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Averia de tele

3 – Avería de tele

Una pareja sentada en un sofá. La habitación esta vacía de cualquier otro mueble. No hacen nada, no dicen nada y miran fijamente delante de ellos.

Ella – ¿Qué hay esta noche en la tele?

El – No sé. ¿Por qué?

Ella – Por saber… (Un tiempo) ¿De veras no quieres que volvamos a comprar una?

El – Cuando teníamos tele no podíamos dejar de mirarla.

Ella – ¿Está hecha para eso, no?

El – ¡Éramos completamente adictos! ¡No hacíamos nada aparte de eso!

Siguen mirando fijamente delante de ellos.

Ella – ¿Y ahora qué hacemos ?

El – ¿Qué quieres que hagamos?

Ella – Nada…

El – Más vale, ya que mirar la tele… Cuando solo había una cadena, por lo menos… Pero ahora con el satélite…

Ella (nostálgica) – Cuando era pequeña no teníamos tele. Iba a mirarla en casa de mi vecinito…

El – ¿Quieres que pregunte al vecino si puedes ir a su casa a mirar la tele?

Silencio.

Ella – Podríamos discutir.

El le hecha una mirada preocupada.

Ella – Ya que no tenemos la tele, podríamos aprovecharlo para discutir.

El – Pues vamos. Tú empiezas.

Ella lo piensa.

Ella – ¿Me quieres?

El (desconcertado) – Podríamos empezar un poco más progresivamente, ¿no?

El lo piensa.

El – ¿Qué hay de cena esta noche?

Ella – Miércoles, es el día del pescado.

El – Normalmente es el viernes…

Ella – El viernes es conejo.

El – No muy católico todo esto, ¿no?

Silencio.

El – ¿Vamos a comprar pescado?

Ella – Iré. Tengo que comprar lentillas.

El – ¿Lentejas, con el pescado?

Ella – Lentillas… de contacto. ¿Y si comprara bacalao, para cambiar?

El – Es muy salado, ¿no?

Ella – Si lo pones en remojo toda la noche. Como la lentillas…

Silencio.

El – Si un día me engañaras, ¿me lo dirías?

Ella le mira con sorpresa.

Ella – Quieres decir: ¿si tú me engañaras, querría yo que me lo dijeras o no?

El – También, sí…

Ella – ¿Y por qué me preguntas esto?

El – Pues eso. Para hablar… Como ya no tenemos la tele.

Ella lo piensa.

Ella – ¿Cómo quieres que conteste esta pregunta?

El – Pues… sí o no.

Ella – ¿Tú crees realmente que es tan fácil?

El – ¿No lo es?

Ella – Contestar es aceptar ya la posibilidad de que me engañes.

El – ¿Y?

Ella – Es como si me preguntaras: ¿si te asesinara, preferirías que vaya a entregarme a la policía después o que intente escapar de la justicia?

El parece no entender la relación entre las dos cosas.

Ella – Esto supone que considere tranquilamente la posibilidad de que tú me asesines. Esta es la verdadera pregunta. La segunda… es secundaria.

El – Pero el adulterio no es un crimen. ¿Verdad?

Ella – El adulterio es causa de muchos crímenes…

El lo piensa, un poco preocupado.

El – ¿Así que si te engañara, podrías matarme?

Ella – En todo caso, si lo hiciera, sí que iría a entregarme a la policía después. La justicia siempre ha sido clemente con los crímenes pasionales…

Silencio.

Ella – Así que consideras tranquilamente la posibilidad de engañarme.

El – El 95% de los animales son polígamos. Los demás viven en parejas solo el tiempo de criar los chavales. Es la prueba de que la fidelidad no es una cosa natural…

Ella – No somos animales.

El – Queda un 5% de animales monógamos. Eso no hace de ellos seres humanos. ¿Por qué la fidelidad tendría que ser un criterio de humanidad?

Ella – Es el fundamento de la familia, que es el fundamento a su vez de la sociedad.

El – ¿Así que no me engañas por civismo?

Silencio.

Ella – ¿Te cuesta tanto serme fiel?

El – No… pero me estaba preguntando si la fidelidad tenía el mismo sentido para los hombres y para las mujeres.

Ella -¿Y a tu parecer, por qué los hombres son fieles? Cuando lo son…

El lo piensa.

El – ¿Para evitar las complicaciones?

Silencio.

El – Me estoy preguntando si no tendríamos mejor que comprar otra tele.

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El tiempo de las cerezas

Ella y él sentados en el sofá.

Ella – ¿Ves? El cerezo está en flor.

El – Ya es otro año…

Silencio.

Ella – Somos felices, ¿no?

El – Sí… (Después de un momento) Nos aburrimos, ¿no?

Ella – ¿Juntos?

El – ¿Qué te parece?

Ella lo piensa.

Ella – Podríamos cambiar el sofá…

El – ¿Qué haríamos con el viejo?

Ella – Ir de vacaciones…

El – ¿Para ir a dónde?

