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Interrogatorio

4 – Interrogatorio

El primero (o la primera) va y viene por detrás del segundo (o la segunda), sentado en una silla.

Uno – Acabarás por hablar, sabes. He doblegado a más resistentes que tú, te lo aseguro…

Dos (como si recitara una lección) – Soy inocente, se lo juro.

Uno – Claro, como siempre. Lo que dicen todos. Bueno, otra vez : nombre, apellido, fecha de nacimiento, profesión…

Dos (aburrido) – Pedro Sinsilla, 33, enfermero…

Uno – ¿Y dónde estabas, Sinsilla el miércoles por la noche, a eso de las doce?

Dos – En la cama. Durmiendo.

Uno – ¿ Solo ?

Dos – No, con mi novia.

Uno – Y, naturalmente, vas a decirme que ella también estaba durmiendo…

Dos – Pues sí. A las doce… Trabajamos los dos. Tenemos que madrugar mucho.

Uno – Por lo menos, podrías tener un poco más de imaginación.

Dos – No tengo nada más que decirle.

Uno – Ya… Pues de todas formas vas a decírmelo.

Dos – ¿ Decirle qué ? ¿ Que no tengo nada que decir ? Si acabo de decirle…

Uno – No te pases conmigo. No estás seguro de ganar.

Dos (levantándose) – Eso está claro…

Uno – ¡Siéntate, Sinsilla !

El otro está muerto de risa.

Uno – ¿ Quieres que te inculpe también por desacato a la policía ?

El otro vuelve a sentarse suspirando.

Uno – Muy bien… Entonces… ¿ Qué estaba diciendo…? Ah, sí… ¿ Que dónde estabas el martes por la noche ?

Dos – ¿ No habías dicho el miércoles ?

Uno – Bueno, martes, miércoles, qué más da… ¿ Dónde estabas ?

Dos – La verdad es que no recuerdo.

Uno – ¿ Cómo que no recuerdas ? Acabas de decirme que estabas en la cama, follando a tu novia.

Dos – No, eso era el miércoles…

Uno – ¡ Cabrón ! ¿Vas a hablar, o no ?

Da un golpe violento con la mano en la mesa que se desploma. En seguida hace una mueca de dolor y se coger la mano con la otra.

Uno – ¡Hostia puta!

Dos – Pero ¿qué coño…?

Un – ¿A ti qué te importa…? ¡Joder…!

Dos – ¿ Duele mucho…?

Uno – Me he destrozado la mano…

Dos – A ver… Soy enfermero, ¿ no te acuerdas ?

El otro se deja examinar.

Dos – Está bien. No hay fractura.

Uno – ¿ Por qué me duele tanto, entonces ?

Dos – ¡Qué bestia eres ! Has roto la mesa. Hasta has llegado a darme miedo. Casi he llegado a creer que me ibas a dar una chuleta de verdad…

Uno – Perdón… No me di cuenta…

Dos (suspirando) – ¡Qué coñazo estos entretenamientos! Además, estoy harto de hacer de acusado.

Uno – Pues la próxima vez harás de policía. Ya verás si de verdad es más divertido…

Dos – Vale… ¿ Descansamos un rato ?

Uno – De acuerdo.

Saca un paquete de cigarrillos, y le ofrece uno a su colega.

Dos – Gracias, dejé el tabaco la semana pasada.

El otro se dispone a encender su cigarrillo.

Dos- Oye… no quiero parecer demasiado estricto respecto al reglamento, pero sabes que ahora está prohibido,…

Uno – ¿ Cómo ?

Dos – Esto es un lugar público ¿o no?

Uno – Joder… ¿ Por qué escogí este curro de mierda…? Así que ahora, un policía ni siquiera tiene el derecho de ofrecer un cigarillo a un acusado durante un interrogatorio ?

Dos – Podría demandarte…

El otro vuelve a meter el cigarrillo en el paquete.

Uno – Bueno, pues seguimos, entonces…

Dos – ¿ Tú haces de acusado ?

Uno – Vale.

Se sienta en la silla, y el otro empieza a ir y venir por detrás de él durante un rato. El primero se impacienta.

Uno – Bueno… ¿ Y qué ? Me estoy durmiendo…

Dos – ¡ Espera un poco, joder ! Me estoy concentrando…

Sigue concentrándose un rato, antes de atacar.

Dos – ¡ Vamos, maricón ! ¿ Dónde estabas el miércoles por la noche a eso de las doce ? Acabarás por decirmelo, así que más vale que me lo digas en seguida… y ganaremos tiempo…

Un – Pues, el miércoles a las doce, estaba atracando el super de mi barrio.

Se ríe.

Dos – Joder… Eso no vale… No tienes que decírmelo tan pronto…

Uno (mirando su reloj) – Mira, ya son las ocho… Se acabó, ¿ no…?

