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Zona de Turbulencias

Una comedia de Jean-Pierre Martinez 

Posibles repartos : 1 hombre y 1 mujer, 2 mujeres o 2 hombres

La directora de una revista sensacionalista se cruza por casualidad, en un avión, con un tanatopráctico que dice conocer una noticia bomba, lo que le hace soñar con una tirada record. Las cosas se complican porque este encuentro tiene lugar en un vuelo Paris-Tokio: doce horas a puerta cerrada, sin forma de comunicarse con el exterior. Tener en las manos una noticia bomba y no poder publicarla… ¡Un verdadero martirio japonés! Una comedia que concluye en fabula sobre la hipócrita sociedad que nos rodea.


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Zona de Turbulencias

PERSONAJES

Claudio (o Claudia)

Victoria (o Víctor)

Posibles repartos : 1 hombre y 1 mujer, 2 mujeres o 2 hombres
Para conseguir una version con 2 hombres o 2 mujeres,
solo falta cambiar los sexos de los personajes de la obra.

Prólogo (optativo)

En oscuro (por lo tanto, en silencio) como si el espectáculo fuera a comenzar. No ocurre nada durante un largo tiempo, lo suficiente para que la gente se sienta incómoda. La luz incide sobre un hombre y una mujer sentados en un rincón del patio de butacas que, en teoría, no se conocen. El espectador, de nombre Claudio, consulta, con nerviosismo, la Guia del Ocio. Mira el reloj. La espectadora, a la que llamaremos Victoria, pica palomitas de un gran cucurucho. Mastica compulsivamente y de forma poco discreta.

Claudio – Normalmente son los espectadores los que llegan tarde al teatro. Lo extraño es que lo hagan los actores.

Silencio

Victoria (inquieta) – ¿Me permite que le eche un ojo a la Guía? A lo mejor es que han anulado la función.

Claudio le entrega la Guía. Victoria tiene dificultades para abrirla por culpa del cucurucho de palomitas.

Victoria (entregándole el cucurucho) – ¿Le importa?

Claudio duda, pero acepta. Victoria ojea la Guía pero no encuentra nada. Claudio prueba una palomita y hace un gesto de repugnancia.

Victoria (renunciando) – Perdone, pero estoy acostumbrada al la cartelera del País…

Claudio (con gesto de asco) – No me gustan nada estas palomitas.

Victoria le devuelve la Guía y recupera el cucurucho.

Victoria – De todas formas ya es demasiado tarde para una sesión de cine nocturno… Qué le vamos a hacer. Prefiero ver qué pasa…

Claudio – Espero que valga la pena…

Victoria – Son malas las críticas?

Claudio (volviendo la cabeza) – Parece que no hay mucha gente…

Victoria – No se puede una fiar de las críticas. No valen un pimiento… Seguro que untan a los críticos para que hablen bien y luego nadie se atreve a decir ni pío con tal de no pasar por imbécil. Si no lo has entendido es porque se trata de una obra profunda, te dicen.

Claudio – Por lo menos la gente normal disfruta con las comedias, a pesar de que los críticos las encuentren siniestras… Es muy difícil hacer reír a un crítico.

Victoria – ¿Es usted crítico?

Claudio – ¿Usted no?

Victoria – Yo soy actriz

Claudio – ¿Ah, si…?

Victoria – Aparte de los críticos y los actores, poca gente más va al teatro. Un espectador de cada dos es actor. Acabaremos por no saber dónde está el escenario

Claudio- ¿Sabe usted de qué va esta obra?

Victoria – No… Pero tengo una amiga que actua en ella. He venido a verla… Para quedar bien…

Claudio – ¿Es una actriz conocida?

Victoria – Trabaja casi siempre en teatro…

Claudio – Pues entonces… (Breve silencio, dudoso) ¿De verdad es usted actriz?

Victoria – ¿Le parece que no lo hago bien?

Claudio – Ni mucho menos… Es usted muy buena…

Victoria – Actriz por la noche y cuidadora en un museo por la mañana.

Claudio – Dados los repertorios modernos, ambas profesiones tienen mucho en común.

Silencio.

Victoria – Se acabaron las palomitas.

Claudio (suspirando) – A lo mejor nos morimos de hambre mientras esperamos que empiece.

Victoria – Parece como si nos hubieran olvidado…

Claudio – Dentro de unos años, la señora de la limpieza encontrará nuestros esqueletos juntitos, tomados de la mano.

Victoria – ¿Tomados de la mano?

Claudio (con una sonrisa ambigua) – Cuando notemos a se acerca el final quizá podríamos añadir un poco de ternura. Somos como dos naufragos en una isla desierta, ¿no le parece?

Victoria – ¿Cree que nos devolverán el dinero?

Claudio (extrañado) – Pero ¿Usted ha pagado?

Victoria – Pues no…

Claudio – En ese caso….

Se levantan para salir.

Claudio – Podríamos volver otro día…

Victoria – No creo que siga en cartel, dado su enorme éxito…

Claudio – Pues iremos a ver otra cosa

Victoria – ¿Me está invitando?

Claudio (sacando unas entradas) – Para dos personas.

Victoria – Espero que esa obra empiece a la hora… ¿De qué va?

Claudio – Se llama ¿Algún viajero sabe pilotar?

Intercambian una mirada dubitativa.

Victoria – ¡Vaya título! Seguro que es una tontería ¿No le parece?

Claudio –No olvide conectar su portátil…

Victoria – Anda, pues había olvidado desconectarlo.

Se marchan. Claudio coloca su mano sobre el hombro de Victoria, que parece intentar rechazarla, pero sin hacerlo realmente.

OSCURO EN LA SALA

ACTO 1

Victoria y Claudio están sentados, uno junto a otro, en un avión. Se supone que en primera clase. Ningún decorado especial. El telón entre el escenario y la sala hará de separación entre la primera clase y la turística. Victoria, una mujer de negocios, parece somnolienta. Lleva puestos los cascos. Claudio, con aire más popular, esta despierto y degusta una copa de champagne.

Claudio – ¿Sabe usted a qué altura volamos?

Victoria, sorprendida, se quita los auriculares.

Victoria – Pues… no… Y tampoco me importa.

Claudio – Acaba de decirlo el piloto!

Victoria – Lo siento, no le he escuchado… Intentaba dormir un poco…

Claudio – ¿Según usted…?

Victoria – Ocho mil…?

Claudio – Diez mil metros! ¿Se da cuenta? Diez kilómetros!

Victoria – Si, lo había entendido perfectamente… Diez mil metros…

Claudio – La misma distancia que entre Madrid y Alcorcón, pero en vertical!

Victoria – Usted vive en Alcorcón ¿verdad?

Claudio – ¿Cómo lo ha adivinado?

Victoria – Pura intuición…

Claudio – Se va a reír, pero es la primera vez que subo a un avión.

Victoria – ¡No me diga!

Claudio – Gané un concurso… Un viaje para dos personas a Tokio!

Victoria – Pues, para un bautismo del aire, le ha tocado el lote más gordo. Está justamente en las antípodas. Espero que no le tenga pavor a los aviones, como me ocurre a mí…

Claudio – No tuve que hacer nada extraordinario. Se trataba de un sorteo…

Victoria – Ya veo…

Claudio – Y, en primera clase. Se da usted cuenta de lo que esto significa? Para serle sincero le diré que no tengo ni idea de cómo es la clase turística…

Victoria – Uhmmm

Claudio hace un gesto como señalando a la zona turística.

Claudio – ¿Ha estado usted allí alguna vez?

Victoria – ¿En Japón?

Claudio – No. En la clase turística.

Victoria – Pues….

Claudio – Supongo que a ellos no les darán champagne.

Victoria – Seguramente no… Quizá ni siquiera les den agua…

Claudio – ¡Joder! Y, como antes de embarcar te quitan todos los líquidos por miedo a los explosivos… ¿Se da cuanta? Doce horas sentados y sin beber.

Victoria – ¿Sentados? No me haga reír! No tienen bastantes sitios para que todos se sienten al mismo tiempo… La mayor parte viajan de pie, igual que en el metro… Se van sentando por turno…

Claudio – No es posible!

Victoria – Por eso las azafatas les esconden detrás de la cortina… Es para evitarnos un espectáculo tan triste… Sin embargo se sabe que están ahí… Hace un momento me ha parecido oír llorar a un bebé… De sed, sin duda…

Claudio – ¡Pero eso es terrible!

Victoria – Vamos… No se preocupe… Estaba bromeando.

Claudio – ¡Menos mal…!

Victoria – La clase turística no es muy distinta de ésta. Los asientos quizá son menos anchos, pero aun así… El champagne lo pueden tomar pagándolo. Eso es todo.

Claudio – Entonces ¿por qué viaja usted en primera clase?

Victoria – Pues… Porque…

Claudio – Ni siquiera ha bebido champagne!

Victoria – Tiene razón… Digamos que se trata de una costumbre porque, normalmente, en primera clase se viaja más tranquilo..

Claudio – Es decir que, por lo general, no se coincide usted con gente como yo.

Victoria – Lo siento. No quería decir eso… Yo ni siquiera me ocupo de sacar los billetes. Lo hace mi secretaria. Imagino que nunca se le ha pasado por la imaginación el sacarme un billete de clase turística.

Claudio – No, la culpa es mía… No sé por qué…Imaginaba que ocurría igual que en el Titanic…

Victoria – ¿El titanic?

Claudio – ¿Ha visto la película?

Victoria – Claro, como todo el mundo… La verdad es que prefiero no pensar demasiado en esas cosas, sobre todo cuando viajo a Tokio…

Claudio – Entonces también usted va a Tokio?

Victoria – Este es un vuelo sin escalas por lo tanto, todo el mundo va a Tokio… A menos que una parte del avión, por ejemplo la clase turística, baje en Bangkok o en Singapur.

Claudio –Tiene razón. Soy un estúpido… No estamos en el Ave… Y lo digo sin conocimiento de causa. Tampoco he viajado nunca en el tren de alta velocidad.

Victoria – Evidentemente no es usted un hombre muy viajado… Sáqueme de dudas… ¿Se ha subido alguna vez un tren, aunque sea normal?

Claudio – Pues sí… Cojo el metro todas las mañanas, desde Alcorcón a hasta Sol… Para ir a trabajar…

Victoria – Pero a qué venía lo del Titanic al margen de para ponerme nerviosa?

Claude – Se acordará que en el Titanic el protagonista viajaba en tercera clase y ella en primera. Por lo que se ve, en aquella época, existía una enorme diferencia social…

Victoria – A lo mejor por eso han suprimido la tercera clase en los aviones y sólo hay una clase en el metro…

Claudio – La democratización de los transportes….

Victoria – Podríamos decir que se trata del final de la lucha de clases.

Claudio – Tiene gracia, ahora que lo pienso él también había ganado el pasaje en un juego.

Victoria – ¿A quién se refiere?

Claudio – ¡Di Caprio! Ganó el pasaje para América jugando a las cartas! Por eso pudo evitar que Kate Winslet se suicidara!

Victoria – El proletario arribista y la millonaria depresiva. Otra forma de poner fin a la lucha de clases…

Claudio – Al menos fue el comienzo de una gran historia de amor…

Victoria – Una gran historia que acabó fatal…

Claudio – ¿Que es lo que acabó fatal?

Victoria – Parece que no recuerda ciertos detalles de la película… Una historia de amor que comienza en el Titanic difícilmente puede terminar bien….

Claudio – Llevamos dos horas de viaje… Pronto sobrevolaremos Siberia.

Victoria – Mmm….

Claudio – Diez kilómetros en vertical… Ha escuchado las recomendaciones de seguridad? Yo no me he enterado de casi nada…

Victoria – De cualquier forma, en caso de caída en picado sobre Siberia… No creo que nos salváramos con un simple flotador en la cintura…

Claudio – ¿Está usted segura de que no quiere una copita de champagne? Quizá sea la última copa de su vida….

Victoria – No, gracias.

Claudio – Creo que estamos todavía a tiempo… Bastará pulsar este botoncito para que acuda la azafata…

Victoria – Tomé un relajante antes de embarcar. Prefiero no mezclar.

Claudio – Es la primera vez en mi vida en que, tan sólo con pulsar un botón, podría hacer aparecer a un joven apuesto dispuesto a cumplir todos mis deseos. Le confieso que estoy tentado de hacerlo. Quizá esté ya en el paraíso …

Victoria – Los tiempos cambian, es verdad… Pero, a pesar de la paridad, todavía quedan algunas azafatas en los aviones. No todas han sacado el título de piloto.

Claudio – Mientras nos traigan champagne…

Victoria – Lo siento de verdad, pero no puedo acompañarle. He de tener las ideas claras al llegar a Tokio. Y, con la diferencia horaria no lo tengo tan claro…

Claudio – Es verdad… La diferencia horaria! Eso también es nuevo para mi… Lo más lejos que he viajado ha sido a Cuenca, en viaje de novios y, de eso ya ni me acuerdo…

En Tokio hay doce horas más ?

Victoria – Diez horas…

Claudio – Entonces es como si perdiéramos diez horas de nuestra vida! La verdad es que si se piensa bien…

Victoria – Pues, si…

Claudio – ¿Pero, dónde van a parar esas diez horas? ¿A una Cuarta Dimensión?

Victoria – ¿Una Cuarta Dimensión?

Claudio – Sí, esa serie antigua americana en blanco y negro.

Claudio canturrea la música de la Cuarta Dimensión

Claudio – Tin lin lin lin, tin lin lin lin, tin lin lin lin…

Victoria empieza a impacientarse

Victoria – Ya… ya me acuerdo…

Claudio – Pues bien, uno de los episodios está rodado dentro de un avión…

Victoria – Primero el Titanic, ahora la Cuarta Dimensión… Ya veo que está dispuesto a hacerme flipar…

Claudio – Perdone… No le contaré lo que ocurría en ese episodio, se lo prometo… Pero, desde luego puedo asegurarte que sí, que era flipante…

Victoria – Oiga, usted me dijo que había ganado un viaje a Tokio para dos personas, ¿no es así?

Claudio – Sí

Victoria – ¿Entonces, qué ha hecho con su mujer? ¿Acaso viaja de pie en clase turista?

¿O ha desaparecido en la Cuarta Dimensión?

Claudio – Mi esposa murió…

Victoria – ¡Cuánto lo siento…!

Claudio – La verdad es que fue mi mujer la que se apuntó al concurso… Murió poco tiempo después de haber ganado.

Victoria – ¿Por la emoción, quizá?

Claudio – Realmente no lo sé.

Victoria – No está obligado a contarme lo ocurrido…

Claudio – Trabajaba con un mayorista de congelados… El “Buey feliz”… ¿Lo conoce?

Victoria – Soy vegetariana.

Claudio – Cuando supo por una llamada al móvil que había sido premiada estaba colocando los chuletones congelados en la cámara. Fue un viernes por la tarde. Sus colegas no se dieron cuenta de nada. Seguramente se marearía…

Victoria – ¡Es horrible!

Claudio – Yo había ido a visitar a mi madre a Albacete. Normalmente la visito dos veces al mes. Por lo tanto no pude echarla de menos. Cuando la encontraron el lunes por la mañana estaba dura como una piedra.

Victoria – ¡Dios mío!

Claudio – Tenía el móvil en la mano… Pensé, incluso, en conservarla así por si un día se la pudiera reanimar.

Victoria – Cuando la medicina haya progresado lo suficiente…

Claudio – Pero como mi mujer era bastante corpulenta hubiera sido imposible meterla en nuestro congelador. Además, seguro que habría tenido que hacer un montón de gestiones administrativas. Y, de eso entiendo bastante. Trabajo en el ramo y, no soy de los que les gusta llevarse la tarea a casa.

Victoria – ¿Trabaja usted con electrodomésticos?

Claudio – Me dije, además, que tampoco le iba a hacer ningún bien a mi esposa. Ha visto usted la película ”Hibernatus”

Victoria – ¿Con Luis de Funes?

Claudio – Imagine que nuestro avión se estrella en el norte de Siberia, que nos quedemos atrapados en el hielo y que nos descongelan dentro de dos o trescientos años?

Victoria – Me parece que voy a tomar otro lexatín.

Ya bastante ida, vuelve a tomar otra pastilla.

Claudio – Y, así fue como llegué a esta primera clase.

Victoria – Solo

Claudio – Pues claro. No tuve más remedio que venir solo. ¿Acaso piensa que, en tan poco tiempo, podría haber sustituido a mi difunta? Por eso es por lo que, en lugar de dos billetes me ofrecieron este en primera.

Victoria – ¿No me estará tomando el pelo, verdad, como yo hice hace un rato con lo de la clase turista?

Claudio – Nunca bromearía con algo así… Al fin y al cabo se trata de mi mujer…

Victoria – Usted perdone, pero como no he visto que estuviera usted…

Claudio – ¿Muy afectado…? Mire, voy a confiarle algo : mi mujer y yo estábamos muy distanciados, después de tantos años… No puede decirse que ella fuera muy… fogosa. Tiene gracia que yo diga una cosa así cuando finalmente la pobre murió aplastada por dos pilas de chuletones congelados…. ¿Cree usted que la forma de morir tiene un sentido? Quiero decir… en relación con la forma en que se ha vivido?

Victoria – Ni idea…

Claudio – En resumen, evidentemente estoy afectado por el hecho de que mi mujer haya muerto, pero… entre nosotros, esa relación ya no tenía sentido.

Victoria – ¿De verdad…?

Claudio – Qué quiere que le diga… Cuando no se tienen los mismos gustos…

Victoria – Pues si…

Claudio – Descubrí un poco tarde que me gustaban los hombres.

Victoria (chocada) – ¿No me diga?

Claudio – Quiero decir que me gustan los hombres no sólo como amigos… si no también para … ¿Comprende lo que le digo?

Victoria – Claro que le he entendido. No hace falta que se rompa el cerebro para explicármelo.

Claudio – ¿Sabe cómo me di cuenta?

Victoria – A lo mejor le sorprende, pero… la verdad es que no se si quiero que me lo cuente…

Claudio – Fue viendo la película “Titanic”.

Victoria – Porque la vio con un amigo…

Claudio – No, pero cuando Leonado di Caprio abraza a Kate Winslet, me di cuenta que me identificaba mucho más con Kate Winslet.

Victoria – ¡Vaya..! Por supuesto no por una semejanza física, imagino. Quiero decir que no se le podría confundir fácilmente con Kate Winslet….

Claudio – ¡Ahora ya lo sabe todo! Para mí esa película fue como una revelación. Después de haberla visto nunca más volví a mirar a mi mujer de la misma forma. Mi cuñado, al contrario…

Victoria – Al final, para usted ha sido una suerte que su mujer haya muerto… Quiero decir que ese hecho simplifica las cosas…

Claudio – Pues sí… Es cierto que, en principio, tenía que haber viajado con ella a Tokio….

Victoria – Sobre todo porque fue ella la que ganó el premio…

Claudio – Claro

Victoria – ¿Y de qué iba el concurso?

Claudio – Algo muy simple. Se cortaba el cupón de una revista, se enviaba a la dirección dada y luego el azar decidía. Casualmente fue ella la afortunada…

Victoria – ¿Una revista?

Claudio – Sí, una de esas sensacionalistas…

Victoria – ¿Cuál?

Claudio le muestra la portada de la revista que está a los pies de Victoria.

Claudio – Justamente la que estaba usted leyendo hace un momento.

Victoria – Ya…

Claudio – No me diga que usted también ha sido la ganadora de otro viaje a Tokio y que su marido tuvo una crisis cardiaca al enterarse?

Victoria – No…Ni mucho menos…

Claudio – De haber ocurrido así podríamos estar hablando de una señal del destino. La prueba de que estaba previsto que nos encontráramos…

Victoria – La verdad es que… Soy yo la que organizó ese concurso. Vamos, mi revista…

Claudio – ¿Su revista?

Victoria – Si, la revista “Sensacional”… Soy la redactora jefe..

Claudio – ¡Increíble! ¡Es usted…! ¡Eso sí que es sensacional!

Victoria – Lamento mucho lo de su mujer… En cierto modo me siento responsable…

Claudio – Es verdad que sin el concurso mi mujer estaría sentada en el asiento que usted ocupa…

Victoria (a la defensiva) – Pues si… Pero, por otro lado, sin ese concurso, jamás hubiera viajado usted a Tokio….

Claudio – Tiene usted razón… Incluso si mi mujer no se hubiera quedado petrificada al saber que había ganado, ella y yo estaríamos sentados detrás de esa cortina. En clase turista! En lugar de eso estoy sentado a su lado, en primera!

Victoria – Así es…

Claudio – Lo que, bien mirado, tiene también su lado de azar, ¿no le parece?

Victoria – No sé si puede considerarse que así sea…

Claudio – ¿Qué es lo que va a hacer en Japón, porque usted no está de vacaciones.

Victoria – Mi revista va a sacar una edición japonesa. Voy a Tokio para el lanzamiento del primer número. Es algo muy importante para nosotros. Hemos invertido mucho en este proyecto. También por eso estoy tan nerviosa

Claudio (cogiendo la revista) – “Sensacional”… O sea que usted se ocupa de los chismes y de la belleza de las mujeres.

Victoria – En efecto, esa es, más o menos, la línea editorial de nuestra revista.

Claudio – Pues, aunque no lo crea, usted y yo hacemos un trabajo parecido.

Victoria – ¿Usted cree? Usted también se ocupa de los chismes y de la belleza de las mujeres del mundo? ¿A qué se dedica, si puede saberse? ¿Acaso es usted peluquero?

Claudio – Entre otras cosas… A las mujeres las maquillo, les hago la manicura, las peino… Pero tan sólo cuando están muertas…

Victoria – ¿Perdón?

Claudio – Soy tanatopráctico.

Victoria – ¿No me diga?

Claudio – Por lo tanto trabajo para que las mujeres estén bellas. Bueno, más bien de darles un aspecto humano… Y por lo que se refiere a los chismes del mundo, le aseguro que me entero antes que la prensa de la muerte de una celebridad.

Victoria – Parece interesante.

Claudio – Lógicamente cuando alguien muere, sea célebre o no, primero se entera la policía y luego, nosotros… Sabemos cuando, cómo y con quien…

Victoria – Ya veo… Nunca se me hubiera podido ocurrir ponerme en contacto con las pompas fúnebres para que me informaran, pero le aseguro que resulta tentador…¿Me da una tarjeta?

Claudio – ¡Nosotros nos debemos al secreto profesional! Como los médicos, los jueces y las prostitutas…

Victoria – Por supuesto… Pero usted sabe que, como periodistas, tenemos el deber de mantener oculta la fuente informativa.

Claudio – Parece increíble que estemos sentados uno al lado del otro en este avión. ¿Usted cree que tiene algo que ver el destino?

Victoria – Así es como llaman los supersticiosos a la casualidad

Claudio – Es muy bonito eso que acaba de decir… Parece un proverbio japonés…

Victoria – Invento muchos al cabo del día…

Claudio – Me gustaría llamar a mi madre y contarle al lado de quién estoy sentado. Es una lectora muy fiel de “Sensacional”… ¿Le importaría hablar un momento con ella? Si no nunca va a creerme.

Claudio saca el móvil.

Victoria – Estaré encantada… Pero creo que deberá esperar a que lleguemos a Tokio para llamar a su madre.

Claudio – ¿Y eso?

Victoria – Porque el móvil no puede utilizarse durante el vuelo.

Claudio – Bien… Entonces… Realmente se trata de una cuarta dimensión… No lo sabía…

Claudio guarda el móvil

Victoria – Doce horas sin llamar y sin enviar un WhatsApp… Puede creerme que, para muchos, es peor que doce horas sin comer y sin beber…

Claudio – Pues sí… Sobre todo, imagino que para el redactor jefe de una revista sensacionalista… O sea que si se enterara de una noticia sensacionalista durante el viaje, no podría contárselo a nadie…

Victoria – ¿Una noticia sensacionalista?

Claudio – Sí, un chisme como se dice en su oficio.

Victoria – Pero no veo de qué tipo de chisme podría tratarse. Estamos en un avión completamente apartado del mundo.

Claudio – Nunca se sabe…

Victoria – Imagine que el piloto anuncia que acabamos de perder uno de los reactores y que estamos a punto de estrellarnos en lo más profundo de Siberia…

Claudio (misterioso) – Hun, hun…

Victoria – Claro que eso no sería noticia a no ser que hubieran una o dos celebridades a bordo.

Claudio – ¿Y quién le dice que no las haya?

Victoria – ¿No irá usted a decirme que es Leonardo Di Caprio?

Claudio – Por supuesto, pero imagine que le cuente algo que no sabe nadie todavía…

Victoria – ¿Usted?

Claudio – Ya le he dicho que hay ciertas cosas que un director de funeraria es el primero en saberlas.

Victoria – Pues… Adelante…

Claudio – Siempre que me prometa que no tiene forma de publicarlo antes de aterrizar en Tokio.

Victoria – Imposible. Ni aunque se tratara de la noticia del siglo.

Claudio – Créame si le digo que es algo acojonante… Algo que no llegará a los medios antes de doce horas.

Victoria – Le aseguro que está poniendo a prueba mi curiosidad… Soy toda oídos…

Claudio – Agárrese bien : Massiel ya no está en este mundo…

Victoria – Massiel?

Claudio – Massiel

Victoria – ¿Y esa es la noticia tan importante?

Claudio – Sí, Massiel

Victoria – Pero si hace más de treinta años que no canta!

Claudio – En Ávila, sí ha cantado

Victoria – Sí, en Ávila… ¿Y qué?

Claudio – Ganó un Festival de Eurovisión

Victoria – Massiel… Si la colocáramos en portada en nuestra revista, los más jóvenes se preguntarían quién es y los mayores se preguntarían ¿pero ésta no se había muerto?

Claudio – Quizá aquí en España.

Victoria – Pues sí, la revista es española.

Claudio – Pero, se ha preguntado alguna vez si se la conoce en Japón?

Victoria – ¿En Japón?

Claudio – ¿Tiene usted idea de lo que Massiel representa para los japoneses?

Victoria – ¿Pero qué está diciendo?

Claudio – Simplemente que se trata de la cantante española más famosa en Japón. Un verdadero culto a su personalidad. Para los japoneses Massiel es… es como Kim Jong-il para los habitantes de Coréa del Norte.

Victoria – Cambiándole el pelo y poniéndole unas gafas de sol, podrían parecerse un poco…

Claudio – ¿Usted no se da cuenta de que si diera la noticia de que Massiel ha muerto, los japoneses decretarían tres días de duelo nacional?

Victoria reflexiona y parece tomar conciencia de la trascendencia que podría tener esa noticia

Victoria – Sí, es verdad que allí es muy conocida… En cualquier caso, mucho más que en España.

Claudio – Massiel es lo único que España ha conseguido exportar a Japón. ¡Imagine el impacto que puede ser esta noticia en la portada de la versión japonesa de “Sensacional”!

Victoria – Tiene usted razón… El problema, es que no sabemos si ha muerto realmente… Claro que, siempre podríamos excusarnos diciendo que fue una falsa alarma… Sí, puede ser una bomba, un verdadero chisme a la japonesa.

Claudio – Una bomba planetaria, le aseguro. Massiel es también muy conocida en Rusia, incluso en Siberia.

Victoria – Pero… estando viva, no me parece muy ético…

Claudio – ¿Y si le digo que realmente ha muerto, que fui yo quien la maquilló antes de que la incineraran? Nadie mejor que yo puede saber lo ocurrido.

Victoria – Y, si es así, por qué ocultar su muerte?

Claudio – Siempre se hace de esa forma durante unas horas para que la familia pueda hacer su duelo tranquilamente y organizar las exequias evitando a la masa. Y, todavía hay más. Ni se imaginan dónde la van a enterrar.

Victoria – ¿Se sabe ya?

Claudio – Se sabe…. Y, esa puede ser la segunda noticia bomba.

Victoria – ¿No irán a echar sus cenizas en el Valle de los Caídos junto a la tumba de Franco?

Claudio – Más bien no. Con el fin de agradecer al público japonés su fidelidad durante tantos años en que los españoles no la han hecho ni puñetero caso, vamos, que ya la habían enterrado, dejó escrito en su testamento que su cenizas fueran lanzadas sobre el monte Fukushima.

Victoria – Imagino que ha querido decir monte Fuji-Yama… ¿O sea que van a mandar sus cenizas a Japón?

Claudio – Y es aquí donde surge la tercera y última noticia bomba…

Victoria – ¿O sea que hay algo más?

Claudio – Le aconsejo que se ponga el cinturón de seguridad no vaya a ser que lo que le diga la haga saltar hasta el techo, porque es fuerte… Super fuerte…

Victoria – Vamos, desembuche…

Claudio – Ella está en este avión!

Victoria – ¿A quién se refiere cuando dice “ella”?

Claudio – A Massiel

Victoria – ¿Pero no había muerto?

Claudo – Lo que están aquí son sus cenizas

Victoria – ¿Sus cenizas?

Claudio – Lo decidió así su empresario para evitar que sus fans españoles se opusieran al traslado. Se guardará el secreto hasta que la urna haya llegado al Japón

Victoria – ¿Qué urna?

Claudio – No sé si eres tonta o se lo haces… ¡Pues la urna con sus cenizas! ¿No te das cuenta de que, si se enteraran en España podría ser un escándalo? ¡Massiel es un monumento histórico! En ruinas, pero un monumento.

Victoria – Por supuesto…

Claudio – ¿Puedes imaginar las escenas de histeria colectiva si los japoneses supieran que sus cenizas viajan a bordo de este avión?

Victoria (dudosa) – No me estarás tomando el pelo ¿verdad?

Claudio – Sus cenizas están en la bodega de este avión, justo a nuestros pies.

Victoria – ¿A nuestros pies?

Claudio – Sobre la cabeza de mi mujer.

Victoria – El cuerpo de su mujer está también en la bodega?

Claudio – No… Lo que quiero decir que se lo juro por la cabeza de mi mujer!

Victoria – ¿Y cómo sabes que está a bordo de este avión?

Claudio – Por pura casualidad. No tenía la menor idea de que fuera a tomar el mismo avión que yo, pero cuando registré mis maletas reconocí a su empresario que estaba en la fila, justo delante de mí. Y, sobre todo, reconocí el paquete que llevaba en la mano.

Victoria – ¿El paquete?

Claudio – ¡La urna! Yo mismo la embalé. Es muy frágil. ¡Además no es cuestión de llevarla como equipaje de mano!

Victoria – Podría quedarse dando vueltas en la recogida de equipajes como una vulgar maleta.

Claudio – Es lo que tiene viajar de incognito. Supongo que lo tendrán todo organizado.

Victoria – Ya veo… Como cuando se transporta un órgano en frigorífico para un trasplante de urgencia. Por ejemplo un corazón o un riñón…

Claudio – Bueno… Sí… Pero esto son cenizas… No se trata de filetes de hígado ni de chuletones congelados…

Victoria parece digerir poco a poco tanta información.

Victoria – Pues sí, eso puede ser una noticia bomba, en efecto.

Claudio – Un éxito rotundo para el primer número de tu revista en Japón… 130 millones de habitantes… ¿Te das cuenta de lo que eso supone? ¡Tres veces los habitantes de toda España!

Victoria – Será un número fantástico, estoy segura. Algo que no ocurre más que una vez en la vida de una revista. ¡Sacar una bomba semejante en el primer número de Sensacional en Japón!

Claudio – Por desgracia, al no haber teléfono, tampoco habrá noticia bomba… ¿Conoces algún sistema para hacer llegar la noticia a su redacción…? No podrás hacer nada hasta que lleguemos a Tokio dentro de diez horas…

Victoria – Entonces la revista estará ya en la calle. Ahora deben estar a punto de meterla en máquinas y…!

Claudio – Y, posiblemente dentro de diez horas ya no será una noticia bomba…

Victoria – ¿Tu crees?

Claudio – ¿No pensarás que un secreto así puede guardarse durante mucho tiempo?

Victoria parece totalmente deprimida.

Victoria – Tiene que haber una forma de avisarles

Claudio – Si te lo he contado es porque sabía que la noticia no podía salir de aquí…Ya te he dicho que me debo al secreto profesional. Además, me juego el puesto de trabajo…

Victoria – Mmmm..

Claudio (levantándose) – Perdona. Tengo que ir al baño.

Victoria (ajena) – Hun, hum…

Claudio (señalando el fondo del patio de butacas) – Iré a ese que está por allí, al fondo, así podré ver cómo es la clase turista…

Claudio se levanta

Victoria – ¿Quién será el cretino que ha decidido que no se puede hablar por teléfono, sobre todo en los viajes internacionales?

Claudio – Tampoco se puede hablar en el teatro…Y, a veces la función dura más de dos horas…

Claudio atraviesa el patio de butacas observando la filas de espectadores con gesto de curiosidad y un tanto burlón. Se dirige al público con el texto que sigue o improvisando, según la inspiración del actor y las reacciones del primero.

Claudio – Bueno… Parece que todos los pasajeros han podido sentarse finalmente. (Dirigiéndose a un espectador) ¿Son un poco pequeños los asientos, verdad? (Dirigiéndose a otro) No se moleste, por favor, sólo quiero pasar… Voy al baño… (A un tercero) No sé si los viajeros de la clase turista tienen derecho a utilizar los baños… (A un cuarto) Espero que hayan hecho sus necesidades antes de subir al avión… (A un quinto) Por favor, abróchese el cinturón. No me refiero al de seguridad sino al suyo… (A un sexto) Tiene usted abierta la bragueta…

Claudio sale.

Victoria (enloquecida) – Massiel… Massiel… Pero esto es demencial (Toma otra pastilla) Me parece que no es el momento para dejar de tomar antidepresivos…

OSCURO

ACTO 2

Se ilumina la escena, mientras se escucha a la azafata por los altavoces

Azafata (con extrema amabilidad) – Vamos a penetrar en una zona de turbulencias. Todos los pasajeros deberán volver a sus asientos, colocarse el cinturón de seguridad, y permanecer sentados hasta que se apague la señal luminosa. Gracias por su comprensión.

Claudio atraviesa el patio de butacas, moviéndose por las turbulencias

Claudio – ¡Madre mía! Vaya meneíto que lleva la clase turísta… ¿No se marean?

Lleva en la mano una copa de champagne con la que pretende dar envidia a los supuestos pasajeros

Azafata (seca) – Oiga usted… ¿Acaso está sordo? Vuelva a su asiento y abróchese el cinturón, por favor… ¿de acuerdo?

Claudio se apresura y, titubeante por el supuesto movimiento del avión, vierte un poco de líquido sobre uno de los espectadores.

Claudio – ¡Vaya! ¡Lo siento! Pero no se preocupe, es tan sólo agua. No mancha. Estamos en el teatro, no pensarán que van a servir champagne todas las noches… Además, por lo que han pagado…

Azafata (de nuevo amable) – Perdone señor, no me había dado cuenta que se trataba de un pasajero de primera clase.

Claudio vuelve a sentarse junto a Victoria

Claudio – Tenías razón. No hay tanta diferencia entre la clase turista y la primera. Eso sí… ¡Un gentío! Y todos pegados los unos a los otros, como si fueran sardinas. Los asientos son más estrechos y no hay forma de poder estirar las piernas.

Victoria – Hun, Hun…

Claudio – Ten… Al menos he podido traerte una copa de champagne… Bueno… ¡Lo que he podido salvar! Te aseguro que ha sido un auténtico placer atravesar toda la clase turista con una copa en la mano.

Distraída, Victoria toma maquinalmente la copa que le tiende Claudio.

Victoria – Gracias…

Claudio – Estas dándole vueltas a lo que te he contado, ¿no es así? No debería haberte dicho nada…

Victoria – Muchas revistas como la mía que pagarían caro para poder lanzar una noticia como esa antes que las demás…

Claudio – Y yo le he dado gratis la noticia…

Victoria (histérica) – De nada vale si no puedo publicarla! (Calmándose) ¡Es la peor tortura que puede infringírsele a la directora de una revista sensacionalista! ¡Ponerle al alcance de la mano la noticia del siglo y no poderla aprovechar…!

Claudio – Sí, lo imagino. Una verdadera tortura japonesa… (Victoria le lanza una mirada incendiaria) Deberías intentar dormir un poco.

Victoria (histérica de nuevo) – Y tu crees que, ahora, voy a ser capaz de dormir? (Calmándose) Tiene que haber algún medio de comunicarse con el exterior…

Claudio – Podrías lanzarte en paracaídas sobre Siberia… Si tienes suerte puedes caer sobre una cabina telefónica, aunque no estoy seguro de que tengan cobertura en un lugar tan desértico.

Victoria – Tu crees que el piloto estaría de acuerdo en abrir la puerta del avión en pleno vuelo?

Claudio – ¿Has saltado alguna vez en paracaídas?

Victoria – No debe ser muy complicado…

Claudio – Ni siquiera sé si llevan paracaídas a bordo… La verdad es que serían más útiles en esta zona que los chalecos salvavidas…

Victoria – ¿Y si tuvieran que hacer alguna escala?

Claudio – Eso sería tan sólo en caso de urgencia, porque no creo que sea fácil que el piloto consienta en aterrizar en Irkoutsk o en Novosibirsk.

Victoria – Pensaba más bien en una vuelta atrás.

Claudio – ¿Volver al punto de partida y hacer que el avión aterrice tan sólo para hacer una llamada? ¿No te parece excesivo?

Victoria – Si, parece un tanto difícil

Claudio – Además, ¿tienes algo contundente con que amenazar al piloto? Quizá podría utilizar la cucharita de plástico que te dio la azafata para el café…

Victoria piensa.

Victoria – ¿Te acuerdas de aquél barbudo que llevaba una bomba en los zapatos?

Claudio – Si, claro…

Victoria – Podría decirle a la azafata que llevo una bomba en las bragas y que estoy dispuesta a hacerla explotar si el avión no aterriza inmediatamente.

Claudio – Podría ser… pero tu no tienes barba. Además, para qué querría la directora de “Sensacional” hacer un aterrizaje forzoso en Siberia?

Victoria – No tengo ni idea… Quizá para pedir asilo político…

Claudio – ¿Asilo político? ¿En Siberia?

Victoria – O mejor ¿asilo fiscal?

Claudio – Aunque te creyeran, te detendrían inmediatamente, incluso antes de llamar a tu abogado…

Victoria – Tienes razón…

Claudio – ¡La señal luminosa acaba de apagarse!

Victoria – ¿Y si el terrorista fueras tu?

Claudio – ¿Perdón?

Victoria – ¡Te detendrían a ti, mientras yo hablo tranquilamente por teléfono con mi redacción!

Claudio – ¡Perdona, pero no pienso pasar los próximos veinte años de mi vida en Goulag o Guantánamo! Y eso tan sólo para que, en la portada de la primera edición de su revista, saliera la noticia de la desaparición de la mejor cantante japonesa de todos los tiempos…

Victoria – Es verdad… Tiene algunos rasgos japoneses…

Claudio – Físicamente, supongo.

Victoria – El pelo, el color algo amarillento de su piel, los ojos rasgados… quizá por haberse estirado tanto la piel…

Claudio – ¿Estirarse la piel?

Victoria – Sí hombre… ¡Los liftings!

Azafata (con voz alegre) – Se solicita a Don Claudio que acuda a la zona de azafatas para elegir su premio.

Claudio (excitado) – ¡Yo… Soy yo…! Tendré que abandonarla por un rato. Es algo que formaba parte del premio.

Victoria – ¿El poder tirarte a un azafato?

Claudio – No, por desgracia. Tan sólo me invitan a pasar a la cabina de pilotaje.

Victoria – La chica ha hablado de un premio que podías elegir…

Claudio – Sí, podía elegir o bien pilotar el aparato durante unos minutos o que me entregaran una colección de pipas libres de impuestos… Pero… como he dejado de fumar…

Victoria – ¿No me digas?

Claudio – ¿Acaso no te acuerdas de lo que tu misma estableciste como premios?

Victoria – ¡Claro…! ¡El piloto!

Claudio – ¿Qué…?

Victoria – Él sí puede comunicarse con el exterior!

Claudio – Por supuesto.

Victoria – Y, podría enviar un mensaje a la torre de control.

Claudio – ¿Qué tipo de mensaje? ¡Aquí la directora de “Sensacional”… Massiel ha muerto!

Victoria – ¿Por qué no?

Claudio – Podría ser en caso de haber muerto en el avión… De lo contrario no tendría el menor interés para la torre de control.

Victoria – Tiene razón. (Piensa) Entonces le diremos al piloto que tengo que contactar urgentemente con nuestra familia en Tokio… y así podré pasar la noticia a mi revista….

Claudio – ¿Nuestra familia?

Victoria – Puedo hacerme pasar por su hermana.

Claudio – No te pareces en absoluto a mi hermana.

Victoria – ¿Y ellos qué saben?

Claudio – Bueno, admitámoslo…¡ Pero eso de nuestra familia en Tokio… Ni tu ni yo tenemos rasgos asiáticos.

Victoria – Podemos decirles que fuimos adoptados al nacer por una pareja de japoneses…

Claudio – ¿Al nacer? Pero si no nos parecemos en absoluto!

Victoria – ¿Entonces?

Claudio – ¡Entonces resulta que nunca pudimos ser adoptados al nacer!

Victoria – Pues en ese caso mejor será que vayas tu solo y les digas que tienes necesidad absoluta de contactar inmediatamente con tu mujer.

Claudio – Imposible. Todos saben que mi mujer ha muerto, por eso me pusieron en primera clase…

Victoria – ¿Lo haces a propósito o qué? Poco importa lo que se les digas…Tenemos que encontrar una fórmula.

Claudia – Te escucho.

Victoria – Te dijeron que podrías pedir un deseo. Pues, entonces, te doy el teléfono de mi redacción en Tokio y haces como si llamaras a tu madre para saludarla desde la cabina de pilotaje… Y, ya está…

Claudio – Mi madre vive en Albacete.

Victoria – ¡Ya está! Les entraremos por algo dramático.

Claudio – ¡Qué miedo te tengo!

Victoria – Puedes decirles que tu madre tiene un cáncer terminal y que viajó a Japón para ponerse en manos del mejor especialista. Tu vas a verla, pero seguramente han debido operarla ya porque su estado se agravaría de repente.

Claudio – ¡Pobrecita mi mamá!

Victoria – Perfecto… Es imprescindible que sea algo trágico… Tienes miedo de que tu madre no salga viva del quirófano y quieres decirle tu último adiós… Por si…

Claudio – ¡Dios mío!

Victoria – Te recuerdo que lo de tu madre es mentira.

Claudio – Por supuesto…

Victoria – En un momento de la conversación deberás decir que Massiel ha muerto.

Claudio – Eso no puede funcionar… Mi madre detesta a Massiel, casi tanto como odiaba a mi mujer…

Victoria – ¡Pero no es con su madre con quien vas a hablar, sino con la redactora en jefe de la versión japonesa de “Sensacional”!

Claudio – Sí… Tiene razón….

Victoria – ¿Estás seguro de poder hacerlo?

Claudio – ¿Cuánto?

Victoria – ¿Perdón?

Claudio – Me dijiste que cualquier revista estaría dispuesta a pagar una fortuna por publicar esta información antes que las demás.

Victoria – Eso te lo dije cuando pensé que no había forma alguna de hacer llegar la noticia a mi revista…

Claudio – ¿Entonces?

Victoria – ¿Mil? (Claudio no parece estar de acuerdo) ¿Diez mil?

Claudio – Se trata de triunfar o hundirse en el lanzamiento de tu revista en Japón.

Victoria – Está bien… Llegaré hasta los cincuenta mil. Ni un céntimo más.

Claudio – Por una cantidad así soy capaz de hacer que el avión aterrice en el techo de una cabina telefónica.

Victoria prepara el cheque, pero de repente duda.

Victoria – ¿Y cómo voy a saber que realmente has dado la noticia si no puedo acompañarte a la cabina de pilotaje?

Claudio – Puedo ser muy persuasivo cuando quiero, te lo aseguro. Lo tomas o lo dejas.

Victoria le entrega el cheque. Luego escribe algo en una tarjeta de visita y se la entrega a Claudio.

Victoria – Llama a este número de mi parte y le dices a quien coja el teléfono que prepare la necrológica de Massiel. Ella comprenderá.

Claudio (filosófico) – Es triste, pero al fin y al cabo todos moriremos un día ¿no es así? (Victoria le lanza una mirada impaciente) Ya voy…

Claudio sale, esta vez entre bambalinas. Victoria le para antes de salir.

Victoria (en voz baja) – Y, no digas nada de esto a los pasajeros de clase turísta…

Victoria saca otra pastilla y se la traga vaciando la copa de champagne

Victoria (al público) – Supongo que habrán apagado sus móviles… Es por seguridad. Podrían bloquearse los mandos… O fallar el sistema eléctrico… No quiero contarles las consecuencias de un corto-circuito a la altura que vamos. ¡Porque volamos alto, muy alto! Si esto se va caer, nos haremos picadillo.

OSCURO

ACTO 3

Victoria duerme. Tiene la revista sobre las rodillas. Despierta bruscamente con el altavoz. Se escuchan ruidos como de lucha, golpes, gritos, acoplamientos en el micrófono. Luego, silencio absoluto. Claudio vuelve. Tiene la ropa en desorden y parece sofocado.

Victoria – No me diga que te has tirado al azafato sin su consentimiento…

Claudio – No, ni mucho menos… ¡Ojala fuera eso!

Victoria – Entonces es que el piloto no te ha dejado telefonar.

Claudio – Tampoco… Pude llamar a mi madre a Albacete, como habíamos convenido…

Victoria – ¿A Albacete?

Claudio – Y le dije que Massiel había muerto. Quédate tranquila. Estaba viendo las noticias en la uno y no han dicho nada…

Victoria – ¡Dígame que no es cierto lo que estoy oyendo! ¡Dígame que estoy soñando, que se trata de una pesadilla!

Claudio – Al poco me di cuenta que no había marcado el número apropiado…

Victoria – ¿Y entonces?

Claudio – Pregunté al piloto si podía hacer otra llamada, y me contestó que estábamos en una cabina de pilotaje y no una cabina telefónica. A partir de ahí es cuando las cosas degeneraron.

Victoria – ¿Que ha querido decir con “degeneraron”?

Claudio – Insultó a mi madre…

Victoria – ¿De verdad?

Claudia – Te dije que podría llegar a ser violento cuando se tocan ciertos temas… Y para mí mi madre es un tema sensible…

Se escucha la voz de una de las azafatas por el altavoz.

Azafata – Señoras, señores… presten atención, por favor. Tanto el piloto como el copiloto han sufrido… vamos que no se encuentran bien. No deben inquietarse porque seguramente conseguiremos reanimarlos antes de haber perdido demasiada altitud. Si hay algún médico a bordo que haga el favor de dirigirse a una de nuestras azafatas… (Silencio) Si hay un piloto a bordo, por favor que también se manifieste. Es urgente…

Victoria – ¡Dios mío!

Claudio – Creo que me pasé… Pero tu también tienes la culpa. Cincuenta mil euros es una suma considerable… Una cantidad que se sube a la cabeza… ¡Cincuenta mil euros! Con eso podría comprar un congelador enorme.

Victoria – ¿Un congelador?

Claudio – Es para mi madre… En caso de que, realmente, tenga un cáncer incurable, como tu dijiste antes…

Victoria – Ya…

Claudio – La descongelaría cuando descubrieran un remedio definitivo contra esa enfermedad. Parece ser que se están investigando con una nueva encima… En las ratas, claro. ¿Sabes que algunas medusas son inmortales?

Victoria le mira incrédula, cuando suena de nuevo el altavoz

Azafata – Señoras y señores, en ausencia de un piloto experto, intentaré yo misma un aterrizaje de emergencia en Novosibirsk. Les pido se aprieten bien los cinturones porque ni siquiera soy capaz de aparcar mi coche marcha atrás. Me cuesta distinguir el freno del embrague… Siempre los confundo… Ahora, al menos, puedo decir que tengo bien agarrado el mando del piloto… Glup… No, esto no es el mando…

Victoria (histérica) – ¿Un aterrizaje de emergencia? ¡Fantástico! Al fin podré llamar a mi redacción en Tokio!

Claudio – Creo que ha llegado el momento de que nos pongamos los chalecos salvavidas.

Sacan flotadores con forma de patito y se los colocan en la cintura. Ruido de un avión que cae en picado.

OSCURO

ACTO 4

Primeras notas genéricas de la Cuarta Dimensión. La luz incide sobre un decorado apocalíptico. Desorden general. Asientos volcados. Ropa chamuscada. Humo, de ser

posible. Se escucha de nuevo la voz de la azafata a través del altavoz.

Azafata (como borracha) – El vuelo 714 con origen en Madrid y con destino Tokio acaba de aterrizar, no sabemos dónde, pero en pleno caos. Tanto el director escénico como los actores les desean una feliz estancia. Esperamos que el viaje haya sido del agrado de todos ustedes, deseando volver a tenerles pronto con nosotros, en nuestra compañía.

Victoria y Claudio vuelven en sí poco a poco

Claudio – ¿Estaremos muertos?

Victoria intenta llamar con su móvil.

Victoria – No lo sé, pero lo que sí sé es que no hay cobertura.

Claudio – Quizá estemos en la Cuarta Dimensión….

Victoria – O, a lo mejor se trata de una pesadilla de la que todavía no hemos despertado…

Victoria encuentra algo en el desorden y lo coge. Se trata de la urna con las cenizas de Massiel. Tiene su foto en la parte superior. Se miran, perplejos.

Claudio – Estamos en un desierto pero que, evidentemente, nada tiene que ver con Siberia.

Victoria – Quizá somos los únicos supervivientes.

Claudio – Por desgracia creo que tiene usted razón…

Claudio le hace una discreta seña para que mire al público.

Victoria (en voz baja) – ¿Quiénes son todos esos de ahí abajo?

Claudio – Quizá los de clase turista.

Victoria – ¿De la clase turista?

Claudio – Vamos, los de segunda clase.

Victoria – Parece que nos miran…

Claudio – Y no se mueven…

Victoria – Quizá estén muertos…

Claudio – O dormidos.

Victoria – Yo también suelo dormirme en el teatro.

Claudio – Creo que será mejor que no les despertemos…

Victoria – Entonces ¿Qué hacemos?

Claudio – Sobre todo nada de brusquedades… Nos quedaremos tranquilos y nos dirigiremos, despacio, a la salida…

Victoria – ¿Qué salida?

Claudio – ¡La salida de socorro!

Victoria (muy perturbada) – Creo que necesito otro relajante… (Busca en su bolso) ¡Dios mío! ¡Me han robado mis pastillas!

Claudio (enfático) – Cuando se está en el teatro y se tiene la suerte de tener pastillas, es importante no dejarlas por ahí…

Victoria – El productor es un hijo de puta. Seguramente nos encasquetó un somnífero en el champagne antes de largarse con la recaudación…

Claudio – ¡Menuda historia! ¿Tu crees que la prensa hablará de nosotros?

Victoria – Para eso tendría que haber un periodista en la sala.

Victoria – Espero que, al menos, quede alguna azafata viva.

Claudio – ¿Para qué la quieres?

Victoria – Para que eche la cortina entre la primera y segunda clase.

Salen.

Azafata – Es de esperar que el avión aguante y no se parta por la mitad.

OSCURO

Azafata – ¡Coño! ¡Acaba de partirse!

De ser posible, alguna canción de Massiel, preferentemente en japonés.

ACTO 5

Se ilumina la escena o bien el telón se abre de nuevo, como para que saluden los actores. El decorado es el mismo que para el primer acto : dos asientos contiguos, que bien podrían ser los de un teatro. Claudio está sentado junto a Victoria que ha cambiado su ropa de ejecutiva por otra más informal. Se deja a la decisión al director, dependiendo de la envergadura del escenario y las posibilidades de la sala. Victoria y Claudio podrían también estar sentados entre el público, como al principio del espectáculo. Victoria empuja levemente a Claudio para despertarle.

Victoria – ¡Claudio…! ¡Claudio!!! (Claudio no reacciona y Victoria le sacude con mayor fuerza) ¡Claudio!!!

Claudio se despierta sobresaltado, como si saliera de una pesadilla.

Claudio (aterrorizado) – ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?

Victoria – ¡Que se ha acabado!

Claudio – Entonces… ¿estamos muertos?

Victoria – No creo… (Más bajo) Aunque también se puede morir de aburrimiento…

Claudio – Pero… ¿Dónde estamos?

Victoria – ¿Que dónde estamos…? ¿Pues dónde íbamos a estar…? ¡En el teatro, claro! La obra se ha acabado y tenemos que marcharnos… No voy a preguntarte si te ha gustado…

Claudio mira a Victoria.

Claudio – ¡Tiene gracia!

Victoria – ¿A que te refieres?

Claudio – Soñé que había ganado un viaje a Tokio para dos en un concurso. Como mi mujer había muerto, me colocaron en primera y viajaba junto a la redactora jefe de una revista.

Victoria – ¿Tu mujer?

Claudio – Incluso podía beber champagne, sin pagar suplemento alguno.

Victoria – Pues, que bien…

Claudio – Y, en lugar de eso me despierto y estoy a tu lado, en el teatro….

Victoria – Pues… Ya ves… El sueño ha terminado… ¿Bueno, nos vamos o qué?

Victoria se levanta

Claudio – Espera… Me acuerdo de algo más… En mi sueño también Massiel había muerto…

Victoria – ¿Massiel?

Claudio – Dime que no es verdad, que Massiel no ha muerto…

Victoria – No tengo ni idea… Hace mucho tiempo que no se habla de ella… ¿Vienes o qué?

Claudio se levanta, todavía un poco chocado.

Claudio – ¿De verdad estamos en un teatro? Eso es algo que nunca hacemos…

Victoria – Empiezas a inquietarme… Al menos recordarás que trabajamos juntos en congelados “El buey feliz”.

Claudio – Sí… Claro… ¡Ya recuerdo! ¡La mujer del director es la protagonista de la obra! Él nos regaló las entradas.

Victoria – Una invitación que no podíamos rechazar… La verdad es que si no hubiera invitado a todos sus empleados, seguramente no habría un alma en la sala.

Claudio – ¿Tan mala es la obra?

Victoria – Seguramente nos esperan a la salida para conocer nuestra opinión…

Claudio – ¡Menuda papeleta! ¡Podrías haberme despertado!

Victoria – No me di cuenta de que dormías…

Claudio – Entonces, cuéntame de qué va.

Victoria – ¿Así, por encima?

Claudio – Me haces un resumen y luego… improvisaré…

Victoria – No va a resultar tan fácil…

Claudio – ¿Y eso?

Victoria – La trama es bastante complicada, más bien diría yo que confusa…

Claudio – Pues, cuéntame lo que hayas entendido…

Victoria – La verdad es que no sé si también di alguna cabezadita entre el final del primer acto y el comienzo del quinto…

Claudio – ¿No me digas?

Victoria – A lo mejor es que la obra duraba poco….

Claudio – ¡Coño! ¿Y ahora qué les decimos?

Victoria – Pues, improvisaremos, como has dicho antes… Bueno… Vamonos… Encima no les vamos a hacer esperar…

Cladio – Estoy seguro de que seguimos soñando, de que esto es una pesadilla y que pronto vamos a despertar…

Se dirigen a la salida.

OSCURO

FIN

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Un ataúd para dos

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

2 hombres y 2 mujeres

Cuando dos candidatos a las elecciones, deben incinerar sus respectivas parejas el mismo día del escrutinio, se corre el riesgo de pucherazo en las urnas, sobre todo cuando el director de las pompas fúnebres ha contratado a una ayudante algo incontrolable.


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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TEXTO DE LA OBRA

UN ATAÚD PARA DOS

Personajes

Inmundo Buitre (IB)

María de los Dolores (MD)

José Luis Rodríguez Zapatilla (FZ)

Lita Barberó (LB)

Recepción de una empresa de pompas fúnebres, igual a la de cualquier otra empresa. Sobre la mesa de despacho un teléfono que suena insistentemente. Entra, gruñendo, el sr. Buitre. Viste con toda seriedad.

INMUNDO – ¡Ya voy… Ya voy! No sé qué prisa tiene hoy todo el mundo… Acabarán conmigo… (descuelga) Inmundo Buitre Pompas Fúnebres a su servicio… (con amabilidad comercial) Si señor Verdugo, vamos a recibirlo esta mañana… Sí, de roble con los tiradores dorados y capitoné verde manzana… La colección otoño-invierno, claro… Ya sabe que la señora Verdugo era muy coqueta. Créame, este modelo no la decepcionará. La verdad es que nunca hemos tenido ninguna reclamación… El martes… Sí, claro… Que usted lo pase bien, señor Verdugo… Mejor dicho… Hasta el martes señor Verdugo y, de nuevo, todas mis condolencias… (cuelga)   No sé dónde tengo la cabeza… (suena el teléfono de nuevo, sin dejarle un segundo de respiro) ¡Coño con el telefonito! (descuelga) Inmundo Buitre pompas fúnebres a su servicio.. ¡Ah, eres tú, cariño! ¿Has ido al médico? ¡Que tienes gripe…! Me lo temía, con la epidemia tan virulenta que hay este invierno… Pues aquí no deja de sonar el teléfono… Menos mal que me mandan la nueva colección esta mañana… Espero no me caiga ningún muerto más… No, no lo digo por ti, cariño… Pero la verdad es que estoy desbordado. Desde luego has ido a ponerte enferma en el momento menos oportuno… Yo aquí, solo… No sé cómo me las voy a arreglar… Pues no, la chica que me envía la agencia no ha llegado todavía y ya son más de las nueve. Empezamos bien … (mira por la ventana) Me parece que ya llega. Bueno, te dejo. Cuídate, mi amor… Si, yo también te quiero…

Entra María de los Dolores, una chica joven con un aspecto poco apropiado para el trabajo (a elegir, excesivamente sexi, o hippy o gótica, por ejemplo)

MARIA DE LOS DOLORES – Buenos días… Se me ha hecho un poco tarde, lo sé…

INMUNDO – En efecto… Se le han pegado las sábanas, como si lo viera.

MD – ¡Qué va…! El despertador sonó a su hora, me levanté, me duché y todo, todo… Pero, me dormí en el autobús y el chofer me despertó al final del trayecto. Y, claro, tuve que volver a recorrer el mismo camino. (suena el móvil y descuelga) Usted perdone… Hola tía… No; acabo de aterrizar en el curro… Si, en Inmundo Buitre. Para una vez que me despierto temprano voy y me duermo en el bus…

IB – Bueno… Ya está bien…

MD – Perdona guapa, te llamaré cuando esté esto más tranquilito, ¿vale? (guarda el portátil) Pamela, mi colegui…

IB – ¿Y usted cómo se llama?

MD – María de los Dolores

IB – ¿María de los Dolores…?

MD – ¿Algún problema?

IB – No… Realmente me parece un nombre muy apropiado para este negocio.

MD – Cosa de mis viejos, muy mea pilas ellos…

IB – Lo que no me gusta nada es su forma de vestir.

MD – ¿Qué tiene de malo?

IB – No sé… ¿Le han dicho en la agencia que tendrá que atender a los clientes?

MD – Me dijeron que se trataba de un trabajo de recepcionista.

IB – Comprenderá que para este tipo de negocios, sería mejor que se vistiera de forma sencilla y austera.

MD – ¿Sí?

IB – Se supone que habrá trabajado alguna vez como recepcionista…

MD – Tengo el título de steticienne y he trabajado en el Corte Inglés para la campaña de navidad.

IB – ¿steticienne? Sí, eso podría ayudarnos bastante

MD – Si usted lo dice…

IB – No sabía que el Corte Inglés se dedicara también a estas cosas… Es que lo abarcan todo…

MD – Yo estaba en charcutería…

IB – En cierto modo viene a ser lo mismo… Nosotros también tenemos fiambres.

(Suena el teléfono)

IB – Bien… Pues ha llegado el momento de que demuestre lo que sabe hacer… Tendrá que arreglárselas solita… Yo estoy a tope de trabajo y no tendré tiempo de enseñarla. Coja el teléfono y conteste…

MD – Eso está hecho… (descuelga el teléfono con mucha seguridad) Fiambres Buitre al habla… Pues no señora, lo siento, ha debido equivocarse… No se preocupe… Adiós, señora….

Se la ve visiblemente contenta por lo que ha hecho. Se vuelve sonriendo hacia Inmundo Buitre que la mira horrorizado

MD – ¿Ocurre algo?

IB – Me están gastando una broma ¿no es así? Seguro que hay por ahí una cámara oculta.

MD – No sé de qué me habla… Era una señora que lloraba y que pensó que hablaba con las Pompas Fúnebres…

IB – ¡Es que esto es una empresa de Pompas Fúnebres!

MD – (que se ha quedado de piedra) ¿No me diga…?

IB – ¿Los de la Agencia no le dijeron a qué nos dedicamos?

MD – Tan sólo que se trataba de eso, de fiambres…

IB – Es como una pesadilla… (conformándose) Bueno, por desgracia ya no se puede hacer nada.

MD – ¿O sea que en esto es una funeraria? Pues yo nunca había trabajado en un sitio así…

IB – Lo único que tiene que hacer es contestar al teléfono y tomar nota de los recados. Si entra alguien me avisa inmediatamente. Y, sobre todo, no tome ninguna iniciativa. ¿De acuerdo?

MD – De acuerdo.

IB – Ahora tengo que ocuparme de mi diputado…

MD – ¿Un diputado?

IB – Sí un diputado. Son las legislativas anticipadas… ¿No ha fijado en los carteles electorales en la pared del cementerio? Esta misma noche conoceremos el resultado…

María de los Dolores echa un vistazo a los carteles

MD – Pues yo ahí veo a la diputada Lita Barberó y no parece que esté enferma…

IB – No se trata de ella, sino de su marido, el señor Barberó, que es el diputado saliente. Su mujer se presenta a las elecciones para sucederle.

MD – Ya…

IB – Hoy es el funeral por el señor Barberó y me está costando darle un aspecto presentable… El cuerpo estuvo sumergido bastante tiempo en el agua y claro…

MD – (horrorizada) ¿En el agua?

IB – Sí, pero estoy haciéndole con un perfecto trabajo de reconstrucción, ahí mismo, en la trastienda… Y, créame que no resulta nada fácil… Le quedaría muy agradecido si usted, como stéticienne que es, le diera el último toque al cadáver. Normalmente es mi mujer la que se ocupa de estas cosas, pero como no está…

MD – ¿Quiere decir que yo…?

IB – Me dijo que tenía el título ¿no es así?

MD – Sí… Más o menos…

IB – Pues tendrá que ayudarme…

MD – Sí… Claro…

IB – En esa confianza la dejo sola de momento (se vuelve hacia ella) Por cierto, espero una entrega de una mercancía a lo largo de la mañana. Me avisa inmediatamente, por favor…

MD – ¿Una mercancía? (horrorizada) ¿Quiere decir que van a traer algún fiambre?

IB – Señorita, aquí no llamamos “fiambres” a nuestros clientes, sino nuestros queridos desaparecidos.

MD – Si usted lo dice…

IB – Además no consideramos su llegada como una “entrega de mercancía” sino como la última visita antes de emprender el camino al más allá.

MD – Vale, vale…

IB – Imagine que trabaja en una agencia de viajes. Nuestros clientes, en cierto modo, hacen un crucero pero sólo con billete de ida.

MD – Ya veo… Pero entonces ¿de qué mercancía se trata?

IB – Me refería a la entrega de ataúdes. La nueva colección. Ahí tiene el catálogo.

Sale Inmundo. María de los Dolores echa un vistazo al catálogo y pone cara de asco

MD – ¡Coño! ¿Y a esto llamas tú un crucero…? (saca el móvil y marca) ¿Pamela? No vas a creerlo… ¿A que no imaginas el trabajo que me han buscado esos hijos de puta de la agencia? ¡Pues nada menos que en unas pompas fúnebres! ¡Lo que hay que hacer para ganarse la vida! De momento esto está tranquilo. Sí, como recepcionista… (suena el teléfono fijo) Perdona, tengo que dejarte… (guarda el portátil) Inmundo Buitre… Pompas Fúnebres al habla… Si… Si (toma nota) La promoción del mes… De acuerdo… El modelo Pino Básico… a 99 euros más IVA… Perfecto… Se lo diré, señora Barberó… Puede estar segura… Hasta pronto señora Barberó…

Cuelga el teléfono y respira aliviada, aunque por poco tiempo ya que entra un hombre y se acerca a la mesa

MD – ¿Trae la mercancía?

JOSÉ LUIS RODRIGUEZ ZAPATILLA – ¿Qué…? No… Soy José Luis Rodríguez Zapatilla y tengo una cita con el señor Buitre… Para elegir un modelo.

MD – (con sonrisa comercial) Enseguida le llamo… Si quiere puede ir echando un vistazo al catálogo… (se lo entrega) ¿Es para hacer un regalo?

JZ – No. Es para mi esposa…

María de los Dolores le mira de reojo mientras el hombre echa un vistazo al catálogo.

MD – Ya decía yo que no tenía pinta de transportista.

JZ – ¿Decía usted?

MD – Perdone pero… Me parece haberle visto en alguna parte…

JZ – Pues si… Mi foto está por toda la ciudad.

MD – ¿Le busca la policía?

JZ – Todavía no… Por el momento tan sólo me presento a las elecciones (con un gesto señala los carteles en el muro del cementerio) Ese, el de los carteles, soy yo…

MD – ¡José Luis Rodríguez Zapatilla! ¡El rival de la señora Barberó!

JZ – Por ahí van los tiros…

MD – Usted se presenta por la derecha ¿no es así?

JZ – No… ni mucho menos. La señora Barberó sí… Yo soy de centro. Pero, ya sabe lo que dicen: “el centro está en todas partes”

MD – ¡Es fantástico! Jamás hubiera pensado que trabajando en un sitio como éste conocería a gente famosa…

JZ – Todos morimos un día, incluso los famosos…

MD – O sea que usted también ha perdido a su pareja.

JZ – Pues sí…

MD – Ha tenido suerte…

JZ – ¿Decía?

MD – Con un difunto en su haber la señora Barberó partía con ventaja, pero ahora… la cosa está más equilibrada.

JZ – ¿Usted cree?

MD – Por supuesto… Mire, si la abuela de Obama no hubiera muerto justamente antes del escrutinio ¿cree usted que un negro hubiera podido llegar a ser presidente de los Estados Unidos?

JZ – Puede que tenga razón… Ya veo que está muy al tanto de la política internacional… Por cierto, ¿sabe si está aquí el señor Buitre?

MD – Ahora mismo le llamo. (leyendo lo que pone en el teclado del teléfono) Veamos… Cámara fría… Cocina… Tanatopraxia… No sé lo que significa eso, pero pulsaré aquí, por si acaso (apoya sobre la tecla correspondiente y espera) ¿Señor Buitre? Don José Luis Rodríguez Zapatilla ha llegado… (cuelga) Ahora mismo viene…

Silencio un tanto embarazoso. José Luis ojea el catálogo por hacer algo

JZ – ¿Y usted ya ha elegido?

MD – Me parece poco delicado por su parte, señor Zapatilla. Todavía soy un poco joven para elegir un ataúd…

JZ – Me refería a las elecciones… Hoy se sabrá el resultado. ¿Ha ido ya a votar?

MD – No… Aún no…

JZ – O sea que todavía puede votar por mí… ¿Conoce mi programa?

Llega Inmundo Buitre

IB – Buenos días señor Zapatilla. Mis condolencias…

El señor Zapatilla pone de nuevo cara de circunstancias

JZ – El Destino que es inexorable…

IB – Al menos murió dignamente

JZ – ¿Usted cree?

IB – ¿No es así?

JZ – La pilló un tranvía…

IB – Usted perdone, debo confundirle con la señora Verdugo… que murió en su cama mientras dormía. Tenía 91 años…

JZ – Mi mujer era algo más joven…

Inmundo se da cuenta de que María de los Dolores está pendiente de lo que hablan con una curiosidad poco discreta.

IB – ¿Le importaría traernos unos cafés, María de las Angustias?

MD – De los Dolores, señor Buitre, María de los Dolores

IB – De acuerdo… De acuerdo… Por cierto, ¿sabe usted utilizar la cafetera express?

MD – Puedo intentarlo

JZ – Para mí extrafuerte, por favor

IB – La máquina está por ahí…

Sale MD.

IB – Perdone… Es tan difícil encontrar hoy en día personal competente… Mi mujer se ha tenido que quedarse en casa por la gripe. Este año es realmente virulenta.

JZ – Me lo va a decir a mí… Mi mujer murió de gripe…

IB – Creí que la había pillado un tranvía.

JZ – Si, mientras iba a comprar la vacuna a la farmacia…

IB – Siempre me pareció una vacuna peligrosa… Y le aseguro que estoy en el lugar ideal para saber lo que digo… A mi mujer le prohibí que se vacunara…

JZ – ¿Y cómo sigue?

IB – Parece un ligero resfriado. En pocos días creo volverá a trabajar. Es mejor dejar que la naturaleza actúe ¿No le parece?

JZ – Para mi mujer, el resfriado fue definitivo.

IB – ¿Ha elegido ya el ataúd, señor Zapatilla? Como habrá podido comprobar por el catálogo, nuestra colección es francamente soberbia…

JZ – (echando una ojeada rápida al catálogo) – Mmm…

IB – Como siempre digo a mis clientes : el precio que se paga por el ataúd va en relación directa con el cariño que tenemos a nuestros difuntos…

JZ – Prefiero algo muy sencillo, total para…

IB – Ya veo… Quiere algo elegante y discreto… ¿Tiene idea del modelo?

JZ – (señalando el catálogo) ¿Por qué no este mismo?

IB – (decepcionado) Pino básico. Un modelo descatalogado y en promoción en estos momentos.

JZ – A 99 euros más IVA, ¿no es así?

IB – Así es, señor Zapatilla

JZ – Total, para quemarlo…

IB – Tiene usted razón. Con el de pino bastará. Está usted de suerte, tan sólo nos queda uno. Se trata de un modelo que tiene muy buena salida… Por lo que respecta a los adornos quiero proponerle…

JZ – Lo más básico

IB – O sea pino sin adornos. Perfecto. ¿Desea algo más?

JZ – Nada más, por el momento…

IB – Pues, tomo nota señor Zapatilla.

Entra María de los Dolores con los cafés. Le da una taza a cada uno

JZ – Gracias, señorita…

MD – María de los Dolores

JZ – Muy apropiado… Sí señor, muy apropiado…

El señor Zapatilla vacía la taza de un trago. Hace un gesto de desagrado. Inmundo lo prueba y lanza una mirada furiosa a M.D.

IB – (excusándose con José Luis) Quizá, demasiado concentrado… ¿No le parece señor Zapatilla

JZ – Sí… Posiblemente…

IB – Esto resucitaría a un muerto…

MD – ¿Le apetece una caricia, señor Diputado?

José Luis se acerca a ella, ilusionado

IB – María de las Angustias…

MD – ¡De los Dolores!

IB – Eso… María de los Dolores le propone degustar las caricias de mi mujer.

JZ – Si es su mujer la que hace las caricias, me abstengo.

MD – La abstinencia no está bien en un diputado.

IB – Creo que la señorita ha querido decir “abstención”

JZ – Si, pero es que todavía no soy diputado.

IB – Por cuanto a las caricias se refiere, es el nombre que le damos a las galletas que hace mi mujer…

JZ – Ya…

Suena el portátil de José Luis con un timbre estridente

JZ – Perdonen (descuelga) Si…? Ya han salido las primeras estimaciones de voto? Sí… Muy bien. Voy ahora mismo… No, la ceremonia será a las once… Sí, en una hora… Por supuesto en la más estricta intimidad… No quisiera que mi dolor sirviera para atraer la simpatía de los electores… Supongo que no habréis olvidado avisar a la prensa… Muy bien… Hasta ahora…

IB – ¿Cómo se presenta la campaña electoral, señor Zapatilla?

José Luis deja el móvil sobre la mesa de recepción y saca del bolsillo dos papeletas electorales.

JZ – Como usted sabe era mi mujer la que tenía que presentarse a las elecciones, pero a causa de esta gran tragedia…

IB – Le comprendo perfectamente…

MD – A veces se han contabilizado papeletas de difuntos.

IB – La verdad es que visto el absentismo en el Congreso de los Diputados, no creo que nadie se diera cuenta inmediatamente.

JZ – (entregando a ambos las papeletas) Tengan. Les dejo información sobre nuestro programa.

IB – ¿Pero tiene usted un programa? Pensé que sería… No… Nada…

JZ – La verdad es que no tengo experiencia alguna en política. Pero como el centro tiene tantos problemas para encontrar candidatos… Me doraron la píldora y les dejé hacer… Ahora, he de marcharme… Han surgido algunos problemillas…

MD – Con toda seguridad no será nada grave…

Inmundo la fusila con la mirada

JZ – Como no encontraba colaboradores tuve que contratar a la hija de mi asistenta y acaban de decirme que está detenida por robo…

IB – Si necesita una nueva colaboradora estoy dispuesta a ayudarle…

JZ – ¿Por qué no? Lo pienso y le digo algo…

IB – Le esperamos para la ceremonia, no vaya a olvidarse

JZ – Por supuesto…

José Luis sale. Inmundo se vuelve hacia M.D. con cara de reproche

IB – ¿Qué le había dicho?

MD – Sobre qué…

IB – ¡Que debía limitarse a contestar al teléfono!

MD – Tan sólo intentaba ser amable con los clientes…

IB – ¿Ha llegado ya la mercancía?

MD – Todavía no…

IB – Si tardan mucho vamos a quedarnos sin stock.

MD – Se me olvidaba decirle que he hecho ya la primera venta. ¿No le parece estupendo?

IB – (inquieto) Le dije que no tomara iniciativas por su cuenta…

MD – Doña Lita Barberó, la viuda del diputado, ha elegido el modelo de pino básico.

IB – ¿Pino básico?

MD – Ya sé que es el más barato… Pero, una venta es una venta.

IB – ¡Tan sólo nos queda uno y acabo de prometérselo al señor Zapatilla para su mujer!

Entra la señora Barberó

LITA BARBERÓ – ¡Señor Buitre…! Precisamente es a usted a quién quería ver.

IB – Buenos días doña Lita … La acompaño en el sentimiento por la muerte de su esposo. Estoy seguro que aprobaría su elección.

LB – Se refiere al ataúd, imagino… Ciertamente era un hombre muy cercano al pueblo; que tenía gustos muy sencillos.

IB – Hablando de su candidatura para sucederle en el Parlamento…

LB – Mi cabeza no está para políticas en este momento (aprovecha para entregar a ambos papeletas electorales) Han sido los electores de mi marido los que han insistido en que me presentara con el fin de salvar el escaño… Pero… hablemos de la ceremonia…

IB – ¿Quizá prefiere otro modelo más adecuado a su categoría? La verdad es que el pino básico para un diputado…

LB – No… El pino me parece perfecto…Sobre todo porque he decidido incinerarle y, claro…

IB – ¿Usted también?

LB – ¿Decía?

IB – Nada… Es una decisión que se toma con mucha frecuencia últimamente… Pero, ¿no le gustaría echar un vistazo al catálogo?

MD – (en plan comercial) Se trata de la nueva colección. Mirar no compromete a nada…

IB – (enseñándole el catálogo) El modelo Luis XVI en caoba… tiene treinta años de garantía…

La señora Barberó mira distraídamente el catálogo

LB – No, gracias

MD –¿No le parece demasiado IKEA el pino básico?

