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Cuatro Estrellas

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

2 hombres / 2 mujeres

¡Si dos son compañía y tres son multitud, con cuatro uno sobra en esta alocada comedia espacial! Cuatro pasajeros que no tienen nada en común participan en un viaje turístico al espacio. La convivencia de estos resulta de lo más normal, hasta que la torre de control les dice que debido a una fuga de oxígeno, tendrán que ser repatriados urgentemente. Con el pequeño inconveniente de que no habrá suficiente aire para todos ellos. Uno se debe sacrificar, de lo contrario, todos morirán. Tienen una hora para decidir cuál será el que se convierta en héroe o asesino… El reloj está andando.


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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Cuatro estrellas

Una comedia de Jean-Pierre Martínez

Personajes :  

Natalia

Jesica

Jonathan

Iván

 

 © La Comédi@thèque

ACTO 1

 

Modulo principal de una nave espacial, al ser comedia no impide que la escenografía sea extravagante o exagerada en lo que a ciencia ficción se refiere. La pared posterior se puede cubrir con una pintura que represente un cielo estrellado visible desde la ventana. A ambos lados dos tabiques, de un lado un teléfono radio, más una terminal con una luz roja intermitente, y del otro lado un hacha roja también, en una caja de cristal con la leyenda “romper en caso de emergencia”. En la cuarta pared también se incluye una ventana que ofrece a los pasajeros unas vistas impresionantes de la tierra, la luna y las estrellas, de acuerdo con la rotación del habitáculo. A la izquierda del escenario ubicamos la salida para el puesto de mando y el laboratorio. Los baños y salas comunes al otro lado de la cabina. Jonathan, de pie frente al público, sorprendido admirando el espectáculo.

Jonathan – Es increíble, mira Jesica, ¡se ve Argentina!

Jesica, fingiendo que busca algo, lanza una mirada en dirección a Jonathan.

Jesica – Ah, si… Que chiquitita que se ve…

Jonathan – Se ve claramente la Cordillera de los Andes, la Selva Amazónica… deforestada, Punta del Este… ¡Por poco no se ve mi yate! Ahí está amarrado.

Jesica – Con Google Earth se vería. Si solo pudiera encontrar mi celular…

Jonathan – Esto es una locura, que bueno es saber que hoy en día los mapas son estrictamente fieles a la realidad, a diferencia de la edad media que por ejemplo no mencionaban América. Aquí tenemos una prueba visual de aquel error.

Jesica – ¡No me diga que pago este vuelo una fortuna solo para eso!

Jonathan – Pero mira, incluso puedo ver el Rio de la Plata (Se acerca a la ventana) No, no… Es caca de paloma en la ventana…

Jesica (acercándose también a la ventana) – Que curioso desde aquí no vemos las fronteras…

Jonathan (riendo) – ¿Que esperabas ver los trazos como en los mapas de geografía? Dicen que hasta se podía ver el muro de Berlín.

Jesica – Sí, es una pena que ya no exista.

Jonathan – Por suerte todavía se ve la Gran Muralla China!

Jesica – Y pronto se verá la que van a construir entre EEUU y México…

Jonathan – ¿Y usted? ¿Por qué hizo este viaje entonces?

Jesica – Lo gané en un concurso de tv, el primer premio incluía este viaje. Debía adivinar quién era el próximo expulsado en un reality show.

Jonathan – Ah sí, felicitaciones…

Jesica – Aunque debo decir que fuimos miles los que acertamos, finalmente por sorteo salí favorecida…

Jonathan – En cambio a mi este pequeño viaje al espacio me salió un millón de dólares…

Jesica – Claro para ser totalmente honesta, yo hubiera preferido el segundo premio.

Jonathan – ¿Que era?

Jesica – ¡Un Ford Ka!

Jonathan – Ah sí…

Jesica – ¡0 km! Con todos los chiches, levanta cristales eléctricos, cd con mp3, aire acondicionado, por cierto que calor que hace aquí.

Jonathan (vuelve a contemplar el espectáculo delante de él) – Es realmente increíble… No hay necesidad de ver el pronóstico del tiempo desde aquí. Te puedo decir que en aproximadamente una hora, un huracán devastara Nicaragua. Y créame va a ponerse fea la cosa… ¿No le parece divertido?

Jesica sigue su búsqueda por todos lados, excepto en la ventana.

Jesica – Lo tenía en mis manos hasta hace un momento… Que yo sepa no sabe volar…

(Se encuentra cara a cara con Iván, el capitán, que llego desde el puesto de mando)

Jesica – ¡Ah, Iván!

Iván – ¿Buscando algo?

Jesica – Sí, mi iPhone.

Iván (extendiendo su iPhone) – Lo encontré flotando en el techo del baño. Es un pequeño fallo del sistema de gravedad artificial en esa parte de la nave. Voy a tratar de solucionarlo…

Jesica – ¡Gracias señor!

Iván – Por desgracia, no fue el único Objeto Volador No Identificado que encontré cerca del inodoro… ¿Para qué quiere su celular?

Jesica – ¡Una llamada telefónica!

Iván – Creo que eso va a ser imposible.

Jesica – Pero si en los aviones es durante el despegue y aterrizaje que no se puede usar el móvil, ¿verdad?

Iván – Sí. Pero aquí estamos en un trasbordador espacial, claro que puede conectar su iPhone, pero si llega a tener señal a más de 180 km de la antena de su operador, definitivamente me voy a cambiar de compañía.

Jesica – Entonces no se puede llamar de ninguna manera…

Iván – Lo siento…

Jesica – Estoy totalmente aislada del mundo exterior…

Iván – Aislada del mundo no necesariamente, pero digamos que si en el espacio su iPhone llegara a sonar no sería una llamada proveniente de la tierra precisamente.

El teléfono de Jesica comienza a sonar, ella se sorprende.

Jesica – ¿Hola? (Corrigiéndose a sí misma) Perdón es la alarma me olvide de cambiarla.

Iván – Igualmente debo reconocer que cuando se está en órbita alrededor de la tierra es muy difícil saber qué hora es en realidad.

Jesica – Pero en caso de emergencia, por ejemplo, ¿no podemos ni siquiera llamar a los bomberos?

Ivan señala la luz roja en la pared junto a la radio.

Iván – En caso de emergencia estamos conectados a la torre de control constantemente por el panel de la radio. Pero si lo que quiere es cambiar su cita con el peluquero, me temo que va a tener que esperar a que volvamos a la tierra…

Jesica suspira.

Jesica – Ni siquiera sé que ponerme esta noche, con el calor que hace aquí, ¿será una cena de gala?

Iván – Mi Esmoquin lo deje en tierra, pero usted haga como se sienta más cómoda…

Jesica (sonriendo) – Genial…

Natalia entra en escena y cruza a Jesica que sale.

Natalia (con frialdad a distancia) – ¿Hola Jesica, necesita algo?

Jesica (imitando a ET) – Teléfono, casa……..

Natalia niega con la cabeza, Jesica se va.

Jonathan – ¡Miren de este lado ya se ve la luna!

Ivan se queda mirando a Jesica cuando se va a la altura de su espalda baja, lo que no escapo a la atenta mirada de Natalia.

Natalia – Por este lado también se la puede ver… (A Ivan) ¿A quién quería llamar?

Iván – Llamar a su peluquero, la madre, amigas, nada importante digamos…

Natalia no tiene tiempo para responder.

Jonathan – Iván disculpe, ¿esta noche podemos elegir que comer? Lo que hemos comido hasta aquí (Se agarra la cabeza)… Es víspera de año nuevo, ¿no pretenderá que comamos esa comida seca no?

Iván – No se preocupe Jonathan, hoy tenemos Pollo a las finas hierbas………deshidratado, con papas, a eso le agregamos agua caliente y ¡voila!

Jonathan (suspirando) – Con el precio que pague este pasaje esperaba al menos que hubiera caviar en la recepción.

Iván – ¿Por qué no come algunos de sus famosos chorizos?

Jonathan – Traía una valija llena pero me la hicieron dejar por exceso de equipaje, era eso o mi reproductor de DVD con la colección completa de los Simpson…

Natalia – Y como usted es un hombre de buen gusto…

Jonathan – Bueno, mientras tanto para ir despertando el apetito, me voy a la sala de ingravidez a hacer piruetas, todavía no logro entender cómo funciona…

Iván – Perfecto… Vaya hombre diviértase…

Jonathan – Puerco araña, puerco araña, al mal ataca con su telaraña, su colita retorcida… (Natalia niega con la cabeza evidenciando no conocer los Simpson, Jonathan emprende la salida, antes se detiene). Y Natalia. ¿Cómo va su investigación?

Natalia – Dios no creó el mundo en un solo día, deme otra semana para tratar de entender como lo hizo.

Jonathan – ¿Sobre qué investiga exactamente?

Natalia – El Big Bang.

Jonathan (escéptico) – En caso de necesitar asesoramiento comercial me avisa. (Jonathan se va tarareando la melodía de los Simpson) Puerco araña puerco araña, al mal ataca con su telaraña.

Iván (a Natalia) – ¿Sabe cómo hizo su fortuna? Embutidos… Además invento un chorizo con condimento dentro, chimi churri o salsa criolla…

Natalia – Es curioso…

Iván – Es un pesado.

Natalia – Entonces, vale lo que pesa en dólares, sin estos nuevos ricos dispuestos a pagar sumas astronómicas para ver la tierra desde el cielo, yo no podría continuar mi investigación.

Iván – Imagínese, el misterio de cómo empezó todo podría dilucidarse gracias a una marca de Chorizos…

Natalia – ¿Y usted? Sin el apoyo de los canales de tv, volaría un avión de pasajeros a las Islas Galápagos de vez en cuando en lugar de un transbordador espacial, es la triste realidad.

Iván – Los canales de TV están considerando un nuevo concepto de televisión realidad. Algo así como La Casa de la luna, una nueva versión de Gran Hermano pero en el espacio.

Natalia – ¡Gran Lunático! ¡Qué programa!!! Así que por eso Jesica está aquí…

Iván – Quieren saber si por debajo de los 60 iq el cerebro humano se resiste a la ausencia de gravedad. Así que no hay manera de poner en peligro la vida de estos chicos.

Natalia – En ese caso podrían haber experimentado con un pescado.

Iván – Un pescado no es tan bonito de ver como Jesica.

Natalia – Ah por ahí viene la cosa….

Iván – ¡Nooo! No creo realmente que sea mi tipo de mujer.

Natalia – Antes se la comió con los ojos, quien diría…

Iván – No le voy a negar que es hermosa. ¿Usted esta celosa?

Natalia – Celosa yo de ella, además ¿que le hace creer que usted es de mi tipo?

Iván – Por lo menos en la víspera de año nuevo no veo demasiada competencia… a no ser que Puerco Araña sea realmente su tipo de hombre.

Natalia – Tranquilo, su Gran Hermano versión Star Trek todavía no se estrenó.

Iván está a punto de responder cuando el terminal de la pared donde está el teléfono/radio comienza a parpadear en rojo.

Iván – Perdón… Capitán Spock, escucho… (Natalia está por salir pero intrigada por las caras que hace Iván cambia de opinión) Si… Repítame eso por favor… Esta bien… No, no…. Esta bien, manténgame al tanto.

Iván cuelga.

Natalia – ¿Algún problema?

Iván – El centro de control ha detectado una fuga en el sistema de suministro de oxígeno…

Natalia – ¿Es grave?

Iván – Todavía no se sabe… Me dicen que apenas sepan algo más nos comunican… Mientras tanto voy a conectar la alimentación de emergencia…

Jesica vuelve esta vez con un vestido atractivo.

Jesica – ¿Cree que puedo usar este vestido esta noche?

Iván no le presta atención.

Iván – Perdone pero tengo un pequeño problema que resolver. (Aparte a Natalia) No hay necesidad de preocupar a los turistas con todo esto ahora…

Iván se va, Jesica se siente decepcionada.

Jesica – Ni siquiera me miró… Me siento invisible para él… (A Natalia) ¿Usted me encuentra transparente?

Natalia – Al vestido lo encuentro transparente…

Jesica – Quizás fue demasiado….

Natalia – Es víspera de año nuevo y año nuevo es solo una vez al año, entonces por qué vestir igual que siempre, una mujer tiene el derecho de vestirse de puta si así lo desea para año nuevo, no tanto para navidad…

Jesica – ¿No te gusta?

Natalia – Yo no dije eso.

Jonathan regresa siempre tarareando.

Jonathan – Puerco araña, puerco araña…. (Se detiene al ver a Jesica)… ¿Qué me perdí?

Jesica en voz alta.

Jesica – ¿Y usted Jonathan que opina?

Jonathan (atónito, sin dejar de mirarla) – ¿Sobre qué exactamente?

Jesica – ¡Mi vestido!

Jonathan – ¡Ah su vestido, haberlo dicho antes! Yo no lo usaría en invierno…

Iván vuelve. Natalia observa que está aún más preocupado.

Natalia – ¿Está bien Capitán Spock?

Jesica – Pensé que era comandante y su nombre Iván… ¿Spock es el apellido?

Iván – Todo está bien. He conectado el sistema de ventilación de emergencia.

Jonathan – ¿Sistema y emergencia en la misma frase? No me gusta nada.

Iván (mostrando una sonrisa tranquilizadora) – Un pequeño problema técnico, pero se resolverá en un minuto… Tenga plena seguridad que podremos continuar con nuestro viaje como estaba planeado.

Jonathan – Bien, bien… Estaba pensando, como estamos dando vueltas al sol a la misma velocidad que la tierra… Bueno ya sabe, lo que quiero decir es… ¿Cuándo exactamente podemos considerar que es medianoche?

Iván (irónico) – Créame Jonathan este será el año nuevo más largo de su vida…

Preocupación en Natalia.

Jonathan – ¡Qué locura este viaje! De todos modos es algo que se hace solo una vez en la vida.

Natalia – Que la boca se le haga a un lado.

Jonathan – Hace bastante calor aquí. (Hacia Jesica) Tiene usted razón, debería haber tomado el Ka, al menos tenia aire acondicionado.

La terminal de radio de la pared comienza a parpadear. Iván intercambia miradas con Natalia y levanta el auricular. Natalia intenta desviar la atención y señala con el dedo en dirección a la ventana hacia el lado del espectador.

Natalia – ¡Estamos sobre china!

Iván (con el auricular) – ¿Si le escucho?

Natalia – ¡Incluso se ve la gran muralla!

Jonathan – ¿Dónde?

Jesica – No veo nada…

Natalia – ¡Ahí está!

Jonathan – Ah sí, ahí está la veo.

Jesica – Yo todavía no veo nada. Empiezo a preguntarme que es lo que hago aquí.

Iván (en el auricular) – Ok….

Iván cuelga e intercambia miradas de preocupación con Natalia.

Jonathan – ¡Este es el mejor día de mi vida!

Natalia – Y el ultimo…

Iván (a Jesica) – Jesica, me parece que hoy no ha hecho sus sesiones de ejercicio en el gimnasio de ingravidez. Le recuerdo que esto es parte de nuestra rutina diaria….

Jesica (suspiro) – Me marea, yo, caminar por las paredes como una Cucaracha. ¡No soy una cucaracha! ¿Por qué tengo que hacer eso?

Jonathan – Te acompaño, veras que es divertido.

Se va con Jesica, cantando. Iván y Natalia se quedan solos.  

Natalia – ¿Y?

Iván – Es un poco más grave de lo esperado…

Natalia – Me debe decir la verdad, comandante. Le recuerdo que más allá de mi condición de científica yo soy el copiloto de esta nave.

Iván – El sistema de ventilación principal está roto. Vamos a tener que recurrir al sistema de emergencia.

Natalia – Cuanto tiempo nos da el sistema de emergencia.

Iván – Cuatro horas.

Natalia – Lo suficiente para volver a la tierra inmediatamente. Pero no lo suficiente para pasar la víspera de año nuevo aquí. Los turistas se sentirán decepcionados pero a Jonathan le reembolsaran parte del dinero y Jesica tendrá su Ford Ka con aire acondicionado.

Iván – No es tan sencillo por desgracia.

Natalia – Ya me parecía. De lo contrario ¿por qué tendría esa cara de perro mojado? ¿No estaremos a la deriva en esta chatarra?

Iván – El sistema de oxigeno de emergencia solo está previsto para tres personas…

Natalia (asustada) – ¿Es broma?

Iván – ¿Porque tendría esta cara de perro mojado si esto fuera una broma?

Natalia – ¿Pero por qué?

Iván – Usted lo ha dicho, esta nave es una ruina. El propulsor se recuperó de una lanzadera Norteamericana que los americanos consideraban basura, la cabina es de una estación espacial Europea en desuso…. y el módulo en el que nos encontramos ha sido improvisado de una vieja capsula Soyuz Rusa…

Natalia (aterrada) – Si está previsto para tres personas… Entonces ¿Cómo se atreven a mandar a cuatro?

Iván – Puerco Araña pago su pasaje un millón de dólares. Sin él, y los de la Tele el viaje hubiera sido cancelado por fondos insuficientes… y usted nunca podría haber ni siquiera iniciado su investigación.

Natalia – ¿Entonces usted lo sabía?

Iván – Ya se lo dije. Era nuestra única oportunidad de hacer este viaje. ¿Hubiera renunciado a esta oportunidad única de revisar sus teorías acerca del Big Bang?

Natalia – No.

Iván – No… Porque si tiene éxito eso le valdría el Premio Nobel. Usted hubiera continuado a pesar de todo al igual que yo.

Natalia – Lo admito sí, pero nuestros turistas, ellos no son nobelizables. Tienen derecho a saber lo que pasa.

Iván – Ellos si hubieran sabido no venían…

Natacha – Puerco Araña hubiera elegido un “All inclusive” en Bora Bora.

Iván – Si, y Barbie el Ka con aire acondicionado.

Natalia – Bravo…. ¿Y ahora que proponen los brillantes organizadores de abajo?

Iván – Nada, que nos arreglemos solos, la ecuación es simple. Tenemos aire para tres personas durante cuatro horas, o reducimos la cantidad de pasajeros… O debemos dejar de respirar todos durante una hora.

Natalia – ¿Y cómo lo hacemos?

Iván – Con una capsula de Cianuro por ejemplo…

Natalia – ¿Perdón?

Iván – En el botiquín del baño, que también es chino por cierto, hay cianuro… Plan B digamos.

Natalia – ¡Genial pensaron en todo! Igualmente no va a ser fácil encontrar un voluntario para que viaje al más allá.

Iván – Tengo una idea pero no le va a agradar…

Natalia – Pruébeme…

Iván – Un poco de cianuro en polvo sobre las papas, que va muy bien, ella no se daría cuenta de nada…

Natalia – ¿Ella? Es una broma espero.

Iván – ¿Prefiere Puerco Araña?

Natalia – ¡Eso sería homicidio, comandante! A pesar de que nuestra conciencia podría vivir con ello, le recuerdo que este es un acto condenado por la ley.

Iván – Pero mandar a cuatro personas a volar con tres paracaídas en un avión obsoleto es legal…

Natalia – Ahorremos tiempo, está bien. Pero sepa que terminaremos en la cárcel o viviremos con eso en nuestras conciencias por siempre.

Iván – Tiene razón, ¿entonces que sugiere?

Jonathan y Jesica vuelven de muy buen humor, tarareando la canción de la cucaracha.

Jesica – La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, por que no tiene, por qué le faltan las dos patitas de atrás…

Jonathan – Y bien comandante ¿es la hora feliz? ¡Tengo los colmillos afilados!

Jesica – Yo también estoy hambrienta.

Natalia (aparte a Ivan) – En todo caso será difícil de ocultar por tanto tiempo la verdad… Sin crear pánico innecesario claro esta… tenemos que decirles.

Iván – Usted dice que les anunciemos a estos dos tarados que uno de ellos es exceso de equipaje, pero calmados… No vayamos a crear pánico innecesario… Eso me gustaría verlo.

Natalia (vergüenza) – Puedo intentarlo…

Iván – Si logra hacer eso también puede competir por el Nobel de Psicología…

Apagón.

 

 

ACTO 2

 

Un grito agudo de Jesica en la oscuridad. Un sonido a cristales rotos. Entonces la luz se enciende. Natalia e Iván están trabajando alrededor de la joven mujer que acaba de desmayarse. Jonathan se encuentra delante de ellos, los ojos desorbitados. El sostiene el hacha que estaba en la caja de emergencia detrás del vidrio que acaba de romper.

Jonathan (empuñando el hacha de forma amenazante) – No sé qué es lo que me frena de abrirle la cabeza a ustedes dos…

Iván –E l hecho de que seamos los únicos que podamos llevar esta nave a tierra quizás…

Jonathan – Pero podría matar a uno, a usted por ejemplo…

Iván – No creo que usted sea capaz de algo así.

Jonathan – ¡Cuidado con lo que dice… he hecho una fortuna en un matadero precisamente!

Iván – ¿Mire que no soy cordero eh? Pero nada le impide tratar, siempre podre alegar defensa propia….

Natalia – De verdad creo que este no es el momento adecuado….

Jonathan – ¿Y cuándo será el momento cuando estemos todos sofocados?

Iván – Si tan preocupado esta le sugiero que deje de respirar una hora eso resolvería nuestro problema….

Natalia (hablando de Jesica) – Basta ya, porque no me ayudan con ella.

Jesica despierta.

Iván – Es una lástima, eso también hubiera resuelto nuestro problema….

Jesica – Díganme que esto es una pesadilla y que finalmente me dieron mi Ford KA.

Natalia – Ojala pero no Jesica… ¡Te has sacado el premio mayor!

Jonathan – No estás en un Ford Ka con aire, no… Justamente aire es lo que no tiene esta chatarra voladora.

Jesica – ¿Entonces es verdad? ¡Todos vamos a morir!

Natalia – No todos se lo aseguro.

Jesica – ¿Entonces debe haber una solución?

Jonathan – Sí. (Irónico) La capsula…

Jesica – De que hablan, me desespera…

Jonathan – ¡La capsula de cianuro! ¿No se da cuenta? Uno está de más aquí, y tenemos una hora para decidir cuál de nosotros es…

Jesica – Oh por dios yo estaba segura de que este viaje era una locura, no debería haber abandonado la tierra, si tan solo hubiera escuchado a mi madre. El espacio no es lugar para una dama. Este es sin dudas un castigo divino. Como la caída del Ícaro……

Jonathan – ¿Y ese quien es, uno nuevo?

Jesica – ¡Un personaje de la mitología griega! Que pretende volar como un pájaro en el cielo pero los dioses lo castigan y sus alas se derriten bajo el sol…

Iván (a Natalia) – En fin… Este sería un buen momento para decirles a estos dos que dios no existe, usted basa su trabajo en la creación del mundo, el Big Bang y esas cosas, está en condiciones de explicarles que ningún señor de barba blanca creo los cielos y la tierra…

Natalia – Pero la pregunta es quien encendió la mecha…

Iván – Bueno… por desgracia no tenemos más tiempo para filosofar. Así que, ¿qué hacemos? ¿Vemos quien saca la pajita más corta?

Jonathan – No no no, eso sería demasiado fácil e imprudente….

Iván – Hablando de imprudencia, usted podría bajar el hacha.

Jonathan baja el hacha de mala gana.

Jonathan – Eres el piloto, y nos has metido en esta mierda. Eras el único que sabía la verdad y decidió callar. ¡Creo que es hora que asuma su responsabilidad! ¡En un barco, el capitán se hunde con él, después de que todos los pasajeros se suben a los barcos salvavidas!

Iván – Atención al Señor Cerdo, llamada desde la tierra…

Jonathan – Se imagina que lindo sería, quedaría como un héroe.

Iván – ¡Esto no es una película, hombre!

Jesica – Sin embargo estamos peor que en el Titanic…

Iván – Yo no soy más que un subordinado, he seguido órdenes.

Jonathan – ¡Es lo mismo que dijo el tipo que soltó la bomba en Hiroshima!

Los dos hombres están al borde de la confrontación, Natalia interviene.

Natalia – ¡Pueden terminar ya! Cansan… Y además queman el oxígeno que nos queda innecesariamente… En cuanto a Iván, es verdad. Sería injusto asignarle la responsabilidad. Incluso si buscamos un culpable les recuerdo que la pena de muerte ha sido abolida en la mayoría de los países democráticos.

Jonathan (señalando a los espectadores como si mirara por la ventana de vidrio) – Deberíamos apuntar hacia China o Estados Unidos.

Natalia – Los verdaderos culpables están abajo eso es verdad. Igual nadie desconocía que la realización de este viaje era más peligroso que ir a San Fermín vestido de rojo y en pantuflas.

Jesica – Yo traje un vestido rojo que me queda lindo.

Jonathan – Esta bien olvidémonos de la tierra por un instante. ¿Qué hacemos? ¿Podríamos tratar de identificar entre nosotros al hombre o la mujer cuya perdida significaría menos para la humanidad?

Iván (irónicamente) – Algo me dice que usted tiene razones para creer que es un tipo indispensable.

Jonathan – Tengo una fábrica que emplea a más de 200.000 personas.

Iván – ¿Y usted realmente cree que su fábrica de embutidos no sobreviviría sin usted? Los accionistas nombrarían otro director general y asunto resuelto.

Jonathan – ¿Y usted tiene razones para creer que tiene más importancia que yo?

Iván – Para empezar sé cómo volar esta nave.

Natalia – Yo también…

Jonathan – Ya ve… Uno de ustedes dos será suficiente para conducir esta nave y proporcionarnos el servicio de habitaciones. El otro puede desaparecer por completo. (A Natalia) Cualquiera de los dos me da igual……

Iván – ¡Usted se cree más útil para la humanidad que un futuro Premio Nobel!

Jonathan – ¿Y por qué no?

Iván – Tiene usted razón si hubiera un premio Nobel de Choripanes seria para usted.

Jonathan – Em-bu-ti-dos. Y si, mis embutidos alimentan a un tercio de la población Argentina. Ahora si hablamos del choripán, todos sin excepción aman un buen choripán. (A Natalia) ¿Usted que hacia?

Natalia – Investigo sobre los orígenes del mundo.

Jonathan – ¿O sea…?

Natalia – Nada.

Jonathan – ¿Y ya encontró respuestas que contesten a sus preguntas?

Natalia – No.

Iván – En este caso no eres tan nobelizable, no sé qué te hace creer que tu investigación sea tan útil para nosotros.

Natalia – Nunca he dicho eso…

Nuevo silencio.

Jonathan (a Jesica) – ¿Y usted?

Jesica – ¿Yo que?

Jonathan – Denos una buena razón por la cual debe volver a la tierra……con vida.

Jesica (patética) – Tengo un gato, un perro y un canario que me esperan en casa… Por no hablar de mi madre…

Natalia – ¡Basta! Este no es el camino. ¡Es monstruoso discutir el valor de una vida sobre otra! Es cierto, tal vez que no he descubierto mucho pero al menos sé que ninguna vida vale menos que otra.

Jonathan – Perfecto, entonces a votar.

Jesica – ¿Qué?

Jonathan – Estaba en contra de la votación hasta hace un momento. Y puede ser que sea difícil sacrificarse por los demás, lo entiendo. Pero votar para ver quién de nosotros es el más digno de asumir este honor me parece estupendo.

Natalia – ¡No estoy de acuerdo!

Jonathan – No tiene que votar si no quiere, estamos en democracia. Pero eso no impedirá que votemos por usted, si no sería muy fácil…

Jonathan toma una libreta y un lápiz.

Jonathan – Cada uno pone un nombre en un papel, lo dobla y se lo entrega a Natalia que los va a abrir. ¿Iván?

Iván – Usted jura acatar el resultado de esta votación.

Jonathan – Lo juro.

Iván – Esta bien, vamos a ver…

Jonathan anota un nombre en la hoja, la corta, la dobla en cuatro y pasa el talonario y el lápiz a Ivan.

Jonathan – Sírvase.

Iván – ¿Por qué esta tan seguro de su popularidad?

Jonathan – ¿Y usted?

Ivan hace lo mismo que Jonathan y pasa el bloque más el lápiz a Jesica.

Jonathan – No se preocupe Jesica cuando todo termine usted tendrá su Ford Ka, yo personalmente me asegurare de ello…

Iván le lanza una mirada asesina, Jesica vacila, corta el papel lo dobla y lo coloca sobre la mesa.

Jonathan – Natalia nos haría el honor de anunciar los resultados de las elecciones.

De mala gana Natalia toma un papel y lee.

Natalia – Ivan… (La tensión es palpable, agarra otro papel) Jonathan… (Ella agarra el tercer papel) Jesica… (Aliviada) La votación no dejo ningún elegido para el martirio…

Iván (a Jonathan) – ¿Yo voté en contra de usted, usted voto en contra mío, y quien voto en contra de Jesica?

Jesica – ¡Yo!

Natalia – ¿Usted estaba dispuesta a sacrificarse?

Jesica – Ay no, pensé que teníamos que votar por quien se tenía que salvar.

Miradas afligidas de los otros tres.

Jonathan – Esto no decide nada.

Iván – En tal caso todos morimos en… (Mira su reloj) unas dos horas……

Jonathan – Y… ¿Por qué estamos discutiendo aquí en vez de emprender la vuelta a toda marcha?

Iván – Porque la nave podrá empezar a ser operada de forma manual una vez que entremos en la atmosfera, lo que será en media hora aproximadamente.

Natalia – Anteriormente girábamos en una órbita distante, pero la nave está en camino, si no, hubiéramos girado alrededor de la tierra para siempre.

Jonathan – Ahora me lo viene a decir. Y pensar que me vendieron este viaje como “una estadía placentera…”

Iván – Así que tenemos todavía media hora para decidir quién de nosotros cuatro tiene las cualidades de un héroe.

Natalia – Es una opción digna de una tragedia griega. Si cualquiera de nosotros no acepta morir, moriremos todos. Cada uno de nosotros tiene pues, la posibilidad de morir y salvar a los otros tres o morir por nada con los otros tres…

Jesica – ¿O un perfil bajo y la esperanza de que otro se sacrifique en su lugar?

Natalia – De todos modos no vamos a usar a nadie de chivo expiatorio. El que muera para salvar a los otros tres debe ser voluntario.

Jonathan – Perfecto… candidatos.

Silencio.

Natalia – Me ofrezco como voluntaria.

Los otros tres se quedan atónitos. Jonathan es el primero en reaccionar.

Jonathan – Excelente, está arreglado. Tenemos que agradecerle, pero después de todo, como decía usted, iba a morir de cualquier manera.

Iván – ¿Por qué hace esto? Sacrificándose como lo hizo Jesús, cuando ni siquiera cree en Dios…

Jonathan – ¿Una pregunta? Dado que la Señora es la voluntaria y estamos todos de acuerdo, a cambio prometo hacerme cargo del 50% de los gastos que su funeral ocasione, por supuesto, ¿Tiene además deseos particulares?

Iván – ¡Cállese! Natalia, usted piensa sacrificarse por un vendedor de salchichas……

Jesica – Mi perro es salchicha…

Jonathan – Ahora son salchichas…

Natalia – ¿Quién les dijo que yo pensaba sacrificarme por ustedes?

Iván – Creo que no vale la pena, créame.

Natalia – Llámelo un acto de orgullo, no sé. Pero si hay que morir, prefiero hacerlo con dignidad.

Iván – No voy a dejar que lo haga.

Natalia – Y cómo piensa impedirlo.

Iván – Soy yo el que tiene la clave del botiquín. Y si alguien tiene que sacrificarse aquí, soy yo.

Jonathan – Bueno no se van a pelear ahora, que con uno basta.

Natalia – ¿Usted estaría dispuesto a hacer eso por mí? ¿Por qué?

Iván – Porque tú lo vales……

Jonathan – Lo que es seguro es que no pueden morir los dos. Uno de ustedes nos tiene que llevar a casa. (Hablándole a Jesica) Solo tengo licencia para camiones. Y esta joven encantadora a duras penas que podría aparcar el Ford Ka en su garaje…

Jesica – No estoy de acuerdo.

Jonathan – Perdón por lo del Ka, retiro lo dicho.

Jesica – No estoy de acuerdo con que Natalia o Iván se tengan que sacrificar por nosotros.

Jonathan – No vamos a empezar de nuevo, esto ya estaba decidido.

Jesica – ¿Cómo podremos seguir viviendo con esto en nuestra conciencia después?

Jonathan – Créame (Mirando su reloj) No tenemos más que quince minutos para decidirlo.

Iván – Entonces ¿Qué sugieres?

Jesica – El azar, es la única solución que me parece justa.

Jonathan – Justa y arriesgada…

Natalia – Me pregunto si no es Jesica la que finalmente tiene la razón, no sé si están de acuerdo conmigo.

Jonathan – ¿Tenemos alguna elección?

Iván – En realidad no.

Jesica – El tema será ahora encontrar el instrumento de azar.

Iván – Yo propondría la Ruleta Rusa. En una cabina Soyuz sería lo adecuado. Pero desgraciadamente las armas de fuego están prohibidas a bordo. Además si la bala atravesara el cráneo y agujereara la cabina, se despresurizaría, sería un desastre…

Jesica – ¿Y si usamos el hacha?

Iván – ¿Y cómo se imagina que técnicamente jugaríamos ruleta rusa con un hacha?

Silencio de reflexión.

Jonathan – ¿Podríamos hacer una partida de Truco? Traje cartas… Cada partido es un litro de aire. Y el perdedor tiene que dejar de respirar.

Jesica – No se jugar al Truco.

Jonathan – Yo le enseño es muy simple… El uno de espada y el de basto…

Iván (interrumpiéndole) – No trate de confundirnos, el Truco no es un juego de azar.

Jonathan – Usted tiene una mejor idea…

Iván – Tal vez…

Ivan está a punto de salir, Jonathan lo detiene.

Jonathan – ¿A dónde va?

Iván – Voy a buscar algo para tomar. Usted dijo que yo estaba a cargo de los servicios de habitaciones. ¿Verdad?

Jonathan – Yo propongo que permanezcamos agrupados. ¿Quién nos asegura que no esté preparando un ataque por la espalda?

Iván – Tiene mi palabra que no planeo ningún ataque, si quiere puede acompañarme…

Se enfrentan cara a cara y finalmente, Jonathan se hace a un lado.

Jonathan – Está bien, estamos entre personas educadas, después de todo…

Iván sale de la habitación. Nuevo silencio. Natalia mira las estrellas a través de la ventana.

Natalia – Lo encontrara raro para un astrofísico pero jamás me tomo el tiempo de mirar las estrellas de esta manera…

Jonathan (indiferente) – Ah sí…

Natalia – Me pregunto si la respuesta no está ahí finalmente…

Jesica – ¿La respuesta?

Jonathan – ¿A cuál pregunta?

Natalia – El origen del universo.

Jonathan (desesperanzado) – Y dale con lo mismo….

Natalia (emocionada) – Y si la pregunta no es científica sino puramente estética. ¿Si Dios es un artista?

Jonathan se encoge de hombros, Jesica también mira las estrellas.

Jesica – Es cierto que es hermoso.

Natalia (a Jonathan) – Venga también, si usted ha hecho este viaje para ver de cerca las estrellas. ¿O no?

Jonathan – Yo estoy aburrido como un hongo, eso me pasa.

Natalia – Creí saber todo lo que se podía saber acerca del cielo y en realidad estábamos a mitad de camino…

Jesica – Sonara extraño, pero no lamento no haber ganado el KA. Incluso si tengo que morir aquí, ahora, no me importa porque he visto esto… Nunca me sentí tan viva.

Natalia – Todos desapareceremos un día. Debemos ser conscientes al levantarnos cada mañana y agradecer por la vida. Después de todo, las estrellas también mueren. El sol mismo un día dejara de brillar.

Jesica – ¿Ahora mismo nosotros somos estrellas entre otras estrellas?

Natalia – Cuatro estrellas si, entre tantas otras….

Jonathan – Cuatro estrellados vamos a ser. Rápido nos vamos a apagar….

Natalia (mirando al cielo estrellado nuevamente) – Las estrellas también se apagan. Pero cuál de ellas alberga el misterio del universo. Del movimiento perpetuo. Un enorme rompecabezas que nunca logramos reconstruir… porque al final siempre nos falta una pieza.

Jonathan – Ahora… cuando nos sofoquemos le pregunta a Dios si la tiene…

Ivan ingresa con cuatro copas de champagne.

Iván – ¿Ya brindaron por el año nuevo?

Jonathan – ¿Ya es la hora?

Iván – Claro ya es hora y una de estas copas contiene cianuro.

Los otros tres se quedan en silencio.

Jonathan – ¡Usted sabe cuál! ¡Fue usted quien las preparó!

Iván – Por esa razón tomaré la última copa en honor a usted Jonathan.

La bandeja se mueve hacia Jonathan invitándolo a servirse, este duda.

Jonathan – ¿En verdad sabe dónde está?

Iván – No, de lo contrario no sería divertido.

Jonathan decide agarrar una copa y luego Ivan le extiende la bandeja a Jesica que también duda.

Jesica – No puedo soportar el champagne, las burbujas me hacen mal.

Iván –o siento.

Jesica se decide por una copa. Ivan le acerca la bandeja a Natalia que sin dudar agarra una también. Ivan toma la última copa, se acercan los cuatro y levantan sus copas para brindar.

Iván – A la salud de los sobrevivientes!

Los cuatros vacían sus vasos de un solo trago.

Jesica – Mmm rica… ¿Tenemos sushi?

Apagón

 

 

ACTO 3

Los cuatro sentados en semis circulo, el ambiente esta pesado.

Jesica – Pensé que un cohete de este tamaño haría mucho ruido. Pero aquí lo que sobra es el silencio…

Jonathan – Un silencio sepulcral.

Jesica – Aquí hay más silencio que en la casa de mi abuela, y eso que ella vive en el campo…

Natalia – El sonido no puede propagarse en el vacío, es por eso que no escuchamos nada…

Jesica – ¿En lo de mi abuela?

Natalia – ¡En el espacio!

Iván – Sin embargo el cosmos es de todo menos tranquilo. La mayoría de las estrellas que vemos han muerto hace milenios en un gran incendio nuclear. Si Dios existe es más parecido al Doctor Strangelove que a George Moustaki…….

Nuevo silencio.

Jesica – No entendí…

Jonathan – Lo que quiere decir, mi querida Jesica, es que las estrellas también mueren constantemente.

Iván – Si y mueren en silencio a pesar de todo ese espectáculo.

Silencio.

Jonathan – ¿No podemos poner un poco de música?

Natalia – ¡Me aterra el silencio eterno de esos espacios infinitos!

Jonathan – Es lo que yo decía…

Natalia – ¡Pascal!

Jonathan – ¿Pascal?

Iván – Blas Pascal. ¿El filósofo?

Jonathan – Ah si en un capítulo de los Simpson aparece con una ardilla y explica la teoría de la probabilidad.

Natalia – Bueno… al menos sacó algo de enseñanza de ese programa.

Silencio. Jesica toma un bocado del plato.

Jesica No era tan malo el pollo disecado este.

Jonathan – Lo que me da una idea… y si empiezo a fabricar y procesar chorizos deshidratados, seria genial y podría exportar en mayor cantidad a menores costos.

Natalia – ¡Que ridículo! A propósito no siento ningún síntoma… ¿Ustedes?

Jesica – Yo tampoco.

Iván – Lleva tiempo que actué el veneno.

Jonathan – ¿Cuánto?

Iván – Un cuarto de hora supongo.

Jesica – ¿Es doloroso?

Iván – No lo sé nunca tome antes de hoy.

Natalia – ¿Cómo antes de hoy?

Iván – Una forma de decir nada más.

Natalia – Si no recuerdo mal el envenenamiento por cianuro en un primer momento causa convulsiones, pérdida de conciencia, coma profundo…

Jonathan – Efectos secundarios…

Natalia – Efecto principal… detiene el corazón por falta de oxígeno.

Todos tragan saliva.

Iván – Era el veneno favorito de la aristocracia nazi. Goering se suicidó para escapar de su ejecución tras el proceso de Nuremberg.

Jonathan – Cometer suicidio para escapar de la ejecución… No veo el beneficio…

Natalia – De todos modos uno de nosotros morirá en los próximos minutos. Sugiero que todos digamos que cambiaría de su vida si tuviera la posibilidad de hacerlo.

Iván – Usted primero….

Natalia – Si no muero voy a volver a una tienda que vi unos zapatos hermosos y darme el gusto de comprármelos.

Jonathan – ¿Eso cambiaría?

Natalia – El precio me pareció exagerado para un par de zapatos… pero esta aventura me ha enseñado la importancia de la frivolidad. ¿Usted Jonathan?

Jonathan – Por empezar debo dejar de preocuparme solo por mí, por eso estoy aburrido, y el cielo es para los pájaros, yo pertenezco a la tierra….

Natalia – ¿Entonces?

Jonathan – Voy a crear una fundación…

Iván – Usted…

Jonathan – ¿Por qué no? ¡Como Bill Gates!

Natalia – ¿Y cuál sería el propósito de esta fundación?

Jonathan – No lo sé. Acabar con el hambre en el mundo por ejemplo.

Iván – Quien daría, eso me gustaría verlo.

Jonathan – No siempre fui rico, no nací en cuna de oro como quien dice.

Jesica – Cuna de plata tal vez…

Jonathan – Puede ser… Mi abuelo fue el que empezó con el negocio de la carne, mi tío y mi padre se hicieron cargo a la muerte de mi abuelo. Mi padre falleció y al tiempo mi tío que no tenía hijos y ahí tuve que hacerme cargo de todo yo.

Iván – En el fondo sigue siendo un tipo de barrio.

Jonathan – Creo que cuando me hice cargo del negocio la idea era esa, alimentar a la gente con menos recursos, yo soy un idealista también, no sé qué me pasó….

Iván – ¿Y usted Jesica?

Jesica – Reanudaré mis estudios, seguiré aprendiendo idiomas.

Natalia – ¿Usted estudiaba?

Jesica – ¿Si, sorprendida?

Natalia – Un poco, qué clase de estudios.

Jesica – Me interesé en la comunicación, el arte, cantar, actuar. Dejé todo cuando me eligieron para miss Argentina…

Jonathan – ¿Eres miss Argentina?

Jesica – Casi… Me hicieron renunciar justo antes de la final. Un ex-novio que subió un video a las redes donde estamos haciendo cosas de pareja, nada extravagante, un video casero que filmamos hace muchísimo, cosas de adolescente rebelde…

Jonathan la mira con otros ojos…

Iván – ¿Así que habla otros idiomas?

Jesica – Con fluidez Mandarín y Francés, el idioma del amor, ahora estoy practicando algo de ruso.

Iván – Haberlo sabido antes, las instrucciones de la nave estaban en chino.

Jesica – Si los idiomas orientales son muy difíciles, el coreano es hermoso, muy musical…

Natalia – ¿Y usted Iván?

Iván (visiblemente fuera de sí) – Creo que para mí no es el momento adecuado de hacer planes de futuro.

Jesica – ¿No me diga que siente las primeras contracciones… digo convulsiones?

Iván – Voy a dejar que termine la víspera de año nuevo en paz. (Se levanta con dificultad y entrega una carta a Natalia) Mira, escribí una carta en caso de… (Natalia toma mecánicamente la carta) Deberías leerla cuando me haya ido… Odio las despedidas…

Natalia (triste) – Te acompaño…

Iván – No gracias prefiero estar solo… Les deseo a todos un buen viaje…

Jesica – Gracias… Usted también…

Sale de la habitación, los otros tres se quedan solos petrificados.

Natalia se levanta y toma el vaso de Ivan y lo arrima a su nariz cuidadosamente.

Natalia – En este vaso nunca hubo veneno.

Jonathan – ¿Cómo lo sabes?

Natalia – El cianuro tiene un ligero olor a almendras amargas, lo he manipulado muchas veces en el laboratorio y tengo un agudo sentido del olfato.

Jesica también huele el vaso.

Jesica – Es verdad, yo tengo un jabón antialérgico con olor a almendras podridas y esto no huele más que a champagne.

Jonathan – Si a Iván solo le ha caído mal la comida, entonces uno de nosotros tres esta por morir…

Natalia huele los otros vasos.

Natalia – Ninguno de estos vasos tiene olor a cianuro.

Jesica – Pero Iván se veía muy mal…

Jonathan – ¿Entonces?

Natalia – Entonces tomó el veneno antes de servir las copas por eso no importaba quien tomara cual ¿Sino por qué escribir una carta?

Jesica – Pero… ¿Porque?

Natalia – Se sacrificó por nosotros. Voluntariamente, pero no quería que lo sepamos.

Jonathan – ¿Por qué haría eso? No tiene ningún sentido.

Natalia – Para aliviar nuestras conciencias, nos deja creer que fue el destino lo que nos salvó y no un suicidio. Los verdaderos héroes no buscan honores…

Jesica – ¡Por dios!

Jonathan – Jamás lo hubiera creído…

Natalia – No tengo palabras…

Jonathan – ¿Que dice la carta?

Natalia – Prefiero leerla más tarde.

Jonathan – Si… pero tal vez tenga alguna información útil, algo que tiene que ver con usted y la operación de esta nave. No olvide que él era el capitán.

Natalia abre el sobre y comienza a leer en silencio ante la atenta mirada de los otros dos.

Jesica – ¿Y? Diga algo…

Natalia – Es una especie de testamento.

Jonathan – Encima nos dejó algo… Que tipo generoso.

Jesica le da una mirada de reproche.

Natalia – Es un testamento y algunos pedidos especiales.

Jonathan – ¿Pedidos?

Natalia – Pide que le dé su nombre a la fundación.

Jonathan – ¿Fundación? (Las dos lo miran con desprecio) Ah si la fundación para los más hambrientos.

Natalia – También le pide a usted Jesica que mantenga su promesa.

Jesica – ¿Mi promesa? ¿Cuál de todas?

Natalia – La de reanudar sus estudios… Él le deja el contenido de la caja de ahorros que poseía para su retiro para que pueda hacerlo.

Jonathan – ¿Cuánto seria… más o menos?

Natalia – Doscientos cincuenta mil pesos.

Jesica – ¿Qué?

Jonathan – Lo que no es poco… si sabe invertir.

Natalia – Algunas recomendaciones para el aterrizaje y no mucho más…

Jesica – A usted no le deja nada… Unos pesos para comprarse los zapatos… ¿Nada?

Natalia (con pesar) – Si pero es muy personal…

Jonathan y Jesica intercambian miradas de asombro al ver a Natalia estremecerse hasta las lágrimas, de repente, en la terminal de la pared donde está la radio comienza a parpadear en rojo nuevamente. Natalia casi sin expresiones levanta el auricular mecánicamente.

Natalia – Si… (Parece descomponerse) ¿Qué… qué??? Si, espero instrucciones…

Jonathan y Jesica la miran con cara de interrogación.

Jonathan – ¿Que pasa ahora?

Natalia – Subsanada la fuga en el sistema inicial de ventilación principal de modulo B de la nave…

Jonathan – ¿En español???

Natalia – Tenemos suficiente oxígeno para llegar a la tierra sin mayores problemas.

Jesica – Genial… (Se da cuenta) Oh dios mío… ¡Ivan!

Natalia se precipita.

Natalia – Voy a ver si todavía podemos hacer algo por el…

Jonathan y Jesica se quedan solos.

