Breves del Tiempo Perdido

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Hasta 30 personajes (hombres o mujeres)

Sobre el tiempo, la vida, la muerte, el amor… y el eterno regreso.


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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GUION COMPLETO DE LA OBRA

BREVES DEL TIEMPO PERDIDO


Despierto

1 – Maniobras de aproximación

2 – Promesas de amor

3 – Autopista

4 – Blanco

5 – Diferencia horaria

6 – Partida de pesca

Pausa

7 – Exceso de lentitud

8 – Fuera de temporada

9 – Frente a frente

10 – Memoria

11 – Futuro

12 – Recuerdos y proyectos

Telón

Despierto

Poco a poco se hace la luz. Una pareja duerme bajo la sábana. De pronto, se oye el martilleo del palo sobre la tablas, seguido de los tres golpes. Él se incorpora sobresaltado y se cae de la cama. Vestido con un pijama a rayas (como si fuera un preso de un campo de concentración) abre desmesuradamente los ojos y se frota las costillas haciendo muecas, antes de echar una mirada a su alrededor. No parece reconocer nada. Se paraliza al darse cuenta de que los espectadores le miran. Sacudiendo la cabeza como si estuviera en un mal sueño regresa a la cama y cae de bruces encima de Ella, que también en pijama rayado había comenzado a despertarse mientras se giraba. Juntos dan un grito de espanto al descubrirse el uno al otro.

Ella y Él – ¡Oh!

Ella cubre con sus manos su pecho en un gesto de pudor.

Ella – ¿Qué hace aquí?

Él – ¿Y usted?

Ella no puede responder, se incorpora en su lado de la cama y hace más o menos los mismos movimientos que él anteriormente.

Ella – ¿Pero dónde estamos?

Él – Ni idea…

Ella (volviéndose hacia él) – ¿A pesar de todo sabe usted cómo se llama?

Él (hace gestos de negación) – ¿Y usted?

Ella se encoge de hombros.

Ella (en todo maternal) – Si estamos en un campo de verano, dentro del pijama, encontrará seguramente un nombre, cosido por su madre en una pequeña etiqueta.

A Él le parece esto una idea extraña.

Ella – Mire, haga el favor…

Se acerca a Él para mirar detrás del cuello de pijama. Él se aparta hacia atrás, pero acaba por dejarse hacer.

Ella (triunfante) – ¡Ah sí, hay algo escrito! (Trata de descifrarlo, sin éxito) ¡No logro leerlo! Quíteselo para ver…

Él de nuevo se aparta, pero finalmente acepta quitarse la chaqueta del pijama. En lo sucesivo Él estará desnudo de cintura para arriba. Manifiesta una cierta molestia. A menos que simplemente tenga frío. Ella estudia la etiqueta y lee.

Ella – Adán…

Él – ¿Adán?

Él se frota las costillas.

Ella – ¿Está herido?

Él – No es nada. Debí romperme una costilla al caer de la cama. (Pausa) ¿Y usted?

Ella – Pues, muy bien…

Él – No, quiero decir, que a lo mejor, usted tiene también su nombre en una etiqueta cosida en alguna parte. Mire a ver…

Se acerca a ella a paso decidido. Ella lo para mediante un gesto firme.

Ella – ¡Lo veremos más tarde!

Él se resigna.

Él (escéptico) – Un campo de verano… ¿Usted cree? No hay nadie…

Ella – Quizá somos los primeros…

Él – O los últimos…

De nuevo se dan la vuelta, cada uno hacia un lado, y se encuentran cara a cara.

Él – ¿Nos vimos ya en alguna parte?

Ella (irónica) – En sus sueños, posiblemente… (Agresiva) Entonces, ¿verdaderamente no ve ningún medio de escapar de aquí?

Él – Eh… Oh… no estamos casados, ¿no? ¿Por qué voy a ser yo quien la saque de aquí?

Ella – Discúlpeme…

Él suspira, no sabe qué hacer.

Él (suspirando) – Bueno… ¿Qué hacemos?

Ella (dubitativa) – ¿Estamos obligados a hacer algo?

Él (decidido) – Me horroriza quedarme inactivo. ¡Me vuelvo a acostar!

Él se vuelve a acostar.

Ella – Bueno…

Él – ¿Y si se tratara de una pesadilla…? Vamos a despertar, y todo irá mejor…

Ella – O peor…

Hacen intención de volver a acostarse, se sienten un poco molestos de tener que compartir la misma cama.

Él – ¿Usted prefiere algún lado en concreto?

Ella – No…

Él – Estupendo… Pues voy a repetir el mismo, entonces.

Se estira en el mismo lado que al principio.

Ella (irónica) – ¿Las pequeñas costumbres ya?

Ella se acuesta en el otro lado, pero no tiene aspecto de tener ganas de dormir.

Él – ¿Puedo apagar…?