IB – Si se decide por un modelo de más calidad, estaríamos encantados de hacerle un pequeño descuento. Piénselo, por favor.

LB – Miren, no tengo tiempo para pensar. El pino básico será suficiente.

IB – Lo que ocurre es que…

LB – ¿Algún problema?

IB – Lo siento en el alma señora Barberó. Ese modelo se ha acabado.

LB – Pero su secretaria me dijo por teléfono hace un rato que…

IB – Tiene usted razón, pero mientras tanto yo le prometí el último ejemplar al señor Zapatilla…

LB – ¿Zapatilla? ¿Mi adversario en las elecciones?

IB – Se trata de un malentendido. Le pido que acepte mis excusas… Esta señorita es novata y, claro…

LB – A mí eso me trae sin cuidado…

IB – Puedo proponerle otro modelo… Le haría un buen descuento…

LB – Eso se lo ofrece usted al señor Zapatilla.

En ese instante vuelve José Luis

JZ – Me parece que he dejado el móvil por aquí… (sorprendido al ver allí a su adversaria) ¡Doña Lita Barberó…!

IB – Seguramente ya se conocen…

LB – Un poco… La señora Zapatilla fue la rival de mi marido en las últimas elecciones…

IB – Entonces se trata casi de algo familiar…

JZ – Aprovecho para presentarle mis condolencias, señora Barberó

IB – El señor Zapatilla es todo un caballero. Seguramente no dudará en renunciar a su favor…

JZ –¿Pero, qué está diciendo?

LB – Parece ser, señor Zapatilla, que no sólo somos rivales para el escaño en el Congreso de Diputados…

IB – Mi ayudante le prometió a la señora Barberó el último modelo de pino básico que quedaba…

MD – Eso no es tan grave… En política también se prometen muchas cosas que no se cumplen…

JZ – Seguramente encontraremos una solución amistosa… ¿No es así señor Buitre?

IB – Por supuesto… Precisamente la nueva colección está a punto de llegar…

Suena el teléfono. Contesta M.D.

MD – Pompas Fúnebres Inmundo Buitre a su servicio… No se retire. Se lo paso… (entregándole el teléfono a Inmundo) Es para usted…

IB – Perdonen… Será sólo un momento… Sí… ¡No puede ser! ¿Su transportista tiene la gripe? Me está tomando el pelo ¿verdad? ¿Cuándo? ¿Esta tarde? Ya no llegaremos a tiempo… Esto no va a quedar así, se lo aseguro!

Cuelga, consternado

JZ – Bueno, no perdamos el tiempo… Yo estoy dispuesto a cambiar de modelo, si eso satisface a la señora Barberó. ¿Qué es lo que puede ofrecerme?

IB – La verdad es que… acabo de enterarme que no llegarán los ataúdes hasta dentro de unas cuantas horas…

JZ – ¿Entonces?

IB – El de pino básico era el último en stock…

JZ – ¿El último? ¿Y eso qué quiere decir?

IB – Lo siento, en este momento no tengo ningún otro ataúd disponible… a menos que dejemos a la señora Zapatilla en el frigorífico… El problema es que ya está en el tanatorio rodeada de su familia…

MD – Una situación delicada…

Consternación generalizada

LB – ¡El funeral por mi marido será hoy a las 11 en punto!

JZ – También el de mi esposa.

IB – (Para sí mismo, destrozado) Un ataúd para dos… Sólo faltaba eso…

LB – ¿No estará pensando en meter a mi marido y a la mujer de este señor en la misma cajita.

JZ – Desde luego, no estaría bien visto

IB – Podríamos aplazar una de las dos ceremonias hasta mañana…

MD – No creo que a ellos les importe demasiado

LB – A ellos no, pero a mí sí…

JZ – ¿Aplazarlo? ¡Ni hablar! ¡La prensa que me apoya ya está avisada!

LB – La mía también… No hay razón alguna para deje el protagonismo a mi adversario…

IB – ¿Qué hacemos entonces?

JZ – No creo que a mi mujer le importe que la chamusquemos sin ataúd

IB – ¿Qué está usted diciendo?

JZ – El ataúd tan sólo es un vehículo para llegar a la cremación. Total, cuestión de pocos minutos.

MD – Tiene usted razón. Es poco ecológico el cargarse un montón de encinas para fabricar ataúdes y luego quemarlos.

JZ – Eso sin contar con el humo y el efecto invernadero.

MD – Se podría hacer como en la India, un montón de leña al borde del …. (aquí poner el nombre del río que pase donde se está representando la pieza)

LB – Seguro que eso les gustaría a los chicos de la prensa.

OSCURO

ACTO 2º

José y Lita acuden juntos a la ceremonia con cara de circunstancias. Él mira discretamente su reloj.

JZ – ¿Cuándo van a terminar las cremaciones?

LB – No tengo ni idea… Es por la falta de costumbre…

JZ – Tengo la extraña sensación de estar en una maternidad esperando el feliz acontecimiento.

LB – Sí. Resulta extraño…

JZ – ¿Sabe ya lo que va a hacer?

LB – ¿Respecto a qué?

JZ – Respecto a las cenizas de su marido… ¿Dónde piensa guardarlas?

LB – No tengo ni idea… (después de unos segundos) ¿Abultan mucho?

JZ – Tampoco lo sé… Por lo general las entregan en una urna

LB – ¿Una urna…?

JZ – Una urna funeraria, claro…

LB – Claro…

JZ – Resulta irónico que un diputado acabe en una urna…

LB – Y usted, ¿qué piensa hacer?

JZ – Desde luego no la pondré en mi dormitorio…

LB – Por supuesto…

JZ – Quizá esparciré las cenizas por la hierba, aunque no sé si es legal hacerlo.

LB – Me parece que sí… No creo que nadie haya acabado en la cárcel por algo tan sentimental…

JZ – Por otro lado saber que lo que queda de tu media naranja anda tirado por ahí, entre la caseta del perro y la barbacoa… resulta peculiar también… ¿No le parece?

LB – Pues sí, la verdad…

JZ – Es una decisión bastante difícil de tomar. Conviene pensárselo bien antes de hacer nada porque después, ya sería demasiado tarde…

LB – Se puede utilizar la aspiradora…

JZ – Lo que no sé es si estamos obligados a llevárnoslas…

LB – Creo que sí… Es como en la maternidad…

En ese momento entran en escena Edmundo Buitre y María de los Dolores, cada uno con una urna.

IB – ¿Dónde están la placas con los nombres?

MD – ¿Las placas…?

IB – Sí, las placas. Cada urna debería llevar la suya.

MD – Olvidé ponerlas…

IB – Coloqué un post-it en cada una con el nombre del difunto. Lo único que tenía que hacer era colocar la placa en su sitio correspondiente.

MD – De verdad que lo siento…

IB – ¿Tampoco recuerda en qué urna está el diputado?

Silencio embarazoso. Inmundo Buitre no tiene tiempo de reaccionar antes de que José Luis y Lita se acerquen a ellos con cara de circunstancias. Tras unos segundos de duda, Inmundo le entrega la urna a Lita y María de los Dolores a José Luis.

IB – Les dejamos solos para que recen por sus muertos…

Inmundo y M.D. se retiran. Inmundo está furioso. En un aparte.

IB – ¡A usted también deberían haberla incinerado!

MD – No se ponga así. Al fin y al cabo fui yo la que le sacó del apuro acudiendo a IKEA.

IB – ¡Un ataúd con las indicaciones para montarlo uno mismo! ¡No sé a dónde vamos a llegar!

MD – Al menos ellos los tenían en stock…

IB – Sí, pero hay que ver lo que cuesta hacer que todas las piezas encajen…

MD – Una vez terminado nadie puede decir si el ataúd es de Inmundo Buitre o de IKEA. La verdad es que no se ve la diferencia.

IB – El problema es que en estos momentos la señora Barberó puede estar llorando sobre las cenizas de la señora Zapatilla.

MD – Y el señor Zapatilla sobre las cenizas del señor Barberó.

Salen. Mientras, la señora Barberó y el señor Zapatilla parecen sumidos en sus pensamientos

JZ – Sólo somos polvo

LB – Que vuelve al polvo…

JZ – ¿Puedo preguntarle cómo murió su marido?

LB – Ahogado

JZ – ¿Ahogado?

LB – Adoraba la pesca. Debió caerse del barco. Encontraron el cuerpo seis semanas después…

JZ – ¿No sabía nadar?

LB – La verdad es que nunca le vi en el agua mientras estuvimos juntos

JZ – Es raro que no supiera nadar o al menos que no llevara un chaleco salvavidas…

Silencio embarazoso

LB – ¿Y su mujer?

JZ – Un accidente de carretera

LB – ¡Caramba!

JZ – En un paso a nivel peligroso… Su coche se quedó enganchado en medio de los raíles… No tuvo tiempo de arrancar…

LB – Si salgo elegida le prometo arreglar ese paso a nivel.

JZ – Gracias… Si salgo yo elegido, le prometo crear una ley para que todos los pescadores tengan la obligación de saber nadar…

Se quedan un rato en silencio, contemplando las urnas.

LB – ¡Pensar que eran enemigos en las últimas elecciones… ¡ Y, ahora, mírelos… cada uno en su urna.

JZ – ¡Qué pena! ¡Los pobres no han podido ver realizadas sus expectativas políticas!

LB – Desde luego…

JZ – Es de esperar que nosotros no acabemos así…

LB – Al menos no inmediatamente…

JZ – A propósito… ¿Le han informado de los últimos sondeos?

LB – Sí… Claro…

JZ – Creo que estamos a la par…

LB – Más bien me parece que yo voy por delante… Mi marido puede descansar en paz…

JZ – Se dice que, en las últimas elecciones, sus partidarios metieron mano en las urnas

Vuelven Inmundo y M.D.

IB – Parece que simpatizan…

MD – Estos acaban en boda, sino… al tiempo… (Inmundo le lanza una mirada reprobadora) … Los dos son viudos, ¿no?

José Luis y Lita se dan cuenta de su presencia

JZ – Nos tenemos que marchar…

IB – No tengan prisa… Pueden tomarse todo el tiempo que quieran.

MD – En esta casa siempre serán bienvenidos…

Inmundo le lanza otra mirada furiosa

JZ – Si quiere puedo acompañarla …

LB – No sé si debo…

JZ – Tiene usted razón… Perdóneme… Podría resultar… embarazoso…

MD se acerca a la señora Barberó.

MD – Permita que la ayude… Parece que no, pero esta urna pesa lo suyo…

LB – No se preocupe, puedo llevarla yo misma…

MD hace un gesto torpe en su intento de hacerse con la urna y choca con la de José Luis, que cae al suelo, esparciéndose las cenizas. Inmundo observa la escena fuera de sí.

LB – ¡Dios mío!

IB – Esto es una pesadilla…

MD – Lo siento muchísimo… Enseguida lo soluciono.

IB – No, por favor, no toque nada… Yo me ocuparé.

Inmundo desaparece

MD – Es la primera vez que me pasa algo así, se lo puedo asegurar.

Vuelve Inmundo envuelto en un delantal de fantasía, con una escoba y un recogedor

IB – En un momento lo arreglo

Los tres le miran consternados mientras empuja las cenizas hacia el recogedor con la intención de devolverlas a su urna pero, se equivoca de recipiente.

JZ – ¡Ahí no…! ¡Ese es el marido de la señora!

IB – No se preocupen. (Inmundo devuelve las cenizas a su urna) Ahora, ya está todo en orden.

MD se agacha y recoge algo del suelo

MD – ¿Qué es esto?

IB – (disculpándose) Ocurre que, a veces quedan restos de plomo…

MD – En efecto… Se trata de una bala de plomo… Y de gran calibre…

Consternación general.

IB – (examinando la bala) ¿Su mujer murió en un accidente de caza?

JZ – No… Ya le dije que fue un accidente provocado por la vacuna…

MD – Pues esto más bien parece un supositorio que una vacuna…

IB – Además, hay perdigones…

MD – ¿Acaso confundió usted a su mujer con un jabalí? Si esto llega a oídos de la prensa adiós a su candidatura.

José Luis coge la bala y la mira.

JZ – (como disculpándose) Les aseguro que no tengo nada que ver…

Silencio embarazoso

MD – Perdonen… pero lo cierto es que no estoy segura de que estas sean las cenizas de su mujer

JZ – No me diga

MD – Debo confesar que cambié las placas…

IB – La señorita quiere decir que, posiblemente este artefacto provenga de la urna del señor diputado.

José Luis dirige su mirada a Lita, que parece totalmente consternada.

JZ – O sea que…

LB – Puedo explicarlo todo…

JZ – (asombrado) Entonces es verdad que…

LB – (dirigiéndose a Inmundo y MD) Por favor, pueden dejarnos solos un momento.

Inmundo y MD desaparecen discretamente

JZ – Creo que me debe una explicación

Lita intenta coger la bala.

JZ – No tan deprisa…

Lita está descompuesta

LB – De acuerdo… Yo le maté…

JZ – ¿Usted?

LB – Mi esposo no murió ahogado.

JZ – Le asesinó e hizo creer a todos que se trataba de un accidente…

LB – Pues sí…

JZ – Pero ¿por qué?

LB – Para que no me metieran en chirona, claro está.

JZ – No, si lo que quiero saber es por qué le ha matado.

LB – No me diga que usted no sabía nada.

JZ – ¿Qué es lo que tenía que saber?

LB – Mi marido me engañaba.

JZ – Y por qué iba yo a saber una cosa así.

LB – ¡Porque me engañaba con su mujer…¡ ¿De verdad no lo sabía?

JZ – (consternado) No tenía ni la menor idea…

LB – Maté a mi marido con su fusil de caza y me las arreglé para que pareciera un accidente de pesca…

JZ – ¡Vaya lío!

LB – Al principio todo parecía ir bien… hasta que el cuerpo decidió salir a la superficie…

JZ – Por desgracia, el pasado siempre vuelve…

LB – Pensé que, al elegir la cremación, todo se habría acabado… Pero, aparentemente, la bala no se fundió con el calor.

JZ – ¿Acaso no le hicieron la autopsia?

LB – El médico de casa fue quien autorizó su entierro. Es bastante mayor y un tanto miope. No pudo fijarse demasiado.

JZ – Ya veo… Pero para mí no queda claro que se trate de un crimen pasional… Más bien creo que usted asesinó a su marido para quedarse con su escaño.

LB – Si me presento a las elecciones es sobre todo para ser aforada si se descubriera el crimen.

JZ – Una especie de seguro a todo riesgo ¿no es así?

LB – ¿Va a denunciarme?

JZ – Eso depende de usted (mostrándole la bala) Yo soy el único que está al corriente de todo.

Lita se le acerca con aire lascivo

LB – Puede hacer conmigo lo que quiera… Me convertiré en su objeto sexual

En sus avances, Lita vuelca también la urna de José Luis, cuyo contenido se esparce por el suelo.

JZ – Lo primero es que renuncie a mi favor

OSCURO

ACTO 3º

Inmundo está en la recepción. Llega MD.

MD – Buenos días…!

IB – Vamos haciendo progresos… Tan sólo media hora de retraso… ¿Hoy no se ha dormido en el autobús?

MD – Sí…Pero me desperté antes del final de trayecto… Me ha echado de menos, ¿a que sí?

IB – Mmm

MD – ¿Cómo va el negocio, señor Buitre?

IB – Más bien tranquilo en este momento, después de la semanita que hemos pasado.

MD se quita el abrigo. Se fija en los paneles electorales

MD – ¿Sabe que, finalmente, ganó el centrista?

IB – La señora Barberó se retiró…

MD – Sí, pero figura como su suplente… Ya le dije que esto acabaría en boda

IB – Es usted muy perspicaz.

MD – ¿Ha venido su mujer?

IB – Está ahí al lado.

MD – (decepcionada) Entonces ya no me necesita…

IB – Está aquí, pero de cuerpo presente. Finalmente cogió la gripe.

MD –¡No sabe cuánto lo siento! ¡Mi más sentido pésame, señor Buitre!

IB – Gracias.

MD – ¿Cuándo ocurrió el óbito?

IB – Esta noche. Finalmente debería haberla dejado que se vacunara.

MD – Al menos tendrá un entierro digno.

IB – Eso sí…

MD – Ahora podrá probarla cuánto la amaba. Como usted siempre dice: en el precio del ataúd es donde se ve cuánto queríamos a nuestros difuntos… ¿Qué modelo ha elegido?

IB – Pino básico…

MD – Ah… sí… la madera natural es mucho más cálida.

IB – Muy calorífica. Finalmente también he optado por la incineración.

MD – Es lógico

IB – Ahora tendré que buscar quien la reemplace…

MD – ¿Reemplazarla?

IB – Sí, aquí en el negocio.

MD – Pues esa tengo que ser yo… Entonces ¿me hará un contrato definitivo?

IB – En todo caso, puedo hacerle un contrato de prueba. Claro que… quedará libre el puesto de tanatopráctico.

MD – ¿Tanatopráctico?

IB – Mi especialidad es más bien la reconstrucción. Es algo así como hacer un puzzle… en muchas ocasiones sin todas las piezas…

MD – Como con la señora Mortem… La verdad es que fue parecía un milagro.

IB – Ni que lo diga… Cuando me la trajeron, después de que su coche fuera arrastrado por el tren, estaba bien machacadita, la pobre.

MD – Sí, pobrecilla.

IB – Resumiendo, mi mujer es la que se ocupaba de darles el toque final. Ahora que no está… quizá podría usted ocuparse de rematar la faena

MD – No sé qué decirle…

IB – No es muy complicado; algo así como un maquillaje de estética, con la ventaja de que el cliente no se mueve y siempre queda contento.

MD – Podría intentarlo…

IB – Además se trata de un oficio lleno de sorpresas. Como ha podido comprobar aquí nunca nos aburrimos.

MD – Incluso nos podemos codear con la JET

IB – Porque un día u otro, pobre o rico, famoso o anónimo, todos pasan por nuestras manos.

MD empieza a barrer

MD – ¿Piensa hacer algo con lo de la bala que encontramos en la urna del diputado?

IB – No somos policías… Además nos debemos al secreto profesional. En este oficio, por fuerza, se entra en la intimidad de las familias.

MD – Eso sí…

IB – No se puede hacer una idea de lo que llegamos a encontrar en los bolsillos de los difuntos… Una vez, incluso, una quiniela con 12 aciertos.

MD – La viuda se pondría contenta

IB – Opté por no decirle nada. Me pareció que estaba fuera de lugar.

MD – Tiene razón.

IB – Con ese dinero compré la cafetera Express… Hablando de cafetera ¿le apetece un café?

MD – Por qué no…

Inmundo desparece un instante para buscar el café

IB (en off) – Sin ir más lejos, la semana pasada encontré unas tijeras dentro de un cadáver.

MD – ¿También le habían asesinado?

IB – No. Se trataba de tijeras de cirujano. Acababan de operarla de apendicitis… Murió en la operación…

MD – Cuando pueda me da el nombre de la clínica, para no acercarme por allí…

Vuelve inmundo con el café.

MD – Le estoy muy agradecida por confiar en mí. Le aseguro que no le defraudaré.

IB – No lo tengo tan claro; ya conozco alguno de sus “talentos…”

MD encuentra algo extraño entre la basura que está a punto de recoger.

MD – ¿Qué puede ser esto?

Se aproxima Inmundo, lo toma y lo observa

IB – ¡Otra bala!

MD – (dándose aires de experta) Por lo tanto hay un cómplice en el asesinato del señor Barberó… ¡Más que un asesinato esto parece un fusilamiento!

IB – Usted ve demasiado la tele, María de los Dolores… Se trataba de un diputado. Cierto es que no era un Kennedy… (reflexionando también) ¿Y si esta bala viene de la segunda urna?

MD – ¡Bravo inspector…! ¿Piensa usted que el señor Zapatilla ha podido también cargarse a su mujer?

IB – Entra dentro de lo posible…

MD – Pero, ¿por qué?

IB – ¡Los celos! ¿Recuerda lo que se decía de la señora Zapatilla?

MD – No, la verdad…

IB – Pues que tenía infinidad de amantes.

MD – También podría haber matado a su mujer para sensibilizar a sus electores y así tener más posibilidades de salir elegido.

IB – ¡Vaya usted a saber!

MD – En cualquier caso ahora goza de inmunidad parlamentaria…

Inmundo mira hacia la ventana.

IB – Hablando del rey de Roma…

José Luis y Lita entran en la tienda.

MD – El negocio sigue en marcha…

IB – Señor Zapatilla, señora Barberó, ¿qué les trae por aquí? ¿Otra muerte en la familia?

JZ – No, nada de eso…

IB – En todo caso su visita me da la oportunidad de felicitarle por su elección, señor Zapatilla.

JZ – Gracias, Inmundo.

MD – (A Lita) Usted se habrá quedado chafada.

LB – Por lo menos soy suplente… Lo que significa que si le ocurriera algo al señor Zapatilla, su escaño de diputado pasaría a mí de oficio. Por eso no me aparto de él ni un ápice.

MD – Pues tenga cuidado porque hay balas perdidas que llegan hasta quienes han ido a pescar.

IB – O cuando se espera tranquilamente ante un paso a nivel.

Lita mira de soslayo a José Luis que prefiere cambiar de asunto

JZ – Estamos aquí para darle el pésame, señor Buitre.

IB – ¿Por…?

JZ – ¿No se ha muerto su esposa?

IB – ¡Es verdad! Perdonen, estoy tan traumatizado…

JZ – En todo caso, la vida sigue…

LB – También queríamos anunciarle un feliz acontecimiento.

MD – ¿Esperan un bebé?

LB – Todavía no…

JZ – Lita y yo nos vamos a casar.

LB – Con separación de bienes, claro…

Se escucha el avisador de un horno que ha terminado de cocer.

LB – ¿Estaba usted cocinando? Mejor será que eche un vistazo… Parece como si algo se quemara.

IB – Ah… Sí… Mi mujer…

JZ – ¿Su mujer?

IB – Mejor dicho… Sus cenizas

LB – Ya…

IB – María de los Dolores le importaría ir a ver qué ocurre? No soy capaz de ocuparme de ese asunto en estos momentos.

MD – Por supuesto, señor Buitre.

JZ – Nosotros tenemos que marcharnos…

LB – Hemos venido tan sólo por lo de la corona

IB – ¿Una corona? ¿Para la boda?

LB –No, para el funeral de su esposa.

JZ – En nombre del señor Diputado

LB – Y de su suplente.

JZ – Puede elegirla usted mismo… Y, luego manda la factura a la cuenta del Congreso.

IB – Muchísimas gracias señor Diputado, señora Suplente. Puedo asegurarles que me ha tocado profundamente su detalle en un momento tan delicado para mí.

LB – Hasta pronto, señor Buitre

JZ – (con un apretón de manos) Inmundo…

Salen             José Luis y Lita. Entra MD

MD – ¿Ya se han ido?

IB – Tenía usted razón… Finalmente se van a casar…

Samanta mira por la ventana.

MD – ¡Se les ve tan bien juntos! Era algo evidente.

IB – Creo que nosotros tampoco hacemos mala pareja.

MD – ¿Usted cree?

IB – Además, ahora soy viudo.

MD – A propósito… Mire lo que he encontrado entre las cenizas de la señora Buitre…(le enseña una tercera bala) Pensé que su mujer había muerto de gripe.

IB – Ya le dije que la gripe venía muy virulenta este año…

OSCURO

Este texto está protegido por las leyes relativas al derecho de propiedad intelectual. Toda copia es susceptible de una condena, hasta de 300 000 euros y 3 años de prisión.

París – Marzo de 2016

© La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-08-6

http://comediatheque.net

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Pronóstico Reservado

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

5 o 6 personajes (masculinos o femeninos)

Paco se encuentra en coma profundo tras un accidente de bicicleta. El hospital avisa a sus allegados, que hace tiempo le ignoran, para que decidan su suerte a fin de evitar mantenerlo artificialmente con vida. Pero, la decisión es difícil de tomar ya que el paciente parece no ser exactamente quien parecía ser y que guarda un secreto que podría acarrear grandes…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

PRONÓSTICO RESERVADO

Alberto : hermano o hermana de Paco

Luisa : hermano (o hermano) de Paco

Josefina : compañera de Paco

Doctor Gracia : (hombre o mujer)

Felicidad : enfermera (o enfermero)

Sánchez : comisario

Habitación de hospital. Sobre una cama con ruedas, el cuerpo de un paciente en posición ligeramente inclinada. Tiene un gotero y diversos aparatos eléctricos le rodean. La cara, cubierta por una sábana. Se trata, naturalmente, de un maniquí. El doctor Gracia (hombre o mujer) y la señorita Felicidad (o el señor) su enfermera/o llevan batas blancas.

Doctor – ¡Qué calor hace en este hospital! Dan ganas de abrir una clínica privada aunque no sea más que para tener aire acondicionado.

Enfermera – Y luego se extrañan de que proliferen los microbios. Parece que se mascan.

Doctor – Nos machacan con los déficits de la seguridad social y lo que deberían hacer para reducir la factura del gasóleo sería no encender la calefacción.

Enfermera – De esa forma se reducirían también las enfermedades nosocomiales, Doctor Gracia

Doctor – En efecto, señorita Felicidad. Incluso me pregunto si no estaré incubando un estafilococo dorado… o quizás una enfermedad tropical… De cualquier forma, a usted se la ve resplandeciente…

Enfermera – Gracias, doctor. Es por el caroteno… Creo que se me está poniendo cara de zanahoria…

Doctor – Ni mucho menos, querida… Está preciosa… Pero, veamos que tenemos por aquí…

La enfermera le alcanza el dosier médico

Enfermera – Paco Mariani, de 40 años. El paciente está en coma profundo tras un accidente de bicicleta.

El médico echa un vistazo al dosier

Doctor – Debería ser obligatorio el casco en los ciclistas…

Enfermera – En este caso, la víctima llevaba casco, aunque no le sirvió para nada. Chocó frontalmente con un autobús.

La enfermera levanta la sábana. La cabeza del paciente está cubierta por un gran casco.

Doctor – ¿Por qué tiene el casco puesto? Aquí no creo que exista peligro alguno… Salvo que se caiga de la cama.

Enfermera – Tiene la cabeza destrozada por eso no nos hemos atrevido a quitar el casco, no fuera a desparramarse todo por la cama.

Doctor – Conclusión : tiene pocas probabilidades de recobrar el conocimiento.

Enfermera – Parada cardio-respiratoria que derivó, con toda probabilidad, en falta de oxígeno al cerebro.

El médico vuelve a consultar el dosier.

Doctor – Sí… Encefalograma plano… Aparente muerte cerebral. ¿No sería mejor acabar de una vez con su sufrimiento?

Enfermera – Con la ventaja de que quedaría una cama libre.

Doctor – Eso es cierto… ¿Han llamado ya a la familia?

Enfermera – Sí. No creo que tarden el llegar

Doctor – Perfecto.

Enfermera – ¿Alguna prescripción para el paciente, Doctor?

Doctor – ¡Déjeme que lo piense…! Habrá que tener cuidado de que la visera del casco quede bien cerrada para evitar que entren moscas.

Enfermera – ¡Está usted en todo, Doctor Gracia ….! Es usted impagable…

Doctor – Ese es precisamente el adjetivo : “impagable” Por eso voy a optar por la medicina a dos velocidades. Los fondos públicos no pueden pagar mi talento en su justo valor… ¿Le apetecería trabajar conmigo en mi clínica? Necesitaré una excelente enfermera jefe…

Enfermera – Le seguiría al fin del mundo, Doctor… Le seguiría, incluso, a un dispensario en lo más profundo de África, ¿por qué no a una clínica con aire acondicionado en el centro de la ciudad?

Doctor – ¡Tengo la impresión de que haremos grandes cosas juntos…! Ahora lo único que me queda es encontrar unos cuantos inversores que paguen mi proyecto.

Enfermera – Tengo una idea

Doctor – ¿De verdad? Es usted maravillosa, señorita Felicidad.

La enfermera vuelve a colocar la sábana sobre el casco.

Doctor – ¿Pero, por qué le tapa la cabeza con la sábana? ¿Acaso no está clínicamente muerto?

Enfermera – Es para protegerle de la luz. A veces abre los ojos… Quizás se trate de un tic nervioso…

Doctor – La verdad es que las luces de neón son muy agresivas… En nuestra clínica haré instalar iluminación ambiental. Resulta mucho más agradable.

Enfermera – Sobre todo para aquellos que están a punto de diñarla.

Doctor – Puede estar segura de que mi clínica no recibirá más que pacientes solventes y en perfecto estado de salud. Quizás me pase a la cirugía estética…

Enfermera – La gente rica también tiene derecho a que se corrijan sus pequeños defectos… Yo misma sé que no soy del todo perfecta… ¿Qué piensa de mis pechos, Doctor?

Empiezan a salir.

Doctor – Son un primor, hija… ¡Un primor! Pero, si lo desea puedo hacerle un pequeño reconocimiento en cuanto acabemos las visitas… Veamos al siguiente enfermo…

Enfermera – Es un SDF…

Doctor – ¿SDF? Qué significan esas siglas… También es una manía esto de las siglas…

Enfermera – SDF quiere decir Sin Domicilio Fijo. Lo trajo anoche el SAMU de la SS en CE, es decir Coma Etílico. Éste tampoco va a despertar…

Doctor – Con el calor que hace aquí convendría que se lo llevasen… Pronto empezará a oler… Quizá quede un hueco en el congelador de la cocina. Al menos allí estará fresquito…

Enfermera – ¡Desde luego Doctor, tiene usted un excelente sentido del humor…! Al menos una no se aburre a su lado.

Doctor – En este trabajo conviene reírse de vez en cuando…

Salen de la habitación. Inmediatamente entra Alberto (eventualmente el personaje puede estar interpretado por una mujer). Tiene pinta de bobalicón. Está hablando por el móvil.

Alberto – No creo que esté muy bien… Tiene cables y tubos por todos lados… Más bien parece un microondas… La verdad es que no estoy seguro de que se trate de él… Es que una sábana le tapa la cara… Sí, tienes razón, no suele ser un buen presagio… No creo que tarde en venir el Doctor. Ya le preguntaré.

Entra Luisa, con aspecto un tanto pijo

Alberto – Perdona… Tengo que dejarte. Acaba de llegar mi hermana. De acuerdo. Te llamo en cuanto tenga noticias pero, no me esperes a comer… Yo también te quiero…

Guarda el móvil y besa a su hermana.

Luisa – Hola, Alberto

Alberto – Hola, Luisa

Se fija en el enfermo cubierto con la sábana.

Luisa – ¡Dios mío! No me digas que he llagado tarde… ¿Está muerto?

Alberto – Creo que si estuviera muerto habrían desconectado todos esos aparatos…

Luisa – ¿Estás seguro de que es él? Antes me he equivocado de habitación…

Alberto – Sí, es fácil equivocarse entre la 13 y la 13bis

Luisa – Espero que, al menos, le dé suerte…

Alberto – ¿El qué?

Luisa – ¡El número trece!

Mira el dosier médico que cuelga a los pies de la cama.

Alberto – Paco Mariani… Sí, es él…

Luisa – Al menos podríamos retirarle la sábana.

Alberto – Tienes razón… Parece un sudario… Pero, no sé si…

Luisa – Quizás será mejor esperar a que venga la policía…

Alberto – Querrás decir, el médico.

Luisa – Sí, el médico… Me crucé con él en el pasillo y me dijo que vendría lo antes posible…

Alberto – ¡Vaya historia! Hacía mucho tiempo que no sabía nada de él… Verle ahora así… En este estado… ¿Y, a ti qué tal te va…?

Luis – Más o menos bien…

Silencio embarazoso

Alberto – ¿Sigues viviendo en Bollullos de Abajo?

Luis – Nunca he vivido allí…

Alberto – ¿No me digas?

Luisa – Te equivocas con Bollullos de Arriba…

Nuevo silencio embarazoso

Luisa – ¿Y tú, sigues trabajando como publicista?

Alberto – ¿Cómo publicista? ¡Pero si siempre he estado en el mundo de las finanzas…!

Luisa – Ah… Sí… Lo había olvidado…

Alberto – ¿Hace mucho que no tenías noticias de Paco?

Luisa – Mucho… La última vez que le vi fue en el entierro de papá en donde, por cierto, no te presentaste…

Alberto – Surgió un problema de última hora… Aunque hay que reconocer que nosotros nunca hemos sido lo que se dice una familia bien avenida.

Luisa – Tienes razón… De todas formas qué mala suerte tuvo siempre el pobre Paco.

Alberto – Ni que lo digas… Ni siquiera con su nombre

Luisa – ¿A qué te refieres?

Alberto – ¿A ti no te extraña que le llamaran Paco?

Luisa – Es un nombre muy corriente

Alberto – Por eso mismo. Es un nombre corriente que no pega en una familia de nuestra clase, ni tampoco corresponde con su edad.

Luisa – Tienes razón… Según recuerdo no hemos tenido un abuelo, ni siquiera un tío que se llamara así.

Alberto – A lo mejor es adoptado.

Luisa – Eso explicaría muchas cosas.

Alberto – Siempre fue el patito feo de la familia.

Luisa – Desde luego no se parece a nosotros en absoluto.

Alberto – Más bien diría yo que tiene rasgos asiáticos ¿no te parece?

Luisa – ¿Asiáticos…? Es posible…

Alberto – Aunque tampoco muy marcados

Luisa – De haber sido adoptado quizás le dejaron el nombre original

Alberto – Por otro lado hay pocos orientales que se llamen Paco.

Luisa – Es verdad…

Pausa.

Alberto – La ventaja, si realmente no perteneciera a la familia, es que, en caso de que necesitara un riñón, los nuestros no serían compatibles…

Luisa – Claro

Alberto – ¡Mira, aquí está el doctor Desgracia (en un aparte)! Con ese apellido no creo que traiga buenas noticias…

Entran en la habitación el médico y la enfermera. Tienen cara de circunstancias.

Alberto – Buenos días, doctor Desgracia

Doctor – Doctor Gracia, por favor… Esta es la señorita Felicidad, mi enfermera.

Alberto – Señorita…

Luisa – Vinimos en cuanto nos llamaron del hospital.

Doctor – Ustedes son los hermanos del paciente, si no me equivoco.

Alberto – Sí, en efecto…

Doctor – Siento mucho lo ocurrido…

Luisa – ¿Tan grave es, doctor?

Doctor – No voy a ocultarles que su estado es en extremo preocupante y que no hay muchas esperanzas…

Luisa – Pero… ¿Ni siquiera un poquito?

Doctor – El señor Mariani sufrió un traumatismo muy violento en la cabeza. El cráneo está muy afectado. Se encuentra en coma profundo. Le mantenemos con vida artificialmente. Seguiremos haciéndole pruebas, pero pensamos que su estado es de muerte cerebral…

Alberto – Vamos… Como una especie de vegetal…

Doctor – Llevo 14 años de profesión y, como es lógico, debería darles una explicación científica para justificar mi sueldazo… Pero sí… Se puede resumir de esa manera…

Luisa – O sea que no existe la menor posibilidad de que salga del coma…

El doctor Gracia les muestra la radiografía que su enfermera acaba de sacar del dosier.

D – Esta es la radiografía del cráneo del Sr. Mariani. Como pueden ver las lesiones son muchas y múltiples las fracturas

Alberto y Luisa hacen como que miran y comprenden.

Alberto – A mí me parece que el cráneo está en buen estado… La curva es perfecta.

Doctor – Lo que se ve ahí no es el cráneo, es el casco.

Luisa – ¿El casco?

Enfermera – La caja craneana está tan destrozada que hemos preferido dejarle el casco para conservar el cerebro en su sitio.

Doctor – Vamos… lo que queda del cráneo y del cerebro…

Alberto – ¿Quiere decir que sin el casco…?

Doctor – Imagine un montón de spaguetti en un colador roto al que se le hubiera puesto encima una cacerola… Es decir, que hemos preferido dejar la cacerola sobre el colador para evitar que los spaguetti se desparramen por el fregadero.

Alberto – Sí… Ya comprendo… Un ejemplo muy bueno, doctor…

El doctor guarda la radiografía

Doctor – Aunque las circunstancias sean muy dolorosas, debo preguntarles si el señor Mariani había expresado alguna vez su opinión sobre lo que debería hacerse en una circunstancia semejante, es decir, si se debe mantener al paciente con vida artificial, como es el caso.

Luisa – La verdad es que nunca comentamos nada al respecto. Además, no nos veíamos mucho… (A Alberto) ¿A ti te dijo algo?

Alberto – No… La última vez que nos vimos fue el día de tu boda y, lógicamente no se tocan ese tipo de asuntos aunque… cuando empezó el baile de los “pajaritos” ¿quién puede afirmar que alguno de nosotros no hubiera pensado en suicidarse…?

Doctor – No quiero meterles prisa, pero deben decidir qué se hace con su hermano.

Enfermera – También habría que pensar en la posible donación de un órgano…

Alberto – ¿Un órgano? ¡No, de eso nada…! Además, doctor, tenemos razones más que suficientes para suponer que Paco era adoptado… Por lo tanto, no podemos donar un órgano porque no somos compatibles.

Enfermera – Creo que el doctor se refería más a bien a los órganos de Paco.

Alberto – ¿Los órganos de Paco…? ¡Por supuesto…! Por lo que a mí respecta estoy totalmente de acuerdo si con ello se pueden salvar vidas.

Doctor – De cualquier forma hay que contar con la opinión de la señora Mariani. Hace un rato que llamó. No tardará en llegar.

Luisa – ¿La señora Mariani?

Doctor – Sí… su esposa… Vamos, la cuñada de ustedes…

Alberto – Sí… Claro…

Doctor – Les dejo con su hermano. Pueden hablarle si así lo desean, pero no les aseguro que esté en condiciones de oírles.

Alberto – Gracias, doctor.

Doctor – Estoy a su entera disposición… En caso de emergencia pueden llamar al timbre e inmediatamente vendrá una enfermera… Incluso un cura, si fuera necesario…

Salen el médico y la enfermera. Alberto y Luisa miran al paciente.

Luisa – ¿Sabías que se hubiera casado?

Alberto – Ni idea….

Luisa – Al menos podría haber enviado un wassap… Aunque creo que yo, particularmente, no hubiera ido a su boda…

Alberto – No le imagino casado.

Luisa – ¡A saber cómo es su mujer…!

Alberto – Por lo que ha dicho el doctor, pronto llegará.

Entra en escena Josefina, la supuesta esposa de Paco. Poco femenina. Incluso su papel podría interpretarlo un hombre travestido en mujer.

Josefina – ¡Dios mío… Paco!

Alberto y Luisa intercambian una mirada.

Josefina – No quiero pensar que he llegado demasiado tarde…

Alberto – No se preocupe. Todavía está vivo… Bueno, eso es lo que parece…

Josefina – Soy Josefina, la compañera de Paco… ¿Y ustedes quiénes son?

Alberto – Yo soy su hermano.

Luisa – Y yo su hermana.

Josefina – Nunca me habló de ustedes…

Alberto – Tampoco nos dijo que se hubiera casado…

Josefina – Era muy discreto… Quiero decir… que sigue siendo muy discreto…

Alberto – Tal y como está no tiene más remedio que serlo…

Josefina – ¿Ha dicho el médico si todavía quedan esperanzas?

Luisa – La verdad es que no nos ha dicho nada en concreto… Puede estar segura de que nosotros estamos tan desolados como usted… Por cierto, ¿tienen hijos?

Josefina – Todavía no… Y, hubiera sido un buen recuerdo suyo…

Luisa – Claro…

Josefina – Espero que, al menos, intenten hacer algo por él.

Alberto – Creo que más bien nos han hecho venir para saber si estamos de acuerdo en evitarle más sufrimiento….

Josefina – ¿Acortar su sufrimiento…?

Luisa – Por desgracia Paco se encuentra en coma profundo tras el accidente.

Josefina – ¿Accidente? ¿Pero qué es lo que le ha ocurrido?

Alberto – Tiene razón… Nosotros tampoco lo sabemos con exactitud.

Luisa – Sí, la verdad es que olvidamos preguntarlo.

Alberto – Posiblemente se trate de un accidente de circulación.

Josefina – Paco no sabía conducir.

Alberto – Sea lo que sea el Doctor Desgracia… Digo, Gracia tan sólo espera que le autoricemos a desenchufar.

Josefina – ¿Desenchufar…? Ni que estuvieran hablando de un tostador de pan. No olviden que se trata de su hermano.

Luisa – La verdad es que hace muchos años que no le veíamos

Alberto – Me pregunto por qué nos han hecho venir.

Luisa – Por supuesto somos su única familia… Pero, tomar una decisión así…

Alberto – Yo no soy creyente y estoy de acuerdo con la eutanasia, aunque siempre que se habla de ella me acuerdo de los Nazis.

Luisa – Desde luego los Nazis no nos dejaron un buen recuerdo.

Alberto – Cosa que desvirtúa un tanto la imagen de la eutanasia que, mirándolo bien, es una práctica muy útil en casos como éste.

Luisa – De cualquier forma pienso que es usted la persona indicada para tomar tal decisión… Finalmente le conoce mejor que nosotros…

Josefina empieza a lloriquear de forma poco convincente.

Josefina – No, por favor… No me pidan que sea yo quien decida “desenchufarle” como dicen ustedes… Al menos, de momento.

Luisa – Respetamos su decisión… ¿No es así Alberto?

Alberto – Por supuesto… (Mira su reloj) Tendré que marcharme dentro de un rato… Además, nada se puede hacer, de momento…

Luisa – Yo también me tengo que ir… Un compromiso para cenar… Ya saben…

Alberto – En el estado en que está no creo que nuestra presencia pueda cambiar gran cosa.

Josefina – Yo me quedaré con él, si no les importa.

Luisa – Por supuesto… Usted es su mujer…

Alberto y Luisa se disponen a salir cuando entra la enfermera.

Enfermera – Usted debe ser la señora Mariani ¿no es así?

Josefina – Sí…yo soy… Por favor, dígame en qué estado se encuentra…

Enfermera – Estamos a la espera de los últimos análisis, pero no voy a ocultarle que no somos nada optimistas.

Josefina – ¿Está empeorando?

Enfermera – No se puede afirmar algo así… Digamos que está en estado estacional…

Josefina – En ese caso, todavía puede haber alguna esperanza.

Enfermera – Por desgracia, querida señora mía, estacionario no significa, en este caso, nada bueno.

Alberto – Una lechuga también se puede decir que está en estado estacionario…

Enfermera – En efecto, el señor Mariani está en estado vegetativo. Por lo tanto, quedan pocas esperanzas de que se recupere.

Josefina – ¿Está segura?

Enfermera – Por desgracia lo estoy. Creo que sería mejor que tomaran una decisión al respecto.

Luisa – ¿Usted cree que sufre?

Enfermera – Resulta difícil saberlo con exactitud… Aunque, estarán de acuerdo conmigo que vivir en ese estado no es vivir.

Luisa – La enfermera tiene razón, Josefina. Comprendo su dolor pero no se le puede dejar así.

Enfermera – La marcha de un ser querido es una prueba que nos manda el Señor. Pero hay momentos en que no se debe dar la espalda a la realidad, sino más bien afrontarla. Además, ¡hay que rellenar tantos papeles!. Y, luego está lo de la herencia, por supuesto. Mejor es que estas cosas no anden rodando inútilmente.

Alberto – ¿La herencia?

Luisa – Es cierto… La herencia… Lo habíamos olvidado.

Alberto – ¿Y quiénes son los herederos?

Enfermera (dirigiéndose a Josefina) – Usted es su esposa ¿no es así?

Josefina – Bueno… Sí…

Enfermera – Luego, si su marido fallece es usted la heredera… Además, como esposa del paciente le voy a proporcionar ya algunos papeles para que los firme y así ir adelantando…

Josefina – La verdad es que… No estamos casados…

Enfermera – ¿Y tampoco tienen hijos?

Josefina – Pues… no…

Enfermera – En ese caso los herederos son su hermano y su hermana… Aunque no creo que sea el principal problema en estos momentos…

Alberto (en ensoñación) – No, por supuesto…

Enfermera – Les dejo que hablen del asunto.

Sale la enfermera.

Josefina – Creo que necesito refrescarme un poco.

Josefina entra en el cuarto de baño.

Alberto – O sea que nosotros somos sus únicos herederos.

Luisa – Claro… Y, además, al no estar casado…

Alberto – Tiene gracia…

Luisa – Sí, tiene gracia…

Alberto – ¿Crees que tenía mucha pasta?

Luisa – Me extrañaría, pero… Nunca se sabe… Hace años que no le veíamos…

Alberto – No tengo ni idea a qué se dedicaba.

Luisa – No sé por qué, pero le imagino más bien en el paro ¿no te ocurre a ti lo mismo?

Alberto – Pues sí… Incluso ya sin prestación alguna.

Luisa – Al menos nada que tenga que ver con la Seguridad Social.

Alberto – Sería mejor preguntar a su mujer… Es decir, a Josefina… Seguramente ella debe saber algo…

Vuelve Josefina.

Alberto – ¿Se encuentra mejor?

Josefina – Sí… mucho mejor… ¿Saben dónde han guardado sus cosas?

Luisa – ¿Qué cosas?

Josefina – Cuando entré en la habitación me pareció ver una maleta.

Alberto – Si le hospitalizaron tras el accidente, no creo que tuviera tiempo de hacer la maleta…

Luisa – Como ocurre en los partos….

Alberto – ¿Por qué quiere saber si había una maleta? La verdad es que tampoco creo que la necesitara en estos momentos.

Josefina – No, por supuesto… Perdonen… son los nervios…

Alberto – En todo caso… como usted vivía con él podría contarnos algo de su vida… Nosotros, como ya sabe, hace mucho que no le veíamos…

Luisa – Eso… ¿cómo le iba?

Josefina – ¿El qué?

Luisa – Pues con los negocios… ¿Tenía algún oficio?

Josefina (un poco ida) – ¿Paco…? ¿Un oficio…?

Alberto – Yo tampoco sé nada de su vida.

Josefina parece preocupada por otra cosa.

Josefina – De cualquier forma voy a preguntar a la enfermera dónde ha dejado su maleta.

Sale.

Alberto – Parece que está un tanto ida…

Luisa – También es lógico.

Alberto – En todo caso no creo que tuviera una fortuna…

Luisa – Quizá no se trate de una fortuna… pero cuando murió mamá hace tres años, también recibió su parte de la herencia.

Alberto – ¡Por supuesto! Lo había olvidado…

Luisa – Ahora podríamos recuperarla… Quiero decir que lo normal es que la recuperemos nosotros. En todo caso es un dinero que nos correspondería.

Alberto – Sobre todo porque es posible que ni siquiera perteneciera a nuestra familia. Quizá nuestros padres irían a China a adoptarle. O, sin ir más lejos, puede que se lo compraran a algún chino de los de “Todo a un euro”

Luisa – Te aseguro que a mí, en este momento, me vendría de perlas un poco de dinero. Acabamos de comprar una casa en el campo, precisamente junto a la de Belén Esteban.

Alberto – ¿No me digas…? ¿En el campo y cerca de Belén…? ¡Estupendo!

Luisa – El problema es que hay muchas cosas que arreglar. Ahora, más que una casa, parece una chamizo en ruinas…

Alberto – Más o menos como nuestro hermano.

Luisa – Más o menos.

Se quedan pensativos por un rato.

Alberto – ¿Y si se lo hubiera ventilado todo?

Luisa – ¿Eso piensas?

Alberto – Ya conoces a Paco…

Vuelve Josefina.

Josefina – En efecto… No había ninguna maleta…

Luisa – Pero díganos… ¿Qué tal le iba? ¿Tenía problemas económicos?

Josefina – ¿Problemas económicos?

Alberto – No hace mucho que heredó. Supongo que lo habrá sabido conservar como buen padre de familia…

Josefina – ¿Padre de familia? Ya le he dicho que no teníamos hijos…

Luisa – Sí, es cierto.

Entra la enfermera.

Enfermera – ¿Han decidido ya qué van a hacer?

Alberto – La verdad es que…

Luisa – Todavía no hemos tomado una decisión…

Alberto – Porque no estamos todos de acuerdo…

Luisa – La señora considera que todavía no está preparada para…

Josefina sigue buscando algo.

Josefina – ¿Entonces es seguro que no hay ninguna maleta?

Mira incluso debajo de la cama.

Enfermera – Si el Sr. Mariani no estaba casado, son sus hermanos los que han de decidir lo que hay que hacer.

Alberto – Sin embargo nos gustaría tener más información.

Enfermera – Supongo que se refiere a su situación médica. Pues, como les dije hace un rato…

Alberto – Estamos pensando más bien en el aspecto financiero.

Enfermera – No se preocupen por eso. Aunque la eutanasia no entre en la Seguridad Social, consideramos que, en este caso, se trata de un gesto de caridad cristiana totalmente altruista. Pero, si desean hacer alguna donación, el doctor Gracia tiene el proyecto de crear una fundación en Alcalá de Henares para …

Luisa – Nos referimos más bien a la herencia…

Enfermera – Sí… Claro… Es lógico…

Alberto – ¿Sabe usted si el señor Mariani andaba bien de dinero?

Enfermera – Eso quien mejor lo sabrá es su compañera…

Josefina, que andaba distraída, reacciona al darse cuenta que hablan de ella.

Josefina – ¿Decían?

Enfermera – Lo que sí deben saber es que, si aceptan la herencia de su hermano también aceptan las deudas, entre otras los gastos de hospitalización…

Luis – ¿No me diga?

Alberto y Luisa miran al enfermo y a toda la parafernalia que le rodea.

Alberto – Todo esto debe costar una pasta.

Enfermera – Pues sí… Una fortuna. En principio hay que saber si el señor Mariani pertenece a la Seguridad Social o bien tiene una sociedad médica privada…

Luisa – ¿Y ustedes no lo saben?

Enfermera – Tendría que consultar al departamento de contabilidad… Pero, en caso de duda, siempre pueden renunciar a la herencia y hacer que ésta recaiga en beneficio de la fundación del doctor Gracia…

Alberto – Sí… Es una buena idea…

Enfermera – Por lo que se refiere a mantenerle o no con vida les aconsejo que estudien los pros y los contras… El que siguiera en coma durante años no haría más que incrementar el total de la factura…

Luisa – En ese caso, habría que pensar en acortar rápidamente el sufrimiento de nuestro hermano… ¿Qué opinas tú, Alberto?

Enfermera – Les dejo que lo piensen…

Sale la enfermera.

Luisa (a Josefina) – ¿Y usted qué opina?

Josefina – Todavía existe alguna esperanza de que despierte del coma…

Alberto – De todas formas, si renunciamos a la herencia qué más nos da mantenerle o no con vida…

Luisa – En ese caso no deberíamos precipitar su final… No sería cristiano…

Alberto – Tendré que hablar con mi abogado. No sé si al renunciar a la herencia los gastos de hospitalización siguen corriendo a cargo de la familia. Le llaman algo así como deber de asistencia.

Luisa – ¿Deber de asistencia? Pero, si apenas le conocemos…

Acercándose al paciente. Dirigiéndose a Josefina.

Alberto – Usted cree que oye lo que decimos?

Josefina – ¡Cualquiera sabe!

Luisa – ¿Y qué hacemos sobre la donación de órganos?

Alberto – ¿Donar órganos?

Luisa – Claro… Quizá podríamos venderlos…

Alberto – ¿Cuánto piensas que se podría sacar?

Luisa – Con eso podríamos pagar los gastos de hospitalización… ¡Qué tonterías estamos diciendo! ¡Deben ser los nervios!

Alberto – ¿Estás segura de que no nos oye?

Luisa (a Josefina) – ¿Sabe usted lo que pensaba sobre la donación de órganos?

Josefina – No tengo ni idea

Luisa – (a Josefina) – ¿Y qué tal si se casara con él antes de que le desconectaran?

Alberto – Y, por supuesto antes de que le saquen los órganos.

Luis – Sería un buen recuerdo… Señora de Mariani…

Alberto – A falta de hijos…

Luisa – No creo que resultara razonable acudir a la inseminación post mortem.

Alberto – Lo que no sé es si alguien se puede casar en estado de coma… Tendría que preguntárselo también a mi abogado…

Josefina – Ya les veo venir … Hace un rato, yo no formaba parte de la familia y ahora quieren que me case con él para que sea yo quien pague los gastos de hospitalización…

Luisa – Tampoco hay que tomarse todo a la tremenda

Llega el doctor.

Doctor – ¿Qué tal van las cosas por aquí? Quiero decir… teniendo en cuenta las circunstancias. ¿Les han ofrecido un café? ¿Algo de bollería?

Luisa – Doctor, justamente necesitaríamos conocer su opinión.

Doctor – Lo que necesiten. Estamos aquí para ayudarles.

Alberto – Se trata de la Sociedad Médica del señor Mariani

Doctor – Su hermano no tenía Sociedad Médica. Y, debo informarles además de que hace más o menos seis meses, dejó de pertenecer a la Seguridad Social. Pero no quisiera inquietarles con este asunto, por el momento.

Luisa – Le aseguro que ya estamos bastante inquietos.

Doctor – Lo comprendo… Ver a su hermano… y a su compañero en tal estado… resulta difícil de asumir…

Josefina – ¿Cree usted que existe alguna posibilidad de que vuelva a hablar?

Enfermera – ¿Volver a hablar? Dios mío… Siempre es posible un milagro, pero me temo que para eso tendrán que pedir hora más arriba, en el cielo. Los milagros son menos seguros que la eutanasia pero al contrario que con los cuidados intensivos, esos corren al cien por cien por cuenta de la iglesia….

Luisa – Gracias por sus reconfortantes palabras, doctor.

Doctor – Se me olvidaba decirles que acaba de llegar un policía.

Josefina – ¿Un policía?

Doctor – Le he dicho que el paciente no se encontraba en condiciones de contestar a sus preguntas, pero dice que le gustaría hablar con sus allegados… En todo caso, si cambian de opinión con respecto al café y la bollería no tiene más que llamar al servicio de habitaciones…

Sale el médico.

Alberto – ¿Un poli? ¿Por qué un policía?

Luisa – A lo mejor está investigando las circunstancias exactas del accidente. Es lo normal.

Alberto – Tienes razón. La verdad es que no sabemos lo que ocurrió.

Luisa – La enfermera habló de un abono a biciMAD…

Alberto (dirigiéndose a Josefina) – ¿Sabe usted qué ocurrió?

Josefina – Pues… la verdad… no exactamente.

Luisa – El policía nos informará, digo yo.

Alberto (fijándose en la incomodidad de Josefina) – ¿Y a usted no le apetece saberlo?

Josefina – Miren, no tengo tiempo de explicarles, pero preferiría que no le hablaran de mí a la bofia.

Alberto – ¿Y eso?

Josefina – La verdad es que… no soy la mujer de Paco… ni tampoco exactamente su compañera…

Luisa – ¿Y entonces quién coño es usted?

Josefina – Digamos que… teníamos negocios a medias…

Alberto – ¿Negocios? ¿Qué tipo de negocios?

Luisa – Parece ser de esos que la policía no debe investigar.

Llaman a la puerta.

Josefina – Se lo contaré más tarde. Ahora me esconderé en el baño hasta que se largue el poli.

Se esconde en el baño.

Entra el comisario Sánchez (hombre o mujer).

Sanchez – Soy el comisario Sánchez. (Secándose la frente) Aquí hace un calor de mil demonios… Imagino que ustedes son sus familiares…

Alberto – Su hermano y su hermana, sí.

Sanchez – Estoy investigando el caso en que está implicado el señor Mariani.

Luisa – ¿Un caso? Se trata de un accidente de bicicleta no del naufragio del Titanic.

Sanchez – Es algo mucho más complicado.

Alberto – ¿No me diga?

Sanchez – Pensé que ya estarían al corriente. Su hermano está en coma tras un asalto.

Luisa – ¿Un asalto?

Sanchez – El asalto a la sede de la mutualidad de banca próxima a su casa.

Alberto – Comprendo… Paco siempre tuvo espíritu mutualista

Luisa – Sobre todo cuando se trataba de quedarse con nuestro dinero.

Alberto – O sea que pasaba por allí en bici y se encontró con una bala perdida ¿es así?

Luisa – Cosa que no me extraña lo más mínimo

Alberto – Nuestro hermano siempre ha sido un gafe.

Sanchez – Nada de eso… Su hermano se vio implicado en un asalto porque él era el asaltante.

Luisa – ¿O sea que Paco ha asaltado la mutualidad de banca…?

Sanchez – Sí… Y tiene un cómplice…

Alberto – Parece increíble

Luisa – ¿Un asalto en bicicleta con un casco enorme en la cabeza?

Alberto – Encaja bien con su carácter…

Sanchez – ¿Ustedes sabían algo de sus actividades delictivas?

Luisa – Hacía muchos años que no nos veíamos.

Alberto – Y… en bicicleta… Debería ser una circunstancia atenuante ya se trata más bien de un asalto ecológico…

Luisa – ¿Entonces no ha sido un accidente?

Sanchez – Sí y no… Su hermano se tragó un autobús al huir de la policía en pleno centro de Madrid…

Alberto – ¡Una persecución policial en bicicleta! Y los polis cómo iban ¿en patinete?

Sanchez – No se lo tome a broma. Estoy hablando de un atraco a mano armada…

Luisa – Me doy cuenta señor Inspector, pero le recuerdo que nuestro hermano se halla entre la vida y la muerte…

Sanchez – Lo siento, pueden creerme… Sobre todo porque si no hubiera tenido un accidente podría haberme dado el nombre de su cómplice que, por cierto, es una mujer.

Alberto – ¿Una mujer?

Sánchez le enseña un folio.

Sanchez – Este es su retrato robot. ¿Les dice algo esta cara?

Alberto – Por desgracia no llevo conmigo las gafas de cerca (Hace como que intenta ver) ¡Ya sabe… cuando ataca la presbicia…

Sanchez – ¿Y usted?

Luisa – ¿Quién…? ¿Yo…? Le aseguro que soy una pésima fisonomista. Confundo a las personas… Por poner un ejemplo si acudo a un club de intercambio de parejas soy capaz de acostarme con mi marido por no haberle reconocido.

Sanchez – Ya veo…

Alberto – Usted sí que tiene suerte.

Sánchez se acerca a la cama.

Sanchez – Hace un rato estuve cambiando impresiones con el doctor. Según él es poco probable que salga del coma.

Alberto – Y, si sale será para entrar en la cárcel… No creo que eso le incite a resucitar…

Luisa – ¿A cuántos años de prisión se enfrentaría si resucitara?

Sanchez – Si nos diera el nombre de su cómplice y devolviera el botín, los jueces podrían tener cierta clemencia con él…

Alberto – ¿Cuánto?

Sanchez – El arma era falsa, pero la prescripción suele ser la misma… En teoría, unos 20 años…

Alberto – Me refiero al botín…

Sanchez – Tres millones

Alberto – Tres millones de euros, claro.

Luisa – No está nada mal.

Alberto – Nunca pensé que Paco fuera ambicioso… Eso hace que le empiece a estimar un poco más.

Luisa – ¿Y dice usted que no se han encontrado los tres millones?

Sanchez – Hay testigos que afirman que su hermano salió de la mutualidad de banca con la maleta en la mano y, sin embargo, después del accidente, la maleta desapareció.

Alberto – ¿Pero qué ocurrió exactamente?

Sanchez – Tras el atraco, ambos cómplices se fueron cada uno por su lado, como para despistar. A ella la perdimos y a su hermano le localizamos cerca de la estación de Atocha. Un tipo en bici con un casco enorme, es bastante visible.

Alberto – Aunque no lo suficientemente visible para el conductor del autobús…

Sanchez – En cualquier caso, tuvo tiempo suficiente para deshacerse de la maleta antes del accidente.

Luisa – ¿La maleta….?

Sanchez – ¿Ustedes saben algo de esa maleta?

Luisa – Nada… Nada en absoluto…

Sanchez – Sea como sea sepan que su hermano está arrestado. En principio debería quedarme aquí hasta que despierte pero…

Alberto – No creo que pueda escaparse en tal estado…

Sanchez – He de confesarles que a mí los hospitales me deprimen.

Alberto – Además, creo que hay un hervidero de virus resistentes a todo tipo de antibióticos.

Luisa – Ya conoce el dicho : en un hospital se sabe cuando se entra, pero no si se saldrá vivo.

Alberto – Incluso se puede pillar cualquier cosa aunque tan sólo se venga a visitar a una mujer que acaba de dar a luz… Por esa razón yo me negué a estar presente en el nacimiento de mis tres hijos.

Sanchez – ¿Eso es cierto?

Luisa – En cuanto a virus y microbios el hospital es un auténtico caldo de cultivo.

Alberto – Además estamos muy cerca del servicio de Enfermedades Tropicales. El doctor nos dijo que la semana pasada habían tenido un caso de malaria.

Luisa – Creo que dijo de Ébola…

Alberto – Sí, tienes razón… Ébola…

Sanchez – ¿Eso le dijo?

Luisa – Guarde el secreto pero, según mi modesto entender este hospital debería estar ya en cuarentena… A parecer las enfermeras caen como moscas….

Sánchez se muestra inquieto. Parece querer marcharse cuanto antes.

Sanchez – Pues, en ese caso, les voy a dejar… Vendré de vez en cuando para ver cómo evoluciona el paciente…

Alberto – Gracias por su amabilidad, señor inspector.

Alberto le tiende la mano. Duda, pero no puede evitar apretársela.

Sanchez – ¿Les importa que me lave las manos antes de salir?

Luisa – ¿Dónde?

Sanchez – Pues… ¿dónde va a ser…? En el cuarto de baño.

Los hermanos se miran asustados.

Alberto – Es que resulta que…

Sanchez – ¿Hay algún problema?

Luisa – No… Ningún problema…

Sánchez entra en el baño. Los hermanos intercambian una mirada inquieta.

Alberto – Tendremos que decir que nos amenazó con matarnos si hablábamos de ella…

Luisa – ¿Con una pistola de pega?

Alberto – Se supone que no sabíamos nada…

Sánchez vuelve.

Sanchez – La verdad es que aquí hace un calor insoportable. Espero no haber pillado una de esas porquerías… En todo caso, avísenme si su hermano despierta ¿de acuerdo?

Luisa – Por supuesto, inspector.

Sánchez sale.

Luisa – ¿Dónde se habrá metido?

Alberto – Quizá se ha escondido tras la cortina de la ducha.

Luisa – Eso se ve en muchas películas de terror.

Alberto – En todo caso creo que podemos desestimar cualquier tipo de herencia. Si ha atracado un banco es porque andaba en las últimas….

Luisa – ¿Y la maleta?

Alberto – Claro… ¡la maleta!

Luisa – Por eso Josefina se niega a que desconectemos a Paco antes de saber qué hizo con la pasta.

Alberto – Ahora comprendo por qué insistía tanto con lo del equipaje…

Vuelve Josefina.

Josefina – Menos mal que el cuarto de baño se comunica con la habitación de al lado.

Alberto – ¿Y el paciente que la ocupa no se ha extrañado al verla entrar?

Josefina – También está en coma….

Luisa – Claro… La 13bis…

Josefina – Lo he oído todo…

Luisa – ¿Entonces?

Josefina – Pues sí….Yo soy su cómplice

Alberto – ¿No me diga? Desde luego el retrato robot se le parece muchísimo…

Luisa – Por lo que va a ser difícil negar al inspector que no la hemos reconocido en caso de que se entere de que ha estado aquí.

Josefina – Entonces, gracias por su discreción…

Alberto – Sí… pero podríamos tener problemas, y muy gordos…

Luisa – ¿Y qué ganamos nosotros por no hablar?

Josefina – De acuerdo. Me ayudan a echar el guante a la pasta y repartimos. Un millón para cada uno.

Luisa – ¿Divide sólo por tres?

Josefina – Es lo lógico dado el estado de Paco.

Luisa – Precisamente por eso. Si no se despierta cómo va a decirle lo que hizo con la pasta.

Josefina – Y si despierta, ¿a quién podría confiárselo sino a su familia?

Alberto – ¿Y después?

Josefina – Si conseguimos que hable, luego le desconectamos. Mejor dejarle morir que no vivir como una lechuga. Además, resulta complicado dividir tres millones entre cuatro. Las cuentas no salen redondas.

Alberto – Sin contar que eso evitaría que la denunciaramos a la policía….

Josefina – Parece ser que ustedes no estaban muy unidos. Además, de esa forma evitarían pagar los gastos de hospitalización durante años…

Luisa – Me gustaría estar segura de que no nos escucha.

Alberto – ¿Crees que podría estar fingiendo?

Luisa – Eso encajaría muy bien con su carácter. ¿Recuerdas que cuando era niño dormía tan profundamente que parecía estar en coma?

Los tres se acercan a la cama.

Josefina – A lo mejor es que este tío marrano lo que quiere es guardarse la pasta para él solito…

Luisa – Paco ¿nos escuchas?

Alberto – No debe ser tan fácil con el casco puesto.

Luisa – Sí, pero el doctor ha dicho que si se le quita se corre el riesgo de que el cerebro se desparrame por la cama y el suelo…

Josefina – Podríamos levantar un poco la visera…

Procede a levantársela.

Alberto – Paco, soy yo, tu hermano Alberto…

Josefina – Oye tío, ¿quieres largar de una puñetera vez dónde has dejado la pasta?

Luisa – Mujer… No sea tan brusca….Puede matarle

Alberto – ¡Ha abierto la boca…!

Josefina – ¡Coño… Es cierto!

Luisa – Como si quisiera decirnos algo…

Alberto – Puede que se trate tan sólo de un tic nervioso…

Josefina – Miren… Parece que tiene algo en la boca

Luisa – Es verdad….

Josefina mete la mano a través de la visera.

Josefina – ¡Escupe de una vez, puñetero!

Luisa – Háblele con cariño, por favor…

Josefina – Mierda… ¡Me ha mordido el muy cerdo…!

Alberto – Por su bien espero que no le contagie nada.

Luisa – ¿Ha encontrado algo?

Josefina – ¡Coño… Una llave!

Luisa – ¿Una llave?

Josefina – Parece la llave de una consigna. Tuvo tiempo de largar la maleta en la consigna de la estación.

Luisa – Intentaría tragársela cuando se vio sorprendido por la poli.

Alberto – Seguramente fue así… Pero hay más de una estación en Madrid.

Josefina – El poli dijo que el accidente ocurrió cerca de la estación a Atocha.

Alberto – Esto parece una película policiaca…

Luisa – O una obra de teatro…

Josefina – Yo no puedo ir a la estación. La poli me busca. Tienen mi retrato robot

Alberto – De un gran parecido, por cierto.

Josefina (a Luisa) – Vaya usted misma.

Luisa – ¿Y por qué yo?

Josefina – Porque con su look de burguesa pija pasaría desapercibida.

Luisa – Vaya… Muchas gracias… ¿Y si me pillan?

A(a Luisa) – Se trata de tres millones de euros. Piensa en lo que podrías hacer con tanto dinero…

Luisa – ¿Y por qué no vamos los dos?

Josefina – Claro, y luego se largan con la pasta… ¡De eso nada! (Saca una pistola y les apunta) Él se queda aquí.

Luisa – Venga… No nos tome el pelo… El poli ha dicho que utilizaron armas falsas…

Josefina – De acuerdo… Pero, no traten de enrollarme…

Alberto – De todas formas, será mejor que uno de nosotros se quede. Podría levantar sospechas el que nos marcháramos los dos.

Luisa – No me acaba de gustar esto. Sería mejor avisar al Inspector Sánchez.

Josefina – ¡Sí, claro, para que me enchironen…!

Alberto – Además, tampoco estamos tan seguros de dar con la consigna… Claro que, si encontramos algo entonces será el momento de decidir lo que se hace.

Luisa – De cualquier forma sería quedarse con el producto de un robo.

Alberto – Piensa en todo lo que podrías hacer con un millón de euros.

Luisa – Sí… La verdad es que no estaría mal.

Alberto – Podrías terminar de arreglar tu choza frente a Belén Esteban… Incluso podrías comprarte un pisito en Benidorm, en la playa de Poniente. Creo que los hay con una piscina más grande que la de Bertín Osborne.

Luisa – No hablemos más… ¡Voy a la estación!

Sale. Los otros dos se miran con recelo. Suena el móvil de Alberto. Responde. Josefina se acerca al paciente.

Alberto – Si… No, todavía estoy en el hospital… La verdad es que… Digamos que es más complicado de lo previsto… No hay mal que por bien no venga… A lo mejor hasta ganamos algo en todo esto… ¿Paco? Sí… sigue en coma… Mira, te lo contaré más tarde… Ahora no puedo hablar… No, no me esperes a cenar… Sí… Yo también…

Josefina – Parece como si respirara mejor desde que le quitamos la llave de la garganta ¿No le parece?

Alberto – Quizá le hemos salvado la vida…

Josefina – No cantemos victoria todavía…

Alberto – ¿No cree que deberíamos llamar al doctor?

Josefina – Sí, claro… para que la bofia me meta en chirona…

Entra el doctor por un momento nada más

Doctor – ¿Todo va bien?

Josefina – Digamos que… más o menos como antes.

Doctor – No duden en llamarme si me necesitan.

Sale.

Alberto – Entonces ¿qué hacemos?

Josefina – De momento, esperar.

Cada uno se sienta en una silla. Ambos se adormecen por un rato. Aquí se puede hacer un cambio de luces. Suena el móvil de Alberto. Se despierta sobresaltado. Josefina sigue durmiendo.

Alberto – Sí… Luisa… ¿Has encontrado la consigna? ¡Una maleta! Sí, tienes razón, es mejor no abrirla en el metro porque está plagado de ladrones. Imagina que la maleta esté llena de millones… ¿Josefina? Está sobando aquí a mi lado. No creo que esté bien que me marche a la francesa, sin decirle nada… Al fin y al cabo tenemos algo en común… De acuerdo ya sé que robar a una ladrona no es realmente robar, pero…

Josefina se despierta. Ha escuchado el final de la conversación. Alberto se da cuenta y cambia de tono.

Alberto – Creo que será mejor que vengas al hospital para comprobar lo que hay en la maleta. ¿De acuerdo? Pues, hasta ahora…

Guarda el móvil. Josefina le mira desafiante.

Josefina – ¿No estarán pensando en pasar de mí?

Alberto – Por supuesto que no… Luisa tiene la maleta. Enseguida llegará…

Vuelve el doctor.

Doctor – Qué escena tan tierna… Paco tiene realmente suerte de que sus familiares más queridos se ocupen de él… Por desgracia no es lo habitual…

Alberto – Sí… Yo… De todas formas sólo se muere uno una vez.

El doctor controla los aparatos que rodean al paciente.

Doctor – La verdad es que no veo evolución alguna. El encefalograma sigue siendo plano.

Alberto – Tampoco creo que antes del accidente su encefalograma tuviera más picos… Se trata de una broma, naturalmente…

Doctor – Tiene razón. Conviene desdramatizar. Y, lo que yo digo siempre a mis pacientes en cuidados intensivos : todos estamos de paso en la tierra…

Alberto – Doctor, siempre encuentra usted la palabra adecuada para dulcificar la situación. Es algo que sin duda debe levantar la moral de sus enfermos….

Doctor – Es mi oficio… Casi un sacerdocio… Ya saben dónde me tienen si me necesitan…

Josefina – Gracias doctor…

Al salir el doctor se da de bruces con Luisa y la maleta. Momento de tensión.

Doctor – O sea que trae algunas cosillas para el paciente. Es muy amable por su parte pero… no creo que en su estado… Bueno… Les dejo en familia.

Sale el doctor. Luis coloca la maleta sobre la cama a los pies del paciente. La miran fascinados.

Alberto – ¿Has podido ver lo que hay dentro?

Luisa – He preferido abrirla aquí. Creo que es más prudente.

Josefina – Ha hecho usted bien.

Luisa – Además, se necesita un código para abrirla…

Josefina se acerca a la maleta y marca el código.

Alberto – ¿007…? ¡Qué imaginación!

Josefina abre la maleta. Se puede leer la decepción en sus caras. Luis hace el inventario del contenido.

Luisa – Unas cuantas chucherías… Un bañador…

Alberto – Y un método Assimil para aprender chino…

Josefina – Este marrano ha intentado pasar de mí. Seguramente quería marcharse a Bélgica con la pasta.

Luisa – ¿Desde la estación de Atocha?

Josefina – De cualquier forma, la pasta no está aquí…

Alberto (a Luisa) – ¿No serás tú la que pretende engañarnos…?

Luisa – ¿Yo? Pero si he sido la que ha dicho que no conocía el código…

Josefina – Vamos, tomemos las cosas con calma… Al fin y al cabo se trata de su hermano… Ahora somos casi como de la familia…

Luisa se acerca al paciente.

Luisa – ¡Ha abierto los ojos!

Alberto – Todavía quedan esperanzas.

Luisa – De encontrar la pasta, quieres decir…

Alberto – Sí, claro… Eso también…

Josefina – Posiblemente se trate de un tic.

Luisa – Paco ¿nos escuchas?

Alberto – ¡Ha parpadeado!

Luisa – A lo mejor ha querido decir que sí.

Alberto – Tienes razón. Es así como se hace hablar a la gente que está en coma. Lo he visto en una película. Una para decir “si”, otra para decir “no”. O… al revés?.. No sé….

Luisa – ¿Paco? Escúchame bien e intenta responder a esta pregunta con un si o con un no : ¿Te llamas Paco?

Alberto – Es una pregunta estúpida

Luisa – Se trata de saber únicamente si ha comprendido lo de las respuestas.

Alberto – ¿Ha parpadeado?

Josefina – La verdad es que con el caso puesto no resulta muy práctico. Podríamos intentar quitárselo…

Luisa – Usted lo que quiere es acabar con él… ¿A que sí?

Josefina – ¡De ninguna manera!

Alberto – Además, se podría armar una buena con los sesos desparramos por ahí.

Entra la enfermera. Josefina baja inmediatamente la visera del caso.

Enfermera – Únicamente venía a avisarles que el inspector Sánchez está en recepción y subirá en un momento…

Luisa – Está bien. Muchas gracias.

Se va la enfermera.

Alberto – Creo que será mejor que se marche.

Josefina – Sí. Saldré con la maleta para que no la encuentren.

Luisa – Yo creo que mejor será ponerla bajo la cama

Coge la maleta y la mete bajo la cama. Josefina está confusa.

Luisa – Vamos… ¡Marchese!

Josefina entra en el cuarto de baño. Llega Sánchez. Podría venir cubierto de granos o manchas rojas.

Alberto – ¿Cómo le va, señor Inspector?

Sanchez – No muy bien, la verdad… Tengo como golpes de calor…

Luisa – Siéntese por favor…

Sanchez – No… Si yo he venido a pasar consulta con el doctor… ¿Ha pasado por aquí?

Alberto – No debe andar lejos. Mejor pregunte a la enfermera. Parece que están liados

Luisa – ¿De dónde sacas tú que estén liados?

Alberto – No sé… Intuición masculina… Además, al llegar me equivoqué de puerta y me pareció que el doctor Desgracia besaba a la enfermera en la habitación 13bis.

Luisa – ¡Qué vergüenza….! Menos mal que el paciente que ocupa la habitación también está en coma…

Sanchez – ¿Cómo evoluciona su hermano?

Luisa – A decir verdad, no parece que evolucione bien.

Alberto – Creo que, si esto sigue así, nos veremos obligados a desengancharle.

Luisa – ¿Y cómo va la investigación de caso? ¿Ha descubierto algo nuevo?

