.

Túnel

14 – Túnel

Dos hombres (o mujeres) de pié, uno al lado del otro, mirando al frente.

Uno – Pues ya está, se acabó.

Dos – Parece que sí…

Uno – ¿Crees que hay algo después ?

Dos – Vete a saber…

Uno – Francamente, no estoy muy convencido.

Dos – Ya veremos…

Uno – No estábamos tan mal aquí. No era el paraíso, pero bueno… No era el infierno tampoco.

Dos – Como dicen : A lo mejor, sabemos de dónde venimos, pero no dónde vamos a terminar.

Uno – Ya está, creo que veo algo.

Dos – Yo también…

Uno – Parece un túnel.

Dos – Con una luz deslumbrante al final.

Uno – Hasta ahora se parece mucho a lo que nos han contado.

Dos – A ver si es buena señal.

Uno – Es muy estrecho. Nunca vamos a poder pasar los dos…

Dos – Ve tú primero.

Uno – ¿Yo..? ¿Y por qué?

Dos – Sea lo que sea, no podemos quedarnos aquí…

Uno – Sí… Creo que pronto nos van a expulsar…

Dos – Bueno, yo voy…

Uno – Ya me contarás…

Dos – Espera un momento, estoy atascado… Ya está, veo la salida…

Uno – ¿Y qué…?

Dos – No me vas a creer …

Uno – ¿Qué ves?

Dos – Parece una habitación de hospital…

Uno – Entonces, ¿no estaríamos muertos de verdad ?

Dos – Peor…

Uno – ¿Cómo que peor?

Dos – No es realmente un hospital…

Uno – ¿Y entonces qué es?

Dos – Veo a un tío con una sonrisa estúpida que me está mirando mientras intento salir… Joder, ¡estamos en una maternidad!

Un – Por favor, no… No iremos a empezar todo de nuevo…

Dos – Dios mío… Es para llorar…

Llantos de un bebé al nacer.

Obscuro.

Túnel Lire la suite »

Fuera

 13 – Fuera

Ella y él están sentados confortablemente. Él lee y ella hace punto, o al revés.

Ella – Sienta bien eso de poder estar por fin un poco tranquilos.

Él – Sí.

Ella – Con todo ese jaleo de fuera.

Él – Sí.

Ella – Se está mucho mejor en casa.

Él – Sí.

Ella – Ya ni siquiera me acuerdo de cuando fue…

Él – ¿El qué?

Ella – La última vez que salí yo por ahí.

Él – Ah, sí, salir.

Ella – ¿Y tú?

Él – ¿Yo?

Ella – ¿Cuándo fue?

Él – ¿La última vez que saliste?

Ella – La última vez que saliste tú.

Él – Ah, yo. salir… No sé… Eso debió de ser… Para sacar al perro.

Ella – ¿El perro? El perro está muerto.

Él – No me digas.

Ella – Ya hace años.

Él – Así decía yo… Se me hace que este perro no mea muy a menudo.

Ella – ¿Y?

Él – ¿Y qué?

Ella – Que cuándo saliste por última vez ¿Te acuerdas?

Él – ¿Yo? Ah, sí, Salir… Eso debió de ser… Para tirar la basura.

Ella – ¿La basura?

Él – ¿Porque no?

Ella – Tenemos tragabasuras.

Él – Ah, si, ya me decía yo… Este cubo no se llena nunca. Y el perro, dondé lo hemos enterrado?

Ella – En el jardín.

Él – Supongo que habré tenido que salir para enterrar al perro. El jardín está fuera, ¿no?

Ella – Va, déjalo.

Él – Sí…

Ella – ¿Sabes qué?

Él – ¿Qué de qué?

Ella – Te va a parecer raro pero no estoy segura de haber salido nunca en realidad. El perro se meaba en el césped. Antes de que lo enterráramos debajo, naturalmente.

Él – Mmmm… Yo tampoco. No, desde luego, que yo me acuerde. Porque me acordaría, ¿no?

Ella – Probable.

Él – De todas formas, ¿qué podríamos ir a hacer fuera?

Ella – Con lo tranquilito que se está aquí.

Suena un timbre. Los dos parecen muy sorprendidos

Ella – ¿Qué es?

Él – El timbre

Ella – A saber qué podrá ser…

Él – Voy a ver

Se va y vuelve en un momento.

Ella – ¿Y?

Él – El cartero

Ella – ¿Y qué ha dicho?

Él – Nada, ya se había ido. Pero dejó una carta.

Ella – Los carteros, es lo que suelen hacer. No me gustan las cartas, siempre tengo miedo de que sea una mala noticia. ¿Es una mala noticia?

Mira la carta.

Él – Es una partida de…

Ella – ¿De?

Él – De defunción

Ella – Ay, ¿sí?

Abre la carta.

Él – Señor y señora Domingez.

Ella – ¿Los dos?

Él – Aparentemente sí

Ella – ¿Los conocemos?

Él – Como que me suenan.

Se para un momento a pensar, luego saca su cartera y de ella su canet.

Él – Te vas a reír, pero el señor Domingez soy yo

Ella – Entonces yo soy la señora Domingez?

Él – Probable.

Ella – ¿Estamos casados?

Él mira de nuevo a la carta.

Él – Solo dicen que estamos muertos.

Ella – Habría que escribirles para hacerles ver que es un error.

Él – Sí.

Ella – Pero para eso habría que salir.

Él – No sé si me animaré.

Ella – Con lo bien que se está en casa.

Él – ¿Crees que será un error?

Ella hace señas como de no saber.

Vuelven ambos a sus respectivas tareas.

Oscuro.

Fuera Lire la suite »

Muerto de la risa

12 – Muerto de la Risa

Un (o una) policía observa a un médico forense mientrás está examinando a un cadáver.