Jonathan – Cuando volvamos a la tierra me van escuchar, estos que se creen… Lo vendieron como el orient express, lo más lujoso de lo lujoso… Todo Chino y lo que no obsoleto…

Jesica – Hasta el botiquín era chino…

Jonathan – ¡Es la torre de Babel, este cohete! No exijo que me devuelvan el dinero ya que lo más importante es que estamos vivos. Se da cuenta, ¿no está feliz?

Jesica – Pobre Iván….

Jonathan – Bueno, si eso le pasa por querer hacerse el héroe…

Jesica – Sin embargo que hombre lindo y valiente… y lindo.

Jonathan – Pero yo estoy aquí además de lindo soy joven… y usted no solo joven si no atrevida… ¿Cómo es eso de que hacia películas de porno casero? Honestamente me ha sorprendido, Jesica, peligrosa, bilingüe…

Jesica – Trilingüe…

Jonathan – Esta aventura me hizo pensar, la veo más madura y fuerte de lo que creí, así que tengo una propuesta para ti. Necesito alguien de confianza que me ayude con…

Jesica – ¿La fundación?

Jonathan – Y dale con la fundación… ¿Qué fundación?

Jesica – Hambre… Mundo… Ffundación… Su lado más humano.

Jonathan – Ah eso si… No… Bueno parecido, busco un gerente para ventas en el mercado asiático y usted me puede venir muy bien…

Jesica – ¿El mercado asiático?

Jonathan – Sería una buena embajadora del chorizo usted… Eso no sonó muy bien que digamos.

Jesica – ¿Cree que yo podría hacerlo?

Jonathan – Imagínese, usted habla más idiomas que el papa, pero con más lindo cuerpo, los chinos se vuelven locos.

Jesica – ¿Chorizos en China? Le parece…

Jonathan – Y con la cantidad que son, con que le guste al 30 % de la población nos dedicamos a la exportación y nada más… En cuanto a la estrategia de marketing mientras bebíamos champagne se me ocurrió. Imagínese… (Jonathan mira hacia la luna y dibuja con su mano.) Con un láser gigante proyectamos en la superficie lunar la figura de un choripán y el nombre de la marca en letras grandes. ¿Se imagina el impacto? La cara de esos chinos, todas iguales con cara de no entender nada, porque se vería en todos lados donde sea de noche claro está.

Jesica no tiene tiempo para responder, Natalia entra desconcertada.

Natalia – El está inconsciente en su cama… Ya no se puede hacer nada, así que he decidido unirme a él…

Jonathan – ¿Como que unirse?

Jesica le saca de las manos un frasco a Natalia.

Jesica – Se ha tomado una capsula de cianuro.

Jonathan – Como se le ocurre, todos vamos a morir, esto no puede ser… (Jesica sorprendida) ¿Quién va a tripular esta cosa a tierra?

Natalia – Lo siento yo no pensé en eso… Adiós, sean felices juntos… Yo también me uniré al hombre que amo para toda la eternidad… antes me doy una vueltita por el baño.

Natalia se va.

Jonathan (destruido) – No puede ser, adiós China, mi yate, usted…

Jesica – Aun así es increíblemente romántico…

Jonathan – Y estúpido…

Jesica – ¡Shakespeare! Que prueba de amor, ¿estás dispuesto a morir por mi Jonathan…?

Jonathan – ¿Como si tuviera otra opción?

Ivan acaba de ingresar con un tubo de drogas en la mano.

Jesica (sorprendida) – Mierda ¡Vamos a reescribir romeo y Julieta!

Iván – No entiendo me trague dos capsulas de cianuro y lo único que tengo es dolor de cabeza y sueño…

Jesica mira con curiosidad el tubo que Ivan tiene en la mano.

Jesica – Esto no es chino, es coreano… (Mira el tubo de nuevo) Es una pastilla para dormir vencida desde 1973.

Jonathan – No es de extrañar que no sea eficaz capitán. Entonces estamos salvados y podemos volar a casa, si lo mantenemos despierto por lo que resta de viaje.

Iván – ¿Y Natalia?

Jesica (avergonzada) – Eso le estaba por decir…

Jonathan – ¿Usted puede manejar por una hora? De lo contrario explíqueme brevemente como hacerlo antes de dormirse de nuevo. No debería ser tan complicado volar un cohete.

Iván – ¿Que paso?

Jesica – Estamos salvados capitán, se solucionó el problemita del aire, podemos volver.

Iván – ¿Y Natalia? Dime la verdad…

Jesica – Pasó que…

Jonathan – No la podemos encontrar por ningún lado…

Jesica – Pensamos que estabas muerto…

Iván ve el tubo que tomo Natalia sobre la mesa y se lo lleva.

Iván – No me digan que…

Jesica – Ay si Iván… Ella lo quería demasiado.

Iván – ¡No!

Iván toma en sus manos el tubo que estaba en la mesa.

Jonathan (desesperado) – Soy el único que quiere volver a la tierra…

Jesica vuelve a mirar el tubo que acaba de tomar Iván.

Jesica – Jonathan tiene razón, es mejor volver y tranquilizarnos en la tierra, que le parece capitán. Además esto no es coreano, ni chino, ni cianuro, es un poderoso laxante para el espacio a base de hierbas naturales.

Jonathan – ¿También caducado?

Jesica – Por desgracia no.

Jonathan – Uhh con el inodoro en gravedad cero… y tapado.

Jesica – ¡Un tsunami de caca!

Natalia regresa en ese momento.

Natalia – ¿No saben dónde está la reserva de papel higiénico en esta nave? (Ve a Ivan) ¿Ivan? Entonces usted está vivo…!

Iván – Si Natalia es un milagro. Parece que solo me tome un par de pastillas para dormir… vencidas.

Natalia – Que alegría…

Iván – Sabe que Natalia, la amo… Desde que la vi en un primer momento… ¿Quiere ser mi esposa?

Natalia – Si Ivan (Se están por besar bajo la tierna mirada de los otros dos) Un segundo ya vuelvo.

Sale corriendo agarrándose la panza, Ivan cae dormido al suelo.

Jonathan – No, no de nuevo no…

Jesica entre lágrimas se abraza a Jonathan.

Jesica – Con tantas emociones creo que el corazón va a explotar…

Jonathan – Que corta es la vida y después de todo lo que pasamos juntos… ¿Le gustaría casarse conmigo?

Jesica – ¿Usted se casaría conmigo a pesar de mis pecados de juventud?

Jonathan – No a pesar… ¡Si no por ellos! Además que más nos puede pasar. ¿Quieres la luna?

Jesica – ¿La luna?

Jonathan – En vez del nombre con láser del chorizo en la luna su nombre y el mío entrelazados…

Jesica – Resulto ser un romántico usted.

Se están a punto de besar suena el teléfono de la pared de emergencias con parpadeo en rojo.

Se miran preocupados, Jonathan se decide a atender.

Jonathan – ¿Si? (Preocupado, pero su cara cambia) También lograron destapar el baño.

Jesica – ¿No le digo? ¡El que bien anda bien acaba!

FIN

***

 

El autor

Jean-Pierre Martinez es autor teatral y guionista francés de origen español. Nacido en 1955 en Auvers-sur-Oise, sube al escenario primero como baterista en diversos grupos de rock, antes de hacerse semiológo para la publicidad. Luego trabaja como guionista para la televisión, y vuelve al teatro como autor. Ha escrito mas de 60 guiones para distintas series de la televisión francesa, y 61 comedias para el teatro (13 y Martes, Strip Poker, Bar Manolo, Ella y El, Muertos de la Risa, Breves del Tiempo Perdido, El Joker…). Actualmente es uno de los autores contemporaneos mas representados en Francia, y varias de sus obras han sido ya traducidas en español y en inglés. Es licenciado en literatura española e inglesa (Sorbonne), en linguística (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales), en economía (Institut d’Études Politique de Paris), en escritura de guiones (Conservatoire Européen d’Ecriture Audiovisuelle). Jean-Pierre Martinez ha escogido ofrecer todos los textos de sus obras para descargar gratuitamente en su web : comediatheque.net.

 

Otras obras del autor  

13 y Martes

Bar Manolo

Breves del Tiempo Perdido

Crisis y Castigo

El Joker

Ella y El, Monólogo Interactivo

EuroStar

Foto de Familia

Muertos de la Risa

Por Debajo de la Mesa

Pronóstico Reservado

Strip Poker

Un Ataúd para Dos

Zona de Turbulencias

Este texto está protegido por las leyes

relativas al derecho de propiedad intelectual.

Toda copia es susceptible de una condena,

hasta de 300 000 euros y 3 años de prisión.

 

París – Febrero de 2017

© La Comédi@thèque – ISBN 978-2-37705-090-1

http://comediatheque.net

Cuatro Estrellas Lire la suite »

Piège à Cons

King of fools –  El Rey de los Idiotas –  O Rei dos Idiotas – Trappola per Fessi  – Past na blby 

Une comédie de Jean-Pierre Martinez

6 personnages : 1H/5F, 2H/4F, 3H/3F, 4H/2F, 5H/1F
5 personnages : 1H/4F, 2H/3F, 3H/2F, 4H/1F

À l’approche des présidentielles, un parti en perdition dans les sondages désigne pour le représenter un con de service afin qu’il endosse la responsabilité du naufrage. Tout en promouvant en secret un candidat hors parti à qui se rallier après sa victoire. Mais le con s’avère imprévisible… et les électeurs aussi.


Ce texte est offert gracieusement à la lecture. Avant toute exploitation publique, professionnelle ou amateur, vous devez obtenir l’autorisation de la SACD.


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King of fools –  El Rey de los Idiotas –  O Rei dos Idiotas – Trappola per Fessi  – PAST NA BLBY


TEXTE INTÉGRAL DE LA PIÈCE

Piège à cons

Personnages 

Patrick Blanc : candidat du Parti Social
Vanessa Dos Santos : assistante
Dominique Riviera : chef du Parti Social
Alex Chatterton : conseil en communication
Claude de Casteljarnac: chef du Parti Français
Fred Uberman : candidate libre

Tous les personnages, à l’exception de Patrick et Vanessa, peuvent être masculins ou féminins. Si Alex est une femme on pourra l’appeler Alexandra. Si Fred est un homme on l’appellera Frédéric, et si c’est une femme Frédérique.

Acte 1

Le QG de campagne du Parti Social : un bureau meublé d’une table, de quelques chaises et d’un canapé. Arrivent Dominique, le chef du Parti, qui a le bras gauche en écharpe, et Alex, sa conseillère en communication.

Dominique – Je viens d’avoir le Président, sa décision est prise. Il ne se représente pas.

Alex – Est-ce qu’il a vraiment le choix ?

Dominique – Évidemment, en tant que Premier Ministre et chef de la majorité, je deviens le candidat naturel.

Alex – Mais tout le monde vous déteste…

Dominique – Merci de me le rappeler.

Alex – Je ne parlais pas de vous personnellement, mais du parti…

Dominique – Les électeurs sont des cons. Tous les cinq ans ils sortent les sortants pour ne pas avoir tenu leurs promesses. Et ils remettent en selle ceux qu’ils ont sortis cinq ans auparavant pour la même raison.

Alex – On appelle ça la démocratie…

Dominique – Moi j’appelle ça la démagogie.

Alex – Vous voulez mon avis ?

Dominique – Si je ne vous payais pas pour ça, je serais tenté de vous dire non…

Alex – C’est la fin de la Cinquième République…

Dominique – Surtout si c’est pour entendre des conneries pareilles.

Alex – Le bail de l’Élysée a été réduit de sept à cinq ans. Les présidents ont commencé par en faire deux. Après ils faisaient le deuxième en colocation…

Dominique – Les derniers n’ont pas vu leur bail renouvelé…

Alex – Maintenant, ils déménagent d’eux-mêmes au bout de cinq ans avant d’être expulsés.

Dominique – Il faudrait au moins voter une loi pour instaurer une trêve hivernale.

Alex – J’ai une meilleure idée.

Dominique – Je ne sais même pas pourquoi je vous écoute encore…

Alex – Est-ce que vous avez vraiment le choix ?

Dominique – Je me demande si ce n’est pas en suivant vos conseils qu’on s’est fourrés dans un tel merdier…

Alex – Je crois que pour ça, vous n’aviez besoin de personne…

Dominique – Pardon ?

Alex – De toute façon, ces primaires, c’est une épreuve de natation dans la piscine du Titanic.

Dominique – Où vous voulez en venir avec vos métaphores à la con ?

Alex – Quel que soit le vainqueur, ça finira par un naufrage ! Voilà ce que je veux dire.

Dominique – C’est vrai qu’on est mal. Très mal… Et alors ? Vous avez un plan B ?

Alex – Le plan B, c’était vous. Et il faut bien avouer que c’était un plan pourri.

Dominique – Je vous remercie.

Alex – Donc on en serait plutôt au plan C.

Dominique – Le plan C… Comme c, o, n ?

Alex – Vous ne croyez pas si bien dire…

Dominique – Vous avez réussi à exciter ma curiosité. Même si pour ma part, au point où j’en suis, j’aurais préféré un plan c, u, l… Histoire de me détendre un peu.

Alex – Les gens vous détestent. Ils ne veulent plus entendre parler du Parti Social.

Dominique – Après tout ce qu’on a fait pour eux… On a même changé le nom du parti.

Alex – Que voulez-vous… Les électeurs sont des ingrats. Ils ne se rendent pas compte de tous les sacrifices que vous avez déjà consentis.

Dominique – C’est ça, foutez-vous de moi, en plus…

Alex – On peut parler sérieusement cinq minutes ?

Dominique – Je vous écoute…

Alex – Le candidat qui sortira de vos primaires, même avec un score à la soviétique, n’aura aucune chance à la présidentielle.

Dominique – Il faudrait encore trouver quelques volontaires pour se présenter contre moi… Histoire de préserver les apparences de la démocratie. Parce qu’un candidat unique, ça la fout un peu mal…

Alex – Des volontaires qui, de préférence, ne soient pas déjà mis en examen…

Dominique – Et qui ne se présentent pas dans le seul but d’éviter la prison, grâce à l’impunité qui les protégerait s’ils étaient élus.

Alex – Vous voulez dire immunité, sans doute.

Dominique – Vous avez raison. Ça va être difficile de remonter la pente. Et alors, c’est quoi, votre plan C ?

Alex – Quand on ne peut pas remonter la pente, autant ramer dans le sens du courant.

Dominique – Tout à l’heure, c’était le naufrage du Titanic, maintenant vous me proposez de ramer… Je vous paye combien, déjà, pour entendre ça ?

Alex – C’est très simple, vous allez voir…

Dominique – La dernière fois que vous m’avez dit ça, j’ai fait 48 heures de garde à vue.

Alex – Mais je vous ai évité la détention provisoire.

Dominique – Je vous écoute…

Alex – On s’arrange pour que les primaires accouchent du pire des candidats possibles.

Dominique – Jusque là, malheureusement, ça ne devrait pas être trop difficile. Je suis le seul à me présenter.

Alex – L’idée c’est de couler définitivement le parti, qui de toute façon prend déjà l’eau de tous les côtés.

Dominique – D’où la métaphore du Titanic, j’ai compris… J’espère que vous avez prévu un canot de sauvetage pour moi.

Alex – J’ai beaucoup mieux, vous allez voir.

Dominique – Je suis curieux d’entendre ça…

Alex – En même temps qu’on envoie par le fond notre propre capitaine, on pousse discrètement un autre candidat à se présenter en dehors du parti.

Dominique – Un homme de paille, en quelque sorte…

Alex – Tout ce que veulent les électeurs, c’est sortir les sortants. Ils sont prêts à voter pour n’importe qui pourvu qu’il se prétende anti-système.

Dominique – Les gens sont des cons.

Alex – Quand notre vengeur masqué est élu, il tombe le masque, et il rentre dans le rang. Juste avant les législatives, on fonde un nouveau parti pour lui donner une majorité, et le tour est joué. On prend les mêmes, et on est reparti pour cinq ans.

Dominique – Astucieux… Mais il faudra encore changer de nom ?

Alex – Oui, quand même…

Dominique – Bon… Et vous avez déjà une idée pour un nouveau nom ?

Alex – Pourquoi pas… le Parti !

Dominique – Le Parti…? Le Parti quoi ?

Alex – Le Parti tout court. Pour bien signifier qu’il s’agit de dépasser les anciens clivages. La vieille opposition gauche-droite.

Dominique – Mouais…

Alex – Quand ceux d’en face ont décidé de s’appeler Les Français, tout le monde trouvait ça débile aussi.

Dominique – On voit où ça les a menés… Et puis vous oubliez la droite, justement… Hélas, nous ne sommes pas les seuls à présenter des candidats aux présidentielles. C’est un des rares inconvénients de la démocratie.

Alex – À droite aussi, leur candidat a tellement de casseroles au cul que s’il ouvrait une quincaillerie, il doublerait sa fortune.

Dominique – Qui est déjà assez conséquente compte tenu de tout l’argent public qu’il a déjà détourné.

Alex – Les gens ne veulent plus ni de la gauche, ni de la droite.

Dominique – Les gens sont des cons.

Alex – Je crois que vous l’avez déjà dit. Alors ? Qu’est-ce que vous pensez de mon idée ?

Dominique – Envoyer aux présidentielles un candidat libre, en lui donnant les sujets s’avance… Oui, il faut voir… Mais qui vous dit qu’à droite, ils n’auront pas la même idée ?

Alex – Ils ont la même idée.

Dominique – Ah oui ? Et… comment pouvez-vous en être aussi sûre ?

Alex – Parce que c’est moi qui leur ai vendue.

Dominique – Vous travaillez aussi pour la concurrence ?

Alex – La droite, la gauche… Tout ça, c’est dépassé, croyez-moi.

Dominique – Comme vous y allez…

Alex – Honnêtement, est-ce qu’il existe une telle différence entre vos deux programmes ?

Dominique – Je ne sais pas… Je ne suis pas sûr qu’on ait encore un programme. Et eux non plus.

Alex – Finalement, à quoi ça sert, l’alternance ?

Dominique – À entretenir le mythe de la démocratie, j’imagine…

Alex – À se partager les postes, surtout. Un coup c’est toi, un coup c’est moi. Pourquoi ne pas gouverner ensemble, tout simplement ?

Dominique – Mais qui nommera les ministres ? Eux ou nous ?

Alex – Vous n’aurez qu’à vous partager les portefeuilles !

Dominique – Une autre version de la parité, en quelque sorte.

Alex – Je suis sûre que celle-là, vous aurez beaucoup moins de mal à l’instaurer…

Dominique – Oui… mais on aura moitié moins de postes…

Alex – Pas forcément… Il suffit de doubler le nombre des ministres.

Dominique – Ce qui supposerait d’inventer de nouveaux ministères…

Alex – Je crois que pour ça, les gouvernements n’ont jamais manqué d’imagination. C’est bien le seul domaine où ils en aient fait preuve, d’ailleurs… Ministère du Temps Libre, Ministère de la Qualité de la Vie…

Dominique – Ministère du Redressement Productif…

Alex – Sinon on pourra toujours faire appel à un cabinet de consultants pour trouver de nouveaux noms en fonction du nombre de ministres à placer. Ou alors chaque ministre aura la charge d’inventer le nom de domaine du ministère qui lui sera alloué. Il faut bien qu’ils bossent un peu…

Dominique – C’est assez audacieux, mais bon… Et ce candidat libre, ce serait qui ?

Alex – Pourquoi pas Uberman ?

Dominique – Frédérique Uberman ? Je la vois tout à l’heure, justement.

Alex – Je sais. C’est moi qui lui ai demandé de prendre rendez-vous avec vous.

Dominique – Une bonne femme… Vous ne croyez pas que le costume est un peu grand pour elle ?

Alex – Elle a déjà été ministre.

Dominique – C’est vrai… Ministre de quoi, déjà ?

Alex – De l’éducation, je crois.

Dominique – C’est ça… Mais je ne sais plus très bien dans quel gouvernement.

Alex – Une femme, ça fera plus moderne, et ça éloignera les soupçons. Personne ne pensera sérieusement qu’on a pu investir en sous-main une femme pour la présidentielle.

Dominique – C’est clair.

Alex – Et puis elle sera plus facile à manipuler une fois élue.

Dominique – C’est sûr… Une femme… Et une centriste, en plus.

Alex – Pour ce qui est du costume, elle a déjà tellement retourné sa veste… On ne distingue plus l’envers de l’endroit. Ça la rendra plus crédible pour jouer les candidats sans étiquette.

Dominique – Oui, ça peut se tenter… Et pour nos primaires, qui vous verriez dans le rôle du capitaine qui coule avec son bateau ? Pas moi, j’espère…

Alex – Je pensais plutôt à quelqu’un qui ne soit pas du sérail. Un homme neuf, qui se présenterait contre vous.

Dominique – Un homme neuf ? Pourquoi pas une vierge, aussi ?

Alex – Vous ne croyez pas si bien dire.

Dominique – Vous voulez sacrifier une vierge, c’est ça ?

Alex – En fait, on pourrait prendre un peu n’importe qui…

Dominique – Et qui vous dit qu’il sera élu ?

Alex – Pour l’instant, ce ne sont que les primaires. On est en famille. On s’arrangera… L’idée, justement, c’est que ce tocard, en réalité, ne soit soutenu par personne, même au sein de notre propre parti.

Dominique – Bon, et vous avez un nom à me proposer ?

Alex – Le premier con de service fera l’affaire…

Dominique – Les cons, ce n’est pas ça qui manque, chez nous. Mais ils ont tous un casier.

Alex – Et puis ce sont des cons prétentieux. Non, ce qui nous faudrait, c’est le degré zéro du candidat. Un type loyal, qui n’ait aucune ambition personnelle. Et qui soit entièrement à notre service.

Dominique – En politique, autant dire le mouton à cinq pattes.

Alex – Exactement. Donc plutôt quelqu’un issu de la société civile.

Dominique – C’est vrai que c’est très à la mode, aujourd’hui.

Alex – Pourquoi pas votre chauffeur ?

Dominique – C’est une blague ?

Alex – Non. Patrick. Il s’appelle Patrick.

Dominique – Mon chauffeur s’appelle Patrick ? Comment vous savez ça ?

Alex – Je lui ai demandé comment il s’appelait, et il m’a répondu Patrick.

Dominique – Mon chauffeur… Mais personne ne le connaît. Même moi, je ne connaissais pas son prénom.

Alex – Justement ! Ce type est totalement transparent. Ce n’est personne. Il fera exactement ce qu’on lui dira, jusqu’au moment où on n’aura plus besoin de lui.

Dominique – Et c’est supposé en faire le candidat idéal pour nos primaires ?

Alex – En tout cas, c’est le profil idéal pour un bouc émissaire. Il n’est même pas membre du parti !

Dominique – Sympathisant, au moins ?

Alex – C’est le Parti qui paie son salaire. Il est forcément sympathisant. Reconnaissant, pour le moins.

Dominique – Moi en tout cas, je m’en méfie… (Montrant son bras en écharpe) Tenez ! Voilà le souvenir qu’il m’a laissé de la dernière course que j’ai faite avec lui, qui s’est terminée contre un platane !

Alex – Alors c’est ça, votre bras en écharpe…

Dominique – Il s’est endormi au volant . Il m’a expliqué qu’il était narcoleptique.

Alex – Comme ça, on n’aura qu’à le réveiller quand on aura besoin de lui…

Dominique – Ça me rassure beaucoup. Et vous ne pensez pas qu’avec ce demeuré qui s’endort au volant, on va droit dans le mur ?

Alex – Si ! Justement. C’est le parti qui va droit dans le mur. Et nous on en profite pour rebondir !

Dominique – Ouais… La dernière fois que j’ai rebondi contre un obstacle avec lui, je me suis foulé le poignet.

Alex – Évidemment, on arrangera un peu son CV et on lui enlèvera sa casquette, pour qu’il n’ait pas trop l’air d’un voiturier. Je ne sais pas moi. On dira qu’il était… chauffeur de taxi.

Dominique – Un chauffeur à l’Élysée… C’est l’ubérisation de la fonction présidentielle. Et vous croyez qu’il a la carrure ?

Alex – La carrure ? Vous plaisantez ! C’est le roi des cons…

Dominique – Et vous voulez confier la conduite de la France à un prétendu chauffeur qui ne sait même pas conduire ma voiture de fonction ?

Alex – Je vous rappelle encore une fois que l’idée, c’est qu’il ne soit pas élu Président de la République.

Dominique – C’est vrai… Il faut dire que votre plan C est particulièrement tordu… C’est sûrement pour ça qu’au fond, il ne me déplaît pas… Le roi des cons… Oui… Et pourquoi pas ma femme, plutôt ?

Alex – Votre femme ? En reine des connes, vous voulez dire ?

Dominique – Ce serait plus sûr que ça reste en famille, non ? Au cas où ça en vienne à déraper…

Alex – Justement. Pour les électeurs, il vaudrait mieux que ça sorte un peu du cercle familial. Et puis je vous rappelle que votre femme est déjà votre attachée parlementaire.

Dominique – C’est vrai, j’oublie tout le temps.

Alex – Je ne suis pas sûre qu’elle-même soit au courant.

Dominique – Et vous croyez que ça pourrait marcher ?

Alex – Croyez-en mon expérience : plus c’est gros, plus ça passe.

Dominique – Ouais…

Alex – Vous n’avez pas encore l’air complètement convaincu…

Dominique – Je cherche seulement à prévoir où ça pourrait merder.

Alex – Merci de votre confiance.

Dominique – Et s’il plaisait vraiment à notre électorat ?

Alex – Il y a longtemps que les sympathisants du Parti Social ne se reconnaissent plus dans les chauffeurs de taxi. Votre électorat, en tout cas le peu qu’il en reste, ce sont les bobos parisiens. Les classes moyennes supérieures, à la rigueur.

Dominique – C’est vrai qu’on n’est plus vraiment le parti de la France d’en bas…

Alex – En fait, vos électeurs, ce sont un peu les mêmes que ceux du camp d’en face, c’est bien ça le problème…

Dominique – Mon chauffeur…

Alex – Patrick.

Dominique – Bon… Et votre roi des cons, il sait déjà qu’il est appelé à un destin national ?

Alex – Pas encore. J’attendais votre accord.

Dominique – Si vous pensez que c’est la seule solution…

Alex – Vous avez une meilleure idée ?

Dominique – Si j’avais des idées, je ne vous paierais pas pour en avoir à ma place…

Alex – Alors ?

Dominique – Ok… Vous avez mon accord… Mais j’espère que je ne fais pas une connerie.

Vanessa arrive.

Vanessa – Bonjour.

Dominique – Ah ! Vous arrivez bien mademoiselle. Alexandra, je vous présente mon assistante, Sabrina de Sousa.

Vanessa – Vanessa Dos Santos, Monsieur Riviera.

Dominique – C’est ça… Vanessa de…

Alex – Bonjour Mademoiselle.

Dominique – Je peux tout à fait me passer de mon attachée parlementaire, et a fortiori de ma femme, mais sans Vanessa, je ne peux rien faire. Je ne sais même pas envoyer un email.

Alex – Oui… C’est pourquoi il me semble urgent de changer de logiciel.

Vanessa – Monsieur Riviera, il faudra que je vous vois au sujet de la conférence de presse. Les journalistes commencent à s’impatienter. Ils voudraient connaître le nom des candidats, pour nos primaires.

Dominique – Je suis à vous tout de suite. Je raccompagne Alexandra. (À Alexandra) Vous voulez que mon chauffeur vous ramène ?

Alex – Vous m’avez dit qu’il était narcoleptique… Vous voulez vous débarrasser de moi, c’est ça ?

Dominique – Vous en profiterez pour lui parler de… Sabrina, vous n’avez pas vu mon chauffeur ?

Vanessa – Patrick ? Non…

Alex – Alors vous aussi, vous savez qu’il s’appelle Patrick ?

Vanessa – Oui, bien sûr…

Dominique – Je ne sais pas où il est passé, cet abruti… Il a encore dû s’endormir quelque part… Ça commence bien…

Ils sortent. Vanessa s’installe à l’un des bureaux, ouvre son ordinateur portable et se met à pianoter sur le clavier. Son téléphone sonne.

Vanessa – QG de campagne du Parti Social, j’écoute… Non, Dominique Riviera ne peut pas vous parler pour le moment… Oui, je sais, nous sommes à quelques semaines des élections et… Je suis sûre que vous aurez des nouvelles très bientôt… C’est ça… Bonne journée…

Arrive Patrick. Il porte un uniforme de chauffeur assez mal taillé et une casquette.

Patrick – Coucou, Vanessa !

Vanessa – Patrick ? Vous m’avez fait peur. Monsieur Riviera vous cherche, justement.

Patrick – J’y vais, j’y vais… Je passais vous dire un petit bonjour en passant.

Vanessa – Eh bien… bonjour. Et au revoir !

Patrick – Dites-moi, Vanessa, vous… Vous déjeunez, de temps en temps ?

Vanessa – On est un peu débordés en ce moment… Comme vous le savez, on est en pleine campagne pour les primaires, et on n’a même pas encore la liste des candidats. Je prends juste un sandwich au bureau.

Patrick – Bon, mais… On pourrait prendre un café, un de ces jours… Je vous en apporte un ? C’est moi qui vous invite…

Vanessa – C’est gentil, mais… je n’ai pas trop le temps-là. Et puis Monsieur Riviera va vous attendre…

Patrick – Je ne sais pas ce qu’il veut… D’ailleurs, je me demande bien pourquoi il a un chauffeur. Il préfère prendre le taxi.

Vanessa – Oui, on se demande pourquoi, en effet… Mais c’est pour Madame Chatterton, je crois.

Patrick – Elle peut bien attendre deux minutes, elle aussi.

Le portable de Patrick sonne.

Vanessa – Apparemment, non…

Patrick (répondant à l’appel) – Oui, j’arrive tout de suite… (Il range son portable) Je ne partirai pas d’ici avant d’avoir une réponse…

Vanessa – À quel sujet ?

Patrick – À propos de ce café qu’on doit prendre ensemble…

Vanessa – Vous allez vous faire virer.

Patrick – Et ce sera de votre faute.

Vanessa – Je vous promets d’y réfléchir… Maintenant, filez…

Patrick – Merci !

Patrick sort. Vanessa sourit. Le téléphone de Vanessa sonne à nouveau.

Vanessa – Oui ? Très bien, je le préviens dès qu’il arrive…

Dominique revient, l’air préoccupé.

Dominique – Vous avez retrouvé mon chauffard ? Je veux dire mon chauffeur…

Vanessa – Patrick sort d’ici à l’instant. Il va raccompagner Madame Chatterton…

Dominique – Très bien, très bien… Dites-moi, Vanessa, vous le connaissez, vous, mon chauffeur ?

Vanessa – Patrick ? Oui, enfin… Comme ça…

Dominique – C’est quel genre de type ?

Vanessa – Quel genre ?

Dominique – Vous pensez qu’on peut compter sur lui ? Je veux dire, à part pour conduire une voiture…

Vanessa – Il ne faut pas lui en vouloir, Monsieur. S’il était un peu en retard ce matin, c’est à cause de moi.

Dominique – Ne me dites pas que vous et lui…

Vanessa – Mais pas du tout ! Je… Je lui avais demandé de me poster une lettre et…

Dominique – Je vois…

Vanessa – Votre rendez-vous est arrivé. Elle attend en bas.

Dominique – Très bien. Faites-la monter.

Vanessa décroche à nouveau son téléphone.

Vanessa – Dites à Madame Uberman qu’elle peut monter…

Le portable de Dominique sonne et il répond.

Dominique – Oui ? Oui, Monsieur le Président. Bonjour Monsieur le Président. Oui, je sais, la situation est très préoccupante et… Très bien, Monsieur le Président… Oui, bien sûr, je m’en occupe… Écoutez, je me demande si pour une fois, Chatterton n’a pas eu un éclair de génie…

Il sort pour continuer sa conversation. Fred entre.

Fred – Je viens voir Dominique.

Vanessa – Monsieur Riviera est à vous dans un instant. Il est en ligne avec le Président… Je peux vous servir un café, en attendant ?

Fred – Sans sucre, s’il vous plaît.

Vanessa sort. Dominique revient.

Dominique – Ah, bonjour Frédérique.

Fred – Bonjour Dominique.

Dominique – J’étais avec le Président, là et…

Fred – J’imagine que tout ça le préoccupe, évidemment… Même si en ce qui le concerne, il a une place à vie qui l’attend au Conseil Constitutionnel.

Dominique – Eh oui… Maintenant que nos présidents sont trop jeunes pour mourir en fin de mandat, le Conseil Constitutionnel, c’est leur concession perpétuelle… Bon… Écoute, Fred, je ne vais pas y aller par quatre chemins, on gagnera du temps.

Fred – Je n’étais pas pressée à ce point, mais je t’écoute…

Dominique – Peut-être envisageais-tu de te porter candidate pour nos primaires, et dans ce cas, tu es la bienvenue, évidemment.

Fred – Merci, mais…

Dominique – Mais je vais être franc avec toi. Dans l’état où est le mouvement aujourd’hui, si tu te présentes sous l’étiquette Parti Social, tu n’as aucune chance.

Fred – C’est pourquoi ce n’était pas vraiment mon intention…

Dominique – Et actuellement, si tu te présentes sans étiquette, encore moins.

Fred – C’est encourageant. Et qu’est-ce que tu proposes ?

Dominique – Tu te présentes en candidat libre. Mais on te donne les sujets d’examen d’avance. Et on s’arrange pour que tous les autres candidats soient disqualifiés.

Fred – Pardon ?

Dominique – On torpille les autres postulants, et c’est toi qu’on soutient, mais en secret.

Fred – Et admettons que je gagne. Qu’est-ce qui se passe après ? Je n’aurais pas de majorité.

Dominique – Après, le Parti Social se rallie à toi comme un seul homme, sous l’étiquette majorité présidentielle. On prend les mêmes et on recommence. Il suffit de changer le nom du Parti.

Fred – Je vois… Et qui se présente au nom du Parti Social ?

Dominique – Le vainqueur des primaires.

Fred – Mais personne ne veut se présenter ! À part toi…

Dominique – On en a trouvé un.

Fred – Qui ça ? Le meilleur d’entre nous ?

Dominique – Le pire… Mon chauffeur.

Fred – C’est une blague ?

Dominique – Non.

Fred – Ton chauffeur… Et il s’appelle comment ?

Dominique – Patrick. Il s’appelle Patrick…

Fred – Patrick comment ?

Dominique – Aucune idée…

Vanessa revient avec un café qu’elle tend à Fred.

Dominique – Ah, Vanessa… Il s’appelle comment, mon chauffeur ? Je veux dire son nom de famille…

Vanessa – Blanc… Patrick Blanc.

Dominique – Blanc, il s’appelle Blanc. C’est pas mal, non ? Blanc. Ça fait propre.

Fred – Votez Blanc, c’est sûr. Ça va sûrement mobiliser l’électorat.

Dominique – Il n’est pas supposé aller au-delà des primaires. Viens dans mon bureau, je vais t’expliquer tout ça…

Dominique et Fred sortent. Patrick arrive.

Vanessa – Vous êtes encore là ?

Patrick – Chatterton n’a pas voulu que je la raccompagne… et le patron veut me voir. Je crois que cette fois, je vais me faire virer.

Vanessa – Pas à cause de moi, j’espère…

Patrick – De toute façon, j’en avais marre de faire le chauffeur. D’ailleurs, je n’ai même pas mon permis.

Vanessa – Vous êtes chauffeur, et vous n’avez pas le permis ?

Patrick – Si, bien sûr, rassurez-vous. J’ai le permis. Mais j’ai perdu tous mes points.

Vanessa – D’accord… Ça me rassure, en effet…

Patrick – Et encore, heureusement que je ne leur ai pas dit à la visite médicale du travail, que j’étais narcoleptique.

Dominique revient avec Alex.

Dominique – Puisque Monsieur Blanc est là, autant régler ça tout de suite avec lui.

Vanessa – Je vous laisse…

Vanessa sort.

Alex – Avant toute chose, Monsieur Blanc, je vais vous demander de signer ça.

Patrick – C’est quoi ? Mon solde de tous comptes ?

Dominique – Un contrat de confidentialité.

Patrick – Ah bon…? Non mais rassurez-vous, je n’ai pas l’intention d’écrire mes mémoires une fois que je serai au chômage. À l’école, déjà, je n’étais pas très bon en rédaction. Pourtant, c’est vrai, j’en ai entendu, des trucs…

Alex – C’est juste pour être certain que tout ce qui va se dire ici restera entre nous.

Patrick – Vous me faites peur. C’est si grave que ça ? Si vous voulez me virer, vous savez, je n’ai rien contre. Je vous demande seulement, si c’est possible, une rupture conventionnelle. Comme ça je touche le chômage quand même. Et puis faute grave, ça fait toujours mauvais effet sur un CV.

Alex – Signez…

Patrick – Oui patron…

Patrick signe. Les deux autres le regardent avec un air qui l’inquiète.

Dominique – Dites-moi, Cédric… Ça ne vous dérange pas que je vous appelle Cédric ?

Patrick – Je m’appelle Patrick…

Dominique – Bon, on ne va pas jouer sur les mots. Eh bien mon cher Patrick, figurez-vous qu’on m’a dit beaucoup de bien de vous.

Patrick – Ah oui ? Et qui ça ?

Dominique – Eh bien… Sabrina, par exemple.

Patrick – Connais pas…

Alex – Monsieur Riviera veut dire Vanessa.

Patrick – Ah bon ? Vanessa ?

Dominique – Bref, le Parti a besoin de gens comme vous. Ça vous dirait de faire de la politique ?

Patrick – De la politique ? Vous voulez dire… tracter sur les marchés, tout ça ?

Dominique – Nous pensions à quelque chose de plus en rapport avec vos capacités.

Patrick – Je vois… Coller des affiches la nuit, ce genre de trucs ?

Dominique – Comme vous le savez, le paysage politique est en pleine recomposition.

Alex – Pour ne pas dire en pleine décomposition.

Dominique – Nous avons besoin de sang neuf.

Alex – Si c’est pour un don du sang, je suis vraiment désolé. J’aurais bien aimé vous aider, mais je ne supporte pas les piqûres.

Dominique – Nous cherchons notre candidat pour les primaires.

Patrick – Les primaires ?

Dominique – Les primaires de la gauche, oui.

Alex – Du Parti Social, en tout cas.

Patrick – Ah oui.

Dominique – C’est le QG de campagne, ici. Vous êtes au courant tout de même ?

Patrick – Vous savez, moi, la politique…

Dominique – C’est parfait. Nous cherchons justement quelqu’un qui ait des idées neuves.

Patrick – Des idées ?

Alex – Oui, enfin, ne vous inquiétez pas pour ça. Des idées, je vous en donnerai. C’est mon métier.

Patrick – Moi, mon métier, jusque là, c’était chauffeur…

Dominique lui lance un regard agacé.

Alex – Bon, ça vous intéresse, oui ou merde ?

Patrick – Si ça peut vous rendre service…

Dominique – Oui, justement, ça… Ça pourrait nous rendre un grand service.

Alex – Et sans vouloir m’avancer, je crois que cela ferait très plaisir à Vanessa…

Patrick – Vous croyez ?

Dominique – Évidemment… Il faudra un peu adapter votre style…

Patrick – Mon style ?

Alex – Vous ne pouvez pas rester habillé… en larbin. Mais rassurez-vous, on vous paiera vos costumes.

Patrick – Mais… vous me gardez quand même comme chauffeur ?

Dominique – Ça me semble un peu difficile. On vous donnera une promotion. Je ne sais pas, moi. Trésorier du Parti, par exemple.

Patrick – Trésorier ? C’est-à-dire que… moi, les chiffres. Remarquez, les lettres ce n’est pas mieux…

Alex – Non, mais rassurez-vous, c’est très simple. En fait, c’est surtout… un titre honorifique.

Patrick – Honorifique…? Mais… et si je ne fais pas l’affaire.

Dominique – Dans ce cas, je vous reprends comme chauffeur, c’est promis.

Patrick – Bon…

Alex – Alors vous êtes d’accord ?

Patrick – Oui patron.

Dominique – Je vous ai déjà dit de ne pas m’appeler patron pendant les primaires du Parti Social. Mais quand vous serez candidat à la présidence de la République, il va vraiment falloir vous défaire de cette mauvaise habitude…

Patrick – Candidat à la…? Mais je n’avais pas du tout compris ça, moi…

Les deux autres échangent un regard navré.

Alex – Je vous réexplique une dernière fois.

Patrick – Oui, merci…

Alex – Donc, ce qu’on vous demande, c’est de…

Patrick tombe en catalepsie.

Dominique – Eh ben, ce n’est pas gagné…

Noir

 Acte 2

Vanessa pianote sur son ordinateur. Son téléphone sonne.

Vanessa – QG de campagne du Parti Social, j’écoute… Non, désolée Monsieur le Président, nous n’avons pas encore de résultats à vous communiquer pour la primaire… Bien sûr, dès que nous aurons une estimation, vous serez le premier informé… Mais je vous en prie, Monsieur le Président… À votre service, Monsieur le Président… (Elle repose le combiné) Sinon tu te fais livrer des pizzas et tu regardes la soirée électorale à la télé…

Claude arrive. Il porte une fausse moustache. Vanessa reste un instant interloquée.

Claude – Bonjour Mademoiselle.

Vanessa – Ah, Monsieur de Casteljarnac. Je ne vous avais pas reconnu…

Claude – Tant mieux, tant mieux… Cela veut dire que mon travestissement est efficace… D’ailleurs, si vous pouviez éviter de prononcer mon nom… Je suis venu incognito.

Vanessa – En effet, je ne m’attendais pas à vous voir… Vous savez qu’ici, c’est le QG de campagne du Parti Social, pas celui du Parti Français que vous présidez ?

Claude – Nous vivons une époque de grande confusion, mon enfant. Le moment est venu de nous rassembler. Nous serons bientôt appelés à nous fondre tous dans un grand parti qu’on appellera… le Parti Sans Laisser d’Adresse.

Vanessa – Je ne doute pas que tous ensemble, vous allez encore une fois sauver la France des périls qui la menacent.

Claude (lorgnant vers son décolleté) – Quand on a le sens de l’état, on ne peut pas rester insensible devant une telle situation. En tout cas, vous êtes très en beauté, aujourd’hui, ma chère.

Vanessa – Pourquoi « aujourd’hui » ? Dois-je comprendre que ce n’est pas toujours le cas ? La dernière fois que vous m’avez vue, j’avais l’air d’un boudin, c’est ça ?

Claude – Mais pas du tout !

Vanessa – Ou alors vous me confondez avec quelqu’un d’autre…

Claude – Chère Mademoiselle, croyez-moi, quand on vous a vue une fois, on ne peut vous confondre avec aucune autre.

Vanessa – Vous savez qu’en principe, Monsieur le Sénateur, vous ne pouvez plus m’appeler Mademoiselle ?

Claude – Ne me dites pas que vous vous êtes mariée, cela me briserait le cœur.

Vanessa – Non, mais maintenant on doit appeler toutes les femmes Madame, c’est la loi. Pour lutter contre les discriminations sexistes. Une loi que vous avez votée vous-même il n’y a pas si longtemps. Vous avez déjà oublié ?

Claude – Si je devais me souvenir de toutes les lois que je vote, le plus souvent en mon absence… Mais j’espère que cette loi ne m’interdit pas de vous dire que vous êtes jolie… Sinon, je déposerai immédiatement un projet pour la faire abroger.

Vanessa – Faites donc voter une loi qui autorisera les femmes à appeler les vieux messieurs Mon Damoiseau… Et puis je crois savoir que vous, Monsieur le Sénateur, vous êtes marié, non ?

Claude – Comme c’est cruel de votre part de me le rappeler, ma chère enfant…

Vanessa – Bon, j’imagine que vous n’êtes pas seulement venu pour me demander ma main en tant que seconde épouse…

Claude – En effet… Je viens voir… qui vous savez.

Vanessa – Si c’est bien celui auquel je pense, il sera là dans un instant.

Claude – Je vais aller me cacher dans un placard en attendant qu’il revienne. Personne ne doit me voir ici. Aucun journaliste, surtout. D’ailleurs si quelqu’un vous pose la question, vous ne m’avez jamais vu, d’accord ?

Vanessa – Rassurez-vous, pour moi, vous n’existez même pas.

Il sort avec un air de conspirateur. Alex arrive.

Alex – Riviera n’est pas là ?

Vanessa – Bonjour Madame Chatterton. Non, Dominique n’est pas encore arrivé. Il a suivi le dépouillement des primaires depuis le siège du parti. Mais il ne devrait pas tarder.

Alex – Je vais l’attendre… Il y a du café ?

Vanessa lui lance un regard interloqué.

Vanessa – Oui, j’imagine qu’il en reste. La machine à expresso est dans l’entrée. Vous avez dû l’apercevoir en arrivant, sur votre droite.

Alex (prise de court) – Ah oui…

Vanessa – Mais si vous ne savez pas vous en servir, je peux vous aider, bien sûr.

Alex – Un double. Sans sucre.

Vanessa – Très bien. Je dois avoir le mode d’emploi de cette machine quelque part dans un tiroir. (Commençant à chercher) Ça vous fera un peu de lecture en attendant Monsieur Riviera…

Alex – Ça ira, merci…

Vanessa – Très bien, alors pas de café…

Elle arrête de chercher et se remet à pianoter sur son portable. Alex fait les cent pas

Alex – Vous avez voté, vous ? Pour les primaires ?

Vanessa – Oui, bien sûr…

Alex – Et si ce n’est pas indiscret, vous avez voté pour qui ?

Vanessa – C’est indiscret, Madame Chatterton… Mais j’imagine que vous avez fait des sondages…

Alex – Les sondages, vous savez… On leur fait dire ce qu’on veut… Et aux électeurs aussi, d’ailleurs. Il suffit de savoir les manipuler…

Vanessa – Et pour ça, vous êtes une experte, je n’en doute pas.

Alex – Les Français sont des veaux, comme disait Churchill.

Vanessa – Je crois que c’était De Gaulle, plutôt. Qui les connaissait beaucoup mieux. Mais c’est vrai que c’est à Londres que le Général a dit ça.

Alex – Oui, oh…

Vanessa – Non, Churchill c’est : « La démocratie est le pire des systèmes, à l’exception de tous les autres ».

Alex est un peu déstabilisée par ce sens de la répartie.

Alex – Ça vous dirait de travailler pour moi, après la campagne ? On a besoin de femmes comme vous.

Vanessa – De femmes qui sachent choisir leurs citations ailleurs que sur Facebook ? Pourquoi pas ? Mais, je me demande si moi, j’ai envie de travailler pour des gens comme vous. Je vais y réfléchir…

Alex – Ne réfléchissez pas trop longtemps, quand même…

Vanessa – C’était une façon de parler.

Alex – Et… Qu’est-ce que vous pensez de ce Patrick ?

Vanessa – Comme candidat ?

Alex – Évidemment, comme candidat !

Vanessa – Disons que… Ça change un peu.

Alex – C’est un imbécile. À moi, vous pouvez le dire.

Vanessa – Je n’aurais pas dit ça comme ça mais bon…

Alex – Je me suis engagée à le faire élire aux primaires, mais je crois que je l’ai encore surestimé, ce con. Pourtant, je l’avais déjà estimé très bas.

Vanessa – Alors pourquoi l’avoir poussé à se présenter ?