Dos – Bueno… Además, tengo que volver temprano a casa… Mi novia me lleva al teatro esta noche.

Uno – No me digas…

Dos – A ver si no es tan aburido como la última vez. Me tuvo que despertar en el descanso…

Se disponen a irse.

Uno – ¿ Y el miércoles por la noche a eso de las doce, que hacías en realidad ?

Dos – Estaba en la cama, fíjate. Como te he dicho.

Uno – ¿ Con tu novia ?

Dos – No, con la tuya, tonto.

Se van.

Uno – ¿ De verdad…?

Oscuro.

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Salida nula

 3 – Salida Nula

Una mujer de luto llega por un lado, con cara de circunstancias, y una corona fúnebre en la mano. Saca un pañuelo de su bolso y enjuga una lágrima. Se oye el sonido de su móvil. Ella contesta con voz muy afectada.

Mujer 1 – ¿ Sí…? Ah, eres tú… Sí, sí, ahora mismo estoy en el tanatorio. La verdad es que no lo había visto desde hace años, pero en fin… A pesar de todo, es muy emocionante. Quería verlo por última vez… Para despedirle…

Otra mujer, de luto tambien, llega por el otro lado.

Mujer 1 – Tengo que dejarte, lo siento. Mi hermana acaba de llegar. Te llamaré más tarde ¿ de acuerdo ? Gracias por haber llamado…

Las dos mujeres se abrazan, sin cariño.

Mujer 2 – Menos mal que me has avisado… Yo ni siquiera recibí la esquela de defunción. (Señalando el otro lado) ¿ Está ahí…?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – ¿ Le has visto ?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – Hace lo menos diez años… Habrá cambiado, ¿ no ?

Mujer 1 – Claro… Está muerto.

Mujer 2 – Sí… La verdad es que no estoy muy segura de querer entrar ahí. Para verle así… Yo nunca ví a un muerto. Quizás debería quedarme con la imagen de la última vez que lo vi. Lleno de vida…

Mujer 1 – Vamos. Hazlo por él. Estoy segura de que le habría hecho mucha ilusión verte una última vez.

Mujer 2 – Bueno…

Se dirige sin entusiasmo hacia el lado de la cámara mortuoria y desaparece.

Su hermana se queda sola y enjuga otra lágrima.

Mujer 1 – Dios mío…

La otra vuelve, un tanto perturbada.

Mujer 1 – ¿ Ya…?

Mujer 2 – ¿ Me dijiste que estaba ahí, verdad, por esa puerta a la derecha?

Mujer 1 – Sí… ¿ Por qué ?

Mujer 2 – Si no es él…

Mujer 1 – No le has visto desde hace diez años. Por fuerza tiene que haber cambiado.

Mujer 2 – ¿ Hasta cambiar de sexo…? Es una mujer la que está en el ataúd.

Mujer 1 – ¿ Seguro…?

Mujer 2 – Una mujer que, encima, no se le parece en nada… ¿ No te diste cuenta ?

Mujer 1 – Mira… Estaba tan conmocionada esta mañana… Se me cayeron las lentillas de contacto en el lavabo. Debe de ser la puerta a la derecha. Hay dos capillas ardientes… Voy a ver.

Mujer 2 – Mejor voy yo, ¿ no ?

Desaparece otra vez, dejando su hermana todavía más perturbada. Pero la otra vuelve en seguida.

Mujer 1 – ¿ Y bien ?

Mujer 2 – Tampoco es él.

Mujer 1 – ¿ Estás segura ?

Mujer 2 – A menos que nos haya ocultado toda su vida que era negro… Enséñame la esquela… A lo mejor, te equivocaste de dirección. Tanatorios, hay muchos…

Mujer 1 – Dios mío… Me impresionó tanto saber que había muerto. Y ahora, ni siquiera vamos a poder asistir a su entierro…

Sale una esquela de su bolso y se la da a su hermana.

Mujer 2 (echando un vistazo a la esquela) – Pues, no… Aquí está… No lo entiendo… La dirección es correcta… (Leyendo) Comunican con profundo dolor el fallecimiento de… ¡ Pero no es su nombre !

Mujer 1 – No es posible ! Dame eso…

Coge la esquela de las manos de su hermana, y la mira frunciendo el ceño para compensar la ausencia de sus lentillas.

Mujer 1 – ¡ Joder ! Es el apellido de los vecinos… Ocurre al menos una vez por semana…

Mujer 2 – ¿ El qué ?

Mujer – ¡ Que el cartero se equivoque ! Bueno, Martínez, Ramírez… Se parece mucho, ¿ no ? Yo tampoco me di cuenta…

Mujer 2 (consternada) – Así que no ha muerto…

Mujer 1 – Lo siento, de verdad… (Tenso silencio) ¿ Y qué hago yo ahora con la corona?