Ella – Habría leído un poco, pero ni siquiera tenemos el texto de la obra…

Él – Apago, entonces. (Busca cómo apagar) No veo interruptor…

La luz baja progresivamente. Él se vuelve hacia Ella.

Él – Muy bien, pues… Uno de estos días, entonces…

Ella – Eso es… Uno de estos días…

Oscuro.

Ella – ¿Programo el despertador?

Él – ¿Mañana no es domingo?

Ella – No hay despertador, de todos modos…

1 – Maniobras de aproximación

Un hombre y una mujer están sentados al lado uno de otro en un avión. Ella duerme contra la espalda de él, como si fueran una pareja. Ella despierta poco a poco… y se da cuenta que estaba durmiendo contra la espalda de un desconocido.

Ella (confusa) – Perdón, lo siento… Tendría que haberme avisado…

Él – No quise despertarla…

Ella – ¿He dormido mucho tiempo?

Él – Hemos empezado los trabajos de aproximación…

Ella – ¿Los qué…?

Él – Digo… Las maniobras de aproximación… Para el aterrizaje…

Ella – Claro…

Ella vuelve a ordenar un poco su cabello con un gesto de la mano.

Ella (amable) – ¿Está de vacaciones?

Ella (a la defensiva) – Pues… No… (Después de un ligero titubeo) Voy a reunirme con mi marido…

Él (decepcionado) – Ah… ¿Y… qué hace su esposo?

Ella – Es… médico… Trabaja para una ONG…

Él – Ah, si, por supuesto… En un país como este… Fuera del turismo y del humanitario… Algo de prostitución… Y el tráfico de droga, claro…

Ella parece un poco despistada.

Ella – ¿Y usted? ¿Está de vacaciones?

Ella – Pues, tampoco… Estoy en el… tráfico de armas.

Ella (sorprendida) – Quiere decir…

Él – Kalachnikov, tubo antitanque, minas anti-personales… Acabo de recoger media-docena de carros de asalto casi nuevos. Si está interesada…

Ella – No gracias… Mi marido ya tiene un todo terreno…

Él – Tiene razón, es mucho más cómodo. ¡Y más ecológico! Un tanque, es muy difícil de aparcar, sobre todo en la ciudad, y consume casi tanto como este avión…

Ligera sacudida que los personajes pueden marcar con un pequeño sobresalto.

Él – Ya está… Acabamos de aterrizar… (Se levantan los dos para salir del avión) Bueno, pues… Encantado de haberla conocido…

Ella – ¿Usted… es realmente traficante de armas…?

Él – No… Lo decía para que me odie… Para no echarla de menos… Una mujer tan guapa… casada con un héroe… No se puede competir, ¿verdad? ¿Y usted?

Ella – ¿Qué?

Él – ¿Está realmente casada con un médico humanitario?

Ella – Pues… Para decir la verdad, tampoco…

Él – Entonces, eres soltera, y de vacaciones, como yo…

Ella – Si… Voy al Club… No me digas que tu también.

Él – Vamos todos… Es un charter…

Ella – ¿De verdad…?

Empiezan a marcharse.

Él – ¿Dormías realmente…?

Ella – No… Afortunadamente… Suelo roncar…

Se sonríen.

Él – ¿Te puedo invitar a una copa esta noche en el bar?

Ella – Escogí la formula todo incluido, con las bebidas gratis. ¿Tu no?

Él – Sí… (Se sonríen de nuevo estúpidamente). Creo que ya es hora de bajarnos. El avión despegará pronto. Hace dos viajes al día… Pasa, por favor… (Se dirigen hacia la salida) ¿No estuviste aquí ya el año pasado?

Ella – Sí…

Él – Lo que me parecía…

Oscuro.

 2 – Promesas de Amor

Ella y él, sentados al lado uno de otro, con cariño.

Ella – Se está bien así, ¿verdad?

Él- Sí…

Ella – ¿Me quieres?

Él – Sí.

Ella – ¿Siempre me vas a querer?

Él (sorprendido) – ¿Siempre?

Ella – Pues, no sé… ¿50 años?

Él (espantado) – ¿50 años…?

Ella – ¿40…? (Él parece dudarlo) ¿20…? ¿10…?

Él sigue dubitativo.

Ella – ¿Un año?

Él – ¿Un año? (Convencido) ¡Claro que sí! ¿Y tú?

Ella (escéptica) – ¿Un año?

Él – Pues, no sé… ¿Un mes? (Ella parece dudarlo) ¿Quince días? ¿Una semana?

Ella sigue dubitativa.

Él – ¿Me vas a querer hasta mañana?

Ella – ¿Mañana por la mañana? ¿A qué hora?

Él – Bueno… Digamos… hasta las nueve.

Ella sonríe para significar su acuerdo. Se abrazan.

Ella – ¿Pongo el despertador?

