El pueblo más cutre de España

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

10 personajes

Fácil reparto por sexos ya que casi todos los personajes pueden ser masculinos o femeninos.

Algunos supervivientes de un poblacho moribundo, olvidado de Dios y rodeado por una autopista, deciden inventarse un evento para atraer a los curiosos. Pero no resulta fácil convertir al pueblo más cutre de España en un destino turístico de moda.

Originalmente escrita en francés bajo el titulo « Le pire village de France » esta comedia se puede fácilmente adaptar al contexto geográfico y cultural de cualquier país de representación, solo cambiando unas referencias en el texto, y por supuesto el título. El pueblo mas cutre de España o Argentina, Colombia, Guatemala, México… Todos tenemos en nuestro país unos poblachos que puedan competir para el poco honorífico título de « Pueblo más cutre » !


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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El pueblo más cutre de España 

PERSONAJES

Manolo (o Manuela): patrón(na) del bar

María: mujer del patrón

Charly (o Carla): maestro (o maestra)

Feliciano: cura del pueblo

Don Honorato (o Honorina): alcalde(sa) del pueblo

Juan Carlos (o Juana Carlota): tonto(a) del pueblo

Wendy: productora de televisión

Laura (o Laureano): periodista

Ramírez: comisario

Sánchez: inspector

 

ACTO 1

 

Bar de pueblo al que llaman « Bar Manolo », en Villaburros de la Iglesia. Tras el mostrador, Manolo, el propietario, hombre básico, ojea la prensa local, mientras María, su mujer, algo más espabilada, seca los vasos con aire ausente. Entra Don Honorato, el Alcalde, un tipo de rancio abolengo. Viste con elegancia caduca.

Don Honorato – Buenos días Doña María. A sus pies…

Manolo, un tanto ceñudo, retira apenas los ojos del periódico. María parece salir de un ensueño. Se le ilumina levemente el rostro.

María – Señor alcalde… ¿Cómo está?

Don Honorato se sienta en una banqueta ante el mostrador.

Don Honorato – Regularcillo… Tengo una ligera cefalea desde esta mañana, sin conocer el motivo.

Manolo – No me extraña. Con lo que se metió anoche entre pecho y espalda… Eso se llama pillarse una buena melopea.

María le mira con gesto reprobatorio.

María (muy amable) – ¿Qué desea tomar, Don Honorato?

Don Honorato – Tomaré un Chinchón. Creo que me sentará bien.

Manolo – Sí… Conviene equilibrar lo malo con lo malo…

María le sirve. Don Honorato se lo agradece con una sonrisa.

Don Honorato – María, está usted hoy resplandeciente.

María – Me he cambiado ligeramente el color del pelo. Mi marido no se ha dado ni cuenta.

Don Honorato – Querida María. Su esposo no se merece una mujer como usted. De cualquier forma, está usted radiante.

María – Me gusta cambiar de vez en cuando.

Manolo la mira con sorna.

Manolo – Lo único que cambia en este maldito pueblo es el color del pelo de mi mujer. (Manolo deja el periódico sobre el mostrador). Antes, aunque no se hablara de nosotros, al menos aparecíamos en el mapa entre Villaburros de Arriba y Villaburros de Abajo. Ahora, ni siquiera se nos nombra.

Don Honorato – Tiene razón, querido Manolo. Así es. Somos los náufragos del éxodo rural. Nos ignoran en espera de borrarnos totalmente del mapa. Dentro de poco seremos como una isla desierta perdida en mitad del Pacífico, lejos de toda ruta marítima.

María – Así es Don Honorato… Somos náufragos en mitad de los campos de patatas…

Don Honorato – En espera de que, como consecuencia del calentamiento global, estas tierras a las que nos aferramos acaben inundadas.

Manolo – Si al menos tuviéramos playa…

Don Honorato bebe el Chinchón.

María – Es bien triste pero, ¿qué podríamos hacer, señor alcalde?

Don Honorato – ¿Señor Alcalde? No creo que siga siendo alcalde por mucho tiempo.

Manolo – ¡No será por miedo a no ser reelegido…! Nunca se ha presentado otro candidato a alcalde en Villaburros de la Iglesia. Dado el censo, si se vota a sí mismo ya tiene el veinte por ciento de probabilidades de ganar.

Don Honorato – Existe un problema añadido… Acabo de recibir una carta donde me anuncian que vamos a ser anexionados al pueblo más cercano.

Manolo – ¿A Villaburros de Abajo?

María – ¡Pero si está a más de veinte kilómetros!

Don Honorato – Veinte y dos a vuelo de pájaro y diez y nueve por carretera.

Manolo – Campo a través el camino es recto.

María – Esto es un páramo luego, la carretera no tiene más remedio que ser recta…

Manolo – Si al menos tuviéramos un cerro o un bosque…

Don Honorato – Tienes razón. Imagina que hubiera que dotar al pueblo de un blasón. No imagino qué podríamos poner.

Manolo – Está claro. Pondríamos una patata.

Don Honorato – No es momento de regodearse. Seguramente será mi último mandato.

Manolo – ¡Después de más de treinta años…!

María – ¿Cómo vamos a llamarle si ya no podemos referirnos a usted como Señor Alcalde?

Don Honorato – Por mi nombre y apellidos: Honorato de la Fuente y de San Telmo…

María – ¿Todo eso…?

Don Honorato – Pero a usted le permito que me llame por mi nombre: Honorato.

Manolo – Ya perdimos el wáter público y la cabina telefónica y, ahora, nos quieren dejar sin Ayuntamiento.

Don Honorato – Pues sí… Se acabó…

María – ¡Usted que tanto hizo por Villaburros de la Iglesia!

Manolo – Bueno… Tampoco es eso…

María – ¿Qué quieres decir?

Manolo – Pues sí, hizo unos cuantos chanchullos que acabaron por hundirnos… ¿No es así Don Honorato?

Don Honorato – ¿Chanchullos? No sé de qué me hablas…

Manolo – Pues digo que usted no ha hecho mucho por la comunidad. Seguramente por eso es por lo que nos quieren borrar del mapa.

María – Eres injusto, Manolo. La verdad es que pocas cosas se pueden hacer en Villaburros de la Iglesia.

Manolo – Sin embargo no podrá usted negar, Don Honorato, que se ha aprovechado de su estatus de alcalde.

Don Honorato – No sé a dónde quieres llegar, Manolo…

Manolo – Le estoy hablando de las subvenciones del Ministerio de cultura.

Don Honorato – Sí… Así fue.

Manolo – Para restaurar una posada de la que nadie ha oído nunca hablar y en la que se supone que Juana la Loca pasó una noche en 1538.

Don Honorato – Puedo enseñarte el libro donde se habla de ese hecho innegable.

Manolo – Un libro que ha escrito usted mismo, por cierto.

Don Honorato – O sea que ni siquiera tengo derecho a escribir un libro de historia.

Manolo – Una posada que, casualmente, le pertenece y que fue restaurada por completo con fondos del contribuyente y transformada en Casa Rural en cuyas habitaciones nunca ha dormido nadie, salvo la Loca esa…

Don Honorato – Querido Manolo, es lógico que, dada tu modesta formación, no seas consciente de los gastos que conlleva el ser propietario de un monumento histórico.

Manolo – ¡Juana la Loca! ¡Si al menos hubiera perdido la virginidad en esa cama!

María – Por favor, Manolo, no seas grosero.

Manolo – Eso sin hablar de la subvención para restaurar la iglesia del pueblo.

María – La iglesia de Villaburros de la Iglesia… Había que hacer honor al patronímico.

Manolo – Una iglesia en la que, casualmente, el párroco es primo suyo. ¡Menuda restauración se hizo a cargo de nuestros impuestos! Ni el Maraja de Kapurtala se lo hubiera montado así! ¡Incluso con yacusi en el patio!

Don Honorato – ¡Un yacusi! ¡Qué exagerado! Tan sólo un simple pilón…

Manolo – Si claro… Ahora dirá que se trata de una fosa séptica.

Don Honorato – Verdaderamente Manolo, no sé a dónde quiere llegar…

Manolo – Ni yo mismo lo sé. Pero lo que sí sé es que, con ese dinero se podría haber hecho algo importante para el pueblo.

Don Honorato – ¿Ah, si…? ¿Por ejemplo…?

Manolo – Por ejemplo: el haber instalado cámaras de vigilancia.

Don Honorato – ¿Para vigilar qué…? Como no sean los campos de patatas…

Manolo – ¡Se podría haber restaurado la escuela!

Entra Charly el maestro. Visiblemente gay.

María – Si antes le nombramos… Buenos días Charly, ¿qué tal?

Charly – El Bar Manolo hasta los topes, como de costumbre.

Manolo – Pues sí… Estamos al completo.

Charly – La nobleza y el proletariado. No falta más que el curita para estar al cien por cien.

Don Honorato – Lo más florido de Villaburros de la Iglesia.

Manolo – Tan sólo falta la Loca.

Charly – Por cierto, don Honorato, en breve se va a poner a prueba su sentido de la libertad.

Don Honorato – Aquí estoy para lo que haga falta.

Charly – ¿Sabe que se ha aprobado el matrimonio gay y que es a usted a quien le corresponderá realizar la ceremonia? No en mi caso, ya que, de momento, nadie ha pedido mi mano… Al menos no para ponerme un anillo en el dedo…

Don Honorato – No me compete. Villaburros de la Iglesia va a ser anexionado al pueblo más próximo.

Charly – ¡No es posible!

María – ¡Y eso es tan sólo el principio!

Don Honorato – ¡El principio del fin!

Manolo – Hitler empezó por invadir Polonia… Y así les fue. ¡Tenemos que reaccionar!

Charly – Tienes más razón que un santo.

Charly se sienta, visiblemente preocupado.

María – ¡A ti te pasa algo más! ¿Malas noticias?

Charly – ¡Van a cerrar la escuela!

María – ¿No me digas?

Manolo – Era de esperar… Hace mucho que no hay ni un alumno. Cuando no queden clientes, nosotros también tendremos que echar el cierre.

María – ¿Y los Certificados de Estudios?

Charly – Eso acabó el siglo pasado, mi querida María.

María – ¿O sea que también han eliminado el Certificado de Estudios? ¿A dónde vamos a llegar? ¿Te sirvo algo, Charly?

Charly – Un pipermint, como siempre.

María se lo sirve

María – ¿Habéis pensado en Juan Carlos? ¿Qué va a ser de él si el pueblo se queda vacío?

Charly – Eso…

María – Todavía no se ha pasado por aquí esta mañana. No sé dónde se habrá metido…

Manolo – Pues tú, Charly, lo tienes crudo. No va a ser tan sencillo encontrar un puesto de maestro en un colegio nacional.

Don Honorato – Parece ser que hay escasez de profesores…

Manolo – Puede ser, pero lo cierto es que estás fichado…

Charly – Tampoco es eso…

Manolo – No podrás negar que te acusaron de inmoral…

Charly – Sí, pero… no tiene nada que ver con los niños.

María – Sin embargo…

Charly – ¿A quién podría molestar que yo acudiera de vez en cuando a clase vestido de mujer?

María – Para los chicos debía ser chocante. Un día tenía un profesor y, al siguiente, una profesora.

Manolo – ¿Cómo te llamaban?

Charly – La señora Doubtfire.

Manolo – Seguramente por eso te mandaron a una escuela sin alumnos.

Entra Don Feliciano, el cura. A no ser por la cruz, discretamente colocada a su espalda, más bien parecería un viejo verde que un eclesiástico.

Charly – Buenos días Don Feliciano. Sólo faltaba usted para completar el cotarro.