Mujer 2 – No esperes que el florista te devuelva el dinero…

Mujer 1 – ¡Imagínate si se pusieran a reembolsar las coronas después de los entierros…!

Mujer 2 – Pues déjala aquí… Para honrar la memoria del difunto de tus vecinos…

Mujer 1 – Sí… Aunque no parece que se preocupen mucho por él. Ni siquiera han venido a despedirle…

Mujer 2 – No tendría que sorprenderte. Tú tienes la esquela de defunción…

Mujer 1 – Dios mío, es verdad. ¿Cómo voy a anunciarles eso ahora…?

Mujer 2 – Sí… Creo que ya vas a necesitar toda la delicadeza de la que seas capaz…

Mujer 1 – Por lo menos, él no ha muerto… Pero bueno… (Suspirando) Con lo que me costó decirle adios…

Mujer 2 – Pues así, esta hecho. Por si acaso…

Se van.

Mujer 2 – ¿ Irás a verlo ?

Mujer 1 – ¿ A quién ?

Mujer 2 – ¡ A él !

Mujer 1 – ¿ Para qué ?

Mujer 2 – No sé. Como tenías tanto interés en despedirte de él. Así podrías hacerlo mientras está vivo.

Oscuro.

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Dead Line

 2 – Dead line

Un hombre sentado frente a una mujer instalada delante de un ordenador.

Ella (mirando la pantalla) – Pues… según los datos que me ha dado, tendría que ocurrir el… 27 de diciembre de 2041.

El – ¿ A qué hora ?

Ella (con una sonrisa) – Bueno, nuestro programa todavía no ha llegado a ese grado de precisión. Digamos por la noche.

El – Ah…

Ella – ¿Algún problema? Si no me equivoco, usted tendrá 76 años y 3 meses… No será muy mayor, claro, pero… teniendo en cuenta su higiene de vida, y su alojamiento insalubre… Se lo aseguro… No podía esperar nada mejor…

El – Sí, lo entiendo, por supuesto, pero es que… El 27 de diciembre… Cae justo en medio de las fiestas, entre Nochebuena y Año Nuevo… No me viene bien. Mi mujer y yo, llevamos una tienda de chocolate. Realizamos la mitad de nuestro volumen de ventas durante esta última semana del año…

Gesto de ella para significar que lo siente, pero que no puede hacer nada.

El – ¿ Y si yo dejara de fumar…?

Ella – Bueno, en ese caso… Vamos a ver… (Golpeteando en su teclada) No fumador… ¿ Así que definitivamente no piensa cambiar de casa…?

El – Vivimos con mi madre. Justo encima de la tienda. Y no pagamos nada.

Ella – Bien… Lo que nos daría… El 29 de febrero de 2044… Es un año bisiesto…

El – Mmmm…

Ella – Usted ganaría casi tres años.

El – No sé si vale la pena…

Ella – Usted verá…

El – ¿ Y si dejara también el coñac…?

Ella – Tampoco tiene uno que dejar de vivir sólo para morir un poco más tarde…

El – Claro… ¿ Y mi mujer…?

Ella – Bueno, eso, la verdad, no tiene mucha incidencia. Más bien sería bueno para el corazón… y para la próstata. El sexo… Sin exceso, claro…

El – No, quiero decir… Mi mujer… ¿ Para cuándo…?

Ella – Ah, sí… perdón… Pero, no… Lo siento… Estas previsiones son únicamente individuales, y tienen que permanecer estrictamente confidenciales…

El – Lo entiendo, pero… ¿ Antes o después de mí…?

Ella – Aunque lo supiera, no se lo podría decir… No insista, por favor…

El – Mmmm… (Pensativo) Ella no fuma…

Ella – Bueno, eso no significa nada… Además, hay que tener en cuenta el tabaquismo pasivo…

El – Mi esposa me obliga a salir al balcón para fumar…

Ella – Podría tener un accidente de coche… Digo, sin usted a bordo…

El – No tiene el carné…

Ella – A lo mejor, quién sabe, puede ser atropellada cruzando la calle… Sin hablar de los accidentes domésticos… No se imagina usted los horrores que pueden acontecer en una cocina… O en una casa en general. Todavía más si es muy antigua y muy mal cuidada como la suya. Un escape de gas… Una caída por las escaleras…

El (pensativo) – Un secador cayendo accidentalmente en la bañera…

Ella – ¿ Pero por qué le preocupa tanto que su esposa muera antes que usted ?(Cómplice) ¿ Quiere evitarle la pena de sobrevivirle…?

El – No, no es eso… Es… por lo del panteón…

Ella – ¿Sí…?