Alex – La politique a ses raisons, que les secrétaires doivent ignorer…

Vanessa – Aujourd’hui, on dit assistante.

Alex – C’est bien dommage… Les secrétaires, au moins, elles faisaient le café.

Alex sort. Vanessa prend une tasse posée sur son bureau et déguste son café.

Vanessa – Il est très bon, ce café…

Patrick arrive. Il a totalement changé de look. Il porte désormais un costume, avec une veste et une cravate à rayures.

Patrick – Bonjour Vanessa.

Vanessa – Bonjour Patrick. Ça va ? Vous avez l’air préoccupé…

Patrick – Vous m’avez vu, à la télé ?

Vanessa – Oui…

Patrick – Et comment vous m’avez trouvé ?

Vanessa – Bien…

Patrick – Non, mais franchement ! J’avais l’air complètement con, je sais bien…

Vanessa – Au moins, vous ne donnez pas dans la langue de bois.

Patrick – Vous trouvez ?

Vanessa – Quand ce journaliste vous a demandé : « Savez-vous combien il y a de chômeurs, en France »…

Patrick – Et que je lui ai répondu : « Je n’en ai aucune idée »…

Vanessa – Ça lui a cloué le bec. Et quand il vous a interrogé sur le budget de l’armée…

Patrick – Et que je lui ai dit : « Je n’en sais rien, et je m’en fous ».

Vanessa – Ça l’a laissé sans voix.

Patrick – Oh, je ne me fais pas d’illusion… C’est moi qui vais rester sans voix le jour du scrutin…

Vanessa – Vous voyez que vous pouvez être drôle, quand vous voulez. Croyez-moi, Patrick, seul l’humour peut encore sauver la France. Vous devriez jouer cette carte à fond. Dans ce pays, quand on met les rieurs de son côté, on a déjà gagné.

Patrick – On dit aussi que pour séduire une femme, il faut commencer par la faire rire… Vous croyez que j’ai encore une chance avec vous ?

Vanessa – En tout cas, à la télé, vous m’avez bien fait rire… Quand ils vous ont demandé ce que vous pensiez des programmes de vos concurrents et que vous vous êtes endormi d’un coup…

Patrick – Heureusement, c’était la fin de l’émission.

Vanessa – Vous êtes très à l’aise en public, et vous ne vous laissez pas démonter par les questions. Puisque vous ne répondez à aucune.

Patrick – Ça me fait plaisir, ce que vous me dites là…

Vanessa – J’ai malgré tout une petite critique constructive à vous faire.

Patrick – Je vous écoute.

Vanessa – Votre cravate. Elle ne va pas du tout avec votre veste.

Patrick – Vous trouvez ? C’est Alex qui…

Vanessa – Les rayures ne vont pas du même côté. Celles de la cravate partent sur la droite, tandis que celles de la veste vont vers la gauche.

Patrick – C’est vrai que j’ai l’air d’un drôle de zèbre…

Elle se rapproche de lui. Il est troublé. Elle dénoue sa cravate.

Vanessa – Et puis vous n’avez pas besoin de cravate… Voilà, comme ça vous avez l’air plus près de vos électeurs. Et vous respirerez beaucoup mieux.

Patrick – C’est vous que je devrais prendre comme conseillère en communication !

Vanessa – Je ne sais pas si Chatterton serait d’accord…

Patrick – De toute façon, je sais que je n’ai aucune chance. Ils m’ont dit que c’était seulement pour faire de la figuration.

Vanessa – Ah oui ?

Patrick – Ils manquent de candidats, vous comprenez ? Dans une primaire, évidemment, il faut qu’il y ait plusieurs candidats. Enfin, au moins deux ou trois…

Vanessa – C’est sûr… Et… même si vous n’êtes pas la tête d’affiche, ils vous payent, au moins, comme figurant ?

Patrick – J’ai toujours mon salaire de chauffeur ! Mais maintenant, il paraît que je suis le Trésorier du Parti. Je ne sais pas trop ce que ça veut dire…

Vanessa – Ça veut dire que s’il y a le moindre problème avec les comptes de campagne c’est vous qui allez en prison.

Patrick – Ah oui ? On ne m’avait pas dit ça…

Vanessa – La bonne nouvelle, c’est que si vous êtes élu, vous n’irez en prison qu’après votre mandat.

Patrick – Je n’ai aucune chance de passer les primaires. Pour moi, ce sera la prison ferme.

Vanessa – Vous pourriez plaire aux militants du parti…

Patrick – Moi ? Non… Ce soir, ce sera fini, et je pourrai reprendre mon boulot de chauffeur.

Vanessa – Et Chatterton, elle vous a trouvé comment, à la télé ?

Patrick – Quand je l’ai vue juste après, elle ma dit : « Continuez comme ça, Patrick ». Mais je ne sais pas si c’était un compliment…

Vanessa – Moi j’ai confiance en vous. Je crois que vous allez les étonner.

Patrick – Dans ce cas, vous ne pouvez plus me refuser un café ! Vous me donnerez quelques conseils sur la façon de m’habiller pour mon prochain passage à la télé. Pour concéder ma défaite et féliciter le vainqueur…

Vanessa – D’accord… C’est l’heure de ma pause, de toute façon.

Ils sortent. Dominique arrive, avec Claude de Casteljarnac, qui porte la moustache.

Dominique – J’espère que personne ne vous a vu arriver ici.

Claude – Je suis entré par la porte de derrière. Et j’ai mis une fausse moustache.

Dominique – Ah, c’est ça… Je vous trouvais quelque chose de changé, aussi… En tout cas, félicitations pour votre victoire à la primaire de la droite.

Claude – Oh, vous savez, j’ai été élu par une petite moitié des derniers militants qui nous restent. Quelques nostalgiques du Maréchal et des grenouilles de bénitiers. Je sais bien que je n’ai aucune chance pour la présidentielle. Comme dit ma femme : « tu n’as aucun charisme. »

Claude – Tout est affaire de circonstances, vous savez. Pétain non plus n’était pas vraiment un meneur d’hommes.

Dominique – On se souvient quand même de sa moustache. Moi, malheureusement, que j’ai une moustache ou pas, personne ne s’en aperçoit…

Dominique – Que voulez-vous ? Les Français sont des veaux. Ils sont prêts à voter pour n’importe qui. Même pour le berger qui leur promet de les conduire sains et saufs à l’abattoir. Ils ne nous méritent pas, je vous dis.

Claude – Pourtant, au final, ils nous auront quand même… Comme d’habitude…

Dominique – Oui… Si notre plan se déroule comme prévu…

Claude – Mais dites-moi, vous n’y êtes pas allé un peu fort, avec ce Patrick ? Je l’ai regardé à la télé, lors du débat. Il a l’air un peu demeuré, non ? Il faut que ça reste crédible…

Dominique – À la primaire, on est entre nous. On peut bourrer les urnes. Après, l’idée c’est que ni lui ni vous ne soit en mesure de faire de l’ombre à notre candidate commune…

Claude – Frédérique Uberman… La chouchou des sondages… Et vous êtes sûr que ça ne va pas lui donner des idées d’indépendance ?

Dominique – Il lui faudra bien une majorité pour gouverner… Elle retournera voir ses vieux amis.

Claude – Vous avez raison, c’est avec les vieilles peaux qu’on fait les meilleurs gouvernements. D’ailleurs, il faudra qu’on se voit pour décider de la répartition des portefeuilles… Vous, par exemple, vous avez une préférence ?

Dominique – Je vous avoue que je me verrais bien à la culture. J’ai envie de me ranger un peu. Matignon, c’est trop fatiguant, à mon âge. Mais aller tous les soirs au Crazy Horse ou aux Folies Bergères…

Claude – Vous êtes sûr que ça dépend du Ministère de la Culture ?

Dominique – Je ne suis jamais allé au Festival de Cannes, et vous ?

Claude – Oh, moi, vous savez… Un portefeuille ou un autre. Du moment qu’il est bien garni !

Ils rient bruyamment tous les deux.

Dominique – Vous êtes impayable, cher ami.

Claude – Impayable, non, mais hors de prix, oui !

Ils rient à nouveau. Alex arrive.

Claude – Ah, Madame Chatterton… J’espère que nous n’aurons pas à regretter de vous avoir fait confiance.

Dominique – Chatterton… Un nom prédestiné. À droite comme à gauche, depuis plus de vingt ans, on n’arrive pas à s’en débarrasser.

Dominique et Claude rient à nouveau, sous le regard offusqué d’Alex. Les deux autres reprennent leur sérieux.

Claude – Alors, où en sommes-nous, ma chère ?

Alex – Je quitte à l’instant le Président. Il approuve notre projet. Bien évidemment, il ne se prononcera pas officiellement pour Uberman.

Claude – Ce serait le meilleur moyen de la faire perdre.

Alex – Mais après les législatives, il s’engage à soutenir une vaste recomposition du paysage politique français.

Dominique – En clair ?

Alex – Mitterand a fait l’union de la gauche. Le Président veut rester dans l’histoire comme celui qui aura fait l’union de la gauche et de la droite.

Claude – Il restera surtout comme celui qui a fait l’unanimité contre lui…

Ils se marrent.

Dominique – Soyez un peu charitable, mon cher… On ne tire pas sur un corbillard.

Claude – Vous avez raison. À propos, Alexandra, vous qui êtes toujours de bon conseil. Comment me trouvez-vous comme ça ?

Alex – Pardon ?

Claude – Vous voyez bien que j’ai quelque chose de changé !

Alex – Non, je ne vois pas…

Claude (à Dominique) – Vous voyez ? Je vous l’avais dit…

Dominique – Et ça se dit conseil en communication…

Claude – Bon, je me sauve. Sinon, je vais encore me faire engueuler par ma femme. On regarde le cirque à la télé, ce soir…

Dominique – Le cirque ? Vous êtes au courant que l’ORTF a été remplacée par le satellite et que La Piste aux Étoiles, ça n’existe plus ?

Claude – Rassurez-vous. Je parlais seulement de la soirée électorale.

Dominique et Claude se marrent à nouveau.

Dominique – Allez, salut mon vieux.

Claude s’en va. Dominique reprend aussitôt son sérieux.

Dominique – Quel con… Dès qu’Uberman aura été élue, on s’arrangera pour s’en débarrasser…

Alex – Vous avez déjà un plan ?

Dominique – J’ai mon idée, mais ce n’est pas à vous que je vais la dire. Maintenant que je sais que vous travaillez aussi pour lui.

Alex – On peut toujours s’arranger…

Dominique – Combien il vous a offert pour me trahir ?

Alex – Je vous assure qu’il ne m’a encore fait aucune offre.

Dominique – Je vous donnerai le double…

Alex – Ok…

Dominique – Ce qui est sûr, c’est qu’en perdant ces primaires, je me protège. Les électeurs ont la mémoire courte. Je me fais oublier un peu, façon De Gaulle à Colombay, et je redeviens un recours.

Alex – Un ticket avec Uberman ?

Dominique – On n’en est pas encore là. Mais oui, je pense avoir un ticket avec elle… Alors, ce Patrick ? Il ne va pas nous claquer dans les pattes ? Vous croyez qu’il a une chance de remporter nos primaires ?

Alex – En tout cas, on a tout fait pour. Il n’a que deux candidats en face de lui. Vous, le premier ministre démissionnaire dans tous les sens du terme, et un député poursuivi pour harcèlement sexuel par son attachée parlementaire âgée de quinze ans seulement, et qui se trouve être sa nièce.

Dominique – C’est pour ça que moi, j’ai pris ma femme. Au moins, je ne serai pas emmerdé de côté-là.

Alex – Et en plus c’est elle qui vous reverse son salaire.

Dominique – C’est ça, traitez-moi de maquereau, en plus… Et lui, il prend ça comment ?

Alex – Patrick ? Il est persuadé qu’il n’a aucune chance…

Dominique – Il faut dire qu’après sa prestation à la télé lors du débat.

Alex – C’est vrai qu’il était un peu décalé.

Dominique – Remarquez, ça ne manquait pas de fraîcheur. En tout cas, l’émission a fait un bon score.

Alex – C’est un imbécile, mais au moins il n’a pas de casier.

Dominique – Vous en êtes sûr, au moins ?

Alex – Je me suis renseignée auprès du Ministre de l’Intérieur. J’ai quand même découvert qu’il n’avait plus aucun point sur son permis de conduire.

Dominique – Ça ne m’étonne pas qu’il ait failli me tuer plusieurs fois…

Alex – Tant qu’à faire, maintenant qu’il est trésorier, on en profitera pour lui faire endosser les comptes douteux du parti avant de lui rendre sa casquette de chauffeur.

Dominique – Oui, parce que moi, j’ai déjà donné… On devrait avoir les résultats de la primaire d’une minute à l’autre. Vous avez déjà quelques retours ?

Alex – Pour l’instant, tout va bien, rassurez-vous.

Dominique – S’il est élu, notre parti n’a plus aucune chance pour les présidentielles. C’est curieux de dire que tout va bien, mais bon…

Alex – Avec ces deux tocards à droite et à gauche, c’est un boulevard qui s’ouvre au centre. Uberman passera dès le premier tour de la présidentielle.

Dominique – Le diable vous entende…

Le portable de Dominique sonne et il répond.

Dominique – Oui… D’accord… Non… Vous êtes sûr ? Ok…

Il range son portable.

Alex – Alors ?

Dominique – C’est fait. Patrick Blanc remporte les primaires… avec 83% des voix.

Alex – Je vous l’avais dit. Notre plan fonctionne à merveille…

Dominique – Oui… Mais 83%, c’est beaucoup, non ?

Alex – On y a peut-être été un peu fort sur le bourrage des urnes. On ne pensait pas qu’il recueillerait autant de suffrages spontanément.

Dominique – Je ne recueille moi-même que 7%. Je n’avais pas prévu de gagner mais tout de même, c’est assez vexatoire. Vous auriez au moins pu me donner un score à deux chiffres…

Alex – On peut encore recompter les voix… Vous voulez combien ?

Dominique – Et lui ? Je ne sais pas s’il est déjà au courant de sa victoire…

Alex – Ça risque de lui faire un choc. Je vais réfléchir à la meilleure manière de lui annoncer ça…

Dominique – Il va bien falloir qu’il apprenne un jour qu’il est candidat aux Présidentielles.

Ils sortent. Patrick revient avec Vanessa.

Patrick – De toute façon, je sais bien que je n’ai aucune chance.

Vanessa – Pourquoi vous présentez-vous, alors ?

Patrick – Parce que le patron me l’a demandé ! Pour que les deux autres aient l’air moins bêtes à côté de moi, j’imagine…

Vanessa – Ne vous dévalorisez pas, Patrick. Vous n’êtes pas aussi bête que vous en avez l’air… Je veux dire, vous êtes moins bête que vous le prétendez.

Patrick – C’est gentil, ce que vous venez de dire.

Vanessa – Vous trouvez ?

Patrick – Mais si j’ai accepté d’être candidat, c’est aussi pour une autre raison…

Vanessa – Ah oui ?

Patrick – Madame Chatterton m’a dit que vous aviez une bonne opinion de moi…

Vanessa – Elle vous a dit ça ?

Patrick – Et elle m’a dit aussi que vous seriez fière de moi si j’acceptais cette mission. Je sais que je n’ai pas beaucoup d’ambition dans la vie, mais de savoir que vous êtes fière de moi, ça me motive…

Vanessa – Tant mieux…

Patrick – Je n’ai jamais connu mes parents, vous comprenez… Vous au moins, vous avez toujours été gentille avec moi.

Vanessa – Mais je me demande si les gens qui vous manipulent sont aussi gentils que moi.

Patrick – C’est vrai que cette convocation au tribunal au sujet du financement occulte du parti, je ne m’y attendais pas…

Vanessa – Oui… On se demande pourquoi ça arrive maintenant.

Patrick – Si vous n’aviez pas été là pour me dire ce qu’il fallait que je raconte au juge.

Vanessa – Je crois qu’il a bien compris qu’on voulait vous faire porter le chapeau.

Patrick – Que voulez-vous ? Je n’ai pas une tête à chapeau…

Son téléphone sonne, elle répond.

Vanessa – Oui ? Très bien… Combien ? D’accord, je vous l’envoie tout de suite…

Patrick – Alors ?

Vanessa – Vous avez recueilli 83% des suffrages exprimés.

Patrick – Qu’est-ce que ça veut dire ?

Vanessa – Ça veut dire que vous êtes en tête ! Et que les deux autres se partagent les 17% qui restent…

Patrick – Ce n’est pas possible… Ça doit être une erreur…

Vanessa – Dominique veut vous voir.

Patrick – De toute façon, je ne gagnerai jamais au deuxième tour.

Vanessa – Il n’y a pas de deuxième tour, Patrick. Vous avez la majorité absolue. Vous êtes candidat à l’élection présidentielle !

Patrick – Non ?

Vanessa – Je crois qu’il est temps que je prenne en charge personnellement votre campagne… Mais pour l’instant, Monsieur Riviera vous attend. Vous venez avec moi ?

Vanessa et Patrick sortent. Arrivent Alex et Claude.

Claude – Je me suis mis d’accord avec Uberman. Quand elle aura été élue, elle m’a promis le poste de Premier Ministre.

Alex (ironique) – Vous n’aviez pas dit que vous vous contenteriez du Ministère des Finances ?

Claude – Les Finances ? Dans l’état où sont les finances de la France, autant faire la manche dans le métro.

Alex – Et vous êtes sûr qu’Uberman n’a pas déjà promis Matignon à Riviera ?

Claude – Si bien sûr. C’est d’ailleurs pour ça que je voulais vous voir…

Alex – Tiens donc…

Claude – Depuis que vous travaillez pour lui, vous devez savoir des tas de choses, non ? Je veux dire… des choses qu’il préférerait que la presse continue à ignorer.

Alex – La presse sait déjà pas mal de trucs sur Riviera. Et il a déjà quelques ennuis avec la justice.

Claude – Je ne parle pas d’un simple abus de bien social ou de notes de frais non justifiées. Ce qu’il me faudrait, c’est… quelque chose qui le pousse à se retirer définitivement de la vie politique.

Alex – J’ai peut-être un truc qui pourrait vous intéresser. Mais qu’est-ce que j’y gagne.

Claude – Le prix de la trahison ? Je ne sais pas. À combien vous estimez votre honneur ? Si vous ne l’avez pas déjà vendu plusieurs fois…

Alex – Et pourquoi pas un ministère ? Ça ne vous coûtera rien. Et ça ferait tellement plaisir à ma mère…

Claude – Très bien. Qu’est-ce qui vous ferait plaisir ?

Alex – Je pensais… au Ministère des Transports.

Claude – Là je dois dire que vous m’étonnez…

Alex – Quand j’étais petite, ma sœur jouait à la poupée. Moi, pour Noël, j’avais demandé un train électrique. Ma mère a refusé. J’ai eu la Maison de Barbie.

Claude – Moi c’était plutôt le Monopoly, mais bon… Soit, je vous donne les quatre gares. Et ce qui reste de la SNCF.

Alex – Merci.

Claude – Je vous écoute.

Alex – Je vous préviens, c’est du lourd…

Ils sortent.

Acte 3

Dominique arrive, avec Claude.

Dominique – Alors ? Comment se présente le bébé ?

Claude – En ce qui me concerne, ce sera une fausse couche. Les sondages me donnent à peine 3% des voix au premier tour.

Dominique – Très bien !

Claude – J’admire votre enthousiasme…

Dominique – C’est tout à fait conforme à notre plan, non ?

Claude – Le fameux plan C…

Dominique – Couler les porte-avions de la droite et de la gauche, pour faire émerger notre sous-marin nucléaire au centre.

Claude – Et après on se partage les portefeuilles des naufragés… Je ne sais pas pourquoi, mais ça me paraît un peu trop tordu pour marcher…

Dominique – Pourtant, les coups tordus, ça vous connaît…

Claude – Alors finalement, vous seriez intéressé par Matignon ?

Dominique – Après ces révélations sur ma vie privée, je ne suis plus en situation pour un poste aussi exposé… Je me contenterai des anciens combattants ou de l’outre-mer.

Claude – Sale affaire, en effet… Je me demande comment la presse a appris ça.

Dominique – Oui, moi aussi…

Claude – Attention, moi je ne juge personne ! Chacun a le droit de vivre sa sexualité comme il veut. Tant que ça ne dérange personne.

Dominique – Merci…

Claude – Remarquez, vous avez bien fait. Si vous étiez resté une femme, vous n’auriez pas fait une aussi belle carrière politique. Les Français sont tellement misogynes. Enfin, ils l’étaient encore plus à l’époque qu’aujourd’hui…

Dominique – Oui, bon…

Claude – Pour être élu, on est tous prêts à certains sacrifices, mais tout de même… De là à recourir à la chirurgie pour changer de sexe…

Dominique – Quoi ?

Claude – Voyez le bon côté des choses. Vous êtes devenu un symbole, Dominique. Une icône du mouvement LGBT. Vous aurez été le premier Premier Ministre transgenre de ce pays.

Dominique – Mais enfin, je ne suis pas transsexuel !

Claude – Ce n’est pas ce que dit la presse…

Dominique – Je me tue à leur expliquer. C’est une simple erreur de ma mère lorsqu’elle a déclaré ma naissance à la mairie ! Elle voulait tellement avoir une fille… C’est sûrement pour ça qu’elle m’a donné un prénom unisexe. Alors évidemment, Dominique… Personne n’a vu le problème.

Claude – À ce qu’on dit, jusqu’à votre première communion, elle vous mettait des robes…

Dominique – Seulement à la maison ! Et comme je n’ai pas fréquenté l’école publique… J’ai été éduqué par un précepteur… Un prêtre, qui portait la robe, lui aussi…

Claude – C’est cela, oui… Jusqu’à vos 18 ans… Quand pour intégrer Sciences Po, vous avez décidé de changer de sexe…

Dominique – Pas de changer de sexe ! De rétablir la vérité sur mon état civil.

Claude – Ça vous a au moins permis d’échapper au service militaire.

Dominique – Le temps de prouver qu’il s’agissait d’une méprise, et d’obtenir de nouveaux papiers… Vous connaissez les lenteurs de l’administration. Ce n’est qu’à 23 ans que je suis officiellement redevenu un homme.

Claude – Bon, enfin… C’est vous qui voyez… Et à propos de bonne femme, comment ça se passe, avec notre championne ?

Dominique – Uberman ? D’après les dernières estimations, elle est toujours en tête, avec 32% au premier tour.

Claude – Ce n’est pas une marge très confortable. Et c’était avant la désignation de Patrick Blanc comme candidat du Parti Social.

Dominique – Ce type a le charisme d’une huître. Ça ne devrait pas changer grand chose.

Claude – Allez savoir… Il y a pas mal de Français qui aiment les huîtres. Et il faut avouer que pour ce qui est des perles, il en sort d’assez grosses…

Alex arrive.

Dominique – Vous en faites une tête ? Qu’est-ce qui se passe ?

Alex – Je viens d’avoir les chiffres du dernier sondage.

Claude – Et alors ?

Alex – Il y a une petite surprise, mais on va corriger ça très vite.

Dominique – Une surprise ?

Alex – Pour l’instant, Patrick arrive en deuxième position.

Claude – C’est une blague ?

Alex – Ce n’est qu’un sondage. Et ce n’est que le premier tour.

Dominique – Combien ?

Alex – 25…

Claude – 25% d’intentions de vote !

Dominique – Et Frédérique ?

Alex – Elle s’est légèrement tassée, à 27…

Claude – Autant dire qu’on est dans la marge d’erreur…

Dominique – Et là, ce n’est plus la primaire. Ce serait beaucoup plus compliqué pour bourrer les urnes.

Claude – Vous nous aviez assuré que ce Patrick était un con !

Alex – Mais c’est un con ! Je vous le garantis. Qu’est-ce que j’y peux si les électeurs se reconnaissent en lui.

Dominique – Bêtement, je pensais que c’était votre boulot de prévoir ce genre de trucs…

Claude – Vous découvrez seulement aujourd’hui que les électeurs sont des cons ? Mais pour quoi on vous paie ?

Alex – Non mais il va s’effondrer. On va tout faire pour.

Dominique – Ah oui, et qu’est-ce que vous allez faire ?

Claude – Après son dernier passage à la télé, il a gagné 10 points.

Dominique – C’est vrai qu’il avait quelque chose de changé, non ?

Claude – Oui… On ne le reconnaît plus.

Alex – Il est presque drôle, parfois…

Dominique – Ce n’est pas encore un de vos coups tordus, au moins ? Ne me dites pas que vous le conseillez lui aussi, sous le manteau ?

Claude – Vous bouffez à tous les râteliers, Chatterton.

Alex – Mais pas du tout !

Dominique – Ou alors c’est avec vous, Casteljarnac, qu’il a passé un accord secret…

Claude – Je vous jure que non !

Dominique – Je vous conseille de ne pas me faire un enfant dans le dos. J’ai encore mes entrées à Matignon, et vous savez de quoi je suis capable…

Alex – Je m’en occupe…

Ils sortent. Patrick arrive avec Vanessa. Patrick a adopté un nouveau look, beaucoup plus moderne mais un peu décalé. Il porte dans une main un sac en papier à l’enseigne de Mac Donald, et dans l’autre un verre en carton dont il aspire bruyamment le contenu à l’aide d’une paille.

Vanessa – Merci pour cette invitation, Patrick. Mais vous avez dû vous ruiner…

Patrick – Je passerai ces deux menus Big Mac sur mes frais de campagne. Vous êtes ma conseillère, oui ou non ?

Vanessa – Pour l’instant, il vaut mieux que ça reste un secret entre nous.

Patrick – Moi, la politique, je n’y comprends rien. Mais avec vous, tout devient simple. C’est vous qu’ils auraient dû désigner comme candidate, pas moi !

Vanessa – Je crois que je n’avais pas l’air assez conne. Ils se méfiaient de moi. Désolée, ce n’est pas ce que j’ai voulu dire…

Patrick – Oh, je sais que je n’ai pas vraiment le profil d’un candidat à la présidentielle. D’ailleurs, je ne comprends toujours pas pourquoi c’est moi qu’ils ont choisi…

Vanessa – Vous avez encore beaucoup à apprendre avant d’être tout à fait armé pour faire de la politique.

Patrick – Je sais bien que je ne serai jamais élu, mais en tout cas, cette aventure m’a ouvert sur des tas de choses que j’ignorais.

Vanessa – Vous avez des capacités, Patrick. Jusque-là, vous n’avez pas eu l’occasion de les exprimer, c’est tout.

Elle s’approche de lui, en déployant à charme envoûtant.

Patrick – Je serai votre élève, Vanessa…

Vanessa – Je serai toujours à vos côtés, Patrick. Mais il faudra bien m’écouter, d’accord…?

Patrick – Je boirai vos paroles.

Vanessa – Et bien faire ce que je vous dis.

Patrick – Je serai votre esclave… Commandez, et j’obéirai…

Il s’approche pour l’embrasser. Le téléphone sonne, interrompant ce moment d’égarement. Elle répond.

Vanessa – Oui ? Oui… Très bien, merci. Non, non, je lui dirai… (Elle met fin à l’appel) Les résultats viennent de tomber.

Patrick – Ne me dites pas que je suis en tête ?

Vanessa – Vous êtes en deuxième position.

Patrick – Ouf… Ça veut dire que je ne suis pas élu.

Vanessa – Pas au premier tour, évidemment, mais vous restez en lice pour le deuxième.

Patrick – Oh, non…

Vanessa – Je vais bien m’occuper de vous, ne vous inquiétez pas. Vous venez ?

Ils sortent. Arrivent Dominique et Fred.

Fred – Vous m’aviez promis qu’il ne tiendrait pas la distance.

Dominique – C’est ce qu’on croyait tous.

Fred – Vous ne seriez pas en train d’essayer de me baiser, au moins ?

Dominique – Je vous assure que…

Fred – Vous m’avez poussée à me présenter hors parti, en me disant que ce type n’était qu’un matelot sacrifié pour couler avec le navire.

Dominique – Mais… tout à fait ! C’est ce que je croyais, en tout cas…

Fred – Enfin, c’est qui cet abruti ?

Dominique – C’est mon chauffeur…

Fred – Vous vous foutez de moi ?

Dominique – C’était une idée de Chatterton.

Fred – Je vous avais dit de vous en méfier, de celle-là…

Dominique – Patrick Blanc, ça ne devait être qu’un bouc émissaire, pour assumer le passif du parti. Mais je me demande si cette créature n’est pas en train de nous échapper.

Fred – Bravo… Et maintenant, qu’est-ce que vous proposez ?

Dominique – Je vous avoue que je ne sais plus quoi faire. Quoi qu’on fasse pour le décrédibiliser, ça le rend encore plus sympathique auprès de l’électorat.

Fred – On ne peut tout de même pas laisser ce crétin devenir Président de la République.

Dominique – Je crois que le moment est venu d’envisager de l’éliminer définitivement de la course à l’Élysée…

Fred – Définitivement ?

Dominique – J’appelle le Ministre de l’Intérieur…

Noir.

Acte 4

Dominique arrive avec Alex.

Dominique – Non mais vous l’avez vu, hier, à la télé ? Il se fiche de nous !

Alex – Il faut reconnaître qu’il est assez étonnant.

Dominique – Supprimer le Sénat… C’est vous qui lui avez soufflé cette idée absurde ?

Alex – Mais pas du tout !

Dominique – Je vous rappelle que tous nos souteneurs de droite sont sénateurs !

Alex – Par souteneurs, vous entendez soutiens, j’imagine…

Dominique – Claude m’a appelé, il est hors de lui. C’est vrai que si on supprimait le Sénat, personne ne s’en apercevrait, mais bon…

Alex – Je ne sais pas où il est allé cherché ça… Il est peut-être moins con qu’il en a l’air, après tout…

Dominique – Vous m’aviez dit qu’il savait à peine lire et écrire !

Alex – Je ne sais pas ce qui lui est arrivé…

Dominique – Depuis qu’il a réchappé à cet attentat, c’est pire que tout. Il est passé en tête des intentions de vote au deuxième tour. Vous vous rendez compte ? Les deux tiers des Français se déclarent prêts à voter pour cet imbécile !

Alex – Il faut dire que les barbouzes de la DGSE se sont surpassés. Le sniper qui devait lui coller une balle dans la tête s’est tiré une balle dans le pied !

Dominique – Des tireurs d’élite ! Je ne comprends pas… Ce type a la baraka, ce n’est pas possible autrement. On dirait qu’il bénéficie d’une protection divine.

Alex – C’en est presque troublant. Il est même à l’épreuve des balles.

Dominique – Mais c’est quoi, son secret ?

Alex – Un grigri que lui aura fourni un marabout africain…

Dominique – Rien ne peut donc plus l’arrêter ?

Alex – J’aimerais vous dire le contraire, mais j’ai tout essayé. Pourtant vous savez que quand il s’agit de salir une réputation, je ne manque jamais d’imagination.

Dominique – Il doit bien avoir quelque chose à se reprocher ! On a tous, quelque chose à se reprocher ! Un emploi fictif, un compte en Suisse, un ami au Kremlin…

Alex – La vie de Patrick Blanc est un néant total. C’est à croire qu’avant d’être candidat à la présidentielle, il ne lui était rien arrivé du tout.

Dominique – Il a bien des parents, tout de même. Un père alcoolique. Une mère prostituée.

Alex – Une sœur comédienne, ça me suffirait. Mais c’est un enfant de la DASS. On ne sait pas qui sont ses parents. On ignore d’où il vient. Patrick Blanc, c’est l’immaculée conception.

Dominique – Bientôt vous allez me dire que c’est un extraterrestre… ou le messie.

Alex – Franchement je ne suis plus sûre de rien…

Dominique – Vous nous aviez promis un naufrage. Sur vos conseils, on a quitté le navire sur un radeau. Et voilà que le Titanic continue sa route vers l’Amérique en évitant soigneusement tous les icebergs !

Alex – Avec un dingo pour capitaine…

Dominique – On va finir par se bouffer entre nous, sur ce putain de radeau, vous allez voir…

Alex – Vous avez raison… On est fait comme des rats… Je veux dire… On va trouver une solution…

Dominique – Je vous retiens, avec votre plan C ! Et qu’est ce que vous allez nous suggérer maintenant ?

Alex – Un plan D ?

Dominique – Je vous préviens, je ne déclinerai pas toutes les lettres de l’alphabet…

Alex – Je suis sur le coup, je vous assure…

Dominique – Et c’est quoi, votre plan D ?

Alex – Négocier ?

Dominique – Négocier avec Patrick Blanc ? Je vous rappelle que c’est mon chauffeur…

Alex – Si on ne peut pas empêcher son élection… Après tout, c’est le candidat du parti, non ? Celui qui a été officiellement légitimé par nos primaires.

Dominique – Je ne suis pas sûr que la droite soit d’accord… Ce n’est pas tout à fait le plan qu’on leur avait vendu.

Claude arrive, furieux.

Claude – C’est quoi, ces conneries ? Vous pensez me faire un enfant dans le dos, c’est ça ?

Dominique – Mais enfin Claude, calme-toi. De quoi tu parles ?

Claude – Tu m’avais dit que votre candidat, c’était juste un épouvantail. Pour mieux faire élire cette bécasse de Frédérique, qu’on aurait pu ensuite manipuler comme on voulait. La dinde de la farce, tu disais…

Frédérique arrive et entend ces dernières paroles.

Fred – C’est bien de moi, la dinde dont vous parlez ?

Dominique – Ah, bonjour Frédérique.

Fred – Tu me prends vraiment pour une conne, Dominique. Mais je te préviens, si tu me fais ce coup-là, je t’arrache les couilles.

Claude – On n’est même pas sûr qu’il en ait… Un type capable de changer de sexe pour avoir plus de chance d’être élu ! Retourner sa veste, il n’est pas à ça près…

Dominique – Je vous assure que je n’y suis pour rien. Mais bon, ce qui compte maintenant, c’est de trouver un moyen d’en sortir. Tous ensemble…

Fred – Tous ensemble… Non mais écoutez-le, ce faux cul.

Claude – Patrick Blanc est en tête des intentions de vote ! Comment vous comptez vous y prendre pour changer ça ?

Dominique – Rassurez-vous, Alex a un plan D…

Fred – Et c’est ça qui est supposé nous rassurer ? C’est quoi encore, ces embrouilles ?

Alex – C’est… C’est encore un peu tôt pour en parler, mais j’y travaille, croyez-moi…

Claude – Vous avez intérêt, parce que nos patrons sont furieux.

Alex – Nos patrons ?

Claude – Ne jouons pas sur les mots. Je voulais dire… les patrons de la France. Ou les patrons français, si vous préférez.

Dominique – Oh, mon Dieu… Les patrons du CAC 40… Et qu’est-ce qu’ils disent ?

Claude – Ils menacent de nous couper les vivres…

Dominique – Il faut absolument trouver une solution… si demain on ne veut pas avoir à payer nous-mêmes nos costards sur-mesure.

Fred – Ou qu’on nous offre gratuitement un costume en sapin.

Alex – Je vais voir ce que je peux faire…

Dominique – Et je vous conseille de vous dépêcher, parce que les snipers de la DGSE ne se tireront pas toujours une balle dans le pied.

Claude – Heureusement, il n’a pas de programme…

Fred – Je commence à me demander si ce n’est pas pour ça qu’il est plébiscité par les électeurs…

Ils sortent. Patrick arrive avec Vanessa.

Vanessa – Après tout, si vous étiez élu président, vous ne pourriez pas faire pire que les autres…

Patrick – Je crois que vous me sous-estimez, Vanessa…

Vanessa – Apparemment, rien ne pourra empêcher les électeurs de voter pour vous, autant avoir un programme.

Patrick – Un programme, moi ? Mais quel programme ?

Vanessa – Je ne sais pas… Vous avez des idées ?

Patrick – Et si on demandait aux gens ce qu’ils veulent.

Vanessa – Parce que vous croyez qu’ils veulent tous la même chose, les gens ? Ce serait trop simple…

Patrick – Alors qu’est-ce qu’on peut faire ?

Vanessa – Jusqu’ici, tous les présidents se sont efforcés de ne déplaire à personne… en ne faisant rien du tout.

Patrick – Dans ce cas, autant supprimer le Président de la République.

Vanessa – Là, vous m’épatez, Patrick… C’est en effet une idée révolutionnaire. Après avoir proposé de supprimer le Sénat… Il ne reste plus qu’à supprimer aussi l’Assemblée, et on ne sera pas loin de la restauration.

Patrick – La restauration ? Vous voulez dire la restauration rapide ?

Vanessa – La restauration de la monarchie ! Mais une monarchie populaire, cette fois. Avec un souverain issu du peuple, comme vous. (Son téléphone sonne et elle répond) Oui ? Oui, il est avec moi justement. Très bien, je lui dis tout de suite… (Elle raccroche) Chatterton vous cherche.

Patrick (pas rassuré) – Vous ne voulez pas rester avec moi ?

Vanessa – C’est vous le candidat, Patrick. Maintenant, il va falloir faire face… (Alex arrive) Je vous laisse… Mais rassurez-vous, je ne serai pas loin…

Vanessa sort. Alex arrive.

Alex – Alors Patrick ? Vous ne regrettez pas votre boulot de chauffeur ?

Patrick – À vrai dire… si, un peu…

Alex – Je peux vous l’avouer maintenant, vous n’étiez pas mon favori dans cette élection. Mais la présidentielle, c’est la rencontre d’un homme avec un peuple, n’est-ce pas ?

Patrick – Euh… oui.

Alex – Et ce peuple, Patrick, il se reconnaît en vous. Pour le meilleur et pour le pire…

Patrick – Probablement pour le pire, j’en ai bien conscience.

Alex – Ne vous sous-estimez pas, mon cher ! Vous faites une bonne campagne.

Patrick – Je ne savais même pas que je faisais campagne…

Alex – Vous n’avez pas fait l’ENA. Et alors ? Il faut savoir reconnaître le talent là où il est, et l’encourager… Pour le bien du pays ! La France a besoin de renouveler son personnel politique, c’est évident. Et vous, Patrick, vous incarnez parfaitement ce renouvellement !

Patrick – Si vous le dites…

Elle s’approche de lui, et le prend par les épaules.

Alex – J’ai foi en vous, Patrick… Au fond de moi, j’ai toujours su que vous étiez appelé à un destin national. Vous saviez que c’est moi qui ai soufflé votre nom à Riviera pour la primaire ?

Patrick – Euh… non.

Elle se détache de lui.

Alex – Néanmoins, vous devrez être encadré par des gens plus aguerris, bien sûr. Vous n’avez aucune expérience de la vie politique. Si par malheur vous êtes élu, vous aurez besoin de conseils. Pourquoi ne pas faire un bout de chemin ensemble ?

Patrick – Oui, pourquoi pas ?

Alex – Vous connaissez la différence entre les politiques et les électeurs ?

Patrick – Non.

Alex – Les politiques, c’est « faites ce que je dis mais pas ce que je fais ».

Patrick – Et les électeurs ?

Alex – C’est pareil.

Patrick – D’accord… Donc, il n’y a pas de différence.

Alex – Voilà.

Patrick – Mais vous m’avez demandé si je connaissais la différence entre…

Alex – C’est une blague.

Patrick – D’accord.

Alex – Ça veut dire, si vous préférez, que… les gens attendent de leurs représentants une exemplarité qu’ils refusent de s’imposer à eux-mêmes.

Patrick – D’accord…

Alex – Venez avec moi, je vais essayer de vous expliquer…

Ils sortent. Dominique et Claude arrivent.

Dominique – Je me demande si on n’est pas au bout de quelque chose, quand même…

Claude – Vous croyez ?

Dominique – Après tout le mal qu’on s’est donné pour eux…

Claude – Oui… (Un temps) Vous parlez sérieusement ou bien…

Dominique – Je ne sais même plus… C’est ça le problème…

Claude – Ceci dit, je crois que c’est vous qui avez raison… La gauche, la droite… Tout ça, c’est dépassé.

Dominique – Ce sont les mêmes qui dénoncent le pouvoir de l’argent et qui réclament plus de pouvoir d’achat !

Claude – En tout cas, nos sponsors sont furax.

Dominique – Nos sponsors ?

Claude – J’ai dit ça ? Au temps pour moi… Je voulais dire nos souteneurs.

Dominique – À choisir, je préfère encore sponsors, remarquez… On emploie bien ce terme pour les sportifs qui courent après un titre et une médaille, pourquoi pas pour les politiques qui courent après un poste et une décoration.

Claude – Tout de même… Vous nous voyez porter des costards aux couleurs des sociétés qui nous les payent ?

Dominique – Vous avez raison, ce serait un peu voyant… et pas très élégant.

Ils sortent. Alex revient avec Vanessa.

Alex – Nous sommes parties sur un mauvais pied, toutes les deux, et je le regrette, croyez-le bien.

Vanessa – Et qu’est-ce que vous attendez de moi, au juste ?

Alex – Pour une raison qui m’échappe, vous semblez avoir une certaine influence sur Patrick. Vous ne voudriez pas collaborer avec nous ?

Vanessa – Collaborer ?

Alex – Lui faire comprendre que le costume est trop grand pour lui. Vous conviendrez que si cet abruti en arrivait à être élu président, la République serait en danger.

Vanessa – Tandis qu’avec vous, elle ne court aucun risque, bien sûr…

Alex – Nous saurions vous récompenser.

Vanessa – Ah oui ?

Alex – Vous n’allez pas rester secrétaire toute votre vie.

Vanessa – Je suis assistante.

Alex – Vous valez mieux que ça, Sabrina.

Vanessa – Je m’appelle Vanessa…

Alex – Vous n’aurez pas affaire à des ingrats, je vous assure… Ça vous dirait, un poste de secrétaire dans le prochain gouvernement ?

Vanessa – Je suis assistante, je viens de vous le dire.

Alex – Non, je voulais dire… secrétaire d’état. (Elle semble un peu déstabilisée) Je vous laisse réfléchir à ma proposition…

Alex sort. Patrick arrive.

Patrick – Ils me proposent un arrangement.

Vanessa – Tiens donc…

Patrick – Je me désiste en faveur de Uberman, et je serai secrétaire dans le prochain gouvernement. Secrétaire, moi, vous vous rendez compte ?

Vanessa – Vous préfériez ministre, c’est ça ?

Patrick – Pas du tout ! Chauffeur, déjà, j’avais du mal, mais secrétaire… Je ne suis pas sûr d’avoir le niveau. Je ne suis pas comme vous, moi. Je n’ai jamais été très bon en orthographe et je ne sais pas taper à la machine.

Vanessa – Rassurez-vous, pour être secrétaire d’état, il n’y a même pas besoin de savoir lire et écrire.

Patrick – Vous me conseillez d’accepter, alors ?

Elle s’approche de lui avec un sourire enjôleur.

Vanessa – Je crois que vous valez mieux que ça, Patrick…

Patrick – Mais alors qu’est-ce que je fais ?

Vanessa – Vous me faites confiance ?

Patrick – Une confiance aveugle, Vanessa.

Il tombe en catalepsie. Noir.

Acte 5 

Patrick et Vanessa arrivent. Vanessa s’efface pour le laisser passer.

Vanessa – Monsieur le Président, après vous…

Patrick – 97% des voix ! Ce n’est pas possible. Il doit y avoir une erreur quelque part…

Vanessa – Aucun candidat n’a jamais été élu en France avec une telle majorité !

Patrick – Je ne comprends pas ce qui m’arrive… Ça me fait peur, Vanessa…

Vanessa – C’est vrai qu’un score pareil… Ça ne fait pas de vous un président normal. Et ça donnerait des idées à n’importe quel apprenti dictateur…

Patrick – Je vous rappelle que j’ai promis de démissionner aussitôt élu.

Vanessa – Oui. Et de supprimer la fonction présidentielle.

Patrick – C’est même après avoir pris ce malheureux engagement que ma cote de popularité s’est envolée.

Vanessa – D’ailleurs, c’était votre seul argument de campagne.

Patrick – Moi qui pensais dissuader les électeurs de voter pour moi… Élire quelqu’un qui s’engage à démissionner s’il remporte les élections… Ça n’a pas de sens !

Vanessa – À l’évidence, les Français en ont assez des hommes providentiels.

Patrick – Ou alors, les Français sont des cons.

Vanessa – C’est aussi une hypothèse, hélas…

Patrick – Quoi qu’il en soit, j’ai promis. Demain, je ne serai plus président…

Vanessa – Pour éviter une vacance du pouvoir et une crise de régime, il serait plus responsable d’attendre jusqu’aux législatives…

Patrick – Vous croyez ?

Vanessa – C’est certain. Et même après… Si vous décidiez de rester encore un peu, vous ne seriez pas le premier à trahir vos promesses de campagne.

Patrick – C’est-à-dire que… J’ai donné ma parole… C’est la démocratie, non ?

Vanessa – Beaucoup de dictateurs ont commencé par être élus, vous savez…

Patrick – Maintenant, c’est vous qui me faites peur, Vanessa… Vous plaisantez, là, ou bien…?

Vanessa – Je vous avoue que je ne sais plus très bien…

Patrick – Moi non plus… Je n’étais pas préparé à ça… C’est normal que ça puisse monter à la tête.

Vanessa – C’est sûr… Être président, c’est une énorme responsabilité. Songez que maintenant, vous êtes le chef des armées.

Patrick – Je n’ai même pas fait mon service militaire… J’ai été réformé à cause de ma narcolepsie…

Vanessa – Heureusement, il n’y a aucune visite médicale pour être président de la république. Même si vous étiez fou à lier, vous pourriez quand même déclencher une guerre nucléaire ! À propos, on vous a déjà donné le code ?

Patrick – Le code…?

Vanessa – Le code secret ! Pour la bombe !

Patrick – Euh, non… Enfin, je n’ai pas vérifié mes SMS.

Il regarde son portable.

Vanessa – C’est vrai que parfois, on se dit que le monde vivrait mieux si on en supprimait la moitié.

Patrick – Oui… Mais laquelle ? Ma messagerie est complètement saturée…

Il range son portable.

Vanessa – Vous avez raison, c’est un peu radical… Sinon, vous avez aussi droit à un certain nombre d’assassinats ciblés.

Patrick – Pardon ?

Vanessa – Vous fournissez une liste à la DGSE, et elle s’occupe de tout.

Patrick – Vous avez raison, je crois que nous sommes en train de devenir fous…

Vanessa – Non mais c’est seulement un ou deux par mois.

Patrick – D’accord… Une sorte d’abonnement, en quelque sorte. Mais on ne doit pas dépasser le forfait…

Vanessa – Exactement…

Patrick – Ça me rassure, en effet…

Vanessa – Rien à signer. Aucun compte à rendre à personne. Ni vu ni connu.

Patrick – Oui… C’est sûrement comme ça que j’ai failli par deux fois être assassiné… Mais ils ont l’air tellement maladroits. C’est une chance qu’il n’y ait pas eu de dégâts collatéraux…

Vanessa – Moi j’ai bien une petite idée de qui je mettrais en tête de liste…

Patrick – On pourrait arrêter de parler de ça. Ça me rend un peu nerveux…

Vanessa – D’accord… Néanmoins, maintenant que vous êtes le commandant en chef du paquebot France, Patrick, vous allez traverser des tempêtes. Subir des pressions. Faire face à des mutineries, peut-être…

Patrick – Voilà pourquoi j’ai la ferme intention de quitter le navire dès que possible…

Vanessa – Bien sûr, mais avant les résultats du deuxième tour des législatives, il peut s’en passer, des choses, vous savez…

Patrick – C’est pour ça que j’ai encore besoin de vous à mes côté, Vanessa… Plus que jamais…

Ils se rapprochent, et sont sur le point de s’embrasser. Mais le téléphone sonne. Vanessa se reprend et répond.

