguanta más tiempo.

María – ¡Sí, pero yo no te obligo a fumar mis cigarrillos!

En vez de contestar, Pedro vuelve a leer su periódico (En la portada el título: “¿El Móvil Cancerígeno?”). María le echa una mirada con enfado.

María – Podrías ir a cambiarte antes de que lleguen. ¿No?

Pedro – ¿Quién?

María – ¡Los vecinos!

Pedro – ¿Así que vienen de verdad…?

Pedro, resignado, se levanta.

María – Yo voy a ver si el horno no se hubiera apagado. Huele a gas. ¿No te parece?

Pedro se encoge de hombros, y sale hacia el corredor. María sale también y vuelve en seguida con botellas y vasos. Pedro regresa más tarde.

María – ¿Te has puesto el pijama?

Pedro – ¡No es un pijama! Es… un chándal.

María – ¿Y tus babuchas, son también para hacer jogging…? Nunca te he visto hacer deporte. Ni siquiera bajas la basura…

Pedro – Así no encuentro nunca a los vecinos… Mira, si ya estamos condenados a ser íntimos amigos, por qué no ponerse cómodo. ¿Verdad…?

María – Te imaginas… Si él llega con corbata y ella en traje de noche… No les dije que era un pijama party…

Pedro vuelve a salir suspirando. María continúa sus preparativos. Él regresa, vestido de una manera más correcta.

Pedro (irónico) – ¿Y así, te parece bien?

Pedro vuelve a leer su periódico.

Se oye otra vez el sonido del móvil de María. Ella contesta.

María – ¿Sí…? (Con una amabilidad afectada) No, es la telefonista, pero no se retire, le pongo en comunicación. (Tendiendo el móvil a Pedro, excedida) Tu amigo Marco…

Pedro coge el móvil como si nada.

Pedro – Si, hola, Marco… Como estás… Si, ¿eh? Hace tiempo… ¿El martes? Mira, sí, porqué no… Pero mejor tengo que preguntarlo a María. Esta ocupada ahora mismo. ¿Me vuelves a llamar mañana? Bueno, si no estoy me llamas en el móvil…

Mirada enfadada de María.

Pedro – Muy bien, hasta luego, Marco…

Devuelve el móvil a María.

Pedro – ¡Qué coñazo…!

María – ¿Qué quería?

Pedro – Invitarnos a cenar el martes. Es el cumpleaños de su mujer…

María – ¿Y qué? ¿No es tu mejor amigo?

Pedro – Me deprimen los cumpleaños… Yo tengo la delicadeza de no invitar a nadie en tus cumpleaños…

María – ¿Y cuando te acuerdas de la fecha…?

Pedro – No, de verdad, estaré más tranquilo sin móvil… Bueno, ¿qué hacen los vecinos?… No nos van a contar que se han retrasado por el atasco. ¡Viven justo en frente!

María – Al lado…

Pedro – Pues mejor, ni siquiera tienen que cruzar la calle…

María – Todavía no son las nueve…

Pedro – A las nueve, habitualmente, hemos cenado. Me muero de hambre… Huele muy bien. (Incrédulo) ¿Con qué nos vas a sorprender?

María (orgullosa) – Cerdo a la manzana. He encontrado la receta en una revista…

Pedro – No me digas… No sé si realmente el momento es propicio para probar nuevas experiencias, pero bueno… Ni siquiera sé cómo se llama esa gente…

María – Ella es Rosa, y él Ignacio, creo…

Pedro – Joder… Ya sois muy íntimos… ¿Y el apellido?

María – No me acuerdo. Es un nombre de detergente…

Pedro – ¿Skip?

Negación de María.

Pedro – ¿Wipp?

Nueva negación de María.

Pedro – ¿Omo?

María -¡Ariel! O Riel…

Pedro – Espera ¿Riel o Ariel?

María – Yo qué sé. Dijo « Rosa Ariel »… Ya veremos… ¿Qué importa?

Pedro – Pues… Si es Ariel, tu cerdo a la manzana… Siempre podrán comerse las manzanas, claro…

María (inquieta) – Dios mío, no había pensado en eso…

Pedro – Así es… Cuando se invita gente desconocida…

María – ¿Pero cómo hubiera podido adivinar…? Ignacio y Rosa no suenan…

Pedro – Todos los musulmanes no se llaman Muhammad…

María – ¿Crees que son musulmanes…?

Pedro – Mira, sea lo que sea, por lo que se refiere al cerdo a la manzana, da igual ¿No?

María – A lo mejor no son practicantes…

Pedro – Quién sabe… Más valdría descongelar una pizza… Vegetariana, además…

Se oye el sonido de la puerta. María se inmoviliza.

María – ¿Qué hacemos?

Pedro – Pues… Podrías ir a abrir. Es lo que hace uno cuando invita a gente que luego llama a la puerta… Si no… apagamos todo, y vamos a ver Strip Póker en el cuarto de baño…

María – Voy a abrir…

Ella desaparece en el vestíbulo para ir a abrir la puerta.

María (off) – ¡Hola! Buenas noches… Entren, por favor… (Cogiendo el regalo que le dan los vecinos) ¡Oh, muchas gracias! Pero no tenían que molestarse…

Pedro (in) – El regalo Ariel… O Riel…

María vuelve al el salón con un ramo de flores en la mano, seguida por los vecinos.

Pedro (imitando irónicamente la amabilidad de María) – ¡Hola! Buenas noches… Entren, por favor…

María – ¿Son margaritas, verdad? ¡Los pétalos son enormes!

Rosa (confusa) – Son tulipanes…

María – Ah sí, por supuesto. Son magníficas…

Rosa – Quizás han sufrido un poco el calor…

En efecto, las flores parecen bastante marchitas.

María – Vamos a ponerles en el agua en seguida…

Pedro – Quizá vayan a resucitar…

Los vecinos entran. Rosa, morena, unos cincuenta años, delgada, viste de manera elegante pero estricta. Ignacio, gordito, una botella en la mano, lleva un traje tan marchito como las flores.

María (a Ignacio) – Les presento a mi marido (insistiendo sobre el apellido) Pedro Azafrán…

Los dos hombres se saludan.

Pedro (siniestro) – Encantado…

María (a Ignacio) – ¿Y tú eres…?

Ignacio (sonriendo) – Ignacio…

María – Ignacio, muy bien…

Ignacio tiende su botella a Pedro.

Ignacio – Toma, tendrías que ponerla en la nevera…

Pedro – ¡Sidra Asturiana! Pues muchas gracias, Ignacio…

Ignacio – Bien fresquita, sabe como Champán francés ¿No es cierto?

Pedro (irónico) – No nos vamos a arruinar, entonces. Voy a ponerla en el congelador… Para que esté mejor todavía…

Pedro lleva la botella a la cocina.

María – ¿Lo habéis encontrado fácilmente?

Caras de los vecinos que viven justo al lado.

María – No, digo, ya sé que vivís justo al lado… Quiero decir, habéis encontrado fácilmente… (improvisando) una manera de cuidar a los niños mientras…

Rosa – Ah, sí… La mayor guarda a los pequeños… Y si no les molesta, iremos a echar un vistazo de vez en cuando…

Pedro vuelve.

María – ¿Y cómo se llaman vuestros hijos?

Rosa – Sarah, Esther y el menor Benjamín.

Esta respuesta empeora la inquietud de María sobre la supuesta religión de los vecinos.

María – Claro, Benjamín… El menor…

Rosa – No tenéis hijos ¿Verdad…?

Ligero sonrojo.

María – Pues todavía no… Perdón, pero ¿vuestro apellido es Riel como las vías del tranvía, o Ariel…?

Pedro – Como el detergente…

Ignacio – Riel. Como para correr las cortinas…

María (con un suspiro de alivio) – ¡Temíamos que fuerais judíos!

Rubor en el rostro de los invitados. María, petrificada, corrige.

María – Es que sólo que había previsto un cerdo a la manzana… Pero se puede arreglar fácilmente. Tengo huevos en la nevera ¿Os apetecería una buena tortilla francesa?

Pedro – Si no, lo dejamos para otro día…

María le echa una mirada enfadada.

Rosa (relajándose) – Qué va… No cambiéis nada para por nosotros… El cerdo a la manzana estará muy bien… Además, vendrá bien con la sidra, ¿Verdad?

Ignacio (muy serio) – Claro… Pero las manzanas… Son kasher ¿Verdad? (Satisfecho de ver la cara llena de rubor de María) Estoy bromeando… ¿Y el apellido vuestro, qué es, Curry?

María – Azafrán…

Ignacio – Lástima…

Pedro y María no entienden por qué.

IgnacioNo, porque… Pedro y María… (Los demás todavía no lo entienden) ¡Pedro y Marie Curie!

Incluso Rosa encuentra la broma un poco pesada.

María – Me alegro que tengáis sentido del humor… Además, judíos o musulmanes, qué importa…

Pedro – Hubiera podido ser peor… Si fueseis informáticos o dentistas…

Nuevo sonrojo…

María (para cambiar de tema) – ¿Os apetece una copita…?

 

ACTO 2

Las dos parejas toman una copa. Pedro y María ya parecen aburrirse bastante, pero hacen un esfuerzo para escuchar con atención lo que dice Ignacio.

Ignacio – El problema para nosotros, los dentistas, es que ahora gastamos más tiempo a llenar papeles que en curar los dientes. Y como todo el rollo se hace con la computadora… Lo que digo: yo aprendí a manejar la fresa, no el ratón. Afortunadamente, mi mujer me echa una mano. La informática es su trabajo, pero yo…

Pedro y María asienten amablemente.

Ignacio – No, hoy en día las profesiones liberales se ahogan por tantos impuestos y cargas… A propósito, ¿conocéis ese chiste?

Pedro y María fingen curiosidad.

Ignacio – Este es un dentista que se va de crucero con su mujer al Pacífico. ¡Naufraga! El navío se hunde…

María se echa a reír. Consternación en los demás.

Ignacio – No… Todavía no…

María vuelve a estar seria.

Ignacio – Zozobran una semana hasta llegar a una isla desierta. La mujer, por supuesto, muy inquieta, dice a su marido: nunca van a encontrarnos.

Se echa a reír otra vez.

Ignacio – No… Todavía no…

María vuelve a estar seria.

Ignacio – Su marido le pregunta: ¿mandaste el cheque para los impuestos antes de partir? La mujer: ¡No! Su marido le contesta: Entonces, no te preocupes. Van a encontrarnos…

María, prudente, no se ríe.

Ignacio – Ya…

María se esfuerza en reír. Ignacio saca un paquete de cigarrillos, y ofrece uno a Pedro.

Ignacio – ¿Un cigarrillo?

Pedro – Gracias, no fumo…

Ignacio tiende el paquete a María.

María – Lo dejé ayer…

Rosa echa una mirada enfadada a Ignacio, quien pone otra vez el paquete en su bolsillo.

Ignacio – Bueno… Pues no voy a ahumaros, entonces… Aunque, siempre se habla del cigarrillo, pero el móvil tampoco es muy bueno para la salud. Leí un artículo acerca de esto en el periódico esta mañana. Dicen que más de un cuarto de hora al día te hará tener un tumor del cerebro…

María agarra el periódico de Pedro, y echa un vistazo al título en la portada: ¿El móvil cancerígeno?

Ignacio – Mejor no pasarse de la cuota…

María echa una mirada furiosa a Pedro.

Ignacio – Yo fumo, pero no tengo móvil.

María (irónica) – Mi marido tampoco. Prefiere que el tumor lo tenga yo…

Ignacio – ¿Sabéis lo más jodido en el oficio de dentista?

Pedro y María no lo saben.

Ignacio – Tener que limpiarse las manos todo el rato, entre cliente y cliente.

Pedro – ¿Igual que las prostitutas? ¿No?

María echa una mirada enfadada a Pedro.

Ignacio – Mirad las manos que tengo. Sequísimas. Podría llevar guantes, claro, pero… ¿Os imagináis? Es un trabajo muy minucioso. ¿Habéis probado a enhebrar una aguja con guantes de boxeo?

Pedro – Nunca… Además, coso muy poco. Prefiero hacer punto…

Ignacio – Bueno, como digo yo, nosotros los dentistas, tenemos una ventaja en comparación con los psicoanalistas: En mi consulta también el paciente llega, se tumba, y abre la boca… ¡Pero después solo tiene derecho a escucharme!

Rosa – Estás fastidiando a nuestros amigos con tus historias…

María – ¡Qué va…! Para nada…

Rosa – Por qué no nos habláis un poco de vosotros… (A María) ¿Eres profesora, verdad?

María – De solfeo, sí… Pero no estoy segura de que sea mucho más interesante…

Pedro le echa una mirada irónica, y Rosa se da cuenta que ha metido la pata otra vez.

Rosa – Ah, el solfeo… Lo estudié durante más de 10 años, de joven…

María (intentando interesarse) – ¿Qué instrumento practicabas?

Rosa – Pues… Ninguno… Mis padres pensaban probablemente que el solfeo era una lengua muerta. Como el latín o el griego. Así que cuando tuve 20 años, dije basta.

Pedro (irónico) – Joder… Eras una adolescente muy rebelde…

Rosa – Luego, me matriculé en un curso de baile.

María – Pues sí… Menudo cambio…

Ignacio (sentimental) – Así nos encontramos, Rosa y yo…

María – ¿De verdad?

Ignacio – Sí, sí… Bailaba muy bien entonces, sabes… Me defiendo bastante bien todavía… Dicen que el 40% de los hombres han conocido a su mujer invitándola a bailar. (A Pedro) ¿Así encontraste también a tu encantadora esposa…?

Pedro – Pues, no… Fíjate que yo empecé por tomarla salvajemente en un ascensor, después de haber apretado el botón de alarma… Dicen que es muy raro, las parejas que se conocieron así…

Silencio embarazoso.

María – Es una broma, por supuesto…

Pedro – No le gusta que cuente…

María – ¿Otra copita?

Rosa – Bueno… Un dedo, entonces…

Pedro – ¿Antes de la copa?

María echa a Pedro una mirada de enfado, y llena los vasos de los invitados.

Rosa – Hemos registrado a Benjamín en el parvulario de al lado… ¿Sabéis qué reputación tiene?

María – Pues… Como no tenemos niños…

Rosa – Ah sí, es verdad. Disculpad…

Pedro – Bueno… No tiene usted la culpa ¿Verdad?

Silencio.

Rosa – ¿Y tú, Pedro? ¿Qué haces?…

Pedro – ¿Yo? Pues… Nada…

Rosa (apiadada) – Sin empleo…

Pedro – Diría más bien… asalariado inactivo. Es muy difícil llegar a esto, sabéis… Dar la impresión de trabajar sin hacer nada de verdad… Sólo un buen comediante puede conseguirlo.

Rosa – Entonces… qué es lo que haces cuando no trabajas… Es decir, cuando no estás en la oficina…

Pedro – Pues… Soy comediante, precisamente…

Rosa (interesada) – ¿Comediante? Por eso tenía la impresión de haberte visto antes… ¿En dónde actuaste?

Pedro – ¿Habéis visto la tele ayer por la tarde?

Ignacio – ¡Pues yo sí! Ayer, no trabajaba…

Pedro – ¿Entonces, habrás visto la publicidad para el seguro fúnebre?

Ignacio no parece enterarse.

Pedro – ¡Hombre sí! Entre la publicidad de los aparatos auditivos y para de las sillas monta escalera.

Ignacio – Quizás…

Pedro – Pues el tío en el ataúd, soy yo…

Ignacio – ¿No…?

Pedro – Un papel de descomposición, por así decirlo…

Rosa (con sonrojo) – Estupendo… Y fuera de esto… ¿Tienes otros proyectos…?

Se oye el sonido de la puerta.

Ignacio – ¿Esperáis a otros invitados?

María – No… No esperamos a nadie…

Pedro va abrir la puerta.

Pedro (off) – ¿Ya…? Bueno pues, disculpad, vuelvo en seguida…

Pedro vuelve con un calendario.

Pedro – Los bomberos… Vienen a por el calendario…

Ignacio – Los bomberos… ¿Vienen muy pronto, no? ¿Estás seguro de que es un verdadero bombero…?

Pedro – Bueno, pues al menos se parece mucho al que esta fotografiado desnudo en el calendario…

Pedro tiende el calendario a Ignacio que lo mira.

Ignacio – Ah…

Pedro – ¿No tendrías un billete de diez, por acaso? No tengo cambio… Te lo devolveré mañana…

Pedro (reticente) – Desafortunadamente, gasté el último de cinco para comprar la sidra. Tengo una moneda de dos, si quieres…

Pedro – Bueno, pues… Le voy a dar la botella de sidra que habéis traído… Si no os molesta…

Ignacio – No… Qué va…

Pedro (a Rosa) – Puedes llevarte el calendario… Ya que los bomberos se llevan tu botella…

Mientras Pedro va coger la botella de sidra en la nevera, Rosa ojear el calendario.

Rosa – Gracias…

Pedro se dirige a la puerta con la sidra.

Pedro (off) – Ya… Está bien fresquita… Pues… Feliz Navidad, entonces…

Pedro vuelve.

Rosa – Feliz Navidad… Si el verano no ha terminado todavía… ¿Exageran, no?

Pedro – Será culpa del calentamiento climático… Ya no hay temporadas… Incuso los bomberos están despistados…

María – Voy a ver qué pasa con mi cerdo a la manzana ¿Huele a gas, no?

Ignacio (levantándose) – Voy a aprovechar para ir a ver si los niños no hacen tonterías… Sabes cómo son los niños…

María – Pues…

Ignacio – No te molestes, ya conozco el camino.

Rosa (levantándose también) – ¿Me podrías decir dónde está el lavabo?

María – Cómo no. Al fondo, en frente…

Ignacio y Rosa salen.

María – ¿Porqué les contaste que hacías de cadáver en las publicidades? (Imitándole) Un papel de descomposición, por así decirlo…

Pedro – Era para animarles un poco, fíjate. Que por ahora esta cena que ni siquiera ha comenzado, promete ser mortal… Hay que pensar en algo para hacerles huir…

María – No son muy apasionantes, es verdad, pero bueno… Ya es tarde para anular. No volveremos a invitarles, y ya está.

Pedro – Espera: Son ellos que van a invitarnos la próxima vez, ya verás… No te das cuenta…

María – Exageras un poco ¿no…? Bueno, intentaré acelerar un poco el movimiento… Toma, abre la botella de vino…

Pedro – Por lo menos, conseguí deshacerme de su botella de sidra. Me da aerofagia…

María – ¿Huele a gas, no?

María se va a la cocina. Pedro coge la botella. Rosa vuelve.

Rosa – Es realmente muy amable, habernos invitado para que llegamos a conocernos… Viví por aquí hace tiempo, pero ya no conozco a nadie… Además, puede ser muy útil conocer a sus vecinos…

Pedro – Si, es lo que dice mi mujer. No sé porqué… Pero ya que lo mencionas, me alegro mucho que digas esto… La verdad es que tenía algo que preguntaros.

Pedro le tiende la botella.

Pedro – Toma, si no te molesta abrirla, no sé si tengo la fuerza suficiente todavía…

Rosa, intrigada, trata de abrir la botella con mucho esfuerzo.

Pedro – No querría aguaros la fiesta, pero… Tengo un cáncer…

De un golpe, Rosa saca el corcho de la botella. Pedro la coge y llena los vasos.

Pedro – El médico acaba de decirme que tengo un tumor… Habré sobrepasado la cuota…

Rosa – ¿La cuota…?

Pedro – El móvil, sabes… Las… Las radiaciones. Pedro y Marie Curie… Era probablemente un modelo antiguo…

Rosa – El cerebro…

Pedro – Peor…

Rosa le mira, preguntándose que podría ser peor.

Pedro – Los testículos…

Rosa – No…

Pedro – El kit manos libres, sabes, protege la cabeza, pero sólo desplaza la probabilidad de contraerlo…

Rosa – Lo siento, realmente…

Pedro (levanta su vaso para brindar) – Bueno, pues… Salud…

Prueban el vino en silencio.

Rosa – Pero… ¿Hay tratamientos, ahora, no?

Pedro – Sí… La verdad es que mi cirujano considera la posibilidad de un trasplante… (Un tiempo) Y es la razón por la cual pedí a mi mujer que os invite… A ti… y a tu marido.

Consternación de Rosa.

Pedro – ¿Otra copa?

Pedro llena el vaso de Rosa, quien se lo traga de un tirón.

Rosa – ¿Sí que es bueno, eh?

Pedro – Toma cacahuetes…

Rosa se sirve.

Pedro – Así que… Sólo falta un donante…

Rosa – ¿Un donante…?

Pedro se aproxima a ella y la coge por los hombros.

Pedro – Se puede vivir muy bien con un solo testículo, ¿sabes…? La intervención es benigna. Una semana después, ni siquiera te acuerdas… Y la cicatriz a penas se nota…

Rosa – Pues… Tendría que hablarlo con mi marido… No sé si…

María vuelve con su cerdo a la manzana.

María – El cerdo…

María les ve en esa ambigua posición.

Rosa (perturbada) – Voy a ver que pasa con Ignacio y los niños… Sabéis cómo son los hombres…

Rosa sale de prisa.

María – Parece que no lo encuentras tan aburrido al fin…

Pedro – Por favor… Es una pesadilla… Tenemos que pensar en algo para deshacernos de ellos…

María – ¿Qué quieres que hagamos? No vamos a echarles afuera. Nosotros les invitamos.

Pedro – ¿Nosotros…?

María – Bueno, de acuerdo… No era tan buena idea… ¿Qué le vamos a hacer…? A lo hecho, pecho… Me olvidé del pan…

Antes de salir a la cocina, María echa una mirada a su cerdo a la manzana.

María – No parece tan apetitoso como en la foto de la ficha de la receta, el cerdo este…

Pedro – Si crees que todas las mujeres, en la calle, se parecen a los maniquíes que se ven en las revistas…

María encoge de espaldas y se va.

María – Trata de ser un poco amable con ellos…

Pedro – ¿Para que se nos peguen?

María – Acaban de instalarse. Quizás estén aquí durante los próximos veinte años. No vamos a enfadarnos con ellos el primer día…

Pedro (suspirando) – La mejor manera de quedar en paz con tus vecinos, es no hablarles nunca…

María – ¿Has visto el gato?

Pedro (un poco nervioso) – Pues, no… Hace un rato…

María – Espero que tu planta no fuera tóxica.

María sale. Ignacio vuelve.

Ignacio – Rosa pone el pequeño en la cama, y vuelve en seguida. Los mayores miran la tele…

Pedro – ¿Strip Póker…?

Ignacio – Dibujos animados… Mmm… ¡Huele muy bien!

Ignacio coge Pedro por las espaldas.

Ignacio – Estoy seguro de que vamos a simpatizar… Además, la ventaja de ser vecinos es que no tiene uno que coger el coche después para volver a casa… Así que podemos estar tranquilos… ¡Nadie va a pedirnos que soplemos el globo!

Pedro – Dime, Ignacio… ¿Puedo llamarte Ignacio?

Ignacio – Por supuesto, Pedro. Entre vecinos…

Pedro – Me estás cayendo simpático. Quería hacerte una pequeña proposición. Bueno, mi esposa y yo…

Ignacio – ¿Sí?

Pedro – ¿Supongo que habrás oído hablar del… intercambio?

Ignacio – Más o menos…

Pedro – Pues, la cosa es esta…, mi mujer y yo… Bueno si queréis… No se obliga a nadie, claro. En general, eso ocurre entre el postre y el café… Si no estáis interesados… Sólo tendríais que marcharos antes. Lo entenderemos…

Ignacio, desconcertado, ni tiene tiempo de contestar. Rosa vuelve.

Rosa – ¡Ya está! Así que vamos a poder pasar una noche tranquila los cuatro…

Ignacio parece avergonzado, Rosa lo nota.

Rosa – ¿Algún problema?

Ignacio – No, no… Estábamos hablando del… libre cambio. De la mundialización, de la deslocalización, todo ese rollo… ¿Sabéis que mi mujer también es una adicta al intercambio…?

Rosa – Del libre cambio…

Silencio. María llega de la cocina.

María – Pues estupendo. Si les apetece cerdo, vamos a empezar…

Se sientan todos a la mesa.

María – ¿Rosa, te pongo al lado de mi marido…?

Rosa se sienta bajo la mirada inquieta de Ignacio. María sirve a los invitados.

Rosa – Parece delicioso…

María sirve a Pedro.

Pedro – No gracias…

María – ¿No tienes hambre?

Pedro – No mucho… La carne siempre me ha dado un poco de asco. ¿A vosotros no…?

Ignacio y Pedro intercambian una mirada.

Pedro – ¿Sabéis que desde un punto de vista genético, el cerdo es el animal que más se aproxima al ser humano? En realidad, el hombre solo se distingue del cerdo por unos pocos genes. (Mirando a Ignacio) Aunque, no todos…

María intenta cambiar de tema.

María – ¿Y tú, Rosa? No nos has dicho lo que haces…

Rosa – Siempre me avergüenza un poco decirlo… Hoy en día, no es un oficio muy popular…

Pedro – ¿Trabajas en un sex-shop…? ¿En un garaje?

Rosa – Peor… Soy… (Enfática) Cost Killer.

Incomprensión en los rostros de Pedro y María.

María – ¿Y en que consiste, exactamente?

Rosa – Pues… Las empresas que padecen dificultades financieras me llaman como consultora para que corte las ramas muertas, a fin de que los jóvenes brotes puedan crecer con toda libertad…

María – Parece muy interesante…

Ignacio – Mi mujer es el Torquemada de la revolución liberal… Una pasionaria del intercambio…

Rosa – Del libre cambio…

Ignacio – Claro…

María – ¿Y a quién piensas quemar esos días?

Rosa – Hasta hace poco, me contrataban sobre todo las empresas privadas. Pero ahora, estoy también muy solicitada por el sector público. La verdad es que acaban de confiarme una nueva misión…

María – ¡No me digas que vas a atacar a Educación Nacional! Porque supongo que empezarían quemando los profes de solfeo…

Rosa – No te rías, seguro que ocurrirá algún día. Pero no, esta vez, es otro dinosaurio con quien me mandan acabar.

María – ¿El Partido Socialista?

Rosa – El Prado…

Pedro se estrangula.

Pedro – ¡El Prado…!

Rosa – Por supuesto, todo esto tiene que permanecer confidencial… Empiezo mañana por la mañana, y por ahora nadie está al tanto. Haré una selección entre los empleados, y solo guardaré los elementos más productivos y más capaces de evolución… Los demás, les reemplazaremos por computadoras…

Ignacio – Mi mujer es una matadora. En su oficio, la llaman Terminator. Y cuando haya terminado con El Prado, os garantizo que El Prado, en El Retiro, parecerá a una sinagoga en la Banda de Gaza…

María se queda sin voz, y Pedro está a punto de desmayarse.

Rosa – Pero veo que os aburro con esto… Este cerdo a la manzana es realmente delicioso. Tendrás que darme la receta…

Ignacio se levanta.

Ignacio – Si me permitís… Voy a utilizar el lavabo… Serán las manzanas…

Rosa – Aprovecharé para asegurarme de que los niños no miran este reality show. Sabéis… Strip Póker…

Ignacio y Rosa salen cada uno por su lado.

Pedro (aniquilado) – Pues ya está… Estoy aviado. Estaré el primero en la fila para la hoguera…

María – Si te habías jactado de estar cobrando por no hacer nada… (Imitándole) Tienes que ser muy buen comediante…

Pedro – ¡Espera! ¿Cómo podía yo adivinar que su apodo era Terminator? Parecía totalmente inofensiva… Además, te recuerdo que tú la invitaste. Si me hubieras dicho que la señora Ben Laden venía a cenar esta noche en casa hubiera tenido más cuidado…

María – Bueno, pues ahora no sé que podemos hacer para salir de esta…

Pedro – He propuesto una cama redonda de postre… a su marido

María – ¿Perdón?

Pedro – Era para hacerles huir más rápido…

María – Muy amable conmigo… Entonces, no sólo va a considerarte un paria sino también un obseso sexual… Y si hubiera aceptado tu oferta…

Pedro – Sólo lo he hablado con él… Que no dijo no todavía… Es que ahora, tenemos que hacer todo lo posible para salir de esta…

María, al borde de la crisis de nervios, enciende un cigarrillo.

María – No era el mejor día para dejar el tabaco.

María aspira una bocanada de humo.

María (voluptuosamente) – Ay… Qué bueno…

Pedro la mira, perturbado.

Pedro – Bueno, mira, ya que estamos en este punto, solo veo una salida…

María – El gas, como los vecinos de en frente…

Pedro – Ella todavía no sabe que trabajo en El Prado… Tenemos que aprovechar la noche para encontrar algo que podamos utilizar contra ella…

María – ¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Quieres que acepte la proposición cochina que hiciste a su marido sólo para comprometerles y guardar tu trabajo?

Pedro – Bueno… Si lo podemos evitar… Para empezar, podríamos darle un poco de beber… Seguro que tiene algo que esconder, con su aire inocente…

María – ¿Darle de beber…? ¿Y crees realmente que va bastar para que se suba encima de la mesa y nos haga una confesión pública…? No, para hacerle hablar… Aparte de ponerle la cabeza en el horno… Tengo que pensar en algo para traerla a la cocina, mientras tú neutralizaras el marido…

Pedro – Una confesión pública… Tengo una idea…

María – ¿Qué…?

Pedro – ¡Strip Póker!

María – ¿Que hagamos un strip póker los cuatro?

Pedro – ¡Strip Póker, el reality show! Cuando esté borracha, proponemos una partida.

María (inquieta) – ¿Una partida?

Pedro – De prenda, el que pierde tiene que contestar una pregunta indiscreta. El juego de la verdad. Ella es una competidora, le gustan los retos, estoy seguro de que aceptará…

María (inquieta) – Es que yo, no sé jugar al póker muy bien…

Pedro – ¿Tienes algo que esconder?

María – Nada en particular, pero bueno…

Pedro – ¡Pues qué!

Ignacio y Rosa vuelven.

Ignacio – ¡Ah, me siento más ligero!

María – Bueno, pues vamos a comer el postre…

Embarazo de Ignacio.

Ignacio – Se hace tarde ¿Verdad? Mejor no molestamos más…

Rosa – Pero, Ignacio, no vamos a irnos así como ladrones…

Pedro, que ahora quiere a toda costa retener a los vecinos, cambia completamente de actitud.

Pedro (amable) – ¡Qué va! ¡Si no nos molestáis tanto! Después, haremos un juego de sociedad… ¿Os gustan los juegos de sociedad?

Rosa – ¡Ay, Pedro! ¡Has descubierto mi punto flaco! Soy muy juguetona… ¿No es cierto, Ignacio?

Oscuridad.

ACTE 3

Ambiente de garito lleno de humo. Están sentados los cuatro, cigarrillo en la boca y algo desaliñados, alrededor de la mesa de póker, alumbrada por una lámpara, como en las películas. María barajando las cartas con el virtuosismo de un croupier.

Pedro – ¿Está todo bien claro? Al final de cada partida, el que más botones tiene puede hacer una pregunta a quien quiera…

Los demás asienten.

Ignacio (tratando de bromear) – Siempre que no se trate de los botones que sostienen mis pantalones. Fuera de lo que tengo por debajo, no tengo nada que esconder…

Pedro – Todos tenemos algo que esconder… Buscad bien… Basta con hacer las preguntas adecuadas…

El ambiente se hace más pesado. Empiezan a jugar. Los cuatros apuestan. Ignacio corta. María distribuye las cartas (cinco a cada uno). Mientras tanto, Pedro coge una botella.

Pedro (a Rosa) – ¿Algo de coñac…?

Rosa (un poco borracha ya) – Vamos, algo de exceso, de vez en cuando…

Ignacio – Quizás no es muy prudente ¿No? (Tratando de bromear) Sabéis que ahora te pueden meter en la cárcel si dejas a uno de tus invitados volverse a casa totalmente borracho…

Pedro – No tenéis que conducir, vivís aquí en frente…

Ignacio – Al lado…

Pedro – De esta manera ni siquiera hay peligro de que un coche os atropelle… Aunque si queréis quedaros a dormir con nosotros…

Ignacio se ruboriza. Rosa apura su vaso.

Rosa – A ver… ¿Empezamos?

María acaba de distribuir las cartas. Cada unos mira las suyas, observando a los demás por debajo.

Pedro – Dos cartas…

María le da sus cartas.

Rosa – Tres…

Ignacio – Una…

María – Servida…

Miran de nuevo sus cartas.

Pedro – Lo dejo…

Ignacio – Yo también…

Rosa – Apuesto dos más.

María – Para ver…

Rosa abate sus cartas con una excitación infantil.

Rosa – ¡Póquer de ases! ¿Quién tiene mejor?

María (desolada) – Trío de picas…

Rosa recoge la apuesta. Cada uno mira los botones que le quedan.

Rosa – Yo pregunto…

Malestar de los demás.

Rosa – ¡A María, pues!

Alivio de Pedro e Ignacio.

Rosa – Tienes que decirnos la verdad…

María (inquieta) – Vamos…

Rosa – ¿Has robado ya en una tienda?

María parece más bien aliviada.

María – Sí… Una vez…

Ignacio – ¿Y qué has robado?

María – Una tienda.

Ignacio – Quiero decir… ¿Que has robado en la tienda esa?

María – Pues eso. Una tienda.

Rosa – ¿Has robado una tienda en una tienda?

María – ¡Una tienda de campaña!

Ignacio – Nunca me hubiera atrevido a robar algo así… Una tienda de campaña… ¿Es más bien algo voluminoso, no?

Rosa – ¿Estabas… empujada por la necesidad? ¿No tenías dónde dormir…?