Oscuro. 

3 – Autopista

Él se aproxima a ella.

Él – ¿Cuánto?

Ella – 30 euros…

Él – ¿Súper o regular?

Ella – ¿Regular? ¿Sigue existiendo? Pensaba que ya no había más que súper? (Él se queda callado) Bueno, pues me pone de la regular. Para cambiar un poco…

Él – Regular, es más caro.

Ella – ¿De verdad? Que raro…

Él – Pues por eso. Se ha vuelto muy raro, el regular. No se encuentra en todas partes…

Ella – Bueno, pues póngame súper, entonces.

Él – ¿Súper normal o súper extra?

Ella – ¿Cuál es la diferencia?

Él – Súper extra, cuesta más, pero consume menos.

Ella – ¿Y usted que me aconseja?

Él – ¿Usted consume mucho?

Ello – Yo que sé. Siempre pongo 30 euros…

Él – Ponga extra.

Ella – Bueno, pues… Lleno, entonces…

Él – ¿Le compruebo los niveles y la presión?

Ella – ¿Es gratuito…?

Él – Es a voluntad del cliente.

Ella – Pero más o menos…

Él – Un euro, como mínimo. Dos para los más generosos. Cinco para los benefactores de la humanidad. ¿Le hago una tarjeta de fidelidad?

Ella – ¿Y qué se consigue?

Él – Por cada mil litros de gasolina comprada, tienes derecho a un lavado gratis.

Ella – Si nunca pensé en lavarlo…

Él (aproximándose) – ¿Y esto qué es? Un excremento de paloma…

Ella – ¿Usted cree…?

Él – No puede dejarlo así. Muy corrosivo.

Ella – ¿Y qué hago yo?

Él – Puede coger una tarjeta de fidelidad.

Ella – Es que no vengo a menudo por aquí. Estoy de vacaciones…

Él – La tarjeta es válida en todas las estaciones.

Ella – La próxima vez, quizás…

Él – Ya está. Son 99 euros.

Ella – Tome. Puede guardar el cambio.

Él – Gracias.

Ella – Perdone, pero ¿sabe usted dónde estamos?

Él – ¿A dónde va?

Ella – Pues, no sé todavía.

Él – De todas formas, no puede dar la vuelta…

Ella – ¿Y la próxima salida?

Él – Muy lejos…

Ella – Bueno, voy a seguir entonces.

Él – Buen viaje.

Ella – Gracias. Igual para usted.

Ella se marcha.

Él (suspirando) – Las mujeres…

Oscuro.

4 – Blanco

Dos personajes (hombres o mujeres), mirando a un cartel.

Un – Blanco… Suena un poco extraño, ¿no…?

Dos – Da confianza. Blanco… Evoca una marca de detergente…

Un – Sí, pero bueno… Cuando uno se presenta a las elecciones… « Vote en Blanco »… Como eslogan para hacerse elegir…

Dos – Por el otro lado, como no tiene un programa bien definido…

Un – ¿Crees que puede ganar…?

Dos – El caso es que representa muy bien las aspiraciones de la mayoría silenciosa… Así puede movilizar a los abstencionistas. Además, tiene la cara del hombre de la calle… La gente se reconoce en él… Les tranquiliza…

Un – Sí, ¿pero qué va hacer si sale elegido?

Dos – Por lo que es eso, ha sido perfectamente claro: nada. Y esta vez, ha jurado que las promesas electorales estarán cumplidas.

Un – ¿Entonces, por qué se presenta, exactamente?

Dos – ¡Para que triunfen sus ideas!

Un – ¿Sus ideas…?

Dos – Hace años que milita para que el voto en blanco sea reconocido como un voto de verdad… Como no lo consiguió, ha decidido presentarse él mismo… Por cierto, es bastante atrevido de parte suya…

Un – ¿Y tú, qué opinas?

Dos – Bueno, tengo sentimientos encontrados…

Un – ¿Vas a votar en blanco?

Dos – Es lo que hago desde hace años, pero ahora… Sería una manera de apoyar sus ideas… Así que estoy todavía más indeciso…

Un – Comparto un poco tu opinión… Ahora, cuando uno tiene convicciones… Es muy difícil no ser recuperado…

Oscuro.

 5 – Diferencia horaria

Un hombre llega con prisa delante de una azafata.

Él – Buenos días, señorita, soy el Señor Pérez…

Ella (echando un vistazo a una lista) – Señor Pérez… sí.

Él – Lo siento, voy algo retrasado…

Ella (muy amable) – Usted es el último, sí. Sólo le esperábamos para despegar… ¿Lleva equipaje?

Él – Pues, no… (Enseñando la bolsa de plástico que lleva en la mano) Sólo esto… ¿Puedo llevarlo conmigo…?

Ella – Por supuesto… ¿Turista, verdad…?

