Una comedia de Jean-Pierre Martinez
Hasta 25 personajes (hombres o mujeres)
Comedia de sketches. Humor negro…
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GUION COMPLETO DE LA OBRA
MUERTOS DE LA RISA
Una comedia de Jean-Pierre Martinez
Los tres golpes
Dos personajes entreabren la cortina del teatro para mirar entre bastidores, más o menos discretamente, a los espectadores ya instalados en el patio de butacas en espera del comienzo del espectáculo.
Uno -¿Quién es esa vieja de la primera fila con audífono?
Dos – La de los derechos…
Uno – ¿La de los derechos?
Dos – Sí, la sobrineta del autor, a la que hemos tenido que pedir autorización para representarlo. Y te aseguro que los herederos son a veces más moscas cojoneras que el propio autor cuando vivía.
Uno (con un suspiro) – Para qué montamos autores muertos si hay que pagar a los herederos.
Dos – Bueno, éste, 10 años más y ya estará libre de derechos.
Uno – Esperemos al menos que le guste la función.
Dos – Ese trigo no está todavía vendido. Ten en cuenta que ella asistió al nacimiento de la obra en 1927 y por consiguiente tiene sus puntos de vista propios.
Uno – ¿Para qué ha venido entonces?
Dos – Para contar la entrada y verificar que no la vamos a engañar en su 10%. Y pensar que la hemos tenido que invitar para hacerle la pelota.
Uno – Por ahora tiene los ojos cerrados, ¿se concentra o duerme?
Dos – A lo mejor está muerta
Uno – No, está roncando.
Dos – A lo mejor convendría despertarla. Vamos a dar los tres golpes de aviso.
Uno – Voy a pedir que los den algo más fuertes que de costumbre.
Oscuro. Se oyen los tres golpes.
1 – Pésame (mucho)
Un hombre se recoge delante de una tumba. Otro llega.
Dos – Disculpe, busco la tumba de Velázquez…
Uno – ¿ Diego Velázquez ? ¿ Está enterrado aquí ?
Dos – Perdón… Quería decir, Consuelo, claro… Ando un poco despistado…
Uno – Consuelo…
Dos – Consuelo Velázquez… Ya sabe… (Cantando) : Bésame, bésame mucho…
Uno – Ah, sí… La cantante… Pues, no sé…
El otro empieza a irse, pero luego se detiene, echando un vistazo a la tumba que el primero está mirando.
Dos – ¿ La conocía…?
Uno – Era mi amante…
Dos – Ah… Lo siento.
Uno – No vale la pena, sabe… Era una puta…
Dos – Vamos, no diga eso…
Los dos quedan silenciosos un momento, recogiéndose delante de la tumba.
Dos – Por eso habrá venido después de la ceremonia y no antes… Para no encontrarse con el marido…
Uno – Sí…
Dos – ¿ No la habrá matado usted, verdad ?
Uno – No, no, qué va… La atropelló un tranvía… Justo cuando salía de mi casa… para recoger mi mechero que me había dejado en el coche… Y al cruzar de nuevo la calle para volver… Habían inaugurado la línea el día de antes. Pero se le olvidó…
Dos – Ese es el problema con los nuevos tranvías eléctricos. Son ecológicos, claro, pero como no hay motor, no se les oye llegar…
El primero saca un cigarillo y se lo pone en la boca.
Uno – ¿ Tiene fuego…? Como ya no tengo mechero…
Dos – Claro, como no…
Uno – ¿No estará prohibido, verdad ?
Dos (dándole fuego) – Los cementerios, son los únicos lugares donde todavía tienes derecho a fumar.
El primero enciende su cigarillo.
Uno – Así es como su marido se enteró de que era cornudo… Ella le decía que iba a ver a su abuela al asilo. La vieja no se acordaba nunca de nada. Era cómodo. Pero como el tranvía le pasó por encima enfrente de mi casa… El marido tuvo que sospechar algo…
Dos – Ya ve… Enterarse al mismo tiempo de que eres viudo y eras cornudo…
Uno – Desde entonces, voy andando…
Dos – ¿ Cómo dice…?
Uno – Enterró a su mujer con mis llaves ! Para vengarse, supongo…
Dos – ¿ Sus llaves ?
Uno – ¡ Las de mi coche ! Que le había dado a ella para que me fuera a buscar el mechero…
Dos – Claro…
Uno – Fui a la presentación del cuerpo, y las vi que le salían un poco del bolsillo… Pero como había tanta gente… No pude hacer nada… Y ahora…
Dos – ¿ Y no las tenía duplicadas…?
Uno – Sí… Pero el otro juego lo tiene mi mujer…
Dos – Pues le dice a su mujer que ha perdido las suyas, y ya está.
Uno – Nos separamos… (Enseñando la tumba) Esa puta le acababa de contar que la engañaba con ella… Así que… ¡como para pedirle las llaves… !
Dos – Claro…
Uno – Pronto se hará de noche… ¿ No tendría una pala por casualidad ?
Dos – ¿ Lo dice en serio ?
Un – Así que no tiene pala… ¿ Y lleva coche ?
Dos – ¿ Quiere que le deje en alguna parte ?
Uno – Muy amable. ¿ Hacia dónde va ?
Dos – Hacia el hospital. Vivo justo enfrente. Soy médico.
Uno – Qué raro, ahí vivía también ella. Y su marido era cirujano…
Dos – Sí… Soy su marido…
Uno – Claro. Ahora lo entiendo… he tenido mis dudas al ver el mechero…
El primero saca el mechero de su bolsillo.
Dos – Disculpe… Se lo devuelvo, por supuesto… No sabía de quién era… Y también me sorprendió encontrarlo en su mano cuando me la devolvieron. Como no fuma… Bueno, no fumaba…
El otro coge el mechero.
Uno – Gracias. (Echando un vistazo al mechero) Fíjese. Ni un rasguño…
Dos – Mi mujer, en cambio…
Uno – Lo quiero mas que a la niña de mis ojos… (Poniendo el mechero en el bolsillo) Ella me lo regaló…
Dos – En cuanto a sus llaves… Le juro que no sabía nada, lo siento… No se me ocurrió hurgarle en los bolsillos…
Uno – Le creo, no se preocupe… ¿Para qué me mentiría ahora…?
Se disponen a irse.
Uno – Pero yo creía que usted estaba buscando la tumba de Velázquez… Por eso no desconfié… ¿ Era una trampa…?
Dos – De ningún modo… Pero comprenderá que durante esa interminable ceremonia no tuve tiempo de recogerme en la tumba de Consuelo…
Uno – ¿ Su mujer no se llamaba Carmen ?
Dos – Sí… Sí, sí… Ahora me refiero a Consuelo Velázquez… Bésame mucho… ¿ No recuerda ?
Uno – Ah, sí…
Dos – Es mi cantante favorita… Como sabía que estaba enterrada aqui… Me dije que volvería más tarde para visitarla tranquilamente… No importa, lo haré otro día… (Después de un momento) Siempre me pregunté qué podían hacer con los muertos cuando los cementerios están llenos…
Uno – Se les olvida, supongo… Aparte de algunas celebridades…
Dos – Eso debe de ser la immortalidad. Una perpetua concesión…
Se alejan.
Uno – Es verdad que es un lugar un muy agradable…
Dos – Ella quería ser enterrada aquí…
Uno – Le habrá costado un huevo ¿ No ? Es muy cursi…
Dos – ¡Y que lo diga!… Ese era su lado esnob…
Salen.
Dos – Tiene razón, era una puta…
Uno – Vamos, no diga eso…
Oscuro.
2 – Dead line
Un hombre sentado frente a una mujer instalada delante de un ordenador.
Ella (mirando la pantalla) – Pues… según los datos que me ha dado, tendría que ocurrir el… 27 de diciembre de 2041.
El – ¿ A qué hora ?
Ella (con una sonrisa) – Bueno, nuestro programa todavía no ha llegado a ese grado de precisión. Digamos por la noche.
El – Ah…
Ella – ¿Algún problema? Si no me equivoco, usted tendrá 76 años y 3 meses… No será muy mayor, claro, pero… teniendo en cuenta su higiene de vida, y su alojamiento insalubre… Se lo aseguro… No podía esperar nada mejor…
El – Sí, lo entiendo, por supuesto, pero es que… El 27 de diciembre… Cae justo en medio de las fiestas, entre Nochebuena y Año Nuevo… No me viene bien. Mi mujer y yo, llevamos una tienda de chocolate. Realizamos la mitad de nuestro volumen de ventas durante esta última semana del año…
Gesto de ella para significar que lo siente, pero que no puede hacer nada.
El – ¿ Y si yo dejara de fumar…?
Ella – Bueno, en ese caso… Vamos a ver… (Golpeteando en su teclada) No fumador… ¿ Así que definitivamente no piensa cambiar de casa…?
El – Vivimos con mi madre. Justo encima de la tienda. Y no pagamos nada.
Ella – Bien… Lo que nos daría… El 29 de febrero de 2044… Es un año bisiesto…
El – Mmmm…
Ella – Usted ganaría casi tres años.
El – No sé si vale la pena…
Ella – Usted verá…
El – ¿ Y si dejara también el coñac…?
Ella – Tampoco tiene uno que dejar de vivir sólo para morir un poco más tarde…
El – Claro… ¿ Y mi mujer…?
Ella – Bueno, eso, la verdad, no tiene mucha incidencia. Más bien sería bueno para el corazón… y para la próstata. El sexo… Sin exceso, claro…
El – No, quiero decir… Mi mujer… ¿ Para cuándo…?