María – No, para ir de camping. Era en un centro comercial… Fui a una caja para pagar. Me dijeron que no era la caja buena. Fui un poco más allá, y a continuación me di cuenta de que había salvado el arco de seguridad, sin darme cuenta. Entonces, como ya estaba fuera…

Pedro – No fue verdaderamente un robo… Ya que no tenías la intención de robar esa tienda…

María – Digamos que no me volví atrás para pagar… En realidad, más bien tenía miedo de que el arco de seguridad se pusiera a sonar. Habría sido estúpido, ¿no? Que me detuvieran porque intentaba reintroducir en la tienda… la tienda que acababa de robar sin darme cuenta… ¿Me imagináis contando esto a los vigilantes? Habitualmente, esa gente no tiene mucha imaginación…

Los demás asienten.

Rosa – ¿Y de verdad fue esa la única vez?

María – Sí…

Rosa – Así que eres más bien una mujer honesta. Digo honrada…

María – La mayoría de la gente es honrada solo por miedo al castigo… Digamos que el riesgo siempre me pareció demasiado, comparado con el placer que hubiera podido procurarme…

Ignacio – ¿Como engañar a su marido…?

María – Esa es otra pregunta…

Ignacio – De acuerdo…

Empiezan otra partida. Apuestan. Pedro distribuye las cartas.

Rosa – Una carta…

Ignacio – Servido…

María – Servida…

Pedro – Dos cartas…

Apuestan de nuevo.

Rosa – Más uno…

Ignacio – Más dos…

María – Me retiro…

Pedro – Para ver…

Abaten sus cartas.

Pedro – ¡Full!

Ignacio – ¡Escalera!

La sonrisa de Pedro desaparece. María le echa una mirada irónica.

María – Empieza muy bien…

Ignacio recoge las apuestas.

Ignacio – Me toca a mí hacer una pregunta…

Los demás miran sus botones, inquietos.

Ignacio – A Pedro…

Pedro se resigna.

Ignacio – ¿Has tenido ganas de matar a alguien?

Pedro – ¿Quieres decir… antes de esta noche? ¡Claro!

Ignacio – Con un comienzo de realización, por supuesto. Si no, no vale… Si pusieran en la cárcel a todos los maridos que tienen ganas de matar a su mujer, al menos una vez a la semana…

Rosa le echa una mirada asesina.

Pedro trata de recordar.

Pedro – No, no veo… (Riéndose) Ah sí… Bueno, no era realmente premeditado, pero… Fue en el colegio… Había una gordita con gafas a quien solíamos hacer la puñeta. Un día, en la piscina, tiramos sus gafas al agua. No sabía nadar. Pero de tantas ganas que tenía de recuperar sus gafas, se olvidó, y se tiró al agua. Nosotros casi nos morimos de la risa. Claro, después de cinco minutos, como no la veíamos remontar del fondo, acabamos por avisar al vigilante… Nunca me reí más en mi vida… No recuerdo como se llamaba esa pobre chica…

Rosa – Rosa… Rosa Ramírez Sánchez…

Pedro (petrificado) – Quizás, si…

Rosa – La gordita con gafas era yo…

Pedro – No me digas…

Rosa – Ya sabía que tu cara no me era desconocida…

Silencio.

Ignacio – Bueno… ¿Otra partida…?

En un silencio de muerte, Rosa distribuye las cartas.

Ignacio (mirando las suyas) – Me retiro.

María – Servida…

Pedro – Me retiro también.

Rosa – Tres más…

María – Sigo. Más cuatro…

Rosa – Para ver.

Rosa y María abaten sus cartas. Sonrisa satisfecha de María. Rosa se muestra aniquilada.

María – Ah, esta vez, me toca a mí… ¿Rosa…?

María – Sí…

María – ¿Has cometido una falta profesional grave que nunca hubieras revelado a nadie?

Rosa se siente mal. Se dirige hacia delante del proscenio como para confesarse. Pero en vez de hablar, se quita una prenda de vestir.

Oscuridad.

La luz vuelve y Rosa en el proscenio sigue estando en el banquillo de los acusados. Se entiende que ha perdido otra vez en el juego.

María – Vuelvo a preguntar… ¿Has cometido una falta profesional grave que nunca hubieras revelado a nadie?

Rosa se prepara para quitarse otra prenda… antes de ceder.

Rosa (en voz baja) – Sí…

María – ¿Perdón?

Rosa – ¡Sí!

María – ¿Cual?

Rosa – Pues… ¿Lo que te diré no saldrá de aquí verdad…? ¿Me lo prometéis…?

Pedro y María asienten hipócritamente.

Pedro – Puedes considerar que estamos en una iglesia, y que somos tus confesores…

Ignacio – ¿Una iglesia…?

María – O una sinagoga, si prefieres.

Rosa – ¿Hay un confesionario en las sinagogas?

Pedro (impaciente) – ¡Es una metáfora!

Rosa – Bueno… Fue hace seis meses, más o menos… En una de mis misiones, hice que despidieran a un ejecutivo y a su esposa, quienes trabajaban en una empresa que yo auditaba… Estaba segura que robaban en la caja… El pobre no lo aguantó. Llevaba veinte años trabajando en esta empresa. Se suicidó… Con su mujer…

Pedro lanza a María una mirada de satisfacción.

Rosa – Abriendo el gas…

Cara de consternación de Pedro y María.

Pedro – ¡Los vecinos de enfrente…!

Rosa – ¿Perdón?

Pedro – No, nada…

Rosa – Justo después del entierro, me di cuenta de que no tenían la culpa… Era yo quien me había equivocado… Nunca se lo dije a nadie… Y no hice nada para rehabilitar a esa pobre gente… Tenía demasiada vergüenza… (Llorando) Normalmente, nunca me equivoco…

Ignacio la consuela.

Ignacio (a Pedro y María) Se emociona mucho cuando habla de esto… ¿Quieres que volvamos a casa, querida…?

María (satisfecha) – Sí, basta ya, ¿no…?

Rosa (recuperando el dominio de sí misma) – No, no… No quiero arruinaros la fiesta… Está bien… Además, no se para una partida de póquer así… (Amenazante) Todos no han hablado todavía…

Rosa toma su copa de un trago.

Pedro – Muy bien…

Ignacio distribuye las cartas… Vuelven a jugar. El ambiente está todavía más denso.

María – Tres cartas…

Pedro – Servido…

Rosa – Sigo…

Ignacio – Para ver…

Abaten sus cartas.

Rosa – Tengo un par…

Ignacio – Trío…

María – Póquer de damas…

Pedro (triunfante) – ¡Póquer de reyes!

Malestar de los demás.

Pedro – Ignacio…

Ignacio parece inquieto.

Pedro – ¿Sabes lo que le ocurrió al gato que encontré en la basura de la residencia esta mañana?…

Estupefacción de María. Bochorno de Ignacio y Rosa.

Pedro – Tienes que decirnos la verdad…

Ignacio se dirige hacia el proscenio como para confesarse. Pero en vez de hablar, se quita el pantalón.

Oscuridad.

La luz vuelve, Ignacio esta todavía en el banquillo de los acusados. Se entiende que ha perdido de nuevo en el juego.

Pedro – Bueno. ¿Qué pasó con el gato?

Ignacio se prepara a quitarse el calzoncillo, pero Rosa contesta por él.

Rosa – Se había comido ya tres plantas en el balcón… Así que la cuarta la unté con arsénico.

María se pone a llorar.

Pedro – ¡Dios mío! El gatito está muerto…

Silencio de muerte.

Ignacio – ¿Una última partida?

Rosa – Bueno, y después, nos vamos a acostar todos…

Gestos de los demás, que no saben cómo interpretarlo.

Nueva partida. Apuestan. María reparte.

Pedro – Una Carta.

Rosa – Dos.

Ignacio – Servida.

María – Carta.

Ignacio apuesta todos sus botones.

Ignacio – ¡Blanca!

María – Me retiro…

Pedro – Me retiro…

Rosa – Yo también…

Ignacio, muy alegre, recoge las apuestas.

Ignacio – Me toca a mí hacer una pregunta…

María (asustada) – No nos has enseñado lo que tienes en las manos…

Ignacio – ¡No es una obligación! Si os habéis rajado…

Mira a los tres para mantener el suspense.

Ignacio – María, una última pregunta…

María se descompone.

Ignacio – ¿Has engañado a tu marido ya?

María se queda sin voz. Pedro la mira, inquieto.

Rosa – Hemos todos jugado limpio. Nos debes la verdad…

María avanza hasta el proscenio. Se quita la ropa de arriba.

Oscuridad.

Luz.

Ignacio – Vuelvo a preguntar. ¿Has engañado a tu marido ya?

María se quita la falda.

Oscuridad.

Luz.

Ignacio – Vuelvo a preguntar. ¿Has engañado a tu marido ya?

María se prepara para quitarse el resto, pero se para.

María – Una vez… Solo una pequeña vez… Fue… un error.

Pedro se siente fulminado.

Rosa (irónica) – ¿Un error? ¿Como lo de la tienda?

María – Bueno, si quieres…

Ignacio – Sin embargo… Una no se equivoca de marido como de número de teléfono.

Rosa – Y cuando una marca un número falso, siempre puede colgar antes de empezar a charlar…

María – Digamos que no tuve la prudencia de colgar cuando estaba a tiempo todavía… Siempre he sido muy habladora por teléfono…

Rosa – ¿Se lo habías dicho a tu marido antes de esta noche?

María – No…

Rosa – ¿Por qué?

María – Había conseguido pasar el arco de seguridad sin iniciar el sistema de alarma… No tuve el ánimo de volver atrás para pagar lo que debía…

Silencio. Pedro y María evitan mirarse.

Ignacio – Bueno, pues… Os vamos a dejar…

Pedro (a Ignacio) – ¿Te has tirado un farol?

Ignacio, muy satisfecho, le enseña sus cartas.

Ignacio – Solo tenía una pequeña pareja…

Rosa e Ignacio se levantan para irse.

Ignacio (a Pedro) – Yo también quería preguntarle algo…

Pedro – La partida ha terminado.

Ignacio – Te enseñé mi pareja…

Pedro – Vamos…

Ignacio – ¿Eres verdaderamente actor?

Pedro – No, pero escribo novelas. Durante mis horas de trabajo… (Mirando a Rosa) En El Prado…

Rosa – Muy bien… ¿Puedo contar con tu discreción…?

Pedro – ¿A propósito de los vecinos de enfrente…? Si escribes en tu informe que soy el empleado más productivo del Museo, y que de ninguna manera se me puede reemplazar por una computadora…

Silencio.

Rosa – Muy bien… ¿Os molesta si voy a la cocina para tomar un vaso de agua?

María – Por favor…

Rosa se va a la cocina.

Ignacio – La próxima vez, os invitamos… Haremos un scrable, para cambiar un poco…

Rosa vuelve.

Ignacio – ¿Hasta luego entonces?

Pedro (a Rosa) – ¿Hasta pronto…?

Los vecinos se marchan. Pedro y María se quedan solos. No se atreven ni a mirarse. Contemplan el apartamento en desorden.

El móvil de María suena.

Pedro – ¿No contestas?

María – Ni siquiera sé si es para mí o para ti. Has dado mi número a todos tus amigos…

Pedro – Es porque me fiaba de ti…

Bochorno de María.

Pedro – ¿Quién era… tu número falso?

María – Javier…

Pedro – ¡No…! No hubiera desconfiado de ese…

Silencio. María da la mano a Pedro para pedirle perdón.

María – ¿Y qué? ¿Terminamos este strip-póker?

Pedro – ¡Banca!

Música sugestiva. Ella empieza a danzar como para un striptease. Él se sienta para mirarla a gusto, y saca un enorme cigarro que se prepara a encender con una cerilla.

Vemos aparecer la cara de Rosa con una máscara de gas espiándoles. Rosa desaparece.

María se detiene. La música cesa.

María (inquieta) – ¿Huele a gas, no te parece?

Él hace que no sabe qué y enciende la cerilla.

Oscuridad, seguida de un flash luminoso y de un ruido de explosión.

Fin.

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Por debajo de la mesa

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

2 hombres / 1 mujer

Para cerrar un sustancioso contrato con la Administración, el Presidente de la constructora agraciada invita al Ministro de Obra Pública a una cena. Con el ánimo de que todo discurra por caminos propicios contrata a una señorita de compañía, para que se muestre agradable. Pero la jovencita en cuestión acude a esa cita para reemplazar a una amiga, la cual sólo le comentó que se trataba de un trabajo muy bien pagado como camarera. Así que piensa servir sólo los platos que aparezcan en el menú. Nada va pues a ocurrir como estaba previsto…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Por Debajo de la Mesa

3 personajes :

El Director General

La azafata

El Ministro

Un salón burgués. Flores sobre un velador. Un cuadro contra una pared. Una mesa puesta para tres. Un móvil olvidado en alguna parte suena. Un hombre llega en calzoncillos e intenta de anudar su corbata. Coge el móvil y responde.

PRESIDENTE – Sí, Jeromo… No, su directora de gabinete acaba de llamarme desde Aravaca, no llegará hasta dentro de una media hora. Afortunadamente, porque todavía estoy en calzoncillos. Espero que no sea un mal presagio. ¿ Por qué? Pues porque si no se logra hacerle firmar este puto contrato esta tarde, es así como acabaremos los dos, colega: en calzoncillos. Yo, el Presidente, y usted, el Director General. ¡ Qué quiere: es la crisis, y los accionistas quieren siempre un crecimiento de sus dividendos de dos cifras! ¿Se ha encargado de lo de la chica? Ya debería estar aquí, no sé donde ha metido. Desde luego, necesito tener tiempo de informarla un poco antes de que el ministro llegue … debe saber que el tipo está como el pico de una mesa y que sólo piensa en…, bueno, supongo que me entenderá. Es por eso por lo que me volví a pensar bien esa idea suya de una escolta para valorarle el bolígrafo … ¡ El bolígrafo! ¡ Para firmar el contrato! Reconozco que al principio no estaba muy por la labor. Pero desde que vi a la tal … Anabel en acción. ¡ Alto standing! En absoluto la típica striper vulgar y barata que se dedica a animar las despedidas de soltero, si sabe lo que quiero decir … Es capital. El ministro no debe sospechar en absoluto que es una profesional. ¡Porque imagínese que encima, este viejo obseso se cree un gran seductor! No, no: hace falta que todo esto tenga un aspecto perfectamente natural… Que tenga la impresión de que es su encanto el que todavía ha funcionado… Pero bueno, yo la veo perfecta, a esta chica … ¿ Usted se acuerda cuándo alquiló sus servicios para el árbol de Navidad de la Sociedad? Con objeto de sazonar con guindilla la cena de Nochevieja del delegado de UGT que nos amenazaba con una huelga para el año nuevo … Eh, bueno se va usted a reír, pero cuando vi a aquella chica llegando a su lado, creí que era su mujer… ¡ Y es a su mujer a la que tomé por una puta! Pero fin, ya sabe usted lo que pasa durante estas fiestas de finales de año… Todas las mujeres se consideran obligadas a vestirse de árbol de Navidad o de putas. (Se escucha un ruido de campanilla) discúlpeme un minuto, tengo que abrir la puerta. Debe ser ella…

(El PRESIDENTE, siempre en calzoncillos, va a abrir la puerta).

AZAFATA- ¿Señor Martin Puig?

PRESIDENTE – Sí …

AZAFATA – Emmanuelle … Me envía la agencia.

PRESIDENTE – ¿ Emmanuelle? Pero es a Anabel a quien esperaba. Y usted no se le parece en absoluto… Anabel es mucho más … En fin, mucho menos …

AZAFATA – Anabel me rogó que yo la excuse ante usted. Tuvo un pequeño contratiempo que le impide venir. Así que me pidió que la reemplazase…

PRESIDENTE – ¿ Que la reemplazase?

AZAFATA- Tengo mucha experiencia también, se lo aseguro …

PRESIDENTE – Oh, sí, pero … No era esto en absoluto lo que estaba previsto … Y, además yo había dicho con clase, no sacada de la clase …

AZAFATA – Es decir que …

PRESIDENTE – Bueno, entre, no se quede ahí, vamos a ver qué podemos hacer…

(La chica entra. Joven y hermosa, pero que viste como una estudiante de una escuela de monjas: abrigo, blusa blanca, falda escocesa, medias y zapatos de charol).

AZAFATA- Gracias …

PRESIDENTE (Hablando al móvil) -¿Jeromo? Oh, mierda, empezamos de puta madre: la agencia no me envía a la chica que habíamos pedido … Pero qué desastre ¿ A qué se parece ésta? (Martin mira con detalle a la chica de la cabeza a los pies con un aire afligido). ¿ Cómo te diría? (A la chica) ¿Me disculpa un minuto … (Comienza a alejarse hacia la habitación de la que antes había salido) escuche, es un desastre… (Más bajo) Incluso con mucha imaginación y un espíritu muy depravado, no me imagino que se pueda firmar un contrato de tres mil millones de euros por la esperanza de pasar una noche con una pringadilla semejante …Parece salida de un internado de monjas …

(Sale. La chica se queda sola, un poco sorprendida, y echa una mirada circular sobre el salón. Su móvil suena y responde).

AZAFATA – Sí? ¡ Oh, Isabel! Sí, sí, acabo de llegar. Pero apenas tuve tiempo de hablarle, de hecho… Escucha, no comprendo muy bien… Al verme, se quedó con un aire súper decepcionado… Como un tío que encarga una pizza de carne a la boloñesa con un suplemento extra de guindilla y le traen una vegetariana sin sal… Sólo que he tenido la impresión de ser yo la pizza… Te lo juro, ha sido muy raro… ¿ Estás realmente segura que no puedes liberarte? Oh, vale, vale… Ya, ya, que aceptaste dos trabajos para la misma tarde… Sí, sí, esas cosas pasan… No, evidentemente, no puedes partirte en dos… Ya, pues, esto tiene un aire más bien selecto. Pero el caso es: ¿quién es este tipo, exactamente? ¿El presidente de una constructora que realiza obras públicas? Oh, sí, pero, no sé, a pesar de todo… Y realmente crees que yo… No, no, no te inquietes, estoy aquí, y aquí me quedo… Pero que sepas que lo hago sólo para hacerte un favor. Bueno, sí, Isabel, también para comenzar a reembolsarte los tres meses de alquiler del piso que compartimos y que te debo… Oye, por cierto, no sé por qué, continuamente se empeña en llamarte Anabel. ¿Ah, sí? Pues, no sabía que hacía falta un seudónimo para servir pastelitos… Reconozco que no tengo la costumbre de hacer de sirvienta, pero bueno… Sí, vale, azafata, si lo prefieres… Por otra parte, cuando le dije que era muy experimentada, no dio muestras de creerme. Creo que desde que me echó el ojo, vio claramente que jamás había hecho esto en mi vida… Hizo una reflexión sobre mi pinta, también… No lo he entendido muy bien… Me dijiste que tenía que venir vestida normal … Una pinta clásica, pero esmerada … Y es lo que he hecho… Pero pensaba que iban a darme aquí un traje de azafata, como en la Feria de la Agricultura … ¿ No necesito traje de azafata? Perdóname, que aquí vuelve…

(Vuelve el PRESIDENTE, esta vez completamente vestido).

PRESIDENTE – Bueno… No pasa nada, habrá que arreglarse con lo que tenemos, porque ya no queda tiempo para traer a otra, en fin… (La mira con detalle de nuevo) y supongo que, en realidad su lado travieso se encargará bien del asunto. La verdad es que su apariencia da muy bien el pego. ¡Bravo! Nadie podría imaginar en absoluto que usted fuese… En fin, usted sabe lo que quiero decir… Bueno, entonces se lo explico todo, rápidamente. Me presento, soy Martin Puig, presidente del grupo de construcción y obras públicas Caraduro.

AZAFATA – Oh, sí! Todo el mundo sabe que es el primer grupo de construcción y obras públicas de España. ( Recitando el eslogan de la empresa) ¡Invierta en el futuro, invierta en Caraduro!

PRESIDENTE – Muy bien … Veo que se le exige también un buen nivel de cultura general … Así ganamos tiempo en explicaciones … Pues, bien, resumiendo: recibo a cenar esta tarde a una personalidad política con la que debemos firmar un contrato muy sustancioso, que tengo aquí (coge de encima de un velador un contrato que le muestra). Es el Ministro de Transportes …

AZAFATA: (sorprendida) – Juan-Francisco Caucho?

PRESIDENTE – Más conocido bajo el nombre de JF Ca.

AZAFATA – Porque la prensa lo presenta como el favorito para sustituir al actual presidente del partido en esas primarias que van a celebrar próximamente…

PRESIDENTE – Lo dan por seguro. Y, aunque, verdaderamente no tiene el físico de John Fitzgerald Kennedy, estamos seguros de que se alzará con la victoria. Y, afortunadamente para nosotros, como Kennedy, JF Ca es un hombre al que le van las mujeres. Usted sólo tiene que decirle que es usted Marylin Monroe… ¿ Aunque usted tampoco, realmente se parece mucho a Marylin, verdad?

AZAFATA- Pues, no…, la verdad es que no me parezco mucho…

PRESIDENTE – Para más discreción, organicé esta pequeña fiestecita en mi casa. El caso es que esto realmente no es un hotel de lujo, como usted puede ver. Pero en los grandes hoteles, como usted sabe, en fin, la discreción…

AZAFATA – Sí… Bueno, no. No sé, me lo imagino…

PRESIDENTE – Hoy, en la prensa, sacan a un ministro saliendo del Palace o del Carlton, y es bastante peor que si se le hubiera fotografiado a la salida de un hotel de paso de la calle Ballesta.

AZAFATA – Oh, ya…

PRESIDENTE – Pues, aprovecho que mi mujer se ha ido a pasar con su madre unos días en Palencia …

AZAFATA – Mmm … Ya.

PRESIDENTE – Prefiero que no se entere de nada … Porque es muy celosa …

AZAFATA – Por supuesto …

PRESIDENTE – Total … Usted está aquí para poner al ministro en las mejores condiciones posibles con el fin de que firme este contrato con nosotros y no con nuestro principal competidor … ¿ Está claro?

AZAFATA – Eh, sí …

(El PRESIDENTE, un poco embarazado, saca un fajo de billetes de su bolsillo y se lo tiende).

PRESIDENTE – Aquí tiene… La mitad de la suma la que convinimos con Anabel… El resto se lo daré a la entrega.

AZAFATA. (Cogiendo el dinero) – ¿ La entrega?

(El móvil del PRESIDENTE suena de nuevo).

PRESIDENTE – ¿Sí? Sí, sí, Señor Ministro … (Hace señas a la chica para indicarle que le excuse un instante y se eclipsa de nuevo) sí, sí, por supuesto … Ningún problema … Señor Ministro … Por supuesto, Señor Ministro …

(De nuevo sola, la chica se precipita sobre su móvil y aprieta una tecla).

AZAFATA. (Encantada) – Isabel? ¿Pero qué lío es éste? Acaba de ponerme en la mano un fajo enorme de billetes, no había visto tanta pasta junta en mi vida… Diciéndome que después aún me daría más… Después de que el especialista en comidas preparadas haya entregado los pastelitos… Y, escucha… Está muy bien pagado esto, para ser un trabajo de azafata… ¡Voy a poder devolverte los tres meses de alquiler que te debo, y hasta pagar mis gastos de la universidad! Bueno, te reconozco que el ver toda esta pasta, me hace reflexionar: ¿De qué me ha servido partirme el pecho para aprobar el examen de acceso a la Facultad de Ciencias políticas? Habría sido mucho mejor haber hecho la escuela de hostelería… (Echa una nueva mirada alrededor de ella y ve la mesa puesta para tres) aunque, en realidad, no sé muy bien qué es lo que quiere que haga… Me esperaba tener que servir el champán en una recepción, y esto tiene la pinta de ser una cena en plan trío… No sé quién será el tercero … ¿Ni siquiera voy a tener que servir la cena, dices? ¿Entonces, qué?

(La conversación es interrumpida por el regreso del PRESIDENTE, y la chica guarda su móvil).

PRESIDENTE – El ministro estará abajo en un minuto con su chófer y sus guardaespaldas. Voy a ir a acogerlo en la escalinata. Lo siento, no tengo tiempo de decirle más sobre el asunto. Pero usted conoce su oficio, así que estoy seguro de que sabrá improvisar. Su colega me dijo que se les daban cursos de improvisación, también… (Está a punto de salir) Es inútil precisarle que todo esto deberá tener mucha clase. Mucho encanto, nada de vulgaridad. Ah, sí, una última cosa … Usted se llamará… Maribel. Discúlpeme, pero es que realmente no tiene usted pinta de llamarse Emmanuelle …

AZAFATA – ¿Y usted cree que tengo pinta de llamarme Maribel?

PRESIDENTE – Es que, Emmanuelle, me parece un poco demasiado… en fin, al escucharlo, uno sospecharía inmediatamente que es un seudónimo.

(Desconcertada, la chica echa una mirada hacia la mesa).

AZAFATA- ¿ Y el tercer cubierto, para quién es?

PRESIDENTE – ¿Para quién? ¡Pues para usted! No vamos hacerle comer en una fiambrera de rodillas en el suelo, digo yo. Ya se lo he dicho: hace falta que todo esto tenga mucha clase…

AZAFATA- ¿ Pero entonces qué debo hacer exactamente?

PRESIDENTE – Bueno, durante la comida, usted se queda en las generalidades. Usted juega ser una de esas jovencitas que han salido poco de casa: ya sabe, algo ñoña y sobre todo de clase elevada. Después… ¡Usted hace gala de ceder a los encantos del viejo!

AZAFATA- ¿El viejo?

PRESIDENTE – Escuche, cuanto menos sepa usted sobre esto, más natural parecerá todo… Y le diré qué hacer a medida que avance la noche y según el guarrete vaya picando al anzuelo o no … Ahora, de verdad, es necesario que me vaya a buscarle. No se puede hacer esperar al ministro… Estamos aquí para responder a todos sus deseos, Maribel …

(El PRESIDENTE sale. La chica se precipita sobre su móvil).

AZAFATA – ¿Isabel? Pero qué es este embrollo. ¡ No habíamos hablado en absoluto de esto! ¡Ahora, debo cenar con ellos, y jugar a ser Mata Hari! ¿Que es qué? ¡Un juego de rol! ¿Una especie de obra de teatro? ¿Tengo que fiarme sólo de mi instinto, y todo acabará bien, dices? ¡Ya, pues, mira, mi instinto me grita que me largue corriendo a toda leche, fíjate tú.¡Escucha, que pierdas a un cliente importante no es mi problema! ¡Yo no sabía el oficio que ejercías! Pensaba que se trataba de servir pastelitos. No de servir de pastelito. ¿Qué por qué no voy a aprovecharme yo también?

(El PRESIDENTE vuelve en compañía del ministro, que luce, en la solapa de su chaqueta, la cruz de Caballero de Santiago. La chica no puede hacer otro cosa que esconder su móvil).

PRESIDENTE – Entre, entre, por favor, Señor Ministro considérese en su casa …

MINISTRO – Gracias … Discúlpeme por el retraso, pero estaba en conversación con el Primer ministro … A propósito del proyecto que nos ocupa, justamente …

(El PRESIDENTE entra con el ministro, y este último percibe a la chica).

AZAFATA (perturbada) – Señor Chaucho …

MINISTRO – Caucho … Pero usted puede llamarme Juan Francisco …

PRESIDENTE – ¡Oh! Tengo que presentarle mis disculpas, Señor Ministro. Mi sobrina está de visita por Madrid durante algunos días … Si no tiene inconveniente, cenará con nosotros … No podía mandarla a la esquina, como usted comprenderá … Quiero decir a la calle, así, siendo tan tarde … ¿Espero que esto no suponga una molestia para usted?

MINISTRO (alegre) – No, no, en absoluto, vamos…

PRESIDENTE – Y es que, además, estaba tan excitada con la idea de encontrarse con su excelencia… ¿No es cierto, Maribel?

AZAFATA – Eh … Sí, tío …

MINISTRO – Es encantadora … ¿ Y qué hace en la vida, esta señorita?

(El PRESIDENTE le hace un signo a la chica para que responda).

AZAFATA – Soy estudiante. De Ciencias políticas.

(El PRESIDENTE le hace señas a escondidas de que es una buena idea).

MINISTRO – Muy bien, muy bien … Entonces una futura ministra, posiblemente … ¿Pero me decía tu tío que estabas solamente de visita en Madrid?

PRESIDENTE – Sí …

MINISTRO – Pero, si estudias Ciencias políticas …

PRESIDENTE (improvisa) – Ciencias políticas en Jaén.

MINISTRO – Pues tiene valor …

AZFATA – Mi madre es Lepe.

PRESIDENTE – Anda, pues como yo, entonces. Pasé diez años en mi infancia…

AZAFATA – Quería hacer Ciencias políticas en Madrid, pero …

PRESIDENTE – No sacó bastante nota en la Selectividad.

(Mirabel se revuelve un poco, humillada).

MINISTRO – Qué pena … Pero, en fin, yo hice la carrera en la UNED, y ya ves tú hasta dónde he llegado, Maribel …

AZAFATA – ¡Huy, sí!, dicen que va a ser usted secretario del partido y, así, seguramente será el próximo Presidente del gobierno…

MINISTRO – Ya sabes, se dicen tantas cosas, en fin… Pero por el momento, debo pasar la tarde jugando a los tenderos con este viejo roñoso que es tu tío, para saber cual será el precio al que va a facturarme su kilómetro de autopista.

PRESIDENTE – Bueno, bueno… Estamos dispuestos a hacer un gesto comercial, usted ya lo sabe… Y además somos como de la familia …

MINISTRO – Qué te decía… Estoy seguro que tiene la idea de hacerme beber para obligarme a firmar cualquier cosa … Pero no me dejaré corromper …

PRESIDENTE – Su reputación le precede, Señor Ministro … Todo el mundo conoce su integridad … Y también saben cuán económico es usted con los denarios del estado … Todavía recuerdo cómo en los pasillos del congreso, le apodábamos  » el castor  » …

MINISTRO – ¿Ah, sí? … Lo ignoraba… Y no sabía que el castor fuera el símbolo del espíritu de ahorro…

AZAFATA – Es verdad que normalmente, es más bien la ardilla …

PRESIDENTE – ¡El castor es un gran constructor! Mata árboles con sus dientes, y construye presas…

AZAFATA – Con el rabo.

MINISTRO – Mmm… En fin, como usted sabe, la situación de nuestro país es extremadamente difícil de momento. Si España me necesita, no permaneceré insensible a su llamada …

AZAFATA – Eso le honra, Señor Ministro.

MINISTRO – Estoy seguro, Señorita, que si tú también estuvieras en mi situación, estarías dispuesta a sacrificar tu persona por el bien de España ¿no es cierto, querida?

PRESIDENTE – Pero por favor, siéntese. Maribel va a servirnos algo para beber. ¿Te importa, querida?

AZAFATA – ¿Champán?

MINISTRO – Si es para celebrar la firma de nuestro contrato, le señalo que eso todavía no es un hecho. Usted sabe en que estado se encuentran las finanzas españolas…

PRESIDENTE – ¡ Bueno, bueno, eso no nos impide tomar un refresco!. (Le hace un gesto a la chica para que llene las copas). Y le recuerdo que nuestra Compañía ya aplicó enormes rebajas sobre el importe de estos trabajos para no socavar más el déficit del Estado.

MINISTRO – Sin embargo, mi querido amigo. Tres mil millones de euros, es una suma…

PRESIDENTE – ¡Que se corresponde porcentualmente al número de kilómetros de la autopista! ¡Es un precio, muy ajustado, Señor Ministro, créame! Es muy simple: si usted encuentra algo más barato con otra empresa, le reembolso la diferencia.

AZAFATA – Como el pryca: es lo que llaman contrato de confianza …

MINISTRO – Como seguro que sabes, Maribel, Standar and Poors acaba de rebajarnos la etiqueta en la confianza al país. Hoy, los Bonos del Tesoro tienen menos valor en el mercado que los chorizos en la carnicería de la esquina. Y al presidente del gobierno español se le compara con cualquier chorizo entre nuestros proveedores de fondos internacionales.

PRESIDENTE – Mi querido Ministro, contamos firmemente con usted para procurar que después de las próximas elecciones, esté usted en el lugar de ese embutido.

MINISTRO – No intente halagar mi ambición para ablandarme, querido amigo … Hasta debería decir mi queridísimo amigo… ¡ Mi excelso amigo!

PRESIDENTE – Señor Ministro, nosotros hablamos aquí de inversión para el futuro!

AZAFATA (citando de nuevo el eslogan) – Invierta en el futuro, invierta en Caraduro!

PRESIDENTE – La red de autopistas española, es el sistema nervioso del país. ¡ Su circulación de la sangre! Son las autopistas las que aportan a cada músculo, que son las empresas nacionales, el oxígeno que necesitan diariamente. ¡No hace falta ser el Ministro de Transportes para darse cuenta de esto!

MINISTRO – Pero resulta difícil convencer a la opinión pública de que un enlace de autopista directo entre Talavera de la Reina y Madridejos es una prioridad estratégica para el enderezamiento de la economía española …

PRESIDENTE – ¿Para qué sirven, entonces los Asesores de Comunicaciones?

MINISTRO – Es que, posiblemente no hemos tocamos todavía el fondo … Perdone mi vulgaridad, Señorita, pero las agencias de valoración nos tienen cogidos por los cojones. La nota financiera de España es completamente biodegradable.

PRESIDENTE – Vamos, vamos … Me parece que el Tesoro Público todavía no está en quiebra,.

MINISTRO – Standar and Poors … ¿Tú sabes lo que eso significa en inglés, pequeña mía?