Él (aprobando) – ¿Cuánto tiempo dura el vuelo?

Ella (echando un vistazo a un documento) – Espere un momento, que no le diga tonterías… 37 años exactamente… Usted llegará el 16 de abril 3022 a las once de la mañana, hora local…

Él – Sí… Me dije que en abril, no habría tanta gente…

Ella – Fuera de las vacaciones escolares, claro, resulta mas barato. Además, abril, es la buena temporada. Los días se alargan. En invierno, uno a penas tiene tiempo de lavarse los dientes, que ya es de noche: los días solo duran media hora.

Él – ¿Usted fue allí alguna vez ?

Ella – ¡Sí! Varias veces. Como azafata, tenemos descuentos… ¿No se ha olvidado una ropa caliente para la descongelación?

Él – No, por supuesto.

Ella – Menos mal que tengamos unos privilegios, sabe… Porque azafata… Es una vida loca… Una se va para cualquier vuelo de unos sesenta años, y cuando vuelve, tienes que encontrar otros amigos. Los tuyos han muerto ya, y están enterrados… O por lo menos totalmente seniles… ¿Usted tiene amigos?

Él – No.

Ella – Hace bien. Es mucho más fácil. (Suena el teléfono y ella contesta). ¿Dígame…? Perfecto, gracias. (Cuelga y se dirige de nuevo al pasajero) Ya es hora. Me están diciendo que su cohete va a despegar dentro de un rato. No le digo hasta la vista. Porque cuando usted vuelva, yo estaré muerta y enterrada. Solo vuelo al sistema solar, en estos momentos. Casi no hay diferencia anual. Mucho más tranquilo, usted me puede creer.

Él – Y todavía más cuando una tiene niños, ¿verdad? ¿Usted tiene niños?

Ella – ¡Oh, no! Con mi trabajo… Los dejas a la guardería, y cuando vuelves del trabajo, ya han acabado medicina. Bueno, pues ¡buen viaje!

Él – Gracias.

Él se va, olvidándose de su bolsa de plástico.

Ella – Ah, no olvide su equipaje de mano…

Él – Bueno, por lo poco que hay dentro…

Ella – Tiene razón… No vale la pena cargarse con todo un cerdo por un trozo de salchicha… Cuando llegas, la moda ha cambiado totalmente… Mas vale comprarlo todo allá…

Él – Se me olvidó preguntarle… ¿La vuelta, cuándo es?

Ella – ¿La vuelta? Mire, es una pregunta que no se me hacen a menudo… Puedo darle una respuesta, pero bueno… Eso depende de la evolución de la aeronáutica mientras tanto…

Él – No se moleste. Ya veré allá. Buen día, entonces…

Ella – Buen día a usted… Digo… Buena hibernación…

Él – Sí… 37 años… Hay para rato…

Ella – Ya verá, pasa como si fuera nada… Y despertará fresco como una lechuga…

Él – Disculpe la pregunta, pero ¿Aerolíneas Refrigeradas es realmente una compañía segura…? ¿Nunca sufrió una ruptura en la cadena del frío…?

Ella – ¡Que va! Todo esto está muy controlado. El último incidente que tuvimos fue un pasajero que se equivocó de vuelo. Iba a reunirse con su novia en Venus para su viaje de bodas, y por despiste, embarcó en un vuelo hacia X22, un planeta situado a unos cuarenta años luz… Por supuesto, cuando por fin pudo regresar para la boda, su novia…

Él – No era tan fresca como una lechuga…

Se ríen.

Ella – Bueno, corra, sino va a perder el vuelo. Y el próximo sale solo dentro de setenta años…

Él – Me voy…

Oscuro.

 6 – Partida de pesca

Un personaje esta pescando. Otro se aproxima y durante un rato la observa en silencio.

Dos – ¿Muerde?

Un – Acabo de llegar…

Dos – ¿Y con qué pescas?

Un – Migas de pan…

Dos – Ah, si…

Silencio.

Dos – Has probado el… Joder, cómo se llama… Se me olvidó… El, éste… Esos bichos que se encuentran en el queso cuando está podrido… ¿Sabes…?

Un – No…

Dos – O en los cadáveres… Bueno, no importa… Luego me acordaré…

Un – ¿Usted es pescador?

Dos – ¿Yo? ¡Qué va! Nunca tendría la paciencia suficiente… Quedarse así inmóvil durante horas, esperando a que muerda… Si por si acaso muerde…

Un – Mmmm…

Dos – ¿Nunca te aburres?

Un – Es una manera de estar un poco tranquilo…

Dos – No, yo prefiero la caza.

Un – ¿Usted es cazador?