Sanchez – Está claro que esta parejita no se puede comparar con Bonny and Clyde. No creo que les pille de nuevas si les digo que su hermano tiene el coeficiente mental de una ostra. Se confirma que su cómplice fue la que organizó todo. Ella es el verdadero cerebro de la banda.

Alberto – ¿Ella …? La verdad es que no me extraña en absoluto.

Luisa – Desde luego el cerebro de nuestro hermano no servía para nada, incluso antes del accidente.

Sanchez – Esa arpía le metió en el ajo pensando en quedarse con el botín. Por desgracia para ella… y para su hermano, las cosas salieron mal…

Alberto – Desde luego…

Luisa – Nunca tuvo suerte, el pobre.

Alberto – ¿Algo más?

Sanchez – Hay testigos que afirman haber visto a Paco guardar la maleta en una consigna de la estación de Atocha. Hemos buscado, pero sin éxito…

Luisa – ¿Estación de Atocha?

Sanchez – Eso parece…

Alberto – Ya….

Sanchez – Pues bien… voy a ir al encuentro del doctor Gracia… ¿o Desgracia? ¡Vaya nombrecito! (Se seca el sudor con un pañuelo) Acabo de tener otro golpe de calor todavía más fuerte… Les mantendré informados del curso de la investigación…

Alberto – Gracias inspector… Y, sobre todo, cuídese…

Sale Sánchez. Entra la enfermera.

Enfermera – No quisiera importunarles pero es preciso que tomen una decisión respecto a su hermano… Acabamos de recibir la solicitud de un hígado. Eso podría salvar una vida…

Luisa – Sí… Bien… Le prometo una respuesta positiva en poco tiempo. Déjenos decirle adiós por última vez en familia…

Enfermera – Por supuesto….

Sale la enfermera. Entra Josefina.

Luisa, sin el menor recato, sacude a Paco intentando despertarle.

Luisa – ¡Vamos Paco! ¡Despierta de una vez! ¿O es que quieres acabar con un pulmón de menos?

Los otros dos la miran un tanto inquietos.

Alberto – Creo que dijo la enfermera que se trataba de un hígado.

Josefina – Yo… les voy a dejar … Será mejor que me vaya antes que vuelva el poli.

Alberto – A lo mejor se hace el muerto para no ir a prisión…

Luisa – ¡Y para guardar el botín para él solo…!

Josefina – ¿Les importa si me llevo la maleta? Para ustedes no tiene ningún significado, pero para mí tiene un valor sentimental…

Alberto – ¿Un valor sentimental?

Josefina – Esta maleta fue… Sí… fue un regalo de Paco.

Luisa – Desde el principio se la ve interesada por la maleta.

Alberto – Mucho antes de encontrar la llave.

Luisa – O sea que usted sabía que la pasta estaba dentro.

Josefina – Pero, como habrán podido comprobar, no es así…

Luisa – Creo que deberíamos echarle otro vistazo….

Luis intenta coger la maleta. Josefina se resiste. Cada una tira de un lado y la maleta se parte en dos. Se acerca Alberto.

Alberto – Hay un doble fondo…

Luisa – Y el dinero está dentro…

Alberto – ¡Usted lo sabía y ha pretendido engañarnos!

Josefina – De acuerdo. Lo sabía… ¿Y ahora qué hacemos?

Luisa – Lo repartimos, como estaba previsto.

Josefina – ¿Y por qué tendría que repartirlo con ustedes?

Alberto – Para evitar que la denunciemos a la policía, por ejemplo. Y que salga de este hospital para ir directamente a chirona.

Josefina – De acuerdo….

Alberto saca algunos billetes de la maleta.

Alberto – ¡Tres millones de euros…!

Luisa – Es como haber ganado el bono-loto.

Josefina – Les recuerdo, no obstante, que se trata de un dinero sucio.

Alberto – ¿Sucio? Lo dice porque son billetes usados.

Luisa – Me vendrá de perlas para pagar en negro los trabajos de mi casa…

Entra la enfermera con una jeringuilla en la mano. Josefina devuelve el dinero a la maleta.

Enfermera – Ya está todo preparado…

Alberto – ¿Le va a inyectar?

Luisa – ¡Dios mío, Paco! Al fin y al cabo se trata de nuestro hermano.

Enfermera (con aspecto inquietante) – No se preocupen. Nadie se ha quejado nunca de mis pinchazos…

Oscuro.

Josefina – ¿Qué ocurre?

Enfermera – Un apagón… No comprendo por qué no ha saltado el equipo de emergencia… Voy a ver qué ocurre….

Alberto – Sí, creo que será lo mejor… porque, en esta oscuridad… podría equivocarse de paciente…

Sale la enfermera.

Luisa – En todo caso no tardaremos mucho en saber si necesitaba realmente todos estos aparatos para seguir vivo…

Alberto – Yo no me quedo aquí, a oscuras, con un muerto viviente. Me toca los cojones…

Luisa – A mí también.

Josefina – Pues, vámonos…

Salen.

Se escucha una melodía tipo Las cuatro estaciones de Vivaldi.

Vuelve la luz.

Alberto, Luis y Josefina entran en la habitación. La enfermera también.

Alberto – ¿Decía usted?

Enfermera – Que su a su hermano le manteníamos en vida gracias a un montón de aparatos… que, por supuesto, funcionan a base de electricidad…

Luisa – ¿Entonces?

Josefina – ¿Está muerto?

Enfermera – Antes no podíamos afirmar si realmente estaba vivo, pero ahora… Me temo que, en efecto, está completamente muerto. Lo voy a comprobar, sin embargo….

Se acerca al paciente y le ausculta.

Enfermera – Pues sí… Se acabó… No ha terminado la cosa como habíamos previsto pero, después de todo, tampoco está nada mal ¿no es así? Les dejo. El doctor vendrá dentro de un ratito.

Sale. Los tres se quedan perplejos.

Luisa – Es terrible…

Alberto – Al fin y al cabo, era nuestro hermano…

Josefina se acerca a la cama.

Josefina – Creo que deberíamos quitarle el casco.

Alberto – La verdad… No sé si es lo apropiado… Se va a poner todo perdido…

Luisa – ¡No podemos enterrarle con el casco puesto…!

Josefina – Al menos le abriré la visera… Así podremos darle el último adiós.

Abre la visera.

Alberto – ¿Recuerdas si tenía los ojos verdes?

Luisa – Sería el único con ojos verdes de la familia.

Alberto – Lo que también podría ser indicio de que no formábamos parte de la misma rama…

Josefina se acerca y también se le queda mirando

Josefina – ¡No!

Alberto – ¿Qué ocurre?

Josefina – ¡Este no es Paco!

Luisa – ¿Qué no es Paco…? Pues hace un rato sí que lo era…

Se acerca Alberto.

Alberto – Pues es verdad… ¡Éste no es Paco!

Luisa – Entonces ¿quién es?

Josefina – Este se parece mucho al muerto viviente que vi en la habitación de al lado.

Alberto – Claro… Yo también le vi al llegar… ¡Es el vecino!

Luisa – No creo que haya venido andando…

Josefina – Entonces ¿dónde está Paco?

Alberto mira bajo la cama.

Alberto – ¡No sólo ha desparecido Paco…!

Luisa – ¡La maleta! ¡Tampoco está la maleta!

Entra Sánchez.

Sanchez – El doctor ha dicho que será mejor que me quede para hacerme un chequeo… Tenían razón… Se sabe cuándo se entra en el hospital, pero no cuando se sale…

Sánchez se da de bruces con Josefina.

Sanchez – Es curioso, usted se parece mucho a alguien cuyo retrato robot está en mi bolsillo…

Josefina – ¡Me habéis denunciado a la poli y os habéis quedado con la pasta!

Luisa – Nada de eso….

Alberto – Le aseguro que no sé a qué se refiere.

Sanchez (mosquedado) – Hace un rato me dijeron que no la conocían…

Luisa – Pero si no la conocemos… ¿A que no Alberto? No sabemos ni cómo se llama.

Alberto – Nos sentimos un tanto contrariados, Inspector… Debe comprendernos…

Luisa – Le pediría un poco de respeto ante nuestro dolor.

Alberto – Nuestro hermano acaba de morir.

Sanchez – Al menos él no irá a la cárcel. Pero a ésta me la llevo. Ya decidiremos qué hacer con ustedes. Tienen que ir a declarar a la comisaría. De momento me limitaré a darles el pésame.

Luisa – Gracias, Inspector

Sanchez (a Josefina) – Como dicen en las series policiacas americanas, usted tiene derecho a guardar silencio. Todo cuanto diga podrá ir en su contra…

Sanchez le pone las esposas y sale con ella.

Alberto – No entiendo nada.

Luisa – ¿Qué ha podido ocurrir?

Alberto – ¿Tú crees que ha podido simular un coma durante tanto tiempo?

Luisa – Podría haber aprovechado el apagón para colocar el cadáver del vecino en su cama. Así pensaríamos que estaba muerto y le dejaríamos en paz…

Alberto – Eso explicaría que sus ojos hayan cambiado de color…

Luisa – Eso explicaría, sobre todo, la desaparición de la pasta…

Alberto – A parecer no era tan tonto como creíamos…

L – Eso es lo que más me sorprende

Alberto – ¿De qué color tenía los ojos?

Luisa parece no saberlo.

Luisa – Yo creo que era pelirrojo… Sería raro un pelirrojo con ojos verdes…

Alberto – ¿Paco era pelirrojo?

Luisa – ¿No?

Entra el doctor.

Doctor – Siento mucho lo ocurrido. En nombre del hospital les presento mis excusas por el apagón y… lógicamente, también nuestro pésame…

Luisa – Gracias…

Doctor – Dado que la situación de su hermano no ofrecía ninguna esperanza espero que no presente queja alguna al hospital por ese pequeño incidente que… después de todo, les evitó tomar una dolorosa decisión…

Alberto – Por supuesto que no… Ya tenemos bastantes problemas…

Doctor – Pensemos que es cosa del destino… Por no decir, de la mano de Dios…

Alberto – Tampoco hay que exagerar. No creo que sea la mano de Dios la que ha producido el corte de luz en el hospital…

Doctor – Tiene usted razón… Ha sido cosa de Hidroeléctrica… Creo que están de huelga…

Alberto – En contrapartida a nuestro silencio, Doctor Desgracia… Perdón, Doctor Gracia, estará de acuerdo conmigo en que deberían tener un gesto comercial con nosotros…

Doctor – ¿Un gesto comercial?

Alberto – Hablo de los gastos de hospitalización de nuestro querido difunto… No sería lógico que corriéramos con ellos en estas circunstancias…

Doctor – Por supuesto. Será regalo de la casa. No se hable más.

Luisa – También le pedimos, de ser posible, que no le hagan la autopsia a nuestro hermano. Creo que ya ha sufrido bastante el pobre.

Doctor – Por supuesto. Gracias por su comprensión y vuelvan cuando lo deseen. Siempre serán bien recibidos.

El doctor sale con aspecto de haberse quitado un peso de encima. Los hermanos miran de nuevo hacia la cama.

Luisa – Al menos para él está bien lo que bien acaba…

Alberto – ¡Pero si no es él!

Luisa – ¡Justamente! Eso significa que no está muerto.

Alberto – Y, encima, se ha llevado los tres millones de euros… Seguro que no volvemos a verle.

Alberto – Es una pena. Empezaba a caerme simpático…

Luisa – De cualquier forma nos ha podido meter en un buen lío.

Salen.

Entran el médico y la enfermera. Ella empuja un carrito médico cubierto con sábana blanca.

Enfermera – ¡Menos mal! ¡Ya se han marchado!

Doctor – Si no es demasiado pedir… me gustaría ver al bebé…

La enfermera retira la sábana y aparece la maleta llena de billetes.

Doctor – ¡Ahora sí que podremos abrir la clínica privada, Señorita Felicidad!

Enfermera – Creo que ya me puedes llamar Feli…

El doctor la besa.

Doctor – ¿Entonces sabías que no estaba en coma?

Enfermera – Tuve una charla con Paco al rellenar el impreso de admisión. Quedamos en que diagnosticaríamos un coma profundo para evitar que fuera a prisión. A cambio haríamos tres partes del botín.

Doctor – Lo del casco grande fue una idea genial. Al principio, incluso yo estuve a punto de creérmelo…

Ríen.

Enfermera – El que yo hubiera ido a la estación resultaba muy arriesgado. Mejor hacerse traer la pasta a domicilio.

Doctor – ¿Y ahora qué hacemos con él? Quiero decir con el verdadero Paco, el que está en la habitación de al lado…

Enfermera – Cuando pase todo esto y que la poli le haya olvidado, podemos emplearle como jardinero en nuestra clínica de estética.

Doctor – Después de haberle cambiado la cara, por supuesto…

Enfermera – Será nuestro primer cliente. Puedes practicar con él…

Doctor – Tienes razón. Después de todo le hemos prometido que sería accionista minoritario…

Ríen

Doctor – Y tu idea del falso corte de luz, fue estupenda. Desde luego podrías dedicarte a escribir novelas policiacas.

Enfermera – Y también teatro…

Doctor – Ya te dije que haríamos grandes cosas juntos, querida.

Se besan. Oscuro

Doctor – Ahora no creo que sea necesario lo del corte de luz ¿No crees que te estás pasando un poco?

Enfermera – Me parece que esta vez se trata de un auténtico apagón.

Doctor – En ese caso el pobre Paco que estaba bajo asistencia respiratoria…

Enfermera – Pues sí… Por poco que tarde en volver la luz… creo que finalmente no tendremos que repartir con él el botín…

Se besan de nuevo. Se escucha las Cuatro Estaciones de Vivaldi.

Salen.

Luz

Para un final feliz se puede ver a Paco entrar en la habitación desde el cuarto de baño con su gran casco y huir después por el pasillo (sería el mismo actor que interpretaba el papel de Alberto).

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Breves del Tiempo Perdido

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Hasta 30 personajes (hombres o mujeres)

Sobre el tiempo, la vida, la muerte, el amor… y el eterno regreso.


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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GUION COMPLETO DE LA OBRA

BREVES DEL TIEMPO PERDIDO


Despierto

1 – Maniobras de aproximación

2 – Promesas de amor

3 – Autopista

4 – Blanco

5 – Diferencia horaria

6 – Partida de pesca

Pausa

7 – Exceso de lentitud

8 – Fuera de temporada

9 – Frente a frente

10 – Memoria

11 – Futuro

12 – Recuerdos y proyectos

Telón

Despierto

Poco a poco se hace la luz. Una pareja duerme bajo la sábana. De pronto, se oye el martilleo del palo sobre la tablas, seguido de los tres golpes. Él se incorpora sobresaltado y se cae de la cama. Vestido con un pijama a rayas (como si fuera un preso de un campo de concentración) abre desmesuradamente los ojos y se frota las costillas haciendo muecas, antes de echar una mirada a su alrededor. No parece reconocer nada. Se paraliza al darse cuenta de que los espectadores le miran. Sacudiendo la cabeza como si estuviera en un mal sueño regresa a la cama y cae de bruces encima de Ella, que también en pijama rayado había comenzado a despertarse mientras se giraba. Juntos dan un grito de espanto al descubrirse el uno al otro.

Ella y Él – ¡Oh!

Ella cubre con sus manos su pecho en un gesto de pudor.

Ella – ¿Qué hace aquí?

Él – ¿Y usted?

Ella no puede responder, se incorpora en su lado de la cama y hace más o menos los mismos movimientos que él anteriormente.

Ella – ¿Pero dónde estamos?

Él – Ni idea…

Ella (volviéndose hacia él) – ¿A pesar de todo sabe usted cómo se llama?

Él (hace gestos de negación) – ¿Y usted?

Ella se encoge de hombros.

Ella (en todo maternal) – Si estamos en un campo de verano, dentro del pijama, encontrará seguramente un nombre, cosido por su madre en una pequeña etiqueta.

A Él le parece esto una idea extraña.

Ella – Mire, haga el favor…

Se acerca a Él para mirar detrás del cuello de pijama. Él se aparta hacia atrás, pero acaba por dejarse hacer.

Ella (triunfante) – ¡Ah sí, hay algo escrito! (Trata de descifrarlo, sin éxito) ¡No logro leerlo! Quíteselo para ver…

Él de nuevo se aparta, pero finalmente acepta quitarse la chaqueta del pijama. En lo sucesivo Él estará desnudo de cintura para arriba. Manifiesta una cierta molestia. A menos que simplemente tenga frío. Ella estudia la etiqueta y lee.

Ella – Adán…

Él – ¿Adán?

Él se frota las costillas.

Ella – ¿Está herido?

Él – No es nada. Debí romperme una costilla al caer de la cama. (Pausa) ¿Y usted?

Ella – Pues, muy bien…

Él – No, quiero decir, que a lo mejor, usted tiene también su nombre en una etiqueta cosida en alguna parte. Mire a ver…

Se acerca a ella a paso decidido. Ella lo para mediante un gesto firme.

Ella – ¡Lo veremos más tarde!

Él se resigna.

Él (escéptico) – Un campo de verano… ¿Usted cree? No hay nadie…

Ella – Quizá somos los primeros…

Él – O los últimos…

De nuevo se dan la vuelta, cada uno hacia un lado, y se encuentran cara a cara.

Él – ¿Nos vimos ya en alguna parte?

Ella (irónica) – En sus sueños, posiblemente… (Agresiva) Entonces, ¿verdaderamente no ve ningún medio de escapar de aquí?

Él – Eh… Oh… no estamos casados, ¿no? ¿Por qué voy a ser yo quien la saque de aquí?

Ella – Discúlpeme…

Él suspira, no sabe qué hacer.

Él (suspirando) – Bueno… ¿Qué hacemos?

Ella (dubitativa) – ¿Estamos obligados a hacer algo?

Él (decidido) – Me horroriza quedarme inactivo. ¡Me vuelvo a acostar!

Él se vuelve a acostar.

Ella – Bueno…

Él – ¿Y si se tratara de una pesadilla…? Vamos a despertar, y todo irá mejor…

Ella – O peor…

Hacen intención de volver a acostarse, se sienten un poco molestos de tener que compartir la misma cama.

Él – ¿Usted prefiere algún lado en concreto?

Ella – No…

Él – Estupendo… Pues voy a repetir el mismo, entonces.

Se estira en el mismo lado que al principio.

Ella (irónica) – ¿Las pequeñas costumbres ya?

Ella se acuesta en el otro lado, pero no tiene aspecto de tener ganas de dormir.

Él – ¿Puedo apagar…?

Ella – Habría leído un poco, pero ni siquiera tenemos el texto de la obra…

Él – Apago, entonces. (Busca cómo apagar) No veo interruptor…

La luz baja progresivamente. Él se vuelve hacia Ella.

Él – Muy bien, pues… Uno de estos días, entonces…

Ella – Eso es… Uno de estos días…

Oscuro.

Ella – ¿Programo el despertador?

Él – ¿Mañana no es domingo?

Ella – No hay despertador, de todos modos…

1 – Maniobras de aproximación

Un hombre y una mujer están sentados al lado uno de otro en un avión. Ella duerme contra la espalda de él, como si fueran una pareja. Ella despierta poco a poco… y se da cuenta que estaba durmiendo contra la espalda de un desconocido.

Ella (confusa) – Perdón, lo siento… Tendría que haberme avisado…

Él – No quise despertarla…

Ella – ¿He dormido mucho tiempo?

Él – Hemos empezado los trabajos de aproximación…

Ella – ¿Los qué…?

Él – Digo… Las maniobras de aproximación… Para el aterrizaje…

Ella – Claro…

Ella vuelve a ordenar un poco su cabello con un gesto de la mano.

Ella (amable) – ¿Está de vacaciones?

Ella (a la defensiva) – Pues… No… (Después de un ligero titubeo) Voy a reunirme con mi marido…

Él (decepcionado) – Ah… ¿Y… qué hace su esposo?

Ella – Es… médico… Trabaja para una ONG…

Él – Ah, si, por supuesto… En un país como este… Fuera del turismo y del humanitario… Algo de prostitución… Y el tráfico de droga, claro…

Ella parece un poco despistada.

Ella – ¿Y usted? ¿Está de vacaciones?

Ella – Pues, tampoco… Estoy en el… tráfico de armas.

Ella (sorprendida) – Quiere decir…

Él – Kalachnikov, tubo antitanque, minas anti-personales… Acabo de recoger media-docena de carros de asalto casi nuevos. Si está interesada…

Ella – No gracias… Mi marido ya tiene un todo terreno…

Él – Tiene razón, es mucho más cómodo. ¡Y más ecológico! Un tanque, es muy difícil de aparcar, sobre todo en la ciudad, y consume casi tanto como este avión…

Ligera sacudida que los personajes pueden marcar con un pequeño sobresalto.

Él – Ya está… Acabamos de aterrizar… (Se levantan los dos para salir del avión) Bueno, pues… Encantado de haberla conocido…

Ella – ¿Usted… es realmente traficante de armas…?

Él – No… Lo decía para que me odie… Para no echarla de menos… Una mujer tan guapa… casada con un héroe… No se puede competir, ¿verdad? ¿Y usted?

Ella – ¿Qué?

Él – ¿Está realmente casada con un médico humanitario?

Ella – Pues… Para decir la verdad, tampoco…

Él – Entonces, eres soltera, y de vacaciones, como yo…

Ella – Si… Voy al Club… No me digas que tu también.

Él – Vamos todos… Es un charter…

Ella – ¿De verdad…?

Empiezan a marcharse.

Él – ¿Dormías realmente…?

Ella – No… Afortunadamente… Suelo roncar…

Se sonríen.

Él – ¿Te puedo invitar a una copa esta noche en el bar?

Ella – Escogí la formula todo incluido, con las bebidas gratis. ¿Tu no?

Él – Sí… (Se sonríen de nuevo estúpidamente). Creo que ya es hora de bajarnos. El avión despegará pronto. Hace dos viajes al día… Pasa, por favor… (Se dirigen hacia la salida) ¿No estuviste aquí ya el año pasado?

Ella – Sí…

Él – Lo que me parecía…

Oscuro.

 2 – Promesas de Amor

Ella y él, sentados al lado uno de otro, con cariño.

Ella – Se está bien así, ¿verdad?

Él- Sí…

Ella – ¿Me quieres?

Él – Sí.

Ella – ¿Siempre me vas a querer?

Él (sorprendido) – ¿Siempre?

Ella – Pues, no sé… ¿50 años?

Él (espantado) – ¿50 años…?

Ella – ¿40…? (Él parece dudarlo) ¿20…? ¿10…?

Él sigue dubitativo.

Ella – ¿Un año?

Él – ¿Un año? (Convencido) ¡Claro que sí! ¿Y tú?

Ella (escéptica) – ¿Un año?

Él – Pues, no sé… ¿Un mes? (Ella parece dudarlo) ¿Quince días? ¿Una semana?

Ella sigue dubitativa.

Él – ¿Me vas a querer hasta mañana?

Ella – ¿Mañana por la mañana? ¿A qué hora?

Él – Bueno… Digamos… hasta las nueve.

Ella sonríe para significar su acuerdo. Se abrazan.

Ella – ¿Pongo el despertador?

Oscuro. 

3 – Autopista

Él se aproxima a ella.

Él – ¿Cuánto?

Ella – 30 euros…

Él – ¿Súper o regular?

Ella – ¿Regular? ¿Sigue existiendo? Pensaba que ya no había más que súper? (Él se queda callado) Bueno, pues me pone de la regular. Para cambiar un poco…

Él – Regular, es más caro.

Ella – ¿De verdad? Que raro…

Él – Pues por eso. Se ha vuelto muy raro, el regular. No se encuentra en todas partes…

Ella – Bueno, pues póngame súper, entonces.

Él – ¿Súper normal o súper extra?

Ella – ¿Cuál es la diferencia?

Él – Súper extra, cuesta más, pero consume menos.

Ella – ¿Y usted que me aconseja?

Él – ¿Usted consume mucho?

Ello – Yo que sé. Siempre pongo 30 euros…

Él – Ponga extra.

Ella – Bueno, pues… Lleno, entonces…

Él – ¿Le compruebo los niveles y la presión?

Ella – ¿Es gratuito…?

Él – Es a voluntad del cliente.

Ella – Pero más o menos…

Él – Un euro, como mínimo. Dos para los más generosos. Cinco para los benefactores de la humanidad. ¿Le hago una tarjeta de fidelidad?

Ella – ¿Y qué se consigue?

Él – Por cada mil litros de gasolina comprada, tienes derecho a un lavado gratis.

Ella – Si nunca pensé en lavarlo…

Él (aproximándose) – ¿Y esto qué es? Un excremento de paloma…

Ella – ¿Usted cree…?

Él – No puede dejarlo así. Muy corrosivo.

Ella – ¿Y qué hago yo?

Él – Puede coger una tarjeta de fidelidad.

Ella – Es que no vengo a menudo por aquí. Estoy de vacaciones…

Él – La tarjeta es válida en todas las estaciones.

Ella – La próxima vez, quizás…

Él – Ya está. Son 99 euros.

Ella – Tome. Puede guardar el cambio.

Él – Gracias.

Ella – Perdone, pero ¿sabe usted dónde estamos?

Él – ¿A dónde va?

Ella – Pues, no sé todavía.

Él – De todas formas, no puede dar la vuelta…

Ella – ¿Y la próxima salida?

Él – Muy lejos…

Ella – Bueno, voy a seguir entonces.

Él – Buen viaje.

Ella – Gracias. Igual para usted.

Ella se marcha.

Él (suspirando) – Las mujeres…

Oscuro.

4 – Blanco

Dos personajes (hombres o mujeres), mirando a un cartel.

Un – Blanco… Suena un poco extraño, ¿no…?

Dos – Da confianza. Blanco… Evoca una marca de detergente…

Un – Sí, pero bueno… Cuando uno se presenta a las elecciones… “Vote en Blanco”… Como eslogan para hacerse elegir…

Dos – Por el otro lado, como no tiene un programa bien definido…

Un – ¿Crees que puede ganar…?

Dos – El caso es que representa muy bien las aspiraciones de la mayoría silenciosa… Así puede movilizar a los abstencionistas. Además, tiene la cara del hombre de la calle… La gente se reconoce en él… Les tranquiliza…

Un – Sí, ¿pero qué va hacer si sale elegido?

Dos – Por lo que es eso, ha sido perfectamente claro: nada. Y esta vez, ha jurado que las promesas electorales estarán cumplidas.

Un – ¿Entonces, por qué se presenta, exactamente?

Dos – ¡Para que triunfen sus ideas!

Un – ¿Sus ideas…?

Dos – Hace años que milita para que el voto en blanco sea reconocido como un voto de verdad… Como no lo consiguió, ha decidido presentarse él mismo… Por cierto, es bastante atrevido de parte suya…

Un – ¿Y tú, qué opinas?

Dos – Bueno, tengo sentimientos encontrados…

Un – ¿Vas a votar en blanco?

Dos – Es lo que hago desde hace años, pero ahora… Sería una manera de apoyar sus ideas… Así que estoy todavía más indeciso…

Un – Comparto un poco tu opinión… Ahora, cuando uno tiene convicciones… Es muy difícil no ser recuperado…

Oscuro.

 5 – Diferencia horaria

Un hombre llega con prisa delante de una azafata.

Él – Buenos días, señorita, soy el Señor Pérez…

Ella (echando un vistazo a una lista) – Señor Pérez… sí.

Él – Lo siento, voy algo retrasado…

Ella (muy amable) – Usted es el último, sí. Sólo le esperábamos para despegar… ¿Lleva equipaje?

Él – Pues, no… (Enseñando la bolsa de plástico que lleva en la mano) Sólo esto… ¿Puedo llevarlo conmigo…?

Ella – Por supuesto… ¿Turista, verdad…?

Él (aprobando) – ¿Cuánto tiempo dura el vuelo?

Ella (echando un vistazo a un documento) – Espere un momento, que no le diga tonterías… 37 años exactamente… Usted llegará el 16 de abril 3022 a las once de la mañana, hora local…

Él – Sí… Me dije que en abril, no habría tanta gente…

Ella – Fuera de las vacaciones escolares, claro, resulta mas barato. Además, abril, es la buena temporada. Los días se alargan. En invierno, uno a penas tiene tiempo de lavarse los dientes, que ya es de noche: los días solo duran media hora.

Él – ¿Usted fue allí alguna vez ?

Ella – ¡Sí! Varias veces. Como azafata, tenemos descuentos… ¿No se ha olvidado una ropa caliente para la descongelación?

Él – No, por supuesto.

Ella – Menos mal que tengamos unos privilegios, sabe… Porque azafata… Es una vida loca… Una se va para cualquier vuelo de unos sesenta años, y cuando vuelve, tienes que encontrar otros amigos. Los tuyos han muerto ya, y están enterrados… O por lo menos totalmente seniles… ¿Usted tiene amigos?

Él – No.

Ella – Hace bien. Es mucho más fácil. (Suena el teléfono y ella contesta). ¿Dígame…? Perfecto, gracias. (Cuelga y se dirige de nuevo al pasajero) Ya es hora. Me están diciendo que su cohete va a despegar dentro de un rato. No le digo hasta la vista. Porque cuando usted vuelva, yo estaré muerta y enterrada. Solo vuelo al sistema solar, en estos momentos. Casi no hay diferencia anual. Mucho más tranquilo, usted me puede creer.

Él – Y todavía más cuando una tiene niños, ¿verdad? ¿Usted tiene niños?

Ella – ¡Oh, no! Con mi trabajo… Los dejas a la guardería, y cuando vuelves del trabajo, ya han acabado medicina. Bueno, pues ¡buen viaje!

Él – Gracias.

Él se va, olvidándose de su bolsa de plástico.

Ella – Ah, no olvide su equipaje de mano…

Él – Bueno, por lo poco que hay dentro…

Ella – Tiene razón… No vale la pena cargarse con todo un cerdo por un trozo de salchicha… Cuando llegas, la moda ha cambiado totalmente… Mas vale comprarlo todo allá…

Él – Se me olvidó preguntarle… ¿La vuelta, cuándo es?

Ella – ¿La vuelta? Mire, es una pregunta que no se me hacen a menudo… Puedo darle una respuesta, pero bueno… Eso depende de la evolución de la aeronáutica mientras tanto…

Él – No se moleste. Ya veré allá. Buen día, entonces…

Ella – Buen día a usted… Digo… Buena hibernación…

Él – Sí… 37 años… Hay para rato…

Ella – Ya verá, pasa como si fuera nada… Y despertará fresco como una lechuga…

Él – Disculpe la pregunta, pero ¿Aerolíneas Refrigeradas es realmente una compañía segura…? ¿Nunca sufrió una ruptura en la cadena del frío…?

Ella – ¡Que va! Todo esto está muy controlado. El último incidente que tuvimos fue un pasajero que se equivocó de vuelo. Iba a reunirse con su novia en Venus para su viaje de bodas, y por despiste, embarcó en un vuelo hacia X22, un planeta situado a unos cuarenta años luz… Por supuesto, cuando por fin pudo regresar para la boda, su novia…

Él – No era tan fresca como una lechuga…

Se ríen.

Ella – Bueno, corra, sino va a perder el vuelo. Y el próximo sale solo dentro de setenta años…

Él – Me voy…

Oscuro.

 6 – Partida de pesca

Un personaje esta pescando. Otro se aproxima y durante un rato la observa en silencio.

Dos – ¿Muerde?

Un – Acabo de llegar…

Dos – ¿Y con qué pescas?

Un – Migas de pan…

Dos – Ah, si…

Silencio.

Dos – Has probado el… Joder, cómo se llama… Se me olvidó… El, éste… Esos bichos que se encuentran en el queso cuando está podrido… ¿Sabes…?

Un – No…

Dos – O en los cadáveres… Bueno, no importa… Luego me acordaré…

Un – ¿Usted es pescador?

Dos – ¿Yo? ¡Qué va! Nunca tendría la paciencia suficiente… Quedarse así inmóvil durante horas, esperando a que muerda… Si por si acaso muerde…

Un – Mmmm…

Dos – ¿Nunca te aburres?

Un – Es una manera de estar un poco tranquilo…

Dos – No, yo prefiero la caza.

Un – ¿Usted es cazador?

Dos – Tampoco… Pero si tuviera que escoger… La caza me vendría mejor… Hay más movimiento, ¿verdad? Porque quedarse así sentado todo el día sin hacer nada… Francamente, no entiendo cómo lo puedes aguantar…

Un – Descanso… Escuchando el ruido de la agua que corre…

Dos (gritando) – ¡Los gusanos! ¡Es la palabra que intentaba recordar! ¿Has probado los gusanos, para pescar?

Un – No.

Dos – Tendrías que hacerlo.

Un – Alguna vez, quizás…

Dos – Un safari… Eso sí que me gustaría… En Kenia, por ejemplo… ¿Conoces Kenia ?

Un – No. ¿Y usted?

Dos (siguiendo con su pensamiento) – La caza mayor. Una docenas de elefantes arremetiendo contra ti… ¡Zas! ¡Entre los ojos! Pero después, sí que tienes que apartarte… Para que el resto del rebaño no te aplaste…

Un – Ahora, está prohibido, cazar elefantes…

Dos – Sí… He visto un reportaje en la tele acerca de esto… Incluso dicen que se ponen a proliferar de nuevo… ¡Y se vuelven agresivos también! Atacan al hombre, así, sin razón… Arremeten contra todo lo que mueve… Hubo muertos. Dicen que es porque se acuerdan haber sido cazados hace años. Los que sobrevivieron con una pata herida, una oreja de menos o una bala en la trompa. Y los elefantillos que han visto a sus padres masacrados. Incluso cincuenta años después, se acuerdan, y se ponen a cargar tan pronto como ven a un todo terreno pasando por allí… Y es que vive muchos años, un elefante. Y tiene mucha memoria… ¿No te están picando?

Un – Es el viento…

Dos – Y cuando coges uno, ¿qué haces con él? ¿Lo comes…?

Un – Lo devuelvo al agua…

Dos – Joder, entonces sí que de verdad no sirve para nada… (Un tiempo). Pero estarán bastante heridos ¿no…? Un anzuelo así que te atraviesa la mejilla… Debe ser muy doloroso…

El otro hace un esfuerzo para permanecer tranquilo.

Dos – Dicen que comer pescado, es bueno para la memoria… ¿Tu crees que tiene memoria un pescado…?

El otro le mira con perplejidad.

Oscuro.

Pausa

Un personaje de pié en el escenario, pareciendo desocupado. Otro llega.

Autor – Hola.

Personaje – Buenos días.

Autor – Soy el autor. Descanso un rato.

Personaje – Muy bien…

El autor saca un paquete de cigarrillos.

Autor – ¿Quieres?

Personaje – Gracias. No fumo. Además, esta prohibido…

Autor – Perdón…

Guarda el paquete en su bolsillo.

Autor – Así que estás sin empleo…

Personaje – Sí…

Autor – ¿No te aburres demasiado?

Personaje – Estoy acostumbrado…

Silencio.

Personaje – ¿Estará en la obra?

Autor – ¿Qué?

Personaje – Lo que estamos diciendo.

Autor – Ah… Pues no sé… Depende…

Personaje – ¿De qué?

Autor – De si lo que estamos diciendo es interesante o no, supongo. ¿Tienes algo interesante que decirme?

Personaje – El autor eres tú.

Autor – Claro.

Personaje – Bueno, es lo que dices.

Autor – Sí…

Silencio.

Personje – ¿Escribes de noche?

Autor – No, ¿por qué?

Personaje – Pareces cansado…

Autor – Me acuesto temprano, y me levanto tarde. Escribo sobre todo entre las once y las doce, antes de comer. A veces, cuando estoy inspirado, vuelvo a escribir un poco después de la siesta…

Personaje – Joder… No hemos llegado.

Silencio.

Autor – Bueno… Entonces… Vuelvo a trabajar…

Personaje – Mejor, sí…

Autor – Gracias por la compañía. Me levantó el ánimo hablar un rato contigo.

El autor le tiende la mano. El otro vacila un segundo antes de apretarla.

Autor – Tienes la mano muy fría.

Personaje – ¿Eres realmente autor?

Autor – ¿Por qué?

Personaje – No das pie con bola, ¿verdad?

Autor – No me estás ayudando mucho… Sí, ya me lo has dicho, yo soy el autor… Pero bueno, dicen que cuando se encuentra un buen personaje, solo necesitas dejarle hablar…

Personaje – Quien quiere matar a su perro, dice que tiene la rabia… Además, el teatro en el teatro, ya se hizo mucho, ¿no?

Autor – Bueno… (Empieza a salir un poco deprimido) Ésta, creo que no voy a conservarla…

Oscuro.

7 – Exceso de lentitud

Un hombre (o una mujer) se aproxima de otro (u otra).

Un – Documentación del coche.

Dos – Aquí está.

El primero examina la documentación.

Un – ¿Sabe usted a que velocidad conducía?

Dos – Es que no me di cuenta…

Un – Y no es la primera vez.

Dos – Será la última, se lo juro.

Un – ¡Fíjese! ¡12 kilómetros por hora! ¡Podría usted haber provocado un accidente muy grave! ¿Qué tiene que decir en su defensa?

Dos – No tenía prisa…

Un – ¿Me está tomando el pelo?

Dos – ¡Por Dios, no! La verdad es que… Es algo como una fobia… A penas he salido, tengo la angustia de llegar…

Un – Quiere decir de no llegar…

Dos – No, no, de llegar… Me resulta igual con el avión…

Un – ¿Tiene miedo del avión?

Dos – No, para nada… Lo que me aterroriza es el aterrizaje… Bueno, no el aterrizaje en sí mismo… Lo que me da miedo es que el viaje se termine, por así decirlo… Tanto me asusta que podría desviar el avión para prohibirle tomar tierra… Pero ya sé que no serviría para nada. Incluso haciendo círculos alrededor del aeropuerto, acabaríamos por gastar todo el queroseno, y estaríamos obligados a efectuar un aterrizaje de emergencia ¿verdad?

Un – Sí…

Dos – A menos de ser repostado en vuelo…

Un – Sí…

Dos – Usted no sufre este tipo de ansiedad, cuando está en la moto…

Un – No…

Dos – Lo que me gustaba, de niño, eran los caballitos de feria… Como dan vueltas, uno está seguro de no llegar a ninguna parte… Dar vueltas, es el movimiento universal ¿verdad? Los planetas dan vueltas sobre sí mismos, y alrededor del sol… Como peonzas en un tiovivo… ¿Y usted…?

Un – ¿Yo…?

Dos – En el tiovivo. ¿En qué montabas?

Un – En la moto…

Dos – Ya…

Un – La verdad es que quien me montaba en la moto era mi padre.

Dos – Sin embargo, la moto, es muy peligrosa.

Un – A mi, lo que me hubiera gustado es montar en la carroza…

Dos – ¿La carroza?

Un – Pero la carroza, ya, con la moto, nunca podía alcanzarla…

Dos – Pero me alcanzó a mi.

El policía parece volver a la realidad.

Un – Bueno…

Le devuelve la documentación.

Un – Por lo menos, no estará borracha, ¿verdad?

Dos – Se lo juro…

Un – Vamos, está bien… Puede circular…

Dos – ¿Circular?

Un – ¡Vamos, de prisa!

Dos – ¿No me quita el carné…?

El policía le echa una mirada enfadada.

Dos – Bueno, me voy…

Esta para marcharse.

Dos – No corra demasiado con la moto…

El policía sigue mirándola en silencio.

Dos – El periférico, ¿queda lejos de aquí…?

El policía no contesta.

Dos – ¿Y la próxima salida, qué es…?

Un – La policía…

Oscuro.

8 – Fuera de temporada

Un hombre (o una mujer) vestidos de verano (pantalón corto y camiseta o incluso bañador), llega delante otro (o otra) vestido (vestida) de invierno (plumón y botas para la nieve) vendiendo helados.

Un – Hola. ¿ Son buenos ?

Dos – Son helados artesanales. Hechos a mano. ¿ Cuantas bolas ?

Un – ¿ Que gustos tiene ?

Dos (recitando o leyendo una lista) – Pues… vainilla, chocolate, zanahoria, avellana, fresa, mostaza, grosella, menta con trozitos de chocolate, pasionaria, limón, paella de mariscos, violeta, rosa, papaya, anchoa, chocolate con almendras garapiñadas, coco, cereza, cerveza, frambuesa, landrecilla de ternera, manzana, caramelo, lejía, plátano, chorizo, mandarina, aspirina, ron, uba, ostra, escupitajo, bacalao, piña, bistec tártaro, naranja… Ah, no, naranja no me queda.

Un – Mira, voy a probar chocolate – paella de mariscos, para cambiar un poco.

Dos – Una doble.

Un – Vamos, una triple, entonces. Pongame dos de paella.

El otro le da su helado, y este lo prueba.

Un – Se nota bien el sabor de los mariscos, ¿ verdad ?

Dos – Los hacemos nosotros.

Un – Ah, una concha…

Dos – Son helados artesanales…

Un – Mmm… ¿ Y como anda el negocio ?

Dos – Depende de los gustos… En este momento, con el frio que tenemos, cocido se vende muy bien. Prueba de ello es que no me queda… ¿ Esta de vacaciones ?

Un – No, rodamos una película por allí. Soy actor…

Deux – Ah si… ¿ Y que película es ?

Un – Una telecomedia. Las Guapas de la Piscina. En invierno, cuesta menos. La piscina esta cerrada.

Dos – Igual para mi. He comprado esta partida de helados por una bicoca. Con aquella crisis, uno tiene que adaptarse. Sorprender. Estar allí donde no le estan esperando. Durante el verano, vendo castañas calentitas en la playa…

Un – Claro… Bueno, tengo que dejarle para volver a trabajar. Habran acabado de descongelar el agua de la piscina. Cada mañana es asi. El tiempo que perdemos con esto…

Oscuro.

9 – Frente a frente

El uno y el otro se miran a hurtadillas.

Un – ¿Nos conocemos…?

Dos – No sé.

Un – Perdón, me parecía…

Dos – No, no tiene que disculparse. A mi también. Su cara me suena…

Un – ¿Dónde nos podríamos haber visto…?

Dos – ¿Usted vive por allí?

Un – Nada lejos. ¿Y usted?

Dos – Daba un paseo con el perro…

Un – Quizás nos vimos aquí mismo…

Dos – Aquí o allá…

Silencio.

Un – Es muy raro. De verdad, tengo la impresión que nos conocemos ya…

Dos – Vemos tanta gente…

Un – Bueno. Sin embargo, tengo que irme…

Dos – Encantado de haberle conocido.

Un – ¡Hasta la vista…!

El primero está por irse.

Un – A propósito. Me llamo Pedro… En caso que nos volviéramos a ver unos días por allí…

Dos – ¿Pedro? Qué divertido. Yo también me llamo Pedro…

Un – No es un nombre muy original…

Dos – ¿Pedro qué?

Un – Pedro Martínez.

Dos – ¿Martínez? ¡Como yo, entonces!

Un – Así que somos anónimos… Quiero decir homónimos.

Dos – Pero no nos dice dónde podríamos habernos visto ya…

Un – Bueno, pues me voy, entonces…

Dos – Yo también.

Un – ¿Por dónde va?

Dos – ¿Y usted?

Un – Por aquí.

Dos – Pues vamos, le sigo. Pase primero.

Un – Gracias.

Se van.

Un – ¡Venga, tú! Vamos.

Dos – ¡No es posible! ¿Este perro es el suyo?

Un – Sí, ¿por qué?

Dos – ¡Es el mío también!

Un – Ya me parecía que su cara me decía algo…

Oscuro.

10 – Memoria

Ella y él se abrazan durante un tiempo.

Relajan su abrazo, y miran en frente.

Ella – ¿Te recuerda de algo?

Él – No… ¿Y tú?

Ella – Tampoco.

Él – Es la primera vez.

Ella – Nada inolvidable.

Él – La primera vez, no se puede comparar. No recuerda nada.

Ella – La primera vez, no se recuerda. Solo se guarda en la memoria.

Él – ¿Qué es la memoria?

Ella – No sé…

Él – ¿Qué es olvidar?

Ella – No recuerdo…

Él – ¿Otra vez?

Ella – De acuerdo.

Se vuelven a besar, y luego relajan su abrazo.

Él – ¿Y ahora, te recuerda algo?

Ella – La vaga memoria de un “déjà vu”.

Él – Yo también.

Ella – Ya está, lo recuerdo.

Él – Es un principio.

Ella – Sí.

Él – Es la segunda vez.

Ella – No es un principio, entonces.

Él – La primera vez, no se sabe que es un principio, ya que no recuerda nada.

Ella – ¿De qué sirve acordarse?

Él – Hace pasar el tiempo.

Ella – ¿Y al final? ¿Cómo se sabe que es la última vez?

Él – No se sabe.

Ella – Uno tendría que ser capaz de recordarlo después.

Él – Sólo se recuerda la penúltima.

Ella – Es la vida.

Él – Sí. Entre la segunda vez y la penúltima.

Ella – La vida, es cuando se vuelve a recordar.

Él – Es una historia sin pies ni cabeza.

Se van cada uno por su lado.

Ella – ¿Nos volvemos a llamar?

Él – ¿O borramos la memoria viva?

Oscuro.

11 – Futuro

Dos personajes (hombres o mujeres), el uno más viejo que el otro.

Viejo – ¿Entonces qué? ¿Qué quieres hacer cuando seas mayor?

Joven – No sé… ¿Tú qué querias hacer cuando eras joven?

Viejo – Bueno, no lo que estoy haciendo ahora, por cierto.

Joven – ¿Y qué haces ahora?

Viejo – Vaya, si supieras… A veces incluso me pregunto si vale la pena hacerlo… Pero bueno, alguien tiene que hacerlo, ¿verdad…?

Joven – ¿Por qué…?

Viejo – ¿Qué te crees? ¡Es que hay muchos detrás de mí esperando para el puesto! Ah, si pudiera empezar de nuevo… Tener tu edad, y saber lo que sé…

Joven – ¿Qué harías?

Viejo – ¿Quién sabe? Por lo menos, no habría acabado donde hoy estoy, por cierto… Cuando eres joven, quieres volverte alguien… Y tienes fe de poder hacerlo… Pero yo ya no tengo ilusiones… Ya verás cuando tengas mi edad…

Joven – ¿Qué es lo que voy a ver?

Viejo – Lo sabrás más antes que tarde… Esas cosas no se pueden explicar… Pero tienes suerte. Yo, cuando tenía tu edad, ni siquiera podía preguntar.

Joven – ¿Preguntar qué?

Viejo – Anda. Vete a aprender tus lecciones… Si no quieres acabar como yo…

Joven – ¿Tú no aprendías tus lecciones?

Viejo – Sí.

Joven – Entonces, ¿para qué sirve aprender las lecciones?

Viejo – Vamos, haz lo que te dije… Más tarde lo entenderás… Y me lo agradecerás…

El joven se va.

Viejo – Estos críos… Tienes que enseñarles todo…

Oscuro.

12 – Recuerdos y proyectos

Un viejo sentado en un banco, apoyado en un paraguas. Una vieja llega. Se sienta a su lado y le coge la mano con cariño. Él parece algo sorprendido.

Ella – Se está bien sentado así, ¿verdad…? Con esta tranquilidad…

Él – Sí…

Permanecen así sentados en silencio durante un tiempo.

Ella – ¿Recuerdas las primeras vacaciones que pasamos juntos…?

Él – No…

Ella – Ahora, para nosotros, todos los días son vacaciones…

Él – Sí…

Ella – ¿Pensaste en tomar tus pastillas?

Él (sorprendido) – No…

Ella (tendiéndole una cajita) – Toma, te las traje.

Él (cogiendo la cajita) – Gracias… (Traga una pastilla y luego mira la cajita). Son pastillas para el corazón…

Ella – Sí.

Él – Pero… Mis pastillas son más bien para la memoria…

Ella – ¡Son las pastillas de mi marido…!

Él – Entonces… será que no soy su marido…

Ella le mira escandalizada, y saca su mano.

Ella – ¡Hubiera podido decirlo antes!

Ella sigue sentada, enfadada. Él la mira.

En el otro lado del escenario, una chica, sentada en un banco, mirando a los viejos. Un chico llega y se siente al lado de ella, sin decir nada. Permanecen así sentados un momento en silencio.

Ella – ¿Nos imaginas cuando tengamos esa edad…?

Él – No…

Ella – Ella esta arregladita…

Él – ¿Ah, sí…?

Ella – Él tampoco lo ha notado…

Él – ¿Por qué tiene un paraguas? Si no hay ni una nube…

Ella – Será ella quién le pidió llevárselo. A esa edad, temes a las tormentas… Además, sabe que a él le sirve de bastón. Es más discreto… Es su coquetería…

Él – ¿Has visto? Ella tiene el pelo casi rojo…

Ella – Es bonito, ¿no?

Él – ¿Qué? ¿Tener el pelo rojo como los punks, a esa edad…?

Ella – Llevarán medio siglo casados, y siguen cogiéndose de la mano…

La vieja se marcha.

Él – ¡Vaya, mira! Se marcha. Y parece enfadada… A lo mejor, hace medio siglo que están riñendo…

Ella – Él le habrá dicho que le parecía demasiado rojo…

Silencio.

Ella – Me pregunto si al final no va llover… ¿Vamos?

Él – Bueno, sí…

El se levanta para irse.

Ella – ¿Y de qué me querías hablar?

Él – Bueno… No sé cómo decírtelo, pero bueno… No creo que vayamos a envejecer juntos…

Ella – Ya lo sé…

Él – ¿Y tú, querías decirme algo…?

Ella se levanta, y se nota que está embarazada.

Ella – Que tú también tendrías que haber cogido el paraguas…

Oscuro.

Telón

El primero se vuelve hacia el segundo.

Un – Entonces ya está. Se acabó.

Dos – Por lo menos, estamos más cerca del final que del principio…

Un – Bueno… Tenemos que ir entonces.

Dos – Sí. Parece que sí…

Un – No era tan malo… ¿Se puede volver?

Dos – Eso ya…

Un – ¿Y no se recuerda nada?

Dos – Para qué volver, entonces…

El primero esta para irse, pero notando que el segundo no le sigue, se vuelve hacia él.

Un – ¿Usted no viene?

Dos – Tengo que poner todo en orden para la próxima actuación…

Un – Ah, claro… Usted es el…

Dos – Sigue el espectáculo.

Un – Ánimo, entonces…

El primero se va. El segundo parece un poco desanimado.

Dos (para si mismo) – A veces, a mi también me gustaría traspasar esta puerta, y olvidarlo todo… Volver una mañana y empezar de nuevo… Como si fuera la primera vez… ¿Y si fuera la última de verdad? ¡Espera, voy contigo…!

Intenta irse pero no encuentra la salida.

Dos (resignado) – Para mi nunca empezó… Así que nunca terminará… (A los espectadores) Hasta la próxima…

Oscuro.

 Paris – Novembre 2011

© La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-34-5

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Muertos de la Risa

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Hasta 25 personajes (hombres o mujeres)

Comedia de sketches. Humor negro…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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GUION COMPLETO DE LA OBRA

MUERTOS DE LA RISA

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Los tres golpes

1 – Pésame (mucho) 

2 – Dead line

3 – Salida Nula

4 – Interrogatorio

5 – The end

6 – Juicio express

7 – Florilegio

8 – Champán

9 – Oración funesta

10 – Consulta

11 – Doble Incógnita

12 – Muerto de la Risa

13 – Fuera

14 – Túnel

Por fin


Los tres golpes

Dos personajes entreabren la cortina del teatro para mirar entre bastidores, más o menos discretamente, a los espectadores ya instalados en el patio de butacas en espera del comienzo del espectáculo.

Uno -¿Quién es esa vieja de la primera fila con audífono?

Dos – La de los derechos…

Uno – ¿La de los derechos?

Dos – Sí, la sobrineta del autor, a la que hemos tenido que pedir autorización para representarlo. Y te aseguro que los herederos son a veces más moscas cojoneras que el propio autor cuando vivía.

Uno (con un suspiro) – Para qué montamos autores muertos si hay que pagar a los herederos.

Dos – Bueno, éste, 10 años más y ya estará libre de derechos.

Uno – Esperemos al menos que le guste la función.

Dos – Ese trigo no está todavía vendido. Ten en cuenta que ella asistió al nacimiento de la obra en 1927 y por consiguiente tiene sus puntos de vista propios.

Uno – ¿Para qué ha venido entonces?

Dos – Para contar la entrada y verificar que no la vamos a engañar en su 10%. Y pensar que la hemos tenido que invitar para hacerle la pelota.

Uno – Por ahora tiene los ojos cerrados, ¿se concentra o duerme?

Dos – A lo mejor está muerta

Uno – No, está roncando.

Dos – A lo mejor convendría despertarla. Vamos a dar los tres golpes de aviso.

Uno – Voy a pedir que los den algo más fuertes que de costumbre.

Oscuro. Se oyen los tres golpes.

1 – Pésame (mucho)

Un hombre se recoge delante de una tumba. Otro llega.

Dos – Disculpe, busco la tumba de Velázquez…

Uno – ¿ Diego Velázquez ? ¿ Está enterrado aquí ?

Dos – Perdón… Quería decir, Consuelo, claro… Ando un poco despistado…

Uno – Consuelo…

Dos – Consuelo Velázquez… Ya sabe… (Cantando) : Bésame, bésame mucho…

Uno – Ah, sí… La cantante… Pues, no sé…

El otro empieza a irse, pero luego se detiene, echando un vistazo a la tumba que el primero está mirando.

Dos – ¿ La conocía…?

Uno – Era mi amante…

Dos – Ah… Lo siento.

Uno – No vale la pena, sabe… Era una puta…

Dos – Vamos, no diga eso…

Los dos quedan silenciosos un momento, recogiéndose delante de la tumba.

Dos – Por eso habrá venido después de la ceremonia y no antes… Para no encontrarse con el marido…

Uno – Sí…

Dos – ¿ No la habrá matado usted, verdad ?

Uno – No, no, qué va… La atropelló un tranvía… Justo cuando salía de mi casa… para recoger mi mechero que me había dejado en el coche… Y al cruzar de nuevo la calle para volver… Habían inaugurado la línea el día de antes. Pero se le olvidó…

Dos – Ese es el problema con los nuevos tranvías eléctricos. Son ecológicos, claro, pero como no hay motor, no se les oye llegar…

El primero saca un cigarillo y se lo pone en la boca.

Uno – ¿ Tiene fuego…? Como ya no tengo mechero…

Dos – Claro, como no…

Uno – ¿No estará prohibido, verdad ?

Dos (dándole fuego) – Los cementerios, son los únicos lugares donde todavía tienes derecho a fumar.

El primero enciende su cigarillo.

Uno – Así es como su marido se enteró de que era cornudo… Ella le decía que iba a ver a su abuela al asilo. La vieja no se acordaba nunca de nada. Era cómodo. Pero como el tranvía le pasó por encima enfrente de mi casa… El marido tuvo que sospechar algo…

Dos – Ya ve… Enterarse al mismo tiempo de que eres viudo y eras cornudo…

Uno – Desde entonces, voy andando…

Dos – ¿ Cómo dice…?

Uno – Enterró a su mujer con mis llaves ! Para vengarse, supongo…

Dos – ¿ Sus llaves ?

Uno – ¡ Las de mi coche ! Que le había dado a ella para que me fuera a buscar el mechero…

Dos – Claro…

Uno – Fui a la presentación del cuerpo, y las vi que le salían un poco del bolsillo… Pero como había tanta gente… No pude hacer nada… Y ahora…

Dos – ¿ Y no las tenía duplicadas…?

Uno – Sí… Pero el otro juego lo tiene mi mujer…

Dos – Pues le dice a su mujer que ha perdido las suyas, y ya está.

Uno – Nos separamos… (Enseñando la tumba) Esa puta le acababa de contar que la engañaba con ella… Así que… ¡como para pedirle las llaves… !

Dos – Claro…

Uno – Pronto se hará de noche… ¿ No tendría una pala por casualidad ?

Dos – ¿ Lo dice en serio ?

Un – Así que no tiene pala… ¿ Y lleva coche ?

Dos – ¿ Quiere que le deje en alguna parte ?

Uno – Muy amable. ¿ Hacia dónde va ?

Dos – Hacia el hospital. Vivo justo enfrente. Soy médico.

Uno – Qué raro, ahí vivía también ella. Y su marido era cirujano…

Dos – Sí… Soy su marido…

Uno – Claro. Ahora lo entiendo… he tenido mis dudas al ver el mechero…

El primero saca el mechero de su bolsillo.

Dos – Disculpe… Se lo devuelvo, por supuesto… No sabía de quién era… Y también me sorprendió encontrarlo en su mano cuando me la devolvieron. Como no fuma… Bueno, no fumaba…

El otro coge el mechero.

Uno – Gracias. (Echando un vistazo al mechero) Fíjese. Ni un rasguño…

Dos – Mi mujer, en cambio…

Uno – Lo quiero mas que a la niña de mis ojos… (Poniendo el mechero en el bolsillo) Ella me lo regaló…

Dos – En cuanto a sus llaves… Le juro que no sabía nada, lo siento… No se me ocurrió hurgarle en los bolsillos…

Uno – Le creo, no se preocupe… ¿Para qué me mentiría ahora…?

Se disponen a irse.

Uno – Pero yo creía que usted estaba buscando la tumba de Velázquez… Por eso no desconfié… ¿ Era una trampa…?

Dos – De ningún modo… Pero comprenderá que durante esa interminable ceremonia no tuve tiempo de recogerme en la tumba de Consuelo…

Uno – ¿ Su mujer no se llamaba Carmen ?

Dos – Sí… Sí, sí… Ahora me refiero a Consuelo Velázquez… Bésame mucho… ¿ No recuerda ?

Uno – Ah, sí…

Dos – Es mi cantante favorita… Como sabía que estaba enterrada aqui… Me dije que volvería más tarde para visitarla tranquilamente… No importa, lo haré otro día… (Después de un momento) Siempre me pregunté qué podían hacer con los muertos cuando los cementerios están llenos…

Uno – Se les olvida, supongo… Aparte de algunas celebridades…

Dos – Eso debe de ser la immortalidad. Una perpetua concesión…

Se alejan.

Uno – Es verdad que es un lugar un muy agradable…

Dos – Ella quería ser enterrada aquí…

Uno – Le habrá costado un huevo ¿ No ? Es muy cursi…

Dos – ¡Y que lo diga!… Ese era su lado esnob…

Salen.

Dos – Tiene razón, era una puta…

Uno – Vamos, no diga eso…

Oscuro.

 2 – Dead line

Un hombre sentado frente a una mujer instalada delante de un ordenador.

Ella (mirando la pantalla) – Pues… según los datos que me ha dado, tendría que ocurrir el… 27 de diciembre de 2041.

El – ¿ A qué hora ?

Ella (con una sonrisa) – Bueno, nuestro programa todavía no ha llegado a ese grado de precisión. Digamos por la noche.

El – Ah…

Ella – ¿Algún problema? Si no me equivoco, usted tendrá 76 años y 3 meses… No será muy mayor, claro, pero… teniendo en cuenta su higiene de vida, y su alojamiento insalubre… Se lo aseguro… No podía esperar nada mejor…

El – Sí, lo entiendo, por supuesto, pero es que… El 27 de diciembre… Cae justo en medio de las fiestas, entre Nochebuena y Año Nuevo… No me viene bien. Mi mujer y yo, llevamos una tienda de chocolate. Realizamos la mitad de nuestro volumen de ventas durante esta última semana del año…

Gesto de ella para significar que lo siente, pero que no puede hacer nada.

El – ¿ Y si yo dejara de fumar…?

Ella – Bueno, en ese caso… Vamos a ver… (Golpeteando en su teclada) No fumador… ¿ Así que definitivamente no piensa cambiar de casa…?

El – Vivimos con mi madre. Justo encima de la tienda. Y no pagamos nada.

Ella – Bien… Lo que nos daría… El 29 de febrero de 2044… Es un año bisiesto…

El – Mmmm…

Ella – Usted ganaría casi tres años.

El – No sé si vale la pena…

Ella – Usted verá…

El – ¿ Y si dejara también el coñac…?

Ella – Tampoco tiene uno que dejar de vivir sólo para morir un poco más tarde…

El – Claro… ¿ Y mi mujer…?

Ella – Bueno, eso, la verdad, no tiene mucha incidencia. Más bien sería bueno para el corazón… y para la próstata. El sexo… Sin exceso, claro…

El – No, quiero decir… Mi mujer… ¿ Para cuándo…?

Ella – Ah, sí… perdón… Pero, no… Lo siento… Estas previsiones son únicamente individuales, y tienen que permanecer estrictamente confidenciales…

El – Lo entiendo, pero… ¿ Antes o después de mí…?

Ella – Aunque lo supiera, no se lo podría decir… No insista, por favor…

El – Mmmm… (Pensativo) Ella no fuma…

Ella – Bueno, eso no significa nada… Además, hay que tener en cuenta el tabaquismo pasivo…

El – Mi esposa me obliga a salir al balcón para fumar…

Ella – Podría tener un accidente de coche… Digo, sin usted a bordo…

El – No tiene el carné…

Ella – A lo mejor, quién sabe, puede ser atropellada cruzando la calle… Sin hablar de los accidentes domésticos… No se imagina usted los horrores que pueden acontecer en una cocina… O en una casa en general. Todavía más si es muy antigua y muy mal cuidada como la suya. Un escape de gas… Una caída por las escaleras…

El (pensativo) – Un secador cayendo accidentalmente en la bañera…

Ella – ¿ Pero por qué le preocupa tanto que su esposa muera antes que usted ? (Cómplice) ¿ Quiere evitarle la pena de sobrevivirle…?

El – No, no es eso… Es… por lo del panteón…

Ella – ¿Sí…?

El – Desde que mi padre falleció, no queda más que un sitio libre en este panteón…

Ella – ¿ Y…?

El – Pues… Yo, la verdad, es que me llevaba muy mal con mi padre… Así que no querría… Usted me entiende… De modo que si mi mujer iba a marcharse primero, lo arreglaría todo… Le dejo el último sitio libre en el panteón, y yo, me puedo instalar adonde sea. Un poco más lejos de mi padre… Sin armar follón…

Ella – Claro…

El – ¿ Y si me pongo a hacer deporte…?

Ella – Si no se trata de un deporte demasiado violento… ¿ En cual pensaba ?

El – Yo que sé… ¿ Algo de pesca…?

Ella – Un barco siempre se puede hundir…

El – Puedo pescar en la playa…

Ella – Preveen un maremoto en la costa en 2040…

El suspira, y parece resignarse.

El – Bueno, pues… Tendré que conformarme con el 27 de diciembre del 41…

Se levanta para marcharse.

El – Se me olvidó preguntarle… ¿ De qué muero, exactamente…? ¿ Cáncer de pulmón ?

Ella – Ah, es verdad… Espere un momento…

Ella lo averigua en su ordenador.

Ella – Ya le había avisado de que su alojamiento es insalubre…

El no entiende.

Ella – El balcón… Se desploma… Creo que, decididamente, usted debería dejar de fumar…

Oscuro.

 3 – Salida Nula

Una mujer de luto llega por un lado, con cara de circunstancias, y una corona fúnebre en la mano. Saca un pañuelo de su bolso y enjuga una lágrima. Se oye el sonido de su móvil. Ella contesta con voz muy afectada.

Mujer 1 – ¿ Sí…? Ah, eres tú… Sí, sí, ahora mismo estoy en el tanatorio. La verdad es que no lo había visto desde hace años, pero en fin… A pesar de todo, es muy emocionante. Quería verlo por última vez… Para despedirle…

Otra mujer, de luto tambien, llega por el otro lado.

Mujer 1 – Tengo que dejarte, lo siento. Mi hermana acaba de llegar. Te llamaré más tarde ¿ de acuerdo ? Gracias por haber llamado…

Las dos mujeres se abrazan, sin cariño.

Mujer 2 – Menos mal que me has avisado… Yo ni siquiera recibí la esquela de defunción. (Señalando el otro lado) ¿ Está ahí…?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – ¿ Le has visto ?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – Hace lo menos diez años… Habrá cambiado, ¿ no ?

Mujer 1 – Claro… Está muerto.

Mujer 2 – Sí… La verdad es que no estoy muy segura de querer entrar ahí. Para verle así… Yo nunca ví a un muerto. Quizás debería quedarme con la imagen de la última vez que lo vi. Lleno de vida…

Mujer 1 – Vamos. Hazlo por él. Estoy segura de que le habría hecho mucha ilusión verte una última vez.

Mujer 2 – Bueno…

Se dirige sin entusiasmo hacia el lado de la cámara mortuoria y desaparece.

Su hermana se queda sola y enjuga otra lágrima.

Mujer 1 – Dios mío…

La otra vuelve, un tanto perturbada.

Mujer 1 – ¿ Ya…?

Mujer 2 – ¿ Me dijiste que estaba ahí, verdad, por esa puerta a la derecha?

Mujer 1 – Sí… ¿ Por qué ?

Mujer 2 – Si no es él…

Mujer 1 – No le has visto desde hace diez años. Por fuerza tiene que haber cambiado.

Mujer 2 – ¿ Hasta cambiar de sexo…? Es una mujer la que está en el ataúd.

Mujer 1 – ¿ Seguro…?

Mujer 2 – Una mujer que, encima, no se le parece en nada… ¿ No te diste cuenta ?

Mujer 1 – Mira… Estaba tan conmocionada esta mañana… Se me cayeron las lentillas de contacto en el lavabo. Debe de ser la puerta a la derecha. Hay dos capillas ardientes… Voy a ver.

Mujer 2 – Mejor voy yo, ¿ no ?

Desaparece otra vez, dejando su hermana todavía más perturbada. Pero la otra vuelve en seguida.

Mujer 1 – ¿ Y bien ?

Mujer 2 – Tampoco es él.

Mujer 1 – ¿ Estás segura ?

Mujer 2 – A menos que nos haya ocultado toda su vida que era negro… Enséñame la esquela… A lo mejor, te equivocaste de dirección. Tanatorios, hay muchos…

Mujer 1 – Dios mío… Me impresionó tanto saber que había muerto. Y ahora, ni siquiera vamos a poder asistir a su entierro…

Sale una esquela de su bolso y se la da a su hermana.

Mujer 2 (echando un vistazo a la esquela) – Pues, no… Aquí está… No lo entiendo… La dirección es correcta… (Leyendo) Comunican con profundo dolor el fallecimiento de… ¡ Pero no es su nombre !

Mujer 1 – No es posible ! Dame eso…

Coge la esquela de las manos de su hermana, y la mira frunciendo el ceño para compensar la ausencia de sus lentillas.

Mujer 1 – ¡ Joder ! Es el apellido de los vecinos… Ocurre al menos una vez por semana…

Mujer 2 – ¿ El qué ?

Mujer – ¡ Que el cartero se equivoque ! Bueno, Martínez, Ramírez… Se parece mucho, ¿ no ? Yo tampoco me di cuenta…

Mujer 2 (consternada) – Así que no ha muerto…

Mujer 1 – Lo siento, de verdad… (Tenso silencio) ¿ Y qué hago yo ahora con la corona?

Mujer 2 – No esperes que el florista te devuelva el dinero…

Mujer 1 – ¡Imagínate si se pusieran a reembolsar las coronas después de los entierros…!

Mujer 2 – Pues déjala aquí… Para honrar la memoria del difunto de tus vecinos…

Mujer 1 – Sí… Aunque no parece que se preocupen mucho por él. Ni siquiera han venido a despedirle…

Mujer 2 – No tendría que sorprenderte. Tú tienes la esquela de defunción…

Mujer 1 – Dios mío, es verdad. ¿Cómo voy a anunciarles eso ahora…?

Mujer 2 – Sí… Creo que ya vas a necesitar toda la delicadeza de la que seas capaz…

Mujer 1 – Por lo menos, él no ha muerto… Pero bueno… (Suspirando) Con lo que me costó decirle adios…

Mujer 2 – Pues así, esta hecho. Por si acaso…

Se van.

Mujer 2 – ¿ Irás a verlo ?

Mujer 1 – ¿ A quién ?

Mujer 2 – ¡ A él !

Mujer 1 – ¿ Para qué ?

Mujer 2 – No sé. Como tenías tanto interés en despedirte de él. Así podrías hacerlo mientras está vivo.

Oscuro.

 4 – Interrogatorio

El primero (o la primera) va y viene por detrás del segundo (o la segunda), sentado en una silla.

Uno – Acabarás por hablar, sabes. He doblegado a más resistentes que tú, te lo aseguro…

Dos (como si recitara una lección) – Soy inocente, se lo juro.

Uno – Claro, como siempre. Lo que dicen todos. Bueno, otra vez : nombre, apellido, fecha de nacimiento, profesión…

Dos (aburrido) – Pedro Sinsilla, 33, enfermero…

Uno – ¿Y dónde estabas, Sinsilla el miércoles por la noche, a eso de las doce?

Dos – En la cama. Durmiendo.

Uno – ¿ Solo ?

Dos – No, con mi novia.

Uno – Y, naturalmente, vas a decirme que ella también estaba durmiendo…

Dos – Pues sí. A las doce… Trabajamos los dos. Tenemos que madrugar mucho.

Uno – Por lo menos, podrías tener un poco más de imaginación.

Dos – No tengo nada más que decirle.

Uno – Ya… Pues de todas formas vas a decírmelo.

Dos – ¿ Decirle qué ? ¿ Que no tengo nada que decir ? Si acabo de decirle…

Uno – No te pases conmigo. No estás seguro de ganar.

Dos (levantándose) – Eso está claro…

Uno – ¡Siéntate, Sinsilla !

El otro está muerto de risa.

Uno – ¿ Quieres que te inculpe también por desacato a la policía ?

El otro vuelve a sentarse suspirando.

Uno – Muy bien… Entonces… ¿ Qué estaba diciendo…? Ah, sí… ¿ Que dónde estabas el martes por la noche ?

Dos – ¿ No habías dicho el miércoles ?

Uno – Bueno, martes, miércoles, qué más da… ¿ Dónde estabas ?

Dos – La verdad es que no recuerdo.

Uno – ¿ Cómo que no recuerdas ? Acabas de decirme que estabas en la cama, follando a tu novia.

Dos – No, eso era el miércoles…

Uno – ¡ Cabrón ! ¿Vas a hablar, o no ?

Da un golpe violento con la mano en la mesa que se desploma. En seguida hace una mueca de dolor y se coger la mano con la otra.

Uno – ¡Hostia puta!

Dos – Pero ¿qué coño…?

Un – ¿A ti qué te importa…? ¡Joder…!

Dos – ¿ Duele mucho…?

Uno – Me he destrozado la mano…

Dos – A ver… Soy enfermero, ¿ no te acuerdas ?

El otro se deja examinar.

Dos – Está bien. No hay fractura.

Uno – ¿ Por qué me duele tanto, entonces ?

Dos – ¡Qué bestia eres ! Has roto la mesa. Hasta has llegado a darme miedo. Casi he llegado a creer que me ibas a dar una chuleta de verdad…

Uno – Perdón… No me di cuenta…

Dos (suspirando) – ¡Qué coñazo estos entretenamientos! Además, estoy harto de hacer de acusado.

Uno – Pues la próxima vez harás de policía. Ya verás si de verdad es más divertido…

Dos – Vale… ¿ Descansamos un rato ?

Uno – De acuerdo.

Saca un paquete de cigarrillos, y le ofrece uno a su colega.

Dos – Gracias, dejé el tabaco la semana pasada.

El otro se dispone a encender su cigarrillo.

Dos- Oye… no quiero parecer demasiado estricto respecto al reglamento, pero sabes que ahora está prohibido,…

Uno – ¿ Cómo ?

Dos – Esto es un lugar público ¿o no?

Uno – Joder… ¿ Por qué escogí este curro de mierda…? Así que ahora, un policía ni siquiera tiene el derecho de ofrecer un cigarillo a un acusado durante un interrogatorio ?

Dos – Podría demandarte…

El otro vuelve a meter el cigarrillo en el paquete.

Uno – Bueno, pues seguimos, entonces…

Dos – ¿ Tú haces de acusado ?

Uno – Vale.

Se sienta en la silla, y el otro empieza a ir y venir por detrás de él durante un rato. El primero se impacienta.

Uno – Bueno… ¿ Y qué ? Me estoy durmiendo…

Dos – ¡ Espera un poco, joder ! Me estoy concentrando…

Sigue concentrándose un rato, antes de atacar.

Dos – ¡ Vamos, maricón ! ¿ Dónde estabas el miércoles por la noche a eso de las doce ? Acabarás por decirmelo, así que más vale que me lo digas en seguida… y ganaremos tiempo…

Un – Pues, el miércoles a las doce, estaba atracando el super de mi barrio.

Se ríe.

Dos – Joder… Eso no vale… No tienes que decírmelo tan pronto…

Uno (mirando su reloj) – Mira, ya son las ocho… Se acabó, ¿ no…?

Dos – Bueno… Además, tengo que volver temprano a casa… Mi novia me lleva al teatro esta noche.

Uno – No me digas…

Dos – A ver si no es tan aburido como la última vez. Me tuvo que despertar en el descanso…

Se disponen a irse.

Uno – ¿ Y el miércoles por la noche a eso de las doce, que hacías en realidad ?

Dos – Estaba en la cama, fíjate. Como te he dicho.

Uno – ¿ Con tu novia ?

Dos – No, con la tuya, tonto.

Se van.

Uno – ¿ De verdad…?

Oscuro.

5 – The end

Un hombre mirando fijamente hacia la sala.

Otro llega. Parece que busca por dónde ir.

Dos – Perdona. La tumba de Jim Morrison, ¿ sabes dónde se encuentra…?

Uno (saliendo de sus pensamientos) – Ni idea.

El otro mira a su alrededor.

Dos – La última vez que estuve aquí fue para el funeral, pero estaba tan colocado… No recuerdo nada… (Mirando también hacia la sala) ¿ Lo conocías ?

Uno – ¿ A Morrison ?

Dos – A ése… al que están enterrando ahora… Mucha gente… ¿ Era famoso ?

Uno – Un filósofo… que también escribía obras de teatro.

Dos (comentando con ironía una oración fúnebre que no se oye) – Era un sabio pensador, un profesor generoso, un amigo fiel… Bla bla bla… No me extrañaría que escribiera libros aburridos, manoseara a sus alumnos, y debiera dinero a todo quisque…

El otro le mira con curiosidad.

Dos – Los cabrones también mueren ¿no? Y encima, casi siempre más viejos que los demás. Pero al final también la palman. Pero ¿dónde los entierran? Mira todos esos epitafios. A mi querido esposo… A nuestro amado padre… A nuestro adorado jefe… Y a los tíos que engañaban a su mujer, que pegaban a sus hijos y esplotaban a sus empleados ¿dónde los entierran? No me explico de dónde viene esa extraña costumbre de santificar a los cabrones cuando han muerto.

Uno – Supongo que será por la gratitud de los que dejan atrás por habérselo quitado de encima.

Dos – En todo caso, aunque sólo fuera por eso, valdría la pena asistir a sus propios funerales. Para poder oír a los que no te tragaban estando vivo proclamar hasta qué punto eras un tipo formidable…

El otro le mira con interés.

Dos – ¡Joder… y ahora el minuto de silencio! No nos habrán ahorrado nada.

Silencio.

Dos – Una obra de teatro escrita por un filósofo debe de ser un coñazo ¿ no ?

El otro parece un poco ofuscado.

Dos – Perdón… ¿ Quizá era un amigo… o un pariente ?