El – Desde que mi padre falleció, no queda más que un sitio libre en este panteón…

Ella – ¿ Y…?

El – Pues… Yo, la verdad, es que me llevaba muy mal con mi padre… Así que no querría… Usted me entiende… De modo que si mi mujer iba a marcharse primero, lo arreglaría todo… Le dejo el último sitio libre en el panteón, y yo, me puedo instalar adonde sea. Un poco más lejos de mi padre… Sin armar follón…

Ella – Claro…

El – ¿ Y si me pongo a hacer deporte…?

Ella – Si no se trata de un deporte demasiado violento… ¿ En cual pensaba ?

El – Yo que sé… ¿ Algo de pesca…?

Ella – Un barco siempre se puede hundir…

El – Puedo pescar en la playa…

Ella – Preveen un maremoto en la costa en 2040…

El suspira, y parece resignarse.

El – Bueno, pues… Tendré que conformarme con el 27 de diciembre del 41…

Se levanta para marcharse.

El – Se me olvidó preguntarle… ¿ De qué muero, exactamente…? ¿ Cáncer de pulmón ?

Ella – Ah, es verdad… Espere un momento…

Ella lo averigua en su ordenador.

Ella – Ya le había avisado de que su alojamiento es insalubre…

El no entiende.

Ella – El balcón… Se desploma… Creo que, decididamente, usted debería dejar de fumar…

Oscuro.

 3 – Salida Nula

Una mujer de luto llega por un lado, con cara de circunstancias, y una corona fúnebre en la mano. Saca un pañuelo de su bolso y enjuga una lágrima. Se oye el sonido de su móvil. Ella contesta con voz muy afectada.

Mujer 1 – ¿ Sí…? Ah, eres tú… Sí, sí, ahora mismo estoy en el tanatorio. La verdad es que no lo había visto desde hace años, pero en fin… A pesar de todo, es muy emocionante. Quería verlo por última vez… Para despedirle…

Otra mujer, de luto tambien, llega por el otro lado.

Mujer 1 – Tengo que dejarte, lo siento. Mi hermana acaba de llegar. Te llamaré más tarde ¿ de acuerdo ? Gracias por haber llamado…

Las dos mujeres se abrazan, sin cariño.

Mujer 2 – Menos mal que me has avisado… Yo ni siquiera recibí la esquela de defunción. (Señalando el otro lado) ¿ Está ahí…?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – ¿ Le has visto ?

Mujer 1 – Sí.

Mujer 2 – Hace lo menos diez años… Habrá cambiado, ¿ no ?

Mujer 1 – Claro… Está muerto.

Mujer 2 – Sí… La verdad es que no estoy muy segura de querer entrar ahí. Para verle así… Yo nunca ví a un muerto. Quizás debería quedarme con la imagen de la última vez que lo vi. Lleno de vida…

Mujer 1 – Vamos. Hazlo por él. Estoy segura de que le habría hecho mucha ilusión verte una última vez.

Mujer 2 – Bueno…

Se dirige sin entusiasmo hacia el lado de la cámara mortuoria y desaparece.

Su hermana se queda sola y enjuga otra lágrima.

Mujer 1 – Dios mío…

La otra vuelve, un tanto perturbada.

Mujer 1 – ¿ Ya…?

Mujer 2 – ¿ Me dijiste que estaba ahí, verdad, por esa puerta a la derecha?

Mujer 1 – Sí… ¿ Por qué ?

Mujer 2 – Si no es él…

Mujer 1 – No le has visto desde hace diez años. Por fuerza tiene que haber cambiado.

Mujer 2 – ¿ Hasta cambiar de sexo…? Es una mujer la que está en el ataúd.

Mujer 1 – ¿ Seguro…?

Mujer 2 – Una mujer que, encima, no se le parece en nada… ¿ No te diste cuenta ?

Mujer 1 – Mira… Estaba tan conmocionada esta mañana… Se me cayeron las lentillas de contacto en el lavabo. Debe de ser la puerta a la derecha. Hay dos capillas ardientes… Voy a ver.

Mujer 2 – Mejor voy yo, ¿ no ?

Desaparece otra vez, dejando su hermana todavía más perturbada. Pero la otra vuelve en seguida.

Mujer 1 – ¿ Y bien ?

Mujer 2 – Tampoco es él.

Mujer 1 – ¿ Estás segura ?

Mujer 2 – A menos que nos haya ocultado toda su vida que era negro… Enséñame la esquela… A lo mejor, te equivocaste de dirección. Tanatorios, hay muchos…

Mujer 1 – Dios mío… Me impresionó tanto saber que había muerto. Y ahora, ni siquiera vamos a poder asistir a su entierro…

Sale una esquela de su bolso y se la da a su hermana.