Dos – Tampoco… Pero si tuviera que escoger… La caza me vendría mejor… Hay más movimiento, ¿verdad? Porque quedarse así sentado todo el día sin hacer nada… Francamente, no entiendo cómo lo puedes aguantar…

Un – Descanso… Escuchando el ruido de la agua que corre…

Dos (gritando) – ¡Los gusanos! ¡Es la palabra que intentaba recordar! ¿Has probado los gusanos, para pescar?

Un – No.

Dos – Tendrías que hacerlo.

Un – Alguna vez, quizás…

Dos – Un safari… Eso sí que me gustaría… En Kenia, por ejemplo… ¿Conoces Kenia ?

Un – No. ¿Y usted?

Dos (siguiendo con su pensamiento) – La caza mayor. Una docenas de elefantes arremetiendo contra ti… ¡Zas! ¡Entre los ojos! Pero después, sí que tienes que apartarte… Para que el resto del rebaño no te aplaste…

Un – Ahora, está prohibido, cazar elefantes…

Dos – Sí… He visto un reportaje en la tele acerca de esto… Incluso dicen que se ponen a proliferar de nuevo… ¡Y se vuelven agresivos también! Atacan al hombre, así, sin razón… Arremeten contra todo lo que mueve… Hubo muertos. Dicen que es porque se acuerdan haber sido cazados hace años. Los que sobrevivieron con una pata herida, una oreja de menos o una bala en la trompa. Y los elefantillos que han visto a sus padres masacrados. Incluso cincuenta años después, se acuerdan, y se ponen a cargar tan pronto como ven a un todo terreno pasando por allí… Y es que vive muchos años, un elefante. Y tiene mucha memoria… ¿No te están picando?

Un – Es el viento…

Dos – Y cuando coges uno, ¿qué haces con él? ¿Lo comes…?

Un – Lo devuelvo al agua…

Dos – Joder, entonces sí que de verdad no sirve para nada… (Un tiempo). Pero estarán bastante heridos ¿no…? Un anzuelo así que te atraviesa la mejilla… Debe ser muy doloroso…

El otro hace un esfuerzo para permanecer tranquilo.

Dos – Dicen que comer pescado, es bueno para la memoria… ¿Tu crees que tiene memoria un pescado…?

El otro le mira con perplejidad.

Oscuro.

Pausa

Un personaje de pié en el escenario, pareciendo desocupado. Otro llega.

Autor – Hola.

Personaje – Buenos días.

Autor – Soy el autor. Descanso un rato.

Personaje – Muy bien…

El autor saca un paquete de cigarrillos.

Autor – ¿Quieres?

Personaje – Gracias. No fumo. Además, esta prohibido…

Autor – Perdón…

Guarda el paquete en su bolsillo.

Autor – Así que estás sin empleo…

Personaje – Sí…

Autor – ¿No te aburres demasiado?

Personaje – Estoy acostumbrado…

Silencio.

Personaje – ¿Estará en la obra?

Autor – ¿Qué?

Personaje – Lo que estamos diciendo.

Autor – Ah… Pues no sé… Depende…

Personaje – ¿De qué?

Autor – De si lo que estamos diciendo es interesante o no, supongo. ¿Tienes algo interesante que decirme?

Personaje – El autor eres tú.

Autor – Claro.

Personaje – Bueno, es lo que dices.

Autor – Sí…

Silencio.

Personje – ¿Escribes de noche?

Autor – No, ¿por qué?

Personaje – Pareces cansado…

Autor – Me acuesto temprano, y me levanto tarde. Escribo sobre todo entre las once y las doce, antes de comer. A veces, cuando estoy inspirado, vuelvo a escribir un poco después de la siesta…

Personaje – Joder… No hemos llegado.

Silencio.

Autor – Bueno… Entonces… Vuelvo a trabajar…

Personaje – Mejor, sí…

Autor – Gracias por la compañía. Me levantó el ánimo hablar un rato contigo.

El autor le tiende la mano. El otro vacila un segundo antes de apretarla.

Autor – Tienes la mano muy fría.

Personaje – ¿Eres realmente autor?

Autor – ¿Por qué?

Personaje – No das pie con bola, ¿verdad?

Autor – No me estás ayudando mucho… Sí, ya me lo has dicho, yo soy el autor… Pero bueno, dicen que cuando se encuentra un buen personaje, solo necesitas dejarle hablar…

Personaje – Quien quiere matar a su perro, dice que tiene la rabia… Además, el teatro en el teatro, ya se hizo mucho, ¿no?

Autor – Bueno… (Empieza a salir un poco deprimido) Ésta, creo que no voy a conservarla…

Oscuro.

7 – Exceso de lentitud

Un hombre (o una mujer) se aproxima de otro (u otra).

Un – Documentación del coche.

Dos – Aquí está.

El primero examina la documentación.

Un – ¿Sabe usted a que velocidad conducía?

Dos – Es que no me di cuenta…

Un – Y no es la primera vez.

Dos – Será la última, se lo juro.