AZAFATA – ¿Normales y pobres?

MINISTRO – Exactamente! Porque prohibiendo a los países ricos continuar sobreendeudándose a un precio razonable, esta agencia de calificación tiene el poder de convertirlos en países pobres …

PRESIDENTE – Es un contrato muy bueno, se lo aseguro. ¿Otra copita de champán, Señor Ministro?

(Indica a la chica que vuelva a servir al ministro).

MINISTRO – ¿ Sabe usted cuánto nos costaría pedir prestados tres mil millones de euros suplementarios sólo de intereses al año? Si los Chinos quieren prestárnoslos…

PRESIDENTE – Usted cobrará los peajes! ¡Va a llenarse usted los bolsillos por ahí! ¡Será una verdadera renta de por vida para usted! Quiero decir para España …

MINISTRO – Mmm … ¿ Qué piensas tú de todo esto, querida niña? (Divertido) Vamos a ver … ¿ Si fueras Ministra de Transportes, qué harías tú en mi lugar?

AZAFATA- Siempre pensé que el Estado había hecho un cálculo con una vista muy corta privatizando las autopistas… ¿Por qué vender la gallina de los huevos de oro por el precio de algunos lingotes?

MINISTRO –No estás en absoluto desencaminada…

PRESIDENTE – ¡Escuche la voz de la juventud!

MINISTRO – La gallina de los huevos de oro… (Mirando de reojo hacia la chica) es en efecto el género de gallináceas que todo hombre soñaría con tener en su corral …

PRESIDENTE – Pues bien esta tarde, Señor Ministro, es una gallina que le ofrezco sobre una bandeja…

MINISTRO – ¿Ah, sí? ¿De verdad?

PRESIDENTE – ¡Hoy, un billete de autopista Madrid Valencia cuesta casi tan caro como un billete de AVE!

MINISTRO – ¿ Usted cree?

PRESIDENTE – Y además hay que pagar la gasolina y el chófer …

AZAFATA- Mmm … Y, posiblemente este es el menor de los problemas a pesar de todo…

PRESIDENTE – ¿Perdón?

AZAFATA- ¿A ese precio, quién va a tener ganas de coger la autopista todavía?

MINISTRO – Sobre todo entre Talavera de la Reina y Madridejos …

AZAFATA- ¿Madridejos?

PRESIDENTE – No se haga de nuevas… ¿ Sabemos muy bien que este proyecto le gusta mucho a usted ¿o no, Señor Ministro?

MINISTRO – No, no lo niego

PRESIDENTE – Además fue usted quien lo llevó a cabo desde principios del quinquenio… Y también sabemos perfectamente bien por qué…

AZAFATA – ¿Ah, sí? ¿Y por qué?

PRESIDENTE – Pues para acabar con el predominio de Valdepeñas, en primer lugar. Que como sabe todo el mundo es uno de los pulmones económicos de España.

AZAFATA – ¿En primer lugar? ¿Hay otra razón?

MINISTRO – Bueno, es que, además, soy el Diputado-alcalde de Talavera de la Reina y tengo una finca en Madridejos.

PRESIDENTE – Esta autopista será muy práctica para sus idas y venidas entre el Congreso y su circunscripción electoral.

AZAFATA (irónica) – O por qué no, de ahora en adelante, entre la Moncloa y su casa de campo.

(El PRESIDENTE le lanza una mirada incendiaria. Afortunadamente, la campanilla de la puerta ofrece una distracción).

PRESIDENTE – Este debe de ser el especialista en comidas preparadas … (A la chica) te ruego que vayas a abrir, mi querida Maribel …

AZAFATA- Por supuesto, mi querido tío.

MINISTRO – Es encantadora … Pero no carece de sarcasmo tampoco … ¿ Me equivoco?

PRESIDENTE – Es el vivo retrato de su madre cuando era joven.

MINISTRO – Eh, sí …, claro, claro.

PRESIDENTE – El privilegio de la juventud…

MINISTRO – Además, está muy bien criada.

PRESIDENTE – Y es muy limpia …

(La chica vuelve con una gran bandeja sobre la cual están dispuestos varios platos, la cual coloca sobre la mesa).

AZAFATA – ¡Pues aquí está la cena! Podemos sentarnos a la mesa, cuando gusten.

PRESIDENTE – Son platos fríos. Pensé que sería más práctico. Esto simplifica el servicio, y evita a los testigos molestos. Quiero decir a las orejas indiscretas … Es difícil encontrar personal de plena confianza…

MINISTRO – Por supuesto, por supuesto… ¿Pero después de todo, esta cita no tiene nada de secreto ni de reprensible por el momento, ¿no es verdad? ¿A menos que tenga la intención de sobornarme por debajo de la mesa?

(El PRESIDENTE se pregunta visiblemente si se trata de una broma o de una llamada de atención y vacila en su respuesta).

PRESIDENTE – Pues, hombre …

MINISTRO – Estoy bromeando, evidentemente.

PRESIDENTE – Evidentemente.

MINISTRO – Pero todo esto tiene un aspecto magnífico.

PRESIDENTE – ¡Es que viene del mejor especialista en comidas preparadas de Madrid! Es escandalosamente caro, pero es tan delicioso…

MINISTRO – Me rindo, puesto que me muero de hambre. Aunque todo esto riza la corrupción pasiva. (Se sientan a la mesa los tres).

AZAFATA- ¿ Le sirvo un chatito de vino? (El ministro la mira un poco desconcertado, y el PRESIDENTE la fulmina con la mirada). Quiero decir una copa de vino …

MINISTRO – Sí, sí, por supuesto eres muy amable… (Al presidente) es encantadora … ¿ Entonces, Maribel, así que vives en Lepe?

AZAFATA- ¿Ah sí? Quiero decir: ¡ah, sí!

PRESIDENTE – Vive en Jaén…

MINISTRO – Es curioso, porque no tiene en absoluto el acento andaluz…

AZAFATA – Bueno, es que… Hice unos cursos de dicción para tratar de perderlo. Ya sabe como es esto del acento andaluz, cuando se quiere hacer una carrera en la política o en los negocios, aunque ahora es un poco la misma cosa … Pasamos en seguida por alguien del medio…

Ministro – Del medio?

AZAFATA- De la junta… La junta de Andalucía…

(El PRESIDENTE se remueve mordiéndose la lengua).

MINISTRO – Hay algunas ovejas negras, en efecto. Que empañan la reputación de esa bella región. Pero no hay que generalizar, usted sabe. Hay también algunos elegidos íntegros. Presidí el Consejo general de la Junta durante una decena de años. Conozco muy bien Jaén…

PRESIDENTE – ¿Ah, sí, realmente?

MINISTRO – ¿ Y qué hace su hermana en Lepe?

PRESIDENTE – Mi hermana?

MINISTRO – Bueno, ya sabe usted, conozco a todo el mundo, allí abajo.

PRESIDENTE – ¿ Que qué hace? Eh, sí … (Volviéndose hacia la chica) ¿ qué hace ahora tu madre?

AZAFATA- Murió.

PRESIDENTE – Eh… sí … Me… siento tan emocionado cuando hablo de esto … Yo mismo no lograba pronunciar la palabra.

MINISTRO – Oh, estoy verdaderamente afligido.

PRESIDENTE – Era mi hermana, después de todo … Y además, tenía sólo una. Me… me quedan algunos hermanos, pero …

MINISTRO – Sí, claro, no es lo mismo…

PRESIDENTE – Claro, ellos no la reemplazan…

AZAFATA- Yo también, yo también tenía sólo una madre …

MINISTRO – Y sí, así es … es lo habitual, desgraciadamente … Y murió …

PRESIDENTE – Pues, sí, allí, completamente, cómo … Un … Un accidente…

MINISTRO- Un accidente?

PRESIDENTE – Un camión frigorífico … Atravesando la calle para ir a comprar embutidos.

MINISTRO – Oh, Dios mío…

PRESIDENTE – Pero bueno, no vamos a estropear la velada con esto, tampoco … La vida continúa…¡Los trabajos también! Porque usted sabe lo que se dice:¡cuando el edificio va, todo va! Esto vale también para las obras públicas…

MINISTRO – ¿Y entonces, esta señorita encantadora vive siempre en Jaén?

PRESIDENTE – Sí, sí … Con su mamá fallecida.

MINISTRO – A propósito de embutidos… Hay un restaurante excelente Jaén, donde se come el mejor chorizo de jabalí de toda Andalucía…. Esto, ¿cómo se llamaba…?

(Afortunadamente, el móvil del Ministro suena, dispensando a la chica de responder. El ministro responde a la llamada).

MINISTRO – ¿Sí? Sí, sí… No, no, usted no me molesta en absoluto… No cuelgue, un segundo … (Al presidente) le ruego que me excuse usted. ¿Hay un lugar dónde pueda aislarme un momento?

PRESIDENTE – Sí, sí, por supuesto, venga por aquí, por favor…

(El presidente le señala el camino).

MINISTRO(a su interlocutor telefónico) – Sí, sí, le escucho … (El Ministro sale).

PRESIDENTE – Bueno, todo se está desarrollando muy bien hasta ahora… Creo que usted ha conseguido despertar la libido de este viejo sátiro con su apariencia de internado de monjas … Pero no cargue demasiado sobre el lado rebelde…

AZAFATA- Tranquilícese, no haré nada para hacer capotar esta negociación …

PRESIDENTE – Y ahora, va a haber que poner el turbo, ¿cómo? Discreción y elegancia, sí. Pero eficacia y vaya soltando sedal.

AZAFATE – ¿Soltando sedal?

PRESIDENTE – Usted continúa cebando al pez gordo y ¡hop! Que muerda el anzuelo precipitadamente en el momento en que menos lo espera. Lo que hace falta, es sorprenderle, ¿comprende usted?. Después, este viejo tiburón se dejará hacer… Le gusta la carne fresca, créame. Le aseguro que mis informaciones son completamente fiables…

(Su móvil suena y responde).

PRESIDENTE – Sí, Jeromo … No, no tengo demasiado tiempo para hablarle ahora … Sí, sí, creo que este gordo asqueroso no es insensible al estilo colegiala en falda escocesa … ¿Por cierto, ustedes sabían que se había pasado diez años de su vida en Lepe? ¡Pues podrían habérmelo dicho! Eso me habría evitado pasar por un gilipollas … (El Ministro vuelve) Bueno, le dejo…

MINISTRO – Les ruego que me excusen, pero creo que no le hubiera agradado escuchar esta conversación… ¿Sabe usted quién acaba de llamarme?

PRESIDENTE – Le aseguro que no… señor ministro.

MINISTRO- Su principal competidor…

PRESIDENTE – No me diga que…

MINISTRO – Y debo reconocerle que acaba de hacerme una oferta muy apetitosa.

PRESIDENTE – Cuánto?

MINISTRO – El mismo precio que usted pero con veinte kilómetros de autopista más

AZAFATA – Bueno, sobre cien kilómetros, eso constituye un veinte por ciento de descuento, es una rebaja que lo hace verdaderamente interesante, en efecto.

PRESIDENTE – ¿Talavera de la Reina-Madridejos? ¡Pero con las autopistas que ya existen, sólo necesitamos un trozo de 100 kilómetros para la conexión! ¡ Los estudios son formales!

MINISTRO – Su competidor me propone una pequeña variante que pasa por Orgaz, que es dónde vive mi madre … (A la chica) Tú sabes lo importante que es poder visitar de vez en cuando a la mamá mientras está viva todavía … (El móvil del Ministro suena de nuevo, y responde). Sí … (Al presidente) Discúlpeme otro minuto … Sí, sí, le escucho… (Vuelve a salir).

PRESIDENTE – Nos hemos ido a la mierda…

AZAFATA – Usted sólo tiene que hacerle también su veinte por ciento descuento, como sobre las cajas de cereales…

PRESIDENTE – Imposible … Nuestro presupuesto ya está rebajado al máximo … Si le ofrezco veinte kilómetros más por el mismo precio, perdemos todo nuestro beneficio.

HUÉSPED – ¡ Pero reactiva usted la economía, y con ello, el crecimiento!

PRESIDENTE – Ya, ya… nuestros accionistas pasan de eso del crecimiento! ¡Lo único que esperan que crezca a finales de año, son sus dividendos! ¡Qué nos importan las vidas de la población! ¡Qué sigan soñando con el estado del bienestar! Bah. ¡ No voy a hablar de negocios con una puta qué es simplemente un regalo promocional para facilitar la firma de un contrato sustancioso!

AZAFATA – ¿Una puta?

PRESIDENTE – ¡Limítese a hacer su trabajo, joder! ¡ Pagué por los servicios de una acompañante, no por una conferencia de economía!

AZAFATA – ¡Una acompañante!

PRESIDENTE – ¿ Todo depende de usted, ahora, de acuerdo? ¡Hay que convencerlo totalmente de que los tirantes de su sujetador son más apasionantes que la correa de autopista que uniría su domicilio al asilo de ancianos de su madre!

AZAFATA- Escuche, querido Señor, se trata de un malentendido … Reemplazo a una amiga que visiblemente no me dijo todo sobre lo que se esperaba de mí en el marco de esta misión … ¡ No soy una prostituta! En realidad soy estudiante de Ciencias políticas, y hago trabajitos para pagar mi alquiler y mis estudios, es todo.

PRESIDENTE – ¿Es una broma?

AZAFATA- Bueno, mire, le devuelvo su dinero, y me largo… ¿ Le parece bastante claro así?

PRESIDENTE – Espere, no nos pongamos nerviosos… Le ruego a usted que me disculpe y que por favor me escuche un minuto, ¿de acuerdo?

HUÉSPED – Le escucho … Pero esto no cambiará nada el hecho de que yo no me acuesto por dinero… Por otra parte, por regla general, me acuesto muy poco… y siempre lo hago gratis…

PRESIDENTE – Si no firmamos este contrato esta tarde, nuestros accionistas van a decidir cerrar el departamento de autopistas de la empresa para concentrarse en sectores más rentables. Cientos de asalariados perderán sus empleos. Yo también, para que lo sepa…

AZAFATA – ¿ Y qué quiere que haga yo?

PRESIDENTE – Usted es mi última oportunidad, Maribel.

AZAFATA – Emmanuelle.

PRESIDENTE – Todo depende de usted. ¡ Los obreros corren peligro de encontrarse en el paro! ¡Sus familias en la calle! ¡Sus niños no podrán estudiar como usted!

AZAFATA – Pare, que va usted a hacerme llorar … ¡ Pues a pesar de todo, no voy a aceptar su plan y ofrecer mi culo para evitar un desastre social!

PRESIDENTE – ¿Quién ha hablado de su culo? El trato es que usted llegue a hacerle firmar este contrato a ese imbécil. Si usted lo consigue sin tener que acostarse, tanto peor para él… Quiero decir, tanto mejor para usted …

AZAFATA – ¿Y cómo consigo yo eso?

PRESIDENTE – Usted le ofrece el aperitivo, le pone el agua en la boca con el plato principal, y en el último momento, usted le deja sin postre. Sólo tiene que conseguir que pague la cuenta antes de irse…

AZAFATA – No sé que decirle …

PRESIDENTE – También tiene bastante afición a la botella. Haciéndole soplar poco a poco…

AZAFATA (arrugada) – ¿ Quiere usted decir que para tener ganas de acostarse conmigo, hay que estar bolinga? Y eso, después de haberme tratado de puta … Usted por lo menos, sabe cómo tratar a las mujeres …

(El teléfono del presidente suena. Responde).

PRESIDENTE – Escuche, Jeromo! ¡La chica a la que usted me envió no quiere acostarse! (Ablandándose de repente) ¿Querida? ¿Eres tú? No esperaba tu llamada… ¿Entonces qué tal tiempo hace en Palencia? Es de noche… Sí, aquí también… ¿De qué hablaba? ¿Una chica? ¿Qué chica? Pero no, no, te aseguro… Pero por favor, querida, sabes muy bien que yo jamás… ¿ Hola? ¿Hola? Ha colgado… Sólo me faltaba esto… Es una catástrofe… Tengo que volver a llamarla en seguida …

(El presidente sale para rellamar a su mujer. La chica marca un número de prisa).

AZAFATA – Oye, ¿pero a qué trampa me has enviado? ¡Yo no soy una puta! ¿Una señorita de compañía? Perdóname, pero yo no veo bien la diferencia. ¡Si lo hubiera sabido, jamás habría venido! Seguramente que es por eso por lo que no me lo dijiste todo, me imagino… Sí, me dijiste que la agencia se llamaba Glamour Internacional… No, perdona, pero no tenía porque haberme hecho una idea con el nombrecito… ¿ Tus tres meses de alquiler? ¿Entonces,… o sea, que, o me acuesto con esta grasienta carne de cerdo, o me echas a la calle, es eso?

(La vuelta del Ministro la obliga a parar su conversación y guardar el móvil).

MINISTRO – ¿Estás sola?

AZAFATA – Mi,… mi tío ha recibido una llamada telefónica urgente y ha tenido que salir … Un pequeño malentendido con su mujer …

MINISTRO – Bueno, esto nos deja un tiempo para charlar un poco. Tienes que darme tu número de teléfono. Me gustaría poder despedirte …

AZAFATA – ¿Despedirme?

MINISTRO – Me refería a cuando regreses a Jaén. Pero ahora, se me ocurre que también podía contratarte, si lo prefieres… Quiero decir, si un día buscas un período de prácticas, o trabajo, cuando termines tus estudios, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Te daré mi número personal también. Muy poca gente lo tiene, ya sabes.

AZAFATA- Gracias por concederme este privilegio…

MINISTRO – Hay que dar un buen empujón a la juventud. ¿No sé por qué, tengo la impresión de que nos entenderíamos bien, los dos, eh? Tienes carácter… Eso me gusta… Y además, si soy elegido en las próximas elecciones, necesitaré rodearme de un nuevo equipo. Más joven… Más abierto sobre el mundo… Gente más formada…

AZAFATA- Y dotada para las lenguas …

MINISTRO – Sí, sí,…Vas a reírte, pero nuestro Ministro de Hacienda no habla una palabra de inglés… Y es incapaz de hacer una suma de tres cifras sin la ayuda de su jefe de gabinete y de dos o tres expertos contables… (La coge por la cintura) Ya me dirás si te apetece unirte a mi equipo de campaña.

AZAFATA- Se le presenta a usted como el JF Ca español, pero veo que tiene usted también bastante de Bill Clinton …

(El ministro se acerca a la chica y pone la mano sobre ella).

MINISTRO – Un poco de incorrección, no me desagrada…

(La chica le da una bofetada. Vuelve el presidente que ve la escena).

PRESIDENTE – ¿ Todo va bien? (El ministro recupera la compostura).

MINISTRO – A decir verdad, estoy un poco aturdido, querido amigo…

PRESIDENTE – Estoy seguro que vamos a encontrar un arreglo … Desgraciadamente no puedo proponerle esa pequeña desviación por Orgaz. (Con una mirada hacia la chica) Pero hay seguramente un pequeño premio de consolación que estoy seguro de que le complacería…

(La chica le lanza una mirada negra para indicarle su torpeza).

MINISTRO – Acabo de tener noticias de mi madre. Es ella quien me llamaba, justamente…

PRESIDENTE – Oh … Espero que su querida madre se encuentre bien,…

MINISTRO – Por desgracia… Comienza a perder un poco la cabeza… Ya me cree a Presidente del Gobierno…

AZAFATA- Pero eso es visionario, simplemente, Señor Ministro! Es todo lo contrario de Alzheimer, eso es que… no olvida el pasado, sino que se acuerda del futuro…

MINISTRO – Desgraciadamente, también cree que me encuentro en prisión por un asunto de corrupción de menores …

HUÉSPED – Oh, vaya, no sé cómo pudo ocurrírsele una cosa semejante, no tiene sentido.

PRESIDENTE – Claro, si usted fuera Presidente del Gobierno, gozaría de una total inmunidad.

AZAFATA – ¿ No es para eso para lo que se presenta, por lo menos?

MINISTRO – En fin, temo que mi pobre madre tiene cada vez más necesidad de mí en los años que vienen. ¿No debemos abandonar a nuestros mayores ¿no creen?

PRESIDENTE – No, por supuesto …

MINISTRO – Para mí es un deber ir a visitarla por lo menos una vez a la semana. Evidentemente, una autopista que pasara justo al lado de su casa, sería más que práctica…

AZAFATA- ¿Y si le busca un buen asilo de ancianos con una buena infraestructura médica en Talavera?

MINISTRO – Desgraciadamente, ya sabes cómo son los viejos … Están atados a sus pequeñas costumbres … Temo que cambiando brutalmente todas sus referencias, se precipite un poco más su decadencia…

PRESIDENTE – Comprendo … Lo que no comprendo, es cómo nuestro principal competidor puede proponerle un precio semejante…

AZAFATA- Posiblemente porque paga a los obreros en negro … Parece que es muy habitual en el sector de las obras públicas…

MINISTRO – Oh, eso prefiero no saberlo…

AZAFATA – Sin embargo, el Estado emplea a numerosos agentes para acosar a los empresas que defraudan a Hacienda…

MINISTRO – Es encantadora … Pero qué quieres … Tenemos todos nuestros pequeños arreglos con nuestra conciencia … No me digas que tu santa madre jamás contrató a una asistenta en negro…

AZAFATA – Mi pobre madre murió.

MINISTRO – Oh, sí, es verdad perdóname … (Al presidente) Pero volvamos a nuestro contrato, querido amigo. Se lo dije, realmente tengo ganas de hacer negocio con usted. ¡Haga un pequeño esfuerzo! ¿Veinte kilómetros de autopista de más o de menos, qué suponen para usted?

PRESIDENTE – Seiscientos millones de euros …

MINISTRO – El Estado le estará muy agradecido, créame. Y yo también, yo estoy dispuesto a hacer un gesto…

PRESIDENTE – ¿De verdad?

(El ministro muestra su medalla de honor en la solapa de su chaqueta).

MINISTRO – ¿ ¿Qué le parecería tener una como esta?

(El presidente parece seducido durante un instante).

PRESIDENTE – Evidentemente, es tentador, pero …

MINISTRO – Estoy seguro que esto les proporcionaría un gran placer a su esposa y a su sobrina.

PRESIDENTE – Sí, por supuesto … (Volviendo a la realidad) pero una Medalla de Honor a cambio de seiscientos millones de euros … Me parece que nuestros accionistas no estiman mi honor a tanto precio…

AZAFATA- Venga, venga, se está usted subestimando, tío!

MINISTRO – ¡Con esos veinte kilómetros de autopista añadidos, usted hace un gran gesto a favor de las personas de edad!

AZAFATA – A las que viven en Orgaz , principalmente…

PRESIDENTE – Desgraciadamente, me es imposible porque tengo deudas pendientes de un préstamo obtenido de los fondos de pensiones americanos que hay que devolver este trimestre…

MINISTRO – De todos, reflexione sobre eso, se lo ruego … pero hágalo rápidamente. Su competidor está dispuesto a llevarse este negocio, se lo advierto… Mientras tanto yo me tomaré una pequeña golosina.

PRESIDENTE – Iba proponerle pasar al postre…

(El móvil del ministro suena de nuevo y responde).

MINISTRO – Sí? Oh, sí … Pero sí, con mucho gusto … Pero no, en absoluto, al contrario … Estaremos en familia … Muy bien, entonces le llamo ahora desde aquí mismo.(El Ministro guarda su móvil).

PRESIDENTE – Espero que no hayan sido más malas noticias de su madre.

MINISTRO – No, no, tranquilícese … En fin… No sé si en realidad esto realmente va a tranquilizarle … Era otra vez su competidor … Leonardo. El Pesidente del grupo Tragados y Obstrucciones.

PRESIDENTE – Oh …

MINISTRO – Me invita a tomar una copa en su casa ahora mismo, para presentarme su contraoferta… Es divertido, quería saber si no me importaba que su ahijada estuviera allí … Decididamente, hoy todo el mundo está empeñado en presentarme a su familia…

AZAFATA – Son vacaciones escolares…

(El PRESIDENTE, inquieto, indica a la chica que sirva el rodaballo).

MINISTRO – Entonces? ¿Qué me sugiere como postrecito?

PRESIDENTE – Hay una bandeja de pastelitos, creo. ¿Qué novedades podemos ofrecer al señor… Maribel?

AZAFATA– Vamos a ver, tenemos bollo suizo, pero desgraciadamente Suiza queda un poco lejos de Madridejos y de Orgaz…

(Los dos se muestran aparentemente un poco descolocados)

PRESIDENTE – Esta barriguita de monja es realmente deliciosa…

MINISTRO – Buena, muy buena… (Deglute algunos pastelitos). Los borrachos, son mi perdición…

PRESIDENTE – Pero siéntese, se lo ruego. Póngase a gusto …

(Se sientan los tres a mesa. El presidente avisa de nuevo a la chica que acelere las cosas. Pero ésta, visiblemente no sabe que hacer, ni que decir).

AZAFATA – ¿Entonces, no tiene reparos en firmar un contrato en nombre del Estado con una empresa que recurre al trabajo ilegal? Para un hombre que tiene la ambición de ser el próximo Presidente del Gobierno… Usted me decepciona mucho. Yo que pensaba votar por usted…

(El PRESIDENTE levanta la mirada al cielo).

MINISTRO (Con la boca llena de pastelito) – Mi pobre chiquilla. Tienes que aprender cuanto antes que en política, se debe poner un poco de agua en el vino si se quiere llegar a los objetivos. Por otro lado, no me importaría repetir un poco de este excelente champán…

(El PRESIDENTE indica a la chica debe servir y ella cumple la orden).

PRESIDENTE – Lo hago traer directamente de Francia. Me quedan todavía algunas cajas en el sótano. Si le apetecen unas botellitas…

MINISTRO – Sea como sea, no decidiré nada antes de haber hablado con su competidor…

AZAFATA- Y con su ahijada…

PRESIDENTE – ¿ No se llamaría Anabel, por casualidad?

MINISTRO – ¿ La conoce?

PRESIDENTE – No, no, ni por asomo… Por favor, todavía quedan algún pastelito.

MINISTRO – Con mucho gusto.

(El ministro deglute de nuevo. El Presidente da golpecitos insinuantes en el pie del ministro bajo la mesa. Este último se da cuenta de ello y, creyendo, por supuesto, que se trata del pie de la chica, da visibles muestras de alegría).

AZAFATA – Da usted la sensación de que está disfrutando.

MINISTRO – No debería, pero bueno … Una pequeña desviación de cuando en cuando (Le hace un guiño que la sorprende). Deliciosa, verdaderamente deliciosa… Esta pícara monjita…

PRESIDENTE – Pero su vaso está otra vez vacío, Señor Ministro … ¿Maribel?

(Maribel se levanta precipitadamente para ir a por la botella en el cubo de champán. El presidente acaba su tejemaneje con un instante de retraso. El ministro se pregunta fugazmente si era ella quien acariciaba su pie pero, ya bastante achispado, escoge visiblemente tomar sus sueños por la realidad. La chica se sienta de nuevo).

AZAFATA- ¿Más champán?

(El ministro roza su pie con el de la chica mientras ella le sirve. Sorprendida, le derriba más o menos voluntariamente sobre las rodillas el champán que supuestamente debería rellenar su copa. El ministro se levanta precipitadamente).

AZAFATA- Oh, perdón… estoy un poco torpe…

MINISTRO – ¿Puede indicarme el cuarto de baño?

PRESIDENTE – Estoy verdaderamente abrumado… Por aquí, se lo ruego … Justo al fondo del pasillo, ahí a la derecha …

(El ministro sale. El presidente está cabreado. Saca una fregona de la habitación de al lado y se la tiende a la chica para que limpie el champán caído en el suelo).

PRESIDENTE – Si usted cree relmente que derribándole de champán sobre las rodillas va a conseguir encender sus ardores… (La chica toma la escoba y seca por tierra).

AZAFATA – Lo siento, ha sido un acto reflejo. Me ha tocado el pie por debajo la mesa…

PRESIDENTE – ¡Es una noticia excelente! Eso quiere decir que ha picado el anzuelo. No me diga que algunos toqueteos con las piernas por debajo la mesa, es demasiado para usted?. Ahora es el momento de atraparlo.

AZAFATA (Con la fregona en la mano) – ¿Atraparlo?

PRESIDENTE – Escuche, tengo un plan para dar el golpe y precipitar un poco las cosas.

AZAFATA- Usted me da miedo …

PRESIDENTE – Dentro de un pequeño instante, haré la pantomima de recibir una llamada en el móvil, y me inventaré una urgencia para dejarles solos a los dos…

AZAFATA – ¡ Que va a dejarme sola con ese viejo macho cabrío en celo!

PRESIDENTE – Eh, eh, no se dispare, que es un ministro de la Nación…

AZAFATA – Se supone que lo dice para tranquilizarme?

(Él le abanica las narices con el contrato).

PRESIDENTE – En definitiva, usted le hace firmar este contrato prometiéndole el premio gordo. Y antes de liquidar, usted se larga bajo un pretexto cualquiera…

AZAFATA – ¿Qué clase de pretexto?

PRESIDENTE – No sé, yo … Le dice usted que su madre acaba de tener un accidente, por ejemplo.

AZAFATA – ¿En serio?

PRESIDENTE – ¿Qué pasa? ¿No le gusta?

AZAFATA – ¡Mi madre ya se murió!.

PRESIDENTE – La acompaño en el sentimiento, lo siento, no lo sabía…

AZAFATA – ¡Pero si ha sido usted mismo el que lo dijo nada más empezar!

PRESIDENTE – Oh, sí, es verdad … Bueno, bueno … ¡Pues le dice usted que he sido yo quien ha sufrido accidente, y que usted tiene que ir urgentemente al hospital!

AZAFATA – Es un plan inviable.

PRESIDENTE – ¿ Tiene otro?

AZAFATA – ¿ Tiene usted criada?

PRESIDENTE – Le di la tarde libre para poder estar tranquilos … Pero de cualquier modo, tiene más de cincuenta años, una barbilla triple y un principio de bigote, no estoy seguro de que fuera a gustarle al señor ministro.

AZAFATA – Pero tendrá una habitación para la criada.

PRESIDENTE – Sí, sí, justo aquí encima.

AZAFATA – Bueno, pues usted finge que se va por culpa de una urgencia, como hemos dicho, pero en lugar de irse realmente, usted se esconde ahí arriba en el cuarto de la criada.

PRESIDENTE – ¿Y después?

AZAFATA – Cuando haya puesto a su ministro en una situación molesta para él, le llamo, usted vuelve de improviso, y nos sorprende los dos.

PRESIDENTE – ¿ Y de qué va a servir?

AZAFATA – ¡Piénselo: él, un ministro! ¡Con su sobrina! Usted se hace el ofendido, y lo amenaza con denunciarle. De largárselo todo a la prensa. Él, para hacerse perdonar, estará dispuesto a firmar cualquier cosa…

PRESIDENTE – ¡ Usted es un genio!

(El ministro vuelve. La chica pone la fregona en una esquina).

AZAFATA – Le pido perdón, una vez más. No sé lo que me ha pasado.

MINISTRO – Ya está arreglado…

PRESIDENTE – ¿Una copita?

AZAFATA – ¿Una pera?

PRESIDENTE – ¿Un bomboncito?

AZAFATA – Le prometo que este, no lo voy a tirar sobre sus rodillas.

(El ministro parece contento ante este pensamiento. El presidente finge responder al móvil).

PRESIDENTE – Sí?. Oh, no. Pero eso es horrible… ¡Oh, Dios mío! Sí, sí, por supuesto, voy al momento… (Guarda su móvil) Señor Ministro, estoy realmente compungido, pero es necesario que le abandone durante un momento. Mi mujer ha tenido un accidente…

MINISTRO – Eso es espantoso. ¿Es grave?

PRESIDENTE – Sí, bueno… No … Los médicos todavía no quieren pronunciarse. No saben si la muñeca está rota o simplemente dislocada…

MINISTRO – Pues, en ese caso, vamos a repetir esta cita en otra ocasión, por supuesto.

PRESIDENTE – No, no, de verdad, insisto. Tengo una responsabilidad con mis accionistas… Este contrato es capital para la supervivencia de la empresa… Estaré de vuelta dentro de una o dos horas.

MINISTRO – ¿Para ir y volver desde Palencia?

PRESIDENTE – Eh … No, no, estaba volviendo: de hecho ha sido en el camino de la vuelta. Afortunadamente, su accidente ha ocurrido llegando a Madrid… Cerca de Buitrago… Mi sobrina le dará conversación mientras espera… ¿Verdad, Maribel?

AZAFATA- Por supuesto…

MINISTRO – Bueno, en ese caso … Me parece bien …

AZAFATA- Dale un fuerte abrazo a la tía de mi parte, tío … Voy a rezar para que se restablezca pronto … (La chica acompaña al PRESIDENTE hasta la puerta y le habla en conversación aparte) Quédese aquí cerca, y acuda tan pronto como le llame. Si no, me largo inmediatamente.

PRESIDENTE – Se lo prometo… Aquí tiene mi número de móvil … (Al ministro) Le confío a mi sobrina, Señor Ministro… Sé que la dejo en buenas manos…

(El presidente sale. La chica, un poco inquieta, se vuelve hacia el ministro).

MINISTRO – Al fin solos…

AZAFATA – Sí …

(El ministro va a instalarse sobre el sofá).

MINISTRO – Ven, puedes sentarse aquí, y así podemos charlar un poco de mi… Quiero decir de ti… ¿O, tal vez, de nosotros, por qué no?

(La chica va a sentarse a su lado con reticencia).

MINISTRO – ¿O es que acaso te doy miedo?