Ella – Ah, sí… perdón… Pero, no… Lo siento… Estas previsiones son únicamente individuales, y tienen que permanecer estrictamente confidenciales…
El – Lo entiendo, pero… ¿ Antes o después de mí…?
Ella – Aunque lo supiera, no se lo podría decir… No insista, por favor…
El – Mmmm… (Pensativo) Ella no fuma…
Ella – Bueno, eso no significa nada… Además, hay que tener en cuenta el tabaquismo pasivo…
El – Mi esposa me obliga a salir al balcón para fumar…
Ella – Podría tener un accidente de coche… Digo, sin usted a bordo…
El – No tiene el carné…
Ella – A lo mejor, quién sabe, puede ser atropellada cruzando la calle… Sin hablar de los accidentes domésticos… No se imagina usted los horrores que pueden acontecer en una cocina… O en una casa en general. Todavía más si es muy antigua y muy mal cuidada como la suya. Un escape de gas… Una caída por las escaleras…
El (pensativo) – Un secador cayendo accidentalmente en la bañera…
Ella – ¿ Pero por qué le preocupa tanto que su esposa muera antes que usted ? (Cómplice) ¿ Quiere evitarle la pena de sobrevivirle…?
El – No, no es eso… Es… por lo del panteón…
Ella – ¿Sí…?
El – Desde que mi padre falleció, no queda más que un sitio libre en este panteón…
Ella – ¿ Y…?
El – Pues… Yo, la verdad, es que me llevaba muy mal con mi padre… Así que no querría… Usted me entiende… De modo que si mi mujer iba a marcharse primero, lo arreglaría todo… Le dejo el último sitio libre en el panteón, y yo, me puedo instalar adonde sea. Un poco más lejos de mi padre… Sin armar follón…
Ella – Claro…
El – ¿ Y si me pongo a hacer deporte…?
Ella – Si no se trata de un deporte demasiado violento… ¿ En cual pensaba ?
El – Yo que sé… ¿ Algo de pesca…?
Ella – Un barco siempre se puede hundir…
El – Puedo pescar en la playa…
Ella – Preveen un maremoto en la costa en 2040…
El suspira, y parece resignarse.
El – Bueno, pues… Tendré que conformarme con el 27 de diciembre del 41…
Se levanta para marcharse.
El – Se me olvidó preguntarle… ¿ De qué muero, exactamente…? ¿ Cáncer de pulmón ?
Ella – Ah, es verdad… Espere un momento…
Ella lo averigua en su ordenador.
Ella – Ya le había avisado de que su alojamiento es insalubre…
El no entiende.
Ella – El balcón… Se desploma… Creo que, decididamente, usted debería dejar de fumar…
Oscuro.
3 – Salida Nula
Una mujer de luto llega por un lado, con cara de circunstancias, y una corona fúnebre en la mano. Saca un pañuelo de su bolso y enjuga una lágrima. Se oye el sonido de su móvil. Ella contesta con voz muy afectada.
Mujer 1 – ¿ Sí…? Ah, eres tú… Sí, sí, ahora mismo estoy en el tanatorio. La verdad es que no lo había visto desde hace años, pero en fin… A pesar de todo, es muy emocionante. Quería verlo por última vez… Para despedirle…
Otra mujer, de luto tambien, llega por el otro lado.
Mujer 1 – Tengo que dejarte, lo siento. Mi hermana acaba de llegar. Te llamaré más tarde ¿ de acuerdo ? Gracias por haber llamado…
Las dos mujeres se abrazan, sin cariño.
Mujer 2 – Menos mal que me has avisado… Yo ni siquiera recibí la esquela de defunción. (Señalando el otro lado) ¿ Está ahí…?
Mujer 1 – Sí.
Mujer 2 – ¿ Le has visto ?
Mujer 1 – Sí.
Mujer 2 – Hace lo menos diez años… Habrá cambiado, ¿ no ?
Mujer 1 – Claro… Está muerto.
Mujer 2 – Sí… La verdad es que no estoy muy segura de querer entrar ahí. Para verle así… Yo nunca ví a un muerto. Quizás debería quedarme con la imagen de la última vez que lo vi. Lleno de vida…
Mujer 1 – Vamos. Hazlo por él. Estoy segura de que le habría hecho mucha ilusión verte una última vez.
Mujer 2 – Bueno…
Se dirige sin entusiasmo hacia el lado de la cámara mortuoria y desaparece.
Su hermana se queda sola y enjuga otra lágrima.
Mujer 1 – Dios mío…
La otra vuelve, un tanto perturbada.
Mujer 1 – ¿ Ya…?
Mujer 2 – ¿ Me dijiste que estaba ahí, verdad, por esa puerta a la derecha?
Mujer 1 – Sí… ¿ Por qué ?
Mujer 2 – Si no es él…
Mujer 1 – No le has visto desde hace diez años. Por fuerza tiene que haber cambiado.
Mujer 2 – ¿ Hasta cambiar de sexo…? Es una mujer la que está en el ataúd.
Mujer 1 – ¿ Seguro…?
Mujer 2 – Una mujer que, encima, no se le parece en nada… ¿ No te diste cuenta ?
Mujer 1 – Mira… Estaba tan conmocionada esta mañana… Se me cayeron las lentillas de contacto en el lavabo. Debe de ser la puerta a la derecha. Hay dos capillas ardientes… Voy a ver.
Mujer 2 – Mejor voy yo, ¿ no ?
Desaparece otra vez, dejando su hermana todavía más perturbada. Pero la otra vuelve en seguida.
Mujer 1 – ¿ Y bien ?
Mujer 2 – Tampoco es él.
Mujer 1 – ¿ Estás segura ?
Mujer 2 – A menos que nos haya ocultado toda su vida que era negro… Enséñame la esquela… A lo mejor, te equivocaste de dirección. Tanatorios, hay muchos…
Mujer 1 – Dios mío… Me impresionó tanto saber que había muerto. Y ahora, ni siquiera vamos a poder asistir a su entierro…
Sale una esquela de su bolso y se la da a su hermana.
Mujer 2 (echando un vistazo a la esquela) – Pues, no… Aquí está… No lo entiendo… La dirección es correcta… (Leyendo) Comunican con profundo dolor el fallecimiento de… ¡ Pero no es su nombre !
Mujer 1 – No es posible ! Dame eso…
Coge la esquela de las manos de su hermana, y la mira frunciendo el ceño para compensar la ausencia de sus lentillas.
Mujer 1 – ¡ Joder ! Es el apellido de los vecinos… Ocurre al menos una vez por semana…
Mujer 2 – ¿ El qué ?
Mujer – ¡ Que el cartero se equivoque ! Bueno, Martínez, Ramírez… Se parece mucho, ¿ no ? Yo tampoco me di cuenta…
Mujer 2 (consternada) – Así que no ha muerto…
Mujer 1 – Lo siento, de verdad… (Tenso silencio) ¿ Y qué hago yo ahora con la corona?
Mujer 2 – No esperes que el florista te devuelva el dinero…
Mujer 1 – ¡Imagínate si se pusieran a reembolsar las coronas después de los entierros…!
Mujer 2 – Pues déjala aquí… Para honrar la memoria del difunto de tus vecinos…
Mujer 1 – Sí… Aunque no parece que se preocupen mucho por él. Ni siquiera han venido a despedirle…
Mujer 2 – No tendría que sorprenderte. Tú tienes la esquela de defunción…
Mujer 1 – Dios mío, es verdad. ¿Cómo voy a anunciarles eso ahora…?
Mujer 2 – Sí… Creo que ya vas a necesitar toda la delicadeza de la que seas capaz…
Mujer 1 – Por lo menos, él no ha muerto… Pero bueno… (Suspirando) Con lo que me costó decirle adios…
Mujer 2 – Pues así, esta hecho. Por si acaso…
Se van.
Mujer 2 – ¿ Irás a verlo ?
Mujer 1 – ¿ A quién ?
Mujer 2 – ¡ A él !
Mujer 1 – ¿ Para qué ?
Mujer 2 – No sé. Como tenías tanto interés en despedirte de él. Así podrías hacerlo mientras está vivo.
Oscuro.
4 – Interrogatorio
El primero (o la primera) va y viene por detrás del segundo (o la segunda), sentado en una silla.
Uno – Acabarás por hablar, sabes. He doblegado a más resistentes que tú, te lo aseguro…
Dos (como si recitara una lección) – Soy inocente, se lo juro.
Uno – Claro, como siempre. Lo que dicen todos. Bueno, otra vez : nombre, apellido, fecha de nacimiento, profesión…
Dos (aburrido) – Pedro Sinsilla, 33, enfermero…
Uno – ¿Y dónde estabas, Sinsilla el miércoles por la noche, a eso de las doce?
Dos – En la cama. Durmiendo.
Uno – ¿ Solo ?
Dos – No, con mi novia.
Uno – Y, naturalmente, vas a decirme que ella también estaba durmiendo…
Dos – Pues sí. A las doce… Trabajamos los dos. Tenemos que madrugar mucho.
Uno – Por lo menos, podrías tener un poco más de imaginación.
Dos – No tengo nada más que decirle.
Uno – Ya… Pues de todas formas vas a decírmelo.
Dos – ¿ Decirle qué ? ¿ Que no tengo nada que decir ? Si acabo de decirle…
Uno – No te pases conmigo. No estás seguro de ganar.
Dos (levantándose) – Eso está claro…
Uno – ¡Siéntate, Sinsilla !