Policía – ¿Cuánto tiempo lleva muerto, doctor?

Médico – Todavía esta tibio. Yo diría dos o tres horas, como máximo.

Policía – La mujer de la limpieza ha sido la que ha encontrado el cuerpo, desplomado en su asiento.

Médico – Mmm…

Policía – ¿Ya tiene usted alguna idea de la causa de la muerte?

Médico – Los análisis tienen que confirmarlo, pero creo no equivocarme, comisario, afirmándole que este hombre se murió de la risa…

Policía – Es más bien inhabitual, en efecto.

Médico – Una risa profunda. Muy violenta. Los cigomáticos no lo aguantaron. No hace falta que se lo dibuje…

Policía – ¿Alguna idea de lo que pudo provocar esa carcajada fatal?

Médico – Usted ha dicho que lo han encontrado en su sillón. ¿Estaba en casa viendo la tele…?

Policía – No.

Médico – ¿En el cine?

Policía – En el teatro.

Médico – Aún más sorprendente. Habitualmente, cuando se encuentra a algún espectador desplomado en su asiento al final de una representación, está más bien durmiendo…

Policía – ¿Y está usted seguro de que este hombre no esta simplemente durmiendo, muy profundamente, como consecuencia de un aburrimiento igualmente profundo, como los que se pueden padecer en los teatros…?

Médico – ¿Confundir un coma teatral con una estado de muerte clínica? Usted me está tomando por un principiante, comisario. En vez de eso ¿por qué no me dice qué clase de obra fue a ver este pobre hombre?

Policía – Eso todavía está por investigar. Mis hombres están interrogando al director del teatro y examinando la Guia del Ocio para comprobar sus declaraciones… Pero ya hemos cursado una orden de detención contra el presunto autor de la obra por homicidio involuntario.

Médico – ¿Involuntario?

Policía – Es que pretende haber escrito una tragedia… Pero bueno, yo tampoco soy un principiante. Sé como hacer hablar a un sospechoso…

Médico – Tiene razón, comisario. No se puede dejar en libertad a semejantes individuos. Si uno ya no puede ir al teatro sin temer morirse de la risa…

Policía – Parece que todavía esta agitado con algunos sobresaltos. ¿Está usted realmente seguro de que está muerto?

Médico – Será por los nervios. Créame, comisario, este hombre está muerto y bien muerto.

Policía – ¿Usted cree que ha podido verse morir?

Médico – ¿Por qué ? ¿Quiere interrogarle?

El Policía parece algo sorprendido.

Médico – Lo decía en broma, no se preocupe… En mi oficio, si uno no se puede reir de vez en cuando… Más vale desdramatizar, se lo aseguro. Mire, el domingo pasado, tuve que hacerle la autopsia a un pobrecito que había muerto de aburrimiento…

Comisario – ¿En un teatro también?

Médico – Peor… En casa de su suegra. Fíjese… Uno puede evitar ir al teatro el domingo, pero a comer en casa de su suegra…

Comisario – No me diga… ¿Y usted piensa que en este caso, la autopsia podrá revelar otros detalles interesantes?

Médico – Por lo pronto, le puedo decir que este desgraciado no tuvo su última cena en casa de su suegra. A menos que sea china…

El otro parece no entender.

Médico – Encontré rollitos de primavera en su estómago.

Comisario – ¿Rollitos de primavera?

Médico – No hay la menor duda acerca de esto. Y luego se tomó un pato lacado con arroz cantonés.

Comisario – ¿Y de postre?

Médico – Sin postre. Pero eso no tendría que sorprenderle, comisario. Los postres, en los restaurantes chinos… No valen nada, ¿ verdad ?

Comisario – ¿Y usted piensa que el hecho de que comió en un restaurante chino podría tener alguna relación con su fallecimiento ?

Médico – Ninguna.

Comisario – Bueno…

El comisario se dispone a marcharse.

Comisasrio – Muerto de la risa… ¿Cómo voy a anunciar eso a su familia…?

Médico – Usted tampoco tiene un oficio fácil, comisario… Venga a cenar a mi casa, alguna noche… Me quedan dos botellas de Burdeos que están para morirse. Uno tiene que relajarse un poco de vez en cuando, ¿ verdad ?

Comisario – Muy amable, Doctor… Lo hablaré con mi esposa. (Echando un vistazo hacia el cadáver) Se lo aseguro, parece que todavía esté sacudido por la risa…

Médico – Son los nervios, ya le digo…

Oscuro.

Muerto de la risa Lire la suite »

Doble Incógnita

11 – Doble Incógnita

Un hombre de pie, frente al público, mira una tumba imaginaria. Otro llega.

Dos – Disculpe… ¿ Es ésta la tumba del autor desconocido ?

Uno – Pues no… Esta es la del soldado desconocido.

Dos – ¿ Está usted seguro ?

Uno – Creo que sí… Pero bueno… A veces es fácil despistarse. Como no hay ninguna inscripción… (Saca una hoja de su bolsillo) Me han dado un plano, a la entrada… (Se pone las gafas e intenta leer el papel) A ver…. W28… Si, eso es. El soldado desconocido. Entre el genio ignorado y el alcohólico anónimo. Mire, el autor desconocido esta justo detrás : X29…

Uno – Me pregunto si era tan buena la idea ponerlos todos en el mismo cementerio…

Uno (mirando otra vez el plano) – Sí, eso es… Y el agente secreto, está en X27…

Los dos se recogen un momento en silencio, cada uno delante de su tumba.

Uno – ¿ Era un pariente suyo ?

Dos – Este o cualquier otro. Vaya a saber… Yo nací de padre desconocido…

Uno – Espere un momento… (Mirando de nuevo el plano) El padre desconocido… No, decididamente, no entiendo nada. Por lo menos, si hubieran puesto un índice alfabético. Esta tabla de doble entrada con cifras y letras, es ridículo… Parece a una batalla naval ! A5, agua… C10, tocado… B12, hundido…

Dos – ¿ Y usted ?