Uno – Yo tampoco quería perderme mi entierro… (Presentándose, tendiendo la mano) Jean-Paul…

Dos (apretando la mano que el otro le tiende) – Jim…

Uno – No te habría reconocido. Por entonces tenías el pelo largo ¿ no…?

Dos – Sí… Y tú bizqueabas un poco.

Un – Sólo de un ojo. (Suspirando con filosofía) Pero ya no somos más que esencia, ¿ verdad…?

Jim saca un cigarillo.

Dos – Ya podemos fumar sin miedo al cáncer… Come on, baby, light my fire.

Jean-Paul enciende el cigarillo.

Uno – Lo siento, pero no conozco mucho su discografía…

Dos – Yo tampoco leí tus libros… El existencialismo, ¿ no era eso ?

Uno – Sí…

Dos (irónico) – Ser o no ser…

Jean-Paul parece preguntarse si Jim le esta tomando el pelo o no.

Uno – Esa es de otro dramaturgo, pero bueno… ¿ Estás seguro de que enterraron a Morrison en el cementerio de Montparnasse ?

Dos – ¿ No ?

Uno – Yo diría más bién en el de Père Lachaise….

Dos – Joder, no me acuerdo de nada. Estaría colocadísimo…

Oscuro.

6 – Juicio express

Dos sillas y una mesa. Un hombre en mono de color naranja (como los de los presos en Guantanamo) entra y se pone a esperar. Llega una mujer en toga de abogada, muy excitada, con el móvil pegado al oído. Saluda con un gesto a su cliente y empieza a instalarse, mientras termina su conversación.

Abogada (al teléfono, mientras se sienta a la mesa y saca unos documentos de su cartera) – Mire, veinte años, no está mal. Con otro juez… y otra abogada, habría podido ser mucho más. Bueno, un poco más… No, créame, viente años está muy bién. En diez años, la condicional. Diez años pasan como un suspiro, se lo aseguro. Me casé hace diez años, y me parece que fue ayer. Bueno, perdón, pero tengo que dejarle, estoy ahora mismo con otro cliente, y… Sí, es inocente de verdad, ya lo sé. Pero bueno. ¿ Qué le vamos a hacer ? No se puede ganar siempre. Le vuelvo a llamar más tarde, ¿de acuerdo ? Chao, chao… (Guarda su móvil) ¡ Qué coñazo de hombre…!

Con una sonrisa comercial, se vuelve hacia el hombre.

Abogada Siéntese Señor… (Echa un vistazo a sus documentos) Martínez.

Hombre – Sánchez…

Abogada – Empezamos bien… Siéntese, Señor Sánchez, por favor (Tachando en el documento) No se puede imaginar… los documentos judiciales están llenos de errores de mecanografía. Sin contar las faltas de ortografía… Es para pensar que todos esos jueces son analfabetos. (Suspira) Y luego nos sorprendemos de que haya tantos inocentes en la cárcel… (Sonriendo de nuevo) Pero no se preocupe, vamos a sacarle de aquí ¿verdad? Bueno, de qué se le acusa, exactamente…? (Hojea sus documentos) Vamos a ver… Uiiii… Fíjese… Como una auténtica novela, ¿ no ? Tiene más páginas que El Quijote. Ya me preguntaba yo por qué mi cartera pesaba tanto… Pero ellos no se dan cuenta, no. Si yo tuviera que leerme todo esto… Bueno, resumiendo : Usted partió a su esposa en dos con una hacha, ¿ No es cierto ?

Hombre – No…

Abogada – ¡Perfecto! Es exactamente la respuesta que esperaba. Se trata de un accidente doméstico, claro…

Hombre – No…

Abogada – ¡Usted es inocente! Aún más sencillo. Estoy segura de que vamos a trabajar bien juntos, Señor Ramírez. Negarlo todo y no perder el tiempo con los detalles. Es la estrategia de defensa que recomiendo a todos mis clientes. Bueno, no siempre funciona, pero créame, es mucho más rápido que leer todos esos aburridos documentos. Las circunstancias atenuantes, la infancia desgraciada, el instante de locura, todo el rollo… Muy complicado. Para un resultado más bien incierto. Muy bien, lo vamos a hacer así. ¿ Usted conoce el juego del ni sí ni no ?

Hombre – Sí…

Abogada (bromista) – ¡Ah, ya se la pegué! Pero mi juego es todavia más sencillo: usted tiene que contestar no a todas la preguntas. ¿ Listo ?

Hombre (prudente) – Mmmm…

Abogada – ¿ Partió usted a su mujer en dos ?

Hombre – No…

Abogada – ¿ Tiene usted una hacha ?

Hombre – No…

Avocate – ¿ Se vistió alguna vez de mujer ?

El móvil de la abogada suena.

Abogada – Un momento, por favor… (Contesta) ¿Sí…? ¡Ah, sí, mi amor! ¿Cómo estás ? Pues no, tengo que ir a la peluquería a las cinco, y me quedan media docena de clientes por atender. ¿Te podrías ocupar del champán? Creo que no voy a tener tiempo… Ah, antes de que se me olvide, he invitado también al juez con su mujer, y al procurador con su amante… Así que serán tres cubiertos más… No tres, la amante del procurador es la mujer del juez. Muy bien, gracias… Eres un amor. Mil besos. Yo también… Hasta luego…

Guarda su móvil.

Abogada – Bueno… ¿Dónde nos habíamos quedado, Señor Hernández…?

Hombre – Sánchez…

Abogada – Claro. Hernández es el apellido de mi criada. O Fernández, no recuerdo. Bueno, es igual, verdad… Así que usted no mató a su mujer, y se acabó. Créame, así nos evitamos muchas complicaciones… Y al contestar no a todas las preguntas, usted está seguro de no contradecirse. ¿Tiene usted otra cosa que contarme, Señor Gómez ?

Hombre – Bueno… Sí…

Abogada (bromista) – Ah, otra vez cayó en la trampa… La buena respuesta era no. Bueno, tengo que dejarle, Señor González. Me quedan muchos inocentes como usted que salvar hoy antes de poder ir a la peluquería… Nos vemos mañana en el tribunal ¿de acuerdo? Y de nuevo, no se preocupe. Estoy convencida de su inocencia (Con segunda intención) Además, recibo al juez a cenar esta noche… Intentaré hablarle en su favor cuando esté un poco borracho. (Para sí misma) Pero antes de que empiece a ponerse cachondo como la última vez… Vamos, hasta luego, Señor Márquez…

La abogada sale, tan excitada como había entrado. El hombre se queda ahí, perplejo. Luego se da la vuelta. Se puede leer en su espalda en el mono una inscripción como “Servicio de Reparaciones”.

Hombre – Bueno, Manolo, ¿qué coño estás haciendo con la escalera? No nos vamos a pasar todo el día aquí para cambiar una bombilla, ¿no?

Oscuro.

7 – Florilegio

Dos mujeres miran dos tumbas que imaginamos. La primera echa un vistazo hacia la segunda.

Un – ¡Enhorabuena! Eso sí que es una tumba bien florida… De verdad que es magnífica.

Dos – Gracias… Pero es mucho trabajo, sabes… Aunque cuando se ve el resultado, se olvida todo lo demás…

Un – Claro.

Dos – ¿Y las tuyas, se las compraste al florista de al lado?

Un – Qué va… yo misma las cultivo. Y escúchame bien… ¡sin abonos químicos, faltaría más!

Dos – Lo que yo te diga… Las flores biológicas, no hay nada mejor.

Un – Confieso que pensé en incinerar al mío, pero bueno, la incineración. No resulta muy ecológico, ¿ verdad ?

Dos – Por supuesto… Y el suyo, ¿murió hace tiempo…?

Un – Hará viente años el 24 diciembre…

Dos – ¡Dios mío! ¿ El 24 de diciembre ?

Un – Pues sí… La nochebuena… Ya te puedes imaginar lo animada que estaba para celebrarla…

Dos – ¿Un hueso de pavo que se le atragantó..?

Un – No… Le atropelló un coche… Un borracho que ni siquiera tenía el carné.

Dos – A ellos habría que matarlos…

Un – Por lo menos, murió en el acto. No sufrió. ¿Y el tuyo?

Dos – Cinco años exactamente. Es su cumpleaños…

Un – Deja un gran vacío, ¿verdad?

Dos – Sí… Tengo otro, pero bueno. No es igual…

Un – Claro.

Dos – ¿ Y tú, tienes otro ?

Un – No. Ni siquiera tuve ganas. Sabía que no podía ser sustituido… Tengo un gato. Pero un gato… no es igual.

Dos – A pesar de todo… hay que seguir viviendo. ¿Tienes hijos?

Un – Tres. Pero bueno… Tampoco es igual, ¿ verdad ? No hay sustitución posible.

Dos – Sobre todo cuando crecen. Y se marchan de casa.

Un – Ellos, de no haber muerto prematuramente, nunca nos habrían abandonado.

Dos – Claro… Pero no viven tanto tiempo como nosostras, lo sabemos. Tendríamos que estar preparadas…

Un – Si… Y a pesar de todo, cuando ocurre, es un trauma. ¿ Como encontraste el tuyo ?

Dos – Por internet.

Un – Ah, sí… En mi caso, hace veinte años… todo ese rollo aún no existía… Recogí el de la vecina. Ya no lo quería…

Dos – Es horrible… Hay mujeres así… Escogen uno, y luego se dan cuenta de que no es exactamente lo que habían imaginado… Así que prefieren abandonarle… Afortunadamente, estabas allí para recogerle… Estoy segura de que fue muy feliz contigo el tiempo que vivió…

Un – ¿ Tienes una foto ?

Dos – Mira, ahí hay una, en su sepultura.

Un – Ah, sí, no la había visto… Dios mío, qué mono era… Con esas orejas. Son tan grandes que casi le tapan los ojos…

Dos – Si lo hubieras visto con unos años menos. Con más pelo. ¿ Y el tuyo ?

Un (enseñándole una foto) – Mira…

Dos – Ah, sí… Con el pelo rizado… Muy cariñoso, ¿ verdad ?

Un – Un amor…

Suspiran.

Un – Bueno, ya me tengo que ir. Creo que nos estan esperando para cerrar las puertas.

Dos – ¿ Vienes muy a menudo ?

Un – En cuanto puedo. Pero se me hace lejos… ¿ Y tú ?

Dos – Yo, afortunadamente, vivo justo enfrente. La verdad es que de la ventana de mi cocina, puedo verlo…

Un – Qué suerte… Así que nos volveremos a ver…

Dos – Si Dios quiere.

Empiezan a irse.

Un – ¿ Y el tuyo, de que murió ?

Dos – Una larga enfermedad, como dicen cuando no saben. Al final, sufría tanto… Tuve que llevarlo a que le pusieran la inyección.

Un – Vamos, piensa que donde están ahora, ya no sufren más.

Dos – ¿ Crees que hay un paraíso para ellos también ?

Un – Vete a saber… Puesto que ya hay cementerios…

Oscuro.

8 – Champán

Una mujer toma una copa de champán. Alguien llama a la puerta.

Dos (desde fuera) – ¡ Policía !

La mujer abre la puerta.

Un – Entre, por favor. Le estaba esperando.

La segunda mujer entra.

Un – ¿ Ha venido sola ?

Dos – Es que estamos cortos de efectivos por ahora… Mi colega tenia algo que arreglar…

Un – ¿ Nada grave, espero ?

Dos – No… Un accidente en un circo. Un tigre que mordió a su domador.

Un – ¿ Ha muerto ?

Dos – ¿ Quién ? ¿ El tigre ? Lo decía de broma… Sin embargo, la fiera le había cogido la nalga, y no quería dejarla. Tuvimos que anestesiarle…

Un – ¿ A quién ? ¿ Al domador ? Lo decía de broma…

Se rien las dos.

Dos – Está abajo, en el coche celular… Me refiero al tigre. Espero que no se desperte demasiado pronto… (Después de un momento) Bueno… ¿ Dónde es ?

Un – Aqui al lado, en la habitación.

Dos – Entonces, si no le molesta, voy a echar un vistazo…

La policía desaparece un momento por el lado de la habitación.

Dos (desde fuera) – Ah, sí…

Vuelve en seguida.

Dos – Y… si me permite la indiscreción, ¿cómo hizo usted eso ? Porque viéndola así, tan… delgadita.

Un – Con un cuchillo de sierra.

Dos – Un cuchillo de sierra…

Un – Un cuchillo eléctrico. De pilas. Para cortar el pan… o el jamón.

Dos (impresionada) – Y pensaba… trasladar los trozos. ¿ Ponerlos en una bolsa de basura, quizás ?

Un – No les habría llamado a ustedes…

Dos – Claro.

Un – ¿Un poco de champán?

Dos – Es decir que… ¿ Bueno, por qué no ?

Ella le sirve una copa.

Un – Gracias. Bueno, pues… Salud…

Beben.

Un – ¿ No me pone las esposas ?

Dos – ¿ Cuántos esposos tenía usted ?

Un – Sólo uno.

Dos – Entonces, no hay ningún riesgo de que reincida en seguida, ¿ verdad ?

Las dos sonríen y beben de nuevo.

Dos – Está bien fresquito, eh… Perdón, pero una última pregunta. Sólo por saber… ¿ Por qué dos trozos solamente ? ¿ Se agotaron las pilas…?

Un – Mi marido no conseguía escoger entre su amante y yo. Por lo tanto, opté por una partición equitativa.

Dos – Los hombres, todos son iguales…

Un – ¿ Está usted casada ?

Dos – Viuda.

Un – Perdón… Lo siento…

Dos – No, por favor… No vale la pena, se lo aseguro…

Un – No me diga que usted también…

Dos – Qué va… No hubiera podido entrar en la policía… Ya no son tan estrictos como antes, pero si ya tienes algún antecedente, claro, lo tienen en cuenta… No, mi marido murió estúpidamente… Por culpa de la cerveza… Al salir de un bar…

Un – Tenía un problema con la bebida…

Dos – ¡ Ni tan siquiera ! Estúpidamente, he dicho… Le atropelló un camión de San Miguel.

Un – Qué pena… Como digo yo : uno tiene que aprovechar las cosas buenas de la vida cuando todavía puede… ¿ Un poco más de champán ?

Dos (tendiendo su copa) – ¿Entiende usted ahora por qué no le pongo las esposas…?

La primera llena otra vez la copa de la segunda.

Dos – ¿ Usted la conocía ?

Un – ¿ A quién ?

Dos – A la amante de su marido…

Un – Personalmente, no. Solo sé que es policía.

Dos – Una colega, entonces… Bueno, hay guarras en todas partes. Y créame, todavía más en la policía…

Un – ¿ Le puedo hacer una pregunta ?

Dos – Cómo no…

Un – ¿ Usted cree en el azar ?

Dos – Bueno, en este oficio…

Un – Entonces, créame, usted no esta aquí por casualidad.

Dos – ¿ Francisco ?

Un – Es mi marido, sí. Bueno, era…

Dos – ¡ Si me habia dicho que era viudo, se lo juro !

Un – Eso prueba que todo el mundo puede equivocarse…

Dos – Dios mío. Ni siquiera le había reconocido al verlo así. En dos trozos… Así que usted me tiene que odiar, por supuesto…

Un – Le mintió a usted, también, ¿ no es cierto…?

Dos – El muy cabrón… Si usted me permite… ¿ Y ahora qué ?

Un – Pues como le he dicho. Compartimos. ¿ Tiene usted una parte preferida ?

Dos – Es que… No va ser tan sencillo… Tengo que escribir un informe. Y me va a costar hacer pasar esto por un accidente doméstico…

Un – ¿ Un suicidio ?

Dos – ¿ Un tipo que se hace harakiri con un cuchillo de sierra con pilas…?

Un – Entonces no hay más remedio que hacer desaparecer el cuerpo.

Dos – ¿ Alguna idea ?

Un – ¿ El tigre…? Tendrá hambre ¿no…? Si quería comerse a su domador…

Dos – Es un tigre muy viejo… Sólo le quedan dos o tres dientes… Por eso escogió la parte más blanda…

Un – Voy a comprar más pilas…

Oscuro.

9 – Oración funesta

Un hombre (o una mujer) se recoge ante un ataúd abierto. Otro (u otra) llega. Un jarrón con flores sobre un velador.

Dos – Hola, buenos días… (Vacilante) ¿ Me reconoces…?

El otro no parece reconocerle.

Dos – Rafael…

Uno – Ah, sí, por supesto… Hace tanto tiempo…

Dos – Vine en cuanto me enteré.

Uno – Sí. Yo también…

Dos – No le había vuelto a ver desde el colegio. No sé si le hubiera reconocido. Ha cambiado, ¿ verdad ?

Uno – Sí. Está muerto…

Dos – Fue un profesor inolvidable, ¿ verdad ?

Uno – Han pasado más de treinta años, y todavía le recordamos.

Dos – Hay profesores así, que te marcan con su impronta de por vida.

Uno – Es cierto…

Dos – No estoy seguro que, sin él, todavía me acordara de memoria de mis declinaciones alemanas.

Uno – Era un excelente pedagogo…

Dos – Mmm… Algo severo quizás…

Uno – Adolfo…

Dos – El Fürher, como le llamabamos.

Uno – Lo decíamos en broma…

Dos – Los chicos son crueles, a veces… Era sólo para divertirse un poco…

Uno – Seguro que él no nos daba muchas ocasiones para reirse…

Dos – ¿ Te acuerdas de cuando casi te rompió un dedo con su regla porque te habia sorprendido metiéndotelo en la nariz ?

Uno – Y que lo digas… (Enseñandole su mano) Mira, todavía se puede ver la cicatriz… Y tú, cuando dejó colgado en el perchero durante toda la hora de clase porque habías confundido el dativo con el genitivo…

Dos – Mira, me ha quedado una marca roja alrededor del cuello…

Uno – Es lo que tu decías : hay profesores que te marcan con su impronta de por vida…

Dos – Verle así tendido aquí dentro, con su bigotito… Treinta años después…

Uno – Sí… Yo tampoco, me lo habría perdido por nada del mundo… Ahora vivo en París. ¿ Y tú ?

Dos – En Los Angeles.

Un – Así que tú tampoco tendrás muchas oportunidades de sacar provecho de tu perfecto conocimientos de las declinaciones alemanas…

Suspiros.

Uno – Bueno… Todo eso era hace mucho tiempo.

Dos – Sí. Era otra época…

Uno – Tampoco vamos a cabrearle, ya que no está aquí para defenderse.

Dos – Tienes razón… Que en paz descanse.

Permanecen un momento en silencio, mirando fijamente hacia el interior del ataúd, con recogimiento.

Uno – ¿ No tenía los ojos cerrados cuando hemos llegado…?

Do – No sé… Sí, es posible… Me parece que sí…

Uno – Tengo la sensación de que nos está mirando…

Dos – Con la misma mirada aviesa de antes…

Uno – Y si no estuviera realmente muerto…

El otro coge el jarrón, le quita las flores, y asesta un golpe en el cráneo del muerto. Luego repone las flores en el jarrón y el jarrón en el velador.

Dos – Bien. Ahora sí que está muerto.

Uno – Que descanse en paz (Después de un momento) No creo que tengamos problemas ¿no?

Deux – No podíamos arriesgarnos a que fuera incinerado vivo.

Un – Tienes razón. Es el último favor que podíamos hacerle…

Se disponen a irse.

Dos – No le gustaban mucho los judios, si no recuerdo mal

Un – Quieres decir que era totalmente antisemita…

Se van.

Uno – Y por otra parte… ¿has vuelto a ver otra gente del colegio ?

Oscuro.

10 – Consulta

Un hombre entra en una sala de consulta. El médico está sentado a la mesa ocupado en rellenar papeles.

Médico (sin alzar los ojos) – Siéntese, por favor.

Paciente – Gracias.
El paciente se sienta. El médico termina de rellenar un papel y dirige a su enésimo cliente una mirada cansada que pretende, a pesar de todo, ser atenta.
Médico – Dígame, ¿qué le trae por aquí?

Paciente – Pues… No sé cómo decírselo, pero creo que he atrapado la Muerte.

Médico – Ah bueno, ya se sabe. En fin, en este momento, es lo que hay. Se trata de un virus que anda por ahí. Pero créame, eso se pasa. Es lo de siempre. La nariz como un grifo… Un picor intenso en la garganta… Un como cansancio…

Paciente – No, no, doctor, todo va muy bien… No estoy enfermo… Lo que quiero decir es que… Realmente he atrapado a la muerte.

El médico parece un poco fuera de órbita.

Médico – Sí (Echando mano de los buenos reflejos de toda la vida que siempre le han sacado con bien de estas situaciones cotidianas) Bueno, le voy a recetar un pequeño tratamiento preventivo, caso que… (Saca una receta que empieza a rellenar como un autómata) Un cocktail de vitaminas para despertar ese sistema inmunitario un poco adormecido por el frío, un jarabe para aliviar la garganta, aspirina para el dolor de cabeza… (Dirige la receta hacia el paciente) Con esto, pasará el invierno sin más problemas…

Pero el paciente no recoge la receta.

Patciente – Ya sabía yo que no iba a ser tan fácil

Médico – Se trata de un tratamiento corriente cien por cien. Como los que prescribo 30 veces al día mínimum.

Paciente – Doctor, he atrapado a la Muerte, está encerrada en el Seat Ibiza que está aparcado en mi garaje en Albacete.
El médico sale poco a poco de su estupor, creyendo casi reconocer al típico paciente gracioso capaz de romper la rutina de una jornada tan anodina como las demás.
Médico – Sí… Cuénteme usted eso…
Paciente – Bien, ayer por la tarde decidí poner fin a mis días.

Médico – Mmmm.
Paciente – Las armas de fuego no son mi estilo en absoluto. El gas, creo que es peligroso para los vecinos. Hay que pensar también en los que quedan.
Médico – Cierto.

Paciente – Por consiguiente, me he dirigido al garaje. He taponado bien la puerta con toallas mojadas tal como he visto hacer a menudo en las teleseries. Y después, he arrancado mi Seat Ibiza, con mucho esfuerzo por otra parte. Echa humo como un tractor y hace casi el mismo ruido. Es el convertidor. Tendría que cambiarlo, pero bueno, para mi propósito era más bien una ventaja. Entonces me he sentado al volante. He encendido la radio y he dejado calentar el motor. Resumiendo, empezaba a adormecerme tranquilamente para el que debía ser mi último sueño, cuando la he visto en el retrovisor, sentada tras de mí…

Médico – ¿ A quién ?

Paciente – ¡ A la muerte !

Médico – Claro, por supuesto.

Paciente – Bueno, no debería haberme sorprendido hasta ese punto puesto que la muerte, yo estaba haciendo todo lo necesario para encontrarla. ¿ Pero sabe lo que me ha asombrado ?

Médico – No.

Paciente – Pues que ella se parecía muchísimo a la imagen que tenemos de ella.

Médico – Es decir…

Paciente – Bien… Gran capa negra, guadaña, ¡ toda la panoplia completa, vamos ! Se dice que todo eso, bueno, no es más que una imagen, un cliché. Nadie la ha visto nunca. La muerte tal vez existe, de acuerdo, pero nadie la ha visto nunca, es como Dios. Quizás nos la encontremos un día allá arriba pero nadie ha vuelto nunca con fotos para que sepamos exactamente a qué se parece. Por consiguiente sospechamos que aunque exista no sea exactamente un venerable anciano de cabellos largos y barba blanca, alguien que se pareciera vagamente a papá Noël…

Médico – No, desde luego.

Paciente – Pues bien, eso es lo que me ha jodido vivas las neuronas, ya está dicho. Verla así, exactamente como la había imaginado.

Médico – Sí, claro. Eso ha debido ser un choque.

Paciente – Sea como fuere, créame, ello me ha despertado. No sé que me ha pasado, que he parado el motor en seco, he bajado del coche como un loco dando un portazo. Y en ese momento he tenido, por suerte, el gran reflejo.

Médico – ¿ Ah, sí ?

Paciente – Todavía tenía la llave del Seat Ibiza en la mano. Me he apoyado acto seguido sobre él para cerrar con llave las puertas, es lo único que funciona en este coche pero al menos, eso todavía funciona. Era uno de los primeros modelos equipados con cierre automático de la época, incluso dudé en tomar esta opción ya que no soy demasiado manitas, pero ya sabe usted cómo son las cosas. Era el único modelo disponible de inmediato en el taller. Era esto o esperar la entrega del pedido durante meses…

Médico – Sí, ya sé lo que es eso, acabo de cambiar mi Mercedes y he tenido que cargar con un encendedor de puros cuando ya hace 5 años que he dejado de fumar. ¿ Y sabe usted cuanto cuesta la opción encendedor de puros en una máquina como ésa ? Casi el precio de un Seat Ibiza de ocasión. Bueno, ¿ y qué pasó ?

Paciente – Que me había salvado. Ella estaba encerrada en mi coche, ante mis ojos, digo. La veía clarísimamente aplastar su especie de burka completamente negro contra el cristal para intentar salir. Pero no, estaba bien atrapada en el cepo. ¿ Se da usted cuenta ? En mi Seat Ibiza.

Médico (volviendo a su recetario) – Así pues, ¿ no va a querer el jarabe ?

Paciente – ¿ Pero es que no comprende lo que le digo ? ¡ He atrapado a la muerte !

Médico – Sí, sí. Puedo recomendarle a un colega, ¿ qué le parece ? Espere, debo tener la dirección por ahí, en mi agenda.

Busca sin encontrar nada, por lo que descuelga el teléfono.

Médico – Sí, Dolores, ¿ Puede darme el número de teléfono del doctor Martinez ? El psiquiatra (Garrapatea algo en un papel) Gracias, Dolores (Cuelga y alarga el papel al paciente). Ya está, va a verlo de mi parte y le explica lo que le pasa, ¿ de acuerdo ? Estoy seguro de que le interesará muchísimo.

Paciente – Gracias ¿ Y qué hago con mi Seat Ibiza ?

Médico – ¿ Dígame ?

Paciente – Bueno, voy a necesitarlo ahora. Ahora que he decidido no suicidarme con monóxido de carbono, me explico. ¿ Qué hago ? Si abro la portezuela, va a aprovechar para largarse, la muerte. Y se va a poner a segar en seco.

Médico – ¿ Segar ?

Paciente – ¡ La muerte, con su guadaña!

Médico – Ah, claro, por supuesto.

Paciente – Es una responsabilidad, desde luego. Ahora que me acuerdo, ¿ usted lo ha visto ? Ayer en los informativos, ningún deceso de celebridad alguna al final de sus días, se anunció. Ningún temblor de tierra en cualquier país subdesarrollado, ni ún mal accidente de transporte escolar. Lo cual es evidente, ya que la muerte está encerrada en mi coche.

Médico (sin que se sepa si bromea o habla en serio) – Por otra parte, si ella se queda allí mucho tiempo, ya comprenderá usted las implicaciones : Será una verdadera catástrofe para los medios de comunicación, las ONG, las pompas fúnebres, el sistema de pensiones, los impuestos sobre la herencia patrimonial…
Paciente (contrariado) – Creo que no se lo está tomando en serio…

Médico – No se tome a mal lo que yo le diga, no estoy poniendo en cuestión la veracidad de los que me acaba de contar, sólo que ¿ está usted seguro de que no había nadie más en el asiento de atrás ? No sé, su mujer por ejemplo.

Paciente – Mi mujer no lleva burka y por otra parte, nos hemos divorciado el año pasado. Eso me ha hecho polvo, lo reconozco. Es una de las razones por las que quería suicidarme.

Médico – Eso es, ya lo ve, usted mismo lo está diciendo. Comenzaba a estar usted mareado. la falta de oxígeno puede provocar alucinaciones En el momento de la muerte, usted ha pensado en su mujer, seguro, en los buenos momentos que habéis pasado juntos y ella se le ha aparecido de esta guisa…

Paciente – ¿ Con un burka y una guadaña ?

El médico hace un gesto de perplejidad, el paciente parece esforzarse por reflexionar

Paciente – Pensándolo bien, el burka. Bien pudiera ser una especie de pañuelo negro que ella se ponía alrededor del cuello. Y la guadaña, ya no estoy seguro del todo. A lo mejor pudo ser una escoba. Las brujas también tienen escobas y se ponen un pañuelo negro.

Médico – Si.

Paciente – Entonces cómo se explica usted que esta mañana cuando volví al garaje después de una noche bien dormida, estuviera todavía allí, detrás de la luna trasera de mi Seat Ibiza ? Incluso ha intentado decirme algo.

Médico – ¿ Ah, si ?

Paciente – Como no le oía, me ha garabateado algo en lenguaje cabalístico en un papel, algo que paercía portugués y me lo ha colocado contra el parabrisas.

Médico – ¿ Portuges ?

Paciente – Eso también me ha sorprendido.

Médico – ¿ Qué es lo que le ha puesto en ese papel ?

Paciente – Bueno, yo no sé nada, no entiendo el portugués Tendría que preguntarle a mi asistenta, justamente es portuguesa. Pero es raro, esta mañana no ha venido como de costumbre. No. se lo juro, doctor, he atrapado a la muerte.

Meédico – Mmm… Voy al menos a prescribirle un laxantito mientras tanto. Le hará relajarse.

Paciente – ¿ Usted cree ?

El médico asiente y empieza a garrapatear algo en una receta.

Oscuro.

11 – Doble Incógnita

Un hombre de pie, frente al público, mira una tumba imaginaria. Otro llega.

Dos – Disculpe… ¿ Es ésta la tumba del autor desconocido ?

Uno – Pues no… Esta es la del soldado desconocido.

Dos – ¿ Está usted seguro ?

Uno – Creo que sí… Pero bueno… A veces es fácil despistarse. Como no hay ninguna inscripción… (Saca una hoja de su bolsillo) Me han dado un plano, a la entrada… (Se pone las gafas e intenta leer el papel) A ver…. W28… Si, eso es. El soldado desconocido. Entre el genio ignorado y el alcohólico anónimo. Mire, el autor desconocido esta justo detrás : X29…

Uno – Me pregunto si era tan buena la idea ponerlos todos en el mismo cementerio…

Uno (mirando otra vez el plano) – Sí, eso es… Y el agente secreto, está en X27…

Los dos se recogen un momento en silencio, cada uno delante de su tumba.

Uno – ¿ Era un pariente suyo ?

Dos – Este o cualquier otro. Vaya a saber… Yo nací de padre desconocido…

Uno – Espere un momento… (Mirando de nuevo el plano) El padre desconocido… No, decididamente, no entiendo nada. Por lo menos, si hubieran puesto un índice alfabético. Esta tabla de doble entrada con cifras y letras, es ridículo… Parece a una batalla naval ! A5, agua… C10, tocado… B12, hundido…

Dos – ¿ Y usted ?

Uno – ¿ El soldado desconocido ? Era mi madre…

Dos – Mmm… Y usted ha recogido la antorcha…

Un – Mire… La carrera militar, en casa, es una tradición antigua. Somos soldados de madre a hijos. Además, ya tengo mi sitio reservado en el panteón familiar.

Dos – ¿ Porque hay panteones también ?

Uno – ¡Sí, sí, por supuesto! Toda mi familia está enterrada aquí. Un largo linaje de militares muy discretos. Sabe: la Gran Muda, como dicen los franceses…

Dos – ¿Por ser muy limpios… o por mudar a menudo?

Uno – Por ser muy callados.

Dos – Claro…

Silencio.

Uno – ¿Así que usted investiga su paternidad?

Dos – Sí.

Uno – ¿Y qué le pediría a su padre si consiguiera encontrarle algún día, en este mundo o en otro?

Dos – No sé… ¿Sus papeles?

Uno – Claro..

Dos – ¿Y usted?

Uno – La autorización para registrale. Para comprobar que no lleva armas.

Dos (suspirando) – Es muy difícil vivir sin saber de dónde procedemos…

Uno – Es exactamente lo que les vengo repitiendo a mis hombres en el cuartel. Cuando uno no sabe de dónde viene, no puede saber dónde está. Para hacer bien la guerra, primero se necesita un buen mapa. Y saber leerlo… ¿Por qué cree usted que durante siglos, no quisieron contratar mujeres en el ejercito? ¡Porque son totalmente incapaces de leer un mapa!

Dos – Mmm…

Uno – Y usted ¿Qué hace en la vida?

Dos – ¿Yo…? Teatro…

Uno – Ah, sí, el… El teatro.

Dos – Actor.

Uno – Sí. ¿Y es usted muy famoso?

Uno – Totalmente desconocido…

Dos – Perfecto. Siga así (A punto de irse) Pues… Encantado de no haber le conocido…

Uno – Yo tampoco.

El primero se va. El segundo se queda solo.

Uno – Bueno… ¿ Y ahora qué…?

Oscuro.

12 – Muerto de la Risa

Un (o una) policía observa a un médico forense mientrás está examinando a un cadáver.

Policía – ¿Cuánto tiempo lleva muerto, doctor?

Médico – Todavía esta tibio. Yo diría dos o tres horas, como máximo.

Policía – La mujer de la limpieza ha sido la que ha encontrado el cuerpo, desplomado en su asiento.

Médico – Mmm…

Policía – ¿Ya tiene usted alguna idea de la causa de la muerte?

Médico – Los análisis tienen que confirmarlo, pero creo no equivocarme, comisario, afirmándole que este hombre se murió de la risa…

Policía – Es más bien inhabitual, en efecto.

Médico – Una risa profunda. Muy violenta. Los cigomáticos no lo aguantaron. No hace falta que se lo dibuje…

Policía – ¿Alguna idea de lo que pudo provocar esa carcajada fatal?

Médico – Usted ha dicho que lo han encontrado en su sillón. ¿Estaba en casa viendo la tele…?

Policía – No.

Médico – ¿En el cine?

Policía – En el teatro.

Médico – Aún más sorprendente. Habitualmente, cuando se encuentra a algún espectador desplomado en su asiento al final de una representación, está más bien durmiendo…

Policía – ¿Y está usted seguro de que este hombre no esta simplemente durmiendo, muy profundamente, como consecuencia de un aburrimiento igualmente profundo, como los que se pueden padecer en los teatros…?

Médico – ¿Confundir un coma teatral con una estado de muerte clínica? Usted me está tomando por un principiante, comisario. En vez de eso ¿por qué no me dice qué clase de obra fue a ver este pobre hombre?

Policía – Eso todavía está por investigar. Mis hombres están interrogando al director del teatro y examinando la Guia del Ocio para comprobar sus declaraciones… Pero ya hemos cursado una orden de detención contra el presunto autor de la obra por homicidio involuntario.

Médico – ¿Involuntario?

Policía – Es que pretende haber escrito una tragedia… Pero bueno, yo tampoco soy un principiante. Sé como hacer hablar a un sospechoso…

Médico – Tiene razón, comisario. No se puede dejar en libertad a semejantes individuos. Si uno ya no puede ir al teatro sin temer morirse de la risa…

Policía – Parece que todavía esta agitado con algunos sobresaltos. ¿Está usted realmente seguro de que está muerto?

Médico – Será por los nervios. Créame, comisario, este hombre está muerto y bien muerto.

Policía – ¿Usted cree que ha podido verse morir?

Médico – ¿Por qué ? ¿Quiere interrogarle?

El Policía parece algo sorprendido.

Médico – Lo decía en broma, no se preocupe… En mi oficio, si uno no se puede reir de vez en cuando… Más vale desdramatizar, se lo aseguro. Mire, el domingo pasado, tuve que hacerle la autopsia a un pobrecito que había muerto de aburrimiento…

Comisario – ¿En un teatro también?

Médico – Peor… En casa de su suegra. Fíjese… Uno puede evitar ir al teatro el domingo, pero a comer en casa de su suegra…

Comisario – No me diga… ¿Y usted piensa que en este caso, la autopsia podrá revelar otros detalles interesantes?

Médico – Por lo pronto, le puedo decir que este desgraciado no tuvo su última cena en casa de su suegra. A menos que sea china…

El otro parece no entender.

Médico – Encontré rollitos de primavera en su estómago.

Comisario – ¿Rollitos de primavera?

Médico – No hay la menor duda acerca de esto. Y luego se tomó un pato lacado con arroz cantonés.

Comisario – ¿Y de postre?

Médico – Sin postre. Pero eso no tendría que sorprenderle, comisario. Los postres, en los restaurantes chinos… No valen nada, ¿ verdad ?

Comisario – ¿Y usted piensa que el hecho de que comió en un restaurante chino podría tener alguna relación con su fallecimiento ?

Médico – Ninguna.

Comisario – Bueno…

El comisario se dispone a marcharse.

Comisasrio – Muerto de la risa… ¿Cómo voy a anunciar eso a su familia…?

Médico – Usted tampoco tiene un oficio fácil, comisario… Venga a cenar a mi casa, alguna noche… Me quedan dos botellas de Burdeos que están para morirse. Uno tiene que relajarse un poco de vez en cuando, ¿ verdad ?

Comisario – Muy amable, Doctor… Lo hablaré con mi esposa. (Echando un vistazo hacia el cadáver) Se lo aseguro, parece que todavía esté sacudido por la risa…

Médico – Son los nervios, ya le digo…

Oscuro.

 13 – Fuera

Ella y él están sentados confortablemente. Él lee y ella hace punto, o al revés.

Ella – Sienta bien eso de poder estar por fin un poco tranquilos.

Él – Sí.

Ella – Con todo ese jaleo de fuera.

Él – Sí.

Ella – Se está mucho mejor en casa.

Él – Sí.

Ella – Ya ni siquiera me acuerdo de cuando fue…

Él – ¿El qué?

Ella – La última vez que salí yo por ahí.

Él – Ah, sí, salir.

Ella – ¿Y tú?

Él – ¿Yo?

Ella – ¿Cuándo fue?

Él – ¿La última vez que saliste?

Ella – La última vez que saliste tú.

Él – Ah, yo. salir… No sé… Eso debió de ser… Para sacar al perro.

Ella – ¿El perro? El perro está muerto.

Él – No me digas.

Ella – Ya hace años.

Él – Así decía yo… Se me hace que este perro no mea muy a menudo.

Ella – ¿Y?

Él – ¿Y qué?

Ella – Que cuándo saliste por última vez ¿Te acuerdas?

Él – ¿Yo? Ah, sí, Salir… Eso debió de ser… Para tirar la basura.

Ella – ¿La basura?

Él – ¿Porque no?

Ella – Tenemos tragabasuras.

Él – Ah, si, ya me decía yo… Este cubo no se llena nunca. Y el perro, dondé lo hemos enterrado?

Ella – En el jardín.

Él – Supongo que habré tenido que salir para enterrar al perro. El jardín está fuera, ¿no?

Ella – Va, déjalo.

Él – Sí…

Ella – ¿Sabes qué?

Él – ¿Qué de qué?

Ella – Te va a parecer raro pero no estoy segura de haber salido nunca en realidad. El perro se meaba en el césped. Antes de que lo enterráramos debajo, naturalmente.

Él – Mmmm… Yo tampoco. No, desde luego, que yo me acuerde. Porque me acordaría, ¿no?

Ella – Probable.

Él – De todas formas, ¿qué podríamos ir a hacer fuera?

Ella – Con lo tranquilito que se está aquí.

Suena un timbre. Los dos parecen muy sorprendidos

Ella – ¿Qué es?

Él – El timbre

Ella – A saber qué podrá ser…

Él – Voy a ver

Se va y vuelve en un momento.

Ella – ¿Y?

Él – El cartero

Ella – ¿Y qué ha dicho?

Él – Nada, ya se había ido. Pero dejó una carta.

Ella – Los carteros, es lo que suelen hacer. No me gustan las cartas, siempre tengo miedo de que sea una mala noticia. ¿Es una mala noticia?

Mira la carta.

Él – Es una partida de…

Ella – ¿De?

Él – De defunción

Ella – Ay, ¿sí?

Abre la carta.

Él – Señor y señora Domingez.

Ella – ¿Los dos?

Él – Aparentemente sí

Ella – ¿Los conocemos?

Él – Como que me suenan.

Se para un momento a pensar, luego saca su cartera y de ella su canet.

Él – Te vas a reír, pero el señor Domingez soy yo

Ella – Entonces yo soy la señora Domingez?

Él – Probable.

Ella – ¿Estamos casados?

Él mira de nuevo a la carta.

Él – Solo dicen que estamos muertos.

Ella – Habría que escribirles para hacerles ver que es un error.

Él – Sí.

Ella – Pero para eso habría que salir.

Él – No sé si me animaré.

Ella – Con lo bien que se está en casa.

Él – ¿Crees que será un error?

Ella hace señas como de no saber.

Vuelven ambos a sus respectivas tareas.

Oscuro.

14 – Túnel

Dos hombres (o mujeres) de pié, uno al lado del otro, mirando al frente.

Uno – Pues ya está, se acabó.

Dos – Parece que sí…

Uno – ¿Crees que hay algo después ?

Dos – Vete a saber…

Uno – Francamente, no estoy muy convencido.

Dos – Ya veremos…

Uno – No estábamos tan mal aquí. No era el paraíso, pero bueno… No era el infierno tampoco.

Dos – Como dicen : A lo mejor, sabemos de dónde venimos, pero no dónde vamos a terminar.

Uno – Ya está, creo que veo algo.

Dos – Yo también…

Uno – Parece un túnel.

Dos – Con una luz deslumbrante al final.

Uno – Hasta ahora se parece mucho a lo que nos han contado.

Dos – A ver si es buena señal.

Uno – Es muy estrecho. Nunca vamos a poder pasar los dos…

Dos – Ve tú primero.

Uno – ¿Yo..? ¿Y por qué?

Dos – Sea lo que sea, no podemos quedarnos aquí…

Uno – Sí… Creo que pronto nos van a expulsar…

Dos – Bueno, yo voy…

Uno – Ya me contarás…

Dos – Espera un momento, estoy atascado… Ya está, veo la salida…

Uno – ¿Y qué…?

Dos – No me vas a creer …

Uno – ¿Qué ves?

Dos – Parece una habitación de hospital…

Uno – Entonces, ¿no estaríamos muertos de verdad ?

Dos – Peor…

Uno – ¿Cómo que peor?

Dos – No es realmente un hospital…

Uno – ¿Y entonces qué es?

Dos – Veo a un tío con una sonrisa estúpida que me está mirando mientras intento salir… Joder, ¡estamos en una maternidad!

Un – Por favor, no… No iremos a empezar todo de nuevo…

Dos – Dios mío… Es para llorar…

Llantos de un bebé al nacer.

Obscuro.

Por fin

Dos mujeres están sentadas, una a cada lado de la mesa, cada una con un texto anillado.

1 (Con aire afligido) – Hemos hecho bien al no invitar al autor, ¿verdad? Todavía queda mucho por hacer.

2 (Con mirada de inteligencia) – Oh la lá.

1 – Su primera obra era muy buena, sin embargo… Muy divertida. No lo entiendo.
2 – Escribir la segunda es siempre más difícil. Lo sabe todo el mundo.

1 – Mmm…

La primera empieza a hojear el texto y lee para sí con expresión siniestra. La segunda lee también pero de través, mirando a la otra por encima del hombro e intentando pasar las páginas a la vez que ella. La primera se interrumpe para ponerla de testigo 

1 – Mire, vamos por la página 3 y no se ha reído ni una sola vez.
La segunda asiente con expresión abrumada.
2 (Con una sonrisa comercial) – ¿Le apetece un café?

La otra ni siquiera se molesta en decir que no y sigue leyendo y pasando páginas. De repente se detiene en una réplica y empieza a desternillarse de risa

1 – Esto si que es bueno, ¡graciosísimo!

Sigue riendo aún más fuerte bajo la mirada de la segunda que no sabe por qué página va, y que trata de averiguarlo más o menos discretamente acechando el texto que tiene enfrente.

1 (Viendo que la otra sigue sin troncharse) – ¿No lo encuentra gracioso usted?
Con gran alivio, la segunda acaba de encontrar la réplica en cuestión.

2 – Sí, claro que sí… (Esforzándose por reír pero con la risita falsa que no acaba de arrancar) Es muy bueno verdaderamente. Aquí es donde se ve y se nota el pulso de su primera obra.

La priemra vuelve a ponerse seria y de nuevo vuelve a pasar páginas a medida que avanza en la lectura

Dos (Enardeciéndose) -Ah, esto tampoco está nada mal. 

Se escacha de risa con toda sinceridad, sin tapujos, como que no puede parar de reír. Hasta que se da cuenta del aire consternado con que la mira la otra. 

1 – ¿Lo encuentra usted gracioso?

2 – Bueno, es verdad que no resulta muy elegante, pero…

1 – Ah, bueno, porque ya empezaba a preocuparme un poquitín… Personalmente no soporto esa clase de humor

2 – Hay que reconocer que resulta un tanto pesado Nos había acostumbrado a otro tipo de humor, algo más… Eso seguro.

Las dos mujeres siguen pasando páginas conforme a su ritmo de lectura. De repente se paran las dos en la misma y empiezan a sacudirse bajo el impulso de una risa pesada que crece en intensidad. Durante un buen rato ambas ríen juntas hasta las lágrimas. Poco a poco, La primera se empieza a calmar, seguida de la otra. 

1 – No, confieso que es realmente bueno… (Retoma su aire siniestro) Por lo menos nos ha hecho reír porque… (Con aire de preocupación) ¿Cree usted que esto va a hacer reír a un público de verdad?

2 – No es seguro.

1 – Mmm…

2 – A lo mejor resulta un tanto desfasado.

1 – No, haría falta algo todavía más impertinente pero un poco más como si dijéramos…

2 – Políticamente correcto

1 – Mmm…

La primera parece reflexionar en profundidad mientras la otra la observa poniendo cierta distancia, dudando si intervenir

1 – Se me ha ocurrido algo…

2 – Si…

1 – ¿No sería más gracioso para la gente si el prota fuera un negro?

2 – Un negro…

1 – ¿Sabe cómo son por ejemplo los dominicanos?

2 – Claro, mi compadre es dominicano

1 – Este descuido, esta animalidad (Tronchándose viva) Este acento para partirse… Es gracioso el acento antillano. Eso puede hacer reír al gran público. Y con la crisis, la gente tiene ganas de reír, por Dios!

2 – Claro. De pasar un buen rato y no darle más vueltas a la cabeza

1 – Yo digo que un dominicano o nada. ¿Le pega eso al autor?

2 – No hay problema, es cosa mía. ¿Sigue sin querer el café?

1 – Creo que por fin tenemos algo.

2 – Que cambia completamente el punto de vista de la obra.

1 – Estoy segura de que vamos a montar el chiringuito. Qué pasa, a veces tampoco es para tanto. Sólo falta encontrarle…

2 – Cuestión de oficio, como diría uno que yo me sé.

1 – ¿Se acuerda de su primera obra?

2 – Aquella donde cuenta la muerte de su padre.

1 – Si yo no hubiera insistido en que ocurriera en la edad de las cavernas…

2 – Y en que el protagonista fuera andaluz.

1 – Ay, sí, ya me quería yo acordar. Es verdad que el acento andaluz.

2 – Siempre resulta muy divertido.

1 – Vale…

Cierra el texto anillado y mira su reloj.

1 – Oh la lá… Tengo que irme, tengo cita con un latoso (palizas) que no hay manera de librarme de él. ¿Cómo ha llamado a eso, por cierto?

La otra mira el título de cubierta.

1 (leyendo incrédula) – Crónica de una vida laboriosa.

2 – Estaba segura de que no le iba a gustar a usted, pero he preferido no decir nada para no influirla. También a mí me parece un título muy inadecuado.

1 – Crónicas de una vida laboriosa… Y por qué no directamente crónicas laboriosas?

2 – Sí, es más corto.

1 – Bromeaba.

2 – Claro.

1 – No, hace falta algo con más gancho.

2 – Un título que invite a venir a la función.

Parece reflexionar profundamente

1 – ¿Por qué no Strip Poker? Es un  título con gancho, da ganas de venir al teatro. Bueno, depende depende de la distribución, claro…

2 – Sí, la verdad es que tiene gancho, pero…

1 – ¿Que…?

2 – Es el título que usted le dio a su primera obra

1 – ¿Qué obra?

2 – En la que narra la muerte de su padre

1 – Ah…

De nuevo pensando.

1 – ¿Strip Poker dos?

La otra encuentra dificultad para aparentar entusiasmo

Une – Non… Il faudrait un truc plus… Un prénom, peut-être… Comme le héros est Martiniquais… Aimé, par exemple ?

1 – No, hombre… Haría falta algo más… Un nombre quizás… Como el prota es dominicano… Amado-Domingo, por ejemplo?

2 – ¿Por qué no?

1 – Es el apellido de un actor con el que tuve la desgracia de acostarme despues de haberle prometido hacer de él una vedette. Si yo le doy el papel principal, sería una forma de deshacerme de él, es un golpe bajo por demás.

2 – Ah…

1 – Ahora Amado-Domingo… Hay que reconocer que es un nombrecito de coña. ¿Cómo se llama su marido de usted?

2 – Amado-Domingo.

1 – Bueno, ya lo veremos, ¿verdad? A lo mejor, nos quedamos con Crónicas Laboriosas. Y con esto respetamos la voluntad del autor.

2 – E incluso las últimas voluntades.

1 – Ah, sí, ¿Por qué?

2 – ¿Pero no está usted enterada? La autora se ha suicidado esta noche.

1 – No me digas…

2 – Creo que nunca se repuso de la muerte de su padre.

1 – Por consiguiente, es su última obra.

2 – Tiene todas las probabilidades

1 – Creo que vamos a hecer negocio. Un autor muerto vende mejor que uno vivito y coleando.

2 – La desgracia de unos…

Comienzan a irse.

1 – Espero que los herederos no sean demasiado rompepelotas.

2 – Es una vieja, creo.

1 – Dicen que el pelo sigue creciendo después de muertos. ¿Lo sabía usted?

2 – No…

Oscuridad.

Paris – Novembre 2011

© La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-33-8

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Bar Manolo

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

Posibles repartos :

Para 7 : 1H/6M, 2H/5M, 3H/4M, 4H/3M, 5H/2M, 6H/1M,

Para 8 : 1H/7M, 2H/6M, 3H/5M, 4H/4M, 5H/3M, 6H/2M,

Para 9 : 1H/8M, 2H/7M, 3H/6M, 4H/5M, 5H4M, 6H/3M, 7H/2M,

Para 10 : 1H/9M, 2H/8M, 3H/7M, 4H/6M, 5H/5M, 6H/4M, 7H/3F

Como consecuencia a un accidente de carretera implicando un coche fúnebre, la llegada en un bar de un ataúd conteniendo un billete de lotería es el argumento de una comedia muy divertida. Con Bar Manolo, Jean-Pierre Martinez firma una comedia con un ritmo rápido y presenta una pintoresca galería de retratos. Combinando hábilmente los procesos cómicos tradicionales y temas inesperados, el autor ofrece al público una pieza sabrosa a degustar sin moderación. Cita en frente del cementerio para un espectáculo… ¡mortal!


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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El Bar Manolo es popular por estar ubicado justo frente al cementerio. Manolo, el dueño del lugar, es un aficionado a los crucigramas y la bebida, lo acompaña Conchi quien se encarga de la limpieza, la comida y de tomarse algunos traguitos mientras éste no se da cuenta. Variedad de personajes llegan al establecimiento donde tienen lugar los amores prohibidos, vicios, complicidades, locuras… “Un bar es como un confesionario”. Si la barra y las paredes hablaran, contarían historias que nadie se imagina pero que suceden en algunos bares y por qué no sucederían en el Bar Manolo. Gente entra y sale del Bar Manolo, algunos por primera vez como Silvia y Leticia, madre e hija con un hombre en común. Otros algunas veces como Carlos, un profesor de filosofía con la vida enredada. Y otros siempre, como Paco y Luisa, los empleados de la funeraria, ellos conocen hasta el más mínimo detalle de las muertes y de sus clientes. Un día las cosas se descontrolan por la muerte de un conocido y un accidente que incluye un ataúd, una vieja a la que le falla la memoria y un ticket de lotería. Alguien se ganó el premio mayor, ¿pero quién? Eso es lo que todos tratan de descubrir, sin darse cuenta de que sus historias se entrelazan todas en el Bar Manolo.


GUION COMPLETO DE LA OBRA

BAR MANOLO

Una comedia de Jean–Pierre Martinez

Manolo: el dueño crucigramero

Conchi: la cocinera soltera

Paco: el enterrador filósofo

Luis: el enterrador materialista

Silvia: la heredera sobreexcitada

Leticia: la adolescente preñada

Carlos: el profesor agobiado

Jesús: el fontanero afortunado

Blanca: la vieja amnésica

En el centro, la barra. Por encima, un gran cartel diciendo “Bar Manolo”. En las paredes unos carteles de fútbol. A un lado, un billar automático. Al otro, dos mesas. Detrás de la barra, Manolo, el dueño, haciendo un crucigrama en un periódico. En el bar, Conchi, la camarera, barriendo el suelo.

Manolo (levantando la cabeza) – Siempre está en obras…

Conchi se interrumpe para pensarlo.

Conchi (inspirada) – ¿Las carreteras…? Siempre están en obras. (Enseñando por la ventana) Mira…

Manolo la mira, impresionado, cuenta las letras con sus dedos, y vuelve a su crucigrama. Pero en seguida se desilusiona.

Manolo – ¡Mierda! Empieza con una A

Entra Carlos, con su cartera en la mano, y perdido en sus pensamientos.

Carlos – Hola. (Se aproxima a la barra) Un café solo…

Manolo le sirve su café, y toma una botella de la estantería.

Manolo – ¿Un poco de coñac, para celebrarlo?

Carlos (sorprendido) – ¿Celebrar qué?

Manolo – Pues… el café.

Carlos – Gracias, no… Doy una clase dentro de un cuarto de hora…

Tentador, la botella en la mano.

Manolo – Vamos… ¡No te van a hacer soplar!

Carlos – Bueno…

Manolo le sirve una copa de coñac, y aprovecha la ocasión para servirse una copa también.

Manolo – Vamos, para brindar con el…

Carlos echa un vistazo a El País, que saca de su cartera.

Manolo se toma su copa de un trago.

Manolo (apreciativo) – Ah…

Su sonrisa de satisfacción desaparece en seguida.

Manolo – Este coñac está aguado, ¿no?

Carlos prueba su copa y pone mala cara de lo fuerte que es.

Carlos – Es que no se acuerda del sabor del agua…

Manolo mira el nivel en la botella.

Manolo – ¡Qué raro! Ayer estaba casi llena…

Coge un bolígrafo y traza una línea para marcar el nivel en la botella antes de ponerla de nuevo en la estantería.

Conchi acaba de barrer, y se va a la cocina.

Carlos esta tomando su copa cuando se ahoga viendo llegar a Silvia, de negro, y su hija Leticia. Carlos y Leticia se echan una mirada de sorpresa. Silvia no se percata. Carlos intenta esconderse detrás de su periódico, mientras Leticia y su madre van a sentarse.

Silvia (examinando la sala) – ¿Qué sucio, no?

Leticia – Es popular…

Silvia – Lo que digo: es sucio… Por suerte, no hay nadie… Enfrente del cementerio…

Silvia echa un vistazo hacia el dueño, que se aproxima para saber lo que desean.

Silvia – (de manera que Manolo no entienda) ¿Has visto lo borracho que está tan temprano?

Manolo – Buenos días… ¿Qué desean?

Silvia – Un té con… (Con asco) Un té… Sin nada.

Leticia – Un granizado de limón.

El dueño se va. Silvia observa los carteles de fútbol.

Silvia – El fútbol, lo verán en la tele, tomando sus cervezas… Por no haber, ni siquiera hay un futbolín aquí dentro…

Leticia saca un paquete de cigarrillos y está por encender uno.

Silvia (con sorpresa) – ¿Fumas?

Leticia – Sí… Hace cinco años. ¿No lo habías notado?

Silvia – Leí en una revista, el otro día en la peluquería, que cada cigarrillo te quita diez minutos de vida. (Después de un momento) ¿Cuántos cigarrillos fumas tú?

Leticia – Según lo que he calculado, tendría que haber muerto hace seis meses ya. No lo entiendo.

Manolo lleva las bebidas.

Silvia (con un suspiro) – Así que, al final, no era una apendicitis…

Leticia – ¡Una apendicitis! ¡Con más de setenta y cinco años! ¡Confundir una cirrosis con una enfermedad infantil! No era el campeón del diagnóstico el medico ése…

Silvia – ¡Si era un residente! Están tan mal pagados… Bueno, de todas formas, era incurable… (Después de un momento) No me puedo creer que tu abuelo ya no esté.

Leticia – Antes de ser mi abuelo, era tu padre, ¿verdad…?

Silvia – Siempre tuve problemas para entenderme con él…

Leticia – Pues ahora ya no lo vas a arreglar…

Silvia – Una amiga mía hizo psicoanálisis durante quince años para intentar volver a hablar con su padre. ¡Quince años! ¡Fíjate!

Leticia – ¿Y…?

Silvia – Pues… que al cabo de los quince años, su padre estaba muerto, claro…

Sin que su madre lo note, Leticia intercambia con Carlos unas miradas inquietas.

Leticia – ¿Y la abuela?

Silvia – Ni siquiera se acuerda de que estaba casada… ¿Para qué decirle ahora que es viuda…?

Manolo hojea su periódico.

Manolo (leyendo) – El suicidio es la primera causa de muerte entre los adolescentes… Mira, cuando uno tiene diecisiete, ¿de qué va morir?, ¿de viejo?

Leticia – ¿Tú sabías que había contratado ese seguro de exequias?

Silvia – No…

Leticia – Es muy raro, ¿no?, escoger de antemano tu ataúd, como si fuera un vestido…

Silvia – Al menos, es cómodo para los demás. No tienen nada que hacer…

Leticia (con ironía) – Y nada que pagar…

Silvia saca de su bolso un espejo y se mira.

Silvia (espantada) – ¡Uy! ¡Ni yo misma me reconocería si me viese por la calle! Voy a arreglarme un poco, si no, van a creer que es a mí a la que hay que enterrar…

Silvia, yendo hacia el lavabo, se topa con Carlos, aunque éste haga lo posible para pasar inadvertido, escondiéndose detrás de un libro de Kant. Silvia duda un segundo antes de dirigirse a él con una gran sonrisa.

Silvia – ¿Carlos? ¡Soy Silvia! ¿No te acuerdas? Fuimos juntos al colegio…

Carlos (con entusiasma fingido) – ¡Silvia…!

Silvia – ¡Hombre! ¿Qué es de tu vida?

Carlos – Pues, sigo en el colegio…

Silvia – ¿Maestro?

Carlos – Primero alumno, después conserje, ahora profesor. Era la única solución para que no me echasen… ¿Y tú?

Silvia – Yo… Pues… Me casé… Y luego me divorcié…

Manolo (sentencioso) – Bueno… Más vale estar bien divorciado que mal casado… ¿No es verdad?

Silvia le echa una mirada asesina.

Silvia (a Carlos) – ¿Sigues escribiendo teatro…?

Leticia parece sorprendida.

Carlos – No… Ya no…

Silvia parece decepcionada. Carlos rectifica.

Carlos – Ahora escribo sobre todo novelas…

Silvia – ¿Novelista? ¡Genial! Tendrás que dedicarme una de tus obras.

Carlos (confuso) – Bueno…

Silvia – ¿Y aparte de eso? ¿Estás casado? ¿Tienes niños?

Carlos – No, sigo soltero…

Silvia – Y pensar que ahora mi hija tiene la misma edad que tus alumnos… ¡Cómo pasa el tiempo…! (Señalándole a Leticia) ¡Mira, aquí está!

Carlos echa una mirada confusa a Leticia.

Carlos – ¿Leticia? ¡Si está en mi clase…! No sabía que era tu hija…

Silvia – Lleva el apellido de su padre… Lo único que le dejó cuando se marchó… ¿Y tú? Eres su profesor de gimnasia, ¿verdad? Habla mucho de ti, ¿sabes…?

Carlos – Pues… no. De filosofía…

Silvia – ¡Claro! Tienes más bien la estatura de un profesor de filosofía… Dime, parece que mi hija no se lleva bien con Kant, ¿no? ¿Crees que por fin va sacar el bachillerato? Porque hace tres años ya… Siempre tuvo un espíritu poco abstracto. Además, la filosofía… ¿no lleva a ninguna parte, verdad?

Carlos – Pues…

Silvia – Mira. Si folla otra vez… Digo, si falla otra vez, la meto en una escuela de comercio, una de esas escuelas superiores en que puedes ingresar sin el bachillerato. Ya encontré una. Es cara, pero buena… Cuando quieres algo bueno, hay que pagarlo, ¿verdad? Además, francamente, el bachillerato… Si es para acabar en la universidad con el resto del rebaño. Ahora todos van a la universidad. Ya no hay ninguna selección…

Leticia (agobiada) – Mamá…

Silvia (suspirando) – Es muy difícil para una mujer sola educar a una niña… ¿Sabes lo que decía Freud sobre la educación de los niños?: «Haz lo que quieras, de todas formas estará mal…». Bueno, disculpa, tengo prisa. Tengo que enterrar a alguien…

Silvia prosigue su camino hacia el lavabo.

Leticia (enfadada) – No sabía que conocías a mi madre.

Carlos – Pues yo tampoco…

Leticia (preocupada) – Tengo que verte esta noche… ¿Voy a tu casa?

Carlos Mira, Leticia, no creo que sea una buena idea. Eso no nos va llevar a ninguna parte…

Leticia – ¿Eso?

Carlos – En una semana, si Dios quiere, sacarás el bachillerato.

Leticia – ¿Dios?

Carlos – El año que viene, irás a la universidad… o a una de esas escuelas superiores de comercio. Y yo continuaré en el colegio, como cada año.

Leticia (alzando la voz) – ¿El bachillerato? Ahora, te iría bien que aprobara, ¿verdad?… Así en septiembre podrás encontrar otra más jovencita a quien dar clases particulares…

Carlos, sintiéndose muy mal por que hable tan fuerte, contesta en voz baja.

Carlos – Pero… ¡Podría ser tu padre!

Leticia (irónica) – ¿Lo dices por haber conocido tan bien a mi madre hace años?

Carlos – Lo digo porque tengo cuarenta…

Leticia – Pues podría denunciarte por corrupción de menores…

Carlos – Tienes veintidós…

Leticia – Bueno… Por acoso sexual, entonces.

Carlos (con indiferencia fingida) – Haz lo que quieras. A lo mejor, me harías un favor echándome de la docencia.

Leticia (levantándose, con desprecio) – ¡Maricón!

Silvia sale del lavabo. Leticia y Carlos se callan.

Silvia (a Carlos, encantadora) – ¿Por qué no vienes a casa alguna noche? Cena de solteros… (A su oreja, sugerente) A ver si conseguimos reanimar el fuego…

Carlos, molesto, contesta con una sonrisa crispada.

Silvia – ¿Vienes, Leticia? (A Carlos) – Tampoco me la agotes, ¿eh? Sigue siendo una niña.

Silvia y Leticia se van. Carlos se queda, trastornado pero aliviado. Manolo no se ha perdido nada de la conversación, pero hace como si no hubiese escuchado.

Carlos – Los riesgos del oficio… ¿Puedo contar con tu discreción? Si esto sale de aquí, me echan del colegio… directamente a la cárcel.

Manolo (sentencioso) – Un bar es como un confesionario. Puedes considerarme tu confesor.

De repente, Leticia vuelve como una furia, y pone algo en la mano de Carlos.

Leticia – Toma, es el primer examen que apruebo gracias a ti. Te dejo el diploma de recuerdo…

Leticia se va. Carlos mira la cosa incrédulo. Es una prueba de embarazo.

Manolo (con una sonrisa) – Cuando hay dos rayas, es que son gemelos…

Carlos se va, muy preocupado. Manolo suspira, antes de volver a su crucigrama. Conchi llega desde la cocina con una revista. Aprovechando la distracción de Manolo, se sirve una copa de coñac, la bebe de un trago, y echa el contenido de un vaso de agua en la botella con la ayuda de un embudo. Vuelve a poner la botella en su sitio cuando Manolo le echa una mirada sospechosa. Conchi abre su revista y se pone a leer con una sonrisa inocente. Manolo observa la portada de la revista.

Manolo – ¿Lees revistas de caza ahora?

Conchi – Leo los anuncios…

Mirada de sorpresa de Manolo.

Manolo – ¿Buscas un buen fusil de segunda mano?

Conchi – ¡Los anuncios matrimoniales!

Manolo – ¿Y qué?

Conchi – Pues, como con los coches… Tienes que hacer un estudio comparativo antes de decidirte…

Manolo – ¿Y has encontrado el modelo que buscas?

Conchi – Todavía no. Desgraciadamente, pasados los cincuenta, tienes que limitarte al mercado de ocasión…

Se oye el tono de un teléfono (una música de boda). Conchi saca su móvil.

Conchi (muy contenta) – Será el mío… Me regalé uno para mi cumpleaños…

Intenta coger la llamada, pero, como no esta acostumbrada al aparato, no lo consigue.

Conchi – ¡Joder!, ¿cómo funciona esa mierda…?

Manolo la mira desconcertado. Conchi consigue por fin hablar con su interlocutor.

Conchi (con amabilidad afectada y en voz muy alta) – Dígame… Sí, sí, soy yo… Sí, buenos días… Sí… Sí, cuarenta…

Se da cuenta de que Manolo la está escuchando.

Conchi – Bueno, digamos que más cerca de cuarenta que de cincuenta… Di con su anuncio por casualidad en esta revista de caza y… Bueno, yo no, cazo muy poco… La habré hojeado en la peluquería… Pues no, mi peluquera tampoco caza. ¿Por qué? Divorciada, eso… ¿Y usted? (Su sonrisa desaparece) ¡Ay…! ¿Y de qué murió? Si no es indiscreto, claro… ¡Ay…! Tuvo que sufrir mucho, ¿no? Digo yo que para esos casos lo mejor es la eutanasia, ¿verdad?

Manolo la mira, estupefacto.

Conchi – Sí. Seguro que su muerte le dejó un gran vacío… No, yo no tengo animales… Sólo un hijo de 17… Pero ensucia mucho también, no crea… ¿A usted le gustan los niños? No, lo digo por el mío, que para nosotros dos es un poco tarde, ¿no cree? Podría salir subnormal…

Conchi se da cuenta de que Manolo la está escuchando.

Conchi – Mire, estoy trabajando ahora, pero si puede pasar por aquí… El Bar Manolo, ¿le va? Frente al cementerio… Eso es. (Sugerente) Pues, hasta luego, entonces…

Conchi cuelga y deja su móvil en la barra. Manolo, suspicaz, está comprobando la raya que marcó en la etiqueta de la botella de coñac.

Conchi – No hemos visto a Pepe esta mañana. Qué raro, ¿no?

Manolo – No ha venido a echar su primitiva… Debe estar enfermo.

Conchi – Hace tanto tiempo que apuesta a su número de la seguridad social… Imagínate que saliese justo cuando no lo hubiese echado…

Manolo señala la página de su periódico a Conchi.

Manolo – ¡Hablando de la primitiva…! ¡Mira…!

Conchi – ¿Qué?

Manolo – ¡El pleno! El ganador selló su boleto aquí.

Conchi – No me digas…

Manolo – ¡Lo dice el periódico! ¡75 millones!

Conchi – ¿De pesetas?

Manolo – ¡De euros! Imagínate lo que puede hacer uno con 75 millones de euros…

Aparentemente, Conchi no puede imaginarlo.

Manolo – ¡Seguro que lo conocemos…!

Conchi – A lo mejor es soltero…

Manolo – ¿Quién sabe…? A veces, los ganadores prefieren permanecer en el anonimato…

Manolo se sirve una copa de coñac.

Conchi – Como los alcohólicos…

Manolo se bebe su coñac, antes de tocarse la barriga.

Manolo – No sé qué tendrá este coñac, no me sienta bien. Me duele la barriga.

Conchi – ¡Qué va! Es el estrés. Ya verás, cuando te jubiles ya no tendrás dolor de barriga.

Manolo – Claro… Y cuando me muera no tendré dolor en ningún sitio…

Traza otra raya en la etiqueta de la botella.

Conchi – Bueno, yo me voy a comprar.

Conchi sale. Su móvil, olvidado en la barra, suena.

Manolo (suspirando) – Se ha dejado el teléfono… ¡Joder…!

Después de una o dos tentativas infructuosas, consigue coger la llamada.

Manolo (poco amable) – ¡Dígame! No, no soy Conchi, soy Manolo… ¿De parte de quién? ¿Jesús? ¿Qué anuncio? ¿La revista de caza…? ¡Ah!, no, bueno, sí… Espere un momento. Este móvil no es mío, y… (Mirando el teléfono) ¡Coño! Ha colgado…

Manolo vuelve a dejar el teléfono en la barra.

Entran dos empleados de funeraria, con trajes negros y gafas de sol.

Manolo – ¡Anda! Aquí vienen los Blues Brothers. ¿Cómo anda el negocio?

Paco – La gente ya ni respeta las tradiciones. Hasta los funerales llevan retraso. Por lo menos, nos da tiempo para tomar algo. (Echa un vistazo por la ventana.) Aunque tengo que echar un ojo al coche fúnebre.

Luis – ¡Faltaría más que nos lo robaran mientras tenemos un cliente dentro!

Paco – Bueno, Manolo, ¿estás dormido o qué?

Manolo – No me digas que tu cliente tiene prisa… ¿Qué os pongo?

Paco – Pues lo de siempre. (Con una segunda intención) Equipo que gana no se cambia, ¿verdad?

Manolo le sirve una copa, pero no contesta.

Paco (insistiendo, con ironía) – ¿Viste el partido ayer?

Manolo – Bueno, el segundo no valía…

Paco (escandalizado) – ¿Cómo que no valía?

Manolo – Fuera de juego.

Paco – ¿Fuera de juego?

Conchi vuelve con la compra.

Manolo (a Conchi) – ¿A que el segundo era fuera de juego?

Conchi – Ahora que hasta los árbitros se han convertido en hombres–anuncio…

Los empleados de la funeraria la miran sin entender.

Conchi – ¿Qué llevaba en la camiseta el árbitro ése?

Paco – Pues… “Rasca y Gana”…

Conchi – Ya ves…

Paco se encoge de hombros.

Luis – ¿ No era “Stop Accidente”, lo de la campaña de Tráfico ?

Paco y Luis se toman sus copas.

Luis – ¿Sabes? Nosotros sí que hemos estado a punto de tener un accidente. Se me había olvidado cerrar bien el portón trasero del coche. Y al pasar por unas obras, viniendo hacia aquí, a poco perdemos el ataúd en la autopista…

Manolo (la cara iluminada) – ¡Autopista! ¡Empieza por una A!

Manolo vuelve con precipitación a su crucigrama, bajo la mirada estupefacta de los demás.

Manolo (decepcionado) – Joder… Tiene demasiadas letras…

Conchi sale hacia la cocina con su compra.

Paco intenta atraer la atención de Manolo hacia su copa vacía.

Paco (mirando los pies de Manolo) – Muy bonitos tus calcetines… ¿Los hacen también para hombres?

Encogiéndose de hombros, Manolo llena otra vez los vasos de los empleados de la funeraria.

Luis – Hop, hop, hop… Vale, vale, vale… Ya hay bastantes muertos en las carreteras…

Paco – Bueno, a nuestros clientes ya no les puede pasar nada grave… (Toma su copa) Aunque… fíjate, el mes pasado incineramos a la señora López…

Manolo – ¿Qué López?

Paco – La que su marido tenía una tienda de bromas… Murió de un infarto…

Manolo – ¡Ah!, sí…

Paco – Pues el marido no ha estado viudo mucho tiempo…

Manolo – ¿Ya se ha vuelto a casar?

Paco – Cáncer de páncreas… Lo enterramos la semana pasada.

Luis (a Manolo) – Ya ves. Era más joven que tú.

Manolo – No existe la justicia…

Luis (suspirando) – Así es la vida…

Paco – Sea lo que sea, el marido se olvidó de avisarnos antes de la incineración de que su mujer llevaba un marcapasos. Resulta que en medio de la ceremonia, ¡bum!, la pila de litio explota con el calor… La puerta del horno salió disparada contra la pared.

Luis – Suerte que no había nadie delante.

Paco – No te cuento cómo se puso la familia. Sin hablar de la señora López, claro. Bueno, al final nadie resultó herido, afortunadamente… Pero nos va costar un huevo.

Luis – Un aparato de ésos es bastante más caro que un horno para pizzas…

Manolo – Pues no me imaginaba que su oficio fuera tan peligroso…

Los dos empleados toman sus copas.

Manolo – Me extraña no haber visto a Pepe…

Paco – ¿Pepe? ¡Si acabo de verle en un coche de lujo…!

Manolo (estupefacto) – ¿Será él al que le ha tocado el gordo?

Paco – Pues, en cierto modo sí… Ha muerto. ¡Es el que va en nuestro coche fúnebre!

Manolo – No me digas…

Luis – Cirrosis.

Manolo – ¿Pepe? Pobrecito… Si le vi hace tres días. Cuando vino a echar su primitiva, como siempre… Y mira que le podría haber tocado: soy yo quien selló el boleto con el premio de esta semana.

Conchi sale de la cocina.

Conchi – ¿Y si era él…?

Manolo – ¿El qué?

Conchi – ¡El ganador! No ha aparecido… Tendría un buen motivo para no aparecer…

Manolo – Es muy fácil de saber: siempre jugaba su número de la Seguridad Social…

Busca en el periódico el resultado de la primitiva.

Manolo – 1, 25, 12, 37, 39 y 16, y el número complementario el 9…

Conchi – Vale. ¿Y cuál era el número de la Seguridad Social de Pepe?

Los demás hacen gesto de no saber.

Manolo – ¡La suerte que tendría, el muy cabrón! 75 millones de euros…

Paco – No sé si ya ha llegado el euro allí adonde va…

Manolo – Lo digo por sus herederos. Que si no… no les va a dejar mucho.

Conchi – Aparte de un montón de botellas vacías…

Luis – ¿Que harías tú, Manolo, si te tocara la primitiva?

Manolo – Os pagaría una ronda… Pero no juego.

Conchi – Si me tocara el gordo, haría un viaje a la luna.

Los demás la miran, pasmados.

Conchi – Venía en el periódico: ahora los millonarios pueden pagarse un viaje en cohete.

Luis – Me recuerda lo que le decía mi madre a mi padre, que era comunista: «Cuando pongan a los gilipollas en órbita, entonces sí que harás muchas revoluciones».

Paco – Vamos, Manolo, una copita para celebrarlo.

Manolo – ¿Celebrar qué?

Paco hace un gesto para significar que no importa. Manolo llena los vasos otra vez. Entra Blanca, con un pañuelo cubriéndole la cabeza. Sin decir nada, coloca unas figuras pequeñas en la barra. Los demás la miran, sin saber cómo reaccionar. Blanca pone un papelito en la barra. Conchi se inclina para leerlo.

Manolo – ¿Qué pone?

Conchi – Que si compramos cuatro, el quinto es gratis…

Paco (considerando las estatuas) – ¿Qué coño es esto?

Luis – ¿No son los siete enanitos?

Conchi – ¡Pero si sólo son cinco!

Manolo – Son muy pequeños para ser enanos, ¿no?

Luis (lleno de compasión) – Bueno… Si compramos dos cada uno…

Manolo – ¿Qué coño vamos a hacer con dos enanos cada uno?

Conchi – Sí. Además, sólo son cinco…

Manolo (en voz alta, a Blanca) – No, gracias, ya tenemos todo lo que necesitamos.