Ella – ¿Invitar a los vecinos?

El – ¿Para celebrar qué?

Ella – ¡La floración del cerezo!

El – Dicen que los japoneses hacen esto en primavera. Invitan a amigos a admirar su cerezo, beborroteando té, sin decir nada…

Ella – Mejor no tardar. Los primeros pétalos ya se caen.

El – Como mis cabellos.

Ella – ¿Tus cabellos?

El – Empieza por uno y luego te vuelves calvo sin darte cuenta… (Después de un momento) ¿A quién podríamos invitar?

Ella – A amigos.

El – La gente nunca está disponible…

Ella – Si les avisas de antemano.

El – Les invitas a tomar una copa y sacan sus agendas. En vez de tomar una copa discutimos una posible fecha. A la semana siguiente te llaman para decirte que al final no pueden y fijar otra fecha… A mí cuando me da la gana de tomar algo es enseguida. Dentro de dos o tres semanas, a lo mejor ya no tengo sed ¡No hay más improvisación!

Ella – Quizás justamente porque la gente tiene miedo de aburrirse.

El – ¡Ya verás! No estarán dispuestos. Te van a proponer una fecha. Mientras tanto, los pétalos del cerezo estarán por el suelo.

Ella – Un tapiz de pétalos es muy bonito también.

El – Hoy hace buen tiempo. ¿Qué tiempo hará dentro de un mes? Además de hacer coincidir las agendas, tendrías que consultar el servicio meteorológico. Invitar amigos se vuelve más complicado todavía que prever un eclipse. No… en vez de tratar de divertirme con tanta gente dentro de un mes, prefiero todavía estar seguro de aburrirme en seguida contigo.

Ella – Gracias…

El – Hace poco, mi mejor amigo me deja un mensaje. Hacía seis meses que no tenía noticias suyas. Lo llamo en seguida y le propongo tomar una copa. Me contesta que no está disponible, que me llamará para fijar una fecha. Todavía espero a que me llame. Ni siquiera sé porqué me llamó…

Ella – Quizás estaba un poco deprimido…

El – No sé si después de su llamada se sintió mejor. Dentro de seis meses, me llamará otra vez y será lo mismo. Eso es lo que llamamos amigos ahora. ¿Internet igual,  no? Nos dicen que es «amigable». No hablas con tu vecino de al lado, pero con esto vas a charlar con los chinos en esperanto. ¿Conoces a muchos chinos tú?

Ella – De pequeña, con mi vecino de enfrente, tratábamos de comunicarnos en Morse, de noche, con linternas de mano. Tampoco funcionaba muy bien…

El – La gente está siempre agobiada. ¿Qué tendrán que hacer tan interesante para no tener nunca un momento para tomar una copa con su mejor amigo de improviso? Yo trato de permanecer disponible. Pero nunca está nadie libre. Entonces me aburro… ¿No te aburres tú?

Ella – Contigo, jamás…

Silencio.

El – ¿Y si a pesar de todo la tomamos igual, esa copita?

Ella – ¿Los dos?

El – ¿Estarías disponible?

Ella – ¿Cuándo?

El – ¡Ahora mismo!

Ella – ¿Por qué no?

El – Voy a buscar los vasos.

Ella – Y yo los cacahuetes.

Llaman a la puerta.

El – ¿Esperamos a alguien?

Ella – No… ¿Quién podrá ser a esta hora? Vamos a cenar…

El hace un gesto de que tampoco lo sabe.

El – La gente es tan mal educada. No puede uno estar tranquilo cinco minutos, ni siquiera durante el fin de semana.

Ella – Voy a ver quién es…

El – No estoy para nadie.

Ella – ¿Y si es un amigo?

El lo piensa.

El – Le dices que nuestro cerezo de Japón está floreciendo… Y que vuelva cuando haya cerezas.

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Noche de bodas

Ella y él se dejan caer en el sofá, agobiados.

Ella – ¡Por fin! Pensé que nunca iban a marcharse…

El – Dicen que de cada diez parejas, siete no follan durante la noche de bodas… Ahora entiendo por qué…

Ella (cachonda) – ¿Tratamos de mejorar la estadística?

El – Te olvidas que despegamos a las cinco de la mañana… De Girona…

Ella – ¿De Girona?

El – ¡Ya te lo he dicho! Compré los billetes en una subasta de “E-Bay”…

Ella – ¿Por qué las compañías “low-cost” tienen que despegar de Girona? Quizás porque cuando despegas de Girona, te hace ilusión aterrizar en cualquier parte del mundo. Incluso en Bratislava…

El – Dicen que es muy bonita Bratislava… Durante la primavera…

Ella – ¿No te estás confundiendo con Praga?

El – Está por ahí al lado, ¿no?

Ella – Las Maldivas, es bonito todo el año… Y recuerda que la primavera empieza solo en dos meses…

El – Las Maldivas… Todo el mundo va, ¿no?