El otro está muerto de risa.
Uno – ¿ Quieres que te inculpe también por desacato a la policía ?
El otro vuelve a sentarse suspirando.
Uno – Muy bien… Entonces… ¿ Qué estaba diciendo…? Ah, sí… ¿ Que dónde estabas el martes por la noche ?
Dos – ¿ No habías dicho el miércoles ?
Uno – Bueno, martes, miércoles, qué más da… ¿ Dónde estabas ?
Dos – La verdad es que no recuerdo.
Uno – ¿ Cómo que no recuerdas ? Acabas de decirme que estabas en la cama, follando a tu novia.
Dos – No, eso era el miércoles…
Uno – ¡ Cabrón ! ¿Vas a hablar, o no ?
Da un golpe violento con la mano en la mesa que se desploma. En seguida hace una mueca de dolor y se coger la mano con la otra.
Uno – ¡Hostia puta!
Dos – Pero ¿qué coño…?
Un – ¿A ti qué te importa…? ¡Joder…!
Dos – ¿ Duele mucho…?
Uno – Me he destrozado la mano…
Dos – A ver… Soy enfermero, ¿ no te acuerdas ?
El otro se deja examinar.
Dos – Está bien. No hay fractura.
Uno – ¿ Por qué me duele tanto, entonces ?
Dos – ¡Qué bestia eres ! Has roto la mesa. Hasta has llegado a darme miedo. Casi he llegado a creer que me ibas a dar una chuleta de verdad…
Uno – Perdón… No me di cuenta…
Dos (suspirando) – ¡Qué coñazo estos entretenamientos! Además, estoy harto de hacer de acusado.
Uno – Pues la próxima vez harás de policía. Ya verás si de verdad es más divertido…
Dos – Vale… ¿ Descansamos un rato ?
Uno – De acuerdo.
Saca un paquete de cigarrillos, y le ofrece uno a su colega.
Dos – Gracias, dejé el tabaco la semana pasada.
El otro se dispone a encender su cigarrillo.
Dos- Oye… no quiero parecer demasiado estricto respecto al reglamento, pero sabes que ahora está prohibido,…
Uno – ¿ Cómo ?
Dos – Esto es un lugar público ¿o no?
Uno – Joder… ¿ Por qué escogí este curro de mierda…? Así que ahora, un policía ni siquiera tiene el derecho de ofrecer un cigarillo a un acusado durante un interrogatorio ?
Dos – Podría demandarte…
El otro vuelve a meter el cigarrillo en el paquete.
Uno – Bueno, pues seguimos, entonces…
Dos – ¿ Tú haces de acusado ?
Uno – Vale.
Se sienta en la silla, y el otro empieza a ir y venir por detrás de él durante un rato. El primero se impacienta.
Uno – Bueno… ¿ Y qué ? Me estoy durmiendo…
Dos – ¡ Espera un poco, joder ! Me estoy concentrando…
Sigue concentrándose un rato, antes de atacar.
Dos – ¡ Vamos, maricón ! ¿ Dónde estabas el miércoles por la noche a eso de las doce ? Acabarás por decirmelo, así que más vale que me lo digas en seguida… y ganaremos tiempo…
Un – Pues, el miércoles a las doce, estaba atracando el super de mi barrio.
Se ríe.
Dos – Joder… Eso no vale… No tienes que decírmelo tan pronto…
Uno (mirando su reloj) – Mira, ya son las ocho… Se acabó, ¿ no…?
Dos – Bueno… Además, tengo que volver temprano a casa… Mi novia me lleva al teatro esta noche.
Uno – No me digas…
Dos – A ver si no es tan aburido como la última vez. Me tuvo que despertar en el descanso…
Se disponen a irse.
Uno – ¿ Y el miércoles por la noche a eso de las doce, que hacías en realidad ?
Dos – Estaba en la cama, fíjate. Como te he dicho.
Uno – ¿ Con tu novia ?
Dos – No, con la tuya, tonto.
Se van.
Uno – ¿ De verdad…?
Oscuro.
5 – The end
Un hombre mirando fijamente hacia la sala.
Otro llega. Parece que busca por dónde ir.
Dos – Perdona. La tumba de Jim Morrison, ¿ sabes dónde se encuentra…?
Uno (saliendo de sus pensamientos) – Ni idea.
El otro mira a su alrededor.
Dos – La última vez que estuve aquí fue para el funeral, pero estaba tan colocado… No recuerdo nada… (Mirando también hacia la sala) ¿ Lo conocías ?
Uno – ¿ A Morrison ?
Dos – A ése… al que están enterrando ahora… Mucha gente… ¿ Era famoso ?
Uno – Un filósofo… que también escribía obras de teatro.
Dos (comentando con ironía una oración fúnebre que no se oye) – Era un sabio pensador, un profesor generoso, un amigo fiel… Bla bla bla… No me extrañaría que escribiera libros aburridos, manoseara a sus alumnos, y debiera dinero a todo quisque…
El otro le mira con curiosidad.
Dos – Los cabrones también mueren ¿no? Y encima, casi siempre más viejos que los demás. Pero al final también la palman. Pero ¿dónde los entierran? Mira todos esos epitafios. A mi querido esposo… A nuestro amado padre… A nuestro adorado jefe… Y a los tíos que engañaban a su mujer, que pegaban a sus hijos y esplotaban a sus empleados ¿dónde los entierran? No me explico de dónde viene esa extraña costumbre de santificar a los cabrones cuando han muerto.
Uno – Supongo que será por la gratitud de los que dejan atrás por habérselo quitado de encima.
Dos – En todo caso, aunque sólo fuera por eso, valdría la pena asistir a sus propios funerales. Para poder oír a los que no te tragaban estando vivo proclamar hasta qué punto eras un tipo formidable…
El otro le mira con interés.
Dos – ¡Joder… y ahora el minuto de silencio! No nos habrán ahorrado nada.
Silencio.
Dos – Una obra de teatro escrita por un filósofo debe de ser un coñazo ¿ no ?
El otro parece un poco ofuscado.
Dos – Perdón… ¿ Quizá era un amigo… o un pariente ?
Uno – Yo tampoco quería perderme mi entierro… (Presentándose, tendiendo la mano) Jean-Paul…
Dos (apretando la mano que el otro le tiende) – Jim…
Uno – No te habría reconocido. Por entonces tenías el pelo largo ¿ no…?
Dos – Sí… Y tú bizqueabas un poco.
Un – Sólo de un ojo. (Suspirando con filosofía) Pero ya no somos más que esencia, ¿ verdad…?
Jim saca un cigarillo.
Dos – Ya podemos fumar sin miedo al cáncer… Come on, baby, light my fire.
Jean-Paul enciende el cigarillo.
Uno – Lo siento, pero no conozco mucho su discografía…
Dos – Yo tampoco leí tus libros… El existencialismo, ¿ no era eso ?
Uno – Sí…
Dos (irónico) – Ser o no ser…
Jean-Paul parece preguntarse si Jim le esta tomando el pelo o no.
Uno – Esa es de otro dramaturgo, pero bueno… ¿ Estás seguro de que enterraron a Morrison en el cementerio de Montparnasse ?
Dos – ¿ No ?
Uno – Yo diría más bién en el de Père Lachaise….
Dos – Joder, no me acuerdo de nada. Estaría colocadísimo…
Oscuro.
6 – Juicio express
Dos sillas y una mesa. Un hombre en mono de color naranja (como los de los presos en Guantanamo) entra y se pone a esperar. Llega una mujer en toga de abogada, muy excitada, con el móvil pegado al oído. Saluda con un gesto a su cliente y empieza a instalarse, mientras termina su conversación.
Abogada (al teléfono, mientras se sienta a la mesa y saca unos documentos de su cartera) – Mire, veinte años, no está mal. Con otro juez… y otra abogada, habría podido ser mucho más. Bueno, un poco más… No, créame, viente años está muy bién. En diez años, la condicional. Diez años pasan como un suspiro, se lo aseguro. Me casé hace diez años, y me parece que fue ayer. Bueno, perdón, pero tengo que dejarle, estoy ahora mismo con otro cliente, y… Sí, es inocente de verdad, ya lo sé. Pero bueno. ¿ Qué le vamos a hacer ? No se puede ganar siempre. Le vuelvo a llamar más tarde, ¿de acuerdo ? Chao, chao… (Guarda su móvil) ¡ Qué coñazo de hombre…!
Con una sonrisa comercial, se vuelve hacia el hombre.
Abogada – Siéntese Señor… (Echa un vistazo a sus documentos) Martínez.
Hombre – Sánchez…
Abogada – Empezamos bien… Siéntese, Señor Sánchez, por favor (Tachando en el documento) No se puede imaginar… los documentos judiciales están llenos de errores de mecanografía. Sin contar las faltas de ortografía… Es para pensar que todos esos jueces son analfabetos. (Suspira) Y luego nos sorprendemos de que haya tantos inocentes en la cárcel… (Sonriendo de nuevo) Pero no se preocupe, vamos a sacarle de aquí ¿verdad? Bueno, de qué se le acusa, exactamente…? (Hojea sus documentos) Vamos a ver… Uiiii… Fíjese… Como una auténtica novela, ¿ no ? Tiene más páginas que El Quijote. Ya me preguntaba yo por qué mi cartera pesaba tanto… Pero ellos no se dan cuenta, no. Si yo tuviera que leerme todo esto… Bueno, resumiendo : Usted partió a su esposa en dos con una hacha, ¿ No es cierto ?