AZAFATA – En absoluto, se lo aseguro … (Agresiva) Incluso, diría que esperaba con impaciencia este momento.

MINISTRO – ¿De verdad?

(El ministro pone una mano sobre el hombro de la chica).

AZAFATA – Siempre me he sentido fascinada por los hombres de poder…

MINISTRO – Bueno, los hombres de poder son en primer lugar, y sobre todo, unos hombres, ya sabes…

AZAFATA – Todos somos iguales, sí. Sin embargo… Saber que un día, si resulta elegido entre sus compañeros, puede ser presidente del gobierno, y que tendrá usted el poder de poner en marcha la fuerza de las armas. El fuego…

(El ministro se vuelve más audaz).

MINISTRO – ¿ Entonces es eso lo que te gusta: Que se encienda el fuego…

(La chica le deja acercarse, una poco, después se libra precipitadamente, coge el contrato de encima del velador, y lo agita bajo la nariz del ministro).

AZAFATA – ¿Y si le pidiera que firmase primero este contrato?

MINISTRO (Con la cabeza en otro lugar) – El contrato?

AZAFATA- Así sorprendo a mi tío, cuando le diga que puede quedarse velando a mi tía en el hospital toda la noche si lo desea…

MINISTRO – ¿Por una muñeca dislocada?

AZAFATA – A las horas que son, seguramente la tendrán en observación hasta mañana por la mañana … Le aseguro que si llamo a mi tío para decirle que el contrato está ya firmado, no le veremos de nuevo en toda la noche. Esto nos dejará a nosotros solos un buen montón de tiempo…

MINISTRO – Muy bien… Si eso es lo quieres, firmaré ese contrato… Pero dentro de un minuto… (El ministro vuelve a la carga).

AZAFATA – En esto tardará sólo un segundo … ¡ Compréndame! La idea que mi tío pueda presentarse aquí en cualquier momento… ¡me bloquea!

MINISTRO – El caso es que hace falta que me relea atentamente ese contrato… No puedo firmar cualquier cosa. Tres mil millones de euros… Es un asunto serio,… sin embargo…

HUÉSPED – Déme usted ese placer, se lo suplico…

MINISTRO – ¡Compréndeme tú, a mí, también, Maribel! La lectura de un documento árido de un centenar de páginas que deberé firmar una a una… Como que para hacer la digestión, pensaba más bien en otro tipo de distracción…

AZAFATA – Creo que estoy oyendo pasos en la escalera .

MINISTRO – Yo no escucho nada, te lo aseguro …

(El ministro se vuelve de nuevo urgente. La chica le esquiva).

AZAFATA- No, esto me está poniendo demasiado nerviosa …

MINISTRO – Venga, no seas infantil …

AZAFATA – Lo siento, pero no puedo. Si no firma antes, no voy a…

(El ministro parece resuelto).

MINISTRO – Bueno, si eso te va a tranquilizar… ¡Que le den!, no pienso releerlo… Confío en tu señor tío … Pero después, te juro que el fuego está avivadísimo…

AZAFATA – Tenga …

(Le tiende el documento. El ministro está a punto de firmar. Su móvil suena. Se detiene).

MINISTRO – No me dejan estar tranquilo ni cinco minutos … Te ruego que me disculpes … Es necesario que responda, si no mi jefa de gabinete va a enviarnos a los GEOS… Créeme, eso serían peores que tu tío …

AZAFATA – No, por favor, se lo ruego …
(Responde a la llamada, y la chica puede respirar un poco).

Ministro – Sí … ¿ No? ¿ Cuándo ha sido eso? No, no, le escucho …

(Después de hacerle un gesto de excusa a la chica, sale un instante a la habitación de al lado para aislarse. La chica se avalanza sobre su propio móvil).

AZAFATA – ¿ Está usted ahí? O.k.. Sólo lo estaba comprobando. No, no, todavía no. Le vuelvo a llamar cuando llegue el momento. ¿Pero mantenga su teléfono en la mano, de acuerdo? (El ministro vuelve, y la chica guarda de prisa su móvil). ¿Problemas?

MINISTRO – Nada importante … En todo caso, no tanto como para interrumpir lo que estábamos a punto de comenzar.

(El ministro vuelve a mostrarse ansioso).

AZAFATA – Todavía no ha firmado el contrato …

MINISTRO (Con la mente en otro lugar) – El contrato? Oh, sí, el contrato … Pero no te preocupes por eso … Esto ya no corre mucha prisa, así que…

AZAFATA- ¿Ya no?

MINISTRO – Acabo de recibir una llamada de mi Directora de Gabinete … Lo que voy decirte está clasificado como Alto secreto de Seguridad Nacional, Maribel … ¿ Puedo contar con tu discreción?

AZAFATA – ¿ No irá a desconfiar de mí?

MINISTRO – El Ministro de Educación acaba de ser sorprendido por la policía en una posición molesta con una prostituta menor de edad en la Casa de Campo. Seguramente, va a ser forzado a dimitir …

AZAFATA- Qué injusticia … ¿ Ya no podremos volver a confiarle el futuro de nuestros niños a depravados sexuales, dónde vamos a ir a parar? ¿Pero eso en qué concierne a nuestro contrato? ¿No me diga qué había previsto hacer pasar la autopista Talavera de la Reina-Madridejos, por la Casa de Campo?

MINISTRO – ¡Es el efecto mariposa, querida niña! La mecha que hace saltar el polvorín…

AZAFATA – Pero es que todavía le quedan ganas?

MINISTRO – Dimisión significa, igualmente, revisión. Comienza de improviso el juego de la silla. El vals de las carteras. Y desgraciadamente no habrá silloncito para mí esta vez.

AZAFATA- Oh, joder… Quiero decir: mecachis…

MINISTRO – De todos modos, creo que es preferible que me tome un poco de descanso antes de las primarias… ¡ Tendré más tiempo tanto para mí y como ti!

AZAFATA- Oh, sí, pero todo esto es realmente muy penoso …

MINISTRO – Me encanta tu vocabulario, tan en desuso, Maribel … ¿ Realmente has estudiado en un internado de monjas? Cuéntamelo…

AZAFATA – ¿Y qué pasa con el contrato, entonces?

MINISTRO – Evidentemente, ya no tiene sentido firmarlo. Mi sucesor se ocupará de eso. Pero no estoy seguro de que vaya a estar muy interesado en este enlace directo Talavera de la Reina-Madridejos… Cuando sea presidente del gobierno, posiblemente…

AZAFATA- Si es que llega usted a serlo algún día …

MINISTRO – Sea como sea, ahora, sí que vamos a poder pasar el resto de la tarde tranquilos …

(Ante su actitud, la chica ya no sabe que más hacer para resistir a los asaltos del Ministro).

AZAFATA – Vale, bien… entonces, le propongo… que, usted se dé una ducha, para ponerse a gusto… Y mientras tanto… Puedo telefonear a mi tío para decirle que…ya no merece la pena que se siga preocupando por ese contrato… ¿ De acuerdo?

MINISTRO – De acuerdo… ¿Puedes señalarme el cuarto de baño?

AZAFATA – Eh…

MINISTRO – Ah sí, ya me acuerdo, es verdad que estuve antes allí, cuando me derribaste la copa de champán sobre las rodillas…

AZAFATA – Entonces ya sabe usted tan bien como yo dónde se encuentra el cuarto de baño …

MINISTRO – Voy corriendo para allá… vuelvo en seguida…

(El ministro sale. La chica se precipita sobre su móvil).

AZAFATA – Oh, no, no; no me lo puedo creer… Me he quedado sin batería … (Revuelve su bolsa) y evidentemente, no me he traído el cargador … (Reflexiona un instante) no tengo tiempo de encontrar el cuarto de la criada, tampoco. Voy a perderme en esta mansión enorme … Pero me dijo que era justo encima …

(La chica se apodera de la fregona. Se sube sobre la mesa y golpea al techo con una serie de golpes rápidos).

MINISTRO (off) – Sí, sí, ya voy, palomita… No tengas tanta prisa…

AZAFATA- Mierda …

(El ministro vuelve solamente vestido con un albornoz completamente ridículo. Descubre a la chica subida sobre la mesa. Aprovecha para echar un vistazo bajo sus faldas).

MINISTRO – Me encantan las mujeres cuando se ponen a hacer chapuzas en casa… ¿Necesitas que te eche una mano?

AZAFATA- Es que hay que cambiar una bombilla que … Ya está arreglado… Yo… He intentado llamar a mi tío, pero se me ha agotado la batería.

MINISTRO – ¡ La mía está cargada a fondo, créetelo!

AZAFATA – Sí, sí, me lo creo … Usted podría prestarme su móvil un minuto para llamarlo …

(Para alcanzárselo, el ministro comienza a escalar la mesa).

MINISTRO – Al diablo con tu tío … No va a volver en seguida … Acaba de irse hace un ratito…

AZAFATA – Es que … Yo,… yo no se lo he dicho todo, Juan Francisco …

(El ministro se calma un poco).

MINISTRO – ¿Eh?, bueno, no importa.

AZAFATA- En realidad, no soy la sobrina de Martin Puig…

(El ministro acusa el golpe, pero no parece muy asombrado por ello).

MINISTRO – A decir verdad, lo sospechaba hace un rato…

AZAFATA – ¿Ah, sí?

MINISTRO – Soy menos ingenuo que lo que aparento, ¿sabes?

AZAFATA – Por supuesto…

MINISTRO – Eres su amante, evidentemente.

AZAFATA- Su amante … Sí … Lo reconozco.

MINISTRO – ¡No te inquietes por eso! ¡ Yo no soy celoso!

(Está a punto de repetir sus asaltos, pero la chica lo detiene).

AZAFATA – Ya, pero él sí que lo es…

MINISTRO – ¡Jamás se enterará. ¡

AZAFATA – Pero lo sabré yo!

MINISTRO – ¿ Qué importa?

AZAFATA – Antes de empezar una historia con usted quiero a toda costa romper con él, usted me comprende?

MINISTRO – Sí … ¡ Bueno, en realidad, no!

AZAFATA – Déjeme llamarlo, se lo ruego! Me quedaré mucho más tranquila, y podré entregarme a usted más completamente.

MINISTRO – Más completamente…

AZAFATA – ¿Me presta su teléfono móvil?

MINISTRO – Bueno…

(Le tiende su teléfono. Siempre de pie sobre la mesa, ella lo coge. Pero el ministro no muestra intención de alejarse).

AZAFATA – Voy a enviarle un SMS, no tengo ánimo para hablarle de viva voz ahora mismo. Sobre todo con su mujer en el hospital…

MINISTRO – Por supuesto … (Ella finge leer en voz alta el mensaje que va a enviar).

AZAFATA- Que sepas que te dejo… (Más bajo) Venga rápidamente … Bueno, ya está hecho …

(Lentamente desciende de la mesa. El ministro se echa sobre ella. Sube en seguida y lo mantiene a raya con la fregona).

AZAFATA– No. Voy a esperar su respuesta, para estar segura que entendió bien el mensaje… Antes de ofrecerme…

MINISTRO – Oh, no, no aguanto más,… yo…

(El ministro pellizca las piernas de la chica siempre de pie sobre la mesa. El presidente llega en tromba, finge sorpresa y hace gestos de escandalizarse). ¡

PRESIDENTE – Señor Ministro! ¿Usted? ¡En bata! ¡Con mi sobrina! En mi propia casa. ¡Y Yo qué confiaba totalmente en usted!

(El ministro, sorprendido también, detiene inmediatamente su asalto. Pero recupera el habla rápidamente).

MINISTRO – Ya está bien… Déjese de comedia… Estoy enterado… ¡Maribel me lo ha contado todo!

PRESIDENTE – ¿Todo?

MINISTRO – Todo. Pero no estoy seguro que esta inocente chiquilla haya comprendido bien su odiosa estratagema.

PRESIDENTE – ¿Esta inocente chiquilla?

MINISTRO – Imagino que tampoco estaba usted en el hospital con su mujer …

PRESIDENTE – Eh … No … Estaba justo encima, en la habitación de la criada …

MINISTRO – Usted me decepciona mucho, querido amigo … Qué usted se acueste con la criada, no es asunto mío … Pero servirse de esta joven muchacha inocente para favorecer sus negros intereses…

PRESIDENTE – Pero si usted no firmó mi contrato …

MINISTRO – ¿ Era un asunto premeditado ¿verdad? Lo planificó todo para que me quedara a solas con su amante, sabiendo que caería hechizada bajo mi encanto.

PRESIDENTE – ¿Mi amante?

MINISTRO – Y en compensación, para hacerme perdonar, habría firmado su contrato.

PRESIDENTE (Recuperando la esperanza) – ¿Y es lo que va usted a hacer ¿verdad? Porque usted, es un caballero…

MINISTRO – Es realmente muy mezquino por su parte… Pero posiblemente lo habría hecho, es verdad… Porque como usted dice, soy un caballero. Desgraciadamente, ya no estoy en posición…

PRESIDENTE – ¿En posición?

MINISTRO – No voy a seguir siendo Ministro de Transportes. Se lo comentaré a mi sucesor. Pero sin garantizar el resultado.

PRESIDENTE – ¿ Ya no es usted ministro?

MINISTRO – Decididamente, ésta no es su tarde, querido amigo… No sólo su contrato no será firmado, sino que su amante decidió romper con usted y venirse conmigo. Vámonos de aquí, Maribel…

PRESIDENTE – ¿Maribel? ¡Pobre viejo atocinado! Esta chica no es mi sobrina, en efecto. Pero no es tampoco mi amante. ¡Es una puta!

MINISTRO – ¿Una puta?

AZAFATA- ¿Una puta?

PRESIDENTE – ¡Se había usted imaginado que su encanto natural bastaría para seducir a una chica que tiene treinta años menos que usted!

MINISTRO – ¿Y por qué no?

PRESIDENTE – ¿ Y usted verdaderamente cree que si esta señorita fuese mi amante, iba a preferirle a usted?

MINISTRO – Diga algo, señorita.

AZAFATA – ¡Yo no soy una prostituta, se lo aseguro!

PRESIDENTE – Es verdad discúlpeme…

MINISTRO – ¿ Pero entonces por qué la ha insultado?

PRESIDENTE – Digamos que es una acompañante de pago. ¡Usted ya me entiende, ahora, los que están en el paro son unos solicitantes de empleo, los secretarios son asistentes, y las putas son acompañantes!

AZAFATA- Pero no soy ninguna acompañante!

PRESIDENTE – Bueno, pues una señorita de compañía, si lo prefiere…

AZAFATA – Le recuerdo que estoy aquí por equivocación…

MINISTRO – Yo también, por lo que parece… Y todo esto se vuelve medianamente complicado. ¿ Pero entonces quién eres tú, exactamente?

AZAFATA – ¡Tu peor pesadilla!

MINISTRO – En conclusión, ¿tengo que entender que no te vienes conmigo?

AZAFATA- En tus sueños, quizás… Y con lo que sé sobre usted, mi conejito ardoroso, tengo poder suficiente como para arruinar tu carrera política.

MINISTRO – Vamos, Maribel …

AZAFATA – Y deje de llamarme Maribel! Me llamo Emmanuelle.

MINISTRO – Vaya, es curioso, no tienes pinta de llamarte Emmanuelle …

PRESIDENTE – Es lo que yo le dije también …

AZAFATA- ¡Firme aquí!

MINISTRO – Eso está ya caducado …

AZAFATA – Y usted también! ¡ Usted es sólo un obseso además de un imbécil! ¿ Está usted dispuesto a firmar cualquier contrato con la esperanza de acostarse con una mujer que podría ser su hija, y, encima, estaba usted seguro de convertirse en el próximo Presidente del gobierno?

MINISTRO – ¿ Debo comprender por ese uso del pretérito imperfecto que pretendes contrarrestar este noble proyecto?

AZAFATA – He aprendido mucho sobre la política esta tarde. Y estoy segura de que mucho más aprenderé sin duda durante toda la carrera de Ciencias políticas. Tendría, pues, muchas cosas que contar, en efecto. Y creo que ello, sería prestar un servicio muy grande a España… aunque podría quedar oculto mientras usted regresa lo más de prisa posible a Madridejos para quedarse allí …

PRESIDENTE – Vamos, vamos, cálmese, se lo ruego … Me parece que nos hemos enervado un poco … Vamos a ponernos de acuerdo sin duda. ¿No le parece, señor ministro?

AZAFATA – ¡ Yo no soy una prostituta, pero usted sí que es un reptil, y usted un viejo cochino! ¡Mire lo que lo hago con su contrato! (Coge el contrato y lo rompe en pedazos). Y usted puede seguir soñando para siempre que le devuelvo el dinero que me dio. ¡Me lo he ganado bien!

MINISTRO – ¿ Entonces es verdad usted le pagó?

PRESIDENTE – Es un poco complicado…

MINISTRO – No me diga qué al final, resulta que es realmente es su sobrina?

(El móvil del ministro suena de nuevo). Sí? Sí… ¿No? Bueno… De acuerdo… No, no, le devuelvo la llamada dentro de un momento… Sí, sí, está todo bien… (Guarda su móvil).

AZAFATA- ¿ Se encuentra usted bien?

MINISTRO – Parece ser que finalmente, me mantengo en el puesto. El fiscal es un gran amigo del Presidente. Va a silenciar el asunto…

PRESIDENTE – Entonces se halla usted en situación de nuevo de firmar este contrato.

MINISTRO – Sí…

AZAFATA – Demasiado tarde! Acabo de romperlo…

MINISTRO – Supongo que tendrá usted otros ejemplares…

PRESIDENTE – Por supuesto.

MINISTRO – Bueno, pues, esto va asombrarle, pero voy a firmar ese contrato, antes de irme y dejarles en familia…

AZAFATA – ¿Por qué?

MINISTRO – Porque es un buen contrato, simplemente. Y porque vine aquí a firmarlo como fuera.

AZAFATA- ¿Y el competidor?

MINISTRO – Ni caso a la competencia … Es muy competitivo, en todo caso. Yo también, yo, traté de engañarle…

PRESIDENTE – Bravo. Mis felicitaciones, Señor Ministro. Una buena negociación, es siempre un poco una partida de póquer mentiroso. Pero creo que es el momento de concluir. Créame, es un acuerdo ganador – ganador.

AZAFATA – ¿Y yo, qué gano?

(El presidente saca otro ejemplar y el ministro lo firma. Durante este tiempo, el presidente saca una caja de puros, coge uno y le ofrece otro al Ministro)

PRESIDENTE – ¿Un purito?

MINISTRO – ¿No retrocede delante de ningún cliché, verdad, amigo?

(El presidente devuelve el puro que tenía en boca en la caja y cierra la caja).

PRESIDENTE – Imagino que usted tampoco tiene a su vieja madre en Orgaz.

MINISTRO – Ninguna madre, no … Pero hay una jovencita a la que tengo mucho aprecio…

PRESIDENTE – Ya, ya… Un enlace que le habría gustado en cualquier caso … Podemos replantearlo después de las elecciones generales…

MINISTRO (con una mirada inquieta hacia la chica) – Si resulto elegido …

PRESIDENTE – ¡Vamos, hombre! ¡ Es un triunfante paseo político el que se abre delante de usted! (El ministro está a punto de irse).

PRESIDENTE – ¿ Imagino que lo de la Medalla? (El ministro le lanza una mirada negra). Tiene usted razón, no estoy seguro de ser todavía digno de ella … Creo que voy a esperar a merecerla verdaderamente …

MINISTRO – Como le decía esta señorita: no se subestime, querido amigo… Si usted supiera el número de dictadores, de traficantes de droga y de estafadores de todo género que han recibido la distinción…

PRESIDENTE – Y sí … La del Honor también, hace mucho tiempo que España tiene rebajada la etiqueta de la confianza.

MINISTRO – ¿Puedo dejarte en alguna parte?

AZAFATA- Gracias, ya le he visto suficiente…

MINISTRO – Estás verdaderamente segura de querer arruinar mi carrera política? Y menos, ahora, que me conoces. ¿Quién te dice que otros no son todavía peores?

AZAFATA- Me lo puedo imaginar… Me duele sólo pensarlo…

MINISTRO – Se indulgente… Te ruego que me perdones.

AZAFATA – ¿Qué me ofrece para imponerme el silencio?

MINISTRO – ¿Qué es lo que se te gustaría?

(La chica reflexiona un instante y le susurra algo a la oreja).

MINISTRO – Muy bien, te lo prometo…

PRESIDENTE – ¿Le llamo un taxi?

MINISTRO – Voy a caminar un poco.

(Se va. El presidente se queda sólo con la chica).

AZAFATA- Voy a irme yo también…

PRESIDENTE – Yo también le ruego que me disculpe. Los tiempos son duros, ya sabe. Es la crisis…

AZAFATA – Ya,… hasta para un presidente de Compañía…

PRESIDENTE – Insisto en pagarle el sueldo, completo. Después de todo, el contrato está firmado, es lo principal. Usted cumplió su misión…

AZAFATA – Tenía la intención de firmarlo de todos modos…

PRESIDENTE – Es verdad, pero bueno … Yo también yo le debo una pequeña compensación…

AZAFATA- Guarde la segunda mitad del dinero … Lo que acaba de prometerme el ministro me satisface tanto como un sueldo…

(Llaman a la puerta).

PRESIDENTE – ¿Qué quiere todavía, ese estúpido? (Va al intercomunicador).

PRESIDENTE – Sí? Sí, sí… Si, sí … No, no, te abro en seguida … (Vuelve). ¡Oh, Dios mío, es mi mujer!

AZAFATA – ¿Pero no estaba en Palencia?

PRESIDENTE – Está claro que, después del intercambio telefónico de antes, decidió volver antes de lo previsto. ¡Con lo tarde que es! Y encima está la criada…

AZAFATA- ¿Pero no le había dado la tarde libre? …

PRESIDENTE – Ella también volvió antes de lo previsto … Cuando me encontró en su habitación, creyó que la estaba esperando, y estuvo a punto violarme …

AZAFATA – Bueno, parece que por lo menos, hay una cierta justicia en la vida: usted sabe ahora por cuales pruebas he tenido que pasar esta tarde por su culpa…

PRESIDENTE – Qué puedo contarle a mi mujer para justificar que estoy aquí con una prostituta …

AZAFATA – ¡Que no soy una prostituta!

PRESIDENTE – ¿Y usted piensa que, aunque se crea que es usted una estudiante, lo voy a tener fácil de explicar? Es muy celosa, ya se lo dije. No, necesito totalmente que me saque usted de este aprieto. Sólo tiene que decir que usted es… Qué sé, yo… ¡Mi sobrina!

AZAFATA – ¿Ese es su plan?

PRESIDENTE – No importa, improvisaremos. Usted tiene el aire de estar muy dotada… Bueno, voy a abrirle…

(La chica se precipita sobre su móvil).

AZAFATA – ¿Isabel? No, sigo en casa de tu cliente, ya, ya te contaré … ¿ Que estás con quién? ¿Con Leonardo? ¿ El presidente del Grupo Tragados y Obstrucciones? ¿ El competidor de Caraduro? ¡ No nos falta más que el de la flauta, y tendríamos a los tres cerditos! Ah, ya, era un golpe premeditado, ya, ya… ¿Cuánto te pagó, Leonardo, para embarcarte en este embrollo? Entonces tú pensaste que enviándome aquí en tu lugar, yo no tendría ninguna posibilidad de seducir a tu ministro, así que tú misma lo arponearías en casa de su competidor en el momento de la copita… Oh, sí, y puedes presumir de haberlo planeado todo a la perfección, créeme… Acaba de firmar el contrato porque yo se lo he pedido… Qué, ¿te sorprende mi poder de seducción, ahora? ¿Y sabes qué? ¡Además, va a condecorarme con la Medalla del Honor, la Cruz de Caballero de Santiago! ¡Pues, supongo que porque lo valgo! Bueno, discúlpame, pero la tarde no se ha acabado completamente todavía. Creo que la Patria aún me necesita …

PRESIDENTE – ¡Escucha, querida, no te pongas nerviosa! Va a explicártelo todo ella misma. Vas a ver, es muy simple…

(Oscuro sobre la música del Himno nacional).

TELÓN

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13 y Martes

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

3 personajes : 1H/2M o 2H/1M o 3M

Jerónimo y Cristina han invitado a cenar a una pareja de amigos. Pero la señora llega sola, deshecha. Acaba de saber que el avión que traía a su marido a París se ha estrellado en el mar. Pendientes de las noticias con la posible viuda para saber si su marido forma o no parte de los supervivientes, la pareja descubre de pronto que acaba de ganar el bote de la primitiva de ese viernes 13. La consigna es desde ese momento : disimula tu alegria…


Este texto se ofrece tan sólo como lectura. Para cualquier tipo de difusión tanto profesional como amateur, se deberá pedir autorización al autor : 

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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

13 y Martes

Personajes :

Jerónimo
Cristina
Natalia
Patricio (opcional)

Salón de un piso elegante en el que se notan aún algunos signos de su antiguo esplendor. Una pintura vanguardista apoyada en el suelo contra la pared del fondo. El resto está embalado en cajas. En un rincón, un árbol de navidad engalanado. No hay nadie en escena. Suena el teléfono, y oímos el mensaje del contestador:

Jerónimo (voz en off) – ¡Hola! Ha llamado a casa de Jerónimo y Cristina. Nos encontramos momentáneamente retenidos por la Policía Fiscal por un asunto de fraude, pero puede dejarnos un mensaje después de la señal. Le llamaremos en cuanto salgamos en libertad. Hable, es su turno…

Oímos la señal seguida de un mensaje grabado en el contestador:

Patricio (voz en off) – Sí, hola soy Patricio. ¿Qué tal estáis? Seré tonto…, no puedes contestarme… Bueno, que de acuerdo todo para esta tarde, pero…

Entra Jerónimo, con una bolsa de Lidell en una mano, otra de Día en la otra, y una barra de pan bajo el brazo. Está agotado, no se toma la molestia de descolgar y se contenta con escuchar el mensaje:

Patricio (voz en off) – … llegaremos más bien sobre las 20:30. Mi avión aterriza en Villafranca-Burgos. Lo que tarde en subirme al bus, dejar la maleta en casa y salir en el coche con Natalia… Bueno, vale, ¡hasta luego! Y no os compliquéis demasiado la vida, ¿eh? Es una cena de amigos…

Jerónimo va a dejar las bolsas en la cocina y vuelve con un tetrabrik de vino barato, en la mano. Se quita la gabardina, y saca una botella de vino bueno de un armario. Abre la caja, coloca un embudo en el cuello de la botellaa y la llena. Llega Cristina.

Cristina – ¡Hola! ¿Qué tal?

Jerónimo – Ha llamado Patricio, llegarán un poco tarde.

Cristina – Mejor, porque no vamos muy adelantados…

Ella se quita el abrigo.

Cristina – Se queda uno helado aquí, ¿no? Hace más frío aún que fuera…

Jerónimo – He apagado la calefacción. Se supone que estamos ahorrando, ¿no?

Cristina se fija en lo que él está haciendo.

Cristina (extrañada) – ¿Qué haces?

Jerónimo – Pues ya ves. El vino tiene que respirar un poco, antes de beberlo. Al parecer es mejor.

Cristina – No valía la pena invertir en una buena cosecha… Porque, puestos a elegir, yo preferiría ahorrar en el vino antes que en la calefacción…

Jerónimo – Es un vino del país. No me preguntes de cuál. No de la Comunidad Europea, desde luego. Un euro con catorce el litro en el Lidell. Una oferta de Navidad…

Cristina – ¿Y entonces por qué lo decantas?

Jerónimo (irónico) – El somelier de Lidell me ha aconsejado que lo hiciera. Para que este precioso néctar exhale todos sus matices de frutos rojos y vainilla. Con un ligero retrogusto de uva, supongo… (De nuevo serio) ¿Tú qué crees? ¿Prefieres que ponga el tetrabrik en la mesa directamente?

Cristina – ¡Ah, bueno!

Jerónimo – Y además, tampoco puede hacerle daño a este brebaje oxigenarse un poco. El vino barato es como el agua del grifo. Más vale decantarlo un poco antes de beberlo. Para que a los gases tóxicos les dé tiempo de evaporarse, y a los metales pesados de sedimentarse en el fondo…

Cristina – ¿Has comprado algo para comer?

Jerónimo – He traído un pastel de alcachofas congelado en la Sirena, sólo hay que descongelarla.

Cristina – ¿Un pastel de alcachofas?

Jerónimo – También estaba de oferta… Con una ensalada…

Cristina – Bueno, voy a preparar el aperitivo.

Cristina empieza a sacar vasos.

Cristina – ¿Has ido al INEM?

Jerónimo – Sí…

Cristina – ¿Y?

Jerónimo – Me han propuesto unas prácticas…

Cristina – ¿Unas prácticas…?

Jerónimo – Con un restaurador.

Cristina – ¡Ah, mira! La bajada del IVA, al menos tiene algún efecto positivo en el empleo…

Jerónimo – Un restaurador de cuadros…

Cristina – Pero… ¡si tú tienes un título de ingeniero informático!

Jerónimo – Parece que ahora hay que ser polivalente…

Cristina – Aún así. Antes de quedarte en el paro eras ejecutivo. ¿Qué pintas tú con un restaurador de cuadros?

Jerónimo – Cuadros…

Cristina – ¿Y has ido ya?

Jerónimo (por el cuadro que hay en el suelo apoyado en la pared del fondo) – He aprovechado para hacer tasar nuestra pintura…

Cristina – ¡Ah, sí…! Esa cagada que le compraste por una fortuna hace diez años a tu amiguete de Bellas Artes…

Jerónimo – Fue justo después de su primer intento de suicidio… Fue por echarle un cable. Y además pensé que se revalorizaría…

Cristina – Si al menos sirviera para pagar la calefacción… Bueno, ¿y en cuánto te ha tasado esa obra maestra tu restaurador?

Jerónimo – Sus buenos cien euros…

Cristina – ¡Lo compraste por 1.500!

Jerónimo – Ya, pero ¿tú sabes como subió el caché de Van Gogh después de su muerte?

Cristina – Sólo tenemos que esperar que tu genio de la pintura consiga suicidarse antes de que nosotros estemos muertos de frío… (Suspira). No podemos ni soñar que vaya a subir el valor del cuadro, no hay ni…

Jerónimo – Ese es el problema con la pintura moderna…

Cristina – Espero, al menos, que Patricio nos devuelva los 1.000 euros que le prestaste generosamente. Con eso podríamos pagar el guardamuebles mientras esperamos la vivienda social que nos ha prometido tu primo el concejal… ¿Le has hablado de ello, por cierto?

Jerónimo – ¿De la vivienda?

Cristina – ¡De nuestros 1.000 euros! ¡A Patricio!

Jerónimo – Me pregunto si es realmente un buen momento… Tampoco él lo tiene fácil en este momento. Sabes que Telefónica le acaba de trasladar a un centro de comunicaciones en Lérida. ¿Te das cuenta? ¡A Lérida! Era director de Recursos Humanos en Azca… Y no va a ser Natalia, con su sueldo de profe a tiempo parcial…

Cristina – ¿Y yo? Sabes que, en este momento, ser consejera de finanzas en Caja Lepe no es precisamente un trabajo estable… Andar explicando a los clientes donde invertir bien sus ahorros, cuando una trabaja en un sitio que está al borde de la quiebra por culpa de sus descabelladas inversiones…

Jerónimo – Vale, se lo diré esta tarde…

Suena el teléfono.

Cristina – ¡Ah, deben de ser ellos…! (Descuelga el teléfono) ¿Diga? Sí, hola, Natalia, ¿qué tal? ¡Ah, vale…! No, no, ningún problema, Natalia… Vale, te esperamos… hasta ahora, Natalia… (Cuelga) Era Natalia…

Jerónimo – Ya, no sé por qué pero desde que has descolgado y has dicho « hola, Natalia » he tenido de inmediato la sospecha de que era ella…

Cristina – El avión de Patricio va con retraso, así que viene ella sola en coche…

Jerónimo – ¿Y él?

Cristina – Le ha dejado un mensaje en el buzón de voz para que venga directamente aquí. Creo que tomaremos el aperitivo sin él…

Jerónimo – Vaya idea también coger un avión para venir de Lérida…

Cristina – Sí… y sobre todo porque le hacen aterrizar en Burgos. Pero bueno, ahora con las compañías de esas low-cost la ida y vuelta a Palencia sale más barata que un billete de metro…

Jerónimo se acerca y la abraza.

Jerónimo – Venga, saldremos de esta.

Cristina – Claro… y además, mientras estemos juntos no nos puede pasar nada grave, ¿no?

Jerónimo – Prefiero beber vino barato contigo que paladear un Vega Sicilia con cualquiera.

Cristina – Nuestra suerte va a cambiar, lo presiento. Pronto va a ser Navidad. Y además hoy es 13 y martes, ¿no?

Jerónimo – Puede que nos toque la Primitiva.

Cristina – Si no jugamos…

Jerónimo – La eché en el de la esquina, cuando fuimos a ver a tu madre a La Granja… Puse mi número de inscripción del paro…

Cristina – Me siento de pronto mucho más tranquila…

Se besan.

Jerónimo – ¿Y Natalia? ¿Está en camino?

Cristina – Hace un cuarto de hora que da vueltas ahí abajo buscando un sitio…

Jerónimo – Claro, hay que tener en cuenta que no es fácil aparcar con un Smart, en fin…Si aprendiera a maniobrar le sería un poco más fácil, ¿no?. ( Suena el timbre de la entrada).

Cristina – ¿Ves? Eres un criticón… ¿Abres tú?

Jerónimo va a abrir.