Vanessa – Oui ? Oui, Monsieur le Président. Je vous le passe tout de suite… (À Patrick) Le Président…

Patrick – Ah, vous voyez bien que ce n’est pas moi !

Vanessa – L’ancien Président. Pour vous féliciter de votre élection…

Patrick – Ah… (Il prend le combiné) Oui, Monsieur le Président… Merci Monsieur le Président… Mais bien sûr, Monsieur le Président… Au revoir Monsieur le Président…

Il raccroche, incrédule.

Vanessa – Alors ? Il vous a donné le code ?

Patrick – Pour rentrer à l’Elysée, il y a un code ?

Vanessa – Le code nucléaire !

Patrick – Non, mais c’est une obsession…

Vanessa – Excusez-moi.

Patrick – Vous croyez que c’était vraiment lui ?

Vanessa – Qui ça, lui ?

Patrick – Le Président ! Ça pourrait être un canular ! Toute cette histoire pourrait être un gigantesque canular… Ou tenez : une pièce de théâtre !

Vanessa – Dans ce cas, c’est que le monde entier est un théâtre, comme disait Shakespeare.

Patrick – Donc, je ne rêve pas…

Vanessa – À moins que la vie ne soit un songe, comme disait Calderon.

Patrick – Vous pourriez arrêter avec vos citations ? Je ne suis pas sûr que ça m’aide beaucoup…

Vanessa – Pardon… En attendant, vous voilà officiellement Président de la République… Vous avez des souhaits particuliers, pour la cérémonie d’investiture ?

Patrick – Il va falloir que je jure sur la bible ?

Vanessa – On n’est pas aux États Unis…

Patrick – On jure sur quoi, en France, alors ?

Vanessa – Jusqu’à maintenant, c’était plutôt sur le bottin mondain… En revanche, si vous avez une chanteuse préférée, c’est l’occasion ou jamais de la voir en vrai.

Patrick – J’aime bien Céline Dion… Vous croyez que ce serait possible ?

Vanessa – Pourquoi pas ? De toute façon, vous n’en réchapperez pas. Autant vous faire un peu plaisir.

Patrick – D’accord… Alors va pour Céline Dion… Je démissionnerai, juste après… Et je compte sur vous pour veiller à ce que je tienne ma promesse !

Vanessa – J’y veillerai… Même si ça sera dur pour moi aussi… Je me voyais déjà en première dame…

Patrick – Je suis vraiment désolé, mais… (Comprenant) Première dame ? Vous voulez dire que… 

Vanessa – J’ai toujours rêvé d’avoir dans mon lit un homme doté de la puissance nucléaire.

Ils s’embrassent avec fougue. Il est même prêt à la prendre sur la table. Alex arrive.

Alex – Pardon, je ne voulais pas vous déranger.

Patrick – Non, non, vous ne nous dérangez pas du tout…

Vanessa – Ben si, un peu quand même… Qu’est-ce que vous voulez ?

Alex (à Patrick) – Tout d’abord vous féliciter pour cette éclatante victoire.

Patrick – Merci…

Alex – Une victoire à laquelle, il faut bien le dire, je ne suis pas tout à fait étrangère…

Vanessa – Patrick a échappé à deux tentatives d’assassinat…

Alex – J’étais pour ma part tout à fait opposée à cette malheureuse initiative, croyez-le bien.

Patrick – Bon, et alors ?

Alex – Alors, il va bien falloir préparer la suite… Vous ne pensez pas sérieusement à démissionner, n’est-ce pas ?

Patrick – Je m’y suis engagé devant les Français.

Alex – Bien sûr… Et il est important pour un élu de tenir ses promesses.

Patrick – Nous sommes d’accord.

Alex – Vous avez promis de démissionner, mais vous n’avez pas précisé quand. Après tout, rien ne vous empêche de vous démettre quelques semaines avant la fin de votre mandat.

Patrick – Ce n’est sûrement pas ça que mes électeurs avaient en tête quand ils ont voté pour moi.

Alex – Vous débutez, c’est normal… Mais vous savez, il va falloir apprendre à jouer un peu avec les mots. Tenir sa parole, oui. Mais les paroles, ce ne sont que des mots. Et les mots, avec un peu d’expérience, on leur fait dire ce qu’on veut.

Patrick – Vous croyez…

Alex – Bien sûr ! C’est un peu comme avec les femmes, si je peux me permettre. Vous connaissez les femmes, Patrick ? Quand elles vous disent non, c’est peut-être, et quand elles disent peut-être, c’est oui.

Vanessa – Et quand elles vous disent merde ?

Alex – Les hommes politiques, c’est l’inverse. Quand ils promettent, c’est peut-être, et quand ils disent peut-être, ça veut dire jamais.

Patrick – Je ne sais pas, je… Qu’est-ce que vous en pensez, Vanessa ?

Alex – Enfin, Patrick ! Vous êtes Président, maintenant. Vous n’allez pas demander conseil à… une secrétaire. Même si vous avez l’air assez intime, d’après ce que j’ai compris…

Vanessa – Je crois que vous êtes mal informée. Je suis la future première dame. Et à ce titre, j’entends bien tenir mon rang auprès de mon mari afin de l’aider à faire les bons choix. N’est-ce pas, Patrick ?

Patrick – Bien sûr, ma chérie.

Alex – Désolée, je ne savais pas, en effet. Cette demande en mariage est tout à fait récente, j’imagine. Je comprends que vous soyez encore un peu sous le coup de l’émotion… Nous reprendrons cette conversation un peu plus tard.

Elle sort.

Vanessa – Désolée d’avoir un peu anticipé votre demande en mariage… Mais je vous écoute…

Patrick – Voulez-vous m’épouser, Vanessa ?

Vanessa – Oui… (Ils s’embrassent) J’aime les hommes qui prennent l’initiative. Vous avez l’âme d’un chef, Patrick, je l’ai tout de suite compris quand je vous ai vu pour la première fois.

Patrick – Vraiment ?

Vanessa – Venez avec moi. Je vais vous apprendre deux ou trois petites choses que vous n’avez pas l’air de connaître encore…

Ils sortent, tendrement enlacés. Dominique arrive, avec Claude.

Dominique – Et si on déballait tout ?

Claude – Tout ?

Dominique – Que ce type n’est qu’un employé de maison. Un simple chauffeur ! On a même un contrat signé de sa main…

Claude – Oui… Mais ça voudrait dire qu’on a sciemment trompé nos électeurs !

Dominique – Vous avez raison… Donc, c’est foutu… La France est foutue… En tout cas, nous on est foutus…

Claude – Heureusement, cet imbécile n’a pas encore de majorité… On peut espérer se rattraper aux législatives.

Dominique – Ce n’est pas si facile. Maintenant, il a un programme.

Claude – Parlons-en, de son programme. Supprimer la fonction pour laquelle il vient d’être élu ! Avec 97% des voix…

Dominique – Je ne comprends toujours pas comment on a pu en arriver là… Mais bon, les électeurs vont bientôt s’en lasser, comme de tous les autres.

Claude lui montre un journal.

Claude – Pour l’instant, on n’en prend pas le chemin… Regardez ! Depuis son élection, le moral des Français s’est considérablement amélioré. Alors qu’il n’a encore rien fait !

Dominique – L’économie va s’effondrer, vous allez voir.

Claude – La bourse a gagné 10% hier…

Dominique – Le monde de la finance, ce n’est pas l’économie réelle.

Claude – Les chiffres du chômage viennent de tomber. Pour la première fois depuis des années, ils sont en nette amélioration. Il a inversé la courbe avant même d’être élu !

Dominique – Vous voulez dire que ce type est un sorcier ?

Claude – Pour être honnête, je commence à me demander si ce n’est pas avec le diable, qu’on a signé un contrat…

Ils sortent. Patrick et Vanessa arrivent, avec Alex. Patrick a l’air un peu débraillé, suite à la leçon de choses que vient de lui délivrer Vanessa.

Patrick – Ok, je vous écoute…

Alex – Il faut reconnaître que vous n’avez pas beaucoup l’expérience de la conduite de l’État.

Patrick – Jusqu’ici, la seule chose que je conduisais, c’était la voiture de Monsieur Riviera. Et en général, ça finissait contre un mur.

Alex – Si je peux être utile… Je suis prête à faire le don de ma personne à la France.

Vanessa – Mais quand vous dites le don, j’imagine qu’il s’agit seulement d’une façon de parler ?

Alex – Si vous ne souhaitez pas que mes émoluments apparaissent dans votre comptabilité, nous pourrons toujours trouver une façon de nous arranger…

Vanessa – Je vois…

Alex – Dans ce cas, je me mets dès maintenant à votre disposition. Qu’est-ce que je peux faire pour commencer ?

Vanessa – Pour commencer ? Allez me chercher un café. Vous savez où est la machine ?

Alex – Vous avez raison, le service public est d’abord une école d’humilité. Et nous l’avons tous oublié depuis trop longtemps…

Vanessa – Court, sans sucre, s’il vous plaît. (Alex s’apprête à sortir) Vous pourrez me rapporter la presse, aussi ?

Alex – Bien sûr…

Alex sort.

Patrick – Vous n’avez pas été un peu dure, avec elle ?

Vanessa – Je vous rappelle qu’elle a voulu vous tuer deux fois.

Patrick – C’est vrai, j’avais oublié…

Vanessa – Bon, maintenant au boulot, Patrick ! On a un pays à sortir de la crise.

Patrick – À mon tour de vous rappeler que j’ai promis de démissionner.

Vanessa – Pas avant les législatives. En attendant, on va en profiter pour essayer quelques trucs.

Patrick – Vous me faites peur, Vanessa… J’espère que vous ne faites pas référence au bouton nucléaire ?

Vanessa – Arrêtez de parler de ça, ça m’excite.

Ils s’enlacent à nouveau, mais Alex revient avec le café.

Alex – Voilà votre café… Je vous ai aussi rapporté les journaux… Vous allez voir, c’est édifiant…

Vanessa – Merci.

Elle jette un regard au journal, et son visage se fige.

Patrick – Vous en faites une tête…

Vanessa – Tenez, lisez.

Patrick jette un regard au journal, et son visage se décompose.

Patrick – Sourd-muet de naissance, il entend un discours de Patrick Blanc à la radio et se met à chanter La Marseillaise. C’est une blague…

Alex prend un autre journal et lit le titre.

Alex – Un aveugle retrouve la vue après avoir serré la main de Patrick Blanc lors de son dernier meeting de campagne.

Vanessa – Voyant passer Patrick Blanc dans la rue lors d’un défilé, il se lève de son fauteuil roulant et le suit jusqu’au bureau de vote.

Alex – Les catholiques réclament votre béatification. Regardez, les titres des journaux ! On vous appelle déjà Saint Patrick…

Patrick – Tout ça va trop loin… Les gens doivent savoir, maintenant…

Alex – Savoir quoi ?

Patrick – Que je ne suis qu’un imposteur !

Alex – Ne faites surtout pas ça, malheureux !

Patrick – Et pourquoi pas ?

Alex – Ils vous prennent pour le messie !

Vanessa – C’est vrai que ce serait cruel de les décevoir maintenant…

Alex – Ils ont foi en vous, Patrick !

Patrick – Je sens que tout ça va très mal finir.

Alex – Mais non…

Patrick – En tout cas, pour le messie, ça a très mal fini.

Alex – Tenez, lisez ! Ils ne veulent plus votre démission. Ils vous veulent comme président à vie !

Vanessa montre un autre journal.

Vanessa – Certains parlent même de restaurer la monarchie… Ils vous ont déjà baptisé Patrick Premier.

Patrick – C’est bien la première fois que je serai premier quelque part… C’est un cauchemar… Qu’est-ce que je vais faire ?

Alex – Là vous n’avez plus le choix, mon cher. Il faut continuer à faire des miracles. Sinon, ils vont vraiment vous crucifier…

Il sort.

Patrick – Vous croyez vraiment que je peux faire des miracles ?

Vanessa – Non… Mais on peut toujours procéder à des assassinats ciblés…

Patrick – Quel bande de cons…

Alex – Oui, mais ces cons, ils vous réclament comme roi, Patrick. On ne peut pas échapper à son destin. Et le vôtre était un destin national, de toute évidence. Au fond de moi, j’ai toujours cru en vous…

Ils se rapprochent l’un de l’autre.

Patrick – Bon… Alors je serai leur roi. Voulez-vous être ma reine, Vanessa ?

Vanessa – Ce serait un honneur, Patrick.

Lumière d’ambiance et musique nuptiale. Patrick et Vanessa sortent chacun une couronne façon galette des rois. Ils se couronnent l’un l’autre et s’embrassent.

Patrick – Le Roi des Cons et sa reine. Vous pensez vraiment que nous sommes légitimes, Vanessa ?

Vanessa – Croyez-moi, Patrick, les Français ont enfin le gouvernement qu’ils méritent.

Patrick tombe en catalepsie. Vanessa le regarde, un peu surprise.

Noir.

L’auteur

Né en 1955 à Auvers-sur-Oise, Jean-Pierre Martinez monte d’abord sur les planches comme batteur dans divers groupes de rock, avant de devenir sémiologue publicitaire. Il est ensuite scénariste pour la télévision et revient à la scène en tant que dramaturge. Il a écrit une centaine de scénarios pour le petit écran et une soixantaine de comédies pour le théâtre dont certaines sont déjà des classiques (Vendredi 13 ou Strip Poker). Il est aujourd’hui l’un des auteurs contemporains les plus joués en France et dans les pays francophones. Par ailleurs, plusieurs de ses pièces, traduites en espagnol et en anglais, sont régulièrement à l’affiche aux États-Unis et en Amérique Latine.

Pour les amateurs ou les professionnels à la recherche d’un texte à monter, Jean-Pierre Martinez a fait le choix d’offrir ses pièces en téléchargement gratuit sur son site La Comédiathèque (comediatheque.net). Toute représentation publique reste cependant soumise à autorisation auprès de la SACD.

Pour ceux qui souhaitent seulement lire ces œuvres ou qui préfèrent travailler le texte à partir d’un format livre traditionnel, une édition papier payante peut être commandée sur le site The Book Edition à un prix équivalent au coût de photocopie de ce fichier.

Pièces de théâtre du même auteur

Apéro tragique à Beaucon-les-Deux-Châteaux, Au bout du rouleau, Avis de passage, Bed and Breakfast, Bienvenue à bord, Le Bocal, Brèves de trottoirs, Brèves du temps perdu, Bureaux et dépendances, Café des sports, Cartes sur table, Le Comptoir, Les Copains d’avant… et leurs copines, Le Coucou, Coup de foudre à Casteljarnac, Crise et châtiment, De toutes les couleurs, Des beaux-parents presque parfaits, Dessous de table, Diagnostic réservé, Du pastaga dans le champagne, Elle et lui, monologue interactif, Erreur des pompes funèbres en votre faveur, Euro Star, Flagrant délire, Gay Friendly, Le Gendre idéal, Happy Hour, Héritages à tous les étages, Hors-jeux interdits, Il était une fois dans le web, Le Joker, Ménage à trois, Même pas mort, Miracle au couvent de Sainte Marie-Jeanne, Les Monoblogues, Mortelle Saint-Sylvestre, Morts de rire, Les Naufragés du Costa Mucho, Nos pires amis, Photo de famille, Le Pire Village de France, Le Plus Beau Village de France, Préhistoires grotesques, Primeurs, Quatre étoiles, Réveillon au poste, Revers de décors, Sans fleur ni couronne, Sens interdit – sans interdit, Série blanche et humour noir, Sketchs en série, Spéciale dédicace, Strip Poker, Sur un plateau, Les Touristes, Un boulevard sans issue, Un cercueil pour deux, Un mariage sur deux, Un os dans les dahlias, Une soirée d’enfer, Vendredi 13, Y a-t-il un pilote dans la salle ?

Toutes les pièces de Jean-Pierre Martinez sont librement téléchargeables

sur son site :

www.comediatheque.net

Ce texte est protégé par les lois relatives au droit de propriété intellectuelle.

Toute contrefaçon est passible d’une condamnation

allant jusqu’à 300 000 euros et 3 ans de prison.

Paris – Mars 2017

© La Comédi@thèque – ISBN 978-2-37705-086-4

Ouvrage téléchargeable gratuitement

 

 

Piège à Cons Lire la suite »

Milagro en el Convento de Santa María-Juana

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

10 personajes

Posibles repartos : 2H/8M, 3H/7M, 4H/6M, 5H/5M

En la tienda del convento cuyas ventas financian las buenas obras de las hermanas herbolarias, el famoso elixir de Santa María-Juana ha perdido todo el esplendor que tuvo tiempo atrás, hasta el punto de poner en riesgo la economía de esta peculiar comunidad. Por suerte o por desgracia, fallece Sor Ana, la encargada de la destilería del convento, lo que supondrá la llegada de Sor Inés, una monja novicia revolucionaria que la reemplazará en este delicado cargo. Sor Inés se las ingeniará para renovar la fórmula del elixir que da nombre al convento y decidirá añadirle una hierba misteriosa a la preparación. El espectacular éxito del nuevo preparado dará mucho que hablar y atraerá al convento a los jóvenes del pueblo, a algún que otro comerciante de dudosa reputación y hasta a un agente del orden. ¿Será éste el último milagro de Santa María-Juana?


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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Milagro Milagro

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Milagro en el convento de Santa María-Juana

Una comedia de Jean-Pierre Martínez

 PERSONAJES

Madre Superiora
Sor Prudencia
Sor Inés
Teresa
Bernardo
Victorina
Sam
Traficante
Policía

© La Comédi@thèque

 

ACTO 1

La tienda del Convento de Santa María-Juana vende varios productos monásticos (licores, galletas, mermeladas) y otras baratijas religiosas (velas, estatuillas, libros). Entre los estantes y expositores destaca el famoso elixir de Santa María-Juana.

Sor Prudencia hace las cuentas mientras Teresa, la voluntaria que la ayuda, revisa los estantes. Teresa habla con un optimismo un poco forzado.

Teresa – Habrá que pedir más puntos de libro con la imagen de Santa María-Juana. ¡Últimamente se venden como churros!

Sor Prudencia – Sí, pero aunque pudiéramos multiplicar esos churros… A 50 céntimos cada uno es evidente que no bastaran para sacar esto adelante.

Teresa – Vamos, Sor Prudencia… ¡Conservemos la fe! Aunque, por desgracia, no le falta razón… Además, no hemos visto mucha clientela esta mañana que digamos…

Sor Prudencia – Hasta nuestros parroquianos más fieles prefieren ir al centro a por los regalos de Navidad.

Teresa – Y todo para comprar productos fabricados en China o a vete saber dónde… Aquí, en cambio, todo lo producen las hermanas de forma artesanal.

Sor Prudencia – Pues sí, Teresa, somos las únicas intermediarias entre nuestro creador y el consumidor.

Teresa – Por desgracia, en estos momentos, todo lo monástico está pasando por un gran déficit de interés.

Sor Prudencia – Sí, y nuestra cuenta bancaria, por un gran déficit, a secas.

Teresa – ¿La situación es realmente tan grave?

Sor Prudencia – Bueno, aquí no estamos para obtener beneficios, naturalmente. Pero si las ventas siguen bajando, a menos que ocurra un milagro, acabaremos por tener que cerrar la tienda.

Aparece en escena Bernardo empujando una carretilla con una caja de licores.

Teresa – ¡Hombre, Bernardo!

Bernardo – Mis respetos, Teresa. Buenos días, Sor Prudencia.

Teresa – Oh… Me da la impresión que esa caja pesa lo suyo, ¿no?

Sor Prudencia – Sí, por suerte uno de nuestros parroquianos, Anatole, se acaba de jubilar y nos ha donado la carretilla que usaba en su tienda.

Bernardo – Por lo que respecta a mi espalda ha sido como un regalo del cielo, porque con esta ciática… ¿Quiere usted ayudarme, Teresa?

Teresa – Por supuesto, cómo no.

Bernardo y Teresa cogen la caja entre los dos y, esforzándose, la suben al mostrador.

Teresa – ¡Uf, esto pesa como un muerto! ¿Qué hay dentro?

Bernardo – Pues la última producción de licores nuestra querida Sor Ana, que en paz descanse. La próxima ornada vendrá ya de la mano de Sor Inés.

Teresa – ¿Sor Inés?

Sor Prudencia – Sí, es la novicia que reemplazará a Sor Ana en la destilería.

Teresa – ¡Ah sí, es verdad! Tengo entendido que llegó hace unos días, pero aún no hemos tenido ocasión de conocerla en persona.

Sor Prudencia – La verdad es que hay que decir que se pasa el día en la montaña buscando las plantas necesarias para la fabricación de nuestro licor.

Teresa toma una botella y admira la etiqueta.

Teresa – El célebre elixir de Santa María-Juana, el que se supone que va a curar todos nuestros males.

Bernardo – Y hacernos reencontrar la pasión de nuestros veinte años.

Sor Prudencia – ¿A caso lo dudan?

Teresa – No, no, naturalmente… Pero…

Bernardo – Ay… Si esto pudiese curar mi ciática…

Sor Prudencia – No bromeen, Teresa, que ese santo licor sigue siendo el producto emblemático de nuestro convento.

Teresa – Sí, pero también es cierto que últimamente no hemos vendido mucho que digamos y ya no sabemos dónde vamos a meter todo esto.

Sor Prudencia – Pues hace un par de años salían, al menos, dos botellas diarias.

Bernardo – Habría que buscar algo para relanzar las ventas. Pero bueno, no deja de ser un brebaje medicinal, que no es que se tome cada día como aperitivo.

Teresa – Sí, algo que le diera vida de nuevo.

Bernardo – Un elixir de juventud que necesita rejuvenecerse… Tendrá usted que reconocer que esto no da mucha confianza. De todas formas, cuánto misterio con la receta de este licor, ¿no? Cuando Sor Ana se iba a la montaña a recoger plantas me recordaba al druida de Astérix.

Teresa – Bernardo, Sor Ana no se parecía en nada a Panorámix.

Bernardo – Mujer, que yo no lo decía por la barba…

Sor Prudencia – Bueno, hijos míos, no blasfeméis, que Sor Ana acaba de reunirse en el cielo con nuestro señor Jesús.

Teresa se santigua.

Teresa – Que Dios la tenga en su gloria.

Sor Prudencia – Además, os recuerdo que debemos la receta de este santo licor a la fundadora de nuestra orden.

Teresa – La cual tuvo una revelación en la que oía voces.

Sor Prudencia – Y menos mal, porque las ventas de este elixir divino han permitido a nuestro convento seguir con su misión hasta el día de hoy.

Entra la Madre Superiora seguida de Sor Inés.

Madre Superiora – Buenos días, hijos.

Sor Prudencia – Buenos días, madre.

Madre Superiora – Os presento a Sor Inés, nuestra nueva hermana. Antes de dejarnos, Sor Ana le ha pasado su testigo, así que será ella la que destilará nuestro elixir de ahora en adelante.

Sor Prudencia – Bienvenida al convento de Santa María-Juana, hermana.

Teresa – Estamos encantados de constatar que, pese a la crisis de vocación, aún quedan entre nuestras jóvenes candidatas para la vida monástica.

Bernardo – ¿Ha hecho usted estudios de botánica, tal vez?

Sor Inés intenta contestar, pero la Madre Superiora responde por ella.

Madre Superiora – Sor Inés ha completado el Grado Superior de Comercio.

Bernardo – Hombre, pues no es poca cosa, es una buena formación.

Teresa – ¿Quiere usted decir? Total, para destilar licor…

Bernardo – Quiero decir para una monja. A pesar del paro que tenemos, las diplomadas de grandes escuelas rara vez deciden entrar en un convento.

Teresa – Por lo tanto, está visto que todos los caminos pueden conducir a nuestro señor Jesucristo.

Sor Inés – Bueno, la verdad es que yo decidí tomar los hábitos después de ver a la virgen.

Bernardo – ¿Cómo dice?

Sor Prudencia – ¿Durante un peregrinaje a Lourdes tal vez? ¿Al fondo de una gruta como nuestra querida Bernadette?

Sor Inés – De hecho fue en la universidad… Al fondo de una de esas aulas magnas…

Bernardo – ¿En un PowerPoint?

Madre Superiora – Cuándo la Santa Virgen se nos manifiesta, hijo, no nos deja escoger ni el lugar ni el momento.

Sor Prudencia – Hombre, al fin y al cabo, Dios está en todas partes. ¿Por qué no en la universidad?

Madre Superiora – Sea como sea, su llegada parece una señal para animarnos a seguir con nuestra misión. Además, teniendo en cuenta sus competencias comerciales, he encargado a Sor Inés relanzar las ventas de nuestros productos.

Bernardo – ¡Excelente idea!

Madre Superiora – A parte de trabajar en la destilería, Sor Inés también estará aquí con vosotros. Os pido que tengáis la amabilidad de ponerla al corriente de todo lo que hacemos. Y si se le ocurre alguna mejora…

Sor Prudencia – Cuente con nosotros, madre.

Madre Superiora – Entonces, os la confío. Por cierto, ya se acerca la Navidad, así que, mientras pueda, vuelvo a ocuparme del belén.

La Madre Superiora sale de escena.

Sor Prudencia – Bien, ¿le explico un poco cómo va todo esto?

Sor Inés – Si, vamos. Es una tienda muy bonita, desde luego. Algo clásica quizás…

Sor Prudencia – Es que más que una tienda, esto es una misión.

Sor Inés – Claro, hermana. Pero para cumplir nuestra misión necesitamos medios, ¿no es así?

Sor Prudencia – En efecto, las ventas de nuestros productos nos permiten pagar los gastos del convento. Pero también financiar algunas obras sociales.

Sor Inés – Sí, la Madre Superiora me ha hablado de ello. Lucháis contra las mafias de la droga, ¿verdad?

Sor Prudencia – Sí, dentro de nuestras posibilidades, claro.

Bernardo – Sin armas, ni odio, ni violencia, naturalmente.

Sor Prudencia – Teresa y Bernardo forman parte del equipo de voluntarios que nos ayudan a llevar a cabo nuestra tarea.

Teresa – Yo sólo intento ser un poco útil… Y como además estoy soltera…

Sor Prudencia – Mire, de hecho, mejor que sea Teresa quien le presente nuestra gama de productos, que ella la conoce mucho mejor que yo.

Teresa – Pues bien, cómo usted puede constatar, tenemos una gran variedad de artículos. Entre ellos, el más destacado sigue siendo nuestro célebre elixir de juventud, fabricado, como usted sabe bien, con hierbas de la región.

Sor Inés – Sí, Sor Ana me ha revelado el secreto de la receta justo antes de morir.

Sor Prudencia – Un secreto que se transmite de hermana a hermana, de generación en generación.

Bernardo – ¡Anda! Pues yo ignoraba esa extraña costumbre.

Teresa – Cuando la hermana herborista siente venir el fin, justo antes de recibir los últimos sacramentos, ella confía el secreto a la que será su sucesora. Por suerte, en los conventos, rara vez se muere de forma violenta.

Bernardo – ¡Un secreto tan bien guardado como el de la Coca-Cola!

Sor Prudencia – Desgraciadamente, hoy en día, el elixir de Santa María-Juana cada vez se vende menos.

Bernardo coge una botella y la examina.

Bernardo – Lo cierto es que tiene un aire vintage que le da cierto encanto. Pero bueno…. Yo ya ni me acuerdo de la última vez que lo probé.

Teresa – Ah, pues le voy a dar a probar, para que se haga usted una idea.

Teresa coge una botella del mostrador y le sirve un vasito a Juan Bernardo, que se lo toma de un trago haciendo una pequeña mueca.

Teresa – ¿Y bien?

Bernardo – Sí, es… Mmm… Es curioso… ¿Y esto se vende?

Sor Prudencia – Cada vez menos, por desgracia.

Sor Inés – Pues les confieso que tampoco me sorprende mucho. Habría que modernizar la etiqueta, renovar la receta y… ¿Tienen página en internet?

Sor Prudencia – ¿Quiere usted decir para el convento?

Sor Inés – En todo caso, por lo menos para la tienda.

Sor Prudencia – Pues sinceramente, es algo que nunca nos había parecido indispensable.

Sor Inés – Nos haría falta por lo menos una página en Facebook. Podríamos llamarla… “Los amigos de Santa María-Juana” ¿Qué os parece?

Sor Prudencia se sorprende por esas ideas revolucionarias.

Entra Victorina, una anciana feligresa coqueta pero algo achacosa debido a la edad.

Victorina – Buenos días, buenos días.

Teresa – Buenos días, doña Victorina. ¿Cómo se encuentra usted esta mañana?

Victorina – Ay… Ya sabe usted… A mi edad… Vengo del confesionario, como todos los jueves. Después de mi cita en la peluquería, he pensado en haceros una visita.

Bernardo – ¿Todos los jueves? ¿Tantas cosas tiene usted que confesar?

Sor Prudencia – Vamos, Bernardo…

Victorina – Podría ir perfectamente sólo vez al mes.

Bernardo – ¿A confesarse?

Victorina – No, a la peluquería. Pero qué quiere que le diga… Me entretiene…

Teresa – Tal vez querría usted aprovechar para hacer alguna compra Navideña, doña Victorina.

Victorina – Pues francamente…

Teresa (a Sor Inés discretamente)Creo que es la ocasión de que le eche usted mano, Sor Inés, ahí se la dejo.

Sor Inés – Buenos días, señora. ¿Puedo ayudarla? ¿Necesita algo en particular?

Victorina – ¡Anda, una monjita nueva! A esta no la conocía yo.

Sor Prudencia – Es Sor Inés, doña Victorina, nuestra nueva hermana.

Victorina – ¡Ay, Dios mío! ¡Pobre niña! ¿Pero por qué viene usted a enterrarse aquí, con su edad? Los conventos deberían estar reservados a aquellas que ya no tienen ocasión de pecar.

Teresa – Hombre, doña Victorina…

Victorina – ¿Y qué le ha conducido a tomar los hábitos, Sor Inés? ¿Un desengaño amoroso?

Sor Inés – Una aparición de la virgen.

Victorina – ¿Cómo? ¡Pero a su edad, hija, hay que ver el lobo, no la virgen!

Sor Inés – ¿No decía usted que no estaba muy en forma? Un pequeño reconstituyente no le vendría mal. Imagino que conoce nuestro célebre elixir de juventud.

Victorina – Mira que mona… Es maja, a pesar de todo…

Inés coge una botella del elixir y se la da a Victorina.

Sor Inés – Tenga, al parecer es bueno para todo.

Victorina – ¡Ah, sí! El rejuvenecedor del Abad Sourís… Ya me acuerdo… Mi abuela siempre tenía una botella en el armario.

Sor Inés – No, doña Victorina, este es el licor de Santa María-Juana. Según nuestros clientes, el efecto es mucho mejor que el del Abad.

Teresa – Tampoco exageremos, no vayamos a hacer publicidad engañosa.

Bernardo – Esto no le va a devolver la juventud, doña Victorina, pero le ayudará a soportar los efectos de la vejez.

Sor Inés – ¿Le pongo una botella?

Victorina – Pues, a decir verdad, es que todavía tengo una que me dejó mi abuela cuando se murió. Ya saben… En nuestros días ya nadie toma esas cosas…

Sor Inés – No estoy yo segura que el de su abuela siga estando en buenas condiciones. Vale que sea un elixir milagroso, pero aun así tiene fecha de caducidad.

Victorina – Mejor cojo un marca-páginas para el misal, que he perdido el que tenía.

Aparece Anatole, otro parroquiano bien plantado pero también acusando la vejez.

Anatole – Señoras, señores, hermanas.

Bernardo – Buenos días, Anatole. ¿Usted también viene de confesarse?

Anatole – Ah no… Yo vengo del bar. Acabo de echar la bonoloto, como cada jueves.

Bernardo – Pues hace usted bien, Anatole, hace usted más que bien. La suerte sonríe a los decididos. ¿No es así, Teresa?

Teresa – La suerte es como los más escépticos llaman a los milagros.

Anatole – En todo caso, si gano algo, no se preocupen, hermanas, que les haré una pequeña donación para sus obras.

Sor Inés – Rezaremos, pues, al Señor para que le ayude con un poco de suerte.

Bernardo – En todo caso, gracias por la carretilla, mi espalda se lo agradece. Mientras tanto, seguiremos esperando un milagro que me cure la ciática.

Anatole – Buenos días, doña Victorina. ¡Qué elegante está usted hoy!

Victorina lo mira de reojo aunque acaba sonriendo por el cumplido.

Victorina – Pues justo acabo de salir de la peluquería.

Anatole – En ese caso, ese color le va perfecto.

Victorina – Gracias, Anatole.

Anatole – La verdad es que es muy… Muy primaveral, con esos reflejos naranjas…

Victorina – ¿Naranjas? ¿Usted cree?

Anatole – No, verdaderamente, naranjas no son… Yo decía…

Victorina (a Sor Inés) ¿Usted piensa que tengo el pelo naranja, mi pequeña Inés?

Sor Inés – Pues la verdad no sé, es un poco como… Azul… Petróleo, ¿no?

Victorina contesta horrorizada.

Victorina – ¡¿Azul petróleo?!

Sor Inés – No, en realidad es más bien como… Azul… Metalizado.

Bernardo – ¿Azul metalizado? Anda mira, como mi coche.

Victorina – ¡Pues me vuelvo a la peluquería! ¡Me van a oír!

Sor Inés – ¿Y esta botella, doña Victorina? ¿Se la aparto?

Anatole – ¡Mira! ¡El elixir de Santa María-Juana! ¡Ya ni me acordaba de que existía!

Sor Inés – Los grandes clásicos son eternos, pero Victorina aún duda…

Victorina – Sabe usted, estos elixires milagrosos… Yo he tomado toda mi vida el del Abad Sourís y mire cómo estoy.

Anatole – Pues yo encuentro el resultado espectacular, mi querida Victorina.

Victorina – ¿Quiere usted decir?

Anatole – Venga, esta botella se la regalo yo.

Victorina – Gracias, pero no sé si debería…

Anatole – Sí, y así me invita a tomar una copita con usted.

Victorina – Bueno, ¿por qué no?

Teresa – ¡Et voilà! Aquí nuestra primera venta.

Sor Prudencia le da un frasco en una bolsa a Victorina y Anatole paga la botella.

Teresa – Ya me contarán ustedes.

Anatole – Deme, ya se lo llevo yo y, de paso, la acompaño.

Victorina – Pues encantada, Anatole, con mucho gusto.

Anatole – Está usted muy bien peinada, se lo aseguro.

Victorina – ¿De verdad piensa usted eso?

Victorina y Anatole salen de escena. Victorina, con la emoción, olvida su bolso.

Teresa – Por lo menos, parece que este elixir tiene el poder de unir los corazones solitarios.

Bernardo – Desgraciadamente, me temo que los dos estén muertos antes de poder terminar la botella.

Sor Prudencia le lanza una mirada de desaprobación.

Sor Prudencia – ¡Bernardo!

Bernardo – ¡Ah, no! Si yo no quería decir que el elixir les vaya a hacer ningún daño… Sólo que, a razón de un vasito por mes, no será suficiente para remontar las cuentas del convento.

Sor Inés – De ahí la necesidad de un cambio en nuestros métodos de venta.

Sor Prudencia – La palabra “cambio” es una palabra que suena un poco rara en un convento, ¿no cree, hermana?

Sor Inés – Cierto. Lo de las tradiciones es muy importante, pero, si el convento se quedase sin recursos, sus obras sociales se verían afectadas.

Sor Prudencia – Pues tiene usted razón, aunque me cueste reconocerlo. Me temo que este año, a menos que ocurra un milagro, ya no nos quedarán medios para seguir con nuestra misión en la lucha contra la droga.

Sor Inés – Pues, ¿sabe qué? Yo le propongo conseguir ese milagro.

Sor Prudencia – Sor Inés, ¿va todo bien? La noto a usted un poco exaltada.

Sor Inés – ¡Ya sé cómo relanzar las ventas de nuestro elixir, hermana!

Teresa – La escuchamos, Sor Inés, la escuchamos.

Sor Inés – He encontrado una hierba en la montaña.

Teresa – ¿Una hierba? Pues será que no hay por los alrededores…

Sor Inés – Sí, pero se trata de una planta que no está recogida en ninguno de los libros de botánica que he encontrado en la biblioteca del convento.

Bernardo – Tenga cuidado, Sor Inés, que las hierbas son como las setas, no se puede uno fiar mucho.

Sor Inés – Pues yo la he probado en una nueva receta del licor y el resultado es espectacular, se lo aseguro. Tiene mejor gusto y los efectos parecen duplicarse. Creo que si la pusiéramos a la venta, conseguiríamos captar más clientes.

Bernardo – Decididamente, esto se parece cada vez más a la poción mágica de Panorámix.

Sor Prudencia – No nos precipitemos todavía… La fórmula de este elixir es multicentenaria. Modificarla sería una decisión demasiado importante, tendrían que estar de acuerdo tres cuartas partes del convento.

Sor Inés – Y haría falta preparar una sesión de degustación con la Madre Superiora.

Sor Prudencia – ¿Realmente cree usted que habría que molestarla para eso?

Bernardo – Pues ha sido ella misma la que nos ha animado a reformar nuestros métodos.

Sor Inés – Podemos mantener las tradiciones sin por eso tener que rechazar las nuevas ideas.

Sor Prudencia – Bien, Teresa, hágame el favor, vaya usted a buscar a la Madre Superiora. Está en la capilla preparando el belén.

Teresa – Ahora mismo voy, hermana.

Teresa sale de escena.

Sor Prudencia – ¿Cómo lo vamos a hacer, entonces?

Sor Inés – He preparado un pequeño frasco de mi nuevo elixir.

Bernardo – ¿Un frasco? Lo que yo decía cuando hablaba de poción mágica…

Sor Inés – Podríamos hacer una cata a ciegas.

Sor Prudencia – Sor Inés, ¿no pretenderá usted poner a la Madre Superiora a jugar a la gallinita ciega?

Sor Inés – No, se trata simplemente de darle a probar el elixir tradicional y la nueva fórmula sin decirle cuál es cuál. Así podrá decantarse por uno de forma objetiva.

Bernardo – ¡Madre mía!

Sor Prudencia – Bueno, está bien… De todas formas, no estoy segura de que todo esto sea muy católico…

Preparan todo para la sesión de degustación. Anatole y Victorina vuelven a escena.

Victorina – Ay… Ya no sé ni dónde tengo la cabeza… Me había olvidado el bolso.

Anatole – Pues el elixir todavía no ha tenido tiempo de hacer efecto. A veces yo también pierdo la memoria.

Sor Inés – ¡Ay! ¡Anatole, Victorina, nos venís de perlas! ¡Buscábamos voluntarios!

Anatole – ¿Voluntarios?

Sor Prudencia la mira y se queda algo más tranquila. La Madre Superiora llega con Teresa.

Madre Superiora – Bien, vamos a ver eso, hijos.

Sor Inés – Madre, he preparado una nueva fórmula para el elixir de Santa María-Juana y quisiera saber su opinión. Voy a darles a probar a todos dos pequeñas muestras del elixir sin decirles cuál es la nueva.

Madre Superiora – Está bien…

Sor Inés, observada por todos, sirve una primera ronda y entrega un vasito a cada uno. Tras un momento de duda, todos los presentes degustan el licor en silencio.

Bernardo – Mmm… Si…

Sor Prudencia – ¿Esta es la receta tradicional, no?

Teresa – Pues no está mal, pero…

Victorina – Es un reconstituyente como otro cualquiera…

Anatole – De todas formas, sigue teniendo un pequeño sabor a medicamento…

Madre Superiora – Sí, es el elixir de Santa María-Juana. ¿Y qué?

Sor Inés, sin decir nada, sirve el nuevo elixir. Al beberlo, todos reaccionan de forma más expresiva.

Teresa – ¡Ah, pues sí!

Bernardo – Este sabe mucho mejor que el otro.

Madre Superiora – Sí, qué curioso…

Anatole – No está nada malo eh…

Sor Prudencia – Le encuentro un sabor a manzana.

Sor Inés – Es que lleva manzana.

Madre Superiora – Pero es necesario que este elixir siga teniendo los mismos efectos beneficiosos que el anterior.

Sor Inés – No he quitado nada, lo único que he hecho es añadir ese pequeño toque.

Victorina – Pues yo volvería a probarlo para estar segura.

Sor Inés – De acuerdo, pero ya sólo me queda para rellenar un vaso.

Sor Inés rellena el vaso y se lo entrega a la Madre Superiora, que se lo pasa a Sor Prudencia y ésta a Bernardo.

Madre Superiora – Sí, es…

Sor Prudencia – Sí, este es el bueno.

Bernardo – Mmmmm… ¡Qué sensación de bienestar!

Bernardo se queda con el vaso en la mano con cara distraída.

Teresa – ¡Que rule, Bernardo, que rule!

Bernardo – Ay, sí, Bernardo soy yo, es verdad. Lo siento, parece que tengo la cabeza en otra parte….

El ambiente se relaja.

Sor Inés – ¡Dios mío! Me parece que he vuelto a ver a la virgen.

Sor Prudencia – ¡¿Otra vez?! ¡¿Pero dónde?!

Sor Inés – ¡Aquí, en el fondo de mi vaso!

Anatole – ¡Anda, yo también! ¡Y no es la primera vez!

Uno por uno, empiezan a reírse sin poder parar.

Madre Superiora – Creo que lo mejor que deberíamos hacer es dejar aquí la sesión de degustación.

Sor Prudencia – Sí, la verdad, no sé qué me pasa. Yo también tengo la impresión de tener visiones.

Victorina saca un espejito de bolsillo de su bolso y se mira.

Victorina – ¿De qué color creéis que tengo el pelo ahora?

Anatole – Yo diría que rosa.

Victorina – Sí, eso es lo que yo pensaba.

Madre Superiora – Pues es verdad que es muy relajante. No me sentía tan bien desde que… ¡Ay! Iba a decir una tontería…

Teresa – Creo que hemos abusado un poco de este maravilloso elixir.

Sor Inés – Hombre, es que son 38 grados.

Sor Prudencia – Creo que lo mejor que podríamos hacer es ir a acostarnos.

Sor Inés – ¿Antes de las vísperas, hermana?

Madre Superiora – ¿No pensaríais iros a bailar, imagino?

Sor Prudencia – Aprenda usted que aquí se acuesta uno con las gallinas.

Sor Inés – ¿Con las gallinas?

Anatole – Ahora que lo dicen, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?

Teresa – ¡Ay! ¡No entiendo nada!

Sor Inés – ¿Y en cuanto a la degustación, qué decidimos?

Madre Superiora – Pues no lo sé muy bien. No tengo ya las ideas muy claras.

Sor Inés – ¿Tal vez podríamos votar?

Sor Prudencia – Eso me parece lo más razonable, pero deberíamos tomarnos un tiempo de reflexión.

Teresa – Lo consultaremos con la almohada.

Madre Superiora – Tienes razón, hija. Dejémoslo por ahora, mañana lo veremos mucho más claro.

Bernardo – ¿Quiere que la acompañe, Chantal-Marie?

Teresa – ¿Chantal-Marie? Querrá decir Teresa.

Bernardo y Teresa se ríen como tontos. Todo el mundo se dirige hacia la salida con una marcha insegura, algo torpes y tropezando.

Sor Prudencia – ¡Madre, cuidado con el escalón!

Madre Superiora – ¿Qué escalón?

Teresa – Que yo sepa, hasta ahora no había ninguno.

Madre Superiora – ¡Cómo estamos! ¡Igual es otra visión!

Salen todos de escena y se apaga la luz.

 

ACTO 2

 

Se enciende la luz simbolizando un nuevo día. Teresa llega a la tienda acompañada de Juan Bernardo y, una vez dentro, se gira para mirar la entrada y comprobar que no había ningún escalón.

Teresa – Ah, pues no, no había ningún escalón.

Bernardo – Es curioso… A estas horas Sor Prudencia ya debería estar aquí.

Teresa – Por lo que se ve, nuestras queridas hermanas han tenido un fallo con el despertador. Yo no he oído tocar a maitines.

Bernardo – A decir verdad dormía usted muy profundamente.

Teresa – Pero… ¿Cómo sabe usted eso, Bernardo?

Bernardo – Se acordará usted que anoche la acompañé a su casa…

Teresa – Ah, sí, tal vez… Es que como había una niebla tan extraña… ¡Había niebla hasta en la casa! ¿Así pues, usted me acompañó? ¿Y qué pasó después?

Bernardo – Pues parecía usted tan cansada al no poder subir las escaleras, que la conduje hasta su habitación.

Teresa – ¡¿No me diga usted que…?!

Bernardo – Soy un caballero, Teresa. Y créame, en cuanto a lo de anoche, casi podríamos hablar de heroísmo, porque usted no quería dejarme marchar. ¿No lo recuerda?

Teresa – Pues no…

Bernardo – Usted parecía un poco exaltada y yo no quise abusar de la situación, pero… ¿Me deja usted al menos una puerta abierta a la esperanza?

Teresa – ¡Ay, Dios mío!

Sor Prudencia llega con el hábito desordenado y con aspecto de culpabilidad.

Sor Prudencia– Lo siento, es la primera vez que me pasa… No he oído la campana.

Teresa – Creo que anoche todos nos dejamos llevar demasiado, ¿no?

Bernardo – Sí, es curioso. Tengo impresión de tener resaca…

Aparece Sor Inés también alborotada con una caja llena de botellas.

Sor Inés – He pasado toda la noche fabricando algo más del nuevo elixir. ¡Estoy segura que vamos a triunfar! ¡Vamos a disparar las ventas!

Sor Prudencia – Le recuerdo, hermana, que la Madre Superiora todavía no ha dado el visto bueno para poner en marchar la producción.

La Madre Superiora entra en escena.

Madre Superiora – Buenos días, hijos. Perdonad, pero esta mañana no me he despertado para tocar las campanas.

Sor Inés – En todo caso, es innegable que una de las virtudes de la nueva fórmula del elixir es que ayuda a conciliar el sueño.

Madre Superiora – Pues es verdad, esta noche he dormido cómo una bendita. De todas formas, estos efectos secundarios parecen un poco incontrolables.

Sor Inés – A lo mejor es que la dosis no estaba bien calculada…

Sor Prudencia – ¿Qué piensa usted, Madre?

Madre Superiora – No lo sé muy bien…

Sor Prudencia – Pues habrá que tomar una decisión.

Madre Superiora – ¿Teresa, cuál es su opinión?

Teresa – No se puede negar que este nuevo elixir tiene propiedades narcóticas… Pero también tiene un gran poder tranquilizante y un importante efecto de desinhibición. Esto puede hacer que se convierta en un cóctel explosivo.

Sor Prudencia – ¿Y si fuese el mismísimo diablo quien ha puesto esa mala hierba en nuestro camino?

Madre Superiora – ¿Qué quiere usted decir? ¿Cómo la serpiente en el Jardín del Edén? ¿Tentadora y seduciendo a Eva con el fruto prohibido?