Mujer 2 (echando un vistazo a la esquela) – Pues, no… Aquí está… No lo entiendo… La dirección es correcta… (Leyendo) Comunican con profundo dolor el fallecimiento de… ¡ Pero no es su nombre !

Mujer 1 – No es posible ! Dame eso…

Coge la esquela de las manos de su hermana, y la mira frunciendo el ceño para compensar la ausencia de sus lentillas.

Mujer 1 – ¡ Joder ! Es el apellido de los vecinos… Ocurre al menos una vez por semana…

Mujer 2 – ¿ El qué ?

Mujer – ¡ Que el cartero se equivoque ! Bueno, Martínez, Ramírez… Se parece mucho, ¿ no ? Yo tampoco me di cuenta…

Mujer 2 (consternada) – Así que no ha muerto…

Mujer 1 – Lo siento, de verdad… (Tenso silencio) ¿ Y qué hago yo ahora con la corona?

Mujer 2 – No esperes que el florista te devuelva el dinero…

Mujer 1 – ¡Imagínate si se pusieran a reembolsar las coronas después de los entierros…!

Mujer 2 – Pues déjala aquí… Para honrar la memoria del difunto de tus vecinos…

Mujer 1 – Sí… Aunque no parece que se preocupen mucho por él. Ni siquiera han venido a despedirle…

Mujer 2 – No tendría que sorprenderte. Tú tienes la esquela de defunción…

Mujer 1 – Dios mío, es verdad. ¿Cómo voy a anunciarles eso ahora…?

Mujer 2 – Sí… Creo que ya vas a necesitar toda la delicadeza de la que seas capaz…

Mujer 1 – Por lo menos, él no ha muerto… Pero bueno… (Suspirando) Con lo que me costó decirle adios…

Mujer 2 – Pues así, esta hecho. Por si acaso…

Se van.

Mujer 2 – ¿ Irás a verlo ?

Mujer 1 – ¿ A quién ?

Mujer 2 – ¡ A él !

Mujer 1 – ¿ Para qué ?

Mujer 2 – No sé. Como tenías tanto interés en despedirte de él. Así podrías hacerlo mientras está vivo.

Oscuro.

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Pésame (mucho)

1 – Pésame (mucho)

Un hombre se recoge delante de una tumba. Otro llega.

Dos – Disculpe, busco la tumba de Velázquez…

Uno – ¿ Diego Velázquez ? ¿ Está enterrado aquí ?

Dos – Perdón… Quería decir, Consuelo, claro… Ando un poco despistado…

Uno – Consuelo…

Dos – Consuelo Velázquez… Ya sabe… (Cantando) : Bésame, bésame mucho…

Uno – Ah, sí… La cantante… Pues, no sé…

El otro empieza a irse, pero luego se detiene, echando un vistazo a la tumba que el primero está mirando.

Dos – ¿ La conocía…?

Uno – Era mi amante…

Dos – Ah… Lo siento.

Uno – No vale la pena, sabe… Era una puta…

Dos – Vamos, no diga eso…

Los dos quedan silenciosos un momento, recogiéndose delante de la tumba.

Dos – Por eso habrá venido después de la ceremonia y no antes… Para no encontrarse con el marido…

Uno – Sí…

Dos – ¿ No la habrá matado usted, verdad ?

Uno – No, no, qué va… La atropelló un tranvía… Justo cuando salía de mi casa… para recoger mi mechero que me había dejado en el coche… Y al cruzar de nuevo la calle para volver… Habían inaugurado la línea el día de antes. Pero se le olvidó…

Dos – Ese es el problema con los nuevos tranvías eléctricos. Son ecológicos, claro, pero como no hay motor, no se les oye llegar…

El primero saca un cigarillo y se lo pone en la boca.

Uno – ¿ Tiene fuego…? Como ya no tengo mechero…

Dos – Claro, como no…

Uno – ¿No estará prohibido, verdad ?

Dos (dándole fuego) – Los cementerios, son los únicos lugares donde todavía tienes derecho a fumar.

El primero enciende su cigarillo.

Uno – Así es como su marido se enteró de que era cornudo… Ella le decía que iba a ver a su abuela al asilo. La vieja no se acordaba nunca de nada. Era cómodo. Pero como el tranvía le pasó por encima enfrente de mi casa… El marido tuvo que sospechar algo…

Dos – Ya ve… Enterarse al mismo tiempo de que eres viudo y eras cornudo…

Uno – Desde entonces, voy andando…

Dos – ¿ Cómo dice…?

Uno – Enterró a su mujer con mis llaves ! Para vengarse, supongo…

Dos – ¿ Sus llaves ?

Uno – ¡ Las de mi coche ! Que le había dado a ella para que me fuera a buscar el mechero…

Dos – Claro…

Uno – Fui a la presentación del cuerpo, y las vi que le salían un poco del bolsillo… Pero como había tanta gente… No pude hacer nada… Y ahora…

Dos – ¿ Y no las tenía duplicadas…?