Jerónimo – ¡Hola, Natalia! Pero, ¿qué te pasa?, ¡estas completamente blanca! Cualquiera diría que acabas de ver un muerto…

Natalia entra con Jerónimo. Lleva una botella de champagne en la mano y, en efecto, está descompuesta.

Natalia (Llorando) – No sabes la razón que tienes…

Cristina se acerca asustada.

Cristina – Pero, ¿qué pasa, Natalia?

Natalia – Iba a apagar la radio y salir del coche… Era la hora de las noticias… (Pausa). El avión de Patricio se ha caído al mar…

Jerónimo – ¿Al mar?

Cristina – ¿Estás segura de que es su avión?

Jerónimo – Pero, si venía de Lérida…

Natalia – Era uno de bajo coste con escala en Londres. Han dado el número de vuelo y el nombre de la compañía. No hay ninguna duda. El avión ha desaparecido sobre el Canal de La Mancha…

Natalia estalla en sollozos. Jerónimo y Cristina se cruzan una mirada de desamparo, no saben qué decir.

Cristina – Escucha, quizá le encuentren…

Jerónimo – El Canal de la Mancha no es tan grande…

Cristina – Quizá el piloto haya conseguido atterizar sobre el agua…

Jerónimo – Entre dos petroleros…

Cristina – Ha ocurrido otras veces…

Jerónimo – No muchas, pero ha ocurrido…

Natalia (Débilmente) – ¿De verdad…?

Cristina – ¿Qué han dicho en la radio? ¿Han dicho que no hubiera supervivientes?

Natalia – Aún no lo sabían…

Cristina – ¡Claro, lo ves!

Jerónimo – Y además, a pesar de todo, ¡el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro del mundo! Según las estadísticas, cuando coges un avión no tienes más que una probabilidad entre un millón de sufrir un percance. Más o menos las mismas que de ganar la Primitiva, así que ya ves…

Cristina le mira consternada.

Natalia (Hundida) – Y le ha tenido que tocar a Patricio… Mira que le dije que no cogiera un avión en martes y trece…

Jerónimo – Bueno, de todos modos sólo es el Canal de la Mancha… Al menos encontrarán las cajas negras…

Natalia rompe a llorar de nuevo.

Natalia – ¡Ay, Dios mío! ¿Qué va a ser de mí sin él? Con los dos niños y la hipoteca de la casa…

Jerónimo et Cristina intercambian una mirada de impotencia, no saben muy bien qué hacer.

Natalia (Patética) – ¡Y pensar que os debíamos todavía 1.000 euros…!

Cristina – ¡Pero bueno!, ¿qué dices? ¡Eso no es un problema!

Natalia tiende à Jerónimo la botella de champagne.

Natalia – Toma, os traía una botella de champagne, para daros las gracias. De haberlo sabido…

Jerónimo – Viuda de Clicquot… ¡Vaya, cómo nos cuidas…!

Natalia – Es una pesadilla… ¡Decidme que no es verdad!

Jerónimo (Duda de pronto) – ¿No será una broma, verdad?

Cristina le lanza una mirada asesina.

Cristina – Anda, ven, siéntate. Vamos a poner la tele para saber qué pasa, ¿vale?

Cristina enciende la tele. Hay publicidad.

Locutor (voz en off) – ¿Conoce usted la diferencia entre estos dos ataúdes? ¡El precio! Compre el suyo en Almenara, que la vida ya es muy cara…

Cristina cambia precipitadamente de canal.

Locutor (voz en off) – Leo, realmente hoy no es tu día de suerte…

Natalia – Yo soy Leo…

Locutor (voz en off) – Evita los viajes…

Cristina – Pero no eras tú quien iba en el avión…

Locutor (voz en off) – … y si no puedes evitarlo, elige el tren en vez del avión…

Natalia – Patricio también es Leo…

Cristina – Mejor voy a poner la radio…

Locutor (voz en off) – … 60 millones de euros. Esa es la cantidad que se embolsará el ganador del Superbote de la Primitiva de este martes 13. El sorteo en un instante…

Cristina cambia de emisora.

Locutor (voz en off) – Seguimos sin noticias del vuelo 32bis de la compañía Chollo Travel Airways procedente de Lérida con destino Villafranca-Burgos y escalas en Bruselas y Londres…

Natalia – Lo veis, es ese…

Locutor (voz en off) – El piloto lanzó una señal de alarma justo antes de que el aparato desapareciera de las pantallas de radar. Les mantendremos, por supuesto, puntualmente informados en cuanto nos lleguen datos más precisos…

Cristina apaga la radio.

Cristina – Hay que esperar… No podemos hacer nada más de momento… Voy a servirte una copa, te levantará el ánimo.

Jerónimo – No irás a abrir el champagne…

Natalia (Ve la jarra) – Voy a tomarme un vino. Ya que está abierto…

Cristina – ¿Seguro que no prefieres otra cosa?

Natalia – Está bien, no te preocupes…

Jerónimo sirve un vaso de vino y se lo tiende a Natalia, que se lo bebe de un trago bajo la mirada un poco inquieta de los dos.

Natalia (A Jerónimo) – Ya ves, con esto que me ha pasado he perdido el gusto por todo… Ni siquiera consigo apreciar un buen vino…

Jerónimo – Ya…

Natalia (En un ataque de pánico) – ¡Ay, Dios mío, mi madre!

Cristina – ¿Estaba también en el avión?

Natalia – Los niños están en su casa. Si ven la tele…

Natalia se lanza sobre su móvil y marca, rapidísima, un número.

Natalia – Hola, ¿mamá? Si, ya lo sé, ya lo he oído… ¡No estarán los niños delante de la tele, espero! ¿Ya están acostados? (Suspira aliviada). Bueno, la verdad es que no tengo ganas de hablar de esto ahora… Te volveré a llamar, de acuerdo… Escucha, guárdate el pésame para más tarde… Todavía no está muerto, ¿no? Sí, es probable, pero aún no es seguro, así que si no te importa… De todas formas tú siempre le has detestado… ¿Cuántas veces me has repetido que no era un hombre para mí…, que podía haber encontrado uno mejor…? ¡Y una mierda!

Natalia cuelga furiosa. Jerónimo y Cristina la miran compasivos y algo violentos.

Natalia – Nunca ha podido soportar a Patricio… Estoy segura de que, en el fondo, se alegra…

Cristina – Venga, no digas eso…

Natalia – El día de nuestra boda puso como excusa que mi padre estaba enfermo para no asistir a la ceremonia…

Jerónimo – Pero tu padre estaba enfermo de verdad, ¿no? Murió unos meses después…

Natalia – Sí, el día que nació Rafael… A propósito para fastidiarme…

Cristina – ¿Quieres que te traiga un calmante?

Natalia – Siento muchísimo molestaros con esto… No quiero aguaros la fiesta. (Se levanta para irse). Va a ser mejor que me vaya…

Cristina – ¡Pero bueno, Natalia! ¿No somos amigos? ¿Para qué se tienen amigos si no puede uno apoyarse en ellos en momentos como este?

Natalia (Se vuelve a sentar) – Sabía que podía contar con vosotros… Y además, os confieso que no tengo muchas ganas de encontrarme sola en casa, delante del árbol de Navidad, pendiente de la radio esperando el veredicto…

Jerónimo – Quizá deberíamos escuchar si hay algo nuevo…

Natalia – No sé si tengo ganas de saber más… (Pausa) Venga, enciéndela…

Cristina – Vale.

Cristina enciende la radio.

Locutor (voz en off) – … Los aviones que sobrevuelan la zona han avistado una gran mancha de hidrocarburo sobre la superficie del agua. Pero se ignora aún si proviene del avión de la Compañía Chollo Travel Airways que, les recordamos, se ha precipitado en el mar en el Canal de La Mancha hace apenas una hora. Esperamos la conexión con nuestro enviado especial que se encuentra a bordo de uno de los helicópteros de salvamento… Mientras tanto, vamos directamente a los resultados de la Primitiva…

Natalia – Una mancha de gasoil… Eso quiere decir que el avión se ha reventado… ¿Cómo pretendéis que haya supervivientes…?

Jerónimo y Cristina no saben muy bien qué decir para animarla.

Locutor (voz en off) – … Los números que había que jugar eran, por tanto, 1, 5, 2, 7, 9 y 6, y el número complementario es el 10…

Jerónimo parece paralizado.

Cristina – Si el piloto ha conseguido posar el avión sobre el agua, algunos pasajeros pueden haber salido antes de que se hundiera hasta el fondo…

Locutor (voz en off)– El feliz ganador se embolsará, pues, la bonita suma de 60 millones de euros. Como para plantearse el futuro con…

Cristina apaga la radio.

Jerónimo – Es…

Natalia – ¿Qué?

Jerónimo – No, no, nada…

Cristina – Tú has viajado en avión. Acuérdate de lo que las azafatas explican antes de despegar. Las máscaras de oxígeno que caen automáticamente, los chalecos salvavidas bajo los asientos, las salidas de emergencia en cada extremo del aparato, los toboganes de evacuación, todo eso… tiene sus procedimientos en caso de peligro… Todo está previsto…

Jerónimo saca de su bolsillo, más o menos discretamente, la cartilla del paro y la mira.

Natalia – Las azafatas… No me hables… Lo que es mirarlas, Patricio las mira… Pero escuchar lo que dicen… Ya sabes como son los hombres…

Jerónimo (A Cristina que no la escucha) – ¡Ay la hostia!

Natalia – Mira Jerónimo, por ejemplo. ¿Te enteras tú de lo que dicen?

Jerónimo, pillado de improviso.

Jerónimo – ¿Qué? ¿Quién?

Natalia (A Cristina) – ¿Lo ves ?… Lo que yo decía…

Cristina (A Jerónimo) – La azafata, ¿qué dice, antes de despegar? En caso de… descompresión de la cabina.

Jerónimo (Con un gran esfuerzo) – Los… ¿Los paracaídas están bajo los asientos, el tubo cae del techo, las palmas en la guantera, todo eso?

Cristina lanza una mirada de reproche a Jerónimo.

Cristina (A Natalia) – ¿Y no te ha llamado nadie?

Natalia – Patricio estará seguramente en el fondo del mar. ¿Cómo quieres que me llame?

Completamente ido, Jerónimo ha vuelto a encender la tele.

Locutor (voz en off) – Les recordamos que los números ganadores del Superbote de este martes, 13 de diciembre son: el 1, el 5, el 2, el 7, el 9 y el 6. Número complementario, el 10. Con un total de 60 millones de euros…

Jerónimo examina de nuevo su cartilla del paro.

Jerónimo – ¡Huy la hostia…!

Cristina apaga la tele.

Cristina – No, quiero decir… Tendrán seguramente una unidad de psicólogos… En estos casos siempre ponen una unidad de psicólogos… Para avisar a los allegados… Para ayudarles… y esas cosas…

Jerónimo (A Cristina) – ¿Puedo decirte una cosa?

Cristina – ¿Qué?

Jerónimo – En privado…

Suena el móvil de Natalia.

Cristina – ¿Lo ves? Deben ser ellos…

Natalia – No estoy muy segura de querer saber…

El teléfono sigue sonando.

Cristina – ¿Quieres que conteste yo por ti?

Natalia – ¡Oh, sí, por favor…!

Cristina contesta.

Cristina – Diga… Sí… No… ¡Ah, de acuerdo!… ¿Cómo?… No, no… Sí, sí, estamos muy contentos, claro. Vale, gracias…

Cristina cuelga.

Natalia – ¿Qué?

Cristina (perdida) – Era tu ginecólogo… Por tu análisis de sangre…

Natalia – ¿Qué pasa?

Cristina – Pues… que sí que estás embarazada…

Natalia (hundida) – ¡Oh, Dios mío…!

Cristina – ¿Te pongo un poco más de vino?

Natalia – Sí, gracias…

Cristina llena de nuevo el vaso de Natalia.

Jerónimo (A Cristina) – Oye… tengo que decirte una cosa urgentemente…

Cristina (A Jerónimo) – ¿De verdad te parece que es el momento?

Jerónimo – Es muy importante, créeme…

La mirada de Natalia se fija en el cuadro.

Natalia – Es realmente raro ese cuadro, ¿no os parece?

Cristina – Eh… Sí, un poco, sí…

Cristina le da el vaso.

Natalia – El tío que pintó eso debía estar profundamente deprimido. (A Jerónimo) ¿Es un amigo tuyo?

Jerónimo – Sí, bueno… Creo que es húngaro.

Natalia – ¡Ah!, claro, se nota. (A Jerónimo) ¿Se suicidó?

Cristina – Todavía no, por desgracia…

Natalia vacía su vaso de un trago.

Natalia (A Cristina) – Ponme otro, anda…

Cristina – Pues, tampoco deberías beber demasiado. En tu estado…

Jerónimo (No sabe qué decir) – Así que… ¿esperáis el feliz acontecimiento?

Cristina le fulmina con la mirada.

Jerónimo (A Cristina) – Tengo que hablar contigo…

Natalia – Tienes razón, me da vueltas la cabeza. Voy a salir al balcón que me dé un poco el aire.

Cristina – ¿Quieres que vaya contigo?

Natalia – Gracias. Necesito estar sola un momento…

Cristina – Vale.

Natalia sale al balcón. Jerónimo espera impaciente que desaparezca.

Jerónimo – ¡No adivinarías nunca lo que nos ha pasado…!

Cristina (Ida) – Embarazada… ¿Te das cuenta?

Jerónimo – ¿Estás embarazada? Pero, ¡es maravilloso! ¿Lo ves? Hace un cuarto de hora me lo hubiera tomado como una catástrofe. Pero ahora, veo todo por el lado bueno. ¿A que no sabes por qué?

Cristina – ¡Que no soy yo quien está embarazada!

Jerónimo – ¿No?

Cristina – O sea, que es cierto que no escucháis nada cuando se os habla…

Jerónimo – ¿Entonces, quién está preñada?

Cristina – ¡Natalia! ¿Te das cuenta? En el mismo día se entera de que su marido ha desaparecido en un accidente aéreo, y de que espera un hijo suyo…

Jerónimo – ¿Cómo sabes que es suyo?

Cristina (Molesta) – No lo sé… ¿Intuición femenina…? Como los dos primeros son suyos, y puesto que Patricio es su marido, es el primer nombre que se me ha venido a la cabeza. Qué gilipollez, ¿verdad?

Jerónimo – Bueno, de todas formas no es esa la cuestión… ¿Sabes una cosa?

Cristina – ¿Qué?

Jerónimo – ¡Nos ha tocado!

Cristina (Mira hacia el balcón) – ¡Ay, Dios mío!

Jerónimo – ¡Qué fuerte!, ¿no?

Cristina – ¡Natalia! ¡Se está subiendo a la barandilla!

Jerónimo se vuelve y ve la escena.

Jerónimo – ¡Mierda! Nos va a dar el coñazo todo el rato, esta tía… Que se tire y no hablemos más de ella. De todas formas estamos en un primer piso. No se hará mucho daño…

Sin hacerle caso, Cristina se acerca al balcón.

Cristina – ¡Por favor, Natalia! ¡No hagas eso! ¡Piensa en tus hijos! Es Navidad, por Dios…

Natalia – Prométeme que si salto te ocuparás de ellos. No dejarás que los lleven a un hospicio, ¿verdad?

Cristina – Sí, te lo prometo…

Jerónimo – Lo que faltaba…

Cristina – Quiero decir, que no, ¡no saltes! (A Jerónimo) ¡Di algo tú!

Jerónimo – Para los niños, está tu madre, ¿no?

Natalia – Prefiero que vayan al orfanato.

Cristina – Quizá habría que llamar a los bomberos…

Jerónimo – No hace falta, no hay fuego. Voy a hacer que se baje de ahí…

Natalia – No te acerques o salto.

Cristina – ¿Qué hacemos?

Jerónimo – Espera, ahora vengo…

Cristina – ¡No me dejes sola!

Jerónimo desaparece por el pasillo.

Natalia (Patética) – Yo también me voy a estrellar allí abajo. Como un avión sin alas. Voy a reunirme con mi Patricio…

Cristina – ¿De verdad crees que es lo que él querría? Quiero decir…seguramente preferiría que te quedaras con vida para ocuparte de los niños. Y además, imagínate que no esté muerto de verdad. Llama a la puerta y te encuentra aplastada bajo el balcón.

Lo que suena no es el timbre de la puerta, sino el del móvil de Natalia.

Cristina – ¡Ah!, ¿lo ves? Lo mismo es él… Venga, baja y contéstale…

Natalia (Duda) – ¿Sí…?

Cristina (Hacia donde desapareció Jerónimo) – Espero que no sea otra vez su ginecólogo para decirle que son gemelos…

Natalia – Sí, le oigo… ¿Está seguro? De acuerdo. No, no, no se preocupe. Bien, gracias, estaré atenta al teléfono…

Cristina – ¿Qué pasa?

Natalia – Eran ellos… La unidad de atención psicológica…

Cristina – ¿Y?

Natalia – Han encontrado supervivientes… Patricio podría estar entre ellos…

Cristina – ¡Es genial! ¿Lo ves? Imagínate que te hubieras tirado, en un momento de desesperanza…

Vuelve Jerónimo.

Jerónimo – Sí, seguro que por lo menos se habría torcido un tobillo…

Cristina – Anda, bájate de ahí… (A Jerónimo) Acaba de llamarla la unidad de emergencias. Han encontrado a los supervivientes…

Jerónimo – Ya…

Cristina – ¿Lo has oído?

Jerónimo – He sido yo quien la ha llamado.

Cristina – ¿Qué?

Jerónimo – Había que encontrar la forma de hacerle bajar de ahí…

Natalia vuelve a la habitación.

Natalia – Tienes razón… Tenía que tener fe. Ahora siento que Patricio está aún vivo. Lo sé…

Cristina le lanza una mirada incendiaria a Jerónimo.

Cristina – ¡No te ilusiones demasiado deprisa, de todos modos…! Porque… ¿cómo pueden saber si Patricio está entre los supervivientes?

Natalia – Han encontrado a un tipo agarrado a una maleta. Y que gritaba: Natalia, Natalia…

Cristina fulmina de nuevo a Jerónimo con la mirada.

Natalia – Me pregunto cómo sabrán que me llamo Natalia?

Cristina – Sí, yo también me lo pregunto…

Jerónimo – Bueno, cierro el balcón, ¿eh? Y no la dejes que se acerque, ¿de acuerdo?

Cristina – ¿Y qué vamos a decirle si llama de verdad la unidad de emergencias?

Jerónimo – Seguro que había varios pasajeros cuya mujer se llama Natalia. Eso sin contar las amantes…

Natalia – Se me ha olvidado pedirles el número… Quería haberles preguntado si hay algo que pueda hacer desde aquí para ayudar. Voy a rellamar al último número…

Cristina (En tono concluyente) – Yo en tu lugar no haría eso…

Natalia se queda extrañada.

Cristina – Deben estar totalmente desbordados, ¿no crees? En cuanto tengan datos más precisos seguro que te llaman…

Jerónimo – Necesito hablar contigo, de verdad.

Cristina – Habla…

Jerónimo – En privado…

Cristina – No podemos dejarla sola. Imagínate que llama la policía para comunicarle la muerte de Patricio, y se sube otra vez a la barandilla

Jerónimo – ¡Vamos al balcón!

Cristina – Me decepcionas, Jerónimo… Me decepcionas mucho… Te creía más cerca de tus amigos. ¡Estamos hablando de Patricio! ¡Tu compañero del instituto! ¡Y de Natalia, mi mejor amiga! Fueron los testigos de nuestra boda. ¡Bien podemos sacrificar una tarde para ayudarla cuando le ocurre una desgracia!

Jerónimo – Nos ha tocado la Bonoloto.

Cristina – ¿Cuánto?

Jerónimo – 60 millones.

Natalia – Me voy a tomar otro vino, la verdad. Con tantas emociones…

Cristina (Seca) – Bueno, pues ya sabes donde está la botella, ¿no? Y ahí encima hay vasos, ¿o prefieres que te traiga una pajita?

Natalia acusa el golpe.

Natalia – Bueno, creo que os voy a dejar… Ya os he molestado bastante.

Cristina se recupera.

Cristina – Perdóname. No quería decir eso para nada. (Le sirve otro vaso de vino) estamos todos un poco nerviosos, ¿no? Tienes que comer algo también, si no te va a sentar mal… (A Jerónimo en aparte, mientras Natalia vacía su vaso) Creo que es el momento de endilgarle el pastel de alcachofas…

Jerónimo sale hacia la cocina.

Cristina – Nosotros también nos sentíamos muy unidos a él. Así que estamos conmovidos por la muerte de Patricio. (Se corrige) quiero decir, por la perspectiva de su desaparición… Y al mismo tiempo, hay que saber pasar página, ¿no? Se vive solamente una vez.

Jerónimo vuelve con un trozo de pastel y se lo pasa a Cristina.

Cristina (Ofrece el trozo de pastel a Natalia) – Hay que saber disfrutar las cosas buenas de la vida…

Natalia toma un bocado de pastel.

Natalia – No está mal… ¿Qué es?

Cristina (Hipócrita) – Lo ha hecho Jerónimo. ¿De qué era…?

Natalia (Con la boca llena) – ¡Hum, mientras no sea de alcachofas! Es lo único a lo que le tengo alergia. De hecho no sé ni a qué saben. La única vez que las comí fue en casa de mi suegra, en la Costa Brava. Acabé en urgencias…

Los otros dos se cruzan una mirada de consternación.

Natalia – La ventaja de las alcachofas es que no se corre el riesgo de comerlas sin darse cuenta…

Cristina arrebata el trozo de pastel a Natalia.

Cristina – Bueno, seguro que te apetece un postre…

Natalia, desconcertada, no parece estar bien.

Natalia – Creo que voy a ir un momento al… Normalmente me sienta bien comer, sobre todo cosas ricas como ésta… Debe de ser el estrés…

Se dirige al cuarto de baño. Una vez que ha salido, Cristina explota de nervios.

Cristina – ¿Estás seguro?

Jerónimo (Le enseña la tarjeta) – ¡Mi número del paro! ¡Ha salido! ¡Lo acaban de decir en la radio! ¿No lo has oído? Sesenta millones, ¿te das cuenta? ¡Nos podemos comprar un Airbus si queremos! Bueno, de ocasión quizá. Pero en buen estado…

Cristina – ¡Pero es una locura!

Jerónimo sirve dos vasos de vino y le tiende uno a Cristina para brindar.

Jerónimo – Toma, saborea por última vez el vino de mesa del Lidell, para que te acuerdes de cómo era. Porque no volverás a beberlo en mucho tiempo…

Brindan. Se escucha vomitar a Natalia.

Cristina – ¡Qué locura…! ¿No será una broma, espero?

Jerónimo – A mí también me cuesta creerlo. Pero he comprobado los números tres veces. ¡Te lo juro, son los nuestros! ¡Nos ha tocado! ¡El superbote de la Primitiva del martes 13!

Regresa Natalia con la cara llena de ronchas, síntoma de alergia.

Cristina – ¡A que no adivinas de lo que nos acabamos de enterar!

Natalia – ¿Han vuelto a llamar? ¿Era él? ¿Está vivo?

Jerónimo (Incómodo) – Eh, no… Aún no están seguros…

Cristina – Pero han localizado una maleta que se parece mucho a la suya. Una maleta… Flotando sobre la superficie…

Natalia – Entonces, ¿cuál es la buena noticia?

Cristina – Pues… eso… (Muy nerviosa, véase histérica) ¡Van a poder recuperar la maleta!

Jerónimo intenta con un gesto calmar a Cristina.

Jerónimo – Discúlpala… son los nervios…

Natalia – Tenéis razón, esta espera es insoportable… Incluso si todavía está vivo, simplemente imaginarme a Patricio completamente solo, agarrado a la maleta en medio del Canal de la Mancha, en pleno invierno… Mientras nosotros estamos aquí calentitos… Se me hiela la sangre en las venas… (Pausa) No hace mucho calor en vuestra casa, ¿no? ¿O soy yo…?

Jerónimo (Con aire experto) – Ya podemos poner de nuevo la calefacción, ¿no, Cristina? Voy a ponerla a tope…

Sale un instante para encender la caldera.

Natalia – ¿Cuánto crees que se podrá aguantar en las aguas heladas del Canal de la Mancha en pleno diciembre?

Cristina – Depende… Era más bien friolero, ¿no?

Natalia – ¡Ay, Dios mío…!

Vuelve Jerónimo.

Jerónimo – He puesto el termostato a 25 grados… (Le guiña un ojo a Cristina) Así si tenemos que salir de improviso rumbo al trópico evitaremos el shock térmico…

Natalia – ¿Os vais de vacaciones…?

Jerónimo – No, bueno… ¿por qué no?

Natalia – Yo que vosotros evitaría el avión…

Cristina – Sí, quizá sea más prudente. La ley de las series… Y luego un buen Spa en el Meliá de Alicante no está nada mal. Es cuestión de empezar la nueva vida con buen pie…

Natalia – Hacéis bien en disfrutarlo… Ya veis lo que nos depara el destino. Quedas a cenar tranquilamente con unos amigos un martes por la noche y, sin comerlo ni beberlo, te encuentras viuda…

Cristina – Pues sí… (Histérica) ¡O multimillonaria!

Natalia – Si te dijera que no teníamos ni para pagar un seguro de vida… Es extraño además, porque precisamente estos días hablaba de ello… Para poder pagar al menos los estudios de los niños, si ocurría alguna desgracia… Debía estar sintiendo algo… Un mal presentimiento…

Jerónimo – Sí… Desde luego, nosotros te aseguro que no lo veíamos venir… Nos ha caído encima, así sin más…

Cristina (A Natalia) – Venga, no hay mal que cien años dure…

Jerónimo – Es un shock… hay que asimilarlo…

Natalia – ¿Vosotros tenéis uno?

Cristina – ¿Un qué?

Natalia – ¡Un seguro de vida! En fin, un seguro de deceso…

Jerónimo – Tenemos algo mejor, créeme.

Natalia – Te juro que si sale de esta, voy a ver la vida de forma diferente…

Cristina – ¡Ah!, nosotros también, te lo aseguro.

Natalia – Tantos sacrificios que se impone uno a diario pensando que lo disfrutará más adelante… Ya ves tú… cuánto mejor haríamos viviendo al día, sí… sin pensar en el mañana…

Jerónimo – Tienes mucha razón. Mañana dejo de trabajar.

Natalia – Creía que estabas en el paro…

Jerónimo – Sí, bueno, dejo de buscar trabajo.

Natalia – Bueno, también tiene uno que ganarse la vida. Y ahorrar un poco. Porque no va a ser con la pensión con lo que… ¡Ay, Dios mío…! Me temo que la pensión de Patricio no le va a salir muy cara a la Seguridad Social…

Cristina – Vamos, no digas eso…

Natalia – ¿Cómo voy a salir de esta? Cómo voy a salir adelante yo, con los dos pequeños…

Cristina – Para eso estamos nosotros, ¿verdad, Jerónimo…? ¡Si quieres nos quedamos con uno para descargarte un poco!

Jerónimo (Con la boca chica) – Sí, bueno…

Natalia – Sois muy amables, pero… Ya os debemos 1.000 euros…

Cristina – Mira, ¿sabes lo que te digo? Que os regalamos los mil euros. No nos van a arruinar, ¿no Jerónimo?

Jerónimo – No, no, sí, claro… Quedároslos…

Natalia (Emocionada) – Es reconfortante de verdad, saber que cuento con amigos como vosotros… sé lo que representan esos mil euros para vosotros… Sobre todo, ahora. Con Jerónimo sin trabajo. Ya ves, si le pido a mi banco que me los preste no sé yo si me los daría. Con la pasta que se sacan especulando a costa nuestra… y vosotros… que no tenéis ni para poner la calefacción en pleno mes de diciembre… Excepto cuando hay invitados… Por cierto, ahora hace un poco de calor, ¿no? ¿No os parece? No quiero que se os dispare la factura del gas por mi culpa…

Jerónimo – Voy a bajarla un poco…

Jerónimo sale unos segundos.

Natalia – ¿Cómo voy a decírselo a los niños?…

Cristina – De momento están durmiendo, ¿no?

Natalia – Pero se despertarán algún día…

Cristina – ¿Sabes?, quizá no debía decirte esto, pero no consigo creer que esté muerto. Hoy no…

Natalia – ¿Por qué hoy no?

Cristina – No sé, es… como lo que decías antes de tu padre. Que murió precisamente el día que nació tu hijo. Aposta, para fastidiarte.

Natalia – ¿Crees que Patricio ha decidido estrellarse en avión precisamente hoy para fastidiarnos la cena?

Vuelve Jerónimo.

Cristina (Cambiando de tema) – ¿Y si pones otra vez la tele?, a ver si lo confirman… A esta hora dan los resultados de los sorteos… Quiero decir, que hay noticias justo después…

Suena el teléfono de Natalia, interrumpiendo a Cristina. Natalia, paralizada, duda si responder, pero la final coge su móvil.

Natalia – ¿Sí…? Sí, soy yo… (A Cristina y Jerónimo) ¡Son ellos! La unidad de emergencias… ¿Sí…? Sí, le oigo bien…

Los otros dos tienen aire de fastidio.

Natalia – Pero nos habían dicho ustedes que… De acuerdo… Vale… Gracias…

Cuelga.

Natalia – han localizado a cinco supervivientes agarrados a los restos del avión… Quizá un sexto…

Jerónimo – El complementario.

Natalia – Intentan rescatarlos con un helicóptero, pero hace muy mal tiempo sobre el Canal… Aún no han podido identificarlos.

Cristina – Te avisarán en cuanto hagan el sorteo… ¡Quiero decir, el rescate o…!

Natalia – Sí, tenéis razón… Es como una lotería. Esta espera es un infierno. Me da la sensación de haber jugado a la Primitiva y estar esperando a saber si ha salido mi número…

Cristina – Sí, es verdad… Fue lo mismo que me pregunté yo cuando me casé con Jerónimo. Quiero decir… Pero, ¿cuántos iban en el avión?

Natalia – No lo sé, era un avión pequeño… Lérida-Burgos…

Jerónimo – Digamos unos cien. Si hay cinco supervivientes… Es una probabilidad sobre veinte. Bueno, pues es más que en la Primitiva…

Natalia – Yo nunca he tenido suerte en el juego…

Cristina – Ya sabes lo que dicen : El cien por cien de los ganadores probaron suerte…

Natalia – ¡Ay, Dios mío!… Menos mal que estoy aquí con vosotros, si no…

Cristina – ¿No quieres echarte un rato en nuestro cuarto?

Natalia – ¿Y si vuelven a llamar…?

Jerónimo – Puede ser cuestión de horas, ya sabes… Con la tormenta… Un salvamento en el mar, como este, es algo muy delicado… Ni siquiera están aún seguros de poder rescatarlos con vida. Con el agua a dos o tres grados, imagínate…

Natalia – De todas formas, no conseguiría dormir.

Cristina – Puedo darte un somnífero, si quieres.

Natalia – No creo que me haga nada. En el estado en que estoy…

Cristina – Puedes tomarte dos o tres. Son bastante suaves…

Natalia – Eres muy amable, pero no voy a ocuparos encima vuestra habitación…

Cristina – Ya ves tú. Tampoco creo que consigamos dormir nosotros, así que…

Natalia – Gracias… Sinceramente no me esperaba que todo esto os afectara tanto como a mí… (Mira su móvil) Mierda, he puesto el contestador. Es un reflejo… A ver si me han dejado algún mensaje…

Se aparta un poco para consultar sus mensajes.

Jerónimo (A Cristina) – No va a haber forma de deshacernos de ella…

Natalia – No, todavía no hay nada…

Cristina – Bueno… no hace más que cinco minutos que han llamado…

Jerónimo – Y además, en confianza, ¿sabes?… Una probabilidad sobre veinte… Más valdría que te fueras preparando para lo peor, ¿no?

Natalia – Pero si hace un momento me decías que…

Cristina – Tampoco querríamos crearte falsas esperanzas… ¿Verdad, Jerónimo?

Jerónimo – Hay que reconocer que esto empieza a oler a chamusquina…

Cristina – Lo que quiere decir Jerónimo, con esa manera de hablar tan particular que tiene, es que si Patricio está de verdad muerto, lo sabrás seguro bien pronto… No, de verdad, harías bien en acostarte un rato… ¿Prefieres que te llame a un taxi?

Natalia – He venido con el coche, en el Smart.

Cristina – ¡Ah, sí, es verdad…!

Natalia – Pero no sé si estoy en condiciones de conducir.

Cruce de miradas exasperadas entre Jerónimo y Cristina.

Natalia – No, pero tienes razón, me voy a echar un rato en vuestro cuarto. No voy a dormir, pero… Creo que necesito estar sola un momento…

Jerónimo – Sí, nosotros también… quiero decir que, sí, claro, te entendemos muy bien. ¿Verdad, Cristina?

Natalia – Voy entonces…

Cristina – Sí…

Natalia sale bajo la mirada de circunstancias de Jerónimo y Cristina que, en cuanto desaparece, explotan de alegría.

Jerónimo – ¡60 millones! ¡La hostia!

Vuelve Natalia. Jerónimo y Cristina se quedan paralizados.

Natalia – Me dejaba el móvil…

Natalia sale.

Cristina – Hasta que no haya visto el billete ganador, no conseguiré creérmelo. Enséñamelo…

Jerónimo – Voy a buscarlo… (Hace ademán de ir) Mierda, está en la habitación… Con un poco de suerte se dormirá y nos dejará en paz un poco. Ahora no es momento de ir a molestarla… ¿Y si nos soplamos su botella de Viuda de Cliquot mientras esperamos? Para celebrarlo…

Cristina – ¿En la habitación? No lo he visto…, espero que no hayas perdido el boleto, al menos. Imagínate que se haya caído de la mesilla al suelo… y que haya acabado en el aspirador… Ayer le cambié la bolsa, y he tirado la basura esta mañana.