Ella – Es cierto que un viaje de bodas a Bratislava es mucho más original… No nos cruzaremos con muchos recién casados en el avión… La única pareja que había confundido Bratislava con Brasilia ha conseguido volver a vender sus billetes en “E-Bay”…

El – Nos pagaremos las Maldivas en unos años… Para nuestro aniversario de bodas…

Ella – Sí… Nuestras bodas de plata… Cuando no consiga entrar en el bikini…(Suspiro) La vida está mal hecha. Tendríamos que heredar a los veinte, empezar a trabajar a los cincuenta al acabar la jubilación y parir a los setenta, para no envejecer solos… Y la boda haría de extremaunción…

El – Por otro lado, una vida sin suegra… No sé si valdría la pena…

Ella – ¿Crees que te querré todavía dentro de veinte años?

El – No tendrás dónde escoger… Cuando no entres en ningún traje de baño…

Ella – Una amiga mía dijo “no” el día de su boda. De broma. Quería decir “sí” en seguida después… Pero el cura no lo encontró divertido. La chica tuvo que esperar seis meses antes de volver a la iglesia… Parece que hay un plazo de prescripción. Como para sacar el carné de conducir. No puedes volver a presentarte en seguida después de haber fallado… ¿Lo sabías?

El – No…

Ella – Son aburridas las bodas, ¿no?

El – Uno no se casa para divertirse…

Ella – No me digas que es para ir de viaje a Bratislava desde Girona en medio de la noche, si no realmente no sé por qué he dicho sí… ¿En qué país queda Bratislava exactamente?

El – No sé… Praga era la capital de Checoslovaquia…

Ella – Así que ni siquiera sabes dónde me llevas de viaje de bodas… Mi madre tenia razón. No sé dónde voy contigo…

El – Espera… Ahora Praga es capital de Chequia… Bratislava tiene que ser capital de Eslovaquia. O Eslovenia… Bueno, de todas formas, queda en la zona euro! Ni siquiera tendremos que cambiar dinero…

Ella – Y tú… ¿ Me querrás todavía dentro de veinte años?

El – ¿Como no querer toda la vida a una chica que acepta seguirme a un país desconocido de la zona euro?

Ella – Si es para ponerme a prueba, entonces…

Secuencia emocional, interrumpida por él.

El – No quiero apurarte, pero el avión despega dentro de dos horas. Y Girona no queda exactamente aquí al lado…

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Entrada de los artistas

Entrada de los artistas

La oscuridad se hace, como si el espectáculo fuera a comenzar. Pero nada ocurre durante un tiempo bastante largo para instalar un cierto malestar en el público. La luz vuelve en un rincón de la sala donde un espectador y una espectadora, que parecen no conocerse, están sentados juntos. El hombre consulta nerviosamente la “Guía del Ocio” y echa un vistazo a su reloj. La mujer toma palomitas de un gran cucurucho y las come compulsivamente de una manera poco discreta.

El – Perdón… ¿Sabes lo que pasa?

Ella (con un gesto de ignorancia) – Pues… esperamos a los cómicos…

El – Hasta ahora solo los espectadores maleducados llegaban con retraso al teatro. Si los actores hacen igual…

Silencio.

Ella (preocupada) – ¿Me permites echar un vistazo a tu guía? En caso de que la actuación se anule…

El le da su Guía del Ocio. Ella no sabe cómo cogerla con su cucurucho de palomitas entre las manos.

Ella (dándole su cucurucho de palomitas) – ¿Quieres?

El duda un momento antes de aceptar, para liberarle las manos. Ella hojea la guía, sin encontrar lo que está buscando. El come palomitas con una mueca de disgusto.

Ella (renunciando) – No encuentro nada en esta guía…

El – Y a mí no me gustan las palomitas…

Ella le devuelve su guía y recoge su cucurucho.

Ella – ¡Qué le vamos a hacer…! Ya es tarde para el cine… Tendremos que esperar…

El – A ver si por lo menos vale la pena…

Ella (preocupada) – ¿Las críticas son malas?

El (mirando hacia el público) – No hay mucha gente en la sala…

Ella – Mira, las críticas, no significan mucho… A veces, en el teatro, se ven cosas… ensalzadas por la prensa especializada… duran siglos… Nadie se atreve a decir que se aburre por miedo a pasar por un idiota. Y después les dicen: la prueba de que es una obra profunda es que no habéis entendido nada…

El – Con la comedia ya no es tan fácil. Si la gente no se ríe durante la representación no les van a decir después: es una comedia muy divertida, pero solo para los críticos.

Ella – ¿Eres crítico?

El (sorprendido) – ¿ Tú no?

Ella – Actriz…

El – ¡Ah, sí… Por supuesto…!

Ella – Menos los cómicos y los críticos, nadie va al teatro ahora, ¿no? De cada dos espectadores por lo menos uno es un actor. Acabaremos por no saber dónde está el escenario…

El – ¿Conoces la obra?