Uno – ¿ El soldado desconocido ? Era mi madre…

Dos – Mmm… Y usted ha recogido la antorcha…

Un – Mire… La carrera militar, en casa, es una tradición antigua. Somos soldados de madre a hijos. Además, ya tengo mi sitio reservado en el panteón familiar.

Dos – ¿ Porque hay panteones también ?

Uno – ¡Sí, sí, por supuesto! Toda mi familia está enterrada aquí. Un largo linaje de militares muy discretos. Sabe: la Gran Muda, como dicen los franceses…

Dos – ¿Por ser muy limpios… o por mudar a menudo?

Uno – Por ser muy callados.

Dos – Claro…

Silencio.

Uno – ¿Así que usted investiga su paternidad?

Dos – Sí.

Uno – ¿Y qué le pediría a su padre si consiguiera encontrarle algún día, en este mundo o en otro?

Dos – No sé… ¿Sus papeles?

Uno – Claro..

Dos – ¿Y usted?

Uno – La autorización para registrale. Para comprobar que no lleva armas.

Dos (suspirando) – Es muy difícil vivir sin saber de dónde procedemos…

Uno – Es exactamente lo que les vengo repitiendo a mis hombres en el cuartel. Cuando uno no sabe de dónde viene, no puede saber dónde está. Para hacer bien la guerra, primero se necesita un buen mapa. Y saber leerlo… ¿Por qué cree usted que durante siglos, no quisieron contratar mujeres en el ejercito? ¡Porque son totalmente incapaces de leer un mapa!

Dos – Mmm…

Uno – Y usted ¿Qué hace en la vida?

Dos – ¿Yo…? Teatro…

Uno – Ah, sí, el… El teatro.

Dos – Actor.

Uno – Sí. ¿Y es usted muy famoso?

Uno – Totalmente desconocido…

Dos – Perfecto. Siga así (A punto de irse) Pues… Encantado de no haber le conocido…

Uno – Yo tampoco.

El primero se va. El segundo se queda solo.

Uno – Bueno… ¿ Y ahora qué…?

Oscuro.

Doble Incógnita Lire la suite »

Consulta

10 – Consulta

Un hombre entra en una sala de consulta. El médico está sentado a la mesa ocupado en rellenar papeles.

Médico (sin alzar los ojos) – Siéntese, por favor.

Paciente – Gracias.
El paciente se sienta. El médico termina de rellenar un papel y dirige a su enésimo cliente una mirada cansada que pretende, a pesar de todo, ser atenta.
Médico – Dígame, ¿qué le trae por aquí?

Paciente – Pues… No sé cómo decírselo, pero creo que he atrapado la Muerte.

Médico – Ah bueno, ya se sabe. En fin, en este momento, es lo que hay. Se trata de un virus que anda por ahí. Pero créame, eso se pasa. Es lo de siempre. La nariz como un grifo… Un picor intenso en la garganta… Un como cansancio…

Paciente – No, no, doctor, todo va muy bien… No estoy enfermo… Lo que quiero decir es que… Realmente he atrapado a la muerte.

El médico parece un poco fuera de órbita.

Médico – Sí (Echando mano de los buenos reflejos de toda la vida que siempre le han sacado con bien de estas situaciones cotidianas) Bueno, le voy a recetar un pequeño tratamiento preventivo, caso que… (Saca una receta que empieza a rellenar como un autómata) Un cocktail de vitaminas para despertar ese sistema inmunitario un poco adormecido por el frío, un jarabe para aliviar la garganta, aspirina para el dolor de cabeza… (Dirige la receta hacia el paciente) Con esto, pasará el invierno sin más problemas…

Pero el paciente no recoge la receta.

Patciente – Ya sabía yo que no iba a ser tan fácil

Médico – Se trata de un tratamiento corriente cien por cien. Como los que prescribo 30 veces al día mínimum.

Paciente – Doctor, he atrapado a la Muerte, está encerrada en el Seat Ibiza que está aparcado en mi garaje en Albacete.
El médico sale poco a poco de su estupor, creyendo casi reconocer al típico paciente gracioso capaz de romper la rutina de una jornada tan anodina como las demás.
Médico – Sí… Cuénteme usted eso…
Paciente – Bien, ayer por la tarde decidí poner fin a mis días.

Médico – Mmmm.
Paciente – Las armas de fuego no son mi estilo en absoluto. El gas, creo que es peligroso para los vecinos. Hay que pensar también en los que quedan.
Médico – Cierto.

Paciente – Por consiguiente, me he dirigido al garaje. He taponado bien la puerta con toallas mojadas tal como he visto hacer a menudo en las teleseries. Y después, he arrancado mi Seat Ibiza, con mucho esfuerzo por otra parte. Echa humo como un tractor y hace casi el mismo ruido. Es el convertidor. Tendría que cambiarlo, pero bueno, para mi propósito era más bien una ventaja. Entonces me he sentado al volante. He encendido la radio y he dejado calentar el motor. Resumiendo, empezaba a adormecerme tranquilamente para el que debía ser mi último sueño, cuando la he visto en el retrovisor, sentada tras de mí…

Médico – ¿ A quién ?

Paciente – ¡ A la muerte !

Médico – Claro, por supuesto.

Paciente – Bueno, no debería haberme sorprendido hasta ese punto puesto que la muerte, yo estaba haciendo todo lo necesario para encontrarla. ¿ Pero sabe lo que me ha asombrado ?

Médico – No.

Paciente – Pues que ella se parecía muchísimo a la imagen que tenemos de ella.