Hombre – No…
Abogada – ¡Perfecto! Es exactamente la respuesta que esperaba. Se trata de un accidente doméstico, claro…
Hombre – No…
Abogada – ¡Usted es inocente! Aún más sencillo. Estoy segura de que vamos a trabajar bien juntos, Señor Ramírez. Negarlo todo y no perder el tiempo con los detalles. Es la estrategia de defensa que recomiendo a todos mis clientes. Bueno, no siempre funciona, pero créame, es mucho más rápido que leer todos esos aburridos documentos. Las circunstancias atenuantes, la infancia desgraciada, el instante de locura, todo el rollo… Muy complicado. Para un resultado más bien incierto. Muy bien, lo vamos a hacer así. ¿ Usted conoce el juego del ni sí ni no ?
Hombre – Sí…
Abogada (bromista) – ¡Ah, ya se la pegué! Pero mi juego es todavia más sencillo: usted tiene que contestar no a todas la preguntas. ¿ Listo ?
Hombre (prudente) – Mmmm…
Abogada – ¿ Partió usted a su mujer en dos ?
Hombre – No…
Abogada – ¿ Tiene usted una hacha ?
Hombre – No…
Avocate – ¿ Se vistió alguna vez de mujer ?
El móvil de la abogada suena.
Abogada – Un momento, por favor… (Contesta) ¿Sí…? ¡Ah, sí, mi amor! ¿Cómo estás ? Pues no, tengo que ir a la peluquería a las cinco, y me quedan media docena de clientes por atender. ¿Te podrías ocupar del champán? Creo que no voy a tener tiempo… Ah, antes de que se me olvide, he invitado también al juez con su mujer, y al procurador con su amante… Así que serán tres cubiertos más… No tres, la amante del procurador es la mujer del juez. Muy bien, gracias… Eres un amor. Mil besos. Yo también… Hasta luego…
Guarda su móvil.
Abogada – Bueno… ¿Dónde nos habíamos quedado, Señor Hernández…?
Hombre – Sánchez…
Abogada – Claro. Hernández es el apellido de mi criada. O Fernández, no recuerdo. Bueno, es igual, verdad… Así que usted no mató a su mujer, y se acabó. Créame, así nos evitamos muchas complicaciones… Y al contestar no a todas las preguntas, usted está seguro de no contradecirse. ¿Tiene usted otra cosa que contarme, Señor Gómez ?
Hombre – Bueno… Sí…
Abogada (bromista) – Ah, otra vez cayó en la trampa… La buena respuesta era no. Bueno, tengo que dejarle, Señor González. Me quedan muchos inocentes como usted que salvar hoy antes de poder ir a la peluquería… Nos vemos mañana en el tribunal ¿de acuerdo? Y de nuevo, no se preocupe. Estoy convencida de su inocencia (Con segunda intención) Además, recibo al juez a cenar esta noche… Intentaré hablarle en su favor cuando esté un poco borracho. (Para sí misma) Pero antes de que empiece a ponerse cachondo como la última vez… Vamos, hasta luego, Señor Márquez…
La abogada sale, tan excitada como había entrado. El hombre se queda ahí, perplejo. Luego se da la vuelta. Se puede leer en su espalda en el mono una inscripción como « Servicio de Reparaciones ».
Hombre – Bueno, Manolo, ¿qué coño estás haciendo con la escalera? No nos vamos a pasar todo el día aquí para cambiar una bombilla, ¿no?
Oscuro.
7 – Florilegio
Dos mujeres miran dos tumbas que imaginamos. La primera echa un vistazo hacia la segunda.
Un – ¡Enhorabuena! Eso sí que es una tumba bien florida… De verdad que es magnífica.
Dos – Gracias… Pero es mucho trabajo, sabes… Aunque cuando se ve el resultado, se olvida todo lo demás…
Un – Claro.
Dos – ¿Y las tuyas, se las compraste al florista de al lado?
Un – Qué va… yo misma las cultivo. Y escúchame bien… ¡sin abonos químicos, faltaría más!
Dos – Lo que yo te diga… Las flores biológicas, no hay nada mejor.
Un – Confieso que pensé en incinerar al mío, pero bueno, la incineración. No resulta muy ecológico, ¿ verdad ?
Dos – Por supuesto… Y el suyo, ¿murió hace tiempo…?
Un – Hará viente años el 24 diciembre…
Dos – ¡Dios mío! ¿ El 24 de diciembre ?
Un – Pues sí… La nochebuena… Ya te puedes imaginar lo animada que estaba para celebrarla…
Dos – ¿Un hueso de pavo que se le atragantó..?
Un – No… Le atropelló un coche… Un borracho que ni siquiera tenía el carné.
Dos – A ellos habría que matarlos…
Un – Por lo menos, murió en el acto. No sufrió. ¿Y el tuyo?
Dos – Cinco años exactamente. Es su cumpleaños…
Un – Deja un gran vacío, ¿verdad?
Dos – Sí… Tengo otro, pero bueno. No es igual…
Un – Claro.
Dos – ¿ Y tú, tienes otro ?
Un – No. Ni siquiera tuve ganas. Sabía que no podía ser sustituido… Tengo un gato. Pero un gato… no es igual.
Dos – A pesar de todo… hay que seguir viviendo. ¿Tienes hijos?
Un – Tres. Pero bueno… Tampoco es igual, ¿ verdad ? No hay sustitución posible.
Dos – Sobre todo cuando crecen. Y se marchan de casa.
Un – Ellos, de no haber muerto prematuramente, nunca nos habrían abandonado.
Dos – Claro… Pero no viven tanto tiempo como nosostras, lo sabemos. Tendríamos que estar preparadas…
Un – Si… Y a pesar de todo, cuando ocurre, es un trauma. ¿ Como encontraste el tuyo ?
Dos – Por internet.
Un – Ah, sí… En mi caso, hace veinte años… todo ese rollo aún no existía… Recogí el de la vecina. Ya no lo quería…
Dos – Es horrible… Hay mujeres así… Escogen uno, y luego se dan cuenta de que no es exactamente lo que habían imaginado… Así que prefieren abandonarle… Afortunadamente, estabas allí para recogerle… Estoy segura de que fue muy feliz contigo el tiempo que vivió…
Un – ¿ Tienes una foto ?
Dos – Mira, ahí hay una, en su sepultura.
Un – Ah, sí, no la había visto… Dios mío, qué mono era… Con esas orejas. Son tan grandes que casi le tapan los ojos…
Dos – Si lo hubieras visto con unos años menos. Con más pelo. ¿ Y el tuyo ?
Un (enseñándole una foto) – Mira…
Dos – Ah, sí… Con el pelo rizado… Muy cariñoso, ¿ verdad ?
Un – Un amor…
Suspiran.
Un – Bueno, ya me tengo que ir. Creo que nos estan esperando para cerrar las puertas.
Dos – ¿ Vienes muy a menudo ?
Un – En cuanto puedo. Pero se me hace lejos… ¿ Y tú ?
Dos – Yo, afortunadamente, vivo justo enfrente. La verdad es que de la ventana de mi cocina, puedo verlo…
Un – Qué suerte… Así que nos volveremos a ver…
Dos – Si Dios quiere.
Empiezan a irse.
Un – ¿ Y el tuyo, de que murió ?
Dos – Una larga enfermedad, como dicen cuando no saben. Al final, sufría tanto… Tuve que llevarlo a que le pusieran la inyección.
Un – Vamos, piensa que donde están ahora, ya no sufren más.
Dos – ¿ Crees que hay un paraíso para ellos también ?
Un – Vete a saber… Puesto que ya hay cementerios…
Oscuro.
8 – Champán
Una mujer toma una copa de champán. Alguien llama a la puerta.
Dos (desde fuera) – ¡ Policía !
La mujer abre la puerta.
Un – Entre, por favor. Le estaba esperando.
La segunda mujer entra.
Un – ¿ Ha venido sola ?
Dos – Es que estamos cortos de efectivos por ahora… Mi colega tenia algo que arreglar…
Un – ¿ Nada grave, espero ?
Dos – No… Un accidente en un circo. Un tigre que mordió a su domador.
Un – ¿ Ha muerto ?
Dos – ¿ Quién ? ¿ El tigre ? Lo decía de broma… Sin embargo, la fiera le había cogido la nalga, y no quería dejarla. Tuvimos que anestesiarle…
Un – ¿ A quién ? ¿ Al domador ? Lo decía de broma…
Se rien las dos.
Dos – Está abajo, en el coche celular… Me refiero al tigre. Espero que no se desperte demasiado pronto… (Después de un momento) Bueno… ¿ Dónde es ?
Un – Aqui al lado, en la habitación.
Dos – Entonces, si no le molesta, voy a echar un vistazo…
La policía desaparece un momento por el lado de la habitación.
Dos (desde fuera) – Ah, sí…
Vuelve en seguida.
Dos – Y… si me permite la indiscreción, ¿cómo hizo usted eso ? Porque viéndola así, tan… delgadita.
Un – Con un cuchillo de sierra.
Dos – Un cuchillo de sierra…
Un – Un cuchillo eléctrico. De pilas. Para cortar el pan… o el jamón.
Dos (impresionada) – Y pensaba… trasladar los trozos. ¿ Ponerlos en una bolsa de basura, quizás ?
Un – No les habría llamado a ustedes…
Dos – Claro.
Un – ¿Un poco de champán?
Dos – Es decir que… ¿ Bueno, por qué no ?
Ella le sirve una copa.
Un – Gracias. Bueno, pues… Salud…
Beben.