Uno – Sí… Pero el otro juego lo tiene mi mujer…

Dos – Pues le dice a su mujer que ha perdido las suyas, y ya está.

Uno – Nos separamos… (Enseñando la tumba) Esa puta le acababa de contar que la engañaba con ella… Así que… ¡como para pedirle las llaves… !

Dos – Claro…

Uno – Pronto se hará de noche… ¿ No tendría una pala por casualidad ?

Dos – ¿ Lo dice en serio ?

Un – Así que no tiene pala… ¿ Y lleva coche ?

Dos – ¿ Quiere que le deje en alguna parte ?

Uno – Muy amable. ¿ Hacia dónde va ?

Dos – Hacia el hospital. Vivo justo enfrente. Soy médico.

Uno – Qué raro, ahí vivía también ella. Y su marido era cirujano…

Dos – Sí… Soy su marido…

Uno – Claro. Ahora lo entiendo… he tenido mis dudas al ver el mechero…

El primero saca el mechero de su bolsillo.

Dos – Disculpe… Se lo devuelvo, por supuesto… No sabía de quién era… Y también me sorprendió encontrarlo en su mano cuando me la devolvieron. Como no fuma… Bueno, no fumaba…

El otro coge el mechero.

Uno – Gracias. (Echando un vistazo al mechero) Fíjese. Ni un rasguño…

Dos – Mi mujer, en cambio…

Uno – Lo quiero mas que a la niña de mis ojos… (Poniendo el mechero en el bolsillo)Ella me lo regaló…

Dos – En cuanto a sus llaves… Le juro que no sabía nada, lo siento… No se me ocurrió hurgarle en los bolsillos…

Uno – Le creo, no se preocupe… ¿Para qué me mentiría ahora…?

Se disponen a irse.

Uno – Pero yo creía que usted estaba buscando la tumba de Velázquez… Por eso no desconfié… ¿ Era una trampa…?

Dos – De ningún modo… Pero comprenderá que durante esa interminable ceremonia no tuve tiempo de recogerme en la tumba de Consuelo…

Uno – ¿ Su mujer no se llamaba Carmen ?

Dos – Sí… Sí, sí… Ahora me refiero a Consuelo Velázquez… Bésame mucho… ¿ No recuerda ?

Uno – Ah, sí…

Dos – Es mi cantante favorita… Como sabía que estaba enterrada aqui… Me dije que volvería más tarde para visitarla tranquilamente… No importa, lo haré otro día…(Después de un momento) Siempre me pregunté qué podían hacer con los muertos cuando los cementerios están llenos…

Uno – Se les olvida, supongo… Aparte de algunas celebridades…

Dos – Eso debe de ser la immortalidad. Una perpetua concesión…

Se alejan.

Uno – Es verdad que es un lugar un muy agradable…

Dos – Ella quería ser enterrada aquí…

Uno – Le habrá costado un huevo ¿ No ? Es muy cursi…

Dos – ¡Y que lo diga!… Ese era su lado esnob…

Salen.

Dos – Tiene razón, era una puta…

Uno – Vamos, no diga eso…

Oscuro.

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Los tres golpes

Los tres golpes

Dos personajes entreabren la cortina del teatro para mirar entre bastidores, más o menos discretamente, a los espectadores ya instalados en el patio de butacas en espera del comienzo del espectáculo.

Uno -¿Quién es esa vieja de la primera fila con audífono?

Dos – La de los derechos…

Uno – ¿La de los derechos?

Dos – Sí, la sobrineta del autor, a la que hemos tenido que pedir autorización para representarlo. Y te aseguro que los herederos son a veces más moscas cojoneras que el propio autor cuando vivía.

Uno (con un suspiro) – Para qué montamos autores muertos si hay que pagar a los herederos.

Dos – Bueno, éste, 10 años más y ya estará libre de derechos.

Uno – Esperemos al menos que le guste la función.

Dos – Ese trigo no está todavía vendido. Ten en cuenta que ella asistió al nacimiento de la obra en 1927 y por consiguiente tiene sus puntos de vista propios.

Uno – ¿Para qué ha venido entonces?

Dos – Para contar la entrada y verificar que no la vamos a engañar en su 10%. Y pensar que la hemos tenido que invitar para hacerle la pelota.

Uno – Por ahora tiene los ojos cerrados, ¿se concentra o duerme?

Dos – A lo mejor está muerta

Uno – No, está roncando.

Dos – A lo mejor convendría despertarla. Vamos a dar los tres golpes de aviso.

Uno – Voy a pedir que los den algo más fuertes que de costumbre.

Oscuro. Se oyen los tres golpes.