Jerónimo – Tranqui… Está bien guardadito. (Abriendo la botella de champagne) Voy a intentar que no suene muy fuerte… para no despertarla.

Cristina – ¿Guardadito? ¿Dónde…?

Jerónimo – En mi maleta. Encima del armario… En el bolsillo interior… No me acordé de sacarlo al volver de La Granja… Ni me acordaba que había echado la Primitiva, ¿te imaginas…?

Cristina (Descompuesta) – ¿Quieres decir la maleta de Vuitton?

Jerónimo – Sí, claro… Mi maleta, qué pasa… No me irás a decir que también has pasado el aspirador dentro de la maleta… (Notando el embarazo de Cristina) ¿Qué?

Cristina – Patricio no tenía maleta para ir a Lérida… Entonces Natalia me preguntó si yo podía prestarles una…

A Jerónimo se le escapa el corcho del champagne que explota con fuerza.

Jerónimo – ¿Que le has prestado mi maleta? ¿Le has permitido que cogiera esa mierda de avión de bajo coste con mi maleta de Vuitton?

Cristina – Bueno oye, la maleta de Vuitton, te recuerdo que era falsa… Una copia comprada en Trieste este verano cuando volvíamos del Club Meliá del Egeo.

Jerónimo – ¡Con nuestro cheque de 60 millones de euros dentro! Lo suficiente para comprarnos la marca que fabrica las auténticas….

Vuelve Natalia.

Natalia – He oído como una explosión… me ha despertado… (Viendo el gesto deshecho de los dos) ¡Huy qué caras…! ¿Habéis tenido más noticias, es eso? No son buenas… ¿No os atrevéis a decírmelo?

Jerónimo (Hosco) – Sí, podríamos decirlo así…

Natalia – ¡Ay, Dios mío…!

Cristina – No, bueno… No se trata de Patricio…

Jerónimo – En parte sí…

Cristina – Jerónimo no sabía que yo le había prestado su maleta… Así que, claro, eso le ha afectado… Emocionalmente, quiero decir… Imaginar a su mejor amigo aferrándose a su maleta en medio del Canal de La Mancha… Con los tiburones rondando a su alrededor…

Natalia – ¿Hay tiburones en el Canal de la Mancha?

Cristina – No sé, me imagino…

Natalia – ¡Ay, Dios mío, es verdad, la maleta… ya os debíamos mil euros que no podemos devolveros y encima no volveréis a ver vuestra maleta de Vuitton! Menos mal que era falsa…

Cristina – Aún hay una esperanza, ¿no? (Mira a Jerónimo) Quiero decir, de que encuentren a Patricio… con la maleta.

Jerónimo – ¿Tú crees…?

Cristina – ¡Una maleta flota mucho mejor que un cadáver! Acuérdate de las imágenes que se ven en la tele después de un accidente aéreo. ¿Qué es lo que flota en la superficie? ¡Las maletas!

Jerónimo – Si no pesan demasiado, sí…

Cristina (A Natalia) – ¿Llevaba muy llena la maleta Patricio?

Natalia – Sólo iba a pasar una noche en el hotel, así que no se llevó gran cosa…

Los otros dos recobran la esperanza.

Natalia – Aparte de todos esos catálogos de venta, claro. El papel pesa como un muerto. Ni siquiera pude levantarla para meterla en el maletero cuando se fue. Menos mal que tenía ruedas. No están nada mal hechas esas imitaciones. Tenéis toda la razón. ¿Para qué arruinarse comprando una auténtica?… Pero, ¿por qué queréis saber lo que había en la maleta?

Cristina – Bueno… Si flota, Patricio habrá podido agarrarse a ella. Como a una boya…

Natalia – Ya, pues, eso no, ¿eh ?… Sería como agarrarse a un yunque… Y además los equipajes, en todo caso, van en la bodega, ¿no? Se irán a pique con la carcasa del aparato…

Jerónimo lanza una mirada asesina a una Cristina anonadada.

Cristina – A veces, cuando consiguen localizar la estructura la reflotan. Para buscar las cajas negras, determinar las causas del accidente, y recuperar las maletas – quiero decir, los cuerpos – para que las familias puedan tener su duelo…

Jerónimo – ¿Tú crees…?

Cristina – ¡Claro que sí! No sé por qué pero yo aún tengo esperanza, ¿eh, Natalia?

Natalia – Sí, bueno…

Cristina – Hoy es martes y trece, ¿no?

Natalia – Nunca he sabido si daba buena o mala suerte eso del 13 y martes…

Cristina – Pues ya ves, ¡un poco de cada!

Jerónimo (A Natalia) – Pero ¿estás completamente segura, al cien por cien, de que se fue con esa?

Natalia – ¿Con la Chollo Travel Airways? Por desgracia, sí… yo misma le compré el billete por Internet…

Jerónimo (Histérico) – ¡Con mi maleta, hostias! ¡Con mi puta maleta!

Natalia se descompone. Cristina hace un gesto a Jerónimo de que se calme.

Natalia – Bueno, creo, de verdad, que voy a dejaros ya… Voy a irme a dormir a casa de mi madre. Por lo menos estaré con los niños cuando se despierten. Y si hay novedades, buenas o malas, os tendré al corriente. Os lo prometo.

Jerónimo – ¡60 millones…! ¡60 millones, joder! Dime que es una pesadilla…

Cristina (A Natalia) – Sí, quizá sea lo más razonable…

Natalia – Vale, pues voy a dejaros que os acostéis…

Jerónimo – ¿Tú te crees de verdad que vamos a poder dormir ahora?

Natalia – Os llamaré mañana por la mañana… De estas cosas se entera uno siempre demasiado pronto. Y yo también, claro. Tienes razón, Cristina. Esto puede durar horas. Me tomaré una pastilla en cuanto llegue a casa de mamá…

Jerónimo – ¡Eso sí, queremos saberlo inmediatamente! ¿Verdad, Cristina? No vamos a estar esperando como gilipollas…

Natalia – De verdad que me llega mucho… que estés alterado hasta ese punto. Ya sé que Patricio era un amigo… pero no me pensaba que su desaparición te fuera a afectar de esta manera.

Jerónimo – Voy a poner otra vez la tele…

Locutor (voz en off) – El número ganador es, pues, el…

Jerónimo – Bueno, vale, ya nos hemos enterado…

Natalia (Inquieta, a Cristina) Deberías darle un calmante a él también, ¿no?

Jerónimo salta de canal en canal.

Locutor (voz en off) … ahora está confirmado : no ha habido supervivientes en el accidente marítimo del avión de la Chollo Travel Airways. El pequeño grupo de individuos que, aferrados a una balsa improvisada, habían sido tomados por supervivientes, han resultado ser inmigrantes sin papeles que intentaban llegar a Inglaterra a nado. Naturalmente han sido embarcados a bordo de un vuelo charter que les llevará a sus países de origen. Un charter, por otra parte, de esta misma compañía. Deseémosles, al menos que tengan un buen viaje… Y, cambiando de tema, se ignora aún la identidad del ganador del Superbote de…

Jerónimo, hundido, apaga la tele.

Jerónimo – ¡Joder…! Ningún superviviente…

Suena el móvil de Natalia. Ella lo coge y mira quién llama.

Natalia – Si es mi madre, no la contesto…

Jerónimo – Mi maleta de Vuitton…

Natalia – Es él…

Cristina – ¿Él? ¿Quién?

Natalia – Patricio… Es el número de su móvil…

Cristina – No…

Jerónimo (Impresionado) – ¿De qué compañía eres tú?

Cristina – Pero, ¡vamos, contéstale!

Natalia, demudada, responde.

Natalia – Sí…

Jerónimo y Cristina la escuchan en suspenso.

Natalia – ¿Patricio? ¿Pero desde dónde me llamas? Escucha, casi no te oigo… Es como si me llamaras de muy, muy lejos…

Jerónimo – Ya te digo… Ha dicho que no había supervivientes…

Natalia – ¿Me oyes tú a mí…? ¿Patricio…? ¿Hola…? ¿Hola…? (Se vuelve hacia los otros dos con un gesto dramático) Se ha cortado…

Silencio mortal.

Cristina – ¿Estás segura de que era él?

Natalia – No sé… La conexión era muy mala…

Jerónimo – No me extraña…

Natalia – De todas formas, la llamada era desde su móvil, seguro. Era su número…

Jerónimo – El número exacto…

Cristina – Quizá ha salido disparado del avión… y ha conseguido agarrarse a algo…

Jerónimo – Su maleta…

Cristina – Y llama con lo que le queda de batería.

Natalia – ¡Ay, Dios mío…! Pero si han dicho que no había ningún superviviente… Estaba empezando a hacerme a la idea…

Cristina – Los milagros existen.

Jerónimo – Un milagro… Sólo falta que lo localicen antes de que se lo coman los tiburones…

Natalia – Imaginaos a Patricio, con esta tormenta, solo en medio del Atlántico…

Jerónimo – Del Canal de la Mancha…

Cristina – Tampoco es tan grande El Canal de la Mancha…

Natalia – En medio de la noche aferrándose a tu maleta, perdido en el océano…

Jerónimo – ¡El Canal de la Mancha!

Natalia – Irá a la deriva… ¿Qué van a hacer para encontrarlo…?

Jerónimo – Es como buscar una maleta en un pajar…

Natalia – Voy a intentar devolverle la llamada… Aunque no le quede casi batería, quizá nos pueda describir dónde se encuentra. Eso facilitaría la búsqueda…

Cristina – Claro que, si de verdad está perdido en medio del Pacífico…

Jerónimo – ¡El Canal de la Mancha, coño!

Natalia marca el número y espera con ansiedad.

Natalia – Está llamando… ¡Ay, Dios mío, es su buzón de voz! me da la sensación de oír una voz de ultratumba… ¿Hola, Patricio? Si oyes este mensaje, quiero que sepas cuánto te quiero. Y los niños también. Patricio, te lo ruego, aguanta. Por mí. Por tus hijos. Por ti también, claro. Hasta que te localicen los de rescate. Un beso muy fuerte, amor mío…

Jerónimo y Cristina se miran emocionados. Pero Natalia tarda en colgar.

Natalia – Quiero confesarte una última cosa, Patricio. Para tranquilizar mi conciencia. Porque quizá ya nunca tendré la ocasión. O incluso el valor. Te engañé una vez. Sólo una vez. Pero no cuenta, te lo aseguro. Y te prometo que el hijo que espero es tuyo de verdad. Bueno, estoy casi segura. Lo siento. Pero le haremos la prueba de paternidad si quieres. Sí, porque se me ha olvidado decirte que estoy embarazada, Patricio. ¡Vas a ser papá! Así que ya ves: ¡Tienes que aguantar!

Natalia cuelga, demudada. Los oros dos intercambian una mirada de consternación.

Cristina – Si con esto no aguanta…

Silencio embarazoso.

Jerónimo – El teléfono…

Cristina – No oigo nada.

Jerónimo – No, quiero decir, el teléfono de Patricio. ¡Con el móvil pueden localizarle! Hay que avisar a los salvamente inmediatamente. Todavía puede haber una esperanza de encontrar la maleta… quiero decir, de encontrar a Patricio… ¿Cuál es su número?

Natalia le da su teléfono.

Natalia – Toma, tengo el número grabado.

Jerónimo coge el móvil de Natalia y le da a la rellamada.

Jerónimo – ¡Mierda, he perdido la cobertura! Voy a intentarlo en el balcón…

Jerónimo sale.

Natalia – No sé si he hecho bien hablándole de eso ahora.

Cristina – Tú crees…

Natalia – Fue hace tres meses más o menos. Con mi dentista. En la consulta. No sé qué me pasó. Igual fue el efecto de la anestesia…

Cristina – No tienes más que decir eso… Que el muy cabrón te drogó para abusar de ti…

Natalia – La verdad es que no fue más que anestesia local… Por una caries de nada, ya ves tú… Por otra parte, tengo que decir que lo disfruté de verdad… Más que con Patricio, por lo menos… ¿Y tú, nunca has engañado a Jerónimo…?

Cristina – Jamás desde que nos casamos…

Natalia – La verdad es que no estáis casados más que desde hace seis meses. Después de quince años de vivir juntos…

Cristina – Sí, bueno no…

La entrada de Jerónimo evita muy oportunamente a Cristina precisar lo que piensa.

Jerónimo – Bien, van a hacer todo lo necesario de inmediato. Y nos llamarán en cuanto tengan noticias.

Cristina – Yo vi hacer eso en una serie policíaca de la tele. Es muy fácil localizar a alguien con su móvil. Y, en principio, es rapidísimo. Bueno, esto, es en medio del Atlántico, pero bueno…

Jerónimo – El Canal de la Mancha.

Natalia – ¡Ay, Dios mío! No sé si me va a aguantar el corazón. Con tantas emociones…

Suena el móvil.

Natalia – ¿Ya?

Cristina – ¿Lo ves…?

Jerónimo – ¡Pero venga, contesta!

Natalia – ¿Dígame? No, mamá, aún no me han confirmado su fallecimiento, lo siento… No, no tengo la nueva dirección de la tía Adela. Pero ¿no te parece que es un poco pronto para preocuparse de comunicárselo…? Bueno, tengo que dejarte ahora. No puedo tener la línea ocupada. Espero una llamada urgente… Eso es… ¿Para las flores? Escucha, haz lo que quieras, me importa un rábano, ¿vale? (Cuelga furiosa). La vida, de verdad, está mal hecha… ¿Por qué no era mi madre la que iba en ese avión…?

Suena de nuevo el teléfono. Natalia, fuera de sí, contesta.

Natalia – ¿Pero quieres dejarnos en paz, sí o no…? ¡Ah!, perdone, creía que era otra persona… Si, sí, por supuesto, le escucho… No, se lo aseguro, no es ninguna broma… Mi marido estaba a bordo de ese avión, y… Bueno, de acuerdo, gracias… ¿Me llamará si hay algo nuevo…?

Cuelga alterada.

Natalia – Eran ellos… Han rastreado el móvil de Patricio…

Los dos están pendientes de sus palabras.

Cristina – ¿Y…?

Natalia – La llamada venía de la estación de Lérida…

Esta vez es el teléfono fijo de Jerónimo y Cristina el que suena. Cristina descuelga mecánicamente.

Cristina – ¿Diga? (Anonadada, le pasa el auricular a Natalia) Es él…

Natalia coge el auricular.

Natalia – ¿Patricio? ¿Pero dónde estás? ¡Todo el mundo te está buscando en medio del Atlántico…! ¡No, no será verdad…! (A los otros) ¡Ha perdido el avión! ¡Está en el AVE Lérida-Madrid!

Jerónimo – Dios existe…

Natalia – ¿Pero no te has enterado? (A los otros) No se ha enterado… el avión de la Travel Discount que tenías que coger se ha estrellado en el Mediterráneo… No hay supervivientes… ¡Bendito sea Dios, es un milagro…! (A los otros) Se ha quedado encerrado en los servicios del aeropuerto de Lérida durante dos horas… No conseguía abrir la puerta…. Está claro que la terminal de la compañía Chollo Airways de Palencia, no es precisamente la clase business… Vale… Llámame en cuanto llegues a la estación de Atocha, ¿vale…? Un beso muy fuerte, mi amor… (Va a colgar pero cambia de opinión) ¡Oye, Patricio! ¿Has recibido mi mensaje? No, no, no era nada importante… Puedes borrarlo, créeme… Ahora que sé que no estás muerto…

Natalia deja el móvil.

Natalia (Radiante) – ¡Ahora sí, creo que podemos descorchar ese Viuda de Cliquot!

Ligero embarazo de Jerónimo y Cristina, que ya han abierto la botella sin ella. Pero que sin embargo están encantados.

Cristina – ¡Pero esto es maravilloso! ¿Verdad, Jerónimo?

Jerónimo – Tú recuperas a tu marido y nosotros…

Cristina – ¡Un amigo!

Jerónimo – ¿A qué hora llega a Atocha?

Natalia – En menos de una hora… Por fin se va a acabar esta pesadilla… Gracias… sin vosotros, no sé si hubiera podido soportarlo… (Hace ademán de irse) me parece que nos beberemos el champagne otro día… Voy a ir a esperarle a la estación, y luego nos iremos directamente a casa… Después de esta prueba, comprenderéis que tenemos muchas cosas que decirnos…

Cristina – Sí… Sobre todo si escucha tu mensaje…

Jerónimo – ¡Pero el tema no es ése! Vamos a celebrarlo todos juntos. ¿No, Cristina?

Natalia – La verdad es que, es el único superviviente… No sé yo si… me imagino la angustia de las demás familias que han tenido menos suerte que yo…

Jerónimo – ¡La vida es una lotería! ¡Basta con jugar al número correcto! Es muy triste para los demás, pero peor para ellos. ¡The show must go on! No, de verdad, y además tú no estás ahora para conducir. Nerviosa perdida, no vas a conseguir aparcar el Samart en Atocha un martes a estas horas. Voy a llamarle otra vez. Voy a decirle que pille un taxi en cuanto llegue y que venga directamente aquí. Con la maleta…

Natalia – ¿Un taxi…? Mira, no sé si podemos permitírnoslo…

Jerónimo – ¡Pero nosotros sí! ¿Verdad, Cristina?

Cristina – Nosotros también tenemos una buena noticia que daros… Ahora podemos decíroslo… Venga, Jerónimo…

Cuando Jerónimo se dispone a hablar, suena el teléfono fijo. Cristina contesta.

Cristina – Sí… ¡Ah, Patricio…! Precisamente te íbamos a llamar ahora mismo para… (Se le hiela la sonrisa). Vale, te la paso… (A Natalia) Es Patricio. Ha oído tu mensaje…

Natalia, descompuesta, coge el inalámbrico y se retira hacia el balcón.

Natalia – Escucha, Patricio, te lo voy a explicar todo, ¿de acuerdo? ¡Y además, no te lo tomes así! Francamente, después de lo que nos acaba de pasar, deberías relativizar las cosas, ¿no? ¡Te recuerdo que has estado a un pelo de morirte! ¡Lo que importa es que estamos los dos vivos! ¡Eres un superviviente, Patricio!

Sale al balcón para terminar la conversación.

Jerónimo – ¡Joder… lo que faltaba… !

Cristina – Seguro que ahora no va a ser fácil hacerle venir a trincarse el champgne con nosotros…

Jerónimo – Imagínate que ahora que sabe que tiene cuernos, decide tirarse al metro al llegar a Atocha. Con mi maleta…

Vuelve Natalia con el rostro descompuesto.

Cristina – ¿Qué…?

Natalia – No quiere venir a dormir a casa… Habla de divorciarnos…

Jerónimo – ¡Pues que venga a dormir aquí mientras tanto! ¿Verdad, Cristina? Ya que tiene hecha la maleta…

Natalia – ¡Ah, la maleta, eso es!… Bueno, no es lo más importante…

Estupor de los otros dos.

Jerónimo – ¿Qué?

Natalia – Bueno… Patricio ha perdido el avión, pero la maleta, la maleta ya estaba facturada… Desgraciadamente, podéis olvidaros de ella… Se ha quedado en la bodega del aparato…

Jerónimo – ¡Será gilipollas! (A Cristina) ¡No, pero… dime que no es verdad!

Natalia – Sí lo es, afortunadamente no era auténtica, en cierto sentido… Ten en cuenta que… tú sabes muy bien que no son legales las falsificaciones… Vi un reportaje en la tele sobre eso… Patricio hubiera podido tener problemas en la aduana…

Cristina – ¿Para ir a Lérida?

Natalia – Con escala en Londres…

Jerónimo – Si no se va ahora mismo, la voy a matar…

Natalia está sorprendida por la reacción de Jerónimo.

Natalia – No te preocupes, os compraré una auténtica, os lo prometo… Os debo eso por lo menos…

Jerónimo – ¡Claro! Con los 1.000 euros que debes ya…

Natalia – Bueno, creo que ahora sí me voy a ir, ¿eh, Cristina? Ya hemos tenido todos bastantes emociones por hoy…

Cristina empuja discretamente a Natalia hacia la puerta para protegerla del furor de Jerónimo.

Cristina – ¡Hala, no te preocupes!, todo se va a arreglar… Llámame mañana, ¿vale?

Natalia – Vale, te tendré al corriente…

Natalia va a salir pero se da la vuelta por última vez.

Natalia – Por cierto, ¿cuál era esa buena noticia que queríais darme?

Cristina la empuja fuera definitivamente.

Cristina – Mañana te llamo…

Natalia sale. Jerónimo y Cristina se quedan solos. Se dejan caer sobre el sofá. Un denso silencio.

Jerónimo – 60 millones de euros…

Cristina le hace un gesto tierno.

Cristina – Venga, no es tan grave… Lo que importa es que estamos vivos, ¿no? Y que estamos juntos…

Jerónimo se relaja un poco.

Jerónimo – Tienes razón…

Cristina – Y además, ¿qué hubiéramos hecho con 60 millones?

Jerónimo – Mira que me lo pregunto…

Cristina – Habría soportado nuestra relación semejante temporal…

Jerónimo – Eso sin hablar de nuestros amigos… Fíjate, hemos estado a punto de enfadarnos con Patricio y Natalia…

Silencio.

Jerónimo – ¿De verdad crees que si hubiéramos ganado 60 millones en la Bonoloto, nos habríamos divorciado?

Cristina – Se puede subir a la cabeza… Cuando uno descubre de repente que puede satisfacer todos los deseos que ha reprimido hasta entonces…

Jerónimo – Tienes razón, la frustración es el cemento de la pareja… Cuando pienso que de verdad podríamos habernos convertido en multimillonarios… Me dan escalofríos…

Cristina – Anda, ahora podemos pasar una velada tranquila. Los dos solos, delante de la tele…

Jerónimo – ¿Sabes lo que me relajaría de verdad…?

Cristina (Ilusionada) – Dímelo… Estoy dispuesta a satisfacer todos tus deseos. Para compensarte… por la pérdida de tu maleta falsa de Vuitton.

Jerónimo – Un documental de animales… Sobre la reproducción de los varanos, por ejemplo…

La ilusión de Cristina se desvanece.

Jerónimo – ¿Sabes?, son muy promiscuos, los varanos… La hembra se lo monta sucesivamente con varios machos, y los huevos contienen la herencia genética de todos sus amantes… ¿Te imaginas el enano de Natalia? La mitad de Patricio, y la otra mitad de su dentista…

Cristina (Deprimida) – Queda un poco de vino peleón… En fin, lo que nos ha dejado Natalia… ¿Quieres? Ahora más vale que nos acostumbremos…

Sirve dos vasos mientras Jerónimo enciende la tele.

Locutor (voz en off) – … Se acaba de localizar la pista del vuelo 32 bis de la Chollo Travel Airways, que se creía había sido víctima de un accidente aéreo sobre el Canal de La Mancha. El piloto se había dormido a los mandos del aparato. En lugar de posarse sobre Londres, ha continuado ruta hasta Alaska donde se ha visto obligado a un aterrizaje de emergencia sobre el hielo por falta de combustible.

Jerónimo – Tiene gracia, ¿has visto?, me da la impresión de que ya no me concierne para nada.

Suena el teléfono. Cristina se levanta como una zombi y responde, Jerónimo sigue aplastado delante de la tele.

Locutor (voz en off) – He aquí algunas imágenes del aparato tomadas por un avión de reconocimiento del ejército americano…

Cristina – ¿Sí…?

Locutor (voz en off) – No sabemos nada aún de la suerte que han corrido los pasajeros en el interior de la carlinga, pero en las imágenes, de una sorprendente nitidez, se distinguen dos pingüinos jugando con una maleta…

Cristina – ¡No…!

Cristina cuelga alterada y regresa junto a Jerónimo.

Jerónimo – ¿Quién era…?

Cristina – El ginecólogo de Natalia… Bueno, el mío… Vamos al mismo…

Jerónimo – ¿Y…?

Cristina – Se ha confundido… No es ella la que está embarazada, ¡soy yo!

Jerónimo (Mosqueado)- ¿Tenéis también el mismo dentista?

Cristina (Exultante) – ¡Estoy embarazada de ti! ¡Vamos a tener un niño, Jerónimo!

Jerónimo (No muy entusiasmado) – Pero… Yo creía que no podíamos… Tu ginecólogo me dijo que, con la calidad de mis espermatozoides, no teníamos más que una probabilidad entre un millón en ese sorteo.

Cristina – ¡Pero es martes y trece!

Jerónimo no tiene tiempo de reaccionar porque llaman a la puerta.

Jerónimo – Si es ella otra vez, la dejas entrar, pero esta vez soy yo el que la va a tirar por la ventana…

Cristina va a abrir.

Cristina (Sorprendida) – ¡Anda, hola Patricio…! ¿Has tenido buen viaje? En fin, quiero decir… No te esperábamos…

Patricio (Siniestro) – Espero no molestar…

Cristina – Claro que no, hombre, qué cosas tienes…

Jerónimo – A estas alturas.

Patricio entra en la sala demudado.

Patricio – ¡Ah, Jerónimo, estás aquí…!

Jerónimo – Pues sí, ya ves. Vivo aquí, de hecho…

Patricio – Ya sé que es muy tarde. Pero con todo lo que me acaba de pasar…

Jerónimo – De todos modos… no ha sido tu AVE el que se ha estrellado contra el hielo, ¿no?

Patricio – No, me refiero a Natalia. Estoy en estado de shock.

Cristina – Lo sentimos muchísimo, Patricio… ¿Verdad, Jerónimo…?

Jerónimo – Hum…

Cristina – Pero siéntate, por favor. ¿Quieres tomar algo?

Jerónimo – ¿Tenéis arsénico, estricnina…?

Cristina le sirve un vaso de vino.

Cristina – ¿Quieres hielo…?

Patricio no responde. Se sienta y vacía su vaso sin pestañear bajo la mirada de asombro de ambos.

Jerónimo – Pues sí… Está mal de verdad… Ni siquiera reacciona al vino de tetrabrik…

Patricio – Hace diez años que estamos casados, ¿os dais cuenta? Nunca hubiera creído que Natalia fuera capaz de hacer esto…

Cristina – Venga… ¿No crees que te lo tomas demasiado a lo trágico…?

Jerónimo – También es verdad que acaba de saber que lleva cuernos…

Cristina – Siempre he odiado esa palabra…

Patricio – Cree uno conocer a la gente y luego…

Cristina – Cualquiera puede cometer un error…

Jerónimo – Bueno pero… acostarse con su dentista…

Patricio – Era mi dentista.

Cristina – Pero lo importante es que ha tenido el coraje de confesártelo, ¿no? Es muy valiente por su parte, ¿sabes?

Jerónimo – Más bien hay que ser muy gilipollas…

Cristina – Eso prueba que confía en ti… Y la confianza es muy importante en la pareja… ¿Verdad, Jerónimo…?

Jerónimo – Ya te digo, ella creía que estaba muerto…

Cristina – Venga, ya verás… Todo se acabará arreglando…

Patricio – No sé… Creo que voy a necesitar un tiempo…

Jerónimo – ¿Cuánto tiempo, más o menos…? No, porque, como bien dices, es tarde… Yo me iría bien a gusto al sobre…

Cristina – Lo que quiere decir Jerónimo, ya sabes cómo es, es que hemos tenido todos muchas emociones hoy… Pero es normal que necesites distanciarte un poco… vas a dormir aquí en el sofá… mañana lo verás todo un poco más claro…

Jerónimo – No te prometemos que mañana vaya a ir mejor la cosa, ¿eh? Sólo que tú la verás un poco más clara…

Patricio – Gracias… sabía que podía contar con vosotros… En las desgracias reconoce uno a los amigos…

Jerónimo – Sí… Nos lo ha repetido tu mujer durante toda la tarde…

Cristina – Voy a buscarte unas sábanas… Jerónimo, coge una manta del armario…

Jerónimo y Cristina desaparecen un momento. Patricio se levanta y se dirige al balcón. Se acerca a la barandilla y se inclina un poco. Vuelve Cristina, le ve y se queda helada, creyendo realmente que se va a tirar.

Cristina – ¡Patricio, no!

Patricio se vuelve hacia ella un poco sorprendido.

Patricio – Eh… Sólo miraba la vista…

Cristina – ¡Ay, Dios mío, me has asustado…! Creía que…

Patricio – Nunca me había dado cuenta de que, inclinándose un poco, se ve el Flamenco Rosa desde el balcón…

Cristina (Preocupada por su estado mental) – El flamenco rosa…

Patricio – Es un bar.

Cristina – ¿Un bar andaluz?

Patricio – Sí… Pero sobre todo un bar gay…

Cristina está un poco desconcertada. Vuelve Jerónimo con la manta y la echa sobre el sofá.

Jerónimo – Bueno, pero no voy a arroparle ni a darle un beso de buenas noches.

Patricio le lanza una ambigua mirada.

Cristina – ¿Nos prometes no hacer ninguna tontería?

Patricio – Prometido.

Cristina – Vale, entonces vamos a acostarnos todos. Hemos tenido un día duro nosotros…

Suena el teléfono fijo. Jerónimo contesta.

Jerónimo – ¿Sí…? Sí, está aquí… Vale, te lo paso… (Le pasa el auricular a Patricio). Es Natalia, quiere hablar contigo…

Patricio coge el auricular a desgana.

Patricio – Sí… Escucha… No… No sé… No… Mañana te lo digo, ¿vale?… Sí, bueno pues necesito pensar durante unos días, puedes entender eso, ¿no…?

Jerónimo (Inquieto) – ¿Unos días…?

Patricio – Eso es, nos llamamos…

Cuelga.

Cristina – Estoy segura de que vuestra relación resistirá esta prueba… ¡y que saldrá fortalecida incluso!

Patricio – Yo también me he acostado con el dentista…

Cristina (Tras un segundo de duda) – Ah, pues, ¿ves?, no es tan grave…

Jerónimo la mira estupefacto.

Cristina (A Patricio) – Y además, no te lo he dicho (A Jerónimo) ¿Se lo decimos?

Jerónimo – ¿El qué?

Cristina – ¡Soy yo la que está embarazada, Patricio!

Jerónimo – Ah, sí, es verdad.

Cristina – ¿No es una noticia estupenda?

Jerónimo – Para ti la noticia estupenda es que tu mujer no está embarazada de tu amante.

Cristina – No, después de todo lo que nos acaba de pasar hoy también a nosotros… Hablábamos de eso hace un momento Jerónimo y yo. Lo importante es permanecer unidos, pase lo que pase… superar las dificultades… Juntos… ¡Porque el dinero, en la pareja, no es lo más importante!

Patricio – ¿El dinero?

Cristina (A Jerónimo) – ¿Le contamos eso también? (Jerónimo, abrumado, no responde) Imagínate : en la maleta que te presté para ir a Lérida…

Patricio – La maleta falsa de Vuitton…

Cristina –… había un billete de la Bonoloto…

Patricio (Distraído) – ¡Ah, sí, un billete de la loto…!

Cristina – Esta tarde nos hemos enterado, viendo la tele, que habíamos acertado los números…

Patricio – ¿Cuánto?

Jerónimo – 60 millones.

Patricio – ¡Ah, vaya, no está mal…!

Cristina – Sobra decirte que no volveremos a ver nunca ese billete de la Bonoloto…

Jerónimo – Salvo que el pingüino que ha encontrado mi maleta vaya a presentarlo él mismo a la Administración de Loterías para cobrar el Superbote.

Cristina – ¿Lo ves? Acabamos de perder 60 millones de la Bonoloto, ¡pero hemos ganado un hijo que ya no esperábamos!

Jerónimo – Ya sabes lo que dicen : desafortunado en el juego, afortunado en amores…

Patricio – Lo siento muchísimo… quiero decir, por los 60 millones… en el fondo es culpa mía…

Jerónimo (Amenazador) – ¿En el fondo…?

Cristina – Creo que ahora deberíamos irnos a dormir. Jerónimo… ¿vienes?

Cristina arrastra a Jerónimo hasta la habitación. Patricio se queda solo. Va al balcón y reflexiona un momento. Luego, saca su móvil y marca un número.

Patricio – ¿Hola…? No, no estoy muerto… Siento decepcionarte una vez más, querida suegra… ¿Puedes pasarme a Natalia? Gracias… (Pausa) ¿Natalia? Soy Patricio… Escucha, lo he pensado bien y… Sí, ya, ¿qué quieres…? Normalmente me echas en cara que no pienso lo suficientemente rápido… Así que prefiero decírtelo ahora mismo… Nunca podré perdonarte que te hayas acostado con mi dentista… Voy a solicitar el divorcio, Natalia… Sí, ya lo sé, no soy más que un pobre hombre… Sí, lo sé tu madre te lo había dicho… Vale, mi dentista te enviará mañana los papeles del divorcio… Sí, mi abogado, ¿no es eso lo que he dicho? Exacto, que te den por culo a ti también… Buenas noches, Natalia.

Patricio cuelga, piensa un momento, luego saca de su bolsillo el billete de la Bonoloto y se queda mirándolo.

Patricio – 60 millones… Cristina tiene razón… Ni siquiera ha amanecido y ya veo todo mucho más claro. (Cayendo en la cuenta) ¡60 millones de euros! (Le tiembla la mano, se le cae el billete y cae al borde del balcón) Mierda… No es verdad… ¡Ay, joder…!

Se sube nervioso a la barandilla del balcón. De pronto se resbala, lanza un grito al perder el equilibrio.

La siguiente escena tiene apariencia de un sueño.

Natalia – ¿Qué se puede hacer contra el destino…?