Sor Prudencia – Yo sigo diciendo que le encuentro un cierto sabor a manzana…

Se produce un silencio y un momento de reflexión.

Madre Superiora – Tiene usted razón, Sor Prudencia. Hermanas, más vale malo conocido que bueno por conocer. Es mejor olvidar esta peligrosa reforma y limitarnos a la fórmula tradicional de nuestro elixir.

Sor Inés (disimulando su decepción)De acuerdo, Madre…

La Madre Superiora se fija en la caja traída por Sor Inés.

Madre Superiora – Oiga, ¿y eso? ¿Se puede saber qué es?

Sor Inés – Había preparado unos cuantos frascos, por si acaso… Pero los destruiré, no se preocupe, se lo prometo.

Madre Superiora – Bien, pues asunto zanjado.

La Madre Superiora se dispone a salir mientras Sor Inés sigue hablando.

Sor Inés – Aun así… Es una verdadera lástima no darle ni una sola oportunidad…

Madre Superiora – ¿Disculpe hermana? ¿Decía usted?

Sor Inés – Pues que, al fin y al cabo, sólo es un reconstituyente monástico. ¡Ni que estuviéramos hablando de cocaína o algo parecido!

Madre Superiora – ¿No estará usted cuestionando mi decisión?

Sor Inés – Yo sólo digo que negarse a innovar y a reformarse es una gran debilidad.

Madre Superiora – Mi querida niña, aprenda usted que es una característica muy propia de la Iglesia, lo de ser incapaz de reformarse digo.

Bernardo – Esa aversión a las reformas nos lleva a veces a cometer algunos excesos, pero también hay que reconocer que nos ha permitido conservar nuestras queridas tradiciones hasta el día de hoy.

Teresa – Tradiciones que son la envidia del mundo entero.

Suena el teléfono y Sor Inés exclama con retintín.

Sor Inés – ¿Ah, pero tienen ustedes teléfono?

Sor Prudencia – Pues claro, naturalmente.

Sor Prudencia responde al teléfono.

Sor Prudencia – ¿Santa María-Juana, dígame? No, digo Santa María-Juana porque está usted llamando al convento que lleva su nombre, pero yo ni soy santa ni me llamo María-Juana. ¿La tesorera? Sí, soy yo. No me diga… Sí, es un hecho lamentable, en efecto. Entiendo… Debe ser un malentendido, lo solucionaremos de inmediato. Gracias por llamar… Sí, sí, lo prometo. Dios bendiga su entidad.

Madre Superiora – ¿Algún problema, Sor Prudencia?

Sor Prudencia – Era el banco… Uno de nuestros cheques ha sido rechazado.

Madre Superiora – Bueno… Pues habrá que hacer un ingreso en la cuenta.

Sor Prudencia – ¿Pero, Madre, con qué dinero?

Madre Superiora – ¿No se podría pedir un pequeño préstamo?

Sor Prudencia – Sabe usted que eso es totalmente contrario a los principios de nuestra orden, Madre. Además… Ya tenemos dos… Y me temo que el banco no estará dispuesto a concedernos el tercero.

Sor Inés – Ya ven ustedes hasta qué punto es urgente que enderecemos las cuentas.

Sor Prudencia – Por desgracia, en eso no le falta razón.

Llegan Anatole y Victorina mucho más en forma que la noche anterior.

Anatole – ¡Buenos días!

Victorina – ¡Buenos días! ¿Qué tal están todos? ¿Bien?

Teresa – Lo que es a ustedes, no hace falta preguntarles… Salta a la vista…

Anatole – Pues sí, estamos en plena forma. ¿No es cierto, Victorina?

Victorina – Hacía años que no me sentía tan bien. ¿Y saben qué?

Sor Prudencia – ¿Qué?

Victorina– ¡Que tengo la impresión que vuestro elixir milagroso tiene algo que ver!

Anatole– Claro que sí. Por lo que a mí respecta… ¡Estoy absolutamente convencido!

Victorina – Hoy he dormido como un tronco y ya no me duele nada. Bueno, casi nada…

Anatole – Y, además, creo que también es bueno para subir la moral. ¡Estamos más contentos que unas castañuelas! ¿No es cierto, Victorina?

Victorina – Sea como sea, vamos a comprarles unas cuantas botellitas más.

Teresa – Ah, pues muy bien…

Teresa coge dos botellas de la estantería.

Victorina – ¡Ah no! ¡De esas no! ¡De las nuevas!

Sor Prudencia (con un tono muy comercial)El caso es que… ¡Miren, les puedo dar dos botellas de nuestro licor habitual por el precio de una!

Victorina – ¡De eso nada! Preferimos la nueva fórmula.

Sor Inés – Lo está viendo usted misma, Madre. A mí me parece que valdría la pena.

La Madre Superiora parece dudar pero al fin se decide.

Madre Superiora – Bueno, deles pues una botella del nuevo elixir… Ya que ha destilado unas cuantas, sería una lástima desaprovecharlas…

Anatole – ¿Sólo una? ¿No podrían ser dos?

Sor Inés – Hasta nueva orden, sólo será una botella para cada dos personas.

Victorina – Esto me recuerda las cartillas de racionamiento durante la guerra…

Anatole – ¿Conoció usted las cartillas de racionamiento?

Victorina – ¡Claro que no! Soy demasiado joven para eso. Me lo contaba mi madre.

Sor Inés – Por ahora, el precio es el mismo que el de la antigua formula, pero ya les advierto que, seguramente, habrá un pequeño incremento.

Anatole – Poco importa el precio con tal que mantenga su nuevo efecto. Bueno, ahora nos llevamos esta botella y, cuando tengan más, nos apartan ustedes una caja.

Victorina – Gracias a todos y… ¡Feliz Navidad!

Teresa – Igualmente. Y, sobre todo, tómenlo con moderación.

Anatole y Victorina se marchan riendo como dos colegiales. La Madre Superiora se gira hacia Sor Inés, que presenta una gran sonrisa de satisfacción.

Madre Superiora – Que conste que esto es sólo una prueba…

Sor Inés (recuperando la seriedad) Sí, claro, Madre…

La Madre Superiora sale de escena.

Sor Inés – Yo, por si acaso, voy a fabricar unas cuantas botellas más para que no nos quedemos sin existencias en el caso de que esta prueba se convierta en un éxito.

Sor Prudencia – No vaya usted tan rápido. Por ahora, sólo tenemos dos clientes.

Sor Inés coloca las botellas de la caja en una estantería.

Teresa – ¿Sor Inés?

Sor Inés – ¿Si? ¿Dígame?

Teresa – Sé que la receta de este nuevo licor tiene que seguir siendo secreta, pero dígame al menos que no estamos haciendo nada ilegal.

Sor Inés – ¿Cómo ilegal?

Teresa – Quiero decir… Como la absenta en otros tiempos, por ejemplo…

Sor Inés – A mí me preocupa más saber si voy a encontrar plantas suficientes para poder continuar con la producción.

Bernardo – Tal vez debería plantearse empezar a cultivarlas usted misma.

Aparece Sam titubeante. Todos se sorprender por ver allí alguien tan joven.

Sam – ¿Hola?

Teresa – Bienvenida, hija, estás en tu casa.

Sam – Gracias, gracias…

Sam va mirando las estanterías y todos se le acercan.

Teresa – ¿Te puedo ayudar? ¿Necesitas algo?

Bernardo – Déjala, Teresa, seguro que está buscando respuestas. A su edad toca hacerse preguntas sobre el sentido de la vida, el amor o la sexualidad.

Teresa – Si quieres, te podemos aconsejar uno o dos libros.

Sam – No se preocupen, no se trata de eso… La verdad… Es mi abuela la que…

Sor Prudencia – ¿Tu abuela?

Sam – Sí, Victorina…

Teresa – ¡Ah, sí! ¡Tú eres la nieta de Victorina! No te habíamos reconocido.

Sam – Me la he encontrado al salir y me ha hablado de un jarabe que vendéis aquí.

Bernardo – ¿Ah, sí? ¿Y qué te ha dicho?

Sam – Bueno, en realidad me ha hablado de una especie de poción. Me ha descrito los efectos y…

Sor Inés – ¿Os dais cuenta? ¡El boca a boca ya funciona!

Sor Prudencia – Pero no puede ser. Tu abuela acaba de salir y ya se ha llevado una botella, no podemos darle otra.

Sam – Ya, ya, si no es para ella… Es para mí. Es que tengo que preparar unos exámenes, estoy un poco resfriada… En fin.

Teresa – ¿Un resfriado? ¿Quieres decir?

Sam – Sí, toso un poco, no sé dónde lo habré pillado…

Sam tose un poco de forma fingida.

Sam – Y como parece que ese licor vuestro es bueno para todo…

Sor Prudencia – ¡Ah, no! Pero lleva alcohol, tú no puedes tomarlo.

Sor Inés saca una botella de la caja.

Sor Inés – No os preocupéis, ya contaba con eso y he preparado una versión sin alcohol para los más jóvenes.

Sor Prudencia – Vaya, parece que está usted en todo, Sor Inés…

Sam – Gracias, hermana, me acaba usted de salvar la vida.

Sor Inés – Bueno, pues aquí tienes tu botella, disfrútala.

Sam coge la botella y le da un billete a Sor Inés.

Sam – Gracias, hermana. Estoy segura de que me vendrá muy bien.

Sor Inés – Siempre serás bienvenida, hija, aquí estaremos.

Sam – De hecho, ya me siento mucho mejor, será el ambiente. Bueno, gracias por todo y hasta la próxima.

Teresa – Eso, eso, hasta la próxima. Saludos a tu abuela.

Sam sale de escena con la botella.

Bernardo – No estará probado científicamente, pero si este licor puede atraer a las nuevas generaciones hacia la fe…

Teresa – Ya lo ve, es otro de los milagros de Santa María-Juana.

Entra en escena un policía vestido de paisano y se pasea mirando las estanterías.

Sor Prudencia – ¡Uy! Parece que esto empieza a animarse.

Policía – Son bonitas estas velas. Podrían ser un buen regalo de Navidad.

Sor Prudencia – Son cirios con la imagen de nuestra fundadora, Santa María-Juana.

Policía – ¿Santa María-Juana? Mira tú por dónde…

Teresa – ¿Le puedo ayudar en algo, caballero?

El policía saca su placa y se la enseña.

Policía – Comisario Ramírez. Buenos días, hermanas.

Sor Prudencia – Todo el mundo es bienvenido en la casa del Señor, hasta los policías.

Bernardo – Imagino que en su oficio tendrán una gran necesidad de mantener la fe, sobretodo en estos tiempos tan difíciles que corren.

Sor Prudencia – Aquí estamos para escucharle, Comisario, cuéntenos.

Policía – Pues más que contarles yo, hermanas, vengo a que me cuenten ustedes.

Teresa – ¿Cómo dice?

Policía – Tenemos la sospecha de que hay una plantación de marihuana en los alrededores del convento.

Sor Prudencia – ¡¿De marihuana?!

Bernardo – Sí, así es como llaman al hachís, hermana.

Sor Prudencia – ¡Ay, Dios del cielo!

Policía – No se trata de una planta autóctona, proviene del extranjero, ya saben ustedes. Allí cada uno se abastece de su propia plantación. Y, si esto empieza a ocurrir aquí, tendremos que fumigar palmo a palmo todos estos terrenos.

Bernardo – Primero habrá que saber dónde se encuentra la plantación, digo yo. Porque esos jardineros amateur supongo que se esforzaran para ser discretos.

Policía – Pues ese es, precisamente, el motivo de mi visita. Como las hermanas conocen muy bien la montaña, creemos que podrán echarnos una mano.

Sor Prudencia – ¿Echarles una mano?

Policía – Hombre, podría ser que hubiesen visto ustedes alguna planta inhabitual por aquí cerca.

Sor Prudencia – ¡¿Está hablando usted de droga?! ¡Si nosotras no sabemos ni siquiera a qué se parece eso!

El policía le enseña a Sor Prudencia una foto de la planta, que no sabe qué es.

Policía – Mire, aquí tiene una foto de la supuesta planta. No hace falta decirles que no se trata de una planta que crezca de forma natural en esta región.

Sor Prudencia – Si alguien puede ayudarle sobre esto, esa es Sor Inés, ella pasa mucho tiempo en la montaña recolectando hierbas para nuestros licores reconstituyentes.

El policía le muestra la foto a Sor Inés, cuya expresión se paraliza.

Policía – Entonces, hermana… ¿La reconoce usted? Fíjese bien y tómese su tiempo. Le recuerdo que se trata una planta prohibida.

Sor Inés se queda muda y entra rápidamente la Madre Superiora.

Policía – ¿Se encuentra bien, hermana?

Sor Prudencia – Sí, sí, se encuentra bien. Sólo que…

Madre Superiora – ¡Ha hecho voto de silencio!

Sor Prudencia – ¡Justo lo que yo iba a decir, Madre!

Policía – Ya veo, ya… Igualmente le dejo la foto por si se replantea sus votos.

La Madre Superiora coge la foto.

Madre Superiora – Soy la Madre Superiora de este convento, Comisario. Pediremos a Sor Inés que conteste por escrito a su pregunta.

Policía – Muy bien, Madre. Y si, por casualidad, tuvieran información que nos pudiera interesar, nos informarían, ¿no es cierto?

Madre Superiora – Por supuesto, faltaría más.

El Policía observa la caja y coge una botella del nuevo licor.

Policía – ¿Con qué está hecho este licor, hermanas?

Sor Prudencia – Con diferentes plantas medicinales de la región, Comisario. La receta es un secreto guardado desde hace siglos por las hermanas encargadas de destilar este gran reconstituyente.

Teresa – Es más, esa es la razón por la cual Sor Inés ha hecho voto de silencio. Hoy en día es la única que conoce la fórmula del elixir de Santa María-Juana.

Policía – Ya veo, ya… Ahora entiendo muchas cosas… Pues mire, me llevaré una botella. Después de todo, si tan medicinal es, no le puede hacer daño a nadie, ¿no?

La Madre Superiora le quita rápidamente la botella de las manos.

Madre Superiora – Lo siento, estas ya están reservadas.

Policía – ¿Todas?

Sor Inés – ¡Es que se acerca Navidad!

Madre Superiora – ¡Shhhhht! ¡Sor Inés! ¡Los votos! (Al Comisario) Perdone, Comisario, a veces es difícil contenerse. Acaba de llegar al convento y aún no se ha habituado a sus votos. Cómo le iba a decir Sor Inés, se acerca Navidad y nuestros fieles son muy aficionados a nuestros productos.

Teresa – Sí, Comisario, coja mejor un cirio.

Teresa le da un cirio al Policía, que contesta sorprendido.

Policía – Bueno… Entonces, ¿cuánto les debo?

Teresa – Nada, Comisario, regalo de la casa.

Madre Superiora – ¡Que Dios bendiga a la Policía!

Policía – Gracias, Madre. Y perdone por haber interrumpido por un instante la serenidad de este convento. Es un lugar verdaderamente apacible. La verdad es que las envidio.

Madre Superiora – ¿De verdad?

Policía – Totalmente. Ya sabe usted, vemos tantas cosas en nuestro oficio… No me importaría acabar mis días en un monasterio lejos de toda violencia, rodeado de caras amables y honestas.

Sor Prudencia – Qué bien oírle decir eso. ¡Feliz Navidad, Comisario!

Policía – Igualmente. Hasta pronto, hermana.

El Policía sale de escena y queda un silencio embarazoso.

Madre Superiora – ¿Sor Inés, no me diga usted que ha puesto marihuana en el elixir de Santa María-Juana?

Sor Inés – Se lo juro ante Dios, Madre, ignoraba por completo que fuese una droga.

Sor Prudencia – ¡Dios mío! Incluso hemos mentido a la policía. ¡Hemos pecado!

Sor Inés – Por omisión, hermana, sólo por omisión.

Teresa – Ahora entiendo esos nuevos efectos. Ayer, yo misma tenía la sensación de estar poseída por el mismísimo diablo.

Bernardo – ¿Poseída por el diablo? No lo dirá por mí, espero.

Sor Inés – ¿Entonces qué hacemos?

Madre Superiora – ¿Cómo que qué hacemos? Lo paramos todo ahora mismo, evidentemente.

Bernardo – A mí no me suena que Jesús dijera “tomad y fumad todos”…

Sor Inés – Correcto, pero lo que sí dijo fue “tomad y bebed”, así que…

Madre Superiora – No blasfeméis, destruyamos en el fuego este elixir diabólico.

Sor Inés – Claro, Madre, claro.

Sor Prudencia – No vamos a convertir esto en un laboratorio clandestino.

Sor Inés – Por otra parte…

Madre Superiora – ¡¿Qué?! ¡¿Y ahora qué pasa?!

Sor Inés – Pues… ¿No podríamos considerar esto como una señal de Dios?

Madre Superiora – ¿No me diga que ha vuelto a ver usted a la Virgen? ¡Tenemos que terminar con este licor, hermana!

Sor Prudencia – ¿Una señal, dice?

Sor Inés – Santa María-Juana… Marihuana… Reconozcan que la coincidencia es, por lo menos, para dudar.

Madre Superiora – ¿Qué quiere usted decir con eso, Sor Inés?

Sor Inés – Pues que el convento está en números rojos…

Madre Superiora – ¡Que es droga, hermana!

Sor Inés – Pero suave, Madre, es una droga suave. Además… ¿No dijo Marx que la religión es el opio del pueblo?

Madre Superiora – Hombre, hermana, no creo que, dicho por él, eso sea un cumplido.

Sor Prudencia – Además, aprenda usted que en la casa de Dios, citamos más a menudo la Biblia que el Capital.

Sor Inés – Hermanas, pienso que Santa María-Juana ha querido venir en nuestra ayuda.

Sor Prudencia – Luchar contra la droga cultivando marihuana en casa… ¡Esto es el colmo de los colmos! ¡Madre, diga usted algo!

Madre Superiora – Le confieso que ya no sé ni qué pensar. Desde que me han hecho beber ese maldito brebaje ya no tengo las ideas nada claras.

Sor Prudencia (santiguándose)¡Jesús, María y José!

Madre Superiora – Teresa, usted que es buena consejera, ¿qué opina?

Teresa – En el punto al que hemos llegado, creo que es inútil actuar de forma precipitada. Tomémonos, al menos, un tiempo de reflexión a la espera que desaparezcan los efectos del licor.

Madre Superiora – Me voy ahora mismo a rezar al Señor a la espera de que Él se digne a aclararme un poco las ideas.

La Madre Superiora sale de escena y aparecen Anatole y Victorina vestidos de forma mucho más juvenil, incluso con un estilo hippie.

Anatole – Tenemos una gran noticia que daros.

Bernardo – ¿Os ha tocado la bonoloto?

Anatole – ¡Mucho mejor que eso! ¡Nos vamos a casar!

Teresa – ¡Pero eso es maravilloso!

Victorina – Pues sí. No sé qué es lo que nos pasa, pero desde hace unas horas tengo la sensación de haber comenzado una nueva vida.

Anatole – Yo creo que es el efecto de su elixir milagroso. Es más, si aún les queda, hemos pensado en llevarnos dos o tres cajas.

Sor Prudencia – ¡¿Dos o tres cajas?!

Victorina – Sí, es que se lo hemos dado a probar a nuestros amigos y ha sido una locura.

Anatole – ¡En el pueblo ya lo han hasta bautizado como el licor de la risa!

Sor Inés – ¡No…! ¡¿El licor de la risa?!

Sor Inés se pone a reír a carcajadas, pero se interrumpe al constatar que todos la observan.

Bernardo – No os preocupéis por ella, ha catado más licor de la cuenta.

Sor Inés – Pues lo siento, pero hemos parado la producción. Al parecer, el nuevo elixir no presenta todas las garantías sanitarias exigidas por la ley.

Teresa – Sor Inés… El voto de silencio… Hay que ser prudentes, podría haber efectos secundarios nefastos a largo plazo.

Anatole – ¿Sabe usted qué largo plazo nos espera a nosotros sin ese elixir? Eso sí que es nefasto…

Victorina – Ay no… Nuestros amigos se van a llevar una gran decepción…

Anatole – Sí, pero que muy grande… Ya nos habíamos hecho a la idea de tomarnos una copita todos juntos para celebrar el Año Nuevo.

Victorina – ¿Por qué negarles este modesto consuelo a unos ancianos al final de sus vidas?

Anatole – ¿A unos pobres viejos que no saben si llegarán al próximo Fin de Año…?

Todas las miradas se giran hacia Sor Prudencia.

Sor Prudencia – Bueno, denles una botella para que acaben el numerito… Pero que conste que es la última eh… ¡Y ni una palabra a la Madre Superiora!

Sor Inés les entrega una botella. Anatole y Victorina están encantados.

Victorina – Gracias, hermana.

Anatole – Dios se lo pague.

Sor Inés – Mientras tanto…

Sor Inés le hace un gesto con los dedos para que paguen. Anatole le da otro billete.

Sor Inés – Uy, pero esto es demasiado.

Anatole – Es para sus buenas obras, hermanas.

Victorina – ¡Feliz Navidad a todos!

Anatole y Victorina salen de escena y queda otro silencio embarazoso.

Teresa – De todas formas, aún nos queda una pregunta en el aire…

Bernardo – ¿Cuál, Teresa?

Teresa – Ese campo lo ha tenido que sembrar alguien, ¿no?

Sor Prudencia – Sí, eso es precisamente lo que decía el policía.

Teresa – Alguien que no estará precisamente encantado de descubrir que nos hemos quedado con la cosecha.

Sor Inés – Por otra parte… Sigue siendo droga.

Bernardo – ¿Y qué?

Sor Inés – Robar droga a los traficantes… En el fondo… ¡Es una buena acción!

Teresa – No cuando se roba con la intención de revenderla, hermana.

Sor Inés – ¡Pero la revendemos por cuenta de Dios!

Bernardo – Por lo tanto… Nosotros seríamos como Robin de los bosques, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres.

Entra en escena el traficante algo mosqueado.

Teresa – ¡Madre mía! ¡Y no dejan de llegar clientes!

Sor Inés (al traficante) ¿Podemos hacer algo por usted?

El traficante les enseña un manojo de marihuana a las hermanas.

Traficante – En su opinión, hermanas, ¿esto qué son? ¿Hierbas provenzales?

Sor Prudencia – Ah, ¿usted también es policía? Su compañero acaba de irse.

Traficante – No soy poli, no…

Sor Inés – Entonces, ¿qué hace usted con eso? ¿No sabe que está prohibido?

Traficante – Resulta que yo cultivo esta preciosidad y no me gustan los intrusos…

Teresa – Ah… Entiendo…

Traficante – Veo que saben de lo que les estoy hablando…

Sor Prudencia – ¿Pero qué le hace pensar eso?

Traficante – Pues porque he encontrado este manojo de hierba justo delante de la capilla.

Sor Prudencia – ¡Pero bueno! ¡No tiene usted ningún derecho! ¡Este convento es un lugar sagrado!

Traficante – ¿Sagrado? ¿Están destilando marihuana robada a honestos cultivadores y me va a dar usted a mí lecciones de moral?

Teresa – Esto no es más que un pequeño malentendido.

Sor Prudencia – Sor Inés ha confundido esta mala hierba con diente de león.

Traficante – Con diente de león… Ya claro… ¡¿Pero ustedes que se han creído?!

Bernardo – Por favor, tranquilícese. No hemos hecho nada con mala intención, se lo aseguro, no queremos problemas. Estoy seguro de que hablando se entiende la gente.

Sor Inés – Además no sabíamos que ese campo tuviera propietario.

Sor Prudencia – Eso no impide que la Policía esté intentado localizar esta plantación clandestina. Acabaran por encontrarla.

Traficante – ¿Y le han dicho dónde está?

Sor Prudencia – Todavía no…

El traficante se tranquiliza un poco.

Traficante – Pues tal vez aún haya forma de arreglarlo. Después de todo, compartimos el mismo objetivo.

Sor Prudencia – ¿El mismo objetivo?

Traficante – Claro, nosotros también intentamos repartir felicidad a nuestro alrededor.

Teresa – Entonces… ¿Qué es lo que propone?

Traficante – ¿Un jardín compartido, quizás?

Bernardo – Imagino que cuándo dice jardín compartido… ¿No estará pensando precisamente en un cultivo de hierbas aromáticas?

Traficante – Ustedes hacen voto de silencio, nosotros nos ocupamos del cultivo y les dejamos una parte de la cosecha.

Sor Inés – Pero… ¿De qué cantidad estamos hablando?

Traficante – Del diez por ciento.

Sor Inés – Bueno, parece razonable… Como los diezmos… Eso es lo que debían pagar los paisanos a la Iglesia en la Edad Media para financiar las buenas obras.

Sor Prudencia – Sí, pero los paisanos de la Edad Media no cultivaban marihuana.

Traficante – Hermana, considérelo un producto cien por cien ecológico.

Sor Prudencia (santiguándose)¡Ay, Dios mío!

Traficante – Evidentemente, si nos pudiesen encontrar un lugar más discreto…

Teresa – ¿Para qué?

Traficante – Pues para cultivar nuestro pequeño jardín de las delicias, claro.

Sor Inés – ¿Le serviría el claustro, por ejemplo?

Traficante – Mientras no sea demasiado sombreado… Estas plantas necesitan mucho Sol.

Sor Prudencia (agobiada) Nos lo tenemos que pensar. Comprenda usted que una decisión de ese calibre hay que meditarla.

Traficante – En todo caso, no se les ocurra llamar a la Policía.

Sor Inés – Tranquilícese, nos ampara el secreto de confesión.

Traficante – Aun así, tengo una pregunta que hacerles…

Sor Prudencia – Usted dirá…

Traficante – ¿Qué demonios están haciendo con toda esa hierba?

Sor Inés – Licor. Fabricamos licor.

El traficante coge una botella y lee.

Traficante – “Elixir de Santa María-Juana”. Pues… ¡Chapó! Han encontrado ustedes la tapadera perfecta. ¿Saben que esto podría que funcionar pero que muy bien para la exportación?

Sor Inés – Oiga, pues no es ninguna tontería. No sólo nuestro convento podría alcanzar la fama con este elixir, sino que también podríamos ayudar a equilibrar las cuentas de todo el país.

Sor Prudencia – Sor Inés, sabemos que acaba usted de finalizar los estudios de comercio, pero nuestro convento no es ningún centro de emprendedores ni nada por el estilo.

Teresa – Yo sólo les recuerdo que el cultivo, la venta y el consumo de marihuana están estrictamente prohibidos por la ley.

Bernardo – Por ahora, Teresa, por ahora…

Anatole y Victorina vuelven a entrar y el traficante sale de escena.

Traficante – Bueno, les dejo, que llegan clientes. Vayan pensando en mi propuesta.

Sor Prudencia – Ni una palabra a la Madre Superiora, si se entera le dará un infarto. Ni a la Policía, por supuesto. Esto lo vamos a arreglar a nuestra manera.

Bernardo – Me da usted miedo, Sor Prudencia. Espero que no esté pensando en recurrir a la violencia…

Sor Prudencia – No si se puede evitar, se lo aseguro. Mientras tanto me acercaré al banco para ocuparme del problemilla con el cheque.

Sor Inés – La acompaño, hermana. En la universidad también me enseñaron a camelarme a los banqueros.

Sor Prudencia y Sor Inés salen de escena.

Anatole – Teresa, este licor es verdaderamente alucinante.

Teresa – ¿No se lo habrán bebido todo ya, no?

Anatole – No, pero nuestros convecinos se han enganchado totalmente.

Victorina – Es como una auténtica droga, se lo digo yo. Ahora veníamos a ver cómo iba la producción.

Anatole – Sí, ya llevamos unos cuántos encargos.

Victorina – Pero tranquila, lo vendemos sin beneficios, que no somos traficantes.

Anatole – Es bien sencillo, ya no pueden vivir sin ello y la mayoría han renunciado a su medicación habitual.

Bernardo – Bueno, si esto continua así, no sólo vamos a reponer las cuentas del convento, sino que también vamos a sanear las arcas de la Seguridad Social.

Teresa – Tenga, una última botella y váyanse ya, por favor.

Anatole le entrega un billete en mano a Teresa y coge la botella.

Anatole – Gracias, hermana.

Teresa – Anatole, que soy Teresa.

Anatole – Ah… Pues gracias, Sor Teresa.

Anatole y Victorina salen de escena.

Teresa – Después de todo, creo que nosotros también nos merecemos una copita… Aunque sólo sea para celebrarlo.

Teresa sirve dos vasitos de elixir.

Bernardo – Pero no demasiado, eh… Hay que ir poco a poco si queremos evitar la sobredosis…

Teresa – No se preocupe, es una droga muy suave. Si no, no estaría a la venta en un convento.

Bernardo – Tiene usted razón, Teresa. Dios no lo permitiría.

Teresa y Bernardo se beben el vaso de una vez.

Teresa – Desde luego hay que reconocer que hace bien allá por donde pasa.

Bernardo – Sí, la verdad es que sí.

Teresa – Esto que quede entre nosotros, claro…

Bernardo – Claro, naturalmente…

Teresa – ¿Otra copita?

Bernardo – Venga, vale. No hay ningún mal en hacerse bien.

Se toman otro chupito de una sola vez.

Teresa – Esto me recuerda a la ley seca…

Bernardo – ¿Ha conocido usted la ley seca?

Teresa – Estaba bromeando, hombre…

Bernardo – Claro, claro… ¡Eso era mucho antes de las cartillas de racionamiento! Ya decía yo que usted era mucho más joven que Victorina.

Ambos se ríen.

Bernardo – ¿Y si nos casáramos usted y yo?

Teresa – ¿Habla usted en serio o son los efectos de la droga?

Bernardo – Mi droga eres tú, Teresa.

Bernardo intenta besarla y Teresa se resiste débilmente.

Teresa – Vamos, Bernardo. ¡Qué locura!

Sam vuelve a aparecer y sorprende a la pareja. Teresa se recoloca.

Teresa – Discúlpanos, estábamos limpiando el polvo.

Bernardo – Buenos días, buenos días. ¿Van mejor las cosas?

Sam – Mucho mejor, se lo aseguro. Parece que mi resfriado ha desaparecido. ¡Un auténtico milagro! Y sin duda, gracias al elixir. ¿Sería posible conseguir otra botella? O dos… Ya que es sin alcohol… Es para mis amigos de clase…

Teresa – ¿Para tus amigos?

Bernardo – ¿Es que también están enfermos?

Sam – Ya sabe usted… Las enfermedades se transmiten rápidamente. Creo que le he contagiado mi resfriado a todo el instituto.

Sor Prudencia regresa a escena.

Sor Prudencia – ¿Va todo bien?

Bernardo – Sí, sí, todo estupendamente.

Teresa le da una botella a Sam muy discretamente.

Teresa – Coge esto y vete, corre.

Sam – Dios se lo pague, hermana.

Teresa – Que yo no soy monja, jovencita, y dudo que lo sea algún día.

Bernardo – Eh, pero son 20 euros.

Sam – ¡¿20 euros?!

Teresa – ¿Qué quieres? Todo sube. Es la ley de la oferta y la demanda.

Bernardo – Venga, y, ahora, largo de aquí.

Sam le da un billete a Bernardo y sale de escena.

Teresa – ¿Cómo va el tema del banco, hermana?

Sor Prudencia – Sor Inés ha conseguido un aplazamiento de la deuda explicándole nuestra situación.

Teresa – Bueno, con las ventas de hoy creo que podremos solucionarlo.

Sor Prudencia – Sí, Teresa, gracias a Dios…

Bernardo – ¡Y a Santa María-Juana!

Entra de nuevo el traficante.

Traficante – Hermanas, acabo de cruzarme con mi contacto en el instituto y me ha dicho que ya no quiere comprarme más hierba.

Bernardo – Pues que los jóvenes dejen la droga es un motivo de alegría.

Traficante – Ya, pero es que lo que quieren ahora es su elixir.

Teresa – Ah, claro…

Traficante – Pues si perdemos los institutos ya podemos cerrar el chiringuito.

Bernardo – Entiendo, entiendo…

Traficante – Y eso sin contar con los viejos del pueblo…

Teresa – No me diga que también se aprovecha de los ancianitos…

Traficante – ¿Y que se pensaban? Los viejos de hoy en día no son los de antes… Estos ya son los de la generación de mayo del 68.

Bernardo – Bueno, hay que confesar que un empujoncito de vez en cuando no está mal. Total, nuestro elixir no es mucho más adictivo que los antidepresivos.

Traficante – Pues sí… Y, desde esta mañana, parece que han dejado el fumeteo para dedicarse a cierto elixir monástico.

Teresa – Lo sentimos, de verdad. Pero tranquilo, que, definitivamente, paramos la producción.

Traficante – Bueno… ¿Y si, en vez de eso, nos asociamos?

Sor Prudencia – ¿Nos está proponiendo una sociedad de malhechores?

Traficante – No es para tanto, hermana.

Bernardo – ¿De qué tipo de asociación hablamos, entonces?

Traficante – Bueno, pues no solamente del cultivo, sino también de la transformación del producto.

Teresa – ¿La transformación?

Traficante – A día de hoy, todo lo que es fumar no está bien visto… Las campañas antitabaco han hecho mucho daño… Creo que si nos asociamos podríamos desarrollar una nueva línea de productos sin peligro para los pulmones y agradables al paladar. Todo bajo la suprema protección de Santa María-Juana, por supuesto.

Bernardo – No suena mal…

Traficante – Imagínense que se legaliza la marihuana. Les aseguro que el convento conseguiría más royalties que el mismísimo Vaticano. Esto sólo sería comparable a la multiplicación de los panes y los peces. ¡Hermanas, acabo retomar la fe! ¡Que me cuelguen si no acaban ustedes beatificadas!

Sor Prudencia – ¡Oh, Dios mío!

Traficante – ¿Cuál es su nombre de pila, hermana?

Sor Prudencia – Prudencia.

Traficante – ¿Y cómo se sentiría usted si la llamasen Santa Prudencia?

Entra de nuevo el Policía y el traficante se esconde en el otro extremo de la tienda.

Policía – Disculpen de nuevo, hermanas, ¿está la Madre Superiora por aquí?

Teresa – ¿Para qué la necesita, Comisario?

Policía – Nuestros perros nos han conducido hasta la plantación de marihuana.

Teresa – ¿De verdad?

Policía – El campo ha sido cosechado, pero hemos conseguido identificar las raíces. Ahora sólo nos queda encontrar al traficante y a sus plantas.

Bernardo – ¿No estará usted acusando a las religiosas de tráfico de droga?

Policía – No, por supuesto. Sin embargo, mire las fotos tomadas por las cámaras de vigilancia que habíamos instalado de incógnito. Aparentemente, esos traficantes se disfrazan de monjas para no ser reconocidos. Sin embargo, hemos logrado establecer un retrato robot del susodicho.

El Policía les enseña el retrato robot.

Policía – ¿Le dice a usted algo esta cara?

Teresa – ¡Ay, Dios mío! Palabra que no…

Policía – Pues avisen a las hermanas que nuestra paciencia tiene un límite. Podría llevarme a todo el mundo a la comisaría para un interrogatorio. Y las monjitas con esposas no serían una buena publicidad ni para el pueblo ni para el de allá arriba.

Llega la Madre Superiora.

Madre Superiora – No tenemos miedo de sus leyes, Comisario. Durante la guerra, este convento ha escondido a muchos refugiados políticos.

Policía – Señora, estamos buscando a un traficante que cultivaba marihuana en la montaña. No creo que ese sea un refugiado político.

Madre Superiora – ¡Salga de aquí inmediatamente! Este es un lugar sagrado y de asilo.

Policía – Volveré, Madre. En cuanto tenga la orden del juez, volveré.

El Policía se marcha.

Traficante – Gracias por haberme encubierto, Madre.

Madre Superiora – Eso no quiero decir que le demos nuestra aprobación.

Traficante – Entre nosotros, ustedes hacen lo mismo que yo.

Madre Superiora – Sí, pero lo nuestro es por una buena causa. Dios nos juzgará.

La Madre Superiora le ofrece al traficante un hábito de monja.

Madre Superiora – Tenga, póngase usted esto. Y si quieren interrogarle, diremos que ha hecho usted voto de silencio.

El traficante sale de escena para cambiarse. Entra en escena Sor Inés.

Madre Superiora – ¡Por fin aparece, Sor Inés! El Policía se acaba de marchar. Hemos escapado de milagro.

Sor Inés – Lo sé, soy yo quien ha cosechado toda la plantación para evitar problemas con la policía.

Teresa – ¿Y dónde la ha dejado?

Sor Inés – Pues en la capilla, ¿dónde sino?

Bernardo – ¡Pero eso es una locura! El comisario volverá dentro de poco con una orden de registro.

Vuelve el traficante vestido de monja.

Sor Inés – Buenos días, hermana. Bienvenida a nuestro convento.

Traficante – ¡Eh! Que yo no tengo intención de tomar el hábito.

Sor Prudencia – Pues si yo fuese usted, me pondría a cubierto durante un tiempo mientras pasa la tormenta.

Bernardo – En todo caso, le queda muy bien la túnica.

Madre Superiora – Y el convento siempre está necesitado de voluntarios.

Teresa – Pues mira que no me importaría cederle mi sitio en la tienda… Aunque no sería muy discreto que digamos…

Madre Superiora – Podría ocuparse del jardín, está claro que tiene buena mano con las plantas.

Sor Prudencia – Pues sí…

Madre Superiora – Mientras tanto, Sor Inés, dele una celda, que no se puede quedar aquí.

Traficante – ¿Una celda dice usted?

Sor Inés – Tranquilo, la celda que le dejaremos se podrá abrir desde dentro.

El traficante y Sor Inés salen de escena.

Sor Prudencia – ¿De verdad piensa usted hacerle cultivar marihuana en el jardín del claustro, Madre?

Madre Superiora (sorprendida) ¿Eso es lo que he dicho?

El Policía vuelve a aparecer con la orden de registro.

Policía – Ya está. Aquí tengo la orden de registro.

Madre Superiora – Estamos completamente dispuestas a colaborar con usted, pero, primeramente, Teresa, sírvale al comisario un vasito de nuestro mejor elixir para darle la bienvenida.

Teresa – Sí, Madre.

Madre Superiora – Les dejo, rezaré por ustedes.

La Madre Superiora sale de escena.

Teresa – Tengo yo interés en que pruebe usted nuestra especialidad, el célebre elixir de Santa María-Juana.

Policía – Es usted muy amable, pero tengo trabajo que hacer aquí.

Bernardo – Es una tradición de acogida, Comisario, sería una gran ofensa para las hermanas el rechazar su invitación.

Policía – Bueno, bueno… Está bien. Pero rápido, que tengo prisa.

Teresa le sirve un gran vaso de licor. El policía empieza a beber con cierta desconfianza, pero enseguida se anima.

Policía – Ah, pues sí, está muy bueno. Es curioso, le encuentro un gusto a…

Teresa – Sí, sí, a manzana. Creo que es el nuevo ingrediente.

Bernardo – Es buenísimo para todo, Comisario. Incluso hasta le ayuda a encontrar al sospechoso.

Teresa – Le sirvo otro vasito.

El policía se dispone a protestar pero el vaso ya está lleno de nuevo.

Policía – Bueno, venga… Gracias, hermana…

Beben de nuevo.

Policía – Es verdad que esto calma los nervios…

Sor Prudencia – Es por eso que en el interior de este convento reina una gran serenidad.

Policía – Pues sí, me siento verdaderamente relajado. Bueno, ahora, si me disculpan, tengo un registro que realizar.

Sor Prudencia – Le acompaño, Comisario.

El policía se dirige hacia la salida con un caminar inseguro junto a Sor Prudencia.

Teresa – ¡Todo está perdido! Me temo que acabaremos en la cárcel.

Bernardo – Ya sólo nos queda rezar…

Teresa – Supongo que las prisiones no serán mixtas, ¿no?

Bernardo – No más que los conventos me temo.

Teresa – ¿Entonces no hay ninguna posibilidad de que acabemos juntos en la misma celda?

Bernardo – No, ninguna.

Teresa – Entonces… ¡Bésame, Bernardo!

Teresa y Bernardo se disponen a besarse, pero el traficante, que sigue vestido de monja, los interrumpe.

Traficante – Acabo de ver pasar al policía. Creo que esta vez estamos vendidos.

Teresa – Con un poco de suerte no encontrarán nada. Hemos drogado al comisario.

Traficante – De todas formas, hay un buen montón de hierba junto al pesebre.

Teresa – En ese caso, sigamos rezando para que ocurra un milagro.

Teresa y Bernardo se ponen a rezar. El traficante los imita. Se oye música religiosa mientras rezan y se baja un momento la luz para simbolizar el paso del tiempo.

Policía – Bueno, hermanas, siento molestarlas en plena oración, he acabado con el registro.

El traficante se esconde detrás del velo y no responde.

Teresa – Perdone a la hermana, Comisario, también ha hecho voto de silencio.

Policía – Entiendo… De todos modos, les pido que acepten mis disculpas. No he encontrado restos de marihuana ni del sospechoso en todo el convento. Eso sí, el pesebre de la capilla es realmente maravilloso. Bueno, les dejo el retrato robot del sospechoso. Si lo ven por aquí, hágannoslo saber. Disculpen de nuevo y Feliz navidad.

El policía se marcha. La Madre Superiora llega con Sor Prudencia y Sor Inés.

Sor Inés – ¡Es un milagro! Cuando llegamos a la destilería…

Teresa – Cuando llegamos a la destilería, ¿qué?

Sor Prudencia – Pues que la marihuana se había transformado en hojas de laurel.

Teresa – ¡Oh! ¡Demos gracias a Santa María-Juana!

Sor Inés – ¡Esta es la señal que estábamos esperando! La prueba evidente de que la Santa avala nuestra proyecto.

Madre Superiora – No vaya tan rápido, Sor Inés, que este milagro ha sido cosa mía.

Bernardo – Entonces, Madre, ¡es usted la que merece ser beatificada!

Madre Superiora – Ayer decoré la cuna del pesebre con ramas de laurel. Y, como tenía que esconder los fajos de marihuana de la capilla, lo único que hice fue ponerlos debajo.

Sor Inés – ¡Ah, claro! ¡Muy buena idea!

Sor Prudencia – Un pesebre de navidad decorado con marihuana… ¡Por Dios!

Madre Superiora – Esto es temporal, hermana… Y ahora, espero que todo vuelva a la normalidad.

Sor Inés – ¿Qué quiere decir, Madre?

Madre Superiora – Lo que oye, hermana, lo que oye. Nada de cannabis en el licor. Volvemos a la receta antigua.

Sor Inés – ¿Aunque el convento sea insolvente?

Madre Superiora – Yo no estoy tan preocupada, hermana. La religión católica sobrevivirá como ha hecho siempre. Si es necesario, transformamos nuestras celdas en habitaciones y convertimos esto en un hotel.

Sor Inés parece decepcionada, pero acepta.

Traficante – Lo siento, madre, tiene que usted sentir un gran bochorno. Aun así, sepa que he aprendido muchas cosas desde que me puse esta túnica.

Madre Superiora – Te perdono, hijo mío. Hiciste que recordara mi juventud cuando aún luchaba contra el sistema junto al Abad Pedro.

Traficante – Bueno, de todas formas, gracias por no haberme entregado a la policía. A estas horas, sin ustedes, seguramente ya estaría en prisión. Así que si puedo serles útil de una manera u otra…

Madre Superiora – Ya lo pensaremos, hijo. Mientras tanto, vuelve a tu celda.

Se apaga la luz.

 

Epílogo

 

Un año después, la calma ha vuelto a la tienda del convento. Sor Prudencia hace las cuentas detrás del mostrador y Sor Inés aparece con una caja llena de cirios.

Sor Prudencia – Es curioso, hemos regresado a la vieja fórmula y, sin embargo, nuestro elixir se sigue vendiendo mucho mejor que antes.

Sor Inés – Es porque hemos cambiado la etiqueta. Nuestros clientes piensan que la botella todavía contiene la nueva fórmula. Se llama efecto placebo.

Sor Prudencia – Sí, parece que es suficiente para tenerlos contentos. Como se suele decir: ojos que no ven, corazón que no siente.

Sor Inés – En fin, Sor Prudencia, he venido a decirle adiós…

Sor Prudencia – ¿Así que es cierto? ¿Se marcha? ¿Ya nos deja?

Sor Inés – Sí, he decidido renunciar a la vida monástica.

Sor Prudencia – ¿Y eso, por qué? ¿Otra aparición de la Virgen?

Sor Inés – Todo lo contrario. Cuando mis compañeros de la universidad se enteraron de que había tomado los hábitos, me confesaron que, antes de que tuviera la visión de la Virgen, me habían dado, sin yo saberlo, una pizza que contenía hongos alucinógenos. Una broma de mal gusto según parece.

Sor Prudencia – ¿Hongos alucinógenos?

Sor Inés – Sí. Probablemente, de ahí venga la aparición milagrosa de la Virgen…

Sor Prudencia – ¡Dios del cielo! De todos modos, le debemos una. Gracias a usted hemos remontado las finanzas del convento y éstas han dado sus frutos.

Sor Inés – Gracias, hermana, tampoco es para tanto.

Sor Prudencia – Lamentablemente, Sor Inés, sigo creyendo que su sitio no estaba en un convento…

Sor Inés – Lo sé, aunque las echaré de menos. Pero no se preocupe, pasaré a saludar de vez en cuando.

Aparecen Teresa y Bernardo también vestidos de hippies.

Sor Prudencia – ¡Hola, Teresa! ¡Hola, Bernardo! ¿Entonces qué? ¿Para cuándo la boda?

Bernardo – Pues por ahora no, Sor Prudencia. De momento, vamos a seguir viviendo en pecado. ¿No es así, querida?

Teresa – Definitivamente, el matrimonio no está hecho para todo el mundo.

Bernardo – Y si no, mire a Victorina, nada más casarse y se quedó viuda. No se puede decir que el matrimonio le sentara muy bien al pobre Anatole.

Teresa – Una sobredosis de felicidad, tal vez.

Bernardo – De todos modos, yo no querría terminar como él.

Sor Prudencia – Pero usted es mucho más joven que Anatole, Bernardo…

Risa general.

Teresa – Entonces, Sor Prudencia, esto remonta. ¿No es cierto?

Sor Prudencia – En efecto. No sólo nuestro elixir ha relanzado el convento. Ahora también vendemos los nuevos cirios de Santa María-Juana, nos los quitan de las manos.

Sor Inés – Mire, aquí traigo lo suficiente pare rellenar las estanterías. Los he fabricado esta mañana con el nuevo voluntario que me sustituirá en mis labores.

Sor Prudencia – ¿Ha confiado usted al traficante el secreto de Santa María-Juana?

Sor Inés – Creo que podemos confiar en él, hermana… Aquel que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Sor Prudencia – En todo caso, no se le ve muy a menudo.

Bernardo – La verdad es que tiene buenas razones para ser discreto. Desde luego, está mejor aquí que en la cárcel.

Sor Inés – Ahora también le hago fabricar los cirios con una nueva fórmula. Hemos incluido los champiñones y las otras setas que cultivamos en las catacumbas del convento. Ya verá usted… ¡Es pura dinamita!

Bernardo – En seguida enciendo uno, hermana.

Bernardo enciende un cirio y todos inspiran profundamente.