Ella – No… pero una amiga mía actúa en ella. Vengo a verla… para hacerle un favor.

El – ¿Es una actriz famosa?

Ella – Hace más bien teatro…

El – Entonces… (Sospechoso) ¿Y tú eres verdaderamente actriz?

Ella (preocupada) – ¿ Encuentras que no actúo bien?

El – ¡Sí, sí… Actúas muy bien!

Ella – Actriz de noche y… guarda de museo de día.

El – Vista la modernidad del repertorio, no es tan diferente…

Silencio.

Ella – No tengo más palomitas…

El (en un suspiro) – Quizás hayamos muerto de hambre antes del comienzo del espectáculo…

Ella – Sí… Parece que nos han olvidado…

El – Dentro de unos años, una asistenta encontrará nuestros dos esqueletos cogidos de la mano.

Ella – ¿Cogidos de la mano…?

El – Al ver llegar el fin, a lo mejor nos abandonamos en un gesto de ternura. Somos como dos náufragos en una isla desierta, ¿no? No tenemos dónde escoger…

Ella – ¿Crees que van a devolvernos el dinero?

El (sorprendido) – ¿Has pagado la entrada?

Ella – No…

El – ¿Así que…?

Se levantan para salir.

El – A lo mejor podemos volver otra día…

Ella – Si la obra está todavía en cartelera…

El – Iremos a ver otra.

Ella – ¿Es una invitación?

El (sacando un cartón) – Para dos.

Ella – Espero que esta vez comiencen en punto… ¿Qué es?

El (leyendo el cartón) – “Ella y él”…

Ella – Parece aburrido, ¿no?

El – Perdona, voy a volver a conectar el móvil…

Ella – ¡Ah, sí…! Había olvidado apagar el mío…

Se van. Oscuridad en la sala.

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La Mère Noël

Une femme arrive, en Mère Noël. Elle allume une cigarette ou se met à vapoter. Un homme arrive à son tour. Il aperçoit d’abord l’autre de dos, et est un peu surpris par son costume de Père Noël. Il est encore plus étonné lorsque la femme se retourne, et qu’il voit que c’est une Mère Noël.

Homme – Bonjour…

Mère Noël – Salut.

Homme – Vous…?

Mère Noël – Je viens pour l’arbre de Noël.

Homme – L’arbre de Noël…?

Mère Noël – L’arbre de Noël de la société. Celle pour laquelle vous travaillez, j’imagine.

Homme – Ah oui, c’est vrai… L’arbre de Noël… Je ne savais même pas que ça existait encore… Maintenant, avec toutes ces lois sur la laïcité…

Mère Noël – Vous n’avez pas d’enfants…

Homme – Pas le temps, malheureusement. Dans vingt ou trente ans, peut-être… Si la complémentaire santé de ma boîte accepte de rembourser la congélation de mes spermatozoïdes jusqu’à l’âge de ma retraite. Et donc vous…?

Mère Noël – Je travaille une année sur deux pour le Comité d’Entreprise. Je suis intermittente. Le reste de l’année, je fais du théâtre. Mais vous savez, le théâtre…

Homme – Oui… Il faut bien gagner sa vie… Et vous n’avez pas de barbe ?

Mère Noël – Vous préféreriez que j’ai une barbe ?

Homme – Non, non, vous… Vous êtes tout à fait charmante comme ça… Mais pourquoi une année sur deux ? Noël, c’est tous les ans. Ne me dites pas que le Comité d’Entreprise a décidé de ne fêter Noël que les années impaires, pour faire des économies ?

Mère Noël – C’est à cause de la parité.

Homme – La parité ?

Mère Noël – Pour lutter contre le sexisme, le Comité d’Entreprise a décidé qu’une année sur deux, le Père Noël serait une femme.

Homme – Ah oui…

Mère Noël – Si on y réfléchit bien… Il n’y a pas de raison que seuls les intermittents de sexe masculin puissent espérer trouver un job d’appoint pendant les fêtes.

Homme – Je vous avoue que je n’avais jamais pensé à ça.

Mère Noël – Pour nous, entre les arbres de Noël, les animations dans les grands magasins, les soirées privées… c’est une activité saisonnière très importante. L’année dernière, c’est ça qui m’a permis de sauver mon statut.

Homme – De Mère Noël…

Mère Noël – D’intermittente !

Homme – Bien sûr…

L’homme se met à vapoter à son tour.

Homme – Et vous, vous avez des enfants ?

Mère Noël – J’ai en des milliers…

Homme – Ah oui ? Une erreur de manipulation lors de la décongélation de vos ovules, peut-être ?

Mère Noël – Je suis la Mère Noël ! Tous les enfants sont mes enfants.

Homme – D’accord…

Ils fument un moment.

Homme – Et… est-ce qu’il y a un Père Noël ?

Mère Noël – Ne me dites pas qu’à votre âge, vous vous posez encore la question ?