Feliciano – Buenos días, hijos míos.

Manolo – ¿Hijos suyos? Con un cura como usted me pregunto si no habría que tomárselo al pie de la letra

María – ¡Manolo, por Dios…!

Manolo – Charly, esto es el mundo al revés. Tú deberías ser el cura ya que, en ese oficio, un hombre puede llevar faldas sin que la ley le condene por ello, mientras que a éste nunca le hemos visto con sotana.

Charly – Una pena don Feliciano, porque estoy seguro que le sentaría de maravilla.

María – ¿Qué le sirvo Padre?

Feliciano – Una copita de Jerez.

Don Honorato – Espero, Señor Cura, que al menos usted tenga algo bueno que contar.

Feliciano – Me gustaría que así fuera señor Alcalde, pero…

Manolo – No le pregunto si se ha muerto alguien porque, a falta de Juan Carlos, estamos aquí todos los supervivientes de este pueblo fantasma.

Feliciano – Mucho peor que eso… El Obispo quiere suprimir mi Parroquia…

María – ¿No me diga?

Feliciano – Pues sí. Dios está en suspensión de pagos… Parece ser que, también nosotros tenemos que reestructurarnos.

María – ¡Qué asco! Seguro que dentro de poco los chinos se apropiarán del Vaticano.

Feliciano – La verdad es que no viene nadie a misa en Villaburros de la Iglesia

Manolo – A pesar de su empeño en repoblar la parroquia.

María – Manolo, por favor… No tienes ningún respeto por la religión…

Manolo – Es que éste señor no multiplica el pan, sino los bastardos…

Don Honorato – Sin alcalde, sin maestro, sin iglesia… Tan sólo nos queda el Bar Manolo.

Manolo – Y, a saber por cuánto tiempo.

Charly – ¿No estarás pensando en cerrar?

María – A mí no me importaría vender… si encontráramos un comprador, claro.

Feliciano – Pues sólo nos faltaría eso… ¿Qué iba a hacer usted, hija mía, fuera de este café?

María – De momento me tomaría un buen descanso. Quizá no me crea, pero nunca he visto el mar.

Manolo – Antes llegaría aquí el mar tras el deshielo de los glaciares que el hecho de encontrar un comprador.

Charly – Un mirlo blanco, querrás decir

Manolo – Por supuesto. Seamos sensatos: ¿Quién podría interesarse por un barucho en un lugar como éste donde apenas quedan cuatro clientes?

Don Honorato – Los últimos agricultores consanguíneos y alcohólicos se largaron hace tiempo.

María – Sería cuestión de buscar la forma de atraer algunos turistas, al menos en temporada alta.

Charly – ¿No sé qué turistas podrían sentirse atraídos por un agujero como éste si no hay nada visitable en un radio de cien kilómetros a la redonda?

Don Honorato – Lo que no cabe duda que es que se trata de un lugar ideal para descansar.

Manolo – Sí… Para descansar en paz…

Feliciano – Campos de patatas hasta el infinito, algunos cuervos… Un buen tema para un cuadro de Van Gogh.

María – Si al menos Van Gogh hubiera venido a suicidarse aquí… Ese sí que hubiera sido un buen reclamo publicitario.

Manolo – Pues no es mala idea si un día se legaliza el suicidio asistido… Seguro que Villaburros de la Iglesia sería el lugar ideal para la Central.

Charly – Todos los depresivos de España vendrían a suicidarse en masa. Sería un buen reclamo para nuestra encantadora comunidad.

Feliciano – Hijos míos… Conservemos la fe. Seguro que Dios proveerá.

Manolo – Mientras tanto, les invito a una ronda para olvidar que el mundo entero, Dios incluido, nos ha abandonado en medio de un océano de patatas… Vamos, María, saca una de esas botellas que guardamos para momentos especiales.

Don Honorato saca su reloj de bolsillo.

Feliciano – Bien, pues no perdamos tiempo.

Don Honorato – ¡Es tardísimo!

Manolo – ¿A dónde van con tantas prisas?

María abre la puerta de un estante y lanza un grito al descubrir a Juan Carlos en el interior

María – ¡Por Dios Juan Carlos…! ¡Un día de estos me vas a provocar una crisis cardiaca!

Don Honorato – ¿Suele hacerlo con frecuencia?

María – Desde muy pequeño… Siempre con la manía de esconderse en los lugares más insólitos.

Manolo – Un día se escondió en la lavadora… Ahora no podría hacerlo porque ya está crecidito.

María – ¡Vamos…!¡Sal de ahí!

Juan Carlos sale de su escondite. Es el típico tonto de pueblo. Se supone que tiene unos 18 años (este papel también lo puede hacer un hombre mayor con pinta forzada de joven, lo que puede resultar más cómico).

Juan Carlos (a Manolo) – Hola, tito Manolo

Manolo responde con un gesto.

Charly – Hola, Juan Carlos

Don Honorato – No tiene arreglo tu primo…

Feliciano – Pero, ¿no era tu sobrino?

María – Es muy complicado. Ni yo misma me aclaro.

María saca la botella de vino y la coloca sobre el mostrador.

Charly – Eso explicaría su pequeño retraso mental.

Manolo – Como también soy su padrino, digamos que es mi ahijado.

María – Le llamamos Juan Carlos y ya está.

Feliciano – Felices los pobres de espíritu porque de ellos será el Reino de los Cielos.

Don Honorato – Es el último joven del pueblo.

Charly – Menuda herencia le han dejado.

Manolo – Podría ser un descendiente directo de Juana la Loca…

Feliciano – El año pasado le di su Primera Comunión… No vaya a ser que…

María – Su Fe de Bautismo será el único certificado que habrá recibo el pobre… Porque el de bachiller lo veo difícil.

Charly – Según un estudio sociológico realizado por el CSIC, los nacidos después del año 2000 tienen mayor predisposición al desarreglo genético.

Don Honorato – ¿Qué es lo que quieres ser de mayor, Juan Carlos?

Feliciano – Si también se marcha, no tendré a nadie en el coro.

Juan Carlos – Me gustaría ir a Madrid para presentarme a un concurso.

Don Honorato – ¿Qué tipo de concurso?

Charly – ¿Para bombero o para político?

Don Honorato – Quizá quiera ser cartero, como su padre.

Feliciano – ¿Su padre era cartero?

Manolo – O cura… Cualquiera sabe..

María – Nada de eso… Se le ha metido en la cabeza presentarse a un realitichou de esos.

Charly – ¿A cuál de ellos?

Manolo – A uno que busca grandes talentos.

Feliciano – ¿No me digas?

Don Honorato – Pero ¿qué tipo de talento puede tener este salvaje?

María – Es contorsionista… Al menos eso es lo que él dice…

Manolo – Lo cierto es que, un día los basureros le encontraron embutido en un contenedor amarillo. Casi le reciclan.

Juan Carlos se aleja un poco para jugar a los dardos. Por su patente falta de habilidad puede ser peligroso para los otros.

Don Honorato – Tengo que irme. Otro día brindaré con vosotros. Un asunto urgente me reclama en el Ayuntamiento.

Manolo – ¿Urgente?

Don Honorato – Tengo que dar respuesta a la carta.

Charly – Claro… La OPA contra Villaburros de la Iglesia a favor de Villaburros de arriba…

Feliciano – Le acompaño, Señor Alcalde. Yo también he de ir a rezar por mi parroquia.

Salen el alcalde y el cura. María ofrece un Jerez a Charly.

María – Una copita de Jerez?

También lo rechaza.

Charly – Muchas gracias. Además, apenas son las doce.

María – Pues pondré la botella a refrescar en espera de una gran ocasión.

Manolo mira hacia la entrada del café, visiblemente sorprendido.

Manolo – Posiblemente esa gran ocasión está entrando por la puerta.

Entran Wendy y Laura. Visten como madrileñas pijas, algo que contrasta, visiblemente, con la indumentaria de María. Wendy es una especie de star depresiva que se esconde tras enormes gafas oscuras. Laura es más elegante, aunque algo sobria y menos femenina. Se mostrará positiva y entusiasta. Wendy, pesimista y con instintos suicidas, mira a su alrededor.

Wendy – Esto parece un plató de “El ministerio del tiempo”

Laura – ¿Quieres sentarte aunque sea durante cinco minutos?

Wendy no contesta pero se deja caer en una silla.

Laura – Buenos días, señores… Perdonen que interrumpa su amena charla, pero me gustaría hacerles una pregunta…

María – ¿Si?

Laura – ¿Dónde estamos, exactamente?

Silencio.

Manolo – ¿Exactamente? Pues bien, señorita, están ustedes en Villaburros de la Iglesia.

Laura – ¿Villaburros de la Iglesia…?

Charly – Vamos, en medio de la nada…

Laura echa un vistazo a la pantalla de su Smartphone.

Laura – No lo encuentra mi GPS.

María – Se trata de un rincón tranquilo…

Laura – Ya veo… Pensé que estaríamos en… Bueno, creo que nos hemos perdido…

Charly – Aquí no viene nadie por su gusto…

Laura mira a su alrededor y se fija en Juan Carlos que sigue jugando a los dardos con una evidente falta de talento.

Manolo – ¿Quieren tomar algo?

Laura – Pues… Sí… ¿Por qué no? Wendy, ¿Tienes sed? (Wendy no responde) Dos coca-colas, por favor. Sin hielo.

María – Lo siento… Todavía no he conectado el congelador… La verdad es que, con este tiempo…

Manolo – La primavera no se ha adelantado este año.

Charly – El año pasado llegó, más o menos, sobre el 15 de agosto y luego pasamos directamente al otoño.

María les sirve dos cocas.

Manolo (esforzándose por ser amable) – ¿Están ustedes de vacaciones por la zona?

Laura – Bueno… Digamos que… se trata más bien de unos días de relax. (En un aparte) Mi amiga está muy estresada. Necesitábamos poner tierra de por medio…

Charly – En ese caso están en el lugar indicado: están en tierra de patatas.

María – Villaburros de la Iglesia es el lugar ideal para descansar.

Charly – Un lugar donde no se existen las tentaciones.

Laura – ¡Estupendo! ¿No te parece, Wendy?

Wendy – Mmm… El lugar ideal para acabar nuestros días…

María – Si, aquí tenemos unos cuantos pensionistas…

Wendy – Más bien me refería a sitio perfecto para poner fin a la vida…

Pasa un ángel.

María – ¿Tienen intención de quedarse por aquí?

Laura – Todavía no lo hemos decidido… pero, ¿por qué no? Aquí se respira una cierta serenidad… Algo parecido a lo que se siente dentro de una iglesia… Claro que, quizá de ahí el nombre del pueblo.

Wendy – Sí, de una Iglesia o de un cementerio.

Manolo – Tenemos una pequeña parroquia completamente renovada. Como si acabara de construirse…

Laura – La vida en Madrid es tan estresante… A veces nos preguntamos si no seríamos más felices en un pueblecito lejos de todo…

Wendy – Desde luego éste está lejos de todo… Ni siquiera figura en el GPS.

Wendy se echa a la boca unas cuantas pastillas que traga con la coca.

Laura – Ya sabes lo que dijo el médico… No es bueno tomar más de una partilla a la vez.

Wendy – Tienes razón… Me parece que voy a vomitar…

Charly – A mí me pasó lo mismo cuando llegué… Luego, uno se hace… Ya lo verá…

María, inquieta por la situación, le señala el w.c.

María – Por aquí, por favor…

Sale Wendy. Laura parece preocupada.

Laura – Debe ser por el cambio de aires…

Manolo – Desde luego el índice de contaminación es muy bajo.