Un – ¿ No me pone las esposas ?
Dos – ¿ Cuántos esposos tenía usted ?
Un – Sólo uno.
Dos – Entonces, no hay ningún riesgo de que reincida en seguida, ¿ verdad ?
Las dos sonríen y beben de nuevo.
Dos – Está bien fresquito, eh… Perdón, pero una última pregunta. Sólo por saber… ¿ Por qué dos trozos solamente ? ¿ Se agotaron las pilas…?
Un – Mi marido no conseguía escoger entre su amante y yo. Por lo tanto, opté por una partición equitativa.
Dos – Los hombres, todos son iguales…
Un – ¿ Está usted casada ?
Dos – Viuda.
Un – Perdón… Lo siento…
Dos – No, por favor… No vale la pena, se lo aseguro…
Un – No me diga que usted también…
Dos – Qué va… No hubiera podido entrar en la policía… Ya no son tan estrictos como antes, pero si ya tienes algún antecedente, claro, lo tienen en cuenta… No, mi marido murió estúpidamente… Por culpa de la cerveza… Al salir de un bar…
Un – Tenía un problema con la bebida…
Dos – ¡ Ni tan siquiera ! Estúpidamente, he dicho… Le atropelló un camión de San Miguel.
Un – Qué pena… Como digo yo : uno tiene que aprovechar las cosas buenas de la vida cuando todavía puede… ¿ Un poco más de champán ?
Dos (tendiendo su copa) – ¿Entiende usted ahora por qué no le pongo las esposas…?
La primera llena otra vez la copa de la segunda.
Dos – ¿ Usted la conocía ?
Un – ¿ A quién ?
Dos – A la amante de su marido…
Un – Personalmente, no. Solo sé que es policía.
Dos – Una colega, entonces… Bueno, hay guarras en todas partes. Y créame, todavía más en la policía…
Un – ¿ Le puedo hacer una pregunta ?
Dos – Cómo no…
Un – ¿ Usted cree en el azar ?
Dos – Bueno, en este oficio…
Un – Entonces, créame, usted no esta aquí por casualidad.
Dos – ¿ Francisco ?
Un – Es mi marido, sí. Bueno, era…
Dos – ¡ Si me habia dicho que era viudo, se lo juro !
Un – Eso prueba que todo el mundo puede equivocarse…
Dos – Dios mío. Ni siquiera le había reconocido al verlo así. En dos trozos… Así que usted me tiene que odiar, por supuesto…
Un – Le mintió a usted, también, ¿ no es cierto…?
Dos – El muy cabrón… Si usted me permite… ¿ Y ahora qué ?
Un – Pues como le he dicho. Compartimos. ¿ Tiene usted una parte preferida ?
Dos – Es que… No va ser tan sencillo… Tengo que escribir un informe. Y me va a costar hacer pasar esto por un accidente doméstico…
Un – ¿ Un suicidio ?
Dos – ¿ Un tipo que se hace harakiri con un cuchillo de sierra con pilas…?
Un – Entonces no hay más remedio que hacer desaparecer el cuerpo.
Dos – ¿ Alguna idea ?
Un – ¿ El tigre…? Tendrá hambre ¿no…? Si quería comerse a su domador…
Dos – Es un tigre muy viejo… Sólo le quedan dos o tres dientes… Por eso escogió la parte más blanda…
Un – Voy a comprar más pilas…
Oscuro.
9 – Oración funesta
Un hombre (o una mujer) se recoge ante un ataúd abierto. Otro (u otra) llega. Un jarrón con flores sobre un velador.
Dos – Hola, buenos días… (Vacilante) ¿ Me reconoces…?
El otro no parece reconocerle.
Dos – Rafael…
Uno – Ah, sí, por supesto… Hace tanto tiempo…
Dos – Vine en cuanto me enteré.
Uno – Sí. Yo también…
Dos – No le había vuelto a ver desde el colegio. No sé si le hubiera reconocido. Ha cambiado, ¿ verdad ?
Uno – Sí. Está muerto…
Dos – Fue un profesor inolvidable, ¿ verdad ?
Uno – Han pasado más de treinta años, y todavía le recordamos.
Dos – Hay profesores así, que te marcan con su impronta de por vida.
Uno – Es cierto…
Dos – No estoy seguro que, sin él, todavía me acordara de memoria de mis declinaciones alemanas.
Uno – Era un excelente pedagogo…
Dos – Mmm… Algo severo quizás…
Uno – Adolfo…
Dos – El Fürher, como le llamabamos.
Uno – Lo decíamos en broma…
Dos – Los chicos son crueles, a veces… Era sólo para divertirse un poco…
Uno – Seguro que él no nos daba muchas ocasiones para reirse…
Dos – ¿ Te acuerdas de cuando casi te rompió un dedo con su regla porque te habia sorprendido metiéndotelo en la nariz ?
Uno – Y que lo digas… (Enseñandole su mano) Mira, todavía se puede ver la cicatriz… Y tú, cuando dejó colgado en el perchero durante toda la hora de clase porque habías confundido el dativo con el genitivo…
Dos – Mira, me ha quedado una marca roja alrededor del cuello…
Uno – Es lo que tu decías : hay profesores que te marcan con su impronta de por vida…
Dos – Verle así tendido aquí dentro, con su bigotito… Treinta años después…
Uno – Sí… Yo tampoco, me lo habría perdido por nada del mundo… Ahora vivo en París. ¿ Y tú ?
Dos – En Los Angeles.
Un – Así que tú tampoco tendrás muchas oportunidades de sacar provecho de tu perfecto conocimientos de las declinaciones alemanas…
Suspiros.
Uno – Bueno… Todo eso era hace mucho tiempo.
Dos – Sí. Era otra época…
Uno – Tampoco vamos a cabrearle, ya que no está aquí para defenderse.
Dos – Tienes razón… Que en paz descanse.
Permanecen un momento en silencio, mirando fijamente hacia el interior del ataúd, con recogimiento.
Uno – ¿ No tenía los ojos cerrados cuando hemos llegado…?
Do – No sé… Sí, es posible… Me parece que sí…
Uno – Tengo la sensación de que nos está mirando…
Dos – Con la misma mirada aviesa de antes…
Uno – Y si no estuviera realmente muerto…
El otro coge el jarrón, le quita las flores, y asesta un golpe en el cráneo del muerto. Luego repone las flores en el jarrón y el jarrón en el velador.
Dos – Bien. Ahora sí que está muerto.
Uno – Que descanse en paz (Después de un momento) No creo que tengamos problemas ¿no?
Deux – No podíamos arriesgarnos a que fuera incinerado vivo.
Un – Tienes razón. Es el último favor que podíamos hacerle…
Se disponen a irse.
Dos – No le gustaban mucho los judios, si no recuerdo mal
Un – Quieres decir que era totalmente antisemita…
Se van.
Uno – Y por otra parte… ¿has vuelto a ver otra gente del colegio ?
Oscuro.
10 – Consulta
Un hombre entra en una sala de consulta. El médico está sentado a la mesa ocupado en rellenar papeles.
Médico (sin alzar los ojos) – Siéntese, por favor.
Paciente – Gracias.
El paciente se sienta. El médico termina de rellenar un papel y dirige a su enésimo cliente una mirada cansada que pretende, a pesar de todo, ser atenta.
Médico – Dígame, ¿qué le trae por aquí?
Paciente – Pues… No sé cómo decírselo, pero creo que he atrapado la Muerte.
Médico – Ah bueno, ya se sabe. En fin, en este momento, es lo que hay. Se trata de un virus que anda por ahí. Pero créame, eso se pasa. Es lo de siempre. La nariz como un grifo… Un picor intenso en la garganta… Un como cansancio…
Paciente – No, no, doctor, todo va muy bien… No estoy enfermo… Lo que quiero decir es que… Realmente he atrapado a la muerte.
El médico parece un poco fuera de órbita.
Médico – Sí (Echando mano de los buenos reflejos de toda la vida que siempre le han sacado con bien de estas situaciones cotidianas) Bueno, le voy a recetar un pequeño tratamiento preventivo, caso que… (Saca una receta que empieza a rellenar como un autómata) Un cocktail de vitaminas para despertar ese sistema inmunitario un poco adormecido por el frío, un jarabe para aliviar la garganta, aspirina para el dolor de cabeza… (Dirige la receta hacia el paciente) Con esto, pasará el invierno sin más problemas…
Pero el paciente no recoge la receta.
Patciente – Ya sabía yo que no iba a ser tan fácil
Médico – Se trata de un tratamiento corriente cien por cien. Como los que prescribo 30 veces al día mínimum.
Paciente – Doctor, he atrapado a la Muerte, está encerrada en el Seat Ibiza que está aparcado en mi garaje en Albacete.
El médico sale poco a poco de su estupor, creyendo casi reconocer al típico paciente gracioso capaz de romper la rutina de una jornada tan anodina como las demás.
Médico – Sí… Cuénteme usted eso…
Paciente – Bien, ayer por la tarde decidí poner fin a mis días.
Médico – Mmmm.
Paciente – Las armas de fuego no son mi estilo en absoluto. El gas, creo que es peligroso para los vecinos. Hay que pensar también en los que quedan.
Médico – Cierto.