Homme – Je voulais dire, est-ce que quand vous rentrez chez vous, il y a un Père Noël qui vous attend dans votre chaumière, avec qui vous partagez toutes les tâches ménagères selon les strictes règles de la parité homme-femme ?

Mère Noël – Eh bien non. Puisque vous voulez tout savoir, personne ne m’attend en bas avec un traîneau. En ce qui me concerne en tout cas, le Père Noël n’existe pas…

Homme – C’est curieux, mais contrairement à la première fois où j’ai entendu ça, aujourd’hui j’aurais plutôt tendance à trouver que c’est une bonne nouvelle…

La mère Noël écrase sa cigarette ou range son vapoteur.

Mère Noël – J’y retourne… Il faut que je finisse de décorer l’arbre… Et après j’en ai pour une heure de RER avant de rentrer chez moi…

Homme – J’ai ma voiture en bas. Moi aussi j’ai un truc à finir et après je m’en vais. Je vous dépose, si vous voulez. C’est sur mon chemin.

Mère Noël – Je ne vous ai pas encore dit où j’habitais.

Homme – Mais je sais déjà que c’est sur mon chemin.

Mère Noël – La magie de Noël…

Ils sortent.

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Dernière cigarette

Antoine revient. Clara arrive peu après.

Clara – Vous êtes encore là ?

Antoine – Personne ne m’attend à la maison. Vous non plus, apparemment.

Clara – Non.

Antoine – Mais c’est la dernière fois que je fais des heures sups. Quelques dossiers à boucler avant de partir.

Clara – Partir ?

Antoine – J’ai donné ma démission aujourd’hui.

Clara – Pas à cause de moi, j’espère.

Antoine – Pourquoi pas ?

Clara – Pour éviter qu’on travaille dans la même boîte au cas improbable où nous viendrions à avoir des relations sexuelles ensemble ? Dans ce cas, c’est dommage. Ce n’était vraiment pas la peine.

Antoine – Vous êtes tellement sûre qu’on ne couchera jamais ensemble ?

Clara – Surtout parce que je travaille en intérim. Ma mission ici s’achève ce soir de toute façon…

Antoine – Alors comme ça on est chômeurs tous les deux.

Clara (ironique) – Plus rien ne s’oppose à notre amour…

Il l’embrasse et elle se laisse faire.

Antoine – J’ai actualisé un peu mes méthodes de drague. Et j’ai arrêté les blagues.

Clara – Je vois ça… Ça ne rigole plus.

Antoine – Disons que c’est un peu plus direct.

Clara – Ça ne me déplaît pas.

Antoine – Il commence à faire nuit. On va bientôt voir les étoiles.

Clara aperçoit quelque chose contre une des parois de la terrasse, qui peut rester invisible.

Clara – C’est quoi ces plaques avec ces inscriptions ?

Antoine – Ah vous n’êtes pas au courant ? C’est vrai que vous êtes en intérim. Ce sont des épitaphes.

Clara – Des épitaphes ?

Antoine – Il y a des sociétés qui mettent des crèches à la disposition de leurs salariés. Eh bien les propriétaires de cette tour fournissent aux employés un jardin du souvenir, pour les cendres des défunts.

Clara – Un jardin du souvenir…

Antoine – Enfin, une terrasse du souvenir, si vous préférez. Les proches du disparu peuvent disperser ses cendres du haut de la tour. Ou à défaut, c’est le patron qui s’en charge.

Clara – Et cette terrasse du souvenir fait aussi office d’espace fumeurs…

Antoine – Au prix où est l’immobilier en ville… Et puis comme ça, nos chers défunts fumeurs ont un peu l’impression d’être en pause.

Clara – Une pause définitive.

Antoine – Le tabac a largement contribué au règlement définitif du problème des retraites…

Clara – Et le cimetière est devenu une dépendance du bureau. Qu’est-ce qu’il y a d’écrit sur ces épitaphes ?

Antoine s’approche pour en lire quelques unes.

Antoine – Voyons voir… (Lisant) « En ce moment, je suis surbooké, mais on se rappelle très vite »… « Je ne suis pas là, mais vous pouvez me laisser un message »… « Le changement, c’est maintenant »… « Demain j’arrête de fumer »…

Clara – Édifiant…

Antoine – Écoutez ça, on dirait un aphorisme : « Contrairement aux particules, les testicules ne peuvent pas se trouver à deux endroits différents en même temps »…

Ils échangent un regard.

Clara – C’est vrai que c’est très romantique, cet endroit, mais on ne va peut-être pas s’éterniser.

Antoine – Je peux fumer une dernière cigarette ?

Clara (ferme) – Si vous voulez me suivre, c’est maintenant.

Antoine – Ok.

Ils se dirigent vers la sortie.

Antoine – Vous habitez où ?

Clara – Juste à côté. Vous voulez boire un verre à la maison ?

Antoine – D’accord. Mais je vous préviens, je ne couche jamais le premier soir.

Clara – Ça y est, vous recommencez avec vos blagues.