Laura – Nuestros pulmones están acostumbrados al monóxido de carbono. Lleva su tiempo el adaptarse.

Laura estornuda.

Charly – Quizá son los pesticidas con que bombardean los campos de patatas… Cuando no se está acostumbrado…

Laura – ¿Pesticidas?

Charly – Me gustaría que vieran el espectáculo. Es fantástico. Uno de los escasos atractivos del lugar. Cuando los helicópteros empiezan a largar los pesticidas, con música de fondo, uno se creería en Apocalipsis Now…

Laura – Eso debe ser muy nocivo para la salud…

Charly – Dicen que no, pero… Quizá el problema de Juan Carlos venga de ahí… Además de la consanguinidad, evidentemente.

Manolo le lanza una mirada furibunda. Se escucha la vomitona de Wendy. Todos se quedan un tanto cortados.

Manolo – Si no es indiscreción, ¿puede decirme a qué se dedica en Madrid?

Laura – Soy periodista.

Manolo – ¿De verdad?

María – ¿Y piensa hacer un reportaje de la zona?

Laura – Estamos de vacaciones pero… Nunca se sabe… Si encuentro algo interesante… Mi intención, más bien, es la de escribir una novela.

Manolo – ¿Una novela? Eso está muy bien.

María – Nuestro alcalde también es escritor.

Laura – ¿No me diga?

Manolo – Bueno, más bien escribe libros de historia.

María – ¿Y su señora…? Quiero decir… su amiga… ¿también es periodista?

Laura – No exactamente… Es productora en una cadena independiente de televisión. (En tono confidencial) WC producciones… Es ella.

María – ¿WC?

Laura – No han oído hablar de Wendy Crawford? Son sus iniciales…

Manolo – Entonces ¿trabaja en la tele?

Laura – Seguro que han visto alguna vez su programa: “Caza talentos españoles”.

María – ¿Caza talentos? ¿Lo dice en serio? ¡Por supuesto que la conocemos!

Laura – Pues es ella la que produce el programa.

Juan Carlos – ¿Caza talentos?

Todos se quedan mirando a Juan Carlos, cuya presencia había pasado inadvertida hasta el momento. No dice nada más

Laura – El programa lleva diez años en antena. La presión es enorme. La pobre se ha pasado de rosca.

María – ¿De rosca? ¿Qué quiere decir con eso?

Manolo – ¿Que empina el codo más de lo conveniente?

Charly – Hace tiempo eso se conocía como depresión nerviosa.

Laura – Lo cierto es que la cadena ha decidido clausurar el programa. Si Wendy no quiere quedarse de patitas en la calle, debe proponerles algo más actual. Su último programa no funcionó…

Manolo – ¿En serio?

Laura – Eso sin hablar del accidente en el Mar Báltico… Supongo que han oído hablar de ello…

Manolo – Si… Es posible…

Laura – Se trataba de un nuevo concepto de programa… Conseguimos reunir en un submarino amarillo a un ramillete de celebridades de los años 70 con problemas de claustrofobia. La finalidad del show era hacerles superar sus angustias.

María – Creo haber leído algo sobre ese asunto en la peluquería.

Laura – Pues ocurrió que el capitán del submarino resultó ser un depresivo congénito que no supo cómo volver a la superficie.

María – Debió ser terrible… Esas cosas pueden ocurrir… Es la fatalidad.

Charly (con énfasis) – La grandeza del hombre libre es aceptar su destino sin creer en la fatalidad.

Laura – ¿Es usted maestro?

Charly – Sí. Maestro… Vamos, maestro sin alumnos.

Laura – En resumen. W.C. se fue a la mierda por lo tanto decidió poner tierra por medio para evitar que se le “atascara un bajante”.

De nuevo sonido de vómito.

Charly – Espero que tire de la cadena.

Laura – Quizá alejándose de Madrid consiga pensar en un nuevo tipo de programa. Pero, de momento, ha renunciado a todo. Debe empezar de cero.

Manolo – La comprendo… A nosotros también nos gustaría empezar de cero.

Charly – Pero como ya estamos a cero desde hace tiempo, lo que nos gustaría es largarnos de aquí.

Laura – Ahora tengo el proyecto de escribir un biopic.

Manolo – ¿Un biopic?

Laura – Una especie de biografía sobre W.C. Quiero contar su vida… La vida de una productora de televisión es impresionante. Por eso buscamos un lugar tranquilo donde descansar durante varios meses, lejos del follón de la Capital.

María – Pues este es el lugar ideal. Ni móvil ni internet. No hay cobertura.

Charly – A veces nos preguntamos si no vivimos dentro un agujero negro.

Laura – Tampoco estaría mal comprar una casita en el campo… Se trata, tan sólo, de comenzar a echar raíces.

María – Aquí la raíces son profundas… Tanto que luego no puedes marcharte.

Juan Carlos – ¿Quiere ver cómo me escondo en el frigorífico?

María (en tono de reproche) – Juan Carlos, por favor…

Silencio.

Laura – Desde luego este es un sitio especial… Nunca he visto nada tan…

Manolo – Auténtico.

Laura – No es la palabra que busco, pero…

Manolo – ¿Por qué no se quedan varios días en el pueblo… o quizá por más tiempo…?

Laura – ¿También alquilan habitaciones?

Manolo – Podríamos arreglarnos…

Manolo y María se miran con cierto asombro. Vuelve Wendy.

Laura – ¿Sabes una cosa, Wendy? Este señor propone alquilarnos una habitación aquí, en el Bar Manolo. ¿Qué te parece?

Wendy – Me dan ganas de vomitar otra vez.

María – Nunca se sabe, quizá incluso les pueda interesar comprar el café.

Laura – ¿El café está en venta? ¿Has oído eso, Wendy? Tendría su gracia.

Wendy – Al menos no nos molestarían los clientes.

Manolo – Ahora no hay mucho movimiento, pero los turistas llegarán pronto…

María – Dentro de poco estaremos en temporada alta…

Laura (asombrada) – ¿En el mes de marzo? ¿Por alguna razón especial…?

Manolo (sin saber qué contestar) – Es decir que… en primavera…

Charly – Los campos de patatas estarán en flor. Es muy romántico. Ya lo verán.

Laura – Las patatas… Es curioso… ¿Has oído eso Wendy?

Wendy – No sabía que las patatas dieran flores. Pero si quieres puedo regalarte un ramo para tu cumpleaños.

Charly – Incluso un perfume… ¿Por qué no? Aroma de Patata de Givenchy. Al menos sería original.

Laura – Siempre se habla de los tulipanes de Holanda, pero las patatas…

Charly – Las patatas de Villaburros de la Iglesia.

Laura – ¿Cuánto dura la temporada?

María – Depende de la variedad.

Manolo – De hecho, florecen durante todo el año.

Charly – Sobre todo las patatas transgénicas, especialidad del pueblo.

María – Se producen durante todo el año.

Juan Carlos se acerca.

Juan Carlos – También puedo meterme en el cubo de la basura… ¿Quieren verlo?

María – Vamos, Juan Carlos… Estás molestando a estas señoras… ¿Por qué no te entrenas por ahí? Precisamente acabo de sacar el cubo.

Manolo hace salir a Juan Carlos.

María – Perdónenle… Es un poco simple.

Manolo – Les aseguro que aquí estarían muy bien.

Laura – Wendy tiene razón. Esto parece un tanto muerto.

Charly – La verdad es que desde que hicieron la autopista…

María – También porque es la hora de la siesta.

Wendy – Pero si apenas es la una… ¿Se echan tan pronto la siesta por aquí?

María – Hace una hora, estábamos al completo.

Manolo – También podrían hacer venir a sus amigos de Madrid. Hay un local estupendo en la primera planta.

Laura – Tendría su gracia.

Wendy – ¿Tienen algo fuerte para echarse entre pecho y espalda?

María – ¿Se refiere a una especialidad de la zona?

Manolo – Nuestra especialidad es el aguardiente de patata.

Charly – Les aseguro que la primera vez es una experiencia única.

Manolo – Como el amor.

Charly – Y, como el amor, te deja ciego.

Wendy – Creo que me voy a dejar tentar.

Manolo le sirve.

Laura – No deberías mezclarlo con las pastillas.

Wendy – Hay que morir de algo…

Manolo – ¿Qué le parece?

Charly – La receta la inventó el monje que se tiró a Juana la Loca en una granja de por aquí en el siglo XVI.

Manolo – La primera ronda la paga la casa.

Wendy – Predomina el sabor a patata

Charly – Cae bien, cuando no te mata inmediatamente.

Manolo – Un producto natural.

Charly – Cien por cien bio… Bioquímico posiblemente.

María les sirve de nuevo.

María – Una segunda copa ofrecida por la Oficina de Turismo de Villaburros de la Iglesia.

Manolo – Con esto, seguro que no necesita más pastillas.

Wendy – Debe ser muy efectivo para suicidarse.

Manolo – Y, totalmente legal.

Charly – El mismo alcalde es el que destila el elixir en su cueva con un alambique clandestino.

María – Este divino brebaje lo bendice nuestro cura una vez por año. Un hombre santo, sin duda.

Vuelve Juan Carlos, medio atontado y cubierto de deshechos.

Juan Carlos – Tío, he sido incapaz de meterme en el cubo de la basura. Está a tope.

Manolo – Este chico cada vez es más tonto…

Wendy – Quizá quiere echar también un trago del elixir.

María – Ni soñarlo. Ya está bastante ido el pobre.

Manolo – Vamos, vete a jugar por ahí. ¿No ves que estamos charlando los mayores?

Juan Carlos (frustrado) – Me importa un bledo. Cualquier día de estos me largaré a Madrid.

Sale Juan Carlos.

María – Esta región es una maravilla.

Manolo (mirando fijamente a Laura) – Que no muestra todos sus encantos a la primera de cambio, como les ocurre a las mujeres hermosas.

María – Además, resulta muy interesante el contacto directo con los clientes.

Manolo (a María) – Mucho más sano para una depresiva que el quedarse rumiando su problema en un rincón.

Laura – Un tanto chocante pero… en el fondo podría ser divertido ¿No te parece? ¿No querías cambiar de vida? Pues ahora tienes la ocasión.

Wendy – Me refería más bien a una vida distinta, pero mejor.

Empieza a cundir un cierto aburrimiento.

María – Vengan conmigo. Les enseñaré el piso de arriba. Es muy coqueto.

Charly – Y muy práctico. No se necesita transporte alguno para acudir al trabajo. Tan sólo bajar unas escaleras. Mejor que la línea 6 del metro de Madrid.

María conduce a Wendy y Laura a la escalera que sube al primer piso.

María – Ustedes primero. ¡Faltaría más!

Manolo – Tengan cuidado. La escalera está un tanto desgastada

Salen

Manolo – Nos las ha enviado el cielo.

Charly – Parece un milagro.

Manolo – Además, estoy seguro de que son capaces de apreciar la magia del lugar

Charly – Quizá estén bajo el efecto del licor de patata. A mí también me produjo alucinaciones en cierto momento.

Manolo – Hay que hacer lo posible para que pasen aquí la noche.

Charly – Haz lo que puedas… Yo, mientras tanto, me voy a cambiar.

Manolo – Mejor será. Hay que causarles buena impresión.

Sale Charly. Vuelven Don Honorato y Don Feliciano.

Don Honorato – ¿Quiénes son esas dos encantadoras criaturas que he visto entrar en el café?

Feliciano – Por cierto, ¿dónde están?

Manolo – Vienen de Madrid. María les está enseñando el piso de arriba.

Don Honorato – ¿De Madrid?