Médico – Es decir…

Paciente – Bien… Gran capa negra, guadaña, ¡ toda la panoplia completa, vamos ! Se dice que todo eso, bueno, no es más que una imagen, un cliché. Nadie la ha visto nunca. La muerte tal vez existe, de acuerdo, pero nadie la ha visto nunca, es como Dios. Quizás nos la encontremos un día allá arriba pero nadie ha vuelto nunca con fotos para que sepamos exactamente a qué se parece. Por consiguiente sospechamos que aunque exista no sea exactamente un venerable anciano de cabellos largos y barba blanca, alguien que se pareciera vagamente a papá Noël…

Médico – No, desde luego.

Paciente – Pues bien, eso es lo que me ha jodido vivas las neuronas, ya está dicho. Verla así, exactamente como la había imaginado.

Médico – Sí, claro. Eso ha debido ser un choque.

Paciente – Sea como fuere, créame, ello me ha despertado. No sé que me ha pasado, que he parado el motor en seco, he bajado del coche como un loco dando un portazo. Y en ese momento he tenido, por suerte, el gran reflejo.

Médico – ¿ Ah, sí ?

Paciente – Todavía tenía la llave del Seat Ibiza en la mano. Me he apoyado acto seguido sobre él para cerrar con llave las puertas, es lo único que funciona en este coche pero al menos, eso todavía funciona. Era uno de los primeros modelos equipados con cierre automático de la época, incluso dudé en tomar esta opción ya que no soy demasiado manitas, pero ya sabe usted cómo son las cosas. Era el único modelo disponible de inmediato en el taller. Era esto o esperar la entrega del pedido durante meses…

Médico – Sí, ya sé lo que es eso, acabo de cambiar mi Mercedes y he tenido que cargar con un encendedor de puros cuando ya hace 5 años que he dejado de fumar. ¿ Y sabe usted cuanto cuesta la opción encendedor de puros en una máquina como ésa ? Casi el precio de un Seat Ibiza de ocasión. Bueno, ¿ y qué pasó ?

Paciente – Que me había salvado. Ella estaba encerrada en mi coche, ante mis ojos, digo. La veía clarísimamente aplastar su especie de burka completamente negro contra el cristal para intentar salir. Pero no, estaba bien atrapada en el cepo. ¿ Se da usted cuenta ? En mi Seat Ibiza.

Médico (volviendo a su recetario) – Así pues, ¿ no va a querer el jarabe ?

Paciente – ¿ Pero es que no comprende lo que le digo ? ¡ He atrapado a la muerte !

Médico – Sí, sí. Puedo recomendarle a un colega, ¿ qué le parece ? Espere, debo tener la dirección por ahí, en mi agenda.

Busca sin encontrar nada, por lo que descuelga el teléfono.

Médico – Sí, Dolores, ¿ Puede darme el número de teléfono del doctor Martinez ? El psiquiatra (Garrapatea algo en un papel) Gracias, Dolores (Cuelga y alarga el papel al paciente). Ya está, va a verlo de mi parte y le explica lo que le pasa, ¿ de acuerdo ? Estoy seguro de que le interesará muchísimo.

Paciente – Gracias ¿ Y qué hago con mi Seat Ibiza ?

Médico – ¿ Dígame ?

Paciente – Bueno, voy a necesitarlo ahora. Ahora que he decidido no suicidarme con monóxido de carbono, me explico. ¿ Qué hago ? Si abro la portezuela, va a aprovechar para largarse, la muerte. Y se va a poner a segar en seco.

Médico – ¿ Segar ?

Paciente – ¡ La muerte, con su guadaña!

Médico – Ah, claro, por supuesto.

Paciente – Es una responsabilidad, desde luego. Ahora que me acuerdo, ¿ usted lo ha visto ? Ayer en los informativos, ningún deceso de celebridad alguna al final de sus días, se anunció. Ningún temblor de tierra en cualquier país subdesarrollado, ni ún mal accidente de transporte escolar. Lo cual es evidente, ya que la muerte está encerrada en mi coche.

Médico (sin que se sepa si bromea o habla en serio) – Por otra parte, si ella se queda allí mucho tiempo, ya comprenderá usted las implicaciones : Será una verdadera catástrofe para los medios de comunicación, las ONG, las pompas fúnebres, el sistema de pensiones, los impuestos sobre la herencia patrimonial…
Paciente (contrariado) – Creo que no se lo está tomando en serio…

Médico – No se tome a mal lo que yo le diga, no estoy poniendo en cuestión la veracidad de los que me acaba de contar, sólo que ¿ está usted seguro de que no había nadie más en el asiento de atrás ? No sé, su mujer por ejemplo.

Paciente – Mi mujer no lleva burka y por otra parte, nos hemos divorciado el año pasado. Eso me ha hecho polvo, lo reconozco. Es una de las razones por las que quería suicidarme.

Médico – Eso es, ya lo ve, usted mismo lo está diciendo. Comenzaba a estar usted mareado. la falta de oxígeno puede provocar alucinaciones En el momento de la muerte, usted ha pensado en su mujer, seguro, en los buenos momentos que habéis pasado juntos y ella se le ha aparecido de esta guisa…

Paciente – ¿ Con un burka y una guadaña ?

El médico hace un gesto de perplejidad, el paciente parece esforzarse por reflexionar

Paciente – Pensándolo bien, el burka. Bien pudiera ser una especie de pañuelo negro que ella se ponía alrededor del cuello. Y la guadaña, ya no estoy seguro del todo. A lo mejor pudo ser una escoba. Las brujas también tienen escobas y se ponen un pañuelo negro.

Médico – Si.

Paciente – Entonces cómo se explica usted que esta mañana cuando volví al garaje después de una noche bien dormida, estuviera todavía allí, detrás de la luna trasera de mi Seat Ibiza ? Incluso ha intentado decirme algo.

Médico – ¿ Ah, si ?