Teresa – Ahora que lo dice, realmente desprenden un fuerte aroma.

Sor Prudencia – ¡Qué buen olor!

Teresa – ¡Sí, huele a santidad!

Bernardo – ¡Estoy seguro que si ponemos estos cirios en las misas, la Iglesia estará siempre a reventar!

La Madre Superiora llega y escucha esta última frase.

Madre Superiora – ¡Por Dios! ¡Otro milagro de Santa María-Juana!

La Madre Superiora se santigua y quedan todos estáticos mientras suena, de nuevo música religiosa.

Se apaga la luz y se cierra el telón.

Fin

*** 

El autor

Jean-Pierre Martinez es autor teatral y guionista francés de origen español. Nacido en 1955 en Auvers-sur-Oise, sube al escenario primero como baterista en diversos grupos de rock, antes de hacerse semiológo para la publicidad. Luego trabaja como guionista para la televisión, y vuelve al teatro como autor. Ha escrito mas de 60 guiones para distintas series de la televisión francesa, y 61 comedias para el teatro (13 y Martes, Strip Poker, Bar Manolo, Ella y El, Muertos de la Risa, Breves del Tiempo Perdido, El Joker…). Actualmente es uno de los autores contemporaneos mas representados en Francia, y varias de sus obras han sido ya traducidas en español y en inglés. Es licenciado en literatura española e inglesa (Sorbonne), en linguística (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales), en economía (Institut d’Études Politique de Paris), en escritura de guiones (Conservatoire Européen d’Ecriture Audiovisuelle). Jean-Pierre Martinez ha escogido ofrecer todos los textos de sus obras para descargar gratuitamente en su web : comediatheque.net.

Otras obras del autor  

13 y Martes

Bar Manolo

Breves del Tiempo Perdido

Crisis y Castigo

El Joker

Ella y El, Monólogo Interactivo

EuroStar

Foto de Familia

Muertos de la Risa

Por Debajo de la Mesa

Pronóstico Reservado

Strip Poker

Un Ataúd para Dos

Zona de Turbulencias

Este texto está protegido por las leyes

relativas al derecho de propiedad intelectual.

Toda copia es susceptible de una condena,

hasta de 300 000 euros y 3 años de prisión.

 

París – Febrero de 2017

© La Comédi@thèque – ISBN 978-2-37705-083-3

http://comediatheque.net

Milagro en el Convento de Santa María-Juana Lire la suite »

Happy Dogs

Happy dogs (english) – Happy dogs (spanish) – Happy dogs (portugês)

Monologue à lire ou à jouer

Un homme qui a perdu ses papiers à la suite d’un banal quiproquo, enquête pour retrouver son identité, avant de se résigner à devenir quelqu’un d’autre. Ce roman court ou cette longue nouvelle, qui commence devant un salon de toilettage pour finir dans terrain vague, est avant tout une réflexion humoristique sur la fragilité de la notion de personne, et sur l’absurdité de l’existence. «Happy Dogs», c’est un peu San Antonio, fourvoyé dans un nouveau roman, qui se prendrait lui-même en filature pour s’apercevoir finalement qu’il est Frédéric Dard. Avant que ce dernier ne soit devenu écrivain… C’est le roman qui donne naissance au romancier, en prouvant la légitimité de sa prétention à exister comme tel. On est toujours le fils de ses œuvres, disait Cervantès. D’ailleurs, la meilleure preuve que Cervantès ait jamais existé, c’est que Don Quichotte parle de lui dans le roman éponyme qui relate ses aventures imaginaires. Entre roman noir et fantastique, «Happy Dogs» est un récit à la première personne, tragiquement drôle, qui peut aussi être mis en scène comme un monologue théâtral.


Ce texte est offert gracieusement à la lecture. Avant toute exploitation publique, professionnelle ou amateur, vous devez obtenir l’autorisation de la SACD.


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LECTURE DU TEXTE INTÉGRAL PAR L’AUTEUR


LIRE LE DÉBUT DU TEXTE

Il fait un froid. À ne pas laisser un chien dehors. Pourtant, des chiens, il y en a déjà plusieurs, devant la porte close de Happy Dogs. Des caniches surtout. Des blancs, des noirs. Enfin d’autres races aussi. Je ne sais pas, les chiens, je ne connais pas trop. Je sais juste que les toutous à sa mémère, c’est le gros de la clientèle des salons de toilettage. Comme les mémères sont le gros de la clientèle des coiffeurs pour dames. D’ailleurs, ces caniches-là ont à peu près la même coupe que leurs maîtresses. Le même petit manteau, aussi. Je n’ai rien contre les petits chiens, remarquez. Ni contre les petites vieilles. Mais moi, sur le trottoir, je suis le seul à ne pas avoir de manteau. Comme un con, je me suis dit que ce n’était pas la peine. Happy Dogs, c’est en bas de chez moi, et ça ouvre à dix heures. Je pensais juste descendre et remonter. Mais il est dix heures et quart, et la porte est toujours fermée. Je pourrais revenir, bien sûr. Mais maintenant que je suis là. La patronne va sûrement arriver avec les clefs, en nous servant une excuse bidon : j’ai raté mon bus, mon petit dernier a la grippe, ou ma mère en est morte cette nuit. Mes condoléances, mais en attendant, moi je me les gèle.

Je sais ce que vous pensez : pourquoi faire la queue par moins cinq devant le rideau fermé d’un salon de toilettage quand on n’a pas de chien ? Même chez le coiffeur, moi, je n’y vais qu’une fois par an. Et s’il y avait la queue ce jour-là, croyez-moi, je remettrais sûrement ça à l’année d’après. Donc, si je suis là, figurez-vous, ce n’est pas pour draguer les mémés. Vous me prenez pour qui ? Non, je viens chercher un paquet, tout simplement. Happy Dogs, c’est mon point de livraison. Aujourd’hui, avec la désertification des centres villes, il faut bien que les petits commerces arrondissent leurs fins de mois. Alors pour résister quelques semaines de plus à la faillite, avant de baisser définitivement le rideau et d’ouvrir le gaz, ils font aussi point de dépôt. Un tabac, une supérette, un fleuriste… Maintenant, on peut retirer ses colis juste en bas de chez soi. Ça peut être n’importe où. Dans n’importe quelle boutique. Enfin, peut-être pas un sex-shop, une poissonnerie ou les pompes funèbres. Mais il faut avouer que c’est bien pratique, plutôt que d’aller faire la queue à la poste. Quand la taulière ouvre son bordel à l’heure, évidemment, parce que là… À la poste, au moins, j’aurais la queue au chaud. Et tous ces malheureux clébards aussi.

Un jeune boutonneux, la capuche relevée sur la tête, arrive sans se presser, dégoulinant de sueur malgré le froid polaire et son allure nonchalante. Il extirpe lentement un trousseau de clefs de la poche de sa parka informe. Pendant qu’il essaie maladroitement de les introduire l’une après l’autre dans la serrure, sans prendre la peine d’enlever ses gants, il nous explique que son réveil n’a pas sonné. À l’entendre, ce serait lui la victime. Je ne sais pas s’il y a déjà eu des recours collectifs en justice contre les fabricants de réveils qui refusent de sonner ou d’oreillers qui tombent en panne. Il doit avoir dans les seize ans. Dix-huit peut-être. Ou alors vingt. J’ai un peu de mal avec les âges. Pour les blancs, tous les noirs se ressemblent. Pour les vieux, tous les jeunes ont le même âge. Celui-là est plutôt grand. Un peu obèse. Enfin, je ne sais pas si on peut être un peu obèse. Parce que obèse, c’est déjà énorme. Disons assez gros, alors. Le visage poupin. Je ne suis pas sûr non plus de savoir exactement ce que ça veut dire, poupin, mais je trouve que ça décrit très bien sa petite gueule de con joufflu, mangée par des cheveux plutôt longs et franchement gras. Et puis merde, si vous préférez vous taper des pages de descriptions, avec des tas de mots rares dont l’auteur a pris la peine de vérifier la signification exacte dans le dico, vous n’avez qu’à relire Zola. Les dictionnaires, plus personne ne les ouvre de nos jours. On regarde sur internet. Entre deux orthographes, on choisit celle qui a le plus d’occurrences, en se disant que c’est sûrement la bonne. Partant du principe très démocratique que la majorité ne peut jamais avoir tort contre la minorité. Qu’une erreur, quand elle est à ce point plébiscitée, ne saurait être que la règle de demain. Et qu’une faute de goût, quand elle est adoptée par une élite, finira par s’imposer comme le nouveau standard de l’élégance. C’est comme ça que dans un certain milieu, on en est arrivé à porter des mocassins à pompons. Sans chaussettes.

L’ado attardé, lui, porte des rangers. Il est habillé tout en noir, façon paramilitaire. Toute la panoplie du no-life qui se balade dans la vie comme dans un jeu-vidéo, les yeux rivés sur l’écran et le doigt sur la gâchette. Bref, il a l’air carrément zarbi. Je le verrais bien sur un campus américain avec un fusil mitrailleur en train de faire un carton sur tout ce qui bouge, à commencer par les profs qui l’ont humilié, les copains qui l’ont harcelé sans raison, et les filles qu’il a harcelées sans résultat. Mais vous imaginez un meurtre de masse dans un salon de toilettage pour chiens ? Je vois déjà les gros titres. Massacre chez Happy Dogs : six victimes, dont trois pékinois, deux danois, et un lévrier afghan. Leur maîtresse, de race inconnue, est entre la vie et la mort. Non, ça ne ferait pas sérieux. Même l’État Islamique refuserait de revendiquer. Pourtant, la chanson des Talking Heads résonne dans ma tête : Psycho killers… Qu’est-ce que c’est ? Je ferai mieux de partir en courant.

Ça y est, le psychopathe a enfin trouvé la bonne clef. La porte s’ouvre et tous les clebs se mettent à aboyer en chœur. Comme j’étais le premier, je m’apprête à m’engouffrer juste derrière le cerbère, mais une femme me prend de vitesse en espérant me griller sur le poteau. Je ne l’avais pas vue venir, celle-là. Elle non plus n’a pas de chien. Je lui barre le passage. Désolé, mais j’étais avant vous, et je suis un peu pressé… Elle s’écarte avec un sourire ironique. Je ne dois pas avoir l’air de quelqu’un qui a des trucs urgents à faire. Excusez-moi, je ne savais pas qu’il y avait un numéro d’ordre. Je la précède donc dans la boutique, suivi par une meute de clébards en furie. J’ai l’impression de participer à une chasse à cour, dans le rôle du sanglier. Je crois même qu’un de ces roquets m’a mordu les jarrets. Je préfère mépriser.

À peine entré, je suis pris à la gorge par l’odeur à vomir qui imprègne jusqu’au papier peint décollé de ce minable salon de coiffure pour chiens. L’odeur de clebs, c’est pire que l’odeur de clopes. Vous avez beau passer l’aspirateur pour enlever les poils, lessiver au désinfectant, et tout asperger de désodorisant, ça ne s’en va jamais complètement. Vous êtes déjà monté dans la bagnole d’un propriétaire de berger allemand ? Même si le clébard est mort depuis trois mois, ça pue encore. Je veux dire, même si le cadavre n’est pas resté dans le coffre pendant tout ce temps, et que cet amateur de chiens policiers n’est pas fumeur de Gauloises par dessus le marché. Je retiens ma respiration. Mais au bout d’un moment, il faut bien respirer. Et je sens que c’est bien parti pour que ma présence ici excède largement mes faibles capacités à tenir en apnée. Je veux juste récupérer mon colis, sortir de ce chenil, et retourner dans ma niche. Mais le pervers qui pourrait abréger mes souffrances n’est pas pressé de conclure. Il a déjà disparu dans l’arrière-boutique. Sans doute pour débrancher l’alarme et rebrancher la machine à café. J’ai le temps de regarder autour de moi. Pour ne pas croiser le regard de la femme que je viens de bousculer, je détaille le matériel en exposition, comme si j’étais intéressé par la marchandise. Des accessoires en cuir, des colliers cloutés, des chaînes, des laisses… Si je ne savais pas que j’étais chez Happy Dogs, je me croirais dans une boutique sado-maso. Version zoophile, vu l’odeur de ménagerie.

Le serial killer en emploi jeune revient avec un sourire commercial. C’est à qui le tour ? J’exhibe aussitôt le bout de papier sur lequel j’ai griffonné le numéro de commande que j’ai reçu par mail. Il le prend et y jette un coup d’œil distrait. Alors, un colis au nom de… Il relève la tête. Il y a d’autres livraisons ? Ça m’évitera de faire un aller-retour. Trop contente, ma rivale brandit aussi son sésame, comme si c’était le numéro gagnant du dernier tirage de l’Euro Millions. Elle me lance un sourire revanchard. Finalement, malgré ma grossièreté, je n’aurai même pas la préséance. Je peux voir vos cartes d’identité, s’il vous plaît ? Je lui tends la mienne avec méfiance, hésitant légèrement avant de la lâcher. Il tire un peu plus fort pour me l’arracher, avec un sourire sadique. Il a toujours ses gants. Pour éviter de laisser ses empreintes quelque part ? De toute façon, si je veux mon colis, je n’ai pas le choix. Il prend nos deux cartes, les met dans sa poche et, avant de repartir, il s’adresse à la meute. La patronne arrive tout de suite. Elle va s’occuper de vous. Les clébards redoublent leurs aboiements. Je n’ai toujours pas compris si c’était pour manifester leur impatience de se faire tondre, ou dans l’espoir vain de s’épargner cette épreuve. Le chien, ce n’est pas toujours facile à comprendre.

Le gros lard revient avec deux paquets de tailles à peu près équivalentes, empilés l’un sur l’autre. Eh ben, c’est lourd ! Qu’est-ce qu’il y a là-dedans ? Tu crois que je vais te le dire, connard ? On n’est pas à la douane, et tu n’es pas flic. Ma concurrente, plus aimable ou désireuse de prendre définitivement l’avantage sur moi, l’informe que ce sont des livres. Le type s’en fout, évidemment. Je ne suis même pas sûr qu’il sache lire. Il pose les deux cartons sur un coin de comptoir, et dégaine son terminal électronique pour nous faire signer le reçu. Pendant que je m’escrime à griffonner un paraphe à peu près lisible sur l’écran minuscule, à l’aide d’un stylet format coton tige attaché au terminal avec un élastique trop court, j’observe avec inquiétude les deux cartons en équilibre instable. Revenant à l’écran, j’examine le résultat de mes efforts. Personnellement, je ne reconnaîtrais pas là ma propre signature. J’aurais aussi bien pu faire une croix. Mais apparemment, tout le monde s’en moque. On appelle ça le progrès. Un bruit sourd détourne mon attention de l’écran. Les deux cartons viennent de se casser la gueule. Le gros boutonneux en ramasse un et me le met d’office dans les bras. Je lui lance un regard furibard. Je vous signale que c’est fragile ! J’espère que c’est bien emballé, parce que sinon… Il me répond sur un ton ironique : le principal, c’est que personne n’a été blessé. C’est vrai que si l’un de ces clebs de la taille d’un gros rat avait pris ce carton sur la gueule, je crois ç’aurait été son dernier rendez-vous chez le coiffeur.

Pressé de partir, je me dirige déjà vers la sortie. Le type me rappelle avec un air rigolard. Votre carte ! C’est vrai, j’avais oublié. Qu’est-ce qu’il avait besoin d’embarquer mes papiers dans son arrière boutique, aussi ? Pour quoi faire ? Pour contrôler mon identité ? Des fois que je me sois fait livrer par Colissimo une bombe à retardement réglée sur la quarante-neuvième heure. Je prends la carte, je la fourre dans ma poche, et je sors sans regarder personne, mon carton dans les bras. Ça y est, je suis dans la rue. Sauvé. Je prends une grande bouffée d’air frais. Je préfère encore les particules fines à cette odeur de chien… Je remonte aussitôt chez moi. Cinquième sans ascenseur. C’est vrai qu’il est lourd ce putain de carton. Je le pose dans l’entrée. Il faudrait que je me mette à travailler, mais je n’ai pas le courage d’ouvrir mon paquet cadeau maintenant. Je vais d’abord prendre un bon bain, pour me réchauffer. Et changer de vêtements. J’ai l’impression de sentir toujours le chien. Je plonge dans l’eau brûlante. Maintenant, je sens le chien mouillé. Le chien chaud, en tout cas. J’aurais dû profiter que j’étais en bas pour prendre un café, ça m’aurait réveillé un peu. Mais je suis déjà assez énervé comme ça. Je m’endors dans l’eau tiède. Et je fais un rêve bizarre. Je suis romancier. En tout cas, je le serai quand j’aurai écrit mon premier roman. Pour faire des gâteaux ou pour déboucher les chiottes, vous allez à l’école, et vous en sortez avec un CAP de pâtissier ou de plombier. Et après vous faites des gâteaux ou vous pompez la merde. C’est simple. Romancier, il n’y a pas de CAP. C’est comme pour les psychanalystes. Pour devenir auteur, c’est comme pour devenir compagnon. Il faut d’abord faire son grand œuvre. Sauf que là, en fait de compagnonnage, vous êtes tout seul. C’est au pied du mur qu’on reconnaît le maçon. Et en haut de la page blanche qu’on reconnaît l’écrivain. Devenir auteur, c’est passer des pages blanches aux pages jaunes. D’une existence anonyme à un métier en vue. Tant que vous n’avez rien écrit, vous n’êtes qu’un mythomane ordinaire, condamnable pour pratique illégale des vérités alternatives. Et tant que vous n’avez pas vendu un bouquin, vous n’êtes qu’une prostituée travaillant gratuitement faute d’amateurs à qui vendre ses charmes. Pour l’instant, je ne suis qu’un inconnu qui doit se faire un nom. Et je n’ai pas le début d’une première idée pour mon premier roman…

Je me réveille dans l’eau glacée. Combien de temps j’ai dormi ? J’aurais pu me noyer. La police aurait sans doute conclu à un suicide. Mourir par inadvertance après s’être assoupi dans son bain, ce n’est pas très glorieux. Il est mort comme il a vécu : bêtement. Est-ce qu’il vaut mieux qu’on pense à un accident stupide ou à un ultime acte de liberté ? Mais pourquoi est-ce que je parle au présent. Je ne suis pas mort, non ? Je ne vais pas tarder à mourir si je reste encore cinq minutes dans ce fluide glacial. Moi qui voulais me réchauffer, c’est réussi. Je sors de l’eau, je me frictionne, et je m’habille. J’ai faim. Le frigo est tellement vide que je me demande vraiment pourquoi je le laisse encore branché. Quelle heure est-il ? Ma montre est arrêtée. La pile est morte. C’est curieux la durée de vie d’une pile. Ça peut aller jusqu’à cinq ans, paraît-il. Cinq ans. Un peu comme les élections. Suffisamment pour oublier les promesses qui n’ont pas été tenues. Mais pas assez pour que s’estompe le sentiment d’avoir été trahi. Quand la pile s’arrête, je me demande toujours : c’est quand la dernière fois où j’ai changé la pile ? C’était où ? Je faisais quoi ? J’étais avec qui ? Est-ce que j’étais plus vivant que maintenant ? Plus heureux ? Combien de piles de montre ou de pacemaker j’ai encore devant moi avant que ce soit la dernière ? Je n’ai pas le courage de descendre au tabac pour racheter une pile. Et puis je ferais mieux de changer directement la montre. Quand on change la pile, en général, la montre n’est plus étanche. Je ne fais pas de plongée sous-marine, mais s’il faut que je retire ma montre à chaque fois que je prends un bain. Je commande une pizza. Ce n’est sûrement plus l’heure du petit déjeuner, de toute façon. Il faudrait que je me mette à bosser. Je n’ai pas envie. Quand j’aurai bouffé, on verra.

J’allume la télé en attendant. Oh non… Les élections, justement. La primaire du centre. Sept nains qui se chamaillent pour savoir qui aura le droit d’embrasser la Marianne. Alors que leur seule chance d’être à la hauteur, ce serait de se monter les uns sur les autres. De quoi retourner dans mon bain après avoir avalé un tube de somnifères. J’éteins la télé. Le carton est toujours là, dans l’entrée. Je m’apprête à l’ouvrir, mais on sonne à la porte. C’est la pizza. Enfin elle n’est pas venue toute seule. Sur le palier, il y a un type avec casque sur la tête et un carton de pizza entre les mains. Je n’ai plus de liquide. Je peux vous faire un chèque ? Le type me demande une pièce d’identité. Il doit prendre le numéro. Décidément, ce n’est pas mon jour. Tout le monde doute de mon identité, même les livreurs de pizza. Bientôt, au tabac du coin, le serveur me demandera mes papiers avant de consentir à me servir un express.

Le Daft Punk regarde ma carte avec un air suspicieux. Puis mon visage. Puis de nouveau ma photo. Il y a un problème ? Il me rend la carte et s’en va, apparemment pressé. Drôle d’impression, tout de même. Un inconnu avec un casque intégral sur la tête qui me demande de prouver mon identité, là, juste sur mon palier. J’ai cru qu’il n’allait pas me laisser rentrer chez moi. Je comprends ce que doit ressentir un Mexicain arrêté par un motard avec de faux papiers sur le bord de la Route 66. D’accord, la Route 66, pour un Mexicain, ce n’est pas du tout la direction. Mais je n’ai pas dit non plus que j’avais des connaissances particulières en géographie. La Route 66, c’est la seule que je connais. Avec la Nationale 7. Quoi, qu’est-ce qu’elle a ma gueule ? Je jette un regard distrait à la carte qu’il vient de me rendre. Et j’ai un mouvement de recul. À la place de ma photo, là, il y a celle d’une femme entre deux âges…

***

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Petak 13.

Jean-Pierre Martinez je francuski pisac kazališnih komada i scenarija. Rođen je 1955. u Auvers-sur-Oise u Francuskoj. Napisao je 85 komedije, od  toga je 22 prevedeno na španjolski, a 8 na engleski jezik. U mladim danima stiče prva iskustva pozornice kao bubnjar u raznim rock grupama. Neko vrijeme radi kao semiolog u polju oglašavanja. Potom piše scenarije za televiziju i nakon toga se napokon vraća na scenu kao pisac kazališnih djela. Spada među najizvođenije suvremene pisce kazališnih komada u Francuskoj. Ponudio je besplatno preuzimanje svih tekstova svojih komada s njegove web stranice: comediatheque.net, dok je za potrebe bilo kakvog javnog korištenja ipak od autora potrebno zatražiti autorizaciju.


Kontakt i traženje autorizacije korištenja nekog od njegovih djela možete ostvariti putem obrasca: CONTACT FORM


Petak 13.

Prevela s engleskog i prilagodila Nada Benzia

Tri uloge: jedna muška i dvije ženske

Ivan i Kristina su pozvali dvoje prijatelja na večeru u svoj dom u Zagrebu. Natalija je došla bez svog supruga, izbezumljena, jer je upravo čula da se avion, kojim je trebao doći kući, srušio u more. S mogućom udovicom, suspregnuta daha, čekaju vijesti koje će potvrditi je li njen muž među preživjelima…i saznaju da su pobjednici večernjeg izvlačenja super jackpota.

Od tada nadalje, izgovorene riječi „kontroliraju emocije“. I to je samo početak ove neobične večeri koja obiluje zavrzlamama, preokretima i nenadanim otkrićima.


SLOBODNO PREUZMITE TEKST ILI KUPITE KNJIGU

Petak 13. kazališni komad slobodno preuzmite tekst ili kupite knjigu

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Jean-Pierre Martinez je ponudio besplatno preuzimanje svih tekstova svojih komada s njegove web stranice: comediatheque.net dok je za potrebe bilo kakvog javnog korištenja ipak od autora potrebno zatražiti autorizaciju.


Petak 13.

Prevela s engleskog i prilagodila Nada Benzia 

Osobe:

Ivan

Kristina

Natalija

Patrik (po izboru)

Dostupne su alternativne verzije ovog komada:

za 2 muškarca i 1 ženu

za 2 muškarca i 2 žene

© La Comédi@thèque

Dnevni boravak u boho šik stilu pokazuje nešto od njegovog prošlog sjaja. Jedna avangardna slika prislonjena je na stražnji zid. Sve ostalo je već spakirano u kutije. U uglu, okićeno božićno drvce. Pozornica je prazna. Telefon zvoni i čujemo snimljenu poruku.

Ivan (glas sa automatske sekretarice) – Bok! Dobili ste Ivana i Kristinu. Zadržani smo u Uredu za otkrivanje zloupotreba zbog istrage oko utaje poreza, ali ostavite poruku nakon znaka i javit ćemo vam se kad nas puste iz pritvora.

Čujemo zvučni signal, slijedi ga poruka koju pozivatelj ostavlja na automatskoj sekretarici:

Patrick (glas s automatske sekretarice) – Hej, Patrik je. Kako si? Sranje, da, naravno ne možeš me čuti… Slušaj, i dalje stoji dogovor za večeras ali…

Ivan ulazi u sobu, u jedenoj ruci mu je torba iz Lidla a u drugoj iz Plodina. Kako mu ruke nisu slobodne, ne podiže slušalicu već ostaje pored telefona i sluša ostatak poruke.

Patrick (glas s automatske sekretarice ) – …doći ćemo nešto kasnije nego što smo planirali, možda navečer oko osam i pol. Kad mi avion sleti, imam bus. Doma samo ostavim stvari i uskačem u auto s Natalijom… Usput, hvala na torbi. Vratit ću ti je večeras. U redu, vidimo se! I ne komplicirajte, ljudi… to je samo obična večera za prijatelje…

Ivan ostavlja vrećice u kuhinji i vraća se noseći vino u tetrapaku. Skida svoj kišni mantil i uzima dekanter iz kuhinjskog ormarića. Otvara kutiju, smješta lijevak na dekanter i počinje lijevati sadržaj tetrapaka u njega. Kristina ulazi u sobu.

Kristina – Bok! Šta ima?

Ivan – Zvao je Patrik, malo će kasniti.

Kristina – A super, dobro će nam doći još malo vremena, nismo baš spremni…

Spremila je svoj kaput.

Kristina – Ovdje je smrzavica, zar ne? Čak je hladnije ovdje nego vani…

Ivan – Ugasio sam grijanje. Mislim da smo se dogovorili kako ćemo pokušati štedjeti?

Kristina napokon primjećuje što on radi.

Kristina (iznenađena) – Što to radiš?

Ivan – Kao što možeš i sama vidjeti, dekantiram vino. Vino treba disati. Ima bolji okus. Očito.

Kristina – Zar si stvarno morao trošiti na dobro vino…? Jer ako jednako pazimo na troškove, radije bih štedjela na vinu nego na grijanju…

Ivan – To je kućno vino. Ne pitaj koje kuće. Sigurno nije lokalno. 7 kn litra u Lidlu. Božićna promocija…

Kristina – Pa, zašto ga dekantiraš?

Ivan (njuškajući) – Sommelier u Lidlu ga je preporučio. Ovo će omogućiti tom dragocjenom nektaru da oslobodi svu tu suptilnu aromu crvenog voća i vanilije. S nagovještajem grožđa nakraju… (Ozbiljno) Što ti misliš? Želiš da stavim kutiju vina na stol i poslužujem iz tetrapaka?

Kristina – Ah, da… istina.

Ivan – U svakom slučaju, neće smetati tom kiselišu da se malo izvjetri. Kućno vino ti je kao flaširana voda. Sigurnije je da odstoji prije konzumiranja. Tako toksični plinovi ispare a teški metali se slegnu na dno…

Kristina – Jesi se sjetio kupiti nešto za večeru?

Ivan – Uzeo sam pitu od artičoke, samo se treba odmrznuti.

Kristina – Pitu od artičoke?

Ivan – Da, artičoka kiš s Islanda… još jedna promocija… možemo je servirati sa zelenom salatom…

Kristina – Pripremit ću pića.

Kristina vadi čaše.

Kristina – Jesi bio na zavodu za zapošljavanje?

Ivan – Aha…

Kristina – I?

Ivan – Ponudili su mi zasposlenje s radnim iskustvom…

Kristina – Radnim iskustvom…

Ivan – Posao na restauraciji.

Kristina – Ali ti si informatičar, kompjutorski inženjer!

Ivan – Očito je da danas moraš biti fleksibilan da bi našao posao…

Kristina – Da, sigurno, ali… Prije nego što si izgubio posao, bio si u menadžmentu. Što ćeš nadgledati držeći kanticu terpentina i staru krpu u ruci?

Ivan – Više kako ću nadgledati…

Kristina – Jesi išao na intervju?

Ivan (govoreći o slici prislonjenoj na zid) – Iskoristio sam mogućnost pa sam dao da mi procijene našu sliku…

Kristina – Ah, da… sranje koje si kupio kako bi se obogatio prije sto godina od svog prijatelja iz umjetničke škole…

Ivan – Bilo je točno nakon njegovog prvog pokušaja samoubojstva… da mu pomognem. I mislio sam da bi to samo moglo podići vrijednost…

Kristina – Dobro, ako to znači da si možemo priuštiti grijanje… i, na koliko je procijenio ovo remek-djelo, tvoj ekspert za umjetnost?

Ivan – Nešto oko tisuću kuna…

Kristina – Ali, ti si je platio 15 000!

Ivan – Da, ali znaš li ti koliko je porasla vrijednost Van Goghovih slika nakon što je umro?

Kristina – Ostaje nam samo da se nadamo da će tvoj genijalni slikar uspjeti napraviti samoubojstvo prije nego što mi umremo izlažući njegovu sliku… (Uzdišući) Ne možemo se čak nadati da će okvir postići dobru cijenu jer ga ni nema…

Ivan – To ti je problem s modernom umjetnosti…

Kristina – Eh, kad već govorimo o tome, nadam se da će nam Patrik vratiti 1000 kn koje si mu velikodušno posudio. Pomoglo bi kod plaćanja skladištenja stvari dok čekamo gradski stan što nam je tvoj rođak obećao… Jesi ga podsjetio?

Ivan – Za stan?

Kristina – Patrika! Za 1000 kuna!

Ivan – Nisam siguran da je sad dobro vrijeme za to… Ni njemu trenutno nije lako. Znaš da ga je T-Com premjestio u pozivni centar na Krku? Možeš si to zamisliti? Krk! Bio je glavešina u HT-u… a Natalija je na pola radnog vremena u školi…

Kristina – Pa, dobro, a što je sa mnom? Financijski savjetnik za Wong.com i nije baš neko stabilno mjesto… Objasni ti klijentima kako da investiraju svoj novac kad radiš za kompaniju koja tako loše posluje da je na rubu bankrota.

Ivan – U redu, podsjetit ću ga večeras…

Telefon zvoni.

Kristina – Sigurno su oni… (Diže slušalicu) Halo…? Da, bok, Natalija, kako si? …Ah, u redu… ne, ne… ne brini, Natalija… sve okej, čekat ćemo te… vidimo se za minutu, Natalija… (spušta slušalicu) Bila je Natalija.

Ivan – Ne znam zašto, ali kada si se javila na telefon i rekla: „Bok, Natalija!“ smjesta sam pomislio da to mora da je Natalija…

Kristina – Patrikov let kasni, pa dolazi sama…

Ivan – Što s Patrikom?

Kristina – Ostavila mu je poruku da se nađu ovdje. Popit ćemo piće dok ga čekamo.

Ivan – Nije mi jasno zašto je morao uzeti avion da dođe s Krka…

Kristina – Pogotovo što slijeće u Lučko… ali opet, povratna za charter let mu dođe jeftinije nego povratna s autobusom…

Ivan joj se približi i zagrli ju.

Ivan – Hajde, preživjet ćemo…

Kristina – Znam… i sve dok imamo jedno drugo, ništa loše nam se ne može dogoditi, je li tako?

Ivan – Radije bih s tobom pio kućno vino nego pijuckao šampanjac s ikim drugim.

Kristina – Naša sreća će se okrenuti, osjećam to. Uskoro je Božić. I danas je petak 13., zar ne?

Ivan – Možda osvojimo loto.

Kristina – Još da ga i uplatimo…

Ivan – Kupio sam listić kada smo bili u posjetu tvojoj majci u Zelini… zaokružio sam brojeve koji su bili na mom zahtjevu sa zavoda za zapošljavanje…

Kristina – Odmah se osjećam bolje…

Poljube se.

Ivan – Što je s Natalijom? Je l’ ona krenula?

Kristina – Vozi se u krug ovuda već petnaest minuta tražeći parking…

Ivan – Znam, jadnica, stvarno je teško naći parking kad voziš Smart… imam ideju: mogla bi naučiti kako se paralelno parkira pa bi imala više opcija…

Kristina je krenula slagati čaše na stol. Čuje se zvono na vratima.

Kristina – Vidiš? Ne budi zločest… Možeš otvoriti…?

Ivan otvara vrata.

Ivan – Hej, Natalija! Što se dogodilo? Izgledaš kao da si vidjela duha…

Natalija ulazi s Ivanom. U jednoj ruci joj je boca šampanjca i stvarno izgleda kao da će kolabirati.

Natalija – Možda sam i vidjela…

Kristina u panici prilazi Nataliji.

Kristina – Što se dogodilo, Natalija?

Natalija – Taman sam htjela ugasiti radio i izići iz auta… bile su vijesti…(pauza) Patrikov avion se srušio u Kvarnerskom zaljevu…

Ivan – Zaljevu?

Kristina – Jesi sigurna da je njegov avion?

Ivan – Letio je s Krka…

Natalija – Bio je to jeftin let… dali su broj leta i ime aviokompanije. Nema sumnje. Avion je nestao u Zaljevu…

Natalija brizne u plač. Ivan i Kristina se pogledaju očajničkim pogledom ne znajući što dalje.

Kristina – Gledaj, još uvijek ga mogu pronaći…

Ivan – Zaljev nije tako velik…

Kristina – Možda je pilot uspio sletjeti na vodu…

Ivan – Između dva trajekta…

Kristina – Događalo se i prije…

Ivan – Ne baš često, ali događalo se…

Natalija (slabim glasom) – Misliš…?

Kristina – Što su rekli na radiju? Jesu rekli da nema preživjelih?

Natalija – Još to ne znaju…

Kristina – Eto vidiš!

Ivan – I letenje i dalje ostaje najsigurniji način putovanja. Prema statistikama, kad letiš, šanse da pogineš su jedan prema milijun. Otprilike isto kao i da dobiješ loto…

Kristina u njega gleda prestravljeno.

Natalija (shrvana) – Zašto baš Patrik… Rekla sam mu da ne leti na petak trinaesti…

Ivan – U drugu ruku, to je samo Zaljev… Pozitivno je da će moći naći crnu kutiju…

Natalija se ponovo slama.

Natalija – O, Bože moj, ali što ću ja bez njega? S dvoje djece i hipotekom…

Ivan i Kristina, nemoćno se gledaju, kako bi oni mogli pomoći.

Natalija (patetično) – A i vama još nismo vratili 1000 kn…

Kristina – Ma daj, o čemu govoriš? To nema veze!

Natalija preda bocu šampanjca Ivanu.

Natalija – Evo, donijela sam bocu šampanjca da vam zahvalim. Da sam samo znala…

Ivan – Cristal… Sranje, to je dobra stvar.

Natalija – To je noćna mora… reci mi da se ovo ne događa!

Ivan (iznenada sumnjičavo) – To nije šala, zar ne?

Kristina ga probode pogledom.

Kristina – Dođi, sjedni tu. Idemo vidjeti ako nešto govore na TV-u, ima li kakvih vijesti, možda saznamo nešto novo.

Kristina uključi TV. Idu reklame.

Glas s TV-a – Možete li reći koja je razlika između ova dva kovčega? Razlika je u cijeni! Koristite Komparacijacijena.com, jer život je skup, ali smrt ne bi trebala biti…

Kristina brzo promijeni kanal.

Glas s TV-a – Lavovi, ovo nije vaš sretan dan…

Natalija – Ja sam lav…

Glas s TV-a – Izbjegavajte putovanja…

Kristina – Ali nisi ti bila u avionu…

Glas s TV-a – Ali ako neophodno morate krenuti na putovanje, tada radije putujte vlakom, a nikako avionom…

Natalija – Patrik je također lav…

Kristina – Ajmo bolje čuti na radiju…

Glas s radia – 60 milijuna kuna. To je iznos koji će pobjednik današnjeg super izvlačenja Petak 13. ponijeti kući. Ostanite s nama da čujete dobitnu kombinaciju za nekoliko minuta…

Kristina promijeni stanicu.

Glas s radia – I dalje očekujemo vijesti s leta 31 ½ s Diskontnog putničkog leta iz Omišlja za Zagreb, preko Venecije…

Natalija – Vidiš, to je stvarno njegov let…

Glas s radia – Čini se da je pilot pritisnuo signal za opasnost neposredno prije negoli je nestao s radara. Naravno, čim dobijemo daljnje informacije, nastavit ćemo vas informirati…

Kristina ugasi radio.

Kristina – Trebamo čekati… Ništa više zasada ne možemo učiniti… Daj, natočit ću ti piće, osjećat ćeš se bolje.

Ivan – Možda ne šampanjac…

Natalija (ugledavši dekanter) – Uzet ću čašu vina. Kad je već otvoreno…

Kristina – Jesi sigurna da ne želiš nešto drugo?

Natalija – U redu je vino, stvarno…

Ivan natoči u čašu i doda ju Nataliji koja ju ispije naiskap. Njih dvoje ju gledaju malo zabrinuto.

Natalija (Ivanu) – Vidiš, sve ovo što mi se događa skroz me poremetilo, ne mogu procjenjivati… Uopće ne osjećam dobro vino…

Ivan – Ovaj… pa…

Natalija (odjednom uspaničeno) – Oh, moj bože, moja mater!

Kristina – I ona je bila u avionu?

Natalija – Djeca su s njom. Ako gledaju TV…

Natalija grabi svoj mobitel i pritišće tipke.

Natalija – Halo, mama? Da, znam, znam… Je l’ djeca gledaju TV? U krevetu su? (Uzdahne s olakšanjem.) Stvarno, sad o tome ne želim razgovarati… nazvat ću te poslije, u redu…? Slušaj, zadrži svoje savjete za kasnije… On nije mrtav, još…! Da, da vjerojatno je, ali nije potvrđeno pa ako bi, molim te… Ti si ga ionako uvijek mrzila… Koliko puta si mi samo rekla da on nije pravi čovjek za mene… da sam mogla proći puno bolje… ma, goni se!

Natalija ljutito prekida. Ivan i Kristina gledaju u nju osjećajući pomalo sažaljenje, ali i nelagodu.

Natalija – Nikada nije podnosila Patrika… sigurna sam, duboko u sebi, da je ona sretna što se ovo događa…

Kristina – Ma hajde, ne misliš stvarno tako…

Natalija – Na našem vjenčanju pretvarala se da je otac bolestan tako da ne moraju doći na ceremoniju.

Ivan – Ali tvoj otac je stvarno bio bolestan, zar ne? Nije li umro nekoliko mjeseci kasnije..?

Natalija – Da, i to na dan kada sam rodila Marina… samo da me razljuti…

Kristina – Hoćeš da ti dam neki sedativ?

Natalija – Stvarno mi je žao što vas gnjavim svim tim… Ne želim vam upropastiti večer. (Ustaje kako bi otišla). Najbolje da odem.

Kristina – Ma, daj, Natalija, što pričaš? Mi smo prijatelji, zar ne? Čemu ti služe prijatelji ako na njih ne možeš računati u ovakvim situacijama?

Natalija (ponovo sjedajući) – Znala sam da na vas mogu računati… I moram vam priznati da mi baš ne bi bilo drago ostati sama kod kuće, buljiti u božićno drvce, kačiti se na svaku riječ koja dođe s radija, čekajući presudu…

Ivan – Kad smo već kod toga, vjerojatno bismo trebali ponovo pokušati u slučaju da imaju više novosti…

Natalija – Pitam se ako stvarno želim znati… (Pauza) Hajde, uključi…

Kristina – U redu.

Kristina uključi radio.

Glas s radia – …su avioni koji su letjeli iznad područja uočili veliku masnu mrlju na povšini vode. Još uvijek se ne zna je li s aviona Ne preskupe putničke diskontne aviolinije, koji se, kako ste već čuli, srušio u Kvarnerski zaljev otprilike prije sat vremena. Očekujemo novo izvješće od našeg terenskog reportera koji se pridružio jednom od spasilačkih helikoptera… U međuvremenu, u vijestima koje slijede, brojevi lota…

Natalija – Masna mrlja…To znači da se avion ipak srušio… Kako uopće može biti preživjelih?

Ivan i Kristina ne znaju što bi rekli kako bi joj podigli duh.

Glas s radia – …a dobitni brojevi su 1, 5, 2, 7, 9, 6 i dopunski broj 10.

Ivan zastane u hodu.

Kristina – Ako je pilot uspio spustiti avion na vodu, sasvim je moguće da su neki putnici uspjeli izići prije nego je potonuo na dno…

Glas s radia – A sretan dobitnik će spremiti u džep čistu svotu od 60 milijuna kuna. Dovoljno da isplanira budućnost s…

Kristina ugasi radio.

Ivan – To je…

Natalija – Što?

Ivan – Ne, ništa…

Kristina – Vozila si se već avionom. Sjeti se što stjuardese kažu prije nego avion uzleti. Maske s kisikom automatski ispadnu, siguronosni pojasi su ispod sjedala, izlazi u slučaju opasnosti su s obje strane zrakoplova, evakuacijski kliznici, znaš…? Nije im procedura u slučaju opasnosti za ništa… Imaju plan za sve…

Ivan vadi svoj evidencijski list za Zavoda za zapošljavanje i gleda u njega više manje diskretno.

Natalija – Stjuardese… ha… Sigurno, Patrik ih gleda… ali baš da sluša što imaju za reći? …Znaš muške…

Ivan (Kristini koja uopće ne obraća pažnju na njega) – Jebo te!

Natalija – Uzmi Ivana za primjer. Je l’ znaš što kažu?

Ivan je potpuno zbunjen.

Ivan – Što? Tko?

Natalija (Kristini) – Vidiš… Što sam ti rekla…

Kristina (Ivanu) – Stjuardese, što kažu prije polijetanja? U slučaju… gubitka tlaka u kabini, na primjer?

Ivan (gubeći razum) – One… padobrani su ispod vašeg sjedala, disalice će pasti sa stropa, peraje su u pretincu za rukavice, na to si mislila?

Kristina prijekorno gleda Ivana.

Kristina (Nataliji) – I nitko te nije zvao?

Natalija – Patrik je vjerojatno na dnu Zaljeva do sada. Kako bi me uopće mogao zvati?

Ivan je miljama daleko i ponovo je uključio TV.

Glas s TV-a – Još jdnom da ponovimo, dobitni brojevi današnjeg izvlačenja, Petak 13., su: 1, 5, 2, 7, 9, 6 i dodatni broj 10. Jackpot od 60 milijuna kuna je…

Ivan ponovo provjerava svoj list.

Ivan – Uh, jebo te…

Kristina isključuje TV.

Kristina – Ne, mislim… Mora biti neki tim podrške… u tim slučajevima uvijek postoji neki tim podrške… da obavijeste obitelji… pruže podršku… ma znaš…

Ivan (Kristini) – Smijem ja nešto reći?

Kristina – Što?

Ivan – Privatno…

Natalijin mobitel zazvoni.

Kristina – Vidiš, to su sigurno oni, upravo sad…

Natalija – Nisam sigurna da želim znati…

Telefon nastavlja zvoniti.

Kristina – Hoćeš da se ja javim?

Natalija – Oh, hoćeš li…?

Kristina preuzima poziv.

Kristina – Halo… Da… Ne… Oh, u redu… Oh, dobro… Ne, ne… Da, da, naravno, vrlo smo sretni. Dobro, hvala…

Kristina odlaže mobitel.

Natalija – I?

Kristina (u transu) – Bio je to tvoj ginekolog… s tvojim nalazom krvi…

Natalija – Pa?

Kristina – Pa… Trudna si…

Natalija (raspadajući se) – Oh, moj Bože…

Kristina – Želiš još jednu čašu vina?

Natalija – Da, molim te…

Kristina nadopuni Natalijinu čašu.

Ivan (Kristini) – Ovaj… stvarno bih trebao s tobom pričati o nečemu…

Kristina (Ivanu) – Stvarno misliš da je sad vrijeme?

Ivan – Vrlo je važno, obećajem…

Natalija primjećuje sliku.

Natalija – Baš čudno, ova slika, i vama se čini..?

Kristina – Um… Da, malo, pretpostavljam…

Kristina dodaje čašu vina Nataliji.

Natalija – Slikar mora da je bio ozbiljno depresivan. (Ivanu) Je li to tvoj prijatelj?

Ivan – Da, na neki način… Mađar je, mislim.

Natalija – Oh, da, vidi se. (Ivanu) Ubio se?

Kristina – Ne još, nažalost…

Natalija iskapi čašu u jednom gutljaju.

Natalija (Kristini) – Evo, natoči mi još jednu…

Kristina – Ne znam baš je li pametno da toliko piješ… u tvom stanju…

Ivan (koji ne zna što bi rekao) – Znači, očekuješ podmladak?

Kristina sijeva očima prema njemu.

Ivan (Kristini) – Ja bih stvarno trebao s tobom razgovarati…

Natalija – Imaš pravo. Počelo mi se vrtjeti. Idem na balkon na svjež zrak.

Kristina – Hoćeš da idem s tobom?

Natalija – Hvala, ali trebam malo biti nasamo…

Kristina – Naravno.

Natalija izlazi na balkon. Ivan nestrpljivo čeka da ona nestane s vidika.

Ivan – Nikada nećeš pogoditi što se upravo dogodilo…!

Kristina (odsutna duhom) – Trudna… možeš to vjerovati?

Ivan – Trudna si? Ali, to je predivno! Pogledaj, molim te, samo petnaest minuta ranije rekao bih da sve to sliči na prirodnu katastrofu. Ali sada vidim pozitivnu stranu u svemu ovomu. Znaš li zašto?

Kristina – Nisam ja ta koja je trudna!

Ivan – Oh, točno… moj bed…

Kristina – Istina je, ti zaista ne slušaš nijednu riječ koju izgovorimo…

Ivan – Tko je onda trudan?

Kristina – Natalija! Možeš to zamisliti? Na isti dan sazna da joj je muž nestao u avionskoj nesreći i da nosi njegovo dijete…

Ivan – Kako znaš da je njegovo?

Kristina (nakrevelji se) – Ne znam… Nazovi to ženskom intuicijom…? Obzirom da je prvo dvoje djece njegovo, i da je Patrik njen muž, to je prvo ime koje mi pada na pamet. Znam, glupo, huh?

Ivan – U svakom slučaju, ne radi se o tome… Pogodi što?

Kristina – Što?

Ivan – Dobili smo!

Kristina (gledajući prema balkonu) – Oh, moj Bože!

Ivan – Znam… totalni šok, zar ne?

Kristina – Natalija! Ide preko ograde!

Ivan se okrene i gleda što se događa.

Ivan – K vragu! Koja gnjavatorica je ova… Pustimo je da skoči pa da završimo s tim. Na prvom katu smo, svejedno, neće se ozlijediti, bar ne jako…

Ne slušajući ga, Kristina krene prema prozoru.