Feliciano – ¿Y por qué visitan la planta alta?

Manolo – Si consiguiéramos que se instalaran aquí, Villaburros de la Iglesia se convertiría en lugar tan chic como Marbella.

Don Honorato – ¿Estás seguro?

Manolo – Mientras tanto, intento venderles el café.

Feliciano – Te estás haciendo el cuento de la Lechera.

Don Honorato – ¿Estás seguro que a esas señoritas les gustaría vivir aquí?

Manolo – La que trabaja en Reality Shows está un tanto deteriorada… Vamos… completamente deprimida. La otra más o menos, pero al revés.

Feliciano – ¿Qué quieres decir con “al revés”?

Manolo – Que está tan ida como la otra, pero todo le parece maravilloso. ¡Incluso Villaburros de la Iglesia! ¿No es formidable?

Feliciano – Lo que no comprendo es cómo han sido capaces de llegar hasta aquí.

Manolo – Dios nos las ha hecho llegar. Estoy seguro. Puede decirse que casi he recuperado la fe. Buscan un lugar tranquilo para recobrar la salud mental y escribir sus memorias.

Don Honorato – ¿Tranquilo? Pues… Sí… Imposible encontrar otro lugar igual… Pero ¿realmente piensas que…?

Entra en el café un individuo disfrazado con traje de zorro y máscara. Más tarde se sabrá que se trata de Juan Carlos.

Juan Carlos – ¡Arriba las manos! ¡Esto es un atraco!

Manolo – ¡Vaya! ¡Lo que nos faltaba!

Don Honorato – ¡Un atraco en estos momentos…!

Feliciano – Decididamente hoy están ocurriendo cosas muy raras en el pueblo.

Don Honorato – Y tú les has asegurado que se trataba de un lugar tranquilo…

Manolo – ¿Qué coño quiere este tipo? ¡Me va a fastidiar el negocio!

Juan Carlos – Vamos… La pasta… Y, rapidito…

Manolo – Enseguida, chaval. No te pongas nervioso.

Manolo rebusca tras el mostrador y saca un fusil para enfrentarse a la pistola.

Feliciano – ¡Empieza la batalla!

Juan Carlos – ¡Sin pasarse, que mi pistola es de juguete!

Manolo – ¡Ya lo sé, imbécil! Fui yo quien te la regaló por tu Primera Comunión junto al disfraz de zorro y el reloj sumergible.

Se quita la máscara de zorro y todos ven que se trata de Juan Carlos. Manolo guarda el fusil.

Don Honorato – ¡Eres un cretino!

Manolo – Las chavalas no tardarán en bajar. ¿Qué hacemos con éste?

Juan Carlos – Tan sólo quería algo de pasta para presentarme al concurso en Madrid.

Feliciano – ¿De qué concurso hablas?

Juan Carlos – De “Caza talentos”.

Feliciano – Quizá deberíamos llamar a la poli, ¿No os parece?

Don Honorato – Más bien al hospital psiquiátrico.

Manolo – No tenemos tiempo. Además no es cuestión de asustar a las chicas con la llegada de la pasma.

Manolo señala el congelador.

Manolo – Métete ahí.

Juan Carlos – ¿Ahí adentro?

Manolo – No eres contorsionista, pues demuéstralo.

Juan Carlos – Sí, pero…

Manolo – Seguro que la señora de la tele quedará muy impresionada al ver que cabes en un congelador.

Juan Carlos – ¿Estás seguro?

Manolo – ¿Quieres participar en el concurso o no?

Juan Carlos – Vale… Lo intento…

Feliciano – Al menos es un chico bastante obediente.

Don Honorato – Ahora comprendo el que sus padres consiguieran meterle en un contenedor amarillo.

Juan Carlos se mete en el congelador.

Manolo – No se preocupen. Está desenchufado. Tan sólo lo utilizamos en verano para guardar los polos.

María baja junto con Laura y Wendy. Manolo cierra a toda prisa la tapa de congelador.

Manolo – Señoras, les presento al Señor Alcalde que quiere darles personalmente la bienvenida a nuestro encantador pueblo.

Laura – Mucho gusto, Señor Alcalde…

Don Honorato – Puede llamarme Honorato, por favor.

Laura – Está bien…

Manolo – También quiero presentarles al Señor Cura, que…

Feliciano – Bendita sea, señora.

Manolo – Que… justamente pasaba por aquí… Bueno, ¿y qué les ha parecido ese nidito de amor.

Laura – Pues… Sí…

Wendy (dirigiéndose a María) – ¿Cómo dijo usted antes…?

María – Coqueto, dije coqueto.

Laura – Exactamente… Coqueto… ¿No te parece Wendy?

Wendy – Sí. Ese es exactamente el calificativo que le va.

Momento de incertidumbre.

Manolo – Evidentemente esto no tiene nada que ver con Madrid.

Laura – Además, si lo que busca es un nuevo concepto de Tele realidad… Seguro que una larga estancia en este lugar le hará conocer lo que es la España profunda.

Wendy – No lo dudo… Seguro que para encontrar algo más profundo habría que perforar un pozo…

María – Está previsto realizar algunos trabajos de renovación.

Laura – Lo pensamos, ¿verdad Wendy?

Wendy – Eso es… Vamos a pensarlo… Mientras tanto necesito encontrar un sitio donde dormir… Me caigo de sueño…

Laura – ¿Dónde está el hotel? Porque aquí… La verdad es que…

Wendy – Como bien dice María, se precisan unos cuantos arreglitos. Sin ir más lejos, un cuarto de baño.

Don Honorato – Por el momento no tenemos hotel alguno… pero sería para mí un gran placer el…

Feliciano – Para una o dos noches puedo ofrecerles hospitalidad en el presbiterio.

Laura – ¿En el presbiterio?… ¿Y eso qué es?

Feliciano – Soy el modesto pastor de este rebaño de pobres pecadores.

Laura – ¿Un pastor con un rebaño de pecadores?

Wendy – El señor trata de explicarte que es clérigo.

Laura – ¡Claro… El cura! ¡Podría haberlo dicho antes! Como no va vestido de…

Feliciano – Ya saben que el hábito no hace al monje

Laura – De cualquier forma es muy gentil por su parte… Me refiero dejarnos dormir en ese lugar… ¿No es fantástico?

Wendy – Sí. Será estupendo pasar la noche en un presbiterio, algo que una mujer debe hacer al menos una vez en su vida.

Feliciano – Se trata tan sólo de caridad cristiana.

Laura – Además, con un cura no hay nada que temer.

Manolo – Si usted lo dice…

Don Honorato – O sea, que ya está todo resuelto. Ya verán como no les decepciona el lugar.

Feliciano – ¿Quieren seguirme?

Laura y Wendy siguen a Don Feliciano. Al salir se cruzan con Charly que vuelve vestido de mujer. Laura no le reconoce. Wendy le mira con desconfianza.

Laura – Señora…

Charly (a Wendy) – Parece que estos aires le sientan de maravilla.

Wendy (a Laura) – ¿Estas segura que no nos llevan al hotel de Psicosis…?

Salen.

Manolo – ¡Una productora de televisión y una periodista! ¡Qué suerte!

Don Honorato – ¿De verdad piensas que esos mirlos blancos van a comprar un café como éste en un pueblo como Villaburros de la Iglesia?

María – No sería la primera vez que una emisora de televisión se hace con un local para ellos extravagante. Ocurrió para el “Gran Hermano”.

Charly – Incluso han llegado a comprar una carnicería.

Don Honorato – Eso sin contar con los que se instalan en el campo para recuperar sus raíces pueblerinas.

María – Sin ir más lejos creo que Ricardo Darín hace su propio aceite de oliva y que Brad Pitt tiene su propia bodega en California.

Charly – Tan sólo falta algún famoso que cultive patatas transgénicas.

María – Sería una noticia bomba.

Manolo – Tenéis razón. Por qué iban a comprar este barucho de mierda. Sin embargo, trabajan en prensa y en televisión. Podrían hablar de nuestro pueblo y hacerlo famoso.

Don Honorato – No veo lo que podría interesarles de aquí…

María – Habrá que buscar algo. Otros pueblos no tienen ningún encanto y, sin embargo, son conocidos.

Don Honorato – ¿No me digas?

Manolo – Por ejemplo, Belén o Alcalá de Henares.

Don Honorato – Alcalá de Henares es la cuna de Cervantes.

María – Y Belén la de Jesucristo.

Charly – Pero en Villaburros de la Iglesia no tenemos más que a Juan Carlos.

Manolo – Ahora lo que hace falta es encontrar la fórmula para que se hable de nosotros y que vengan visitantes.

María – Al menos volvería a figurar en los planos.

Charly – Y no tendrían que anexionarnos a Villaburros de Arriba.

Don Honorato – Seguiríamos con nuestro alcalde, nuestro maestro, nuestro cura…

María – Y recuperaríamos a nuestros clientes.

Manolo – Hay que pensar algo rápidamente.

María – Al menos de momento.

Charly – Se trata de convencerles que Villaburros de la Iglesia es más divertido que la visita al cementerio el día de Todos los Santos.

Don Honorato – Hay que crear ambiente.

Piensan.

Manolo – ¿Qué tal un happy hour?

Charly – ¡Pero si no hay un cliente en 20 kilómetros a la redonda!… ¿Quién iba a hacerse 40 kilómetros entre ida y vuelta para endilgarse una copa de alcohol de patata?

María – Bueno… Seguid pensando que yo me voy a comprar algunas cosillas… Si vamos a tener clientes habrá que darles cosas buenas… Y las tiendas no están ahí al lado.

María sale. Vuelve Don Feliciano.

Don Honorato – ¿Qué ha ocurrido?

Feliciano – Les he dejado en el jacuzzi…

Manolo – ¿Un jacuzzi? ¿No era una balsa de riego?

Feliciano – Pues parece que les ha gustado…

Don Honorato – De ahí a que les interese quedarse por aquí hay un abismo.

Manolo – Contamos con la posible difusión en los medios. Lo único que hay que hacer ahora es encontrar algo para que hablen de nosotros.

Feliciano – Podríamos organizar una rifa.

Manolo – ¿Y por qué no también una procesión?

Charly – ¿Y si ocurriera algo extraordinario?

Don Honorato – Sí, algo para que la prensa se hiciera eco de este lugar.

Charly – El puerto donde se hundió el Costa Concordia está a tope desde el naufragio. Casi un lugar de peregrinaje.

Manolo – Claro que es poco probable que un trasatlántico choque con nuestro pueblo.

Charly – También es difícil que caiga aquí un avión. Jamás han sobrevolado Villaburros de la Iglesia.

Feliciano – Salvo los aviones que lanzan pesticidas sobre los campos de patatas.

Charly – Tampoco habrá ningún piloto tan deprimido como para venir a estrellarse precisamente aquí.

Don Honorato – Hay que poner los pies sobre la tierra… Deberá ser algo menos grandioso pero insólito.

Feliciano – Un accidente…

Manolo – Incluso un crimen repugnante.

Feliciano – Tampoco se trata de matar a nadie y cortarlo en trocitos para atraer a los turistas.

Don Honorato – Acabamos de salir indemnes de un hold-up. Eso puede sugerir algo.

Charly – ¿Un chalado armado con una pistola de plástico y disfrazado de Zorro… No creo que fuera suficiente para acceder a la prensa nacional.

Se escuchan unos golpes.

Manolo – ¡Coño! ¡Olvidamos sacar a Juan Carlos del congelador!

Manolo abre la puerta del congelador y le ayuda a salir.

Juan Carlos – ¿Qué tal lo he hecho?