Paciente – Por consiguiente, me he dirigido al garaje. He taponado bien la puerta con toallas mojadas tal como he visto hacer a menudo en las teleseries. Y después, he arrancado mi Seat Ibiza, con mucho esfuerzo por otra parte. Echa humo como un tractor y hace casi el mismo ruido. Es el convertidor. Tendría que cambiarlo, pero bueno, para mi propósito era más bien una ventaja. Entonces me he sentado al volante. He encendido la radio y he dejado calentar el motor. Resumiendo, empezaba a adormecerme tranquilamente para el que debía ser mi último sueño, cuando la he visto en el retrovisor, sentada tras de mí…
Médico – ¿ A quién ?
Paciente – ¡ A la muerte !
Médico – Claro, por supuesto.
Paciente – Bueno, no debería haberme sorprendido hasta ese punto puesto que la muerte, yo estaba haciendo todo lo necesario para encontrarla. ¿ Pero sabe lo que me ha asombrado ?
Médico – No.
Paciente – Pues que ella se parecía muchísimo a la imagen que tenemos de ella.
Médico – Es decir…
Paciente – Bien… Gran capa negra, guadaña, ¡ toda la panoplia completa, vamos ! Se dice que todo eso, bueno, no es más que una imagen, un cliché. Nadie la ha visto nunca. La muerte tal vez existe, de acuerdo, pero nadie la ha visto nunca, es como Dios. Quizás nos la encontremos un día allá arriba pero nadie ha vuelto nunca con fotos para que sepamos exactamente a qué se parece. Por consiguiente sospechamos que aunque exista no sea exactamente un venerable anciano de cabellos largos y barba blanca, alguien que se pareciera vagamente a papá Noël…
Médico – No, desde luego.
Paciente – Pues bien, eso es lo que me ha jodido vivas las neuronas, ya está dicho. Verla así, exactamente como la había imaginado.
Médico – Sí, claro. Eso ha debido ser un choque.
Paciente – Sea como fuere, créame, ello me ha despertado. No sé que me ha pasado, que he parado el motor en seco, he bajado del coche como un loco dando un portazo. Y en ese momento he tenido, por suerte, el gran reflejo.
Médico – ¿ Ah, sí ?
Paciente – Todavía tenía la llave del Seat Ibiza en la mano. Me he apoyado acto seguido sobre él para cerrar con llave las puertas, es lo único que funciona en este coche pero al menos, eso todavía funciona. Era uno de los primeros modelos equipados con cierre automático de la época, incluso dudé en tomar esta opción ya que no soy demasiado manitas, pero ya sabe usted cómo son las cosas. Era el único modelo disponible de inmediato en el taller. Era esto o esperar la entrega del pedido durante meses…
Médico – Sí, ya sé lo que es eso, acabo de cambiar mi Mercedes y he tenido que cargar con un encendedor de puros cuando ya hace 5 años que he dejado de fumar. ¿ Y sabe usted cuanto cuesta la opción encendedor de puros en una máquina como ésa ? Casi el precio de un Seat Ibiza de ocasión. Bueno, ¿ y qué pasó ?
Paciente – Que me había salvado. Ella estaba encerrada en mi coche, ante mis ojos, digo. La veía clarísimamente aplastar su especie de burka completamente negro contra el cristal para intentar salir. Pero no, estaba bien atrapada en el cepo. ¿ Se da usted cuenta ? En mi Seat Ibiza.
Médico (volviendo a su recetario) – Así pues, ¿ no va a querer el jarabe ?
Paciente – ¿ Pero es que no comprende lo que le digo ? ¡ He atrapado a la muerte !
Médico – Sí, sí. Puedo recomendarle a un colega, ¿ qué le parece ? Espere, debo tener la dirección por ahí, en mi agenda.
Busca sin encontrar nada, por lo que descuelga el teléfono.
Médico – Sí, Dolores, ¿ Puede darme el número de teléfono del doctor Martinez ? El psiquiatra (Garrapatea algo en un papel) Gracias, Dolores (Cuelga y alarga el papel al paciente). Ya está, va a verlo de mi parte y le explica lo que le pasa, ¿ de acuerdo ? Estoy seguro de que le interesará muchísimo.
Paciente – Gracias ¿ Y qué hago con mi Seat Ibiza ?
Médico – ¿ Dígame ?
Paciente – Bueno, voy a necesitarlo ahora. Ahora que he decidido no suicidarme con monóxido de carbono, me explico. ¿ Qué hago ? Si abro la portezuela, va a aprovechar para largarse, la muerte. Y se va a poner a segar en seco.
Médico – ¿ Segar ?
Paciente – ¡ La muerte, con su guadaña!
Médico – Ah, claro, por supuesto.
Paciente – Es una responsabilidad, desde luego. Ahora que me acuerdo, ¿ usted lo ha visto ? Ayer en los informativos, ningún deceso de celebridad alguna al final de sus días, se anunció. Ningún temblor de tierra en cualquier país subdesarrollado, ni ún mal accidente de transporte escolar. Lo cual es evidente, ya que la muerte está encerrada en mi coche.
Médico (sin que se sepa si bromea o habla en serio) – Por otra parte, si ella se queda allí mucho tiempo, ya comprenderá usted las implicaciones : Será una verdadera catástrofe para los medios de comunicación, las ONG, las pompas fúnebres, el sistema de pensiones, los impuestos sobre la herencia patrimonial…
Paciente (contrariado) – Creo que no se lo está tomando en serio…
Médico – No se tome a mal lo que yo le diga, no estoy poniendo en cuestión la veracidad de los que me acaba de contar, sólo que ¿ está usted seguro de que no había nadie más en el asiento de atrás ? No sé, su mujer por ejemplo.
Paciente – Mi mujer no lleva burka y por otra parte, nos hemos divorciado el año pasado. Eso me ha hecho polvo, lo reconozco. Es una de las razones por las que quería suicidarme.
Médico – Eso es, ya lo ve, usted mismo lo está diciendo. Comenzaba a estar usted mareado. la falta de oxígeno puede provocar alucinaciones En el momento de la muerte, usted ha pensado en su mujer, seguro, en los buenos momentos que habéis pasado juntos y ella se le ha aparecido de esta guisa…
Paciente – ¿ Con un burka y una guadaña ?
El médico hace un gesto de perplejidad, el paciente parece esforzarse por reflexionar
Paciente – Pensándolo bien, el burka. Bien pudiera ser una especie de pañuelo negro que ella se ponía alrededor del cuello. Y la guadaña, ya no estoy seguro del todo. A lo mejor pudo ser una escoba. Las brujas también tienen escobas y se ponen un pañuelo negro.
Médico – Si.
Paciente – Entonces cómo se explica usted que esta mañana cuando volví al garaje después de una noche bien dormida, estuviera todavía allí, detrás de la luna trasera de mi Seat Ibiza ? Incluso ha intentado decirme algo.
Médico – ¿ Ah, si ?
Paciente – Como no le oía, me ha garabateado algo en lenguaje cabalístico en un papel, algo que paercía portugués y me lo ha colocado contra el parabrisas.
Médico – ¿ Portuges ?
Paciente – Eso también me ha sorprendido.
Médico – ¿ Qué es lo que le ha puesto en ese papel ?
Paciente – Bueno, yo no sé nada, no entiendo el portugués Tendría que preguntarle a mi asistenta, justamente es portuguesa. Pero es raro, esta mañana no ha venido como de costumbre. No. se lo juro, doctor, he atrapado a la muerte.
Meédico – Mmm… Voy al menos a prescribirle un laxantito mientras tanto. Le hará relajarse.
Paciente – ¿ Usted cree ?
El médico asiente y empieza a garrapatear algo en una receta.
Oscuro.
11 – Doble Incógnita
Un hombre de pie, frente al público, mira una tumba imaginaria. Otro llega.
Dos – Disculpe… ¿ Es ésta la tumba del autor desconocido ?
Uno – Pues no… Esta es la del soldado desconocido.
Dos – ¿ Está usted seguro ?
Uno – Creo que sí… Pero bueno… A veces es fácil despistarse. Como no hay ninguna inscripción… (Saca una hoja de su bolsillo) Me han dado un plano, a la entrada… (Se pone las gafas e intenta leer el papel) A ver…. W28… Si, eso es. El soldado desconocido. Entre el genio ignorado y el alcohólico anónimo. Mire, el autor desconocido esta justo detrás : X29…
Uno – Me pregunto si era tan buena la idea ponerlos todos en el mismo cementerio…
Uno (mirando otra vez el plano) – Sí, eso es… Y el agente secreto, está en X27…
Los dos se recogen un momento en silencio, cada uno delante de su tumba.
Uno – ¿ Era un pariente suyo ?
Dos – Este o cualquier otro. Vaya a saber… Yo nací de padre desconocido…
Uno – Espere un momento… (Mirando de nuevo el plano) El padre desconocido… No, decididamente, no entiendo nada. Por lo menos, si hubieran puesto un índice alfabético. Esta tabla de doble entrada con cifras y letras, es ridículo… Parece a una batalla naval ! A5, agua… C10, tocado… B12, hundido…
Dos – ¿ Y usted ?
Uno – ¿ El soldado desconocido ? Era mi madre…
Dos – Mmm… Y usted ha recogido la antorcha…
Un – Mire… La carrera militar, en casa, es una tradición antigua. Somos soldados de madre a hijos. Además, ya tengo mi sitio reservado en el panteón familiar.
Dos – ¿ Porque hay panteones también ?
Uno – ¡Sí, sí, por supuesto! Toda mi familia está enterrada aquí. Un largo linaje de militares muy discretos. Sabe: la Gran Muda, como dicen los franceses…
Dos – ¿Por ser muy limpios… o por mudar a menudo?
Uno – Por ser muy callados.