Kristina – Natalija, molim te! Ne čini to! Misli na djecu! Na kraju krajeva, Božić je…

Natalija – Obećaj mi da ćeš se brinuti o njima ako skočim. Da nećeš dopustiti da ih odvede socijalna služba!

Kristina – Da, obećajem…

Ivan – Super, što je sljedeće…?

Kristina – Mislim, ne, nemoj skočiti! (Ivanu) Reci nešto!

Ivan – Zar ne bi mogla tvoja majka uzeti djecu?

Natalija – Radije bih da odu u dom.

Kristina – Možda bismo trebali zvati hitnu službu…

Ivan – Stani malo, nije pitanje života i smrti. Spustit ću je dolje.

Natalija – Ne prilazi jer ću skočiti!

Kristina – Što da radimo?

Ivan – Čekaj, odmah se vraćam…

Kristina – Ne ostavljaj me samu!

Ivan nestaje u predvorju.

Natalija (zajedljivo) – I ja ću se skršiti na zemlju… Kao avion bez krila… Ponovo ću se sjediniti s mojim Patrikom…

Kristina – Stvarno misliš da je to ono što bi on želio? Mislim, on bi sigurno više volio da ostaneš živa i brineš se o vašoj djeci. I što ako nije mrtav? Zamisli da pozvoni na vrata i sazna da si u komadima ispod balkona.

Nije zazvonilo zvono na vratima već Natalijin mobitel.

Kristina – Vidiš? Kladim se da je on… Hajde, javi se…

Natalija (oklijevajući) – Da…?

Kristina (u smjeru u kojem je Ivan otišao) – Nadam se da nije ponovo ginekolog. Da joj kaže da su blizanci…

Natalija – Da, ja sam…Jeste li sigurni? U redu. Ne, ne, ne brinite. Naravno, hvala, bit ću pored telefona…

Kristina – Što je bilo?

Natalija – To su bili oni… Tim za spašavanje…

Kristina – I?

Natalija – Našli su nekoliko preživjelih… Patrik bi mogao biti jedan od njih…

Kristina – Pa, to je odlična vijest! Vidiš? Zamisli da si skočila u trenutku očaja…

Ivan se vraća.

Ivan – Da, zamisli to… Mogla je uganuti gležanj ili nešto…

Kristina – Hajde daj, siđi dolje… (Ivanu) Spasilačka ekipa je upravo zvala. Našli su neke preživjele.

Ivan – Znam…

Kristina – Što si čuo?

Ivan – Ne, nego sam ja taj koji ju je zvao.

Kristina – Molim?

Ivan – Morao sam naći način kako da je spustim dolje…

Natalija ulazi u sobu.

Natalija – U pravu ste… Moram se nastaviti nadati da će sve izići na najbolje. Moram vjerovati da je Patrik i dalje živ. Znam da moram…

Kristina sijeva očima prema Ivanu.

Kristina – Možda da se ipak još ne zanosiš previše… I kako uopće znaju da je baš Patrik među preživjelima?

Natalija – Primijetili su momka koji se drži za kovčeg i viče: Natalija! Natalija!…

Kristina ponovo sijeva očima prema Ivanu.

Natalija – Kako znaju moje ime?

Kristina – Dobro pitanje, kako znaju tvoje ime…?

Ivan – Ja ću samo zatvoriti vrata, u redu? I ne puštaj ju blizu njih ponovo, okej?

Kristina – Što ćemo joj reći kad prava spasilačka ekipa bude zvala?

Ivan – Ma, mora da se ukrcalo više od jednog putnika čija se žena zove Natalija. Da ne spominjemo još i njihove ljubavnice…

Natalija – Potpuno sam zaboravila pitati ih broj telefona… Htjela sam pitati ako mogu doći pomoći u potrazi. Oh, čekaj, mogu pritisnuti redial…

Kristina (autoritativno) – Da sam na tvom mjestu, ne bih to radila…

Natalija je iznenađena.

Kristina – Mora da su potpuno zatrpani poslom, znaš. Kako budu imali konkretne novosti, oni će te nazvati…

Ivan – Stvarno bih trebao razgovarati s tobom.

Kristina – Hajde, reci…

Ivan – Privatno…

Kristina – Ne možemo ju ostaviti samu. Zamisli da policija nazove i potvrde da je Patrik mrtav i ona odluči stvarno skočiti preko balkona?

Ivan – Dobro, idemo onda na balkon!

Kristina – Razočarana sam, Ivane. Jako razočarana… mislila sam da si bolji prijatelj. Radi se o Patriku! Tvom prijatelju još iz škole! I o Nataliji, mojoj najboljoj prijateljici. To su naši vjenčani kumovi! Mislim da zajedno možemo odustati od večere i pomoći joj u njenom bolu i nevolji!

Ivan – Osvojili smo loto!

Kristina – Koliko?

Ivan – 60 milijuna!

Natalija – Ipak bih popila još to jedno piće, na kraju krajeva… sve te emocije…

Kristina (otresito) – Do sad si već mogla skužiti gdje stoji dekanter, zar ne? Ili želiš da ti donesem tetrapak vina sa slamkom?

Natalija se uvrijedila.

Natalija – Dobro, neću vam smetati… Ne želim iskorištavati vašu gostoprimivost.

Kristina se sabere.

Kristina – Joj, oprosti. Nisam tako mislila. (Toči Nataliji još jednu čašu vina.) Svi smo malo u šoku, zar nismo? Trebaš i nešto pojesti, ili će ti pozliti… (Ivanu ispod glasa dok Natalija prazni čašu.) Mislim da je vrijeme da izneseš svoj artičoka kiš…

Ivan se uputi prema kuhinji.

Kristina – Mi smo također bili jako bliski s njim. Pa prirodno je da smo isto duboko potreseni Patrikovom smrću (Ispravljajući se.) Mislim, mogučnošću njegovog nestanka… Ali u isto vrijeme, trebalo bi se znati i krenuti dalje, ne misliš li tako? Živi se samo jednom i te stvari.

Ivan se vraća s komadom pite i doda ju Kristini.

Kristina (dodajući krišku pite Nataliji) – Moraš naučiti kako uživati u dobrim stvarima u životu…

Natalija uzima zalogaj pite.

Natalija – Nije loše… Što je to?

Kristina (licemjerno) – Ivan je pekao. Što si ono rekao da je to…?

Natalija (punih ustiju) – Oh, sve dok nisu artičoke. To je jedina hrana na koju sam alergična. Više se uopće ne sjećam kakav okus imaju. Jedan jedini put sam ih jela kod svoje bake u Dalmaciji. Jurili su sa mnom na prvu pomoć…

Ovo dvoje se pogleda s užasom.

Natalija – Dobra stvar kod artičoka je da ih ne možeš pojesti, a da ne znaš…

Kristina istrgne krišku pite iz Natalijine ruke i usta.

Kristina – Dobro, jesi spremna za desert…?

Natalija, uhvaćena nespremna, ne izgleda kao da joj je baš dobro.

Natalija – Mislim da ću povraćati… Vidiš, inače mogu popiti bez ikakvih problema. Posebno s tako finom hranom… mora da je od stresa…

Ona odlazi prema WC-u. Kad je otišla dovoljno daleko da ih ne može čuti, Kristina se prepusti ushićenju.

Kristina – Jesi siguran?

Ivan (pokazujući joj svoj evidencijski list) – Moj broj! Izvukli su iste brojeve! Upravo su objavili na radiju! Zar nisi čula! 60 milijuna kuna, možeš to vjerovati? Imamo dovoljno da možemo kupiti avion! Dobro, možda polovni… ali u dobrom stanju…

Kristina – Ali, to je ludost!

Ivan toči dvije čaše vina i dodaje jednu Kristini kako bi nazdravili.

Ivan – Evo, okusi Lidlovo kućno vino posljednji put i zapamti taj okus. Jer nećeš ga tako skoro ponovo kušati…

Nazdravljaju.

Kristina – Nevjerojatno… Nije šala, zar ne!

Ivan – I meni je teško povjerovati. Ali provjerio sam tri puta. Kunem ti se, naš je! Osvojili smo ga! Petak 13. Super izvlačenje je naše!

Natalija se vrati.

Kristina – Nikada nećeš pogoditi što smo upravo saznali!

Natalija – Jesu li zvali? Je l’ stvarno on u vodi? Živ je?

Ivan (posramljeno) – Eeeh, ne… nisu još uvijek baš, ovaj, sigurni…

Kristina – Ali uočili su kovčeg koji jako izgleda kao njegov. Vuittonov. Pluta po površini…

Natalija – I koja je dobra vijest?

Kristina – Pa… da je… (Vrlo uzbuđeno, na granici histerije.) Dobit ćemo kovčeg natrag!

Ivan pokušava umiriti Kristinu gestom ruke.

Ivan – Oprosti joj… Njeni živci…

Natalija – U pravu ste. Ovo čekanje je nepodnošljivo… Čak i ako je Patrik još uvijek živ, samo zamišljanje njega potpuno samog, priljubljen uz svoj kovčeg, usred mora, ciča zima… Dok mi udobno sjedimo ovdje na toplom… prođe me jeza… (Pauza) Ustvari i nije baš toplo, je li? Ili je do mene?

Ivan (sa znalačkim pogledom) – Mi možemo ponovo uključiti grijanje, dobro, Kristina? Idem ga smjesta uključiti.

Odlazi uključiti grijanje.

Natalija – Što misliš koliko se može tako izdržati, u prosincu, usred hladnog Kvarnerskog zaljeva?

Kristina – Ovisi… on je bio poprilično zimogrozan, zar ne?

Natalija – Oh, moj Bože…

Ivan se vrati.

Ivan – Evo, uključio sam na najjače… (Namigujući u Kristininom smjeru.) Tako, ako neočekivano moramo otići u toplije krajeve, nećemo patiti od termičkog šoka…

Natalija – Idete na odmor…?

Ivan – Ne, pa… ustvari, zašto ne…?

Natalija – Pa, da sam na vašem mjestu, izbjegavala bih letenje…

Kristina – Da, vjerojatno je sigurnije… Marfijev zakon, baksuz i to… Na kraju krajeva, jedan lijepi spa odmor u Opatiji također uopće nije loša ideja…napuniti baterije za novi život…

Natalija – Imate pravo, uživajte dok možete…nikada ne znate što će vam život smjestiti… Spremate ze za lijepo druženje s prijateljima u petak uvečer i samo tako, evo te, udovica si…

Kristina – Dap… (Histerično) Ili multimilijuner!

Natalija – Oh ne, mi si nismo mogli priuštiti životno osiguranje… Ustvari, spomenuo je nešto nedavno… kako bi mogli djeci priuštiti studij ako se njemu nešto dogodi… Mora da je nešto predosjećao… možda neki loš predosjećaj….

Ivan – Eh… Pa, mogu ti reći da mi zasigurno nismo ništa predosjećali… došlo je k’o grom iz vedra neba…

Kristina (Nataliji) – Znaš kako se kaže: noć je najcrnja prije svitanja…

Ivan – Kad si nepripremljen, to je stvarno šok… Moraš se znati nositi s tim…

Natalija – Vi ga imate?

Kristina – Njega? Što?

Natalija – Životno osiguranje! Ili posmrtno osiguranje, bolje rečeno…

Ivan – Mi imamo i bolje od toga, vjeruj mi.

Natalija – Kunem se, ako preživi, gledat ću na život potpuno drugačije…

Kristina – I mi ćemo, da, da, i mi ćemo, obećajem.

Natalija – Sva te male žrtve koje si namećemo svaki dan, misleći kako ćemo kasnije ubirati plodove i uživati… ma, zajebi to… bolje da živimo s prstom u uhu… bez razmišljanja o sutra…

Ivan – Imaš pravo. Sutra dajem otkaz.

Natalija – Mislila sam da si na Zavodu…

Ivan – Da, okej, prestat ću tražiti posao.

Natalija – A opet, u isto vrijeme, moraš zaraditi za život. I nešto i uštedjeti. Jer ako se budemo oslanjali na državnu mirovinu… oh, moj Bože… Imam osjećaj da Patrik baš neće koštati državu, mirovinski drugi stup…

Kristina – Ma hajde, ne govori tako…

Natalija – Kako ću spajati kraj s krajem, još s dvoje dječice…

Kristina – Mi smo tu za tebe… Je li tako Ivane…? Ako želiš, možemo mi uskočiti i skinuti nešto tereta s tvoje grbače!

Ivan (ne baš oduševljeno) – Da, pa…

Natalija – To je stvarno lijepo od vas, ali… Mi vam već dugujemo 1000 kn…

Kristina – Znaš što? Smatraj to riješenim. Neka to bude poklon. Nama neće faliti, zar ne? Okej, Ivane?

Ivan – Ovaj, pa, ne… U redu… Hajde, tvoj je…

Natalija (ganuta) – To mi puno znači, znati da mogu računati na prijatelje kao što ste vi… Ja znam koliko 1000 kn vama znači… Pogotovo sada kada Ivan ne radi. Znate, da sad pitam banku da mi dadu 1000 kn, ne vjerujem da bi mi odobrili. I sa svim profitom koji rade s našim novcem… A vi…Vi čak nemate sredstva da uključite grijanje u prosincu… osim kad vam dođu gosti… ustvari, postalo je malo pretoplo ovdje, šta vama nije? Ne bih željela da zbog mene dobijete račun za ubit se…

Ivan – Malo ću smanjiti…

Ivan izlazi na nekoliko sekundi.

Natalija – Što ću reći djeci?…

Kristina – Zar ne spavaju?

Natalija – Pa, jednom se moraju probuditi…

Kristina – Slušaj, vjerojatno ne bih trebala ovo reći, ali ja ne vjerujem da je mrtav. Ne noćas…

Natalija – Zašto ne noćas?

Kristina – Ne znam, to je… kao što si prije rekla za svog oca. Da je umro na dan kad se rodio tvoj sin, samo da te razljuti.

Natalija – Misliš da je Patrik odlučio da se surva avionom samo da nam upropasti večer?

Ivan se vrati.

Kristina (sretna što može promijeniti temu) – Možda da uključimo ponovo TV, da dobijemo potvrdu… vjerojatno će ponoviti koji su brojevi izvučeni… ovaj ponoviti vijesti…

Natalijin mobitel zvoni, prekidajući Kristinu koja je krenula uključiti TV. Natalija, smrznuta, razmišlja da se ni ne javi, ali ipak ga uzima.

Natalija – Da..? Da, ja sam… (Kristini i Ivanu) To su oni! Spasilačka ekipa… Da…? Da, slušam…

Drugo dvoje sluša s nelagodom.

Natalija – Ali bili ste mi rekli da… U redu… Dobro… Hvala…

Prekida vezu.

Natalija – Primijetili su petoricu preživjelih, drže se za komade aviona… Možda je šesti…

Ivan – Dopunski broj.

Natalija – Pokušat će prići helikopterima, ali bura je prejaka u Zaljevu… Nisu ih još identificirali…

Kristina – Obavijestit će te čim nastave s izvlačenjem… Mislim spašavanjem!

Natalija – Da, u pravu si… To je upravo kao kockanje. Ovo čekanje je nepodnošljivo. Osjećam se kao da sam igrala lutriju i sad čekam da vidim jesu li moji brojevi izvučeni…

Kristina – Znam osjećaj…Tako sam se baš osjećala kad sam se udala za Ivana… mislim… Koliko ih je bilo u avionu?

Natalija – Ne znam… Bio je to mali avion… Omišalj – Zagreb…

Ivan – Recimo da je bilo stotinu putnika. Ako ih je pet preživjelo… to je 20%. Mnogo bolji omjer nego u lutriji.

Natalija – Nisam nikada imala sreće u kockanju…

Kristina – Znaš kako kažu: Tko nema sreće u kocki, ima u ljubavi…

Natalija – Hvala Bogu da sam s vama, u suprotnom…

Kristina – A da se odeš malo odmoriti u našu sobu?

Natalija – Što ako ponovo zovu…?

Ivan – Mogli bi proći sati, znaš… dok se stiša bura i sve to… Operacija spašavanja na moru je vrlo delikatna operacija… nisu čak niti sigurni da će stići do njih živi. A i u vodi koja je samo dva ili tri stupnja…

Natalija – Ma svejedno, mislim da ne bih mogla zaspati.

Kristina – Mogu ti dati tablete za spavanje, ako želiš.

Natalija – Mislim da to neće biti dovoljno. U kakvom sam stanju…

Kristina – Možeš uzeti dvije, tri. Jako su slabe…

Natalija – Baš si draga, ali ne želim ti još zauzeti i spavaću sobu povrh svega ostalog…

Kristina – Pa ni mi nećemo moći spavati, tako da nije bitno…

Natalija – Hvala… Iskreno, nisam mislila da će vas uzrujati toliko koliko i mene… (provjerava svoj mobilni) Sranje, stavila sam ga na nečujno. Nikad to ne radim… Provjerit ću i vidjeti ako imam poruke na govornoj pošti…

Ona odlazi provjeriti svoj mailbox.

Ivan (Kristini) – Nikad je se nećemo riješiti…

Natalija – Ne, ništa…

Kristina – Pa… uzmi u obzir da su zvali prije pet minuta…

Ivan – I da budemo iskreni… 20%… Mogla bi se početi pripremati i za najgore…

Natalija – Ali maloprije si govorio da…

Kristina – Ne želimo ti ulijevati lažnu nadu… Je li tako, Ivane?

Ivan – Pa, moram reći, izgleda kao da će noćas spavati s ribama…

Kristina – Ono što Ivan pokušava reći, na svoj način, ako je Patrik stvarno mrtav, saznat ćeš to vrlo uskoro… Stvarno, trebala bi otići kući i malo prileći… Želiš da ti pozovem taxi?

Natalija – Ne, dovezla sam se ovdje, u Smartu.

Kristina – Ah da, točno…

Natalija – Ali nisam baš sigurna da sam u stanju voziti baš sad.

Ivan i Kristina razmjenjuju bijesne poglede.

Natalija – Imate pravo, idem malo prileći. Neću baš biti sposobna spavati, ali… mislim da bih malo trebala biti nasamo…

Ivan – Pa i mi… Mislim, naravno, razumijemo kako se osjećaš. Je li tako, Kristina?

Natalija – Idem ja…

Kristina – U redu…

Natalija napušta prostoriju pod Ivanovim i Kristininim suosjećajnim pogledom, koji eksplodira u veselje čim ona nestane s vidika.

Ivan – Jebeno! 60 milijuna!

Natalija se vrati u sobu. Ivan i Kristina se smrznu.

Natalija – Zaboravila sam mobitel…

Natalija ponovo napušta prostoriju.

Kristina – Nikako ne mogu povjerovati sve dok ne vidim listić. Pokaži mi…

Ivan – Idem po njega… (Krene prema sobi.) Sranje, u spavaćoj je… Uz malo sreće, zaspat će pa ćemo je skinuti sa sise na neko vrijeme. Nemojmo je buditi… Što misliš, da otvorimo tu bocu Cristala dok čekamo? Da proslavimo…

Kristina – U spavaćoj sobi? Ništa nisam vidjela… Reci, nisi ga valjda izgubio, listić? Zamisli da je pao s noćnog ormarića i… završio u usisivaču. Jučer sam promijenila vrećicu, i smeće sam odnijela jutros.

Ivan – Ne brini… spremljen je na sigurno. (Krene otvarati šampanjac.) Pokušat ću ne praviti preveliku buku s čepom… ne želim ju probuditi.

Kristina – Spremljen na sigurno… gdje?

Ivan – U moju torbu. Na vrhu ormara… u unutrašnjem džepu… Nisam se sjetio uzeti ga kad smo se vratili iz Zeline… Da budem iskren, skroz sam zaboravio da sam uopće uplatio loto…

Kristina (problijedjela) – Ne valjda Vuittonova torba?

Ivan – Da, naravno… moja torba… moja jedina torba… Nemoj mi samo reći da si posisavala i unutrašnjost moje torbe… (Konačno uočava Kristininu muku.) Šta?

Kristina – Patriku je trebala torba kad je išao na Krk… Natalija me pitala ako mogu posuditi…

Ivanu popušta pritisak na čepu od šampanjca i on glasno pukne.

Ivan – Ti si mu posudila moju torbu? Ti si dala da uzme moju Vuitton torbu na usrani avion usranog jeftinog avioprijevoznika?

Kristina – U redu, za početak podsjećam te – Vuitton je lažnjak… Krivotvorina koju smo kupili u Rimu na povratku s krstarenja po « Otocima Italije ».

Ivan – Zajedno s mojim listićem od 60 milijuna kuna unutra! Mogli smo kupiti tvornicu koja izrađuje prave torbe…

Natalija se vraća.

Natalija – Čula sam neki pucanj… to me probudilo… (Ugledavši njihova izbezumljena lica.) Što se dogodilo…? Imate novosti, to je to? Imate loše vijesti i ne znate kako da mi ih kažete?

Ivan (zlovoljan) – Da, ustvari…

Natalija – Oh, moj Bože…!

Kristina – Ne, zapravo, mislim, nije o Patriku…

Ivan – Ne bih baš rekao…

Kristina – Ivan nije znao da sam posudila Patriku njegovu torbu… Prirodno je, dakle, da je potresen…emotivno potresen, mislim… Zamisli da tvoj najbolji prijatelj visi na tvojoj torbi usred mora… A morski psi kruže oko njega…

Natalija – Zar ima morskih pasa u Kvarnerskom zaljevu?

Kristina – Ne znam, vjerojatno…

Natalija – Oh, moj Bože, stvarno, torba…Već vam dugujemo 1000 kn koje vam nećemo vratiti, a povrh toga, nikada više nećete vidjeti svoju Vuitton torbu. Hvala Bogu da je bila lažnjak…

Kristina – Ali i dalje postoji nada, zar ne? (Gledajući u Ivana.) Mislim, da će naći Patrika… s torbom.

Ivan – Misliš…?

Kristina – Torba pluta mnogo bolje nego tijelo! Sjeti se samo onih slika na TV-u nakon avionske nesreće. Što vidiš da pluta po površini vode? Torbe!

Ivan – Pa, ako nisu preteške, možda…

Kristina (Nataliji) – Je li Patrik nakrcao torbu?

Natalija – Pa, samo je jednu noć proveo u hotelu, pa nije puno toga uzeo…

Drugo dvoje krenuše gajiti nadu.

Natalija – Osim svih tih njegovih prodajnih kataloga, naravno. Papir teži tonu. Ja čak nisam mogla podići torbu da stavim u prtljažnik auta kad je odlazio. Sva sreća da je to ona vrsta torbe s kotačićima. Znaš, za lažnjak, bila je to vrlo dobra kvaliteta. U pravu ste. Zašto trošiti pare na prave marke… Zašto vas zanima sadržaj njegove torbe?

Kristina – Ako može plutati, tada ju Patrik može iskoristiti kao spravu za plutanje. Kao kolut za spašavanje…

Natalija – Oh, pa ne baš… mogao bi se isto tako vješati za nakovanj… I u svakom slučaju, prtljaga ide u spremnik, zar ne? Tone kao kamen s ostatkom aviona…

Ivan zuri u Kristinu koja je skršena.

Kristina – Ponekad mogu locirati olupinu i izvuku je natrag na površinu. Da nađu crnu kutiju, odrede što je uvjetovalo nesreću i izvuku prtljagu – hoću reći tijela – tako da obitelji mogu odžalovati…

Ivan – Misliš…?

Kristina – Pa da, naravno! Ne znam zašto, ali ja sam i dalje optimistična. Je li, Natalija?

Natalija – Da, pa…

Kristina – Na kraju krajeva, ipak je petak 13.!

Natalija – Nikad mi nije bilo jasno da il to znači da imaš sreće ili je nesreća na petak 13…

Kristina – Očito pomalo i jedno i drugo!

Ivan (Nataliji) – Jesi li 100% sigurna da je tako putovao?

Natalija – Putnička diskontna aviokompanija sa super niskim cijenama? Da, nažalost… Ja sam mu čak kupila kartu preko interneta…

Ivan (histerično) – S mojom torbom, za ime Boga! S mojom jebenom torbom!

Natalija se malo uznemiri. Kristina signalizira Ivanu da se smiri.

Natalija – U redu, mislim da ću stvarno sada otići… provest ću noć kod moje majke. Barem ću biti s djecom kad se probude. I ako išta saznam, bilo dobro ili loše, javit ću vam. Obećajem.

Ivan – 60 milijuna… 60 milijuna jebote! Reci da je to noćna mora…

Kristina (Nataliji) – Da, bit će najbolje…

Natalija – Dobro, puštam vas dvoje da se odete odmoriti…

Ivan – Stvarno misliš da ćemo sada moći spavati?

Natalija – Nazvat ću te sutra ujutro… Saznat ćeš vrlo skoro… Ja također, ustvari. U pravu si, Kristina. Mogli bi proći i sati. Uzet ću tabletu za spavanje kad dođem kod mame…

Ivan – A ne, nećeš! Nazovi nas smjesta! Zar ne, Kristina? Nećemo ovdje sjediti i čekati k’o dva jebena idiota…

Natalija – Iskreno, stvarno sam ganuta… da ste se tako uznemirili. Znam da vam je Patrik prijatelj… ali nisam mislila da će vas njegov nestanak tako pogoditi.

Ivan – Uključit ću TV ponovo…

Glas s TV-a – I dobitni brojevi su…

Ivan – Da, da, okej, znamo…

Natalija (zabrinuto, Kristini) – Možda da i njemu daš tablete za smirenje?

Ivan mijenja kanale.

Glas s TV-a – Sada je i službeno potvrđeno da nema preživjelih u nesreći u kojoj se srušio avion Putničke diskontne agencije sa super niskim cijenama. Nekolicina ljudi koja je uočena kako se drži za priručni splav, i za koje se smatralo da su preživjeli, ustvari su izbjeglice koji su se htjeli dokopati talijanske obale, ali ih je struja odnijela. Oni su, naravno, smjesta stavljeni u avion natrag u zemlju iz koje su došli. Ustvari, u avion iste kompanije. Najmanje što možemo je poželiti im siguran let kući… U daljnjim novostima, još se nije javio dobitnik pobjedničkog listića današnjeg izvlačenja i…

Ivan gasi TV, potpuno devastiran.

Ivan – Uh, jebote… Nema preživjelih…

Natalijin mobitel zazvoni. Ona ga izvadi i gleda u broj.

Natalija – Ako je moja mater, ne javljam se…

Ivan – Moja Vuitton torba…

Natalija – On je…

Kristina – Tko on?

Natalija – Patrik… netko zove s njegovog mobitela…

Kristina – Ma daj…

Ivan (impresioniran) – Na kojoj je mreži?

Kristina – Hajde, daj, javi se!

Natalija blijeda kao krpa, javlja se na mobitel.

Natalija – Da…

Ivan i Kristina napeto prate svaku njenu riječ.

Natalija – Patrik? Ali odakle zoveš? Slušaj, jedva te čujem… Zvučiš kao da si jako daleko…

Ivan – Ma nemoj mi reć… Ako su rekli da nema preživjelih…

Natalija – Čuješ me…? Patrik…? Halo…? Halo…? (Okrene se prema ostalima s dramatičnim izrazom na licu) Nešto nas je prekinulo…

Smrtna tišina.

Kristina – Jesi sigurna da je bio on?

Natalija – Ne znam… Veza je bila jako loša…

Ivan – Kladim se…

Natalija – U svakom slučaju, poziv je došao s njegovog mobitela. To je njegov broj…

Ivan – Dopunski broj…

Kristina – Možda je ispao iz aviona… i uspio se uhvatiti za nešto…

Ivan – Možda za torbu…

Kristina – I koristi to što mu je preostalo baterije da zove tebe.

Natalija – Oh, moj Bože… Ali rekli su da nema preživjelih… Tek sam se navikla nekako na tu ideju…

Kristina – Čuda su uvijek moguća.

Ivan – Čudo… Trebalo bi ga locirati prije nego ga morski psi počnu jesti…

Natalija – Možeš li zamisliti Patrika, u toj oluji, sam, usred Jadranskog mora…

Ivan – Zaljeva…

Kristina – Zaljev nije tako velik…

Natalija – Usred noći, kako se drži za tvoju torbu, izgubljen u oceanu…

Ivan – Zaljevu, za Božje ime!

Natalija – Možda je otplutao… Kako će ga naći…?

Ivan – Isto mogu tražiti torbu u plastu sijena…

Natalija – Pokušat ću ga nazvati… Pa ako mu je i ispražnjen mobitel, možda bude imao vremena da opiše gdje je. Moglo bi pomoći spasilačkoj ekipi…

Kristina – U drugu ruku, ako je izgubljen usred Mediterana…

Ivan – Zaljeva, za Božje ime!

Natalija bira broj i zabrinuto čeka.

Natalija – Zvoni… Oh, moj Bože, ide na njegovu govornu poštu. Čini mi se kao da čujem glas s one strane groba… Halo, Patrik? Ako primiš ovu poruku, znaj da te puno volim. I djeca također. Patrik, molim te, ne daj se i drž se. Zbog mene. Zbog svoje djece. Zbog sebe također, naravno. Dovoljno dugo da te spasilački tim nađe. Puno te volim, dragi…

Ivan i Kristina se gledaju ganuto. Ali Natalija oklijeva i ne prekida vezu već nastavlja.

Natalija – Želim ti još nešto reći, Patrik. Da skinem s grudiju. Jer, možda više nikada neću imati prilike za to. Ili hrabrosti. Prevarila sam te jednom. Samo jednom. Ali nije ništa značilo. Kunem ti se. I obećajem ti da je dijete koje nosim, tvoje. Ovaj, poprilično sam sigurna da je tvoje. Osjećam da je. Ali možemo napraviti test, ako to želiš. Ah da, jer sam ti htjela reći… Trudna sam, Patrik. Postat ćeš otac, ponovo! Eto vidiš! Moraš se držati tamo!

Natalija prekida, iscrpljena. Drugo dvoje izmjenjuje prestrašene poglede.

Kristina – Da, to bi trebalo pomoći da prebrodi sve to…

Neugodna tišina.

Ivan – Telefon…

Kristina – Ja ništa ne čujem…

Ivan – Ne, mislim na Patrikov telefon. Trebali bi biti u stanju locirati njegov mobitel da ga nađu! Moraš smjesta obavijestiti spasilačke ekipe. Čak postoji nada da nađu torbu… mislim da nađu Patrika… Koji je njihov broj?

Natalija mu preda svoj mobitel.

Natalija – Evo, njihov broj je u posljednjim pozivima.

Ivan uzima Natalijin mobitel i pritišće tipku za ponovo zvanje.

Ivan – Sranje, nema signala. Pokušat ću na balkonu…

Ivan napušta prostoriju.

Natalija – Nisam baš sigurna da je bilo najbolje vrijeme za reći mu to.

Kristina – Ti misliš…?

Natalija – Bilo je to otprilike prije tri mjeseca. S mojim zubarom. U njegovoj ordinaciji. Ne znam što me obuzelo. Ili je bio popratni efekt anestetika…

Kristina – To si mu trebala reći… Da te taj mamojebac drogirao i iskoristio…

Natalija – Iako, to je bio samo lokalni anestetik… da smanji bol, znaš… Jer što se tiče ostalog, mogu ti reći da sam dobro sve osjetila…Više nego s Patrikom, to je sigurno… A ti, nisi nikada prevarila Ivana…?

Kristina – Ne otkada smo vjenčani…

Natalija – Ali vi ste u braku tek šest mjeseci, a živite zajedno već petnaest godina…

Kristina – Pa, ovaj, ne…

Ivan se vrati, vrlo prigodno spriječivši Kristinu da dovrši svoj odgovor.

Ivan – Uspio. Pokrenut će stvar iz ovih stopa. I zvat će nas istog trenutka kako nešto saznaju.

Kristina – Vidjela sam to u policijskom dokumentarcu na TV-u. Stvarno je lako locirati nekoga pomoću njegova mobitela. I trebalo bi biti stvarno brzo. Naravno, u ovom slučaju je usred Jadranskog mora, ali svejedno…

Ivan – U Kvarnerskom zaljevu.

Natalija – Oh, moj Bože. Ne znam hoće li moje srce moći podnijeti više. Ovaj tobogan emocija…

Njezin mobilni zazvoni.

Natalija – Već!

Kristina – Rekla sam ti…

Ivan – Hajde! Javi se!

Natalija – Halo? Ne, mama, nisam dobila službenu potvrdu njegove smrti, žao mi je… Ne, nemam novu adresu tetke Adele. Ne misliš li da je još malo prerano da počnemo razmišljati o osmrtnicama…? Gle, moram ići. Moram sada osloboditi liniju. Čekam važan poziv… tako je… Cvijeće? Slušaj, napravi kako god želiš, živo mi se jebe, okej? (Prekida bijesna.) Život stvarno nije fer… Trebala je ona biti u tom avionu, a ne Patrik…

Telefon ponovo zazvoni. Natalija se javlja puna ljutnje.

Natalija – Jebo te, pusti nas na miru više…! Oh, oprostite, mislila sam da je moja mater… Da, da, naravno, slušam… Ne, ne, stvarno nije zezanje… Moj suprug je bio u tom avionu i… Da, u redu, hvala.Hoćete li me nazvati ako nešto saznate…?

Prekida, zbunjena.

Natalija – Bila je to spasilačka ekipa… Locirali su Patrikov mobilni…

Ostali željno isčekuju svaku njenu riječ.

Kristina – I?

Natalija – Poziv je došao s autobusnog kolodvora na Krku…

Sad zvoni Ivanov i Kristinin kućni telefon. Kristina se bez razmišljanja javlja.

Kristina – Halo? (Skršena, dodaje telefon Nataliji.) To je on…

Natalija grabi telefon.

Natalija – Patrik? Gdje si? Svi te traže po Mediteranu…! Ma nemoj, ne mogu vjerovati…! (Ostalima) Propustio je let! U autobusu je za Zagreb!

Ivan – Dakle, ima Boga….

Natalija – Znači, ti ne znaš (Ostalima.) On ne zna… Avion Jeftine putničke diskontne avioagencije kojim si mislio doći srušio se iznad Jad… Nema preživjelih… Hvala Bogu, to je čudo…! (Ostalima) Zaglavio je u toaletu omišaljskog aerodroma dva sata… Nije mogao otvoriti vrata… Naravno, terminal Preniskih cijena avioletova u Omišlju nije baš Poslovna klasa… U redu… Nazovi me čim stigneš u Zagreb, u redu…? Volim te puno, dragi… (Htjela je prekinuti vezu, ali se predomislila.) Ovaj… Patrik…? Jesi primio moju poruku? Ne, ne, nije važno… Ustvari, možeš je izbrisati… Sad kad znam da nisi mrtav…

Natalija prekida vezu.

Natalija (sjajeći) – Mislim da je pravo vrijeme da otvorimo taj šampanjac koji sam donijela!

Ivanu i Kristini je malo neugodno s obzirom na to da su već otvorili bocu. Ali ni oni nisu ništa manje preplavljeni srećom.

Kristina – Pa to je predivno! Zar ne, Ivane?

Ivan – Ti ćeš dobiti natrag svog muža, a mi ćemo dobiti…

Kristina – Našeg prijatelja!

Ivan – U koliko sati stiže u Zagreb?

Natalija – Manje od sata… Noćna mora je uskoro gotova… Hvala vam… Ne znam kako bih prošla kroz ovo bez vas… (Krene kao da će napustiti stan.) Mislim da ćemo sačuvati šampanjac za drugi put… Pokupit ću ga na autobusnoj stanici i onda idemo ravno doma… Nakon ovog iskušenja, razumjet ćete da imamo puno toga za razgovarati…

Kristina – Pogotovo ako je preslušao poruku koju si mu ostavila…

Ivan – Ali nema govora o tome! Slavit ćemo zajedno. Zar ne, Kristina?

Natalija – Sad kad promislim, on je jedini preživjeli… Ne znam ako… Mogu zamisliti bol obitelji koje nisu imale sreće kao ja…

Ivan – Život je lutrija! Samo trebaš izabrati prave brojeve!To je nesreća za one koji nisu pobijedili, ali ipak. C’est la vie! A i iskreno govoreći, ti nisi u stanju voziti. Ovako ranjiva kao što si ti sada nikada nećeš uspjeti parkirati na stanici petkom uvečer. Nazvat ću ga ponovo. Reći ću mu da uskoči u taxi kad siđe s busa i da dođe ovdje. Sa svojim kovčegom…

Natalija – Taxi…? Znaš, nisam baš sigurna da si ga možemo priuštiti…

Ivan – Ali mi možemo! Zar ne, Kristina?

Kristina – Mi također imamo dobre vijesti koje želimo podijeliti s tobom… Mogli bismo ustvari baš i reći sada… Hajde, Ivane…

Upravo kad je Ivan htio reći, kućni telefon zazvoni. Kristina preuzme poziv.

Kristina – Da… Oh, Patrik… Baš smo te htjeli nazvati… (Osmjeh joj se sledi.) Naravno, ovdje je… (Nataliji) Patrik je. Preslušao je tvoju poruku…

Natalija izbezumljena uzima slušalicu kućnog telefona i krene prema balkonu.

Natalija – Patrik, slušaj, mogu sve objasniti… Ma daj, nemoj to tako shvaćati! …Iskreno, nakon svega ovoga što nam se dogodilo, zar ne možeš to gledati iz te perspektive? Upravo si prevario smrt, za dlaku si izbjegao! Najvažnije je da smo oboje živi i zdravi! Preživio si, Patrik!

Izlazi na balkon da nastavi razgovor.

Ivan – Oh, sranje… Samo nam je to još trebalo…

Kristina – Neće biti lako dobit ga da dođe ovamo i otvara šampanjac s nama.

Ivan – Zamisli, da nakon što je shvatio da je rogonja, odluči skočiti u Savu kad dođe u Zagreb. S mojim kovčegom…

Natalija se vraća, smoždena.

Kristina – I…?

Natalija – Ne želi doći kući… Spominje razvod…

Ivan – Ali on može ostati ovdje dok se ne dogovorite. Zar ne, Kristina? A on ionako već ima spakiranu torbu.

Natalija – Oh, u vezi te torbe… Nema veze, nije to važno sada…

Njih dvoje su skamenjeni.

Ivan – Što u vezi torbe?

Natalija – Pa, vidiš… Patrik je propustio let, ali torba nije… Već je bila čekirana… Tako da, nažalost, možeš zaboraviti na nju… Ona je u spremniku prtljage aviona…

Ivan – Koji jebeni moron! (Kristini) Molim te, reci mi da se ovo ne događa!

Natalija – Istina, ali hvala Bogu nije pravi Vuitton… Znaš li da je sada posjedovanje krivotvorenih stvari ilegalno…Vidjela sam dokumentarac na TV-u… Patrik je mogao imati ozbiljnih problema da su ga carinici na terminalu vidjeli…

Kristina – Iz Omišlja do Zagreba?

Natalija – I sa stajanjem u Veneciji…

Ivan – Ako ona smjesta ne ode, ja ću je zadavaiti…

Natalija je malo iznenađena Ivanovom reakcijom.

Natalija – Ne brini, nabavit ću ti novu, pravu, kao što sam ti obećala… Dugujem toliko…

Ivan – Svakako, zajedno s 1000 kn koje nam već duguješ…

Natalija – U redu, sada stvarno moram ići. U redu, Kristina? Svi smo prošli kroz vrlo emotivnu večer.

Kristina nježno vodi Nataliju prema izlaznim vratima kako bi je maknula izvan dosega Ivanova bijesa.

Kristina – Ne brini, proći će…Zovi me sutra, u redu?

Natalija – Svakako, javit ću ti da znaš kako je prošlo…

Natalija već skoro prelazi prag, ali se vraća još jednom.

Natalija – Eh, usput, koja je to dobra vijest koju ste mi htjeli reći…?

Kristina ju izgurava van potpuno.

Kristina – Zvat ću te sutra…

Natalija odlazi. Ivan i Kristina ostaju sami. Skrhaju se na sofu. Teška tišina.

Ivan – 60 milijuna kuna…

Kristina mu se nježno primiče.

Kristina – Hajde, daj, nije tako strašno… Ono što je najvažnije je da smo živi. I da smo zajedno…

Ivan se mrvicu opusti.

Ivan – U pravu si…

Kristina – I što bismo mi radili sa 60 mijuna kuna uopće?

Ivan – Pitao sam se istu stvar…

Kristina – Da li bi naša veza preživjela uopće takav preokret…

Ivan – Da ne spominjem naše prijatelje… Vidiš, skoro smo se raspali s Patrikom i Natalijom…

Tišina.

Ivan – Zar stvarno misliš, da smo bili osvojili 60 milijuna, da bismo se razveli?

Kristina – Pa, moglo ti je pasti na pamet… Kad iznenada shvatiš da možeš zadovoljiti sve potajne želje koje si potiskivao…

Ivan – U pravu si… Frustracija je cement koji parove drži skupa… Kad samo pomislim da smo skoro postali multimilijuneri… Prođu me srsi niz kičmu…

Kristina – Hajde, dođi, probajmo provesti malko manje napetu večer, samo ti i ja ispred telke…

Ivan – Znaš što bi mi stvarno pomoglo da se opustim…

Kristina (puna nade) – Reci… Spremna sam ispuniti sve tvoje želje. Smatraj to kompenzacijom… zbog gubitka tvoje lažne Vuitton torbe.

Ivan – Dokumentarac o životinjama… Reproduktivni običaji velikih guštera…

Kristinin entuzijazam je vidno opao.

Ivan – Oni su ti skroz u grupnom seksu, ti gušteri… Ženka se spetlja s nekoliko mužjaka i jaja sadrže genetski materijal svih njenih partnera… Zamisli Natalijino dijete. Pola Patrik i pola zubar.

Kristina (potišteno) – Ostalo je nešto malo kućnog vina… Pa, štogod nam je ostalo nakon Natalije… Želiš li malo? Bolje da se naviknemo na to…

Natočila je dvije čaše dok Ivan uključuje TV.

Glas s TV-a – …nadležni su uporavo locirali let Putničke diskontne aviokompanije 32 i pol za koji se prethodno smatralo da se srušio u Zaljev. Ustanovljeno je da je pilot jednostavno zaspao u pilotskoj kabini i umjesto da sleti u Zagreb, avion je nastavio letjeti sve do Aljaske gdje mu je ponestalo goriva te se morao prinudno spustiti na santu leda.

Ivan – Smješno je, sve mi to izgleda sada kao da se događa nekoj drugoj osobi…

Kućni telefon zazvoni i Kristina ustaje kao zombi da digne slušalicu dok Ivan ostaje zalijepljen za TV.

Glas s TV-a – Evo i nekih slika koje su slikane iz spasilačkog aviona, a koje nam šalje meksička vojska…

Kristina – Da…?

Glas s TV-a – I dalje smo bez novosti o putnicima umutar aviona, ali ove slike pokazuju sa zapanjujućom jasnoćom, par pingvina koji se igraju putnom torbom…

Kristina – Ne…!

Zbunjena, Kristina prekida vezu i hoda prema sofi.

Ivan – Tko je bio…?

Kristina – Natalijin ginekolog… Ovaj, moj… Imamo istog…

Ivan – I…?

Kristina – Pomiješao je naše nalaze… Nije ona trudna, ja sam!

Ivan (pogubljen) – Imate li i istog zubara?

Kristina (oduševljena) – Tvoje je! Nosim tvoje dijete, Ivane!

Ivan (ne baš sretan) – Ali… mislio sam da ne možemo imati djecu… Tvoj je doktor rekao da s mojim lijenim spermijima imamo šanse jedan naspram milijun!

Kristina – Petak 13. je!

Mrak

Kraj

DRUGAČIJI KRAJ S ČETVRTOM OSOBOM (PATRIK)

Ivan nema vremena išta više reći; zvono na vratima zvoni.

Ivan – To je opet ona, ako je pozoveš unutra, sam ću je baciti preko balkona…

Kristina nevoljko otvara vrata.

Kristina (iznenađena) – Oh, Patrik…! Jesi sretno doputovao? Ovaj… Nismo te više očekivali…

Patrick (zlovoljan) – Ometam vas?

Kristina – Nee uopće, zašto tako misliš…?

Ivan – Ne možeš pogoršati stvari više nego što jesu.

Patrik prolazi u sobu pored njega.

Patrick – Hej, Ivane, tu si…

Ivan – Kao što možeš vidjeti. Možda se sjećaš da ja živim ovdje…

Patrick – Znam da je kasno. Ali sa svim tim što mi se upravo izdogađalo…

Ivan – Hajde, tvoj se autobus nije skršio na santu leda, ili…?

Patrick – Ne, mislim na Nataliju. I dalje sam u šoku.

Kristina – Jako nam je žao, Patrik… Je l’ tako Ivane…?

Ivan – Mmmm…

Kristina – Dođi, sjedn,i molim te. Želiš li nešto popiti?

Ivan – Veliku čašu arsena? Ili strihinina…?

Kristina mu natoči čašu kućnog vina.

Kristina – Želiš li leda…?

Patrik ne odgovara. On sjedi i prazni čašu bez da trepne dok ga njih dvoje netremice zapanjeno gledaju.

Ivan – Vau… Mora da je stvarno loše… Nije uopće reagirao na kućno vino…

Patrick – Bili smo u braku deset godina… Možeš li vjerovati što je ona učinila? Nikad ne bih pomislio da je Natalija sposobna napraviti tako nešto…

Kristina – Ma hajde… Ne misliš li da previše dramiš…?

Ivan – Ipak je upravo saznao da je rogonja…

Kristina – Uvijek sam mrzila tu riječ…

Patrick – Misliš da nekog poznaješ, a onda…

Kristina – Svatko griješi…

Ivan – Naravno… ali spavati sa zubarom…

Patrick – Ustvari, on je moj zubar.

Kristina – Ono što je važno je to da je ona imala hrabrosti reći ti to, zar ne? Treba puno hrabrosti za to, znaš…

Ivan – Treba puno gluposti, bolje rečeno…

Kristina – To dokazuje da ti vjeruje… A povjerenje je vrlo važno kod parova… Zar ne, Ivane?

Ivan – Glupost, mislila je da je mrtav…

Kristina – Ma hajde, vidjet ćeš… Stvari će se izgladiti…

Patrick – Ne znam… Mislim da mi treba neko vrijeme…

Ivan – Koliko zapravo vremena ti treba…? Jer, znaš, kao što si sam rekao, već je kasno… volio bih se baciti u krevet…

Kristina – Ono što Ivan govori, na svoj način, da smo svi imali poprilično emotivan dan… Ali normalno je da ti treba neko vrijeme da razmisliš o svemu… Zašto ne spavaš ovdje na sofi… I sutra ćeš vidjeti stvari puno jasnije.

Ivan – Mi ne obećajemo da će stvari sutra biti bolje, okej? Samo to da ćeš ti vidjeti stvari puno jasnije…

Patrick – Hvala… Znao sam da mogu računati na vas… Kad te snađu nevolje, tek onda vidiš tko ti je pravi prijatelj…

Ivan – Da, da… To nam je tvoja žena govorila cijelu večer…

Kristina – Donijet ću ti plahte… Ivane, uzmi deku iz ormara…

Ivan i Kristina izlaze na trenutak. Patrik se diže i ide prema balkonu. Prilazi ogradi i lagano se naslanja preko nje. Kristina se vraća i vidi ga; sledi se pretpostavljajući da on razmišlja o tome da skoči.

Kristina – Patrik, ne!

Patrik se okreće pomalo iznenađen.