Conchi – ¿Para qué gritas? Si es sorda…

Blanca recoge sus estatuas, enfadada.

Manolo – No estoy gritando. Ar-ti-cu-lo. Para que pueda leer en mis labios…

Blanca se va. Antes de salir, se da la vuelta.

Blanca – ¡Enanos!

Sale. Los demás se quedan parados.

Paco – Por lo menos, no es muda…

Manolo – Mira. Casi nos apiadamos.

Conchi (pensativa) – Me recuerda una historia…

Manolo – Blancanieves…

Conchi – No, un libro que acabo de leer.

Saca un libro, tipo novela rosa, y lo pone en la barra.

Conchi – Se titula «Una mujer es una mujer».

Manolo – ¡No me digas…!

Conchi – Pasa en Florida. Es la historia de una joven millonaria americana, sordomuda, que se enamora de un seminarista francés de misión en Miami… La pobrecita está fatal porque no sabe cómo confesarle su amor…

Manolo – Porque es seminarista…

Conchi – Sí… Y además porque ella es muda. Por su lado, él también está enamorado de ella, pero no sabe cómo hacerle entender…

Luis – Porque es tímido…

Conchi – Bueno, sí… Y además porque ella es sorda.

Manolo – ¿No podía ella leer los labios?

Conchi – Sí… El problema es que él sólo habla en francés, y ella, pues, sólo sabe leer los labios en inglés, porque es americana…

Paco (un poco perdido) – Claro…

Conchi – Para darle una sorpresa, él aprende en secreto el lenguaje de signos…

Manolo – Y el inglés…

Conchi – El día de San Valentín, la invita a cenar en un restaurante de lujo para declararle su amor.

Paco (apasionado) – ¿Y qué?

Conchi – Pues, de la emoción, ella recobra la voz y el oído.

Manolo – O sea, que él se había jodido a aprender el lenguaje de signos para nada…

Conchi – ¡No! Porque después los dos deciden abrir una escuela para sordomudos…

Luis (preocupado) – ¿Pero se casan?

Conchi – Claro.

Manolo – Pero si es seminarista…

Conchi – Al final, él se hace protestante para poder casarse con ella…

Silencio, durante el que todos reflexionan sobre esta emocionante historia.

Conchi – Bueno, pues yo tengo que volver a mi cocina…

Conchi sale. Los empleados toman sus copas. Manolo vuelve a su periódico.

Manolo (leyendo) – El tabaco mata también a los no fumadores… ¿Para qué dejar de fumar, entonces…?

Paco – Hablando de eso, ¿sabes lo que me ha preguntado mi hija, esta mañana, mientras la llevaba a la escuela en el coche fúnebre?

Manolo – ¿Llevas a tu hija a la escuela en ese coche?

Paco – ¿Y qué? Es un vehiculo de trabajo. Como si llevase la de “La Casa del Congelado”… (Enfadándose) Bueno, ¿sabes lo que me ha preguntado?

Manolo – No.

Paco – ¿Adónde va uno cuando ha muerto…?

Manolo – ¿Y qué le has contestado?

Paco – ¿Tú qué crees?

Manolo – No sé.

Paco – Pues eso. Le he contestado que no lo sé.

Manolo – ¿Y qué?

Paco – Pues que me ha dicho: “pero, papá, ¡cuando uno ha muerto, va al cementerio!”.

Manolo le mira, desconcertado.

Manolo – Claro, con el oficio que tienes, le ha sorprendido que no lo sepas.

Paco – ¿Dónde va uno cuando ha muerto…? Si ni siquiera sabemos adónde vamos cuando vivimos…

Manolo llena de nuevo los vasos, y nota que la botella esta vacía al servir a Paco.

Manolo – Ya no queda. Con todo lo que os sopláis. Bueno, bajo a por más.

Mientras Manolo baja al sótano, Paco echa un vistazo al periódico.

Luis (leyendo) – Violada por su suegro el día de su boda, se tira al tren en el que iba a salir en luna de miel y provoca un terrible descarrilamiento…

Paco – No será mañana cuando nos veamos en el paro…

Conchi vuelve a limpiar la barra.

Manolo – ¡Dios mío!

Manolo vuelve del sótano.

Manolo – ¡Son las Cataratas del Niágara lo que hay aquí abajo!

Luis – ¿En el sótano…?

Manolo – Ha debido reventar una cañería… Voy a cortar el agua.

Manolo se dirige al contador.

Conchi – Sí, ¿pero qué hago yo ahora? Sin agua…

Conchi vuelve a su cocina.

Paco – ¿Y nosotros? Sin vino…

Manolo – Bueno, voy a llamar al fontanero… Me queda coñac…

Manolo sirve coñac a los empleados de la funeraria. Luis lo prueba primero.

Luis – Sabe a agua…

Manolo mira en las páginas amarillas.

Luis echa una mirada al periódico.

Manolo (leyendo en el listín de teléfonos) – Da Silva, Dos Santos, Da Costa…

Luis (leyendo en el periódico) – Los españoles hacen el amor cada tres días… (Pensativo) Joder…

Manolo marca el número.

Conchi sale otra vez de su cocina.

Conchi – ¿Y qué? ¿Viene ese fontanero o no?

Manolo (llamando) – No contesta…

Conchi – Bueno, voy a aprovechar para ir a la panadería…

Luis – ¿Sabías que los españoles follan cada tres días?

Conchi (irónica) – ¿Y las españolas?

Luis (mirando en el periódico) – Pues, no lo pone.

Manolo – ¡Coño! Voy a llamarle al móvil…

Conchi – ¡Cada tres días…! En sueños, quizás…

Conchi sale a por el pan.

Manolo marca el nuevo número.

Luis – Es un promedio…

Paco – La última vez que tú lo hiciste fue el siglo pasado… ¿Te imaginas lo que tienen que hacer otros para mantener el promedio?

Manolo – Ah, por fin… ¿Oiga? Le oigo muy mal… ¿Está en el coche, verdad? Bueno, es sólo un minuto. Es para un reventón, en el sótano… Sí, en el Bar Manolo… Frente al cementerio. ¡El cementerio…! ¿Me oye…? ¡No, enfrente! ¡Enfrente! ¿Oiga…?

En este momento, se oye el ruido de un coche frenando, y luego estrellándose. Los empleados miran hacia afuera.

Paco – ¡Dios mío!

Manolo (colgando) – ¡Coño! Ya no contesta…

Luis – Pues es el primer ataúd que veo volar…

Los empleados salen precipitadamente. Manolo va a echar un vistazo por la ventana.

Manolo – ¡Uyyy!… Pobre Pepe… Menos mal que está muerto…

Jesús entra, en mono, dando el brazo a Blanca. La vieja ya no lleva el pañuelo en la cabeza y Manolo no la reconoce.

Blanca – ¿Le tocó el permiso de conducir en la lotería o qué? A poco me mata…

Jesús – ¡Pero si se me ha echado encima! (A Manolo) Lo ha visto todo, ¿verdad? Ha cruzado la calle como una loca…

Blanca – No sabe conducir… y ahora me trata de loca.

Manolo (a Blanca) – Siéntese un momento…

Jesús (a Manolo) – Podría darle algo un poquito fuerte, para reanimarla…

Manolo le sirve a Blanca una copa de coñac. La vieja se lo bebe de un trago.

Blanca – ¡Sabe a agua, este coñac!

Manolo llena de nuevo la copa. Ella lo bebe de un trago otra vez.

Blanca – Todavía me siento muy débil…

Manolo – Ya basta.

Jesús – Pero no tiene nada. Ni siquiera la he tocado. Mi furgoneta, al revés…

Blanca – Casi me mata, y él se preocupa de su chatarra…

Jesús – Pues antes de ser chatarra, era una furgoneta nueva. (A Manolo) ¿Y para el parte del accidente, qué? ¿Sabe dónde están los de la funeraria?

Pero Manolo se preocupa de la vieja.

Manolo – ¿Cómo está la abuelita?

Blanca (picada) – No soy su abuelita…

Manolo (a Jesús) – Tenemos que avisar a la familia, que vengan a recogerla. (A Blanca) ¿Quiere que llamemos a sus hijos?

Blanca (mirándole) – ¿Hijos? No sé si tengo…

Manolo – ¿No sabe?

Blanca – Pues, si tengo, no sé qué hice con ellos.

Manolo – ¿Pero cuál es su apellido?

Blanca – ¿Y a usted qué le importa? ¿Es de la policía?

Manolo – ¿Está casada?

Blanca – ¿Casada? Claro, iba a ver a mi marido al cementerio cuando este cabrón me atropelló con su furgoneta.

Manolo – Y su marido, ¿dónde está?

Blanca – ¿Mi marido? ¡Pues muerto!

Manolo – ¿En el accidente?

Blanca – ¿Qué accidente…?

Jesús (perdiendo la paciencia) – Bueno. Ya que nadie está herido, no hace falta que yo me quede aquí…

Manolo – Espera un momento. Me la traes aquí después de atropellarla, no te vas a ir así como si tal cosa. O, si no, te la llevas. Ya tengo un reventón en el sótano…

Jesús – Muy bien. ¿Qué hacemos entonces?

Manolo (a Blanca) – ¿Qué pone en la tumba de su marido?

Blanca – Pues… “Descanse en paz”, si mal no recuerdo.

Manolo – No, el apellido: ¿qué apellido pone?

Blanca indica que no lo sabe.

Manolo – Está en estado de shock… Espera un poco, ya verás cómo se va acordar… (A Blanca) Concéntrese… ¿Por qué letra empieza su apellido?

Blanca – ¿Y el suyo? ¿Empieza por una c, con cuatro letras?

Manolo (perdiendo la paciencia) – Empieza a joderme la vieja esta.

Jesús – Parece un poco despistada, ¿no? A lo mejor se ha escapado de un manicomio…

Blanca hace muecas como si estuviese loca.

Jesús – A menos que esté borracha…

Manolo – ¿Borracha?

Jesús – Con todo el coñac que le has servido…

Manolo – ¡Anda! Ahora va ser culpa mía. (Suspicaz) Aunque, habitualmente, no es a las victimas a las que hacen soplar… ¿Quieres que llame a la policía?

Jesús (conciliador) – Bueno, no es necesario molestar a la policía. Dejamos a la anciana descansar un ratito. Y yo voy a ver si puedo arrancar la furgoneta. Si no, tendré que llamar a la grúa…

Jesús sale. Los empleados de la funeraria vuelven con el ataúd sobre los hombros.

Manolo – ¿Pero qué coño es esto?

Paco – ¡Es Pepe! Pobrecito, no podíamos dejarlo así en medio de la calle…

Blanca se vuelve hacia el ataúd.

Blanca – ¿Pepe…?

Los empleados ponen el ataúd encima de la barra. Paco coge el móvil olvidado por Conchi.

Paco – ¿Me permites llamar a la oficina?

Manolo – Bueno… Es el móvil de Conchi.

Paco marca el número.

Paco – ¡Joder! No contestan. Se habrán ido a comer…

Deja el teléfono en la barra.

Paco – Pues tenemos que arreglar esto en alguna parte. La tapa esta rota. Tenemos que cambiarla.

Manolo – ¿Aquí?

Paco – Así no haría falta aplazar la ceremonia. La familia ha ido a la floristería… Es cosa de un cuarto de hora, como máximo… Es sólo ir a recoger una tapa nueva y volver. Estoy seguro de que le hubiera hecho muy feliz pasar un último rato con vosotros aquí… ¿Dónde podemos dejarlo para que no moleste…?

Manolo (reticente) – El sótano ya esta inundado. Así que, aparte de la cocina…

Tomándolo como una proposición, los empleados se llevan el ataúd hacia la cocina, bajo la mirada espantada de Manolo.

Blanca – ¿No sería mi marido, no?

Manolo entra hacia la cocina, preocupado. Blanca les sigue también, pero se detiene cuando suena el móvil de Conchi. Blanca coge el teléfono y contesta.

Blanca – ¿Sí…? ¿Que si me puede llamar Conchi? Si le gusta… Bueno, más bien viuda… Precisamente iba a enterrar a mi marido… está en la cocina. ¿Mi edad…? Más cerca de ochenta que de veinte… ¿Que no tiene nada contra los viejos…? (La sonrisa de Blanca desaparece) Ha colgado. ¡Será maleducado…!

Blanca continúa hacia la cocina con el móvil en la mano. Los otros vuelven sin el ataúd. Silvia y Leticia llegan, enloquecidas.

Silvia – ¿Pero qué pasó con papá?

Paco – Pues hubo… un pequeño accidente de circulación.

Leticia – Pensaba que había muerto de cirrosis…

Paco – Puedo explicárselo. Todo se va a arreglar…

Los empleados de la funeraria hacen un aparte con Silvia y le dan explicaciones en voz baja. Carlos vuelve, buscando a Leticia.

Carlos – ¿Hablaste con tu madre…?

Leticia – Está intentando enterrar a su padre. No sé si es el mejor momento para anunciarle que su hija está embarazada…

Manolo – Los unos se van, los otros llegan. ¡El gran ciclo de la vida…!

Carlos – Tú sí que deberías haber sido profesor de filosofía

Carlos se vuelve hacia Leticia.

Carlos – No entiendo… ¿Cómo ocurrió?

Leticia – ¿No tienes ni la menor idea?

Carlos – Perdona, yo…

Leticia mira con desprecio a Carlos, totalmente despistado.

Leticia – No te preocupes, era una broma.

Carlos – ¿Una broma?

Leticia – ¡La prueba de embarazo! La he hecho, pero es negativa…

Carlos saca la prueba de su bolsillo y la mira. Manolo se aproxima, y confirma.

Manolo – Ah, sí, ¿ves…? (Explicándole a Carlos) Aquí tendría que haber una…

Carlos le mira, enfadado.

Leticia – Es hora de que madures un poco, Carlos…

Silvia y Leticia se van.

Carlos – Creo que voy a tomar otra copita…

Manolo le sirve. Carlos bebe su copa de un trago.

Carlos – Sabe a agua, este coñac…

Carlos se dirige hacia el lavabo y se cruza con Blanca, que sale de la cocina. Manolo le echa una mirada sospechosa.

Blanca (para ella misma) – ¿No tenía yo un teléfono en la mano…?

Jesús vuelve.

Jesús (enfadado) – Nunca vamos a poder firmar el parte del accidente. ¿Dónde se habrán metido los de la funeraria…? Es que tengo una caldera que instalar…

Manolo – ¿Tú eres fontanero?

Jesús – Pues, sí…

Manolo – ¿Cómo te llamas?

Jesús – Jesús…

Manolo – ¡Entonces eres el que estaba esperando! (Señalándole la dirección) Está aquí abajo…

Jesús (sin entusiasmo) – ¿De qué se trata?

Manolo – Se ha jodido algún tubo. Un verdadero reventón…

El fontanero se aproxima para mirar, dejando su manojo de llaves en la barra.

Jesús – ¡Dios mío!

Manolo (preocupado) – ¿Pero vas a poder hacer algo, verdad? No sé, hacer un torniquete de urgencia o algo…

Jesús – Pues no soy un hombre–rana. Soy fontanero…

Manolo – Bueno, ¿y qué hago yo?

Jesús – Siempre puedes llamar a los bomberos… O esperar a que se evapore.

Manolo – Es que ya no tenemos agua.

Jesús (irónico) – ¡Pero si tienes una piscina en el sótano…! (Viendo que Manolo no lo encuentra divertido) Bueno, por lo menos voy a cortar el agua abajo.

Manolo – ¿Por qué estas cosas me pasan siempre a mí?

Jesús (arreglando algo en el sótano) – No es que te pasen siempre a ti, sino que cuando les pasan a los demás, te importa un pepino…

Carlos sale del lavabo.

Carlos – Hay un cadáver en la mesa de la cocina…

Manolo (preocupado por otra cosa) – No te preocupes, es sólo para echar una mano…

El fontanero vuelve a subir.

Manolo – ¿Ya está?

Jesús – Sí. Llámame cuando no quede agua en el sótano, para que haga la reparación.

Manolo – Bueno, ¿qué te debo?

Jesús – 100 euros.

Manolo (escandalizado) – ¡100 euros por 5 minutos de trabajo!

Jesús – Es precio fijo. ¿Quieres ver la lista de precios?

Manolo – Me hubiera gustado verla antes…

Manolo coge unos billetes de su caja y se los da al fontanero.

Manolo – Y pensar que un médico te cobra cinco veces menos por una visita a domicilio…

Jesús (cogiendo los billetes) – Pues la próxima vez llama al médico. ¿Se puede comer algo? Ya que estoy aquí…

Manolo – La cocinera no estáSolo tenemos carne fría en la cocina…

Jesús no insiste.

Jesús (yéndose) – Bueno, pues tengo que irme. Dejo aquí la tarjeta para el atestado del accidente.

Sale el fontanero, que se cruza con Conchi, quien vuelve con varias barras de pan.

Conchi – ¿Ya han arreglado la fuga?

Manolo – Por lo menos tenemos agua.

Conchi – ¡Menos mal…! Es que voy con retraso, con todo esto.

Conchi desaparece en la cocina. En seguida, se le oye gritar.

Manolo – ¡Ay!, se me olvidó avisarle lo de Pepe…

Blanca (intrigada) – ¿Pepe…?

Manolo va a la cocina. Vuelve sosteniendo a Conchi por el brazo.

Manolo – Dijo un cuarto de hora, ya no tardará mucho. Siéntate un rato…

Manolo ve las llaves olvidadas por el fontanero en la barra.

Manolo (mostrando júbilo) – ¡Se ha olvidado las llaves, el muy cabrón!

Conchi (despistada) – ¿Quién?

Manolo – ¡El fontanero ése! Pues a ver si llama a un cerrajero tan ladrón como él, el maricón.

Conchi (pensativa) – ¿Qué habrá hecho con eso…?

Manolo – ¡Si acabo de decirte que se las ha olvidado en la barra, el muy cabrón!

Conchi – No, digo Pepe. ¿Dónde habrá dejado el boleto ganador…?

Manolo (pensativo) – Fíjate… ¡El pleno…!

Conchi – A lo mejor, todavía lo tiene en el bolsillo…

Los dos miran hacia la cocina. Blanca también. Silencio. El fontanero vuelve, con cara preocupada.

Jesús – No sé qué he hecho con las llaves. ¿No las habrán visto, por casualidad?

Manolo (sonriendo con satisfacción) – Pues… ¿Qué llaves eran?

Jesús – Bueno… Las llaves del coche, de casa, de la oficina…

Manolo – ¿Quieres que te llame a un cerrajero?

Jesús – A lo mejor las encontramos, ¿no…?

Manolo da la vuelta y coge las llaves.

Manolo (enseñando la llaves) – ¿No serán éstas, por casualidad?

Jesús (aliviado) – ¡Sí!

Manolo finge dejar caer accidentalmente las llaves en el sótano lleno de agua.

Manolo – ¡Dios mío! Se me han escapado. ¡Han caído en el sótano!

Cara desilusionada del fontanero.

Manolo – Madre mía… Pues todavía hay más de un metro de agua ahí abajo. Tendremos que esperar a que se evapore…

Jesús – A lo mejor puedo arreglar eso. Tengo una bomba en la furgoneta.

Manolo – ¡No me digas! Pues ahora, por lo menos, sabes dónde están las llaves…

El fontanero se dirige hacia la puerta para ir a buscar la bomba.

Manolo – Está incluido en el precio, claro…

El fontanero acepta con un gesto y sale. En seguida, Manolo, con una sonrisa, enseña las llaves que, en realidad, ha guardado.

Blanca va a mirar hacia la cocina. Manolo lo nota.

Manolo (sospechoso) – ¿Busca algo?

Blanca – Déme una de ésas de rasca y gana…

Manolo espera el dinero antes de darle la tarjeta.

Manolo – Un euro.

Blanca hace como si buscara el dinero en su bolsillo. Luego se dirige hacia Carlos. Él sigue impasible, pero ella se anima.

Blanca – ¡Será posible! ¿Te acuerdas?

Carlos (inquieto) – No…

Blanca (traviesa) – ¡Cómo que no!

Carlos – Bueno, quizás…

Blanca – ¿Qué haces aquí, hombre?

Carlos – Pues, nada…

Blanca – Es increíble. Todavía pareces más joven…

Carlos – Gracias…

Blanca – ¿Y tu hermana?

Carlos – ¿Mi hermana…? Pues, no tengo…

Blanca – ¡Claro…! Yo tampoco. Por lo que recuerdo. Tenía un marido, pero tuvo un accidente. Afortunadamente, ya estaba muerto…

Manolo empieza a perder la paciencia, con la tarjeta en la mano.

Manolo – Bueno… ¿Lo compra o no?

Blanca (a Carlos) – ¿Me podrías ayudar con un euro? No sé qué he hecho con mi monedero.

Carlos pone una moneda en la barra. Manolo la coge y da el rasca y gana a Blanca.

Blanca – ¡Bueno, pues gracias, Ignacio!

Carlos – De nada.

Blanca se aparta, rascando su tarjeta.

Carlos – ¿Ignacio?

Conchi busca algo en la barra.

Manolo – ¿Tú también has perdido algo?

Conchi – El móvil…

Manolo – Estaba aquí en la barra hace cinco minutos…

Conchi – ¿Dónde se habrá metido…?

Manolo busca también. Blanca aprovecha la ocasión para dirigirse hacia la cocina.

Manolo (a Conchi) – A propósito, alguien ha llamado preguntando por ti hace un rato… En el móvil ése…

Conchi (preocupada) – ¿Y has contestado?

Manolo – Pues, sí…

Conchi – ¿Y qué…?

Manolo – Era un tal… Javier… o José…

Conchi – ¿Jesús?

Manolo – ¡Eso!

Conchi – ¿Y qué ha dicho?

Manolo – Pues… Le ha sorprendido un poco que descolgase yo, claro, y… Pues dijo que al final no podría estar en la cita ésa…

Conchi, enfadada, vuelve a leer su novela sentimental.

Manolo (suspirando) – Lo que es hacer un favor a la gente…

Silvia y Leticia vuelven, con una corona fúnebre con la inscripción: “Muerto por la Patria”. Carlos hace señas a Leticia, quien le ignora.

Silvia – Es increíble… Hasta los muertos tienen accidentes… Seguro que estaba hablando por teléfono…

Leticia – ¿Quién?

Silvia – ¡El fontanero ése!

Vuelven a sentarse. Leticia echa una mirada a la corona.

Leticia – “Muerto por la Patria”… Parece un poco exagerado, ¿no…?

Silvia – Sólo quedaba ésta… Mejor que nada… (Suspirando) Sea como sea, te lo aseguro, cuando me muera quiero que me entierren con el móvil…

Leticia – ¿Por qué?

Silvia – ¡Por si no he muerto de verdad! Es mi obsesión, que me entierren viva. ¿Tú no?

Leticia – No debe ocurrir muy a menudo…

Silvia – ¡Y a mí qué me importa! Si me toca a mí…

Silvia nota la presencia de Carlos, que sigue haciendo señas a Leticia para que le llame por teléfono.

Silvia – Dime, Carlos, tú que eres filósofo: ¿habrá una vida antes de la muerte?

Carlos – Querrás decir “después”…

Silvia – Aparte del caso de que te entierren viva…

Carlos – Bueno, no sé si realmente es algo deseable… Como dice la heroína de mi última novela: “Aunque uno sea sordo y mudo de vivo, una vez muerto quizás sea peor…”.

Esta última sentencia llama la atención de Conchi.

Conchi – ¡Pero si eso sale igual en “Una mujer es una mujer”! ¡Es lo que dice Michael a Samantha cuando ella esta a punto de tirarse por el acantilado! ¡Tú tienes que ser Barbara Shetland!

Estupefacción de Silvia y Leticia.

Carlos – Bueno, a veces, sí… Pero… preferiría que eso siga siendo confidencial…

Conchi – Me he tragado tu novela en una noche. Como todas las otras, la verdad… Precisamente, estaba releyéndola, por si me hubiera perdido algo… ¿Me la dedicas?

Carlos – ¡Cómo no…!

Conchi – ¡Gracias! Si hubiese sabido que Barbara Shetland era un hombre… ¿Eres un hombre, verdad?

Carlos – Sólo trato de aportar a las mujeres la parte de romance que les falta en su vida cotidiana…

Manolo echa un vistazo a la portada, más bien caliente, del libro.

Manolo – No me digas…

Carlos – Primero intenté escribir tragedias, pero… desafortunadamente, el teatro no forma parte de la nueva economía. Ni siquiera formaba parte de la antigua…

Manolo está mirando todavía la portada.

Carlos (a Manolo) – Quieres que te dedique también un ejemplar…

Manolo – Visto el efecto sobre tus lectoras, empieza a tentarme. En fin, como dices, “Una mujer es una mujer”…

Carlos intenta salir discretamente.

Carlos – Bueno… La compañía es muy grata, pero tengo que ir a clase…

Leticia – Hasta luego… Barbara…

Carlos sale. Manolo vuelve a su crucigrama. Blanca regresa discretamente de la cocina.

Manolo (pensativo) – Siempre está en obras… Empieza por A…

Blanca – ¡Actriz!

Manolo (enfadado) – ¡No le he preguntado nada, a usted!

Blanca – Siempre está en obras… Actriz. Está siempre en obras. Y pasados los cincuenta, todavía más… Empieza por A.

Manolo continúa en su periódico. Silvia y Leticia descubren a Blanca.

Manolo – ¡Siete letras!

Blanca – Como los siete enanitos…

Manolo – ¡O como los siete números de la primitiva!

Manolo continúa en su crucigrama.

Silvia (aproximándose a Blanca) – ¡Mamá! ¿Pero qué haces aquí?

Blanca – ¡Pues vengo al funeral! (A Manolo) ¿Quién es esta loca?

Manolo (a Silvia) – ¿Así que es su madre? Enhorabuena… Ya no sabíamos qué hacer con ella… (En voz baja) Está un poco ida, ¿verdad?

Silvia – Digamos que su memoria es selectiva… Conoce muy bien el número de seguridad social de su marido…

Blanca – 1 25 12 37 039 016 y el número clave el 9…

Silvia – Aunque, habitualmente, no se acuerda de que tiene un marido… Bueno, ahora ya no importa tanto: está muerto…

Manolo mira en el periódico el sorteo de la primitiva.

Manolo (a Blanca) – ¿Cuál dice que era el número de seguridad social de su marido?

Blanca – 1 25 12 37 039 016.

ManoloY el complementario el 9… (Manolo enseña el número del sorteo) ¡Ganó! ¡Joder! ¡Es él el que acertó el pleno!

Silvia mira a Manolo inquieta, empezando a preguntarse si no ha acabado en un manicomio.

Manolo (incrédulo) – ¡Pepe…! ¡Ese cabrón…!

Los de la funeraria vuelven con la tapa nueva del ataúd.

Paco – Aquí estamos. Vamos a arreglar esto en seguida.

Manolo llama discretamente a Paco.

Manolo¿Podemos hablar un momento antes de cerrar la caja…?

Manolo toma a Paco y a Luis aparte y les habla en voz baja.

Paco – Pues… Es un poco delicado…

Luis – Es que no estamos autorizados a hurgar en los bolsillos de nuestros clientes…

Manolo – Por lo menos, podéis tratarlo con la familia. Hablamos del pleno, aquí…

Silvia (inquieta) – ¿Pero qué pasa ahora…?

Paco – Es un poco delicado…

Leticia – Creo que ahora, ya, lo que se dice delicadeza…

En voz baja, Paco expone la situación a Silvia.

Silvia – No, no hemos encontrado nada…

Paco prosigue sus explicaciones.

Leticia – ¡Dios mío!

Silvia (excitada) – ¿El gordo?

Paco – Unos 75 millones… No cuesta nada echar un vistazo mientras está en la mesa de la cocina.

Luis – Después será más complicado…

Silvia y Leticia aceptan. Los empleados se dirigen hacia la cocina. Silvia y Leticia les esperan, muy ilusionadas…

Leticia – ¿Sabías que jugaba a la primitiva…?

Silvia – Pues no… ¡Fíjate! Si de verdad ha ganado una vez muerto, ¡qué suerte…!, digo, ¡que pena!

Los empleados vuelven con el ataúd sobre los hombros.

Silvia (muy excitada) – ¿Qué…?

Leticia le echa una mirada de reprobación, señalándole el ataúd.

Silvia (con cara de circunstancia) – ¿Pues qué…?

Colocan el ataúd sobre la barra, con mucha ceremonia.

Silvia (desilusionada) – ¿Han buscado por todas partes?

Como lo haría un ilusionista, Paco saca un boleto de su bolsillo.

Silvia (cogiendo el boleto, loca de alegría) – ¿El gordo? ¡75 millones de euros! ¡Más de 10 mil millones de pesetas! (A Manolo) Nunca he jugado a la primitiva. ¿Sabe qué hay que hacer para cobrar el dinero?

Manolo – 10 mil millones de pesetas… Tendrá que ir a la sede. Yo no tengo tanto dinero en caja… ¿Puedo verlo? Soy yo quien se lo sellé a Pepe…

Silvia le muestra el boleto con mucha precaución, como si se tratase del santo Sacramento.

Silvia – ¡Querido papá! Y pensar que casi rehusamos la herencia…

Manolo mira el boleto, y su sonrisa desaparece.

Manolo – ¡Me cago en la hostia!

Silvia (inquieta) – ¿Qué?

Manolo – No es un boleto de primitiva…

Silvia – ¿Cómo?

Manolo – Es una tarjeta de rasca y gana…

Leticia – ¿Y qué…?

Manolo rasca la tarjeta. Todos esperan el resultado.

Manolo (entusiasta) – ¡Han ganado…!

Silvia continúa esperando.

Silvia – ¿Cuánto?

Manolo (mirando de nuevo) – Un euro. Al menos podéis comprar otro.

Silvia – Pues dame otro.

Manolo le da otra tarjeta. Silvia rasca como una loca.

Silvia – Nada…

Silvia queda hundida.

Silvia – Era demasiado… No podía ser…

Leticia – Ya sabía yo que él no era un ganador…

Silencio.

Manolo – ¿Pero, entonces, dónde está el boleto de la primitiva? ¡Si yo mismo lo sellé!

Conchi – ¿Crees que alguien podría haberle robado?

Manolo – Robar a un cadáver… ¿Quién podría hacer algo semejante?

Las miradas, sospechosas, se dirigen primero a los empleados de la funeraria, quienes niegan, y después hacia Blanca, quien no dice nada y pone cara de inocente. Manolo se aproxima a Blanca.

Manolo – ¿Qué tiene en la mano…? (Manolo intenta hacerle abrir la mano) Que no quiere soltarlo, la muy cabrona…

Manolo consigue arrancarle el billete.

Silvia – ¿Y qué?

Manolo mira el billete.

Manolo – ¡Esta vez sí que es un boleto de primitiva! (Su sonrisa desaparece) ¡Hijo de puta!

Silvia – ¿Qué pasa esta vez? Soy yo quien se va morir, de un infarto…

Manolo – No es su número de seguridad social…

Silvia – ¿Y qué?

Manolo – ¡Que él solía apostar a su número de seguridad social! El que salió ayer…

Leticia – ¿Y?

Manolo – Pues, que su padre no es el ganador…

Silvia está a punto de desvanecerse…

Leticia – Creo que ya es hora de terminar…

Conchi – ¿Y a qué número había apostado entonces?

Manolo (mirando el boleto) – Parece un número de teléfono…

Conchi coge el boleto y lo mira.

Conchi – ¡Claro!, ¡si es el mío! Lo habrá visto en la revista de caza ésa donde puse el anuncio… (A Manolo) A propósito, todavía no he encontrado el móvil (A Manolo) ¿Lo has visto…?

Manolo – Es que no he tenido tiempo de buscarlo. Con todo esto… (Señalando el teléfono fijo en la barra). Llama a tu número, a ver dónde está…

Conchi, mirando el boleto de la primitiva, marca el número. Se oye un timbre en el interior del ataúd. Todos miran hacia el ataúd.

Manolo – ¿Quién habrá puesto el móvil ahí dentro…?

Conchi cuelga el teléfono y el timbre se detiene.

Conchi – ¿Y ahora, cómo voy a recuperar mi móvil? Es que estoy esperando unas llamadas muy importantes…

El teléfono vuelve a sonar dentro del ataúd. Todos miran a Conchi.

Conchi – ¡Ah, no, esta vez no soy yo!

Manolo – El número está en el anuncio… No va parar de sonar allí abajo…

Paco (contrariado) – De haber sabido que iba a haber tanto vaivén, le hubiera puesto puerta a este ataúd. ¿Estáis seguros de que no os habéis olvidado nada más ahí dentro?

El teléfono para de sonar… y luego vuelve a sonar.

Silvia – Bueno, hay que hacer algo, ¿no?

Luis – La incineración… es más limpio. Y nunca hay reclamaciones…

Paco, de mala gana, quita de nuevo la tapa del ataúd. Un brazo asoma de éste y le tiende el teléfono. Paco lo coge como si nada.

Paco – Gracias.

Paco le da el teléfono a Conchi.

Conchi (con amabilidad) – ¿Dígame…?

Conchi se da cuenta de que todo el mundo le está escuchando, y se aparta un poco para continuar su conversación. Luis vuelve a colocar en su sitio la tapa del ataúd.

Manolo (pensativo) – Pero si Pepe no es el ganador, ¿quién será?

De repente, el fontanero vuelve a entrar en el bar, enseñando un boleto de primitiva.

Jesús (histérico) – ¡Soy yo! Acaban de dar otra vez la combinación ganadora en la radio, ¡es la mía! ¡Soy yo!

Manolo (hundido) – Supongo que ahora tendré que buscar a otro fontanero para bombear el agua del sótano…

Conchi, interesada, termina su conversación telefónica y se aproxima al fontanero.

Conchi (encantadora) – Afortunado en el juego, desgraciado en amores… ¿Cómo te llamas?

Jesús – Jesús.

Conchi – ¡Jesús! ¡Pues si eres el que estaba esperando…!

El teléfono de Conchi vuelve a sonar. Conchi contesta de mala gana.

Conchi – Basta ya. La caza ha terminado…

Conchi tira el móvil al sótano lleno de agua.

Jesús – ¡Anda, Manolo! ¡Vamos a celebrarlo! ¡Invito! ¡Champán para todos!

Regocijo general. Manolo sirve el champán encima del ataúd, que está en la barra. El teléfono fijo del bar suena. Manolo contesta.

Manolo – Bar Manolo, dígame…

Todos empiezan a brindar, haciendo mucho ruido. Manolo intenta hablar a los de la funeraria, alzando la voz.

Manolo – ¡Del cementerio…! El enterrador… (Manolo señala con un gesto el ataúd). Pues… quieren saber si es para hoy o para mañana…

Paco – Bueno… dile que se venga a tomar una copa con nosotros…

El fontanero nota por fin el ataúd sobre la barra.

Jesús – ¿Y esto qué es…?

Manolo – Esto… Es Pepe… (Manolo parece pensar en algo y hurga en sus bolsillos, mirando al fontanero) A propósito… ¿qué hecho yo con tus llaves…?

Manolo mira hacia el ataúd. Paco le mira, inquieto…

Paco – ¡No me digas…!

Manolo – Bueno… ¿Otra copita?

Manolo le sirve.

Luis – Pepe… Pobrecito… Nunca tuvo suerte.

Luis golpea tres veces encima del ataúd.

Luis – Ahora está en la caja, y ya no puede brindar con nosotros…

La tapa del ataúd se levanta. Sale el busto de Pepe –que puede ser representado por el actor que representaba a Carlos, con una peluca blanca y bigote falso–).

Pepe – ¡Descanse en paz, decían!

Todos miran estupefactos a Pepe, que alarga un vaso.

Pepe – Bueno, pues ¡una última copita! Como no haya un Bar Manolo allí arriba…

Fin.

Paris – Novembre 2011 © La Comédi@thèque – ISBN 979-10-90908-35-2

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Strip Poker (en español)

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

2 hombres / 2 mujeres

Una pareja invita a sus nuevos vecinos para conocerse, pero la cena se convierte en una verdadera pesadilla…Una comedia a la manera de Woody Allen…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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Strip Poker Strip Miami

TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Strip Póker

Una comedia de Jean-Pierre Martínez

Personajes : Pedro – María – Ignacio – Rosa

ACTO 1

En su salón María, una rubia sexy y arregladita, prepara una mesa de fiesta para cuatro. Se oye el sonido de su móvil. Contesta.

María (amable) – ¿Dígame…? (Irritada) Pues no, lo siento, no soy Pedro. Soy María, su mujer… El móvil al que está llamando es el mío… ¿Puedo dejarle un mensaje…? Muy bien… No, no se preocupe…

María vuelve a preparar la mesa con una alegría desbordante. Se oye otra vez el sonido de su móvil.

María (todavía más irritada) – ¡Dígame! (De nuevo amable) Ah, Javier… ¿Qué tal?… Sí, sí, muy bien… ¿Pero no te dije que había dejado de fumar…? Pues desde ayer, por la noche… No, no te preocupes, no estoy embarazada… Pero fíjate, que había alcanzado los dos paquetes al día… Con lo que cuesta el tabaco hoy en día, he calculado que dentro de un año y pico habré ahorrado lo suficiente para regalarme un safari a Kenia. Si no aguanto más de una semana, por lo menos tendré bastante para comprarme una tarjeta de autobús. Sea lo que sea, con los diez euros que tengo ya ahorrados, me regalé un tarro gigante de Nocilla… (Suspiro) No pensaba que iba a ser tan difícil… Pero vamos… Ahora, incluso en el cementerio está prohibido fumar… ¿Pedro? Pues bien… Por lo menos hasta que se presente una mejor oportunidad… No, hablaba de su trabajo… Bueno, Javier, lo siento, pero tengo que despedirme, mi cerdo a la manzana se está resecando. Te volveré a llamar ¿De acuerdo? Ciao, ciao…

María huele el aire y echa una mirada inquieta hacia los espectadores.

María – ¿Huele a gas, no…?

María corre a la cocina para ver cómo va el cerdo. Pedro entra silbando, un abrigo en las espaldas y un periódico en la mano. Se quita el abrigo, y se sienta en el sofá hojeando el periódico. En la portada se puede leer: “¿El Móvil Cancerígeno?”. Mientras María regresa, él deja el periódico de prisa y se pone cara de preocupación.

María (con alegría) – ¡Hola!

Pedro – Hola…

María (viendo su cara) – ¿Pero qué te pasa? ¿No te sientes bien…?

Pedro – Acaban de despedirme…

María – ¡Despedirte! ¿Pero porqué?

Pedro – Deslocalización…

María – ¡Dios mío…! Lo siento…

Pedro se deja caer en el sofá.

Pedro (patético) – ¿No vas a dejarme, verdad?

María viene a sentarse junto a él, y le coge en sus brazos.

María – ¿Pero qué dices? Yo trabajo. Mira, acabo de dejar el tabaco. Con el dinero que vamos a ahorrar ya casi podías pasar a media jornada… Además, si hay que apretarse el cinturón, nos lo apretaremos… (Pone una mano en la barriga) Voy a dejar también el Nocilla…

Pedro – No quiero ser una carga para ti, ¿sabes…? Preferiría acabar con la vida…

María – Pedro, no digas tonterías… ¡Te recuerdo que estamos casados! ¡Para lo bueno y para lo malo! Guardaremos lo bueno para el final, y ya está… Pero es una locura, que os deslocalicen así, sin avisar previamente.

Pedro – Fíjate, ahora… Con la mundialización…

María – Bueno, sin embargo… Si deslocalizan el Museo del Prado… ¿dónde van a meterlo? Es enorme ese edificio…

Pedro – En China… Van a numerar cada piedra, cargarlo todo en un buque, y reconstruir el edificio en una zona industrial en los suburbios de Cantón. Ya han empezado a desmontar un ala…

María – ¡No!

Pedro – Sí… A menos que unos piratas desvíen el barco, y que todo acabe en Somalia.

María – ¡No!

Pedro – Sí…

María – ¿Y los cuadros…?

Pedro – Igual.

María – ¿Velázquez, Goya, Picasso…?

Pedro – ¿Picasso…?

María – Ah, sí… Afortunadamente, los de Picasso ya están todos en Francia… ¿Y qué van a poner en El Retiro en lugar de El Prado?

Pedro – Pues… un barrio chino… Es decir, un centro comercial chino. En forma de pagoda… Al que vendrán todos los productos que ya no fabricamos en España: Lavadoras, secadores, vibradores…

María – Así que para ver Las Meninas, ahora, tendremos que ir a Cantón. Y los turistas igual. No va ser bueno para la Economía, claro…

Pedro – Fíjate… Y acabo de leer en el periódico que los vietnamitas consideran comprar Benidorm y Salou…

María (desolada) – Pero no es posible…

Pedro intenta conservar un poco más su cara trágica, y luego se pone a reír.

Pedro – ¡Claro que no es posible! ¿De verdad, te has creído semejantes tonterías?

María, a la vez furiosa y aliviada, le pega con los cojines del sofá.

María – No tendrías que bromear con esas cosas…

Pedro – Tienes razón, no es el momento de perder el trabajo. El sueldo no está mal… y me deja mucho tiempo para escribir… A propósito, tengo una buena noticia. ¡La Editorial Confidencial está de acuerdo para publicar mi novela!

María (con entusiasmo fingido) – ¿Editorial Confidencial? ¡Genial!

Pedro – Bueno… A cargo del autor… Tengo que vender al menos 4000 para cubrir los gastos de impresión… ¿4000 ejemplares no es tanto, verdad?

María – Claro… Entre tus padres y los míos… Si cada uno compra 1000…

Pedro parece muy contento.

Pedro – Bueno ¿Comemos? Esta noche, hay Strip Póker…

María (sorprendida pero tentada) – ¿Quieres que hagamos un strip póker los dos?

Pedro – Strip Póker, ¡el reality-show de la tele!, ¿no te acuerdas?

María – No…

Pedro – Invitan parejas. Cada vez que uno de los dos considera prudente no contestar a la pregunta que el otro le ha hecho tiene que quitarse una prenda de vestir.

María (suspirando) – No entiendo cómo puedes mirar tonterías así…

Pedro – Por favor… ¡Esta noche es la final!

María – Quizás, pero no va ser posible…

Pedro – ¿La tele está rota?

María – No… Pero no vas a poder mirarla…

Pedro – ¿Me estás castigando sin tele…?

De pronto, Pedro se da cuenta de que la mesa está puesta para cuatro.

Pedro – ¿No me digas que has invitado a tus padres?

María – Los vecinos.

Pedro – ¿Los vecinos? Si se mudaron el mes pasado…

María -¡Los nuevos vecinos!

Pedro – ¿Los nuevos? ¡Pero no les conocemos!

María – Pues por eso. Me encontré con ella al bajar la basura… Me dije que sería la ocasión de conocerse.

Pedro – ¿Y para qué?

María – Para nada… Siempre está bien conocer a tus vecinos… Por si acaso… Para hacerse un favor…

Pedro – ¿Un favor…? ¿Cómo qué?

María – Yo que sé… Regar a las plantas cuando estamos de vacaciones…

Pedro – Tu gato se comió el domingo pasado la única planta que tenía en mi despacho mientras estábamos visitando a tus padres.

María -¡Pues ya ves! Si alguien le hubiera dado de comer al gato no se habría comido tu planta… A propósito, hace tiempo que no lo he visto, el gato…

Pedro suspira.

Pedro (inquieto) – ¿Tienen hijos, verdad?

María – Tres, por lo que sé…

Pedro – ¿No me digas que has invitado a los niños también?

María – Con suerte les gustará más quedarse en casa. (Irónica) Para no perderse la final de Strip Póker…

Pedro – No seas pesada…

María – Además, la casa está justamente al lado…

Pedro – ¿No me estarás hablando de los vecinos de en frente?

María – ¡Los de en frente se suicidaron hace seis meses! ¿No te acuerdas, todos aquellos bomberos, en medio de la noche, los faros giratorios, las sirenas?

Pedro – No…

María – Pues a mí me desvela. Todavía tengo pesadillas… Habían abierto el gas… A poco, todo el barrio vuela…

Pedro – Fíjate… Hay gente que nunca piensan en los demás… ¿Y por qué se suicidaron así, en pareja?

María – Quién sabe… Quizás no había nada en la tele… Si les hubiéramos invitado esa noche…

Pedro – ¡No me digas que invitaste a los vecinos a cenar sólo para no sentirte culpable en caso de que decidieran suicidarse precisamente esta noche…!

Ella no contesta.

María – A propósito, es raro, recibí varias llamadas para ti, hoy, en mi móvil…

Pedro – Ah sí, disculpa, no sé qué hice con el mío… Por eso dejé tu número en mi contestador… En caso de que un productor intente contactarme… ¿Te dije que pensaba adaptar mi novela para el teatro?

María -¿El número de mi móvil? ¿No hubiera sido más fácil que te compraras un nuevo directamente?

Pedro – Bueno… Me dije que uno podía vivir perfectamente sin móvil, por fin. ¿No?

María – Pues sí… Uno que tenga una mujer para hacer de telefonista…

Pedro – Mira, tú intentas dejar el tabaco, yo voy a intentar dejar el móvil. A ver quién aguanta más tiempo.

María – ¡Sí, pero yo no te obligo a fumar mis cigarrillos!

En vez de contestar, Pedro vuelve a leer su periódico (En la portada el título: “¿El Móvil Cancerígeno?”). María le echa una mirada con enfado.

María – Podrías ir a cambiarte antes de que lleguen. ¿No?

Pedro – ¿Quién?

María – ¡Los vecinos!

Pedro – ¿Así que vienen de verdad…?

Pedro, resignado, se levanta.

María – Yo voy a ver si el horno no se hubiera apagado. Huele a gas. ¿No te parece?

Pedro se encoge de hombros, y sale hacia el corredor. María sale también y vuelve en seguida con botellas y vasos. Pedro regresa más tarde.

María – ¿Te has puesto el pijama?

Pedro – ¡No es un pijama! Es… un chándal.

María – ¿Y tus babuchas, son también para hacer jogging…? Nunca te he visto hacer deporte. Ni siquiera bajas la basura…

Pedro – Así no encuentro nunca a los vecinos… Mira, si ya estamos condenados a ser íntimos amigos, por qué no ponerse cómodo. ¿Verdad…?

María – Te imaginas… Si él llega con corbata y ella en traje de noche… No les dije que era un pijama party…

Pedro vuelve a salir suspirando. María continúa sus preparativos. Él regresa, vestido de una manera más correcta.

Pedro (irónico) – ¿Y así, te parece bien?

Pedro vuelve a leer su periódico.

Se oye otra vez el sonido del móvil de María. Ella contesta.

María – ¿Sí…? (Con una amabilidad afectada) No, es la telefonista, pero no se retire, le pongo en comunicación. (Tendiendo el móvil a Pedro, excedida) Tu amigo Marco…

Pedro coge el móvil como si nada.

Pedro – Si, hola, Marco… Como estás… Si, ¿eh? Hace tiempo… ¿El martes? Mira, sí, porqué no… Pero mejor tengo que preguntarlo a María. Esta ocupada ahora mismo. ¿Me vuelves a llamar mañana? Bueno, si no estoy me llamas en el móvil…

Mirada enfadada de María.

Pedro – Muy bien, hasta luego, Marco…

Devuelve el móvil a María.

Pedro – ¡Qué coñazo…!

María – ¿Qué quería?

Pedro – Invitarnos a cenar el martes. Es el cumpleaños de su mujer…

María – ¿Y qué? ¿No es tu mejor amigo?

Pedro – Me deprimen los cumpleaños… Yo tengo la delicadeza de no invitar a nadie en tus cumpleaños…

María – ¿Y cuando te acuerdas de la fecha…?

Pedro – No, de verdad, estaré más tranquilo sin móvil… Bueno, ¿qué hacen los vecinos?… No nos van a contar que se han retrasado por el atasco. ¡Viven justo en frente!

María – Al lado…

Pedro – Pues mejor, ni siquiera tienen que cruzar la calle…

María – Todavía no son las nueve…

Pedro – A las nueve, habitualmente, hemos cenado. Me muero de hambre… Huele muy bien. (Incrédulo) ¿Con qué nos vas a sorprender?

María (orgullosa) – Cerdo a la manzana. He encontrado la receta en una revista…

Pedro – No me digas… No sé si realmente el momento es propicio para probar nuevas experiencias, pero bueno… Ni siquiera sé cómo se llama esa gente…

María – Ella es Rosa, y él Ignacio, creo…

Pedro – Joder… Ya sois muy íntimos… ¿Y el apellido?

María – No me acuerdo. Es un nombre de detergente…

Pedro – ¿Skip?

Negación de María.

Pedro – ¿Wipp?

Nueva negación de María.

Pedro – ¿Omo?

María -¡Ariel! O Riel…

Pedro – Espera ¿Riel o Ariel?

María – Yo qué sé. Dijo “Rosa Ariel”… Ya veremos… ¿Qué importa?

Pedro – Pues… Si es Ariel, tu cerdo a la manzana… Siempre podrán comerse las manzanas, claro…

María (inquieta) – Dios mío, no había pensado en eso…

Pedro – Así es… Cuando se invita gente desconocida…

María – ¿Pero cómo hubiera podido adivinar…? Ignacio y Rosa no suenan…

Pedro – Todos los musulmanes no se llaman Muhammad…

María – ¿Crees que son musulmanes…?

Pedro – Mira, sea lo que sea, por lo que se refiere al cerdo a la manzana, da igual ¿No?

María – A lo mejor no son practicantes…

Pedro – Quién sabe… Más valdría descongelar una pizza… Vegetariana, además…

Se oye el sonido de la puerta. María se inmoviliza.

María – ¿Qué hacemos?

Pedro – Pues… Podrías ir a abrir. Es lo que hace uno cuando invita a gente que luego llama a la puerta… Si no… apagamos todo, y vamos a ver Strip Póker en el cuarto de baño…

María – Voy a abrir…

Ella desaparece en el vestíbulo para ir a abrir la puerta.

María (off) – ¡Hola! Buenas noches… Entren, por favor… (Cogiendo el regalo que le dan los vecinos) ¡Oh, muchas gracias! Pero no tenían que molestarse…

Pedro (in) – El regalo Ariel… O Riel…

María vuelve al el salón con un ramo de flores en la mano, seguida por los vecinos.

Pedro (imitando irónicamente la amabilidad de María) – ¡Hola! Buenas noches… Entren, por favor…

María – ¿Son margaritas, verdad? ¡Los pétalos son enormes!

Rosa (confusa) – Son tulipanes…

María – Ah sí, por supuesto. Son magníficas…

Rosa – Quizás han sufrido un poco el calor…

En efecto, las flores parecen bastante marchitas.

María – Vamos a ponerles en el agua en seguida…

Pedro – Quizá vayan a resucitar…

Los vecinos entran. Rosa, morena, unos cincuenta años, delgada, viste de manera elegante pero estricta. Ignacio, gordito, una botella en la mano, lleva un traje tan marchito como las flores.

María (a Ignacio) – Les presento a mi marido (insistiendo sobre el apellido) Pedro Azafrán…

Los dos hombres se saludan.

Pedro (siniestro) – Encantado…

María (a Ignacio) – ¿Y tú eres…?

Ignacio (sonriendo) – Ignacio…

María – Ignacio, muy bien…

Ignacio tiende su botella a Pedro.

Ignacio – Toma, tendrías que ponerla en la nevera…

Pedro – ¡Sidra Asturiana! Pues muchas gracias, Ignacio…

Ignacio – Bien fresquita, sabe como Champán francés ¿No es cierto?

Pedro (irónico) – No nos vamos a arruinar, entonces. Voy a ponerla en el congelador… Para que esté mejor todavía…

Pedro lleva la botella a la cocina.

María – ¿Lo habéis encontrado fácilmente?

Caras de los vecinos que viven justo al lado.

María – No, digo, ya sé que vivís justo al lado… Quiero decir, habéis encontrado fácilmente… (improvisando) una manera de cuidar a los niños mientras…

Rosa – Ah, sí… La mayor guarda a los pequeños… Y si no les molesta, iremos a echar un vistazo de vez en cuando…

Pedro vuelve.

María – ¿Y cómo se llaman vuestros hijos?

Rosa – Sarah, Esther y el menor Benjamín.

Esta respuesta empeora la inquietud de María sobre la supuesta religión de los vecinos.

María – Claro, Benjamín… El menor…

Rosa – No tenéis hijos ¿Verdad…?

Ligero sonrojo.

María – Pues todavía no… Perdón, pero ¿vuestro apellido es Riel como las vías del tranvía, o Ariel…?

Pedro – Como el detergente…

Ignacio – Riel. Como para correr las cortinas…

María (con un suspiro de alivio) – ¡Temíamos que fuerais judíos!

Rubor en el rostro de los invitados. María, petrificada, corrige.

María – Es que sólo que había previsto un cerdo a la manzana… Pero se puede arreglar fácilmente. Tengo huevos en la nevera ¿Os apetecería una buena tortilla francesa?

Pedro – Si no, lo dejamos para otro día…

María le echa una mirada enfadada.

Rosa (relajándose) – Qué va… No cambiéis nada para por nosotros… El cerdo a la manzana estará muy bien… Además, vendrá bien con la sidra, ¿Verdad?

Ignacio (muy serio) – Claro… Pero las manzanas… Son kasher ¿Verdad? (Satisfecho de ver la cara llena de rubor de María) Estoy bromeando… ¿Y el apellido vuestro, qué es, Curry?

María – Azafrán…

Ignacio – Lástima…

Pedro y María no entienden por qué.

IgnacioNo, porque… Pedro y María… (Los demás todavía no lo entienden) ¡Pedro y Marie Curie!

Incluso Rosa encuentra la broma un poco pesada.

María – Me alegro que tengáis sentido del humor… Además, judíos o musulmanes, qué importa…

Pedro – Hubiera podido ser peor… Si fueseis informáticos o dentistas…

Nuevo sonrojo…

María (para cambiar de tema) – ¿Os apetece una copita…?

 

ACTO 2

Las dos parejas toman una copa. Pedro y María ya parecen aburrirse bastante, pero hacen un esfuerzo para escuchar con atención lo que dice Ignacio.

Ignacio – El problema para nosotros, los dentistas, es que ahora gastamos más tiempo a llenar papeles que en curar los dientes. Y como todo el rollo se hace con la computadora… Lo que digo: yo aprendí a manejar la fresa, no el ratón. Afortunadamente, mi mujer me echa una mano. La informática es su trabajo, pero yo…

Pedro y María asienten amablemente.

Ignacio – No, hoy en día las profesiones liberales se ahogan por tantos impuestos y cargas… A propósito, ¿conocéis ese chiste?

Pedro y María fingen curiosidad.

Ignacio – Este es un dentista que se va de crucero con su mujer al Pacífico. ¡Naufraga! El navío se hunde…

María se echa a reír. Consternación en los demás.

Ignacio – No… Todavía no…

María vuelve a estar seria.

Ignacio – Zozobran una semana hasta llegar a una isla desierta. La mujer, por supuesto, muy inquieta, dice a su marido: nunca van a encontrarnos.

Se echa a reír otra vez.

Ignacio – No… Todavía no…

María vuelve a estar seria.

Ignacio – Su marido le pregunta: ¿mandaste el cheque para los impuestos antes de partir? La mujer: ¡No! Su marido le contesta: Entonces, no te preocupes. Van a encontrarnos…

María, prudente, no se ríe.

Ignacio – Ya…

María se esfuerza en reír. Ignacio saca un paquete de cigarrillos, y ofrece uno a Pedro.

Ignacio – ¿Un cigarrillo?

Pedro – Gracias, no fumo…

Ignacio tiende el paquete a María.

María – Lo dejé ayer…

Rosa echa una mirada enfadada a Ignacio, quien pone otra vez el paquete en su bolsillo.

Ignacio – Bueno… Pues no voy a ahumaros, entonces… Aunque, siempre se habla del cigarrillo, pero el móvil tampoco es muy bueno para la salud. Leí un artículo acerca de esto en el periódico esta mañana. Dicen que más de un cuarto de hora al día te hará tener un tumor del cerebro…

María agarra el periódico de Pedro, y echa un vistazo al título en la portada: ¿El móvil cancerígeno?

Ignacio – Mejor no pasarse de la cuota…

María echa una mirada furiosa a Pedro.

Ignacio – Yo fumo, pero no tengo móvil.

María (irónica) – Mi marido tampoco. Prefiere que el tumor lo tenga yo…

Ignacio – ¿Sabéis lo más jodido en el oficio de dentista?

Pedro y María no lo saben.

Ignacio – Tener que limpiarse las manos todo el rato, entre cliente y cliente.

Pedro – ¿Igual que las prostitutas? ¿No?

María echa una mirada enfadada a Pedro.

Ignacio – Mirad las manos que tengo. Sequísimas. Podría llevar guantes, claro, pero… ¿Os imagináis? Es un trabajo muy minucioso. ¿Habéis probado a enhebrar una aguja con guantes de boxeo?

Pedro – Nunca… Además, coso muy poco. Prefiero hacer punto…

Ignacio – Bueno, como digo yo, nosotros los dentistas, tenemos una ventaja en comparación con los psicoanalistas: En mi consulta también el paciente llega, se tumba, y abre la boca… ¡Pero después solo tiene derecho a escucharme!

Rosa – Estás fastidiando a nuestros amigos con tus historias…

María – ¡Qué va…! Para nada…

Rosa – Por qué no nos habláis un poco de vosotros… (A María) ¿Eres profesora, verdad?

María – De solfeo, sí… Pero no estoy segura de que sea mucho más interesante…

Pedro le echa una mirada irónica, y Rosa se da cuenta que ha metido la pata otra vez.

Rosa – Ah, el solfeo… Lo estudié durante más de 10 años, de joven…

María (intentando interesarse) – ¿Qué instrumento practicabas?

Rosa – Pues… Ninguno… Mis padres pensaban probablemente que el solfeo era una lengua muerta. Como el latín o el griego. Así que cuando tuve 20 años, dije basta.

Pedro (irónico) – Joder… Eras una adolescente muy rebelde…

Rosa – Luego, me matriculé en un curso de baile.

María – Pues sí… Menudo cambio…

Ignacio (sentimental) – Así nos encontramos, Rosa y yo…

María – ¿De verdad?

Ignacio – Sí, sí… Bailaba muy bien entonces, sabes… Me defiendo bastante bien todavía… Dicen que el 40% de los hombres han conocido a su mujer invitándola a bailar. (A Pedro) ¿Así encontraste también a tu encantadora esposa…?

Pedro – Pues, no… Fíjate que yo empecé por tomarla salvajemente en un ascensor, después de haber apretado el botón de alarma… Dicen que es muy raro, las parejas que se conocieron así…

Silencio embarazoso.

María – Es una broma, por supuesto…

Pedro – No le gusta que cuente…

María – ¿Otra copita?

Rosa – Bueno… Un dedo, entonces…

Pedro – ¿Antes de la copa?

María echa a Pedro una mirada de enfado, y llena los vasos de los invitados.

Rosa – Hemos registrado a Benjamín en el parvulario de al lado… ¿Sabéis qué reputación tiene?

María – Pues… Como no tenemos niños…

Rosa – Ah sí, es verdad. Disculpad…

Pedro – Bueno… No tiene usted la culpa ¿Verdad?

Silencio.

Rosa – ¿Y tú, Pedro? ¿Qué haces?…

Pedro – ¿Yo? Pues… Nada…

Rosa (apiadada) – Sin empleo…

Pedro – Diría más bien… asalariado inactivo. Es muy difícil llegar a esto, sabéis… Dar la impresión de trabajar sin hacer nada de verdad… Sólo un buen comediante puede conseguirlo.

Rosa – Entonces… qué es lo que haces cuando no trabajas… Es decir, cuando no estás en la oficina…

Pedro – Pues… Soy comediante, precisamente…

Rosa (interesada) – ¿Comediante? Por eso tenía la impresión de haberte visto antes… ¿En dónde actuaste?

Pedro – ¿Habéis visto la tele ayer por la tarde?

Ignacio – ¡Pues yo sí! Ayer, no trabajaba…

Pedro – ¿Entonces, habrás visto la publicidad para el seguro fúnebre?

Ignacio no parece enterarse.

Pedro – ¡Hombre sí! Entre la publicidad de los aparatos auditivos y para de las sillas monta escalera.

Ignacio – Quizás…

Pedro – Pues el tío en el ataúd, soy yo…

Ignacio – ¿No…?

Pedro – Un papel de descomposición, por así decirlo…

Rosa (con sonrojo) – Estupendo… Y fuera de esto… ¿Tienes otros proyectos…?

Se oye el sonido de la puerta.

Ignacio – ¿Esperáis a otros invitados?

María – No… No esperamos a nadie…

Pedro va abrir la puerta.

Pedro (off) – ¿Ya…? Bueno pues, disculpad, vuelvo en seguida…

Pedro vuelve con un calendario.

Pedro – Los bomberos… Vienen a por el calendario…

Ignacio – Los bomberos… ¿Vienen muy pronto, no? ¿Estás seguro de que es un verdadero bombero…?

Pedro – Bueno, pues al menos se parece mucho al que esta fotografiado desnudo en el calendario…

Pedro tiende el calendario a Ignacio que lo mira.

Ignacio – Ah…

Pedro – ¿No tendrías un billete de diez, por acaso? No tengo cambio… Te lo devolveré mañana…

Pedro (reticente) – Desafortunadamente, gasté el último de cinco para comprar la sidra. Tengo una moneda de dos, si quieres…

Pedro – Bueno, pues… Le voy a dar la botella de sidra que habéis traído… Si no os molesta…

Ignacio – No… Qué va…

Pedro (a Rosa) – Puedes llevarte el calendario… Ya que los bomberos se llevan tu botella…

Mientras Pedro va coger la botella de sidra en la nevera, Rosa ojear el calendario.

Rosa – Gracias…

Pedro se dirige a la puerta con la sidra.

Pedro (off) – Ya… Está bien fresquita… Pues… Feliz Navidad, entonces…

Pedro vuelve.

Rosa – Feliz Navidad… Si el verano no ha terminado todavía… ¿Exageran, no?

Pedro – Será culpa del calentamiento climático… Ya no hay temporadas… Incuso los bomberos están despistados…

María – Voy a ver qué pasa con mi cerdo a la manzana ¿Huele a gas, no?

Ignacio (levantándose) – Voy a aprovechar para ir a ver si los niños no hacen tonterías… Sabes cómo son los niños…

María – Pues…

Ignacio – No te molestes, ya conozco el camino.

Rosa (levantándose también) – ¿Me podrías decir dónde está el lavabo?

María – Cómo no. Al fondo, en frente…

Ignacio y Rosa salen.

María – ¿Porqué les contaste que hacías de cadáver en las publicidades? (Imitándole) Un papel de descomposición, por así decirlo…

Pedro – Era para animarles un poco, fíjate. Que por ahora esta cena que ni siquiera ha comenzado, promete ser mortal… Hay que pensar en algo para hacerles huir…

María – No son muy apasionantes, es verdad, pero bueno… Ya es tarde para anular. No volveremos a invitarles, y ya está.

Pedro – Espera: Son ellos que van a invitarnos la próxima vez, ya verás… No te das cuenta…

María – Exageras un poco ¿no…? Bueno, intentaré acelerar un poco el movimiento… Toma, abre la botella de vino…

Pedro – Por lo menos, conseguí deshacerme de su botella de sidra. Me da aerofagia…

María – ¿Huele a gas, no?

María se va a la cocina. Pedro coge la botella. Rosa vuelve.

Rosa – Es realmente muy amable, habernos invitado para que llegamos a conocernos… Viví por aquí hace tiempo, pero ya no conozco a nadie… Además, puede ser muy útil conocer a sus vecinos…

Pedro – Si, es lo que dice mi mujer. No sé porqué… Pero ya que lo mencionas, me alegro mucho que digas esto… La verdad es que tenía algo que preguntaros.

Pedro le tiende la botella.

Pedro – Toma, si no te molesta abrirla, no sé si tengo la fuerza suficiente todavía…

Rosa, intrigada, trata de abrir la botella con mucho esfuerzo.

Pedro – No querría aguaros la fiesta, pero… Tengo un cáncer…

De un golpe, Rosa saca el corcho de la botella. Pedro la coge y llena los vasos.

Pedro – El médico acaba de decirme que tengo un tumor… Habré sobrepasado la cuota…

Rosa – ¿La cuota…?

Pedro – El móvil, sabes… Las… Las radiaciones. Pedro y Marie Curie… Era probablemente un modelo antiguo…

Rosa – El cerebro…

Pedro – Peor…

Rosa le mira, preguntándose que podría ser peor.

Pedro – Los testículos…

Rosa – No…

Pedro – El kit manos libres, sabes, protege la cabeza, pero sólo desplaza la probabilidad de contraerlo…

Rosa – Lo siento, realmente…

Pedro (levanta su vaso para brindar) – Bueno, pues… Salud…

Prueban el vino en silencio.

Rosa – Pero… ¿Hay tratamientos, ahora, no?

Pedro – Sí… La verdad es que mi cirujano considera la posibilidad de un trasplante… (Un tiempo) Y es la razón por la cual pedí a mi mujer que os invite… A ti… y a tu marido.

Consternación de Rosa.

Pedro – ¿Otra copa?

Pedro llena el vaso de Rosa, quien se lo traga de un tirón.

Rosa – ¿Sí que es bueno, eh?

Pedro – Toma cacahuetes…

Rosa se sirve.

Pedro – Así que… Sólo falta un donante…

Rosa – ¿Un donante…?

Pedro se aproxima a ella y la coge por los hombros.

Pedro – Se puede vivir muy bien con un solo testículo, ¿sabes…? La intervención es benigna. Una semana después, ni siquiera te acuerdas… Y la cicatriz a penas se nota…

Rosa – Pues… Tendría que hablarlo con mi marido… No sé si…

María vuelve con su cerdo a la manzana.

María – El cerdo…

María les ve en esa ambigua posición.

Rosa (perturbada) – Voy a ver que pasa con Ignacio y los niños… Sabéis cómo son los hombres…

Rosa sale de prisa.

María – Parece que no lo encuentras tan aburrido al fin…

Pedro – Por favor… Es una pesadilla… Tenemos que pensar en algo para deshacernos de ellos…

María – ¿Qué quieres que hagamos? No vamos a echarles afuera. Nosotros les invitamos.

Pedro – ¿Nosotros…?

María – Bueno, de acuerdo… No era tan buena idea… ¿Qué le vamos a hacer…? A lo hecho, pecho… Me olvidé del pan…

Antes de salir a la cocina, María echa una mirada a su cerdo a la manzana.

María – No parece tan apetitoso como en la foto de la ficha de la receta, el cerdo este…

Pedro – Si crees que todas las mujeres, en la calle, se parecen a los maniquíes que se ven en las revistas…

María encoge de espaldas y se va.

María – Trata de ser un poco amable con ellos…

Pedro – ¿Para que se nos peguen?

María – Acaban de instalarse. Quizás estén aquí durante los próximos veinte años. No vamos a enfadarnos con ellos el primer día…

Pedro (suspirando) – La mejor manera de quedar en paz con tus vecinos, es no hablarles nunca…

María – ¿Has visto el gato?

Pedro (un poco nervioso) – Pues, no… Hace un rato…

María – Espero que tu planta no fuera tóxica.

María sale. Ignacio vuelve.

Ignacio – Rosa pone el pequeño en la cama, y vuelve en seguida. Los mayores miran la tele…

Pedro – ¿Strip Póker…?

Ignacio – Dibujos animados… Mmm… ¡Huele muy bien!

Ignacio coge Pedro por las espaldas.

Ignacio – Estoy seguro de que vamos a simpatizar… Además, la ventaja de ser vecinos es que no tiene uno que coger el coche después para volver a casa… Así que podemos estar tranquilos… ¡Nadie va a pedirnos que soplemos el globo!

Pedro – Dime, Ignacio… ¿Puedo llamarte Ignacio?

Ignacio – Por supuesto, Pedro. Entre vecinos…

Pedro – Me estás cayendo simpático. Quería hacerte una pequeña proposición. Bueno, mi esposa y yo…

Ignacio – ¿Sí?

Pedro – ¿Supongo que habrás oído hablar del… intercambio?

Ignacio – Más o menos…

Pedro – Pues, la cosa es esta…, mi mujer y yo… Bueno si queréis… No se obliga a nadie, claro. En general, eso ocurre entre el postre y el café… Si no estáis interesados… Sólo tendríais que marcharos antes. Lo entenderemos…

Ignacio, desconcertado, ni tiene tiempo de contestar. Rosa vuelve.

Rosa – ¡Ya está! Así que vamos a poder pasar una noche tranquila los cuatro…

Ignacio parece avergonzado, Rosa lo nota.

Rosa – ¿Algún problema?

Ignacio – No, no… Estábamos hablando del… libre cambio. De la mundialización, de la deslocalización, todo ese rollo… ¿Sabéis que mi mujer también es una adicta al intercambio…?

Rosa – Del libre cambio…

Silencio. María llega de la cocina.

María – Pues estupendo. Si les apetece cerdo, vamos a empezar…

Se sientan todos a la mesa.

María – ¿Rosa, te pongo al lado de mi marido…?

Rosa se sienta bajo la mirada inquieta de Ignacio. María sirve a los invitados.

Rosa – Parece delicioso…

María sirve a Pedro.

Pedro – No gracias…

María – ¿No tienes hambre?

Pedro – No mucho… La carne siempre me ha dado un poco de asco. ¿A vosotros no…?

Ignacio y Pedro intercambian una mirada.

Pedro – ¿Sabéis que desde un punto de vista genético, el cerdo es el animal que más se aproxima al ser humano? En realidad, el hombre solo se distingue del cerdo por unos pocos genes. (Mirando a Ignacio) Aunque, no todos…

María intenta cambiar de tema.

María – ¿Y tú, Rosa? No nos has dicho lo que haces…

Rosa – Siempre me avergüenza un poco decirlo… Hoy en día, no es un oficio muy popular…

Pedro – ¿Trabajas en un sex-shop…? ¿En un garaje?

Rosa – Peor… Soy… (Enfática) Cost Killer.

Incomprensión en los rostros de Pedro y María.

María – ¿Y en que consiste, exactamente?

Rosa – Pues… Las empresas que padecen dificultades financieras me llaman como consultora para que corte las ramas muertas, a fin de que los jóvenes brotes puedan crecer con toda libertad…

María – Parece muy interesante…

Ignacio – Mi mujer es el Torquemada de la revolución liberal… Una pasionaria del intercambio…

Rosa – Del libre cambio…

Ignacio – Claro…

María – ¿Y a quién piensas quemar esos días?

Rosa – Hasta hace poco, me contrataban sobre todo las empresas privadas. Pero ahora, estoy también muy solicitada por el sector público. La verdad es que acaban de confiarme una nueva misión…

María – ¡No me digas que vas a atacar a Educación Nacional! Porque supongo que empezarían quemando los profes de solfeo…

Rosa – No te rías, seguro que ocurrirá algún día. Pero no, esta vez, es otro dinosaurio con quien me mandan acabar.

María – ¿El Partido Socialista?

Rosa – El Prado…

Pedro se estrangula.

Pedro – ¡El Prado…!

Rosa – Por supuesto, todo esto tiene que permanecer confidencial… Empiezo mañana por la mañana, y por ahora nadie está al tanto. Haré una selección entre los empleados, y solo guardaré los elementos más productivos y más capaces de evolución… Los demás, les reemplazaremos por computadoras…

Ignacio – Mi mujer es una matadora. En su oficio, la llaman Terminator. Y cuando haya terminado con El Prado, os garantizo que El Prado, en El Retiro, parecerá a una sinagoga en la Banda de Gaza…

María se queda sin voz, y Pedro está a punto de desmayarse.

Rosa – Pero veo que os aburro con esto… Este cerdo a la manzana es realmente delicioso. Tendrás que darme la receta…

Ignacio se levanta.

Ignacio – Si me permitís… Voy a utilizar el lavabo… Serán las manzanas…

Rosa – Aprovecharé para asegurarme de que los niños no miran este reality show. Sabéis… Strip Póker…

Ignacio y Rosa salen cada uno por su lado.

Pedro (aniquilado) – Pues ya está… Estoy aviado. Estaré el primero en la fila para la hoguera…

María – Si te habías jactado de estar cobrando por no hacer nada… (Imitándole) Tienes que ser muy buen comediante…

Pedro – ¡Espera! ¿Cómo podía yo adivinar que su apodo era Terminator? Parecía totalmente inofensiva… Además, te recuerdo que tú la invitaste. Si me hubieras dicho que la señora Ben Laden venía a cenar esta noche en casa hubiera tenido más cuidado…

María – Bueno, pues ahora no sé que podemos hacer para salir de esta…

Pedro – He propuesto una cama redonda de postre… a su marido

María – ¿Perdón?

Pedro – Era para hacerles huir más rápido…

María – Muy amable conmigo… Entonces, no sólo va a considerarte un paria sino también un obseso sexual… Y si hubiera aceptado tu oferta…

Pedro – Sólo lo he hablado con él… Que no dijo no todavía… Es que ahora, tenemos que hacer todo lo posible para salir de esta…

María, al borde de la crisis de nervios, enciende un cigarrillo.

María – No era el mejor día para dejar el tabaco.

María aspira una bocanada de humo.

María (voluptuosamente) – Ay… Qué bueno…

Pedro la mira, perturbado.

Pedro – Bueno, mira, ya que estamos en este punto, solo veo una salida…

María – El gas, como los vecinos de en frente…

Pedro – Ella todavía no sabe que trabajo en El Prado… Tenemos que aprovechar la noche para encontrar algo que podamos utilizar contra ella…

María – ¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Quieres que acepte la proposición cochina que hiciste a su marido sólo para comprometerles y guardar tu trabajo?

Pedro – Bueno… Si lo podemos evitar… Para empezar, podríamos darle un poco de beber… Seguro que tiene algo que esconder, con su aire inocente…

María – ¿Darle de beber…? ¿Y crees realmente que va bastar para que se suba encima de la mesa y nos haga una confesión pública…? No, para hacerle hablar… Aparte de ponerle la cabeza en el horno… Tengo que pensar en algo para traerla a la cocina, mientras tú neutralizaras el marido…

Pedro – Una confesión pública… Tengo una idea…

María – ¿Qué…?

Pedro – ¡Strip Póker!

María – ¿Que hagamos un strip póker los cuatro?

Pedro – ¡Strip Póker, el reality show! Cuando esté borracha, proponemos una partida.

María (inquieta) – ¿Una partida?

Pedro – De prenda, el que pierde tiene que contestar una pregunta indiscreta. El juego de la verdad. Ella es una competidora, le gustan los retos, estoy seguro de que aceptará…

María (inquieta) – Es que yo, no sé jugar al póker muy bien…

Pedro – ¿Tienes algo que esconder?

María – Nada en particular, pero bueno…

Pedro – ¡Pues qué!

Ignacio y Rosa vuelven.

Ignacio – ¡Ah, me siento más ligero!

María – Bueno, pues vamos a comer el postre…

Embarazo de Ignacio.

Ignacio – Se hace tarde ¿Verdad? Mejor no molestamos más…

Rosa – Pero, Ignacio, no vamos a irnos así como ladrones…

Pedro, que ahora quiere a toda costa retener a los vecinos, cambia completamente de actitud.

Pedro (amable) – ¡Qué va! ¡Si no nos molestáis tanto! Después, haremos un juego de sociedad… ¿Os gustan los juegos de sociedad?