Cristina – Nada…

Jerónimo – Pero, de todos modos, resulta increíble…

Natalia – Era el único que no estaba a bordo del avión y, al final, Patricio será la única víctima del accidente de la Chollo Travel Airways…

Cristina – ¿Has llamado a los bomberos…?

Jerónimo – Deberían llegar de un momento a otro.

Jerónimo – ¿De verdad crees que se ha querido suicidar?

Cristina – No se cae uno de un balcón así como así…

Jerónimo – Si al menos hubiera sido él quien hubiera pintado el cuadro… Todavía podríamos esperar que se revalorizara.

Oímos una sirena de ambulancia que se acerca.

Natalia – Ahí están… Por fin van a decirnos si Patricio está realmente muerto…

Jerónimo – Tiene un aspecto de bien muerto, ¿no?

Natalia – Siempre puede ocurrir un milagro…

Cristina – Sí, claro, seguro, ¡siendo 13 y martes…!

Oscuro.

Fin

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Euro Star (en español)

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

1 hombre / 1 mujer

Un conocido director de cine y una actriz ambiciosa se encuentran por casualidad en el Eurostar, sentados frente a frente. Ambos se dirigen a Londres para un casting. Ella está dispuesta a todo con tal de conseguir el papel que la hará famosa. Él se siente atraído por su encanto, pero duda si llegar hasta el final… De pronto, el tren se para en mitad del túnel bajo el Canal de la Mancha. ¿Una avería? Pero en este juego de listillos, él no es quien ella piensa. Tampoco ella es quien él cree.


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Euro Star

PERSONAJES

Arthur

Marilyn

PRIMER ACTO

Eurostar. Cuatro asientos enfrentados. Sobre uno de ellos, una maleta. Al fondo, decorado que representa el otro lado del pasillo central, con cuatro asientos más, desocupados. Una de las ventanillas tiene la persiana bajada. El lado que da al público se le supone también una ventanilla a través de la cual ambos personajes observaran, de vez en cuando, el paisaje. Llega Arthur. Lleva una bolsa de viaje. Edad: entre 30 y 40 años. Viste con elegancia casual. Al pasar ante los asientos parece reconocer la maleta y se instala. Suena el móvil. Contesta, un tanto alterado.

Arthur – ¿Sí…? Hola, Fred… No, estoy en el tren… He prometido llevar a mi mujer a Londres para celebrar nuestro aniversario de boda… La verdad es que me joden esas tontadas de aniversarios y, por si fuera poco, detesto Inglaterra. Pero… Ya sabes lo que pasa… Al casarte no tienes más cojones que ceder de vez en cuando… Cristina y yo nos conocimos en Londres… He reservado una habitación en el Bed and Breakfast donde pasamos nuestra primera noche… ¿No te parece romántico?… Menos mal que no la conocí en el Hilton de Bora Bora… Ir a Londres, aunque sea en primera, resulta más barato que viajar a Polinesia… Bueno, la verdad es que pensar que voy a ir por un túnel bajo el Canal de la Mancha me angustia bastante; ya sabes lo claustrofóbico que soy… Pero el avión me acojona mucho más… Además pensé que esto iría más rápido que el ferry, pero no puedes imaginar todo lo que hay que hacer antes de subir al tren. ¡Es alucinante! Hemos tardado tres cuartos de hora en pasar por la zona de seguridad. Nadando ya hubiera llegado. ¡Ni que estuviéramos intentando viajar a Bagdad! Además me tocó un policía casposo que, encima, se parecía a Georges Bush .Pensé que me iba a meter el dedo en el culo para comprobar si llevaba armas de destrucción masiva antes de enviarme directamente a Guantánamo… Me puso tan nervioso que casi olvidé volverme a poner los pantalones… Te imaginas llegar a Waterloo sin calcetines y en cayumbos… ¡En Londres, sí! …Waterloo Station… Es donde termina el Eurostar… Ahora ya estoy abordo, intentando relajarme un poco… ¡No, no sé qué cojones está haciendo mi mujer…! Tuve que ir a la oficina de cambios para comprar libras esterlinas y quedamos en encontrarnos directamente en el tren, pero no la veo por ninguna parte… Sin embargo, aquí está su maleta. No entiendo nada… Perdona, precisamente es ella la que llama… Ok, te vuelvo a llamar… Hasta pronto Fred.

Atiende la llamada.

Arthur – ¿Cristina? ¿Pero dónde coño estás?… ¿En el kiosco? ¡No sé si te has dado cuenta de que el tren está a punto de salir! Escucha, si no tienen el Hola en español, coge cualquier otra revista, aunque sea francesa. Más o menos todas cuentan lo mismo (bajando la voz) Sí, tengo las libras. Mil deberían llegarnos para pasar unos días en Londres. La verdad es que me acojona ir por ahí con una cantidad tan fuerte, pero… ¡Qué le vamos a hacer…! Parece que trae cuenta cambiar antes de llegar a Inglaterra… Por cierto, mira a ver si tienen el Marca en español. No, el Équipe no; el Marca… Pues, no es lo mismo, rica. Lo vas a encontrar, no te preocupes. Si no lo tienen ahí ve al kiosco de al lado… ¡Pero, date prisa por Dios, alma de cántaro! Ok, hasta ahora (Más tierno) Sí… Yo también…Besos…

Guarda el móvil.

Arthur – ¡Pues sí que empieza bien el viajecito! (Coloca su bolsa de viaje en el asiento contiguo, y por un instante se queda ensimismado) ¡Cuarenta kilómetros bajo el mar. Cuando ya me asusta tomar el metro… ¡Qué angustia! (Saca una petaca de alcohol de su bolsillo y bebe un trago) He hecho bien en traer este “relajante”… Me tranquilizará.

Marilyn entra en escena tirando de una maleta pequeña, de esas que dejan subir a la cabina de los aviones. Tiene entre 25 y 30 años. No es una mujer espectacular, pero viste de forma provocativa. Al pasar junto a Arthur le mira y sigue. Parece reconocerle. Arthur no se fija en ella. Se dispone a echar otro trago en el momento en que Marilyn vuelve sobre sus pasos.

Marilyn – ¡Perdona…! Creo que tu maleta está sentada en mi sitio…

Arthur, torpemente, devuelve la petaca a su bolsillo sin acordarse de taparla.

Arthur – ¡Lo siento…! Pensé que… Ahora mismo la quito.

Se levanta y desplaza la maleta para dejar el asiento libre. Ella le da la espalda para colocar la suya, ofreciéndole un amplia vista sobre su anatomía. Arthur hace como si mirara por la ventanilla. Intenta espantar los malos pensamientos. Marilyn se sienta frente a él y le observa, sonriendo tontamente. Arthur, cortado, hace lo posible para mantener el tipo. Silencio interrumpido por un anuncio de servicio.

VOZ EN OFF – El tren Eurostar 3212 con destino a Londres, Waterloo Station, está a punto de salir. Presten atención al cierre automático de las puertas.

Arthur (para sí mismo) – ¡No… No puede ser!

Mira con inquietud hacia el público. Marilyn hace lo mismo, observando cómo el andén va quedando atrás.

Marilyn – ¡Lo cogí por los pelos…!

Él sonríe por cortesía, antes de volver a marcar, nervioso, el número de su mujer. Es evidencia que no contesta.

Arthur – ¡Esto es una pesadilla…!

Marilyn por su parte, sigue mirándole. Él se da cuenta, aunque intenta disimular. Cortado y ligeramente mosca acaba por enfrentar su mirada.

Marilyn – Perdona que te mire de esa forma… Te he reconocido nada más entrar…

Él, cogido totalmente por sorpresa, no sabe qué decir. La mira incrédulo.

Marilyn – Lo siento muchísimo… Te juro que no he hecho nada para… Ha sido una mera casualidad (Como en broma) Quizá, es cosa del destino…

Arthur – ¿El destino?

Ella le tiende la mano y se presenta.

Marilyn – Marilyn Milor… Soy actriz

Él, sorprendido, le estrecha la mano.

Marilyn – Voy a Londres para participar en el casting de su nueva película. ¡Nunca pensé que me sentaría frente a tí en el tren!

Arthur – Yo tampoco…

Marilyn – La verdad es que me encanta el guión… Y no lo digo por halagarte aunque, te aseguro, que sería capaz de matar a todas mis rivales para conseguir el papel de protagonista.

Arthur – ¿Lo dices en serio?

Suena el portátil de Arthur. Tarda en contestar.

Marilyn – No quisiera molestarte. Creo que será mejor que vaya al bar para ver si me relajo un poco. De todas formas, viajamos juntos… ¿Quieres que te traiga un café?

Arthur – ¿Por qué no?

Marilyn – Estoy tan emocionada… No sé si es precisamente un café lo que necesito para calmarme… ¿Lo quieres con azúcar?

Arthur – ¿Decía?

Marilyn – Su café… Con o sin azúcar.

Aarthur – Sin, gracias.

Marilyn – Estaba segura… Sin azúcar añadido… Como tus películas

Él sonríe sin contestar. Marilyn se aleja. Arthur la retiene.

Arthur (enardecido) – ¿Podrías traerme también un vaso de agua…?

Ella le mira y sonríe. Él la sigue con los ojos, todavía sorprendido… El portátil sigue sonando. Arthur vuelve a la realidad y contesta.

Aarthur – ¿Cristina? Pero, ¿Dónde te has metido? ¡No… no puede ser verdad…! ¡Mira que te lo dije! ¡Siempre igual! … ¿Y a mí qué más me daba un deportivo que otro…! Tan sólo quería tener algo para leer durante el viaje… ¿Y ahora qué hacemos? Intenta coger el siguiente tren. Te esperaré en Waterloo… Claro… ¿Pero, qué quieres que te diga? ¿Acaso tenemos otra opción? Ok. Llámame.

Cuelga y guarda el portátil.

Arthur – No sé por qué, pero no tenía yo muy claro lo de este “peregrinaje” a Londres…

De nuevo suena el portátil.

Arthur (para sí mismo) – ¿Ya…? (Descuelga) ¡Ah! ¿Eres tú, Fred…? No, no… Más o menos… Se trata de Cristina… ¡No vas a creer si te digo que ha perdido el tren! Por desgracia, no estoy bromeando. Sí, claro, siempre y cuando encuentre billete. Hace tres meses que reservamos los nuestros… No, pero puedes imaginar la situación. ¡Me voy yo solito a Londres para celebrar nuestro aniversario de boda…! Bueno… cuando digo solo… (Cambiando el tono de voz; más pícaro) Tampoco vas a creer si te digo que me está ocurriendo algo totalmente alucinante… Una loca se ha sentado frente a mí en el Eurostar, precisamente en el asiento de Cristina… y, va y me toma por un director de cine, muy famoso al parecer… Y, no me ha dado tiempo para decirle que yo no soy quien ella piensa que soy. ¡Vamos, que no he podido abrir el pico! Ahora se ha ido a la cafetería en busca de un café con cruasanes para mí… ¡Te lo juro! La tengo totalmente obnubilada. ¡Lo que yo te diga!; vamos… una esclava! Me pregunto si no voy a aprovechar la situación… Tres horas los dos solos en el Eurostar pueden dar para mucho… A mí se me van a hacer eternas… Eso sin mencionar mi fobia a los túneles…Por lo menos me servirá de distracción… Sí, actriz… ¡Acojonante, tío! Está buena, pero tampoco es para lanzar cohetes. La cosa es que me suena su cara… Quizás la he visto antes en algún anuncio. ¿Que me la tire? Te recuerdo que estoy casado… Sí, claro, aunque ahora estoy en ayunas… Además, no sé por cuánto tiempo puedo seguir dándole el pego… porque yo de cine… ya sabes… un par de veces al año, como mucho… Bueno, te dejo que vuelve…. Ok. Te mantendré informado. Adiós.

Guarda el portátil. Marilyn se acerca con el café.

Marilyn (sonriendo ampliamente) – ¡Ya he vuelto!… Estaba tan excitada… Me mojé…

Él la mira, sorprendido.

Marilyn (intentando paliar el malentendido) – Con las sacudidas del tren se me ha volcado el vaso de agua… Lo siento… ¿Quieres que vaya a buscar otro?

Le hace comprender que no con una sonrisa condescendiente.

Marilyn (entregándole el café) – Menos mal que he podido salvar el café… Aunque lo cierto es que se me ha caído la mitad sobre un pasajero… Me parece que todavía queda un poco en el fondo del vaso…

Arthur – Gracias.

Toma un sorbo. Intercambian sonrisas embarazosas.

Arthur – ¿Entonces eres actriz?

Marilyn – Ya sé que preferirías una cara más conocida como protagonista de tu película… Pero, ya verás cómo voy a sorprenderte cuando lleguemos a Londres.

Él parece no comprender.

Marilyn – ¡En el casting!

Arthur – Ah, si… Por supuesto…

Marilyn (afirmando) – ¿Porque eres, sin duda, Arthur Monero, el director de cine, verdad?

Arthur – Si lo dices.

Marilyn (encantada) – ¡Por supuesto!

Él esboza una sonrisa misteriosa.

Marilyn – ¿Y cómo imaginas que debe ser esa hija de puta?

Él la mira sorprendido.

Marilyn – ¡Tu heroína! ¡La de la película…! Es una cerda, ¿no es así? Hacerle eso a un hombre tan bueno… Pero, perdona… No debería preguntarte esas cosas… Te prometí ser discreta. Por otro lado, no sería justo con respecto a las otras candidatas. (Le cuesta trabajo permanecer quieta) Pero, es que estoy tan nerviosa… ¡Arthur Monero sentado frente a mí durante tres horas! No es extraño que me quiera aprovechar de esta ocasión única…

Él sonríe.

Marilyn – ¿Te importa que te pregunte algo?

Arthur – No.

Marilyn – ¿Es cierto que Leticia Casta es tu amante?

Arthur – Menos mal que has prometido no ser indiscreta…

Marilyn – Sí, pero eso no cuenta porque no tiene nada que ver con el casting.

Arthur (siguiendo el juego) – ¿Qué es lo que quieres saber sobre Leticia? ¿Quieres que te diga si es buena en la cama?

Marilyn – Por supuesto se trata de una rival importante.

Arthur (divertido) – ¿Seguimos hablando del casting, verdad?

Marilyn – Los hombres son unos hipócritas. Todos los famosos se enrollan con top models pero, cuando se les pregunta el porqué, responden que es por su belleza interior… ¿En qué hotel te alojarás en Londres?

Arthur – En el Hilton, creo. Es mi secretaria la que se ocupa de esas cosas… Por cierto, tenía que haberse reunido conmigo aquí, en el tren, pero ha conseguido perderlo…

Marilyn – Lo cual nos permite hacer el viaje en la intimidad….

Arthur – Sí, eso es cierto…. ¿Y tu?

Marilyn – ¿Yo?

Arthur – ¿En qué hotel te vas a alojar?

Marlilyn – No puedo permitirme ir al Hilton… Pero tengo un amigo en Londres… Es tan sólo eso… un amigo… Modelo, por cierto…

Arthur – Ah… Si…

Marilyn – Quiero decir … que no salgo con él…

Arthur – Porque es homosexual.

Marilyn – ¿He dicho yo a caso que fuera homosexual?

Arthur – Lo supuse… Ya sabes, los modelos…

Marilyn – ¿Cuántos días te quedarás en Londres…? Quiero decir, después del casting…

Arthur – Pues…

Marilyn – Lo digo por esa maleta tan grande.

Arthur – Es que… Llevo los dosieres de las candidatas… Para el casting. Pesa una tonelada…

Marilyn – Espero que esté también el mío…

Arthur – ¡Con toda seguridad…! Pero hay tantos… Muchas ofertas aunque tan sólo una será la elegida…

Silencio embarazoso. Arthur la desnuda con la mirada.

Arthur – ¿A tí también te han pedido que te desnudes?

Marilyn – ¿Perdona?

Arthur – Quiero decir en la aduana, antes de subir al tren…

Marilyn – Pues… No…

Arthur – Está bien.

Nuevo silencio.

Marilyn – ¿Habrá que desnudarse para el casting?

Arthur está al borde del colapso.

Arthur – La verdad… es que no lo sé… ¿Y por qué no? (Bromeando tontamente) Imagino que eso dependerá de la elegida…

Marilyn – Como el guión es bastante atrevido… Claro que hay actrices que no quieren desnudarse… Pero, para mí, eso no es un problema…

Arthur – De acuerdo…

Mrthur – ¿Quieres echar un vistazo…?

Arthur – Aquí, en el tren?

Marilyn – Digo… echar un vistazo a mi book…

Arthur – Tu book…

Marilyn – Mi álbum de fotos.

Arthur – Por supuesto…

Saca su book de la maleta y se lo enseña. Arthur lo mira, visiblemente impresionado.

Arthur – Sí… claro… Se nota que tienes mucho talento…

Marilyn – Me parece que ahora toca que me hables de mi belleza interior…

Les interrumpe una llamada en el móvil de Arthur que éste responde maquinalmente, mientras sigue mirando las fotos de Marilyn, con toda probabilidad, medio en cueros.

Arthur (distraído) ¿Sí…? Hola Cristina… Sí, perdóname pero con el ruido del tren no había reconocido tu voz… (Visiblemente desconcertado, coloca una mano sobre el altavoz para dirigirse a Marilyn) Perdona… Es mi secretaria… (Se levanta precipitadamente y empieza a alejarse para seguir la conversación). Sí, Cristina ¿has podido solucionarlo….? No, no me tomo esto a la ligera pero… tampoco vamos a hacer un drama…¿Qué no hay billete hasta dentro de un mes? ¡Eso no puede ser!

Marilyn mientras está sola aprovecha para revisar su maquillaje mirándose en una hipotética ventanilla hacia el público. Al ver que vuelve Arthur, guarda el neceser en el bolso y para disimular hace que mira el paisaje.

Arthur – En cuanto llegue te llamo… Pero no te prometo nada… No creo que sea tan fácil encontrar un billete para volver a Paris… No, este asunto no me divierte en absoluto… ¿Te imaginas que tuviera que pasar todo el fin de semana solo en Londres? ¿Que tienes que decirme algo importante? ¡Qué miedo me das! (Acercándose a la zona donde está Marilyn) Bueno… Escucha, tengo que dejarte porque vamos a entrar en el túnel… ¿Qué por qué hablo en plural? Pues porque no estoy solo en este vagón. Viajo en primera, no en un compartimento privado del Orient Express … No, si todavía me la voy a cargar cuando eres tú la que has perdido el tren…

Guarda el portátil con un movimiento cómico y se dirige de nuevo, sonriendo, a Marilyn.

Arthur – Perdona… Un asunto pendiente… Ahora ya soy todo tuyo…

Ella le contesta con una sonrisa prometedora.

Marilyn – Yo también…

OSCURO

SEGUNDO ACTO

Arthur y Marilyn siguen sentados uno frente al otro. Ella mira por la ventanilla.

Marilyn (nerviosa) – ¡Ya estamos entrando en el túnel!

Arthur – Si… Ya estamos entrando en el túnel…

Marilyn – Es la primera vez que hago este viaje y la verdad es que me da un poco de grima… ¿A tí no?

Arthur (como si no fuera con él) – No, la verdad… Yo viajo en el Eurostar al menos una vez al mes. Por lo tanto…

Ella sigue mirando por la ventanilla, muy excitada.

Marilyn – ¿Te das cuenta de que estamos en lo más profundo del Canal de la Mancha?

Arthur (haciéndose el fuerte) – Pues sí….

Marilyn (decepcionada) – No se ve nada…

Arthur – ¿Y qué esperabas ver? ¿Peces?

Ella sonríe. Suena el teléfono de Arthur. No hace caso.

Marilyn – ¿No vas a contestar?

Arthur – Si contestara a todos los que me llaman, sería el cuento de nunca acabar.

Marylin vuelve a sentarse frente a él.

Marilyn – Tengo que confesarte algo, Arthur… ¿Te importa que te llame por tu nombre?

Arthur – En absoluto…

Marilyn – No es casualidad el que yo esté sentada frente a tí…

Arthur – ¿Y eso?

Marilyn – Hace un rato, al pasar por aquí, te reconocí y, como el asiento estaba libre…me atreví a quedarme… Mi sitio está en el siguiente vagón. En clase turista.

Arthur – Lógicamente debía ser así, ya que ese es el sitio de Cristina… Cristina es mi secretaria; la que ha perdido el tren…

Marilyn – Si te molesto puedo ir al otro vagón…

Arthur (magnánimo) – Puedes quedarte… Comprendo que debe ser dificilísimo triunfar en este oficio de actriz…

Marilyn – ¡Gracias! Sé que me queda mucho por aprender, pero estoy segura de que un día yo también me alojaré en el mejor hotel de Cannes y que subiré las escaleras del Festival luciendo un traje de 200.000 euros

Arthur sonríe con indulgencia.

Marilyn – Háblame de Cannes, por favor.

Arthur – La verdad es que todos los años voy por obligación… Acaba siendo un incordio…

Marilyn – Sí, pero a pesar de todo…

Arthur – Finalmente qué es Cannes si no una gran feria… ¿Has estado alguna vez en una feria de ganado?

Marilyn (sorprendida) – Sí… Hace mucho tiempo… Con mi padre…

Arthur – Pues Cannes es algo así… En lugar de vacas hay famosos que esperan ganar la Palma de Oro.

Marilyn – Eso lo dices porque eres demasiado importante.

Arthur – Te confieso que soy feliz cuando no se presenta ninguna de mis películas y puedo quedarme en casa. Además como todo el mundo está en Cannes el teléfono deja de sonar durante una semana y puedo trabajar tranquilamente sin que nadie me moleste.

En ese preciso instante vuelve a sonar el teléfono.

Marilyn – Será alguna de esas estrellas que le incordian para conseguir el papel…

Arthur – Pensé que no funcionaria el teléfono en el túnel, pero no es así… Ni siquiera te dejan tranquilo en el fondo del mar…

Marilyn – Me iré por un rato… No quiero ser indiscreta… A lo mejor es Leticia la que te llama…

Arthur está a punto de descolgar cuando ella vuelve

Marilyn – Quiero que sepas que estoy dispuesta a todo para conseguir ese papel…

Visiblemente confuso. El insistente sonido del móvil le devuelve a la realidad. Descuelga.

Arthur – ¡Sí… Cristina…! Perdona pero no encontraba el móvil… ¿Ocurre algo?… O sea que parece que vas a conseguir un billete… Por supuesto que me hace feliz ¡qué cosas tienes…! Es nuestro aniversario, ¿no es así? De acuerdo… ¿Y qué es eso que me tienes que contar? Apenas puedo oírte… Estamos en el túnel… Es un milagro que podamos hablar… (Ruido de frenada muy evidente) ¿Sí…Sí…?

Vuelve Marilyn.

Arthur – Se ha cortado la comunicación… (Inquieto) ¿Sabes que está ocurriendo?

Marilyn – No tengo ni idea… Parece que el tren se ha parado.

Se escucha una voz por los altavoces.

VOZ EN OFF – Señora, señores. El Eurostar se ha visto obligado a parar momentáneamente. Uno de los viajeros ha debido pulsar la alarma. Intentaremos solucionar la incidencia lo antes posible. Gracias por su comprensión.

Arthur – No debería haber subido… ¡Este túnel…! ¡Si lo sabía!

Marilyn – Seguramente se trata de algo pasajero. Enseguida volverá a funcionar.

Arthur – Debería haber cogido el barco.

Marilyn – Los barcos también pueden hundirse. Acuérdate del Titanic. 1500 muertos, pero millones de dólares de beneficio con la película… Es algo que me hace soñar.

Arthur – Tiene gracia, las acciones de Eurotunel se comieron la mitad de mis ahorros y ahora yo voy a ser devorado por el mar… ¿Tu crees que seguirán informándonos?

Marilyn – (levantándose) – Voy a ver qué pasa…

Arthur (patético) – ¡No me dejes solo, por favor!

Marilyn – Tardaré un par de minutos… Enseguida vuelvo… No te preocupes.

Se levanta, se aleja. Arthur está muy angustiado.

Marilyn – Ya siento cómo el agua roza mis piernas… A lo mejor me habré orinado encima… (Mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y saca la petaca) ¡Coño! ¡Se me olvidó taparla! (Intenta apurar los restos, pero no cae nada) ¡Está vacía! (Saca el móvil y marca) ¡Tampoco hay cobertura…! ¡Es el principio del fin…! Ni siquiera podré dejar un mensaje de adiós a mi mujer; no podré decirle cuánto la quiero antes de que el agua empiece a invadir el vagón… Lo mismo que esas pobres gentes del Nueva York antes de que cayeran las torres sobre ellos… (Silencio) ¡Y esta tía que ha perdido el puto tren! Eso le salvará la vida. La intuición femenina… ¡Parece como si lo supiera, la muy zorra!

Vuelve Marilyn.

Arthur (angustiado) ¿Se sabe algo?

Marilyn – Hablan de una incidencia con un viajero pero, a saber…Si éste fuera un tren normal significaría que alguien se ha suicidando tirándose a la vía, pero en el Eurostar, con varios kilómetros de agua sobre nuestras cabezas… Lo dicen para que no cunda el pánico…

Arthur – Como en los aviones antes de caerse… ¡Dios mío! ¿Y si se tratara de un ataque terrorista?

Marilyn – Eso es algo que no se puede descartar… Si es así, al menos habré tenido el placer de conocerte antes de morir carbonizada o ahogada.

Arthur – Es un castigo divino, se lo aseguro… ¿Te acuerdas de esa torre de la que habla la Biblia?

Marilyn – ¿Se habla de las torres gemelas en la Biblia?

Arthur – ¡La torre de Babel…! ¡Nunca deberían haber perforado este túnel! Es algo contra natura. Inglaterra debería seguir siendo una isla.

Marilyn – Huele a aguardiente de orujo ¿No te parece? O a keroseno…

Arthur – ¿El Eurostar funciona con keroseno?

Marilyn – O con alcohol de quemar…

Arthur – No, no es eso… Huele a whisky… No tapé la petaca y se ha vaciado en el bolsillo de mi chaqueta…

Vuelve a sacar la petaca y la sacude para comprobar que está vacía.

Arthur – No podré decirle por última vez que la amo.

Marilyn – ¿A Leticia Casta?

Arthur – No, a Cristina.

Marilyn – ¿También tiene un rollito con su secretaria?

Sin dejar de sacudir la petaca vacía.

Arthur – ¿Y si metiera un mensaje de adiós en la petaca…? Al menos ella sí flotaría y saldría finalmente a la superficie… ¿Tienes un trozo de papel y un boli?

VOZ EN OFF – Señoras y señores viajeros. La presencia de una maleta sospechosa nos ha obligado a detener el tren durante unos minutos en espera de que nuestros servicios de seguridad comprueben si se trata de una bomba… No necesito contarles las catastróficas consecuencias en caso de que estallara, dada la profundidad a la que nos encontramos… Les ruego permanezcan en sus asientos. ¡Que no cunda el pánico! Les mantendremos informados sobre cómo evoluciona la situación…

Arthur – ¡ No me lo puedo creer! ¿En vez de tanta palabrería por qué no se dan prisa en salir del túnel en lugar de dejarnos plantados aquí esperando que esto reviente…?

Marilyn – Quizás temen que el movimiento del tren pueda hacer explotar la bomba… Como en aquella película… “El salario del miedo”. ¿Recuerdas? Trasladaban nitroglicerina en un camión… ¡Una obra maestra! ¿No te parece?

Arthur – ¡Vamos a morir, de eso sí que estoy seguro…!

Marilyn – Moriremos sin haber alcanzado nuestros sueños… Tu no dirigirás la película que pudo haber sido la cima de tu carrera y yo nunca subiré los escalones del Festival de Cannes de tu brazo, como protagonista de tu película…

Arthur – ¡Quieres callarte de una puñetera vez! ¡Nos va a caer la negra contigo!

Marilyn –¿Puedes decirme que harías si supieras con toda seguridad de que tan sólo te quedan diez minutos de vida?

Arthur (desesperanzado) – ¿Pues… haría… la maleta…?

Marilyn – Piensa en lo que le digo… Tan sólo diez minutos antes de una muerte segura… ¿Qué harías?

Arthur – No sé… Quizás robar un banco…

Marilyn – En sólo diez minutos no tendrías tiempo de gastar el dinero robado.

Arthur – Tienes razón, pero si me cogiera la policía tampoco pasaría más de diez minutos en la cárcel…

Marilyn – A mí me excita la perspectiva de la muerte… Ya sabes… Eros y Tánato…

Arthur – ¿Eros y qué…?

Marilyn – Diez minutos, Arthur. Posiblemente menos. Podemos realizar una fantasía, satisfacer un último deseo (Provocativa) ¿Has hecho alguna vez el amor en un lavabo del Eurostar?

Se la queda mirando como conejo deslumbrado por los faros de un coche.

Arthur – ¿Diez minutos?

Marilyn (tomándole de la mano) – Créame Arthur si le digo que no estamos juntos en este túnel por casualidad… Es el destino…

Marilyn le arrastra hacia el final de vagón.

OSCURO

ACTO TERCERO

Arthur y Marilyn estarán de nuevo sentados frente a frente en el Eurostar, que todavía no se ha movido. Arthur, como ausente, se inclina hacia la ventana

Arthur – Me ha parecido ver una luz al final de túnel… Quizás estemos muertos…

Marilyn (suspirando) – Han pasado diez minutos y nada que se parezca a una explosión… Ni mucho menos…

Arthur – Lo siento… Pero a mí la perspectiva de morir primero carbonizado y luego ahogado en el fondo del Canal no me excita en absoluto.

Marilyn – Me refería a la maleta bomba. Han pasado diez minutos y nuestro Eurostar no ha explotado todavía. Posiblemente se trate de una falsa alarma… (Con tono inquietante) Lo cierto es que cada uno de nosotros deberá responsabilizarse de sus actos…

Arthur (Haciéndose eco de lo que ella acaba de decir) – Y luego, esa idea tuya de grabar nuestros retozos con mi móvil tampoco es algo que me vaya a ayudar.

Marilyn – ¿No te gusta que te graben, Arthur? Comprendo que, para un cineasta, debe ser lo mismo que para el violador violado.

Arthur (cohibido) – Muy bien… Pero ahora, me gustaría recuperar mi móvil.

Les interrumpe un anuncio por el altavoz.

VOZ EN OFF – Señoras y señores viajeros. Acabamos de identificar al propietario de la maleta abandonada en el vagón nº 8. Según reza en la etiqueta, pertenece a la señora Fernández, con domicilio en la Avda. Diagonal de Barcelona número 19. Si dicha señora se encuentra a bordo, le rogamos se ponga inmediatamente en contacto con cualquier miembro de la tripulación con el fin de que pueda recuperar su maleta. De no ser así, la policía especializada en desactivación de explosivos se hará cargo de ella para destruirla y así poder continuar viaje.

Arthur – ¡Coño! ¡La maleta de Cristina!

Marilyn – ¿Qué?

Arthur – Es mi maleta… Bueno, quiero decir, la de mi secretaria… Debió dejarla en el vagón equivocado antes de bajar a comprar las revistas

Marilyn – Y de perder el tren… Me pregunto si no sería más práctico cambiar de secretaria…

Arthur – ¡Tengo que recuperar su maleta…! ¡ Claro… ella no la llevaba cuando la dejé en el andén de la Estación del Norte de París! Me va a matar si dejo que los Robocops del Eurostar desintegren su guardarropa …

Se levanta de un salto con la intención de salir corriendo. En ese momento Marilyn se fija en la maleta situada junto a su asiento

Marilyn – ¿Entonces, de quién es esa maleta?

Arthur se queda de una pieza.

Arthur – ¡Anda, pues es verdad!

Marilyn – Quizás la bomba esté ahí… Tiene un aspecto sospechoso… No sabemos quién ha podido dejarla en ese asiento… (En plan dramático) Te aconsejo que te sientes despacio y evites estornudar…

Arthur argumenta,.

Arthur (aterrorizado) – Dios mio… ¡Hay que avisar a la policía…!

Marilyn – Puedes hacerlo, pero eso supondría quedarnos una hora más bajo las aguas… Te recuerdo que tenemos pendiente un Casting… (Se levanta) Bueno… No importa… Habrá que lanzarse.

Marilyn agarra con firmeza la maleta.

Arthur – ¿Pero estás loca? ¿Qué estás haciendo?

Marilyn – Me dijiste que para tener éxito en este oficio se necesitaba tener un par de huevos…

Arthur – ¿Yo he dicho tal cosa?

Marilyn abre repentinamente la maleta, bajo la aterrorizada mirada de Arthur.

Arthur – ¡No…!

No se produce explosión alguna.

Marilyn – Lo ves… No hay nada que temer….

Arthur – No, si yo estoy tranquilo… (Intrigado ) ¿Pero qué es lo que hay dentro?

Marilyn examina el contenido de la maleta. Saca de ella un secador de pelo que empuña contra Arthur como si se tratara de una pistola.

Marilyn – Eso no es, precisamente, una bomba.

Arthur todavía no las tiene todas consigo. Marilyn sigue rebuscando y encuentra un texto encuadernado.

Marilyn – ¡Pero mira lo que hay aquí! (Lo ojea) ¡Si es el guión de tu película”!

Arthur – ¿De qué película me hablas?

Marilyn – Pues… de tu película… ¿De qué otra podría ser? Porque esta maleta es tuya… Mejor dicho, es la de su secretaria…

Arthur – (haciéndose el tonto) No me digas…

Marilyn sigue explorando y saca de la maleta ropa interior de lo más sexi.

Marilyn – ¡Mira qué bien! Al parecer no tenías la intención de aburrirte en Londres… ¿Lo sabe Leticia?

Arthur se queda de una pieza, pero no tiene tiempo para contestar. Se oye una explosión sorda.