Manolo – Bien, muy bien…

Charly – Menos mal que el congelador estaba desenchufado.

Don Honorato – Pues sí…

Manolo – ¡Acaba de ocurrírseme algo!

Feliciano – Te temo…

Manolo – ¿Estáis pensando lo mismo que yo?

Charly – ¡Eso es! Un cadáver encontrado dentro de un congelador…

Don Honorato – ¡Sí..! ¡Un congelador! Además, para eso no hay que gastar mucho…

Feliciano – ¿Estáis seguros que un cadáver encontrado en el congelador de un bar de pueblo atraerá a los turistas?

Charly – Se trata tan sólo de inventar una historia sabrosa.

Manolo – ¡Estoy viendo los titulares en prensa!

Don Honorato – Dramático accidente en Villaburros de la Iglesia : un fan del concurso “Caza talentos” muere congelado mientras se entrenaba.

Manolo – Seguro que eso atraería también a la televisión.

Todos miran a Juan Carlos.

Juan Carlos – ¿Qué pasa conmigo?

Feliciano – ¿No estaréis pensando sacrificar a este pobre infeliz para hacer que venga la gente al nuestro pueblo…?

Manolo – No habría que matarle de verdad… Vamos, no del todo…

Feliciano – ¿Y cómo se mata no del todo?

Manolo – Juan Carlos, ¿quieres hacerte famoso?

Juan Carlos – ¿Cómo de famoso? ¿Quieres decir que saldría en la tele y todo eso?

Manolo – Claro… Incluso en los periódicos…

Juan Carlos – ¿Y qué tengo que hacer?

Don Honorato – Poca cosa…

Charly – Tan sólo morirte.

Juan Carlos – ¡Eso ni hablar! Yo quiero ser famoso estando vivo.

Manolo – ¿Prefieres eso o que llamemos a la policía para contarles que han intentado atracarnos armado con una pistola. Te pueden caer un porrón de años.

Juan Carlos – ¿Cuántos?

Manolo – No tengo ni idea, pero no se trata ahora de eso.

Don Honorato – Además, no estarás verdaderamente muerto.

Manolo – No pondremos el congelador a tope.

Juan Carlos parece dudar.

Juan Carlos – ¿Y me darás dinero para poder viajar a Madrid?

Manolo – Prometido. ¿Confías o no en tu padrino?

Juan Carlos – De acuerdo… Pero no acabo de comprender. ¿Durante cuánto tiempo estaré muerto?

Don Honorato – Estarás muerto al principio.

Manolo – Pero no luego.

Juan Carlos – ¿Cómo Jesucristo, señor cura?

Feliciano – En efecto… Como Jesús…

Charly – Todo saldrá bien. No te preocupes.

Don Honorato – Y, al final resucitarás, como Jesús.

Charly – Vamos a grabarlo y a colgarlo en YouTube. ¡Será estupendo!

Feliciano – Te harás famoso. La noticia se hará viral.

Manolo – ¡Juan Carlos, ha llegado el momento de mostrar tu auténtico talento!

Juan Carlos – Vale… De acuerdo…

Juan Carlos vuelve al congelador. Charly empieza a grabar con su teléfono móvil. Manolo conecta el congelador.

Feliciano – ¿De verdad vas a ponerlo en marcha?

Manolo No se preocupe. Lo dejaré al mínimo. Tan sólo sentirá una ligera hipotermia. Así será más creíble.

Don Honorato – Si no está congelado del todo no servirá para nada.

Manolo – Lo pondré en el dos.

Feliciano – ¿Y si le matamos? ¿Habéis pensado en esa posibilidad? Serás acusado de asesinato, Manolo. Al fin y al cabo se trata de tu congelador.

Don Honorato – No creo que vaya a morir. Eso sí, se cogerá un buen constipado.

Charly – Como mucho uno o dos dedos congelados. Igual que los alpinistas que conquistan el Himalaya. Cuando se pretende ser un héroe hay que hacer ciertos sacrificios.

Feliciano – Al fin y al cabo se trata tan sólo de permanecer encerrado en un congelador…

Charly – Entre nosotros… ¡para lo que le sirven los dedos! Total si tienen que cortarle dos o tres, todavía le quedarán bastantes con que sonarse los mocos.

Manolo – Tenemos el tiempo justo para hacer correr la noticia y que los medios hablen de nuestro pueblo.

Charly – Pero la policía se dará cuenta de que no está muerto.

Manolo – Eso es cierto… Puede ser el punto débil de nuestro plan.

Don Honorato – ¿La poli? Ya sabes cómo se las gastan… Les invitas a unos chatos y son capaces de decir que tu mujer es Miss España.

Manolo le lanza una mirada amenazante.

Manolo – No sé cómo tomarme eso…

Charly – Quiere decir que, en ayunas, la tomarían por Miss Mundo.

Manolo – Será mejor ponerle por encima unos cuantos cubitos de hielo.

Juan Carlos saca la cabeza del congelador.

Juan Carlos – ¿Estoy bien peinado?

Manolo – Muy bien. No te preocupes.

Juan Carlos – ¿Está bien mi camiseta?

Charlie sigue grabando.

Manolo – Vamos, métete de nuevo. María está a punto de llegar…

Juan Carlos – La verdad es que no hace mucho calor ahí dentro.

Manolo – Normal… Se trata de un congelador.

Juan Carlos – Y está muy oscuro…

Feliciano – Siempre me he preguntado si realmente se apaga la luz al cerrar la puerta del frigorífico.

Charly – Haría mejor en preguntarse si es cierto que hay una vida después de la muerte…

Don Honorato – En todo caso ahora tendríamos un testigo ocular… Eso si conseguimos descongelarlo.

Manolo – En último caso la periodista podría escribir un artículo sobre el tema…

Charly – Ya estoy escuchando a Matías Prats en el telediario diciendo: Seguramente ustedes se habrán preguntado muchas veces si la luz del congelador de apaga al cerrarlo, pues bien un valiente vecino de Villaburros de la Iglesia ha aceptado prestarse a una curiosa experiencia para dar respuesta definitiva a tan angustiosa duda…

Juan Carlos – ¿El telediario de las dos? Vale, me meto otra vez.

Feliciano – ¿Cuánto tiempo van a dejarle ahí?

Don Honorato – Será suficiente con una noche.

Manolo – María no debe saber nada de esto. Mañana lo descubrirá. Será mucho más creíble. Es muy mala actriz…

Don Honorato – No se inquiete, Don Feliciano. Puede salir de ahí cuando quiera, como bien puede verse.

Manolo – Pues sigamos adelante antes de que vuelva María. Tampoco creo que ninguno de vosotros seáis buenos actores.

Salen todos. Vuelve María con las compras. Las va guardando en su sitio.

María – Pondré los polos al frío antes de que se derritan… (Los introduce en el congelador sin ver a Juan Carlos) Lo enchufaré… Manolo se me ha adelantado… aunque está muy bajo… Voy a ponerlo al 10… (Cierra la puerta del congelador y coloca encima un saco de patatas) Mañana freiré las patatas. Ahora estoy muerta… (Se dirige a la salida, pero antes echa un vistazo al congelador) Siempre me he preguntado si se apagaba la luz del congelador al cerrar la puerta…

Apaga la luz y sale. Se escuchan golpes en el congelador.

Oscuro. Elipse de noche. Posible entreacto.

ACTO 2

 

Luz. Entra María bostezando y enciende las luces del bar, como hace todas las mañanas. Coge el saco de patatas que está sobre el congelador y empieza a pelarlas.

María – Siempre las dichosas patatas…

Entra Manolo

Manolo – Buenos días querida. ¿Qué tal has dormido?

María le mira incrédula.

María – ¿Estás enfermo?

Manolo – No… Tan sólo quiero saber si estás bien. ¿Pero qué haces?

María – Pelar patatas… ¿O es que no ves más?

Manolo – Sí… Claro…

María – Las pelaré, las cortaré y las meteré en el congelador. Aguantarán hasta el verano.

Manolo – ¿Quieres que te ayude? (María le mira con la mosca detrás de la oreja) Así podrás ocuparte en preparar el desayuno a las madrileñas…

Manolo se pone a pelar. María le mira, estupefacta.

María – ¿Seguro que estás bien?

Manolo – Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?

María – Pues porque es la primera vez que te veo pelar patatas.

Manolo (mirando hacia la puerta) – Hablando del rey de Roma…

Entran Laura y Wendy.

Manolo – Buenos días, señoritas. ¿Han dormido bien?

Laura – Yo, al menos, como un lirón.

Wendy no responde, pero no parece estar muy contenta.

Manolo – Ya se lo dije. Acabarán por echar raíces.

Wendy – Un té con limón, por favor.

Laura – Para mí lo mismo.

María – Enseguida…

María se dispone a preparar el te.

Laura – ¿Tienen cruasanes?

María – No, no tenemos… Pero si quieren les puedo freír unas patatas. Están recién cogidas.

Wendy – No gracias…

María – Dos tés con limón… pero sin limón… Porque no tenemos.

Laura – Siempre que el agua esté caliente…

Manolo – Por eso no sufra… De cualquier forma aquí hervimos siempre el agua, por si acaso…

María – Mientras hierve el agua voy a comprobar que el congelador esté funcionando bien para poder congelar las patatas.

Manolo sonríe con desgana.

Manolo – Siéntense, por favor. Enseguida les servimos.

Se sientan las dos mujeres.

Wendy – Tienes razón. No debemos quedarnos aquí por mucho tiempo… Es un lugar muy auténtico, pero… No parecen gente muy normal…

Laura – Cuando ayer se nos unió el cura en el yacusi parecía un tanto especial…

Wendy – Si al menos se hubiera puesto un taparrabos…

Manolo sigue pelando patatas.

Manolo – Me parece que el día va a ser sabroso.

Las mujeres siguen hablando.

Wendy – Y mira ese cortando patatas transexuales con ese cuchillo tan grande…

Laura – Querrás decir transgénicas.

Wendy – Me huelo que ya le ha rebañado el pescuezo a más de un viajero de paso. Creo que a este antro le llaman el Café Siniestro.

Laura (riéndose nerviosamente) – No sigas, que acabarás por meterme el miedo en el cuerpo.

Wendy – Me gustaría saber qué hacen con los cuerpos…

Laura – Quizá los llevan a sótano…

Wendy – O los meten en el congelador.

Reprimen una risa nerviosa.

Laura ¿Qué te parece si tomamos el té y nos largamos?

Laura se sobresalta al oír el grito que lanza María al abrir el congelador.

María – ¡Dios mío! ¡Qué horror!

Manolo (fingiendo sorpresa) – ¿Qué pasa?

María – ¡Hay un hombre en el congelador!

Manolo – ¡No puede ser!

Laura le lanza una mirada despavorida a Wendy.

Manolo (fingiendo mal la sorpresa) – ¿Un hombre? ¿Pero de quién se trata?

María – No lo sé… No he querido mirar… ¡Tan sólo he visto dos ojos que me miraban fijamente a través del hielo!

Entra Charly.

Charly – ¿Ocurre algo?

Manolo – ¡María acaba de encontrar un cadáver en el congelador!

Charly – ¿Un cadáver…? ¿Se trata de alguien conocido?

Manolo – Todavía no lo sabemos.

Charly graba con su teléfono.

Laura – ¡Aquí están todos locos! Nos vamos ahora mismo!

Wendy – ¡Espera un poco! Esto empieza a ponerse interesante!

María – ¡Hay que llamar a la policía!

Manolo – ¡Vaya historia!

Wendy – ¿Qué pasa con mi té?

Manolo – Ahora mismo… The tea must go on…

María descuelga el teléfono.