Rosa – ¡Ay, Pedro! ¡Has descubierto mi punto flaco! Soy muy juguetona… ¿No es cierto, Ignacio?

Oscuridad.

ACTE 3

Ambiente de garito lleno de humo. Están sentados los cuatro, cigarrillo en la boca y algo desaliñados, alrededor de la mesa de póker, alumbrada por una lámpara, como en las películas. María barajando las cartas con el virtuosismo de un croupier.

Pedro – ¿Está todo bien claro? Al final de cada partida, el que más botones tiene puede hacer una pregunta a quien quiera…

Los demás asienten.

Ignacio (tratando de bromear) – Siempre que no se trate de los botones que sostienen mis pantalones. Fuera de lo que tengo por debajo, no tengo nada que esconder…

Pedro – Todos tenemos algo que esconder… Buscad bien… Basta con hacer las preguntas adecuadas…

El ambiente se hace más pesado. Empiezan a jugar. Los cuatros apuestan. Ignacio corta. María distribuye las cartas (cinco a cada uno). Mientras tanto, Pedro coge una botella.

Pedro (a Rosa) – ¿Algo de coñac…?

Rosa (un poco borracha ya) – Vamos, algo de exceso, de vez en cuando…

Ignacio – Quizás no es muy prudente ¿No? (Tratando de bromear) Sabéis que ahora te pueden meter en la cárcel si dejas a uno de tus invitados volverse a casa totalmente borracho…

Pedro – No tenéis que conducir, vivís aquí en frente…

Ignacio – Al lado…

Pedro – De esta manera ni siquiera hay peligro de que un coche os atropelle… Aunque si queréis quedaros a dormir con nosotros…

Ignacio se ruboriza. Rosa apura su vaso.

Rosa – A ver… ¿Empezamos?

María acaba de distribuir las cartas. Cada unos mira las suyas, observando a los demás por debajo.

Pedro – Dos cartas…

María le da sus cartas.

Rosa – Tres…

Ignacio – Una…

María – Servida…

Miran de nuevo sus cartas.

Pedro – Lo dejo…

Ignacio – Yo también…

Rosa – Apuesto dos más.

María – Para ver…

Rosa abate sus cartas con una excitación infantil.

Rosa – ¡Póquer de ases! ¿Quién tiene mejor?

María (desolada) – Trío de picas…

Rosa recoge la apuesta. Cada uno mira los botones que le quedan.

Rosa – Yo pregunto…

Malestar de los demás.

Rosa – ¡A María, pues!

Alivio de Pedro e Ignacio.

Rosa – Tienes que decirnos la verdad…

María (inquieta) – Vamos…

Rosa – ¿Has robado ya en una tienda?

María parece más bien aliviada.

María – Sí… Una vez…

Ignacio – ¿Y qué has robado?

María – Una tienda.

Ignacio – Quiero decir… ¿Que has robado en la tienda esa?

María – Pues eso. Una tienda.

Rosa – ¿Has robado una tienda en una tienda?

María – ¡Una tienda de campaña!

Ignacio – Nunca me hubiera atrevido a robar algo así… Una tienda de campaña… ¿Es más bien algo voluminoso, no?

Rosa – ¿Estabas… empujada por la necesidad? ¿No tenías dónde dormir…?

María – No, para ir de camping. Era en un centro comercial… Fui a una caja para pagar. Me dijeron que no era la caja buena. Fui un poco más allá, y a continuación me di cuenta de que había salvado el arco de seguridad, sin darme cuenta. Entonces, como ya estaba fuera…

Pedro – No fue verdaderamente un robo… Ya que no tenías la intención de robar esa tienda…

María – Digamos que no me volví atrás para pagar… En realidad, más bien tenía miedo de que el arco de seguridad se pusiera a sonar. Habría sido estúpido, ¿no? Que me detuvieran porque intentaba reintroducir en la tienda… la tienda que acababa de robar sin darme cuenta… ¿Me imagináis contando esto a los vigilantes? Habitualmente, esa gente no tiene mucha imaginación…

Los demás asienten.

Rosa – ¿Y de verdad fue esa la única vez?

María – Sí…

Rosa – Así que eres más bien una mujer honesta. Digo honrada…

María – La mayoría de la gente es honrada solo por miedo al castigo… Digamos que el riesgo siempre me pareció demasiado, comparado con el placer que hubiera podido procurarme…

Ignacio – ¿Como engañar a su marido…?

María – Esa es otra pregunta…

Ignacio – De acuerdo…

Empiezan otra partida. Apuestan. Pedro distribuye las cartas.

Rosa – Una carta…

Ignacio – Servido…

María – Servida…

Pedro – Dos cartas…

Apuestan de nuevo.

Rosa – Más uno…

Ignacio – Más dos…

María – Me retiro…

Pedro – Para ver…

Abaten sus cartas.

Pedro – ¡Full!

Ignacio – ¡Escalera!

La sonrisa de Pedro desaparece. María le echa una mirada irónica.

María – Empieza muy bien…

Ignacio recoge las apuestas.

Ignacio – Me toca a mí hacer una pregunta…

Los demás miran sus botones, inquietos.

Ignacio – A Pedro…

Pedro se resigna.

Ignacio – ¿Has tenido ganas de matar a alguien?

Pedro – ¿Quieres decir… antes de esta noche? ¡Claro!

Ignacio – Con un comienzo de realización, por supuesto. Si no, no vale… Si pusieran en la cárcel a todos los maridos que tienen ganas de matar a su mujer, al menos una vez a la semana…

Rosa le echa una mirada asesina.

Pedro trata de recordar.

Pedro – No, no veo… (Riéndose) Ah sí… Bueno, no era realmente premeditado, pero… Fue en el colegio… Había una gordita con gafas a quien solíamos hacer la puñeta. Un día, en la piscina, tiramos sus gafas al agua. No sabía nadar. Pero de tantas ganas que tenía de recuperar sus gafas, se olvidó, y se tiró al agua. Nosotros casi nos morimos de la risa. Claro, después de cinco minutos, como no la veíamos remontar del fondo, acabamos por avisar al vigilante… Nunca me reí más en mi vida… No recuerdo como se llamaba esa pobre chica…

Rosa – Rosa… Rosa Ramírez Sánchez…

Pedro (petrificado) – Quizás, si…

Rosa – La gordita con gafas era yo…

Pedro – No me digas…

Rosa – Ya sabía que tu cara no me era desconocida…

Silencio.

Ignacio – Bueno… ¿Otra partida…?

En un silencio de muerte, Rosa distribuye las cartas.

Ignacio (mirando las suyas) – Me retiro.

María – Servida…

Pedro – Me retiro también.

Rosa – Tres más…

María – Sigo. Más cuatro…

Rosa – Para ver.

Rosa y María abaten sus cartas. Sonrisa satisfecha de María. Rosa se muestra aniquilada.

María – Ah, esta vez, me toca a mí… ¿Rosa…?

María – Sí…

María – ¿Has cometido una falta profesional grave que nunca hubieras revelado a nadie?

Rosa se siente mal. Se dirige hacia delante del proscenio como para confesarse. Pero en vez de hablar, se quita una prenda de vestir.

Oscuridad.

La luz vuelve y Rosa en el proscenio sigue estando en el banquillo de los acusados. Se entiende que ha perdido otra vez en el juego.

María – Vuelvo a preguntar… ¿Has cometido una falta profesional grave que nunca hubieras revelado a nadie?

Rosa se prepara para quitarse otra prenda… antes de ceder.

Rosa (en voz baja) – Sí…

María – ¿Perdón?

Rosa – ¡Sí!

María – ¿Cual?

Rosa – Pues… ¿Lo que te diré no saldrá de aquí verdad…? ¿Me lo prometéis…?

Pedro y María asienten hipócritamente.

Pedro – Puedes considerar que estamos en una iglesia, y que somos tus confesores…

Ignacio – ¿Una iglesia…?

María – O una sinagoga, si prefieres.

Rosa – ¿Hay un confesionario en las sinagogas?

Pedro (impaciente) – ¡Es una metáfora!

Rosa – Bueno… Fue hace seis meses, más o menos… En una de mis misiones, hice que despidieran a un ejecutivo y a su esposa, quienes trabajaban en una empresa que yo auditaba… Estaba segura que robaban en la caja… El pobre no lo aguantó. Llevaba veinte años trabajando en esta empresa. Se suicidó… Con su mujer…

Pedro lanza a María una mirada de satisfacción.

Rosa – Abriendo el gas…

Cara de consternación de Pedro y María.

Pedro – ¡Los vecinos de enfrente…!

Rosa – ¿Perdón?

Pedro – No, nada…

Rosa – Justo después del entierro, me di cuenta de que no tenían la culpa… Era yo quien me había equivocado… Nunca se lo dije a nadie… Y no hice nada para rehabilitar a esa pobre gente… Tenía demasiada vergüenza… (Llorando) Normalmente, nunca me equivoco…

Ignacio la consuela.

Ignacio (a Pedro y María) Se emociona mucho cuando habla de esto… ¿Quieres que volvamos a casa, querida…?

María (satisfecha) – Sí, basta ya, ¿no…?

Rosa (recuperando el dominio de sí misma) – No, no… No quiero arruinaros la fiesta… Está bien… Además, no se para una partida de póquer así… (Amenazante) Todos no han hablado todavía…

Rosa toma su copa de un trago.

Pedro – Muy bien…

Ignacio distribuye las cartas… Vuelven a jugar. El ambiente está todavía más denso.

María – Tres cartas…

Pedro – Servido…

Rosa – Sigo…

Ignacio – Para ver…

Abaten sus cartas.

Rosa – Tengo un par…

Ignacio – Trío…

María – Póquer de damas…

Pedro (triunfante) – ¡Póquer de reyes!

Malestar de los demás.

Pedro – Ignacio…

Ignacio parece inquieto.

Pedro – ¿Sabes lo que le ocurrió al gato que encontré en la basura de la residencia esta mañana?…

Estupefacción de María. Bochorno de Ignacio y Rosa.

Pedro – Tienes que decirnos la verdad…

Ignacio se dirige hacia el proscenio como para confesarse. Pero en vez de hablar, se quita el pantalón.

Oscuridad.

La luz vuelve, Ignacio esta todavía en el banquillo de los acusados. Se entiende que ha perdido de nuevo en el juego.

Pedro – Bueno. ¿Qué pasó con el gato?

Ignacio se prepara a quitarse el calzoncillo, pero Rosa contesta por él.

Rosa – Se había comido ya tres plantas en el balcón… Así que la cuarta la unté con arsénico.

María se pone a llorar.

Pedro – ¡Dios mío! El gatito está muerto…

Silencio de muerte.

Ignacio – ¿Una última partida?

Rosa – Bueno, y después, nos vamos a acostar todos…

Gestos de los demás, que no saben cómo interpretarlo.

Nueva partida. Apuestan. María reparte.

Pedro – Una Carta.

Rosa – Dos.

Ignacio – Servida.

María – Carta.

Ignacio apuesta todos sus botones.

Ignacio – ¡Blanca!

María – Me retiro…

Pedro – Me retiro…

Rosa – Yo también…

Ignacio, muy alegre, recoge las apuestas.

Ignacio – Me toca a mí hacer una pregunta…

María (asustada) – No nos has enseñado lo que tienes en las manos…

Ignacio – ¡No es una obligación! Si os habéis rajado…

Mira a los tres para mantener el suspense.

Ignacio – María, una última pregunta…

María se descompone.

Ignacio – ¿Has engañado a tu marido ya?

María se queda sin voz. Pedro la mira, inquieto.

Rosa – Hemos todos jugado limpio. Nos debes la verdad…

María avanza hasta el proscenio. Se quita la ropa de arriba.

Oscuridad.

Luz.

Ignacio – Vuelvo a preguntar. ¿Has engañado a tu marido ya?

María se quita la falda.

Oscuridad.

Luz.

Ignacio – Vuelvo a preguntar. ¿Has engañado a tu marido ya?

María se prepara para quitarse el resto, pero se para.

María – Una vez… Solo una pequeña vez… Fue… un error.

Pedro se siente fulminado.

Rosa (irónica) – ¿Un error? ¿Como lo de la tienda?

María – Bueno, si quieres…

Ignacio – Sin embargo… Una no se equivoca de marido como de número de teléfono.

Rosa – Y cuando una marca un número falso, siempre puede colgar antes de empezar a charlar…

María – Digamos que no tuve la prudencia de colgar cuando estaba a tiempo todavía… Siempre he sido muy habladora por teléfono…

Rosa – ¿Se lo habías dicho a tu marido antes de esta noche?

María – No…

Rosa – ¿Por qué?

María – Había conseguido pasar el arco de seguridad sin iniciar el sistema de alarma… No tuve el ánimo de volver atrás para pagar lo que debía…

Silencio. Pedro y María evitan mirarse.

Ignacio – Bueno, pues… Os vamos a dejar…

Pedro (a Ignacio) – ¿Te has tirado un farol?

Ignacio, muy satisfecho, le enseña sus cartas.

Ignacio – Solo tenía una pequeña pareja…

Rosa e Ignacio se levantan para irse.

Ignacio (a Pedro) – Yo también quería preguntarle algo…

Pedro – La partida ha terminado.

Ignacio – Te enseñé mi pareja…

Pedro – Vamos…

Ignacio – ¿Eres verdaderamente actor?

Pedro – No, pero escribo novelas. Durante mis horas de trabajo… (Mirando a Rosa) En El Prado…

Rosa – Muy bien… ¿Puedo contar con tu discreción…?

Pedro – ¿A propósito de los vecinos de enfrente…? Si escribes en tu informe que soy el empleado más productivo del Museo, y que de ninguna manera se me puede reemplazar por una computadora…

Silencio.

Rosa – Muy bien… ¿Os molesta si voy a la cocina para tomar un vaso de agua?

María – Por favor…

Rosa se va a la cocina.

Ignacio – La próxima vez, os invitamos… Haremos un scrable, para cambiar un poco…

Rosa vuelve.

Ignacio – ¿Hasta luego entonces?

Pedro (a Rosa) – ¿Hasta pronto…?

Los vecinos se marchan. Pedro y María se quedan solos. No se atreven ni a mirarse. Contemplan el apartamento en desorden.

El móvil de María suena.

Pedro – ¿No contestas?

María – Ni siquiera sé si es para mí o para ti. Has dado mi número a todos tus amigos…

Pedro – Es porque me fiaba de ti…

Bochorno de María.

Pedro – ¿Quién era… tu número falso?

María – Javier…

Pedro – ¡No…! No hubiera desconfiado de ese…

Silencio. María da la mano a Pedro para pedirle perdón.

María – ¿Y qué? ¿Terminamos este strip-póker?

Pedro – ¡Banca!

Música sugestiva. Ella empieza a danzar como para un striptease. Él se sienta para mirarla a gusto, y saca un enorme cigarro que se prepara a encender con una cerilla.

Vemos aparecer la cara de Rosa con una máscara de gas espiándoles. Rosa desaparece.

María se detiene. La música cesa.

María (inquieta) – ¿Huele a gas, no te parece?

Él hace que no sabe qué y enciende la cerilla.

Oscuridad, seguida de un flash luminoso y de un ruido de explosión.

Fin.

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Por debajo de la mesa

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

2 hombres / 1 mujer

Para cerrar un sustancioso contrato con la Administración, el Presidente de la constructora agraciada invita al Ministro de Obra Pública a una cena. Con el ánimo de que todo discurra por caminos propicios contrata a una señorita de compañía, para que se muestre agradable. Pero la jovencita en cuestión acude a esa cita para reemplazar a una amiga, la cual sólo le comentó que se trataba de un trabajo muy bien pagado como camarera. Así que piensa servir sólo los platos que aparezcan en el menú. Nada va pues a ocurrir como estaba previsto…


Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. 


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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Por Debajo de la Mesa

3 personajes :

El Director General

La azafata

El Ministro

Un salón burgués. Flores sobre un velador. Un cuadro contra una pared. Una mesa puesta para tres. Un móvil olvidado en alguna parte suena. Un hombre llega en calzoncillos e intenta de anudar su corbata. Coge el móvil y responde.

PRESIDENTE – Sí, Jeromo… No, su directora de gabinete acaba de llamarme desde Aravaca, no llegará hasta dentro de una media hora. Afortunadamente, porque todavía estoy en calzoncillos. Espero que no sea un mal presagio. ¿ Por qué? Pues porque si no se logra hacerle firmar este puto contrato esta tarde, es así como acabaremos los dos, colega: en calzoncillos. Yo, el Presidente, y usted, el Director General. ¡ Qué quiere: es la crisis, y los accionistas quieren siempre un crecimiento de sus dividendos de dos cifras! ¿Se ha encargado de lo de la chica? Ya debería estar aquí, no sé donde ha metido. Desde luego, necesito tener tiempo de informarla un poco antes de que el ministro llegue … debe saber que el tipo está como el pico de una mesa y que sólo piensa en…, bueno, supongo que me entenderá. Es por eso por lo que me volví a pensar bien esa idea suya de una escolta para valorarle el bolígrafo … ¡ El bolígrafo! ¡ Para firmar el contrato! Reconozco que al principio no estaba muy por la labor. Pero desde que vi a la tal … Anabel en acción. ¡ Alto standing! En absoluto la típica striper vulgar y barata que se dedica a animar las despedidas de soltero, si sabe lo que quiero decir … Es capital. El ministro no debe sospechar en absoluto que es una profesional. ¡Porque imagínese que encima, este viejo obseso se cree un gran seductor! No, no: hace falta que todo esto tenga un aspecto perfectamente natural… Que tenga la impresión de que es su encanto el que todavía ha funcionado… Pero bueno, yo la veo perfecta, a esta chica … ¿ Usted se acuerda cuándo alquiló sus servicios para el árbol de Navidad de la Sociedad? Con objeto de sazonar con guindilla la cena de Nochevieja del delegado de UGT que nos amenazaba con una huelga para el año nuevo … Eh, bueno se va usted a reír, pero cuando vi a aquella chica llegando a su lado, creí que era su mujer… ¡ Y es a su mujer a la que tomé por una puta! Pero fin, ya sabe usted lo que pasa durante estas fiestas de finales de año… Todas las mujeres se consideran obligadas a vestirse de árbol de Navidad o de putas. (Se escucha un ruido de campanilla) discúlpeme un minuto, tengo que abrir la puerta. Debe ser ella…

(El PRESIDENTE, siempre en calzoncillos, va a abrir la puerta).

AZAFATA- ¿Señor Martin Puig?

PRESIDENTE – Sí …

AZAFATA – Emmanuelle … Me envía la agencia.

PRESIDENTE – ¿ Emmanuelle? Pero es a Anabel a quien esperaba. Y usted no se le parece en absoluto… Anabel es mucho más … En fin, mucho menos …

AZAFATA – Anabel me rogó que yo la excuse ante usted. Tuvo un pequeño contratiempo que le impide venir. Así que me pidió que la reemplazase…

PRESIDENTE – ¿ Que la reemplazase?

AZAFATA- Tengo mucha experiencia también, se lo aseguro …

PRESIDENTE – Oh, sí, pero … No era esto en absoluto lo que estaba previsto … Y, además yo había dicho con clase, no sacada de la clase …

AZAFATA – Es decir que …

PRESIDENTE – Bueno, entre, no se quede ahí, vamos a ver qué podemos hacer…

(La chica entra. Joven y hermosa, pero que viste como una estudiante de una escuela de monjas: abrigo, blusa blanca, falda escocesa, medias y zapatos de charol).

AZAFATA- Gracias …

PRESIDENTE (Hablando al móvil) -¿Jeromo? Oh, mierda, empezamos de puta madre: la agencia no me envía a la chica que habíamos pedido … Pero qué desastre ¿ A qué se parece ésta? (Martin mira con detalle a la chica de la cabeza a los pies con un aire afligido). ¿ Cómo te diría? (A la chica) ¿Me disculpa un minuto … (Comienza a alejarse hacia la habitación de la que antes había salido) escuche, es un desastre… (Más bajo) Incluso con mucha imaginación y un espíritu muy depravado, no me imagino que se pueda firmar un contrato de tres mil millones de euros por la esperanza de pasar una noche con una pringadilla semejante …Parece salida de un internado de monjas …

(Sale. La chica se queda sola, un poco sorprendida, y echa una mirada circular sobre el salón. Su móvil suena y responde).

AZAFATA – Sí? ¡ Oh, Isabel! Sí, sí, acabo de llegar. Pero apenas tuve tiempo de hablarle, de hecho… Escucha, no comprendo muy bien… Al verme, se quedó con un aire súper decepcionado… Como un tío que encarga una pizza de carne a la boloñesa con un suplemento extra de guindilla y le traen una vegetariana sin sal… Sólo que he tenido la impresión de ser yo la pizza… Te lo juro, ha sido muy raro… ¿ Estás realmente segura que no puedes liberarte? Oh, vale, vale… Ya, ya, que aceptaste dos trabajos para la misma tarde… Sí, sí, esas cosas pasan… No, evidentemente, no puedes partirte en dos… Ya, pues, esto tiene un aire más bien selecto. Pero el caso es: ¿quién es este tipo, exactamente? ¿El presidente de una constructora que realiza obras públicas? Oh, sí, pero, no sé, a pesar de todo… Y realmente crees que yo… No, no, no te inquietes, estoy aquí, y aquí me quedo… Pero que sepas que lo hago sólo para hacerte un favor. Bueno, sí, Isabel, también para comenzar a reembolsarte los tres meses de alquiler del piso que compartimos y que te debo… Oye, por cierto, no sé por qué, continuamente se empeña en llamarte Anabel. ¿Ah, sí? Pues, no sabía que hacía falta un seudónimo para servir pastelitos… Reconozco que no tengo la costumbre de hacer de sirvienta, pero bueno… Sí, vale, azafata, si lo prefieres… Por otra parte, cuando le dije que era muy experimentada, no dio muestras de creerme. Creo que desde que me echó el ojo, vio claramente que jamás había hecho esto en mi vida… Hizo una reflexión sobre mi pinta, también… No lo he entendido muy bien… Me dijiste que tenía que venir vestida normal … Una pinta clásica, pero esmerada … Y es lo que he hecho… Pero pensaba que iban a darme aquí un traje de azafata, como en la Feria de la Agricultura … ¿ No necesito traje de azafata? Perdóname, que aquí vuelve…

(Vuelve el PRESIDENTE, esta vez completamente vestido).

PRESIDENTE – Bueno… No pasa nada, habrá que arreglarse con lo que tenemos, porque ya no queda tiempo para traer a otra, en fin… (La mira con detalle de nuevo) y supongo que, en realidad su lado travieso se encargará bien del asunto. La verdad es que su apariencia da muy bien el pego. ¡Bravo! Nadie podría imaginar en absoluto que usted fuese… En fin, usted sabe lo que quiero decir… Bueno, entonces se lo explico todo, rápidamente. Me presento, soy Martin Puig, presidente del grupo de construcción y obras públicas Caraduro.

AZAFATA – Oh, sí! Todo el mundo sabe que es el primer grupo de construcción y obras públicas de España. ( Recitando el eslogan de la empresa) ¡Invierta en el futuro, invierta en Caraduro!

PRESIDENTE – Muy bien … Veo que se le exige también un buen nivel de cultura general … Así ganamos tiempo en explicaciones … Pues, bien, resumiendo: recibo a cenar esta tarde a una personalidad política con la que debemos firmar un contrato muy sustancioso, que tengo aquí (coge de encima de un velador un contrato que le muestra). Es el Ministro de Transportes …

AZAFATA: (sorprendida) – Juan-Francisco Caucho?

PRESIDENTE – Más conocido bajo el nombre de JF Ca.

AZAFATA – Porque la prensa lo presenta como el favorito para sustituir al actual presidente del partido en esas primarias que van a celebrar próximamente…

PRESIDENTE – Lo dan por seguro. Y, aunque, verdaderamente no tiene el físico de John Fitzgerald Kennedy, estamos seguros de que se alzará con la victoria. Y, afortunadamente para nosotros, como Kennedy, JF Ca es un hombre al que le van las mujeres. Usted sólo tiene que decirle que es usted Marylin Monroe… ¿ Aunque usted tampoco, realmente se parece mucho a Marylin, verdad?

AZAFATA- Pues, no…, la verdad es que no me parezco mucho…

PRESIDENTE – Para más discreción, organicé esta pequeña fiestecita en mi casa. El caso es que esto realmente no es un hotel de lujo, como usted puede ver. Pero en los grandes hoteles, como usted sabe, en fin, la discreción…

AZAFATA – Sí… Bueno, no. No sé, me lo imagino…

PRESIDENTE – Hoy, en la prensa, sacan a un ministro saliendo del Palace o del Carlton, y es bastante peor que si se le hubiera fotografiado a la salida de un hotel de paso de la calle Ballesta.

AZAFATA – Oh, ya…

PRESIDENTE – Pues, aprovecho que mi mujer se ha ido a pasar con su madre unos días en Palencia …

AZAFATA – Mmm … Ya.

PRESIDENTE – Prefiero que no se entere de nada … Porque es muy celosa …

AZAFATA – Por supuesto …

PRESIDENTE – Total … Usted está aquí para poner al ministro en las mejores condiciones posibles con el fin de que firme este contrato con nosotros y no con nuestro principal competidor … ¿ Está claro?

AZAFATA – Eh, sí …

(El PRESIDENTE, un poco embarazado, saca un fajo de billetes de su bolsillo y se lo tiende).

PRESIDENTE – Aquí tiene… La mitad de la suma la que convinimos con Anabel… El resto se lo daré a la entrega.

AZAFATA. (Cogiendo el dinero) – ¿ La entrega?

(El móvil del PRESIDENTE suena de nuevo).

PRESIDENTE – ¿Sí? Sí, sí, Señor Ministro … (Hace señas a la chica para indicarle que le excuse un instante y se eclipsa de nuevo) sí, sí, por supuesto … Ningún problema … Señor Ministro … Por supuesto, Señor Ministro …

(De nuevo sola, la chica se precipita sobre su móvil y aprieta una tecla).

AZAFATA. (Encantada) – Isabel? ¿Pero qué lío es éste? Acaba de ponerme en la mano un fajo enorme de billetes, no había visto tanta pasta junta en mi vida… Diciéndome que después aún me daría más… Después de que el especialista en comidas preparadas haya entregado los pastelitos… Y, escucha… Está muy bien pagado esto, para ser un trabajo de azafata… ¡Voy a poder devolverte los tres meses de alquiler que te debo, y hasta pagar mis gastos de la universidad! Bueno, te reconozco que el ver toda esta pasta, me hace reflexionar: ¿De qué me ha servido partirme el pecho para aprobar el examen de acceso a la Facultad de Ciencias políticas? Habría sido mucho mejor haber hecho la escuela de hostelería… (Echa una nueva mirada alrededor de ella y ve la mesa puesta para tres) aunque, en realidad, no sé muy bien qué es lo que quiere que haga… Me esperaba tener que servir el champán en una recepción, y esto tiene la pinta de ser una cena en plan trío… No sé quién será el tercero … ¿Ni siquiera voy a tener que servir la cena, dices? ¿Entonces, qué?

(La conversación es interrumpida por el regreso del PRESIDENTE, y la chica guarda su móvil).

PRESIDENTE – El ministro estará abajo en un minuto con su chófer y sus guardaespaldas. Voy a ir a acogerlo en la escalinata. Lo siento, no tengo tiempo de decirle más sobre el asunto. Pero usted conoce su oficio, así que estoy seguro de que sabrá improvisar. Su colega me dijo que se les daban cursos de improvisación, también… (Está a punto de salir) Es inútil precisarle que todo esto deberá tener mucha clase. Mucho encanto, nada de vulgaridad. Ah, sí, una última cosa … Usted se llamará… Maribel. Discúlpeme, pero es que realmente no tiene usted pinta de llamarse Emmanuelle …

AZAFATA – ¿Y usted cree que tengo pinta de llamarme Maribel?

PRESIDENTE – Es que, Emmanuelle, me parece un poco demasiado… en fin, al escucharlo, uno sospecharía inmediatamente que es un seudónimo.

(Desconcertada, la chica echa una mirada hacia la mesa).

AZAFATA- ¿ Y el tercer cubierto, para quién es?

PRESIDENTE – ¿Para quién? ¡Pues para usted! No vamos hacerle comer en una fiambrera de rodillas en el suelo, digo yo. Ya se lo he dicho: hace falta que todo esto tenga mucha clase…

AZAFATA- ¿ Pero entonces qué debo hacer exactamente?

PRESIDENTE – Bueno, durante la comida, usted se queda en las generalidades. Usted juega ser una de esas jovencitas que han salido poco de casa: ya sabe, algo ñoña y sobre todo de clase elevada. Después… ¡Usted hace gala de ceder a los encantos del viejo!

AZAFATA- ¿El viejo?

PRESIDENTE – Escuche, cuanto menos sepa usted sobre esto, más natural parecerá todo… Y le diré qué hacer a medida que avance la noche y según el guarrete vaya picando al anzuelo o no … Ahora, de verdad, es necesario que me vaya a buscarle. No se puede hacer esperar al ministro… Estamos aquí para responder a todos sus deseos, Maribel …

(El PRESIDENTE sale. La chica se precipita sobre su móvil).

AZAFATA – ¿Isabel? Pero qué es este embrollo. ¡ No habíamos hablado en absoluto de esto! ¡Ahora, debo cenar con ellos, y jugar a ser Mata Hari! ¿Que es qué? ¡Un juego de rol! ¿Una especie de obra de teatro? ¿Tengo que fiarme sólo de mi instinto, y todo acabará bien, dices? ¡Ya, pues, mira, mi instinto me grita que me largue corriendo a toda leche, fíjate tú.¡Escucha, que pierdas a un cliente importante no es mi problema! ¡Yo no sabía el oficio que ejercías! Pensaba que se trataba de servir pastelitos. No de servir de pastelito. ¿Qué por qué no voy a aprovecharme yo también?

(El PRESIDENTE vuelve en compañía del ministro, que luce, en la solapa de su chaqueta, la cruz de Caballero de Santiago. La chica no puede hacer otro cosa que esconder su móvil).

PRESIDENTE – Entre, entre, por favor, Señor Ministro considérese en su casa …

MINISTRO – Gracias … Discúlpeme por el retraso, pero estaba en conversación con el Primer ministro … A propósito del proyecto que nos ocupa, justamente …

(El PRESIDENTE entra con el ministro, y este último percibe a la chica).

AZAFATA (perturbada) – Señor Chaucho …

MINISTRO – Caucho … Pero usted puede llamarme Juan Francisco …

PRESIDENTE – ¡Oh! Tengo que presentarle mis disculpas, Señor Ministro. Mi sobrina está de visita por Madrid durante algunos días … Si no tiene inconveniente, cenará con nosotros … No podía mandarla a la esquina, como usted comprenderá … Quiero decir a la calle, así, siendo tan tarde … ¿Espero que esto no suponga una molestia para usted?

MINISTRO (alegre) – No, no, en absoluto, vamos…

PRESIDENTE – Y es que, además, estaba tan excitada con la idea de encontrarse con su excelencia… ¿No es cierto, Maribel?

AZAFATA – Eh … Sí, tío …

MINISTRO – Es encantadora … ¿ Y qué hace en la vida, esta señorita?

(El PRESIDENTE le hace un signo a la chica para que responda).

AZAFATA – Soy estudiante. De Ciencias políticas.

(El PRESIDENTE le hace señas a escondidas de que es una buena idea).

MINISTRO – Muy bien, muy bien … Entonces una futura ministra, posiblemente … ¿Pero me decía tu tío que estabas solamente de visita en Madrid?

PRESIDENTE – Sí …

MINISTRO – Pero, si estudias Ciencias políticas …

PRESIDENTE (improvisa) – Ciencias políticas en Jaén.

MINISTRO – Pues tiene valor …

AZFATA – Mi madre es Lepe.

PRESIDENTE – Anda, pues como yo, entonces. Pasé diez años en mi infancia…

AZAFATA – Quería hacer Ciencias políticas en Madrid, pero …

PRESIDENTE – No sacó bastante nota en la Selectividad.

(Mirabel se revuelve un poco, humillada).

MINISTRO – Qué pena … Pero, en fin, yo hice la carrera en la UNED, y ya ves tú hasta dónde he llegado, Maribel …

AZAFATA – ¡Huy, sí!, dicen que va a ser usted secretario del partido y, así, seguramente será el próximo Presidente del gobierno…

MINISTRO – Ya sabes, se dicen tantas cosas, en fin… Pero por el momento, debo pasar la tarde jugando a los tenderos con este viejo roñoso que es tu tío, para saber cual será el precio al que va a facturarme su kilómetro de autopista.

PRESIDENTE – Bueno, bueno… Estamos dispuestos a hacer un gesto comercial, usted ya lo sabe… Y además somos como de la familia …

MINISTRO – Qué te decía… Estoy seguro que tiene la idea de hacerme beber para obligarme a firmar cualquier cosa … Pero no me dejaré corromper …

PRESIDENTE – Su reputación le precede, Señor Ministro … Todo el mundo conoce su integridad … Y también saben cuán económico es usted con los denarios del estado … Todavía recuerdo cómo en los pasillos del congreso, le apodábamos ” el castor ” …

MINISTRO – ¿Ah, sí? … Lo ignoraba… Y no sabía que el castor fuera el símbolo del espíritu de ahorro…

AZAFATA – Es verdad que normalmente, es más bien la ardilla …

PRESIDENTE – ¡El castor es un gran constructor! Mata árboles con sus dientes, y construye presas…

AZAFATA – Con el rabo.

MINISTRO – Mmm… En fin, como usted sabe, la situación de nuestro país es extremadamente difícil de momento. Si España me necesita, no permaneceré insensible a su llamada …

AZAFATA – Eso le honra, Señor Ministro.

MINISTRO – Estoy seguro, Señorita, que si tú también estuvieras en mi situación, estarías dispuesta a sacrificar tu persona por el bien de España ¿no es cierto, querida?

PRESIDENTE – Pero por favor, siéntese. Maribel va a servirnos algo para beber. ¿Te importa, querida?

AZAFATA – ¿Champán?

MINISTRO – Si es para celebrar la firma de nuestro contrato, le señalo que eso todavía no es un hecho. Usted sabe en que estado se encuentran las finanzas españolas…

PRESIDENTE – ¡ Bueno, bueno, eso no nos impide tomar un refresco!. (Le hace un gesto a la chica para que llene las copas). Y le recuerdo que nuestra Compañía ya aplicó enormes rebajas sobre el importe de estos trabajos para no socavar más el déficit del Estado.

MINISTRO – Sin embargo, mi querido amigo. Tres mil millones de euros, es una suma…

PRESIDENTE – ¡Que se corresponde porcentualmente al número de kilómetros de la autopista! ¡Es un precio, muy ajustado, Señor Ministro, créame! Es muy simple: si usted encuentra algo más barato con otra empresa, le reembolso la diferencia.

AZAFATA – Como el pryca: es lo que llaman contrato de confianza …

MINISTRO – Como seguro que sabes, Maribel, Standar and Poors acaba de rebajarnos la etiqueta en la confianza al país. Hoy, los Bonos del Tesoro tienen menos valor en el mercado que los chorizos en la carnicería de la esquina. Y al presidente del gobierno español se le compara con cualquier chorizo entre nuestros proveedores de fondos internacionales.

PRESIDENTE – Mi querido Ministro, contamos firmemente con usted para procurar que después de las próximas elecciones, esté usted en el lugar de ese embutido.

MINISTRO – No intente halagar mi ambición para ablandarme, querido amigo … Hasta debería decir mi queridísimo amigo… ¡ Mi excelso amigo!

PRESIDENTE – Señor Ministro, nosotros hablamos aquí de inversión para el futuro!

AZAFATA (citando de nuevo el eslogan) – Invierta en el futuro, invierta en Caraduro!

PRESIDENTE – La red de autopistas española, es el sistema nervioso del país. ¡ Su circulación de la sangre! Son las autopistas las que aportan a cada músculo, que son las empresas nacionales, el oxígeno que necesitan diariamente. ¡No hace falta ser el Ministro de Transportes para darse cuenta de esto!

MINISTRO – Pero resulta difícil convencer a la opinión pública de que un enlace de autopista directo entre Talavera de la Reina y Madridejos es una prioridad estratégica para el enderezamiento de la economía española …

PRESIDENTE – ¿Para qué sirven, entonces los Asesores de Comunicaciones?

MINISTRO – Es que, posiblemente no hemos tocamos todavía el fondo … Perdone mi vulgaridad, Señorita, pero las agencias de valoración nos tienen cogidos por los cojones. La nota financiera de España es completamente biodegradable.

PRESIDENTE – Vamos, vamos … Me parece que el Tesoro Público todavía no está en quiebra,.

MINISTRO – Standar and Poors … ¿Tú sabes lo que eso significa en inglés, pequeña mía?

AZAFATA – ¿Normales y pobres?

MINISTRO – Exactamente! Porque prohibiendo a los países ricos continuar sobreendeudándose a un precio razonable, esta agencia de calificación tiene el poder de convertirlos en países pobres …

PRESIDENTE – Es un contrato muy bueno, se lo aseguro. ¿Otra copita de champán, Señor Ministro?

(Indica a la chica que vuelva a servir al ministro).

MINISTRO – ¿ Sabe usted cuánto nos costaría pedir prestados tres mil millones de euros suplementarios sólo de intereses al año? Si los Chinos quieren prestárnoslos…

PRESIDENTE – Usted cobrará los peajes! ¡Va a llenarse usted los bolsillos por ahí! ¡Será una verdadera renta de por vida para usted! Quiero decir para España …

MINISTRO – Mmm … ¿ Qué piensas tú de todo esto, querida niña? (Divertido) Vamos a ver … ¿ Si fueras Ministra de Transportes, qué harías tú en mi lugar?

AZAFATA- Siempre pensé que el Estado había hecho un cálculo con una vista muy corta privatizando las autopistas… ¿Por qué vender la gallina de los huevos de oro por el precio de algunos lingotes?

MINISTRO –No estás en absoluto desencaminada…

PRESIDENTE – ¡Escuche la voz de la juventud!

MINISTRO – La gallina de los huevos de oro… (Mirando de reojo hacia la chica) es en efecto el género de gallináceas que todo hombre soñaría con tener en su corral …

PRESIDENTE – Pues bien esta tarde, Señor Ministro, es una gallina que le ofrezco sobre una bandeja…

MINISTRO – ¿Ah, sí? ¿De verdad?

PRESIDENTE – ¡Hoy, un billete de autopista Madrid Valencia cuesta casi tan caro como un billete de AVE!

MINISTRO – ¿ Usted cree?

PRESIDENTE – Y además hay que pagar la gasolina y el chófer …

AZAFATA- Mmm … Y, posiblemente este es el menor de los problemas a pesar de todo…

PRESIDENTE – ¿Perdón?

AZAFATA- ¿A ese precio, quién va a tener ganas de coger la autopista todavía?

MINISTRO – Sobre todo entre Talavera de la Reina y Madridejos …

AZAFATA- ¿Madridejos?

PRESIDENTE – No se haga de nuevas… ¿ Sabemos muy bien que este proyecto le gusta mucho a usted ¿o no, Señor Ministro?

MINISTRO – No, no lo niego

PRESIDENTE – Además fue usted quien lo llevó a cabo desde principios del quinquenio… Y también sabemos perfectamente bien por qué…

AZAFATA – ¿Ah, sí? ¿Y por qué?

PRESIDENTE – Pues para acabar con el predominio de Valdepeñas, en primer lugar. Que como sabe todo el mundo es uno de los pulmones económicos de España.

AZAFATA – ¿En primer lugar? ¿Hay otra razón?

MINISTRO – Bueno, es que, además, soy el Diputado-alcalde de Talavera de la Reina y tengo una finca en Madridejos.

PRESIDENTE – Esta autopista será muy práctica para sus idas y venidas entre el Congreso y su circunscripción electoral.

AZAFATA (irónica) – O por qué no, de ahora en adelante, entre la Moncloa y su casa de campo.

(El PRESIDENTE le lanza una mirada incendiaria. Afortunadamente, la campanilla de la puerta ofrece una distracción).

PRESIDENTE – Este debe de ser el especialista en comidas preparadas … (A la chica) te ruego que vayas a abrir, mi querida Maribel …

AZAFATA- Por supuesto, mi querido tío.

MINISTRO – Es encantadora … Pero no carece de sarcasmo tampoco … ¿ Me equivoco?

PRESIDENTE – Es el vivo retrato de su madre cuando era joven.

MINISTRO – Eh, sí …, claro, claro.

PRESIDENTE – El privilegio de la juventud…

MINISTRO – Además, está muy bien criada.

PRESIDENTE – Y es muy limpia …

(La chica vuelve con una gran bandeja sobre la cual están dispuestos varios platos, la cual coloca sobre la mesa).

AZAFATA – ¡Pues aquí está la cena! Podemos sentarnos a la mesa, cuando gusten.

PRESIDENTE – Son platos fríos. Pensé que sería más práctico. Esto simplifica el servicio, y evita a los testigos molestos. Quiero decir a las orejas indiscretas … Es difícil encontrar personal de plena confianza…

MINISTRO – Por supuesto, por supuesto… ¿Pero después de todo, esta cita no tiene nada de secreto ni de reprensible por el momento, ¿no es verdad? ¿A menos que tenga la intención de sobornarme por debajo de la mesa?

(El PRESIDENTE se pregunta visiblemente si se trata de una broma o de una llamada de atención y vacila en su respuesta).

PRESIDENTE – Pues, hombre …

MINISTRO – Estoy bromeando, evidentemente.

PRESIDENTE – Evidentemente.

MINISTRO – Pero todo esto tiene un aspecto magnífico.

PRESIDENTE – ¡Es que viene del mejor especialista en comidas preparadas de Madrid! Es escandalosamente caro, pero es tan delicioso…

MINISTRO – Me rindo, puesto que me muero de hambre. Aunque todo esto riza la corrupción pasiva. (Se sientan a la mesa los tres).

AZAFATA- ¿ Le sirvo un chatito de vino? (El ministro la mira un poco desconcertado, y el PRESIDENTE la fulmina con la mirada). Quiero decir una copa de vino …

MINISTRO – Sí, sí, por supuesto eres muy amable… (Al presidente) es encantadora … ¿ Entonces, Maribel, así que vives en Lepe?

AZAFATA- ¿Ah sí? Quiero decir: ¡ah, sí!

PRESIDENTE – Vive en Jaén…

MINISTRO – Es curioso, porque no tiene en absoluto el acento andaluz…

AZAFATA – Bueno, es que… Hice unos cursos de dicción para tratar de perderlo. Ya sabe como es esto del acento andaluz, cuando se quiere hacer una carrera en la política o en los negocios, aunque ahora es un poco la misma cosa … Pasamos en seguida por alguien del medio…

Ministro – Del medio?

AZAFATA- De la junta… La junta de Andalucía…

(El PRESIDENTE se remueve mordiéndose la lengua).

MINISTRO – Hay algunas ovejas negras, en efecto. Que empañan la reputación de esa bella región. Pero no hay que generalizar, usted sabe. Hay también algunos elegidos íntegros. Presidí el Consejo general de la Junta durante una decena de años. Conozco muy bien Jaén…

PRESIDENTE – ¿Ah, sí, realmente?

MINISTRO – ¿ Y qué hace su hermana en Lepe?

PRESIDENTE – Mi hermana?

MINISTRO – Bueno, ya sabe usted, conozco a todo el mundo, allí abajo.

PRESIDENTE – ¿ Que qué hace? Eh, sí … (Volviéndose hacia la chica) ¿ qué hace ahora tu madre?

AZAFATA- Murió.

PRESIDENTE – Eh… sí … Me… siento tan emocionado cuando hablo de esto … Yo mismo no lograba pronunciar la palabra.

MINISTRO – Oh, estoy verdaderamente afligido.

PRESIDENTE – Era mi hermana, después de todo … Y además, tenía sólo una. Me… me quedan algunos hermanos, pero …

MINISTRO – Sí, claro, no es lo mismo…

PRESIDENTE – Claro, ellos no la reemplazan…

AZAFATA- Yo también, yo también tenía sólo una madre …

MINISTRO – Y sí, así es … es lo habitual, desgraciadamente … Y murió …

PRESIDENTE – Pues, sí, allí, completamente, cómo … Un … Un accidente…

MINISTRO- Un accidente?

PRESIDENTE – Un camión frigorífico … Atravesando la calle para ir a comprar embutidos.

MINISTRO – Oh, Dios mío…

PRESIDENTE – Pero bueno, no vamos a estropear la velada con esto, tampoco … La vida continúa…¡Los trabajos también! Porque usted sabe lo que se dice:¡cuando el edificio va, todo va! Esto vale también para las obras públicas…

MINISTRO – ¿Y entonces, esta señorita encantadora vive siempre en Jaén?

PRESIDENTE – Sí, sí … Con su mamá fallecida.

MINISTRO – A propósito de embutidos… Hay un restaurante excelente Jaén, donde se come el mejor chorizo de jabalí de toda Andalucía…. Esto, ¿cómo se llamaba…?

(Afortunadamente, el móvil del Ministro suena, dispensando a la chica de responder. El ministro responde a la llamada).

MINISTRO – ¿Sí? Sí, sí… No, no, usted no me molesta en absoluto… No cuelgue, un segundo … (Al presidente) le ruego que me excuse usted. ¿Hay un lugar dónde pueda aislarme un momento?

PRESIDENTE – Sí, sí, por supuesto, venga por aquí, por favor…

(El presidente le señala el camino).

MINISTRO(a su interlocutor telefónico) – Sí, sí, le escucho … (El Ministro sale).

PRESIDENTE – Bueno, todo se está desarrollando muy bien hasta ahora… Creo que usted ha conseguido despertar la libido de este viejo sátiro con su apariencia de internado de monjas … Pero no cargue demasiado sobre el lado rebelde…

AZAFATA- Tranquilícese, no haré nada para hacer capotar esta negociación …

PRESIDENTE – Y ahora, va a haber que poner el turbo, ¿cómo? Discreción y elegancia, sí. Pero eficacia y vaya soltando sedal.

AZAFATE – ¿Soltando sedal?

PRESIDENTE – Usted continúa cebando al pez gordo y ¡hop! Que muerda el anzuelo precipitadamente en el momento en que menos lo espera. Lo que hace falta, es sorprenderle, ¿comprende usted?. Después, este viejo tiburón se dejará hacer… Le gusta la carne fresca, créame. Le aseguro que mis informaciones son completamente fiables…

(Su móvil suena y responde).

PRESIDENTE – Sí, Jeromo … No, no tengo demasiado tiempo para hablarle ahora … Sí, sí, creo que este gordo asqueroso no es insensible al estilo colegiala en falda escocesa … ¿Por cierto, ustedes sabían que se había pasado diez años de su vida en Lepe? ¡Pues podrían habérmelo dicho! Eso me habría evitado pasar por un gilipollas … (El Ministro vuelve) Bueno, le dejo…

MINISTRO – Les ruego que me excusen, pero creo que no le hubiera agradado escuchar esta conversación… ¿Sabe usted quién acaba de llamarme?

PRESIDENTE – Le aseguro que no… señor ministro.

MINISTRO- Su principal competidor…

PRESIDENTE – No me diga que…

MINISTRO – Y debo reconocerle que acaba de hacerme una oferta muy apetitosa.

PRESIDENTE – Cuánto?

MINISTRO – El mismo precio que usted pero con veinte kilómetros de autopista más

AZAFATA – Bueno, sobre cien kilómetros, eso constituye un veinte por ciento de descuento, es una rebaja que lo hace verdaderamente interesante, en efecto.

PRESIDENTE – ¿Talavera de la Reina-Madridejos? ¡Pero con las autopistas que ya existen, sólo necesitamos un trozo de 100 kilómetros para la conexión! ¡ Los estudios son formales!

MINISTRO – Su competidor me propone una pequeña variante que pasa por Orgaz, que es dónde vive mi madre … (A la chica) Tú sabes lo importante que es poder visitar de vez en cuando a la mamá mientras está viva todavía … (El móvil del Ministro suena de nuevo, y responde). Sí … (Al presidente) Discúlpeme otro minuto … Sí, sí, le escucho… (Vuelve a salir).

PRESIDENTE – Nos hemos ido a la mierda…

AZAFATA – Usted sólo tiene que hacerle también su veinte por ciento descuento, como sobre las cajas de cereales…

PRESIDENTE – Imposible … Nuestro presupuesto ya está rebajado al máximo … Si le ofrezco veinte kilómetros más por el mismo precio, perdemos todo nuestro beneficio.

HUÉSPED – ¡ Pero reactiva usted la economía, y con ello, el crecimiento!

PRESIDENTE – Ya, ya… nuestros accionistas pasan de eso del crecimiento! ¡Lo único que esperan que crezca a finales de año, son sus dividendos! ¡Qué nos importan las vidas de la población! ¡Qué sigan soñando con el estado del bienestar! Bah. ¡ No voy a hablar de negocios con una puta qué es simplemente un regalo promocional para facilitar la firma de un contrato sustancioso!

AZAFATA – ¿Una puta?

PRESIDENTE – ¡Limítese a hacer su trabajo, joder! ¡ Pagué por los servicios de una acompañante, no por una conferencia de economía!

AZAFATA – ¡Una acompañante!

PRESIDENTE – ¿ Todo depende de usted, ahora, de acuerdo? ¡Hay que convencerlo totalmente de que los tirantes de su sujetador son más apasionantes que la correa de autopista que uniría su domicilio al asilo de ancianos de su madre!

AZAFATA- Escuche, querido Señor, se trata de un malentendido … Reemplazo a una amiga que visiblemente no me dijo todo sobre lo que se esperaba de mí en el marco de esta misión … ¡ No soy una prostituta! En realidad soy estudiante de Ciencias políticas, y hago trabajitos para pagar mi alquiler y mis estudios, es todo.

PRESIDENTE – ¿Es una broma?

AZAFATA- Bueno, mire, le devuelvo su dinero, y me largo… ¿ Le parece bastante claro así?

PRESIDENTE – Espere, no nos pongamos nerviosos… Le ruego a usted que me disculpe y que por favor me escuche un minuto, ¿de acuerdo?

HUÉSPED – Le escucho … Pero esto no cambiará nada el hecho de que yo no me acuesto por dinero… Por otra parte, por regla general, me acuesto muy poco… y siempre lo hago gratis…

PRESIDENTE – Si no firmamos este contrato esta tarde, nuestros accionistas van a decidir cerrar el departamento de autopistas de la empresa para concentrarse en sectores más rentables. Cientos de asalariados perderán sus empleos. Yo también, para que lo sepa…

AZAFATA – ¿ Y qué quiere que haga yo?

PRESIDENTE – Usted es mi última oportunidad, Maribel.

AZAFATA – Emmanuelle.

PRESIDENTE – Todo depende de usted. ¡ Los obreros corren peligro de encontrarse en el paro! ¡Sus familias en la calle! ¡Sus niños no podrán estudiar como usted!

AZAFATA – Pare, que va usted a hacerme llorar … ¡ Pues a pesar de todo, no voy a aceptar su plan y ofrecer mi culo para evitar un desastre social!

PRESIDENTE – ¿Quién ha hablado de su culo? El trato es que usted llegue a hacerle firmar este contrato a ese imbécil. Si usted lo consigue sin tener que acostarse, tanto peor para él… Quiero decir, tanto mejor para usted …

AZAFATA – ¿Y cómo consigo yo eso?

PRESIDENTE – Usted le ofrece el aperitivo, le pone el agua en la boca con el plato principal, y en el último momento, usted le deja sin postre. Sólo tiene que conseguir que pague la cuenta antes de irse…

AZAFATA – No sé que decirle …

PRESIDENTE – También tiene bastante afición a la botella. Haciéndole soplar poco a poco…

AZAFATA (arrugada) – ¿ Quiere usted decir que para tener ganas de acostarse conmigo, hay que estar bolinga? Y eso, después de haberme tratado de puta … Usted por lo menos, sabe cómo tratar a las mujeres …

(El teléfono del presidente suena. Responde).

PRESIDENTE – Escuche, Jeromo! ¡La chica a la que usted me envió no quiere acostarse! (Ablandándose de repente) ¿Querida? ¿Eres tú? No esperaba tu llamada… ¿Entonces qué tal tiempo hace en Palencia? Es de noche… Sí, aquí también… ¿De qué hablaba? ¿Una chica? ¿Qué chica? Pero no, no, te aseguro… Pero por favor, querida, sabes muy bien que yo jamás… ¿ Hola? ¿Hola? Ha colgado… Sólo me faltaba esto… Es una catástrofe… Tengo que volver a llamarla en seguida …

(El presidente sale para rellamar a su mujer. La chica marca un número de prisa).

AZAFATA – Oye, ¿pero a qué trampa me has enviado? ¡Yo no soy una puta! ¿Una señorita de compañía? Perdóname, pero yo no veo bien la diferencia. ¡Si lo hubiera sabido, jamás habría venido! Seguramente que es por eso por lo que no me lo dijiste todo, me imagino… Sí, me dijiste que la agencia se llamaba Glamour Internacional… No, perdona, pero no tenía porque haberme hecho una idea con el nombrecito… ¿ Tus tres meses de alquiler? ¿Entonces,… o sea, que, o me acuesto con esta grasienta carne de cerdo, o me echas a la calle, es eso?

(La vuelta del Ministro la obliga a parar su conversación y guardar el móvil).

MINISTRO – ¿Estás sola?

AZAFATA – Mi,… mi tío ha recibido una llamada telefónica urgente y ha tenido que salir … Un pequeño malentendido con su mujer …

MINISTRO – Bueno, esto nos deja un tiempo para charlar un poco. Tienes que darme tu número de teléfono. Me gustaría poder despedirte …

AZAFATA – ¿Despedirme?

MINISTRO – Me refería a cuando regreses a Jaén. Pero ahora, se me ocurre que también podía contratarte, si lo prefieres… Quiero decir, si un día buscas un período de prácticas, o trabajo, cuando termines tus estudios, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Te daré mi número personal también. Muy poca gente lo tiene, ya sabes.

AZAFATA- Gracias por concederme este privilegio…

MINISTRO – Hay que dar un buen empujón a la juventud. ¿No sé por qué, tengo la impresión de que nos entenderíamos bien, los dos, eh? Tienes carácter… Eso me gusta… Y además, si soy elegido en las próximas elecciones, necesitaré rodearme de un nuevo equipo. Más joven… Más abierto sobre el mundo… Gente más formada…

AZAFATA- Y dotada para las lenguas …

MINISTRO – Sí, sí,…Vas a reírte, pero nuestro Ministro de Hacienda no habla una palabra de inglés… Y es incapaz de hacer una suma de tres cifras sin la ayuda de su jefe de gabinete y de dos o tres expertos contables… (La coge por la cintura) Ya me dirás si te apetece unirte a mi equipo de campaña.

AZAFATA- Se le presenta a usted como el JF Ca español, pero veo que tiene usted también bastante de Bill Clinton …

(El ministro se acerca a la chica y pone la mano sobre ella).

MINISTRO – Un poco de incorrección, no me desagrada…

(La chica le da una bofetada. Vuelve el presidente que ve la escena).

PRESIDENTE – ¿ Todo va bien? (El ministro recupera la compostura).

MINISTRO – A decir verdad, estoy un poco aturdido, querido amigo…

PRESIDENTE – Estoy seguro que vamos a encontrar un arreglo … Desgraciadamente no puedo proponerle esa pequeña desviación por Orgaz. (Con una mirada hacia la chica) Pero hay seguramente un pequeño premio de consolación que estoy seguro de que le complacería…

(La chica le lanza una mirada negra para indicarle su torpeza).

MINISTRO – Acabo de tener noticias de mi madre. Es ella quien me llamaba, justamente…

PRESIDENTE – Oh … Espero que su querida madre se encuentre bien,…

MINISTRO – Por desgracia… Comienza a perder un poco la cabeza… Ya me cree a Presidente del Gobierno…

AZAFATA- Pero eso es visionario, simplemente, Señor Ministro! Es todo lo contrario de Alzheimer, eso es que… no olvida el pasado, sino que se acuerda del futuro…

MINISTRO – Desgraciadamente, también cree que me encuentro en prisión por un asunto de corrupción de menores …

HUÉSPED – Oh, vaya, no sé cómo pudo ocurrírsele una cosa semejante, no tiene sentido.

PRESIDENTE – Claro, si usted fuera Presidente del Gobierno, gozaría de una total inmunidad.

AZAFATA – ¿ No es para eso para lo que se presenta, por lo menos?

MINISTRO – En fin, temo que mi pobre madre tiene cada vez más necesidad de mí en los años que vienen. ¿No debemos abandonar a nuestros mayores ¿no creen?

PRESIDENTE – No, por supuesto …

MINISTRO – Para mí es un deber ir a visitarla por lo menos una vez a la semana. Evidentemente, una autopista que pasara justo al lado de su casa, sería más que práctica…

AZAFATA- ¿Y si le busca un buen asilo de ancianos con una buena infraestructura médica en Talavera?

MINISTRO – Desgraciadamente, ya sabes cómo son los viejos … Están atados a sus pequeñas costumbres … Temo que cambiando brutalmente todas sus referencias, se precipite un poco más su decadencia…

PRESIDENTE – Comprendo … Lo que no comprendo, es cómo nuestro principal competidor puede proponerle un precio semejante…

AZAFATA- Posiblemente porque paga a los obreros en negro … Parece que es muy habitual en el sector de las obras públicas…

MINISTRO – Oh, eso prefiero no saberlo…

AZAFATA – Sin embargo, el Estado emplea a numerosos agentes para acosar a los empresas que defraudan a Hacienda…

MINISTRO – Es encantadora … Pero qué quieres … Tenemos todos nuestros pequeños arreglos con nuestra conciencia … No me digas que tu santa madre jamás contrató a una asistenta en negro…

AZAFATA – Mi pobre madre murió.

MINISTRO – Oh, sí, es verdad perdóname … (Al presidente) Pero volvamos a nuestro contrato, querido amigo. Se lo dije, realmente tengo ganas de hacer negocio con usted. ¡Haga un pequeño esfuerzo! ¿Veinte kilómetros de autopista de más o de menos, qué suponen para usted?

PRESIDENTE – Seiscientos millones de euros …

MINISTRO – El Estado le estará muy agradecido, créame. Y yo también, yo estoy dispuesto a hacer un gesto…

PRESIDENTE – ¿De verdad?

(El ministro muestra su medalla de honor en la solapa de su chaqueta).

MINISTRO – ¿ ¿Qué le parecería tener una como esta?

(El presidente parece seducido durante un instante).

PRESIDENTE – Evidentemente, es tentador, pero …

MINISTRO – Estoy seguro que esto les proporcionaría un gran placer a su esposa y a su sobrina.

PRESIDENTE – Sí, por supuesto … (Volviendo a la realidad) pero una Medalla de Honor a cambio de seiscientos millones de euros … Me parece que nuestros accionistas no estiman mi honor a tanto precio…

AZAFATA- Venga, venga, se está usted subestimando, tío!

MINISTRO – ¡Con esos veinte kilómetros de autopista añadidos, usted hace un gran gesto a favor de las personas de edad!

AZAFATA – A las que viven en Orgaz , principalmente…

PRESIDENTE – Desgraciadamente, me es imposible porque tengo deudas pendientes de un préstamo obtenido de los fondos de pensiones americanos que hay que devolver este trimestre…

MINISTRO – De todos, reflexione sobre eso, se lo ruego … pero hágalo rápidamente. Su competidor está dispuesto a llevarse este negocio, se lo advierto… Mientras tanto yo me tomaré una pequeña golosina.

PRESIDENTE – Iba proponerle pasar al postre…

(El móvil del ministro suena de nuevo y responde).

MINISTRO – Sí? Oh, sí … Pero sí, con mucho gusto … Pero no, en absoluto, al contrario … Estaremos en familia … Muy bien, entonces le llamo ahora desde aquí mismo.(El Ministro guarda su móvil).

PRESIDENTE – Espero que no hayan sido más malas noticias de su madre.

MINISTRO – No, no, tranquilícese … En fin… No sé si en realidad esto realmente va a tranquilizarle … Era otra vez su competidor … Leonardo. El Pesidente del grupo Tragados y Obstrucciones.

PRESIDENTE – Oh …

MINISTRO – Me invita a tomar una copa en su casa ahora mismo, para presentarme su contraoferta… Es divertido, quería saber si no me importaba que su ahijada estuviera allí … Decididamente, hoy todo el mundo está empeñado en presentarme a su familia…

AZAFATA – Son vacaciones escolares…

(El PRESIDENTE, inquieto, indica a la chica que sirva el rodaballo).

MINISTRO – Entonces? ¿Qué me sugiere como postrecito?

PRESIDENTE – Hay una bandeja de pastelitos, creo. ¿Qué novedades podemos ofrecer al señor… Maribel?

AZAFATA– Vamos a ver, tenemos bollo suizo, pero desgraciadamente Suiza queda un poco lejos de Madridejos y de Orgaz…

(Los dos se muestran aparentemente un poco descolocados)

PRESIDENTE – Esta barriguita de monja es realmente deliciosa…

MINISTRO – Buena, muy buena… (Deglute algunos pastelitos). Los borrachos, son mi perdición…

PRESIDENTE – Pero siéntese, se lo ruego. Póngase a gusto …

(Se sientan los tres a mesa. El presidente avisa de nuevo a la chica que acelere las cosas. Pero ésta, visiblemente no sabe que hacer, ni que decir).

AZAFATA – ¿Entonces, no tiene reparos en firmar un contrato en nombre del Estado con una empresa que recurre al trabajo ilegal? Para un hombre que tiene la ambición de ser el próximo Presidente del Gobierno… Usted me decepciona mucho. Yo que pensaba votar por usted…

(El PRESIDENTE levanta la mirada al cielo).

MINISTRO (Con la boca llena de pastelito) – Mi pobre chiquilla. Tienes que aprender cuanto antes que en política, se debe poner un poco de agua en el vino si se quiere llegar a los objetivos. Por otro lado, no me importaría repetir un poco de este excelente champán…

(El PRESIDENTE indica a la chica debe servir y ella cumple la orden).

PRESIDENTE – Lo hago traer directamente de Francia. Me quedan todavía algunas cajas en el sótano. Si le apetecen unas botellitas…

MINISTRO – Sea como sea, no decidiré nada antes de haber hablado con su competidor…

AZAFATA- Y con su ahijada…

PRESIDENTE – ¿ No se llamaría Anabel, por casualidad?

MINISTRO – ¿ La conoce?

PRESIDENTE – No, no, ni por asomo… Por favor, todavía quedan algún pastelito.

MINISTRO – Con mucho gusto.

(El ministro deglute de nuevo. El Presidente da golpecitos insinuantes en el pie del ministro bajo la mesa. Este último se da cuenta de ello y, creyendo, por supuesto, que se trata del pie de la chica, da visibles muestras de alegría).

AZAFATA – Da usted la sensación de que está disfrutando.

MINISTRO – No debería, pero bueno … Una pequeña desviación de cuando en cuando (Le hace un guiño que la sorprende). Deliciosa, verdaderamente deliciosa… Esta pícara monjita…

PRESIDENTE – Pero su vaso está otra vez vacío, Señor Ministro … ¿Maribel?

(Maribel se levanta precipitadamente para ir a por la botella en el cubo de champán. El presidente acaba su tejemaneje con un instante de retraso. El ministro se pregunta fugazmente si era ella quien acariciaba su pie pero, ya bastante achispado, escoge visiblemente tomar sus sueños por la realidad. La chica se sienta de nuevo).

AZAFATA- ¿Más champán?

(El ministro roza su pie con el de la chica mientras ella le sirve. Sorprendida, le derriba más o menos voluntariamente sobre las rodillas el champán que supuestamente debería rellenar su copa. El ministro se levanta precipitadamente).

AZAFATA- Oh, perdón… estoy un poco torpe…

MINISTRO – ¿Puede indicarme el cuarto de baño?

PRESIDENTE – Estoy verdaderamente abrumado… Por aquí, se lo ruego … Justo al fondo del pasillo, ahí a la derecha …

(El ministro sale. El presidente está cabreado. Saca una fregona de la habitación de al lado y se la tiende a la chica para que limpie el champán caído en el suelo).

PRESIDENTE – Si usted cree relmente que derribándole de champán sobre las rodillas va a conseguir encender sus ardores… (La chica toma la escoba y seca por tierra).

AZAFATA – Lo siento, ha sido un acto reflejo. Me ha tocado el pie por debajo la mesa…

PRESIDENTE – ¡Es una noticia excelente! Eso quiere decir que ha picado el anzuelo. No me diga que algunos toqueteos con las piernas por debajo la mesa, es demasiado para usted?. Ahora es el momento de atraparlo.

AZAFATA (Con la fregona en la mano) – ¿Atraparlo?

PRESIDENTE – Escuche, tengo un plan para dar el golpe y precipitar un poco las cosas.

AZAFATA- Usted me da miedo …

PRESIDENTE – Dentro de un pequeño instante, haré la pantomima de recibir una llamada en el móvil, y me inventaré una urgencia para dejarles solos a los dos…

AZAFATA – ¡ Que va a dejarme sola con ese viejo macho cabrío en celo!

PRESIDENTE – Eh, eh, no se dispare, que es un ministro de la Nación…

AZAFATA – Se supone que lo dice para tranquilizarme?

(Él le abanica las narices con el contrato).

PRESIDENTE – En definitiva, usted le hace firmar este contrato prometiéndole el premio gordo. Y antes de liquidar, usted se larga bajo un pretexto cualquiera…

AZAFATA – ¿Qué clase de pretexto?

PRESIDENTE – No sé, yo … Le dice usted que su madre acaba de tener un accidente, por ejemplo.

AZAFATA – ¿En serio?

PRESIDENTE – ¿Qué pasa? ¿No le gusta?

AZAFATA – ¡Mi madre ya se murió!.

PRESIDENTE – La acompaño en el sentimiento, lo siento, no lo sabía…

AZAFATA – ¡Pero si ha sido usted mismo el que lo dijo nada más empezar!

PRESIDENTE – Oh, sí, es verdad … Bueno, bueno … ¡Pues le dice usted que he sido yo quien ha sufrido accidente, y que usted tiene que ir urgentemente al hospital!

AZAFATA – Es un plan inviable.

PRESIDENTE – ¿ Tiene otro?

AZAFATA – ¿ Tiene usted criada?

PRESIDENTE – Le di la tarde libre para poder estar tranquilos … Pero de cualquier modo, tiene más de cincuenta años, una barbilla triple y un principio de bigote, no estoy seguro de que fuera a gustarle al señor ministro.

AZAFATA – Pero tendrá una habitación para la criada.

PRESIDENTE – Sí, sí, justo aquí encima.

AZAFATA – Bueno, pues usted finge que se va por culpa de una urgencia, como hemos dicho, pero en lugar de irse realmente, usted se esconde ahí arriba en el cuarto de la criada.

PRESIDENTE – ¿Y después?

AZAFATA – Cuando haya puesto a su ministro en una situación molesta para él, le llamo, usted vuelve de improviso, y nos sorprende los dos.

PRESIDENTE – ¿ Y de qué va a servir?

AZAFATA – ¡Piénselo: él, un ministro! ¡Con su sobrina! Usted se hace el ofendido, y lo amenaza con denunciarle. De largárselo todo a la prensa. Él, para hacerse perdonar, estará dispuesto a firmar cualquier cosa…

PRESIDENTE – ¡ Usted es un genio!

(El ministro vuelve. La chica pone la fregona en una esquina).

AZAFATA – Le pido perdón, una vez más. No sé lo que me ha pasado.

MINISTRO – Ya está arreglado…

PRESIDENTE – ¿Una copita?

AZAFATA – ¿Una pera?

PRESIDENTE – ¿Un bomboncito?

AZAFATA – Le prometo que este, no lo voy a tirar sobre sus rodillas.

(El ministro parece contento ante este pensamiento. El presidente finge responder al móvil).

PRESIDENTE – Sí?. Oh, no. Pero eso es horrible… ¡Oh, Dios mío! Sí, sí, por supuesto, voy al momento… (Guarda su móvil) Señor Ministro, estoy realmente compungido, pero es necesario que le abandone durante un momento. Mi mujer ha tenido un accidente…

MINISTRO – Eso es espantoso. ¿Es grave?

PRESIDENTE – Sí, bueno… No … Los médicos todavía no quieren pronunciarse. No saben si la muñeca está rota o simplemente dislocada…

MINISTRO – Pues, en ese caso, vamos a repetir esta cita en otra ocasión, por supuesto.

PRESIDENTE – No, no, de verdad, insisto. Tengo una responsabilidad con mis accionistas… Este contrato es capital para la supervivencia de la empresa… Estaré de vuelta dentro de una o dos horas.

MINISTRO – ¿Para ir y volver desde Palencia?

PRESIDENTE – Eh … No, no, estaba volviendo: de hecho ha sido en el camino de la vuelta. Afortunadamente, su accidente ha ocurrido llegando a Madrid… Cerca de Buitrago… Mi sobrina le dará conversación mientras espera… ¿Verdad, Maribel?

AZAFATA- Por supuesto…

MINISTRO – Bueno, en ese caso … Me parece bien …

AZAFATA- Dale un fuerte abrazo a la tía de mi parte, tío … Voy a rezar para que se restablezca pronto … (La chica acompaña al PRESIDENTE hasta la puerta y le habla en conversación aparte) Quédese aquí cerca, y acuda tan pronto como le llame. Si no, me largo inmediatamente.

PRESIDENTE – Se lo prometo… Aquí tiene mi número de móvil … (Al ministro) Le confío a mi sobrina, Señor Ministro… Sé que la dejo en buenas manos…

(El presidente sale. La chica, un poco inquieta, se vuelve hacia el ministro).

MINISTRO – Al fin solos…

AZAFATA – Sí …

(El ministro va a instalarse sobre el sofá).

MINISTRO – Ven, puedes sentarse aquí, y así podemos charlar un poco de mi… Quiero decir de ti… ¿O, tal vez, de nosotros, por qué no?

(La chica va a sentarse a su lado con reticencia).

MINISTRO – ¿O es que acaso te doy miedo?

AZAFATA – En absoluto, se lo aseguro … (Agresiva) Incluso, diría que esperaba con impaciencia este momento.

MINISTRO – ¿De verdad?

(El ministro pone una mano sobre el hombro de la chica).

AZAFATA – Siempre me he sentido fascinada por los hombres de poder…

MINISTRO – Bueno, los hombres de poder son en primer lugar, y sobre todo, unos hombres, ya sabes…

AZAFATA – Todos somos iguales, sí. Sin embargo… Saber que un día, si resulta elegido entre sus compañeros, puede ser presidente del gobierno, y que tendrá usted el poder de poner en marcha la fuerza de las armas. El fuego…

(El ministro se vuelve más audaz).

MINISTRO – ¿ Entonces es eso lo que te gusta: Que se encienda el fuego…

(La chica le deja acercarse, una poco, después se libra precipitadamente, coge el contrato de encima del velador, y lo agita bajo la nariz del ministro).

AZAFATA – ¿Y si le pidiera que firmase primero este contrato?

MINISTRO (Con la cabeza en otro lugar) – El contrato?

AZAFATA- Así sorprendo a mi tío, cuando le diga que puede quedarse velando a mi tía en el hospital toda la noche si lo desea…

MINISTRO – ¿Por una muñeca dislocada?

AZAFATA – A las horas que son, seguramente la tendrán en observación hasta mañana por la mañana … Le aseguro que si llamo a mi tío para decirle que el contrato está ya firmado, no le veremos de nuevo en toda la noche. Esto nos dejará a nosotros solos un buen montón de tiempo…

MINISTRO – Muy bien… Si eso es lo quieres, firmaré ese contrato… Pero dentro de un minuto… (El ministro vuelve a la carga).

AZAFATA – En esto tardará sólo un segundo … ¡ Compréndame! La idea que mi tío pueda presentarse aquí en cualquier momento… ¡me bloquea!

MINISTRO – El caso es que hace falta que me relea atentamente ese contrato… No puedo firmar cualquier cosa. Tres mil millones de euros… Es un asunto serio,… sin embargo…

HUÉSPED – Déme usted ese placer, se lo suplico…

MINISTRO – ¡Compréndeme tú, a mí, también, Maribel! La lectura de un documento árido de un centenar de páginas que deberé firmar una a una… Como que para hacer la digestión, pensaba más bien en otro tipo de distracción…

AZAFATA – Creo que estoy oyendo pasos en la escalera .

MINISTRO – Yo no escucho nada, te lo aseguro …

(El ministro se vuelve de nuevo urgente. La chica le esquiva).

AZAFATA- No, esto me está poniendo demasiado nerviosa …

MINISTRO – Venga, no seas infantil …

AZAFATA – Lo siento, pero no puedo. Si no firma antes, no voy a…

(El ministro parece resuelto).

MINISTRO – Bueno, si eso te va a tranquilizar… ¡Que le den!, no pienso releerlo… Confío en tu señor tío … Pero después, te juro que el fuego está avivadísimo…

AZAFATA – Tenga …

(Le tiende el documento. El ministro está a punto de firmar. Su móvil suena. Se detiene).

MINISTRO – No me dejan estar tranquilo ni cinco minutos … Te ruego que me disculpes … Es necesario que responda, si no mi jefa de gabinete va a enviarnos a los GEOS… Créeme, eso serían peores que tu tío …

AZAFATA – No, por favor, se lo ruego …
(Responde a la llamada, y la chica puede respirar un poco).

Ministro – Sí … ¿ No? ¿ Cuándo ha sido eso? No, no, le escucho …

(Después de hacerle un gesto de excusa a la chica, sale un instante a la habitación de al lado para aislarse. La chica se avalanza sobre su propio móvil).

AZAFATA – ¿ Está usted ahí? O.k.. Sólo lo estaba comprobando. No, no, todavía no. Le vuelvo a llamar cuando llegue el momento. ¿Pero mantenga su teléfono en la mano, de acuerdo? (El ministro vuelve, y la chica guarda de prisa su móvil). ¿Problemas?

MINISTRO – Nada importante … En todo caso, no tanto como para interrumpir lo que estábamos a punto de comenzar.

(El ministro vuelve a mostrarse ansioso).

AZAFATA – Todavía no ha firmado el contrato …

MINISTRO (Con la mente en otro lugar) – El contrato? Oh, sí, el contrato … Pero no te preocupes por eso … Esto ya no corre mucha prisa, así que…

AZAFATA- ¿Ya no?

MINISTRO – Acabo de recibir una llamada de mi Directora de Gabinete … Lo que voy decirte está clasificado como Alto secreto de Seguridad Nacional, Maribel … ¿ Puedo contar con tu discreción?

AZAFATA – ¿ No irá a desconfiar de mí?

MINISTRO – El Ministro de Educación acaba de ser sorprendido por la policía en una posición molesta con una prostituta menor de edad en la Casa de Campo. Seguramente, va a ser forzado a dimitir …

AZAFATA- Qué injusticia … ¿ Ya no podremos volver a confiarle el futuro de nuestros niños a depravados sexuales, dónde vamos a ir a parar? ¿Pero eso en qué concierne a nuestro contrato? ¿No me diga qué había previsto hacer pasar la autopista Talavera de la Reina-Madridejos, por la Casa de Campo?

MINISTRO – ¡Es el efecto mariposa, querida niña! La mecha que hace saltar el polvorín…

AZAFATA – Pero es que todavía le quedan ganas?