Ils partent ensemble.

Un personnage (homme ou une femme) arrive. Il fume une cigarette ou vapote un instant en silence, avant de s’adresser au public.

Personnage – C’est ma dernière cigarette. C’est fini. Je décroche. Je ne sais pas pourquoi je vous dis ça. En tout cas demain, ce sera sans moi. J’ai longtemps hésité, et puis j’ai fini par me décider. Ce n’est jamais le bon moment, non ? Ce n’est pas tous les jours facile de trouver une bonne raison de continuer. Mais croyez-moi, c’est encore plus difficile de s’arrêter là, sans raison. Je ne sais pas comment ils font, tous ces gens qui laissent un petit mot derrière eux. Une lettre de démission. Qu’est-ce qu’ils espèrent encore ? Un peu de compréhension ? Je pars en silence. Sans lettre T pour la réponse. Qu’est-ce que je pourrais leur dire ? Qu’est-ce qu’ils pourraient comprendre ? Même moi je ne me comprends pas. La vie ne me comprend plus. Et s’ils me répondaient ? Qu’est-ce qu’on peut bien répondre aux abonnés absents ? Je pars sans un mot. Sans préavis. Je libère la place. Parce que je serai remplacé, bien sûr. Vous aussi. Faut pas rêver. Dans la foule, personne n’est irremplaçable. Quand tu n’es plus là, ce sera un autre. Ici ou ailleurs. Un peu plus tard ou juste après. C’est ta vie qui veut ça. La vie des autres… (Il écrase sa cigarette ou range son vapoteur)Non, si je pouvais leur dire quelque chose avant de partir, je leur dirais seulement : ne vous inquiétez pas, je vais me fondre dans la foule. Je ne suis plus là. Je serai la multitude (Un temps) Ce n’est pas la mort. C’est juste une nouvelle vie qui commence…

Le personnage s’en va.

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Ministère du plan

Un homme et une femme arrivent.

Gina – Tu ne fumes plus.

Alain – Non, j’ai arrêté.

Gina – C’est bien.

L’autre se prépare une ligne de coke et la sniffe.

Alain – En revanche, je me suis remis à la coke.

Alain sort. L’autre reste là. Arrive une autre femme.

Brigitte – Salut.

Gina – Salut.

Brigitte – Je n’arrive pas à décrocher.

Gina – Moi non plus.

Brigitte – C’est le boulot. Ça me stresse, alors je fume pour décompresser.

Gina – C’est le boulot, qu’il faudrait arrêter.

Brigitte – C’est sûr. Mais je me demande si n’aurais pas encore plus de mal à arrêter le boulot.

Gina – Le boulot, c’est une drogue dure. Ça devrait être interdit.

Brigitte – Oui. Vous êtes dans quoi, vous ?

Gina – Contentieux.

Brigitte – Contentieux ?

Gina – Recouvrement de créances, ce genre de trucs.

Brigitte – Cool. Ça vous plaît ?

Gina – Depuis que je suis toute petite, je rêvais de harceler de pauvres gens surendettés et de leur extorquer leurs dernières économies pour payer leurs crédits sur des produits dont ils n’ont pas besoin.

Brigitte – Je vois…

Gina – Et vous ? Vous travaillez aussi pour faire le bonheur de l’humanité.

Brigitte – Conseillère bancaire… Ça devrait être interdit par la loi d’appeler conseillers bancaires des gens qui sont des commerciaux. On n’est pas là pour dispenser des conseils, on est là pour vendre des produits.

Gina – Oui… Mon conseiller Veolia m’appelle tous les soirs pour savoir si je n’ai besoin de rien… C’est bien le seul, d’ailleurs…

Brigitte – Vous avez vu le nombre de boîtes de service à la personne qui fleurissent maintenant à côté des magasins de cigarettes électroniques.

Gina – C’est quoi, les services à la personne ?

Brigitte – Ménage, cuisine, conversation…

Gina – Alors maintenant, pour parler à quelqu’un, il faut payer.

Brigitte – Rassurez-vous, avec moi c’est gratuit. Pour l’instant.

Gina – Vous vous souvenez de l’époque où les banques étaient nationalisées, où Gaz de France était une entreprise d’état et Renault une régie ?

Brigitte – J’étais trop jeune, mais on m’a raconté.

Gina – Il paraît même qu’il y avait un Ministère du Plan.

Brigitte – C’était avant la chute du Mur de l’Atlantique, non ? Du temps où la France était un pays communiste.

Gina – Avec à sa tête un Général.

Brigitte – Même les autoroutes à péages étaient des services publics. Au moins on savait par qui on se faisait entuber.

Gina – On vit une drôle d’époque…

Brigitte – Allez, il faut que je retourne bosser. Merci, ça m’a remonté le moral de discuter un moment avec vous.

Elles partent.

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Petite déprime

Deux personnages arrivent et se mettent à fumer.

Fred – Ça va ?