María – ¿Señor Comisario…? Tiene que venir enseguida. Hay un fiambre en el congelador… No, no se trata de un bebé, ¿acaso cree que le molestaría por tan poca cosa?

Manolo le sirve el té.

Manolo – ¿Con leche o sin leche?

María – Sí… En Villaburros de la Iglesia… ¿Qué dónde está? Pues, más o menos, en el kilómetro 22 entre Villaburros de arriba y Villaburros de abajo… Está bien… Les esperamos.

Manolo – ¿Qué te han dicho?

María – Que enseguida mandan dos especialistas de la policía científica…

Wendy – ¿La policía científica en Villarrubios de la Iglesia…? Desde luego esto se parece cada vez más a Corrupción en Miami.

Laura – De cualquier forma seguro que este poblacho de mierda va a hacerse famoso al menos en la televisión local.

Wendy – Como decía Andy Warhol: todos tenemos derecho a nuestro cuarto de hora de fama.

Entran Don Honorato y Don Feliciano.

Don Honorato – Buenos días… ¿Todo va bien?

Charly – Acaban de encontrar un cadáver en el congelador.

Feliciano – ¿Un cadáver? ¿Te refieres a un cadáver humano?

Charly – Sí, humano… No un cadáver de vaca en chuletones.

María abre de nuevo el congelador.

María – Miren… Hay una nota en la puerta… Por el interior…

Feliciano – ¿Una nota?

Manolo – ¡No es posible!

María – Bueno, más bien parece algo grabado en el hielo… Quizá unas palabras de despedida.

Don Honorato – ¿Entonces se trata de un suicidio?

Charly – Que yo sepa sería la primera vez que alguien se suicida encerrándose en un congelador.

Don Honorato – Creo que hubo un caso de suicidio en una sauna, pero ¿en un congelador?

Charly se acerca al congelador.

Charly – A lo mejor es para la policía… Con el nombre del asesino…

Don Honorato – Pudiera ser…

Manolo (a María) – Vamos… ¿Qué esperas para leerla?

María – Tiene un montón de faltas de ortografía.

Charly – Es curioso, pero no sé por qué me resulta familiar.

María – Está confuso… Sobre todo el principio…

Feliciano – Seguramente el maestro lo entenderá mejor… Está acostumbrado a todo tipo de letras.

Charly echa un vistazo al congelador.

Charly – La verdad es que se trata de una letra conocida.

Manolo – ¿Entonces?

Charly – Esperen un momento… Si… eso es… Manolo me ha matado… Eso es lo que dice. (Todos miran a Manolo, sorprendidos) Perdón… Estaba de coña.

María – ¡Vamos, Charly! ¡No es momento para bromas!

Todos se miran consternados

ACTO 3

 

Ruido de helicóptero.

Feliciano – ¿Qué es eso?

Entran Ramírez y Sánchez, los policías que más bien tienen pinta de bandoleros que de pertenecer al cuerpo de élite. Ramírez, el comisario, se parece, vagamente, a Columbo.

Manolo – ¡Ya está aquí la Policía Científica!

María – ¡Pues sí que se han dado prisa!

Charly – Son fuerzas especiales. Seguramente les lanzaron en paracaídas.

Ramírez – Comisario Ramírez e inspector Sánchez. Hemos venido en Helicóptero para llegar antes, pero nos ha costado Dios y ayuda encontrar este rincón perdido.

Sánchez – Como referencia hemos seguido una carretera que acaba en pleno campo de patatas.

Don Honorato – Sí, claro… Es la antigua carretera nacional. Hace unos años la degradaron a camino vecinal al construir la autopista.

Manolo – Y eso ha perjudicado enormemente al comercio en Villaburros de la Iglesia.

Ramírez – ¿El comercio? ¿Qué comercio?

Sánchez – Pensamos que no viviría nadie aquí.

Feliciano – Antes de la guerra hubo un ultramarinos… Al menos eso es lo que dicen.

Don Honorato – Ahora vamos una vez al mes a Carrefour y guardamos la comida en el congelador.

Ramírez – Hablando de congeladores… ¿Dónde está el congelador de la denuncia?

Sánchez – Where is the body? Como dicen nuestros colegas Americanos…

Manolo – Es por aquí… Pero mejor sería que antes tomaran algo…

María – Porque les prevengo que no es plato de gusto…

Ramírez – Pues quizá, pensándolo bien…

Don Honorato – El cuerpo está en el congelador… No se va a pasar…

Ramírez – En ese caso… Metámonos algo entre pecho y espalda. Aunque sólo sea para entonarnos antes de entrar al trapo. ¿No es así Sánchez?

Manolo – ¿Les apetece un traguito, señoras? Como no hay limón, le irá de maravilla al té.

Wendy – ¿Por qué no?

Laura – De perdidos al rio…

Manolo añade una dosis en cada una de las tazas y sale. Laura mira la taza.

Laura – ¿Te has dado cuenta? El té se ha vuelto transparente como el agua.

Wendy – Es verdad.

Laura – Es posible que sea tóxico.

Wendy – O bien que han olvidado añadir el té en el agua caliente.

Laura – Al menos han hervido el agua…

Intercambia una mirada inquieta.

Ramírez – No está mal…

Sánchez – Pues yo empiezo a verlo todo borroso… ¿Es normal?

Charly – No se preocupe… Suele ser pasajero…

Feliciano – Algún caso se ha dado de demencia permanente, pero muy rara vez.

Sánchez – O sea que se trata, más bien, de una droga dura.

Ramírez – Mientras sea legal…

Sánchez – Además es bueno para los bronquios.

Ramírez – ¿No será inflamable?

Charly – Conozco a un tragador de fuego que lo utilizaba en lugar de gasolina súper sin plomo porque resultaba más barato.

Don Honorato – Yo mismo añado un chorrito en mi cuatro por cuatro y no he visto que le perjudicara.

Ramírez – Nunca me he echado un trago de Diesel, pero creo que debe tener un gusto parecido.

Feliciano – Si bebiéramos un trago de desatascador después de tomar este brebaje seguramente tendríamos la impresión de tomar agua bendita.

Vacían los vasos.

Ramírez – Bueno… ¿Dónde está ese cadáver?

Manolo – Por aquí, señor Comisario…

Ramírez – Vaya usted, Sánchez. Ya sabe que no soporto ver un cadáver (A los demás) Si un día dejo este trabajo, será por esa razón.

Manolo abre la puerta del congelador. El maestro va grabando.

Sánchez – Pues sí… Está duro como una piedra. Venga a verlo, jefe.

Ramírez – No Sánchez… Me fio de lo que usted me diga.

Manolo, Don Honorato y Don Feliciano se acercan a mirar.

Feliciano – ¡En el nombre de Dios! ¡Está totalmente congelado…!

Ramírez – Parece usted sorprendido y, sin embargo, debe estar acostumbrado a ver cadavéres.

Manolo – No entiendo nada. Lo había puesto al mínimo…

Manolo, Honorato y Feliciano están realmente consternados

María – Fui yo la que, anoche, lo puso en el diez. Para congelar las patatas.

Sánchez – Jefe, quizá se trate de un negocio de bebés congelados.

Ramírez – ¿Un bebé?

Sánchez – No. Más bien parece un hombre de unos veinte años…

Ramírez – ¿Entonces?

Sánchez – Quizá ha sobrevivido comiendo lo que había en el congelador y cuando ya no había nada, se ha muerto de hambre.

Ramírez – Una pista interesante, Sánchez… Pero ¿qué es lo que había en ese congelador?

María – Nada. Estuvo apagado todo el invierno…

Ramírez – Ya comprendo…

Sánchez – Jefe… Creo que también ha intentado escribir algo en la tapa.

Ramírez – ¿De verdad…? Eso tengo que verlo…

Ramírez se acerca.

Ramírez – Vaya… Esto parece la cueva de Altamira… ¿Qué es lo que dice ahí?

Sánchez – A mí más bien me parecen jeroglíficos…

Ramírez – Saque una foto. La enviaremos a un egiptólogo para que analice este guirigay.

Sánchez – Pero ¿con qué intención?

Ramírez – Para mejor identificar la personalidad de la víctima.

Sánchez – Por lo general se investiga sobre la personalidad del asesino.

Ramírez – No me venga con rollos, Sánchez. ¿Acaso quiere enseñarme mi oficio?

Sánchez – Ni mucho menos, jefe. Enseguida tomo las fotos.

Ramírez – Pediremos al laboratorio que fijen la hora de la muerte con el carbono 14. Cuando lo sepamos se podrán efectuar hipótesis sobre la circunstancias del fallecimiento.

Manolo – ¿Acaso sospechan de nosotros, señor Comisario?

Ramírez – El cuerpo está en su local.

María – Pero nosotros llamamos a la policía.

Ramírez – No pueden imaginar cuántos asesinos llaman a la policía tras haber cometido el crimen…

Don Honorato – Según usted, señor comisario, cuánto tiempo hace que murió.

Ramírez – El problema con los congelados es que resulta difícil de apreciar. Este tipo puede estar aquí desde ayer o desde hace seis mil años.

Sánchez – Espero que tengan una buena coartada entre el jurásico y el cretácico.

María – Pues, como ya les he dicho, fue ayer noche cuando enchufamos el congelador…

Sánchez – ¿Qué hacemos, Jefe? ¿Le sacamos ya?

Ramírez – Déjalo ahí de momento… Hay que tener mucho cuidado con los congelados. Se puede romper la cadena del frío.

Sánchez – ¿Entonces, qué sugiere, patrón?

Ramírez – ¿Qué puñetas le ocurre, Sánchez?

Sánchez – No entiendo…

Ramírez – Hasta ahora siempre me ha llamado jefe. ¿Por qué ahora me llamas patrón? No me gusta que te tomes tantas familiaridades.

Sánchez – Perdón, Jefe. Tiene usted razón… Además no ha muerto a tiros.

Ramírez – Esto no es una novela de detectives. Nosotros representamos a la élite de la policía: la policía científica.

Sánchez se queda traspuesto.

Sánchez – Jefe… ¡Jefe!

Ramírez – Estoy meditando.

Sánchez – ¿Qué hacemos entonces, patrón?      

Ramírez – Echa un vistazo a este tugurio… (En un aparte) Y no dudes en montar un buen lío aunque no lo creas necesario. Eso impresiona siempre a los sospechosos.

Sánchez – Como usted diga, jefe.

Sánchez recorre el local removiéndolo todo y haciendo bastante ruido.

Ramírez (a María) – Entonces usted fue la última en ver vivo a la víctima?

María – Más bien fui la primera en verlo muerto.

Ramírez – Eso es, precisamente, lo que quería decirle. Entonces fue usted la que descubrió el cuerpo, lo que la convierte en el principal sospechoso.

Manolo – ¡Por favor, comisario!

Ramírez – Y usted mejor haría en cerrar el pico y abrirlo tan sólo cuando le pregunten. ¿De acuerdo?

Sánchez – Jefe, creo haber encontrado el arma del crimen.

Sale de detrás del mostrador con la pistola de plástico que Manolo le quitó a Juan Carlos.

Ramírez – Pero, si es de juguete. Está bien claro.

Sánchez – Por supuesto, Jefe… Además la víctima no ha muerto de un balazo.

Ramírez – Para eso habrá que esperar a la autopsia. Le pueden haber matado con esta pistola y luego ponerlo al fresco en el congelador.

Sánchez – Pero, si usted mismo ha dicho que se trata de una pistola de plástico…

Ramírez – No quieras confundirme, Sánchez… (Se queda como en trance) Acabo de tener un flash… Tengo la sensación de que este asunto es mucho más complicado de lo que parece.