Un – ¡Fíjese! ¡12 kilómetros por hora! ¡Podría usted haber provocado un accidente muy grave! ¿Qué tiene que decir en su defensa?

Dos – No tenía prisa…

Un – ¿Me está tomando el pelo?

Dos – ¡Por Dios, no! La verdad es que… Es algo como una fobia… A penas he salido, tengo la angustia de llegar…

Un – Quiere decir de no llegar…

Dos – No, no, de llegar… Me resulta igual con el avión…

Un – ¿Tiene miedo del avión?

Dos – No, para nada… Lo que me aterroriza es el aterrizaje… Bueno, no el aterrizaje en sí mismo… Lo que me da miedo es que el viaje se termine, por así decirlo… Tanto me asusta que podría desviar el avión para prohibirle tomar tierra… Pero ya sé que no serviría para nada. Incluso haciendo círculos alrededor del aeropuerto, acabaríamos por gastar todo el queroseno, y estaríamos obligados a efectuar un aterrizaje de emergencia ¿verdad?

Un – Sí…

Dos – A menos de ser repostado en vuelo…

Un – Sí…

Dos – Usted no sufre este tipo de ansiedad, cuando está en la moto…

Un – No…

Dos – Lo que me gustaba, de niño, eran los caballitos de feria… Como dan vueltas, uno está seguro de no llegar a ninguna parte… Dar vueltas, es el movimiento universal ¿verdad? Los planetas dan vueltas sobre sí mismos, y alrededor del sol… Como peonzas en un tiovivo… ¿Y usted…?

Un – ¿Yo…?

Dos – En el tiovivo. ¿En qué montabas?

Un – En la moto…

Dos – Ya…

Un – La verdad es que quien me montaba en la moto era mi padre.

Dos – Sin embargo, la moto, es muy peligrosa.

Un – A mi, lo que me hubiera gustado es montar en la carroza…

Dos – ¿La carroza?

Un – Pero la carroza, ya, con la moto, nunca podía alcanzarla…

Dos – Pero me alcanzó a mi.

El policía parece volver a la realidad.

Un – Bueno…

Le devuelve la documentación.

Un – Por lo menos, no estará borracha, ¿verdad?

Dos – Se lo juro…

Un – Vamos, está bien… Puede circular…

Dos – ¿Circular?

Un – ¡Vamos, de prisa!

Dos – ¿No me quita el carné…?

El policía le echa una mirada enfadada.

Dos – Bueno, me voy…

Esta para marcharse.

Dos – No corra demasiado con la moto…

El policía sigue mirándola en silencio.

Dos – El periférico, ¿queda lejos de aquí…?

El policía no contesta.

Dos – ¿Y la próxima salida, qué es…?

Un – La policía…

Oscuro.

8 – Fuera de temporada

Un hombre (o una mujer) vestidos de verano (pantalón corto y camiseta o incluso bañador), llega delante otro (o otra) vestido (vestida) de invierno (plumón y botas para la nieve) vendiendo helados.

Un – Hola. ¿ Son buenos ?

Dos – Son helados artesanales. Hechos a mano. ¿ Cuantas bolas ?

Un – ¿ Que gustos tiene ?

Dos (recitando o leyendo una lista) – Pues… vainilla, chocolate, zanahoria, avellana, fresa, mostaza, grosella, menta con trozitos de chocolate, pasionaria, limón, paella de mariscos, violeta, rosa, papaya, anchoa, chocolate con almendras garapiñadas, coco, cereza, cerveza, frambuesa, landrecilla de ternera, manzana, caramelo, lejía, plátano, chorizo, mandarina, aspirina, ron, uba, ostra, escupitajo, bacalao, piña, bistec tártaro, naranja… Ah, no, naranja no me queda.

Un – Mira, voy a probar chocolate – paella de mariscos, para cambiar un poco.

Dos – Una doble.

Un – Vamos, una triple, entonces. Pongame dos de paella.

El otro le da su helado, y este lo prueba.

Un – Se nota bien el sabor de los mariscos, ¿ verdad ?

Dos – Los hacemos nosotros.

Un – Ah, una concha…

Dos – Son helados artesanales…

Un – Mmm… ¿ Y como anda el negocio ?

Dos – Depende de los gustos… En este momento, con el frio que tenemos, cocido se vende muy bien. Prueba de ello es que no me queda… ¿ Esta de vacaciones ?

Un – No, rodamos una película por allí. Soy actor…

Deux – Ah si… ¿ Y que película es ?

Un – Una telecomedia. Las Guapas de la Piscina. En invierno, cuesta menos. La piscina esta cerrada.

Dos – Igual para mi. He comprado esta partida de helados por una bicoca. Con aquella crisis, uno tiene que adaptarse. Sorprender. Estar allí donde no le estan esperando. Durante el verano, vendo castañas calentitas en la playa…

Un – Claro… Bueno, tengo que dejarle para volver a trabajar. Habran acabado de descongelar el agua de la piscina. Cada mañana es asi. El tiempo que perdemos con esto…

Oscuro.