Paciente – Como no le oía, me ha garabateado algo en lenguaje cabalístico en un papel, algo que paercía portugués y me lo ha colocado contra el parabrisas.

Médico – ¿ Portuges ?

Paciente – Eso también me ha sorprendido.

Médico – ¿ Qué es lo que le ha puesto en ese papel ?

Paciente – Bueno, yo no sé nada, no entiendo el portugués Tendría que preguntarle a mi asistenta, justamente es portuguesa. Pero es raro, esta mañana no ha venido como de costumbre. No. se lo juro, doctor, he atrapado a la muerte.

Meédico – Mmm… Voy al menos a prescribirle un laxantito mientras tanto. Le hará relajarse.

Paciente – ¿ Usted cree ?

El médico asiente y empieza a garrapatear algo en una receta.

Oscuro.

Consulta Lire la suite »

Oración funesta

9 – Oración funesta

Un hombre (o una mujer) se recoge ante un ataúd abierto. Otro (u otra) llega. Un jarrón con flores sobre un velador.

Dos – Hola, buenos días… (Vacilante) ¿ Me reconoces…?

El otro no parece reconocerle.

Dos – Rafael…

Uno – Ah, sí, por supesto… Hace tanto tiempo…

Dos – Vine en cuanto me enteré.

Uno – Sí. Yo también…

Dos – No le había vuelto a ver desde el colegio. No sé si le hubiera reconocido. Ha cambiado, ¿ verdad ?

Uno – Sí. Está muerto…

Dos – Fue un profesor inolvidable, ¿ verdad ?

Uno – Han pasado más de treinta años, y todavía le recordamos.

Dos – Hay profesores así, que te marcan con su impronta de por vida.

Uno – Es cierto…

Dos – No estoy seguro que, sin él, todavía me acordara de memoria de mis declinaciones alemanas.

Uno – Era un excelente pedagogo…

Dos – Mmm… Algo severo quizás…

Uno – Adolfo…

Dos – El Fürher, como le llamabamos.

Uno – Lo decíamos en broma…

Dos – Los chicos son crueles, a veces… Era sólo para divertirse un poco…

Uno – Seguro que él no nos daba muchas ocasiones para reirse…

Dos – ¿ Te acuerdas de cuando casi te rompió un dedo con su regla porque te habia sorprendido metiéndotelo en la nariz ?

Uno – Y que lo digas… (Enseñandole su mano) Mira, todavía se puede ver la cicatriz… Y tú, cuando dejó colgado en el perchero durante toda la hora de clase porque habías confundido el dativo con el genitivo…

Dos – Mira, me ha quedado una marca roja alrededor del cuello…

Uno – Es lo que tu decías : hay profesores que te marcan con su impronta de por vida…

Dos – Verle así tendido aquí dentro, con su bigotito… Treinta años después…

Uno – Sí… Yo tampoco, me lo habría perdido por nada del mundo… Ahora vivo en París. ¿ Y tú ?

Dos – En Los Angeles.

Un – Así que tú tampoco tendrás muchas oportunidades de sacar provecho de tu perfecto conocimientos de las declinaciones alemanas…

Suspiros.

Uno – Bueno… Todo eso era hace mucho tiempo.

Dos – Sí. Era otra época…

Uno – Tampoco vamos a cabrearle, ya que no está aquí para defenderse.

Dos – Tienes razón… Que en paz descanse.

Permanecen un momento en silencio, mirando fijamente hacia el interior del ataúd, con recogimiento.

Uno – ¿ No tenía los ojos cerrados cuando hemos llegado…?

Do – No sé… Sí, es posible… Me parece que sí…

Uno – Tengo la sensación de que nos está mirando…

Dos – Con la misma mirada aviesa de antes…

Uno – Y si no estuviera realmente muerto…

El otro coge el jarrón, le quita las flores, y asesta un golpe en el cráneo del muerto. Luego repone las flores en el jarrón y el jarrón en el velador.

Dos – Bien. Ahora sí que está muerto.

Uno – Que descanse en paz (Después de un momento) No creo que tengamos problemas ¿no?

Deux – No podíamos arriesgarnos a que fuera incinerado vivo.

Un – Tienes razón. Es el último favor que podíamos hacerle…

Se disponen a irse.

Dos – No le gustaban mucho los judios, si no recuerdo mal

Un – Quieres decir que era totalmente antisemita…

Se van.

Uno – Y por otra parte… ¿has vuelto a ver otra gente del colegio ?

Oscuro.

Oración funesta Lire la suite »

Champán

8 – Champán

Una mujer toma una copa de champán. Alguien llama a la puerta.

Dos (desde fuera) – ¡ Policía !

La mujer abre la puerta.

Un – Entre, por favor. Le estaba esperando.

La segunda mujer entra.

Un – ¿ Ha venido sola ?

Dos – Es que estamos cortos de efectivos por ahora… Mi colega tenia algo que arreglar…

Un – ¿ Nada grave, espero ?

Dos – No… Un accidente en un circo. Un tigre que mordió a su domador.

Un – ¿ Ha muerto ?

Dos – ¿ Quién ? ¿ El tigre ? Lo decía de broma… Sin embargo, la fiera le había cogido la nalga, y no quería dejarla. Tuvimos que anestesiarle…

Un – ¿ A quién ? ¿ Al domador ? Lo decía de broma…

Se rien las dos.

Dos – Está abajo, en el coche celular… Me refiero al tigre. Espero que no se desperte demasiado pronto… (Después de un momento) Bueno… ¿ Dónde es ?

Un – Aqui al lado, en la habitación.

Dos – Entonces, si no le molesta, voy a echar un vistazo…

La policía desaparece un momento por el lado de la habitación.

Dos (desde fuera) – Ah, sí…

Vuelve en seguida.

Dos – Y… si me permite la indiscreción, ¿cómo hizo usted eso ? Porque viéndola así, tan… delgadita.