Arthur – (aterrorizado) ¡Ya está! ¡Es el final! ¿Has oído la explosión?

Marilyn – Eso no es nada… Seguramente se trata de la maleta de la señora Fernández que los policías acaban de hacer explotar.

Arthur se levanta de un salto; aterrorizado.

Arthur – ¡No!

Marilyn – No te preocupes. No es la tuya… Bueno, quiero decir la de su secretaria (Instándole a que se siente) Todo va bien… Tranquilízate… (Señalando la maleta sobre el asiento) Tu maleta está aquí. (Mirando por la ventanilla) ¡Mira… parece que nos movemos…!

Desesperado, intenta reaccionar. Ella le mira sonriendo.

Marilyn – En apenas una hora estaremos en Londres. ¡Relájate…!

Arthur lo intenta.

Arthur – Tienes razón… al fin y al cabo tan sólo se trata de una maleta… En Iberia también suelen perder maletas…

Marilyn – ¡Por supuesto!

Arthur (para sí mismo) – Tendré que decírselo a Cristina…

Marilyn – ¿Quieres que veamos el video?

Arthur (haciéndose el loco) – No sabía que pusieran películas en el Eurostar. Igualito que en los aviones… A lo mejor incluso tienen sirenas para servir la comida…

Marilyn saca el móvil de Arthur y se lo planta ante sus narices.

Marilyn (con tono pillín) – Me refiero al video que he grabado hace un rato con tu móvil (Haciéndose la mimosa) No me digas que ya lo has olvidado…

Arthur (recordando) – No sé cómo pudo ocurrir… Lo siento muchísimo… Es la primera vez que me pasa algo así.

Marilyn – Todos los hombres decís lo mismo… Lo que ha ocurrido no tiene importancia… Ahora, tranquilízate… Son cosas que ocurren.

Arthur – No me refería a eso… Es que no entra dentro de mis hábitos el tirarme a una desconocida en el lavabo de un tren.

Marilyn (irónica) – ¿Desconocida?

Arthur – Conseguiste convencerme de que moriría en diez minutos. De no ser así… Jamás se me hubiera pasado por la imaginación echarte un polvo…

Marilyn (irónica) – No sé cómo tomarme tus palabras…

Arthur – Perdona… No quería ofenderte….

Marilyn – En todo caso, ya hemos ensayado juntos una parte del papel (Mira el vídeo en la pantalla del teléfono) Por supuesto se trata de una película de aficionados, pero no está mal…. Al menos, la imagen es bastante nítida. A ti se te reconoce de maravilla…

Arthur está descompuesto.

Marilyn – Será un bonito recuerdo de nuestro viaje juntos en el Eurostar.

Arthur intenta recuperar el móvil.

Arthur – Creo que deberíamos…

Ella se aparta, alejando el teléfono de las garras de Arthur.

Marilyn – Crees que le gustará a tu secretaria? ¿Y a Leticia? No tengo más que buscar la última llamada y, con sólo rozar el reenvío, le llegará el video a Cristina. Creo que acabo de dar el primer paso hacia el estrellato…

Arthur la mira cada vez más intranquilo. Se levanta e intenta quitarle el móvil.

Arthur – ¡Dame el teléfono!

Marilyn – Si no te sientas enseguida empezaré a chillar, desgarraré mi ropa y te acusaré de haberme violado en el lavabo…

Arthur – Pero…

Marilyn – Algunos cineastas han sido extraditados a los Estados Unidos por mucho menos….

Arthur – Pero tú no eres americana… Y tampoco aparentas tener menos de 13 años.

Marilyn – Te aseguro que vas a sentir el que el tren no haya explotado en el fondo del Canal de la Mancha…

Arthur está totalmente conmocionado.

Arthur – ¿Pero quién eres realmente?

Mary se transfigura de repente en asesina y le lanza una mirada fulminante.

Marilyn – Tu peor pesadilla

Totalmente desestabilizado, se queda momentáneamente sin voz.

Arthur – De acuerdo… Yo tampoco soy Arthur Monero…

Marilyn (irónica) – Ni yo Marilyn Milor

Arthur – ¿No?

Marliyn – Eso es… Ahora, encima, búrlate de mí…

Arthur – Pero si no me burlo, te lo juro. De acuerdo… Te he estado tomando un poco el pelo, lo reconozco… Pero te aseguro que no soy Arthur Monero.

Marilyn (cortándole) – Un cerdo, eso es lo que eres… ¡Un cerdo!

Arthur – ¿Pero qué es lo que quieres de mí?

Marilyn – ¡Quiero ese papel!

Arthur – ¿Pero, de qué papel me hablas?

Marilyn – Del de protagonista en tu nueva película… ¡El casting de Londres…! ¡Seré yo o nadie!

Arthur – Me temo que eso va a ser imposible…

Marilyn – Está bien (Accionando el móvil) Enviaré el video a Leticia…

Arthur – ¡No, por favor, no lo hagas…!

Marilyn – ¡O sea que eres el auténtico Arthur Monero…!

Arthur – La verdad es que…

Ella le lanza una mirada de desprecio.

Marilyn – ¿De verdad no te acuerdas de mí?

Arthur – ¿Debería?

Marilyn – Ocurrió en Cannes, precisamente… Me da la impresión de que piensas que estoy loca.

Arthur – Seguro que me confundes.

Marilyn – Fui allí con la esperanza de encontrar un director que me contratara, como ocurre con muchas actrices tan inocentes como yo. Nos conocimos después de una proyección en un club privado a dónde había conseguido entrar porque conocía al agente de seguridad.

Arthur – Nunca hubiera olvidado a una mujer como tú…

Marilyn – Enseguida comprendí que si quería conseguir el papel, antes tenía que pasar por caja en Martínez.

Arthur – ¿Martínez? No se supone que me llamo Arthur Monero?

Marilyn – ¡El hotel Martínez, en Cannes! Me refiero a la suite donde te alojaste aquél año…

Arthur – ¡Ah, si…! Por supuesto…

Marilyn – Pero, en lugar de llevarme a tu suite me arrastraste a un cutre hotel Ibis a las cinco de la mañana… Te avergonzabas de mí ¿no es cierto?

Arthur – ¿Pero cómo iba a avergonzarme de ti? Además, tampoco están tan mal los hoteles Ibis… Mi mujer y yo los utilizamos con frecuencia… Quiero decir, mi secretaria y yo…

Marilyn – No soy tan inocente como piensas… Ya se sabe que, en este oficio, como has dicho antes, hay que estar dispuesta a todo si se quiere medrar…

Arthur – Algunos hombres también se venden para conseguir lo que desean…

Marilyn – Lo que no te perdono es que no me llamaras después del Festival, como prometiste, para ofrecerme aunque fuera un pequeño papel que compensara mi sacrificio…

Arthur – ¿Sacrificio? No soy yo precisamente el que te ha asaltado hace un rato…

Marilyn – Precisamente se trataba de una segunda intentona.

Arthur – ¿Qué quieres decir con intentona?

Marilyn (mostrando el portátil) – Vamos… Una trampa, una moneda de cambio. Además, (acercándose a él y tomándole, irónicamente por la barbilla) esta vez “mi pichoncito” no se ha portado demasiado bien… En nuestro primer encuentro aguantaste más….

Arthur – Te juro que….

Marilyn – No puedo creer que no me reconocieras hace un rato cuando te abordé nada más arrancar….

Arthur – Porque ya te digo que yo… (ella le lanza una mirada reprobadora) … Te repito que no soy Arthur Monero. No soy director y, ni siquiera me gusta el cine. Nunca voy a una sala, tan sólo veo alguna película en la tele cuando no hay futbol.

Marilyn – Francamente me decepcionas… Esperaba algo más contundente. ¿No pensarás que me crea todas esas historias?

Arthur – Pero es que yo…

Marilyn – Ha llegado el momento de vengarme de ti, Arthur y, vengándome yo, vengaré a todas las víctimas de tus mentiras… Será el papel de mi vida.

Arthur – De acuerdo. Te he mentido y estoy dispuesto a pagar por ello.

Marilyn – Bien… Vamos progresando…

Arthur – Pero la única vez que he puesto los pies en Cannes fue para un cursillo de remotivación comercial… Soy vendedor de ropa interior de hombre…

Marilyn – Y, ¡vuelta a empezar! (Coge de nuevo el móvil) Esta vez mando el vídeo…

Arthur – ¡Espera!

Lo intenta pero no hay cobertura

Marilyn – Tienes suerte de que estemos todavía en el túnel… Ahora no hay cobertura… Pero será por poco tiempo…

Arthur – Te juro que te puedo explicar todo…

Marilyn – Sin mentiras, por favor…

Arthur – Es cierto que hace rato no dije nada cuando me confundiste con ese gran director de cine…

Marilyn – Te la estás jugando…

Arthur – Quiero decir… Que necesitaba deslumbrarte para seducirte y, si se terciaba, follar contigo…

Marilyn – Pues te aseguro que no eres un portento…

Arthur – Te pido que me perdones por haberte mentido…. Pero no soy Arthur Monero (Sonriendo ampliamente) Y te lo puedo demostrar…

Marilyn – ¿No me digas?

Arthur (metiendo la mano en el bolsillo) – Bastará con que te enseñe mi carnet de identidad. (rebusca por todos lados. Se le hiela la sonrisa) ¡Coño! ¡Estaba en la maleta!

Marilyn – ¿Qué maleta?

Aarthur – La que han hecho explotar…

Marilyn (señalando la maleta que está en el asiento) – ¡Tu maleta está ahí!

Arthur – Esa es la de ese director de cine.

Marilyn – Resultas realmente patético.

Arthur – Te juro que digo la verdad… Además, ¿dónde está ese director? Seguramente en el tren ya que esa es su maleta (Se levanta) Voy a buscarle. Así podrás convencerte de que no soy yo…

Marilyn le mira con desconfianza.

Marilyn – Está bien. Tienes diez minutos. De todas formas, no podrás bajarte del tren en marcha porque viajamos a trescientos kilómetros por hora bajo el agua… (Mostrándole el teléfono) Pero, en diez minutos habremos salido del túnel y, entonces…

Arthur – ¿En diez minutos habremos salidos del túnel…? Dios te oiga…

De nuevo, un mensaje por el altavoz.

VOZ EN OFF – Señoras, señores pasajeros, les recordamos que el bar se encuentra en el vagón número nueve. Nuestro metre ha dispuesto para ustedes todo tipo de bebidas refrescantes, caliente o templadas a precios increíbles, así como un surtido de deliciosos sándwiches, sin olvidar nuestra famosa oferta de postres caseros.

Marilyn sigue con la vista a Arthur mientras éste se aleja hablando solo, visiblemente perturbado. Cada vez parece más loco.

Arthur – Debe tratarse de mi doble… Le reconoceré fácilmente… (volviéndose por última vez hacia Marilyn) Posiblemente esté en el bar.

Marilyn se queda sola. Sonríe. Suena el teléfono de Arthur que tiene en su mano. Descuelga.

Marilyn – ¿Sí…? No, soy su nueva secretaria. Por el momento no está disponible. ¿Quiere dejarme un recado? ¿Que usted está esperando un hijo suyo? Muy bien, se lo diré. Puedo preguntarle su nombre por si cree conveniente llamarla. ¿Cristina…? Perfecto. Muchas gracias…

Corta la comunicación. Sonríe de nuevo.

Marilyn – ¿Quién dijo que no había cobertura en este tren…? (Coge de nuevo el teléfono) Veamos… Cristina… Ya está… (Acaba de enviarle el video) Este video le va a gustar… Será un buen regalo de aniversario….

CUARTO ACTO

Marilyn repasa el guión. Arthur vuelve. Parece irritado.

Arthur – ¿Qué estás haciendo?

Marilyn – Estoy estudiando mi papel ya que voy a ser la protagonista, ¿no es así? A menos que hayas encontrado a tu doble…

Arthur – He recorrido todo el tren en ambos sentidos fijándome bien en todos los pasajeros y no he encontrado a nadie que se me parezca ni siquiera un poquito. Seguramente me han tomado por un loco.

Marilyn – Mejor para ellos….

Arthur (que empieza a perder la razón) – No sé qué ha podido ocurrir… A lo mejor también ha perdido el tren… Debería llamar a Cristina para saber si está con ella…

Marilyn – Oye, creo que ya va siendo hora de que nos tomemos las cosas en serio. Hace meses que preparo mi revancha. Cuando me enteré de lo del casting en Londres supe que tomarías este tren. Todo está previsto (saca un contrato que coloca ante los ojos de Arthur) Aquí tienes el contrato para protagonista de tu película.

Arthur – ¡Que eficacia!

Marilyn – Como verás mi cachet es bastante razonable…

Arthur echa un vistazo al contrato.

Arthur – ¿Doscientos mil euros…? (irónico)…Sí, muy razonable…

Marilyn – Tan sólo tienes que firmar ahí abajo….

Arthur (volviendo apenas a la realidad) – No servirá de nada, te lo aseguro.

Marilyn mira por la ventanilla.

Marilyn – ¡Mira…! ¡Ya hemos salido del túnel! ¡Ya puedo enviar el video a Leticia…!

Suena el móvil en el mismo instante en que ella lo saca del bolso. Intercambian una mirada. Arthur toma una decisión.

Arthur – ¿Por qué no contestas? Así podrás comprobar que no es Leticia Casta la que llama, ni nadie que pretenda hablar con un director de cine…

Marilyn – Está bien… (Descuelga) ¿Sí? ¿De parte de quién? Lo siento, se ha debido equivocar…

Corta la comunicación.

Marilyn – ¿Quién es esa señora Fernández? ¿Su secretaria?

Arthur – Es mi mujer. Nos dirigíamos a Londres para celebrar nuestro aniversario de boda. Allí nos conocimos…

Marilyn – ¿Entonces es cierto que no eres Arthur Monero?

Arthur (relajado) – Es lo que llevo horas intentando decirte… ¿Me crees ahora?

Ella le mira fríamente.

Marilyn (feroz) – ¡Eres un monstruo!

Arthur – ¿Por qué dice eso?

Marilyn – Cuando nos conocimos en aquella boite de Cannes y que yo te tomé por un director de cine, dejaste que me creyera el cuento para abusar de mí…

Arthur – Te juro que jamás he puesto los pies en esa boite… Me acordaría… Al menos… eso creo…

Marilyn – ¡Eres un impostor, un maniaco, un indeseable! ¡Ni siquiera podías ofrecerme un papel de figurante en ninguna película! ¡Al menos ahora sé por qué nunca me llamaste…!

Arthur – ¿Hacerme pasar por otro para abusar de una mujer? Nunca he hecho nada parecido y nunca lo haré, te lo aseguro.

Marilyn – Pues hace un rato, en este mismo tren, te hiciste pasar por Artur Monero…

Arthur – Lo que ocurre es que me lanzaste el anzuelo y yo piqué.

Marilyn – ¡No, si encima voy a tener yo la culpa! ¡Te has burlado de mí! ¿No es así?

(con desprecio) Eres todavía peor de lo que pensaba.

Arthur – ¿Por qué no me crees?

Marilyn – Si dejaras de mentirme…

Arthur – Escucha. Yo no sé si he ido o no a esa boite… No lo recuerdo… Quizás estaba borracho… No puedes imaginar lo aburrida que puede llegar a ser una reunión comercial de vendedores de ropa interior de hombre. Normalmente se bebe mucho. ¿Pero qué fue lo que ocurrió entre nosotros en aquél hotel de Fórmula 1?

Marilyn (agresiva) – ¡Ibis! ¡Hotel Ibis! ¿Quieres más detalles?

Arthur – No, si te creo… Pero ¿cómo puedo hacer para que me perdones? Lo siento muchísimo… Sin embargo una cosa es verdad : no soy director de cine y, aunque quisiera, que seguramente lo querría, no puedo darte ese papel.

Marilyn – O sea que es verdad que ibas a Londres para celebrar tu aniversario de boda…

Arthur – Pues sí…

Marilyn – Muy bien… Entonces es a ella a quien le voy a enviar el video… Así podrá darse cuenta de quién eres… ¡Intentar abusar de una desconocida en los lavabos del Eurostar después de haber abandonado a tu mujer en el andén de la Estación del Norte de París el día de su aniversario de boda…! ¡Qué asquito me das…!

Arthur – Te aseguro que me avergüenzo de mí mismo… Pero… soy un hombre…

Marilyn – O sea que no por el hecho de ser un hombre piensas que puedes hacer lo que te dé la gana… Pues bien, la señora Fernández va a ver inmediatamente con quién se ha casado…

Saca el móvil.

Arthur (aterrorizado) – ¡No, por favor, no lo hagas…! Sobre todo el día de nuestro aniversario (Rebusca en sus bolsillos y saca el fajo de libras) Toma, aquí hay mil libras esterlinas. Te las regalo…

Marilyn (ofuscada) – Pero, ¿por quién me tomas? ¿Acaso piensas que se me puede comprar como a un futbolista cualquiera?

Arthur – Lo siento, otra vez he metido la pata… Pero con esto podrás pagar tus gastos en Londres, para el casting. Estoy seguro de que tienes mucho talento y que vas a conseguir ese papel. ¡Es la ocasión de tu vida! Con este dinero podrás quedarte en el Hilton y encontrar al famoso director…

Ella parece dudar.

Marilyn – ¿Crees que tendré tiempo de probar suerte?

Arthur – ¡Por supuesto…! Estoy seguro de que eres una actriz estupenda. Acabas de demostrarlo… Y, con tu físico… y tu temperamento.

Duda, pero finalmente coge el dinero.

Marilyn – De acuerdo… pero con esto eres tu quien sale ganando…

Arthur – Lo sé…

VOZ EN OFF – El Eurostar número 3212 llegará a Londres en escasos minutos… Waterloo estación término… Todos los viajeros deberán bajar del tren… La correspondencia para Paris se realiza en el andén opuesto…

Arthur – Creo que tomaré el tren de vuelta… ¿Puede devolverme el portátil, por favor?

Marilyn – De acuerdo… Pero todavía quiero algo más para que mi venganza sea total. Lo utilizaré como garantía para asegurarme de que no me vas a denunciar a la policía por haberte robado las libras…

Arthur (inquieto) – Te juro que…

Marilyn – Comprenderás que no pueda fiarme en absoluto de tu palabra…

Arthur – Está bien… ¿Pero qué es lo que quieres?

Marilyn – Sígueme… Iremos al lavabo.

Arthur – ¿Otra vez?

Marilyn – Ah, y me quedaré con esta maleta para llevársela al auténtico Arthur Monero. Así podré conocerle y se sentirá en deuda conmigo. Espero que no sea un tipo tan repugnante como tu…

OSCURO

QUINTO ACTO

Mismo decorado, sin nadie. Al poco rato aparece Arthur sólo, huraño… y en calzoncillos.

VOZ EN OFF – Señoras, señores, gracias por haber elegido viajar en el Eurostar. Nuestro deseo es que hayan tenido un viaje agradable. Antes de bajar del tren, comprueben que no olvidan nada a bordo. Les deseamos una excelente estancia en Londres y esperamos tener el placer de contar de nuevo con ustedes en el Eurostar.

Arthur tiene un aspecto penoso. Suena el móvil, contesta maquinalmente.

Arthur (con tono monocorde) – ¿Eres tú Cristina?… ¿Has encontrado billete? ¿Estarás dentro de media hora en Waterloo…? (apático) ¡Estupendo…! No, todo va bien… Te lo aseguro… ¿Qué quién era la mujer que contestó al teléfono hace un rato? No tengo ni idea… Sí, claro que era mi teléfono… Bueno, si te empeñas… Oye, hablaremos cuando llegues, ¿de acuerdo…? ¿La película? ¿De qué película me hablas? Ah… el video… La muy marrana… Escucha, puedo explicártelo todo, te lo aseguro… Bueno, al menos déjame que lo intente…. ¿Y qué era esa gran novedad que me tenías que anunciar? ¿Que quieres el divorcio? Por favor, será mejor que hablemos luego de todo eso ¿no te parece? (Aparta el teléfono de su oído para protegerlo de los aullidos de Cristina) Escucha, tengo que dejarte, esto se va a cortar… No tengo más monedas…

Guarda el teléfono como un zombi y se incrusta en su asiento. El guión de la película sigue en el asiento contiguo. Lo coge y empieza a leer cuando suena su móvil.

Arthur – ¿Fred…? Estoy metido en un buen lío… Escucha, es un poco complicado de resumir… Dime si te acuerdas de haber ido conmigo en Cannes a una boite muy selecta tras el seminario de remotivación comercial… ¿Ah, sí…? O sea que estaba completamente borracho… ¡Dios mío! ¿Recuerdas haberme visto con una tal Marilyn…?

Maquinalmente coge el guión y lee el título manteniendo la comunicación con Fred.

Arthur (leyendo en voz alta) – Eurostar, una película de Arthur Monero… con Marilyn Milor… No… estaba leyendo el título de un guión… Sí Arthur Monero es el nombre del director. Y, Marilyn Milor… ¿Te suena a algo? A mí no me suena a nada… ¿Arthur Miller y Marilyn Monroe…? Sí, eso sí que me suena… ¿Entonces tú crees que…? No, no… No te molestes, gracias Fred…

Cuelga el teléfono se deja caer en el asiento y abre la primera página del guión.

Arthur (leyendo en voz alta la primera frase) – Perdone, creo que su maleta está sentada en mi asiento… (Arthur, totalmente anonadado, deja el guión). Pues sí… Estoy seguro de que hará una excelente carrera…

OSCURO

EPILOGO

Mismo decorado. Un hombre está sentado en uno de los asientos. Su cara se esconde a los espectadores tras el periódico deportivo que está leyendo. La misma maleta que se supone pertenece a Arthur Monero descansa en el asiento de enfrente.

VOZ EN OFF – Señoras, señores viajeros, el Eurostar número 3223 con destino a Paris, Estación del Norte, está a punto de salir. Presten atención a las puertas que se cerrarán automáticamente.

Llega Marilyn, exactamente de la misma forma que llegó al comienzo de la obra, tirando de su pequeña maleta de ruedas. Pasa, se fija en el hombre, sigue adelante pero vuelve sobre sus pasos.

Marilyn – Perdone que le moleste, pero le he reconocido inmediatamente…

El hombre se dispone a bajar el periódico para contestarle.

OSCURO

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EuroStar (Español) · La Comédiathèque

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Ella y El, Monologo Interactivo

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Un hombre y una mujer o varias parejas

La apasionante aventura de la vida en pareja… Ella y El nos propone un recorrido en clave de comedia, por diferentes escenas del amor actual : el primer encuentro, la noche de bodas, la convivencia en el hogar, los amigos, los vecinos, los hijos, el trabajo, el deseo, las frustraciones…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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el EYE

Ella y El

Monólogo Interactivo

Entrada de los artistas

1 – Noche de bodas

2 – El tiempo de las cerezas

3 – Avería de tele

4 – Cuarentena

5 – Definición del amor (por lo que no es)

6 – y Reencuentro

7 – ¿Carpaccio o Bacon?

8 – Desaparición

9 – El mundo del deporte

10 – ¿A dónde va uno cuando ha muerto?

11 – La temporada de lluvias

12 – Carnicería

13 – Un par de viejos

14 – Pesadilla

15 – Los muebles

Salida de emergencia

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Rimes Orphelines

Recueil de poèmes à lire, à dire ou à jouer…

Point ici d’alexandrins académiques, de rimes faciles et d’images éculées. La poésie de Jean-Pierre Martinez, à la manière de celle d’un René Char, puise à la source de l’indicible pour le donner à entendre malgré tout. La fonction de la poésie n’est pas d’embellir le réel en le décorant, mais de révéler une réalité plus profonde en «redonnant un sens plus pur aux mots de la tribu» (Mallarmé). Seul ce qui ne peut être exprimé autrement mérite d’être donné à entendre par la poésie. Une rime orpheline est un mot qui ne peut rimer avec aucun autre que lui-même. C’est donc une rime à rien. Une rime impossible, qui symbolise parfaitement l’utopie de l’entreprise poétique et la solitude du poète refusant de s’inscrire dans une lignée. « Rimes orphelines » ne traite pas d’un univers particulier, même si certains thèmes apparaissent de façon récurrente (la mer, le voyage, l’exil…). La forme est parfois classique, parfois totalement libre. Et si l’interrogation du réel est toujours présente, l’humour n’est jamais loin, pour signifier que la vérité se niche plus souvent dans la sincérité voire la naïveté de la question que dans le caractère indiscutable de la réponse.


Ce texte est offert gracieusement à la lecture. Avant toute exploitation publique, professionnelle ou amateur, vous devez obtenir l’autorisation de la SACD.


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Le coquelicot

Le coquelicot rêve au bord du chemin, hors champ,

là où nulle moisson ne l’attend.

Imparfait comme une ébauche de fleur,

il est déjà couvert de la poussière du monde,

comme d’une farine.

Son produit n’est pas de bon pain blanc,

mais de croissant de lune.


Liberté

J’étais champ de décombres, je suis un champ de blé.

La mémoire des combats et les blessures au front

ensemencent mes plaies, je ne suis qu’un sillon.

Les moissons à venir vous diront ma revanche.

La vie coule de mes veines, et irrigue mon chant.

Sur les ruines des batailles, j’ai construit ma maison,

dans le fond des tranchées assis mes fondations.

Du feuillage de mes branches j’ai réchauffé les miens.

Et enfin de ma sève dans un coin de jardin.

J’ai signé l’armistice avec ma part de l’autre.

Et si la nuit réveille ma crainte de l’ennemi,

si la douleur m’aiguille tapie dans les ténèbres,

j’ai survécu. J’ai fait la paix avec moi-même.

Seuls au ciel les corbeaux connaissent ma destinée.

J’en ai fini avec la culpabilité.


Légèreté

Poussé par le hasard de destins en déroutes,

j’ai couru les chemins de l’exil sur la terre,

et foulé les déserts pour revenir à toi.

Ma Méditerranée, jusqu’à la dernière goutte,

le sel de tes larmes sera ma patrie, la mer.

Je ne suis qu’une plume emportée par le vent,

je veux être ta course et ton essoufflement.

Je serai légèreté et si tu penses à moi,

que jamais en mon nom pierre ne soit baptisée.

Je veux être ce vent qui vivant m’a porté.

Et si la pesanteur doit encore me lester,

si par-delà ma vie je dois encore peser,

quand je serai poussière de grâce épargnez-moi

une sombre demeure, je veux n’être que sable

soulevé par la brise, et bercé par les vagues.


Terrasse

Au soir sera conté ce qui reste d’aimer,

les horizons tout neufs au regard qui s’efface,

de l’amertume ancienne aux plaisirs du café,

et des instants infimes la culture en terrasse.


Ici et las

Ma place était l’ailleurs, j’étais de nulle part.

Je rêvais de voyages, et jamais d’arriver.

Je ne sais maintenant quels chemins emprunter

pour sentir à nouveau l’ivresse du départ.

Je suis d’un peu partout, d’avoir trop voyagé,

où que j’aille, je reviens, au revers du décor.

Mes Illiades ne sont plus qu’une seule Odyssée

dont je connais trop bien et la route et le port.

Je n’ai plus de saisons qu’un pays pour chacune,

je n’ai de compagnie que ma ligne aérienne,

j’ai perdu mon amour et au clair de la lune,

je n’ai de souvenir que ta main dans la mienne.


Poète, nouvelliste, scénariste et dramaturge, Jean-Pierre Martinez a écrit une centaine de comédies pour le théâtre, régulièrement montées en France et à l’étranger. 

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Rimes Orphelines Lire la suite »

Monologues

Comme un poisson dans l’air

1 ou plusieurs homme(s) ou femme(s)
Recueil de courts monologues poétiques et humoristiques
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Happy Dogs

1 homme ou 1 femme
Long monologue tragiquement drôle à lire ou à jouer
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Écrire sa vie

1 homme
Autofiction
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Vous m’en direz des nouvelles

1 ou plusieurs homme(s) ou femme(s)
Nouvelles à lire, à dire ou à jouer
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Rimes Orphelines

Monologues

1 ou plusieurs homme(s) ou femme(s)
Poèmes à dire ou à jouer
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Monologue pour un homme

Monologues Lire la suite »

Comédies à sketchs

Le sketch ou la saynète est à la pièce de théâtre ce que la nouvelle est au roman : un format beaucoup plus court et donc une structure plus simple, généralement articulé sur un ou deux rebondissement et une chute forte.  Le micro-théâtre, pour sa part, en s’appuyant sur ce genre de textes courts et requérant peu de de moyen pour être mis en scène, opte pour des représentations en décors réels intégrant le public comme partie prenante du spectacle.

Elle et Lui, Monologue Interactif

Jusqu’à 30 personnages (hommes et femmes)
Les hommes et les femmes peuvent-ils vraiment se comprendre surtout lorsqu’ils vivent en couple ? Mieux vaut en rire…
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Brèves du Temps Perdu

Jusqu’à 30 personnages (hommes et femmes)
Le temps, la vie, la mort, l’amour et l’éternel retour…
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Morts de Rire

Jusqu’à 40 personnages (hommes et femmes)
Humour noir.
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Sens Interdit Sans Interdit

Jusqu’à 50 personnages (hommes et femmes)
Humour absurde.
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Le Comptoir

Jusqu’à 50 personnages (hommes et femmes)
Humour doux amer.
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Avis de Passage

Une trentaine de rôles masculins ou féminins
Dans le hall d’un immeuble, entre les boîtes à lettres et le digicode, d’étranges personnages se croisent sans toujours se comprendre…
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Bureaux et Dépendances

Une quarantaine de rôles masculins ou féminins
Le temps d’une pause cigarette… électronique, quelques accrocs au boulot échangent des propos brumeux.
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Brèves de Trottoirs

Jusqu’à 25 personnages (hommes et femmes)
Étranges histoires sur un trottoir…
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De toutes les Couleurs

Jusqu’à 30 personnages (hommes ou femmes)
Vous en verrez de toutes les couleurs…
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Alban et Ève

Jusqu’à 22 personnages (hommes ou femmes)
Un homme et une femme en leur jardin. Sont-ils les premiers ou les derniers ? Sont-ils même un couple ? Dieu seul le saurait s’il n’était pas déjà mort…
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Mélimélodrames

Jusqu’à 16 personnages (hommes ou femmes)
Si le monde est un théâtre, la pièce n’est souvent qu’un navet. Son auteur reste anonyme, et les seconds rôles sont les plus vite oubliés. Entre absurde et boulevard se joue la tragicomédie de la vie. L’important est de ne pas rater sa sortie… Six saynètes d’un humour amer, sur le mélimélodrames de nos vies ordinaires.
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Des valises sous les yeux

Jusqu’à 30 personnages (hommes ou femmes)
Quand la vie se fait la malle…
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Minute, papillon !

Jusqu’à 26 personnages (hommes ou femmes)

L’espérance de vie d’un papillon n’est parfois que d’une journée. Pendant ces 24 heures, il papillonne de fleur en fleur, pour vivre pleinement son existence et assurer sa descendance. Si nous finissons centenaires, nous aurons vécu 36 000 vies de papillons. Qu’aurons-nous fait de chaque jour ?
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À cœurs ouverts

Jusqu’à 24 personnages (hommes et femmes)
Dans un bistrot situé en face d’un hôpital, et tenu par un drôle de patron, se croisent les destins d’hommes et de femmes à la recherche d’un cœur à prendre. Pour une transplantation, ou plus si affinité…
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Trous de mémoire

Jusqu’à 24 personnages (hommes et femmes)
Comme les trous noirs, les trous de mémoire ouvrent sur des univers parallèles inconnus…
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Brèves du temps qui passe

Jusqu’à 24 personnages (hommes ou femmes)

Depuis la préhistoire jusqu’a la fin du monde, quelques instantanés de nos vies dérisoires.
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Les rebelles

4 hommes et 2 femmes

À l’âge adulte, nos vies ne sont pas toujours telles qu’on les avait rêvées à vingt ans. À l’inverse, le souvenir idéalisé de nos vingt ans est souvent assez éloigné de la réalité de notre jeunesse. Entre nos vies rêvées et notre vie tout court vient se nicher la nostalgie de tous les possibles. Reste l’éternelle question : aurait-on vraiment pu vivre une autre vie, ou bien tout cela était-il écrit à l’avance ? Cette comédie douce amère brosse par petites touches le portrait tragi-comique de quelques personnages aux destins contrariés.
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Drôles d’histoires

Jusqu’à 20 personnages (hommes ou femmes)

L’inspecteur Colombo qui se présente devant Saint Pierre. Deux flics qui enquêtent sur la mort de Van Gogh. Comment s’appelle le premier être humain dont on connaît encore le nom ? Une dizaine de drôles d’histoires prêtant à rire pour donner à penser.
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Tueurs à gags

Jusqu’à 24 personnages (hommes ou femmes)

Tueurs à gages, une profession méconnue, mais d’utilité publique, et un métier d’avenir, surtout en période de crise. À la table d’un bistrot se croisent plusieurs personnages exerçant cette noble fonction, et leurs clients aux mobiles aussi divers que surprenants. Et vous ? Si vous pouviez impunément supprimer une seule personne sur cette Terre, le feriez-vous ? Et sur qui porterait votre choix ?
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Brèves de Confinement

Jusqu’à 32 personnages (hommes et femmes)
Comédie à sketchs inspirée par la crise sanitaire.
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Pour de vrai et pour de rire

Jusqu’à 25 personnages (hommes ou femmes)
S’il est parfois difficile de démêler le vrai du faux, on peut prendre un malin plaisir à les entremêler. Pour de rire. 
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Sketchs en Série

Plus de 400 personnages (hommes et femmes)
Recueil des 200 sketchs de l’auteur.
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