Sánchez – A mí siempre me lo pareció.

Charly – No se fie de las apariencias, señor comisario. El alcohol de patata puede producir alucinaciones.

Sánchez sigue buscando.

Sánchez – También tenemos esto.

Saca el fusil de caza.

Ramírez – ¿Es suyo este fusil?

Manolo – Pues sí… ¿Acaso está prohibido cazar?

Ramírez – No, pero… Puede ser sospechoso… Quien roba un huevo, roba cientos. Quien mata un jabalí, es ya de por sí, un asesino… ¿Qué hay en el piso de arriba?

Manolo – Nuestra casa.

Ramírez – Vamos, Sánchez… Echemos un vistazo por ahí… (Mirando a las dos mujeres) Esto tiene toda la pinta de ser un burdel.

Sánchez – ¡Que nadie se mueva!

Ramírez – Usted, la madame, vaya delante.

María – Síganme, por favor.

Ramírez señala con un gesto a las dos mujeres.

Ramírez (a Sánchez) – Luego interrogaremos a estas dos putas.

Laura y Wendy intercambian una mirada interrogante. Los dos policías siguen a María. Salen. Manolo, Don Honorato y Charles están preocupados. Olvidan la presencia de las dos mujeres que, desde hace un rato, observan lo que ocurre sin abrir la boca.

Manolo – Sólo nos faltaba esto… Ahora, un muerto.

Don Honorato – ¡Yo no he hecho nada!

Manolo – ¡Pero, todos estábamos de acuerdo!

Charly – Más bien fue idea tuya, Manolo

Wendy y Laura se quedan de piedra.

Laura – ¿Entonces, ustedes estaban en el ajo?

Wendy – Todos son cómplices…

Laura – Cómplices de un crimen.

Se vuelven hacia ellas, pillados en falta

Don Honorato – No, señoras… No es lo que ustedes creen.

Charly – A veces las apariencias engañan.

Feliciano – Seguramente han entendido mal.

Don Honorato – Con toda seguridad se trata de un homicidio involuntario.

Manolo – Por no decir de un accidente de trabajo.

Laura – ¿Pero acaso no son ustedes los que metieron a ese tipo en el congelador?

Charly – Se trata de algo más complicado.

Manolo – Algo con lo que añadir un poco de ambiente.

Don Honorato – Para demostrarles que también ocurren cosas en Villaburros de la Iglesia.

Charly – Así tendrían un buen asunto para escribir sobre nosotros.

Feliciano – En resumen, para echarles una mano…

Don Honorato – Por desgracia, la cosa se ha puesto fea.

Laura – Esto es cosa de locos, ya te digo…

Manolo – No nos irán a denunciar a la policía ¿verdad?

Laura – Nos vamos, Wendy

Se levantan con la intención de salir. Entran los policías junto a María.

Ramírez – Nadie sale de aquí sin mi autorización.

Las mujeres se sientan.

Ramírez – ¿Qué le ha parecido?

Sánchez – No está mal… Muy coqueto.

Ramírez – ¡No le hablo de la decoración, pedazo de bestia! Le hablo de la investigación.

Sánchez – Ah… Sí… Pues lo que yo pienso… Francamente…

Ramírez – Ya veo… Tendré que ser yo quien encuentre la clave de este enigma, como siempre, fiándome de mi instinto.

Ramírez se vuelve hacia los otros y se da cuenta de que pasa algo.

Ramírez – Pues mi instinto me dice que todos estos salvajes ocultan algo. Confíe en mi experiencia Sánchez.

Sánchez – Tiene razón, Jefe. Yo diría más: tienen pinta de asesinos…

Feliciano – Vamos, señores, se lo ruego. Están hablando con un Ministro de la Iglesia.

Ramírez – No se deje impresionar, Sánchez. Un Ministro de la Iglesia es para la jerarquía católica lo que un recluta para la jerarquía militar.

Feliciano – De cualquier forma, comisario, por lo que a mí respecta, soy el primer Magistral de esta comuna.

Ramírez (a todos) – Bueno… Basta ya de tonterías. Si tienen algo que declarar este es el momento.

Manolo – Pues…

Don Honorato – Es decir, que…

Charly – Me parece a mí que…

Sánchez – Yo me inclino por el cura, Patrón. Tiene pinta de macarra…

Ramírez – Muy bien, puesto que nadie quiere largar por esa boquita, procedamos al reconocimiento del cuerpo. Eso les refrescará la memoria…

Levanta la tapa del congelador.

María – Deje que primero saque las patatas.

Ramírez (a Manolo) – Usted, venga aquí… ¿Conoce o no conoce a la víctima?

Manolo – No sé cómo voy a reconocer a la víctima si tiene la cara llena de hielo…

Sánchez – Tampoco vamos a esperar a que se descongele…

Ramírez se fija en las mujeres.

Ramírez – Está bien… Entonces vamos a proceder de otra forma… ¿Quiénes son estas dos fulanas?

Sánchez – Ya veo. Ustedes son proxenetas en sus ratos libres… Con eso se ayudan a llegar a fin de mes.

Manolo – Son turistas de paso, señor comisario.

Ramírez – ¿Turistas? ¿Piensan que soy idiota? Los últimos turistas que pasaron por aquí fueron los alemanes. Llevaban uniforme y se marcharon al cabo de una semana por puro aburrimiento.

Sánchez – Este asunto está cada vez más turbio, jefe.

María – Cierto es que antes de la llegada de estas dos mujeres este era un pueblo sin historia.

Charly – Incluso, podría decirse que sin geografía.

Laura – Tienen un morro que se lo pisan.

Ramírez – Vosotras, las putitas, muevan el culo y acérquense.

Laura se acerca, seguida de Wendy. Ramírez obliga a Laura a meter la cabeza en el congelador.

Ramírez – ¿Tampoco usted reconoce a la víctima?

Laura – ¡Qué horror!

Wendy también mira.

Sánchez – Debe tratarse de alguien de la zona, jefe. Tiene pinta de subnormal. Además nadie se mete en semejante sitio por casualidad.

Ramírez no deja de mirar a las mujeres.

Ramírez – O sea que turistas…

Manolo – Se lo aseguro, señor comisario. Vienen de Madrid. Una de ellas trabaja en un periódico y la otra para la tele.

Ramírez – Se puede ser puta y trabajar en la tele. ¿Qué opina usted Sánchez?

Sánchez – Yo me inclinaría más bien por un asunto de faldas.

Ramírez (a Honorato) – Era el amante de su mujer. Por eso le ha despachado.

Don Honorato – No estoy casado, Comisario.

Ramírez (a Manolo) – Entonces, ¿tú eres el cornudo?

Sánchez – Tiene toda la pinta.

Manolo – De eso nada… Bueno… En cierto modo… El cura es el amante de mi mujer.

Ramírez – Ya… (Mira a las mujeres) Y ustedes no habrán visto nada, como es natural… Para ser periodistas no son muy observadoras que se diga.

Laura – Pues si… Desde la ventana del piso de arriba me pareció ver a un hombre tipo el Zorro, entrar en el café.

Sánchez – ¿Zorro?

Ramírez – Pero ¿qué coño hacían ustedes ahí arriba?

Sánchez – Quizá se estaba tirando al patrón.

Wendy – Esta señora nos invitó a visitar el apartamento porque está en venta.

Ramírez – Entonces vieron entrar a ese Zorro en el Bar Manolo… (Irónicamente) Entonces quizá sea él el asesino, ¿no le parece, Sánchez? Mire a ver si a ese Don Diego de la Vega le tiene fichado nuestro servicio…

Sánchez – Está bien, Jefe… ¿Puede repetirme el nombre?

Ramírez suspira.

Laura – Me refería a un hombre enmascarado, señor comisario.

Wendy – También puede tratarse de un robo que acabó en tragedia.

Laura – Así siempre se puede recurrir a la legítima defensa.

Ramírez – ¿Acaso quieren hacer ustedes el interrogatorio?

Laura – Ni mucho menos señor comisario.

Wendy – Aunque estoy segura de que la cosa marcharía mucho mejor.

Ramírez – Veamos, Sánchez… Tienes que hacer una toma para el ADN.

Sánchez – Ahora mismo, jefe.

Ramírez – ¿Sabes para qué?

Sánchez – ¿Para saber quién es el padre del bebe que ha crecido dentro del congelador?

Ramírez – No, para saber quién es el Zorro entre todos ellos, imbécil… Llévatelos al ayuntamiento para interrogarlos… y manda las pruebas al laboratorio.

Sánchez – Vamos, síganme.

Las dos mujeres se disponen a seguirle.

Ramírez – No, ustedes no… Todavía tengo que hacerles algunas preguntitas…

Salen los demás.

Ramírez – Bueno, ahora que estamos solos, pueden contarme lo que realmente están haciendo en este rincón perdido. Es extraño que la prensa se presente antes que la policía en el lugar del crimen. Sobre todo en un lugar como éste…

Laura – Fue por pura casualidad, señor comisario. Se lo aseguro.

Ramírez – O sea que… Estaban en el lugar del crimen en el momento menos adecuado (A Wendy) ¿Y usted no tiene nada que decirme? Para ser productora de tele tiene poca imaginación. Para qué cadena trabaja usted?

Wendy – Normalmente para la sexta, pero a veces para la 3 o la 4…

Ramírez – Ya se sabe que en esas cadenas, no es precisamente imaginación lo que se pide a las mujeres.

Wendy – Ahora es usted quien peca de falta de imaginación, señor Comisario, si me permite decírselo.

Ramírez – Bueno… No va a decirme que ha venido aquí para un casting…

Laura – La verdad es que en este lugar hay una amplia galería de tipos. ¿Se ha fijado en la cara de salvajes que tienen todos?

Ramírez – La verdad… es que no le falta razón…

Wendy – Usted mismo, señor Comisario… ¿No le ha dicho nadie que tiene un físico muy televisivo?

Ramírez – ¿Usted cree?

Wendy – Pues sí… Quizá mejor para el cine que para la tele… Le daré mi tarjeta, si usted quiere.

Ramírez observa a las dos mujeres.

Ramírez – ¿Puedo preguntarles qué tipo de relación existe entre ustedes dos?

Wendy – ¿Relación?

Ramírez – Vamos… Creo que me entienden…

Laura – ¿Pero qué tiene eso que ver con lo que ha ocurrido aquí?

Ramírez – Nada… Simple curiosidad morbosa…

Entran Manolo, Don Honorato, Charly y Don Feliciano. Se les ve como embarazados.

Ramírez – Vamos, retírense, pero no abandonen la zona hasta nuevo aviso…

Wendy y Laura se apartan.

Don Honorato – Queremos hablar con usted, señor Comisario… En tanto que Primer Magistrado de esta comunidad…

Ramírez – Vamos… al grano…

Don Honorato – La situación nos supera… Hemos hablado entre nosotros y pensamos que, para ciertas cosas deberían saber…

Ramírez – ¿O sea…?

Manolo – Sabemos quién es la víctima.

Ramírez – ¿Qué pasa, que han recuperado la memoria de repente?

Feliciano – Se trata de su sobrino.

Don Honorato – Querrás decir, su primo.

Manolo – En resumidas cuentas… Mi ahijado…

Don Honorato – Desde hace años se entrenaba para el concurso “Caza talentos”.

Feliciano – Era contorsionista.

Manolo – Un día llegó a esconderse dentro de una maleta.

Ramírez – Por lo que ahora bien puede decirse que jugó a meterse en el congelador.