Un – Con un cuchillo de sierra.

Dos – Un cuchillo de sierra…

Un – Un cuchillo eléctrico. De pilas. Para cortar el pan… o el jamón.

Dos (impresionada) – Y pensaba… trasladar los trozos. ¿ Ponerlos en una bolsa de basura, quizás ?

Un – No les habría llamado a ustedes…

Dos – Claro.

Un – ¿Un poco de champán?

Dos – Es decir que… ¿ Bueno, por qué no ?

Ella le sirve una copa.

Un – Gracias. Bueno, pues… Salud…

Beben.

Un – ¿ No me pone las esposas ?

Dos – ¿ Cuántos esposos tenía usted ?

Un – Sólo uno.

Dos – Entonces, no hay ningún riesgo de que reincida en seguida, ¿ verdad ?

Las dos sonríen y beben de nuevo.

Dos – Está bien fresquito, eh… Perdón, pero una última pregunta. Sólo por saber… ¿ Por qué dos trozos solamente ? ¿ Se agotaron las pilas…?

Un – Mi marido no conseguía escoger entre su amante y yo. Por lo tanto, opté por una partición equitativa.

Dos – Los hombres, todos son iguales…

Un – ¿ Está usted casada ?

Dos – Viuda.

Un – Perdón… Lo siento…

Dos – No, por favor… No vale la pena, se lo aseguro…

Un – No me diga que usted también…

Dos – Qué va… No hubiera podido entrar en la policía… Ya no son tan estrictos como antes, pero si ya tienes algún antecedente, claro, lo tienen en cuenta… No, mi marido murió estúpidamente… Por culpa de la cerveza… Al salir de un bar…

Un – Tenía un problema con la bebida…

Dos – ¡ Ni tan siquiera ! Estúpidamente, he dicho… Le atropelló un camión de San Miguel.

Un – Qué pena… Como digo yo : uno tiene que aprovechar las cosas buenas de la vida cuando todavía puede… ¿ Un poco más de champán ?

Dos (tendiendo su copa) – ¿Entiende usted ahora por qué no le pongo las esposas…?

La primera llena otra vez la copa de la segunda.

Dos – ¿ Usted la conocía ?

Un – ¿ A quién ?

Dos – A la amante de su marido…

Un – Personalmente, no. Solo sé que es policía.

Dos – Una colega, entonces… Bueno, hay guarras en todas partes. Y créame, todavía más en la policía…

Un – ¿ Le puedo hacer una pregunta ?

Dos – Cómo no…

Un – ¿ Usted cree en el azar ?

Dos – Bueno, en este oficio…

Un – Entonces, créame, usted no esta aquí por casualidad.

Dos – ¿ Francisco ?

Un – Es mi marido, sí. Bueno, era…

Dos – ¡ Si me habia dicho que era viudo, se lo juro !

Un – Eso prueba que todo el mundo puede equivocarse…

Dos – Dios mío. Ni siquiera le había reconocido al verlo así. En dos trozos… Así que usted me tiene que odiar, por supuesto…

Un – Le mintió a usted, también, ¿ no es cierto…?

Dos – El muy cabrón… Si usted me permite… ¿ Y ahora qué ?

Un – Pues como le he dicho. Compartimos. ¿ Tiene usted una parte preferida ?

Dos – Es que… No va ser tan sencillo… Tengo que escribir un informe. Y me va a costar hacer pasar esto por un accidente doméstico…

Un – ¿ Un suicidio ?

Dos – ¿ Un tipo que se hace harakiri con un cuchillo de sierra con pilas…?

Un – Entonces no hay más remedio que hacer desaparecer el cuerpo.

Dos – ¿ Alguna idea ?

Un – ¿ El tigre…? Tendrá hambre ¿no…? Si quería comerse a su domador…

Dos – Es un tigre muy viejo… Sólo le quedan dos o tres dientes… Por eso escogió la parte más blanda…

Un – Voy a comprar más pilas…

Oscuro.

Champán Lire la suite »

Florilegio

7 – Florilegio

Dos mujeres miran dos tumbas que imaginamos. La primera echa un vistazo hacia la segunda.

Un – ¡Enhorabuena! Eso sí que es una tumba bien florida… De verdad que es magnífica.

Dos – Gracias… Pero es mucho trabajo, sabes… Aunque cuando se ve el resultado, se olvida todo lo demás…

Un – Claro.

Dos – ¿Y las tuyas, se las compraste al florista de al lado?

Un – Qué va… yo misma las cultivo. Y escúchame bien… ¡sin abonos químicos, faltaría más!

Dos – Lo que yo te diga… Las flores biológicas, no hay nada mejor.

Un – Confieso que pensé en incinerar al mío, pero bueno, la incineración. No resulta muy ecológico, ¿ verdad ?

Dos – Por supuesto… Y el suyo, ¿murió hace tiempo…?

Un – Hará viente años el 24 diciembre…

Dos – ¡Dios mío! ¿ El 24 de diciembre ?

Un – Pues sí… La nochebuena… Ya te puedes imaginar lo animada que estaba para celebrarla…

Dos – ¿Un hueso de pavo que se le atragantó..?

Un – No… Le atropelló un coche… Un borracho que ni siquiera tenía el carné.

Dos – A ellos habría que matarlos…

Un – Por lo menos, murió en el acto. No sufrió. ¿Y el tuyo?

Dos – Cinco años exactamente. Es su cumpleaños…

Un – Deja un gran vacío, ¿verdad?

Dos – Sí… Tengo otro, pero bueno. No es igual…

Un – Claro.

Dos – ¿ Y tú, tienes otro ?

Un – No. Ni siquiera tuve ganas. Sabía que no podía ser sustituido… Tengo un gato. Pero un gato… no es igual.