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Telón

Telón

El primero se vuelve hacia el segundo.

Un – Entonces ya está. Se acabó.

Dos – Por lo menos, estamos más cerca del final que del principio…

Un – Bueno… Tenemos que ir entonces.

Dos – Sí. Parece que sí…

Un – No era tan malo… ¿Se puede volver?

Dos – Eso ya…

Un – ¿Y no se recuerda nada?

Dos – Para qué volver, entonces…

El primero esta para irse, pero notando que el segundo no le sigue, se vuelve hacia él.

Un – ¿Usted no viene?

Dos – Tengo que poner todo en orden para la próxima actuación…

Un – Ah, claro… Usted es el…

Dos – Sigue el espectáculo.

Un – Ánimo, entonces…

El primero se va. El segundo parece un poco desanimado.

Dos (para si mismo) – A veces, a mi también me gustaría traspasar esta puerta, y olvidarlo todo… Volver una mañana y empezar de nuevo… Como si fuera la primera vez… ¿Y si fuera la última de verdad? ¡Espera, voy contigo…!

Intenta irse pero no encuentra la salida.

Dos (resignado) – Para mi nunca empezó… Así que nunca terminará… (A los espectadores) Hasta la próxima…

Oscuro.

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Recuerdos y proyectos

12 – Recuerdos y proyectos

Un viejo sentado en un banco, apoyado en un paraguas. Una vieja llega. Se sienta a su lado y le coge la mano con cariño. Él parece algo sorprendido.

Ella – Se está bien sentado así, ¿verdad…? Con esta tranquilidad…

Él – Sí…

Permanecen así sentados en silencio durante un tiempo.

Ella – ¿Recuerdas las primeras vacaciones que pasamos juntos…?

Él – No…

Ella – Ahora, para nosotros, todos los días son vacaciones…

Él – Sí…

Ella – ¿Pensaste en tomar tus pastillas?

Él (sorprendido) – No…

Ella (tendiéndole una cajita) – Toma, te las traje.

Él (cogiendo la cajita) – Gracias… (Traga una pastilla y luego mira la cajita). Son pastillas para el corazón…

Ella – Sí.

Él – Pero… Mis pastillas son más bien para la memoria…

Ella – ¡Son las pastillas de mi marido…!

Él – Entonces… será que no soy su marido…

Ella le mira escandalizada, y saca su mano.

Ella – ¡Hubiera podido decirlo antes!

Ella sigue sentada, enfadada. Él la mira.

En el otro lado del escenario, una chica, sentada en un banco, mirando a los viejos. Un chico llega y se siente al lado de ella, sin decir nada. Permanecen así sentados un momento en silencio.

Ella – ¿Nos imaginas cuando tengamos esa edad…?

Él – No…

Ella – Ella esta arregladita…

Él – ¿Ah, sí…?

Ella – Él tampoco lo ha notado…

Él – ¿Por qué tiene un paraguas? Si no hay ni una nube…

Ella – Será ella quién le pidió llevárselo. A esa edad, temes a las tormentas… Además, sabe que a él le sirve de bastón. Es más discreto… Es su coquetería…

Él – ¿Has visto? Ella tiene el pelo casi rojo…

Ella – Es bonito, ¿no?

Él – ¿Qué? ¿Tener el pelo rojo como los punks, a esa edad…?

Ella – Llevarán medio siglo casados, y siguen cogiéndose de la mano…

La vieja se marcha.

Él – ¡Vaya, mira! Se marcha. Y parece enfadada… A lo mejor, hace medio siglo que están riñendo…

Ella – Él le habrá dicho que le parecía demasiado rojo…

Silencio.

Ella – Me pregunto si al final no va llover… ¿Vamos?

Él – Bueno, sí…

El se levanta para irse.

Ella – ¿Y de qué me querías hablar?

Él – Bueno… No sé cómo decírtelo, pero bueno… No creo que vayamos a envejecer juntos…

Ella – Ya lo sé…

Él – ¿Y tú, querías decirme algo…?

Ella se levanta, y se nota que está embarazada.

Ella – Que tú también tendrías que haber cogido el paraguas…

Oscuro.

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Futuro

11 – Futuro

Dos personajes (hombres o mujeres), el uno más viejo que el otro.

Viejo – ¿Entonces qué? ¿Qué quieres hacer cuando seas mayor?

Joven – No sé… ¿Tú qué querias hacer cuando eras joven?

Viejo – Bueno, no lo que estoy haciendo ahora, por cierto.

Joven – ¿Y qué haces ahora?

Viejo – Vaya, si supieras… A veces incluso me pregunto si vale la pena hacerlo… Pero bueno, alguien tiene que hacerlo, ¿verdad…?

Joven – ¿Por qué…?