Dos – Claro…
Silencio.
Uno – ¿Así que usted investiga su paternidad?
Dos – Sí.
Uno – ¿Y qué le pediría a su padre si consiguiera encontrarle algún día, en este mundo o en otro?
Dos – No sé… ¿Sus papeles?
Uno – Claro..
Dos – ¿Y usted?
Uno – La autorización para registrale. Para comprobar que no lleva armas.
Dos (suspirando) – Es muy difícil vivir sin saber de dónde procedemos…
Uno – Es exactamente lo que les vengo repitiendo a mis hombres en el cuartel. Cuando uno no sabe de dónde viene, no puede saber dónde está. Para hacer bien la guerra, primero se necesita un buen mapa. Y saber leerlo… ¿Por qué cree usted que durante siglos, no quisieron contratar mujeres en el ejercito? ¡Porque son totalmente incapaces de leer un mapa!
Dos – Mmm…
Uno – Y usted ¿Qué hace en la vida?
Dos – ¿Yo…? Teatro…
Uno – Ah, sí, el… El teatro.
Dos – Actor.
Uno – Sí. ¿Y es usted muy famoso?
Uno – Totalmente desconocido…
Dos – Perfecto. Siga así (A punto de irse) Pues… Encantado de no haber le conocido…
Uno – Yo tampoco.
El primero se va. El segundo se queda solo.
Uno – Bueno… ¿ Y ahora qué…?
Oscuro.
12 – Muerto de la Risa
Un (o una) policía observa a un médico forense mientrás está examinando a un cadáver.
Policía – ¿Cuánto tiempo lleva muerto, doctor?
Médico – Todavía esta tibio. Yo diría dos o tres horas, como máximo.
Policía – La mujer de la limpieza ha sido la que ha encontrado el cuerpo, desplomado en su asiento.
Médico – Mmm…
Policía – ¿Ya tiene usted alguna idea de la causa de la muerte?
Médico – Los análisis tienen que confirmarlo, pero creo no equivocarme, comisario, afirmándole que este hombre se murió de la risa…
Policía – Es más bien inhabitual, en efecto.
Médico – Una risa profunda. Muy violenta. Los cigomáticos no lo aguantaron. No hace falta que se lo dibuje…
Policía – ¿Alguna idea de lo que pudo provocar esa carcajada fatal?
Médico – Usted ha dicho que lo han encontrado en su sillón. ¿Estaba en casa viendo la tele…?
Policía – No.
Médico – ¿En el cine?
Policía – En el teatro.
Médico – Aún más sorprendente. Habitualmente, cuando se encuentra a algún espectador desplomado en su asiento al final de una representación, está más bien durmiendo…
Policía – ¿Y está usted seguro de que este hombre no esta simplemente durmiendo, muy profundamente, como consecuencia de un aburrimiento igualmente profundo, como los que se pueden padecer en los teatros…?
Médico – ¿Confundir un coma teatral con una estado de muerte clínica? Usted me está tomando por un principiante, comisario. En vez de eso ¿por qué no me dice qué clase de obra fue a ver este pobre hombre?
Policía – Eso todavía está por investigar. Mis hombres están interrogando al director del teatro y examinando la Guia del Ocio para comprobar sus declaraciones… Pero ya hemos cursado una orden de detención contra el presunto autor de la obra por homicidio involuntario.
Médico – ¿Involuntario?
Policía – Es que pretende haber escrito una tragedia… Pero bueno, yo tampoco soy un principiante. Sé como hacer hablar a un sospechoso…
Médico – Tiene razón, comisario. No se puede dejar en libertad a semejantes individuos. Si uno ya no puede ir al teatro sin temer morirse de la risa…
Policía – Parece que todavía esta agitado con algunos sobresaltos. ¿Está usted realmente seguro de que está muerto?
Médico – Será por los nervios. Créame, comisario, este hombre está muerto y bien muerto.
Policía – ¿Usted cree que ha podido verse morir?
Médico – ¿Por qué ? ¿Quiere interrogarle?
El Policía parece algo sorprendido.
Médico – Lo decía en broma, no se preocupe… En mi oficio, si uno no se puede reir de vez en cuando… Más vale desdramatizar, se lo aseguro. Mire, el domingo pasado, tuve que hacerle la autopsia a un pobrecito que había muerto de aburrimiento…
Comisario – ¿En un teatro también?
Médico – Peor… En casa de su suegra. Fíjese… Uno puede evitar ir al teatro el domingo, pero a comer en casa de su suegra…
Comisario – No me diga… ¿Y usted piensa que en este caso, la autopsia podrá revelar otros detalles interesantes?
Médico – Por lo pronto, le puedo decir que este desgraciado no tuvo su última cena en casa de su suegra. A menos que sea china…
El otro parece no entender.
Médico – Encontré rollitos de primavera en su estómago.
Comisario – ¿Rollitos de primavera?
Médico – No hay la menor duda acerca de esto. Y luego se tomó un pato lacado con arroz cantonés.
Comisario – ¿Y de postre?
Médico – Sin postre. Pero eso no tendría que sorprenderle, comisario. Los postres, en los restaurantes chinos… No valen nada, ¿ verdad ?
Comisario – ¿Y usted piensa que el hecho de que comió en un restaurante chino podría tener alguna relación con su fallecimiento ?
Médico – Ninguna.
Comisario – Bueno…
El comisario se dispone a marcharse.
Comisasrio – Muerto de la risa… ¿Cómo voy a anunciar eso a su familia…?
Médico – Usted tampoco tiene un oficio fácil, comisario… Venga a cenar a mi casa, alguna noche… Me quedan dos botellas de Burdeos que están para morirse. Uno tiene que relajarse un poco de vez en cuando, ¿ verdad ?
Comisario – Muy amable, Doctor… Lo hablaré con mi esposa. (Echando un vistazo hacia el cadáver) Se lo aseguro, parece que todavía esté sacudido por la risa…
Médico – Son los nervios, ya le digo…
Oscuro.
13 – Fuera
Ella y él están sentados confortablemente. Él lee y ella hace punto, o al revés.
Ella – Sienta bien eso de poder estar por fin un poco tranquilos.
Él – Sí.
Ella – Con todo ese jaleo de fuera.
Él – Sí.
Ella – Se está mucho mejor en casa.
Él – Sí.
Ella – Ya ni siquiera me acuerdo de cuando fue…
Él – ¿El qué?
Ella – La última vez que salí yo por ahí.
Él – Ah, sí, salir.
Ella – ¿Y tú?
Él – ¿Yo?
Ella – ¿Cuándo fue?
Él – ¿La última vez que saliste?
Ella – La última vez que saliste tú.
Él – Ah, yo. salir… No sé… Eso debió de ser… Para sacar al perro.
Ella – ¿El perro? El perro está muerto.
Él – No me digas.
Ella – Ya hace años.
Él – Así decía yo… Se me hace que este perro no mea muy a menudo.
Ella – ¿Y?
Él – ¿Y qué?
Ella – Que cuándo saliste por última vez ¿Te acuerdas?
Él – ¿Yo? Ah, sí, Salir… Eso debió de ser… Para tirar la basura.
Ella – ¿La basura?
Él – ¿Porque no?
Ella – Tenemos tragabasuras.
Él – Ah, si, ya me decía yo… Este cubo no se llena nunca. Y el perro, dondé lo hemos enterrado?
Ella – En el jardín.
Él – Supongo que habré tenido que salir para enterrar al perro. El jardín está fuera, ¿no?
Ella – Va, déjalo.
Él – Sí…
Ella – ¿Sabes qué?
Él – ¿Qué de qué?
Ella – Te va a parecer raro pero no estoy segura de haber salido nunca en realidad. El perro se meaba en el césped. Antes de que lo enterráramos debajo, naturalmente.
Él – Mmmm… Yo tampoco. No, desde luego, que yo me acuerde. Porque me acordaría, ¿no?
Ella – Probable.
Él – De todas formas, ¿qué podríamos ir a hacer fuera?
Ella – Con lo tranquilito que se está aquí.
Suena un timbre. Los dos parecen muy sorprendidos
Ella – ¿Qué es?
Él – El timbre
Ella – A saber qué podrá ser…
Él – Voy a ver
Se va y vuelve en un momento.
Ella – ¿Y?
Él – El cartero
Ella – ¿Y qué ha dicho?
Él – Nada, ya se había ido. Pero dejó una carta.
Ella – Los carteros, es lo que suelen hacer. No me gustan las cartas, siempre tengo miedo de que sea una mala noticia. ¿Es una mala noticia?
Mira la carta.
Él – Es una partida de…
Ella – ¿De?
Él – De defunción
Ella – Ay, ¿sí?
Abre la carta.
Él – Señor y señora Domingez.
Ella – ¿Los dos?
Él – Aparentemente sí
Ella – ¿Los conocemos?
Él – Como que me suenan.
Se para un momento a pensar, luego saca su cartera y de ella su canet.
Él – Te vas a reír, pero el señor Domingez soy yo
Ella – Entonces yo soy la señora Domingez?
Él – Probable.
Ella – ¿Estamos casados?
Él mira de nuevo a la carta.
Él – Solo dicen que estamos muertos.
Ella – Habría que escribirles para hacerles ver que es un error.
Él – Sí.
Ella – Pero para eso habría que salir.
Él – No sé si me animaré.
Ella – Con lo bien que se está en casa.
Él – ¿Crees que será un error?
Ella hace señas como de no saber.
Vuelven ambos a sus respectivas tareas.
Oscuro.