Al – Ouais… Enfin non.

Fred – Qu’est-ce qui se passe ? Des problèmes personnels ?

Al – Eh bien non, justement. Je n’ai aucun problème personnel. D’ailleurs, je n’ai aucune vie personnelle.

Fred – Alors qu’est-ce qui ne va pas ?

Al – Je ne sais pas… Une sensation de vide… Le sentiment de ne pas être à ma place… J’ai l’impression que pendant que je suis ici, ma vie se déroule ailleurs. Sans moi. Tu as déjà ressenti ça ?

Fred – C’est un petit coup de déprime. Tu devrais peut-être voir un médecin. Il te donnera quelque chose. Faut pas rester comme ça, tu sais. Faut pas rigoler avec ça.

Al – Pour ça, je peux te rassurer tout de suite. Je ne rigole plus depuis très longtemps. C’est simple, je ne me souviens même pas quand j’ai rigolé pour la dernière fois.

Fred – Alors qu’est-ce que tu compte faire ? Tu ne vas pas faire une bêtise au moins. Je veux dire, comme de démissionner ?

Al – Je ne sais pas… C’est curieux, la vie. Au début, on se dit qu’on a des problèmes, mais qu’on va tous les régler un par un, et qu’après on sera tranquille. Et puis après, on se rend compte que quand on a réglé ces problèmes, il y en a d’autres qui se présentent. Et qu’il y aura toujours d’autres problèmes à régler. Le temps passe et à partir d’un certain âge, on commence à se dire que tous ces problèmes, un jour, ce ne sera plus les nôtres. Parce qu’on ne sera plus là, tout simplement. Je crois que j’ai atteint cet âge-là. Ça n’apporte pas la sérénité, mais ça permet une certaine distance. Tu savais que Chéreau est mort ?

Fred – Ne me dis pas que c’est ça qui te met dans cet état-là… Tu le connaissais personnellement ?

Al – Non…

Fred – Je ne savais pas que tu t’intéressais au théâtre.

Al – Je n’y vais jamais.

Ils s’en vont. Deux autres arrivent.

Mok – Tu as entendu ça ? Patrick Chéreau est mort.

Zac – Patrice.

Mok – Quoi ?

Zac – Patrice Chéreau.

Mok – Cancer du poumon. Le tabac, c’est vraiment une saloperie. Gainsbourg, c’est pareil. S’il n’avait pas fumé autant, et qu’il avait fait un peu plus de sport, il serait peut-être encore vivant.

Zac – Et si Hendrix avait plutôt joué du violon dans un orchestre philarmonique, il serait sûrement toujours parmi nous aujourd’hui.

Moc – Je me demande bien ce qu’il ferait, tiens.

Zac – Il jouerait au scrabble dans sa maison de retraite médicalisée avec Jim Morrison, James Dean et Janis Joplin.

Mok – Tu as raison, ce serait bizarre… Tu crois que ça ne vaut pas le coup d’arrêter de fumer ?

Zac – Mais tous ces gens dont on parle, ils avaient déjà atteint le sommet de leur art. Nous on cherche encore dans quoi on pourrait bien être bon à quelque chose.

Mok – Je crois que si on était des génies, ça se saurait déjà.

Zac – Cervantès a écrit Don Quichotte à plus de cinquante ans. On a encore de l’espoir.

Mok – Alors il faut être un génie pour avoir le droit de se ruiner la santé, c’est ça ?

Zac – Qu’est-ce que tu veux ? On est de la race des baisés. C’est comme ça.

Ils sortent.

Bureaux et Dépendances

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Retraite

Un PDG arrive accompagné d’un autre personnage, homme ou femme.

PDG – Alors mon vieux, qu’est-ce que vous allez faire maintenant que vous êtes à la retraite ?

Dany – Oh vous savez, je ne vais pas avoir le temps de m’ennuyer.

PDG – Vous croyez ?

Dany – Je ferai tout ce que je n’ai pas eu le temps de faire jusqu’ici.

PDG – Ah oui ? Quoi par exemple ?

Dany – Je ne sais pas…

PDG – Faire du vélo ? Aller à la pêche ? Jouer aux boules ?

Dany – Pourquoi pas, oui…

PDG – Moi je dis que vous allez vous emmerder, mon vieux, vous verrez.

Dany – Au début, peut-être un peu.

PDG – Le boulot, c’est pire que le tabac, question accoutumance. On ne devrait jamais commencer. Après il est trop tard. C’est l’addiction. La dépendance.

Dany – Alors je prendrai la retraite comme une cure de désintoxication.

PDG – La retraite, c’est comme les 35 heures, ça ne devrait pas exister. D’ailleurs, ça n’existe déjà presque plus. Vous serez peut-être le dernier à profiter de cette aberration.

Dany – Vous croyez ?

PDG – Aujourd’hui, les gens vivent jusqu’à plus de cent ans, et ils meurent en bonne santé. Vous vous sentez vieux, vous, mon vieux ?