Viejo – ¿Qué te crees? ¡Es que hay muchos detrás de mí esperando para el puesto! Ah, si pudiera empezar de nuevo… Tener tu edad, y saber lo que sé…

Joven – ¿Qué harías?

Viejo – ¿Quién sabe? Por lo menos, no habría acabado donde hoy estoy, por cierto… Cuando eres joven, quieres volverte alguien… Y tienes fe de poder hacerlo… Pero yo ya no tengo ilusiones… Ya verás cuando tengas mi edad…

Joven – ¿Qué es lo que voy a ver?

Viejo – Lo sabrás más antes que tarde… Esas cosas no se pueden explicar… Pero tienes suerte. Yo, cuando tenía tu edad, ni siquiera podía preguntar.

Joven – ¿Preguntar qué?

Viejo – Anda. Vete a aprender tus lecciones… Si no quieres acabar como yo…

Joven – ¿Tú no aprendías tus lecciones?

Viejo – Sí.

Joven – Entonces, ¿para qué sirve aprender las lecciones?

Viejo – Vamos, haz lo que te dije… Más tarde lo entenderás… Y me lo agradecerás…

El joven se va.

Viejo – Estos críos… Tienes que enseñarles todo…

Oscuro.

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Memoria

10 – Memoria

Ella y él se abrazan durante un tiempo.

Relajan su abrazo, y miran en frente.

Ella – ¿Te recuerda de algo?

Él – No… ¿Y tú?

Ella – Tampoco.

Él – Es la primera vez.

Ella – Nada inolvidable.

Él – La primera vez, no se puede comparar. No recuerda nada.

Ella – La primera vez, no se recuerda. Solo se guarda en la memoria.

Él – ¿Qué es la memoria?

Ella – No sé…

Él – ¿Qué es olvidar?

Ella – No recuerdo…

Él – ¿Otra vez?

Ella – De acuerdo.

Se vuelven a besar, y luego relajan su abrazo.

Él – ¿Y ahora, te recuerda algo?

Ella – La vaga memoria de un « déjà vu ».

Él – Yo también.

Ella – Ya está, lo recuerdo.

Él – Es un principio.

Ella – Sí.

Él – Es la segunda vez.

Ella – No es un principio, entonces.

Él – La primera vez, no se sabe que es un principio, ya que no recuerda nada.

Ella – ¿De qué sirve acordarse?

Él – Hace pasar el tiempo.

Ella – ¿Y al final? ¿Cómo se sabe que es la última vez?

Él – No se sabe.

Ella – Uno tendría que ser capaz de recordarlo después.

Él – Sólo se recuerda la penúltima.

Ella – Es la vida.

Él – Sí. Entre la segunda vez y la penúltima.

Ella – La vida, es cuando se vuelve a recordar.

Él – Es una historia sin pies ni cabeza.

Se van cada uno por su lado.

Ella – ¿Nos volvemos a llamar?

Él – ¿O borramos la memoria viva?

Oscuro.

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Frente a frente

9 – Frente a frente

El uno y el otro se miran a hurtadillas.

Un – ¿Nos conocemos…?

Dos – No sé.

Un – Perdón, me parecía…

Dos – No, no tiene que disculparse. A mi también. Su cara me suena…

Un – ¿Dónde nos podríamos haber visto…?

Dos – ¿Usted vive por allí?

Un – Nada lejos. ¿Y usted?

Dos – Daba un paseo con el perro…

Un – Quizás nos vimos aquí mismo…

Dos – Aquí o allá…

Silencio.

Un – Es muy raro. De verdad, tengo la impresión que nos conocemos ya…

Dos – Vemos tanta gente…

Un – Bueno. Sin embargo, tengo que irme…

Dos – Encantado de haberle conocido.

Un – ¡Hasta la vista…!

El primero está por irse.

Un – A propósito. Me llamo Pedro… En caso que nos volviéramos a ver unos días por allí…

Dos – ¿Pedro? Qué divertido. Yo también me llamo Pedro…

Un – No es un nombre muy original…

Dos – ¿Pedro qué?

Un – Pedro Martínez.

Dos – ¿Martínez? ¡Como yo, entonces!

Un – Así que somos anónimos… Quiero decir homónimos.

Dos – Pero no nos dice dónde podríamos habernos visto ya…

Un – Bueno, pues me voy, entonces…

Dos – Yo también.

Un – ¿Por dónde va?

Dos – ¿Y usted?

Un – Por aquí.

Dos – Pues vamos, le sigo. Pase primero.

Un – Gracias.

Se van.

Un – ¡Venga, tú! Vamos.

Dos – ¡No es posible! ¿Este perro es el suyo?

Un – Sí, ¿por qué?

Dos – ¡Es el mío también!

Un – Ya me parecía que su cara me decía algo…

Oscuro.

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