14 – Túnel
Dos hombres (o mujeres) de pié, uno al lado del otro, mirando al frente.
Uno – Pues ya está, se acabó.
Dos – Parece que sí…
Uno – ¿Crees que hay algo después ?
Dos – Vete a saber…
Uno – Francamente, no estoy muy convencido.
Dos – Ya veremos…
Uno – No estábamos tan mal aquí. No era el paraíso, pero bueno… No era el infierno tampoco.
Dos – Como dicen : A lo mejor, sabemos de dónde venimos, pero no dónde vamos a terminar.
Uno – Ya está, creo que veo algo.
Dos – Yo también…
Uno – Parece un túnel.
Dos – Con una luz deslumbrante al final.
Uno – Hasta ahora se parece mucho a lo que nos han contado.
Dos – A ver si es buena señal.
Uno – Es muy estrecho. Nunca vamos a poder pasar los dos…
Dos – Ve tú primero.
Uno – ¿Yo..? ¿Y por qué?
Dos – Sea lo que sea, no podemos quedarnos aquí…
Uno – Sí… Creo que pronto nos van a expulsar…
Dos – Bueno, yo voy…
Uno – Ya me contarás…
Dos – Espera un momento, estoy atascado… Ya está, veo la salida…
Uno – ¿Y qué…?
Dos – No me vas a creer …
Uno – ¿Qué ves?
Dos – Parece una habitación de hospital…
Uno – Entonces, ¿no estaríamos muertos de verdad ?
Dos – Peor…
Uno – ¿Cómo que peor?
Dos – No es realmente un hospital…
Uno – ¿Y entonces qué es?
Dos – Veo a un tío con una sonrisa estúpida que me está mirando mientras intento salir… Joder, ¡estamos en una maternidad!
Un – Por favor, no… No iremos a empezar todo de nuevo…
Dos – Dios mío… Es para llorar…
Llantos de un bebé al nacer.
Obscuro.
Por fin
Dos mujeres están sentadas, una a cada lado de la mesa, cada una con un texto anillado.
1 (Con aire afligido) – Hemos hecho bien al no invitar al autor, ¿verdad? Todavía queda mucho por hacer.
2 (Con mirada de inteligencia) – Oh la lá.
1 – Su primera obra era muy buena, sin embargo… Muy divertida. No lo entiendo.
2 – Escribir la segunda es siempre más difícil. Lo sabe todo el mundo.
1 – Mmm…
La primera empieza a hojear el texto y lee para sí con expresión siniestra. La segunda lee también pero de través, mirando a la otra por encima del hombro e intentando pasar las páginas a la vez que ella. La primera se interrumpe para ponerla de testigo
1 – Mire, vamos por la página 3 y no se ha reído ni una sola vez.
La segunda asiente con expresión abrumada.
2 (Con una sonrisa comercial) – ¿Le apetece un café?
La otra ni siquiera se molesta en decir que no y sigue leyendo y pasando páginas. De repente se detiene en una réplica y empieza a desternillarse de risa
1 – Esto si que es bueno, ¡graciosísimo!
Sigue riendo aún más fuerte bajo la mirada de la segunda que no sabe por qué página va, y que trata de averiguarlo más o menos discretamente acechando el texto que tiene enfrente.
1 (Viendo que la otra sigue sin troncharse) – ¿No lo encuentra gracioso usted?
Con gran alivio, la segunda acaba de encontrar la réplica en cuestión.
2 – Sí, claro que sí… (Esforzándose por reír pero con la risita falsa que no acaba de arrancar) Es muy bueno verdaderamente. Aquí es donde se ve y se nota el pulso de su primera obra.
La priemra vuelve a ponerse seria y de nuevo vuelve a pasar páginas a medida que avanza en la lectura
Dos (Enardeciéndose) -Ah, esto tampoco está nada mal.
Se escacha de risa con toda sinceridad, sin tapujos, como que no puede parar de reír. Hasta que se da cuenta del aire consternado con que la mira la otra.
1 – ¿Lo encuentra usted gracioso?
2 – Bueno, es verdad que no resulta muy elegante, pero…
1 – Ah, bueno, porque ya empezaba a preocuparme un poquitín… Personalmente no soporto esa clase de humor
2 – Hay que reconocer que resulta un tanto pesado Nos había acostumbrado a otro tipo de humor, algo más… Eso seguro.
Las dos mujeres siguen pasando páginas conforme a su ritmo de lectura. De repente se paran las dos en la misma y empiezan a sacudirse bajo el impulso de una risa pesada que crece en intensidad. Durante un buen rato ambas ríen juntas hasta las lágrimas. Poco a poco, La primera se empieza a calmar, seguida de la otra.
1 – No, confieso que es realmente bueno… (Retoma su aire siniestro) Por lo menos nos ha hecho reír porque… (Con aire de preocupación) ¿Cree usted que esto va a hacer reír a un público de verdad?
2 – No es seguro.
1 – Mmm…
2 – A lo mejor resulta un tanto desfasado.
1 – No, haría falta algo todavía más impertinente pero un poco más como si dijéramos…
2 – Políticamente correcto
1 – Mmm…
La primera parece reflexionar en profundidad mientras la otra la observa poniendo cierta distancia, dudando si intervenir
1 – Se me ha ocurrido algo…
2 – Si…
1 – ¿No sería más gracioso para la gente si el prota fuera un negro?
2 – Un negro…
1 – ¿Sabe cómo son por ejemplo los dominicanos?
2 – Claro, mi compadre es dominicano
1 – Este descuido, esta animalidad (Tronchándose viva) Este acento para partirse… Es gracioso el acento antillano. Eso puede hacer reír al gran público. Y con la crisis, la gente tiene ganas de reír, por Dios!
2 – Claro. De pasar un buen rato y no darle más vueltas a la cabeza
1 – Yo digo que un dominicano o nada. ¿Le pega eso al autor?
2 – No hay problema, es cosa mía. ¿Sigue sin querer el café?
1 – Creo que por fin tenemos algo.
2 – Que cambia completamente el punto de vista de la obra.
1 – Estoy segura de que vamos a montar el chiringuito. Qué pasa, a veces tampoco es para tanto. Sólo falta encontrarle…
2 – Cuestión de oficio, como diría uno que yo me sé.
1 – ¿Se acuerda de su primera obra?
2 – Aquella donde cuenta la muerte de su padre.
1 – Si yo no hubiera insistido en que ocurriera en la edad de las cavernas…
2 – Y en que el protagonista fuera andaluz.
1 – Ay, sí, ya me quería yo acordar. Es verdad que el acento andaluz.
2 – Siempre resulta muy divertido.
1 – Vale…
Cierra el texto anillado y mira su reloj.
1 – Oh la lá… Tengo que irme, tengo cita con un latoso (palizas) que no hay manera de librarme de él. ¿Cómo ha llamado a eso, por cierto?
La otra mira el título de cubierta.
1 (leyendo incrédula) – Crónica de una vida laboriosa.
2 – Estaba segura de que no le iba a gustar a usted, pero he preferido no decir nada para no influirla. También a mí me parece un título muy inadecuado.
1 – Crónicas de una vida laboriosa… Y por qué no directamente crónicas laboriosas?
2 – Sí, es más corto.
1 – Bromeaba.
2 – Claro.
1 – No, hace falta algo con más gancho.
2 – Un título que invite a venir a la función.
Parece reflexionar profundamente
1 – ¿Por qué no Strip Poker? Es un título con gancho, da ganas de venir al teatro. Bueno, depende depende de la distribución, claro…
2 – Sí, la verdad es que tiene gancho, pero…
1 – ¿Que…?
2 – Es el título que usted le dio a su primera obra
1 – ¿Qué obra?
2 – En la que narra la muerte de su padre
1 – Ah…
De nuevo pensando.
1 – ¿Strip Poker dos?
La otra encuentra dificultad para aparentar entusiasmo
Une – Non… Il faudrait un truc plus… Un prénom, peut-être… Comme le héros est Martiniquais… Aimé, par exemple ?
1 – No, hombre… Haría falta algo más… Un nombre quizás… Como el prota es dominicano… Amado-Domingo, por ejemplo?
2 – ¿Por qué no?
1 – Es el apellido de un actor con el que tuve la desgracia de acostarme despues de haberle prometido hacer de él una vedette. Si yo le doy el papel principal, sería una forma de deshacerme de él, es un golpe bajo por demás.
2 – Ah…
1 – Ahora Amado-Domingo… Hay que reconocer que es un nombrecito de coña. ¿Cómo se llama su marido de usted?
2 – Amado-Domingo.
1 – Bueno, ya lo veremos, ¿verdad? A lo mejor, nos quedamos con Crónicas Laboriosas. Y con esto respetamos la voluntad del autor.
2 – E incluso las últimas voluntades.
1 – Ah, sí, ¿Por qué?
2 – ¿Pero no está usted enterada? La autora se ha suicidado esta noche.
1 – No me digas…
2 – Creo que nunca se repuso de la muerte de su padre.
1 – Por consiguiente, es su última obra.
2 – Tiene todas las probabilidades
1 – Creo que vamos a hecer negocio. Un autor muerto vende mejor que uno vivito y coleando.
2 – La desgracia de unos…
Comienzan a irse.
1 – Espero que los herederos no sean demasiado rompepelotas.
2 – Es una vieja, creo.
1 – Dicen que el pelo sigue creciendo después de muertos. ¿Lo sabía usted?
2 – No…
Oscuridad.
Paris – Novembre 2011
© La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-33-8
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