Dany – Mon Dieu…

PDG – D’accord, vous n’avez pas autant la niaque qu’un type de vingt ans, et vous nous coûtez beaucoup plus cher, mais bon… On pourrait vous trouver un petit boulot subalterne payé au SMIC pour terminer votre carrière sur terre. Ou même un travail bénévole, tiens. Ça vous dirait de travailler à la cantine ? On manque de personnel à la plonge.

Dany – Ma foi…

PDG – Mais je déconne, mon vieux ! Vous croyez tout ce qu’on vous dit, vous, hein ? Ça on peut dire que vous n’êtes pas contrariant. (Le PDG s’approche du bord de la scène) Il y a une vue magnifique, d’ici, je n’avais jamais remarqué…

L’autre s’approche derrière lui les bras tendus comme pour le pousser dans le vide. Mais le PDG se retourne au dernier moment et se méprend sur le sens de son geste, qu’il interprète comme une tentative pour l’embrasser.

PDG – Allez mon vieux, il ne faut pas être aussi sensible.

Il le prend dans ses bras et l’étreint un instant.

PDG – On va vous regretter. Des types comme vous, on n’en fait plus, heureusement. Profitez bien de votre retraite, elle nous coûte assez cher comme ça.

Dany – Merci Monsieur le Président.

Le PDG commence à s’éloigner.

Dany – Monsieur le Président !

PDG – Oui ?

Dany – Merde !

PDG – Comme au théâtre, alors ? Merci de me souhaiter bonne chance, mon vieux.

Le PDG s’en va.

Dany – Je n’aurais même pas réussi à lui dire merde avant de partir…

Il sort.

Arrivent deux personnages, hommes ou femmes. Ils se mettent à vapoter.

Micky – Ça fait longtemps que tu bosses ici ?

Rapha – C’est mon premier jour. Et toi ?

Micky – Moi aussi. Et je crois que ça va être le dernier.

Rapha – Tu es en intérim ?

Micky – Non mais je viens de dire merde à mon patron.

Rapha – Tu aurais dû attendre la fin de ta période d’essai.

Micky – Temporiser, ce n’est pas mon style. Je suis un impulsif.

Rapha – Et qu’est-ce que tu vas faire, alors ?

Micky – Je vais peut-être me barrer à l’étranger.

Rapha – Ah oui ? Où ça ?

Micky – Je ne sais pas. En Chine, peut-être.

Rapha – Tu parles chinois ?

Micky – J’apprendrai. La Chine, c’est là bas que ça se passe, maintenant, non ?

Rapha – Ouais, peut-être.

Micky – Tu veux qu’on bouffe ensemble à midi. J’écoulerai mes derniers tickets restaurant…

Rapha – Ok.

Micky – On bouffera chinois.

Rapha – Comme ça tu pourras commencer à apprendre la langue.

Ils s’en vont.

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Nouveaux horizons

Une terrasse. Un homme et une femme arrivent. Ils vapotent un instant en silence.

Jacques – Ça va ?

Corinne – Ça va.

Jacques – Tu veux qu’on aille voir un film ?

Corinne – Ce soir ?

Jacques – Ben oui, ce soir.

Corinne – Ouais, qu’est-ce qu’il y a ?

Jacques – Je ne sais pas, il faudrait regarder. Je regarderai tout à l’heure.

Corinne – Ok. Si tu veux après, on peut se faire un resto.

Jacques – Ouais, je ne sais pas.

Corinne – Sinon, j’ai fait des courses.

Jacques – Ok.

Il s’approche du bord de la scène et regarde au loin.

Jacques – Je n’avais jamais remarqué que d’ici, on pouvait voir la tour où on habite.

Corinne – Non ?

Elle s’approche.

Jacques – Mais si regarde, juste de l’autre côté du périphérique.

Corinne – Je ne vois pas…

Il désigne avec le doigt.

Jacques – À droite de la centrale thermique. Cette tour avec le toit couvert d’antennes relais. C’est chez nous !

Corinne – Ah oui, tu as raison. C’est marrant.

Jacques – Ouais.

Ils regardent un instant ce spectacle en silence.

Jacques – Je me demande si je ne vais pas changer de boulot.

Corinne – Ah oui ? Pourquoi pas…

Jacques – Ça casserait un peu de la routine.

Corinne – Mais quand tu dis changer de boulot…

Jacques – Ah non, mais je resterai dans la même branche, rassure-toi.

Corinne – Tu veux dire changer de boîte.

Jacques – Un collègue vient de m’avertir qu’un poste d’informaticien vient de se libérer dans la société où il travaille.

Corinne – Ah oui ? Et c’est où ?

Jacques – Au troisième étage.

Corinne – Ah d’accord…

Jacques – On pourra toujours prendre nos pauses ensemble.

Corinne – Ah oui… Si tu penses que c’est mieux.

Jacques – Bon allez, on y retourne.

Corinne – Ok…

Ils s’en vont.

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