Dos – A pesar de todo… hay que seguir viviendo. ¿Tienes hijos?

Un – Tres. Pero bueno… Tampoco es igual, ¿ verdad ? No hay sustitución posible.

Dos – Sobre todo cuando crecen. Y se marchan de casa.

Un – Ellos, de no haber muerto prematuramente, nunca nos habrían abandonado.

Dos – Claro… Pero no viven tanto tiempo como nosostras, lo sabemos. Tendríamos que estar preparadas…

Un – Si… Y a pesar de todo, cuando ocurre, es un trauma. ¿ Como encontraste el tuyo ?

Dos – Por internet.

Un – Ah, sí… En mi caso, hace veinte años… todo ese rollo aún no existía… Recogí el de la vecina. Ya no lo quería…

Dos – Es horrible… Hay mujeres así… Escogen uno, y luego se dan cuenta de que no es exactamente lo que habían imaginado… Así que prefieren abandonarle… Afortunadamente, estabas allí para recogerle… Estoy segura de que fue muy feliz contigo el tiempo que vivió…

Un – ¿ Tienes una foto ?

Dos – Mira, ahí hay una, en su sepultura.

Un – Ah, sí, no la había visto… Dios mío, qué mono era… Con esas orejas. Son tan grandes que casi le tapan los ojos…

Dos – Si lo hubieras visto con unos años menos. Con más pelo. ¿ Y el tuyo ?

Un (enseñándole una foto) – Mira…

Dos – Ah, sí… Con el pelo rizado… Muy cariñoso, ¿ verdad ?

Un – Un amor…

Suspiran.

Un – Bueno, ya me tengo que ir. Creo que nos estan esperando para cerrar las puertas.

Dos – ¿ Vienes muy a menudo ?

Un – En cuanto puedo. Pero se me hace lejos… ¿ Y tú ?

Dos – Yo, afortunadamente, vivo justo enfrente. La verdad es que de la ventana de mi cocina, puedo verlo…

Un – Qué suerte… Así que nos volveremos a ver…

Dos – Si Dios quiere.

Empiezan a irse.

Un – ¿ Y el tuyo, de que murió ?

Dos – Una larga enfermedad, como dicen cuando no saben. Al final, sufría tanto… Tuve que llevarlo a que le pusieran la inyección.

Un – Vamos, piensa que donde están ahora, ya no sufren más.

Dos – ¿ Crees que hay un paraíso para ellos también ?

Un – Vete a saber… Puesto que ya hay cementerios…

Oscuro.

Florilegio Lire la suite »

Juicio express

6 – Juicio express

Dos sillas y una mesa. Un hombre en mono de color naranja (como los de los presos en Guantanamo) entra y se pone a esperar. Llega una mujer en toga de abogada, muy excitada, con el móvil pegado al oído. Saluda con un gesto a su cliente y empieza a instalarse, mientras termina su conversación.

Abogada (al teléfono, mientras se sienta a la mesa y saca unos documentos de su cartera) – Mire, veinte años, no está mal. Con otro juez… y otra abogada, habría podido ser mucho más. Bueno, un poco más… No, créame, viente años está muy bién. En diez años, la condicional. Diez años pasan como un suspiro, se lo aseguro. Me casé hace diez años, y me parece que fue ayer. Bueno, perdón, pero tengo que dejarle, estoy ahora mismo con otro cliente, y… Sí, es inocente de verdad, ya lo sé. Pero bueno. ¿ Qué le vamos a hacer ? No se puede ganar siempre. Le vuelvo a llamar más tarde, ¿de acuerdo ? Chao, chao… (Guarda su móvil) ¡ Qué coñazo de hombre…!

Con una sonrisa comercial, se vuelve hacia el hombre.

Abogada Siéntese Señor… (Echa un vistazo a sus documentos) Martínez.

Hombre – Sánchez…

Abogada – Empezamos bien… Siéntese, Señor Sánchez, por favor (Tachando en el documento) No se puede imaginar… los documentos judiciales están llenos de errores de mecanografía. Sin contar las faltas de ortografía… Es para pensar que todos esos jueces son analfabetos. (Suspira) Y luego nos sorprendemos de que haya tantos inocentes en la cárcel… (Sonriendo de nuevo) Pero no se preocupe, vamos a sacarle de aquí ¿verdad? Bueno, de qué se le acusa, exactamente…? (Hojea sus documentos) Vamos a ver… Uiiii… Fíjese… Como una auténtica novela, ¿ no ? Tiene más páginas que El Quijote. Ya me preguntaba yo por qué mi cartera pesaba tanto… Pero ellos no se dan cuenta, no. Si yo tuviera que leerme todo esto… Bueno, resumiendo : Usted partió a su esposa en dos con una hacha, ¿ No es cierto ?

Hombre – No…

Abogada – ¡Perfecto! Es exactamente la respuesta que esperaba. Se trata de un accidente doméstico, claro…

Hombre – No…

Abogada – ¡Usted es inocente! Aún más sencillo. Estoy segura de que vamos a trabajar bien juntos, Señor Ramírez. Negarlo todo y no perder el tiempo con los detalles. Es la estrategia de defensa que recomiendo a todos mis clientes. Bueno, no siempre funciona, pero créame, es mucho más rápido que leer todos esos aburridos documentos. Las circunstancias atenuantes, la infancia desgraciada, el instante de locura, todo el rollo… Muy complicado. Para un resultado más bien incierto. Muy bien, lo vamos a hacer así. ¿ Usted conoce el juego del ni sí ni no ?

Hombre – Sí…

Abogada (bromista) – ¡Ah, ya se la pegué! Pero mi juego es todavia más sencillo: usted tiene que contestar no a todas la preguntas. ¿ Listo ?

Hombre (prudente) – Mmmm…

Abogada – ¿ Partió usted a su mujer en dos ?