9 – Frente a frente

El uno y el otro se miran a hurtadillas.

Un – ¿Nos conocemos…?

Dos – No sé.

Un – Perdón, me parecía…

Dos – No, no tiene que disculparse. A mi también. Su cara me suena…

Un – ¿Dónde nos podríamos haber visto…?

Dos – ¿Usted vive por allí?

Un – Nada lejos. ¿Y usted?

Dos – Daba un paseo con el perro…

Un – Quizás nos vimos aquí mismo…

Dos – Aquí o allá…

Silencio.

Un – Es muy raro. De verdad, tengo la impresión que nos conocemos ya…

Dos – Vemos tanta gente…

Un – Bueno. Sin embargo, tengo que irme…

Dos – Encantado de haberle conocido.

Un – ¡Hasta la vista…!

El primero está por irse.

Un – A propósito. Me llamo Pedro… En caso que nos volviéramos a ver unos días por allí…

Dos – ¿Pedro? Qué divertido. Yo también me llamo Pedro…

Un – No es un nombre muy original…

Dos – ¿Pedro qué?

Un – Pedro Martínez.

Dos – ¿Martínez? ¡Como yo, entonces!

Un – Así que somos anónimos… Quiero decir homónimos.

Dos – Pero no nos dice dónde podríamos habernos visto ya…

Un – Bueno, pues me voy, entonces…

Dos – Yo también.

Un – ¿Por dónde va?

Dos – ¿Y usted?

Un – Por aquí.

Dos – Pues vamos, le sigo. Pase primero.

Un – Gracias.

Se van.

Un – ¡Venga, tú! Vamos.

Dos – ¡No es posible! ¿Este perro es el suyo?

Un – Sí, ¿por qué?

Dos – ¡Es el mío también!

Un – Ya me parecía que su cara me decía algo…

Oscuro.

10 – Memoria

Ella y él se abrazan durante un tiempo.

Relajan su abrazo, y miran en frente.

Ella – ¿Te recuerda de algo?

Él – No… ¿Y tú?

Ella – Tampoco.

Él – Es la primera vez.

Ella – Nada inolvidable.

Él – La primera vez, no se puede comparar. No recuerda nada.

Ella – La primera vez, no se recuerda. Solo se guarda en la memoria.

Él – ¿Qué es la memoria?

Ella – No sé…

Él – ¿Qué es olvidar?

Ella – No recuerdo…

Él – ¿Otra vez?

Ella – De acuerdo.

Se vuelven a besar, y luego relajan su abrazo.

Él – ¿Y ahora, te recuerda algo?

Ella – La vaga memoria de un « déjà vu ».

Él – Yo también.

Ella – Ya está, lo recuerdo.

Él – Es un principio.

Ella – Sí.

Él – Es la segunda vez.

Ella – No es un principio, entonces.

Él – La primera vez, no se sabe que es un principio, ya que no recuerda nada.

Ella – ¿De qué sirve acordarse?

Él – Hace pasar el tiempo.

Ella – ¿Y al final? ¿Cómo se sabe que es la última vez?

Él – No se sabe.

Ella – Uno tendría que ser capaz de recordarlo después.

Él – Sólo se recuerda la penúltima.

Ella – Es la vida.

Él – Sí. Entre la segunda vez y la penúltima.

Ella – La vida, es cuando se vuelve a recordar.

Él – Es una historia sin pies ni cabeza.

Se van cada uno por su lado.

Ella – ¿Nos volvemos a llamar?

Él – ¿O borramos la memoria viva?

Oscuro.

11 – Futuro

Dos personajes (hombres o mujeres), el uno más viejo que el otro.

Viejo – ¿Entonces qué? ¿Qué quieres hacer cuando seas mayor?

Joven – No sé… ¿Tú qué querias hacer cuando eras joven?

Viejo – Bueno, no lo que estoy haciendo ahora, por cierto.

Joven – ¿Y qué haces ahora?

Viejo – Vaya, si supieras… A veces incluso me pregunto si vale la pena hacerlo… Pero bueno, alguien tiene que hacerlo, ¿verdad…?

Joven – ¿Por qué…?

Viejo – ¿Qué te crees? ¡Es que hay muchos detrás de mí esperando para el puesto! Ah, si pudiera empezar de nuevo… Tener tu edad, y saber lo que sé…

Joven – ¿Qué harías?

Viejo – ¿Quién sabe? Por lo menos, no habría acabado donde hoy estoy, por cierto… Cuando eres joven, quieres volverte alguien… Y tienes fe de poder hacerlo… Pero yo ya no tengo ilusiones… Ya verás cuando tengas mi edad…

Joven – ¿Qué es lo que voy a ver?