Patrick – Huh…? Samo sam gledao…

Kristina – Oh, Bože, prepao si me… Mislila sam…

Patrick – Nisam nikada dosada primijetio da ako se malo nagneš, možeš vidjeti Roza obou odavde…

Kristina (zabrinuta za njegovo mentalno stanje) – Roza oboa…

Patrick – To je klub.

Kristina – Jazz klub?

Patrick – Ustvari da… ali važnije je da je to gay klub.

Kristina je malo dekocentrirana. Ivan se vraća s dekom i baca je na sofu.

Ivan – Evo. Neću ga ušuškavati i poljubiti za laku noć.

Patrik ga dvosmisleno gleda.

Kristina – Obećaj da nećeš ništa glupo napraviti.

Patrick – Obećajem.

Kristina – U redu, dakle, svi sad idemo na spavanje. I nama je bio težak dan…

Kućni telefon zazvoni. Ivan podiže slušalicu.

Ivan – Da…? Da, ovdje je… Naravno, evo ti ga… (Drži telefon prema Patriku) Natalija je. Želi razgovarati s tobom…

Patrik nevoljko uzima telefon.

Patrick – Da… Slušam… Ne… Ne znam… Ne… Sutra ću ti reći, u redu… Da, pa treba mi par dana da razmislim o tome, svakako možeš razumjeti da…?

Ivan (zabrinuto) – Par dana…?

Patrick – Da, tako je, pričat ćemo kasnije…

Prekida vezu.

Kristina – Sigurna sam da ćete prevladati ovu teškoću kao par… i da ćete iz toga izići još jači!

Patrick – I ja sam spavao sa zubarom…

Kristina (nakon kratkog oklijevanja) – Eto vidiš, ne bi trebao nju osuđivati…

Ivan gleda u nju totalno zapanjeno.

Kristina (Patriku) – Oh, nisam ti rekla! (Ivanu) Hoćemo mu reći?

Ivan – Što?

Kristina – Patrik, ja sam ta koja je trudna!

Ivan – Ah da, točno…

Kristina – Nije li to super vijest?

Ivan – Za tebe, dobra vijest za tebe je da tvoja žena ne nosi dijete tvog ljubavnika.

Kristina – Jer nakon svega što nam se danas izdogađalo… baš smo ranije pričali, Ivan i ja. Ono što je važno, da ostanemo zajedno, bez obzira na sve… Da nadiđemo sve poteškoće… Zajedno… Tako da znaš, na kraju, novac i nije tako važan!

Patrick – Novac?

Kristina (Ivanu) – Hoćemo mu reći i za to? (Ivan ništa ne odgovara, onemoćao) Nećeš vjerovati, ali u kovčegu koji smo ti posudili za Krk…

Patrick – Lažna Vuitton torba…

Kristina – U njoj je bio listić za loto…

Patrick (odsutno) – Oh stvarno, listić…

Kristina – Skužili smo večeras gledajući TV da smo zaokružili dobitne brojeve…

Patrick – Koliko?

Ivan – 60 milijuna.

Patrick – Oh, toliko…

Kristina – Ne moramo spominjati to da nikada nećemo vidjeti taj listić ponovo…

Ivan – Jedino ako pingvin koji je našao moju torbu ne odnese listić do najbliže agencije i ne unovči ga.

Kristina – Vidiš? Upravo smo izgubili 60 milijuna kuna, ali smo također osvojili bebu kojoj se više nismo nadali!

Ivan – Znaš kako se kaže: tko ima sreće u ljubavi, nema u kartama…

Patrick – Stvarno mi je žao… Mislim za 60 milijuna kuna… to je na neki način moja greška…

Ivan (prijeteći) – Na neki način…?

Kristina – Sad stvarno mislim da bismo trebali ići na spavanje. Ideš, Ivane…?

Kristina vuče Ivana prema spavaćoj sobi. Patrik ostaje sam. Izlazi na balkon i na trenutak se premišlja. Tada uzima svoj mobilni i zove nekoga.

Patrick – Halo…? Ne, nisam mrtav… Žao mi je što sam te razočarao, ponovo, draga punice… Mogu li dobiti Nataliju? Hvala… (Nakon kratke pauze.) Natalija? Patrik je… slušaj, razmišljao sam i… Da, već, šta da kažem… Obično se buniš da mi treba jako puno da razmislim… Pa htio sam ti reći odmah… Nikada neću biti sposoban oprostiti što si spavala s mojim zubarom… Natalija, tražit ću razvod… Da, znam, ja sam gubitnik… Da, znam da te mater upozorila na mene… U redu, moj zubar će ti poslati papire za razvod… Da, moj pravnik, to sam rekao. Točno, jebi se također… Laku noć, Natalija.

Patrik prekida, razmišlja sekundu, tada vadi iz džepa svoje košulje listić lota i gleda u njega.

Patrick – 60 milijuna… Kristina je imala pravo… Još nije svanulo sutrašnje jutro, a ja već vidim stvari puno jasnije… (Postaje svjestan situacije u pravom smislu.) 60 milijuna kuna! (Ruke mu se tresu, listić lota pada na rub ograde) Sranje… Ne mogu vjerovati… Jebem ti…

On grozničavo prekoračuje balkonsku ogradu. Iznenada, posklizne se, gubi ravnotežu i zamrzne se u padajućoj pozi.

Kao u snu, slušamo ostatak dijaloga snimljen na audiotraku.

Natalija – Što možemo protiv sudbine…

Kristina – Ništa…

Ivan – Ipak, nevjerojatno je…

Natalija – Patrik je bio jedini putnik koji nije bio u avionu a na kraju on je jedina žrtva…

Kristina – Jesi zvao hitnu ?

Ivan – Trebali bi stići svaki čas.

Ivan – Mislite li da je to stvarno bilo samoubojstvo?

Kristina – Pa, ne padaš s balkona samo tako…

Ivan – Bar da je to bio umjetnik koji je naslikao moju sliku…

Sirena prve pomoći čuje se sve bliže.

Natalija – Evo ih… Oni će moći potvrditi je li stvarno mrtav…

Ivan – Izgleda poprilično mrtav.

Natalija – Uvijek se možeš nadati čudu…

Kristina – Petak 13. je!

Mrak.

Kraj.

  

Jean-Pierre Martinez je francuski pisac kazališnih komada i scenarija. Rođen je 1955. u Auvers-sur-Oise u Francuskoj. Napisao je 62 komedije, od toga je 14 prevedeno na španjolski, a 3 na engleski jezik. U mladim danima stiče prva iskustva pozornice kao bubnjar u raznim rock grupama. Neko vrijeme radi kao semiolog u polju oglašavanja. Potom piše scenarije za televiziju i nakon toga se napokon vraća na scenu kao pisac kazališnih djela. Spada među najizvođenije suvremene pisce kazališnih komada u Francuskoj.

 

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Paris – Janvier 2017

© La Comédi@thèque – ISBN 978-2-37705-077-2

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Les Monoblogues

Monologues de Jean-Pierre Martinez

Monologues poétiques, psychanalytiques et néanmoins humoristiques

Les Monoblogues

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LIRE UN EXTRAIT

Sans titre

Il y a quelqu’un ? Non… Alors vous êtes comme moi. Vous non plus, vous n’avez pas vraiment réussi à devenir quelqu’un. Etre le fils de personne, ça va encore. Certains sont même devenus très célèbres. Il y a des précédents. Mais qui se souvient encore des parents du fils de personne ? Personne. Moi, depuis que je suis arrivé au monde, on m’a toujours dit : si tu veux devenir quelqu’un, dans la vie, il ne faut pas faire n’importe quoi. Et croyez-moi, tous ceux qui m’ont dit ça, ça n’était pas n’importe qui. Alors j’ai essayé de faire quelque chose de moi. Pour devenir quelqu’un, comme eux. Mais je ne suis arrivé à rien, je le sais bien. Je n’ai jamais su quoi faire de ma peau. Je ne suis qu’un numéro, comme on dit. Un drôle de numéro, même, à ce que disent certains. Je n’ai pas dû faire ce qu’il faut. Alors je fais ce que je peux. Je fais mon numéro, justement. Je suis un comique, comme ils disent : Oh, celui-là, c’est un comique ! Est-ce qu’un comique peut vraiment devenir quelqu’un ? Pour ça, il faudrait qu’on le prenne au sérieux… Mais même moi, je n’arrive pas à me prendre au sérieux. Mon médecin, quand je vais le voir pour un arrêt de maladie, il me répète toujours : Arrêtez de jouer la comédie ! Sans parler de mon banquier qui me prend pour un clown. Est-ce que vous prêteriez de l’argent à un clown, vous ? qu’il me dit tout le temps. Surtout à taux zéro… Quand on prête à rire, on n’est pas sûr d’être remboursé, c’est sûr… C’est pour ça que les comiques finissent rarement propriétaires de leur dernière demeure. Moi non plus, je n’ai pas de chez moi. Il paraît même que j’ai l’air de ne pas savoir où j’habite. Si encore j’avais rencontré quelqu’un dans la vie. Tu devrais essayer de rencontrer quelqu’un, comme ils disent. Mais si vous croyez que c’est facile de nouer une relation sérieuse avec une personne qui ne sait même pas où elle habite. Je ne demandais pourtant pas grand chose. Pas forcément quelqu’un de… Si au moins j’avais tiré le bon numéro. Mais non. Je n’ai tiré que de sacrés numéros, croyez-moi. Aucune relation stable. Quelques intermittentes parfois. Beaucoup de faux numéros. Mais jamais le numéro complémentaire. Alors le numéro gagnant… Et maintenant, c’est trop tard, hein ? Je n’en ai plus pour longtemps, je le sais. Et je sais bien qu’après ma disparition, personne ne dira : celui-là, c’était quelqu’un. Est-ce qu’on peut même parler de disparition s’agissant d’une personne qui n’a jamais réussi à devenir quelqu’un ? Non, à mon enterrement, on dira : celui-là, c’était un comique. S’il y a quelqu’un à mon enterrement, bien sûr. Vous avez remarqué, à l’enterrement des gens célèbres, il y a toujours une foule d’anonymes, comme ils disent dans les journaux ? La foule des anonymes… Mais sur la tombe des inconnus, il n’y a jamais personne. Et surtout pas des célébrités. Ou alors, il faut être soldat sans papier, mourir au champ d’honneur, et avoir beaucoup de chance à titre posthume. Non, en temps de paix, il ne faut pas rêver. Personne ne ranimera jamais la flamme de tous les morts qui n’ont jamais réussi à devenir quelqu’un de leur vivant…

 Divan

Je m’allonge ou…? Ok… Je ne sais pas très bien par où commencer… J’ai trouvé vos coordonnées dans l’annuaire… On peut demander à un ami si il connaît un bon dentiste pas trop cher et qui ne fait pas mal, mais… quelqu’un comme vous. Alors, j’ai consulté les pages jaunes… Et puis j’ai choisi votre nom au hasard dans la liste… Plutôt longue, la liste, hein ? Un job payé en liquide, par les temps qui courent… Il paraît qu’on n’a pas besoin de diplôme pour faire votre métier ? Qu’il suffit d’avoir été client pour se mettre à son compte… C’est vrai ? Alors moi aussi, après, si je veux… Je vais considérer que je suis en formation alors. Mais ça ne vous fout pas un peu les boules que tous vos clients deviennent des concurrents potentiels ? Vous imaginez ? Je vais voir mon boucher, je prends une tête de veau, et en sortant j’ouvre une boucherie juste en face… Ça ne risque pas d’arriver, remarquez, j’ai horreur de la viande… Même avec les œufs, j’ai du mal. Bon, j’en mange de temps en temps, mais… Il paraît que les oiseaux sont les descendants des dinosaures… Alors un œuf, c’est un peu un fœtus de dinosaure, non ? En fait, je n’ai pas choisi votre nom tout à fait par hasard… Vous étiez le dernier sur la liste… Comme votre patronyme commence par un Z… J’ai sûrement voulu réparer une injustice… C’est mon côté Zorro. Oui, j’imagine que les autres choisissent toujours le premier de la liste… Monsieur Aa, Madame Ab, ou Monsieur Bb… Je me doute de ce que vous avez dû endurer pendant vos études… Si vous en avez fait… Toujours le dernier à passer à la casserole… Moi, ça va. Je suis dans les M… Plutôt dans le peloton de queue, mais bon… Tiens, c’est marrant, moi c’est à la fin de mon nom qu’il est le Z… Mon père était espagnol… Je ne sais pas pourquoi je dis “était”, parce qu’il l’est toujours… Je veux dire, vivant. Enfin, je crois… Mais est-ce qu’on peut dire qu’il est encore espagnol ? Il a été naturalisé… Naturalisé français, je veux dire… Pas empaillé… Ou congelé… C’est dingue, toutes ces bonnes femmes qui mettent leurs marmots au congélateur, non ? Entre le poisson pané et les esquimaux… Si seulement les enfants pouvaient faire la même chose avec leurs parents… Les conserver comme ça au congélo en attendant de savoir quoi en faire… Pourquoi je vous raconte tout ça, moi…? Ah, oui, le Z ! Alors il faut que je vous raconte tout depuis le début, c’est ça ? De A à Z. Ou plutôt de M à Z… Puisque pour moi ça commence à M… Je n’ai jamais aimé mon prénom… Vous avez remarqué, à la télé, dans les films ? L’abruti de service s’appelle toujours Jean-Pierre… Comme dans Ma Sorcière Bien Aimée, par exemple. Vous connaissez ? Mais si, le mari de Samantha ! Eh ben le con, dans l’affaire, c’est lui. Elle, elle rame toute la journée pour lui éviter la honte de passer pour le con qu’il est vraiment. Et elle n’a pas trop de tous ses pouvoirs magiques pour empêcher ça. Bon, elle l’aime, son Jean-Pierre, parce qu’il est gentil. Gentil, mais con. C’est l’idée qu’on se fait des Jean-Pierre, en général. Moi aussi, j’ai une fille. J’aurais dû l’appeler Tabatha. Je ne veux pas dire par là que ma femme est une sorcière. Ce serait plutôt une fée… Pour arriver à me supporter… C’est ce que ma mère lui dit toujours, d’ailleurs : Comment vous faites pour le supporter ? Elle est normande, ma mère. Comme les vaches. Alors le lait, le beurre, la crème… Qu’est-ce qu’on a pu en bouffer… Je ne digère pas, moi, le beurre. Je dois tenir ça de mon père. En Espagne, c’est plutôt l’huile d’olive. Il lui disait toujours : Pourquoi tu mets autant de crème dans la soupe ? Il aurait mieux fait de lui demander pourquoi elle ne mettait pas plus de soupe dans sa crème… C’était plus fort qu’elle, apparemment… L’atavisme… Finalement, mon père a trouvé quelqu’un d’autre pour lui servir la soupe… À la maison, maintenant, c’est moi qui cuisine. Comme ça, au moins, je sais ce que je mange. Vous ne dites rien, hein ? Mais vous n’en pensez pas moins. Vous vous demandez sûrement pourquoi je suis venu vous voir. Si je le savais, je ne serai pas venu, j’imagine. Enfin si, il y a quand même quelque chose. Comment vous dire ça ? Plus ça va… plus je me sens proche du minéral. Je ne sais pas pourquoi. Vous connaissez la formule : plus je connais les hommes, plus j’aime mon chien ? Moi, plus le temps passe, plus les gens m’ennuient. Les chiens aussi, d’ailleurs. C’est avec les pierres que je me sens vraiment à l’aise… Une vie d’homme… C’est trop court, non ? Alors une vie de chien… Tandis qu’une pierre, ça ne vieillit pas… Même les arbres, ça ne me dit plus rien. Pourtant, il y en a qui ont plus de mille ans. Mais un arbre aussi ça finit par mourir. Ça peut même avoir des maladies. Et puis c’est bouffé par les vers, comme le reste. Ça finit par réintégrer la chaîne alimentaire. Une pierre, non. Personne ne mange de cailloux ! Sauf les poules, c’est vrai… Pour fabriquer la coquille de leurs œufs. Vous avez raison, on ne peut pas dire non plus que les pierres soient vraiment éternelles… Vous croyez que les dinosaures aussi bouffaient des cailloux pour fabriquer leurs œufs ? Dans ce cas, à quoi bon être une pierre ? Si c’est pour finir en coquilles vides après une omelette… Alors pourquoi j’aime les pierres, docteur ? Je veux dire Monsieur Z. Vous croyez que ça a quelque chose à voir avec mon nom ? Jean Pierre M.

Les petites heures

Les petites heures, vous connaissez ? Un, deux, trois, quatre… À cinq, on serait déjà tiré d’affaire. Il suffirait de patienter un peu en écoutant la radio. Mais on se réveille, et on regarde par la fenêtre. Pas une lueur. On tend l’oreille. Pas un chant d’oiseau. Les diurnes dorment encore, les nocturnes sont déjà couchés. Aucun espoir de lendemain proche. On est au plus profond de l’obscurité, dans la contrée d’aucun homme, la nuit des dormeurs éveillés. Bien sûr, un effort suffirait pour se lever, et marcher. Mais ce serait prématuré. Presque contre nature. Voir la nuit avant d’avoir vu le jour… Alors on doit rebrousser chemin. Repasser la frontière. Revenir là où rien ne peut encore nous atteindre. Où rien ne peut nous attendre. Où personne ne peut nous entendre. L’au-delà est l’en deçà d’un éternel réversible. Je compte jusqu’à cent. À l’envers. Quatre-vingt dix-neuf, quatre-vingt dix-huit… Espérant qu’avant la fin de ce compte à rebours, j’aurai cessé de compter. Les nuits de grande insomnie, je commence à sept milliards. Six milliards neuf cent quatre-vingt dix neuf millions neuf cent quatre-vingt dix neuf mille neuf cent quatre-vingt dix neuf autres, avant que mon tour vienne dans cette vaste salle d’attente à ciel ouvert qu’est le monde des vivants. Combien de temps pour effeuiller une à une toutes ces existences qui ne sont pas la mienne, pour me reconnaître dans cette foule et trouver mon sommeil ? Une nuit pour savoir qui on est. Ce qui nous distingue des autres. Une vie pour découvrir tout ce qui n’est pas nous. Mourir. Se fondre à nouveau dans l’indistinct. Dormir. Lâcher prise. Avec la peur de se réveiller un autre. Dans une obscurité qui serait un cauchemar sans espoir de matin. Ce qui me tient en vie, qui me tient en éveil, c’est la peur de sombrer par une mauvaise nuit, dans le mauvais sommeil, la fatigue éternelle. L’insomnie est une course immobile contre le temps. Une victoire provisoire. Quatre, trois, deux, un… Suspendues entre la torpeur de la nuit et la brutalité du réveil, les petites heures égrènent le temps compté des insomniaques.

Ce texte est protégé par les lois relatives au droit de propriété intellectuelle.

Toute contrefaçon est passible d’une condamnation

allant jusqu’à 300 000 euros et 3 ans de prison.

Paris – Novembre 2011

© La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-02-4

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Bien doré

Charles, assis dans un fauteuil, lit L’Humanité, une pipe éteinte à la bouche. Il porte un pull marin et une casquette. Rosalie, ébouriffée et les vêtements en désordre, arrive depuis l’extérieur, un sac à la main.

Rosalie – C’était moins une… J’ai eu la dernière.

Charles – La dernière ?

Rosalie – La galette des rois, à la boulangerie ! Il n’en restait plus qu’une…

Charles – Ah oui… La galette… Mais dis-donc, elle a l’air énorme.

Rosalie – Je n’avais pas le choix. C’est une galette pour douze.

Charles – Pour douze ? On n’est que trois… Et encore, si Fred ne nous fait pas faux bond, comme l’année dernière…

Rosalie – C’était la dernière, je te dis ! J’ai dû me battre pour l’avoir !

Charles – Oui, bon, ne t’énerve pas…

Rosalie – Je ne m’énerve pas, je t’explique.

Charles – On pourra toujours en congeler la moitié pour l’année prochaine…

Rosalie – Quoi ?

Charles – Si personne n’a la fève cette année… Comme pour le loto. S’il n’y a pas de gagnant, on remet la somme en jeu pour le prochain tirage.

Rosalie – Non mais ça ne va pas, non ?

Charles – Bon, alors on se tapera six parts de galette chacun.

Rosalie – Il a téléphoné pour dire qu’il ne venait pas ?

Charles – Non.

Rosalie – Eh ben tu vois.

Charles – Il faudrait que je finisse de corriger mes copies avant qu’il arrive, alors…

Rosalie – Tu vas travailler ? On est samedi…

Charles – Tu me forces déjà à célébrer l’Épiphanie, tu ne vas pas en plus m’obliger à respecter le shabbat ! Je suis un hussard de la République, moi ! Un croisé de la laïcité…

Rosalie – N’importe quoi…

Charles – Tu avoueras que pour une instit’ communiste, ce n’est pas très orthodoxe, cette histoire de galette.

Rosalie – Ah oui ? Et pourquoi ça ?

Charles – L’Épiphanie, les Rois Mages… C’est une tradition catholique !

Rosalie – Mais pas du tout ! C’est juste une tradition païenne que les catholiques ont essayé de récupérer. Comme beaucoup d’autres, d’ailleurs.

Charles – Une tradition païenne…?

Rosalie – Évidemment ! Avant d’être une célébration de la Nativité, c’était une célébration de la fécondité, tout simplement.

Charles – Je vois… D’où l’expression « mettre le petit Jésus dans la crèche », j’imagine…

Rosalie – Là tu confonds Noël et l’Épiphanie.

Charles – On fourre aussi les galettes.

Rosalie – Celle-là est à la pâte d’amande…

Charles – Il n’empêche que si on appelle ça le Jour des Rois… On ne m’enlèvera pas de l’idée que ce n’est pas très républicain.

Rosalie – Bon… En attendant, il va ranger son journal, le Capitaine Haddock.

Charles – J’essayais plutôt de ressembler à Staline, mais bon…

Rosalie – Ça fait cinq ans que tu as arrêté de fumer, tu pourrais peut-être arrêter la pipe, maintenant. Même éteinte…

Charles – C’est mon vapoteur à moi. Au moins, je n’émets aucun gaz à effet de serre.

Rosalie – Ça c’est toi qui le dis.

Il plie son journal et se lève.

Charles – Je te dis qu’il ne va pas venir.

Rosalie – Pourquoi il ne viendrait pas ?

Charles – Tirer les rois avec ses vieux parents, un samedi. Tu ne crois pas qu’il a mieux à tirer, à son âge ?

Rosalie – Tu exagères. C’est notre petit garçon, tout de même.

Charles – Notre petit garçon… Il a grandi, tu sais…

Rosalie – Pour moi, ce sera toujours un bébé…

Charles – Je crois quand même qu’il serait temps de retirer les peluches qu’il y a sur son lit.

Rosalie – Tu crois ? (Un temps) Parfois, je me demande si on aurait dû l’avoir aussi tard…

Charles – Tu trouves qu’il n’a pas l’air normal ?

Rosalie – Il est comédien… Et toujours pas marié… Je ne sais pas… Tu crois qu’il pourrait être un peu…

Charles – Un peu quoi ?

On sonne à la porte.

Rosalie – Ah… Tu vois bien qu’il est venu !

Fred arrive. Il porte un costume ridicule et un masque (genre super-héros de série Z). Il embrasse sa mère.

Rosalie – On commençait à s’inquiéter.

Il embrasse son père.

Fred – Pourquoi ça ?

Charles – Ta mère a acheté une galette pour douze.

Rosalie – Je vais la mettre au four, ce sera meilleur.

Fred – Ça ne sera pas trop long ? Je n’ai pas beaucoup de temps…

Rosalie – Tu es toujours pressé… Mais non, ça ne prendra qu’une minute.

Fred – Avec un micro-onde, peut-être, mais avec ton vieux four à gaz…

Rosalie sort avec la galette.

Charles – Alors comme ça, tu travailles dans le coin ?

Fred – J’ai un tournage à trois blocs d’ici. Je suis venu entre deux prises.

Charles – Et qu’est-ce que c’est ? Un film d’auteur ?

Fred – Un épisode de Plus Bête la Vie.

CharlesPlus Bête la Vie ? Tiens, je ne connaissais pas.

Fred – Une série. C’est le pilote.

Charles – Et tu joues un rôle important ?

Fred – Je fais la doublure du comédien principal. Pour les cascades…

Charles – Ce n’est pas un film de boules, au moins ?

Fred – Papa… Je suis cascadeur !

Charles – Il y a aussi des cascades au lit…

Rosalie revient.

Rosalie – Ce sera prêt dans cinq minutes. De quoi vous parlez ?

Charles – De cinéma…

Le portable de Fred sonne et il répond.

Fred – Oui ? Bon… Non, non… Ok, j’arrive tout de suite… (Il range son portable)Désolé, je dois partir…

Rosalie – Mais pourquoi ?

Fred – Le comédien dont je fais la doublure… Il est agoraphobe… Du coup ils ont besoin de moi pour la scène dans le métro…

Rosalie – Mais… la galette est chaude !

Fred – Désolé… Ce sera pour l’année prochaine… The show must go on…

Il sort précipitamment.

Rosalie – Comédien…

Charles – Il n’est pas comédien, il est cascadeur.

Rosalie – Cascadeur… C’est encore pire que comédien, non ?

Charles – Belmondo, il faisait ses cascades lui-même.

Rosalie – Et quand il prenait le métro, c’était debout sur le toit.

Charles – Bon… On n’a plus qu’à se taper la galette.

Rosalie – Une galette pour douze…

Charles – Et nous, on n’a pas de doublures.

Rosalie – On va commencer avec une part chacun. Et le premier qui a la fève, on arrête, d’accord ?

Charles – Si on n’est pas mort avant d’une indigestion.

Rosalie – Avec un peu de chance, on va tomber sur la fève tout de suite… Laissons faire le hasard.

Charles – J’ai l’impression qu’on va jouer à la roulette russe…

Rosalie – Je vais chercher les munitions.

Elle sort.

Charles – Elle a raison à propos de Fred… Je me demande s’il ne serait pas un peu… con.

Elle arrive avec la galette.

Rosalie – Un peu quoi ?

Charles – Non, je disais… Oui, elle a l’air bien fourrée.

Rosalie – On ouvre une bouteille de cidre, pour faire passer tout ça ?

Charles – Allez, soyons fous !

Noir

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Richophobie

Pardon, mais avant de commencer, je voudrais vous poser une petite question. Non mais rassurez-vous, ce n’est pas pour un sondage. Parce que j’en connais des comédiens comme moi, qui profitent du système. On le connaît tous, le truc. Ils prétendent faire un one man show, ils rameutent leurs amis dans un théâtre en leur vendant des places sur billetreduc. En réalité, ils travaillent pour un institut de sondage, et ils en profitent pour vous administrer un questionnaire interminable. Il faut bien dire que le système entretient la confusion, aussi : maintenant tous ceux qui font des petits boulots sont payés comme intermittents. Il paraît que ça coûte moins cher à la société. Ça doit être ça qu’on appelle la société du spectacle. Bref, je vous rassure, ma question est parfaitement gratuite et tout à fait désintéressée. Alors voilà. Est-ce qu’il y a des riches dans cette salle ? Personne ? Non, mais rassurez-vous, je ne suis pas non plus payé pour dénoncer au Trésor Public ceux qui auraient oublié de payer leur ISF. Non, vraiment ? Aucun riche ? Bon. Dans ce cas, je vais pouvoir vous exposer mon petit problème sans choquer personne. Alors voilà. Parfois, je me demande si je suis tout à fait normal. Tout le monde est supposé envier les riches, non ? Vous aussi, j’imagine. Et bien pour moi, je ne sais pas pourquoi, la richesse c’est un peu comme une maladie honteuse. Une maladie socialement transmissible, si vous préférez. Une saloperie qu’on attrape par des rapports non protégés avec de pauvres gens déjà atteints de cette affection. Je ne sais pas, la richesse, ça me dégoûte un peu. Oui. Les riches m’inspirent une sorte de mépris apitoyé. C’est ça qu’on appelle la condescendance, je crois. Oui, c’est ça. Je porte sur les gens riches un regard condescendant. Non mais j’ai bien conscience que c’est absolument déplacé. Ce sont les riches qui devraient me regarder de haut. Puisque je n’ai pas réussi à devenir comme eux. Tout le monde a envie de devenir riche, non ? À part ceux qui le sont déjà, évidemment. Et encore. Ceux-là ont sûrement envie d’être encore plus riches. C’est addictif, l’argent, vous savez ? Et on est toujours le pauvre de quelqu’un. Regardez, à chaque fois qu’un Président de la République est élu en France, il commence par relever le seuil de l’ISF juste au-dessus du montant supposé de son propre patrimoine. Histoire qu’on ne l’accuse pas de faire partie des gens riches, justement. La preuve que ce n’est pas si glorieux que ça. Mais j’en reviens aux riches, les vrais. Pas ceux qui ont juste atteint le seuil de la richesse, comme d’autres s’enfoncent sous le seuil de la pauvreté. Non, ceux pour lesquels il n’y a pas photo. Les millionnaires, comme on disait autrefois, du temps des anciens francs. Eh oui, à cette époque-là, c’était beaucoup plus facile d’être millionnaire, évidemment. Cent fois plus facile qu’avec les nouveaux francs. Donc presque sept cents fois plus facile que depuis le passage à l’euro. Vous vous rendez compte ? À cette époque là, on était millionnaire pour à peine plus de 150.000 euros. Vous êtes toujours sûrs qu’il n’y a aucun millionnaire dans la salle ? Même en anciens francs ? Même à crédit ? Dans ce cas, c’est que vous êtes locataires et que vous habitez dans un HLM. Parce que maintenant, si vous êtes propriétaire d’une chambre de bonne à Paris, vous êtes forcément millionnaire en anciens francs. Au prix où est le mètre carré dans la capitale. Ce n’est pas formidable, ça ? On n’a peut-être pas réussi à inverser la courbe du chômage, mais aujourd’hui, une simple bonne, propriétaire de sa chambre mansardée au septième étage sans ascenseur est virtuellement millionnaire. À condition de la revendre à un autre millionnaire pour aller prendre sa place sous les ponts, bien sûr… C’est pour ça que les millionnaires, c’est fini. Pour être riche, aujourd’hui, il faut être milliardaire. En ancien francs en tout cas. C’est l’inflation. La bulle immobilière, comme on dit. Mais les bulles, on sait bien à qui ça profite. Pendant que les pauvres se contentent d’une aspirine effervescente non remboursée par la Sécu pour faire passer leur gueule de bois, les riches s’enfilent des magnums de champagne duty free pour faire passer leur caviar. La bulle immobilière, c’est surtout le rétablissement de l’esclavage, oui. Au temps d’Autant en emporte le vent, les esclaves, au moins, ils étaient en CDI. Les Noirs travaillaient gratuitement pour un vaste domaine colonial. Les esclaves d’aujourd’hui travaillent au noir pour rembourser le crédit de leur minuscule appartement. Et pour espérer être affranchis, ils doivent payer leur vie durant deux smic par mois à leur banque… alors qu’ils n’en gagnent qu’un seul. Bon, mais où je voulais en venir, avec tout ça ? Ah oui, les riches ? Non mais franchement. Vous les enviez vraiment, vous, ces pauvres gens ? Après un déjeuner à la Tour d’Argent, pour rentrer à Neuilly, devoir remonter toute la rue du Faubourg Saint Honoré en Ferrari, alors qu’on a déjà du mal à circuler en Vélib ? Merci, très peu pour moi. D’accord, ça m’amuserait sûrement de pouvoir aller dormir dans un palace comme le Hilton à Paris. Surtout s’il porte mon nom, et que je n’ai même pas à payer la note, comme Paris Hilton. Mais bon, pour ça, à la rigueur, je peux toujours casser mon Livret A et aller passer une nuit à l’Hôtel Martinez à Cannes. Je ne suis pas si pauvre que ça, non plus. Mais après ? Non, et puis il y a un gros inconvénient à être riche, c’est qu’on ne peut plus fréquenter que des gens riches. Ben oui, quand vous êtes milliardaire, vous ne pouvez pas partir en vacances avec un pote smicard. Ça fausse les rapports, forcément. D’accord, quand vous êtes pauvres, c’est pareil. Vous êtes condamnés à rester entre vous. Mais moi je dis que les pauvres sont beaucoup plus marrants. Il y en a même de très sympas, j’en connais. Pas prétentieux, ni rien. Ok, tous les riches ne sont pas pareils, c’est vrai. Il y en a qui sont pires que les autres. Le nouveau riche, surtout, qui n’a pas encore l’habitude. La richesse, c’est un mode de vie, vous comprenez. Ça s’apprend. Alors le nouveau riche, lui, il ne sait pas. Il commet des impairs évidemment, et les autres ne se gênent pas pour le lui faire sentir. Vous vous voyez, vous, dîner à la Tour d’Argent ? On ne saurait pas comment se comporter. Vous arrivez, vous descendez de votre Ferrari, un voiturier vous tend la main pour prendre vos clefs de bagnole et aller la mettre au garage pendant que vous vous tapez la cloche avec un top model. Vous vous imaginez donner les clefs de votre Twingo à un inconnu avant d’aller vous taper le boudin à l’ardoise au bistrot du coin ? Vous auriez trop peur qu’il ne revienne jamais avec votre caisse pourrie dont vous n’avez même pas fini de payer les traites. Alors une Ferrari, vous pensez bien… Non, la richesse, ça ne s’improvise pas. Ça nécessite un apprentissage. Tandis que la pauvreté, c’est naturel. Personne n’a jamais reproché à un nouveau pauvre de manquer de tact en fréquentant pour la première fois les Restos du Cœur. On sait tout de suite quelle cuillère on doit prendre pour la soupe ou pour le Flamby, il n’y en a qu’une. Et puis les nouveaux pauvres, ça n’existe pas trop, en fait. Quand on est pauvre de naissance, on le reste toute sa vie, et pour les riches, c’est pareil. Il y a des riches qui font faillite, bien sûr. Mais un riche une fois ruiné, c’est encore un type qui a beaucoup plus d’argent que vous. Ce qui m’amène d’ailleurs à vous poser une deuxième question… Est-ce qu’il y a des pauvres dans cette salle ? Oui, je sais, si vous êtes là, c’est que vous avez pu vous payer une place de théâtre sans empiéter sur votre budget coquillettes, mais bon. Il pourrait aussi y avoir quelques invités. Non, parce que les pauvres, entre nous, il y en a des cons aussi… Pourquoi croyez-vous que les gens se traitent de pauvre con à longueur de journée ? Le pire, il me semble, c’est le pauvre militant. Le prolétaire encarté, vous voyez ? Celui qui est pauvre, fier de l’être, et qui voudrait que tout le monde le soit avec lui, par solidarité. Non parce qu’il n’y a pas de raison d’avoir honte d’être pauvre, d’accord, mais il n’y a pas non plus de quoi se vanter. On ne leur reproche pas d’être pauvres, ils n’ont rien fait pour mériter ça. Mais alors il faut être juste. Il ne faut pas reprocher aux riches d’être riches. La plupart d’entre eux n’ont rien fait non plus pour le devenir. L’idéal, évidemment, ce serait qu’il n’y ait ni pauvres ni riches. Que des gens comme nous, quoi. À l’aise, sans plus. Juste un million en dessous du seuil de l’ISF. Mais ça n’arrivera pas, si ? On a déjà essayé. En Russie ou en Chine. Ça finit toujours par quelques millions de morts, et à la fin les pauvres sont encore plus pauvres et les riches encore plus riches. Et puis surtout, ce ne serait pas juste. Les pauvres n’ont pas besoin des riches pour savoir qu’ils sont pauvres, c’est un fait. Mais les riches, eux, ils ont besoin de sentir qu’il y a des pauvres pour profiter pleinement de leur richesse. Non, vous avez raison, je devrais être plus tolérant avec les riches. Et puis on ne sait jamais. Le xénophobe, il s’en fout. Il ne risque pas de devenir étranger du jour au lendemain. À condition de ne pas trop s’éloigner de chez lui. Mais le richophobe, allez savoir. Personne n’est complètement à l’abri de devenir riche. Même les comédiens… Même quand ils travaillent du chapeau… et qu’ils sont payés au chapeau. Alors ? Vous me la montrez, la couleur de votre argent ?

Comme un poisson dans l’air

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La chambre mauve

L’Inspecteur Ramirez (tenue négligée façon Columbo) arrive à la réception d’un palace. Il s’approche du réceptionniste qui le regarde arriver avec un air hautain.

Réceptionniste – Si vous cherchez un endroit pour passer la nuit, mon brave, je vous conseillerais plutôt…

Inspecteur – Inspecteur Ramirez… Vous m’avez appelé au sujet d’un vol de bijoux.

Réceptionniste – Ah, oui… Pardon, Inspecteur… En effet, c’est Monsieur le Directeur qui vous a téléphoné. La chambre d’une de nos clientes a été visitée cet après-midi, et on lui a dérobé un collier estimé à plusieurs centaines de milliers d’euros.

Inspecteur (dans ses pensées) – Je vois…

Réceptionniste – Et… que voyez-vous, exactement ?

Inspecteur – À l’évidence, le voleur fait partie du personnel de l’hôtel… ou de sa clientèle.

Réceptionniste – Qu’est-ce qui vous permet de dire cela, Inspecteur Sanchez ?

Inspecteur – Ramirez.

Réceptionniste – Pardon ?

Inspecteur – Inspecteur Ramirez, c’est mon nom.

Réceptionniste – Et… qu’est-ce qui vous fait penser que le coupable pourrait être quelqu’un de l’hôtel ?

Inspecteur – Il y a un vigile à la porte. Même en lui montrant ma carte de police, j’ai eu du mal à le convaincre de me laisser entrer…

Réceptionniste (ironique) – C’est vrai. Vous êtes ici dans une zone de non droit, Inspecteur, et nous avons nos guetteurs, nous aussi. De nos jours, même pour la police, il est aussi difficile d’entrer dans le hall d’un palace, que dans celui d’un HLM de banlieue.

Inspecteur – Il est donc peu probable qu’un inconnu ait pu s’introduire dans cet hôtel sans être immédiatement repéré. La serrure de cette chambre a-t-elle été forcée ?

Réceptionniste – Non, je ne crois pas…

Inspecteur – Dans ce cas, cela fait de vous le principal témoin dans cette affaire, mon brave. Pour ne pas dire le suspect numéro un.

Réceptionniste – Mais enfin, Inspecteur…

Inspecteur – Vous êtes le concierge de cet hôtel. Vous avez les clefs de toutes les chambres. Vous auriez parfaitement pu pénétrer dans l’une d’elles pour vous servir.

Réceptionniste – Moi…? Me servir…?

Inspecteur – Et puis… vous étiez bien placé pour connaître les allées et venues des clients. Vous auriez pu agir sans avoir peur d’être dérangé…

Réceptionniste – Je vous assure, Inspecteur, que jamais…  

Inspecteur – Vous avez les clefs de toutes les chambres, oui ou non ?

Réceptionniste – Évidemment ! Cela fait partie de mes attributions ! Lorsqu’un client quitte momentanément l’hôtel, il laisse sa clef à la réception. Je l’accroche immédiatement au tableau jusqu’à son retour, et c’est tout…

L’inspecteur observe avec curiosité le tableau arc-en-ciel situé derrière le réceptionniste.

Inspecteur – Pourquoi un arc-en-ciel ? C’est un hôtel gay friendly ?

Réceptionniste – Chaque chambre de cet hôtel porte le nom d’une couleur. Il y a la chambre bleue, la chambre jaune, la chambre rose, la chambre verte, la chambre…

Inspecteur – Oui, bon, ça va, je crois que j’ai compris le principe…

Réceptionniste – La clef de chaque chambre est identifiée par un porte-clefs de la couleur correspondante. Et chaque porte-clefs trouve naturellement sa place sur ce tableau multicolore. C’est dans la chambre mauve que le vol a eu lieu. Mais je vous jure, Inspecteur, que..

L’Inspecteur hoche la tête d’un air dubitatif.

Inspecteur – Dans ce cas… vous paraît-il possible que quelqu’un d’autre que vous, un client de l’hôtel par exemple, ait pu… emprunter cette clef à votre insu, et la remettre à sa place après avoir commis son forfait ?

Réceptionniste (embarrassé) – Pour la tranquillité de nos hôtes, j’aimerais vous répondre que non, Inspecteur. Mais l’honnêteté m’oblige à vous avouer que ce n’est pas totalement à exclure.

Inspecteur – Voyez-vous ça…

Réceptionniste – Il peut m’arriver de m’absenter quelques instants de la réception pour régler un problème quelconque…

Inspecteur – Et cet après-midi, vous avez eu beaucoup de problèmes à régler ? 

Réceptionniste – Vers seize heures, j’ai quitté mon poste une minute ou deux pour fumer une cigarette dehors. Puis une autre fois vers dix-sept heures pour aller aux toilettes…

Inspecteur – Deux abandons de poste dans la même journée, donc… (Air mortifié du réceptionniste) Et vous avez remarqué quelque chose de particulier ?

Réceptionniste – Je n’ai rien vu la première fois. Mais la deuxième, lorsque je suis revenu, j’ai remarqué que la clef de la chambre mauve était accrochée à la place de celle de la chambre marron. Je n’y ai pas prêté attention sur le coup, même si je ne commets jamais ce genre d’erreur moi-même.

Inspecteur – Et quelle conclusion avez-vous tirée de cet incident ?

Réceptionniste – Aucune ! J’ai remis la clef à sa place, et c’est tout. Mais c’est vrai qu’après ce qui s’est passé… Oui, il est possible que quelqu’un ait emprunté la clef de la chambre mauve dans le laps de temps où je me suis absenté…

Inspecteur – Je vois… Un membre du personnel, peut-être ?

Réceptionniste – Le vol a eu lieu en milieu d’après-midi, cela met les femmes de ménage hors de cause, puisqu’elles n’ont accès aux chambres que jusqu’à quatorze heures.

Inspecteur – Bien… Reste donc à interroger les clients de l’hôtel. En commençant par la victime. La locataire de la chambre mauve…

Réceptionniste – Ah, vous avez de la chance, Inspecteur… Justement, la voici… C’est la veuve d’un riche armateur suisse.

Inspecteur – Je ne savais pas qu’il y avait des armateurs dans ce pays. En tout cas, à ma connaissance, il n’y a pas la mer en Suisse…

Réceptionniste – Il y a aussi plus de banques que d’habitants dans la confédération helvétique, et pourtant ces gens-là ne fabriquent à peu près rien.

Inspecteur – Il s’agit peut-être de cargos fictifs naviguant sous pavillon de complaisance…

Réceptionniste – Vous lui poserez la question vous-même, Inspecteur…

Inspecteur – Bonjour chère madame… Mes hommages du soir… Je suis ici pour enquêter sur le vol dont vous avez été la victime. Auriez-vous l’amabilité de répondre à quelques questions ?

Veuve – En tant que citoyenne helvétique, la collaboration avec la police est pour moi une seconde nature. Vous pouvez me poser toutes les questions que vous voudrez tant que cela ne touche pas au secret bancaire. Car pour cela, je serai muette comme un coffre-fort. (Elle sort un chocolat de son sac qu’elle lui tend) Un chocolat, Inspecteur ? Ils sont à la liqueur…

Inspecteur – Jamais pendant le service, merci… Alors… À quelle heure avez-vous quitté votre chambre, cet après-midi ?

Veuve – Voyons… J’ai quitté l’hôtel vers quatorze heures trente pour rendre visite à une amie qui n’a pas trop le moral.

Inspecteur – Son mari l’a quittée, peut-être…

Veuve – Oui, on peut dire ça comme ça. Il vient d’être incarcéré pour abus de biens sociaux. Il comptait sur son immunité de parlementaire pour échapper à la justice, mais malheureusement, il n’a pas été réélu…

Inspecteur – Les électeurs sont tellement versatiles, vous savez… On ne peut plus se fier à personne. Vous en avez fait l’expérience à vos dépens, malheureusement…

Veuve – En tout cas, je suis certaine que mon collier se trouvait encore dans son tiroir quand je suis partie. J’avais hésité à le mettre pour sortir avant d’y renoncer.

Inspecteur – Il est tout de même bien imprudent de votre part de ne pas avoir placé un bijou de cette valeur dans le coffre de l’hôtel.

Veuve – J’en conviens, Inspecteur. Mais que voulez-vous ? (Avec un regard accusateur vers le réceptionniste) Je pensais que dans un établissement de cette catégorie… D’autres questions ?

Inspecteur – Non… Enfin si… Pouvez-vous me confirmer qu’il n’y a pas la mer en Suisse ?

Veuve – Monsieur l’Inspecteur, nous avons mieux que la mer… Nous avons le Lac de Genève !

Inspecteur – Merci, ce sera tout pour le moment. (La veuve s’en va) Visiblement, la disparition de son collier ne la bouleverse pas plus que ça…

Réceptionniste – L’étendue de sa fortune lui permet de relativiser cette perte. Et son assureur la remboursera sans doute, en dépit de sa négligence. Quand je pense que moi, pour un simple dégât des eaux, j’ai dû me battre avec ma compagnie d’assurance pour… Mais excusez, je m’égare.

Inspecteur – Bon, je vais donc devoir interroger tous les autres pensionnaires de cet hôtel…

Réceptionniste – Pour ne pas nuire à la réputation de notre établissement, je vous serais reconnaissant d’éviter à nos clients l’humiliation d’une convocation au commissariat. À moins, bien sûr, de soupçons très fondés concernant l’un d’entre eux.

Un homme passe devant la réception. L’inspecteur jette un regard vers ses chaussettes, de couleurs différentes.

Inspecteur – Rassurez-vous, ce ne sera peut-être pas nécessaire. (Interpellant l’homme) Monsieur ?

Client – Oui…?

Inspecteur – Inspecteur Martinez…

Réceptionniste – Je croyais que c’était Ramirez…

Inspecteur – Vous permettez que je vous pose quelques questions ?

L’homme s’approche, prudemment.

Inspecteur – Je peux voir vos mains ?

Réceptionniste – Ne me dites pas que vous êtes aussi cartomancienne…

Le client, surpris, tend ses mains. L’inspecteur lui passe immédiatement les menottes.

Client – Mais enfin, Inspecteur !

Réceptionniste – Heureusement que je vous avais demandé d’être diplomate…

L’Inspecteur fouille dans la poche de l’homme et en sort un collier, sous le regard stupéfait du réceptionniste.

Client – Comment avez-vous deviné que c’était moi ? 

Inspecteur – Sur le tableau de la réception, le voleur avait remis la clef de la chambre mauve à la place de celle de la chambre marron. (Au réceptionniste)Pourquoi, à votre avis ?

Réceptionniste – Parce qu’il était pressé, peut-être…

Inspecteur – Peut-être aussi parce qu’il était daltonien ! 

Client – Mais alors, comment avez-vous su que j’étais daltonien ? 

Inspecteur – Dès que vous êtes passé devant moi, cher ami… Et que j’ai aperçu vos chaussettes.

Client – Mes chaussettes ?

Inspecteur – Elles ne sont pas de la même couleur ! 

Réceptionniste – Alors là, bravo Inspecteur. Quand je vous ai vu arriver tout à l’heure, je me suis dit que vous étiez un peu demeuré… Je dois reconnaître que j’étais loin de la vérité.

Noir

La chambre mauve Lire la suite »