MINISTRO – Dimisión significa, igualmente, revisión. Comienza de improviso el juego de la silla. El vals de las carteras. Y desgraciadamente no habrá silloncito para mí esta vez.

AZAFATA- Oh, joder… Quiero decir: mecachis…

MINISTRO – De todos modos, creo que es preferible que me tome un poco de descanso antes de las primarias… ¡ Tendré más tiempo tanto para mí y como ti!

AZAFATA- Oh, sí, pero todo esto es realmente muy penoso …

MINISTRO – Me encanta tu vocabulario, tan en desuso, Maribel … ¿ Realmente has estudiado en un internado de monjas? Cuéntamelo…

AZAFATA – ¿Y qué pasa con el contrato, entonces?

MINISTRO – Evidentemente, ya no tiene sentido firmarlo. Mi sucesor se ocupará de eso. Pero no estoy seguro de que vaya a estar muy interesado en este enlace directo Talavera de la Reina-Madridejos… Cuando sea presidente del gobierno, posiblemente…

AZAFATA- Si es que llega usted a serlo algún día …

MINISTRO – Sea como sea, ahora, sí que vamos a poder pasar el resto de la tarde tranquilos …

(Ante su actitud, la chica ya no sabe que más hacer para resistir a los asaltos del Ministro).

AZAFATA – Vale, bien… entonces, le propongo… que, usted se dé una ducha, para ponerse a gusto… Y mientras tanto… Puedo telefonear a mi tío para decirle que…ya no merece la pena que se siga preocupando por ese contrato… ¿ De acuerdo?

MINISTRO – De acuerdo… ¿Puedes señalarme el cuarto de baño?

AZAFATA – Eh…

MINISTRO – Ah sí, ya me acuerdo, es verdad que estuve antes allí, cuando me derribaste la copa de champán sobre las rodillas…

AZAFATA – Entonces ya sabe usted tan bien como yo dónde se encuentra el cuarto de baño …

MINISTRO – Voy corriendo para allá… vuelvo en seguida…

(El ministro sale. La chica se precipita sobre su móvil).

AZAFATA – Oh, no, no; no me lo puedo creer… Me he quedado sin batería … (Revuelve su bolsa) y evidentemente, no me he traído el cargador … (Reflexiona un instante) no tengo tiempo de encontrar el cuarto de la criada, tampoco. Voy a perderme en esta mansión enorme … Pero me dijo que era justo encima …

(La chica se apodera de la fregona. Se sube sobre la mesa y golpea al techo con una serie de golpes rápidos).

MINISTRO (off) – Sí, sí, ya voy, palomita… No tengas tanta prisa…

AZAFATA- Mierda …

(El ministro vuelve solamente vestido con un albornoz completamente ridículo. Descubre a la chica subida sobre la mesa. Aprovecha para echar un vistazo bajo sus faldas).

MINISTRO – Me encantan las mujeres cuando se ponen a hacer chapuzas en casa… ¿Necesitas que te eche una mano?

AZAFATA- Es que hay que cambiar una bombilla que … Ya está arreglado… Yo… He intentado llamar a mi tío, pero se me ha agotado la batería.

MINISTRO – ¡ La mía está cargada a fondo, créetelo!

AZAFATA – Sí, sí, me lo creo … Usted podría prestarme su móvil un minuto para llamarlo …

(Para alcanzárselo, el ministro comienza a escalar la mesa).

MINISTRO – Al diablo con tu tío … No va a volver en seguida … Acaba de irse hace un ratito…

AZAFATA – Es que … Yo,… yo no se lo he dicho todo, Juan Francisco …

(El ministro se calma un poco).

MINISTRO – ¿Eh?, bueno, no importa.

AZAFATA- En realidad, no soy la sobrina de Martin Puig…

(El ministro acusa el golpe, pero no parece muy asombrado por ello).

MINISTRO – A decir verdad, lo sospechaba hace un rato…

AZAFATA – ¿Ah, sí?

MINISTRO – Soy menos ingenuo que lo que aparento, ¿sabes?

AZAFATA – Por supuesto…

MINISTRO – Eres su amante, evidentemente.

AZAFATA- Su amante … Sí … Lo reconozco.

MINISTRO – ¡No te inquietes por eso! ¡ Yo no soy celoso!

(Está a punto de repetir sus asaltos, pero la chica lo detiene).

AZAFATA – Ya, pero él sí que lo es…

MINISTRO – ¡Jamás se enterará. ¡

AZAFATA – Pero lo sabré yo!

MINISTRO – ¿ Qué importa?

AZAFATA – Antes de empezar una historia con usted quiero a toda costa romper con él, usted me comprende?

MINISTRO – Sí … ¡ Bueno, en realidad, no!

AZAFATA – Déjeme llamarlo, se lo ruego! Me quedaré mucho más tranquila, y podré entregarme a usted más completamente.

MINISTRO – Más completamente…

AZAFATA – ¿Me presta su teléfono móvil?

MINISTRO – Bueno…

(Le tiende su teléfono. Siempre de pie sobre la mesa, ella lo coge. Pero el ministro no muestra intención de alejarse).

AZAFATA – Voy a enviarle un SMS, no tengo ánimo para hablarle de viva voz ahora mismo. Sobre todo con su mujer en el hospital…

MINISTRO – Por supuesto … (Ella finge leer en voz alta el mensaje que va a enviar).

AZAFATA- Que sepas que te dejo… (Más bajo) Venga rápidamente … Bueno, ya está hecho …

(Lentamente desciende de la mesa. El ministro se echa sobre ella. Sube en seguida y lo mantiene a raya con la fregona).

AZAFATA– No. Voy a esperar su respuesta, para estar segura que entendió bien el mensaje… Antes de ofrecerme…

MINISTRO – Oh, no, no aguanto más,… yo…

(El ministro pellizca las piernas de la chica siempre de pie sobre la mesa. El presidente llega en tromba, finge sorpresa y hace gestos de escandalizarse). ¡

PRESIDENTE – Señor Ministro! ¿Usted? ¡En bata! ¡Con mi sobrina! En mi propia casa. ¡Y Yo qué confiaba totalmente en usted!

(El ministro, sorprendido también, detiene inmediatamente su asalto. Pero recupera el habla rápidamente).

MINISTRO – Ya está bien… Déjese de comedia… Estoy enterado… ¡Maribel me lo ha contado todo!

PRESIDENTE – ¿Todo?

MINISTRO – Todo. Pero no estoy seguro que esta inocente chiquilla haya comprendido bien su odiosa estratagema.

PRESIDENTE – ¿Esta inocente chiquilla?

MINISTRO – Imagino que tampoco estaba usted en el hospital con su mujer …

PRESIDENTE – Eh … No … Estaba justo encima, en la habitación de la criada …

MINISTRO – Usted me decepciona mucho, querido amigo … Qué usted se acueste con la criada, no es asunto mío … Pero servirse de esta joven muchacha inocente para favorecer sus negros intereses…

PRESIDENTE – Pero si usted no firmó mi contrato …

MINISTRO – ¿ Era un asunto premeditado ¿verdad? Lo planificó todo para que me quedara a solas con su amante, sabiendo que caería hechizada bajo mi encanto.

PRESIDENTE – ¿Mi amante?

MINISTRO – Y en compensación, para hacerme perdonar, habría firmado su contrato.

PRESIDENTE (Recuperando la esperanza) – ¿Y es lo que va usted a hacer ¿verdad? Porque usted, es un caballero…

MINISTRO – Es realmente muy mezquino por su parte… Pero posiblemente lo habría hecho, es verdad… Porque como usted dice, soy un caballero. Desgraciadamente, ya no estoy en posición…

PRESIDENTE – ¿En posición?

MINISTRO – No voy a seguir siendo Ministro de Transportes. Se lo comentaré a mi sucesor. Pero sin garantizar el resultado.

PRESIDENTE – ¿ Ya no es usted ministro?

MINISTRO – Decididamente, ésta no es su tarde, querido amigo… No sólo su contrato no será firmado, sino que su amante decidió romper con usted y venirse conmigo. Vámonos de aquí, Maribel…

PRESIDENTE – ¿Maribel? ¡Pobre viejo atocinado! Esta chica no es mi sobrina, en efecto. Pero no es tampoco mi amante. ¡Es una puta!

MINISTRO – ¿Una puta?

AZAFATA- ¿Una puta?

PRESIDENTE – ¡Se había usted imaginado que su encanto natural bastaría para seducir a una chica que tiene treinta años menos que usted!

MINISTRO – ¿Y por qué no?

PRESIDENTE – ¿ Y usted verdaderamente cree que si esta señorita fuese mi amante, iba a preferirle a usted?

MINISTRO – Diga algo, señorita.

AZAFATA – ¡Yo no soy una prostituta, se lo aseguro!

PRESIDENTE – Es verdad discúlpeme…

MINISTRO – ¿ Pero entonces por qué la ha insultado?

PRESIDENTE – Digamos que es una acompañante de pago. ¡Usted ya me entiende, ahora, los que están en el paro son unos solicitantes de empleo, los secretarios son asistentes, y las putas son acompañantes!

AZAFATA- Pero no soy ninguna acompañante!

PRESIDENTE – Bueno, pues una señorita de compañía, si lo prefiere…

AZAFATA – Le recuerdo que estoy aquí por equivocación…

MINISTRO – Yo también, por lo que parece… Y todo esto se vuelve medianamente complicado. ¿ Pero entonces quién eres tú, exactamente?

AZAFATA – ¡Tu peor pesadilla!

MINISTRO – En conclusión, ¿tengo que entender que no te vienes conmigo?

AZAFATA- En tus sueños, quizás… Y con lo que sé sobre usted, mi conejito ardoroso, tengo poder suficiente como para arruinar tu carrera política.

MINISTRO – Vamos, Maribel …

AZAFATA – Y deje de llamarme Maribel! Me llamo Emmanuelle.

MINISTRO – Vaya, es curioso, no tienes pinta de llamarte Emmanuelle …

PRESIDENTE – Es lo que yo le dije también …

AZAFATA- ¡Firme aquí!

MINISTRO – Eso está ya caducado …

AZAFATA – Y usted también! ¡ Usted es sólo un obseso además de un imbécil! ¿ Está usted dispuesto a firmar cualquier contrato con la esperanza de acostarse con una mujer que podría ser su hija, y, encima, estaba usted seguro de convertirse en el próximo Presidente del gobierno?

MINISTRO – ¿ Debo comprender por ese uso del pretérito imperfecto que pretendes contrarrestar este noble proyecto?

AZAFATA – He aprendido mucho sobre la política esta tarde. Y estoy segura de que mucho más aprenderé sin duda durante toda la carrera de Ciencias políticas. Tendría, pues, muchas cosas que contar, en efecto. Y creo que ello, sería prestar un servicio muy grande a España… aunque podría quedar oculto mientras usted regresa lo más de prisa posible a Madridejos para quedarse allí …

PRESIDENTE – Vamos, vamos, cálmese, se lo ruego … Me parece que nos hemos enervado un poco … Vamos a ponernos de acuerdo sin duda. ¿No le parece, señor ministro?

AZAFATA – ¡ Yo no soy una prostituta, pero usted sí que es un reptil, y usted un viejo cochino! ¡Mire lo que lo hago con su contrato! (Coge el contrato y lo rompe en pedazos). Y usted puede seguir soñando para siempre que le devuelvo el dinero que me dio. ¡Me lo he ganado bien!

MINISTRO – ¿ Entonces es verdad usted le pagó?

PRESIDENTE – Es un poco complicado…

MINISTRO – No me diga qué al final, resulta que es realmente es su sobrina?

(El móvil del ministro suena de nuevo). Sí? Sí… ¿No? Bueno… De acuerdo… No, no, le devuelvo la llamada dentro de un momento… Sí, sí, está todo bien… (Guarda su móvil).

AZAFATA- ¿ Se encuentra usted bien?

MINISTRO – Parece ser que finalmente, me mantengo en el puesto. El fiscal es un gran amigo del Presidente. Va a silenciar el asunto…

PRESIDENTE – Entonces se halla usted en situación de nuevo de firmar este contrato.

MINISTRO – Sí…

AZAFATA – Demasiado tarde! Acabo de romperlo…

MINISTRO – Supongo que tendrá usted otros ejemplares…

PRESIDENTE – Por supuesto.

MINISTRO – Bueno, pues, esto va asombrarle, pero voy a firmar ese contrato, antes de irme y dejarles en familia…

AZAFATA – ¿Por qué?

MINISTRO – Porque es un buen contrato, simplemente. Y porque vine aquí a firmarlo como fuera.

AZAFATA- ¿Y el competidor?

MINISTRO – Ni caso a la competencia … Es muy competitivo, en todo caso. Yo también, yo, traté de engañarle…

PRESIDENTE – Bravo. Mis felicitaciones, Señor Ministro. Una buena negociación, es siempre un poco una partida de póquer mentiroso. Pero creo que es el momento de concluir. Créame, es un acuerdo ganador – ganador.

AZAFATA – ¿Y yo, qué gano?

(El presidente saca otro ejemplar y el ministro lo firma. Durante este tiempo, el presidente saca una caja de puros, coge uno y le ofrece otro al Ministro)

PRESIDENTE – ¿Un purito?

MINISTRO – ¿No retrocede delante de ningún cliché, verdad, amigo?

(El presidente devuelve el puro que tenía en boca en la caja y cierra la caja).

PRESIDENTE – Imagino que usted tampoco tiene a su vieja madre en Orgaz.

MINISTRO – Ninguna madre, no … Pero hay una jovencita a la que tengo mucho aprecio…

PRESIDENTE – Ya, ya… Un enlace que le habría gustado en cualquier caso … Podemos replantearlo después de las elecciones generales…

MINISTRO (con una mirada inquieta hacia la chica) – Si resulto elegido …

PRESIDENTE – ¡Vamos, hombre! ¡ Es un triunfante paseo político el que se abre delante de usted! (El ministro está a punto de irse).

PRESIDENTE – ¿ Imagino que lo de la Medalla? (El ministro le lanza una mirada negra). Tiene usted razón, no estoy seguro de ser todavía digno de ella … Creo que voy a esperar a merecerla verdaderamente …

MINISTRO – Como le decía esta señorita: no se subestime, querido amigo… Si usted supiera el número de dictadores, de traficantes de droga y de estafadores de todo género que han recibido la distinción…

PRESIDENTE – Y sí … La del Honor también, hace mucho tiempo que España tiene rebajada la etiqueta de la confianza.

MINISTRO – ¿Puedo dejarte en alguna parte?

AZAFATA- Gracias, ya le he visto suficiente…

MINISTRO – Estás verdaderamente segura de querer arruinar mi carrera política? Y menos, ahora, que me conoces. ¿Quién te dice que otros no son todavía peores?

AZAFATA- Me lo puedo imaginar… Me duele sólo pensarlo…

MINISTRO – Se indulgente… Te ruego que me perdones.

AZAFATA – ¿Qué me ofrece para imponerme el silencio?

MINISTRO – ¿Qué es lo que se te gustaría?

(La chica reflexiona un instante y le susurra algo a la oreja).

MINISTRO – Muy bien, te lo prometo…

PRESIDENTE – ¿Le llamo un taxi?

MINISTRO – Voy a caminar un poco.

(Se va. El presidente se queda sólo con la chica).

AZAFATA- Voy a irme yo también…

PRESIDENTE – Yo también le ruego que me disculpe. Los tiempos son duros, ya sabe. Es la crisis…

AZAFATA – Ya,… hasta para un presidente de Compañía…

PRESIDENTE – Insisto en pagarle el sueldo, completo. Después de todo, el contrato está firmado, es lo principal. Usted cumplió su misión…

AZAFATA – Tenía la intención de firmarlo de todos modos…

PRESIDENTE – Es verdad, pero bueno … Yo también yo le debo una pequeña compensación…

AZAFATA- Guarde la segunda mitad del dinero … Lo que acaba de prometerme el ministro me satisface tanto como un sueldo…

(Llaman a la puerta).

PRESIDENTE – ¿Qué quiere todavía, ese estúpido? (Va al intercomunicador).

PRESIDENTE – Sí? Sí, sí… Si, sí … No, no, te abro en seguida … (Vuelve). ¡Oh, Dios mío, es mi mujer!

AZAFATA – ¿Pero no estaba en Palencia?

PRESIDENTE – Está claro que, después del intercambio telefónico de antes, decidió volver antes de lo previsto. ¡Con lo tarde que es! Y encima está la criada…

AZAFATA- ¿Pero no le había dado la tarde libre? …

PRESIDENTE – Ella también volvió antes de lo previsto … Cuando me encontró en su habitación, creyó que la estaba esperando, y estuvo a punto violarme …

AZAFATA – Bueno, parece que por lo menos, hay una cierta justicia en la vida: usted sabe ahora por cuales pruebas he tenido que pasar esta tarde por su culpa…

PRESIDENTE – Qué puedo contarle a mi mujer para justificar que estoy aquí con una prostituta …

AZAFATA – ¡Que no soy una prostituta!

PRESIDENTE – ¿Y usted piensa que, aunque se crea que es usted una estudiante, lo voy a tener fácil de explicar? Es muy celosa, ya se lo dije. No, necesito totalmente que me saque usted de este aprieto. Sólo tiene que decir que usted es… Qué sé, yo… ¡Mi sobrina!

AZAFATA – ¿Ese es su plan?

PRESIDENTE – No importa, improvisaremos. Usted tiene el aire de estar muy dotada… Bueno, voy a abrirle…

(La chica se precipita sobre su móvil).

AZAFATA – ¿Isabel? No, sigo en casa de tu cliente, ya, ya te contaré … ¿ Que estás con quién? ¿Con Leonardo? ¿ El presidente del Grupo Tragados y Obstrucciones? ¿ El competidor de Caraduro? ¡ No nos falta más que el de la flauta, y tendríamos a los tres cerditos! Ah, ya, era un golpe premeditado, ya, ya… ¿Cuánto te pagó, Leonardo, para embarcarte en este embrollo? Entonces tú pensaste que enviándome aquí en tu lugar, yo no tendría ninguna posibilidad de seducir a tu ministro, así que tú misma lo arponearías en casa de su competidor en el momento de la copita… Oh, sí, y puedes presumir de haberlo planeado todo a la perfección, créeme… Acaba de firmar el contrato porque yo se lo he pedido… Qué, ¿te sorprende mi poder de seducción, ahora? ¿Y sabes qué? ¡Además, va a condecorarme con la Medalla del Honor, la Cruz de Caballero de Santiago! ¡Pues, supongo que porque lo valgo! Bueno, discúlpame, pero la tarde no se ha acabado completamente todavía. Creo que la Patria aún me necesita …

PRESIDENTE – ¡Escucha, querida, no te pongas nerviosa! Va a explicártelo todo ella misma. Vas a ver, es muy simple…

(Oscuro sobre la música del Himno nacional).

TELÓN

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13 y Martes

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

3 personajes : 1H/2M o 2H/1M o 3M

Jerónimo y Cristina han invitado a cenar a una pareja de amigos. Pero la señora llega sola, deshecha. Acaba de saber que el avión que traía a su marido a París se ha estrellado en el mar. Pendientes de las noticias con la posible viuda para saber si su marido forma o no parte de los supervivientes, la pareja descubre de pronto que acaba de ganar el bote de la primitiva de ese viernes 13. La consigna es desde ese momento : disimula tu alegria…


Este texto se ofrece tan sólo como lectura. Para cualquier tipo de difusión tanto profesional como amateur, se deberá pedir autorización al autor : 

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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

13 y Martes

Personajes :

Jerónimo
Cristina
Natalia
Patricio (opcional)

Salón de un piso elegante en el que se notan aún algunos signos de su antiguo esplendor. Una pintura vanguardista apoyada en el suelo contra la pared del fondo. El resto está embalado en cajas. En un rincón, un árbol de navidad engalanado. No hay nadie en escena. Suena el teléfono, y oímos el mensaje del contestador:

Jerónimo (voz en off) – ¡Hola! Ha llamado a casa de Jerónimo y Cristina. Nos encontramos momentáneamente retenidos por la Policía Fiscal por un asunto de fraude, pero puede dejarnos un mensaje después de la señal. Le llamaremos en cuanto salgamos en libertad. Hable, es su turno…

Oímos la señal seguida de un mensaje grabado en el contestador:

Patricio (voz en off) – Sí, hola soy Patricio. ¿Qué tal estáis? Seré tonto…, no puedes contestarme… Bueno, que de acuerdo todo para esta tarde, pero…

Entra Jerónimo, con una bolsa de Lidell en una mano, otra de Día en la otra, y una barra de pan bajo el brazo. Está agotado, no se toma la molestia de descolgar y se contenta con escuchar el mensaje:

Patricio (voz en off) – … llegaremos más bien sobre las 20:30. Mi avión aterriza en Villafranca-Burgos. Lo que tarde en subirme al bus, dejar la maleta en casa y salir en el coche con Natalia… Bueno, vale, ¡hasta luego! Y no os compliquéis demasiado la vida, ¿eh? Es una cena de amigos…

Jerónimo va a dejar las bolsas en la cocina y vuelve con un tetrabrik de vino barato, en la mano. Se quita la gabardina, y saca una botella de vino bueno de un armario. Abre la caja, coloca un embudo en el cuello de la botellaa y la llena. Llega Cristina.

Cristina – ¡Hola! ¿Qué tal?

Jerónimo – Ha llamado Patricio, llegarán un poco tarde.

Cristina – Mejor, porque no vamos muy adelantados…

Ella se quita el abrigo.

Cristina – Se queda uno helado aquí, ¿no? Hace más frío aún que fuera…

Jerónimo – He apagado la calefacción. Se supone que estamos ahorrando, ¿no?

Cristina se fija en lo que él está haciendo.

Cristina (extrañada) – ¿Qué haces?

Jerónimo – Pues ya ves. El vino tiene que respirar un poco, antes de beberlo. Al parecer es mejor.

Cristina – No valía la pena invertir en una buena cosecha… Porque, puestos a elegir, yo preferiría ahorrar en el vino antes que en la calefacción…

Jerónimo – Es un vino del país. No me preguntes de cuál. No de la Comunidad Europea, desde luego. Un euro con catorce el litro en el Lidell. Una oferta de Navidad…

Cristina – ¿Y entonces por qué lo decantas?

Jerónimo (irónico) – El somelier de Lidell me ha aconsejado que lo hiciera. Para que este precioso néctar exhale todos sus matices de frutos rojos y vainilla. Con un ligero retrogusto de uva, supongo… (De nuevo serio) ¿Tú qué crees? ¿Prefieres que ponga el tetrabrik en la mesa directamente?

Cristina – ¡Ah, bueno!

Jerónimo – Y además, tampoco puede hacerle daño a este brebaje oxigenarse un poco. El vino barato es como el agua del grifo. Más vale decantarlo un poco antes de beberlo. Para que a los gases tóxicos les dé tiempo de evaporarse, y a los metales pesados de sedimentarse en el fondo…

Cristina – ¿Has comprado algo para comer?

Jerónimo – He traído un pastel de alcachofas congelado en la Sirena, sólo hay que descongelarla.

Cristina – ¿Un pastel de alcachofas?

Jerónimo – También estaba de oferta… Con una ensalada…

Cristina – Bueno, voy a preparar el aperitivo.

Cristina empieza a sacar vasos.

Cristina – ¿Has ido al INEM?

Jerónimo – Sí…

Cristina – ¿Y?

Jerónimo – Me han propuesto unas prácticas…

Cristina – ¿Unas prácticas…?

Jerónimo – Con un restaurador.

Cristina – ¡Ah, mira! La bajada del IVA, al menos tiene algún efecto positivo en el empleo…

Jerónimo – Un restaurador de cuadros…

Cristina – Pero… ¡si tú tienes un título de ingeniero informático!

Jerónimo – Parece que ahora hay que ser polivalente…

Cristina – Aún así. Antes de quedarte en el paro eras ejecutivo. ¿Qué pintas tú con un restaurador de cuadros?

Jerónimo – Cuadros…

Cristina – ¿Y has ido ya?

Jerónimo (por el cuadro que hay en el suelo apoyado en la pared del fondo) – He aprovechado para hacer tasar nuestra pintura…

Cristina – ¡Ah, sí…! Esa cagada que le compraste por una fortuna hace diez años a tu amiguete de Bellas Artes…

Jerónimo – Fue justo después de su primer intento de suicidio… Fue por echarle un cable. Y además pensé que se revalorizaría…

Cristina – Si al menos sirviera para pagar la calefacción… Bueno, ¿y en cuánto te ha tasado esa obra maestra tu restaurador?

Jerónimo – Sus buenos cien euros…

Cristina – ¡Lo compraste por 1.500!

Jerónimo – Ya, pero ¿tú sabes como subió el caché de Van Gogh después de su muerte?

Cristina – Sólo tenemos que esperar que tu genio de la pintura consiga suicidarse antes de que nosotros estemos muertos de frío… (Suspira). No podemos ni soñar que vaya a subir el valor del cuadro, no hay ni…

Jerónimo – Ese es el problema con la pintura moderna…

Cristina – Espero, al menos, que Patricio nos devuelva los 1.000 euros que le prestaste generosamente. Con eso podríamos pagar el guardamuebles mientras esperamos la vivienda social que nos ha prometido tu primo el concejal… ¿Le has hablado de ello, por cierto?

Jerónimo – ¿De la vivienda?

Cristina – ¡De nuestros 1.000 euros! ¡A Patricio!

Jerónimo – Me pregunto si es realmente un buen momento… Tampoco él lo tiene fácil en este momento. Sabes que Telefónica le acaba de trasladar a un centro de comunicaciones en Lérida. ¿Te das cuenta? ¡A Lérida! Era director de Recursos Humanos en Azca… Y no va a ser Natalia, con su sueldo de profe a tiempo parcial…

Cristina – ¿Y yo? Sabes que, en este momento, ser consejera de finanzas en Caja Lepe no es precisamente un trabajo estable… Andar explicando a los clientes donde invertir bien sus ahorros, cuando una trabaja en un sitio que está al borde de la quiebra por culpa de sus descabelladas inversiones…

Jerónimo – Vale, se lo diré esta tarde…

Suena el teléfono.

Cristina – ¡Ah, deben de ser ellos…! (Descuelga el teléfono) ¿Diga? Sí, hola, Natalia, ¿qué tal? ¡Ah, vale…! No, no, ningún problema, Natalia… Vale, te esperamos… hasta ahora, Natalia… (Cuelga) Era Natalia…

Jerónimo – Ya, no sé por qué pero desde que has descolgado y has dicho « hola, Natalia » he tenido de inmediato la sospecha de que era ella…

Cristina – El avión de Patricio va con retraso, así que viene ella sola en coche…

Jerónimo – ¿Y él?

Cristina – Le ha dejado un mensaje en el buzón de voz para que venga directamente aquí. Creo que tomaremos el aperitivo sin él…

Jerónimo – Vaya idea también coger un avión para venir de Lérida…

Cristina – Sí… y sobre todo porque le hacen aterrizar en Burgos. Pero bueno, ahora con las compañías de esas low-cost la ida y vuelta a Palencia sale más barata que un billete de metro…

Jerónimo se acerca y la abraza.

Jerónimo – Venga, saldremos de esta.

Cristina – Claro… y además, mientras estemos juntos no nos puede pasar nada grave, ¿no?

Jerónimo – Prefiero beber vino barato contigo que paladear un Vega Sicilia con cualquiera.

Cristina – Nuestra suerte va a cambiar, lo presiento. Pronto va a ser Navidad. Y además hoy es 13 y martes, ¿no?

Jerónimo – Puede que nos toque la Primitiva.

Cristina – Si no jugamos…

Jerónimo – La eché en el de la esquina, cuando fuimos a ver a tu madre a La Granja… Puse mi número de inscripción del paro…

Cristina – Me siento de pronto mucho más tranquila…

Se besan.

Jerónimo – ¿Y Natalia? ¿Está en camino?

Cristina – Hace un cuarto de hora que da vueltas ahí abajo buscando un sitio…

Jerónimo – Claro, hay que tener en cuenta que no es fácil aparcar con un Smart, en fin…Si aprendiera a maniobrar le sería un poco más fácil, ¿no?. ( Suena el timbre de la entrada).

Cristina – ¿Ves? Eres un criticón… ¿Abres tú?

Jerónimo va a abrir.

Jerónimo – ¡Hola, Natalia! Pero, ¿qué te pasa?, ¡estas completamente blanca! Cualquiera diría que acabas de ver un muerto…

Natalia entra con Jerónimo. Lleva una botella de champagne en la mano y, en efecto, está descompuesta.

Natalia (Llorando) – No sabes la razón que tienes…

Cristina se acerca asustada.

Cristina – Pero, ¿qué pasa, Natalia?

Natalia – Iba a apagar la radio y salir del coche… Era la hora de las noticias… (Pausa). El avión de Patricio se ha caído al mar…

Jerónimo – ¿Al mar?

Cristina – ¿Estás segura de que es su avión?

Jerónimo – Pero, si venía de Lérida…

Natalia – Era uno de bajo coste con escala en Londres. Han dado el número de vuelo y el nombre de la compañía. No hay ninguna duda. El avión ha desaparecido sobre el Canal de La Mancha…

Natalia estalla en sollozos. Jerónimo y Cristina se cruzan una mirada de desamparo, no saben qué decir.

Cristina – Escucha, quizá le encuentren…

Jerónimo – El Canal de la Mancha no es tan grande…

Cristina – Quizá el piloto haya conseguido atterizar sobre el agua…

Jerónimo – Entre dos petroleros…

Cristina – Ha ocurrido otras veces…

Jerónimo – No muchas, pero ha ocurrido…

Natalia (Débilmente) – ¿De verdad…?

Cristina – ¿Qué han dicho en la radio? ¿Han dicho que no hubiera supervivientes?

Natalia – Aún no lo sabían…

Cristina – ¡Claro, lo ves!

Jerónimo – Y además, a pesar de todo, ¡el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro del mundo! Según las estadísticas, cuando coges un avión no tienes más que una probabilidad entre un millón de sufrir un percance. Más o menos las mismas que de ganar la Primitiva, así que ya ves…

Cristina le mira consternada.

Natalia (Hundida) – Y le ha tenido que tocar a Patricio… Mira que le dije que no cogiera un avión en martes y trece…

Jerónimo – Bueno, de todos modos sólo es el Canal de la Mancha… Al menos encontrarán las cajas negras…

Natalia rompe a llorar de nuevo.

Natalia – ¡Ay, Dios mío! ¿Qué va a ser de mí sin él? Con los dos niños y la hipoteca de la casa…

Jerónimo et Cristina intercambian una mirada de impotencia, no saben muy bien qué hacer.

Natalia (Patética) – ¡Y pensar que os debíamos todavía 1.000 euros…!

Cristina – ¡Pero bueno!, ¿qué dices? ¡Eso no es un problema!

Natalia tiende à Jerónimo la botella de champagne.

Natalia – Toma, os traía una botella de champagne, para daros las gracias. De haberlo sabido…

Jerónimo – Viuda de Clicquot… ¡Vaya, cómo nos cuidas…!

Natalia – Es una pesadilla… ¡Decidme que no es verdad!

Jerónimo (Duda de pronto) – ¿No será una broma, verdad?

Cristina le lanza una mirada asesina.

Cristina – Anda, ven, siéntate. Vamos a poner la tele para saber qué pasa, ¿vale?

Cristina enciende la tele. Hay publicidad.

Locutor (voz en off) – ¿Conoce usted la diferencia entre estos dos ataúdes? ¡El precio! Compre el suyo en Almenara, que la vida ya es muy cara…

Cristina cambia precipitadamente de canal.

Locutor (voz en off) – Leo, realmente hoy no es tu día de suerte…

Natalia – Yo soy Leo…

Locutor (voz en off) – Evita los viajes…

Cristina – Pero no eras tú quien iba en el avión…

Locutor (voz en off) – … y si no puedes evitarlo, elige el tren en vez del avión…

Natalia – Patricio también es Leo…

Cristina – Mejor voy a poner la radio…

Locutor (voz en off) – … 60 millones de euros. Esa es la cantidad que se embolsará el ganador del Superbote de la Primitiva de este martes 13. El sorteo en un instante…

Cristina cambia de emisora.

Locutor (voz en off) – Seguimos sin noticias del vuelo 32bis de la compañía Chollo Travel Airways procedente de Lérida con destino Villafranca-Burgos y escalas en Bruselas y Londres…

Natalia – Lo veis, es ese…

Locutor (voz en off) – El piloto lanzó una señal de alarma justo antes de que el aparato desapareciera de las pantallas de radar. Les mantendremos, por supuesto, puntualmente informados en cuanto nos lleguen datos más precisos…

Cristina apaga la radio.

Cristina – Hay que esperar… No podemos hacer nada más de momento… Voy a servirte una copa, te levantará el ánimo.

Jerónimo – No irás a abrir el champagne…

Natalia (Ve la jarra) – Voy a tomarme un vino. Ya que está abierto…

Cristina – ¿Seguro que no prefieres otra cosa?

Natalia – Está bien, no te preocupes…

Jerónimo sirve un vaso de vino y se lo tiende a Natalia, que se lo bebe de un trago bajo la mirada un poco inquieta de los dos.

Natalia (A Jerónimo) – Ya ves, con esto que me ha pasado he perdido el gusto por todo… Ni siquiera consigo apreciar un buen vino…

Jerónimo – Ya…

Natalia (En un ataque de pánico) – ¡Ay, Dios mío, mi madre!

Cristina – ¿Estaba también en el avión?

Natalia – Los niños están en su casa. Si ven la tele…

Natalia se lanza sobre su móvil y marca, rapidísima, un número.

Natalia – Hola, ¿mamá? Si, ya lo sé, ya lo he oído… ¡No estarán los niños delante de la tele, espero! ¿Ya están acostados? (Suspira aliviada). Bueno, la verdad es que no tengo ganas de hablar de esto ahora… Te volveré a llamar, de acuerdo… Escucha, guárdate el pésame para más tarde… Todavía no está muerto, ¿no? Sí, es probable, pero aún no es seguro, así que si no te importa… De todas formas tú siempre le has detestado… ¿Cuántas veces me has repetido que no era un hombre para mí…, que podía haber encontrado uno mejor…? ¡Y una mierda!

Natalia cuelga furiosa. Jerónimo y Cristina la miran compasivos y algo violentos.

Natalia – Nunca ha podido soportar a Patricio… Estoy segura de que, en el fondo, se alegra…

Cristina – Venga, no digas eso…

Natalia – El día de nuestra boda puso como excusa que mi padre estaba enfermo para no asistir a la ceremonia…

Jerónimo – Pero tu padre estaba enfermo de verdad, ¿no? Murió unos meses después…

Natalia – Sí, el día que nació Rafael… A propósito para fastidiarme…

Cristina – ¿Quieres que te traiga un calmante?

Natalia – Siento muchísimo molestaros con esto… No quiero aguaros la fiesta. (Se levanta para irse). Va a ser mejor que me vaya…

Cristina – ¡Pero bueno, Natalia! ¿No somos amigos? ¿Para qué se tienen amigos si no puede uno apoyarse en ellos en momentos como este?

Natalia (Se vuelve a sentar) – Sabía que podía contar con vosotros… Y además, os confieso que no tengo muchas ganas de encontrarme sola en casa, delante del árbol de Navidad, pendiente de la radio esperando el veredicto…

Jerónimo – Quizá deberíamos escuchar si hay algo nuevo…

Natalia – No sé si tengo ganas de saber más… (Pausa) Venga, enciéndela…

Cristina – Vale.

Cristina enciende la radio.

Locutor (voz en off) – … Los aviones que sobrevuelan la zona han avistado una gran mancha de hidrocarburo sobre la superficie del agua. Pero se ignora aún si proviene del avión de la Compañía Chollo Travel Airways que, les recordamos, se ha precipitado en el mar en el Canal de La Mancha hace apenas una hora. Esperamos la conexión con nuestro enviado especial que se encuentra a bordo de uno de los helicópteros de salvamento… Mientras tanto, vamos directamente a los resultados de la Primitiva…

Natalia – Una mancha de gasoil… Eso quiere decir que el avión se ha reventado… ¿Cómo pretendéis que haya supervivientes…?

Jerónimo y Cristina no saben muy bien qué decir para animarla.

Locutor (voz en off) – … Los números que había que jugar eran, por tanto, 1, 5, 2, 7, 9 y 6, y el número complementario es el 10…

Jerónimo parece paralizado.

Cristina – Si el piloto ha conseguido posar el avión sobre el agua, algunos pasajeros pueden haber salido antes de que se hundiera hasta el fondo…

Locutor (voz en off)– El feliz ganador se embolsará, pues, la bonita suma de 60 millones de euros. Como para plantearse el futuro con…

Cristina apaga la radio.

Jerónimo – Es…

Natalia – ¿Qué?

Jerónimo – No, no, nada…

Cristina – Tú has viajado en avión. Acuérdate de lo que las azafatas explican antes de despegar. Las máscaras de oxígeno que caen automáticamente, los chalecos salvavidas bajo los asientos, las salidas de emergencia en cada extremo del aparato, los toboganes de evacuación, todo eso… tiene sus procedimientos en caso de peligro… Todo está previsto…

Jerónimo saca de su bolsillo, más o menos discretamente, la cartilla del paro y la mira.

Natalia – Las azafatas… No me hables… Lo que es mirarlas, Patricio las mira… Pero escuchar lo que dicen… Ya sabes como son los hombres…

Jerónimo (A Cristina que no la escucha) – ¡Ay la hostia!

Natalia – Mira Jerónimo, por ejemplo. ¿Te enteras tú de lo que dicen?

Jerónimo, pillado de improviso.

Jerónimo – ¿Qué? ¿Quién?

Natalia (A Cristina) – ¿Lo ves ?… Lo que yo decía…

Cristina (A Jerónimo) – La azafata, ¿qué dice, antes de despegar? En caso de… descompresión de la cabina.

Jerónimo (Con un gran esfuerzo) – Los… ¿Los paracaídas están bajo los asientos, el tubo cae del techo, las palmas en la guantera, todo eso?

Cristina lanza una mirada de reproche a Jerónimo.

Cristina (A Natalia) – ¿Y no te ha llamado nadie?

Natalia – Patricio estará seguramente en el fondo del mar. ¿Cómo quieres que me llame?

Completamente ido, Jerónimo ha vuelto a encender la tele.

Locutor (voz en off) – Les recordamos que los números ganadores del Superbote de este martes, 13 de diciembre son: el 1, el 5, el 2, el 7, el 9 y el 6. Número complementario, el 10. Con un total de 60 millones de euros…

Jerónimo examina de nuevo su cartilla del paro.

Jerónimo – ¡Huy la hostia…!

Cristina apaga la tele.

Cristina – No, quiero decir… Tendrán seguramente una unidad de psicólogos… En estos casos siempre ponen una unidad de psicólogos… Para avisar a los allegados… Para ayudarles… y esas cosas…

Jerónimo (A Cristina) – ¿Puedo decirte una cosa?

Cristina – ¿Qué?

Jerónimo – En privado…

Suena el móvil de Natalia.

Cristina – ¿Lo ves? Deben ser ellos…

Natalia – No estoy muy segura de querer saber…

El teléfono sigue sonando.

Cristina – ¿Quieres que conteste yo por ti?

Natalia – ¡Oh, sí, por favor…!

Cristina contesta.

Cristina – Diga… Sí… No… ¡Ah, de acuerdo!… ¿Cómo?… No, no… Sí, sí, estamos muy contentos, claro. Vale, gracias…

Cristina cuelga.

Natalia – ¿Qué?

Cristina (perdida) – Era tu ginecólogo… Por tu análisis de sangre…

Natalia – ¿Qué pasa?

Cristina – Pues… que sí que estás embarazada…

Natalia (hundida) – ¡Oh, Dios mío…!

Cristina – ¿Te pongo un poco más de vino?

Natalia – Sí, gracias…

Cristina llena de nuevo el vaso de Natalia.

Jerónimo (A Cristina) – Oye… tengo que decirte una cosa urgentemente…

Cristina (A Jerónimo) – ¿De verdad te parece que es el momento?

Jerónimo – Es muy importante, créeme…

La mirada de Natalia se fija en el cuadro.

Natalia – Es realmente raro ese cuadro, ¿no os parece?

Cristina – Eh… Sí, un poco, sí…

Cristina le da el vaso.

Natalia – El tío que pintó eso debía estar profundamente deprimido. (A Jerónimo) ¿Es un amigo tuyo?

Jerónimo – Sí, bueno… Creo que es húngaro.

Natalia – ¡Ah!, claro, se nota. (A Jerónimo) ¿Se suicidó?

Cristina – Todavía no, por desgracia…

Natalia vacía su vaso de un trago.

Natalia (A Cristina) – Ponme otro, anda…

Cristina – Pues, tampoco deberías beber demasiado. En tu estado…

Jerónimo (No sabe qué decir) – Así que… ¿esperáis el feliz acontecimiento?

Cristina le fulmina con la mirada.

Jerónimo (A Cristina) – Tengo que hablar contigo…

Natalia – Tienes razón, me da vueltas la cabeza. Voy a salir al balcón que me dé un poco el aire.

Cristina – ¿Quieres que vaya contigo?

Natalia – Gracias. Necesito estar sola un momento…

Cristina – Vale.

Natalia sale al balcón. Jerónimo espera impaciente que desaparezca.

Jerónimo – ¡No adivinarías nunca lo que nos ha pasado…!

Cristina (Ida) – Embarazada… ¿Te das cuenta?

Jerónimo – ¿Estás embarazada? Pero, ¡es maravilloso! ¿Lo ves? Hace un cuarto de hora me lo hubiera tomado como una catástrofe. Pero ahora, veo todo por el lado bueno. ¿A que no sabes por qué?

Cristina – ¡Que no soy yo quien está embarazada!

Jerónimo – ¿No?

Cristina – O sea, que es cierto que no escucháis nada cuando se os habla…

Jerónimo – ¿Entonces, quién está preñada?

Cristina – ¡Natalia! ¿Te das cuenta? En el mismo día se entera de que su marido ha desaparecido en un accidente aéreo, y de que espera un hijo suyo…

Jerónimo – ¿Cómo sabes que es suyo?

Cristina (Molesta) – No lo sé… ¿Intuición femenina…? Como los dos primeros son suyos, y puesto que Patricio es su marido, es el primer nombre que se me ha venido a la cabeza. Qué gilipollez, ¿verdad?

Jerónimo – Bueno, de todas formas no es esa la cuestión… ¿Sabes una cosa?

Cristina – ¿Qué?

Jerónimo – ¡Nos ha tocado!

Cristina (Mira hacia el balcón) – ¡Ay, Dios mío!

Jerónimo – ¡Qué fuerte!, ¿no?

Cristina – ¡Natalia! ¡Se está subiendo a la barandilla!

Jerónimo se vuelve y ve la escena.

Jerónimo – ¡Mierda! Nos va a dar el coñazo todo el rato, esta tía… Que se tire y no hablemos más de ella. De todas formas estamos en un primer piso. No se hará mucho daño…

Sin hacerle caso, Cristina se acerca al balcón.

Cristina – ¡Por favor, Natalia! ¡No hagas eso! ¡Piensa en tus hijos! Es Navidad, por Dios…

Natalia – Prométeme que si salto te ocuparás de ellos. No dejarás que los lleven a un hospicio, ¿verdad?

Cristina – Sí, te lo prometo…

Jerónimo – Lo que faltaba…

Cristina – Quiero decir, que no, ¡no saltes! (A Jerónimo) ¡Di algo tú!

Jerónimo – Para los niños, está tu madre, ¿no?

Natalia – Prefiero que vayan al orfanato.

Cristina – Quizá habría que llamar a los bomberos…

Jerónimo – No hace falta, no hay fuego. Voy a hacer que se baje de ahí…

Natalia – No te acerques o salto.

Cristina – ¿Qué hacemos?

Jerónimo – Espera, ahora vengo…

Cristina – ¡No me dejes sola!

Jerónimo desaparece por el pasillo.

Natalia (Patética) – Yo también me voy a estrellar allí abajo. Como un avión sin alas. Voy a reunirme con mi Patricio…

Cristina – ¿De verdad crees que es lo que él querría? Quiero decir…seguramente preferiría que te quedaras con vida para ocuparte de los niños. Y además, imagínate que no esté muerto de verdad. Llama a la puerta y te encuentra aplastada bajo el balcón.

Lo que suena no es el timbre de la puerta, sino el del móvil de Natalia.

Cristina – ¡Ah!, ¿lo ves? Lo mismo es él… Venga, baja y contéstale…

Natalia (Duda) – ¿Sí…?

Cristina (Hacia donde desapareció Jerónimo) – Espero que no sea otra vez su ginecólogo para decirle que son gemelos…

Natalia – Sí, le oigo… ¿Está seguro? De acuerdo. No, no, no se preocupe. Bien, gracias, estaré atenta al teléfono…

Cristina – ¿Qué pasa?

Natalia – Eran ellos… La unidad de atención psicológica…

Cristina – ¿Y?

Natalia – Han encontrado supervivientes… Patricio podría estar entre ellos…

Cristina – ¡Es genial! ¿Lo ves? Imagínate que te hubieras tirado, en un momento de desesperanza…

Vuelve Jerónimo.

Jerónimo – Sí, seguro que por lo menos se habría torcido un tobillo…

Cristina – Anda, bájate de ahí… (A Jerónimo) Acaba de llamarla la unidad de emergencias. Han encontrado a los supervivientes…

Jerónimo – Ya…

Cristina – ¿Lo has oído?

Jerónimo – He sido yo quien la ha llamado.

Cristina – ¿Qué?

Jerónimo – Había que encontrar la forma de hacerle bajar de ahí…

Natalia vuelve a la habitación.

Natalia – Tienes razón… Tenía que tener fe. Ahora siento que Patricio está aún vivo. Lo sé…

Cristina le lanza una mirada incendiaria a Jerónimo.

Cristina – ¡No te ilusiones demasiado deprisa, de todos modos…! Porque… ¿cómo pueden saber si Patricio está entre los supervivientes?

Natalia – Han encontrado a un tipo agarrado a una maleta. Y que gritaba: Natalia, Natalia…

Cristina fulmina de nuevo a Jerónimo con la mirada.

Natalia – Me pregunto cómo sabrán que me llamo Natalia?

Cristina – Sí, yo también me lo pregunto…

Jerónimo – Bueno, cierro el balcón, ¿eh? Y no la dejes que se acerque, ¿de acuerdo?

Cristina – ¿Y qué vamos a decirle si llama de verdad la unidad de emergencias?

Jerónimo – Seguro que había varios pasajeros cuya mujer se llama Natalia. Eso sin contar las amantes…

Natalia – Se me ha olvidado pedirles el número… Quería haberles preguntado si hay algo que pueda hacer desde aquí para ayudar. Voy a rellamar al último número…

Cristina (En tono concluyente) – Yo en tu lugar no haría eso…

Natalia se queda extrañada.

Cristina – Deben estar totalmente desbordados, ¿no crees? En cuanto tengan datos más precisos seguro que te llaman…

Jerónimo – Necesito hablar contigo, de verdad.

Cristina – Habla…

Jerónimo – En privado…

Cristina – No podemos dejarla sola. Imagínate que llama la policía para comunicarle la muerte de Patricio, y se sube otra vez a la barandilla

Jerónimo – ¡Vamos al balcón!

Cristina – Me decepcionas, Jerónimo… Me decepcionas mucho… Te creía más cerca de tus amigos. ¡Estamos hablando de Patricio! ¡Tu compañero del instituto! ¡Y de Natalia, mi mejor amiga! Fueron los testigos de nuestra boda. ¡Bien podemos sacrificar una tarde para ayudarla cuando le ocurre una desgracia!

Jerónimo – Nos ha tocado la Bonoloto.

Cristina – ¿Cuánto?

Jerónimo – 60 millones.

Natalia – Me voy a tomar otro vino, la verdad. Con tantas emociones…

Cristina (Seca) – Bueno, pues ya sabes donde está la botella, ¿no? Y ahí encima hay vasos, ¿o prefieres que te traiga una pajita?

Natalia acusa el golpe.

Natalia – Bueno, creo que os voy a dejar… Ya os he molestado bastante.

Cristina se recupera.

Cristina – Perdóname. No quería decir eso para nada. (Le sirve otro vaso de vino) estamos todos un poco nerviosos, ¿no? Tienes que comer algo también, si no te va a sentar mal… (A Jerónimo en aparte, mientras Natalia vacía su vaso) Creo que es el momento de endilgarle el pastel de alcachofas…

Jerónimo sale hacia la cocina.

Cristina – Nosotros también nos sentíamos muy unidos a él. Así que estamos conmovidos por la muerte de Patricio. (Se corrige) quiero decir, por la perspectiva de su desaparición… Y al mismo tiempo, hay que saber pasar página, ¿no? Se vive solamente una vez.

Jerónimo vuelve con un trozo de pastel y se lo pasa a Cristina.

Cristina (Ofrece el trozo de pastel a Natalia) – Hay que saber disfrutar las cosas buenas de la vida…

Natalia toma un bocado de pastel.

Natalia – No está mal… ¿Qué es?

Cristina (Hipócrita) – Lo ha hecho Jerónimo. ¿De qué era…?

Natalia (Con la boca llena) – ¡Hum, mientras no sea de alcachofas! Es lo único a lo que le tengo alergia. De hecho no sé ni a qué saben. La única vez que las comí fue en casa de mi suegra, en la Costa Brava. Acabé en urgencias…

Los otros dos se cruzan una mirada de consternación.

Natalia – La ventaja de las alcachofas es que no se corre el riesgo de comerlas sin darse cuenta…

Cristina arrebata el trozo de pastel a Natalia.

Cristina – Bueno, seguro que te apetece un postre…

Natalia, desconcertada, no parece estar bien.

Natalia – Creo que voy a ir un momento al… Normalmente me sienta bien comer, sobre todo cosas ricas como ésta… Debe de ser el estrés…

Se dirige al cuarto de baño. Una vez que ha salido, Cristina explota de nervios.

Cristina – ¿Estás seguro?

Jerónimo (Le enseña la tarjeta) – ¡Mi número del paro! ¡Ha salido! ¡Lo acaban de decir en la radio! ¿No lo has oído? Sesenta millones, ¿te das cuenta? ¡Nos podemos comprar un Airbus si queremos! Bueno, de ocasión quizá. Pero en buen estado…

Cristina – ¡Pero es una locura!

Jerónimo sirve dos vasos de vino y le tiende uno a Cristina para brindar.

Jerónimo – Toma, saborea por última vez el vino de mesa del Lidell, para que te acuerdes de cómo era. Porque no volverás a beberlo en mucho tiempo…

Brindan. Se escucha vomitar a Natalia.

Cristina – ¡Qué locura…! ¿No será una broma, espero?

Jerónimo – A mí también me cuesta creerlo. Pero he comprobado los números tres veces. ¡Te lo juro, son los nuestros! ¡Nos ha tocado! ¡El superbote de la Primitiva del martes 13!

Regresa Natalia con la cara llena de ronchas, síntoma de alergia.

Cristina – ¡A que no adivinas de lo que nos acabamos de enterar!

Natalia – ¿Han vuelto a llamar? ¿Era él? ¿Está vivo?

Jerónimo (Incómodo) – Eh, no… Aún no están seguros…

Cristina – Pero han localizado una maleta que se parece mucho a la suya. Una maleta… Flotando sobre la superficie…

Natalia – Entonces, ¿cuál es la buena noticia?

Cristina – Pues… eso… (Muy nerviosa, véase histérica) ¡Van a poder recuperar la maleta!

Jerónimo intenta con un gesto calmar a Cristina.

Jerónimo – Discúlpala… son los nervios…

Natalia – Tenéis razón, esta espera es insoportable… Incluso si todavía está vivo, simplemente imaginarme a Patricio completamente solo, agarrado a la maleta en medio del Canal de la Mancha, en pleno invierno… Mientras nosotros estamos aquí calentitos… Se me hiela la sangre en las venas… (Pausa) No hace mucho calor en vuestra casa, ¿no? ¿O soy yo…?

Jerónimo (Con aire experto) – Ya podemos poner de nuevo la calefacción, ¿no, Cristina? Voy a ponerla a tope…

Sale un instante para encender la caldera.

Natalia – ¿Cuánto crees que se podrá aguantar en las aguas heladas del Canal de la Mancha en pleno diciembre?

Cristina – Depende… Era más bien friolero, ¿no?

Natalia – ¡Ay, Dios mío…!

Vuelve Jerónimo.

Jerónimo – He puesto el termostato a 25 grados… (Le guiña un ojo a Cristina) Así si tenemos que salir de improviso rumbo al trópico evitaremos el shock térmico…

Natalia – ¿Os vais de vacaciones…?

Jerónimo – No, bueno… ¿por qué no?

Natalia – Yo que vosotros evitaría el avión…

Cristina – Sí, quizá sea más prudente. La ley de las series… Y luego un buen Spa en el Meliá de Alicante no está nada mal. Es cuestión de empezar la nueva vida con buen pie…

Natalia – Hacéis bien en disfrutarlo… Ya veis lo que nos depara el destino. Quedas a cenar tranquilamente con unos amigos un martes por la noche y, sin comerlo ni beberlo, te encuentras viuda…

Cristina – Pues sí… (Histérica) ¡O multimillonaria!

Natalia – Si te dijera que no teníamos ni para pagar un seguro de vida… Es extraño además, porque precisamente estos días hablaba de ello… Para poder pagar al menos los estudios de los niños, si ocurría alguna desgracia… Debía estar sintiendo algo… Un mal presentimiento…

Jerónimo – Sí… Desde luego, nosotros te aseguro que no lo veíamos venir… Nos ha caído encima, así sin más…

Cristina (A Natalia) – Venga, no hay mal que cien años dure…

Jerónimo – Es un shock… hay que asimilarlo…

Natalia – ¿Vosotros tenéis uno?

Cristina – ¿Un qué?

Natalia – ¡Un seguro de vida! En fin, un seguro de deceso…

Jerónimo – Tenemos algo mejor, créeme.

Natalia – Te juro que si sale de esta, voy a ver la vida de forma diferente…

Cristina – ¡Ah!, nosotros también, te lo aseguro.

Natalia – Tantos sacrificios que se impone uno a diario pensando que lo disfrutará más adelante… Ya ves tú… cuánto mejor haríamos viviendo al día, sí… sin pensar en el mañana…

Jerónimo – Tienes mucha razón. Mañana dejo de trabajar.

Natalia – Creía que estabas en el paro…

Jerónimo – Sí, bueno, dejo de buscar trabajo.

Natalia – Bueno, también tiene uno que ganarse la vida. Y ahorrar un poco. Porque no va a ser con la pensión con lo que… ¡Ay, Dios mío…! Me temo que la pensión de Patricio no le va a salir muy cara a la Seguridad Social…

Cristina – Vamos, no digas eso…

Natalia – ¿Cómo voy a salir de esta? Cómo voy a salir adelante yo, con los dos pequeños…

Cristina – Para eso estamos nosotros, ¿verdad, Jerónimo…? ¡Si quieres nos quedamos con uno para descargarte un poco!

Jerónimo (Con la boca chica) – Sí, bueno…

Natalia – Sois muy amables, pero… Ya os debemos 1.000 euros…

Cristina – Mira, ¿sabes lo que te digo? Que os regalamos los mil euros. No nos van a arruinar, ¿no Jerónimo?

Jerónimo – No, no, sí, claro… Quedároslos…

Natalia (Emocionada) – Es reconfortante de verdad, saber que cuento con amigos como vosotros… sé lo que representan esos mil euros para vosotros… Sobre todo, ahora. Con Jerónimo sin trabajo. Ya ves, si le pido a mi banco que me los preste no sé yo si me los daría. Con la pasta que se sacan especulando a costa nuestra… y vosotros… que no tenéis ni para poner la calefacción en pleno mes de diciembre… Excepto cuando hay invitados… Por cierto, ahora hace un poco de calor, ¿no? ¿No os parece? No quiero que se os dispare la factura del gas por mi culpa…

Jerónimo – Voy a bajarla un poco…

Jerónimo sale unos segundos.

Natalia – ¿Cómo voy a decírselo a los niños?…

Cristina – De momento están durmiendo, ¿no?

Natalia – Pero se despertarán algún día…

Cristina – ¿Sabes?, quizá no debía decirte esto, pero no consigo creer que esté muerto. Hoy no…

Natalia – ¿Por qué hoy no?

Cristina – No sé, es… como lo que decías antes de tu padre. Que murió precisamente el día que nació tu hijo. Aposta, para fastidiarte.

Natalia – ¿Crees que Patricio ha decidido estrellarse en avión precisamente hoy para fastidiarnos la cena?

Vuelve Jerónimo.

Cristina (Cambiando de tema) – ¿Y si pones otra vez la tele?, a ver si lo confirman… A esta hora dan los resultados de los sorteos… Quiero decir, que hay noticias justo después…

Suena el teléfono de Natalia, interrumpiendo a Cristina. Natalia, paralizada, duda si responder, pero la final coge su móvil.

Natalia – ¿Sí…? Sí, soy yo… (A Cristina y Jerónimo) ¡Son ellos! La unidad de emergencias… ¿Sí…? Sí, le oigo bien…

Los otros dos tienen aire de fastidio.

Natalia – Pero nos habían dicho ustedes que… De acuerdo… Vale… Gracias…

Cuelga.

Natalia – han localizado a cinco supervivientes agarrados a los restos del avión… Quizá un sexto…

Jerónimo – El complementario.

Natalia – Intentan rescatarlos con un helicóptero, pero hace muy mal tiempo sobre el Canal… Aún no han podido identificarlos.

Cristina – Te avisarán en cuanto hagan el sorteo… ¡Quiero decir, el rescate o…!

Natalia – Sí, tenéis razón… Es como una lotería. Esta espera es un infierno. Me da la sensación de haber jugado a la Primitiva y estar esperando a saber si ha salido mi número…

Cristina – Sí, es verdad… Fue lo mismo que me pregunté yo cuando me casé con Jerónimo. Quiero decir… Pero, ¿cuántos iban en el avión?

Natalia – No lo sé, era un avión pequeño… Lérida-Burgos…

Jerónimo – Digamos unos cien. Si hay cinco supervivientes… Es una probabilidad sobre veinte. Bueno, pues es más que en la Primitiva…

Natalia – Yo nunca he tenido suerte en el juego…

Cristina – Ya sabes lo que dicen : El cien por cien de los ganadores probaron suerte…

Natalia – ¡Ay, Dios mío!… Menos mal que estoy aquí con vosotros, si no…

Cristina – ¿No quieres echarte un rato en nuestro cuarto?

Natalia – ¿Y si vuelven a llamar…?

Jerónimo – Puede ser cuestión de horas, ya sabes… Con la tormenta… Un salvamento en el mar, como este, es algo muy delicado… Ni siquiera están aún seguros de poder rescatarlos con vida. Con el agua a dos o tres grados, imagínate…

Natalia – De todas formas, no conseguiría dormir.

Cristina – Puedo darte un somnífero, si quieres.

Natalia – No creo que me haga nada. En el estado en que estoy…

Cristina – Puedes tomarte dos o tres. Son bastante suaves…

Natalia – Eres muy amable, pero no voy a ocuparos encima vuestra habitación…

Cristina – Ya ves tú. Tampoco creo que consigamos dormir nosotros, así que…

Natalia – Gracias… Sinceramente no me esperaba que todo esto os afectara tanto como a mí… (Mira su móvil) Mierda, he puesto el contestador. Es un reflejo… A ver si me han dejado algún mensaje…

Se aparta un poco para consultar sus mensajes.

Jerónimo (A Cristina) – No va a haber forma de deshacernos de ella…

Natalia – No, todavía no hay nada…

Cristina – Bueno… no hace más que cinco minutos que han llamado…

Jerónimo – Y además, en confianza, ¿sabes?… Una probabilidad sobre veinte… Más valdría que te fueras preparando para lo peor, ¿no?

Natalia – Pero si hace un momento me decías que…

Cristina – Tampoco querríamos crearte falsas esperanzas… ¿Verdad, Jerónimo?

Jerónimo – Hay que reconocer que esto empieza a oler a chamusquina…

Cristina – Lo que quiere decir Jerónimo, con esa manera de hablar tan particular que tiene, es que si Patricio está de verdad muerto, lo sabrás seguro bien pronto… No, de verdad, harías bien en acostarte un rato… ¿Prefieres que te llame a un taxi?

Natalia – He venido con el coche, en el Smart.

Cristina – ¡Ah, sí, es verdad…!

Natalia – Pero no sé si estoy en condiciones de conducir.

Cruce de miradas exasperadas entre Jerónimo y Cristina.

Natalia – No, pero tienes razón, me voy a echar un rato en vuestro cuarto. No voy a dormir, pero… Creo que necesito estar sola un momento…

Jerónimo – Sí, nosotros también… quiero decir que, sí, claro, te entendemos muy bien. ¿Verdad, Cristina?

Natalia – Voy entonces…

Cristina – Sí…

Natalia sale bajo la mirada de circunstancias de Jerónimo y Cristina que, en cuanto desaparece, explotan de alegría.

Jerónimo – ¡60 millones! ¡La hostia!

Vuelve Natalia. Jerónimo y Cristina se quedan paralizados.

Natalia – Me dejaba el móvil…

Natalia sale.

Cristina – Hasta que no haya visto el billete ganador, no conseguiré creérmelo. Enséñamelo…

Jerónimo – Voy a buscarlo… (Hace ademán de ir) Mierda, está en la habitación… Con un poco de suerte se dormirá y nos dejará en paz un poco. Ahora no es momento de ir a molestarla… ¿Y si nos soplamos su botella de Viuda de Cliquot mientras esperamos? Para celebrarlo…

Cristina – ¿En la habitación? No lo he visto…, espero que no hayas perdido el boleto, al menos. Imagínate que se haya caído de la mesilla al suelo… y que haya acabado en el aspirador… Ayer le cambié la bolsa, y he tirado la basura esta mañana.

Jerónimo – Tranqui… Está bien guardadito. (Abriendo la botella de champagne) Voy a intentar que no suene muy fuerte… para no despertarla.

Cristina – ¿Guardadito? ¿Dónde…?

Jerónimo – En mi maleta. Encima del armario… En el bolsillo interior… No me acordé de sacarlo al volver de La Granja… Ni me acordaba que había echado la Primitiva, ¿te imaginas…?

Cristina (Descompuesta) – ¿Quieres decir la maleta de Vuitton?

Jerónimo – Sí, claro… Mi maleta, qué pasa… No me irás a decir que también has pasado el aspirador dentro de la maleta… (Notando el embarazo de Cristina) ¿Qué?

Cristina – Patricio no tenía maleta para ir a Lérida… Entonces Natalia me preguntó si yo podía prestarles una…

A Jerónimo se le escapa el corcho del champagne que explota con fuerza.

Jerónimo – ¿Que le has prestado mi maleta? ¿Le has permitido que cogiera esa mierda de avión de bajo coste con mi maleta de Vuitton?

Cristina – Bueno oye, la maleta de Vuitton, te recuerdo que era falsa… Una copia comprada en Trieste este verano cuando volvíamos del Club Meliá del Egeo.

Jerónimo – ¡Con nuestro cheque de 60 millones de euros dentro! Lo suficiente para comprarnos la marca que fabrica las auténticas….

Vuelve Natalia.

Natalia – He oído como una explosión… me ha despertado… (Viendo el gesto deshecho de los dos) ¡Huy qué caras…! ¿Habéis tenido más noticias, es eso? No son buenas… ¿No os atrevéis a decírmelo?

Jerónimo (Hosco) – Sí, podríamos decirlo así…

Natalia – ¡Ay, Dios mío…!

Cristina – No, bueno… No se trata de Patricio…

Jerónimo – En parte sí…

Cristina – Jerónimo no sabía que yo le había prestado su maleta… Así que, claro, eso le ha afectado… Emocionalmente, quiero decir… Imaginar a su mejor amigo aferrándose a su maleta en medio del Canal de La Mancha… Con los tiburones rondando a su alrededor…

Natalia – ¿Hay tiburones en el Canal de la Mancha?

Cristina – No sé, me imagino…

Natalia – ¡Ay, Dios mío, es verdad, la maleta… ya os debíamos mil euros que no podemos devolveros y encima no volveréis a ver vuestra maleta de Vuitton! Menos mal que era falsa…

Cristina – Aún hay una esperanza, ¿no? (Mira a Jerónimo) Quiero decir, de que encuentren a Patricio… con la maleta.

Jerónimo – ¿Tú crees…?

Cristina – ¡Una maleta flota mucho mejor que un cadáver! Acuérdate de las imágenes que se ven en la tele después de un accidente aéreo. ¿Qué es lo que flota en la superficie? ¡Las maletas!

Jerónimo – Si no pesan demasiado, sí…

Cristina (A Natalia) – ¿Llevaba muy llena la maleta Patricio?

Natalia – Sólo iba a pasar una noche en el hotel, así que no se llevó gran cosa…

Los otros dos recobran la esperanza.

Natalia – Aparte de todos esos catálogos de venta, claro. El papel pesa como un muerto. Ni siquiera pude levantarla para meterla en el maletero cuando se fue. Menos mal que tenía ruedas. No están nada mal hechas esas imitaciones. Tenéis toda la razón. ¿Para qué arruinarse comprando una auténtica?… Pero, ¿por qué queréis saber lo que había en la maleta?

Cristina – Bueno… Si flota, Patricio habrá podido agarrarse a ella. Como a una boya…

Natalia – Ya, pues, eso no, ¿eh ?… Sería como agarrarse a un yunque… Y además los equipajes, en todo caso, van en la bodega, ¿no? Se irán a pique con la carcasa del aparato…

Jerónimo lanza una mirada asesina a una Cristina anonadada.

Cristina – A veces, cuando consiguen localizar la estructura la reflotan. Para buscar las cajas negras, determinar las causas del accidente, y recuperar las maletas – quiero decir, los cuerpos – para que las familias puedan tener su duelo…

Jerónimo – ¿Tú crees…?

Cristina – ¡Claro que sí! No sé por qué pero yo aún tengo esperanza, ¿eh, Natalia?

Natalia – Sí, bueno…

Cristina – Hoy es martes y trece, ¿no?

Natalia – Nunca he sabido si daba buena o mala suerte eso del 13 y martes…

Cristina – Pues ya ves, ¡un poco de cada!

Jerónimo (A Natalia) – Pero ¿estás completamente segura, al cien por cien, de que se fue con esa?

Natalia – ¿Con la Chollo Travel Airways? Por desgracia, sí… yo misma le compré el billete por Internet…

Jerónimo (Histérico) – ¡Con mi maleta, hostias! ¡Con mi puta maleta!

Natalia se descompone. Cristina hace un gesto a Jerónimo de que se calme.

Natalia – Bueno, creo, de verdad, que voy a dejaros ya… Voy a irme a dormir a casa de mi madre. Por lo menos estaré con los niños cuando se despierten. Y si hay novedades, buenas o malas, os tendré al corriente. Os lo prometo.

Jerónimo – ¡60 millones…! ¡60 millones, joder! Dime que es una pesadilla…

Cristina (A Natalia) – Sí, quizá sea lo más razonable…

Natalia – Vale, pues voy a dejaros que os acostéis…

Jerónimo – ¿Tú te crees de verdad que vamos a poder dormir ahora?

Natalia – Os llamaré mañana por la mañana… De estas cosas se entera uno siempre demasiado pronto. Y yo también, claro. Tienes razón, Cristina. Esto puede durar horas. Me tomaré una pastilla en cuanto llegue a casa de mamá…

Jerónimo – ¡Eso sí, queremos saberlo inmediatamente! ¿Verdad, Cristina? No vamos a estar esperando como gilipollas…

Natalia – De verdad que me llega mucho… que estés alterado hasta ese punto. Ya sé que Patricio era un amigo… pero no me pensaba que su desaparición te fuera a afectar de esta manera.

Jerónimo – Voy a poner otra vez la tele…

Locutor (voz en off) – El número ganador es, pues, el…

Jerónimo – Bueno, vale, ya nos hemos enterado…

Natalia (Inquieta, a Cristina) Deberías darle un calmante a él también, ¿no?

Jerónimo salta de canal en canal.

Locutor (voz en off) … ahora está confirmado : no ha habido supervivientes en el accidente marítimo del avión de la Chollo Travel Airways. El pequeño grupo de individuos que, aferrados a una balsa improvisada, habían sido tomados por supervivientes, han resultado ser inmigrantes sin papeles que intentaban llegar a Inglaterra a nado. Naturalmente han sido embarcados a bordo de un vuelo charter que les llevará a sus países de origen. Un charter, por otra parte, de esta misma compañía. Deseémosles, al menos que tengan un buen viaje… Y, cambiando de tema, se ignora aún la identidad del ganador del Superbote de…

Jerónimo, hundido, apaga la tele.

Jerónimo – ¡Joder…! Ningún superviviente…

Suena el móvil de Natalia. Ella lo coge y mira quién llama.

Natalia – Si es mi madre, no la contesto…

Jerónimo – Mi maleta de Vuitton…

Natalia – Es él…

Cristina – ¿Él? ¿Quién?

Natalia – Patricio… Es el número de su móvil…

Cristina – No…

Jerónimo (Impresionado) – ¿De qué compañía eres tú?

Cristina – Pero, ¡vamos, contéstale!

Natalia, demudada, responde.

Natalia – Sí…

Jerónimo y Cristina la escuchan en suspenso.

Natalia – ¿Patricio? ¿Pero desde dónde me llamas? Escucha, casi no te oigo… Es como si me llamaras de muy, muy lejos…

Jerónimo – Ya te digo… Ha dicho que no había supervivientes…

Natalia – ¿Me oyes tú a mí…? ¿Patricio…? ¿Hola…? ¿Hola…? (Se vuelve hacia los otros dos con un gesto dramático) Se ha cortado…

Silencio mortal.

Cristina – ¿Estás segura de que era él?

Natalia – No sé… La conexión era muy mala…

Jerónimo – No me extraña…

Natalia – De todas formas, la llamada era desde su móvil, seguro. Era su número…

Jerónimo – El número exacto…

Cristina – Quizá ha salido disparado del avión… y ha conseguido agarrarse a algo…

Jerónimo – Su maleta…

Cristina – Y llama con lo que le queda de batería.

Natalia – ¡Ay, Dios mío…! Pero si han dicho que no había ningún superviviente… Estaba empezando a hacerme a la idea…

Cristina – Los milagros existen.

Jerónimo – Un milagro… Sólo falta que lo localicen antes de que se lo coman los tiburones…

Natalia – Imaginaos a Patricio, con esta tormenta, solo en medio del Atlántico…

Jerónimo – Del Canal de la Mancha…

Cristina – Tampoco es tan grande El Canal de la Mancha…

Natalia – En medio de la noche aferrándose a tu maleta, perdido en el océano…

Jerónimo – ¡El Canal de la Mancha!

Natalia – Irá a la deriva… ¿Qué van a hacer para encontrarlo…?

Jerónimo – Es como buscar una maleta en un pajar…

Natalia – Voy a intentar devolverle la llamada… Aunque no le quede casi batería, quizá nos pueda describir dónde se encuentra. Eso facilitaría la búsqueda…

Cristina – Claro que, si de verdad está perdido en medio del Pacífico…

Jerónimo – ¡El Canal de la Mancha, coño!

Natalia marca el número y espera con ansiedad.

Natalia – Está llamando… ¡Ay, Dios mío, es su buzón de voz! me da la sensación de oír una voz de ultratumba… ¿Hola, Patricio? Si oyes este mensaje, quiero que sepas cuánto te quiero. Y los niños también. Patricio, te lo ruego, aguanta. Por mí. Por tus hijos. Por ti también, claro. Hasta que te localicen los de rescate. Un beso muy fuerte, amor mío…

Jerónimo y Cristina se miran emocionados. Pero Natalia tarda en colgar.

Natalia – Quiero confesarte una última cosa, Patricio. Para tranquilizar mi conciencia. Porque quizá ya nunca tendré la ocasión. O incluso el valor. Te engañé una vez. Sólo una vez. Pero no cuenta, te lo aseguro. Y te prometo que el hijo que espero es tuyo de verdad. Bueno, estoy casi segura. Lo siento. Pero le haremos la prueba de paternidad si quieres. Sí, porque se me ha olvidado decirte que estoy embarazada, Patricio. ¡Vas a ser papá! Así que ya ves: ¡Tienes que aguantar!

Natalia cuelga, demudada. Los oros dos intercambian una mirada de consternación.

Cristina – Si con esto no aguanta…

Silencio embarazoso.

Jerónimo – El teléfono…

Cristina – No oigo nada.

Jerónimo – No, quiero decir, el teléfono de Patricio. ¡Con el móvil pueden localizarle! Hay que avisar a los salvamente inmediatamente. Todavía puede haber una esperanza de encontrar la maleta… quiero decir, de encontrar a Patricio… ¿Cuál es su número?

Natalia le da su teléfono.

Natalia – Toma, tengo el número grabado.

Jerónimo coge el móvil de Natalia y le da a la rellamada.

Jerónimo – ¡Mierda, he perdido la cobertura! Voy a intentarlo en el balcón…

Jerónimo sale.

Natalia – No sé si he hecho bien hablándole de eso ahora.

Cristina – Tú crees…

Natalia – Fue hace tres meses más o menos. Con mi dentista. En la consulta. No sé qué me pasó. Igual fue el efecto de la anestesia…

Cristina – No tienes más que decir eso… Que el muy cabrón te drogó para abusar de ti…

Natalia – La verdad es que no fue más que anestesia local… Por una caries de nada, ya ves tú… Por otra parte, tengo que decir que lo disfruté de verdad… Más que con Patricio, por lo menos… ¿Y tú, nunca has engañado a Jerónimo…?

Cristina – Jamás desde que nos casamos…

Natalia – La verdad es que no estáis casados más que desde hace seis meses. Después de quince años de vivir juntos…

Cristina – Sí, bueno no…

La entrada de Jerónimo evita muy oportunamente a Cristina precisar lo que piensa.

Jerónimo – Bien, van a hacer todo lo necesario de inmediato. Y nos llamarán en cuanto tengan noticias.

Cristina – Yo vi hacer eso en una serie policíaca de la tele. Es muy fácil localizar a alguien con su móvil. Y, en principio, es rapidísimo. Bueno, esto, es en medio del Atlántico, pero bueno…

Jerónimo – El Canal de la Mancha.

Natalia – ¡Ay, Dios mío! No sé si me va a aguantar el corazón. Con tantas emociones…

Suena el móvil.

Natalia – ¿Ya?

Cristina – ¿Lo ves…?

Jerónimo – ¡Pero venga, contesta!

Natalia – ¿Dígame? No, mamá, aún no me han confirmado su fallecimiento, lo siento… No, no tengo la nueva dirección de la tía Adela. Pero ¿no te parece que es un poco pronto para preocuparse de comunicárselo…? Bueno, tengo que dejarte ahora. No puedo tener la línea ocupada. Espero una llamada urgente… Eso es… ¿Para las flores? Escucha, haz lo que quieras, me importa un rábano, ¿vale? (Cuelga furiosa). La vida, de verdad, está mal hecha… ¿Por qué no era mi madre la que iba en ese avión…?

Suena de nuevo el teléfono. Natalia, fuera de sí, contesta.

Natalia – ¿Pero quieres dejarnos en paz, sí o no…? ¡Ah!, perdone, creía que era otra persona… Si, sí, por supuesto, le escucho… No, se lo aseguro, no es ninguna broma… Mi marido estaba a bordo de ese avión, y… Bueno, de acuerdo, gracias… ¿Me llamará si hay algo nuevo…?