Charly – En efecto… Se trata de un accidente…

Ramírez – ¿Entonces fue usted quien lo metió en el congelador?

Manolo – Pues sí, señor Comisario.

Feliciano – Pero no es lo que parece…

Manolo – Pensé que el congelador estaba apagado.

Ramírez se muestra escéptico.

Ramírez – Si usted estuviera en mi lugar y le contaran una historia semejante ¿qué pensaría?

Vuelve Sánchez seguido de María.

Ramírez – De momento les llevaremos a comisaría en helicóptero y allí nos contarán lo ocurrido. Seguramente se les soltará la lengua con nuestros métodos infalibles.

Charly – No creo que quepamos todos en el helicóptero.

Don Honorato. Quizá deberían empezar a torturar al dueño de este café. Se trata de su congelador…

Feliciano – Y de su ahijado. Al fin y al cabo todo queda en la familia.

Manolo – No esperaba menos de usted, señor Cura.

Feliciano – Señor Comisario, permítame al menos darle al finado la última bendición.

Ramírez – De acuerdo, pero deprisita.

Don Honorato se acerca de Ramírez con aire conspirador.

Don Honorato – Mientras tanto podríamos arreglarnos para evitar complicaciones. ¡La justicia está tan cargada!

Ramírez – O sea que también puedo acusarle de intento de soborno a un funcionario.

Don Honorato – ¡No… Ni mucho menos señor Comisario, puesto que ambos estamos al servicio de España! Técnicamente no puede existir corrupción entre servidores de la Patria. Tan sólo le propongo un arreglito en pro del interés de la Nación.

Ramírez – Visto de ese modo.. ¿Cuánto?

Don Honorato – Digamos…

Don Feliciano abre la puerta del congelador y se persigna.

Feliciano – ¡Dios mío!

Ramírez – ¿Qué pasa ahora?

Feliciano – El cadáver… ¡Ha resucitado…!

Sánchez examina el cuerpo descongelado.

Sánchez – Tiene razón, jefe… Ha abierto un ojo…

Manolo – El hielo se ha derretido.

María – El congelador ha debido estropearse. Menos mal que no había congelado todas las patatas.

Ramírez – A pesar de todo, no parece muy fresco…

Charly – Ya lo dijo usted antes… Cuando se rompe la cadena del frío…

Juan Carlos sale del congelador, como Drácula de su ataúd.

Feliciano – ¡Señor Dios! (Se persigna) Como Jesucristo resucitado…

Charly – Perfecto para una publicidad Findus.

Juan Carlos – ¡La pasta, tío!

Sánchez – Eso ya no tiene nada que ver con la santidad.

María – ¿A qué dinero te refieres?

Manolo – Ya te lo explicaré, María.

Ramírez – Las explicaciones a la policía. ¡Menuda farsa!

Don Honorato – Lo sentimos, señor Comisario. Se trataba tan sólo de una estúpida apuesta.

Feliciano – Queríamos pasar el reportaje a la televisión.

Ramírez – ¿Él lo sabía?

Sánchez (a Juan Carlos) – ¿Quiere denunciarles?

Juan Carlos – Lo que quiero es salir en la tele.

Charly – Pero si ya ve que no le ha pasado nada, señor Comisario.

Sánchez – Parece un tanto perturbado. Podría tener secuelas.

María – Ese es su aspecto normal, señor Comisario.

Don Honorato – Yo más bien diría que está más espabilado de lo habitual.

Manolo – Un poco de alcohol de patata acabará de descongelarlo.

María sirve algunos vasos.

Charly – Yo lo utilizo como descongelador para el radiador de mi coche. Es muy práctico.

Manolo entrega la botella a Juan Carlos, que bebe directamente

Ramírez – Sánchez, marchémonos que aquí ya no hay nada que rascar. Sin cadáver no hay crimen que valga.

María – ¿Otro traguito, señor Comisario?

Ramírez – No lo voy a rechazar.

María sirve a Ramírez que lo traga de golpe.

Ramírez – Desde luego, esto resucita a un muerto.

En efecto, Juan Carlos vuelve a la vida. Da unos pasos dubitativos.

Feliciano – ¿No ven cómo anda? ¡Es un milagro!

Charly – ¿Un milagro? Quizá pueda homologarse.

Feliciano – Un caso de descongelación milagrosa? Tengo mis dudas…

Don Honorato – Sí señor… ¡Un milagro! Eso es lo que necesitamos.

Manolo – Como Jesucristo. Un tipo que parecía muerto y que resucita.

María – Podría funcionar…

Laura – La última vez que se hizo algo así, tuvo mucho éxito. De eso hace más de dos mil años, y sigue funcionando muy bien.

Wendy – Éste, más bien, ha resucitado de entre los filetes congelados, pero claro…

Don Honorato – Tiene usted razón… Es una señal del cielo. El golpe de gracia que esperábamos del Altísimo. Haremos de Villaburros de la Iglesia un lugar de peregrinaje…

María – ¿Qué le parece que hagamos, Padre?

Feliciano – Pero se trata de un falso milagro. Nadie mejor que nosotros para saberlo.

Manolo – De cualquier forma los verdaderos milagros no existen, ¿no es así?

Don Feliciano mira a Juan Carlos.

Feliciano – Es posible que tenga usted razón. Es Dios quien nos lo envía. Acaso no dijo Jesús: Felices los pobres de espíritu…

Don Honorato – Convertiremos a Juan Carlos en un Santo. San Juan Carlos. Haremos de este lugar un nuevo Lourdes.

Charly – Juan Carlos, claro… Es decir JC. Estaba predestinado…

Don Honorato – Estoy viendo los titulares en la guía parroquial: Victima de pesticidas y de un accidente de congelación, vuelve milagrosamente a la vida!

Feliciano – ¡Gloria a Dios que está en los cielos!

Manolo – Una nueva era se abre para Villaburros de la Iglesia!

Don Honorato – Amigos míos estamos viviendo un momento histórico.

Charly – El año Uno después de JC.

Feliciano – Sería importante erigirle un monumento. Los peregrinos necesitan su símbolo.

Charly – ¿San Juan Carlos saliendo de su congelador, como Jesucristo de su tumba? Podría funcionar…

Don Honorato – Sería importante el apoyo de la Prensa.

Manolo – ¡Pero si la tenemos aquí!

Feliciano – Dios bendito, al fin este pueblo tendrá una segunda vida.

Laura y Wendy miran a todos con asombro.

Laura – Este es un pueblo de subnormales… Están en pleno delirio sectario… Larguémonos antes de que se les ocurra cortarle el cuello a un pollo o realizar un sacrificio humano…

Wendy se lo piensa mejor.

Wendy – ¿Estás loca? No sé si te das cuenta de la importancia de este asunto. Deberías escribir un artículo.

Laura – ¿Estás segura?

Wendy – Confía en mí. En tres días esto será la cueva de Belén. Y somos las primeras en descubrirlo… Imagina el éxito de la noticia de haber habido un periodista allí en su momento.

Laura – Tienes razón… Esto es algo que tan sólo pasa una vez cada dos mil años… No podemos obviarlo.

Laura se acerca a Juan Carlos.

Laura – Buenos días, Juan Carlos… Creo que ya se te conoce como el Mesías de Villaburros de la iglesia. ¿Tienes pensado crear una nueva religión?

Juan Carlos – ¿Saldría por la tele?

Wendy – Naturalmente. Si lo hacemos bien podrías tener, incluso tu propio programa…

Suena el teléfono de Sánchez. Responde.

Sánchez – Inspector Sánchez al aparato ¿Quién llama? Afirmativo… De acuerdo, lo comento… (Cuelga) Jefe, tenemos el resultado de los ensayos de ADN.

Ramírez – Veamos… Ya sabemos quién es la víctima y conocemos a su padrino…

SánchezSí, pero gracias a la genética ahora sabemos quién es el padre.

María – ¿El padre de Juan Carlos ¿Y quién es?

Sánchez – Al parecer se trata del señor cura.

Todas las miradas se vuelven hacia Don Feliciano.

Feliciano – ¿Yo? No es posible… Debe tratarse de un error…

Ramírez – O de otro milagro…

Laura – Desde luego este es, sin duda, el pueblo más cutre de toda España.

Wendy – Ya está…

Laura – ¿A qué te refieres?

Wendy – He dado con un nuevo concepto de telerealidad.

Laura – ¿Bienvenidas al Presbiterio?

Wendy – No, ¡El pueblo más cutre de España! Todas las comunidades autónomas podrán concurrir. Como punto final se invitará a diversas personalidades a pasar un mes en el que se conocerá como el culo del mundo… ¿Qué te parece?

Laura – Podría funcionar mejor que el Gran Hermano.

Wendy – ¡Aleluya! Producciones WC también acaba de resucitar.

Laura – Perdona… Creo que es el momento de hacer otra entrevista en exclusiva…

Laura se acerca a Don Feliciano.

Laura – Se dice que usted es el padre del nuevo Mesías… ¿No le interesaría cobrar créditos?

Feliciano – ¿Cobrar?

Wendy – Hace treinta años que trabaja para la casa madre, es decir para el Vaticano.

Feliciano – Y como agradecimiento querían cerrar mi Parroquia…

Wendy – En tanto que padre del Mesías podría darse de alta como autónomo…

Laura – En cualquier caso necesitará una Agregada de Prensa.

Juan Carlos mira a Don Feliciano con aspecto de ido.

Juan Carlos – ¡Papá!

Wendy – Además necesitará un coach al lado mientras dure el programa.

Laura – ¿Está dispuesto a todo, señor Cura?

Feliciano – En cualquier caso, hermana, por usted yo sería capaz de colgar los hábitos ahora mismo…

Oscuro

Fin

 

 

El autor

Jean-Pierre Martinez es autor teatral y guionista francés de origen español. Nacido en 1955 en Auvers-sur-Oise, sube al escenario primero como baterista en diversos grupos de rock, antes de hacerse semiológo para la publicidad. Luego trabaja como guionista para la televisión, y vuelve al teatro como autor. Ha escrito mas de 60 guiones para distintas series de la televisión francesa, y 61 comedias para el teatro (13 y Martes, Strip Poker, Bar Manolo, Ella y El, Muertos de la Risa, Breves del Tiempo Perdido, El Joker…). Actualmente es uno de los autores contemporaneos mas representados en Francia, y varias de sus obras han sido ya traducidas en español y en inglés. Es licenciado en literatura española e inglesa (Sorbonne), en linguística (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales), en economía (Institut d’Études Politique de Paris), en escritura de guiones (Conservatoire Européen d’Ecriture Audiovisuelle). Jean-Pierre Martinez ha escogido ofrecer todos los textos de sus obras para descargar gratuitamente en su web : comediatheque.net.

 

Comedias de Jean-Pierre Martinez traducidas en español:

 

Comedias para 2

El Joker

El Último Cartucho

EuroStar

Zona de Turbulencias

Comedias para 3

13 y Martes

Por Debajo de la Mesa

Comedias para 4

Cuatro Estrellas

Foto de Familia

Strip Poker

Un Ataúd para Dos

Comedias para 5 o 6

Crisis y Castigo

Pronóstico Reservado

Comedias para 7 a 10

Bar Manolo

Milagro en el Convento de Santa María-Juana

Comedias de sainetes (sketches)

Breves del Tiempo Perdido

Ella y El, Monólogo Interactivo

Muertos de la Risa

 

Este texto está protegido por las leyes

relativas al derecho de propiedad intelectual.

Toda copia es susceptible de una condena,

hasta de 300 000 euros y 3 años de prisión.

 

París – Marzo de 2019

© La Comédi@thèque – ISBN 978-2-37705-255-4