Viejo – Lo sabrás más antes que tarde… Esas cosas no se pueden explicar… Pero tienes suerte. Yo, cuando tenía tu edad, ni siquiera podía preguntar.

Joven – ¿Preguntar qué?

Viejo – Anda. Vete a aprender tus lecciones… Si no quieres acabar como yo…

Joven – ¿Tú no aprendías tus lecciones?

Viejo – Sí.

Joven – Entonces, ¿para qué sirve aprender las lecciones?

Viejo – Vamos, haz lo que te dije… Más tarde lo entenderás… Y me lo agradecerás…

El joven se va.

Viejo – Estos críos… Tienes que enseñarles todo…

Oscuro.

12 – Recuerdos y proyectos

Un viejo sentado en un banco, apoyado en un paraguas. Una vieja llega. Se sienta a su lado y le coge la mano con cariño. Él parece algo sorprendido.

Ella – Se está bien sentado así, ¿verdad…? Con esta tranquilidad…

Él – Sí…

Permanecen así sentados en silencio durante un tiempo.

Ella – ¿Recuerdas las primeras vacaciones que pasamos juntos…?

Él – No…

Ella – Ahora, para nosotros, todos los días son vacaciones…

Él – Sí…

Ella – ¿Pensaste en tomar tus pastillas?

Él (sorprendido) – No…

Ella (tendiéndole una cajita) – Toma, te las traje.

Él (cogiendo la cajita) – Gracias… (Traga una pastilla y luego mira la cajita). Son pastillas para el corazón…

Ella – Sí.

Él – Pero… Mis pastillas son más bien para la memoria…

Ella – ¡Son las pastillas de mi marido…!

Él – Entonces… será que no soy su marido…

Ella le mira escandalizada, y saca su mano.

Ella – ¡Hubiera podido decirlo antes!

Ella sigue sentada, enfadada. Él la mira.

En el otro lado del escenario, una chica, sentada en un banco, mirando a los viejos. Un chico llega y se siente al lado de ella, sin decir nada. Permanecen así sentados un momento en silencio.

Ella – ¿Nos imaginas cuando tengamos esa edad…?

Él – No…

Ella – Ella esta arregladita…

Él – ¿Ah, sí…?

Ella – Él tampoco lo ha notado…

Él – ¿Por qué tiene un paraguas? Si no hay ni una nube…

Ella – Será ella quién le pidió llevárselo. A esa edad, temes a las tormentas… Además, sabe que a él le sirve de bastón. Es más discreto… Es su coquetería…

Él – ¿Has visto? Ella tiene el pelo casi rojo…

Ella – Es bonito, ¿no?

Él – ¿Qué? ¿Tener el pelo rojo como los punks, a esa edad…?

Ella – Llevarán medio siglo casados, y siguen cogiéndose de la mano…

La vieja se marcha.

Él – ¡Vaya, mira! Se marcha. Y parece enfadada… A lo mejor, hace medio siglo que están riñendo…

Ella – Él le habrá dicho que le parecía demasiado rojo…

Silencio.

Ella – Me pregunto si al final no va llover… ¿Vamos?

Él – Bueno, sí…

El se levanta para irse.

Ella – ¿Y de qué me querías hablar?

Él – Bueno… No sé cómo decírtelo, pero bueno… No creo que vayamos a envejecer juntos…

Ella – Ya lo sé…

Él – ¿Y tú, querías decirme algo…?

Ella se levanta, y se nota que está embarazada.

Ella – Que tú también tendrías que haber cogido el paraguas…

Oscuro.

Telón

El primero se vuelve hacia el segundo.

Un – Entonces ya está. Se acabó.

Dos – Por lo menos, estamos más cerca del final que del principio…

Un – Bueno… Tenemos que ir entonces.

Dos – Sí. Parece que sí…

Un – No era tan malo… ¿Se puede volver?

Dos – Eso ya…

Un – ¿Y no se recuerda nada?

Dos – Para qué volver, entonces…

El primero esta para irse, pero notando que el segundo no le sigue, se vuelve hacia él.

Un – ¿Usted no viene?

Dos – Tengo que poner todo en orden para la próxima actuación…

Un – Ah, claro… Usted es el…

Dos – Sigue el espectáculo.

Un – Ánimo, entonces…

El primero se va. El segundo parece un poco desanimado.

Dos (para si mismo) – A veces, a mi también me gustaría traspasar esta puerta, y olvidarlo todo… Volver una mañana y empezar de nuevo… Como si fuera la primera vez… ¿Y si fuera la última de verdad? ¡Espera, voy contigo…!

Intenta irse pero no encuentra la salida.

Dos (resignado) – Para mi nunca empezó… Así que nunca terminará… (A los espectadores) Hasta la próxima…

Oscuro.

 Paris – Novembre 2011

© La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-34-5

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