Cuelga alterada.

Natalia – Eran ellos… Han rastreado el móvil de Patricio…

Los dos están pendientes de sus palabras.

Cristina – ¿Y…?

Natalia – La llamada venía de la estación de Lérida…

Esta vez es el teléfono fijo de Jerónimo y Cristina el que suena. Cristina descuelga mecánicamente.

Cristina – ¿Diga? (Anonadada, le pasa el auricular a Natalia) Es él…

Natalia coge el auricular.

Natalia – ¿Patricio? ¿Pero dónde estás? ¡Todo el mundo te está buscando en medio del Atlántico…! ¡No, no será verdad…! (A los otros) ¡Ha perdido el avión! ¡Está en el AVE Lérida-Madrid!

Jerónimo – Dios existe…

Natalia – ¿Pero no te has enterado? (A los otros) No se ha enterado… el avión de la Travel Discount que tenías que coger se ha estrellado en el Mediterráneo… No hay supervivientes… ¡Bendito sea Dios, es un milagro…! (A los otros) Se ha quedado encerrado en los servicios del aeropuerto de Lérida durante dos horas… No conseguía abrir la puerta…. Está claro que la terminal de la compañía Chollo Airways de Palencia, no es precisamente la clase business… Vale… Llámame en cuanto llegues a la estación de Atocha, ¿vale…? Un beso muy fuerte, mi amor… (Va a colgar pero cambia de opinión) ¡Oye, Patricio! ¿Has recibido mi mensaje? No, no, no era nada importante… Puedes borrarlo, créeme… Ahora que sé que no estás muerto…

Natalia deja el móvil.

Natalia (Radiante) – ¡Ahora sí, creo que podemos descorchar ese Viuda de Cliquot!

Ligero embarazo de Jerónimo y Cristina, que ya han abierto la botella sin ella. Pero que sin embargo están encantados.

Cristina – ¡Pero esto es maravilloso! ¿Verdad, Jerónimo?

Jerónimo – Tú recuperas a tu marido y nosotros…

Cristina – ¡Un amigo!

Jerónimo – ¿A qué hora llega a Atocha?

Natalia – En menos de una hora… Por fin se va a acabar esta pesadilla… Gracias… sin vosotros, no sé si hubiera podido soportarlo… (Hace ademán de irse) me parece que nos beberemos el champagne otro día… Voy a ir a esperarle a la estación, y luego nos iremos directamente a casa… Después de esta prueba, comprenderéis que tenemos muchas cosas que decirnos…

Cristina – Sí… Sobre todo si escucha tu mensaje…

Jerónimo – ¡Pero el tema no es ése! Vamos a celebrarlo todos juntos. ¿No, Cristina?

Natalia – La verdad es que, es el único superviviente… No sé yo si… me imagino la angustia de las demás familias que han tenido menos suerte que yo…

Jerónimo – ¡La vida es una lotería! ¡Basta con jugar al número correcto! Es muy triste para los demás, pero peor para ellos. ¡The show must go on! No, de verdad, y además tú no estás ahora para conducir. Nerviosa perdida, no vas a conseguir aparcar el Samart en Atocha un martes a estas horas. Voy a llamarle otra vez. Voy a decirle que pille un taxi en cuanto llegue y que venga directamente aquí. Con la maleta…

Natalia – ¿Un taxi…? Mira, no sé si podemos permitírnoslo…

Jerónimo – ¡Pero nosotros sí! ¿Verdad, Cristina?

Cristina – Nosotros también tenemos una buena noticia que daros… Ahora podemos decíroslo… Venga, Jerónimo…

Cuando Jerónimo se dispone a hablar, suena el teléfono fijo. Cristina contesta.

Cristina – Sí… ¡Ah, Patricio…! Precisamente te íbamos a llamar ahora mismo para… (Se le hiela la sonrisa). Vale, te la paso… (A Natalia) Es Patricio. Ha oído tu mensaje…

Natalia, descompuesta, coge el inalámbrico y se retira hacia el balcón.

Natalia – Escucha, Patricio, te lo voy a explicar todo, ¿de acuerdo? ¡Y además, no te lo tomes así! Francamente, después de lo que nos acaba de pasar, deberías relativizar las cosas, ¿no? ¡Te recuerdo que has estado a un pelo de morirte! ¡Lo que importa es que estamos los dos vivos! ¡Eres un superviviente, Patricio!

Sale al balcón para terminar la conversación.

Jerónimo – ¡Joder… lo que faltaba… !

Cristina – Seguro que ahora no va a ser fácil hacerle venir a trincarse el champgne con nosotros…

Jerónimo – Imagínate que ahora que sabe que tiene cuernos, decide tirarse al metro al llegar a Atocha. Con mi maleta…

Vuelve Natalia con el rostro descompuesto.

Cristina – ¿Qué…?

Natalia – No quiere venir a dormir a casa… Habla de divorciarnos…

Jerónimo – ¡Pues que venga a dormir aquí mientras tanto! ¿Verdad, Cristina? Ya que tiene hecha la maleta…

Natalia – ¡Ah, la maleta, eso es!… Bueno, no es lo más importante…

Estupor de los otros dos.

Jerónimo – ¿Qué?

Natalia – Bueno… Patricio ha perdido el avión, pero la maleta, la maleta ya estaba facturada… Desgraciadamente, podéis olvidaros de ella… Se ha quedado en la bodega del aparato…

Jerónimo – ¡Será gilipollas! (A Cristina) ¡No, pero… dime que no es verdad!

Natalia – Sí lo es, afortunadamente no era auténtica, en cierto sentido… Ten en cuenta que… tú sabes muy bien que no son legales las falsificaciones… Vi un reportaje en la tele sobre eso… Patricio hubiera podido tener problemas en la aduana…

Cristina – ¿Para ir a Lérida?

Natalia – Con escala en Londres…

Jerónimo – Si no se va ahora mismo, la voy a matar…

Natalia está sorprendida por la reacción de Jerónimo.

Natalia – No te preocupes, os compraré una auténtica, os lo prometo… Os debo eso por lo menos…

Jerónimo – ¡Claro! Con los 1.000 euros que debes ya…

Natalia – Bueno, creo que ahora sí me voy a ir, ¿eh, Cristina? Ya hemos tenido todos bastantes emociones por hoy…

Cristina empuja discretamente a Natalia hacia la puerta para protegerla del furor de Jerónimo.

Cristina – ¡Hala, no te preocupes!, todo se va a arreglar… Llámame mañana, ¿vale?

Natalia – Vale, te tendré al corriente…

Natalia va a salir pero se da la vuelta por última vez.

Natalia – Por cierto, ¿cuál era esa buena noticia que queríais darme?

Cristina la empuja fuera definitivamente.

Cristina – Mañana te llamo…

Natalia sale. Jerónimo y Cristina se quedan solos. Se dejan caer sobre el sofá. Un denso silencio.

Jerónimo – 60 millones de euros…

Cristina le hace un gesto tierno.

Cristina – Venga, no es tan grave… Lo que importa es que estamos vivos, ¿no? Y que estamos juntos…

Jerónimo se relaja un poco.

Jerónimo – Tienes razón…

Cristina – Y además, ¿qué hubiéramos hecho con 60 millones?

Jerónimo – Mira que me lo pregunto…

Cristina – Habría soportado nuestra relación semejante temporal…

Jerónimo – Eso sin hablar de nuestros amigos… Fíjate, hemos estado a punto de enfadarnos con Patricio y Natalia…

Silencio.

Jerónimo – ¿De verdad crees que si hubiéramos ganado 60 millones en la Bonoloto, nos habríamos divorciado?

Cristina – Se puede subir a la cabeza… Cuando uno descubre de repente que puede satisfacer todos los deseos que ha reprimido hasta entonces…

Jerónimo – Tienes razón, la frustración es el cemento de la pareja… Cuando pienso que de verdad podríamos habernos convertido en multimillonarios… Me dan escalofríos…

Cristina – Anda, ahora podemos pasar una velada tranquila. Los dos solos, delante de la tele…

Jerónimo – ¿Sabes lo que me relajaría de verdad…?

Cristina (Ilusionada) – Dímelo… Estoy dispuesta a satisfacer todos tus deseos. Para compensarte… por la pérdida de tu maleta falsa de Vuitton.

Jerónimo – Un documental de animales… Sobre la reproducción de los varanos, por ejemplo…

La ilusión de Cristina se desvanece.

Jerónimo – ¿Sabes?, son muy promiscuos, los varanos… La hembra se lo monta sucesivamente con varios machos, y los huevos contienen la herencia genética de todos sus amantes… ¿Te imaginas el enano de Natalia? La mitad de Patricio, y la otra mitad de su dentista…

Cristina (Deprimida) – Queda un poco de vino peleón… En fin, lo que nos ha dejado Natalia… ¿Quieres? Ahora más vale que nos acostumbremos…

Sirve dos vasos mientras Jerónimo enciende la tele.

Locutor (voz en off) – … Se acaba de localizar la pista del vuelo 32 bis de la Chollo Travel Airways, que se creía había sido víctima de un accidente aéreo sobre el Canal de La Mancha. El piloto se había dormido a los mandos del aparato. En lugar de posarse sobre Londres, ha continuado ruta hasta Alaska donde se ha visto obligado a un aterrizaje de emergencia sobre el hielo por falta de combustible.

Jerónimo – Tiene gracia, ¿has visto?, me da la impresión de que ya no me concierne para nada.

Suena el teléfono. Cristina se levanta como una zombi y responde, Jerónimo sigue aplastado delante de la tele.

Locutor (voz en off) – He aquí algunas imágenes del aparato tomadas por un avión de reconocimiento del ejército americano…

Cristina – ¿Sí…?

Locutor (voz en off) – No sabemos nada aún de la suerte que han corrido los pasajeros en el interior de la carlinga, pero en las imágenes, de una sorprendente nitidez, se distinguen dos pingüinos jugando con una maleta…

Cristina – ¡No…!

Cristina cuelga alterada y regresa junto a Jerónimo.

Jerónimo – ¿Quién era…?

Cristina – El ginecólogo de Natalia… Bueno, el mío… Vamos al mismo…

Jerónimo – ¿Y…?

Cristina – Se ha confundido… No es ella la que está embarazada, ¡soy yo!

Jerónimo (Mosqueado)- ¿Tenéis también el mismo dentista?

Cristina (Exultante) – ¡Estoy embarazada de ti! ¡Vamos a tener un niño, Jerónimo!

Jerónimo (No muy entusiasmado) – Pero… Yo creía que no podíamos… Tu ginecólogo me dijo que, con la calidad de mis espermatozoides, no teníamos más que una probabilidad entre un millón en ese sorteo.

Cristina – ¡Pero es martes y trece!

Jerónimo no tiene tiempo de reaccionar porque llaman a la puerta.

Jerónimo – Si es ella otra vez, la dejas entrar, pero esta vez soy yo el que la va a tirar por la ventana…

Cristina va a abrir.

Cristina (Sorprendida) – ¡Anda, hola Patricio…! ¿Has tenido buen viaje? En fin, quiero decir… No te esperábamos…

Patricio (Siniestro) – Espero no molestar…

Cristina – Claro que no, hombre, qué cosas tienes…

Jerónimo – A estas alturas.

Patricio entra en la sala demudado.

Patricio – ¡Ah, Jerónimo, estás aquí…!

Jerónimo – Pues sí, ya ves. Vivo aquí, de hecho…

Patricio – Ya sé que es muy tarde. Pero con todo lo que me acaba de pasar…

Jerónimo – De todos modos… no ha sido tu AVE el que se ha estrellado contra el hielo, ¿no?

Patricio – No, me refiero a Natalia. Estoy en estado de shock.

Cristina – Lo sentimos muchísimo, Patricio… ¿Verdad, Jerónimo…?

Jerónimo – Hum…

Cristina – Pero siéntate, por favor. ¿Quieres tomar algo?

Jerónimo – ¿Tenéis arsénico, estricnina…?

Cristina le sirve un vaso de vino.

Cristina – ¿Quieres hielo…?

Patricio no responde. Se sienta y vacía su vaso sin pestañear bajo la mirada de asombro de ambos.

Jerónimo – Pues sí… Está mal de verdad… Ni siquiera reacciona al vino de tetrabrik…

Patricio – Hace diez años que estamos casados, ¿os dais cuenta? Nunca hubiera creído que Natalia fuera capaz de hacer esto…

Cristina – Venga… ¿No crees que te lo tomas demasiado a lo trágico…?

Jerónimo – También es verdad que acaba de saber que lleva cuernos…

Cristina – Siempre he odiado esa palabra…

Patricio – Cree uno conocer a la gente y luego…

Cristina – Cualquiera puede cometer un error…

Jerónimo – Bueno pero… acostarse con su dentista…

Patricio – Era mi dentista.

Cristina – Pero lo importante es que ha tenido el coraje de confesártelo, ¿no? Es muy valiente por su parte, ¿sabes?

Jerónimo – Más bien hay que ser muy gilipollas…

Cristina – Eso prueba que confía en ti… Y la confianza es muy importante en la pareja… ¿Verdad, Jerónimo…?

Jerónimo – Ya te digo, ella creía que estaba muerto…

Cristina – Venga, ya verás… Todo se acabará arreglando…

Patricio – No sé… Creo que voy a necesitar un tiempo…

Jerónimo – ¿Cuánto tiempo, más o menos…? No, porque, como bien dices, es tarde… Yo me iría bien a gusto al sobre…

Cristina – Lo que quiere decir Jerónimo, ya sabes cómo es, es que hemos tenido todos muchas emociones hoy… Pero es normal que necesites distanciarte un poco… vas a dormir aquí en el sofá… mañana lo verás todo un poco más claro…

Jerónimo – No te prometemos que mañana vaya a ir mejor la cosa, ¿eh? Sólo que tú la verás un poco más clara…

Patricio – Gracias… sabía que podía contar con vosotros… En las desgracias reconoce uno a los amigos…

Jerónimo – Sí… Nos lo ha repetido tu mujer durante toda la tarde…

Cristina – Voy a buscarte unas sábanas… Jerónimo, coge una manta del armario…

Jerónimo y Cristina desaparecen un momento. Patricio se levanta y se dirige al balcón. Se acerca a la barandilla y se inclina un poco. Vuelve Cristina, le ve y se queda helada, creyendo realmente que se va a tirar.

Cristina – ¡Patricio, no!

Patricio se vuelve hacia ella un poco sorprendido.

Patricio – Eh… Sólo miraba la vista…

Cristina – ¡Ay, Dios mío, me has asustado…! Creía que…

Patricio – Nunca me había dado cuenta de que, inclinándose un poco, se ve el Flamenco Rosa desde el balcón…

Cristina (Preocupada por su estado mental) – El flamenco rosa…

Patricio – Es un bar.

Cristina – ¿Un bar andaluz?

Patricio – Sí… Pero sobre todo un bar gay…

Cristina está un poco desconcertada. Vuelve Jerónimo con la manta y la echa sobre el sofá.

Jerónimo – Bueno, pero no voy a arroparle ni a darle un beso de buenas noches.

Patricio le lanza una ambigua mirada.

Cristina – ¿Nos prometes no hacer ninguna tontería?

Patricio – Prometido.

Cristina – Vale, entonces vamos a acostarnos todos. Hemos tenido un día duro nosotros…

Suena el teléfono fijo. Jerónimo contesta.

Jerónimo – ¿Sí…? Sí, está aquí… Vale, te lo paso… (Le pasa el auricular a Patricio). Es Natalia, quiere hablar contigo…

Patricio coge el auricular a desgana.

Patricio – Sí… Escucha… No… No sé… No… Mañana te lo digo, ¿vale?… Sí, bueno pues necesito pensar durante unos días, puedes entender eso, ¿no…?

Jerónimo (Inquieto) – ¿Unos días…?

Patricio – Eso es, nos llamamos…

Cuelga.

Cristina – Estoy segura de que vuestra relación resistirá esta prueba… ¡y que saldrá fortalecida incluso!

Patricio – Yo también me he acostado con el dentista…

Cristina (Tras un segundo de duda) – Ah, pues, ¿ves?, no es tan grave…

Jerónimo la mira estupefacto.

Cristina (A Patricio) – Y además, no te lo he dicho (A Jerónimo) ¿Se lo decimos?

Jerónimo – ¿El qué?

Cristina – ¡Soy yo la que está embarazada, Patricio!

Jerónimo – Ah, sí, es verdad.

Cristina – ¿No es una noticia estupenda?

Jerónimo – Para ti la noticia estupenda es que tu mujer no está embarazada de tu amante.

Cristina – No, después de todo lo que nos acaba de pasar hoy también a nosotros… Hablábamos de eso hace un momento Jerónimo y yo. Lo importante es permanecer unidos, pase lo que pase… superar las dificultades… Juntos… ¡Porque el dinero, en la pareja, no es lo más importante!

Patricio – ¿El dinero?

Cristina (A Jerónimo) – ¿Le contamos eso también? (Jerónimo, abrumado, no responde) Imagínate : en la maleta que te presté para ir a Lérida…

Patricio – La maleta falsa de Vuitton…

Cristina –… había un billete de la Bonoloto…

Patricio (Distraído) – ¡Ah, sí, un billete de la loto…!

Cristina – Esta tarde nos hemos enterado, viendo la tele, que habíamos acertado los números…

Patricio – ¿Cuánto?

Jerónimo – 60 millones.

Patricio – ¡Ah, vaya, no está mal…!

Cristina – Sobra decirte que no volveremos a ver nunca ese billete de la Bonoloto…

Jerónimo – Salvo que el pingüino que ha encontrado mi maleta vaya a presentarlo él mismo a la Administración de Loterías para cobrar el Superbote.

Cristina – ¿Lo ves? Acabamos de perder 60 millones de la Bonoloto, ¡pero hemos ganado un hijo que ya no esperábamos!

Jerónimo – Ya sabes lo que dicen : desafortunado en el juego, afortunado en amores…

Patricio – Lo siento muchísimo… quiero decir, por los 60 millones… en el fondo es culpa mía…

Jerónimo (Amenazador) – ¿En el fondo…?

Cristina – Creo que ahora deberíamos irnos a dormir. Jerónimo… ¿vienes?

Cristina arrastra a Jerónimo hasta la habitación. Patricio se queda solo. Va al balcón y reflexiona un momento. Luego, saca su móvil y marca un número.

Patricio – ¿Hola…? No, no estoy muerto… Siento decepcionarte una vez más, querida suegra… ¿Puedes pasarme a Natalia? Gracias… (Pausa) ¿Natalia? Soy Patricio… Escucha, lo he pensado bien y… Sí, ya, ¿qué quieres…? Normalmente me echas en cara que no pienso lo suficientemente rápido… Así que prefiero decírtelo ahora mismo… Nunca podré perdonarte que te hayas acostado con mi dentista… Voy a solicitar el divorcio, Natalia… Sí, ya lo sé, no soy más que un pobre hombre… Sí, lo sé tu madre te lo había dicho… Vale, mi dentista te enviará mañana los papeles del divorcio… Sí, mi abogado, ¿no es eso lo que he dicho? Exacto, que te den por culo a ti también… Buenas noches, Natalia.

Patricio cuelga, piensa un momento, luego saca de su bolsillo el billete de la Bonoloto y se queda mirándolo.

Patricio – 60 millones… Cristina tiene razón… Ni siquiera ha amanecido y ya veo todo mucho más claro. (Cayendo en la cuenta) ¡60 millones de euros! (Le tiembla la mano, se le cae el billete y cae al borde del balcón) Mierda… No es verdad… ¡Ay, joder…!

Se sube nervioso a la barandilla del balcón. De pronto se resbala, lanza un grito al perder el equilibrio.

La siguiente escena tiene apariencia de un sueño.

Natalia – ¿Qué se puede hacer contra el destino…?

Cristina – Nada…

Jerónimo – Pero, de todos modos, resulta increíble…

Natalia – Era el único que no estaba a bordo del avión y, al final, Patricio será la única víctima del accidente de la Chollo Travel Airways…

Cristina – ¿Has llamado a los bomberos…?

Jerónimo – Deberían llegar de un momento a otro.

Jerónimo – ¿De verdad crees que se ha querido suicidar?

Cristina – No se cae uno de un balcón así como así…

Jerónimo – Si al menos hubiera sido él quien hubiera pintado el cuadro… Todavía podríamos esperar que se revalorizara.

Oímos una sirena de ambulancia que se acerca.

Natalia – Ahí están… Por fin van a decirnos si Patricio está realmente muerto…

Jerónimo – Tiene un aspecto de bien muerto, ¿no?

Natalia – Siempre puede ocurrir un milagro…

Cristina – Sí, claro, seguro, ¡siendo 13 y martes…!

Oscuro.

Fin

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Euro Star (en español)

Una comedia de Jean-Pierre Martinez

1 hombre / 1 mujer

Un conocido director de cine y una actriz ambiciosa se encuentran por casualidad en el Eurostar, sentados frente a frente. Ambos se dirigen a Londres para un casting. Ella está dispuesta a todo con tal de conseguir el papel que la hará famosa. Él se siente atraído por su encanto, pero duda si llegar hasta el final… De pronto, el tren se para en mitad del túnel bajo el Canal de la Mancha. ¿Una avería? Pero en este juego de listillos, él no es quien ella piensa. Tampoco ella es quien él cree.


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TEXTO COMPLETO DE LA OBRA

Euro Star

PERSONAJES

Arthur

Marilyn

PRIMER ACTO

Eurostar. Cuatro asientos enfrentados. Sobre uno de ellos, una maleta. Al fondo, decorado que representa el otro lado del pasillo central, con cuatro asientos más, desocupados. Una de las ventanillas tiene la persiana bajada. El lado que da al público se le supone también una ventanilla a través de la cual ambos personajes observaran, de vez en cuando, el paisaje. Llega Arthur. Lleva una bolsa de viaje. Edad: entre 30 y 40 años. Viste con elegancia casual. Al pasar ante los asientos parece reconocer la maleta y se instala. Suena el móvil. Contesta, un tanto alterado.

Arthur – ¿Sí…? Hola, Fred… No, estoy en el tren… He prometido llevar a mi mujer a Londres para celebrar nuestro aniversario de boda… La verdad es que me joden esas tontadas de aniversarios y, por si fuera poco, detesto Inglaterra. Pero… Ya sabes lo que pasa… Al casarte no tienes más cojones que ceder de vez en cuando… Cristina y yo nos conocimos en Londres… He reservado una habitación en el Bed and Breakfast donde pasamos nuestra primera noche… ¿No te parece romántico?… Menos mal que no la conocí en el Hilton de Bora Bora… Ir a Londres, aunque sea en primera, resulta más barato que viajar a Polinesia… Bueno, la verdad es que pensar que voy a ir por un túnel bajo el Canal de la Mancha me angustia bastante; ya sabes lo claustrofóbico que soy… Pero el avión me acojona mucho más… Además pensé que esto iría más rápido que el ferry, pero no puedes imaginar todo lo que hay que hacer antes de subir al tren. ¡Es alucinante! Hemos tardado tres cuartos de hora en pasar por la zona de seguridad. Nadando ya hubiera llegado. ¡Ni que estuviéramos intentando viajar a Bagdad! Además me tocó un policía casposo que, encima, se parecía a Georges Bush .Pensé que me iba a meter el dedo en el culo para comprobar si llevaba armas de destrucción masiva antes de enviarme directamente a Guantánamo… Me puso tan nervioso que casi olvidé volverme a poner los pantalones… Te imaginas llegar a Waterloo sin calcetines y en cayumbos… ¡En Londres, sí! …Waterloo Station… Es donde termina el Eurostar… Ahora ya estoy abordo, intentando relajarme un poco… ¡No, no sé qué cojones está haciendo mi mujer…! Tuve que ir a la oficina de cambios para comprar libras esterlinas y quedamos en encontrarnos directamente en el tren, pero no la veo por ninguna parte… Sin embargo, aquí está su maleta. No entiendo nada… Perdona, precisamente es ella la que llama… Ok, te vuelvo a llamar… Hasta pronto Fred.

Atiende la llamada.

Arthur – ¿Cristina? ¿Pero dónde coño estás?… ¿En el kiosco? ¡No sé si te has dado cuenta de que el tren está a punto de salir! Escucha, si no tienen el Hola en español, coge cualquier otra revista, aunque sea francesa. Más o menos todas cuentan lo mismo (bajando la voz) Sí, tengo las libras. Mil deberían llegarnos para pasar unos días en Londres. La verdad es que me acojona ir por ahí con una cantidad tan fuerte, pero… ¡Qué le vamos a hacer…! Parece que trae cuenta cambiar antes de llegar a Inglaterra… Por cierto, mira a ver si tienen el Marca en español. No, el Équipe no; el Marca… Pues, no es lo mismo, rica. Lo vas a encontrar, no te preocupes. Si no lo tienen ahí ve al kiosco de al lado… ¡Pero, date prisa por Dios, alma de cántaro! Ok, hasta ahora (Más tierno) Sí… Yo también…Besos…

Guarda el móvil.

Arthur – ¡Pues sí que empieza bien el viajecito! (Coloca su bolsa de viaje en el asiento contiguo, y por un instante se queda ensimismado) ¡Cuarenta kilómetros bajo el mar. Cuando ya me asusta tomar el metro… ¡Qué angustia! (Saca una petaca de alcohol de su bolsillo y bebe un trago) He hecho bien en traer este “relajante”… Me tranquilizará.

Marilyn entra en escena tirando de una maleta pequeña, de esas que dejan subir a la cabina de los aviones. Tiene entre 25 y 30 años. No es una mujer espectacular, pero viste de forma provocativa. Al pasar junto a Arthur le mira y sigue. Parece reconocerle. Arthur no se fija en ella. Se dispone a echar otro trago en el momento en que Marilyn vuelve sobre sus pasos.

Marilyn – ¡Perdona…! Creo que tu maleta está sentada en mi sitio…

Arthur, torpemente, devuelve la petaca a su bolsillo sin acordarse de taparla.

Arthur – ¡Lo siento…! Pensé que… Ahora mismo la quito.

Se levanta y desplaza la maleta para dejar el asiento libre. Ella le da la espalda para colocar la suya, ofreciéndole un amplia vista sobre su anatomía. Arthur hace como si mirara por la ventanilla. Intenta espantar los malos pensamientos. Marilyn se sienta frente a él y le observa, sonriendo tontamente. Arthur, cortado, hace lo posible para mantener el tipo. Silencio interrumpido por un anuncio de servicio.

VOZ EN OFF – El tren Eurostar 3212 con destino a Londres, Waterloo Station, está a punto de salir. Presten atención al cierre automático de las puertas.

Arthur (para sí mismo) – ¡No… No puede ser!

Mira con inquietud hacia el público. Marilyn hace lo mismo, observando cómo el andén va quedando atrás.

Marilyn – ¡Lo cogí por los pelos…!

Él sonríe por cortesía, antes de volver a marcar, nervioso, el número de su mujer. Es evidencia que no contesta.

Arthur – ¡Esto es una pesadilla…!

Marilyn por su parte, sigue mirándole. Él se da cuenta, aunque intenta disimular. Cortado y ligeramente mosca acaba por enfrentar su mirada.

Marilyn – Perdona que te mire de esa forma… Te he reconocido nada más entrar…

Él, cogido totalmente por sorpresa, no sabe qué decir. La mira incrédulo.

Marilyn – Lo siento muchísimo… Te juro que no he hecho nada para… Ha sido una mera casualidad (Como en broma) Quizá, es cosa del destino…

Arthur – ¿El destino?

Ella le tiende la mano y se presenta.

Marilyn – Marilyn Milor… Soy actriz

Él, sorprendido, le estrecha la mano.

Marilyn – Voy a Londres para participar en el casting de su nueva película. ¡Nunca pensé que me sentaría frente a tí en el tren!

Arthur – Yo tampoco…

Marilyn – La verdad es que me encanta el guión… Y no lo digo por halagarte aunque, te aseguro, que sería capaz de matar a todas mis rivales para conseguir el papel de protagonista.

Arthur – ¿Lo dices en serio?

Suena el portátil de Arthur. Tarda en contestar.

Marilyn – No quisiera molestarte. Creo que será mejor que vaya al bar para ver si me relajo un poco. De todas formas, viajamos juntos… ¿Quieres que te traiga un café?

Arthur – ¿Por qué no?

Marilyn – Estoy tan emocionada… No sé si es precisamente un café lo que necesito para calmarme… ¿Lo quieres con azúcar?

Arthur – ¿Decía?

Marilyn – Su café… Con o sin azúcar.

Aarthur – Sin, gracias.

Marilyn – Estaba segura… Sin azúcar añadido… Como tus películas

Él sonríe sin contestar. Marilyn se aleja. Arthur la retiene.

Arthur (enardecido) – ¿Podrías traerme también un vaso de agua…?

Ella le mira y sonríe. Él la sigue con los ojos, todavía sorprendido… El portátil sigue sonando. Arthur vuelve a la realidad y contesta.

Aarthur – ¿Cristina? Pero, ¿Dónde te has metido? ¡No… no puede ser verdad…! ¡Mira que te lo dije! ¡Siempre igual! … ¿Y a mí qué más me daba un deportivo que otro…! Tan sólo quería tener algo para leer durante el viaje… ¿Y ahora qué hacemos? Intenta coger el siguiente tren. Te esperaré en Waterloo… Claro… ¿Pero, qué quieres que te diga? ¿Acaso tenemos otra opción? Ok. Llámame.

Cuelga y guarda el portátil.

Arthur – No sé por qué, pero no tenía yo muy claro lo de este “peregrinaje” a Londres…

De nuevo suena el portátil.

Arthur (para sí mismo) – ¿Ya…? (Descuelga) ¡Ah! ¿Eres tú, Fred…? No, no… Más o menos… Se trata de Cristina… ¡No vas a creer si te digo que ha perdido el tren! Por desgracia, no estoy bromeando. Sí, claro, siempre y cuando encuentre billete. Hace tres meses que reservamos los nuestros… No, pero puedes imaginar la situación. ¡Me voy yo solito a Londres para celebrar nuestro aniversario de boda…! Bueno… cuando digo solo… (Cambiando el tono de voz; más pícaro) Tampoco vas a creer si te digo que me está ocurriendo algo totalmente alucinante… Una loca se ha sentado frente a mí en el Eurostar, precisamente en el asiento de Cristina… y, va y me toma por un director de cine, muy famoso al parecer… Y, no me ha dado tiempo para decirle que yo no soy quien ella piensa que soy. ¡Vamos, que no he podido abrir el pico! Ahora se ha ido a la cafetería en busca de un café con cruasanes para mí… ¡Te lo juro! La tengo totalmente obnubilada. ¡Lo que yo te diga!; vamos… una esclava! Me pregunto si no voy a aprovechar la situación… Tres horas los dos solos en el Eurostar pueden dar para mucho… A mí se me van a hacer eternas… Eso sin mencionar mi fobia a los túneles…Por lo menos me servirá de distracción… Sí, actriz… ¡Acojonante, tío! Está buena, pero tampoco es para lanzar cohetes. La cosa es que me suena su cara… Quizás la he visto antes en algún anuncio. ¿Que me la tire? Te recuerdo que estoy casado… Sí, claro, aunque ahora estoy en ayunas… Además, no sé por cuánto tiempo puedo seguir dándole el pego… porque yo de cine… ya sabes… un par de veces al año, como mucho… Bueno, te dejo que vuelve…. Ok. Te mantendré informado. Adiós.

Guarda el portátil. Marilyn se acerca con el café.

Marilyn (sonriendo ampliamente) – ¡Ya he vuelto!… Estaba tan excitada… Me mojé…

Él la mira, sorprendido.

Marilyn (intentando paliar el malentendido) – Con las sacudidas del tren se me ha volcado el vaso de agua… Lo siento… ¿Quieres que vaya a buscar otro?

Le hace comprender que no con una sonrisa condescendiente.

Marilyn (entregándole el café) – Menos mal que he podido salvar el café… Aunque lo cierto es que se me ha caído la mitad sobre un pasajero… Me parece que todavía queda un poco en el fondo del vaso…

Arthur – Gracias.

Toma un sorbo. Intercambian sonrisas embarazosas.

Arthur – ¿Entonces eres actriz?

Marilyn – Ya sé que preferirías una cara más conocida como protagonista de tu película… Pero, ya verás cómo voy a sorprenderte cuando lleguemos a Londres.

Él parece no comprender.

Marilyn – ¡En el casting!

Arthur – Ah, si… Por supuesto…

Marilyn (afirmando) – ¿Porque eres, sin duda, Arthur Monero, el director de cine, verdad?

Arthur – Si lo dices.

Marilyn (encantada) – ¡Por supuesto!

Él esboza una sonrisa misteriosa.

Marilyn – ¿Y cómo imaginas que debe ser esa hija de puta?

Él la mira sorprendido.

Marilyn – ¡Tu heroína! ¡La de la película…! Es una cerda, ¿no es así? Hacerle eso a un hombre tan bueno… Pero, perdona… No debería preguntarte esas cosas… Te prometí ser discreta. Por otro lado, no sería justo con respecto a las otras candidatas. (Le cuesta trabajo permanecer quieta) Pero, es que estoy tan nerviosa… ¡Arthur Monero sentado frente a mí durante tres horas! No es extraño que me quiera aprovechar de esta ocasión única…

Él sonríe.

Marilyn – ¿Te importa que te pregunte algo?

Arthur – No.

Marilyn – ¿Es cierto que Leticia Casta es tu amante?

Arthur – Menos mal que has prometido no ser indiscreta…

Marilyn – Sí, pero eso no cuenta porque no tiene nada que ver con el casting.

Arthur (siguiendo el juego) – ¿Qué es lo que quieres saber sobre Leticia? ¿Quieres que te diga si es buena en la cama?

Marilyn – Por supuesto se trata de una rival importante.

Arthur (divertido) – ¿Seguimos hablando del casting, verdad?

Marilyn – Los hombres son unos hipócritas. Todos los famosos se enrollan con top models pero, cuando se les pregunta el porqué, responden que es por su belleza interior… ¿En qué hotel te alojarás en Londres?

Arthur – En el Hilton, creo. Es mi secretaria la que se ocupa de esas cosas… Por cierto, tenía que haberse reunido conmigo aquí, en el tren, pero ha conseguido perderlo…

Marilyn – Lo cual nos permite hacer el viaje en la intimidad….

Arthur – Sí, eso es cierto…. ¿Y tu?

Marilyn – ¿Yo?

Arthur – ¿En qué hotel te vas a alojar?

Marlilyn – No puedo permitirme ir al Hilton… Pero tengo un amigo en Londres… Es tan sólo eso… un amigo… Modelo, por cierto…

Arthur – Ah… Si…

Marilyn – Quiero decir … que no salgo con él…

Arthur – Porque es homosexual.

Marilyn – ¿He dicho yo a caso que fuera homosexual?

Arthur – Lo supuse… Ya sabes, los modelos…

Marilyn – ¿Cuántos días te quedarás en Londres…? Quiero decir, después del casting…

Arthur – Pues…

Marilyn – Lo digo por esa maleta tan grande.

Arthur – Es que… Llevo los dosieres de las candidatas… Para el casting. Pesa una tonelada…

Marilyn – Espero que esté también el mío…

Arthur – ¡Con toda seguridad…! Pero hay tantos… Muchas ofertas aunque tan sólo una será la elegida…

Silencio embarazoso. Arthur la desnuda con la mirada.

Arthur – ¿A tí también te han pedido que te desnudes?

Marilyn – ¿Perdona?

Arthur – Quiero decir en la aduana, antes de subir al tren…

Marilyn – Pues… No…

Arthur – Está bien.

Nuevo silencio.

Marilyn – ¿Habrá que desnudarse para el casting?

Arthur está al borde del colapso.

Arthur – La verdad… es que no lo sé… ¿Y por qué no? (Bromeando tontamente) Imagino que eso dependerá de la elegida…

Marilyn – Como el guión es bastante atrevido… Claro que hay actrices que no quieren desnudarse… Pero, para mí, eso no es un problema…

Arthur – De acuerdo…

Mrthur – ¿Quieres echar un vistazo…?

Arthur – Aquí, en el tren?

Marilyn – Digo… echar un vistazo a mi book…

Arthur – Tu book…

Marilyn – Mi álbum de fotos.

Arthur – Por supuesto…

Saca su book de la maleta y se lo enseña. Arthur lo mira, visiblemente impresionado.

Arthur – Sí… claro… Se nota que tienes mucho talento…

Marilyn – Me parece que ahora toca que me hables de mi belleza interior…

Les interrumpe una llamada en el móvil de Arthur que éste responde maquinalmente, mientras sigue mirando las fotos de Marilyn, con toda probabilidad, medio en cueros.

Arthur (distraído) ¿Sí…? Hola Cristina… Sí, perdóname pero con el ruido del tren no había reconocido tu voz… (Visiblemente desconcertado, coloca una mano sobre el altavoz para dirigirse a Marilyn) Perdona… Es mi secretaria… (Se levanta precipitadamente y empieza a alejarse para seguir la conversación). Sí, Cristina ¿has podido solucionarlo….? No, no me tomo esto a la ligera pero… tampoco vamos a hacer un drama…¿Qué no hay billete hasta dentro de un mes? ¡Eso no puede ser!

Marilyn mientras está sola aprovecha para revisar su maquillaje mirándose en una hipotética ventanilla hacia el público. Al ver que vuelve Arthur, guarda el neceser en el bolso y para disimular hace que mira el paisaje.

Arthur – En cuanto llegue te llamo… Pero no te prometo nada… No creo que sea tan fácil encontrar un billete para volver a Paris… No, este asunto no me divierte en absoluto… ¿Te imaginas que tuviera que pasar todo el fin de semana solo en Londres? ¿Que tienes que decirme algo importante? ¡Qué miedo me das! (Acercándose a la zona donde está Marilyn) Bueno… Escucha, tengo que dejarte porque vamos a entrar en el túnel… ¿Qué por qué hablo en plural? Pues porque no estoy solo en este vagón. Viajo en primera, no en un compartimento privado del Orient Express … No, si todavía me la voy a cargar cuando eres tú la que has perdido el tren…

Guarda el portátil con un movimiento cómico y se dirige de nuevo, sonriendo, a Marilyn.

Arthur – Perdona… Un asunto pendiente… Ahora ya soy todo tuyo…

Ella le contesta con una sonrisa prometedora.

Marilyn – Yo también…

OSCURO

SEGUNDO ACTO

Arthur y Marilyn siguen sentados uno frente al otro. Ella mira por la ventanilla.

Marilyn (nerviosa) – ¡Ya estamos entrando en el túnel!

Arthur – Si… Ya estamos entrando en el túnel…

Marilyn – Es la primera vez que hago este viaje y la verdad es que me da un poco de grima… ¿A tí no?

Arthur (como si no fuera con él) – No, la verdad… Yo viajo en el Eurostar al menos una vez al mes. Por lo tanto…

Ella sigue mirando por la ventanilla, muy excitada.

Marilyn – ¿Te das cuenta de que estamos en lo más profundo del Canal de la Mancha?

Arthur (haciéndose el fuerte) – Pues sí….

Marilyn (decepcionada) – No se ve nada…

Arthur – ¿Y qué esperabas ver? ¿Peces?

Ella sonríe. Suena el teléfono de Arthur. No hace caso.

Marilyn – ¿No vas a contestar?

Arthur – Si contestara a todos los que me llaman, sería el cuento de nunca acabar.

Marylin vuelve a sentarse frente a él.

Marilyn – Tengo que confesarte algo, Arthur… ¿Te importa que te llame por tu nombre?

Arthur – En absoluto…

Marilyn – No es casualidad el que yo esté sentada frente a tí…

Arthur – ¿Y eso?

Marilyn – Hace un rato, al pasar por aquí, te reconocí y, como el asiento estaba libre…me atreví a quedarme… Mi sitio está en el siguiente vagón. En clase turista.

Arthur – Lógicamente debía ser así, ya que ese es el sitio de Cristina… Cristina es mi secretaria; la que ha perdido el tren…

Marilyn – Si te molesto puedo ir al otro vagón…

Arthur (magnánimo) – Puedes quedarte… Comprendo que debe ser dificilísimo triunfar en este oficio de actriz…

Marilyn – ¡Gracias! Sé que me queda mucho por aprender, pero estoy segura de que un día yo también me alojaré en el mejor hotel de Cannes y que subiré las escaleras del Festival luciendo un traje de 200.000 euros

Arthur sonríe con indulgencia.

Marilyn – Háblame de Cannes, por favor.

Arthur – La verdad es que todos los años voy por obligación… Acaba siendo un incordio…

Marilyn – Sí, pero a pesar de todo…

Arthur – Finalmente qué es Cannes si no una gran feria… ¿Has estado alguna vez en una feria de ganado?

Marilyn (sorprendida) – Sí… Hace mucho tiempo… Con mi padre…

Arthur – Pues Cannes es algo así… En lugar de vacas hay famosos que esperan ganar la Palma de Oro.

Marilyn – Eso lo dices porque eres demasiado importante.

Arthur – Te confieso que soy feliz cuando no se presenta ninguna de mis películas y puedo quedarme en casa. Además como todo el mundo está en Cannes el teléfono deja de sonar durante una semana y puedo trabajar tranquilamente sin que nadie me moleste.

En ese preciso instante vuelve a sonar el teléfono.

Marilyn – Será alguna de esas estrellas que le incordian para conseguir el papel…

Arthur – Pensé que no funcionaria el teléfono en el túnel, pero no es así… Ni siquiera te dejan tranquilo en el fondo del mar…

Marilyn – Me iré por un rato… No quiero ser indiscreta… A lo mejor es Leticia la que te llama…

Arthur está a punto de descolgar cuando ella vuelve

Marilyn – Quiero que sepas que estoy dispuesta a todo para conseguir ese papel…

Visiblemente confuso. El insistente sonido del móvil le devuelve a la realidad. Descuelga.

Arthur – ¡Sí… Cristina…! Perdona pero no encontraba el móvil… ¿Ocurre algo?… O sea que parece que vas a conseguir un billete… Por supuesto que me hace feliz ¡qué cosas tienes…! Es nuestro aniversario, ¿no es así? De acuerdo… ¿Y qué es eso que me tienes que contar? Apenas puedo oírte… Estamos en el túnel… Es un milagro que podamos hablar… (Ruido de frenada muy evidente) ¿Sí…Sí…?

Vuelve Marilyn.

Arthur – Se ha cortado la comunicación… (Inquieto) ¿Sabes que está ocurriendo?

Marilyn – No tengo ni idea… Parece que el tren se ha parado.

Se escucha una voz por los altavoces.

VOZ EN OFF – Señora, señores. El Eurostar se ha visto obligado a parar momentáneamente. Uno de los viajeros ha debido pulsar la alarma. Intentaremos solucionar la incidencia lo antes posible. Gracias por su comprensión.

Arthur – No debería haber subido… ¡Este túnel…! ¡Si lo sabía!

Marilyn – Seguramente se trata de algo pasajero. Enseguida volverá a funcionar.

Arthur – Debería haber cogido el barco.

Marilyn – Los barcos también pueden hundirse. Acuérdate del Titanic. 1500 muertos, pero millones de dólares de beneficio con la película… Es algo que me hace soñar.

Arthur – Tiene gracia, las acciones de Eurotunel se comieron la mitad de mis ahorros y ahora yo voy a ser devorado por el mar… ¿Tu crees que seguirán informándonos?

Marilyn – (levantándose) – Voy a ver qué pasa…

Arthur (patético) – ¡No me dejes solo, por favor!

Marilyn – Tardaré un par de minutos… Enseguida vuelvo… No te preocupes.

Se levanta, se aleja. Arthur está muy angustiado.

Marilyn – Ya siento cómo el agua roza mis piernas… A lo mejor me habré orinado encima… (Mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y saca la petaca) ¡Coño! ¡Se me olvidó taparla! (Intenta apurar los restos, pero no cae nada) ¡Está vacía! (Saca el móvil y marca) ¡Tampoco hay cobertura…! ¡Es el principio del fin…! Ni siquiera podré dejar un mensaje de adiós a mi mujer; no podré decirle cuánto la quiero antes de que el agua empiece a invadir el vagón… Lo mismo que esas pobres gentes del Nueva York antes de que cayeran las torres sobre ellos… (Silencio) ¡Y esta tía que ha perdido el puto tren! Eso le salvará la vida. La intuición femenina… ¡Parece como si lo supiera, la muy zorra!

Vuelve Marilyn.

Arthur (angustiado) ¿Se sabe algo?

Marilyn – Hablan de una incidencia con un viajero pero, a saber…Si éste fuera un tren normal significaría que alguien se ha suicidando tirándose a la vía, pero en el Eurostar, con varios kilómetros de agua sobre nuestras cabezas… Lo dicen para que no cunda el pánico…

Arthur – Como en los aviones antes de caerse… ¡Dios mío! ¿Y si se tratara de un ataque terrorista?

Marilyn – Eso es algo que no se puede descartar… Si es así, al menos habré tenido el placer de conocerte antes de morir carbonizada o ahogada.

Arthur – Es un castigo divino, se lo aseguro… ¿Te acuerdas de esa torre de la que habla la Biblia?

Marilyn – ¿Se habla de las torres gemelas en la Biblia?

Arthur – ¡La torre de Babel…! ¡Nunca deberían haber perforado este túnel! Es algo contra natura. Inglaterra debería seguir siendo una isla.

Marilyn – Huele a aguardiente de orujo ¿No te parece? O a keroseno…

Arthur – ¿El Eurostar funciona con keroseno?

Marilyn – O con alcohol de quemar…

Arthur – No, no es eso… Huele a whisky… No tapé la petaca y se ha vaciado en el bolsillo de mi chaqueta…

Vuelve a sacar la petaca y la sacude para comprobar que está vacía.

Arthur – No podré decirle por última vez que la amo.

Marilyn – ¿A Leticia Casta?

Arthur – No, a Cristina.

Marilyn – ¿También tiene un rollito con su secretaria?

Sin dejar de sacudir la petaca vacía.

Arthur – ¿Y si metiera un mensaje de adiós en la petaca…? Al menos ella sí flotaría y saldría finalmente a la superficie… ¿Tienes un trozo de papel y un boli?

VOZ EN OFF – Señoras y señores viajeros. La presencia de una maleta sospechosa nos ha obligado a detener el tren durante unos minutos en espera de que nuestros servicios de seguridad comprueben si se trata de una bomba… No necesito contarles las catastróficas consecuencias en caso de que estallara, dada la profundidad a la que nos encontramos… Les ruego permanezcan en sus asientos. ¡Que no cunda el pánico! Les mantendremos informados sobre cómo evoluciona la situación…

Arthur – ¡ No me lo puedo creer! ¿En vez de tanta palabrería por qué no se dan prisa en salir del túnel en lugar de dejarnos plantados aquí esperando que esto reviente…?

Marilyn – Quizás temen que el movimiento del tren pueda hacer explotar la bomba… Como en aquella película… “El salario del miedo”. ¿Recuerdas? Trasladaban nitroglicerina en un camión… ¡Una obra maestra! ¿No te parece?

Arthur – ¡Vamos a morir, de eso sí que estoy seguro…!

Marilyn – Moriremos sin haber alcanzado nuestros sueños… Tu no dirigirás la película que pudo haber sido la cima de tu carrera y yo nunca subiré los escalones del Festival de Cannes de tu brazo, como protagonista de tu película…

Arthur – ¡Quieres callarte de una puñetera vez! ¡Nos va a caer la negra contigo!

Marilyn –¿Puedes decirme que harías si supieras con toda seguridad de que tan sólo te quedan diez minutos de vida?

Arthur (desesperanzado) – ¿Pues… haría… la maleta…?

Marilyn – Piensa en lo que le digo… Tan sólo diez minutos antes de una muerte segura… ¿Qué harías?

Arthur – No sé… Quizás robar un banco…

Marilyn – En sólo diez minutos no tendrías tiempo de gastar el dinero robado.

Arthur – Tienes razón, pero si me cogiera la policía tampoco pasaría más de diez minutos en la cárcel…

Marilyn – A mí me excita la perspectiva de la muerte… Ya sabes… Eros y Tánato…

Arthur – ¿Eros y qué…?

Marilyn – Diez minutos, Arthur. Posiblemente menos. Podemos realizar una fantasía, satisfacer un último deseo (Provocativa) ¿Has hecho alguna vez el amor en un lavabo del Eurostar?

Se la queda mirando como conejo deslumbrado por los faros de un coche.

Arthur – ¿Diez minutos?

Marilyn (tomándole de la mano) – Créame Arthur si le digo que no estamos juntos en este túnel por casualidad… Es el destino…

Marilyn le arrastra hacia el final de vagón.

OSCURO

ACTO TERCERO

Arthur y Marilyn estarán de nuevo sentados frente a frente en el Eurostar, que todavía no se ha movido. Arthur, como ausente, se inclina hacia la ventana

Arthur – Me ha parecido ver una luz al final de túnel… Quizás estemos muertos…

Marilyn (suspirando) – Han pasado diez minutos y nada que se parezca a una explosión… Ni mucho menos…

Arthur – Lo siento… Pero a mí la perspectiva de morir primero carbonizado y luego ahogado en el fondo del Canal no me excita en absoluto.

Marilyn – Me refería a la maleta bomba. Han pasado diez minutos y nuestro Eurostar no ha explotado todavía. Posiblemente se trate de una falsa alarma… (Con tono inquietante) Lo cierto es que cada uno de nosotros deberá responsabilizarse de sus actos…

Arthur (Haciéndose eco de lo que ella acaba de decir) – Y luego, esa idea tuya de grabar nuestros retozos con mi móvil tampoco es algo que me vaya a ayudar.

Marilyn – ¿No te gusta que te graben, Arthur? Comprendo que, para un cineasta, debe ser lo mismo que para el violador violado.

Arthur (cohibido) – Muy bien… Pero ahora, me gustaría recuperar mi móvil.

Les interrumpe un anuncio por el altavoz.

VOZ EN OFF – Señoras y señores viajeros. Acabamos de identificar al propietario de la maleta abandonada en el vagón nº 8. Según reza en la etiqueta, pertenece a la señora Fernández, con domicilio en la Avda. Diagonal de Barcelona número 19. Si dicha señora se encuentra a bordo, le rogamos se ponga inmediatamente en contacto con cualquier miembro de la tripulación con el fin de que pueda recuperar su maleta. De no ser así, la policía especializada en desactivación de explosivos se hará cargo de ella para destruirla y así poder continuar viaje.

Arthur – ¡Coño! ¡La maleta de Cristina!

Marilyn – ¿Qué?

Arthur – Es mi maleta… Bueno, quiero decir, la de mi secretaria… Debió dejarla en el vagón equivocado antes de bajar a comprar las revistas

Marilyn – Y de perder el tren… Me pregunto si no sería más práctico cambiar de secretaria…

Arthur – ¡Tengo que recuperar su maleta…! ¡ Claro… ella no la llevaba cuando la dejé en el andén de la Estación del Norte de París! Me va a matar si dejo que los Robocops del Eurostar desintegren su guardarropa …

Se levanta de un salto con la intención de salir corriendo. En ese momento Marilyn se fija en la maleta situada junto a su asiento

Marilyn – ¿Entonces, de quién es esa maleta?

Arthur se queda de una pieza.

Arthur – ¡Anda, pues es verdad!

Marilyn – Quizás la bomba esté ahí… Tiene un aspecto sospechoso… No sabemos quién ha podido dejarla en ese asiento… (En plan dramático) Te aconsejo que te sientes despacio y evites estornudar…

Arthur argumenta,.

Arthur (aterrorizado) – Dios mio… ¡Hay que avisar a la policía…!

Marilyn – Puedes hacerlo, pero eso supondría quedarnos una hora más bajo las aguas… Te recuerdo que tenemos pendiente un Casting… (Se levanta) Bueno… No importa… Habrá que lanzarse.

Marilyn agarra con firmeza la maleta.

Arthur – ¿Pero estás loca? ¿Qué estás haciendo?

Marilyn – Me dijiste que para tener éxito en este oficio se necesitaba tener un par de huevos…

Arthur – ¿Yo he dicho tal cosa?

Marilyn abre repentinamente la maleta, bajo la aterrorizada mirada de Arthur.

Arthur – ¡No…!

No se produce explosión alguna.

Marilyn – Lo ves… No hay nada que temer….

Arthur – No, si yo estoy tranquilo… (Intrigado ) ¿Pero qué es lo que hay dentro?

Marilyn examina el contenido de la maleta. Saca de ella un secador de pelo que empuña contra Arthur como si se tratara de una pistola.

Marilyn – Eso no es, precisamente, una bomba.

Arthur todavía no las tiene todas consigo. Marilyn sigue rebuscando y encuentra un texto encuadernado.

Marilyn – ¡Pero mira lo que hay aquí! (Lo ojea) ¡Si es el guión de tu película”!

Arthur – ¿De qué película me hablas?

Marilyn – Pues… de tu película… ¿De qué otra podría ser? Porque esta maleta es tuya… Mejor dicho, es la de su secretaria…

Arthur – (haciéndose el tonto) No me digas…

Marilyn sigue explorando y saca de la maleta ropa interior de lo más sexi.

Marilyn – ¡Mira qué bien! Al parecer no tenías la intención de aburrirte en Londres… ¿Lo sabe Leticia?

Arthur se queda de una pieza, pero no tiene tiempo para contestar. Se oye una explosión sorda.

Arthur – (aterrorizado) ¡Ya está! ¡Es el final! ¿Has oído la explosión?

Marilyn – Eso no es nada… Seguramente se trata de la maleta de la señora Fernández que los policías acaban de hacer explotar.

Arthur se levanta de un salto; aterrorizado.

Arthur – ¡No!

Marilyn – No te preocupes. No es la tuya… Bueno, quiero decir la de su secretaria (Instándole a que se siente) Todo va bien… Tranquilízate… (Señalando la maleta sobre el asiento) Tu maleta está aquí. (Mirando por la ventanilla) ¡Mira… parece que nos movemos…!

Desesperado, intenta reaccionar. Ella le mira sonriendo.

Marilyn – En apenas una hora estaremos en Londres. ¡Relájate…!

Arthur lo intenta.

Arthur – Tienes razón… al fin y al cabo tan sólo se trata de una maleta… En Iberia también suelen perder maletas…

Marilyn – ¡Por supuesto!

Arthur (para sí mismo) – Tendré que decírselo a Cristina…

Marilyn – ¿Quieres que veamos el video?

Arthur (haciéndose el loco) – No sabía que pusieran películas en el Eurostar. Igualito que en los aviones… A lo mejor incluso tienen sirenas para servir la comida…

Marilyn saca el móvil de Arthur y se lo planta ante sus narices.

Marilyn (con tono pillín) – Me refiero al video que he grabado hace un rato con tu móvil (Haciéndose la mimosa) No me digas que ya lo has olvidado…

Arthur (recordando) – No sé cómo pudo ocurrir… Lo siento muchísimo… Es la primera vez que me pasa algo así.

Marilyn – Todos los hombres decís lo mismo… Lo que ha ocurrido no tiene importancia… Ahora, tranquilízate… Son cosas que ocurren.

Arthur – No me refería a eso… Es que no entra dentro de mis hábitos el tirarme a una desconocida en el lavabo de un tren.

Marilyn (irónica) – ¿Desconocida?

Arthur – Conseguiste convencerme de que moriría en diez minutos. De no ser así… Jamás se me hubiera pasado por la imaginación echarte un polvo…

Marilyn (irónica) – No sé cómo tomarme tus palabras…

Arthur – Perdona… No quería ofenderte….

Marilyn – En todo caso, ya hemos ensayado juntos una parte del papel (Mira el vídeo en la pantalla del teléfono) Por supuesto se trata de una película de aficionados, pero no está mal…. Al menos, la imagen es bastante nítida. A ti se te reconoce de maravilla…

Arthur está descompuesto.

Marilyn – Será un bonito recuerdo de nuestro viaje juntos en el Eurostar.

Arthur intenta recuperar el móvil.

Arthur – Creo que deberíamos…

Ella se aparta, alejando el teléfono de las garras de Arthur.

Marilyn – Crees que le gustará a tu secretaria? ¿Y a Leticia? No tengo más que buscar la última llamada y, con sólo rozar el reenvío, le llegará el video a Cristina. Creo que acabo de dar el primer paso hacia el estrellato…

Arthur la mira cada vez más intranquilo. Se levanta e intenta quitarle el móvil.

Arthur – ¡Dame el teléfono!

Marilyn – Si no te sientas enseguida empezaré a chillar, desgarraré mi ropa y te acusaré de haberme violado en el lavabo…

Arthur – Pero…

Marilyn – Algunos cineastas han sido extraditados a los Estados Unidos por mucho menos….

Arthur – Pero tú no eres americana… Y tampoco aparentas tener menos de 13 años.

Marilyn – Te aseguro que vas a sentir el que el tren no haya explotado en el fondo del Canal de la Mancha…

Arthur está totalmente conmocionado.

Arthur – ¿Pero quién eres realmente?

Mary se transfigura de repente en asesina y le lanza una mirada fulminante.

Marilyn – Tu peor pesadilla

Totalmente desestabilizado, se queda momentáneamente sin voz.

Arthur – De acuerdo… Yo tampoco soy Arthur Monero…

Marilyn (irónica) – Ni yo Marilyn Milor

Arthur – ¿No?

Marliyn – Eso es… Ahora, encima, búrlate de mí…

Arthur – Pero si no me burlo, te lo juro. De acuerdo… Te he estado tomando un poco el pelo, lo reconozco… Pero te aseguro que no soy Arthur Monero.

Marilyn (cortándole) – Un cerdo, eso es lo que eres… ¡Un cerdo!

Arthur – ¿Pero qué es lo que quieres de mí?

Marilyn – ¡Quiero ese papel!

Arthur – ¿Pero, de qué papel me hablas?

Marilyn – Del de protagonista en tu nueva película… ¡El casting de Londres…! ¡Seré yo o nadie!

Arthur – Me temo que eso va a ser imposible…

Marilyn – Está bien (Accionando el móvil) Enviaré el video a Leticia…

Arthur – ¡No, por favor, no lo hagas…!

Marilyn – ¡O sea que eres el auténtico Arthur Monero…!

Arthur – La verdad es que…

Ella le lanza una mirada de desprecio.

Marilyn – ¿De verdad no te acuerdas de mí?

Arthur – ¿Debería?

Marilyn – Ocurrió en Cannes, precisamente… Me da la impresión de que piensas que estoy loca.

Arthur – Seguro que me confundes.

Marilyn – Fui allí con la esperanza de encontrar un director que me contratara, como ocurre con muchas actrices tan inocentes como yo. Nos conocimos después de una proyección en un club privado a dónde había conseguido entrar porque conocía al agente de seguridad.

Arthur – Nunca hubiera olvidado a una mujer como tú…

Marilyn – Enseguida comprendí que si quería conseguir el papel, antes tenía que pasar por caja en Martínez.

Arthur – ¿Martínez? No se supone que me llamo Arthur Monero?

Marilyn – ¡El hotel Martínez, en Cannes! Me refiero a la suite donde te alojaste aquél año…

Arthur – ¡Ah, si…! Por supuesto…

Marilyn – Pero, en lugar de llevarme a tu suite me arrastraste a un cutre hotel Ibis a las cinco de la mañana… Te avergonzabas de mí ¿no es cierto?

Arthur – ¿Pero cómo iba a avergonzarme de ti? Además, tampoco están tan mal los hoteles Ibis… Mi mujer y yo los utilizamos con frecuencia… Quiero decir, mi secretaria y yo…

Marilyn – No soy tan inocente como piensas… Ya se sabe que, en este oficio, como has dicho antes, hay que estar dispuesta a todo si se quiere medrar…

Arthur – Algunos hombres también se venden para conseguir lo que desean…

Marilyn – Lo que no te perdono es que no me llamaras después del Festival, como prometiste, para ofrecerme aunque fuera un pequeño papel que compensara mi sacrificio…

Arthur – ¿Sacrificio? No soy yo precisamente el que te ha asaltado hace un rato…

Marilyn – Precisamente se trataba de una segunda intentona.

Arthur – ¿Qué quieres decir con intentona?

Marilyn (mostrando el portátil) – Vamos… Una trampa, una moneda de cambio. Además, (acercándose a él y tomándole, irónicamente por la barbilla) esta vez “mi pichoncito” no se ha portado demasiado bien… En nuestro primer encuentro aguantaste más….

Arthur – Te juro que….

Marilyn – No puedo creer que no me reconocieras hace un rato cuando te abordé nada más arrancar….

Arthur – Porque ya te digo que yo… (ella le lanza una mirada reprobadora) … Te repito que no soy Arthur Monero. No soy director y, ni siquiera me gusta el cine. Nunca voy a una sala, tan sólo veo alguna película en la tele cuando no hay futbol.

Marilyn – Francamente me decepcionas… Esperaba algo más contundente. ¿No pensarás que me crea todas esas historias?

Arthur – Pero es que yo…

Marilyn – Ha llegado el momento de vengarme de ti, Arthur y, vengándome yo, vengaré a todas las víctimas de tus mentiras… Será el papel de mi vida.

Arthur – De acuerdo. Te he mentido y estoy dispuesto a pagar por ello.

Marilyn – Bien… Vamos progresando…

Arthur – Pero la única vez que he puesto los pies en Cannes fue para un cursillo de remotivación comercial… Soy vendedor de ropa interior de hombre…

Marilyn – Y, ¡vuelta a empezar! (Coge de nuevo el móvil) Esta vez mando el vídeo…

Arthur – ¡Espera!

Lo intenta pero no hay cobertura

Marilyn – Tienes suerte de que estemos todavía en el túnel… Ahora no hay cobertura… Pero será por poco tiempo…

Arthur – Te juro que te puedo explicar todo…

Marilyn – Sin mentiras, por favor…

Arthur – Es cierto que hace rato no dije nada cuando me confundiste con ese gran director de cine…

Marilyn – Te la estás jugando…

Arthur – Quiero decir… Que necesitaba deslumbrarte para seducirte y, si se terciaba, follar contigo…

Marilyn – Pues te aseguro que no eres un portento…

Arthur – Te pido que me perdones por haberte mentido…. Pero no soy Arthur Monero (Sonriendo ampliamente) Y te lo puedo demostrar…

Marilyn – ¿No me digas?

Arthur (metiendo la mano en el bolsillo) – Bastará con que te enseñe mi carnet de identidad. (rebusca por todos lados. Se le hiela la sonrisa) ¡Coño! ¡Estaba en la maleta!

Marilyn – ¿Qué maleta?

Aarthur – La que han hecho explotar…

Marilyn (señalando la maleta que está en el asiento) – ¡Tu maleta está ahí!

Arthur – Esa es la de ese director de cine.

Marilyn – Resultas realmente patético.

Arthur – Te juro que digo la verdad… Además, ¿dónde está ese director? Seguramente en el tren ya que esa es su maleta (Se levanta) Voy a buscarle. Así podrás convencerte de que no soy yo…

Marilyn le mira con desconfianza.

Marilyn – Está bien. Tienes diez minutos. De todas formas, no podrás bajarte del tren en marcha porque viajamos a trescientos kilómetros por hora bajo el agua… (Mostrándole el teléfono) Pero, en diez minutos habremos salido del túnel y, entonces…

Arthur – ¿En diez minutos habremos salidos del túnel…? Dios te oiga…

De nuevo, un mensaje por el altavoz.

VOZ EN OFF – Señoras, señores pasajeros, les recordamos que el bar se encuentra en el vagón número nueve. Nuestro metre ha dispuesto para ustedes todo tipo de bebidas refrescantes, caliente o templadas a precios increíbles, así como un surtido de deliciosos sándwiches, sin olvidar nuestra famosa oferta de postres caseros.

Marilyn sigue con la vista a Arthur mientras éste se aleja hablando solo, visiblemente perturbado. Cada vez parece más loco.

Arthur – Debe tratarse de mi doble… Le reconoceré fácilmente… (volviéndose por última vez hacia Marilyn) Posiblemente esté en el bar.

Marilyn se queda sola. Sonríe. Suena el teléfono de Arthur que tiene en su mano. Descuelga.

Marilyn – ¿Sí…? No, soy su nueva secretaria. Por el momento no está disponible. ¿Quiere dejarme un recado? ¿Que usted está esperando un hijo suyo? Muy bien, se lo diré. Puedo preguntarle su nombre por si cree conveniente llamarla. ¿Cristina…? Perfecto. Muchas gracias…

Corta la comunicación. Sonríe de nuevo.

Marilyn – ¿Quién dijo que no había cobertura en este tren…? (Coge de nuevo el teléfono) Veamos… Cristina… Ya está… (Acaba de enviarle el video) Este video le va a gustar… Será un buen regalo de aniversario….

CUARTO ACTO

Marilyn repasa el guión. Arthur vuelve. Parece irritado.

Arthur – ¿Qué estás haciendo?

Marilyn – Estoy estudiando mi papel ya que voy a ser la protagonista, ¿no es así? A menos que hayas encontrado a tu doble…

Arthur – He recorrido todo el tren en ambos sentidos fijándome bien en todos los pasajeros y no he encontrado a nadie que se me parezca ni siquiera un poquito. Seguramente me han tomado por un loco.

Marilyn – Mejor para ellos….

Arthur (que empieza a perder la razón) – No sé qué ha podido ocurrir… A lo mejor también ha perdido el tren… Debería llamar a Cristina para saber si está con ella…

Marilyn – Oye, creo que ya va siendo hora de que nos tomemos las cosas en serio. Hace meses que preparo mi revancha. Cuando me enteré de lo del casting en Londres supe que tomarías este tren. Todo está previsto (saca un contrato que coloca ante los ojos de Arthur) Aquí tienes el contrato para protagonista de tu película.

Arthur – ¡Que eficacia!

Marilyn – Como verás mi cachet es bastante razonable…

Arthur echa un vistazo al contrato.

Arthur – ¿Doscientos mil euros…? (irónico)…Sí, muy razonable…

Marilyn – Tan sólo tienes que firmar ahí abajo….

Arthur (volviendo apenas a la realidad) – No servirá de nada, te lo aseguro.

Marilyn mira por la ventanilla.

Marilyn – ¡Mira…! ¡Ya hemos salido del túnel! ¡Ya puedo enviar el video a Leticia…!

Suena el móvil en el mismo instante en que ella lo saca del bolso. Intercambian una mirada. Arthur toma una decisión.

Arthur – ¿Por qué no contestas? Así podrás comprobar que no es Leticia Casta la que llama, ni nadie que pretenda hablar con un director de cine…

Marilyn – Está bien… (Descuelga) ¿Sí? ¿De parte de quién? Lo siento, se ha debido equivocar…

Corta la comunicación.

Marilyn – ¿Quién es esa señora Fernández? ¿Su secretaria?

Arthur – Es mi mujer. Nos dirigíamos a Londres para celebrar nuestro aniversario de boda. Allí nos conocimos…

Marilyn – ¿Entonces es cierto que no eres Arthur Monero?

Arthur (relajado) – Es lo que llevo horas intentando decirte… ¿Me crees ahora?

Ella le mira fríamente.

Marilyn (feroz) – ¡Eres un monstruo!

Arthur – ¿Por qué dice eso?

Marilyn – Cuando nos conocimos en aquella boite de Cannes y que yo te tomé por un director de cine, dejaste que me creyera el cuento para abusar de mí…

Arthur – Te juro que jamás he puesto los pies en esa boite… Me acordaría… Al menos… eso creo…

Marilyn – ¡Eres un impostor, un maniaco, un indeseable! ¡Ni siquiera podías ofrecerme un papel de figurante en ninguna película! ¡Al menos ahora sé por qué nunca me llamaste…!

Arthur – ¿Hacerme pasar por otro para abusar de una mujer? Nunca he hecho nada parecido y nunca lo haré, te lo aseguro.

Marilyn – Pues hace un rato, en este mismo tren, te hiciste pasar por Artur Monero…

Arthur – Lo que ocurre es que me lanzaste el anzuelo y yo piqué.

Marilyn – ¡No, si encima voy a tener yo la culpa! ¡Te has burlado de mí! ¿No es así?

(con desprecio) Eres todavía peor de lo que pensaba.

Arthur – ¿Por qué no me crees?

Marilyn – Si dejaras de mentirme…

Arthur – Escucha. Yo no sé si he ido o no a esa boite… No lo recuerdo… Quizás estaba borracho… No puedes imaginar lo aburrida que puede llegar a ser una reunión comercial de vendedores de ropa interior de hombre. Normalmente se bebe mucho. ¿Pero qué fue lo que ocurrió entre nosotros en aquél hotel de Fórmula 1?

Marilyn (agresiva) – ¡Ibis! ¡Hotel Ibis! ¿Quieres más detalles?

Arthur – No, si te creo… Pero ¿cómo puedo hacer para que me perdones? Lo siento muchísimo… Sin embargo una cosa es verdad : no soy director de cine y, aunque quisiera, que seguramente lo querría, no puedo darte ese papel.

Marilyn – O sea que es verdad que ibas a Londres para celebrar tu aniversario de boda…

Arthur – Pues sí…

Marilyn – Muy bien… Entonces es a ella a quien le voy a enviar el video… Así podrá darse cuenta de quién eres… ¡Intentar abusar de una desconocida en los lavabos del Eurostar después de haber abandonado a tu mujer en el andén de la Estación del Norte de París el día de su aniversario de boda…! ¡Qué asquito me das…!

Arthur – Te aseguro que me avergüenzo de mí mismo… Pero… soy un hombre…

Marilyn – O sea que no por el hecho de ser un hombre piensas que puedes hacer lo que te dé la gana… Pues bien, la señora Fernández va a ver inmediatamente con quién se ha casado…

Saca el móvil.

Arthur (aterrorizado) – ¡No, por favor, no lo hagas…! Sobre todo el día de nuestro aniversario (Rebusca en sus bolsillos y saca el fajo de libras) Toma, aquí hay mil libras esterlinas. Te las regalo…

Marilyn (ofuscada) – Pero, ¿por quién me tomas? ¿Acaso piensas que se me puede comprar como a un futbolista cualquiera?

Arthur – Lo siento, otra vez he metido la pata… Pero con esto podrás pagar tus gastos en Londres, para el casting. Estoy seguro de que tienes mucho talento y que vas a conseguir ese papel. ¡Es la ocasión de tu vida! Con este dinero podrás quedarte en el Hilton y encontrar al famoso director…

Ella parece dudar.

Marilyn – ¿Crees que tendré tiempo de probar suerte?

Arthur – ¡Por supuesto…! Estoy seguro de que eres una actriz estupenda. Acabas de demostrarlo… Y, con tu físico… y tu temperamento.

Duda, pero finalmente coge el dinero.

Marilyn – De acuerdo… pero con esto eres tu quien sale ganando…

Arthur – Lo sé…

VOZ EN OFF – El Eurostar número 3212 llegará a Londres en escasos minutos… Waterloo estación término… Todos los viajeros deberán bajar del tren… La correspondencia para Paris se realiza en el andén opuesto…

Arthur – Creo que tomaré el tren de vuelta… ¿Puede devolverme el portátil, por favor?

Marilyn – De acuerdo… Pero todavía quiero algo más para que mi venganza sea total. Lo utilizaré como garantía para asegurarme de que no me vas a denunciar a la policía por haberte robado las libras…

Arthur (inquieto) – Te juro que…

Marilyn – Comprenderás que no pueda fiarme en absoluto de tu palabra…

Arthur – Está bien… ¿Pero qué es lo que quieres?

Marilyn – Sígueme… Iremos al lavabo.

Arthur – ¿Otra vez?

Marilyn – Ah, y me quedaré con esta maleta para llevársela al auténtico Arthur Monero. Así podré conocerle y se sentirá en deuda conmigo. Espero que no sea un tipo tan repugnante como tu…

OSCURO

QUINTO ACTO

Mismo decorado, sin nadie. Al poco rato aparece Arthur sólo, huraño… y en calzoncillos.

VOZ EN OFF – Señoras, señores, gracias por haber elegido viajar en el Eurostar. Nuestro deseo es que hayan tenido un viaje agradable. Antes de bajar del tren, comprueben que no olvidan nada a bordo. Les deseamos una excelente estancia en Londres y esperamos tener el placer de contar de nuevo con ustedes en el Eurostar.

Arthur tiene un aspecto penoso. Suena el móvil, contesta maquinalmente.

Arthur (con tono monocorde) – ¿Eres tú Cristina?… ¿Has encontrado billete? ¿Estarás dentro de media hora en Waterloo…? (apático) ¡Estupendo…! No, todo va bien… Te lo aseguro… ¿Qué quién era la mujer que contestó al teléfono hace un rato? No tengo ni idea… Sí, claro que era mi teléfono… Bueno, si te empeñas… Oye, hablaremos cuando llegues, ¿de acuerdo…? ¿La película? ¿De qué película me hablas? Ah… el video… La muy marrana… Escucha, puedo explicártelo todo, te lo aseguro… Bueno, al menos déjame que lo intente…. ¿Y qué era esa gran novedad que me tenías que anunciar? ¿Que quieres el divorcio? Por favor, será mejor que hablemos luego de todo eso ¿no te parece? (Aparta el teléfono de su oído para protegerlo de los aullidos de Cristina) Escucha, tengo que dejarte, esto se va a cortar… No tengo más monedas…

Guarda el teléfono como un zombi y se incrusta en su asiento. El guión de la película sigue en el asiento contiguo. Lo coge y empieza a leer cuando suena su móvil.

Arthur – ¿Fred…? Estoy metido en un buen lío… Escucha, es un poco complicado de resumir… Dime si te acuerdas de haber ido conmigo en Cannes a una boite muy selecta tras el seminario de remotivación comercial… ¿Ah, sí…? O sea que estaba completamente borracho… ¡Dios mío! ¿Recuerdas haberme visto con una tal Marilyn…?

Maquinalmente coge el guión y lee el título manteniendo la comunicación con Fred.

Arthur (leyendo en voz alta) – Eurostar, una película de Arthur Monero… con Marilyn Milor… No… estaba leyendo el título de un guión… Sí Arthur Monero es el nombre del director. Y, Marilyn Milor… ¿Te suena a algo? A mí no me suena a nada… ¿Arthur Miller y Marilyn Monroe…? Sí, eso sí que me suena… ¿Entonces tú crees que…? No, no… No te molestes, gracias Fred…

Cuelga el teléfono se deja caer en el asiento y abre la primera página del guión.

Arthur (leyendo en voz alta la primera frase) – Perdone, creo que su maleta está sentada en mi asiento… (Arthur, totalmente anonadado, deja el guión). Pues sí… Estoy seguro de que hará una excelente carrera…

OSCURO

EPILOGO

Mismo decorado. Un hombre está sentado en uno de los asientos. Su cara se esconde a los espectadores tras el periódico deportivo que está leyendo. La misma maleta que se supone pertenece a Arthur Monero descansa en el asiento de enfrente.

VOZ EN OFF – Señoras, señores viajeros, el Eurostar número 3223 con destino a Paris, Estación del Norte, está a punto de salir. Presten atención a las puertas que se cerrarán automáticamente.

Llega Marilyn, exactamente de la misma forma que llegó al comienzo de la obra, tirando de su pequeña maleta de ruedas. Pasa, se fija en el hombre, sigue adelante pero vuelve sobre sus pasos.

Marilyn – Perdone que le moleste, pero le he reconocido inmediatamente…

El hombre se dispone a bajar el periódico para contestarle.

OSCURO

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