Hombre – No…

Abogada – ¿ Tiene usted una hacha ?

Hombre – No…

Avocate – ¿ Se vistió alguna vez de mujer ?

El móvil de la abogada suena.

Abogada – Un momento, por favor… (Contesta) ¿Sí…? ¡Ah, sí, mi amor! ¿Cómo estás ? Pues no, tengo que ir a la peluquería a las cinco, y me quedan media docena de clientes por atender. ¿Te podrías ocupar del champán? Creo que no voy a tener tiempo… Ah, antes de que se me olvide, he invitado también al juez con su mujer, y al procurador con su amante… Así que serán tres cubiertos más… No tres, la amante del procurador es la mujer del juez. Muy bien, gracias… Eres un amor. Mil besos. Yo también… Hasta luego…

Guarda su móvil.

Abogada – Bueno… ¿Dónde nos habíamos quedado, Señor Hernández…?

Hombre – Sánchez…

Abogada – Claro. Hernández es el apellido de mi criada. O Fernández, no recuerdo. Bueno, es igual, verdad… Así que usted no mató a su mujer, y se acabó. Créame, así nos evitamos muchas complicaciones… Y al contestar no a todas las preguntas, usted está seguro de no contradecirse. ¿Tiene usted otra cosa que contarme, Señor Gómez ?

Hombre – Bueno… Sí…

Abogada (bromista) – Ah, otra vez cayó en la trampa… La buena respuesta era no. Bueno, tengo que dejarle, Señor González. Me quedan muchos inocentes como usted que salvar hoy antes de poder ir a la peluquería… Nos vemos mañana en el tribunal ¿de acuerdo? Y de nuevo, no se preocupe. Estoy convencida de su inocencia (Con segunda intención) Además, recibo al juez a cenar esta noche… Intentaré hablarle en su favor cuando esté un poco borracho. (Para sí misma) Pero antes de que empiece a ponerse cachondo como la última vez… Vamos, hasta luego, Señor Márquez…

La abogada sale, tan excitada como había entrado. El hombre se queda ahí, perplejo. Luego se da la vuelta. Se puede leer en su espalda en el mono una inscripción como « Servicio de Reparaciones ».

Hombre – Bueno, Manolo, ¿qué coño estás haciendo con la escalera? No nos vamos a pasar todo el día aquí para cambiar una bombilla, ¿no?

Oscuro.

Juicio express Lire la suite »

The end

5 – The end

Un hombre mirando fijamente hacia la sala.

Otro llega. Parece que busca por dónde ir.

Dos – Perdona. La tumba de Jim Morrison, ¿ sabes dónde se encuentra…?

Uno (saliendo de sus pensamientos) – Ni idea.

El otro mira a su alrededor.

Dos – La última vez que estuve aquí fue para el funeral, pero estaba tan colocado… No recuerdo nada… (Mirando también hacia la sala) ¿ Lo conocías ?

Uno – ¿ A Morrison ?

Dos – A ése… al que están enterrando ahora… Mucha gente… ¿ Era famoso ?

Uno – Un filósofo… que también escribía obras de teatro.

Dos (comentando con ironía una oración fúnebre que no se oye) – Era un sabio pensador, un profesor generoso, un amigo fiel… Bla bla bla… No me extrañaría que escribiera libros aburridos, manoseara a sus alumnos, y debiera dinero a todo quisque…

El otro le mira con curiosidad.

Dos – Los cabrones también mueren ¿no? Y encima, casi siempre más viejos que los demás. Pero al final también la palman. Pero ¿dónde los entierran? Mira todos esos epitafios. A mi querido esposo… A nuestro amado padre… A nuestro adorado jefe… Y a los tíos que engañaban a su mujer, que pegaban a sus hijos y esplotaban a sus empleados ¿dónde los entierran? No me explico de dónde viene esa extraña costumbre de santificar a los cabrones cuando han muerto.

Uno – Supongo que será por la gratitud de los que dejan atrás por habérselo quitado de encima.

Dos – En todo caso, aunque sólo fuera por eso, valdría la pena asistir a sus propios funerales. Para poder oír a los que no te tragaban estando vivo proclamar hasta qué punto eras un tipo formidable…

El otro le mira con interés.

Dos – ¡Joder… y ahora el minuto de silencio! No nos habrán ahorrado nada.

Silencio.

Dos – Una obra de teatro escrita por un filósofo debe de ser un coñazo ¿ no ?

El otro parece un poco ofuscado.

Dos – Perdón… ¿ Quizá era un amigo… o un pariente ?

Uno – Yo tampoco quería perderme mi entierro… (Presentándose, tendiendo la mano) Jean-Paul…

Dos (apretando la mano que el otro le tiende) – Jim…

Uno – No te habría reconocido. Por entonces tenías el pelo largo ¿ no…?

Dos – Sí… Y tú bizqueabas un poco.

Un – Sólo de un ojo. (Suspirando con filosofía) Pero ya no somos más que esencia, ¿ verdad…?

Jim saca un cigarillo.

Dos – Ya podemos fumar sin miedo al cáncer… Come on, baby, light my fire.

Jean-Paul enciende el cigarillo.

Uno – Lo siento, pero no conozco mucho su discografía…

Dos – Yo tampoco leí tus libros… El existencialismo, ¿ no era eso ?

Uno – Sí…

Dos (irónico) – Ser o no ser…

Jean-Paul parece preguntarse si Jim le esta tomando el pelo o no.

Uno – Esa es de otro dramaturgo, pero bueno… ¿ Estás seguro de que enterraron a Morrison en el cementerio de Montparnasse ?

Dos – ¿ No ?

Uno – Yo diría más bién en el de Père Lachaise….

Dos – Joder, no me acuerdo de nada. Estaría colocadísimo…

Oscuro.

The end Lire la suite »